JDO. PRIMERA INSTANCIA N. 2 VALLADOLID SENTENCIA: 00137/2016 JUZGADO DE PRIMERA INSTANCIA Nº DOS DE VALLADOLID Juicio ordinario nº 98/2016-A SENTENCIA - núm. 137/2016 En Valladolid, a 1 de junio de 2016 Visto por el Ilmo. Sr. D. Ángel González Carvajal, Magistrado-Juez del Juzgado de Primera Instancia nº 2 de Valladolid, el juicio ordinario nº 98/2016, en el que es demandante, D. LESMES FRUTOS PÉREZ y Dª. PILAR DEL BARCO MARTÍN, representados por el/a Procurador/a Sr/a. FERNÁNDEZ GIMENO y defendidos por el/a Letrado/a Sr/a. LÓPEZ SOTO; y demandado, BANCO DE CAJA ESPAÑA DE INVERSIONES, SALAMANCA Y SORIA, S.A. (Banco CEISS), representada por el/a Procurador/a Sr/a. GALLEGO BRIZUELA y defendida por el/a Letrado/a Sr/a. PASCUAL MATARRANZ. Sobre nulidad contractual de adquisición de participaciones preferentes y obligaciones subordinadas. ANTECEDENTES DE HECHO PRIMERO.- La parte demandante presentó demanda de juicio ordinario el 20/01/2016, en la que tras exponer los hechos y fundamentos jurídicos que consideró de aplicación, concluyó con el suplico de que se dicte sentencia por la que: 1) se declare la nulidad de pleno derecho o subsidiariamente anulabilidad o responsabilidad por negligencia, en relación con la contratación de la orden de valores relativa a la adquisición de participaciones preferentes y obligaciones subordinadas de Caja España; 2) se condene a la demandada a la devolución de la cantidad invertida de compra (90.000 €), con los intereses legales desde la suscripción que se compensará con los intereses ya percibidos, todo ello con imposición de costas. SEGUNDO.- Admitida a trámite la demanda se emplazó a la demandada que compareció en el procedimiento y contestó a la demanda en sentido de formular oposición, solicitando una sentencia desestimatoria con imposición de costas a la otra parte. TERCERO.- Celebrada la audiencia previa el 26/04/2016, ante la falta de acuerdo, las partes ratificaron sus respectivas pretensiones, y, propusieron las pruebas de documentos e interrogatorio de testigo, que se admitieron y practicaron en el juicio celebrado el 31/05/2016 con el resultado que obra grabado en las actuaciones y quedó el procedimiento finalizado para sentencia. CUARTO.- En la tramitación de este juicio se han observado las prescripciones legales. FUNDAMENTOS DE DERECHO PRIMERO: Planteamiento.1.- En la demanda interpuesta por los cónyuges, D. LESMES FRUTOS PÉREZ y Dª. PILAR DEL BARCO MARTÍN, contra el Banco CEIIS se pretende: (i) la declaración de nulidad –absoluta o relativao declaración de responsabilidad por negligencia en relación con la contratación de valores, a razón de un total de 90 títulos, 33 de obligaciones subordinadas (18 suscritas en fecha 27/08/2008 y 15 el 16/04/2009) y 57 de participaciones preferentes (18/05/2009); y, (ii) la condena a la devolución de la cantidad invertida que suma 90.000 €, con los intereses legales desde la fecha de contratación compensándose en la cantidad concurrente con lo percibido por los adquirentes como remuneración de la inversión realizada. Se fundamenta en esencia la pretensión actora, en la concurrencia de vicios en la formación del consentimiento por ausencia o insuficiencia de la debida información sobre las características y riesgos del producto contratado; subsidiariamente, se pide la condena al pago de la expresada cantidad, en concepto de indemnización de daños y perjuicios derivados de la negligente comercialización de las participaciones preferentes por la entidad demandada. 2.- La demandada se opone a la reclamación. Al respecto, niega que existan vicios en el consentimiento sea por dolo o error, por considerar que su actuación ha sido correcta ajustándose la comercialización del producto a los principios de transparencia e información, y de existir error no sería invalidante del consentimiento por falta del requisito de excusabilidad. SEGUNDO: Características, riesgos y complejidad de las participaciones preferentes y obligaciones subordinadas.a) Características y riesgos.Para determinar si ha existido un vicio invalidante del consentimiento, es preciso partir de la naturaleza de esta clase de productos financieros -participaciones preferentes y obligaciones subordinadas-, que son instrumentos de deuda de características y riesgos semejantes. En varias resoluciones judiciales (Ss. AP Palma de Mallorca de 17 de octubre de 2013, Zaragoza de 10 de mayo de 2013, Córdoba