recolección de aceituna - Universidad de Castilla

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RECOLECCIÓN MECANIZADA DE ACEITUNA
GRUPO DE INVESTIGACIÓN TAPC
Porras Soriano, A.; Marcilla Goldaracena, I.; González S. de la Nieta, J. A.; Redondo García, A.; Porras Piedra, A.
UNIVERSIDAD DE CASTILLA-LA MANCHA
1.- CONCEPTOS PREVIOS.
La mecanización de la recolección de aceituna es un trabajo que implica
fundamentalmente a los Ingenieros Agrónomos.
Inicialmente para mecanizar la recolección de aceituna se cambiaron muy poco
las técnicas de cultivo que se usaban para la recolección manual, pero, rápidamente, se
hizo patente la necesidad de buscar un sistema biomecánico integrado que permitiese
una razonable conjunción entre agronomía y mecanización. Esto significa que se tienen
que considerar, además de los principios de funcionamiento de las máquinas, las
condiciones que se le han de imponer al cultivo del olivar para adaptarlo a la
mecanización de la recolección.
En este sentido hay que adelantar que ha sido necesario cambiar las técnicas de
cultivo y desarrollar nuevos métodos de formación y conducción de plantaciones de
olivar y, aunque en la recolección de aceituna se han realizado notables progresos en el
diseño y desarrollo de máquinas, todavía se siguen buscando nuevos sistemas y nuevas
soluciones. En particular para las aceitunas que se recolectan para su elaboración en
verde al estilo sevillano, debido al excesivo daño que produce en los frutos la
recolección mecanizada, todavía no hay soluciones definitivas, pero el problema se
mantiene como uno de los máximos desafíos que tenemos por delante los Ingenieros
Agrónomos.
La recolección manual, durante un período de tiempo relativamente corto,
necesita abundante mano de obra que, además de costosa, de ella suele haber poca
disponibilidad y escasa especialización. La recolección mecanizada puede ser causa de
reducción de la demanda de mano de obra temporal, lo que puede suponer, como de
hecho ha sucedido en otros cultivos en los que se ha logrado mecanizar la recolección,
graves problemas sociales.
Ha habido periodos en los que se justificaba la recolección mecanizada por la
escasez de mano de obra. Con la crisis económica de estos años, los olivareros no tienen
este problema. En todo caso es preciso resolver los trastornos laborales que puede crear
mediante la oferta de nuevas oportunidades de empleo, lo que significa un claro desafío
para los gobiernos, ya que tienen que aplicar modelos económicos que tengan en cuenta
que, la reducción de los costes de producción que normalmente origina la mecanización
de la recolección, además de beneficiar a los consumidores porque permite una
alimentación relativamente más barata, necesita de mano de obra cualificada para el
manejo y mantenimiento de los equipos de recolección.
Los factores de mayor incidencia en la mecanización de la recolección son
genéticos y culturales. Genéticamente el olivar no ha experimentado cambios tan
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espectaculares como los ocurridos en otros cultivos en los que la recolección
mecanizada ha estado asociada al desarrollo de nuevas variedades. Así ha sido en el
caso del manzano, del peral o del melocotonero. En estos cultivos se han utilizado
portainjertos enanizantes. Pero, en el olivo, al no disponer de dichos patrones, se ha
optado por la selección de variedades de reducido tamaño que ya se han empezado a
comercializarse.
En el caso del olivar, el desarrollo de la mecanización de la recolección de
aceituna ha pasado desde implementos para ayuda a la recolección manual, a máquinas
que realizan alguna de las faenas en las que se puede dividir la recolección y,
actualmente, se trabaja en máquinas que recogen la cosecha “a hecho”, o sea, de una
sola pasada
Para ayudar a la recolección manual se han utilizado instrumentos cuyo objetivo
no era otro que reducir el tiempo y el esfuerzo de los obreros. Además se desarrollaron
los denominados “posicionadores”, tanto para reemplazar las escaleras como para
ayudar a los operarios a moverse por las parcelas de cultivo.
Se ha realizado un gran esfuerzo, y ha habido grandes logros, en el desarrollo de
máquinas capaces de realizar alguna de las distintas operaciones en las que se puede
dividir la recolección. Estas máquinas constituyen, por ahora, la mejor forma de reducir
costes de producción.
Un aspecto de gran importancia a la hora de practicar la recolección mecanizada
es la duración de la temporada de recolección. Una temporada larga favorece la
rentabilidad del capital invertido. En ciertas plantaciones de frutales es práctica común
mezclar variedades para prolongar el periodo de recolección, ya que, el hecho de ofrecer
más horas de uso a la maquinaria, puede reducir costes de utilización y mejorar la
rentabilidad de los agricultores, pero, en el caso del olivo, aunque existe una cierta
variabilidad en la maduración de la aceituna, tanto si se recoge para aceite como para
mesa, esta técnica no se practica. En el caso de la aceituna de verdeo, porque se recoge
cuando la aceituna, como dicen los olivareros, está en tamaño. En el caso de la aceituna
para aceite es la caída natural el factor que más condiciona la recolección, aunque cada
vez van teniendo menor importancia, debido a que los consumidores prefieren aceites
verdosos y de aromas afrutados, la recolección se hace más tempranamente. A pesar de
ello, en años climatológicamente adversos puede ocurrir que la caída natural represente
un notable incremento de los costes de recolección y, por tanto, de los costes de
producción.
Con respecto a la formación de árboles, hay que considerar que, al podar, el
principal objetivo que se persigue es interceptar el máximo de radiación solar y
conseguir que el árbol pueda realizar la función clorofílica o fotosíntesis utilizando la
energía con la máxima eficiencia. En términos generales hay que tener en cuenta que la
intensidad de la luz debe ser suficiente como para que las hojas funcionen a pleno
rendimiento y que no sea tan excesiva como para que la temperatura no produzca daños
en las ramas muy expuestas al sol.
En olivar se han estudiado diferentes sistemas de plantación, algunos de los
cuales han guardado poca semejanza con los sistemas tradicionales. No hace muchos
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años 80 árboles de dos o tres pies cada uno por hectárea se consideraba una densidad
normal de plantación. Eran las denominadas plantaciones tradicionales de olivar. Esta
densidad se aumentó a 200-300 árboles de un solo pie. Son las denominadas
plantaciones intensivas que, si se observa, su densidad de olivos por hectárea
corresponde con el mismo número de olivos de las plantaciones tradicionales, pero
racionalmente distribuidos, evitando la competencia por suelo, por luz y por agua. En la
actualidad, se llegan a superar densidades de plantación de más de 1500 olivos/hectárea.
Son las denominadas plantaciones superintensivas, también conocidas como
plantaciones en seto.
En dichas plantaciones, por la elevada proximidad entre las plantas, ocurre que
al crecer las situadas en la misma línea de cultivo se produce entrelazado de ramas,
generándose un seto que, aunque, por su espesor y su altura, permite una buena
penetración de la luz, ya que las líneas de árboles tienen que estar lo suficientemente
separadas como para permitir la evolución de la maquinaria, se originan limitaciones en
la capacidad de captación de energía solar. Evidentemente, cuanto mayor sea la altura
del seto, más separadas deben estar las líneas para permitir una exposición suficiente a
la luz, si bien, como para la recolección se usan cosechadoras de uva que trabajan a
horcajadas sobre el seto de olivos, su altura máxima está condicionada por la del túnel
de vareo de la máquina. También hay que tener en cuenta que en las plantaciones en
seto de olivar se utiliza un alambrado con soportes metálicos que incrementa el coste de
implantación y de mantenimiento del cultivo. Además durante los primeros años el
coste de formación de los olivos es sustancial pero, y esto es importante, la máxima
producción se obtiene mucho antes que con las plantaciones intensivas.
En las plantaciones superintensivas es importante considerar que la evaluación
final del cultivo del olivo utilizando tanto clones seleccionados como plantas enanas no
estará plenamente fundamentada hasta que no se disponga de más experiencia, es por lo
que la importancia que se está dando a las plantaciones en seto de olivar no debería
restar valor a las plantaciones intensivas con olivos formados a todo viento.
La formación de árboles a todo viento aptos para la recolección mecanizada con
vibrador debe buscar troncos bastante altos, ya que los cortos hacen difícil el agarre del
tronco e incrementan los potenciales daños a la corteza. Además los olivos deben tener
pocas ramas primarias, erguidas e insertadas en el tronco como mínimo a un metro del
suelo. También se deben eliminar las ramas bajeras y las fructíferas largas, las cuales,
aunque se consideran importantes para aumentar la cosecha, las primeras hacen
incómodo el acceso del vibrador para agarrar el tronco y, en las segundas, la transmisión
de energía de vibración es tan pobre que, al vibrar, apenas se mueven los frutos. Los
árboles grandes y viejos no están generalmente adaptados al vibrado de troncos ya que
la energía de los vibradores de troncos corrientes no es suficiente para un
desprendimiento aceptable de frutos.
