Contenido íntegro de la Lección Inaugural

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UNIVERSIDAD DE CÁDIZ
LECCIÓN INAUGURAL
DEL
CURSO ACADÉMICO
2004 - 2005
Facultad de Filosofía y Letras
4 de Octubre de 2004
Aplicaciones de la Entomología en
Medicina Forense
Prof. Dr. D. José Luis Romero Palanco
Catedrático de Medicina Legal y Forense
Facultad de Medicina. Universidad de Cádiz.
Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
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J.L. Romero Palanco
Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense
José-Luis Romero Palanco
Catedrático de Medicina Legal y Forense
Facultad de Medicina. Universidad de Cádiz.
En el tratado de Medicina Legal chino titulado “Hsi yüan chi lu”, publicado por SUNG
TZU en el año 1234, se da cuenta en el Capítulo 5 de un caso de homicidio en el que un
labrador apareció degollado por una hoz. Se ordenó en la investigación judicial que todos
los labradores de la zona depositasen sus hoces en el suelo, al aire libre, observándose
que tan sólo a una de ellas acudían las moscas, posándose sobre su hoja. Se concluyó
que el dueño de dicha hoz era el autor del crimen, ya que las moscas eran atraídas por los
restos de sangre que habían quedado adheridos a la misma.
Posiblemente se trata de la primera aplicación, empírica, que se hace de los
dípteros para la resolución de un problema judicial. No obstante, ya en la época egipcia se
conocían los efectos que las sustancias conservadoras empleadas en los
embalsamamientos ejercían sobre el desarrollo de los insectos en el cadáver. Una leyenda
encontrada en la boca de una momia venía a decir que “los gusanos no se volverán
moscas dentro de ti” (Papiro de Gizeh n. 18026: 4 : 14).
Desde muy antiguo, se sabe que en los cadáveres expuestos al aire libre se
desarrollan multitud de gusanos, de los que por largo tiempo se ha creído en su generación
espontánea. Un naturalista del Renacimiento, REDI, fue quien demostró que los g usanos
de los cadáveres no se generan espontáneamente, y que no son otra cosa que larvas
procedentes de huevos depositados por las moscas, que, a su vez, llegarán a sufrir su
transformación o desarrollo al estado de moscas o de insectos adultos. Estos
conocimientos los adquirió a través de la experimentación con muestras de tejidos de
animales, identificando cuatro clases de moscas: Moscas azules (Calliphora vomitoria),
moscas negras (Sarcophaga), moscas de color verde-dorado (Lucilia caesar) y moscas
análogas a la mosca doméstica.
Ya en el siglo XIX, se asiste a la primera aplicación científica de la Entomología a
los fines médico-legales, la cual es citada por TARDIEU, en su “Étude médico-légale sur
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l´infanticide”, en los términos siguientes:
“Un hecho extremadamente curioso, citado por el Doctor BERGERET, de Arbois,
ha venido a manifestarnos el partido que un espíritu sagaz puede deducir de
circunstancias ingeniosamente comentadas. En el mes de marzo de 1850 se
descubrió el cadáver de un recién nacido en una chimenea, donde se había
momificado bajo la influencia de aquel medio cálido y seco. Durante los tres años
anteriores habían habitado cuatro inquilinos en aquel cuarto; el más antiguo había
vivido en él cuatro años. La talla y la presencia de los puntos de osificación,
demostraban que el niño había nacido a término. Los órganos interiores habían
desaparecido, devorados por larvas de insectos procedentes de ninfas, de las que
se encontraron las cubiertas coriáceas en las cavidades esplácnicas. En el
espesor de los músculos se hallaron larvas o gusanos blancos, vivos. Era
importantísimo determinar la época de la muerte para poder referir el crimen al
mismo tiempo en que ocupó la habitación uno de los cuatro inquilinos que se
habían sucedido. BERGERET tuvo la feliz idea de aprovechar para esta
determinación los datos que pudieran deducirse de la presencia y desarrollo de
aquellos insectos; por un lado, las ninfas que se hallaron estaban vacías, excepto
solamente dos que encerraban moscas muertas; por otra p arte, había larvas vivas.
Era evidente que en el cuerpo de este niño, muerto probablemente durante el
verano de 1848, se habían sucedido dos generaciones de insectos, representando
dos evoluciones anuales. Sobre el cadáver reciente había depositado sus larvas la
Mosca carnicera en dicha época y, en el cadáver desecado, la mariposa de la
polilla había puesto sus huevos en 1849. MOQUIN-TANDON, a quien expuse el
caso, reconoció que era posible y que las deducciones que de él había formulado
BERGERET eran exactas”.
Se sucederían después otros casos descritos por ORFILA y por BROUARDEL,
éste último conjuntamente con el Profesor PERRIER, así como con los médicos forenses
DESCOUST y SOCQUET.
De forma coetánea con los anteriores, PIERRE MÉGNIN venía realizando trabajos
de carácter experimental, cuyos primeros resultados vieron la luz en 1883, en la Gazette
hebdomadaire de Médecine et de Chirurgie (10 de julio de 1883), en un artículo titulado
“De l´application de l´entomologie à la médecine légale”. En 1887 presentaba una
comunicación a la Academia de Ciencias, bajo el título “La Fauna des Tombeaux”. Con
posterioridad, en 1894, publicaba su obra más importante, “La Fauna de los cadáveres.
Aplicación de la Entomología a la Medicina Legal”. En la misma se resumía el conjunto de
sus estudios sobre el problema de la determinación de la época de la muerte, en un
cadáver sobre el que se han sucedido numerosas generaciones de insectos. Surgía así la
Entomología cadavérica o tanatológica, como un primer intento de relacionar los insectos
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con los cadáveres, a efectos de establecer la data de la muerte. En épocas más recientes,
coincidiendo con el resurgimiento de este campo, sobre todo a partir de la década de
1980, y dado que la data de la muerte no es la única aplicación posible, se habla ya de
Entomología forense o Entomología médico-criminal (HALL, 1990, 2001).
I.- ENTOMOLOGÍA Y DATA DE LA MUERTE.
Los trabajos realizados por MEGNIN, hoy considerados como clásicos, se refieren
fundamentalmente y de manera más exhaustiva a los cadáveres expuestos al aire, aunque
también ofrece algunas referencias a la fauna de los cadáveres inhumados y a cadáveres
sumergidos.
La fauna de los cadáveres expuestos al aire libre, según dicho autor, está
constituida por ocho “escuadras” que se escalonan en el tiempo, siempre en el mismo
orden, a las que denomina como “cuadrillas de obreros de la muerte”. Las diferentes
escuadras o cuadrillas se presentarían sólo en determinados períodos o fases de la
putrefacción, no coexistiendo a la vez varias de ellas, sino actuando de manera
escalonada, al ir sustituyéndose unas a otras. Llamaba la atención MEGNIN sobre el hecho
de que las diversas especies que acuden al cadáver pueden variar de unas regiones a
otras, así como también con las diferentes condiciones climáticas.
Pero aún dentro de aquellas variaciones, es constante y característica cada
especie de insecto para cada uno de las diversas fases o períodos por los que discurre y
se desarrolla la putrefacción cadavérica. Cada especie se mantiene en e l cadáver en tanto
que las condiciones le son favorables, y cede su sitio, abandonando el cadáver, cuando las
condiciones de éste se modifican.
Otro hecho de notable trascendencia es que son las larvas de aquellos insectos las
que participan más decisivamente en la destrucción de la materia orgánica, al nutrirse de
manera exclusiva de materias putrefactas. El destino de esta larva, parida o salida de los
millares de huevos que depositan los insectos adultos, es el de desarrollarse, revestirse de
una materia quitinosa para convertirse en pupa, de donde saldrá un nuevo insecto adulto,
en condiciones de repetir el ciclo biológico.
Para conseguir el estado de pupas, las larvas, una vez completado su desarrollo,
tratan de ganar las zonas más abrigadas y ocultas, menos expuestas a la luz,
inmovilizándose seguidamente.
Pupas, insectos muertos y algunos otros restos de las diferentes especies que
acudieron al cadáver constituyen, de ordinario, el material de que dispondrá el perito en los
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casos de esta naturaleza, los cuales podrán resultar de suma utilidad para el
establecimiento del cronotanatodiagnóstico o data de la muerte.
1. Las escuadras o cuadrillas de obreros de la muerte.
Señalaba MEGNIN que los diversos grupos de insectos que invaden el cadáver con
un cierto orden de sucesión, lo hacen atendiendo a la composición química de los líquidos
cadavéricos que, a su vez, resulta de los distintos tipos de fermentación en cada momento,
entre los que podrían citarse la fermentación láctica, butírica, amoniacal, etc. En este
sentido, diferenciaba ocho cuadrillas o escuadras, que pasamos a comentar siquiera sea
brevemente.
Primera cuadrilla.- Está constituida por moscas que trabajan solas hasta dar lugar a la
formación de grasas. Estos dípteros pertenecen al género Musca y Curtonevra, los cuales
son los primeros en aparecer y, en ciertos casos, merodean y hasta se posan en el
moribundo cuando aún la muerte no se ha producido. Son sucedidos por otros géneros del
tipo de Calliphora y Anthomia.
No existe unanimidad de criterio en torno al comportamiento de la Musca
domestica con los cadáveres. El propio MEGNIN decía haber encontrado larvas del
género Musca casi constantemente en los cadáveres expuestos al aire libre o inhumados
durante el verano, opinión que era compartida por otros estudiosos del tema. Por el
contrario, FREIRE DE CARVALHO -citado por LECHA MARZO (1924)-, afirma no haber
encontrado nunca en cadáveres larvas de la mosca doméstica, pese a que los insectos
adultos se encuentran con gran frecuencia, ya que se nutren habitualmente de las materias
y restos existentes en los cadáveres.
DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ y GÓMEZ FERNÁNDEZ (1957), observaron que las
larvas de mosca doméstica en cautividad, obligadas a alimentarse de carne en
putrefacción, siguieron su evolución normal como si se tratara de su medio habitual, lo que
les permitió concluir que “negando nosotros la necrofagia obligatoria y aun preferencial de
la Musca domestica, admitimos, en cambio, su necrofagia ocasional o accidental”.
Segunda cuadrilla.- Suele hacer su aparición a partir del momento en que el olor
cadavérico se hace evidente para el olfato humano. Esta nueva cuadrilla suele estar
constituida por moscas de un color verde-dorado brillante, de tamaño intermedio entre la
mosca ordinaria y la mosca de la carne, y otras de color gris obscuro. De entre ellas, unas
pertenecen al género Lucilia y otras al género Sarcophaga.
El género Lucilia abarca más de treinta especies, cuyas hembras van a depositar
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sus huevos -unos 60 ó 70 por término medio-, en los cadáveres con la putrefacción ya
iniciada. De dichos huevos saldrán las larvas, algo más pequeñas que las de las
Calliphoras, comenzando de inmediato a nutrirse de la materia orgánica, merced a la
existencia de dos ganchos córneos negros y retráctiles, presentes en su extremidad
anterior.
“El trabajo de estos gusanos se percibe claramente -decía LECHA MARZO (1924), por el movimiento lento y regular que se produce, sobre todo en la cabeza y pared
abdominal, y que da a los cadáveres un aspecto fantástico, verdadero aspecto que
sorprende y asusta a quien no conoce el fenómeno. Está determinado por las larvas que,
partiendo de las aberturas naturales por donde penetraron, caminan por debajo de la piel
en continuo movimiento vermicular, fraguándose camino para llegar a las cavidades”.
