Paul Gauguin, el triunfo del pintor exótico

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LATERCERA Domingo 22 de febrero de 2015
Sociedad
Cultura
[REVALORACION ] Plasmó la belleza indígena de las mujeres de Tahití, pero fue ignorado por sus pares
impresionistas. Tras morir hace 111 años, solo y pobre, el francés se alza ahora como el artista más caro
de la historia: uno de sus óleos se acaba de vender en 300 millones de dólares. Por Denisse Espinoza.
Paul Gauguin, el triunfo del pintor exótico
A
unque tuvieron
algunos desencuentros, a la larga se hicieron
amigos, se pintaron mutuamente
y alabaron sus
respectivas formas de plasmar la
vida en una tela. Vincent Van Gogh
(1853-1890) y Paul Gauguin (18481903) no sólo compartieron una visión del arte fuera de la Academia;
también, una personalidad compleja que los hizo encarnar el estereotipo del artista que lo abandona
todo para seguir ciegamente sus pasiones: ambos eran tercos, temperamentales, con problemas emocionales que los llevarían a intentar
suicidarse, para finalmente morir
solos, pobres y sin la validación del
medio artístico.
“Soy un gran artista y lo sé”, le escribió Gauguin a su esposa Mette en
un arranque de optimismo. Lo cierto es que la mayor parte del tiempo,
el francés padecía de una autocrítica extrema. También era escéptico
respecto de sus pares y del público,
lo que finalmente no lo llevaría a
ninguna parte en estos ámbitos.
Pero la historia del arte y el correr
del tiempo le harían justicia a su talento. Quizás demasiada. Hace algunas semanas, su óleo Nafea Faa
Ipoipo? (¿Cuándo se casará usted?),
de 1892, fue adquirido por la suma
récord de US$ 300 millones, a través de una venta privada anónima.
The New York Times, que dio a conocer la noticia, señaló que el comprador más seguro sería la familia
real de Qatar, la misma que en 2011
compró el que hasta ahora era el
cuadro más caro de la historia: Los
jugadores de cartas de Paul Cézanne (US$ 259 millones).
El negocio no sólo sube los bonos
del pintor francés, que ya desde hace
décadas es reconocido como uno de
los artistas más importantes del siglo
XIX, al contribuir decisivamente en la
instalación del arte moderno: Picasso,
Matisse y Munch reconocieron posteriormente su influencia. También se
ha creado más expectación sobre la
retrospectiva que por estos días se
realiza en la Fundación Beyeler, en
Basilea, y que reúne 50 óleos, grabados y esculturas del artista, incluyendo la tela recientemente vendida.
La obra pertenecía a Rudolf Staechelin, un ex ejecutivo de Sotheby’s
de 62 años, heredero de un fideicomiso
familiar de más de 20 obras impresionistas y post-impresionistas, entre
las que se encontraba la de Gauguin.
Luego de estar en Basilea, hasta junio,
la muestra viajará al Reina Sofía de
Madrid y a la Colección Phillips, en
Washington. El nuevo propietario
tomará posesión de la obra recién en
enero de 2016.
Indígenas y mala suerte
RR Nafea Faa Ipoipo? es hoy la obra más cara del mercado, vendida en US$ 300 millones. FOTO: AP.
RR ¿De dónde venimos? ¿Quiénes somos? ¿A dónde vamos? (1897-1898). FOTO: FONDATION BEYELER.
Pintada en 1892, justo un año después de su primer viaje a Tahití,
Nafea Faa Ipoipo? refleja la nueva
imaginería artística que colmó la
obra de Gauguin: desde entonces su
producción plasmó la belleza exótica del Caribe con paisajes y desnudos audaces para la época, colores
profundos y un trazo rústico que se
opusieron a la pintura occidental. El
francés se divorciaba no sólo de su
esposa, Mette, sino también de sus
inicios, en 1878, al alero de los impresionistas Pisarro y Degas, los
primeros en animarlo a dejar su
trabajo como corredor de seguros
para ser artista.
Gauguin se hizo su propio camino
en el arte, que empezó en 1888 con
su amistad con Van Gogh y sus primeros viajes a Martinica y Panamá. Su
obsesión por la belleza indígena, eso
sí, partió antes, gracias a su madre de
raíces peruanas que lo llevó a vivir a
Lima entre 1849 y 1854.
Claro que el sello propio vino
acompañado de una gran nube negra: en 1892 Gauguin sorteó su primer infarto al corazón y su situación económica se deterioró. Volvió a Francia en 1893, donde sufrió
la incomprensión: todas sus exposiciones fueron un fiasco y una
de sus tantas amantes, una bailarina javanesa de nombre Annah,
saqueó todo su departamento, excepto sus óleos. Recién en 1900 la
luz al final del túnel comenzó a
brillar, gracias al contrato que firmó con un marchante parisino que
le permitió comenzar a vivir de su
arte. Le duró poco: en 1903 murió
enfermo en un camarote en Atuona, en las Islas Marquesas. Al final,
había logrado volver a vivir en ese
paraíso que había ayudado a construir con su pintura: un mundo de
nativos que sólo sabían bailar y
hacer el amor. Claro que la realidad de Tahití era mucho más compleja y difícil que eso, colonizada
y empobrecida como estaba. Gauguin siempre lo había sabido.b
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