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Fig 1.- Plantaciones de olivar de tipos intensiva y en seto.
La madurez de los frutos y los daños que aparecen en ellos producidos por la
recolección mecanizada son dos factores que hay que considerar en toda su dimensión
por ser primordiales para la aplicación de la recolección mecanizada. Hay que distinguir
entre "madurez comercial" y "madurez fisiológica". Cuando la aceituna para verdeo está
comercialmente madura, necesita que pase un cierto período de tiempo hasta que
alcance su madurez fisiológica, que será cuando haya producido todo el aceite.
Los daños a los frutos recolectados causados por la recolección mecanizada se
manifiestan normalmente en forma de daños superficiales que paulatinamente penetran
en la pulpa. Cuando van destinados a la producción de aceite los daños producidos por
la recolección mecanizada no suponen ningún problema, en cambio, si la aceituna se
destina a su elaboración en verde al estilo sevillano, la importancia del daño es tal que,
si no se evita, hace inviable el sistema.
Los productos químicos que inducen la abscisión reducen la fuerza necesaria
para el desprendimiento de los frutos, pero, dado que el mecanismo de la abscisión
todavía no se conoce totalmente, el progreso en el desarrollo de estos productos está
siendo lento. Además, la seguridad para la salud pública y para el medio ambiente debe
ser comprobada.
Es importante destacar que la recolección mecanizada de aceituna puede tener un
impacto importante sobre el número y el tamaño de las explotaciones. La experiencia
indica que, a medida que aumenta la mecanización, el número de explotaciones
disminuye y su tamaño crece.
Con respecto al precio de los alimentos hay que señalar que en los países
tecnológicamente avanzados la alimentación es relativamente más barata, a pesar de que
hasta llegar al consumidor, los productos pasan por unos cuantos intermediarios que
realizan funciones tan importantes como la transformación, el almacenamiento, el
transporte, la distribución y la venta, que, lógicamente, influyen en el precio que
finalmente paga el consumidor. Lo que resulta alarmante es la notable diferencia entre el
dinero que recibe el agricultor y el precio que paga el consumidor.
Los costes de recolección representan un alto porcentaje de los costes de
producción y tienen además un gran impacto sobre el precio de producción. El cálculo
de costes e ingresos que supone la adopción de la recolección mecanizada es
considerablemente difícil, ya que hay que tener en cuenta, además de las inversiones en
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maquinaria y sus costes de utilización, los de implantación de nuevos cultivos o los de
su adaptación, los precios de la aceituna y las diferencias de producciones por unidad de
superficie. También hay que tener en cuenta el tiempo que debe transcurrir hasta que la
nueva plantación alcanza la plena producción. En no pocas ocasiones el cambio no es
asumible por los agricultores debido al tiempo que han de vivir con elevados gastos y
sin ingresos. En ocasiones optan por adaptar las plantaciones tradicionales de forma
progresiva. De esta forma, a la larga, aunque el resultado no es el mejor, los agricultores
logran la mecanización de la recolección de forma menos traumática para su economía.
Ni que decir tiene que los créditos y las ayudas pueden suponer un incentivo para que el
agricultor se decida por la recolección mecanizada.
En cualquier caso hay que dejar claro que sólo las explotaciones con una
dimensión adecuada, pueden optar por la recolección mecanizada. La gran inversión en
maquinaria, en la que, como es sabido, un alto porcentaje de los costes son fijos, hace
que cuando las plantaciones son de reducida dimensión se puede recolectar más
económicamente haciendo la recolección manualmente. Una solución que puede evitar
los costes de inversión para los pequeños agricultores es la de recurrir a la contratación
de empresas especializadas. Una alternativa para disminuir los costes de recolección es
utilizar máquinas polivalentes, pero, en este caso, es preciso considerar que la
adaptación de la máquina a la recolección de diferentes cultivos no siempre es posible.
Una consideración que no se puede pasar por alto para tomar la decisión de
aplicar la recolección mecanizada es la repercusión que puede tener la vida útil de la
plantación.
2.- PERIODO ÓPTIMO DE RECOLECCIÓN.
En la recolección de aceituna es preciso establecer de forma racional el período
óptimo para llevar a cabo la recolección de aceituna. Para ello se hace necesario, en
primer lugar, conocer la evolución del fruto hasta llegar a su maduración. La aceituna,
desde el cuajado, aumenta paulatinamente de tamaño y, simultáneamente, pasa por la
fase de endurecimiento del hueso y de un acusado aumento de peso. A principios de
otoño, el color verde intenso se transforma en verde claro, después en verde amarillento,
brillante, fruto enverado que llama el olivarero. A continuación empiezan a aparecer
pequeñas manchas violáceas, principalmente en el ápice, que luego se extienden y
terminan por ocupar todo el epicarpio, penetrando finalmente hasta el hueso. Mientras
tanto, el epicarpio ha ido cambiando del color violáceo hasta el violeta oscuro brillante,
recubriéndose de una capa blanquecina de pruina. Los colores finales, tanto en la pulpa
o mesocarpio, como en la piel del fruto o epicarpio, adquieren las tonalidades
características de cada variedad.
Se considera como período de maduración el tiempo transcurrido desde la
aparición de las manchas violáceas hasta la coloración definitiva de la piel y de la pulpa.
En la mayoría de las variedades, estas últimas transformaciones no tienen lugar en todos
los frutos de una planta al mismo tiempo, alcanzándose la maduración de forma
escalonada.
También se hace necesario estudiar las variables que tienen incidencia en el éxito
de la operación de recolección. Estas variables son: la resistencia mecánica del
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pedúnculo de la aceituna, el contenido del fruto en aceite, la evolución de la calidad del
aceite en el fruto, la caída natural de la aceituna y la influencia de la fecha de
recolección tanto en la calidad del aceite como de la cosecha del año siguiente.
• La resistencia al desprendimiento de la aceituna se define como la fuerza
necesaria para separar el fruto de los brotes portadores de la cosecha. Dicha fuerza
disminuye considerablemente a lo largo de la maduración. En los frutos aún verdes,
alcanza valores próximos a los 8-10 newtons, bajando de manera acusada durante el
período de maduración para, a partir de ella disminuir más lentamente. Si el fruto
permanece aún en el árbol en el momento de reactivarse la vegetación, se observa un
ligero aumento de la resistencia al desprendimiento. Aún cuando en la recolección
manual la fuerza de desprendimiento incide de manera apreciable en el rendimiento de
los operarios, en la recolección mecanizada con vibradores la relación a tener en cuenta
sería la fuerza de desprendimiento y el peso de los frutos. Está claro que, a medida que
disminuye esta relación la eficacia de la vibración es mayor. Se desprende que,
considerando el factor resistencia a desprendimiento, retrasar la recogida del fruto del
olivo podría ser interesante.
• En cuanto al contenido de aceite de la aceituna hay que tener claro que aumenta
a medida que avanza la maduración, alcanzando su máximo en el momento en que
desaparecen los frutos verdes en el árbol. A partir de este momento el aceite en el fruto
permanece prácticamente constante, o lo que es lo mismo, la producción de aceite por
hectárea. Es importante aclarar que esta afirmación hace referencia al aceite total
contenido en el fruto, y no al porcentaje sobre el peso del fruto. El porcentaje varía
como consecuencia de la pérdida de humedad de la aceituna. Por tanto, atendiendo a
esta variable, se puede interpretar que se puede realizar la recogida del fruto en el
momento que desaparecen los frutos verdes del olivo.
• En la calidad del aceite, en lo que se refiere a los índices físico-químicos que la
determinan, se puede considerar que se mantiene constante en un largo período de
tiempo después de la maduración, en tanto los frutos permanecen en el árbol. Por el
contrario, es bien conocido que las características organolépticas del fruto desmejoran a
medida que la recolección se retrasa, obteniéndose los aceites más afrutados y
aromáticos al comienzo del período de maduración, incluso con un apreciable
porcentaje de frutos verdes. Cuando la aceituna se cae la calidad del aceite disminuye.
En general, durante el período de maduración la caída natural es pequeña, pudiendo
alcanzar después importantes porcentajes en la cosecha. La caída natural de frutos
depende fundamentalmente de la variedad, aunque también se puede modificar por las
condiciones climáticas o el estado sanitario.