de 30 de enero de 2013…) se parte de lo indicado sobre este producto –en relación con las participaciones preferentes pero que es extensible a la deuda subordinada- por la Comisión Nacional del Mercado de Valores que señala “son valores emitidos por una sociedad que no confieren participación en su capital ni derecho a voto. Tienen carácter perpetuo y su rentabilidad, generalmente de carácter variable, no está garantizada. Se trata de un instrumento complejo y de riesgo elevado que puede generar rentabilidad, pero también pérdidas en el capital invertido...Las PPR no cotizan en Bolsa. Se negocian en un mercado organizado...No obstante, su liquidez es limitada, por lo que no siempre es fácil deshacer la inversión...”. De la definición expuesta se extraen las características principales de estos productos: 1.- Son valores emitidos por una sociedad que computan como recursos propios -no constituye un pasivo en el balance de la entidad- y no confieren participación en su capital, ni derecho de voto. Son un valor de capital cautivo al no ostentar derecho de participación en los órganos sociales del emisor. Es más carecen del derecho a la suscripción preferente respecto de futuras emisiones, y del derecho de participación en las ganancias repartible del emisor -ni participa de la revalorización de su patrimonio, aunque sí participa en sus pérdidas. 2.- Las participaciones preferentes tienen carácter perpetuo, lo que significa que no se fija una fecha para su vencimiento (devolución por parte del emisor) o el plazo para la misma es sumamente elevado. Sin embargo, el emisor, si se trata de una entidad financiera, suele reservarse el derecho a amortizarlas. Esto supone reconocerle una ventaja de la que no goza el suscriptor, pues el emisor en función de las condiciones del mercado podrá, en la fecha establecida, proceder a la amortización. En el caso de las obligaciones subordinadas, suele tener un vencimiento determinado de al menos cinco años que puede ser superior. 3.- No cotizan en bolsa. Se negocian en un mercado secundario, por lo que su liquidez estará sujeta a la cotización de las participaciones preferentes en este mercado secundario y a la demanda de las mismas. 4.- La rentabilidad depende de que el emisor obtenga beneficios distribuibles en el ejercicio o a la existencia de un determinado nivel de beneficios. 5.- Sólo cuentan con la garantía del emisor. A diferencia de otros productos más conservadores, como las imposiciones a plazo fijo o los depósitos bancarios, que cuentan con garantías adicionales, como el Fondo de Garantía de Depósitos. 6.- En caso de insolvencia del emisor el orden de recuperación de créditos por los suscriptores está por detrás de todos los acreedores preferentes y de los comunes, que altera el régimen de prelación y que sitúa a estos valores tras los acreedores comunes. Estos valores tienen pues asociados importantes riesgos como la no percepción de remuneración, perpetuidad -en el caso de las participaciones-, de mercado que puede generar la pérdida del capital invertido, de orden de prelación al postergarse en relación con otros créditos en caso de concurso, de liquidez por la dificultad de deshacer la inversión, del emisor por la insolvencia del emisor que impida hacer frente a sus compromisos de pago. b) Producto complejo. A la vista de los caracteres y riesgos de estos productos, cabe catalogarlos como valores complejos en los términos del art. 79 bis 8.a) de la Ley del Mercado de Valores, pues no concurren en ellos las siguientes condiciones: (i) Que existan posibilidades frecuentes de venta, reembolso u otro tipo de liquidación de dicho instrumento financiero a precios públicamente disponibles para los miembros en el mercado y que sean precios de mercado o precios ofrecidos, o validados, por sistemas de evaluación independientes del emisor; (ii) que no impliquen pérdidas reales o potenciales para el cliente que excedan del coste de adquisición del Instrumento y (iii) que exista a disposición del público información comprensible suficiente sobre sus características que permita a un cliente minorista medio emitir un juicio fundado para decidir si realiza una operación en ese instrumento. En suma, tanto las participaciones preferentes como las obligaciones subordinadas son un producto complejo con riesgos superiores a los de una cuenta o depósito tradicional, por lo que el perfil del inversor de este tipo