capítulo 77 - McGraw

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PARTE 6
Milne A et al: Meta-analysis: Protein and energy supplementation in
older people. Ann Intern Med 144:37, 2006
Nutrición
CAPÍTULO
77
Biología
de la obesidad
Jeffrey S. Flier
Eleftheria Maratos-Flier
En un mundo en el que el suministro de alimentos no es constante, la
capacidad de almacenar la energía excedente a la destinada a un uso
inmediato resulta esencial para la supervivencia. Los adipocitos, presentes
en múltiples depósitos de tejido adiposo, están adaptados para almacenar
con eficacia el exceso de energía en forma de triglicéridos y, cuando sea
necesario, liberar estos depósitos como ácidos grasos libres que pueden
ser utilizados en otros lugares. Este sistema fisiológico, regulado a través
de vías endocrinas y nerviosas, permite al ser humano sobrevivir a la
inanición incluso durante varios meses. Sin embargo, cuando los nutrientes son abundantes y la forma de vida es sedentaria, y con la importante
influencia del trasfondo genético, este sistema incrementa los depósitos de
energía del tejido adiposo, con consecuencias adversas para la salud.
622
■ DEFINICIÓN Y MEDICIÓN
La obesidad es un estado de exceso de masa de tejido adiposo. Aunque
se considera como equivalente al aumento de peso corporal, no siempre
es así, ya que muchas personas sin exceso de grasa pero con una gran
cantidad de masa muscular podrían tener sobrepeso según las normas
arbitrarias establecidas. El peso corporal sigue una distribución continua en las poblaciones, por lo que la distinción médicamente relevante
entre personas delgadas y obesas es algo arbitraria. Por ello, la mejor
forma de definir la obesidad es a través de su relación con la morbilidad
o la mortalidad.
Aunque no es una medida directa de adiposidad, el método mas utilizado para medir la obesidad es el índice de masa corporal (BMI, body
mass index), que es igual al peso/talla2 (expresado en kg/m2) (fig. 77-1).
Otras formas de cuantificar la obesidad son la antropometría (grosor del
pliegue cutáneo), la densitometría (peso bajo el agua), la tomografía
computarizada (CT, computed tomography) o la resonancia magnética
(MRI, magnetic resonance imaging), y la impedancia eléctrica. Según los
datos de las Metropolitan Life Tables, los BMI del punto medio de todas
las tallas y estructuras corporales de los varones y mujeres oscilan entre
19 y 26 kg/m2; para un BMI similar, las mujeres tienen más grasa corporal que los varones. A partir de datos inequívocos de morbilidad importante, el BMI más utilizado como umbral de obesidad para varones y
mujeres es igual a 30. Los estudios epidemiológicos a gran escala indican que la morbilidad por todas las causas, de tipo metabólico y de tipo
cardiovascular, comienza a aumentar (aunque a ritmo lento) cuando el
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Zeigler TR: Parenteral nutrition in the critically ill patient. N Engl J
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BMI alcanza la cifra de 25 o más, lo que sugiere que el límite para la
obesidad debería rebajarse. La mayoría de los autores utilizan el término
sobrepeso (en lugar de obesidad) para referirse a las personas con BMI
situados entre 25 y 30. Debe considerarse que los BMI de 25 a 30 son de
importancia médica y que requieren de intervención terapéutica, sobre
todo en presencia de factores de riesgo en los que influya la obesidad,
como la hipertensión o la intolerancia a la glucosa.
La distribución del tejido adiposo en los distintos depósitos anatómicos también es importante en relación con la morbilidad. La grasa intraabdominal y subcutánea abdominal es más significativa, que la grasa
subcutánea de las nalgas y las extremidades inferiores. La forma más
fácil de distinguirlas es determinando el índice cintura-cadera, que
resulta anormal con cifras >0.9 en la mujer y >1.0 en el varón. Muchas
de las consecuencias más importantes de la obesidad, como la resistencia a la insulina, la diabetes, la hipertensión y la hiperlipidemia, así como
el hiperandrogenismo en la mujer, guardan una relación más estrecha
con la grasa intraabdominal, con la grasa de la parte superior del cuerpo,
o con ambas localizaciones, que con la adiposidad global (cap. 242). No
se conoce con exactitud el mecanismo que justifica esta asociación, aunque puede estar relacionado con el hecho de que los adipocitos intraabdominales tienen mayor actividad lipolítica que los de los otros
depósitos. La liberación de ácidos grasos libres hacia la circulación portal ejerce acciones metabólicas adversas, sobre todo en el hígado. Un
terreno que se investiga activamente es el de determinar si las adipocinas
y las citocinas secretadas por adipocitos viscerales intervienen en forma
adicional en las complicaciones generalizadas de la obesidad.
■ PREVALENCIA
Estudios realizados por la National Health and Nutrition Examination
Surveys (NHANES), indican que el porcentaje de adultos estadounidenses con obesidad (BMI >30) ha aumentado de 14.5 (entre 1976 y 1980)
a 33.9% (entre 2007 y 2008). En esos mismos años se detectó sobrepeso
(definido como BMI >25) hasta en 68% de adultos estadounidenses de
20 años o mayores. La obesidad extrema (BMI ≥40) ha aumentado y
ahora afecta a 4.7% de la población. La prevalencia de la obesidad médicamente significativa ha despertado enorme interés y preocupación. La
obesidad es mucho mas frecuente en mujeres y personas pobres; además
de estadounidenses de raza negra e hispánicos la prevalencia en niños
aumenta cada día a un ritmo preocupante.
■ REGULACIÓN FISIOLÓGICA DEL BALANCE ENERGÉTICO
Pruebas convincentes indican que la regulación del peso corporal
depende tanto de factores endocrinos como nerviosos que, en último
término, influyen en los brazos efectores del consumo y gasto energético. Este complejo sistema regulador resulta necesario porque incluso
desequilibrios pequeños entre el consumo y el gasto energético terminan por tener importantes efectos en el peso corporal. Por ejemplo, un
desequilibrio positivo de 0.3% durante 30 años daría lugar a un aumento de peso de 9 kg. Esta regulación fina del equilibrio energético no puede evaluarse fácilmente por el simple recuento de calorías en relación
péptido YY (PYY) y la colecistocinina,
elaborada en el intestino delgado, que
envían señales al encéfalo por la acción
340
directa en los centros de control hipota150
320
125
lámicos, a través del nervio neumogástri140
co o ambos. Los metabolitos, entre ellos
50
300
Índice de masa corporal
130
[kg/m2]
la glucosa, pueden influir en el apetito,
280
130
como lo demuestra el efecto de la hipo70
120
260
glucemia, la cual provoca sensación de
hambre; sin embargo, en condiciones
110
135
60
240
MUJERES
VARONES
normales, la glucosa no es un factor
RIESGO
RIESGO
100
importante en la regulación del apetito.