Arribadas al cráneo, pecho y vientre encuentran todas alimento suficiente para
terminar su desarrollo, pues nos ha llamado la atención -dice RÍOS (1902)-, que en todos
los casos el número de gusanos sea proporcional al volumen del cuerpo que devoran; que
en el cadáver de un animal pequeño, un ratón por ejemplo, viven y bullen 50 ó 60 y en otro
de cerdo, asno o mulo, se pueden contar muchos miles, haciéndonos pensar si las moscas
serán tan sagaces que alcancen a cubicar un cadáver, para colocar sobre él solamente el
número prudencial de huevos y larvas capaces de llegar a completo desarrollo.
Al término de quince días se transforman en ninfas, encerrándose en una cápsula
quitinosa, cilíndrica, de color rojizo y con sus extremidades redondeadas, de donde saldrá
un nuevo insecto adulto, al cabo de otros quince o veinte días, según el grado de elevación
de la temperatura.
El género Sarcophaga está constituido por el grupo de los Sarcophagicos, formado
por moscas grandes, de cuerpo alargado, cuyas hembras son vivíparas y poseen una
matriz formada por una delgada membrana de forma espiral, en la que se albergan las
larvas en número aproximado a las treinta mil. Las especies más frecuentes en los
cadáveres expuestos al aire libre son la Sarcophaga carnaria, la Sarcophaga arvensis y la
Sarcophaga laticrus.
Tercera cuadrilla.- Su aparición viene determinada por el desprendimiento de ácidos
grasos volátiles del cadáver, lo que provoca la finalización o el cese de la actividad de las
cuadrillas anteriores. Todos los que integran esta tercera cuadrilla son coleópteros del
género Dermestes o lepidópteros del género Aglossa.
Los Dermestes han podido encontrarse en momias de niños y adultos cuya muerte
databa por lo menos de seis meses. Si les falta alimento suelen devorarse entre sí y se
suelen recubrir de excrementos para transformarse en ninfa, la cual tiene por envoltura la
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propia piel desecada de la larva. Al cabo de un mes, nace el insecto. Tres son las
especies de Dermestes encontradas en los cadáveres expuestos al aire libre: Dermestes
lardarius, Dermestes frischii y Dermestes ondulatus.
El género Aglossa forma parte de la familia de las Pyralas, mariposas pequeñas,
parecidas a la polilla, las cuales duermen debajo de las hojas de las plantas. Las orugas
de este género, dada la peculiar disposición de su aparato respiratorio, pueden vivir en las
sustancias grasas, que, en cambio, originan la muerte de otras orugas al obstruir sus
órganos respiratorios. Las orugas de las Aglossas son blancas, cilíndricas, gruesas, con
anillos dilatados y viven en las materias animales grasas que experimentan la fermentación
butírica.
Sus dos especies, la Aglossa pinguinalis (aglossa de las grasas) y la Aglossa
cuprealis (aglossa del cobre), se han encontrado en cadáveres en vías de momificación,
aunque en períodos diferentes. Señala DEROBERT (1974), haber encontrado la segunda
de ellas con los insectos pertenecientes a la séptima escuadra.
La Aglossa pinguinalis se puede encontrar junto a los Dermestes y, como éstos,
consumiendo las grasas rancias. Es fácil encontrarla durante el verano en las cocinas y en
los lugares sombríos y sucios. La oviposición suele realizarla durante el mes de julio y los
huevos requieren un mes para su completo desarrollo, transcurrido el cual se transforman
en crisálidas, de donde saldrá el insecto adulto al cabo de veinte días aproximadamente,
si las condiciones ambientales son favorables. En caso contrario, pasa el invierno en este
estado hasta la nueva primavera. Los huevos puestos en otoño permanecen también en
vida latente hasta que llega una época favorable para su desarrollo.
Cuarta cuadrilla.- Poco después de la fermentación butírica de las grasas tiene lugar la
fermentación caseosa de las sustancias albuminoideas, en la que van a aparecer los
mismos insectos que acuden al queso fermentado, especialmente la Pyophila casei y la
Pyophila petasionis, a las que suelen añadirse moscas del género Anthomya y cuatro
especies de coleópteros del género Corynetes.
Las larvas de la Pyophila petasionis son óvalo-cónicas y suelen medir de cinco a
siete milímetros. Las pupas son oblongas y de siete milímetros aproximadamente. El ciclo
evolutivo completo es de unos treinta días.
El género Anthomya tiene un ciclo tan rápido como el de la Calliphora, pudiendo
observarse varias generaciones en el mismo año. Se las encuentra frecuentemente en
cadáveres humanos de más de seis meses de antigüedad. Las moscas del género
Anthomya viven siempre en el campo y nunca en las ciudades, hecho éste que puede ser
de interés para reconstruir el lugar donde pudo haber sobrevenido la muerte de un sujeto,
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tal como insistiremos más adelante.
El género Corynetes comprende coleópteros de la familia de los Cleridae, cuyas
larvas son carnívoras, viviendo a expensas de otros insectos y de materias animales. Se
suelen encontrar en cadáveres humanos expuestos al aire libre, cuya data se remonta a
diez meses aproximadamente. Este género comprende cuatro especies: C. coeruleus, C.
ruficollis, C. violaceus y C. rufipes, las cuales suelen encontrarse reunidas, especialmente
las dos primeras.
Quinta cuadrilla.- A las fermentaciones butírica y caseica sucede una fermentación
amoniacal, produciéndose una licuefacción negruzca de la materia animal no consumida
hasta entonces, a la que acuden los integrantes de esta escuadra, la cual está constituida
por dípteros y coleópteros.
Los dípteros de este período son moscas pequeñas de la familia de los Acalípteros
y comprenden cuatro géneros: Tyreophora, Lonchea, Ophyra y Phora.
La Tyreophora cynophila es de color azul negruzco y cabeza fosforescente,
habiéndose observado con frecuencia en estado de larva en cadáveres de cánidos a
medio desecar. La Tyreophora furcata y la Tyreophora anthropophaga también pueden
encontrarse en este período, habiéndose observado igualmente la última de ellas sobre
preparaciones anatómicas humanas.
El género Lonchea comprende una serie de moscas de cuerpo ancho y color negro
o verde brillante, la más importante de las cuales es la Lonchea nigrimana, que fue
identificada por MEGNIN en el cadáver desecado de un niño, cuya muerte databa de
dieciocho meses.
La Ophira cadaverina es la más significativa de este género. Es de color negro
brillante y se encuentra casi constantemente en todos los cadáveres, bien en estado de
larva o de ninfa.
El género Phora comprende un considerable número de moscas pequeñas, de las
cuales la más representativa es la Phora aterrima, la cual ha sido encontrada en
cadáveres cuya data estaba comprendida entre uno y dos años.
Los coleópteros de esta escuadra corresponden todos a la familia de los Silphidae
y a los géneros Necrophorus, Silpha, Hister y Saprinus. Del género Necrophorus, dice
LECHA MARZO (1924), que no se ha observado todavía en el cadáver humano, a pesar
de su abundancia.
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Las especies más representativas del género Silpha son la Silpha littoralis y la
Silpha obscura, las cuales viven en el interior del cadáver. Esta última es algo más
pequeña y su larva es negra, aplastada, alargada y muy ágil. Suele ocultarse en los
cadáveres, en los que, tras varios meses de desarrollo, se transforma en ninfa,
ocultándose entonces bajo la tierra, para reaparecer en forma adulta a la primavera
siguiente.
El principal representante del género Hister es el Hister cadaverinus, que es un
escarabajo de cuerpo casi cuadrado, deprimido, muy duro y de color negro. Sus larvas son
de forma lineal, provistas de seis patas cortas, y suelen vivir en dicho estado durante
mucho tiempo, antes de completar su desarrollo.
El género Saprinus es muy semejante al anterior, tanto en su forma como en sus
hábitos, siendo el más frecuente el Saprinus rotondatus, el cual es liso, brillante y de unos
tres milímetros de longitud. Se los ha encontrado en cadáveres cuya data era de dieciocho
meses.
Sexta cuadrilla.- Tienen por misión los integrantes de esta cuadrilla hacer desaparecer las
materias líquidas que todavía impregnan al cadáver, provocando así la desecación o
momificación de los restos orgánicos que hasta ahora resistieron a las distintas fases de
la putrefacción cadavérica. Todos los integrantes de esta escuadra son Acarianos, los
cuales funcionan en todas las épocas, y más especialmente la hembra durante la
ovulación.
De especial interés médico-legal resulta el hecho de que si la llegada de los
Acarianos coincide con la de las primeras cuadrillas, éstas dejan de desarrollarse,
quedando aquéllos dueños del terreno, los cuales van a provocar la momificación del
cadáver sin que éste haya experimentado la fermentación butírica, caseica, ni amoniacal.
Los Acarianos de esta cuadrilla pertenecen a la familia de los Gamasidos y al
género Uropoda.
Los Uropodas son acarianos bastante grandes, siendo la Uropoda nummularia la
especie que más interesa y que fue denominada así por MEGNIN, dada su forma
redondeada y aplastada.
El género Trachynotus -perteneciente también a la familia de los Gamasidos-,
tiene hábitos similares al anterior y, de entre ellos, el Trachynotus cadaverinus se encuentra
muy frecuentemente en cadáveres momificados. Piriforme y pequeño en el macho, oval y
de mayor tamaño en la hembra, el cuerpo es de color rosa, abombado por encima y
aplanado por debajo.
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Otros acarianos pertenecen a la familia de los Sarcoptidos y a la tribu de los
Tyroglyphinidos, la cual comprende los géneros Glyciphagus, Tyroglyphus, Carpoglyphus,
Caepophagus y Serrator.
El género Glyciphagus debe su nombre a la circunstancia de haberlos encontrado
en miel vieja o en frutas, de las que comen su azúcar. Las especies encontradas más
frecuentemente en cadáveres momificados al aire libre son el Glyciphagus cursor y el
Glyciphagus spinipes.
Los del género Tyroglyphus son muy similares a los anteriores. Ofrecen la
particularidad de producir ninfas, llamadas “hippopiales” por MEGNIN, las cuales se
adhieren al cuerpo de las moscas, quienes les sirven de medio de transporte hasta los
cadáveres en desecación, donde se desarrollan.
El género Serrator, cuyas mandíbulas tienen una disposición en sierra, comprende
dos especies: S. amphibius y S. necrophagus. Este último suele encontrarse en los
cadáveres, mezclado con sus ninfas, y tiene predilección por los tejidos en estado de
delicuescencia.
Séptima cuadrilla.- Los acarianos de la escuadra anterior han provocado una intensa
deshidratación del cadáver, restando ya tejidos apergaminados, ligamentos, tendones,
etc. Los integrantes de esta cuadrilla comenzarán la destrucción de aquellas estructuras, a
la vez que depositan en ellos una materia resinosa, contituida por excrementos de los
mismos parásitos.
