Mezcla de talentos bien argentos Propuesta que combina textos y composiciones contemporáneas Por Helena Brillembourg | LA NACION inShare Un particular desafío musical y escénico se propuso llevar adelante Andrés Gerszenzon, director del Coro y Orquesta de la UBA, para el proyecto que presenta este año en el Rojas. Decidió convocar a compositores de diversas procedencias estéticas para que cada uno escribiera una pieza eligiendo a sus escritores y poetas favoritos. La consigna era que fueran autores argentinos y que fuera cantado. Luego de esta convocatoria y junto a la directora escénica Bea Odoriz, decidieron armar un espectáculo y presentar estas composiciones como una sola obra. "Las obras individuales las armamos bajo una nueva forma, un conjunto que no tiene cortes, y que dio lugar a toda la presentación. Para escoger el orden utilizamos criterios musicales, sonoros y dramáticos. No hay una historia ni narración lineal", explicó Gerszenzon. "También hubo una decisión entre nosotros acerca de las necesidades sonoras y la forma musical en la que se cantaba cada una de las piezas. Y por supuesto, el criterio dramático acerca de lo que convenía; si era preferible que primero viniera una pieza cómica o una más dramática", añade Odoriz. Los compositores que presentaron sus propuestas fueron Daniel Soruco, Martín Liut, Pablo Mainetti, Víctor Torres y Guillo Espel, y los textos son de Marcelo Galindo, Pablo Katchandjian, Santiago Pintabona, Edgardo Cozarinsky y Santiago Espel. El joven músico Matías Couriel, integrante de la orquesta, compuso las transiciones entre una pieza y otra. Y la interpretación general está a cargo de los solistas del Coro y de la Orquesta de la UBA. Gerszenzon afirmó que para la selección de los intérpretes también primaron otros criterios aparte del canto, como las capacidades actorales de cada uno. En el mundo musical no es muy común trabajar como en el teatro, pero en este caso particular hasta los instrumentistas forman parte de la dramatización. "A veces se piensa la parte actoral por un lado y la parte musical por otro, pero para nosotros esto de mezclarlas desde sus comienzos es enriquecedor, una manera de encontrar un lenguaje en común y nuevo -explica Odoriz-. El nombre Odio a mi familia, mezcladito argento es el verso de una de las piezas y nos pareció pertinente porque tiene esto del conflicto de dónde venimos, de cuál es nuestra identidad". Para Gerszenzon, el título tiene una interpretación adicional. "Es una forma de romper con las convenciones acerca de la música contemporánea y darle un tono menos intelectual. Aquí hasta los compositores se han sentido partícipes, no solamente con su composición, sino que han intervenido en el montaje. Resultó una experiencia muy feliz ya que al armarse todo como un proyecto en común no hubo competencia entre las obras. También el apoyo del Rojas nos permitió concretar nuestros planes con mucho crédito. Fue una obra muy cooperativista."