La enfermedad cardiovascular en el trasplante

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Capítulo 15
La enfermedad cardiovascular en
el trasplante renal
Dra. María Marqués Vidas
Médico especialista en Nefrología. Servicio de Nefrología del Hospital Clínico San Carlos, Madrid
Dr. Jesús López Lafuente
Médico especialista en Radiología y Radiodiagnóstico. Servicio de Radiología
de la Fundación Hospital Universitario Alcorcón, Madrid
Cuándo es necesario el trasplante de riñón
El trasplante de riñón es uno de los tratamientos empleados para sustituir la función renal en aquellos pacientes que
sufren de insuficiencia renal grave, sin opción a tratamiento
curativo, y que están abocados a morir. Consiste en implantar un riñón compatible (en principio, es suficiente con que lo
sea con el grupo sanguíneo, aunque existen algunas excepciones a esta regla) procedente de un donante vivo o de un
cadáver. Dicho riñón se implanta en la fosa ilíaca derecha o
izquierda (parte baja del abdomen) del receptor utilizando
sus vasos ilíacos y su vejiga. Salvo en algunos casos, no es
necesario extirpar los riñones propios. Para evitar el rechazo
del órgano trasplantado, el paciente debe mantener un tratamiento inmunosupresor de forma indefinida.
El trasplante renal ha experimentado en los últimos años un avance sustancial, convirtiéndose en la mejor
alternativa de tratamiento sustitutivo para los pacientes
con insuficiencia renal crónica terminal, y mejorando de
manera significativa la calidad y la expectativa de vida de
estos enfermos, si se compara con la otra alternativa terapéutica disponible para estos pacientes: la diálisis. Gracias
al desarrollo de nuevos fármacos inmunosupresores, se ha
asistido a una importante disminución de la incidencia de
rechazo agudo en el trasplante renal, lo que ha mejorado
notablemente la supervivencia del riñón trasplantado y
del paciente a corto plazo. Sin embargo, los resultados a
largo plazo no han logrado la misma mejoría, y las curvas
de supervivencia del riñón trasplantado y del paciente son
prácticamente idénticas a las de hace 10 años. Existen dos
factores involucrados en este hecho: por un lado, el desarrollo de la llamada nefropatía crónica del injerto, que produce un fracaso en el órgano trasplantado. Y, por otro, la
muerte del paciente con injerto funcionante; esta última
es, fundamentalmente, de origen cardiovascular. Estos dos
elementos suman más del 70% de las causas de pérdida
del injerto después del primer año de trasplante.
La nefropatía crónica del injerto es una entidad que
engloba un conjunto de procesos patológicos cuyo denominador común es la lesión del injerto renal, habitualmente
lenta pero progresiva, que finalmente conduce de nuevo
a una situación de insuficiencia renal grave que conlleva
la necesidad de comenzar la diálisis o de otro trasplante
renal. El desarrollo de este tema sobrepasa los límites de
este capítulo; sin embargo, es importante mencionar que la
nefropatía crónica del injerto y la patología cardiovascular
del paciente trasplantado renal comparten muchos factores
causales y, al mismo tiempo, tienen una relación de potenciación mutua. Los factores de riesgo cardiovascular presentes en el receptor de un trasplante renal pueden condicionar
el desarrollo de una enfermedad en el injerto renal, lo que
significa que, del mismo modo que la hipertensión arterial
(HTA), la diabetes o la hiperlipemia (alteraciones de los lípidos) pueden afectar a la función de los riñones propios, también pueden dañar la función del riñón trasplantado.
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libro de la salud cardiovascular
Por otro lado, el mal funcionamiento del riñón trasplantado supone en sí mismo un factor de riesgo cardiovascular para el paciente, al igual que la insuficiencia renal
condiciona un aumento del riesgo cardiovascular global
en la población no trasplantada.