A esta escuadra pertenecen ciertos coleópteros -Dermestes, Anthrenus y
Attagenus-, así como microlepidópteros de los género Aglossa y Tineola. Del género
Aglossa nos interesan dos especies: la A. pinguinalis, que suele aparecer asociada con
los de la tercera cuadrilla y la A. cuprealis, que aparece también con los de la segunda.
El género Tineola está constituido por las mariposas más pequeñas del grupo de
los microlepidópteros, encontrándose con mucha frecuencia en los cadáveres
momificados el Tineola biselliela.
Los Attagenus pertenecen a la tribu de los Dermestidos, familia de los
Clavicornidos. El más frecuente es el Attagenus pellio.
Los del género Anthrenus son más pequeños que los anteriores y su cuerpo es más
redondeado. Suelen vivir sobre las flores, pero depositan sus huevos en las materias
animales desecadas. El Anthrenus museorum es la especie más frecuentemente
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encontrada en fetos humanos completamente momificados.
Octava cuadrilla.- Constituida por dos especies de insectos, tiene por misión hacer
desaparecer los residuos dejados por las cuadrillas anteriores, lo que puede interferir en el
establecimiento de la data de la muerte. Aún así, cuando se comprueba su presencia dice MEGNIN-, puede asegurarse que la muerte data de tres años o más.
Algunos de estos insectos pertenecen al género Tenebrio, que corresponde a la
tribu de los Tenebrionidos y a la familia de los Teredilos. Sus principales especies son el
Tenebrio molitor y el Tenebrio obscurus, viviendo el primero de ellos de las materias
amiláceas (de ahí la denominación de “gusano de la harina”), en tanto que el segundo
suele alimentarse de los residuos de los insectos y de las envolturas de las larvas.
Los otros insectos pertenecen al género Ptinus, los cuales son de pequeño tamaño,
cuerpo rechoncho y con la cabeza dirigida hacia abajo. El Ptinus bruneus ha sido
encontrado en la momia de un niño, cuya muerte databa de tres años.
Señalaba MEGNIN, a modo de resumen, que las distintas especies de insectos que
integran las cuadrillas que hemos ido describiendo, acudirían al cadáver, a fin de
conseguir la desintegración de la materia orgánica, siguiendo un orden cronológico,
estableciendo cuatro fases o períodos:
Primer período.- Dura tres o cuatro meses, o más, y se caracteriza por la
presencia de larvas de dípteros:
* Curtonevra.
* Calliphora.
* Lucilia.
* Sarcophaga.
Segundo período.- Dura de tres a cuatro meses. En el cadáver
encontramos:
* Coleópteros, del género Dermestes.
* Lepidópteros, del género Aglossa.
Tercer período.- Dura de cuatro a ocho meses. El cadáver aparece como
una papilla semilíquida, de color negruzco y cuyo olor recuerda al del queso
podrido. Se suelen encontrar:
* Larvas de dípteros (Phora y Anthomya).
* Coleópteros (Silpha, Hister y Saprinus).
Cuarto período.- Dura de seis a doce meses. En los restos del cadáver
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pueden identificarse acarianos, tales como:
* Uropodos.
* Trachinotus.
* Tenebrio.
* Ptinus.
2. Críticas a la Entomología tanatológica.
Tras el conocimiento y difusión de los trabajos de MEGNIN, relativos a la aplicación
de la Entomología a la Medicina Forense, esta nueva rama de la Ciencia se incorpora a la
práctica médico-legal. Sin embargo, aquellos conocimientos son admitidos sin ser
sometidos a la menor crítica, limitándose la mayoría de los autores a repetir casi
mecánicamente los datos y conclusiones ofrecidos por MEGNIN.
Los trabajos de MEGNIN se siguieron de otros muchos. Recuerda VILLALAIN
(1976), las aportaciones de GUNTZ KRAHMER, DOMMES y LOCHERER, KAPFF,
NIEZABITOWSKI, RAIMONDI y ROSSI, KLINGELHOFFER, ROUX, TAMASSIA,
LAZARETTI, STRAUCH, BALTHAZARD Y BRUMPT, HOWARD, FREIRE DE
CARVALHO, RIOS, LECHA MARZO, NEUMEIER y BELASTEGUI, GUIART, IVANOWICH,
PORTA, LEICHTENSTEIN, ALESSANDRINI, MEARNS, BIONDI, RITTER,
HOROSZKIEWICZ, KRATTER, PIGA y CEBALLOS, PIETRUSKY y LEO, WALCHER,
HOLZER, WYATT, JOHSTON, SCHRANZ, DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ y GÓMEZ
FERNÁNDEZ, DE CASTRO, ANDRÉ, THEVENARD y DEROBERT, JANSSEN,
GALLEGO, BELLUSSI, BÁGUENA, LECLERCQ y QUINET, LOTHE, MORAVIC,
LECLERCQ y TINANT, VOIGT...
Algunas de las conclusiones comenzaron a ser criticadas; entre otras, el esquema
de MEGNIN acerca de las distintas fases de la fermentación de la materia orgánica por las
que pasaría el cadáver, el cual no es admitido por ROUX (1898), BIONDI, ni por KRATTER
(citados por LECHA MARZO, 1924), como tampoco es aceptada por THOINOT (1927),
para quien los cadáveres en la práctica médico-legal se pueden encontrar en muy
diferentes condiciones, no coincidentes necesariamente con las señaladas por MEGNIN.
De ahí la conveniencia, sugerida por muy diversos autores, de repetir aquellas
observaciones en las diferentes localidades, pero siendo conscientes también de que
estas limitaciones no invalidan por completo la prueba entomológica. En este mismo
sentido se expresaba DALLA VOLTA (1938), quien denunciaba la ausencia de extensas
investigaciones sistemáticas que permitieran establecer particularidades para las
diferentes regiones geográficas, por ser demasiado esquemática la sucesión
entomológica dictada por MEGNIN. Aquellas rectificaciones surgían no sólo del hecho de
tener en cuenta la variabilidad de la fauna cadavérica en las diferentes regiones, sino
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también por el hecho de ser mejor conocidos muchos caracteres bionómicos y etológicos
de ciertas especies.
La atención de los investigadores, dirigida entonces con mayor meticulosidad hacia
la observación de la Entomología cadavérica, pone de manifiesto que algunos de los
asertos y principios enunciados por MEGNIN no siempre se cumplen. Recoge LECHA
MARZO (1924), que los insectos y sus larvas pueden devorar un cadáver en tiempo muy
corto. GUNTZ refiere que, en julio, ha visto aparecer larvas de moscas a las doce horas
después de la muerte, en la comisura palpebral y en la vulva de un cadáver. A las noventa y
dos horas la piel estaba completamente invadida y lo mismo los músculos superficiales. A
la cuarta semana quedaban sólo algunos restos cadavéricos desecados. KRAHMER ha
visto la transformación en esqueleto de un cadáver abandonado al aire libre, a las cuatro
semanas y también por la acción de los insectos. L OCHERER y DOMMES refieren casos
análogos. NIEZABITOWSKI ha referido casos de cadáveres de fetos convertidos en
esqueleto a los catorce días. El propio LECHA-MARZO ha hecho observaciones similares
en los meses de julio y agosto en Larache (Marruecos).
De otra parte, STRAUCH mostró también sus reservas en torno a la prueba
entomológica en el Congreso de Medicina Legal celebrado en Carlsruhe en 1911. Llegar a
la conclusión de que la presencia de dípteros en un cadáver indica que la muerte tuvo lugar
en el verano puede ser falsa en aquellos casos en los que la muerte sobreviene en invierno
y el cadáver no sufre la invasión de los insectos hasta épocas más cálidas.
A todo ello habría que sumar otras contradicciones que surgen entre los diferentes
estudiosos de esta cuestión, así como otros juicios no fundamentados con el suficiente
rigor científico. En este sentido, no deja de sorprender la afirmación de GUIART (1910) citado por DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ y GÓMEZ FERNÁNDEZ (1957)-, según la cual, en los
pequeños cadáveres, las diferentes fases se suceden mucho más deprisa. Se estima,
igualmente, gratuito y excesivamente concluyente el juicio que emiten GONZALES et al.
(1954), los cuales llegan a afirmar que si está presente un gran número de pupas de
dípteros, es razonablemente cierto que el cuerpo ha estado expuesto durante dos
semanas o más.
3. Aportaciones recientes al conocimiento de la Entomología cadavérica.
Las lagunas en los conocimientos entomológicos, las contradicciones que fueron
poniéndose de manifiesto, así como los errores al aplicar aquellos conocimientos a la
práctica médico-forense, hizo que apareciesen nuevos trabajos de investigación, los
cuales han venido a resolver la casi totalidad de las deficiencias antes señaladas.
Reiteradamente se alzaron voces clamando por nuevos estudios en esta disciplina, siendo
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harto elocuentes las palabras de LECLERCQ (1949), quien llegaba a concluir que nuevas
investigaciones sobre la duración del desarrollo de los insectos necrófagos, la
identificación de los estados larvarios y su biología, serían de una gran utilidad para
precisar los datos de Entomología en Medicina Legal.
Pocos años después, las aportaciones realizadas en este sentido permitían afirmar
rotundamente a DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ y GÓMEZ FERNÁNDEZ (1957), que “hoy no se
admite aquella rigurosa seriación de las especies -entendiendo como tal la disciplina
verdaderamente marcial de las nombradas ingeniosamente cuadrillas de trabajadores u
obreros de la muerte-, ni se acepta por sistema la significación de la ausencia o presencia
de dípteros o sus restos sobre un cadáver para determinar si el sujeto en cuestión murió
durante el invierno o, por el contrario, durante la estación estival”.
En otra publicación de DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ y GÓMEZ FERNÁNDEZ (1963),
se da cuenta de la momificación cadavérica operada bajo la acción de numerosas larvas
de Chrysomya albiceps en el cadáver de un sujeto adulto, en tan corto período de tiempo
como el representado por treinta y cinco días. Se trata de una observación más en la que
no se cumplen los plazos o períodos señalados por MEGNIN.
Otros trabajos de carácter experimental aparecidos en nuestro país son debidos a
investigadores como BAGUENA (1952), quien describe los diferentes tipos de insectos
que acuden a los cadáveres, clasificando su orden de actuación en función de las diversas
fases por las que evoluciona la descomposición de la materia orgánica. PÉREZ DE
PETINTO (1975) formula una amplia revisión de los necrófagos que acuden al cadáver, a
la vez que refleja una amplia casuística de su dilatada práctica médico-forense. Distinguía
una miasis precoz o inmediata que transcurre en los cadáveres expuestos al aire libre, de
la que denominaba miasis tardía o secundaria, la cual acontece en cadáveres enterrados,
tras su exhumación. Otra aportación experimental es debida a VILLALAIN (1976), quien
realiza un estudio de los coleópteros necrófagos que acuden a los cadáveres de ratones
que utilizó en sus investigaciones.
Especial mención merecen los trabajos de LOTHE (1964), encaminados al
establecimiento de la data de la muerte a partir del estudio de las larvas presentes en el
cadáver, así como los debidos a PAYNE y CROSSLEY (1966), quienes describen un total
de 522 especies de animales que acuden a cadáveres de cerdos, correspondientes a tres
grupos, nueve clases, treinta y un órdenes, ciento cincuenta y una familias y trescientos
cincuenta y nueve géneros. De aquellas 522 especies, 422 eran de insectos, ofreciendo
dichos autores datos relativos a la mayor o menor abundancia de cada una de éstas, su
microhábitat y sus costumbres alimentarias.
