Informe monumentos Guadalajara

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INFORME SOLICITADO POR EL EXCMO. AYUNTAMIENTO DE
GUADALAJARA SOBRE LA POSIBLE RETIRADA DE LAS
ESTATUAS DEL GENERAL FRANCO Y DE JOSÉ ANTONIO PRIMO
DE RIVERA, UBICADAS EN EL ESPACIO PÚBLICO DE LA CIUDAD
(PLAZA DE FERNANDO BELADÍEZ Y PARQUE DE LA
CONCORDIA).
ELABORADO POR JESÚS DE
ANDRÉS SANZ
PROFESOR DE CIENCIA POLÍTICA
FACULTAD DE CIENCIAS POLÍTICAS Y SOCIOLOGÍA
UNED
DIRECTOR DEL PROYECTO DE INVESTIGACIÓN:
“MEMORIA HISTÓRICA Y SIMBOLOGÍA URBANA: LA MEMORIA HISTÓRICA
DEL FRANQUISMO A TRAVÉS DEL ANÁLISIS DE LAS ESTATUAS DE FRANCO”,
FINANCIADO POR EL VICERRECTORADO DE INVESTIGACIÓN DE LA UNED (2003-05).
[email protected]
GUADALAJARA, FEBRERO DE 2005.
1. INTRODUCCIÓN.
La discusión sobre la retirada de los símbolos del franquismo en la
ciudad de Guadalajara se inscribe en un debate más amplio que desde hace
algún tiempo ocupa tanto a la sociedad civil como al mundo académico: el
relacionado con la memoria histórica, la herencia del pasado y el recuerdo
colectivo de la guerra civil y del posterior régimen de Franco.
La articulación, en los últimos años, de un dinámico tejido asociativo en
torno a estas cuestiones ha estimulado el debate sobre la memoria, del que se
han hecho eco el mundo de la cultura y el de los medios de comunicación.
Desde el ámbito universitario, por su parte, han visto la luz numerosas
publicaciones y actas de congresos que han contribuido a la descripción de los
procesos, a la definición de los problemas y a la creación de marcos teóricos
para su análisis. Historiadores, politólogos y sociólogos, a pesar del alto
componente ideológico del objeto de discusión, han puesto las bases para la
comprensión de un fenómeno que, lejos de ser local, ha sido y es común a
otros países que han protagonizado transiciones a la democracia. La
investigación sobre los procesos de construcción de identidades colectivas en
distintos momentos de nuestra historia así como el estudio de lo ocurrido en
otras zonas del planeta en contextos semejantes suponen aportaciones clave
para interpretar correctamente el debate social.
Al tratarse de un tema delicado, como todo aquel que tiene que ver con
la memoria, la discusión en la sociedad civil y en el ámbito político ha
alcanzado, sin embargo, un tono poco recomendable para abordar la cuestión
con sentido común. Por desenvolverse la contienda en un ámbito simbólico, la
intensidad del debate y la radicalidad de las posturas han tendido a ser
extremas.
2. CRITERIOS GENERALES.
Es necesario definir en primer lugar unos criterios generales que, a ser
posible consensuados entre todas las fuerzas políticas con representación
municipal, sirvan de punto partida para la discusión y permitan al Excmo.
Ayuntamiento tomar una decisión correcta sobre el destino de ambos
monumentos:
1- El legado artístico y monumental de la ciudad de Guadalajara, al igual
que ocurre en cualquier otra unidad política, contribuye a definir el
espíritu público de quienes viven en ella, a construir un nosotros que, por
su carácter compartido, a todos afecta.
2- Las estatuas de Franco, en la plaza de Fernando Beladíez, y de José
Antonio Primo de Rivera, en el parque de La Concordia, son dos lugares
de la memoria que, como tales, desempeñan un papel crucial en:
2
a) la edificación de la identidad de la ciudad (tanto de la que
sienten sus ciudadanos como de la que perciben sus
visitantes),
b) la construcción de la memoria histórica (independientemente
de cuál sea ésta) de sus habitantes,
c) la definición de un espacio socialmente compartido,
d) la educación moral y política de la ciudadanía,
e) y la socialización política de las nuevas generaciones de
guadalajareños.
