Alarma justificada - Jueces para la Democracia

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Alarma justificada
JOSÉ ANTONIO MARTÍN PALLÍN 07/12/2010
La Constitución contempla la posibilidad de regular, por medio de Ley Orgánica, los estados de
alarma, excepción y sitio. Sin perjuicio de la extensión que el Gobierno de turno estime
necesario dar a los efectos de esa declaración excepcional su contenido no puede rebasar las
previsiones legales.
La Ley Orgánica autoriza esta medida cuando circunstancias extraordinarias hiciesen imposible
el mantenimiento de la normalidad mediante los poderes ordinarios de las autoridades
competentes y se deba adoptar las medidas indispensables para asegurar el restablecimiento del
eficaz funcionamiento de los servicios esenciales.
Ante el colapso inesperado y sorpresivo provocado por unos controladores que en pleno
funcionamiento del complejo trafico aéreo deciden, de forma arrogante e injustificable,
abandonar las torres de control, creando el caos y poniendo en riesgo la seguridad de los vuelos,
con gravísimas repercusiones en la vida de ciudadanos que tienen derecho al funcionamiento
normal de los servicios esenciales para la comunidad, con repercusiones incalculables sobre
sectores de la economía nacional y además burlando las normas que permiten el derecho de
huelga, legalmente ejercitado.
El decreto que declara el estado de alarma se basa en la concurrencia de circunstancias
extraordinarias, que nadie podrá discutir, que se derivan del cierre del espacio aéreo que califica
acertadamente como calamidad pública de enorme magnitud.
Sin duda, el perjuicio originado por los que han causado el caos exige una reacción
proporcionada e imprescindible para mantener el funcionamiento del servicio. En estas
circunstancias se puede acordar su movilización forzosa, contemplada en la Constitución para
diversos supuestos de emergencia, como epidemias, protección del medio ambiente y en materia
de aguas e incendios forestales.
La movilización no significa necesariamente la militarización. Se puede hacer entregando la
dirección de los servicios a las autoridades militares, trafico aéreo, incendios u otras
calamidades de las que se puede hacer cargo la Unidad Militar de Emergencia, pero sin
transformar a civiles en militares sometiéndoles al Código Penal Militar que, salvo en estado de
sitio, solo se puede aplicar a los militares. No se puede ampliar la jurisdicción militar más allá de
las previsiones constitucionales que la reduce al ámbito estrictamente castrense.
La movilización está regulada por una ley (Ley 56/60 de 26 de abril) que no solo es
preconstitucional sino que rezuma totalitarismo y nacional-patriotismo por todas sus líneas e
incluso dio lugar a que los prebostes del franquismo hablaran en sus discursos del obrerosoldado. Más adelante, ya en periodo constitucional, la Ley de la Defensa Nacional (ley 6/80)
modificada en el año 1984 ha sido sustituida por la Ley 5/2005 que no contiene más disposición
que la incorporación de reservistas en caso de amenaza, limitándose a regular la organización
militar.
La desobediencia de la que habla el Código Penal Militar (articulo 102) se refiere más bien a
militares profesionales que no cumplieren ordenes relativas al servicio y está castigada con una
pena que va desde los tres meses a dos años. En mi opinión el problema radica, por un lado, en
que la ley civil es más rigurosa y en las dificultades de extender la jurisdicción militar, como ya
hemos dicho, más allá del ámbito estrictamente castrense que nos llevaría a franquear la
previsión constitucional. En todo caso la Ley de Competencia y Organización de la Jurisdicción
Militar se decanta por la jurisdicción que impone la pena mas grave y además nos encontramos
ante delitos que no son específicamente militares.
Creo que la posición más ajustada al gravísimo problema que hemos vivido es la que está
siguiendo la Fiscalía de Madrid al llevar el caso por la Ley Penal y Procesal de la Navegación
Aérea, necesitada de una urgente actualización constitucional, que utiliza la grave figura de la
sedición para castigar a los empleados de los aeropuertos que se alzaren colectivamente y
abandonaren, también colectivamente, sus funciones. Pero no debe quedar aquí la acción de la
justicia. Se han producido gravísimos trastornos y daños personales y colectivos que han
colocado en difícil situación a la economía nacional. Los responsables deben responder de ellos
bien en la vía penal o en la civil.
Como colofón se me ocurre proponer que ya es hora de poner al día todas las normas necesarias
para regular y hacer frente a situaciones como la que hemos vivido y espero que no se repita.
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