220
55
50
RELATIVO
RELATIVO
140
95
Esas diversas señales hormonales, meta200
90
bólicas y nerviosas influyen en la expreMUY ALTO
MUY ALTO
145
190
40
sión y liberación de distintos péptidos
85
180
ALTO
ALTO
hipotalámicos [p. ej., el neuropéptido
80
170
150
Y (NPY), el péptido relacionado con
75
MODERADO
MODERADO
60
agouti (AgRP, Agouti-related peptide), la
160
30
70
155
hormona estimuladora de los melanoci150
tos alfa (α-MSH, alpha melanocyte-stiBAJO
BAJO
65
140
mulating hormone) así como la hormona
160
60
concentradora de melanina (MCH, mela130
MUY BAJO
MUY BAJO
nin-concentrating
hormone)], los cuales
165
65
20
55
120
se integran con las vías de señalización
serotoninérgicas, catecolaminérgicas, ca170
110
50
nabinoides y de los opiáceos (véase más
175
adelante en el presente capítulo). Parece
100
45
que los factores psicológicos y culturales
70
95
180
también participan en la expresión final
90
40
del apetito. Salvo en síndromes poco fre85
185
cuentes en que intervienen la leptina, su
80
10
35
receptor y el sistema de la melanocorti190
75
75
na, los defectos de esta compleja trama
70
de control del apetito de los que depen195
30
den las causas más habituales de obesi65
200
dad siguen siendo poco definidos.
60
80
El gasto energético consta de los
205
siguientes
componentes: 1) índice
25
55
210
metabólico basal o de reposo, 2) costo
85
energético de la metabolización y alma50
cenamiento de los alimentos, 3) efecto
Figura 77-1 Nomograma para estimar el índice de masa corporal. Para utilizar este recurso debe colocarse una
térmico del ejercicio y 4) termogénesis
regla u otro instrumento rectilíneo entre el peso corporal (sin ropa), en kilogramos o libras, situado en la parte izquierda,
adaptativa, que varía con el aporte calóriy la talla (sin zapatos), en centímetros o pulgadas, situada al lado derecho. El índice de masa corporal se lee desde el
co crónico (elevándose cuando aumenta
centro de la escala y se expresa en unidades métricas. (Copyright 1979, George A. Bray, M.D., con autorización.)
este último). El metabolismo basal representa alrededor de 70% del gasto energético diario, mientras que la actividad
física aporta 5 a 10%.
con la actividad física. Más bien, la regulación o la disregulación del
Por lo tanto, un componente importante del consumo diario de enerpeso corporal dependen de una interrelación compleja de señales hor- gía es fijo.
monales y nerviosas. Las alteraciones del peso estable mediante la
Los modelos genéticos en ratones indican que las mutaciones de algusobrealimentación forzada o la privación de alimentos induce cambios nos genes (como sería la supresión “selectiva” del receptor de insulina en
fisiológicos destinados a oponerse a estas perturbaciones: con la pérdida el tejido adiposo) protegen de la obesidad, al parecer al incrementar el
de peso, el apetito aumenta y el gasto de energía disminuye; en la sobre- consumo de energía. La termogénesis adaptativa tiene lugar en el tejido
alimentación, el apetito disminuye y el gasto energético aumenta. Sin adiposo pardo (BAT, brown adipose tissue), que participa de manera
embargo, este último mecanismo compensador suele fracasar, lo que importante en el metabolismo energético de muchos mamíferos. Al conpermite el desarrollo de la obesidad cuando los alimentos son abundan- trario que el tejido adiposo blanco, donde la energía se almacena en fortes y la actividad física es limitada. Un regulador importante de estas ma de lípidos, el BAT gasta la energía acumulada en forma de calor. Una
respuestas adaptativas es la hormona derivada de los adipocitos, la proteína de desacoplamiento (UCP-1, uncoupling protein) de las mitoconleptina, que actúa a través de circuitos encefálicos (ante todo en el hipo- driales del BAT disipa el gradiente de iones de hidrógeno en la cadena de
tálamo), influyendo en el apetito, el gasto energético y la función neu- la respiración oxidativa y libera energía en forma de calor. La actividad
roendocrina (véase más adelante en el presente capítulo).
metabólica del BAT aumenta por una acción central de la leptina, efecEl apetito depende de muchos factores que son integrados en el encé- tuada a través del sistema nervioso simpático, que inerva este tejido. En
falo, ante todo en el hipotálamo (fig. 77-2). Las señales que alcanzan el los roedores, el déficit de BAT produce obesidad y diabetes; la estimulacentro hipotalámico consisten en impulsos nerviosos aferentes, hormo- ción del BAT con un agonista adrenérgico específico (agonista β3) protenas y metabolitos. Las aferencias vagales son especialmente importan- ge frente a la diabetes y la obesidad. Aunque el ser humano posee BAT
tes, ya que llevan la información procedente de las vísceras, por ejemplo, (ante todo los recién nacidos), y aunque no se ha establecido su función,
la distensión del aparato digestivo. Las señales hormonales incluyen las la identificación de BAT funcional en muchos adultos utilizando imágede leptina, insulina, cortisol y péptidos intestinales; entre estos últimos nes por PET ha incrementado el interés en las implicaciones de los tejiestán la grelina, sintetizada en el estómago, que estimula el comer, y el dos para la patogenia y tratamiento de la obesidad.
Peso
kg
lb
cm
Talla
pulg
CAPÍTULO 77
Biología de la obesidad
623
Factores
psicológicos
Controladores centrales
del apetito
Factores
culturales
Aumentan
Reducen
el apetito
α-MSH
NPY
CART
MCH
GLP-1
AgRP
Serotonina
Orexina
Endocanabinoide
PARTE 6
Aferentes
nerviosas
(vagales)
Péptidos intestinales
CCK
Grelina
PYY
Hormonas
Leptina
Insulina
Cortisol
Metabolitos
Glucosa
Cetonas
Nutrición
Figura 77-2 Factores que regulan el apetito por medio de efectos en los
circuitos nerviosos centrales. Se indican algunos factores que aumentan o reducen
el apetito. NPY, neuropéptido Y; MCH, hormona concentradora de melanina; AgRP,
péptido relacionado con agouti; MSH, hormona estimuladora de los melanocitos;
CART, transcrito relacionado con la cocaína y la anfetamina; GLP-1, péptido 1 relacionado con el glucagon; CCK, colecistocinina.
