APORTES DOC TRINARIOS por Martin Fridman * y Gianni Gutiérrez * * · La objeción de conciencia en la ley de interrupción del embarazo (aborto) “En materia de conciencia, la ley de la mayoría no tiene lugar”. Mohandas Karamchand Gandhi 1. Introducción El dictado de la ley que habilita a la realización de abortos antes de las 12 semanas -e incluso después de ese plazo en determinadas situaciones- ha generado grandes controversias en todos lo ámbitos. Más allá de los aspectos religiosos, éticos o morales -que son en todo caso respetables y objeto de tutela por el derecho- existen también otros cuestionamientos desde el sector de la medicina y la ciencia. Desde el punto de vista de la medicina se ha sostenido que la legalización del aborto en Uruguay obliga a los profesionales de salud a cometer actos que van contra la esencia misma de su profesión, alterando la esencia de la medicina y la función del médico. La esencia de la medicina implica estar al servicio del otro, aplacar el sufrimiento, sanar las dolencias y preservar la vida. Esta esencia está plasmada en el juramento hipocrático, que es explícito a los efectos: “Jamás daré a nadie medicamento mortal, por mucho que me soliciten, ni tomaré iniciativa alguna de este tipo; tampoco administraré abortivo a mujer alguna”.1 Consciente de las contradicciones que la práctica del aborto genera, el legislador reguló el ejercicio amplio del Derecho a la Objeción de Conciencia, ya reconocido en la Constitución (art. 54). Se trata de una regulación amplia y moderna, que aunque perfectible, otorga garantías para el ejercicio de la libertad de conciencia en esta materia. Sin embargo, la amplitud de la ley es contrariada por el Decreto reglamentario. Se advierte en la redacción del Decreto una discrepancia clara entre el reglamentador y el legislador. Discrepancia que el reglamentador (Poder Ejecutivo) soluciona a su favor restringiendo el derecho a la objeción de conciencia del personal de salud y determinando con ello la ilegalidad del Decreto. A continuación analizaremos el concepto de objeción de conciencia, su regulación constitucional, legal y reglamentaria. 2. Objeción de conciencia La objeción de conciencia tutela el derecho a la libertad de conciencia que es uno de los derechos fundamentales establecidos en nuestra constitución. La libertad de conciencia es la posibilidad de todo ser humano de adoptar cualquier creencia o convicción sean estas religiosas o no y de poder expresarla y practicarla.2 En este sentido, los autores españoles Aparisi Miralles y López Guzmán 3, remarcan que la libertad de conciencia no remite solo a la libertad de cada persona para escoger una determinada actitud filosófica axiológica o religiosa ante la vida, sino que incluye necesariamente, el derecho a adecuar el comportamiento personal a las propias convicciones. La objeción de conciencia es la garantía de que el juicio personal y la actuación que se deriva del mismo se va a ejecutar sin interferencias o impedimentos de cualquier tipo. Supone la existencia de una obligación legal de actuar en determinado sentido, incompatible con sus convicciones, ya sean morales, religiosas o científicas. Según MARTINEZ TORRÓN4 el objetor se encuentra ante un grave conflicto interior: si debe someterse a la norma jurídica, o bien a la norma ética que invoca su propia conciencia individual y que se le presenta con carácter de ley suprema. La consecuencia inmediata es que existe una importante carga moral sobre esas personas, que se ven abocadas a elegir entre desobedecer a la ley o desobedecer a su conciencia. Lo primero recibe un castigo material; lo segundo implica una sanción espiritual. En definitiva, la objeción de conciencia consistiría en la negativa del individuo, por motivos de conciencia, a someterse a una conducta que en principio sería jurídicamente exigible -ya provenga la obligación directamente de la norma, ya de un contrato, ya de un mandato judicial o resolución administrativa. NAVARRO-VALLS y MARTÍNEZ-TORRÓN5 afirman que la objeción de conciencia “consiste en el rechazo del individuo, por motivos de conciencia, a someterse a una conducta que en principio sería jurídicamente exigible (ya provenga la obligación directamente de la Tribuna del Abogado 183 • Junio/Julio 2013 • 15 • norma, ya de un contrato, ya de un mandato judicial o resolución administrativa)”6 y ampliando el concepto afirman que incluiría