• Hay que llamar la atención, finalmente, sobre la influencia de la época de
recolección en la cosecha del año siguiente. Parece que, cuando el fruto permanece largo
tiempo en el árbol, se produce una inhibición en la inducción floral de las yemas. Esto
ocasiona que, cuando los frutos se recogen en verde o en la primera época de
maduración, como ocurre con la aceituna de mesa, la cosecha del año siguiente es
superior a la de aquellos árboles cuyos frutos se recogen en época más tardía. Se puede
considerar que, a medida que se retrasa la fecha de recolección, al año siguiente el
porcentaje de flor es menor, lo que se puede traducir en significativas pérdidas de
cosecha. Si la recolección se realiza más tarde del momento en que se ha producido la
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inducción floral, los árboles casi no llegan a florecer, con una consiguiente pérdida de la
cosecha del año siguiente y, si la recolección se hace en fechas anteriores a dicha
inducción floral, las diferencias no son tan sensibles, aunque desde luego existen
diferencias de producción.
De cuanto ha sido expuesto se puede concluir diciendo que la recolección debe
coincidir con el momento en que han desaparecido los frutos verdes del árbol, que es
cuando prácticamente se ha alcanzado la máxima producción de aceite, aunque para
obtener aceites afrutados y aromáticos se adelanta la cosecha cada vez más a pesar de se
pierda una cierta cantidad de aceite. El final de la recolección debería coincidir con el
momento en que la caída natural de aceituna empiece a alcanzar un porcentaje
apreciable.
3.- SISTEMAS DE RECOLECCIÓN MANUAL.
Antes de pasar a exponer el estado actual de la mecanización, es interesante
comenzar dando una breve reseña de los sistemas manuales de recolección que, ni
mucho menos, todavía han desaparecido. Hacerlo permitirá una mejor comprensión de
las motivaciones que han llevado a las soluciones que hoy pueden ser utilizadas en la
Olivicultura.
En la recolección manual de aceituna destacan tres métodos fundamentales:
recogida del suelo, ordeño y vareo.
• La recogida de suelo consiste en esperar a que los frutos, a medida que
maduran, caigan de una manera natural, para, posteriormente, en una o varias pasadas,
recogerlos del suelo. Es evidente que este método representa grandes inconvenientes en
cuanto a la calidad del aceite (excesiva acidez), y tiene además una incidencia
demasiado alta en el precio del producto, ya que un trabajo de características
ergonómicas tan negativas, tiene rendimientos muy bajos que constituyen un obstáculo
insalvable para la rentabilidad. El empleo de este método sólo estaría justificado en
árboles de gran tamaño o en zonas de muy difícil acceso.
• El ordeño es el único sistema empleado en la recolección de aceituna de mesa.
El operario, desde el suelo o con escaleras, toma los frutos deslizando la mano
entreabierta por los ramos cargados de fruto y los deposita en un recipiente que lleva
colgado sobre el pecho, el cual, una vez lleno, lo vacía en un depósito o caja de unos 2030 Kg. de capacidad, común para varios operarios.
• El vareo es el método más extendido. El obrero, provisto de una vara, antes de
madera y hoy de fibra de vidrio, mucho más ligera, cuya longitud llega hasta tres e
incluso cuatro metros, golpea los ramones del árbol procurando, cuando lo hace
correctamente que la vara incida tangencialmente a los brotes portadores de la cosecha
con el fin de no causar daño en ellas. A veces, cuando no se varea adecuadamente, lo
cual es demasiado frecuente, la cantidad de brotes del año, que deberían ser los
portadores de frutos de la cosecha del año siguiente, queda tan reducida que ésta se
puede ver seriamente afectada y se puede decir que, aunque el vareo no es causa
fundamental, puede asegurarse que aumenta la tendencia a la vecería o alternancia de
producción. El fruto derribado se recoge en lienzos o mallas extendidos bajo los olivos y
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que ocupan una superficie superior a la zona de goteo del árbol. Estas mallas, hay
lugares en las que se arrastran de un olivo al siguiente y, cuando sobre ellas hay una
cierta cantidad de aceituna se pliegan convenientemente y se vierte su contenido en
cajas, sacos o espuertas. Hay zonas en los que el plegado y vaciado de las lonas se hace
una vez derribada la aceituna de cada olivo.
Fig 2.- Vareo tradicional
4.- RECOLECCIÓN MECANIZADA.
El 80% del total de mano de obra necesaria en el cultivo tradicional del olivar
corresponde a las faenas de recolección, siendo además esta operación, junto con la
poda, las únicas donde el desarrollo tecnológico era muy bajo.
El desarrollo de la recolección mecanizada de aceituna ha tropezado con una
serie de factores que lo han condicionado. Entre otros, además de la elevada longevidad
de los olivos, las características inadecuadas del cultivo en lo referente a su bajo índice
de conjunción agronomía-mecanización, las reducidas dimensiones de las explotaciones
olivareras, la tendencia a considerar el olivar como un cultivo de interés social, la
reducida atención económica a la investigación de la mecanización de la recogida de
aceituna, el bajo nivel de desarrollo tecnológico de los países tradicionalmente
olivareros, el excesivo coste de utilización de la maquinaria debido al relativamente
corto período de tiempo disponible para la recolección, la alta potencia motriz y los
elevados porcentajes de tiempos muertos.
La evidente necesidad de incrementar la rentabilidad de un cultivo de tanta
raigambre como es el olivar y los avances en la conjunción agronomía-mecanización
han permitido lograr notables avances.
Hasta llegar a la situación actual los intentos de mecanizar la recogida de
aceituna han sido numerosos, aunque el hecho de encontrar una olivicultura con árboles
de varios troncos, de uno solo, afrailados, en montaña o excesivamente grandes, ha
impedido, hasta el momento, la consecución de una cosechadora integral de aceituna
capaz de recoger a hecho, es decir, capaz de recoger el fruto de una sola pasada.
Se procedió, lógicamente, a realizar un análisis de los tiempos necesarios en las
diferentes faenas en que normalmente se divide la recolección, para determinar sin
equívocos las prioridades de mecanización que se debían establecer. Se determinaron las
faenas en las que se puede separar el proceso de recolección y fueron las siguientes:
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preparación de suelos, recogida del fruto caído naturalmente, del fruto del árbol,
recepción del fruto derribado, limpieza, envasado y transporte.
• Para hacer la preparación de suelos, las labores que se realizan son muy
variables. Dependen de las características del suelo, de su profundidad y de su relieve.
Varían según los hábitos de la comarca y, en ocasiones, están condicionadas por la
presencia de otros cultivos. En general, las labores de preparación de suelos se realizan
en invierno y primavera mediante labores cruzadas con cultivador seguidas de labores
cruzadas de vibrocultivador. Cuando llega el verano se dan dos pases de grada de púas,
muy superficiales y espaciadas unos 20-30 días, a los que sigue un pase de rulo para
compactar el suelo. Entre la variedad de modelos comerciales de rulos, los de gran peso
por unidad de longitud, de superficie lisa y provistos en su parte delantera de cuchilla
niveladora, arrastrados lateralmente por un tractor, permiten preparar el ruedo de los
olivos dejándolo apto para realizar un barrido manual o para el empleo de maquinaria de
recolección. El rulado debe ejecutarse con terreno suelto y antes de que lleguen las
primeras lluvias para que, cuando aparezcan, se produzca un apelmazamiento del suelo
que facilite el movimiento tanto de obreros como de mallas y de máquinas, lo que,
lógicamente, redunda en un mayor rendimiento y, por tanto, en una reducción de los
costes de recolección. Todavía hay agricultores que para preparar el terreno para la
recolección siguen empleando en verano la grada de discos. Su utilización es
desaconsejable, no sólo por el exceso de rotura de raíces que provoca, también lo es
porque favorece la erosión. En octubre, para dejar limpios los ruedos de los olivos se
suele realizar una aplicación de herbicida.
• Antes de dar comienzo la recolección se recoge manualmente la aceituna caída
naturalmente sobre el ruedo de los olivos, que aunque normalmente se trata de poca
cantidad, por el bajo rendimiento de la mano de obra, tiene una notable incidencia en el
coste total de la recolección. La recolección del fruto caído sobre el terreno representa
del 27-28% del tiempo total necesario en la cosecha manual. Este dato se ha calculado
para una caída natural del 8% en árboles de 35 Kg. de cosecha. Evidentemente, en
variedades con porcentaje de aceituna desprendida más elevado, el tiempo dedicado a
esta faena es, en ciertos casos, mayor incluso que el necesario para el derribo. Para
reducirlo se ha llegado a intentar el “enmoquetado” del ruedo de los olivos colocando
redes de plástico bajo los árboles antes del comienzo de la caída. Pero, por numerosas
razones, entre otras la desaparición de las mallas, no ha tenido aceptación.