de productos debería ser un inversor especializado y con conocimientos financieros. Así las cosas, este tribunal, siguiendo el criterio expuesto en la SAP Asturias de 18 de julio de 2013, en torno a la adquisición de este tipo de valores, señala que constituye un producto complejo en relación al resto de contratos bancarios existentes, lo que supone que la entidad bancaria debe ser extremadamente diligente en la obtención de la información sobre los datos esenciales de los clientes para conocer que el producto financiero puede ser ofrecido. También debe facilitarse la información precisa para que el cliente sea plenamente consciente del objeto del contrato y de las consecuencias del mismo. La razón de ello se fundamenta, además de en la complejidad del producto, en la distinta posición de las dos contratantes. Por un lado, la entidad bancaria demandada conocedora del entorno financiero y del producto que oferta, y, por otro lado, el cliente que suscribe el producto, al que, si goza de la condición de consumidor, debe serle aplicable la normativa tuitiva de protección de consumidores. TERCERO: Sobre el error del consentimiento y deberes de información y transparencia.1.-El artículo 1.265 CC dispone que será nulo el consentimiento prestado por error, y según el artículo 1.266 CC para que sea invalidante (Ss.TS de 12-7-2002, 24-1-2003, 12-112004, 17-2-2005,17-7-2006, 21-11-2012) debe reunir dos requisitos: 1) que sea esencial, porque recaiga sobre alguna de las condiciones relevantes del contrato, esto es, las que de manera primordial o básica han determinado su celebración, al punto que de no haber existido el error el contratante que lo sufrió no lo hubiera celebrado o lo habría celebrado en condiciones distintas; y, 2) que no sea imputable al que padece el error, en el sentido de ser excusable y de no haberse podido evitar con una diligencia ordinaria. Ha de tenerse en cuenta además que para la apreciación del error se ha de estar a las circunstancias concurrentes en el caso concreto, tanto las relativas al contrato como las personales de los contratantes. Y a este respecto, se ha de destacar que: (1) el contrato es de adhesión, por lo que sus condiciones están previamente redactadas o predispuestas por el banco, a las que el cliente se limita a adherirse sin posibilidad de negociarlas; (2) el producto ofertado tienen un cierto grado de complejidad, con un componente de elevado riesgo; (3) los contratantes no están en una posición de igualdad, máxime cuando el cliente no es un profesional del que se presuma la experiencia, conocimientos y cualificación necesarios para tomar sus propias decisiones de inversión y valorar correctamente sus riesgos, por lo que es exigible una especial diligencia a la entidad bancaria o financiera quien ha de velar no solo por su propio interés, sino también por los de su cliente, al que debe proporcionar una información clara, correcta y completa del producto que ofrece, para la adecuada formación de la voluntad negocial, posibilitando un conocimiento preciso sobre las características y funcionamiento del contrato. Precisa al respecto la STS de 20 de enero de 2014 que ”Ordinariamente existe una desproporción entre la entidad que comercializa servicios financieros y su cliente, salvo que se trate de un inversor profesional. La complejidad de los productos financieros propicia una asimetría informativa en su contratación, lo que ha provocado la necesidad de proteger al inversor minorista no experimentado en su relación con el proveedor de servicios financieros. Como se ha puesto de manifiesto en la doctrina, esta necesidad de protección se acentúa porque las entidades financieras al comercializar estos productos, debido a su complejidad y a la reseñada asimetría informativa, no se limitan a su distribución sino que prestan al cliente un servicio que va más allá de la mera y aséptica información sobre los instrumentos financieros, en la medida en que ayudan al cliente a interpretar esta información y a tomar la decisión de contratar un determinado producto”. 2.- Es por ello que en este contexto de la información existe una rigurosa normativa protectora de los clientes de las entidades bancarias entre las que cabe destacar la Ley 24/1988, de 28 de julio, del Mercado de Valores, en su arts. 78 y siguientes que impone a las entidades que presten servicios de inversión comportarse con diligencia y transparencia en interés de sus clientes, cuidando de tales intereses como si fueran propios, y, de mantener en todo momento adecuadamente informados a sus clientes. 