toda pretensión de este tipo “motivada por razones axiológicas -no meramente psicológicas- de contenido primordialmente religioso o ideológico…” DE LORENZO7 señala que la objeción de conciencia es la conducta de una persona que se niega a cumplir lo establecido en una norma jurídica por motivos de conciencia, y ello, por considerar que el deber que le impone la norma está en conflicto con sus obligaciones de conciencia (morales o religiosas). Se le plantea al sujeto el problema de tener que optar entre el deber de obediencia que impone la norma legal, con base en la conciencia común de la sociedad y el deber de resistirla que sugiere la norma moral, basada en la conciencia particular. En definitiva como señala Carmen ASIAIN la objeción de conciencia presupone, entonces, la configuración en un caso concreto y respecto a una persona (individual o colectivamente considerada), de un conflicto entre ley (en sentido genérico, como sinónimo de norma jurídica) y conciencia. Este conflicto entre ley y conciencia se produce según NAVARRO FLORIA, de una de las siguientes formas: “Cuando alguna conducta obligatoria según la propia conciencia, o según las normas éticas a las que alguien ha elegido sujetar su actuación (sean éstas religiosas o no) ha sido al mismo tiempo prohibida por el legislador. O, quizás con más frecuencia, cuando alguna conducta que esas mismas normas éticas, o la propia conciencia, impiden o prohíben, coincide con aquellas que por alguna razón han sido imperadas (obligadas) por el legislador”8. MARTINEZ TORRÓN9 señala que existen 2 planteamientos fundamentales respecto a cómo debe abordarse el tratamiento jurídico de las objeciones de conciencia: el legalismo y el equilibrio de intereses. La perspectiva positivista parte de un doble presupuesto: el legislador siempre tiene razón, y el núcleo del ordenamiento jurídico se reduce a la ley. Por decirlo en palabras de un jurista italiano, su postulado central es que la ley es todo el derecho y la ley es toda derecho. Desde ese prisma, cualquier conflicto entre ley y conciencia ha de resolverse siempre en favor de la primera. Lo contrario implicaría el riesgo de inseguridad jurídica, de una ‘pulverización’ del orden jurídico, en la medida en que las normas generales estarían a expensas de las opciones -imprevisibles, y no siempre razonables- de cada conciencia individual. La libertad religiosa y de conciencia sólo protege contra aquellas leyes que van dirigidas a restringir alguna religión o creencias en particular (o, lo que es menos probable hoy en nuestro contexto cultural, la religión en general). Pero, si se trata de una ley ‘neutral’, es decir, de una ley que persigue objetivos seculares legítimos, las excepciones al cumplimiento de las obligaciones legales que impone sólo pueden ser concedidas por la propia ley. En otras palabras, la objeción de conciencia a un imperativo legal sólo sería legítimamente esgrimible a través de la interpo- sitio legislatoris: cuando sea expresamente admitida por el legislador. MARTINEZ TORRÓN señala que el planteamiento del equilibrio de intereses, por el contrario, procede originariamente de una concepción del derecho libre de los prejuicios del positivismo legalista; en concreto, de un derecho jurisprudencial como el norteamericano. Su centro de gravedad no es tanto la intangibilidad de la legislación formal cuanto la búsqueda del mayor grado de protección posible para la libertad de religión, de pensamiento y de conciencia. De ahí que la objeción de conciencia no se concibe como una excepción tolerada a la regla general que -según la mitología positivista- absorbería en sí misma todo el contenido de la justicia. Al contrario, en la medida en que la libertad de conciencia es un valor constitucional en sí misma -y por tanto una regla, no una excepción a la regla- reclama “un reconocimiento fisiológico, no traumático de la objeción de conciencia”. La objeción, por ello, no es contemplada con desconfianza, como una actitud evasiva respecto al orden jurídico, sino que es analizada, al hilo de su conflicto con otros intereses jurídicos representados por la ley, como resultado de una actitud que “trata de ver afirmados grandes ideales en ‘pequeñas’ situaciones”. Entendemos con MARTINEZ TORRÓN que el legalismo parte de una premisa falsa. Las leyes no son neutrales. Toda norma tiene un sustrato ético con el que se puede estar de acuerdo o no. No