3- Ambos conjuntos monumentales no son dos monumentos neutros, no
son mobiliario urbano sin más. Al definir el presente a través de su
articulación simbólica, van más allá de la simple rememoración del ayer.
De hecho, su carga ideológica y simbólica convoca a partidarios y
detractores, desde hace años, en un enfrentamiento más o menos
delimitado.
4- Es competencia de las autoridades municipales velar por la promoción
y el respeto de los principios y valores democráticos recogidos en
nuestro ordenamiento constitucional. Dado que la construcción del
marco simbólico democrático de la ciudad, en buena medida, es
competencia municipal (nomenclatura del callejero, monumentos, actos
públicos, celebración de festividades, etc.), también es responsabilidad
suya evitar todo aquello que contribuye a la confusión o entra en
contradicción con los valores defendidos por nuestra Constitución.
3. LOS TÉRMINOS DE LA DISCUSIÓN.
Delimitados estos criterios básicos de trabajo, parece obligado concretar
los términos de la discusión para evitar disputas accesorias y concentrar los
esfuerzos en encontrar una solución al problema planteado:
1- El núcleo del debate es qué hacer con estos dos monumentos en
concreto y no una discusión abierta sobre las bondades o defectos del
régimen de Franco.
2- No se puede resolver el problema si no se identifica bien el mismo.
Por tanto, no se trata de tomar una decisión fundada en:
a) cuestiones estéticas (el posible atractivo, o no, de las estatuas),
b) argumentos históricos (la relación, o ausencia de relación, de
ambos representados con la ciudad; su importancia como
personajes históricos; etc.),
3
c) o razones artísticas (su calidad, o mediocridad, como obras de
arte).
El asunto sobrepasa estas dimensiones, siendo la simbólico-política (ya
que ella es la que genera los problemas) la que debe valorarse de
manera principal. Estas tres cuestiones aledañas pueden considerarse,
en su caso, a la hora de definir el destino futuro de ambos monumentos,
pero sin condicionar por sí mismas el qué hacer con ellas.
3- El objeto de la discusión debe inscribirse en una reflexión general
sobre la articulación de un espacio de convivencia ciudadana que
represente los valores democráticos compartidos, que no sea lesivo para
nadie y, por tanto, que a nadie ofenda.
4. ANTECEDENTES HISTÓRICOS.
Desde el inicio de la guerra civil, el bando sublevado, en particular desde
que Franco fuera nombrado generalísimo en octubre de 1936, puso en marcha
un ambicioso plan de construcción simbólica e iconográfica del nuevo régimen
que empezaba a erigirse. Desde un primer momento, la creación del nuevo
espacio simbólico tuvo tres ejes más o menos definidos:
a) acabar con la memoria de la República en aquellas zonas que habían
quedado bajo el control de los militares rebeldes,
b) servir de instrumento de propaganda,
c) y legitimar a las nuevas autoridades.
La llegada a Guadalajara de las tropas franquistas, en los últimos días
de marzo de 1939, supuso una inmersión automática en los nuevos patrones
simbólicos normalizados por aquéllas durante el conflicto: no sólo se
implantaron los nuevos rituales (cánticos, banderas, brazos en alto, actos
políticos, rituales religiosos...) sino que inmediatamente se modificaron los
nombres de las calles que tuvieran resonancias liberales o republicanas y se
dio el nombre de las principales vías y plazas a los mitos recién creados (18 de
julio, José Antonio, Calvo Sotelo, el general Mola, Ortiz de Zárate –como mito
local-, el propio Franco, etc.). Además, en especial en los edificios públicos, los
nuevos símbolos (bandera, escudo...) sustituyeron a los republicanos.