La mortalidad cardiovascular en el trasplante renal
La mortalidad cardiovascular se ha constituido en los últimos años en la primera causa de muerte en el trasplantado renal, por delante de las infecciones y de los procesos tumorales. Este fenómeno se deriva de tres causas
fundamentales:
• Cambio relevante de las características demográficas tanto del donante como del receptor del
trasplante renal (edad, enfermedad cardiovascular preexistente, diabetes, etc.).
• Descenso significativo de la mortalidad en el postrasplante inmediato, lo que aumenta la esperanza de vida del paciente trasplantado y, como
consecuencia, la posibilidad de padecer eventos
cardiovasculares.
• Una elevada prevalencia de factores de riesgo
cardiovascular en el postrasplante renal a medio
y largo plazo.
de automóviles, la causa más frecuente de muerte cerebral
para la donación de órganos ha pasado del traumatismo
craneoencefálico por accidente de circulación al accidente
cerebrovascular isquémico o hemorrágico en pacientes
que frecuentemente presentan ya una patología subyacente. De este modo, la edad media del donante de órganos ha pasado de 25 años, en las décadas de los ochenta
y noventa, a 50 años en la última década. Esto ha repercutido negativamente en la supervivencia del injerto y en la
morbilidad o complicaciones cardiovasculares en el receptor, debido a que los injertos renales de edad avanzada
favorecen el desarrollo de HTA en el receptor y, en muchos
casos, una función renal no óptima, lo que es, por sí solo,
un factor de riesgo cardiovascular.
Prevención de la mortalidad cardiovascular
La prevención de la mortalidad cardiovascular debe iniciarse mucho antes del trasplante renal en el paciente
con insuficiencia renal. Es frecuente encontrar a pacientes
que son sometidos a un trasplante renal y que presentan
ya lesiones cardiovasculares irreversibles, especialmente
Factores demográficos
En los últimos años se ha producido un cambio importante
en las características demográficas tanto del donante como
del receptor de trasplante renal. Este cambio ha influido
decisivamente en el desarrollo de la enfermedad cardiovascular en el paciente trasplantado.
El envejecimiento progresivo de la población general en el mundo desarrollado también se ha notado en la
población en diálisis, incluyendo a las personas candidatas
a este trasplante, debido a que las causas más importantes
de insuficiencia renal terminal en nuestro medio son la diabetes y la enfermedad vasculorrenal, ambas más frecuentes a partir de la sexta década de la vida. La edad media de
entrada en diálisis ha aumentado hasta los 67 años y, consecuentemente, también la edad media de los pacientes
sometidos a trasplante renal. Actualmente es de 50 años,
cuando hace 10 era de 40 años.
Además, también ha aumentado la edad media del
donante de órganos. Con la introducción de la ley de protección vial de 1991, que obligaba al uso de casco en los
motoristas y al cinturón de seguridad en los conductores
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Reconstrucción tridimensional de un estudio de TAC cardíaca.
Se muestra una de las arterias coronarias (flecha) con zonas de
calcificación en su pared (puntas de flecha) que determinan que el
contorno del vaso sea irregular y presente cambios en el calibre.
La enfermedad cardiovascular en el trasplante renal
coronarias, que arrastran desde que tenían una insuficiencia renal en grado moderado-grave.
Por ello, la prevención de la mortalidad cardiovascular debe desarrollarse, al menos, en la época de insuficiencia previa a la diálisis, controlando todos los factores
relacionados con la insuficiencia renal y con la patología
cardiovascular, comentados en otro capítulo de este libro.
Después del trasplante renal también es posible
actuar sobre algunos de estos factores para prolongar
la supervivencia del injerto y disminuir la morbilidad
cardiovascular del paciente trasplantado. El ajuste del
tratamiento inmunosupresor utilizando combinaciones
que logren mini­mizar el desarrollo de factores de riesgo
cardiovascular y la toxicidad sobre el injerto renal es uno
de los puntos más relevantes en este aspecto. Asimismo,
el tratamiento y la prevención de la obesidad, el control de la glucemia (valores de glucosa en sangre) y la
deshabituación tabáquica son puntos fundamentales
en la profilaxis de la mortalidad cardiovascular en este
paciente. Los factores de riesgo cardiovascular ya existentes (HTA, dislipemia y diabetes, entre otros) deben
tratarse de forma muy rigurosa en el paciente trasplantado renal, pues comportan para él mayor riesgo de
morbimortalidad que en la población general.