PAYNE, del National Laboratory de Oak Ridge (EEUU), es uno de los
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investigadores de la época reciente que más profundamente conoce la Entomología
tanatológica, siendo buena prueba de ello el número de monografías y artículos publicados
sobre esta cuestión, bien solo (1965, 1971) o bien en colaboración con KING y BEINHART
(1968), con MEAD y KING (1968), o con KING (1969, 1970, 1972). Otros autores que han
profundizado en el estudio de la Entomología y en la aplicación de la misma a la Medicina
Legal son LECLERCQ (1978), NUORTEVA (1977) y SMITH (1986).
Aunque de indudable interés, tienen el inconveniente los trabajos de NUORTEVA
(1963, 1966, 1970, 1972, 1974), así como los publicados con otros colaboradores
(NUORTEVA y HASANEN, 1972; NUORTEVA, ISOKOSKI y LAIHO, 1967; NUORTEVA et
al, 1974; NUORTEVA y VESIKARI, 1966), que, como era de esperar, se circunscriben al
estudio de los insectos sarcosaprófagos en la región subártica.
Pese a lo expuesto, que no formulamos como crítica, NUORTEVA (1977), realiza
una extraordinaria revisión de la Entomología del cadáver, contrastando en la misma las
opiniones de más actualidad, a la vez que sienta las bases de una nueva concepción de la
Entomología tanatológica aplicada a la resolución de los problemas médico-legales.
Insiste NUORTEVA en las importantes conclusiones que pueden extraerse de la
identificación de los sucesivos estados o períodos por los que discurre la fauna
entomológica, así como de las diferentes fases del desarrollo de los insectos
sarcosaprófagos en el cadáver, subrayando que en aquellos estudios deberán ser tenidas
en cuenta las diversas circunstancias, individuales y ambientales, que hubieran podido
ejercer algún tipo de influencia sobre el cadáver.
MARCEL LECLERCQ es otro de los autores que más aportaciones ha realizado en
la aplicación de la Entomología a la Medicina Legal (LECLERCQ, 1949, 1968, 1969,
1974, 1976; LECLERCQ y LECLERCQ, 1948; LECLERCQ, BRAHY y WATRIN, 1974;
LECLERCQ y QUINET, 1949; LECLERCQ y TINANT-DUBOIS, 1973; LECLERCQ y
WATRIN, 1973). Sus investigaciones se circunscriben a Centro Europa, estimando, en
relación a los trabajos de MEGNIN, que si bien las cuadrillas o escuadras de insectos, las
especies que las integran y la actuación sucesiva de las mismas no pueden ser aceptadas
de forma estricta, sí pueden servir de guía en estas investigaciones. Expone LECLERQ
(1978) una clasificación de las especies que acuden al cadáver, divididas en cuatro
categorías:
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NECRÓFAGOS
Se alimentan del cadáver.
- Dípteros (Calliphoridae y Sarcophagidae).
- Coleópteros (Dermestidae y Silphidae).
- Lepidópteros.
- Ácaros.
NECRÓFILOS
Se alimentan de las larvas presentes en el cadáver.
A) Predadores que se nutren de los necrófagos:
- Coleópteros (Estafilínidos, Sílfidos)
- Dípteros empídidos
B) Parásitos de los necrófagos:
- Himenópteros bracónidos y Pteromálidos.
OMNÍVOROS
Se alimentan tanto del cadáver como de los insectos y larvas que se
encuentran en el mismo.
- Himenópteros formícidos y véspidos
OPORTUNISTAS
Utilizan el cadáver como refugio, como una extensión de su hábitat.
- Dípteros chloropides, Collembolos, Arácnidos.
Opina dicho autor que los insectos necrófagos son los más útiles, desde el punto de
vista de su aplicación a la Medicina Legal, ocupando los necrófilos un segundo lugar, a la
vez que insiste en que es necesario valorar en todos los casos las condiciones particulares
del ambiente en el que se encuentre el cadáver.
En la década de los ochenta comienza un verdadero resurgir de la Entomología
cadavérica, con la aparición de un amplio grupo de trabajos sumamente interesantes para
conseguir un mejor conocimiento de la misma. En este sentido merecen citarse los
trabajos de REITER y WOLLENEK (1982, 1983a, 1983b), los cuales introducen la
microscopía electrónica de barrido en el estudio de los insectos, lo que les ha permitido
confeccionar unas útiles claves sobre larvas y pupas de dípteros.
REITER (1984) y WILLIAMS (1984), han realizado, separadamente, sendos
trabajos en los que correlacionan la temperatura ambiental con el desarrollo de las larvas
de diversas especies de moscas, a fin de tener en cuenta aquellas fluctuaciones a la hora
de establecer la data de la muerte. Otras aportaciones son las debidas a MARCHENKO
(1980), RODRIGUEZ y BASS (1983), NISHIDA (1984), SMEETON et al (1984),
VINOGRADOVA y MARCHENKO (1984) y BERTOZZI-SUBMANN, BERG y ANSORG
(1985).
Todavía más recientemente, se ha producido un gran desarrollo de esta disciplina,
sobre todo en el área de la entomotoxicología y de las aplicaciones del DNA, de lo que se
dará cuenta más adelante y que obviamos en este apartado a fin de no ser reiterativos.
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4. Determinación del intervalo postmortem (PMI).
Como ya se ha esbozado con anterioridad, poco tiempo después de producida la
muerte, habitualmente en el plazo de escasos minutos, ciertos insectos acuden al cadáver
a poner sus huevos o sus larvas en las proximidades de los orificios o aberturas naturales
(hendidura palpebral, comisura de la boca, orificios nasales, conductos auditivos) e incluso
en las proximidades de la cavidad vaginal y del ano cuando se encuentran accesibles. Es
de resaltar que, en ambientes templados, las soluciones de continuidad o heridas que
pudieran existir en la superficie corporal del cadáver constituyen también un lugar de
preferencia para llevar a cabo la puesta de los huevos.
En nuestro medio, son los dípteros los que colonizan primeramente al cadáver. Son
dípteros pertenecientes a las familias Calliphoridae (Calliphora vicina; Calliphora
vomitoria) y Sarcophagidae (Sarcophaga carnaria). Otros califóridos pertenecen a los
géneros Lucilia (Lucilia caesar; Lucilia sericata), Phaenicia (Phaenicia sericata) y
Chrysomya (Chrysomia albiceps).
A excepción de la familia Sarcophagidae, que es vivípara, la Calliphoridae pone
huevos que miden aproximadamente 2 mm de longitud y cuyo desarrollo embrionario
requiere un plazo que oscila entre 24 y 72 horas, dependiendo de la especie a que
pertenezca. Los huevos tienen morfología aplatanada, son de color blanco-amarillento y se
depositan en forma de paquetes de varias decenas e incluso varios centenares cada uno
de ellos. El número de huevos depende del estado nutricional de la hembra y de su tamaño
corporal, dándose una relación de proporcionalidad inversa entre el tamaño de los huevos
y el número de estos (GREENBERG, 1991). Por término medio, cada hembra puede
depositar dos o tres mil huevos.
Alcanzada su madurez, los huevos eclosionan al mismo tiempo, apareciendo un
gran número de pequeñas larvas, de 1 -2 mm de longitud, de color blanquecino, sin patas,
con el extremo posterior truncado, algo cóncavo, rodeado por seis pares de papilas
cónicas. En este disco se pueden apreciar un par de placas espiculares redondeadas que
corresponden a los espiráculos posteriores. Cada uno de los once segmentos que
integran el cuerpo de la larva presenta una banda de espinas cuticulares, más grandes en
la región ventral, donde cumplen una función de anclaje en la locomoción.
Tras su nacimiento, se introducen rápidamente en el cadáver, aprovechando los
conductos naturales, y comienzan a nutrirse de la materia orgánica, pasando, de forma
sucesiva, por tres fases o estadíos bien diferenciados.
En la fase I, las espinas cuticulares de la región ventral sólo son visibles al
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microscopio. Las mandíbulas forman un par de ganchos que se mueven en el plano
vertical, siendo utilizadas para dilacerar o desgarrar los tejidos, segregando además
enzimas proteolíticas.
Cuando la larva alcanza unos 5 mm de longitud (lo que acontece en el p lazo de unas
doce horas en condiciones óptimas de desarrollo), dado que la cutícula de su cuerpo
agota su capacidad de estiramiento, cambia su exoesqueleto o envoltura externa.
Tras esta primera muda, se la denomina larva II o larva en el segundo estadío de
desarrollo. Las placas espiculares posteriores ofrecen dos hendiduras cortas y rectas,
existiendo, además, un par de espiráculos anteriores. La larva tarda entre 12 y 24 horas
en alcanzar un tamaño de unos 10 mm y se produce entonces una nueva muda a larva en
fase III.
En este nuevo estado o fase, que es la de mayor duración, la larva deberá acumular
el mayor número de reservas energéticas que le sea posible, como garante del proceso
de metamorfosis que deberá sufrir. La larva III alcanzará una longitud de unos 15 a 20 mm
e incluso más, aumentando ostensiblemente su volumen corporal. Los espiráculos
posteriores están ubicados en unas placas redondeadas que poseen tres hendiduras,
bordeadas por un peritrema ligeramente más obscuro. Hacia la línea media y en posición
inferior, se ve en cada una un círculo translúcido, rodeado por el peritrema, que es el botón.
Este es el lugar por donde se expulsó la placa espicular posterior de la larva en fase II,
junto con el primer tramo traqueal, que está reforzado por un espesamiento cuticular de
forma helicoidal, llamado tenidio, el cual contribuye a mantenerlo abierto.
Cuando se alcanza el desarrollo completo de la larva, las placas espiculares son
características y definitorias de cada especie. Alcanzada la plena madurez, la larva III deja
de alimentarse (postfeeding larva) y comienza a reabsorber el contenido de su intestino,
pudiendo verse por transparencia que la línea obscura que definía a éste llega a
desaparecer, apreciándose entonces la larva de un color blanco-amarillento. En este
momento e incluso un poco antes, la larva trata de abandonar el cadáver. Se ha
comprobado que cuando éste se encuentra en plena naturaleza, la larva se aleja un metro
o más y luego se entierra. En caso contrario, suele penetrar profundamente en el propio
cadáver o alojarse entre los pliegues de las ropas.
Llegados a este punto, la larva se retrae y su cutícula se desprende y endurece,
formando una cubierta en forma de barril. Es el pupario que, en los primeros momentos, es
de color blanquecino, al igual que la larva, pero que se va obscureciendo a medida que se
modifican las proteínas de la cutícula, pasando por diversas coloraciones que van desde el
amarillo apagado y diversos ocres hasta un color castaño-rojizo e incluso marrón o bscuro.
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Dentro del pupario existe una larva retraída, a la que algunos denominan como
“prepupa”, la cual sufrirá un proceso de metamorfosis dando lugar a un esbozo del adulto,
llamado “pupa”. A su vez, ésta deberá completar la metamorfosis hasta transformarse en
un nuevo insecto adulto o imago. Los nuevos adultos emergerán empujando las paredes
del pupario con un órgano llamado “ptilinio”, el cual se encuentra entre los grandes ojos
compuestos.