■ LOS ADIPOCITOS Y EL TEJIDO ADIPOSO
El tejido adiposo está formado por células adiposas que almacenan lípidos y un componente estromático/vascular en el que residen los preadipocitos. El aumento de la masa adiposa se debe al incremento de tamaño
de las células adiposas por depósito de lípidos y también al incremento
del número de adipocitos. El tejido adiposo obeso se caracteriza también por mayor número de macrófagos infiltrantes. El proceso por el
que estos últimos se forman a partir de los preadipocitos mesenquimatosos supone un conjunto de pasos de diferenciación en los que participa una cascada de factores de transcripción específicos. Uno de los
factores clave es el receptor activado por el proliferador de los peroxisomas gamma (PPAR-γ, peroxisome proliferator-activated receptor gamma), un receptor nuclear que se une a los fármacos del grupo de las
tiazolidinedionas sensibilizantes a la insulina utilizados en el tratamiento de la diabetes tipo 2 (cap. 344).
Aunque, en general, se considera que los adipocitos actúan como
depósito para el almacenamiento de la grasa, también son células endocrinas que liberan múltiples moléculas de forma regular (fig. 77-3),
entre ellas la hormona reguladora del balance de energía, la leptina, citocinas como el factor de necrosis tumoral α (TNF, tumor necrosis factor),
e interleucina (IL)-6, factores del complemento como el factor D (llamado también adipsina), productos protrombóticos, como el inhibidor del
activador del plasminógeno I, y un componente del sistema regulador
de la presión arterial, el angiotensinógeno. La adiponectina, proteína
abundante proveniente de tejido adiposo, cuyos niveles disminuyen en
la obesidad, intensifican la sensibilidad a la insulina y la oxidación de
lípidos y posee propiedades de protección vascular, en tanto que la resistina y la proteína de unión retiniana (RBP4, retinal binding protein 4),
Factores complementarios
Factor D/adipsina
Adipocito
Otras
PAI-1
Angiotensinógeno
RBP4
Enzimas
Aromatasa
11β-HSD-1
624
Hormonas
Leptina
Adiponectina
Resistina
Citocinas
TFN-α
IL-6
Sustratos
Ácidos grasos libres
Glicerol
Figura 77-3 Factores liberados por los adipocitos con posible influencia en
los tejidos periféricos. PAI, inhibidor del activador del plasminógeno TNF, factor de
necrosis tumoral; RBP4, proteína de unión retiniana 4.
cuyos niveles aumentan en la obesidad, pueden inducir resistencia a la
insulina. Esos factores y otros no identificados intervienen en la homeostasia de lípidos, la sensibilidad a la insulina, el control de la presión arterial y la coagulación, y posiblemente contribuyen a las patologías
vinculadas con la obesidad.
■ ETIOLOGÍA DE LA OBESIDAD
Aunque se están empezando a conocer las vías moleculares que regulan
el balance de energía, las causas de la obesidad siguen siendo desconocidas. En parte, ello refleja el hecho de que bajo el término obesidad se
agrupan diversos trastornos heterogéneos. En cierta medida, la fisiopatología de la obesidad parece sencilla: un exceso crónico de consumo de
nutrientes en relación con el gasto de energía. Sin embargo, debido a la
complejidad de los sistemas neuroendocrinos y metabólicos que regulan el consumo, almacenamiento y gasto energéticos, resulta difícil
cuantificar todos los parámetros pertinentes (p. ej., la ingestión de alimentos y el gasto de energía) a lo largo del tiempo.
Función de los genes y del ambiente
Es frecuente observar familias enteras obesas, y la herencia del peso corporal es similar a la de la estatura. Sin embargo, la herencia no suele ser
mendeliana y es difícil establecer dónde acaba la intervención de los
genes y dónde comienza la de los factores ambientales. En relación con
la obesidad, los hijos adoptivos suelen parecerse más a sus padres biológicos que a los adoptivos, lo que respalda claramente la participación de
las influencias genéticas. De igual forma, los BMI de los gemelos idénticos son muy similares, tanto si crecen juntos como si lo hacen separados, y guardan entre ellos una relación mucho más directa que los BMI
de los gemelos dicigotos. Parece que los efectos genéticos influyen tanto
en el consumo como en el gasto energético.
Sea cual sea la participación de los genes, está claro también que el
ambiente desempeña una participación esencial en la obesidad, como lo
demuestra el hecho de que la hambruna impide la obesidad incluso en
las personas con mayor propensión a ella. Además, el reciente aumento
de la prevalencia de obesidad en Estados Unidos es demasiado rápido
como para deberse a un cambio del conjunto de los genes. Sin duda, los
genes influyen en la predisposición a la obesidad, cuando se conjugan
con formas de alimentación específicas y la disponibilidad de nutrientes. También son importantes los factores culturales relacionados tanto
con la disponibilidad como con la composición de la dieta y con las
modificaciones del grado de actividad física. En las sociedades industrializadas, la obesidad es más frecuente en las mujeres pobres, mientras
que en los países subdesarrollados lo es en las mujeres de nivel socioeconómico alto. En los niños existe cierto grado de correlación entre el
sobrepeso y el tiempo que pasan viendo la televisión. A pesar de que la
composición de la dieta en la obesidad sigue generando controversia,
parece ser que la alimentación con demasiada grasa puede estimular la
aparición del problema en particular, cuando se combina con el consumo de abundantes carbohidratos simples (a diferencia de los complejos).
Factores ambientales adicionales pueden contribuir a la mayor prevalencia de obesidad. Correlaciones epidemiológicas y datos de experimentación sugieren que la privación del sueño hace que aumente la
frecuencia de obesidad. Los cambios en el microbioma intestinal con
capacidad de alterar el equilibrio energético están recibiendo apoyo
experimental de estudios en animales y la posible participación de
infecciones virales que produzcan obesidad continúa recibiendo atención esporádica.
Síndromes genéticos específicos
Desde hace muchos años se sabe que la obesidad en roedores se debe a
varias mutaciones distintas distribuidas por el genoma. La mayor parte
de las mutaciones de un solo gen producen tanto hiperfagia como disminución del gasto energético, lo que indica la existencia de un nexo
entre ambos parámetros de la homeostasis de la energía. La identificación de la mutación del gen ob en los ratones genéticamente obesos (ob/
ob) fue un importante avance en este campo. El ratón ob/ob acaba padeciendo una obesidad grave con resistencia a la insulina e hiperfagia, así
Encéfalo
Hipotálamo
Glucosa y metabolismo de lípidos
Hambre/saciedad
Termogénesis/sistema autonómico
Función neuroendocrina
Células beta
Elementos efectores
Células inmunitarias
periféricos
Otras
Estado prandial/
obesidad
Adipocito
Leptina
Estado de ayuno
Figura 77-4 Sistema fisiológico regulado por la leptina. La elevación o el
descenso de las concentraciones de leptina actúan a través del hipotálamo para
regular el apetito, el gasto energético y la función neuroendocrina y a través de
localizaciones periféricas para influir en sistemas como el inmunitario.
como un metabolismo eficiente (p. ej., engorda aun cuando recibe el
mismo número de calorías que sus compañeros de camada delgados). El
producto del gen ob es el péptido leptina, nombre derivado de la raíz
griega leptos, que significa delgado. Las células adiposas secretan leptina, que actúa a través del hipotálamo. Su nivel de producción constituye
un índice de los depósitos energéticos adiposos (fig. 77-4). Cuando sus
niveles son altos, la ingestión de alimentos disminuye y el gasto energético aumenta. Otro ratón mutado, db/db, resistente a la leptina, tiene
una mutación en el receptor de esta hormona y sufre un síndrome simi-
Biología de la obesidad
Leptina
CAPÍTULO 77
Barrera hematoencefálica
lar. El gen ob existe en el ser humano y se expresa en las células adiposas.