Factores de riesgo cardiovascular
El paciente trasplantado renal presenta una elevada prevalencia de factores de riesgo cardiovascular. HTA, dislipemia,
hipertrofia ventricular izquierda, obesidad y diabetes están
frecuentemente presentes en el trasplantado renal y participan de manera activa en la mortalidad cardiovascular.
En general, estos factores ya existen en el paciente incluso
antes de empezar la diálisis y es frecuente que hayan desempeñado un papel activo en el desarrollo de la enfermedad
renal, por lo que a menudo son imposibles de prevenir.
Una vez trasplantado, el propio tratamiento inmunosupresor al que ha de someterse el paciente mientras
mantenga un trasplante funcionante puede participar de
manera directa o indirecta en el desarrollo de factores
de riesgo cardiovascular. La mayoría de los fármacos inmunosupresores utilizados hoy tienen efectos secundarios
que pueden ser, en sí mismos, factores de riesgo cardiovascular. Los esteroides, por ejemplo, se asocian fuertemente
con el desarrollo de la obesidad y la diabetes; los inhibidores de la calcineurina (ciclosporina y tacrolimus) generan
HTA; y los inhibidores de mTOR (rapamicina y everolimus)
inducen el desarrollo de dislipemia.
Figura 1. La enfermedad cardiovascular
Factores
no modificables
Edad
Sexo masculino
Factores genéticos
Hipertensión arterial
Hiperlipemia
Disfunción del injerto
Tratamiento
inmunosupresor
Hipertensión arterial
Hiperlipemia
Diabetes
Infecciones
Hipercoagulabilidad
Enfermedad
cardiovascular
Hipertensión
Anemia
Hipertrofia
ventricular
Diabetes
Enfermedad
autoinmune
Diálisis
Dieta
Sobrepeso
Sedentarismo
Tabaco
Estilo de vida
Enfermedad original
Hipertensión arterial y trasplante renal
La HTA es muy frecuente en los pacientes trasplantados
renales y llega a afectar hasta al 70-80% de ellos. Varios factores pueden contribuir al desarrollo de HTA en el paciente
trasplantado; los principales, los fármacos inmunosupresores y la existencia de HTA previa al trasplante.
Los fármacos inhibidores de la calcineurina (tacrolimus y ciclosporina) y los esteroides están presentes en
la práctica totalidad de las combinaciones farmacológicas
utilizadas actualmente como tratamiento inmunosupresor
en el trasplante renal. Ambos grupos de medicamentos
actúan sobre varios mecanismos capaces de desarrollar o
potenciar un aumento de la presión arterial: disminución
del calibre de los vasos sanguíneos, disminución del flujo
plasmático renal y retención de agua y sal, e intolerancia
hidrocarbonada con desarrollo de diabetes.
La actitud terapéutica que habitualmente se toma
está encaminada a disminuir los efectos secundarios de
estos fármacos, sin prescindir de su excelente efecto inmunosupresor, ajustando su dosificación al momento postrasplante (por ejemplo, retirar los corticoides en los primeros
meses tras el trasplante). Asimismo, en pacientes seleccionados se suelen sustituir esos fármacos por otros con menor
potencia inmunosupresora, pero también con menos efectos secundarios cardiovasculares.