Las máquinas hasta ahora desarrolladas para recoger la aceituna caída y/o
derribada sobre el terreno natural no resuelven el problema satisfactoriamente. Cuando
se trata de recoger la aceituna caída naturalmente ni las máquinas de tipo neumático ni
las de tipo mecánico logran suficientes rendimientos a causa, no sólo de problemas de
diseño, sino de la poca densidad de frutos por unidad de superficie. Derribar la aceituna
sobre el terreno ni que decir tiene que es negativo para la calidad del aceite de oliva.
Todos los modelos hasta ahora desarrollados tienen como denominador común
la exigencia de un suelo preparado; liso, compacto y libre de restos vegetales.
Las máquinas que se han desarrollado para recoger el fruto del suelo se pueden
clasificar en cuatro modalidades diferentes: pinchadoras, barredoras, aspiradoras y
sopladoras. De todas ellas, las más aceptadas han sido las que usan el principio de
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barrido, pues las neumáticas, además de tener bajos rendimientos requieren una elevada
potencia y las pinchadoras dañan el fruto, lo que es incompatible con la obtención de un
zumo de calidad.
Las barredoras forman sobre el terreno una andana de aceitunas que puede
recogerse bien manualmente o bien mecánicamente. Se han desarrollado barredoras que
recogen, limpian y cargan la aceituna, pero no han pasado de prototipo. Cuando el suelo
está mojado y hay barro, condiciones normales durante la época de recolección de
aceituna, los sistemas de barrido no pueden trabajar o lo hacen mal, teniendo que
realizarse numerosas detenciones para la limpieza o desatasco de la tierra que queda
adherida al sistema de barrido.
• El derribo de los frutos del árbol es la operación a la que más atención se ha
prestado ya que el tiempo que requiere en la recolección manual, aún en el caso de
utilizar vareo, representa alrededor del 40% del total.
Son muchos los útiles e ingenios que han aparecido para realizar esta faena, si
bien, la mayoría de los útiles manuales ensayados han pretendido mejorar la operación
de ordeño. Con algunos de ellos se ha conseguido hacerlo más cómodo y, en algunos
casos, mejorar sensiblemente el rendimiento. En otros su aportación no ha pasado de
anécdota. Se puede decir que cuando se ha intentado mecanizar el derribo de aceitunas
con máquinas concebidas para imitar la labor manual de ordeño o vareo, el fracaso ha
sido absoluto, hasta tal punto que se puede considerar prácticamente inviable cualquier
máquina que, para conseguir el derribo de los frutos, pretenda atacar directamente a
éstos en el lugar donde se encuentren en el olivo. El gran volumen de copa a explorar, el
reducido tamaño de las aceitunas y el elevado número de frutos por árbol hacen inviable
su principio de trabajo.
Tampoco las máquinas de tipo neumático ensayadas, aún cuando han sido
numerosas y de concepciones muy variadas, han proporcionado los resultados deseados.
Por su espectacularidad se cita la pretendida utilización de helicópteros para el derribo
de aceitunas. Primero pretendió el piloto pasar sobrevolando las líneas de olivos. Se
imaginaba que la aceituna caería de forma inmediata. Luego el piloto disminuyó la
velocidad de desplazamiento sobre las líneas de olivos, a continuación, como las
aceitunas no se caían, detuvo el helicóptero sobre cada olivo y, por último, como el
vendaval que provocaban las hélices del aparato tampoco derribaba las aceitunas, con
los esquíes del helicóptero “vareaba” las ramas.
Se ha ensayado pulverizar los árboles con una amplia gama de productos
favorecedores de la abscisión, con el fin de disminuir la resistencia al desprendimiento
de los frutos y facilitar la recolección. Hasta ahora los resultados obtenidos no han sido
definitivos. Además, para aplicar dichos productos de forma extensiva debería hacerse
un estudio previo y cuidadoso del proceso fisiológico de la maduración y del mecanismo
de la abscisión de las aceitunas, así como de análisis de restos en la aceituna y en el
aceite y de posible daño medioambiental.
Sólo los potentes vibradores multidireccionales de troncos y ramas se han
mostrado eficaces. Con ellos, en parcelas de árboles homogéneos y con óptimas
condiciones para la vibración, se han conseguido eficacias de derribo superiores al 95%.
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Estas máquinas tienen un rendimiento de 50-60 de pies vibrados por hora de trabajo. En
condiciones adecuadas consiguen eficacias de derribo próximas al 90%. La calidad de la
operación es óptima, pues el desprendimiento de ramas y metidas es insignificante.
Solamente se desprende hoja vieja y algunos brotes dañados por el barrenillo.
Como la eficacia del derribo no es del 100%, debido a la costumbre de no dejar
aceitunas sobre el árbol, se practica un vareo complementario. Esta operación se ve
favorecida por el hecho de que los frutos quedan agrupados en zonas localizadas de la
copa a las que no llega la vibración o lo hace mal.
El tamaño de los árboles influye considerablemente en la eficacia de la
vibración. Con árboles pequeños o medianos formados y podados adecuadamente se
obtienen altos porcentajes de derribo, pero, a medida que el tamaño de los árboles
aumenta, la eficacia de la vibración disminuye. Es decisivo el factor estructura de la
planta. En árboles de porte erguido se consiguen mejores eficacias que en los de forma
redondeada y péndula, ya que la vibración llega con mayor eficacia a las ramas erguidas
que a las horizontales, a las péndulas y a las que, para llegar a ellas, hay que pasar por
cambios bruscos de dirección. Hay que tener claro que los árboles de un solo tronco
presentan ventajas sobre aquéllos formados en varios pies por su mayor facilidad para
las maniobras de aproximación y agarre de los troncos. Es por lo que en árboles de
varios pies se hace necesario reducir el número de ellos.
Para conseguir volúmenes de copa aceptables y de porte erguido se recurre a la
poda. Los árboles se deben formar con un solo tronco, con las primeras ramificaciones a
una altura que facilite la maniobra de agarre de la pinza vibradora. El número de ramas
principales no deberá ser alto, pues con ello se ocasionaría una inclinación excesiva de
las mismas. Las ramas de órdenes inferiores lo más rectas posible, sin cambios bruscos
de dirección y cuya inserción en las ramas de orden inferior no formen ángulos muy
abiertos. Se eliminarán las ramas péndulas y las horizontales de longitud excesiva
deberán acortarse. Con ello se consigue mejorar la visión del tronco, lo que, además de
facilitar el agarre del tronco con la pinza de la cabeza vibradora, aumentará tanto la
eficacia de la vibración como el número de olivos vibrados por jornada de trabajo.
En cuanto a la densidad de las plantaciones y el tamaño de los árboles, se ha de
tener presente que los potentes vibradores de tronco actuales necesitan amplios espacios
de maniobra, y que su rendimiento horario en pies vibrados no estará prácticamente
afectado por pequeñas diferencias de distancia entre árboles. En cualquier caso se
obtendrá una recolección más económica con árboles de mayor tamaño y producción,
con la lógica relación inversa entre el tamaño del árbol y la eficacia de derribo, dado que
por cada actuación de la máquina se recogerá mayor cantidad de fruto. En este sentido
serán aconsejables, dentro del elevado número de árboles de las nuevas plantaciones
intensivas, densidades no muy altas, para que, sin pérdida apreciable de la producción
por unidad de superficie, se disponga del tamaño de árboles y espacios de maniobra
apropiados a una económica mecanización de la recogida. Hoy se cree que 200-300
plantas por hectárea pueden proporcionar las condiciones adecuadas. Ello supondría
unas distancias entre plantas de 6-7 m. y un volumen de árbol de 40 a 50 m³.
Hace pocos años que se viene dedicando especial atención a las plantaciones
superintensivas de olivar recogiendo en ellas la aceituna con cosechadoras de uva.
11
Relatan los impulsores de las plantaciones superintensivas que, a muy corto plazo, se
pueden lograr producciones abundantes, que se puede conseguir la mecanización
integral de la recolección de aceituna, que permiten reducir el empleo de mano de obra,
que minimizan costes de cultivo, que hay clones especialmente adaptados para este tipo
de plantaciones y que hay incluso variedades enanas.