Se han descrito varias familias con obesidad mórbida de comienzo precoz debida a mutaciones que inactivan la leptina o su receptor, lo que
demuestra la importancia biológica de la leptina en el ser humano. La
obesidad en estos individuos comienza poco después del nacimiento, es
grave y se acompaña de alteraciones neuroendocrinas. La anomalía más
importante es un hipogonadismo hipogonadotrópico, que cede con el
aporte sustitutivo de leptina. En el modelo del ratón se observan también hipotiroidismo central y retraso del crecimiento, pero no está claro
que estas alteraciones aparezcan asimismo en el déficit humano de leptina. Por el momento no hay pruebas de que las mutaciones o los polimorfismos de los genes de la leptina o su receptor desempeñen una
función importante en las formas habituales de obesidad.
Existen mutaciones de otros genes que también producen obesidad
grave en el ser humano (cuadro 77-1) pero todos estos síndromes son
raros. Las mutaciones del gen que codifica la proopiomelanocortina
(POMC) provocan obesidad grave debida a la falta de síntesis de MSH
alfa (α-MSH), un neuropéptido fundamental que inhibe el apetito
actuando sobre el hipotálamo. La ausencia de POMC también induce
una insuficiencia suprarrenal secundaria a la falta de corticotropina
(ACTH, adrenocorticotropic hormone), también piel pálida y cabello
rojo se debe a la ausencia de α-MSH. Por otra parte, parece que las
mutaciones de la proenzima convertasa 1 (PC-1) causan obesidad por la
imposibilidad de sintetizar α-MSH a partir de su precursor, el péptido
POMC. La α-MSH se une al receptor de la melanocortina de tipo 4
(MC4R), un receptor hipotalámico esencial que inhibe la ingestión de
comida. Al parecer, las mutaciones heterocigotas de dicho receptor
explicarían hasta 5% de los casos de obesidad intensa. Los cinco defectos genéticos señalados definen una vía por la cual la leptina (al estimular POMC e incrementar α-MSH) restringe el consumo de alimentos y
limita el peso (fig. 77-5). Los resultados de los estudios de asociación de
genoma completo para identificar el locus genético causante de la obesidad en la población general han sido desalentadores. Se han identificado
más de 10 loci relacionados con la obesidad, pero en conjunto explican
menos del 3% de las variaciones interindividuales en el índice de masa
corporal. El nombre que más se repite es el del gen FTO, cuya función se
desconoce, pero que al igual que muchos de los descritos en fechas
recientes, se expresa en el cerebro. Se calcula que el factor hereditario de
la obesidad es de 40 a 70%, por lo que es probable que aún deban identificarse muchos de estos loci.
Además de estos genes humanos de la obesidad, los estudios en roedores han revelado otras posibles moléculas que podrían actuar como
CUADRO 77-1 Algunos genes de la obesidad en los seres humanos y los ratones
En el ser
humano
En roedores
La mutación impide que la leptina libere señales de
saciedad; el encéfalo percibe inanición
Sí
Sí
Receptor de la leptina
Lo mismo que en el apartado anterior
Sí
Sí
POMC
Proopiomelanocortina, un precursor de varias
hormonas y neuropéptidos
La mutación impide la síntesis de hormona estimuladora de los melanocitos (MSH), una señal de saciedad
Sí
Sí
MC4R
Receptor de tipo 4 de la MSH
La mutación impide recibir la señal de saciedad en la
MSH
Sí
Sí
AgRP
Péptido similar a agouti, un neuropéptido que se
expresa en el hipotálamo
La sobreexpresión inhibe la señal a través de MC4R
No
Sí
PC-1
Convertasa 1 de prohormona, una enzima procesadora
La mutación impide la síntesis de neuropéptido,
probablemente de MSH
Sí
No
Fat
Carboxipeptidasa E, una enzima procesadora
Lo mismo que en el apartado anterior
No
Sí
Tub
Tub, una proteína hipotalámica de función desconocida
Disfunción hipotalámica
No
Sí
TrkB
TrkB, un receptor de neurotropina
Hiperfagia debida a un defecto hipotalámico no
caracterizado
Sí
Sí
Gen
Producto del gen
Mecanismos de la obesidad
Lep (ob)
Leptina, una hormona derivada de la grasa
LepR (db)
625
Enzima procesadora PC-1
Leptina
Expresión de
proopiomelanocortina
(POMC)
Señal del
receptor
de leptina
α-MSH
Señal del
receptor de
melanocortina 4
Disminución
del apetito
AgRP
PARTE 6
Mutaciones
humanas
conocidas
Nutrición
Figura 77-5 Vía central utilizada por la leptina para regular el apetito y el
peso corporal. La leptina induce, por medio de la proopiomelanocortina (POMC), un
aumento de producción de hormona estimuladora de los melanocitos alfa (α-MSH)
por las neuronas del hipotálamo. Esta producción requiere la presencia de la enzima
procesadora PC-1 (proenzima convertasa 1). La α-MSH actúa como agonista en los
receptores de melanocortina 4, en los que inhibe el apetito, mientras que el neuropéptido AgRp (péptido relacionado con el agouti) actúa como antagonista de dichos
receptores. Las flechas color verde oscuro indican las mutaciones causantes de
obesidad en el ser humano.
mediadores hipotalámicos de la obesidad o de la delgadez en el ser
humano. El gen tub codifica un péptido hipotalámico de función desconocida, cuya mutación produce una obesidad de aparición tardía. El gen
fat codifica la carboxipeptidasa E, una enzima que interviene en el procesamiento de los péptidos; la mutación de este gen parece producir
obesidad por falta de producción de uno o varios neuropéptidos. Las
neuronas del núcleo arqueado coexpresan AgRP y NPY. El primero de
ellos se opone a la acción de la α-MSH en los receptores MC4 y su
expresión excesiva produce obesidad. En cambio, el ratón con deficiencia en el péptido MCH (cuya administración originaría el consumo de
alimentos) es delgado.