El pupario vacío quedará en el lugar y, si no es destruido de forma mecánica, puede
durar muchos años e incluso muchos siglos. Suelen aparecer múltiples puparios vacíos,
con su característica forma de barril, cuya longitud oscila entre 7 y 12 mm, de color castaño
o negruzco.
Resulta evidente que, tomando en consideración las diferentes especies de
insectos que pudieran encontrarse en un cadáver, así como el desarrollo cronológico de
cada una de sus fases, podría deducirse la data de la muerte o intervalo postmortem (PMI),
o como indica de forma más precisa GOFF (1993), el período de actividad de los insectos
sobre el cadáver, que no en todos los casos vendrá a coincidir plenamente con el tiempo
total transcurrido desde la muerte. Formulada esta precisión, resulta totalmente necesario
el conocimiento de la biología y ecología de los insectos intervinientes para poder realizar
una estimación de la data del fallecimiento.
En términos generales, los califóridos (Calliphora vicina, Lucilia caesar, Phaenicia
sericata y Chrysomya albiceps), suelen ser activos a partir de los 131 C y sus huevos
eclosionan entre las 10 y las 52 horas siguientes a la puesta, durando el desarrollo
completo de las larvas entre 5 y 11 días. La pupación dura entre 18 y 24 días, cuando la
temperatura ambiental es de 131 C, disminuyendo hasta 6 ó 7 d ías cuando la temperatura
ambiental es de 311 C.
Hay que considerar siempre que la duración del ciclo evolutivo de los insectos,
como ya se ha indicado, está condicionada de forma muy acusada por factores de
carácter ambiental (temperatura, humedad, luminosidad, presión atmosférica) e incluso
por las características del medio en el que se desarrollan, por lo que resulta imprescindible
el conocimiento de las variaciones en el desarrollo ontogénico de los insectos bajo estas
diversas influencias, a fin de evitar graves errores de interpretación.
De otra parte, existen grandes variaciones de tipo geográfico y estacional en las
poblaciones de insectos que pueden asociarse con un cadáver. Incluso en áreas donde las
poblaciones son similares, hay distintos patrones de desarrollo, inducidos por cambios
climáticos que pueden complicar las determinaciones (GOFF, 2004).
Es por ello por lo que resulta necesario realizar estudios de la entomofauna del
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lugar donde se pretenda llevar a cabo una determinación de esta naturaleza. Hace algunos
años abordamos el estudio experimental de la entomofauna cadavérica en tres biotopos
distintos de la provincia de Cádiz, realizando además un estudio comparativo en las
diversas estaciones del año. Las diferencias resultaron evidentes, por lo que insistíamos
en la necesidad de llevar a cabo investigaciones sistemáticas para establecer las
peculiaridades de la fauna cadavérica en cada ecosistema o región geográfica (ROMERO
PALANCO y MUNGUÍA GIRÓN, 1986). En este mismo sentido se expresan GARCÍA
GARCÍA et al. (2004), tras haber estudiado la fauna sarcosaprófaga de la región de
Murcia, reiterando la necesidad de estos estudios a nivel regional e incluso local.
CASTILLO MIRALBÉS (2000) ha estudiado la entomofauna cadavérica en el Alto Aragón,
a lo largo de un ciclo anual completo.
Este tipo de estudios, todavía escasos en nuestro país, son ciertamente frecuentes
en otros países del mundo, existiendo una abundante bibliografía sobre el particular.
En nuestro medio, en la zona de serranía de la provincia de Cádiz y durante los
meses de invierno y primavera, los insectos que primeramente acudieron a los cadáveres
eran Calliphora, siendo además los únicos que se presentan durante la etapa invernal. En
la primavera acuden ya algunas oleadas de Lucilia, cuando la putrefacción se ha iniciado,
y es en verano cuando las Lucilia acuden en primer lugar, pudiendo explicarse este
comportamiento por el aletargamiento que sufren estas últimas durante el invierno, así
como por el hecho de que las Calliphora se encuentran más activas durante todo el año.
Sin embargo, esta circunstancia no se da en los otros ecosistemas estudiados
(zona de marisma y zona de campiña), en los que invariablemente son las Lucilia las
primeras en acudir a los cadáveres.
DOMÍNGUEZ MARTÍNEZ y GÓMEZ FERNÁNDEZ (1957), en un estudio
experimental de la fauna cadavérica, establecieron la duración del desarrollo ontogénico
de Calliphora erythrocephala, Lucilia sericata, Sarcophaga carnaria y Chrysomya albiceps,
a la vez que describieron fenómenos de diapausa como consecuencia de las influencias
ambientales de temperatura y humedad, así como actos de predatismo y canibalismo
entre dichos dípteros, señalando, igualmente, el alcance o trascendencia de los mismos en
las peritaciones tanatológicas, lo que les permitió concluir que hay que estar siempre
advertidos de los errores a que puede inducir la propia complejidad de estos fenómenos
biológicos.
Es bien conocido que hormigas y avispas son verdaderos predadores de larvas de
dípteros, pudiendo, incluso, llegar a hacerlas desaparecer, lo que podría ser fuente de error
en una peritación de esta naturaleza. De otra parte, las larvas de la Sarcophaga pueden
convivir con otras especies, pero si escasea el alimento se comportan como verdaderas
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caníbales para las larvas de Lucilia, Calliphora y Chrysomya. Se trata, en este caso, de la
denominada “competencia interespecífica por explotación”, ya que cada individuo que
compite recibe una parte aproximadamente igual a la cantidad de alimento que disminuye
y suele ser tal el número de individuos que no todos llegarán a completar su ciclo, porque
nacerán más individuos que alimento pueda existir. La teoría de la competencia
interespecífica sugiere que si dos o más especies tienen requerimientos ecológicos
idénticos no serán capaces de existir juntas; una de ellas desalojará a las otras, de forma
que la especie triunfadora ocupará eventualmente ese nicho ecológico particular.
Por lo que hace referencia a los fenómenos de diapausa, se trata de interrupciones
en el desarrollo del insecto cuando las condiciones climáticas son adversas, interrupción
que podría motivar, igualmente, una errónea interpretación de la entomofauna a los efectos
del establecimiento de la data de la muerte o intervalo postmortem. Debe distinguirse
entre quiescencia y diapausa. La primera de ellas es una parada del crecimiento del
insecto de carácter temporal, que suele aparecer en cualquier fase del desarrollo y que
tiene la peculiaridad de ser fácilmente reversible, cuando las condiciones adversas
desaparecen. La diapausa propiamente dicha se da en insectos evolucionados,
consistiendo en una interrupción del desarrollo cuando las condiciones ambientales
cambian bruscamente. Existe una amplia serie de indicadores para el insecto que
detectan que se van a producir condiciones adversas (fotoperíodo, temperatura, humedad
relativa) y, antes de que lleguen éstas, el insecto entra en diapausa, disminuyendo su
actividad neuroendocrina que pasa a ser mínima. La diapausa se da en un estado
específico y definido para cada una de las especies.
Señala GOFF (2004) que se ha puesto mucho énfasis en investigar la relación de la
temperatura ambiental con la duración de los distintos estados de desarrollo de las
diferentes especies de moscas, citando los trabajos de KAMAL (1958), GREENBERG
(1990, 1991), NISHIDA (1984), BYRD y BUTLER (1997), INTRONA y ALTIMURA (1988),
MARCHENKO y VINOGRADOVA (1984), en los que se estudia el crecimiento de
diferentes especies de dípteros a temperaturas controladas a fin de poder luego aplicar
tales parámetros a los casos de la práctica. Es decir, se determina el intervalo postmortem
mediante el análisis del desarrollo de los estados larvales, prepupales y pupales,
correlacionándolos con tablas de desarrollo controlado en el laboratorio de la especie o
especies identificadas en el cadáver. En todos los casos se precisa conocer el estado de
descomposición del cuerpo, las condiciones en las que éste se encontraba y las variables
ambientales y condiciones meteorológicas del lugar donde apareció el cadáver.
Sin embargo, aquellos modelos no son del todo extrapolables. Los datos obtenidos
con el desarrollo controlado de las diferentes especies en el laboratorio se llevan a cabo
bajo condiciones de humedad y temperatura que permanecen constantes, en tanto que el
desarrollo espontáneo en el cadáver sufre las consecuencias de las variaciones térmicas a
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lo largo del día y de la noche, cambian las condiciones de humedad ambiental, varía según
que el cadáver se encuentre o no al abrigo de otras inclemencias climatológicas, etc., no
resolviendo el problema la mera aplicación de la temperatura media calculada, y siendo
preciso incorporar en los cálculos las fluctuaciones experimentadas por ésta (WELLS y
LAMOTTE, 2001).
De otra parte, es necesario tomar en consideración que la temperatura ambiental a
veces no coincide con la del medio en el que se están desarrollando las larvas. EARLY y
GOFF (1986) y TULLIS y GOFF (1987), han registrado temperaturas internas en los
cadáveres de hasta 221 C por e ncima de la temperatura ambiente en sus estudios en las
Islas Hawaii, incremento que estaba generado por el desprendimiento de calor de las
masas de larvas. MARCHENKO y VINOGRADOVA (1984) habían realizado
observaciones similares en cuerpos humanos en la Unión Soviética.
Para un cálculo más preciso del intervalo postmortem se ha propuesto el empleo de
los grados hora acumulados (ADH, Accumulated Degree Hours) o grados día acumulados
(ADD, Accumulated Degree Days). Este modelo lineal de desarrollo se basa en la
existencia para cada especie de un umbral o límite mínimo de desarrollo, representado por
la temperatura por debajo de la cual el desarrollo de los insectos es insignificante o nulo.
De acuerdo con GREENBERG y KUNICH (2002), se asume que la relación entre la
velocidad de desarrollo y la temperatura es lineal en el rango medio de una curva
sigmoidal, con un umbral superior y otro inferior, por debajo del cual el desarrollo cesa. La
cantidad total de calor requerida, entre los umbrales inferior y superior, para que un insecto
se desarrolle desde el momento de la oviposición hasta el momento de la salida del huevo,
se calcula en unidades llamadas grados día o grados hora. Los datos de laboratorio se
obtienen sumando el número de horas desde el huevo hasta el insecto adulto,
multiplicando por la temperatura y sustrayendo después la temperatura del umbral inferior
de desarrollo.
Los valores de ADD y de ADH están específicamente asociados para cada fase
del desarrollo (MARCHENKO, 1988; HIGHLEY y HASKELL, 2001), existiendo una relación
lineal entre el grado de desarrollo y la temperatura. Sin embargo, este procedimiento es
válido sólo para valores intermedios de temperatura, pero tiende a hacerse no lineal en las
proximidades de los umbrales mínimo y máximo del desarrollo, por lo que se han
propuesto otros modelos, no lineales (BOUREL et al., 2003).
En los casos acaecidos a bajas temperaturas, cuando la colonización larvaria es
baja, los cálculos de ADH o ADD son, por lo general, más exactos que en condiciones de
temperaturas altas, con poblaciones numerosas de moscas. Siempre que sea posible, se
debe emplear el cálculo de ADH o ADD para diversas especies con el fin de precisar lo
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máximo posible la estimación del intervalo postmortem (GOFF, 2004).