3.- En orden a la carga probatoria del correcto asesoramiento e información en el mercado de productos financieros, concierne a la entidad bancaria o financiera, a la que le es exigible, no la diligencia genérica de un buen padre de familia, sino la específica del ordenado empresario y representante leal en defensa de los intereses de sus clientes, lo cual por otra parte es lógico por cuanto desde la perspectiva de éstos últimos se trataría de probar un hecho negativo como es la ausencia de dicha información (en tal sentido, SAP Valencia, de fecha 26-4-2006). Igualmente la SAP Valladolid, secc.1ª, de fecha 19-9-2012 dice “esta Sala en sentencia de 27 de junio de 2011 la prueba de que la información se dio y con los requisitos de suficiencia necesaria e imprescindible corresponde a la entidad financiera”; siguen este criterio respecto de la suficiencia y claridad de la información, que debe facilitar la entidad de crédito, que es ésta la que debe probar que ha cumplido con los deberes de información necesarios a tenor de la legislación vigente (SAP Burgos,secc.3ª, de 4-12-2010 ). 4.- Corolario de lo dicho es que los clientes de productos bancarios, deben recibir una información adecuada, suficiente, veraz, y comprensible sobre el producto que contratan y el riesgo que asumen con su contratación, de tal forma que cuando tal normativa protectora no se cumple y no queda garantizado el derecho del cliente bancario a recibir tal información, puede concluirse que el mismo no estaba debidamente informado sobre los extremos referidos y por ello no era consciente de las consecuencias que conllevaba la contratación del producto financiero, lo consentimiento. que permite apreciar error invalidante del CUARTO: Resultado de la prueba.El consentimiento se presta en función de la información efectivamente facilitada por la parte demandada, siendo el contenido de esa información la que determina la formación de la voluntad. Sobre este aspecto no puede concluirse que la demandada, en el caso enjuiciado, haya cumplido con el deber de información y transparencia que le son exigibles, por no reunir las condiciones objetivas de corrección (información clara precisa, suficiente y tempestiva), y las requeridas en función de las circunstancias subjetivas de los clientes (experiencia inversora, nivel de estudios ...), que permitan considerar que estos hayan tenido un conocimiento preciso y completo de los elementos esenciales del producto que se les ofrecía, como así se desprende de los siguientes datos: 1.- El matrimonio demandante, el marido jubilado como empleado en Fasa-Renault de cuya indemnización procedía el capital invertido, con estudios elementales, no consta que tengan conocimientos en materia financiera, y su experiencia inversora se ciñe a las operaciones básicas de la clientela general (depósito a plazo, cuenta de ahorro), sin que posean ningún otro producto de inversión complejo al margen del que es objeto de litigio. Su perfil inversor es claramente conservador, se trata de ahorradores con aversión a la asunción de los elevados riesgos que implica la adquisición de estos instrumentos financieros, con los que no estaban familiarizados, ni inicialmente cuando suscriben las obligaciones en el año 2008, ni después con la adquisición de las participaciones en 2009. Las órdenes de valores, se ejecutan por iniciativa y recomendación del personal de la entidad demandada, con el que la demandante mantenía una relación de confianza fruto de los muchos años de clientela, proponiéndosele la suscripción de estos títulos, como un alternativa de ahorro seguro con una mayor rentabilidad que los depósitos, debido a la mayor amplitud del plazo de amortización. En este contexto, la comprensión y correcta valoración de un producto como el litigioso, que por su complejidad requiere una formación financiera claramente superior a la que posee la clientela bancaria en general, exigía a la demandada que presta servicios de inversión la observación escrupulosa, de suministrar oportunamente una información completa, clara, suficiente y adecuada al inversor medio, de modo que antes de formalizar la contratación de este producto debe cerciorarse de que sus clientes son conscientes de los caracteres y riesgo de la operación, lo que aquí no se ha cumplido. 