existe una norma que no esté impregnada de los valores que más o menos reflejan los valores o disvalores de la sociedad que se pretende regular. Por ello es que la mayoría de la población podrá nunca experimentar una objeción de conciencia al aplicar la ley porque esta recoge valores que comparte. Pero si podrán existir situaciones de grupos minoritarios que con opciones de conciencia religiosa o ideológica se vean conflictuados con los valores que la mayoría trata de imponer. Descartar a priori, sin más la posibilidad de argüir objeción de conciencia contra esa norma implica de hecho, una potencial discriminación contra las minorías religiosas o ideológicas que no comparten esos valores. La teoría legalista establece que la objeción de conciencia -si bien representa un interés legítimo individual- debe ceder ante el interés público representado por la ley. El error de esta posición consiste en percibir a la objeción como algo meramente individual. Como señala MARTINEZ TORRÓN10 desde la perspectiva del Estado, en la medida en que la libertad de conciencia es un derecho fundamental, su protección es, en todos los casos, un interés público -sea cual fuere su repercusión social- y, además, del máximo rango. En los casos de objeción de conciencia lo que está en juego realmente no es el interés público representado por la ley, pues el objetor normalmente no pretende que la ley sea derogada, sino solamente ser eximido de su cumplimiento. En realidad al final del día la objeción de conciencia genera el conflicto de dos intereses 16 • Tribuna La objeción del Abogado de conciencia 183 • Junio/Julio en la 2013 ley de interrupción del embarazo (aborto) • Martin Fridman y Gianni Gutiérrez públicos. MARTINEZ TORRÓN agrega que “la tutela del ordenamiento jurídico a la libertad de conciencia no está condicionada por cuáles sean los valores éticos presentes en cada conciencia individual, de igual manera que el Estado no condiciona la protección de la libertad de expresión a cuáles sean las ideas defendidas por cada ciudadano. Lo que se pretende con esos derechos fundamentales es la salvaguarda de ámbitos individuales de autonomía -y en su caso también colectivos-que constituyen elementos necesarios del pluralismo democrático, y en los cuales cualquier injerencia ha de ser cuidadosamente justificada.” 3Un derecho contemplado en instrumentos internacionales Existe un amplio reconocimiento y tutela del derecho de libertad de conciencia tanto en instrumentos a nivel universal como americano. A modo de ejemplo, la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 contempla en forma amplia la tutela de la libertad de conciencia. En efecto, establece que toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, conciencia y de religión; este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como la libertad de manifestar su religión o creencia. 11 El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, aprobado por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas el 16 de diciembre de 1966, contiene una regulación de similar tenor. En efecto, establece que toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y religión. Este derecho implica la libertad de conservar su religión o sus creencias, o de cambiar de religión o de creencias, así como la libertad de profesar y divulgar su religión o sus creencias individual o colectivamente 12. Por su parte, en el ámbito interamericano de protección de los derechos humanos de la OEA, la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica)13 establece que toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y 4Un derecho reconocido en la Constitución La ley que habilita la interrupción del embarazo (en adelante aborto) cumpliendo determinados requisitos también reguló el ejercicio del derecho constitucional a la objeción de conciencia. Es cierto que el ejercicio de este derecho por su carácter constitucional no necesita de una ley para ser eficaz. Sin embargo, es positiva su regulación para lograr una aplicación más garantista y eficaz de la libertad de conciencia. Máxime si se tiene en cuenta que en países en los que el derecho solo está fijado en la Constitución siempre muestran problemas a la hora de su aplicación plena.14 Decimos que la ley “reglamentó” porque el derecho a la objeción de conciencia es un derecho de rango constitucional. La tutela de la libertad de conciencia se encuentra