La estenosis de la arteria del injerto (estrechamiento de la luz de la arteria del trasplante renal en alguno
de los puntos de su recorrido) puede condicionar el
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libro de la salud cardiovascular
A
BB
A: estudio angiográfico de la aorta abdominal en el que se puede
apreciar una estenosis grave en el origen de la arteria renal derecha
(flecha). La punta de flecha indica la situación del catéter utilizado para
realizar el procedimiento. B: el mismo estudio tras haberse tratado la
estenosis mediante la colocación de una prótesis vascular (flecha).
Se puede apreciar un calibre de la arteria renal intervenida similar al
de la contralateral. La aorta muestra irregularidad en su contorno en
relación con la presencia de placas de ateroma.
Reconstrucción tridimensional de un estudio de aorta abdominal.
Se puede apreciar una marcada irregularidad en el contorno aórtico
y de las ramas del sector ilíaco, así como la presencia de extensas
calcificaciones ateromatosas.
desarrollo de HTA tras el trasplante. La frecuencia de esta
patología no es muy elevada, del 2-10% dependiendo de
los estudios publicados, pero es importante descartar esta
causa, ya que se puede tratar mediante cateterismo percutáneo o cirugía. En algunos casos, los riñones nativos del
paciente trasplantado pueden desempeñar una función
relevante en el desarrollo de la HTA debido a la generación
continuada de sustancias vasopresoras (que ejercen presión sobre los vasos sanguíneos). Habitualmente, el uso
de fármacos hipotensores específicos es suficiente para
controlar la tensión arterial, si bien en ocasiones, para conseguirlo, es necesaria la extirpación o embolización de los
riñones nativos.
Pero lo cierto es que muchos de los factores que
contribuyen al desarrollo de HTA tras el trasplante no son
evitables y el paciente suele requerir tratamiento con fármacos hipotensores similares a los que se utilizan en otro
tipo de pacientes hipertensos, y con gran frecuencia también combinaciones de ellos por presentar elevaciones de
la tensión arterial de difícil manejo.
Dislipemia y trasplante renal
La dislipemia, o alteraciones de los lípidos, afecta a un alto
porcentaje de pacientes trasplantados renales (40-60%).
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Aparece a partir del tercer mes del trasplante renal y persiste de forma insidiosa o silenciosa a lo largo de toda la
vida del injerto. Esta dislipemia suele presentar niveles
elevados de colesterol total y va unida a lipoproteínas de
baja densidad (conocidas como fracción LDL, low-density
lipoproteins, o colesterol malo), con triglicéridos normales. Nuevamente, son varios los factores involucrados en
la génesis de este trastorno, y también en este caso, los
fármacos inmunosupresores desarrollan una función relevante. Corticoides, ciclosporina y sirolimus-everolimus
favorecen el desarrollo de esta alteración del metabolismo
lipídico. También se utilizan otros fármacos ocasionalmente en el tratamiento tras el trasplante, como los diuréticos, que pueden favorecer asimismo el desarrollo de
hipercolesterolemia (niveles elevados de colesterol malo).
Sin embargo, frecuentemente son los factores existentes
antes del trasplante los que mayor influencia ejercen en el
desarrollo de dislipemia postrasplante (obesidad, diabetes
mellitus o predisposición genética).
Al igual que en la población general, la corrección
de los hábitos dietéticos y el uso de fármacos específicos
son el tratamiento de elección en el trasplantado renal con
hipercolesterolemia.
Diabetes y trasplante renal
Existen dos tipos de trastornos del metabolismo hidrocarbonado en el paciente trasplantado: la diabetes mellitus
tipo 1 ó 2, ya presente antes del trasplante, y que será en
La enfermedad cardiovascular en el trasplante renal
estos casos la causa más probable de la insuficiencia renal,
y la intolerancia hidrocarbonada-diabetes del trasplante,
que aparece en el inmediato postrasplante en pacientes
previamente no diabéticos.
En el caso del paciente que ya es diabético antes del
trasplante, es fundamental controlar la glucemia para evitar el desarrollo de nefropatía diabética sobre el injerto. El
tratamiento inmunosupresor provocará con frecuencia un
aumento en las necesidades de insulina, por lo que resulta
importante reeducar al paciente ante esta nueva situación.