Hay que tener en cuenta que llegar a muy corto plazo a conseguir producciones
abundantes no es algo característico de las plantaciones superintensivas de olivar. Esto
ocurre siempre que los olivos se plantan con gran densidad. También hay que tener en
cuenta que la cosechadora de uva es una máquina concebida, proyectada y construida
para viñedo, que derriba el fruto mediante un vareo ciego, que, como tal, puede romper
los brotes portadores de la cosecha del año siguiente, producir daños en las ramas y
provocar heridas que pueden ser la vía de entrada de patógenos. Además hay que
considerar que la cosechadora de uva tiene un elevado coste horario de funcionamiento,
que para poder aplicar dicha máquina a olivos adultos es necesario aplicarles una poda
tan severa que les impide su normal vegetación, que no permite realizar la recolección
integral, ya que ni derriba toda la fruta que está en el árbol, ni puede recoger la aceituna
que se cae al suelo, que las plantaciones superintensivas exigen una mano de obra
especializada, lo que hace incómodo cultivar esos olivos, ya que si el agricultor tiene
dificultades para encontrar personas para la recolección, más difícil será que encuentre
una mano de obra suficientemente especializada como para ser capaz de realizar una
poda con los requerimientos específicos de estas plantaciones y que, al poco tiempo de
haber sido plantados los olivos tienen troncos con diámetros tan grandes que pueden
dañar o al menos reducir la estanqueidad del sistema de recepción y parte de las
aceitunas caen al terreno.
Con respecto a que hay clones especialmente adaptados a las plantaciones
superintensivas, hay que dejar claro que en España la propagación de olivo es, y ha sido
siempre, clonal, ya que, los españoles, para propagar olivos utilizamos propagación
vegetativa, con lo que se conservan los caracteres de la planta madre. Se puede tratar de
olivos propagados a partir de una planta madre de calidad extraordinaria pero eso no
significa que se trate de plantas especialmente adaptadas a las plantaciones
superintensivas.
Por último, el hecho de que los investigadores hayan obtenido plantas enanas de
olivos sin duda representa un avance, pero, para que merezca la pena utilizar plantas
enanas en las plantaciones superintensivas deberían, además de ofrecer elevadas
producciones por metro cuadrado de superficie que recibe radiación solar, no superar el
tamaño del túnel de vareo de la cosechadora de uvas. Como estos detalles aún no están
claros, hay que ser prudentes en su utilización porque las plantaciones superintensivas
tienen unos elevadísimos costes de implantación, una vida efímera y, lo que es peor, de
los factores limitantes fundamentales para cualquier planta, agua, suelo y luz, al cabo de
algunos años, muy pocos si los olivos se riegan aportándoles sus necesidades hídricas y
el medio de cultivo es adecuado, la luz y el suelo se convierten en especialmente
limitantes. Además, condicionado por las dimensiones del túnel de vareo de la
cosechadora, se hace necesario limitar el tamaño de los olivos, lo que hace que el
potencial productivo se vea afectado negativamente. Hay que tener muy claro que, salvo
modificaciones, una cosechadora de uva permite varear olivos cuya anchura no supere
1,25-1,35 m, cuya altura máxima no sobrepase 2,5 m y cuyo tronco, además de diáfano,
12
debe tener, como mínimo, 0,5 m de altura. La anchura de calles necesaria para la
maniobrabilidad de la máquina debe ser de 3,5 a 4 m.
Los autores de este trabajo hemos desarrollado un modelo matemático que tiene
en cuenta las características del desarrollo y permite comparar el potencial de
producción de las plantaciones intensivas y en seto de olivar. Según se desprende del
mismo podemos indicar que, efectivamente es cierto que, las plantaciones
superintensivas de olivar, al cabo de muy pocos años, alcanzan su máximo potencial
productivo, lo cual es a todas luces positivo, pero el hecho de tener que limitar su
tamaño al volumen que permite a la cosechadora de uva cabalgar sobre las hileras de
olivos, hace que, transcurridos unos cuatro años después de realizar la plantación, se
alcance el máximo potencial productivo, mientras que en las plantaciones intensivas
sigue aumentando hasta sobrepasar sus producciones a las de las superintensivas de
forma que, al cabo de unos 12-14 años, la cantidad total de aceituna recogida se iguala.
En el modelo matemático desarrollado solamente se ha considerado la capacidad
productiva de los olivos, sin considerar la reducción de cosecha que produce la poda que
requieren las plantaciones superintensivas. Si se hubiese tenido el tiempo necesario para
que se produzca el hecho referido sería mucho más reducido.
En el modelo desarrollado se ha considerado que los olivos tienen tendencia
natural a crecer con forma esférica, que cuando los olivos no compiten por la luz y el
número de olivos/ha es grande la superficie de captación de la radiación solar es muy
elevada (son pequeños, pero son muchos), lo que explica que las plantaciones
superintensivas alcancen rápidamente altas producciones/ha. Se ha tenido en cuenta que
cuando el radio de la copa supera la distancia entre los troncos, las ramas de los árboles
empiezan a invadir el espacio natural de desarrollo de los olivos vecinos, lo que hace
que disminuya su superficie de captación de la radiación solar y, por tanto, que se
reduzca su potencial productivo. También se ha tenido en cuenta que, cuando el
diámetro de la copa se hace más grande que la anchura del túnel de la cosechadora, hay
que podar los árboles para no condicionar el desplazamiento de la máquina. Igual que
ocurre con la altura de los árboles, ya que cuando los olivos superan la máxima altura
que permite a la cosechadora de uva cabalgar sobre ellos hay que limitarla.
La aplicación del modelo matemático desarrollado para plantaciones de olivos
que naturalmente pueden llegar a alcanzar un volumen de copa 50 m3, ofrece la
evolución en el tiempo del potencial productivo que se presenta en la siguiente tabla:
AÑOS TRANSCURRIDOS
0
1
2
3
4
5
6
7
8
9
10
11
12
13
14
TOTAL
PRODUCCIONES (Kg)
INTENSIVA
SUPERINTENSIVA
0,0
0,0
294
1,959
829
4,478
1,712
5,939
3,809
7,500
7,287
7,500
8,283
7,500
9,221
7,500
9,221
7,500
9,221
7,500
9,221
7,500
9,221
7,500
9,221
7,500
9,221
7,500
9,221
7,500
95,983
94,876
Tabla 1.- Comparación del potencial productivo de las plantaciones intensivas y superintensivas.
13
De la observación de la tabla anterior se desprende que, en las plantaciones
superintensivas se pueden lograr a muy corto plazo producciones mucho más altas que
las que se alcanzan con las plantaciones intensivas, pero, en el caso que se ha
presentado, a partir del cuarto año, las plantaciones superintensivas alcanzan su máximo
potencial productivo, en cambio el de las plantaciones intensivas sigue aumentando.
También se desprende que, sumando las producciones a lo largo del tiempo,
transcurridos 14 años la integral de las producciones se iguala en ambos sistemas de
cultivo. A partir de ese tiempo hay que considerar además las dificultades que aparecen
en la utilización de las cosechadoras de uva, producidas, entre otras cosas por el
excesivo diámetro de los troncos y la lignificación de las ramas.
Recientemente ha aparecido una máquina autopropulsada con un nombre
comercial tan atractivo como su extraordinario tamaño, denominada Colosus. Dicha
máquina, con estructura portificada, que cabalga sobre los olivos, realiza un vareo ciego
mediante un sistema que recuerda a los túneles de lavado de automóviles, pero que, en
vez de cerdas flexibles, utiliza cilindros dotados de finas varillas de fibra de vidrio, de
mucha mayor rigidez que, al girar, golpean las ramas de los olivos y realizan un vareo
ciego que hace caer la aceituna. Por su gran tamaño no exige, como las cosechadoras de
uva, árboles formados en seto, y puede aplicarse a árboles formados a todo viento lo que
es compatible con la vegetación natural del olivo. La experiencia acumulada en la
utilización de esta máquina no nos permite, al menos por ahora, aconsejar su utilización.
• Para la recepción del fruto derribado, la técnica tradicionalmente utilizada ha
consistido en extender lienzos o mallas cubriendo la zona de goteo del olivo.
Lógicamente la superficie cubierta por las lonas debe ser mayor que la de dicha zona de
goteo para evitar que el fruto caiga fuera de las redes al ser derribado, lo que llevaría
consigo una pérdida del mismo por abandono sobre el terreno, o un encarecimiento de la
recolección en el caso de que no se deje perder la aceituna.
Existe un ingenioso modelo que permite recoger las mallas y que la aceituna se
deposite en una tolva, consiste en dos ruedas con neumáticos que, situadas a una cierta
altura giran presionando una sobre otra, y cuando entre las ruedas se introducen los
extremos de las mallas, tiran de ellas elevándolas y haciendo que depositen las aceitunas
en la base de la tolva.