plasmada en varias de las disposiciones de nuestra Constitución. En efecto, el artículo 7 establece expresamente que los “…habitantes de la República tienen derecho a ser protegidos en el goce de su … …libertad…” Libertad entendida en el más amplio de los sentidos, que sin dudas incluye la libertad de pensamiento. Asimismo, también se contempla en el art. 29 cuando refiere a la libertad de pensamiento. En los artículos 41 y 44 que aluden al perfeccionamiento físico y moral de los habitantes. Por su parte, también se ve contemplada en el artículo 72 que incorpora los derechos, deberes y garantías inherentes a la personalidad humana o que derivan de la forma republicana de gobierno. El art. 54 de la Constitución que versa específicamente sobre las relaciones de trabajo, contiene una referencia expresa a la independencia de conciencia: “La ley ha de reconocer a quien se hallare en una relación de trabajo o servicio, como obrero o empleado, la independencia de su conciencia moral y cívica; la justa remuneración; la limitación de la jornada; el descanso semanal y la higiene física y moral.” (Art. 54 de la Constitución). En definitiva, se trata de uno de los derechos fundamentales reconocidos en la Constitución. El ejercicio de la objeción de conciencia en diversas áreas ha sido garantizado como derecho en Uruguay por la jurisprudencia desde hace ya más de 25 años.15 Y ello por cuanto la falta de una ley que reconozca la objeción de conciencia no supone la inexistencia del derecho, ya que el mismo constituye un derecho fundamental del Estado Uruguayo reconocido por la Constitución. Por ello aun cuando no existiera una reglamentación expresa en la ley dicho derecho podría ejercerse válidamente. Al ser la Constitución una norma directamente aplicable, su protección bien puede llevarse a cabo en sede judicial aunque no se haya producido, para un tipo concreto de objeción, la interpositio legislatoris. La regulación de la objeción de conciencia establecida en la ley uruguaya de aborto garantiza el ejercicio de la objeción y evita que el sujeto tenga que ejercer su derecho y esperar a obtener un fallo jurisprudencial que reconozca su derecho. La ley habilita al sujeto a apartarse de lo que una norma legal le obliga a hacer sin que su conducta sea tildada de ilegal. Cuando la objeción no está reconocida en la ley sino que supone el ejercicio de un derecho constitucional la conducta del sujeto que no acata la ley que violenta su conciencia es ilegal aunque luego puede ser legitimada posteriormente por el sistema jurídico. Vale decir, que en los sistemas en los que la ley no reconoce la objeción de conciencia y dicho derecho se basa en normas constitucionales, es habitual que el tema deba ser laudado con un gran falta de certeza a través de fallos jurisprudenciales. La ley uruguaya valida el no cumplimiento de lo exigido por la ley, si es incumplimiento se basa en la existencia de un conflicto entre la ley y la conciencia. De modo que el referido incumplimiento de la obligación de fuente normativa de parte del Tribuna del Abogado 183 • Junio/Julio 2013 • 17 • objetor, deviene legítimo, por virtud de la tutela que el mismo ordenamiento jurídico depara a la conciencia. En definitiva, el conflicto entre conciencia y ley no pone de manifiesto la ocurrencia de un conflicto entre dos órdenes normativos distintos -el jurídico, por un lado y el moral, religioso o ideológico, por el otro-. En realidad el conflicto, que es sólo aparente, se plantea dentro del mismo orden jurídico -entre la norma jurídica que tutela el derecho a conducirse de conformidad con la conciencia, y la norma jurídica que impone o veda una conducta determinada-. Y el conflicto, decimos, es sólo aparente, pues ya ha sido resuelto de antemano por el Derecho, haciendo primar la conciencia, como principio, salvo excepciones. Específicamente la ley uruguaya deja claro que el conflicto es entre dos normas jurídicas. E incluso puede decirse que el conflicto se da entre dos normas de rango diferente una constitucional (la que reconoce el derecho a la objeción de conciencia y otra de rango legal). 