Existen varios síndromes humanos complejos con esquemas hereditarios definidos que se vinculan con obesidad (cuadro 77-2). Aunque
por el momento no se han definido los genes específicos, es probable que
su identificación sirva para aumentar nuestros conocimientos sobre las
formas más comunes de obesidad humana. En el síndrome de PraderWilli, la obesidad coexiste con talla corta, retraso mental, hipogonadismo hipogonadotrópico, hipotonía, manos y pies pequeños, deformidad
en boca de pez e hiperfagia. Muchos enfermos tienen supresión en el
cromosoma 15 y la menor expresión de la necdina, una proteína señalizante, pudiera ser causa importante de deficiencia en el desarrollo nervioso hipotalámico en dicho trastorno (cap. 62). El síndrome de
Bardet-Biedl (BBS, Bardet-Biedl syndrome) es un cuadro heterogéneo
genéticamente caracterizado por obesidad, retardo mental, retinitis pigmentada, malformaciones renales y cardiacas, polidactilia e hipogonadismo hipogonadotrópico.
Se han identificado al menos 12 loci genéticos, y la mayor parte de las
proteínas codificadas forma dos complejos multiproteínicos que participan en la función ciliar y en el transporte intracelular basado en microtúbulos. Evidencia reciente sugiere que las mutaciones podrían alterar el
tráfico del receptor de leptina en neuronas hipotalámicas clave, produciendo resistencia a la leptina.
CUADRO 77-2 Comparación entre los síndromes de obesidad: hipogonadismo y retraso mental
Síndrome
Característica
de Prader-Willi
de Laurence-Moon-Biedl
de Ahlstrom
de Cohen
de Carpenter
Hereditaria
Esporádica; dos tercios
tienen defecto
Autosómica recesiva
Autosómica recesiva
Probablemente autosómica recesiva
Autosómica recesiva
De la estatura
Baja
Normal; a veces baja
Normal; a veces baja
Baja o alta
Normal
De la obesidad
Generalizada
Generalizada
Troncal
Troncal
Troncal, glútea
Moderada a intensa
Comienzo precoz
1-2 años
Comienzo precoz
2-5 años
Mitad de la infancia,
5 años
Sin características distintivas
Sin características
distintivas
Puente nasal alto
Acrocefalia
Ojos almendrados
Paladar ojival
Puente nasal plano
Estrabismo
Boca abierta
Paladar ojival
Boca en forma de V
Surco nasolabial corto
Comienzo: 1-3 años
Craneofacial
Diámetro bifrontal
estrecho
Paladar ojival
Extremidades
Manos y pies pequeños
Polidactilia
Sin anomalías
Hipotonía
Hipotonía
Polidactilia
Manos y pies estrechos
Sindactilia
Rodilla valga
(piernas en X)
Función reproductora
Hipogonadismo primario
Hipogonadismo primario
Hipogonadismo en
varones pero no en
mujeres
Otras
Hipoplasia del esmalte
Pabellones auriculares
displásicos
Hiperfagia
Retraso de la pubertad
Función gonadal normal Hipogonadismo secundario
o hipogonadismo
hipogonadotrópico
Tendencia a las rabietas
Habla nasal
Retraso mental
626
Leve a moderado
Inteligencia normal
Leve
Ligero
Los pacientes con insulinoma suelen engordar a consecuencia de la sobrealimentación que realizan para evitar los síntomas de
la hipoglucemia (cap. 345). El aumento de sustrato, junto con los altos
niveles de insulina, estimulan el almacenamiento de energía en forma
de grasa. Aunque este fenómeno puede ser importante en algunos casos,
en la mayor parte tiene una importancia sólo relativa.
Insulinoma
Craneofaringioma y otros trastornos que afectan al hipotálamo Ya se
deban a tumores, a traumatismos o a inflamaciones, las alteraciones
funcionales de los sistemas hipotalámicos que controlan las sensaciones de saciedad y de hambre y el gasto energético pueden ocasionar
distintos grados de obesidad (cap. 339). No es frecuente, sin embargo,
identificar una base anatómica concreta que justifique estos trastornos.
Es probable que las alteraciones sutiles del hipotálamo sean una causa
mas frecuente de obesidad de lo que permiten confirmar las técnicas
con que hoy se cuenta. La hormona del crecimiento (GH, growth hormone), que posee actividad lipolítica, disminuye en la obesidad y
aumenta con el adelgazamiento. A pesar de los bajos niveles de hormona de crecimiento, la producción de factor de crecimiento tipo insulina
I (IGF, insulin-like growth factor) (somatomedina) es normal, lo que
indica que la supresión de la GH es una respuesta compensadora al
aumento del aporte nutritivo.
Patogenia de la obesidad habitual
La obesidad puede deberse al aumento del consumo de energía, a la disminución de su gasto, o a una combinación de ambos factores. Por tanto,
el estudio de la obesidad debe incluir mediciones de ambos parámetros.
Sin embargo, resulta casi imposible llevar a cabo mediciones directas y
exactas del aporte energético en personas que llevan una vida normal.
En concreto, que los obesos tienden a minusvalorar sus ingestas. Desde
hace poco tiempo es posible realizar mediciones del gasto energético
crónico, para lo que se usa agua doblemente marcada o cámaras metabólicas. En las personas con peso y composición corporal estables, la
ingesta de energía es igual a su consumo. Por tanto, estas técnicas permiten determinar la ingesta de energía en personas que hacen una vida
normal. En la obesidad crónica, el nivel del gasto energético es distinto
durante la obesidad establecida, en los periodos de aumento o pérdida
de peso, y en los estados preobesidad y posobesidad. Los estudios que no
tienen en cuenta este fenómeno son difíciles de interpretar.
Existe un interés creciente por el concepto de “punto de ajuste” del
peso corporal. Esta idea se basa en los mecanismos fisiológicos centrados en torno a un sistema de sensores del tejido adiposo, que reflejan el
estado de los depósitos de grasa, y un receptor o “adipostato”, situado en
los centros hipotalámicos. Cuando los depósitos de grasa se vacían, la
señal emitida por el adipostato es baja y el hipotálamo responde estimulando el hambre y disminuyendo el gasto energético para conservar la
energía. Al contrario, cuando los depósitos de grasa son abundantes, la
¿Cuál es el consumo de alimentos en la obesidad
(comen los obesos más que los delgados)?
Esta cuestión es origen de muchos debates, originados en parte por las
dificultades metodológicas de la medición de la ingesta alimenticia.
Muchas personas obesas creen comer pequeñas cantidades de alimentos, afirmación a menudo corroborada por los resultados de los cuestionarios sobre consumo de alimentos. Sin embargo, hoy se sabe que el
gasto energético medio aumenta a medida que lo hace la obesidad, sobre
todo porque la masa de tejido magro metabólicamente activo también se
incrementa con la obesidad. Teniendo en cuenta las leyes de la termodinámica, las personas obesas deben comer más que la media de las personas delgadas para mantener su mayor peso. Sin embargo, puede suceder
que un grupo de individuos predispuestos a la obesidad lleguen a ser
obesos sin que al principio aumenten su consumo calórico absoluto.
