Demostración de la existencia de Dios

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Demostración de la existencia de Dios
Las argumentaciones que desarrolla Descartes para demostrar la existencia de Dios son de las más farragosas y
difíciles de entender para aquellas personas que no estén familiarizadas, con lo que el propio autor, denomina “ los términos
de la escuela”. Básicamente todas menos una (argumento ontológico) siguen el mismo esquema. En las Meditaciones
metafísicas parte de la idea de Infinito como acto mental y concluye que debe haber una realidad objetiva de esa idea que
sea la causa proporcionada de que yo la tenga. En resumidas cuentas, si yo poseo la idea de infinito y no soy infinito, debe
haber algo infinito (realidad objetiva) que es la causa de que yo la tenga (acto mental).
En la parte cuarta del Discurso del Método recurre a una argumentación similar apoyada ahora en la idea de perfección:
tras demostrar que la idea de perfección no ha sido producida por mí porque yo no soy perfecto concluye dos cosas: debe
haber sido producida por una naturaleza perfecta que es la realidad objetiva del acto mental que yo poseo.
(Argumento gnoseológico)ya que yo no soy perfecto, debo haber sido creado por alguien que es, además de la realidad
objetiva de la idea de perfección que hay en mí, también la causa de mi ser compuesto.(Argumento cosmológico)
Con las argumentaciones anteriores se llega a la conclusión de que la naturaleza de Dios incluye todas las perfecciones de
las que yo carezco y que, por tanto, este ser debe existir. Si no existiera no sería tan perfecto, ya que le faltaría la existencia.
Este es el conocido argumento ontológico. En lo esencial, este argumento mantiene que concebir a Dios es casi la misma
cosa que concebir que existe ya que en la idea de Dios está concebida su existencia, del mismo modo que en la en la idea de
triángulo está el que la suma de los tres ángulos internos sea igual a dos rectos.
“…mientras que, volviendo a examinar la idea que yo tenía de un ser perfecto, encontraba que la existencia estaba
comprendida en ella, del mismo modo que está en la del triángulo que sus tres lados sean iguales a dos rectos, o
en la de una esfera que todas sus partes son igualmente distantes de su centro, o aún más evidentemente; y que,
por consiguiente, es por lo menos tan cierto que Dios, que es ese ser perfecto, es o existe, como cualquier
demostración de la geometría lo pueda ser”. (Discurso del Método, IV)
Dios garante de criterio de verdad
Una vez demostrada la existencia de Dios y reconocida su naturaleza como la suma de todas las perfecciones,
puede afirmarse su bondad y veracidad, y proceder a rechazar la hipótesis del genio maligno engañador. La veracidad
divina garantiza que no me engaño al pensar que son verdaderas aquellas proposiciones que concibo clara y distintamente.
Demostración de la existencia de la sustancia extensa
Una vez que contamos con un criterio y que éste está garantizado por Dios, lo que de hecho significa que l a
sustancia infinita garantiza la capacidad de la razón humana para encontrar la verdad, siempre que utilice el método
racional adecuadamente, el filósofo puede abordar la existencia de las realidades corpóreas. Está fuera de toda duda
que yo poseo ideas sobre realidades exteriores a mi pensamiento. No es probable que mi pensamiento sea la causa de ellas,
ni tampoco que Dios pretenda engañarme poniendo en mi tales ideas como provenientes de las cosas. Por tanto deben
existir las realidades materiales, o cuerpos que producen en mi dichas ideas. Ahora bien, el criterio de claridad y distinción no
me garantiza nada más que aquellas cualidades objetivas de los cuerpos como son su extensión, movimiento, figura,
situación, duración o número, pero no aquellas cualidades secundarias o subjetivas como son el sabor, el olor o la
temperatura.
¿Qué función asigna, entonces, a las cualidades secundarias o sensaciones subjetivas? ¿Qué utilidad tienen nuestros
sentidos? Para el filósofo poseen una función estrictamente utilitaria para la vida, pero no tienen nada que ver con la
búsqueda de la verdad. Las sensaciones nos enseñan lo que nos conviene y lo que nos perjudica ( el fuego quema, el
agua calma la sed), pero no nos enseñan nada sobre la verdad de las cosas, ya que este cometido es exclusivo de la
razón y no tiene nada que ver con los sentidos.
¿Y qué ocurre cuando nos equivocamos?. Si nos equivocamos, el error no será atribuible obviamente a Dios, ni tampoco a
nuestra razón, ya que ésta bien dirigida llegará a la verdad, sino a nuestro juicios precipitados sobre la realidad. No es cierto
que nuestros sentidos nos proporcionen información falsa sobre la realidad, nos engañamos nosotros al interpretar
erróneamente, ya sea por precipitación ya sea por prevención, los datos que nos proporcionan.
En definitiva, los sentidos ni nos engañan ni nos enseñan nada sobre la verdad. Es necesaria la razón para captar la
estructura inteligible de la realidad de un modo muy parecido a como afirmara Galileo.
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