2.- En efecto, la entidad financiera demandada, no está en condiciones de acreditar que, con anterioridad a la formalización de la operación, se ha facilitado al cliente un soporte informativo –verbal y documental- sobre el instrumento ofrecido en el que se indiquen sus características principales y riesgos, considerándose que su actuación es contraria a los principios de claridad y transparencia que inspiran las buenas prácticas y usos financieros. Debe reiterarse que ante la alegación del demandante, inversor no profesional, de que no fue informado sobre los concretos riesgos que conllevaba la contratación, corresponde al banco demandado que lo comercializó acreditar que cumplió con los deberes de información (cfr. STS 9 de diciembre de 2015). Y así: (i) El empleado de la entidad que comercializó los productos ha manifestado en su interrogatorio testifical, que se ofrecieron al demandante, sin advertir de los riesgos ni características, por considerar que eran valores seguros adecuados a su perfil, sin ponderar que pudiera comprometerse el capital o los rendimientos, aspectos que eran contingencias imprevisibles. (ii)La orden de valores contiene en denominación abreviada el tipo de producto, y en letra menuda una información incompleta sobre los riesgos asociados a la operación, que se considera inadecuada para el correcto entendimiento del producto, tanto de sus condiciones o características de las que nada se indica, como de los riesgos que conlleva a los que se alude genéricamente -de mercado, volatilidad, liquidez, crédito- con referencia a diversos productos de inversión (warrants, bonos, obligaciones, cédulas hipotecarias…). Figura también impreso en este documento, que el ordenante conoce el significado y trascendencia de la orden, lo que constituye una declaración no de voluntad sino de conocimiento, que se revela como una fórmula predispuesta por el profesional bancario vacía de contenido real al resultar contradichas por los hechos, ya que el cliente consumidor o usuario no ha tenido la oportunidad de tomar conocimiento real de los caracteres y riesgos del producto antes de la celebración del contrato; esta manifestación es por ello inoperante para demostrar que se ha procurado información en las condiciones precisas para el entendimiento del producto y, en especial de los riesgos que comporta. (iii) Nada se prueba sobre que se entregara a las demandantes otra información documentada, como un folleto o tríptico informativo, con las condiciones del producto y los riesgos asociados al mismo; es más, el contenido de estos suele ser de difícil comprensión para una persona inexperta en materia financiera, de manera que la buena praxis exige como complemento informativo, que el comercial que presenta y ofrece el producto explicara a los clientes su contenido y riesgos en términos asequibles, lo que tampoco está demostrado que se hiciera. (iv) Por otro lado, no es admisible desplazar en el cliente un deber de diligencia en orden a solicitar información o exigir una explicación de los caracteres y riesgos del producto contratado pues como dice la STS de 18 de abril de 2013 “sin conocimientos expertos en el mercado de valores, el cliente no puede saber qué información concreta ha de demandar al profesional”. Unos clientes como es el caso, con un perfil conservador no puede perjudicarle que no haya indagado sobre el riesgo que suponían los valores cuya adquisición le presenta y propone dicho profesional, porque no le es jurídicamente exigible. (v) Se aporta un test de conveniencia relativa a la suscripción de las participaciones que como es práctica habitual se puso a la firma conjuntamente y en el mismo momento que la orden de suscripción de las participaciones y de otros documentos (contrato tipo de depósito, contrato básico Mifid…), todo ello sin solución de continuidad, tras la recomendación por el empleado de la contratación del producto; esta dinámica contractual resulta claramente orientada a evitar una mínima reflexión o ponderación del producto contratado. En estas circunstancias, el test no deja de ser tratado por la propia entidad demandada como un mero formalismo para cumplimentar un trámite o cubrir el expediente en su actividad comercializadora, sin que responda a la finalidad para la que está legalmente concebido, de garantizar la adecuación del producto que se ofrece a los intereses