En los años y décadas siguientes, al igual que ocurriera en el resto de
España, se levantaron algunos monumentos políticos llamados a convertirse en
lugares de la memoria del franquismo1. Así, en 1949 se inició la construcción
1
Atendiendo al momento de su inauguración, los monumentos franquistas pueden
clasificarse en tres grandes grupos que coinciden con diferentes etapas de la propia dictadura:
a) La primera estaría comprendida entre 1936, desde que Franco se hace con el poder
tras los primeros meses de guerra civil, y 1959, año en que se aprueba el Plan de
Estabilización, aunque el mayor número se levanta en los años cuarenta, momento
decisivo de implantación y afirmación del régimen. Son los de este período
4
de un mausoleo a los Caídos en el cementerio; en los nuevos edificios públicos
levantados en los años cuarenta (Gobierno Civil, Audiencia Provincial,
Hacienda) se instalaron escudos franquistas en piedra en sus frontispicios o
fachadas; en 1958, 22 años después de comenzada la guerra civil, se inauguró
el Monumento a los Caídos (por Dios y por España) en la plaza del mismo
nombre, presidido por una cruz que imitaba, al igual que su denominación, al
Valle de los Caídos, obra cumbre de la simbología franquista.
En el tramo final de la dictadura, incluso una vez muerto el propio
Franco, se inauguraron los dos principales lugares de la memoria del
franquismo en Guadalajara: la estatua de José Antonio (1973) y la de Franco
(1976):
4.1. La estatua de José Antonio Primo de Rivera
a) origen del proyecto
La idea de erigir una estatua a José Antonio en Guadalajara surgió del
Consejo Provincial del Movimiento, quien decidió realizar una copia exacta de
la instalada en Valencia en 1968, obra del escultor valenciano Octavio Vicent,
aprovechando la existencia del molde original. La estatua de Valencia estuvo
situada en la actual Avenida del Antic Regne entre los años 1968 y 1979,
momento en que fue retirada y depositada en los fondos del Museo Histórico
del Ayuntamiento de Valencia.
b) descripción del monumento
El conjunto monumental consiste en un poliedro de piedra, a modo de
obelisco, de unos cuatro metros de alto, sobre el que se apoya un ángel que
sujeta con sus manos una corona de laurel sobre la figura del homenajeado,
apoyado en un pilar en el que en algún momento pudo leerse: “Guadalajara a
José Antonio”. Las figuras del ángel y de José Antonio están realizadas en
bronce, así como el yugo y las flechas situadas sobre su cabeza. En los
laterales del monumento aparecen sendas leyendas, hoy ilegibles, con textos
del propio José Antonio.
monumentos dirigidos a legitimar el poder de Franco y a perpetuar la memoria de la
victoria en la guerra civil.
b) Una segunda fase abarcaría desde 1960 hasta 1969, coincidiendo con el período del
desarrollismo y la celebración en 1964 de los “25 Años de Paz”, y en ella encontramos
estatuas y monumentos dirigidos a rendir homenaje particular a Franco y a su obra, en
un ejercicio de afianzamiento natural de la dictadura.
c) Por último, a partir de 1970, momento en que comienza a hacerse evidente el
agotamiento del régimen, y hasta la definitiva configuración del régimen democrático
resultante del proceso de transición abierto a la muerte del dictador, cuya fecha
concreta puede situarse en la aprobación de la Constitución de 1978, se erigen
numerosos bustos y estatuas que pretenden fijar la memoria franquista y tienen un
objetivo último inmovilista.
5
c) motivaciones políticas y desarrollo del proyecto
Tras la iniciativa del Consejo Provincial del Movimiento latía la
preocupación, compartida por toda la clase política franquista, del futuro del
régimen, sucediéndose en todo ese período los actos de afirmación política. En
último término, se trataba de dejar patente su inquebrantable adhesión a los
principios del régimen, su firmeza ideológica y su intención de perdurar. Pese a
que el proyecto fue presentado como una “suscripción popular” (que no
“iniciativa popular”), la recaudación (en gran medida conseguida gracias a las
aportaciones de instituciones y cargos públicos) apenas alcanzó el importe de
los trabajos desarrollados para el acondicionamiento y colocación del
monumento (cimiento, bordillos, solado...).