Para mejorar la operación de extendido y recogida de mallas, aparecieron en el
mercado, largos remolques de un solo eje, lo que facilita la conducción, con las mallas,
recogidas en sendos ejes colocados longitudinalmente en el remolque, las cuales eran
extendidas manualmente debajo del olivo. Una vez derribada la aceituna sobre ellas el
tractorista acciona un embrague o un motor hidráulico que hace girar los ejes soporte de
las lonas, recogiendo éstas y ayudándolas se eleva el fruto para que caiga al interior del
remolque. Con este sistema es necesaria la actuación en cada malla de dos operarios que
tienen que ayudar a la elevación final del fruto. Una sencilla modificación sirvió para
perfeccionar estos remolques haciéndolos autocargadores. Sobre las mallas se colocaron
barras transversales de material plástico forradas de lona y con dimensiones tales que,
deslizando sobre un plano inclinado montado en los laterales de un remolque de muy
baja altura, pueden subir sin ayuda hasta 120 Kg. de aceituna.
14
Esta modificación hizo más cómoda y eficiente la labor de los obreros, ya que
evita el esfuerzo final que exigían los primeros remolques para cargar el fruto. Ordenado
adecuadamente el trabajo un vibrador puede abastecer dos remolques.
Fig 3.- Remolque con mallas de extensión manual.
Posteriormente los remolques monoeje descritos se convirtieron en máquinas
semisuspendidas al tractor que llevaban una cinta transportadora en toda su longitud. En
dicha cinta, situada paralela y muy próxima al terreno natural, descargaban la fruta, al
enrollarse sobre su eje las lonas que, previamente se habían situado bajo el árbol. Al
final de la cinta transportadora una tolva recibía la cosecha que, antes de caer en ella, era
sometida a una limpieza somera arrastrando las hojas y restos vegetales livianos con un
ventilador. Con este nuevo sistema se fabricaron, y se siguen fabricando, incluso
modelos que, mecánicamente y sin la ayuda de obreros logran extender y recoger las
lonas bajo el árbol.
Fig 4.- Remolque utocargador con cintra transportadora.
Un gran avance en la recepción de la fruta derribada mecánicamente del árbol se
consiguió utilizando dos máquinas que, circulando en las calles contiguas de una línea
de árboles, forman una superficie cerrada sobre la que cae la aceituna que rueda y va a
parar a una cinta transportadora que la lleva hasta un contenedor. Al caer desde la cinta
un ventilador hace una primera limpieza de hojas y material ligero que, inevitablemente,
cae durante el derribo. Una de las máquinas transporta un plano inclinado de forma
rectangular y grandes dimensiones y un vibrador. El plano inclinado, en el lateral más
bajo y próximo a la línea de frutales, lleva en toda su longitud una superficie, que
articulada sobre el y movida hidráulicamente, se eleva y desciende para permitir el
desplazamiento de un árbol al siguiente y que la aceituna caiga sobre la cinta
15
transportadora que lleva la otra máquina que forma el conjunto. El vibrador, que no
necesita los típicos movimientos que acompañan a los vibradores de serie (elevación
general y descenso, volteo lateral e inclinación longitudinal), sólo tiene un movimiento
de avance y retroceso que le permite recogerse debajo del plano inclinado durante el
transporte y salir de él para agarrar el tronco una vez que la máquina se sitúa en la
posición adecuada.
La otra máquina lleva la referida cinta transportadora y un plano inclinado que
vierte en ella la fruta que rueda sobre el. Al final de la cinta transportadora un
contenedor recibe el fruto que, antes de entrar en ella, se somete al aire que produce un
ventilador que arrastra las hojas y elementos livianos que acompañan a la cosecha. Ni
que decir tiene que, para que estas máquinas funcionen correctamente, la plantación
tiene que haberse planteado con árboles de un solo píe, con pocas y erguidas ramas
principales.
Fig 5.- Receptor de aceitunas con sistema de planos inclinados.
El avance más notable en la recepción del fruto derribado y que más aceptación
ha tenido entre los olivareros ha sido el denominado paraguas invertido. Este sistema
consiste en el montaje en los laterales del vehículo que soporta el vibrador una
estructura, que recuerda a las varillas de un paraguas, cuyas barras, movidas
hidráulicamente pivotan sobre un punto de apoyo y arrastran una lona que termina
cerrándose alrededor del olivo. Un vibrador montado bajo la referida estructura hace
caer la aceituna que rueda sobre la lona y cae en una tolva, la cual, cuando alcanza el
nivel de llenado aconsejable el tractorista se encarga de vaciar. Hay modelos diseñados
con tolvas de las que salen sendas cintas transportadoras que llevan el fruto a dos
contenedores situados en los laterales del vehículo soporte.
Fig 6.- Vibrador con sistema de recepción de tipo paraguas invertido
16
• Después de la recolección es necesario proceder a la limpieza de la aceituna.
Tradicionalmente la limpieza se hacía en el propio lugar de trabajo mediante cribado
con ayuda manual. Esta forma ha sido abandonada, ya que su costo resulta prohibitivo.
Lo más conveniente es el centralizado de la limpia en la propia finca o en la almazara.
Se debe hacer una limpieza muy grosera a la aceituna antes de pasarla a los remolques
para su traslado hasta la limpiadora. Según el sistema de recolección de aceituna, se
utilizan dos formas de limpieza: el cribado con aventado y el cribado, con aventado y
lavado posterior. El primero se usa cuando la aceituna recogida sólo lleva impurezas de
hojas y brotes. El segundo se utiliza cuando la aceituna además de hojas y brotes lleva
otras impurezas tales como barro, piedra, etc., es decir, la suciedad que acompaña a la
aceituna recogida del suelo que, en algunos casos, llega a tener hasta el 75% en peso de
impurezas.
Las aventadoras someten la aceituna a una corriente de aire regulable a la vez
que se le hace rodar sobre una primera criba construida de redondos calibrados de acero,
con una separación entre ellos que permiten el paso de pequeñas impurezas y retiene la
aceituna. Dicha criba, montada formando un pequeño ángulo con la horizontal, está
dotada de un sistema que la hace vibrar, lo que, además de ayudar a mejorar la calidad
de la limpieza, obliga a desplazarse más rápidamente sobre ella las aceitunas y las
impurezas que ni pueden ser arrastradas por la corriente de aire ni caben entre los
redondos. Una segunda criba se instala a continuación de la primera, construida también
de redondos calibrados de acero, pero con una separación tal que permiten el paso entre
ellos de las aceitunas y de las impurezas de tamaño semejante a ellas, pero que impiden
el paso de objetos de mayor tamaño tales como ramas, piedras, barro, etc., que caen
fuera de la máquina. Algunas de las aventadoras comerciales están dotadas de un
mecanismo alternativo de limpieza de cribas, lo que es muy deseable porque evita
atascos, detenciones y aumentan la calidad de la limpieza obtenida.
Estas máquinas tienen un funcionamiento continuado sin problemas y se pueden
adquirir en el mercado fabricadas por un gran número de casas constructoras, existiendo
versiones accionadas por motor alternativo auxiliar, por motor eléctrico y por la toma de
fuerza del tractor, si bien, este último modelo, aunque es de menor precio, retiene un
tractor, por lo que es desaconsejable económicamente.
Si después del cribado y aventado en la masa de aceitunas sigue habiendo
impurezas, se realiza un lavado previo a su elaboración. Las lavadoras, según su
principio de funcionamiento, se pueden agrupar en dos tipos: las que actúan por
densidad y las que lo hacen por arrastre. El principio que utilizan las primeras consiste
en disolver en el agua sal común, en cantidad suficiente como para conseguir que sobre
ella flote el fruto y no las impurezas. En las segundas, la aceituna y las impurezas son
sometidas a una corriente de agua de velocidad regulable, con lo que se consigue
arrastrar la aceituna y no las impurezas que terminan decantándose. El derrame del
líquido transporta el fruto ya limpio, y las impurezas se depositan en una tolva de la que,
o bien alternativamente o bien de forma continua, son evacuadas.
En cualquier caso la faena de la limpieza de aceituna es una operación que con el
actual estado de desarrollo de las máquinas existentes se puede considerar
satisfactoriamente resuelta.
17
5.- VIBRADORES.
El derribo mediante vibración es, de todos los métodos presentados, la forma
más extendida de recolección de derribo de aceituna. En la actualidad son muchos los
agricultores que utilizan este sistema de recolección de fruta, aunque, a pesar de la
positiva experiencia que se tiene de su utilización, todavía hay agricultores y técnicos
que dudan e incluso niegan sus posibilidades.