5Regulación de la objeción de conciencia en la ley 18.897 (aborto) El legislador uruguayo, consciente de las contradicciones que suponía la admisión del aborto garantizó en la ley un mecanismo para que los profesionales y el personal de salud pudieran ejercer su objeción de conciencia. Por ello la ley es muy clara al reconocer el derecho constitucional a la objeción de conciencia del personal de salud garantizando ampliamente su ejercicio. La ley 18.897 reconoce el derecho del personal de salud de ejercer la objeción de conciencia y abstenerse de participar en los procedimientos establecidos en la ley para la realización de abortos. En su artículo 11 establece que: “Los médicos ginecólogos y el personal de salud que tengan objeciones de conciencia para intervenir en los procedimientos a que hacen referencia el inciso quinto del artículo 3º y el artículo 6º de la presente ley, deberán hacerlo saber a las autoridades de las instituciones a las que pertenecen.” La ley habilita la objeción de conciencia de los médicos para la realización de los procedimientos tendientes a la interrupción voluntaria del embarazo dentro de las 12 semanas de gestación. Asimismo, se puede ejercer la objeción de conciencia aún en las excepciones establecidas en el art. 6 de la ley que habilitan el aborto luego de las 12 semanas de gestación en las siguientes circunstancias: “B) Cuando se verifique un proceso patológico, que provoque malformaciones incompatibles con la vida extrauterina. C) Cuando fuera producto de una violación acreditada con la constancia de la denuncia judicial, dentro de las catorce semanas de gestación.” La ley habilita a la objeción de conciencia de “médicos ginecólogos” y del “personal de salud” para intervenir en los procedimientos a que hacen referencia el inciso quinto del artículo 3º y el artículo 6º de la presente ley. La ley no restringe la objeción de conciencia a los casos de participación directa en el procedimiento, también regula el derecho para todo el personal de salud que participe, sea técnico o no técnico. Vale decir, que la objeción de conciencia no está restringida al procedimiento directo de la realización del aborto sino a todos los actos que directamente o indirectamente lleven al mismo. La única condición exigida para poder ejercer la objeción de conciencia es que se trate de personal de salud. El ejercicio del derecho a la objeción de conciencia no está sujeto a formalidades que lo hagan inválido. La ley no establece que la objeción deba presentarse por escrito, ni establece un plazo para la presentación de la objeción. Si establece que es necesario que los profesionales hagan saber a las autoridades de las instituciones a las que pertenecen. La forma en que debe realizarse la comunicación no está prevista podría ser verbal y ello no invalidaría la objeción. De acuerdo con la ley la objeción de conciencia puede manifestarse o revocarse en forma expresa, en cualquier momento, bastando para ello la comunicación a las autoridades de la institución en la que se desempeña. 6Restricciones de la objeción de conciencia establecidas en el Decreto 375/012 6.1. Momento y forma de manifestar la objeción El Decreto prohíbe en forma expresa que un médico que realizó abortos cambié de opinión decida no hacerlo en base a la objeción de conciencia. Mientras la ley admite este cambio en el parecer y en la conciencia del médico, el Decreto no lo admite. El Decreto permite que el médico cambie de opinión y empiece a realizar los procesos de aborto pero no le permite que cambie de opinión y plantee su objeción de conciencia. Solo permite cambiar de conducta al médico en contra de la objeción pero nunca a favor. No permite que un médico que realizó abortos y cambia de opinión respecto a su posición y no quiera realizarlos más pueda ejercer la objeción de conciencia. La ley en ningún caso restringe esta opción. El Decreto limita la objeción de conciencia cuando establece que su ejercicio solo será válido si se sigue un proceso específico establecido en el Decreto. La ley no establece que la objeción deba presentarse por escrito, ni establece un plazo para la presentación de la objeción. Por el contrario, el Decreto establece plazos, requisitos formales que ofician de verdaderas limitaciones y obstáculos para el objetor. En la ley basta con una comunicación a las autoridades de la institución en que se desempeñe. No se establece un plazo ni una forma. 