En la práctica, para aplicar este modelo se parte de la identificación de las larvas,
así como de sus dimensiones, comprobando en las bases de datos disponibles cuánto
tardó una larva similar en alcanzar esa fase de desarrollo bajo control en el laboratorio.
Se procede luego a correlacionar estos datos con los obtenidos en el lugar donde
apareció el cadáver, convirtiendo las temperaturas y los tiempos en ADH o ADD,
multiplicando para ello el tiempo por la temperatura medida en grados Celsius. Dado que
el tiempo requerido para el desarrollo disminuye a medida que aumenta la temperatura, el
número total de ADH necesario para el desarrollo en cualquier fase permanece constante.
Otros autores introducen en el cálculo la temperatura mínima de desarrollo
(OLIVEIRA-COSTA y ANTUNES DE MELLO-PATIU, 2004), quedando la siguiente fórmula
para el cálculo de la ADH:
ADH = (T a - Tm) x H
Ta = Temperatura del ambiente en que se encuentra el cadáver.
Tm = Temperatura mínima de desarrollo.
H = Número de horas del desarrollo control.
El valor de ADD, resultará de dividir el valor de ADH por 24.
Ha de señalarse que para una correcta solución del problema que venimos
analizando, resulta obligado realizar una buena encuesta entomológica que, siguiendo a
LECLERCQ (1978), incluiría, al menos, los siguientes aspectos:
1. Recoger una muestra completa de todos los insectos y el mayor número de
ácaros que puedan existir, tanto sobre el cadáver, como por debajo de éste.
2. Recoger ejemplares vivos y muertos en sus diferentes estadíos de desarrollo,
así como sus mudas, si las hubiere.
3. En cadáveres recientes se buscarán huevos y larvas pequeñas en los ojos y
orificios naturales, así como en las heridas que pudieran existir.
4. Las muestras serán colocadas en tubos debidamente etiquetados. Es
recomendable introducir una etiqueta de papel escrita con lápiz de grafito.
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5. Parte de las larvas vivas se sumergirán en agua hirviendo durante unos tres
minutos para que no sufran retracción alguna, colocándolas después en frascos
con alcohol de 701.
6. Otra muestra de larvas vivas se conservará también en frascos,
adecuadamente aireados, con material orgánico del propio cadáver, hígado de
pollo o comida enlatada para animales.
7. Los ácaros se conservarán en alcohol de 701.
8. Se realizará una estimación de la abundancia relativa de cada especie.
9. Es obligado precisar la localidad, fecha, hora en que se toman las muestras, y
el estado de conservación del cadáver, así como las particularidades del
entorno que puedan ser un medio atractivo para los necrófagos. Una medida
del pH del cadáver puede ser útil para precisar la fase de autolisis o
putrefacción, puesto que algunos insectos trabajan en medios con un pH
específico y constante.
10. Las muestras serán remitidas inmediatamente al Laboratorio de Entomología.
Son recomendaciones de carácter general, si bien existen numerosos protocolos,
elaborados por otros tantos especialistas, resultando recomendable el formulado por
LORD y BURGER (1983).
Para el entomólogo, una vez recibido el material anterior, el trabajo a abordar será
el siguiente:
1. Sumergir inmediatamente un ejemplar de los diferentes estadíos larvarios en
agua hirviendo, y después conservar en alcohol de 701. Esta operación debe
ser efectuada rápidamente en las muestras tomadas del cadáver, para fijar
indicadores precisos.
2. Seguir la cría de otras muestras larvarias, si es posible sobre el mismo sustrato
nutricio y en condiciones similares de temperatura y humedad.
3. Realizar preparaciones entomológicas de los insectos adultos.
4. Proceder a la identificación específica de las diferentes muestras.
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5. Reunir los datos meteorológicos exactos del lugar donde apareció el cadáver
en el momento de la toma de las muestras y del período inmediatamente
anterior que pueda ser útil para la interpretación de los resultados.
6. Determinar de manera tan precisa como sea posible la edad de los estados
larvarios, la duración del período de incubación de los huevos y el tiempo
necesario a los insectos para llegar sobre el cadáver, todo ello teniendo en
cuenta las condiciones meteorológicas exigidas para su actividad.
7. Conocer la historia natural de las especies implicadas y establecer una
evaluación de la fauna y de la sucesión de los necrófagos sobre el cadáver.
8. Por último, formular conclusiones.
Señalemos que cada peritación entomológica tiene una significación
marcadamente individual y que el conocimiento preciso de la fauna de cada región o zona
geográfica resulta de fundamental importancia a efectos de establecer la data de la
muerte.
II.- CAMBIO DEL CADÁVER DEL LUGAR DONDE SE PRODUJO LA MUERTE.CARACTERIZACIÓN DEL LUGAR DONDE SE PRODUJO EL DELITO.
Se estima que existen, aproximadamente, un millón de especies de insectos, y que
se describen unas 7.000 nuevas especies cada año. Puede afirmarse, sin lugar a dudas,
que los insectos han invadido y colonizado el planeta Tierra de forma tan completa como
ninguna otra clase de animal. Se encuentran distribuidos en casi todos los hábitats. Dentro
de ellos, los dípteros ocupan un lugar de especial relevancia, ya que se han descrito cerca
de 150.000 tipos de moscas en el mundo.
Sin embargo, tal como se ha indicado anteriormente, los diferentes insectos son
bastante específicos para cada zona concreta, de donde se deduce la necesidad, ya
apuntada, de contar con estudios de carácter experimental del lugar o región en la que
pretendamos llevar a cabo una peritación entomológica. La entomofauna de la Península
Ibérica es muy variable, siendo diferentes algunos de los insectos que acuden a
cadáveres, tal como se recoge en los estudios llevados a cabo en el Alto Aragón, en
Murcia o en Cádiz. Pero aún más; dentro de nuestra provincia hemos observado que
existen diferencias, dependiendo del ecosistema en el que realicemos nuestras
observaciones (serranía, campiña o marisma).
Este hecho diferencial puede resultar de interés para la resolución de casos en la
26
Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
práctica forense. MARK BENECKE, del International Forensic Research and Consulting,
de Colonia (Alemania), relata un caso en el que la identificación del autor de un homicidio
se llevó a cabo tras encontrar en sus botas una variedad de hormiga que se identificó en el
lugar del suceso.
En otros casos, tal como recuerda GOFF (2004), la presencia de especies no
asociadas habitualmente con el hábitat en el que se encuentra el cadáver sería un
elemento indicativo de que la víctima murió en otro lugar y de que el cuerpo estuvo
expuesto durante algún tiempo a la actividad de los insectos, los cuales realizarían la
correspondiente puesta de huevos. Si con posterioridad el cuerpo fuera transportado a
otro lugar, sufriría una segunda colonización de los insectos propios de este nuevo hábitat.
De este modo, cuando se inicie el desarrollo larvario, podrán identificarse especies que no
corresponden al segundo hábitat, lo que permitiría un pronunciamiento contundente a favor
de que se ha producido una remoción del cadáver. La observación detenida de las
especies podría aportar incluso, en algunos casos, las características del lugar donde
estuvo inicialmente el cuerpo.
OLIVA (1996), refiere el caso de un cadáver encerrado en una vivienda urbana que
mostraba una población muy desarrollada de Lucilia, lo cual sugería que había estado
expuesto con anterioridad al aire libre durante un cierto período de tiempo.
III.- DETERMINACIÓN DE LESIONES PRODUCIDAS EN VIDA.
En el esquema clásico de LEGRAND DU SAULLE, para diferenciar si una herida
fue producida estando el sujeto vivo, de aquéllas otras que hubiesen sido ocasionadas
después de sobrevenir la muerte, se utiliza, entre otros elementos de juicio, el hecho de
que se haya originado o no una hemorragia. Se parte de la premisa de que las heridas
producidas en vida sangran, en tanto que las originadas después de la muerte no lo hacen,
a menos que la herida asiente en zonas declives del cadáver y, aún así, la pérdida de
sangre suele ser mínima.
Hemos dicho con anterioridad que los insectos necrófagos acuden prontamente al
cadáver a poner sus huevos o parir su larvas, haciéndolo en las proximidades de los
orificios naturales accesibles e incluso sobre las heridas, al ser la sangre un elemento
atractivo para los dípteros, como se puso de manifiesto en el caso que relata el tratado de
Medicina Legal chino del que hemos hecho mérito al comienzo de esta lección.
MANN et al. (1990) comprobaron que la mayoría de los dípteros acudían a
cadáveres con múltiples heridas y traumatismos, en los cuales, en comparación con
cadáveres sin lesiones externas, las oviposiciones se hacían de forma más intensa y más
27
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J.L. Romero Palanco
temprana, con lo que el desarrollo de la putrefacción cadavérica era más rápido.
La observación en un cadáver de un extraordinario desarrollo larvario fuera de los
orificios o aberturas naturales, debe hacernos pensar que allí debió existir una lesión y que,
presumiblemente, ésta es de carácter vital. La determinación definitiva vendrá dada por la
aplicación de las técnicas de laboratorio usualmente empleadas para la resolución de este
problema.
En otro sentido, si existiesen heridas en el cuerpo y las puestas quedaran
restringidas a las aberturas naturales, dichas heridas podrían ser artefactos o alteraciones
producidas después de la muerte (GOFF, 2004).
IV.- MALOS TRATOS EN NIÑOS Y EN ANCIANOS.
Los malos tratos en los niños pueden ofrecer muy diversas formas clínicas de
presentación, diferenciándose entre malos tratos físicos, abandono físico y emocional del
niño, tortura psicológica, agresiones y abusos sexuales, así como el uso de menores como
elemento de ganancia. Lo habitual en la práctica es que nunca o casi nunca aparecen
estas formas clínicas en sentido puro, sino que se dan con mayor frecuencia las formas
mixtas o asociadas. Por ejemplo, el niño que es utilizado en prácticas de mendicidad,
suele ser objeto de malos tratos físicos si no consigue una recaudación adecuada, los
cuales se acompañan de una deprivación afectiva y de falta de cuidados y alimentos.
Se han conocido casos de niños que han sido objeto de malos tratos físicos, que le
han ocasionado diversas heridas, las cuales, al no estar sometidas a ningún tipo de
medidas higiénicas ni terapéuticas, han sufrido un cuadro de miasis. Se trata de una
afección producida por la nidación de moscas en el sujeto vivo, dando lugar al desarrollo
de las larvas, tal como las hemos venido describiendo, las cuales se van a nutrir de los
tejidos vivos.
Estos cuadros de miasis pueden observarse también, incluso con mayor frecuencia
que en los niños, en ancianos que no están debidamente cuidados y en los que puede
existir una cierta predisposición por padecer determinadas enfermedades (diabetes
mellitus, por ejemplo), agravada la situación por reposos o períodos de inactividad
prolongados que conducen a la aparición de úlceras por presión. La situación de
abandono se pone en evidencia, en la mayoría de los casos, tras la aparición del cuadro
de miasis.
Pese a que pueda resultar impactante lo que vengo diciendo, debo recordar que en
la década de 1920, antes de la aparición de los antibióticos, el cirujano BAER comprobó
que, introduciendo larvas de dípteros del género de las Calliphora en llagas con gran
28
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esfacelo, se obtenía una rápida curación de éstas. Las larvas, al nutrirse de los tejidos
muertos, eliminaban las partes contaminadas de los tejidos. Es lo que se denominó como
“Maggot therapy” (Terapia de gusanos), siendo indispensable el empleo de larvas de
especies reconocidas como necrófagas estrictas, criadas en condiciones totalmente
asépticas.