del cliente. Además son tres las operaciones realizadas, y de dos de ellas no consta que se formulara el test. Es más, los productos se adquieren previa recomendación personalizada, lo que obligaba a la entidad a prestar a su cliente el asesoramiento correspondiente cara a que comprendiera perfectamente el producto que le ofrece para así formar en las debidas condiciones su consentimiento, sin necesidad de suscripción de un específico contrato de asesoramiento con tal objeto, y comporta también la obligación de evaluar no solo la conveniencia del mismo sino también su idoneidad, como ha tenido ocasión de declarar la STS de 20 de enero de 2014, que –como destaca la SAP Valladolid sec.3 de 9 de marzo de 2015- asimismo señala en cuanto al incumplimiento de dichos test que "Por sí mismo, el incumplimiento de los deberes de información no conlleva necesariamente la apreciación de error vicio, pero no cabe duda de que la previsión legal de estos deberes, que se apoya en la asimetría informativa que suele darse en la contratación de estos productos financieros con clientes minoristas, puede incidir en la apreciación del error”. (vi) Que los clientes hubieran contratado anteriormente productos similares no conlleva que tuvieran experiencia inversora en productos financieros complejos, si en su contratación, como es el caso, tampoco les fue suministrada la información legalmente exigida. No se ha probado que en esos casos se diera a los demandantes una información adecuada para contratar el producto con conocimiento y asunción de los riesgos de una inversión compleja y sin garantías. 3.- Y en fin, no puede conceptuarse como un acto propio revelador de la confirmación del contrato y del conocimiento de sus características, el hecho de no formular queja o protesta mientras han estado percibiendo las remuneraciones o intereses correspondientes. Para que pueda apreciarse la existencia de una válida confirmación, que extinga la acción de nulidad, es necesario que el contratante que pueda invocar la causa de nulidad, con conocimiento de la misma y una vez que haya cesado, ejecute un acto que implique necesariamente la voluntad de renunciarla (art. 1.311 CC). Sería necesario, por tanto, que la parte actora hubiera constatado el alcance y trascendencia del error y seguidamente haya realizado un acto concluyente que implique su voluntad de renunciar a la impugnación del contrato, para que éste siga vigente. Pero en este caso no existe ningún acto que inequívocamente revele la voluntad de la actora de renunciar a la acción de nulidad y confirmar el contrato una vez que adquirió conocimiento del vicio invalidante, es decir del error padecido. La actuación del cliente es lógica, no existían razones para sospechar fundadamente del alcance y riesgos del producto, reaccionando cuando conoce lo realmente suscrito dejando de percibir la remuneración. QUINTO: Apreciación del vicio de consentimiento y sus efectos.1.- En conclusión, la conjunta consideración de tales omisiones y deficiencias en la información ofrecida por el Banco demandado, provocó en el cliente un conocimiento equivocado sobre las cualidades del producto suscrito, incurriendo así en error sobre la esencia del contrato, de importancia suficiente como para invalidar el consentimiento de acuerdo con lo establecido en los artículos 1.265 y 1.266 CC. Y como quiera que la parte actora carece de experiencia y conocimientos en materia financiera, el banco demandado estaba obligado legalmente a suministrar información y lo hizo de modo inadecuado, por lo que cabe imputarle a este dicho error porque hubiera tenido la posibilidad de eliminarlo fácilmente, de modo que el error de la demandante, debe calificarse como un error excusable. Precisamente, uno de los motivos por los que suele apreciarse la excusabilidad del error es cuando la parte no afectada por el mismo -profesional del sector bancario y a quien es exigible la diligencia propia de tal condición-, está obligada legalmente a suministrar determinada información, y no lo hace o lo hace de modo inadecuado, lo que conduce a que se impute el error a quien hubiera tenido la posibilidad de eliminarlo a menor coste. Y es que como dice la STS de 20 de enero de 2014 “la existencia de estos deberes de información que pesan sobre la entidad financiera incide directamente sobre la concurrencia del requisito de la excusabilidad del error, pues si el cliente minorista estaba necesitado de esta información y la entidad financiera estaba obligada a suministrársela de forma comprensible y adecuada, el conocimiento equivocado sobre los concretos riesgos asociados al producto financiero complejo contratado en que consiste el error, le es excusable al cliente”. 