16 6.2. Ampliación de las restricciones a la objeción La ley 18.987 establece que no se aplica la objeción de conciencia a los casos en que “la gravidez implique un grave riesgo [el subrayado es nuestro] para la salud de la mujer”, y aclara que “en estos casos se 18 • Tribuna La objeción del Abogado de conciencia 183 • Junio/Julio en la 2013 ley de interrupción del embarazo (aborto) • Martin Fridman y Gianni Gutiérrez deberá tratar de salvar la vida del embrión o feto sin poner en peligro la vida o la salud de la mujer” (art. 6 literal A) e inciso final del art. 11). La ley solo restringe la objeción de conciencia cuando existe un grave riesgo para la salud de la mujer. Este es uno de los pocos casos en los que no se admite el derecho a la objeción de conciencia. Este límite tiene razonabilidad en la medida que se restringe a una situación específica en la que está en juego la salud de la mujer en forma grave. Sin embargo, el Decreto mediante un cambio en la terminología, aumenta el elenco de casos en los que no puede esgrimirse la objeción. Y ello por la vía de cambiar el concepto de “grave riesgo para la salud de la mujer” (art. 6 A de la ley), por el concepto de “riesgo de salud bio-psico-social de la mujer”. En efecto el artículo 16 del Decreto establece: “Se entiende por grave riesgo para la salud de la mujer embarazada o para la vida, toda circunstancia que implique, a criterio del médico tratante, riesgo para la salud bio- sico social o vida de la mujer.” De esta manera elimina el concepto de gravedad, cambiándolo por un concepto mucho más amplio que abarca casi cualquier situación (ya que cualquier situación podría interpretarse como de riesgo bio, psico o social para una mujer embarazada). Con esta redacción la limitación a la objeción de conciencia no queda restringida a los casos en los que existe grave riesgo para la salud de la mujer sino a los casos en los que existe un mero riesgo para la salud bio-sico social o vida de la mujer a criterio del médico tratante. En este sentido, nos preguntamos, ¿Cómo el médico tratante va a medir el riesgo bio-sico social? ¿Tiene el médico las herramientas para evaluar precisamente si se verifican estos riesgos? Se trata de un concepto tan amplio y tan subjetivo que coloca al médico en una situación de determinador de un concepto vago y distinto al establecido en la ley. Al relativizar el concepto de grave riesgo para la mujer y hacerlo comprensivo de un sin número de situaciones se expone al médico, último decisor, a tomar decisiones que después pueden ser cuestionadas según la subjetividad de quien analice el caso. Esta sustitución de un concepto claro y concreto por otro vago y laxo aumenta también el elenco de situaciones en las que la objeción de conciencia es prohibida. 6.3. Restricción de las personas y de los procedimientos respecto de los cuales puede presentarse la objeción de conciencia La ley 18.987 prevé que el personal de salud pueda objetar la realización de cualquiera de las acciones (directas o indirectas) necesarias para la concreción del aborto. Art 11. «Los médicos ginecólogos y el personal de salud que tengan objeción de conciencia para intervenir en los procedimientos que hace referencia el inciso quinto del artículo 3 [se refiere al procedimiento de IVE] y el artículo 6 de la presente ley [se refiere a las situaciones de excepción, violación, malformaciones congénitas y riesgo de vida de la mujer], deberán hacerlo saber a las autoridades de las instituciones a las que pertenecen.... Lo dispuesto en el presente artículo no es aplicable al caso previsto en el literal A del artículo 6 de esta ley [riesgo de vida para la mujer].» La objeción de conciencia incluye las acciones preparatorias previas (pe. preparación del instrumental) y las posteriores (p. e. disposición de los restos) necesarias para su conclusión. También abarca las acciones necesarias para habilitar el aborto (pe. el permiso judicial en el caso de las menores y la firma del formulario (Interrupción Voluntaria del Embarazo), en tanto es condición necesaria para que el aborto se realice. La ley exceptúa solo un caso en el cual el personal sanitario no puede realizar objeción de conciencia, y es cuando hay riesgo de vida de la mujer; aun en ese caso la ley dice “...en estos casos se deberá tratar de salvar la vida del feto, sin poner en riesgo la vida o la salud de la mujer” (Art 6 literal A). Sin embargo, el Decreto pretende limitar el derecho a la objeción de conciencia solo a la intervención directa en una interrupción de embarazo, y expresamente prohíbe objetar la participación en las actividades previas de asesoramiento. El art. 28 del Decreto resulta flagrantemente