Hasta llegar a los actuales vibradores de troncos y ramas de tipo
multidireccional, ha habido una evolución técnica basada en estudios y experimentos
realizados durante más de medio siglo. Uno de los primeros métodos utilizados en el
derribo de aceituna fue el de equipar un tractor con una excéntrica y un cable. Primero
un garfio y luego una correa plana montadas en su extremo libre, se colocaban en las
ramas de los árboles. A continuación el conductor del tractor lo desplazaba hasta tensar
el cable y, activando la excéntrica, conseguía un movimiento de gran amplitud y baja
frecuencia que provocaba la caída del fruto. Debido a que el cable sólo puede ejercer
fuerza de tracción, la velocidad a la que las ramas volvían a su posición de equilibro esta
determinada por su frecuencia natural, lo que limita la eficacia de la vibración. Además,
hay que tener gran cuidado con la tensión inicial del cable para evitar provocar roturas
de ramas.
Fig 7.- Vibrador unidireccional de excéntrica y cable.
Basándose en que si con un mazo de grandes dimensiones, con una almohadilla
de goma colocada en la parte de la cabeza que se utilizada para golpear, con lo que se
evitarían daños en la corteza, al impactar sobre las ramas se puede conseguir, en algunas
especies de árboles frutales, transmitir la energía necesaria para provocar el derribo de la
fruta. La vibración que puede generar este sistema, sobre todo en árboles grandes,
además de no ser eficaz, exige mucho esfuerzo a los trabajadores y les hace, para lograr
mayor eficacia de derribo, tener que subirse a los árboles para golpear a las ramas
pequeñas. Basándose en esta idea apareció un segundo tipo de vibrador, que, con un
resorte comprimido, dejado súbitamente en libertad, por un cilindro metálico, lanzaba
una maza que, al chocar sobre una almohadilla apoyada en el árbol, producía un choque
que provocaba el derribo de la fruta. Se han ensayado modelos que, en vez de resorte,
utilizaban aire comprimido.
18
Fig 8.- Vibrador unidireccional de impacto.
Más tarde, y no sólo por la reducción de costes que produce la eliminación del
obrero que colocaba el garfio o la correa en las ramas del árbol, sino también para
mejorar las características de la vibración producida, algunos constructores
desarrollaron máquinas que sustituían el cable por un brazo rígido en cuyo extremo libre
se colocaba una pinza de agarre del árbol provista de un sistema hidráulico de apertura y
cierre. Gracias a este avance se podía aplicar una vibración con frecuencia y amplitud
variables a voluntad del usuario.
Fig 9.- Vibrador unidireccional de excéntrica y brazo rígido.
A pesar de tener el nuevo sistema la ventaja de eliminar un operario y de
provocar una vibración regulable en frecuencia y amplitud, su aceptación por los
agricultores fue limitada, provocado fundamentalmente porque el vehículo de soporte
recibía la reacción de la acción generada sobre el árbol lo que le causaba notables
desperfectos.
Para evitar este problema surgieron a continuación los denominados vibradores
de inercia unidireccionales. El principio de funcionamiento de los vibradores de inercia
consiste en un mecanismo biela-manivela situado en el interior de una carcasa de peso
variable, que acciona un brazo deslizante, el cual, mediante una pinza accionada
hidráulicamente se fija al árbol y origina la necesaria vibración para derribar la aceituna.
Por el principio de acción y reacción, al poner en marcha el giro de la manivela se
19
produce el desplazamiento del árbol en sentido contrario a la de la carcasa, la cual,
suspendida mediante cadenas o bloque de caucho de un brazo soporte, no transmite la
vibración al tractor. Lógicamente el peso de la carcasa determina la amplitud de la
vibración y la velocidad de giro de la manivela la frecuencia.
Fig 10.- Vibrador unidireccional de inercia.
Basándose en el principio de los vibradores de inercia se han desarrollado
modelos manuales que se utilizan para sacudir las ramas. Los más extendidos son los
que utilizan motores de dos tiempos de pequeña cilindra que hacen a su vez el mismo
efecto que la carcasa en los vibradores unidireccionales de inercia. La mayor limitación
que han tenido estas máquinas la produce el hecho de que son más lentos al poder vibrar
sólo ramas y también en que, hasta cierto punto, son incómodos de manejar. No
obstante, cuando las circunstancias no permiten el uso de los potentes vibradores
multidireccionales de troncos y ramas, cada vez es más frecuente su utilización.
Se observó que cuando el vibrador de inercia unidireccional se aplicaba sobre el
tronco en distintas direcciones mejoraba la eficacia de derribo. Esto dio lugar al
desarrollo de máquinas que vibraban en varias direcciones. Fueron los llamados
vibradores multidireccionales. El principio de funcionamiento de éstas máquinas
consiste en que, en el interior de una carcasa, se hacen girar dos masas excéntricas con
sentidos contrarios y con velocidades angulares diferentes en valor absoluto, aunque
próximas, lo que hace que, de las fuerzas centrífugas que generan ambas masas al girar,
surja una fuerza resultante variable en módulo, dirección y sentido que origina la
vibración multidireccional deseada.
Fig 11.- Vibrador multidireccional de inercia.
Mecánicamente el accionamiento de los dos contrapesos de los vibradores
multidireccionales para lograr que giren sincronizadamente con velocidades angulares
opuestas y próximas en valor absoluto, ofrece problemas de difícil solución. Para
20
evitarlos se ha desarrollado una solución que, por su simplicidad constructiva, ofrece a
los usuarios menos problemas mecánicos que los vibradores multidireccionales que
funcionan con la idea original y tiene tienen además una buena eficacia de derribo, lo
que ha hecho que los agricultores, a sabiendas de la importancia de los costes de
oportunidad que originan las averías en cualquier máquina agrícola, vienen, cada vez
más, invirtiendo en estas máquinas. Son los denominados vibradores orbitales y utilizan
una sólo masa excéntrica de gran tamaño que, al girar, produce una elevada fuerza
centrífuga que, aplicada al tronco o a las ramas, origina un movimiento que recuerda las
orbitas de los planetas, que hace caer el fruto.
Un elemento de gran importancia en los vibradores, tanto en la transmisión de la
vibración desde la cabeza vibradora hasta el árbol, como desde el punto de vista de
daños provocados en la corteza, es la pinza de agarre. Aunque en casi todos los modelos
comerciales son muy parecidas, algunas firmas han utilizado un cilindro hueco relleno
de material plástico (antiguamente era de hueso de aceituna). Este cilindro, además de
adaptarse perfectamente al tronco, ya que las partículas de relleno fluyen y hacen que la
superficie de contacto con el tronco o la rama sea más grande. De esta forma se reduce
la presión específica ejercida por el vibrador, disminuye la amortiguación que producen
los bloques de caucho que normalmente se utilizan, mejora la transmisión de la
vibración y, consecuentemente, mejora la eficacia de derribo. El inconveniente de este
tipo de almohadillas es su elevado precio y su reducida vida útil.
6.- COSECHADORAS DE UVA
La recolección mecanizada de aceituna con cosechadora de uva es un claro
ejemplo en el que todo se le ha pedido al olivo y poco o casi nada a la máquina y, esta
forma de proceder, la experiencia enseña que nos es la más adecuada.
Las plantaciones, con una densidad de más de 1500 olivos de un pie/hectárea,
forman setos ya que se hacen con una distancia entre las líneas de olivos del orden de 3
a 4 m, suficiente como para permitir la cómoda circulación de la cosechadora, la
separación de las plantas en la línea debe ser de 1,5 a 2 m y la altura de los troncos debe
estar situada, como mínimo, entre 50 y 75 cm. La altura del mecanismo de vareo es de
aproximadamente 1 m., si bien se puede aumentar así como el número de varas.
Las cosechadoras de uva son máquinas que se sustentan en una estructura de tipo
pórtico, que, como cabalgan por encima de las líneas de plantas, todo olivo que esté
fuera de la alineación puede ser dañado. También debe evitarse cualquier obstrucción
bajo el túnel de la cosechadora. La altura de dicho túnel oscila entre 1,85 y 2,25 m.
La máquina, de gran peso, si la superficie de suelo está muy húmeda, si es que
puede hacerlo, evoluciona con dificultad. En invierno, en condiciones de suelo húmedo,
el daño que pueden provocar a la estructura del suelo puede ser importante. Por último,
hay que indicar que la topografía desigual hace la conducción difícil e incrementa la
probabilidad de dañar la estructura de la espaldera o las cepas.
Antes de comenzar la recolección, se deben limpiar las líneas de cualquier clase
de residuo y se debe arreglar cualquier parte de la espaldera que pueda obstruir el
funcionamiento de la cosechadora y, por último, se deben tomar precauciones para
21
evitar daños a los sistemas de riego, siendo a veces preciso quitarlos antes de la
recolección.
Las cosechadoras de uva son máquinas dotadas de los más modernos sistemas
hidrostáticos de transmisión de potencia que, en la mayoría de los modelos, se
comercializan como máquinas autopropulsadas, aunque también se fabrican modelos
semisuspendidos a un tractor. Se construyen con potencias que superan los 100 C.V. y
tienen una velocidad de desplazamiento de 0,6 a 0,7 m/s.