Consideración distinta merece la diabetes que
aparece tras el trasplante. La frecuencia de este problema
es extremadamente variable, dependiendo de los grupos
de población y el momento del trasplante. Su principal
factor etiológico o causal es el tratamiento inmunosupresor (glucocorticoides y tacrolimus), ya que genera
resistencia insulínica y disminución de la síntesis de insulina en el páncreas. A medida que se va disminuyendo
la dosificación de estos fármacos, es frecuente que se
produzca una paulatina normalización de las glucemias
y que se deje de necesitar tratamiento con insulina en la
mayor parte de los casos. Sin embargo, algunos pacientes
pueden permanecer diabéticos durante todo el postrasplante; son frecuentes en estos casos la asociación con
la obesidad y/o los antecedentes familiares de diabetes
mellitus del adulto.
El insuficiente control de la glucosa en la sangre
puede provocar en el paciente diabético, a medio o largo
plazo, el desarrollo de lesiones en todo el territorio vascular
que afectan al corazón, la retina, el riñón, los grandes vasos
y la vascularización distal de las cuatro extremidades. Esto
sucede tanto en el paciente diabético que recibe un trasplante renal como en aquel que, tras el trasplante, se convierte en diabético. Dada la confluencia de otros factores de
riesgo inherentes al trasplante renal, y ya expuestos anteriormente, como la HTA o la dislipemia, son fundamentales
un control glucídico estricto mediante dieta y tratamiento
médico utilizando insulina o antidiabéticos orales, según
los casos, y un estricto seguimiento del paciente basado
en la colaboración entre nefrólogos, endocrinos y personal
sanitario de atención primaria.
Enfermedad coronaria y trasplante renal
La prevalencia de enfermedad coronaria en los pacientes
trasplantados renales, entendida como algún episodio de
infarto de miocardio o angina, varía entre el 8-15%. Y, lo que
es más importante, representa la primera causa de muerte
AA
B
A y B: reconstrucciones de un estudio de TAC pélvica con contraste
intravenoso en un paciente con un trasplante renal en la fosa ilíaca
derecha (flechas). Pueden apreciarse las arterias del trasplante renal
así como un tenue realce del parénquima renal. En la aorta abdominal
distal se ven placas de ateroma calcificadas que no deben confundirse
con las grapas de sutura del injerto (punta de flecha).
A
BB
A y B: reconstrucciones de un estudio de TAC cervical con contraste
intravenoso. Se puede apreciar una extensa calcificación ateromatosa
en la bifurcación de la carótida común izquierda (flecha) que se
extiende al segmento inicial de la carótida interna (punta de flecha),
cuyo recorrido se puede seguir hasta su entrada en el cráneo.
en el paciente trasplantado renal: la muerte del 15-45% de
los enfermos con un trasplante renal funcionante se debe
a una enfermedad coronaria (angina de pecho, infarto de
miocardio o muerte súbita).
Los factores de riesgo para el desarrollo de una
enfermedad coronaria ya se han mencionado previamente:
• Factores comunes a la población general y habitualmente presentes antes del trasplante: diabetes, HTA, tabaquismo u obesidad.
• Factores ligados a la insuficiencia renal crónica
heredados por el paciente cuando llega al trasplante, como la anemia y el hiperparatiroidismo.
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libro de la salud cardiovascular
• Factores debidos al tratamiento inmunosupresor
y a sus efectos nocivos cardiovasculares.
