Desde que el hombre occidental accedió al pensamiento lógico, allá en las colonias griegas del Asia menor, se ha preguntado y, por esto mismo, ha desarrollado infinidad de sistemas filosóficos (platonismo, neoplatonismo, escolástica), teológicos (panteísmo antiguo y contemporáneo, gnosticismo) y místicos para demostrar la existencia de Dios -entendiendo esta palabra en su sentido general de Divinidad, y comprendida ésta como un ente o la participación de varios. Por lo menos diez pruebas o argumentos se han esgrimido para demostrar la realidad de Dios. Cada una ha nacido en el ámbito de una concepción específica de lo divino. Sin embargo, sólo mencionaremos las más significativas: 1. La prueba del sentido común, la cual aparece ya con Aristóteles, Cicerón la enuncia así: "Para demostrar la existencia de los dioses, el argumento más fuerte que pueden aducir es que ningún pueblo es tan bárbaro, ningún hombre tan salvaje, como para no mostrar indicios de la creencia de los dioses en su mente". 2. Quizá el argumento más sencillo y antiguo sea el llamado teleológico o fisicoteológico, que Filón de Alejandría (siglo I) formuló de la siguiente manera: "Si se ve una casa construida con cuidado, con vestíbulos, pórticos, apartamentos para hombres y mujeres y para otras personas, nos daremos una idea de artista y no pensaremos que haya sido hecha sin arte y sin artesanos... Del mismo modo el que ha entrado, como en una casa o en una ciudad grande, en este mundo y ha visto el cielo que gira en círculo y contiene todo, los planetas y las estrellas fijas movidos por un movimiento idéntico al del cielo, simétrico, armonioso, útil al todo, y la tierra que ha tenido el puesto central... éste concluirá que todo ello no ha sido hecho sin un arte perfecto y que el artesano de este Universo ha sido y es Dios". 3. La prueba causal proviene de una rica tradición intelectual inaugurada por Aristóteles, adoptada por Avicena y santo Tomás de Aquino y se "...funda en el principio de que es imposible remontarse al infinito en la serie de las causas materiales y de las causas eficientes, de las causas finales o de las consecuencias y que, por tanto, en toda serie debe haber un primer principio del cual depende la totalidad de la serie..." 4. El argumento denominado de los grados también fue adoptado por grandes del pensamiento como San Agustín, Aristóteles, Cicerón, Platón, pero halló su forma clásica en san Anselmo: "Si no puede negarse que algunas naturalezas son mejores que otras, la razón nos persuade que no hay una tan excelente que no pueda tener otra superior a sí. En efecto, si esta distinción de grados siguiera al infinito, de modo que no existiera un grado superior a todos, la razón sería llevada a admitir que el número de estas naturalezas es infinito, Pero ya que ello es estimado como absurdo por cualquiera que no esté privado de razón, debe existir necesariamente una naturaleza superior, al punto de no estar subordinada a ninguna otra como inferior". 5. A ésta, santo Tomás de Aquino la llamó ex possibili et necessario, Leibniz: a contingen tia mundi, y Kant: prueba cosmológica. "Avicena... había distinguido al ser en necesario y posible, y definió al ser posible como lo que no existe por sí, sino que para existir tiene necesidad de otro. Por lo tanto, si un posible existe, existe algo que lo hace existir, pero si esta cosa es a su vez posible reenvía aún a otra cosa que sea causa de su existencia y así sucesivamente hasta llegar al ser necesario que es lo que existe por sí..." 6. y por último, la prueba de los místicos o por la fe, que Blaise Pascal en uno de sus Pensamientos describe así: "Es el corazón el que siente a Dios y no la razón. He aquí lo que es la fe: Dios sensible al corazón, no a la razón", y continúa: "La fe es un don de Dios". Para concluir, citaremos del Diccionario de filosofía de Nicola Abbagnano -como se ha hecho en todos estos párrafos que "... Precisamente la existencia de Dios, según Kant, es requerida por la realización del sumo bien, es decir, de la unión de la virtud y la felicidad, que no se verifica por el juego de las leyes naturales..." y que se relaciona con la famosa apuesta por Dios del antes mencionado Pascal: apostar por su existencia y vivir conforme a ella, nos deparará la eternidad. Pero si la perdemos, nada perdemos con ello.