d) inauguración
El monumento fue inaugurado el 23 junio de 1973 en una ceremonia
presidida por el vicepresidente del Gobierno y Secretario General del
Movimiento, Torcuato Fernández Miranda, y el ministro de Agricultura, Tomás
Allende y García-Baxter. Asistieron al acto Valdés Larrañaga (vicesecretario
general del Movimiento), Pilar Primo de Rivera (delegada nacional de Sección
Femenina), Raimundo Fernández Cuesta (ex ministro), los gobernadores
civiles de Madrid, Ciudad Real, Soria y Segovia, y el obispo de la diócesis
Lastán Lacoma. La prensa provincial describió así el acto: “A las once, el señor
Fernández Miranda, se trasladó al paseo de La Concordia, donde descorrió la
bandera roja y negra que cubría la figura de bronce de José Antonio, obra del
escultor Octavio Vicent. A los acordes del Himno Nacional, Pilar Primo de
Rivera, depositó las cinco rosas simbólicas al pie del monolito sobre el que
figura la inscripción de «Guadalajara a José Antonio»” (Nueva Alcarria, 30-061973).
4.2. La estatua de Franco
a) origen del proyecto
La idea de levantar una estatua a Franco surgió de la Junta
Coordinadora de la Confederación de Combatientes de Guadalajara que, en
febrero de 1976, creó la denominada “Comisión Provincial Pro Monumento al
Caudillo de España”, presidida por Pedro Zaragoza Orts, gobernador civil y,
como tal, jefe provincial del Movimiento. El escultor elegido para la realización
del proyecto fue el alicantino Antonio Navarro Santafé2.
2
Conocido por ser el autor de “El Oso y el Madroño” situado en la Puerta del Sol
madrileña y del “Monumento al Caballo” en Jerez (Cádiz), estaba muy ligado a Guadalajara, en
cuyas calles estaban instalados algunos trabajos suyos (los bustos del cronista provincial
Francisco Layna Serrano -de 1967- y del poeta y letrista José Antonio Ochaita -de 1973-, así
como de un busto de Franco situado en la escalera principal del Ayuntamiento), y a los grupos
nostálgicos del franquismo, de los que formaba parte.
6
b) descripción del monumento
Tal y como anticipó Nueva Alcarria, la estatua “presenta al Generalísimo
en bronce, de cuerpo entero, vistiendo el uniforme de campaña durante nuestra
Cruzada de Liberación, a pie firme sobre unas rocas, que irán rodeadas de un
estanque iluminado. La altura total del monumento será de algo más de cuatro
metros, y la figura medirá dos metros” (05-06-1976).
c) motivaciones políticas y desarrollo del proyecto
Entre las muchas iniciativas puestas en marcha en ese momento por los
sectores integristas que se resistían al desmantelamiento del franquismo,
además de las innumerables misas en honor de las distintas Hermandades
Nacionales y de los denominados “actos de afirmación patriótica”, destacó la de
realizar una estatua de Franco que preservara su memoria simbolizando la
actualidad de su obra, su intención de no ser tragado por la Historia. Al igual
que con la estatua de José Antonio, se abrió una suscripción popular en la que,
de nuevo, buena parte de los donativos, los más importantes, fueron realizados
por diferentes Ayuntamientos de la provincia, no siendo menor la importancia
de la sutil presión ejercida desde el Gobierno Civil ni la campaña desplegada
por los medios de comunicación locales.