Poco se puede hacer para tratar la enfermedad coronaria preexistente en el paciente trasplantado, salvo intentar limitar al máximo su progresión modificando sus hábitos
de vida, así como realizando, entre otras acciones, un control
de la tensión arterial y del perfil lipídico. Sin embargo, sí es
posible actuar para prevenir la mortalidad causada por una
enfermedad coronaria tras el trasplante: se debe evaluar
cuidadosamente a los pacientes candidatos a recibir un trasplante renal antes de incluirlos en la lista de espera definitiva
mediante la realización de pruebas funcionales no invasivas
o de una angiografía cardíaca, dependiendo del grupo de
riesgo. El tratamiento, antes del trasplante de lesiones coronarias revascularizables, mediante el cateterismo percutáneo o la cirugía cardíaca puede prevenir, en gran medida,
la aparición de eventos agudos isquémicos en el inmediato
postrasplante que pongan en riesgo la vida del paciente.
Consultas más frecuentes
¿La enfermedad cardiovascular es un problema relevante en
los pacientes sometidos a un trasplante renal?
La enfermedad cardiovascular es un problema muy frecuente
entre los pacientes trasplantados renales. Puede llegar a afectar a
más del 50% de los casos. Se trata, además, de la primera causa de
muerte en los pacientes con un trasplante renal funcionante.
¿Es frecuente la hipertensión arterial tras el trasplante renal?
La HTA afecta a más del 70% de los pacientes trasplantados. Un
alto porcentaje ya sufría HTA antes del trasplante por causas independientes de la función renal, por lo que presumiblemente este
problema persistirá. En el resto, los fármacos inmunosupresores y
la funcionalidad del injerto serán las causas principales de HTA.
¿Cómo evoluciona el paciente diabético cuando recibe un
trasplante renal?
La diabetes mellitus no se cura con el trasplante renal. El paciente
necesitará además un tratamiento dietético y farmacológico, fundamental para prevenir que la diabetes desarrolle daño sobre
el injerto renal. Tampoco el riesgo cardiovascular asociado con
la diabetes mellitus desaparece tras el trasplante. Incluso puede
incrementarse con el uso de determinados fármacos inmunosupresores, por lo que es necesario extremar el control de estos
pacientes para disminuir la aparición de eventos cardiovasculares
tras el trasplante.
Glosario
Cateterismo: conjunto de procedimientos con finalidades de
diagnóstico o tratamiento, cuyo factor común es que se realizan
mediante la inserción de un catéter en el sistema vascular, haciéndolo avanzar hasta las estructuras que se van a estudiar o tratar.
Diabetes mellitus: enfermedad causada por la alteración del
metabolismo de la glucosa. Conlleva una elevación de los niveles
de glucosa en la sangre.
Diálisis: tipo de terapia de sustitución renal usada para proporcionar un reemplazo artificial a la función perdida del riñón debido
a un fallo de este órgano. Es un tratamiento de soporte vital y no
trata ninguna de las enfermedades del riñón.
¿Cuáles son los factores más importantes para desarrollar
una enfermedad cardiovascular en el trasplante renal?
Son básicamente los mismos que los de la población general:
HTA, diabetes, obesidad, dislipemia, estilo de vida sedentario
y tabaquismo, que con frecuencia ya están presentes antes del
trasplante. A ellos se unen factores específicos de la insuficiencia
renal (anemia o hiperparatiroidismo, entre otros) y el uso de fármacos inmunosupresores con efectos secundarios nocivos para
el sistema cardiovascular.
Enfermedad coronaria: alguna de las tres entidades (angina de
pecho, infarto de miocardio o muerte súbita) que se producen
por la obstrucción de una o varias de las arterias coronarias que
rodean el corazón a modo de corona y que lo nutren. En realidad,
la cardiopatía isquémica y la enfermedad coronaria son el mismo
conjunto de esas tres entidades.
¿Es posible prevenir el desarrollo de una enfermedad cardiovascular en el paciente con un trasplante renal?
Se puede intervenir de alguna manera en prácticamente todos
los factores de riesgo cardiovascular presentes en el trasplantado
renal, salvo en la edad del donante y del receptor, pero es fundamental iniciar esa prevención antes de llevar a cabo el trasplante
mediante estrictos controles de la tensión arterial, la glucemia,
la obesidad o el sobrepeso. Un correcto manejo de los fármacos
inmunosupresores es otra de las medidas posibles para minimizar
el desarrollo de una patología cardiovascular en el trasplantado.