¿Cuál es el estado del gasto energético en la obesidad?
Cuando se mide en personas con un peso estable, el promedio de gasto
energético diario total es mayor en los obesos que en los delgados. Sin
embargo, este gasto disminuye a medida que lo hace el peso, en parte
debido a la pérdida de masa corporal magra y la disminución de la actividad nerviosa simpática. Cuando alcanzan un peso casi normal y lo
mantienen durante cierto tiempo, el gasto energético de (algunos) obesos es menor que el de (algunos) individuos delgados. Los pacientes que
presentan obesidad durante la lactancia o la infancia tienen, en general,
un índice de gasto energético en reposo menor que el de los niños que
permanecen delgados.
La base fisiológica de los distintos índices del gasto energético (para
un peso corporal y un nivel de consumo energético determinados) sigue
siendo prácticamente desconocida. En algunas poblaciones (aunque no
en todas), una mutación del receptor adrenérgico β3 humano podría
asociarse a un mayor riesgo de obesidad o de resistencia a la insulina.
Un componente descrito de la termogénesis, denominado termogénesis de la actividad sin ejercicio (NEAT, nonexercise activity thermogenesis), que establece la relación con la obesidad. Se trata de la termogénesis
que acompaña a las actividades físicas distintas del ejercicio voluntario,
como las de la vida diaria, la agitación nerviosa, las contracciones musculares espontáneas y la conservación de la postura. La NEAT es la causa
de dos terceras partes del aumento de gasto energético diario inducido
por la sobrealimentación. La amplia variación del depósito de grasa
observada en las personas sobrealimentadas depende del grado de
NEAT inducida. Se desconocen la base molecular y la regulación de la
termogénesis de la actividad sin ejercicio.
Biología de la obesidad
Cuando se valora obesidad debe considerarse la posibilidad de hipotiroidismo, aunque es una causa poco frecuente; esta enfermedad es fácil de descartar al medir la hormona tirotropina (TSH,
thyroid-stimulating hormone). Gran parte del aumento de peso del hipotiroidismo se debe al mixedema (cap. 341).
Hipotiroidismo
señal aumenta y el hipotálamo responde disminuyendo el hambre e
incrementando el gasto energético. El reciente descubrimiento del gen
ob y de su producto, la leptina, y el gen db, cuyo producto es el receptor
de leptina, proporcionan una base molecular a este concepto fisiológico
(véase antes en el presente capítulo).
CAPÍTULO 77
Otros síndromes específicos vinculados a obesidad
Síndrome de Cushing Aunque es frecuente que los pacientes obesos
tengan obesidad central, hipertensión e intolerancia a la glucosa, no suelen presentar otras características del síndrome de Cushing (cap. 342).
Sin embargo, a menudo se contempla un posible diagnóstico de este
síndrome. En la obesidad simple puede aumentar la producción de cortisol y sus metabolitos urinarios (esteroides 17OH) pero, a diferencia de
lo que ocurre en el síndrome de Cushing, las concentraciones sanguíneas y urinarias de la hormona son normales, tanto en situación basal
como en respuesta a la hormona liberadora de corticotropina (CRH,
corticotropin-releasing hormone) o a la ACTH; la prueba de supresión
con 1 mg de dexametasona durante la noche es normal en 90% de los
obesos, y en el resto lo es la prueba convencional de supresión con dexametasona en dosis bajas de dos días de duración. La obesidad puede
vincularse con la reactivación local de cortisol en la grasa por acción de
la deshidrogenasa 1 de 11β-hidroxiesteroide, enzima que transforma la
cortisona en cortisol.
La leptina en la obesidad típica
La gran mayoría de las personas obesas tiene niveles altos de leptina,
pero no mutaciones de ella ni de su receptor. Por tanto, se podría pensar
en forma de “resistencia funcional a la leptina”. Los datos según los cuales algunas personas producen menos leptina por unidad de masa grasa
que otras o que tienen una forma de déficit relativo de leptina que predispone a la obesidad son, por el momento, contradictorios. No se ha
establecido el mecanismo de resistencia a la leptina ni si es posible superar dicha resistencia elevando las concentraciones de la sustancia. Algunos datos indican que quizá la leptina no atraviese con facilidad la
barrera hematoencefálica cuando sus niveles aumentan.
Estudios en animales han generado datos de que los inhibidores de las
señales de leptina, como SOCS3 y PTP1b, intervienen en el estado de
resistencia a ella.
■ CONSECUENCIAS PATOLÓGICAS DE LA OBESIDAD
(Véase también cap. 78.) La obesidad tiene graves efectos adversos en la
salud. Se asocia con el incremento en la cifra de mortalidad, y hay un
aumento de 50 a 100% en el riesgo de muerte de todos los orígenes, en
comparación con los sujetos de peso normal, más bien por causas car-
627
diovasculares. La obesidad y el sobrepeso en conjunto constituyen la
segunda causa de muerte evitable en Estados Unidos, y cada año cobran
la vida de más de 300 000 personas. Los índices de mortalidad aumentan conforme lo hace la obesidad, si en particular se acompaña de un
aumento de la grasa intraabdominal (véase antes en este capítulo). La
esperanza de vida de una persona moderadamente obesa puede acortarse dos a cinco años, y un varón de 20 a 30 años con BIM >45 puede
perder 13 años de vida. También se puede observar que el grado en que
la obesidad afecta sistemas orgánicos en particular es influida por genes
de susceptibilidad que varían en la población.
PARTE 6
Nutrición
628
Resistencia a la insulina y diabetes mellitus tipo 2
La hiperinsulinemia y la resistencia a la insulina son características
dominantes de la obesidad, aumentan con el incremento de peso y disminuyen con el adelgazamiento (cap. 242). La resistencia a la insulina
está más ligada a la grasa intraabdominal que a los depósitos en otros
lugares. Durante años se buscó el vínculo molecular entre la obesidad y
la resistencia a la insulina, y los principales factores investigados fueron:
1) la propia insulina, que induciría la regulación a la baja de su receptor,
2) los ácidos grasos libres, que se encuentran en mayores concentraciones y son capaces de alterar la acción de la insulina, 3) acumulación de
lípidos en el interior de la célula y 4) péptidos circulantes de diversos
tipos producidos por los adipocitos, que incluyen las citocinas TNF-α y
la interleucina 6, RBP4 y las “adipocinas” adiponectina y resistina que
tienen expresión alterada en adipocitos de individuos obesos y que pueden modificar la acción de la insulina. Los mecanismos adicionales son
la obesidad relacionada con inflamación, lo que incluye la infiltración de
macrófagos en tejidos, incluida la grasa así como la inducción de la respuesta del retículo endoplásmico a la tensión fisiológica, que puede ocasionar resistencia a la acción de la insulina en las células.