d) inauguración
El monumento a Franco, instalado en la plaza de José Antonio (hoy en
día Plaza Mayor), fue inaugurado finalmente, a falta de pocos días para la
celebración del referéndum sobre el Proyecto de Ley para la Reforma Política,
el 4 de diciembre de 1976, fecha en la que el homenajeado hubiera cumplido
84 años (en principio la inauguración estuvo prevista para el 20 de noviembre,
en el primer aniversario de su muerte, pero en esa fecha no se habían
finalizado las obras). El acto, que fue presidido por Carmen Polo, viuda de
Franco, asistieron, entre otros, José Utrera Molina, Luis Valero Bermejo, Juan
García Carrés, el general Iniesta Cano, Pilar Primo de Rivera y Antonio María
Oriol, presidente del Consejo de Estado, es decir, prácticamente todos los
nombres destacados del búnker, el sector más inmovilista del régimen. En el
acto tomaron la palabra el alcalde, Antonio Lozano; el ex vicepresidente
primero del Gobierno José García Hernández, nacido en Guadalajara; y dos
jóvenes falangistas. A continuación, el gobernador civil pidió silencio y “doña
Carmen Polo descorrió la bandera de España que cubría el monumento al
Generalísimo”. El público, buena parte de él llegado desde otras provincias en
autocares fletados por la Confederación de Combatientes, llenaba la plaza. Por
último, se cantó el Cara al Sol (Nueva Alcarria, 11-12-1976). Once días
después, el 93% de los guadalajareños votó SÍ en el referéndum sobre la
reforma política.
7
5. LAS ESTATUAS Y SÍMBOLOS DEL FRANQUISMO EN ESPAÑA.
La muerte de Franco, si bien no inmediatamente, abrió la discusión
sobré qué hacer con los símbolos del franquismo y con sus estatuas. Dado que
la dictadura modificó sus estructuras de forma lenta y que inicialmente el
control político (incluido el municipal) siguió en manos de los mismos grupos,
de hecho, en los primeros meses, e incluso años, el número de lugares de
memoria franquista no sólo no menguó sino que se incrementó de manera
considerable.
Fueron las primeras elecciones municipales, celebradas el 3 de abril de
1979, las que modificaron realmente la situación. De esta forma, en los años
siguientes se cambiaron nombres de calles y se retiraron monumentos, aunque
de forma poco sistemática, sin que hubiera directrices del Gobierno central y
dejando la decisión en manos de los alcaldes.
Aquellas localidades que, por distintas circunstancias, habían instalado
monumentos franquistas durante la dictadura y al final de ésta, se vieron
inmersas en una discusión pública de grandes proporciones. De manera
especial, las estatuas de Franco, que como representación directa del dictador
tienen una carga simbólica extrema, protagonizaron la polémica en sus
respectivos municipios. En líneas generales, puede señalarse que la solución
dada a las estatuas de Franco ha sido de tres tipos:
a) permanencia en condiciones más o menos similares a las de su
inauguración; así, por ejemplo, siguen en su emplazamiento original el
escudo-medallón de la plaza mayor de Salamanca, el busto de Pobla de
Vallbona (Valencia), los monumentos alegóricos de Santa Cruz de
Tenerife y Oviedo, la estatua de Melilla y las estatuas ecuestres de
Zaragoza (Academia General Militar), Madrid y Santander3;
b) cambio de lugar; entre estas cabe destacar las del Instituto Ramiro de
Maeztu de Madrid, Ferrol y Valencia, todas ellas ecuestres, y la de
Guadalajara4;
c) retirada completa, como por ejemplo ha ocurrido con las de Lupión
(Jaén), Puerto Serrano (Cádiz), Marbella (Málaga), Jaén, Barcelona,
3
La movilización ciudadana solicitando su retirada ha sido común en todos los casos. En
algunas estatuas ha desaparecido o se ha modificado el lema de los pedestales (Zaragoza). En
el caso de Santander se ha anunciado su posible desaparición a medio plazo.
4
La estatua ecuestre del Instituto Ramiro de Maeztu fue trasladada a mediados de los
años ochenta a la Academia de Infantería, en Toledo, donde está expuesta en su avenida
principal; la estatua de Ferrol fue llevada en el verano de 2002 al Museo Naval de esa misma
ciudad, en cuya entrada le fue acondicionado un parque para su mejor exposición; la estatua
de Valencia, fue reubicada en el patio del edificio de Capitanía General, donde puede ser
visitada; la estatua de Guadalajara fue trasladada desde la plaza mayor, donde se encontraba,
a una plaza más discreta.
8
Albal (Valencia), Ponteareas (Pontevedra) y el monolito de Orihuela
(Alicante)5.