Fig 12.- Adaptación de los olivos para la recolección de aceituna con cosechadora de uva.
En una cosechadora de uva se pueden distinguir las siguientes partes: sistema de
derribo, sistema de recepción, sistema de transporte y sistema de limpieza.
• El sistema de derribo de las cosechadoras de uva es el de un vareo ciego
mediante filas pareadas de varas de fibra de vidrio que agitan el follaje con un
movimiento sincronizado con una frecuencia de 300-500 ciclos por minuto. Las varas
golpean horizontalmente los sarmientos a la vez que la cosechadora se desplaza
cabalgando sobre las líneas de cultivo.
• El sistema de recepción recoge los racimos, uvas, hojas, etc., que caen por
gravedad una vez desprendidos por las sacudidas. Este tiene que actuar de manera que,
pese a los obstáculos que suponen los troncos y los soportes, formen un sistema estanco
que impida la pérdida de cosecha sobre el terreno.
La forma clásica del sistema de recepción ha sido la de escamas que se retraen
al chocar con los troncos o soportes, apareciendo una vez superada la situación debido
al avance de la máquina. El papel que juega el sistema de recepción es fundamental para
evitar pérdidas de cosecha.
• El sistema de transporte hace que, una vez derribada y recepcionada la cosecha,
sea conducida hacia las tolvas en las que se va acumulando para su descarga posterior.
El más utilizado para sacar la cosecha de la zona de recepción es el de cinta
transportadora y, para elevarla hasta las tolvas, se usan cintas con barras transversales o
con cangilones.
En algunas cosechadoras el fruto se evacúa de forma continua con una cinta de
descarga que deja caer la cosecha en un remolque que circula paralelo a la cosechadora,
pero como este sistema no es compatible con plantaciones de alta densidad, la mayoría
22
de las máquinas llevan una o dos tolvas de capacidad variable con la envergadura de la
máquina. Estos depósitos van accionados hidrostáticamente para su descarga.
Es de destacar el sistema de recepción y transporte a base de cadenas de
cangilones de plástico deformable que utiliza la firma New Holland. Estas cadenas se
desplazan con velocidad igual y opuesta a la de desplazamiento de la cosechadora sobre
las cepas, con lo cual, la velocidad relativa de los cangilones respecto a los troncos es
nula. Gracias a ello se consigue que el cierre del receptor alrededor de los troncos sea
perfecto y prácticamente nula la pérdida de cosecha. Además, la forma de realizar el
transporte de la cosecha hasta la tolva dentro de los cangilones, hace que el ataque a la
integridad de la uva desaparezca por completo y, por la forma de estos, la succión que
realiza el ventilador para la limpieza puede ser más enérgica, con lo que la eliminación
de impurezas puede ser aún mayor.
• El vareo de sarmientos desprende hojas, zarcillos, pecíolos, trozos de
sarmientos y otros materiales. Es por lo que las cosechadoras de uva llevan incorporado
un sistema de limpieza a base de ventiladores del tipo centrífugo o helicoidal, que se
colocan en el sistema de transporte y succionan las impurezas de la cosecha.
• Las regulaciones de la cosechadora mecánica de uva son importantes. El
cabezal de vibrado debe ser ajustado para que sea todo lo estrecho que el sistema de
conducción de las cepas permita. Demasiado a menudo, el contacto deficiente del
sistema de derribo de la cosechadora con la planta y la frecuencia de la vibración,
incrementan notablemente los daños a la planta y a la espaldera, además del contenido
de impurezas de la cosecha.
Las regulaciones de las cosechadoras de uvas incluyen la frecuencia de
vibración, la distancia entre las varas de una misma línea y entre las líneas de varas, la
velocidad de desplazamiento, el centrado de la máquina en la línea y la velocidad de los
ventiladores de separación de impurezas y deben ser controladas constantemente por el
operario.
7.- RECOLECCIÓN MECANIZADA DE ACEITUNA DE VERDEO.
La mecanización de la recolección de aceituna de mesa para su aderezo en verde
al estilo sevillano ha presentado desde su inicio tres problemas fundamentales: baja
eficacia de derribo de fruto del árbol con los vibradores, alto porcentaje de aceituna
dañada en comparación con la recogida manualmente y bajo rendimiento en árboles
vibrados por jornada de trabajo.
Ante estos hechos y basándose en los trabajos realizados en aceituna de molino,
se pensó en la utilización de productos favorecedores de la abscisión del fruto, de cuya
utilización se esperaba un aumento de la eficacia de los vibradores y una disminución
del tiempo de vibración necesario.
Se han utilizado diferentes productos comerciales y, aunque con algunos de ellos
se llegó a obtener aumentos de eficacia del 10 al 15%, un acortamiento notable del
tiempo de vibración y se redujeron los daños en el fruto, cuando la dosis aplicada era
suficientemente alta como para lograr las mejoras descritas, aparecía un
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desprendimiento tan elevado de hojas que llegaba en algunos casos a una defoliación
casi total de los árboles.
Por todo ello, aunque en algunos casos la utilización de productos mejora la
eficacia de los vibradores, para su empleo sería necesario el estudio de la presencia de
restos de producto en frutos.
El molestado del fruto recogido mecánicamente, si se deja reposar la aceituna
después de derribarla del olivo, produce un oscurecimiento por intensificación del color
verde superficial que, pasado un cierto tiempo, que depende de la intensidad y
características del golpe, se extiende profundizando en la pulpa hasta llegar al
endocarpio y un gran número de frutos que, en un principio, no se veían afectados, al
pasar 24 horas del momento de recogida mecanizada, aparecen porcentajes de frutos
molestados próximos al 90%.
Para evitar la evolución del daño se efectuó el cocido de la aceituna transcurrido
un breve tiempo desde la recolección, dejando al fruto seguir una fermentación normal.
De esta forma, no sólo se obtiene una aceituna fermentada de calidad equiparable en
cuanto a porcentaje de fruto molestado y de características organolépticas semejantes a
las de la aceituna fermentada y recogida manualmente. Siempre con la condición de que
el intervalo recolección-cocido no supere las seis horas. Si dicho tiempo no supera una
hora, el resultado obtenido es a veces incluso mejor en la recolección mecanizada que
en la aceituna recogida manualmente y procesada con el reposo tradicional.
El cocido inmediato a la recolección tendría que ser efectuado en campo, lo cual
es prácticamente imposible porque sería precisa una profunda modificación en los
sistemas de elaboración del aderezo. Se buscó una segunda solución consistente en
utilizar un líquido de transporte en el que, inmediatamente después del derribo, se
introdujo la aceituna, para que en él se evitase el progreso del molestado del fruto y a la
vez hiciera posible el transporte a fábrica y, a continuación realizar un cocido y una
fermentación de características muy semejantes a las que se realizan tradicionalmente.
El líquido de transporte usado fue una lejía de baja concentración (0,8-1º Beaume), que
impide el progreso del molestado y penetra tan poco en la pulpa, incluso teniendo en él
la aceituna largos períodos de tiempo, que una vez en fábrica, se puede realizar un
cocido prácticamente normal.
8.-EPÍLOGO
La experiencia indica que mecanizar un cultivo, en este caso la recolección de
aceituna, exige una perfecta coordinación entre agronomía y mecanización y esto sólo
pueden lograrlo profesionales con la suficiente formación agronómica y mecánica, como
son los Ingenieros Agrónomos.
A pesar de los avances logrados, la recolección mecanizada de aceituna todavía
no ha alcanzado el nivel de desarrollo que sería deseable. La importancia social y
económica del cultivo del olivar y de sus derivados, invita a pensar que, en un tiempo
que no debería ser muy prolongado, se debería alcanzar. Para ello sería necesario
potenciar, además de la investigación, la formación de los estudiantes de las Escuelas de
Ingenieros Agrónomos en las materias dedicadas al estudio de la Agronomía, de los
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Motores y de la Maquinaria Agrícola y evitar lo que de hecho está ocurriendo, que
dichas disciplinas estén siendo desplazadas por otras que, al no ser específicas de un
profesional de características tan determinadas, impiden que los estudiantes, que llegan
a las Escuelas buscando una formación específica, salgan de ellas sin encontrar lo que
buscaban. Ni que decir tiene que haciéndolo se lograría, además, que la sociedad reciba
lo que de los Ingenieros Agrónomos espera.
Nota: En la web www.uclm.es/profesorado/porrasysoriano puede el lector
encontrar una serie de animaciones, fotografías y películas que le amenizarán la lectura de este
capítulo.
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