En la práctica, no siempre la evaluación de estos supuestos va a recaer sobre
sujetos vivos. Hay casos en los que dicha investigación ha de realizarse sobre un cadáver,
corriéndose el riesgo de que si la miasis se hubiera iniciado en vida de la persona, la
estimación del intervalo postmortem podría ser errónea al computar en el desarrollo
larvario el tiempo mientras estuvo vivo el sujeto, junto con el tiempo postmortem (GOFF et
al., 1991). Será preciso cotejar el grado de desarrollo larvario con el estado en que se
encuentren los fenómenos cadavéricos.
Cuando no concuerde la determinación del intervalo postmortem, realizado éste a
partir del estado en el que se encuentren los fenómenos cadavéricos abióticos (rigidez
cadavérica, enfriamiento, livideces), siendo mayor la evaluación del tiempo postmortem
realizada a partir del estado de las larvas, será preciso tomar en consideración la
posibilidad de que el desarrollo de éstas se iniciara antes del momento en el que
sobrevino la muerte. La entomología podría aportar información, incluso, acerca de la
duración de aquella situación de abandono.
V.- ENTOMOLOGÍA Y TÓXICOS (ENTOMOTOXICOLOGÍA).
El diagnóstico postmortem de una intoxicación o, lo que es lo mismo, la
investigación de la presencia de tóxicos en un cadáver, conlleva en la práctica la toma de
una serie de muestras que suelen incluir el contenido gástrico, orina, sangre, hígado, bilis,
pulmón, cerebro y riñones, así como el pelo y el humor vítreo. Estas muestras serán
sometidas en el laboratorio a la marcha analítica habitual del análisis químico-toxicológico.
Si bien es cierto que la toma de tales muestras no plantea problema alguno cuando
se trata de un cadáver reciente, las dificultades se acrecientan notablemente a medida que
nos alejamos del momento de la muerte y se hacen patentes los efectos de la putrefacción
cadavérica.
En estos casos, es fácil colegir que determinados grupos de tóxicos lleguen a
desaparecer del cadáver, especialmente los de naturaleza gaseosa y los volátiles. Los
denominados tóxicos orgánicos, en los que se incluyen todas las sustancias tóxicas
orgánicas y no volátiles que pueden separarse mediante técnicas de extracción
(glucósidos, alcaloides, fármacos,...), se podrán identificar o no, dependiendo del estado
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Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
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en el que se encuentre la putrefacción cadavérica, admitiéndose que a mayor desarrollo
de ésta, tendremos menos posibilidades de éxito. El grupo de los tóxicos minerales o
inorgánicos no planteará graves problemas porque podrán ser identificados incluso en
fases muy avanzadas de la putrefacción, al quedar firmemente fijados a los huesos.
Hechas estas consideraciones, ha cobrado un gran interés el uso de los insectos,
en sus distintas fases de desarrollo, como sustratos alternativos para los análisis
toxicológicos, especialmente en aquellos casos en los que la putrefacción se encuentra en
fase avanzada y no es posible realizar la toma de muestras de tejidos, ni de fluidos
corporales (INTRONA, CAMPOBASSO y GOFF, 2001).
Resulta lógico pensar, y así se ha demostrado experimentalmente, que las larvas
que se han alimentado de un cadáver que sufrió una intoxicación en vida, incorporen a su
organismo aquel tóxico al nutrirse de este material. El análisis de los insectos encontrados
puede permitir la valoración toxicológica de la causa de la muerte, pudiendo aplicarse a
insectos adultos, larvas, exoesqueletos larvales y puparios, los cuales, como ya se ha
indicado, pueden encontrarse sobre el cadáver o en el lugar de la muerte muchos años
después de que ésta se hubiese producido. Este tipo de estudios se ha venido a
denominar “Entomotoxicología ”.
NUORTEVA y HASANEN (1972) comprobaron la presencia de metilmercurio en
dípteros sarcosaprófagos que se habían alimentado de pescado conteniendo esta
sustancia. La detección de mercurio en las larvas de diversas especies de dípteros
criadas experimentalmente sobre tejidos conteniendo concentraciones conocidas de este
metal fue descrita por NUORTEVA y NUORTEVA (1982). Su estudio se basó en un caso
en el que el cadáver de una mujer no identificada se encontró en fase avanzada de
putrefacción en un área rural de Finlandia. Se recogieron larvas de dípteros del cadáver,
se les permitió completar su desarrollo y se analizó la presencia de mercurio en los adultos
que emergieron. La baja concentración de mercurio detectada en las moscas indicaba
que la víctima era de un área relativamente libre de contaminación por mercurio y no del
lugar en el que apareció el cuerpo.
SOHAL y LAMB (1977, 1979), demostraron la acumulación de diversos metales
(cobre, hierro, cinc y calcio), en los tejidos adultos de la mosca doméstica. LECLERCQ y
BRAHY (1985), detectaron arsénico analizando especies de Piophilidae, Psychodidae y
Fannia (Muscidae).
GUNATILAKE y GOFF (1989) identificaron insecticidas organofosforados
(Malatión), en larvas de dos especies de Calliphoridae. WOLFF et al. (2004) han
detectado Parathion en los diferentes estadíos de desarrollo de diez especies de
artrópodos del Orden de los Dípteros, Coleópteros, Himenópteros y Ácaros. BEYER et al.
30
Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
(1980), detectaron fenobarbital en larvas procedentes de un cadáver esqueletizado.
KINTZ et al. (1990a, 1990b) pusieron de manifiesto que los datos toxicológicos de
las larvas de dípteros, en algunos casos, eran incluso más fiables que los obtenidos con
los tejidos o muestras del cadáver, al mostrar los cromatogramas menos picos
endógenos. Estos autores consiguieron identificar benzodiacepinas, barbitúricos y
antidepresivos tricíclicos en larvas de Calliphora recogidas de un cadáver a los 67 días
postmortem. Por su parte, WOHLENBERG et al. (1992) detectaron nortriptilina en larvas
recogidas de restos esqueletizados. También GOFF et al. (1993) han demostrado la
presencia de estos antidepresivos tricíclicos (amitriptilina y nortriptilina) en larvas
alimentadas con tejidos de conejos previamente tratados con aquellos fármacos.
INTRONA et al. (1990), en trabajos experimentales, han puesto de manifiesto la
presencia de opiáceos en larvas de dípteros. GOFF et al. (1989, 1991, 1994), han
comprobado experimentalmente la presencia de cocaína, heroína y fenciclidina en larvas
alimentadas con animales a los que se había suministrado tales sustancias.
NOLTE et al. (1992) establecieron el diagnóstico postmortem de intoxicación por
cocaína, a partir del estudio de larvas y puparios de Calliphora vicina, encontradas en un
cadáver completamente esqueletizado de un toxicómano de 29 años, transcurridos unos
cinco meses después de su muerte. Las larvas arrojaron resultados positivos tanto para la
cocaína como para su principal metabolito, la benzoilecgonina.
MANHOFF et al. (1991) han detectado cocaína en heces de larvas de escarabajos,
y MILLER et al. (1994) han identificado amitriptilina y nortriptilina en puparios vacíos y en
exoesqueletos de derméstidos encontrados en un cadáver momificado. GOFF et al.
(1997) han detectado también MDMA (3,4 metilen-dioxi-metanfetamina) en larvas y en
puparios vacíos.
HÉDOUIN et al. (1999) determinaron las diferentes concentraciones de morfina en
larvas y pupas de Lucilia sericata, que se habían alimentado de conejos previamente
tratados, demostrando la existencia de una correlación entre las concentraciones de los
tejidos de los animales de experimentación y las concentraciones detectadas en las larvas
en fase III de desarrollo, pero no en el resto de los estadíos.
BOUREL et al.(1999, 2001) han comprobado la presencia de morfina, no ya en
larvas de dípteros, sino también en coleópteros (Dermestes frischii; Tanathophilus
sinuatus), los cuales aparecen como una muestra alternativa a los dípteros para los
análisis toxicológicos de esta naturaleza.
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Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
ENTOMOLOGÍA: IDENTIFICACIÓN DE TÓXICOS
DÍPTEROS
Larvas
METALES
PESTICIDAS
FÁRMACOS
DROGAS DE
ABUSO
Mercurio
Cobre
Hierro
Cinc
Calcio
Arsénico
X
X
X
X
X
Malatión
Paratión
X
X
Fenobarbital
Benzodiacepinas
Amitripitilina
Nortriptilina
Acido acetilsalicílico
X
X
X
X
X
Morfina
Heroína
Fenciclidina
MDMA
Cocaína
Benzoilecgonina
X
X
X
X
X
X
Pupas
COLEÓPTEROS
Adultos
Larvas, Pupas y adultos
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
X
Tal como queda expuesto, se ha abierto una nueva línea de investigación que
posibilita las determinaciones toxicológicas, incluso en aquellos casos en los que el
cadáver se encuentra prácticamente esqueletizado.
No obstante, ha de tenerse presente que las drogas o tóxicos ingeridos pueden
provocar graves repercusiones sobre el normal desarrollo de la entomología cadavérica.
Clásicamente se ha venido admitiendo que determinadas intoxicaciones (arsénico,
cianhídrico, plomo) pueden originar un retardo en la evolución de la putrefacción
cadavérica, no siendo ajeno a ello el menor desarrollo que experimenta la entomofauna,
debido, quizás, a que el pábulo nutricio no resulte especialmente atractivo para los
insectos o a que interfiera negativamente en el desarrollo larvario.
Pero las drogas o tóxicos también pueden tener el efecto contrario. GOFF et al.
(1989, 1991, 1993), al estudiar los efectos de la cocaína y de la heroína sobre la velocidad
de crecimiento de Sarcophagidae, demostraron que las larvas de Boetterisca peregrina
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Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
se desarrollan más rápidamente si son alimentadas con vísceras de conejos sacrificados
con una dosis letal de aquellos tóxicos. Esto viene a ilustrar el impacto potencial de las
drogas al estimar el intervalo postmortem mediante el cálculo de la velocidad de
desarrollo.
BOUREL et al. (1999), demostraron que es posible una subestimación del intervalo
postmortem de hasta 24 horas si no es tomada en consideración la presencia de morfina
en los tejidos al calcular el desarrollo de Lucilia sericata. Para GOFF et al. (1991), el error
que puede cometerse en estas situaciones es de hasta 29 horas si se estima solamente el
desarrollo larvario, y de 18 a 38 horas a partir del estado de pupa.
Todo ello viene a poner de manifiesto que los insectos encontrados en cadáveres
pueden ser utilizados en el análisis toxicológico con fines diagnósticos, pero también
pone en evidencia el riesgo de calcular un intervalo postmortem incorrecto si no se tiene en
cuenta que ciertas sustancias tóxicas modifican sensiblemente la velocidad de desarrollo
de las etapas inmaduras de los insectos.
VI.- ENTOMOLOGÍA Y DNA (Ácido desoxirribonucleico).
En la determinación del intervalo postmortem, como ya se ha indicado en líneas
precedentes, resulta esencial la plena identificación de los insectos implicados, como
paso previo para la aplicación de los parámetros obtenidos en el laboratorio mediante el
desarrollo controlado de las diferentes especies.