Pese a la resistencia casi universal a la insulina, la mayoría de los obesos no padece diabetes, lo que indica que para que ésta aparezca se
requiere una interacción entre la resistencia a la insulina provocada por
la diabetes y otros factores que predisponen a la enfermedad, como la
alteración de la secreción de la hormona (cap. 344). Sin embargo, la
obesidad es un factor de riesgo importante para la diabetes y hasta 80%
de los pacientes con diabetes tipo 2 es obeso. La pérdida de peso, incluso
en cantidad moderada, aumenta la sensibilidad a la insulina y, a menudo, mejora el control de la diabetes.
Trastornos de la reproducción
Los trastornos que afectan al eje reproductor se vinculan con obesidad
tanto en los varones como en las mujeres. El hipogonadismo masculino
se vincula con un aumento del tejido adiposo, que muchas veces se distribuye según un modelo más bien femenino. En los varones con >160%
del peso ideal, las concentraciones de testosterona plasmática y globulina ligadora de hormonas sexuales (SHBG, sex hormone-binding globulin) suelen ser bajas, mientras que los niveles de estrógenos (procedentes
de la conversión de los andrógenos suprarrenales en el tejido adiposo)
aumentan (cap. 346); en estos casos puede observarse ginecomastia. No
obstante, la mayoría de los pacientes conserva la masculinización, la
libido, la potencia y la espermatogénesis. En los varones con obesidad
mórbida, con un peso superior a 200% sobre el ideal, puede disminuir la
testosterona libre.
Desde hace mucho tiempo la obesidad se vincula con alteraciones
menstruales en las mujeres, ante todo en aquellas que presentan depósitos de grasa predominantes en la mitad superior del cuerpo (cap. 347).
Los datos más habituales consisten en aumento de la producción de
andrógenos, disminución de la SHBG e incremento de la conversión
periférica de andrógenos en estrógenos. La mayoría de las mujeres obesas con oligomenorrea padece un síndrome de ovario poliquístico
(PCOS, polycystic ovarian syndrome), con anovulación e hiperandrogenismo ovárico; 40% de las mujeres con PCOS es obeso. La mayoría de las
mujeres no obesas con este síndrome muestran resistencia a la insulina,
lo cual indica que dicha resistencia, la hiperinsulinemia, o la combinación de ambas, son la causa o contribuyen a la fisiopatología ovárica del
PCOS, tanto en obesas como en delgadas. En mujeres obesas con PCOS,
el adelgazamiento o el tratamiento con fármacos que sensibilizan a la
insulina suele restablecer la menstruación normal. El aumento de la conversión de androstenediona en estrógenos, que es más importante en las
mujeres con obesidad de la mitad inferior del cuerpo, podría contribuir
a la mayor incidencia de cáncer uterino de posmenopáusicas obesas.
Enfermedad cardiovascular
El estudio de Framingham reveló que la obesidad era un factor de riesgo
independiente para la incidencia de enfermedad cardiovascular [cardiopatía isquémica, accidente apopléjico e insuficiencia cardiaca congestiva
(CHF, congestive heart failure)] durante 26 años, tanto en varones como
en mujeres. El índice cintura:cadera podría ser el mejor factor de predicción de este riesgo. Cuando se relacionan con la obesidad los efectos
adicionales de la hipertensión y de la intolerancia a la glucosa, el efecto
adverso de aquélla se hace aún más evidente. El efecto de la obesidad en
la mortalidad cardiovascular femenina puede verse ya con valores de
BMI de tan sólo 25. La obesidad, sobre todo, el depósito de grasa en el
abdomen, se acompaña de un perfil de lípidos aterógeno; también hay
un mayor nivel del colesterol de las lipoproteínas de baja densidad
(LDL, low-density lipoprotein), de lipoproteínas de muy baja densidad y
de triglicéridos, y disminución en los niveles de colesterol de las lipoproteínas de alta densidad y menores niveles de la adiponectina, adipocina con propiedad protectora de vasos (cap. 356). La obesidad se asocia
también a hipertensión. Para medir la presión arterial en los obesos hay
que utilizar manguitos de gran tamaño, con el fin de evitar lecturas falsamente altas. La hipertensión inducida por la obesidad se asocia con un
aumento de la resistencia periférica y del gasto cardiaco, con un incremento del tono del sistema nervioso central, con una mayor sensibilidad a la sal y con la retención de ésta mediada por la insulina; a menudo
responde a un moderado adelgazamiento.
Neumopatía
La obesidad se puede acompañar de diversas anormalidades pulmonares; incluyen disminución de la distensibilidad de la pared torácica,
mayor trabajo de respiración, incremento de la ventilación por minuto
por aumento del metabolismo y disminución de la capacidad residual
funcional y del volumen de reserva espiratorio (cap. 252). La obesidad
profunda puede acompañarse de apnea hípnica obstructiva y del síndrome de “hipoventilacion por obesidad” en que hay disminución de las
respuestas de la respiración hipóxica e hipercápnica (cap. 264). La apnea
hípnica puede ser obstructiva (la mas común), central o mixta y acompaña a la hipertensión. El adelgazamiento (10 a 20 kg) suele producir
una mejoría considerable, como sucede con las pérdidas de peso importantes que siguen a la derivación gástrica o a la cirugía restrictiva. También se ha utilizado, con cierto éxito, la presión positiva continua en las
vías de la respiración.
Enfermedades hepatobiliares
La obesidad con frecuencia se relaciona con hepatopatía grasa no alcohólica (NAFLD, nonalcoholic fatty liver disease). La infiltración de grasa
hepática en casos de NAFLD puede progresar en un subgrupo de esteatohepatitis inflamatoria no alcohólica (NASH, nonalcoholic steatohepatitis) y con menos frecuencia a cirrosis y carcinoma hepatocelular. Se ha
observado que la esteatosis mejora después de la pérdida de peso, como
consecuencia de regímenes dietéticos o cirugía bariátrica. Es poco claro
el mecanismo de esta asociación. La obesidad se vincula con aumento
de la secreción biliar de colesterol, supersaturación de la bilis y con
mayor incidencia de cálculos biliares, ante todo de colesterol (cap. 311).
La incidencia de cálculos biliares sintomáticos es seis veces mayor en las
personas con peso superior a 50% del ideal. Paradójicamente, el ayuno
aumenta la supersaturación de la bilis, por reducir el componente fosfolipídico. La colecistitis inducida por el ayuno es una complicación de las
dietas extremas.