2.- El vicio de consentimiento por error determina que se anule el contrato conforme a los arts. 1261, 1265, 1266 CC, lo que lleva consigo “ex lege” la recíproca devolución de lo que ambas partes hayan percibido (art. 1303 CC:” los contratantes deben restituirse recíprocamente las cosas que hubiesen sido materia del contrato, con sus frutos, y el precio con los intereses”), reponiendo las cosas al estado que tenían al tiempo del contrato, esto es, con efectos “ex tunc”, lo que supone volver retroactivamente al estado jurídico preexistente a la celebración del contrato. La finalidad no es otra que conseguir que las partes afectadas por la nulidad vuelvan a tener la situación personal y patrimonial anterior al efecto invalidador, evitando que se produzca un enriquecimiento injusto en virtud de la declaración de nulidad. Desde esta perspectiva, la entidad bancaria demandada deberá devolver el nominal invertido, incrementado con los intereses legales desde la fecha en que se realizó la inversión, mientras que los clientes demandantes habrán de devolver la remuneración obtenida, con los intereses legales desde la fecha de su recepción, sin perjuicio de la compensación que proceda en la cantidad concurrente. Precisar dos aspectos: a) que la cantidad a devolver por los clientes a la demandada es la derivada del rendimiento total de las participaciones preferentes; es decir, su importe bruto correspondiente con el desembolso satisfecho por la entidad demandada, sin perjuicio de que la cantidad percibida por el titular haya sido en neto, resultante de aplicar la correspondiente retención fiscal por parte del banco que este ingresa directamente en la Hacienda Pública conforme establece el artículo 74.1 del Real Decreto 439/2007, de 30 de marzo, (en el mismo sentido SAP León, secc.2 de 18 de junio de 2014). b) Que la remuneración dineraria percibida por los suscriptores devenga el interés legal, pues de no ser así, se generaría un enriquecimiento injustificado a su favor, ya que se les ha pagado una cantidad que han tenido a su disposición y que vienen obligados a reintegrar al igual que la otra parte, con el fin de que su situación sea la misma que antes de suscribir la operación financiera. Igualmente la actora deberá devolver los bonos convertibles o acciones emitidas en sustitución de las participaciones que tenían ellos con anterioridad. SEXTO: Imposición de costas.La estimación íntegra de la demanda determina la condena en costas a la demandada ex art. 394,1 LEC. En aplicación de lo expuesto: FALLO Estimo íntegramente la demanda interpuesta por D. LESMES FRUTOS PÉREZ y Dª. PILAR DEL BARCO MARTÍN contra BANCO DE CAJA ESPAÑA DE INVERSIONES, SALAMANCA Y SORIA, S.A. y, en su virtud: 1.- Declaro la nulidad de las órdenes de valores relativas a la suscripción de 57 títulos de participaciones preferentes formalizada el 18/05/2009 y de 33 títulos de obligaciones subordinadas formalizadas el 27/08/2008 y el 16/04/2009, con la obligación de restituirse las partes lo recíprocamente obtenido por dicha operación financiera. 2.- En consecuencia, sin perjuicio de la compensación que proceda en la cantidad concurrente: a) la demandada deberá devolver a la demandante el nominal invertido (90.000 €) incrementado con los intereses legales desde la fecha en que se realizó la inversión; y, b) la demandante habrá de devolver a la otra parte, la remuneración obtenida a determinar en su caso en ejecución de sentencia con los intereses legales desde la fecha de su percepción, así como los bonos convertibles o acciones emitidas en sustitución de las participaciones preferentes. 3.- Se imponen las costas a la demandada. Así por esta mi sentencia lo pronuncio mando y firmo. Recurso.- La presente resolución es apelable en el plazo de los veinte días siguientes a su notificación en la forma prevista en los arts. 458 y ss. LEC, y, previa constitución del depósito para recurrir efectuado conforme a lo establecido en la Disposición Adicional Decimoquinta de la Ley Orgánica 1/2009, de 3 de noviembre. PUBLICACIÓN.- Publicada la anterior sentencia en el día de su fecha. Doy fe.