Hiperlipidemia/dislipemia: denominación que reciben diversas
condiciones patológicas cuyo único elemento común es un cambio del metabolismo de los lípidos, con la consecuente alteración
de las concentraciones de lípidos y lipoproteínas en la sangre.
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Estenosis: referido a las arterias, significa que existe un determinado grado de estrechamiento u obstrucción en su interior provocado por las placas de ateroma.
Hiperparatiroidismo: alteración en la cual las glándulas paratiroideas segregan mayor cantidad de hormona paratiroidea, reguladora del calcio, el magnesio y el fósforo en la sangre y el hueso.
Hipertensión arterial: aumento de presión de la sangre en el
interior de las arterias. Puede producirse como consecuencia de
La enfermedad cardiovascular en el trasplante renal
algunas enfermedades, como las enfermedades del riñón. En este
caso se llama hipertensión secundaria. La hipertensión arterial más
frecuente no tiene causa conocida y recibe el nombre de hipertensión esencial. Es el factor de riesgo más importante para la enfermedad cerebrovascular y uno de los factores de riesgo mayores
para la cardiopatía coronaria.
Trasplante renal: modalidad de tratamiento sustitutivo utilizado
en la insuficiencia renal grave o terminal. Consiste en el implante
de un riñón procedente de un donante vivo o cadáver, habitualmente en la fosa ilíaca derecha o izquierda, utilizando los vasos
ilíacos para realizar la anastomosis o unión de los vasos sanguíneos renales.
Inmunosupresores: fármacos imprescindibles para evitar el
rechazo de los trasplantes en general. Actúan alterando el sistema
inmunitario del paciente en los glóbulos blancos (linfocitos) y los
anticuerpos.
Bibliografía
Insuficiencia renal: se aplica al incorrecto funcionamiento de
ambos riñones, lo que condiciona algunas modificaciones importantes en la composición del medio interno, en el manejo de la
tensión arterial, del metabolismo óseo y de otras funciones del
organismo.
Insulina: hormona producida por las células beta del páncreas,
cuya función principal es permitir la entrada de la glucosa en las
células para que éstas la utilicen como combustible o fuente de
energía.
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http://www.alcer.org. (Fecha de consulta: 28/11/08.)
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Riñón).
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www.renalinfo.com. (Fecha de consulta: 28/11/08.)
ONT (Organización Nacional de Trasplantes). http://www.ont.es.
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SEN (Sociedad Española de Nefrología). http://www.senefro.org.
(Fecha de consulta: 28/11/08.)
Resumen
• A pesar de que se ha logrado optimizar la supervivencia
del trasplante renal a corto plazo, mejorando la técnica
quirúrgica y con la aparición de nuevos fármacos inmunosupresores, la supervivencia a largo plazo del riñón
trasplantado no ha mejorado sustancialmente, debido,
entre otros factores, a la alta tasa de morbimortalidad cardiovascular (complicaciones y muerte) del paciente trasplantado renal, que, lejos de disminuir, parece haberse
incrementado en la última década.
• La mayor edad media tanto de los donantes de órganos
como de los receptores desempeña una función relevante en este fenómeno.
• Los factores de riesgo cardiovascular clásicos (HTA, hiperlipemia, diabetes y obesidad), potenciados por algunos
aspectos específicos del trasplante renal (la situación de
insuficiencia renal y el uso de fármacos inmunosupresores), son los verdaderos responsables de que el paciente
trasplantado renal sufra eventos cardiovasculares que
amenacen su vida.
• La intervención precoz (antes del trasplante) y un enfoque
médico global del paciente trasplantado son las armas
idóneas para mejorar la calidad de vida y disminuir la
mortalidad de origen cardiovascular en este enfermo.
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