ilegal: Artículo 28: «La objeción de conciencia solo es válida para abstenerse de intervenir en los procedimientos previstos por el inciso 5 del art. 3 de la Ley 18.987» [los procedimientos a los que refiere es la ejecución del aborto] «y no para abstenerse de actuar conforme a los incisos 1º a 4º del art. 3º de la ley» entre otras, derivar al equipo interdisciplinario; inciso 2º).” De hecho el Ministerio en la presentación de la reglamentación del proyecto señaló que la objeción de conciencia”…comprende solo la interrupción, no así el asesoramiento ni la atención previa y posterior. Solo pueden objetar médicos y técnicos que participen directamente, para lo cual es necesario expresar su decisión ante la dirección de la institución y se debe derivar el paciente a otro profesional para garantizar la continuidad del proceso asistencial. Asimismo, es obligación del MSP buscar el “compromiso de conciencia”, es decir, anteponer las necesidades de los pacientes por sobre los propios”. 17 Si no restringe el legislador, no por mala técnica sino porque no puede hacerlo, mucho menos puede agregar restricciones el reglamentador. Los derechos solo se limitan por ley cuando existen razones de interés general que habilitan tal restricción. En el caso de la objeción de conciencia ante la ausencia de razones de interés general para proceder a la restricción el parlamento no restringió el ejercicio del derecho. El Decreto también establece una restricción en el elenco de sujetos que pueden ejercer el derecho a la objeción de conciencia. En efecto, su art. 29 establece: “Solo pueden podrán objetar de conciencia el personal médico y técnico que deba intervenir directamente en una interrupción de embarazo de acuerdo al inciso Tribuna del Abogado 183 • Junio/Julio 2013 • 19 • quinto del artículo tercero y el artículo seis literales B y C de la ley 18.987” Se trata de otra limitación al texto claro de la ley que comprende a todo “el personal de salud” (clínico, para clínico y administrativo) y a todas las acciones (directas o indirectas) necesarias para la concreción del acto abortivo. 7Conclusiones En los últimas décadas ha existido a nivel de derecho comparado una especie de big bang jurídico en materia de objeciones de conciencias a nivel mundial. Lo que empezó inicialmente como objeción al servicio militar obligatorio se fue extendiendo a otras temas en los que el Estado fue tomando posición a través de normas jurídicas que obligan a los sujetos a cumplir conductas que van contra su moral, su religión, su ideología, ética de comportamiento. Como explica PALOMINO ello ha sido generado por varios factores. En lo político, tenemos Estados intervencionistas y omnipresentes, cuya regulación invade progresivamente esferas confiadas antes a la libre conformación social tomando posición según la ideología o mayoría de turno. En lo cultural, una post modernidad que se muestra “tremendamente permisiva respecto a algunos patrones éticos, y significativamente rígida respecto a otros (sin aportar siempre una clara justificación racional para esa diferente actitud)”. Una creciente globalización en la que las claves ideológicas individualistas y liberales que sirven de interpretación de los derechos humanos se exportan al mundo a veces en claro enfrentamiento o sin un diálogo fructífero con otras culturas y sus religiones.18 Como señala Rafael PALOMINO el reconocimiento de formas específicas de objeción de conciencia por parte del Derecho estatal es una muestra de su sensibilidad por las libertades ideológica, religiosa y de conciencia, y un espacio de legitimidad para la convivencia con grupos minoritarios en una sociedad plural. El legislador uruguayo fue consciente de las contradicciones que genera la práctica del aborto y, por tal motivo, reguló específicamente el ejercicio amplio del Derecho a la Objeción de Conciencia. Derecho que, como vimos, tutela la libertad de consciencia que se encuentra amparada ampliamente tanto a nivel internacional, como en nuestra Constitución. La Ley otorga amplias garantías para el ejercicio de la libertad de conciencia y soluciona ese eventual conflicto que puede verificarse entre una norma jurídica y una norma ética o moral colocando ambos ordenes en mismo nivel normativo mediante su reconocimiento expreso La amplitud de la Ley es contrariada – sin embargo- por el Decreto reglamentario. Se advierte en la redacción del Decreto