La aplicación de una estrategia u otra ha dado lugar a resultados
concretos:
a) En aquellos casos en los que, pese a la discusión continuada a lo
largo del tiempo sobre su retirada, se han conservado las estatuas en su lugar
original, la confrontación no ha cedido. Partidarios y detractores se han
manifestado frente a ellas (en ocasiones simultáneamente, dando lugar a
enfrentamientos), se han puesto en marcha acciones destinadas a su traslado
(respondidas por los defensores de su permanencia), se han multiplicado las
cartas al director de la prensa local, han sido constantemente objeto de actos
vandálicos (pintadas, mutilaciones...) y han obligado a los políticos a
pronunciarse repetidamente sobre la situación. Las preguntas, interpelaciones
y requerimientos han llegado a los plenos de los ayuntamientos, a las cámaras
autonómicas e incluso al Congreso de los Diputados en no pocas ocasiones,
dando lugar a discusiones en las que las distintas administraciones se
trasladan el problema y unos grupos y otros aprovechan para acusar al
contrario sin que se aborde el problema en su profundidad ni se tomen medidas
concretas.
b) Cuando la decisión tomada ha sido el traslado a otro emplazamiento,
la situación ha diferido dependiendo de las circunstancias. Si las estatuas o
monumentos tan sólo han cambiado de ubicación en la misma ciudad, la
situación ha sido similar a la contemplada en el primer apartado. Si se han
llevado a otra localidad, el problema se ha neutralizado al equivaler de hecho a
una retirada completa, aunque en realidad tan sólo se ha trasladado el
problema a otro lugar. Si el traslado se ha realizado, como ha sucedido en
varios casos, a un acuartelamiento militar de la misma población, se ha
desactivado parcialmente el problema ya que han abandonado las plazas
públicas que ocupaban para mostrarse (sin pedestales y sin la parafernalia que
les rodeaba) en patios o zonas interiores con mayor dificultad de acceso. Sin
embargo, las protestas de colectivos y personas contrarias a su presencia no
ha disminuido ya que conservan su simbolismo, siguen a la vista de la
ciudadanía y ocupan un espacio público (asociado a las Fuerzas Armadas, lo
que les da un carácter simbólico especial).
c) Tan sólo cuando los ayuntamientos han abordado el problema
decididamente, a pesar del aparente riesgo político que suponían podía
entrañar, retirando las estatuas de forma definitiva, la discusión y los
enfrentamientos han desaparecido totalmente. De esta forma, lo que hasta ese
momento era una política de memoria hacia el franquismo ha pasado a
convertirse en una política de olvido, que como tal ha neutralizado el conflicto
5
La de Lupión fue retirada en 1980; la de Puerto Real en 1982; la de Marbella fue
sustituida por otra del Rey, utilizando el mismo pedestal, en 1983; la de Jaén se quitó en 1986;
la de Barcelona a finales de los años noventa; la de Albal se retiró en 2002; la de Ponteareas
en 2003; la de Orihuela en 2004. Cabe señalar que la estatua ubicada en la parroquia de San
Mateo, en Narón (La Coruña), fue decapitada en diciembre de 2003 por un grupo opuesto a la
presencia de símbolos franquistas en Galicia.
9
existente. Independientemente de las razones que en su momento tuvieran las
autoridades locales para su permanencia (inoportunidad política de la retirada,
miedo al enfrentamiento, cálculo electoral, deseo de no remover el pasado o un
vínculo afectivo hacia el pasado representado) en realidad se convertían, y así
era percibido por buena parte de la ciudadanía, en una política de homenaje,
reconocimiento y gratitud hacia Franco y su régimen. La retirada definitiva ha
dado fin no sólo al problema sino también, cuando lo había, a este
malentendido.