Generalmente esta identificación se lleva a cabo por métodos morfológicos, que
requieren conocimientos taxonómicos especializados, habiéndose propuesto, entre otros
procedimientos, la aplicación de la microscopía electrónica de barrido para la correcta
valoración de las diferencias morfológicas (COLWELL y CONNOR, 2000; SUKONTASON
et al., 2003).
Es cierto que se dispone de claves morfológicas que permitirían la identificación de
larvas, pero en algunos casos, como en las Sarcophagidae, la diferenciación en las etapas
larvarias más tempranas no es posible con estos procedimientos.
Alternativamente, se procede a la cría en el laboratorio de las larvas vivas tomadas
del cadáver a efectos de completar su desarrollo y proceder luego a identificar a los
insectos adultos. Esto lleva mucho tiempo y no siempre se culmina con éxito el desarrollo
larvario.
Bajo estas circunstancias, la identificación de especies basada en el examen
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Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
genético aparece como una opción bien fundada, dando buena prueba de ello el amplio
número de trabajos publicados en los últimos años sobre esta particular cuestión (SIMON
et al., 1994; SPERLING et al., 1994; BENECKE, 1998; LOXDALE y LUSHAI, 1998;
MALGORN y COQUOZ, 1999; WELLS y SPERLING, 1999, 2001; VINCENT et al., 2000;
CATERINO et al., 2000; SHIMKO et al., 2001; WELLS ET AL., 2001; LINVILLE y WELLS,
2002; RATCLIFFE et al., 2003; SCHROEDER et al., 2003; HARVEY et al., 2003; CHEN et
al., 2004).
Los genes más frecuentemente estudiados del DNA mitocondrial son las
subunidades I y II de la Citocromooxidasa, ND5, ND1, 12S y 16S, así como del DNA
nuclear.
Este tipo de análisis parece ser muy prometedor, si bien es necesario puntualizar
que se necesita todavía de una mayor información a efectos de poder evaluar las
variaciones intraespecíficas e interespecíficas, por lo que debería emplearse con una
cierta cautela hasta tanto no se disponga de tales datos.
El análisis del DNA humano extraído de las larvas de insectos constituye otra
aplicación importante, que recobra un especial protagonismo en aquellos casos en los que
en el lugar del hecho se encuentran larvas pero no el cadáver, al que se ha hecho
desaparecer. El estudio del DNA humano en el material contenido en el tracto digestivo de
las larvas permitiría relacionar a éstas con una determinada persona.
REPOGLE et al. (1994), tipificaron con éxito dos marcadores genéticos del DNA
humano (D1S80 y HUMTH01) en excrementos de ladillas humanas (Pediculus pubis),
alimentadas en voluntarios. Asimismo, LORD et al. (1998) han conseguido la
secuenciación de DNA mitocondrial a partir de ladillas en voluntarios.
WELLS et al. (2001) han identificado DNA mitocondrial humano a partir del material
extraído del intestino de larvas que se habían nutrido de un cadáver humano. DiZINNO et al.
(2002) han recuperado DNA mitocondrial humano de larvas de la Omosita spp
(Coleoptera, Nitidulidae). Asimismo, ZEHNER et al. (2004), han demostrado la posibilidad
de analizar microsatélites de DNA humano presente en el tubo digestivo de larvas de
necrófagos que se habían alimentado en cadáveres de más de cuatro meses de
antigüedad, sin que esta circunstancia ejerza particular influencia sobre la calidad de los
resultados.
La Entomología emerge, en este aspecto, como un elemento más a tomar en
consideración, en determinados casos, en el siempre difícil proceso de la identificación
individual humana.
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Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
De especial interés resultan los trabajos experimentales llevados a cabo por
CLERY (2001), en los que se ha procedido a identificar el perfil de diferentes STR (Short
Tandem Repeat) del cromosoma Y (DYS19, DYS389I, DYS389II, DYS390), a partir del
contenido intestinal de larvas en un cadáver en el que se había simulado
experimentalmente una agresión sexual, lo que abre una nueva e importante vía en la
resolución de este tipo de delitos.
VII. EL PROCESO DE DESTRUCCIÓN DE LA MATERIA ORGÁNICA.
Y voy terminando ya, no sin antes insistir en el importantísimo papel que incumbe a
la Entomología en todo el proceso de destrucción de la materia orgánica.
Es bien conocido que una vez que cesan las funciones cardiorrespiratorias, bajo la
situación de anoxia así creada, se permeabilizan las paredes de los lisosomas liberando
los fermentos o enzimas que contienen, los cuales comienzan a destruir las diferentes
estructuras intracelulares. Se trata, por consiguiente, de una verdadera autofagia o
autodigestión, conocida como autolisis cadavérica, la cual puede quedar definida como el
conjunto de procesos fermentativos anaerobios que sufren las células por la acción de sus
propias enzimas.
La autolisis, aun sin finalizar completamente, es sucedida por la putrefacción
cadavérica, que consiste en un proceso de fermentación pútrida de origen bacteriano. Los
diferentes gérmenes que intervienen en ella producen enzimas que van a actuar
selectivamente sobre los principios orgánicos (proteínas, grasas e hidratos de carbono),
dando lugar a profundas modificaciones que conducen, finalmente, a la destrucción del
cadáver. Se asiste a una verdadera desintegración y demolición de las complejas
moléculas que forman la sustancia orgánica, las cuales se transforman en cuerpos cada
vez más simples. Se trata de un proceso que, en condiciones ordinarias, discurre a lo
largo de unos pocos años, y en el que pueden distinguirse diversas fases o períodos bien
caracterizados, hasta llegar a la completa esqueletización del cadáver.
Los correspondientes plazos de tiempo, siempre variables e influenciados por
factores de carácter individual (constitución, edad, enfermedades anteriores, etc.) y, sobre
todo, por factores ambientales (temperatura, humedad, aireación), pueden verse
notoriamente modificados en función de la participación y desarrollo de lo que hemos
venido denominando como Entomología cadavérica. Son las diferentes cuadrillas o
escuadras de obreros de la muerte, tal como las definió MEGNIN, desempeñando ese
importante papel como auxiliares de la putrefacción cadavérica, las que van a participar de
forma muy activa en todo este proceso de destrucción de la materia orgánica. Decía
LINNEO (1767), que “tres moscas consumen un caballo muerto con la misma rapidez que
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Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
un león”.
Tal como indicábamos anteriormente, las larvas de los diferentes insectos que
acuden al cadáver se van a nutrir de la materia orgánica en descomposición, completando
su ciclo vital, dando lugar a nuevos y numerosos insectos adultos en condiciones óptimas
para repetir su ciclo biológico.
En este sentido, puede afirmarse que estos insectos participan en la
transformación, en la regeneración o mejor, en el reciclaje, en nuestro ecosistema, de la
materia orgánica en putrefacción. Podría decirse que el individuo que cae, que el individuo
que muere, no es más que un sacrificio a la especie. Es, en fin, que la misma muerte no es
más que la eternidad de la circulación de la materia (MOLESCHOTT).
Dicho esto, cobra todo su sentido la representación que realiza VALDÉS LEAL, en
1671, en sus dos cuadros denominados “Jeroglíficos de las Postrimerías”, los cuales
fueron encargados por MIGUEL DE MAÑARA para la Iglesia del Hospital de la Caridad d e
Sevilla, junto a obras de MURILLO.
VALDÉS LEAL, posiblemente el más barroco de los pintores españoles del siglo
XVII, pinta con tétrico y escalofriante realismo el triunfo de la muerte sobre el mundo,
inspirado, a buen seguro, en el “Discurso de la Verdad” de MAÑARA, que habla de la
fugacidad de la vida, de la inevitabilidad de la muerte y de la futilidad de las glorias y
ambiciones humanas.
Decía MAÑARA:
“Es la primera verdad que ha de reinar en nuestros corazones: polvo y
ceniza, corrupción y gusanos, sepulcro y olvido... y si consideraras los viles
gusanos que han de comer ese cuerpo y cuán feo y abominable ha de estar
en la sepultura, y cómo esos ojos, que están leyendo estas letras, han de ser
comidos de la tierra, y esas manos han de ser comidas y secas, y las sedas
y galas que hoy tuviste se convertirán en una mortaja podrida, los ámbares
en hedor, tu hermosura y gentileza en gusanos, tu familia y grandeza en
mayor soledad imaginable”.
En uno de los cuadros, titulado IN ICTU OCULI, se representa el triunfo de la muerte
con un esqueleto provisto de una guadaña que se alza sobre aquellas cosas que pueden
alentar la vanidad humana. Con su mano derecha apaga una vela indicando la rapidez con
la que llega la muerte (en un abrir y cerrar de ojos) y apaga la vida humana. Nadie escapa
a la muerte, ni el báculo y la mitra, ni la corona, ni la sabiduría, ni la riqueza.
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El otro cuadro, FINIS GLORIAE MUNDI (Fin de la gloria del mundo), desarrolla el
tema de la muerte a través de una visión aterradora del sepulcro, donde la persona se ha
convertido en materia orgánica en descomposición. Las glorias del mundo terminan en
carroña y podredumbre. Se reconocen en un primer plano los cadáveres de un Obispo con
su mitra y báculo y de un Caballero que lleva un manto blanco con la cruz de la Orden de
Calatrava. Al fondo aún, se advierte un tercer ataúd con un cadáver parcialmente
esqueletizado y a su lado diversas calaveras y restos óseos. Son las diferentes etapas de
la putrefacción cadavérica.
La Entomología cadavérica también ha sido objeto de representación. Puede
apreciarse la presencia de diversos insectos, concretamente de coleópteros, sobre el
cadáver del Obispo, concediéndole un extraordinario realismo a la obra.
Se cuenta, y así nos lo refiere ANTONIO BURGOS (2000), que cuando VALDÉS
LEAL se encontraba pintando estas obras recibió la visita de su colega BARTOLOMÉ
ESTEBAN MURILLO, a quien ante la contemplación de aquellas escenas, le salió del alma
decir:
- Compadre, estos cuadros hay que mirarlos con las narices “tapás”.
Quiero mencionar, por último, a WILLIAM SHAKESPEARE, quien también alude en
su obra a la Entomología cadavérica. Concretamente en la Escena Tercera del Acto
Cuarto de “Hamlet, Príncipe de Dinamarca”, en el diálogo que mantienen Hamlet y el Rey,
preguntando éste:
- ¿Dónde está el cadáver de Polonio?
Y responde Hamlet:
? Está de cena. No donde come, sino donde es comido. Cierta asamblea de
gusanos políticos está ahora con él. El gusano es el único emperador de la
dieta; nosotros cebamos a todos los demás animales para engordarnos, y nos
engordamos a nosotros mismos para cebar a los gusanos. El rey gordo y el
escuálido mendigo no son más que servicios distintos, dos platos, pero de una
misma mesa; he aquí el fin de todo.
? Un hombre puede pescar con el gusano que ha comido de un rey, y comerse
luego el pez que se nutrió con aquel gusano, para demostrar así cómo un rey
puede hacer un viaje de gala por las tripas de un mendigo.
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Aplicaciones de la Entomología en Medicina Forense.
J.L. Romero Palanco
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