una discrepancia clara entre el reglamentador y el legislador. Discrepancia que en los hechos implica una restricción ilegítima del derecho a la objeción de conciencia del personal de salud y determinando con ello la ilegalidad del Decreto. * Doctor en Derecho y Ciencias sociales. Catedrático asociado de Derecho Tributario de la Universidad ORT. Correo electrónico: [email protected] * Doctor en Derecho y Ciencias Sociales. Integrante de la Comisión de Derechos Humanos y Bioética del Colegio de Abogados del Uruguay. Correo electrónico: [email protected] El Proyecto de Código de Ética del Colegio Médico del Uruguay, que está a estudio del Parlamento prevé expresamente que “Si el médico, en razón de sus convicciones personales considera que no debe practicar un aborto aún cuando esté legalmente amparado, podrá retirarse de la asistencia, debiendo derivar la paciente a otro médico”. 2 ASIAÍN PEREIRA, Carmen. Habeas conscientia y objeción de conciencia. Fundamentación, concepto y análisis del instituto. Tratamiento en Doctrina y Jurisprudencia Nacional y Extranjera. En Anuario de Derecho Administrativo. Tomo 15, año 2007 (pág. 13). 3 ÁPARISI MIRALLES, GUZMÁN LÓPEZ, El derecho a la objeción de conciencia en el supuesto del aborto. ISSN 0123-3122. P&B. Vol 10. Revísta Nº 1 pag. 35-51. 2010. 4 MARTINEZ TORRÓN Javier. Las objeciones de conciencia de los católicos. 5 NAVARRO-VALLS, R. y MARTÍNEZ-TORRÓN, J., Conflictos entre Conciencia y Ley. Las objeciones de conciencia, 2° Ed. Revisada y ampliada, ISBN: 978-84-9890-189-4, IUSTEL, Portal Derecho S.A., Madrid, 2012, p. 37 6 MARTÍNEZ-TORRÓN, Juan Las objeciones de conciencia y los intereses generales del ordenamiento, en “La objeción de conciencia. Actas del VI Congreso Internacional de Derecho Eclesiástico del Estado”, Valencia, 1993, p. 258. 7 DE LORENZO, Ricardo. Presidente de la Asociación Española de Derecho Sanitario. Organización Médica Colegial Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos de España. Disponible en: http://www.cgcom.es. Fecha de consulta: 10.7.2013. 8 NAVARRO FLORIA, J.G., La libertad de creencias en la Argentina, 2008, en Anuario de Derecho Eclesiástico del Estado, Vol. XXVI, España, 2010, p. 90. 9 Las objeciones de conciencia.NAVARRO FLORIA Javier. Disponible en: www.unav.es/icf/master/graduados/13.%20Mteztorroncatolicos.pdf. Fecha de consulta: 10.7.2013. 10 Las objeciones de conciencia. NAVARRO FLORIA Javier. Disponible en: www.unav.es/icf/master/graduados/13.%20Mteztorroncatolicos. pdf. Fecha de consulta: 10.7.2013. 11 Adoptada el día 10 de diciembre de 1948 por la Asamblea General de la ONU en Paris. 12 Artículo 18 del Pacto de Derecho Civiles y Políticos (ONU) aprobado por Ley 13 751 de 11 de julio 1969. 13 Aprobada por ley Nº 15.737 de 8 de marzo 1985. 14 Respecto a este punto Ricardo Lorenzo presidente de la Asociación española de Derecho Sanitario señala: “En ausencia de regulación legal sobre objeción de conciencia sanitaria, la eficacia constitucional directa de los derechos fundamentales, debiera traducirse en una protección suficiente y efectiva del derecho de objeción de conciencia sanitaria. Debería bastar con la aplicación directa de la Constitución para proteger este derecho fundamental. Sin embargo, no es ésta la realidad. La naturaleza jurídico-constitucional de la objeción de conciencia sanitaria no se percibe con claridad en los medios jurídicos, generando gran inseguridad.” 15 La Justicia Uruguaya, T 116, caso 13.289, Juzgado Letrado de 1ª Instancia en lo Contencioso Administrativo de 1º Turno, sentencia Nº 3/97 de 7/II/97 (Juez Pedro Keuroglián), con cita de un fallo redactado por el Dr. Nicollielo (miembro de la Suprema Corte de Justicia 1985 - 1989). En este caso se amparó la objeción de conciencia de un testigo de Jehová que se oponía a recibir transfusiones de sangre, cuando esta terapéutica es indicada, sobre todo cuando existe riesgo de vida para el paciente y máxime si tiene hijos a su cargo. 16 Ver a este respecto los artículos 31 y siguientes del Decreto 375/2012. 17 Disponible en: http://www.msp.gub.uy/uc_7147_1.html . Fecha de consulta: 10.7.13. 18 PALOMINO Rafael. Objeción de Conciencia y religión. Anuario de Derechos Humanos. Nueva Época. Vol. 10. 2009 (435-476). 1 20 • Tribuna La objeción del Abogado de conciencia 183 • Junio/Julio en la 2013 ley de interrupción del embarazo (aborto) • Martin Fridman y Gianni Gutiérrez