Cáncer
La obesidad en varones conlleva una cifra mayor de mortalidad por cáncer, incluido el de esófago, colon, recto, páncreas, hígado y próstata; la
obesidad en mujeres se asocia con una cifra mayor de mortalidad por
cáncer de vesícula biliar, conductos biliares, mamas, endometrio, cuello
uterino y ovarios. Algunas de estas últimas neoplasias quizá dependan
de las cifras mayores de conversión de la androstenediona en estrona en
tejido adiposo de obesos. Otros posibles mecanismos son aquellos en los
que las concentraciones de hormonas están relacionadas con el estado
nutricional, lo que incluye la insulina, leptina, adiponectina e IGF-I. En
fechas recientes se calculó que la obesidad es la causa de 14% de los fallecimientos por cáncer en varones y de 20% de mujeres en Estados Unidos.
LECTURAS ADICIONALES
CA P Í T U L O
78
Valoración
y tratamiento
de la obesidad
Robert F. Kushner
En la actualidad se ha clasificado a más de 66% de los adultos estadounidenses como personas con sobrepeso u obesas y la prevalencia de obesidad muestra un incremento rápido en gran parte de los países
industrializados. Hay un número cada vez mayor de niños y adolescentes obesos, lo cual denota que las tendencias actuales se acelerarán con
el paso del tiempo. La obesidad está relacionada con múltiples problemas de salud, incluidos hipertensión, diabetes mellitus, dislipidemia,
artropatías degenerativas y algunos cánceres. Por lo anterior, es importante que los médicos identifiquen, valoren y traten a personas obesas y
también a las que tienen problemas coexistentes.
■ VALORACIÓN
Los médicos deben tratar de identificar sistemáticamente la obesidad en
todos los adultos y brindar orientación para la pérdida sostenida de
peso. Las cinco etapas principales para valorar la obesidad que se describirán, incluyen: 1) interrogatorio centrado en la obesidad; 2) exploración física para conocer el grado y tipo de ella; 3) problemas coexistentes;
4) nivel de condición física, y 5) disposición de la persona para aceptar
y practicar cambios en su estilo de vida.
Interrogatorio centrado en la obesidad
Los datos del interrogatorio deben obtenerse de la respuesta a seis preguntas:
• ¿Qué factores contribuyen a la obesidad del paciente?
• ¿En qué forma la obesidad afecta la salud del individuo?
• ¿Cuál es el nivel de riesgo del sujeto, proveniente de la obesidad?
Froy O: Metabolism and circadian rhythms—Implications for obesity.
Endocr Rev 31:1, 2010
Misra A, Khurana L: Obesity and the metabolic syndrome in developing countries. J Clin Endocrinol Metab 93:S9, 2008
Morton GJ et al: Central nervous system control of food intake and
body weight. Nature 443:289, 2006
Virtanen KA et al: Functional brown adipose tissue in healthy adults.
N Engl J Med 360:1518, 2009
Walters RG et al: A new highly penetrant form of obesity due to deletions on chromosome 16p11.2. Nature 463:671, 2010
Zobel DP et al: Variants near MC4R are associated with obesity and
influence obesity-related quantitative traits in a population of middle-aged people: Studies of 14,940 Danes. Diabetes 58:757, 2009
• ¿Cuáles son los objetivos y expectativas del paciente?
• ¿La persona está motivada para comenzar un programa de control y
conservación del peso?
• ¿Qué tipo de ayuda necesita el paciente?
La mayor parte de los casos de obesidad se atribuye a características
conductuales que modifican los perfiles de alimentación y actividad física, pero en el interrogatorio se pueden identificar causas secundarias
que obligan a una valoración más detenida. Entre los trastornos por
considerar están el síndrome de ovario poliquístico, el hipotiroidismo, el
síndrome de Cushing y la enfermedad hipotalámica. También se debe
considerar el incremento ponderal por fármacos; entre sus causas frecuentes están los antidiabéticos (insulina, sulfonilureas, tiazolidinedionas); hormonas esteroideas; psicotrópicos; estabilizadores del estado de
ánimo (litio); antidepresivos (tricíclicos, inhibidores de monoaminooxidasa, paroxetina, mirtazapina) y antiepilépticos (valproato, gabapentina, carbamazepina). Otros fármacos como los antiinflamatorios no
esteroideos y los antagonistas del calcio pueden ocasionar edema periférico, pero no incrementan la cantidad de grasa corporal. La información
sobre la alimentación habitual y la actividad física del sujeto permite
detectar factores que contribuyen a la génesis de la obesidad, además de
identificar los comportamientos a los que se orientará el tratamiento;
este tipo de información se obtiene mejor por empleo de un cuestionario, en combinación con una entrevista.
Índice de masa corporal (BMI) y circunferencia abdominal
Tres datos antropométricos clave son importantes para valorar el grado
de obesidad: peso, talla y circunferencia abdominal. El índice de masa
corporal (BMI, body mass index) se calcula a partir del peso (kg)/talla
(m)2 o el peso en libras/talla en pulgadas elevada al cuadrado × 703 para
clasificar el estado ponderal y el riesgo de enfermedades (cuadros 78-1
y 78-2). El BMI se utiliza porque con él se obtiene una estimación de la
grasa corporal y está vinculado con el peligro de enfermedades. En la
región de Asia y el Pacífico se han propuesto cifras limítrofes de BMI
menores en relación con el sobrepeso y la obesidad, porque la población
de esa área al parecer muestra mayor peligro de sufrir trastornos relacionados con anormalidades de glucosa y lípidos, con pesos corporales
menores.
El exceso de grasa abdominal, valorado por la medición de la circunferencia abdominal o cociente cintura/cadera se relaciona de manera
independiente con un mayor peligro de diabetes mellitus y de enfermedades cardiovasculares. La medición de la circunferencia mencionada
Valoración y tratamiento de la obesidad
Bochukova EG et al: Large, rare chromosomal deletions associated
with severe early-onset obesity. Nature 463:666, 2010
Fisher FM et al: Obesity is an FGF21 resistant state. Diabetes 59:2781,
2010
CAPÍTULO 78
Enfermedades óseas, articulares y cutáneas
La obesidad se relaciona con un mayor riesgo de artrosis, lo que sin
duda se debe, en parte, al traumatismo que suponen el sobrepeso añadido y la incorrecta alineación articular. La prevalencia de gota podría ser
también mayor (cap. 333). Entre los problemas cutáneos vinculados a la
obesidad se encuentran la acantosis nigricans, manifestada por oscurecimiento y engrosamiento de los pliegues cutáneos del cuello, codos y
espacios interfalángicos dorsales. La acantosis refleja la gravedad de la
resistencia a la insulina subyacente y disminuye con el adelgazamiento.
La fragilidad de la piel puede aumentar, ante todo en los pliegues, con el
consiguiente mayor riesgo de infecciones por hongos o levaduras. Por
último, en los obesos es mayor la estasis venosa.
Cecil JE et al: An obesity-associated FTO gene variant and increased
energy intake in children. N Engl J Med 359:2558, 2008
629
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