6. LAS ESTATUAS DE GUADALAJARA Y SU SITUACIÓN ACTUAL.
El fuerte peso simbólico de las estatuas de Franco y José Antonio ha
convertido a ambas en elemento de confrontación. La extrema derecha las ha
utilizado (y sigue utilizando) como elemento de reafirmación ideológica,
depositando flores o concentrándose junto a ellas en fechas señaladas (1 de
abril, 18 de julio, 20 de noviembre...). La izquierda, por su parte, ha visto en
ellas un agravio intolerable, convirtiéndose para algunos grupos en objeto de
agresiones y actos vandálicos.
La llegada al Ayuntamiento en 1979 de un alcalde elegido
democráticamente no supuso inicialmente, en contra de lo esperado, cambio
alguno sobre la permanencia de las estatuas. El clima de inestabilidad
generado en España por los grupos antidemocráticos, tanto por ETA como por
la extrema derecha, aconsejaba prudencia y ahorro de fuerzas para cuestiones
mucho más importantes en aquel momento como la propia consolidación de la
democracia.
Aparentemente desarticulada y desmoralizada la extrema derecha tras el
23-F, el Ayuntamiento procedió a modificar el nombre de algunas calles
dedicadas a la memoria del bando vencedor en la guerra civil6. El 6 de agosto
de 1981, mientras el pleno de la Corporación Municipal procedía a abordar el
asunto, un grupo de unos quince alborotadores interrumpió la sesión
procediendo a cantar el Cara al Sol a la vez que insultaban y zarandeaban a
dos periodistas.
Con este antecedente, la retirada de las estatuas se antojaba poco
menos que imposible y tuvo que esperar casi cuatro años más para que se
diera un primer paso en ese sentido, momento en el que el gobierno municipal
procedió a retirar la estatua de Franco de la Plaza Mayor aprovechando su
6
Los nombres cambiados fueron los siguientes:
Plaza del General Mola
por
Plaza de Santo Domingo
Plaza de José Antonio
por
Plaza Mayor
Calle Generalísimo Franco
por
Calle Mayor
Plaza Ortiz de Zárate
por
Plaza del Jardinillo
Parque de Calvo Sotelo
por
Parque de La Concordia
Calle Sargento Provisional
por
Calle de la Exposición
Plaza del Alférez Provisional por
Plaza de Moreno
Paseo del 18 de Julio
por
Cuesta del Matadero
Plaza de los Caídos
por
Plaza de los Caídos en la Guerra Civil
Calle División Azul
por
Calle Ferial
10
remodelación. En marzo de 1984 se aprobó el proyecto, que incluía la
peatonalización de la calle Mayor y de la plaza. Las obras se finalizaron en la
primavera de 1985 y la estatua de Franco fue trasladada a su actual
emplazamiento, oculta en una discreta plazoleta, la de Fernando Beladíez,
detrás del Palacio de la Diputación. Por su parte, el monumento de José
Antonio, más oculto por encontrarse en un rincón del parque de La Concordia,
ha seguido todo este tiempo en su emplazamiento original.
Ambas estatuas han permanecido desde los años ochenta en un estado
lamentable del que nadie, salvo los pocos nostálgicos supervivientes, ha hecho
nada por sacarlas. Su ubicación ha favorecido los actos vandálicos de todo tipo
que han terminado por afectar a las propias esculturas. En los años noventa, a
la estatua de Franco le fue colocada una valla disuasoria que pretendía evitar
los ataques al monumento pero que, con el tiempo y la desidia, terminó
favoreciendo la acumulación de basuras y cristales en su interior. Cada cierto
tiempo ambas estatuas son empapeladas o pintadas, obligando a los servicios
municipales a intentar restablecer su aspecto.
Aunque el debate sobre su definitiva retirada ha seguido y sigue vigente,
ningún equipo de gobierno municipal se ha atrevido a abordar el problema: en
parte por una inercia lastrada desde la transición, en parte por no despertar un
debate que podría terminar afectándoles políticamente. De esta forma, las
estatuas de Franco y de José Antonio permanecen vergonzantemente ocultas,
ignoradas por los libros de carácter histórico y turístico publicados en los
últimos años y por los folletos editados por la Diputación y el Ayuntamiento. No
es, sin embargo, algo que afecte en exclusiva a Guadalajara capital. La
mayoría de ciudades y pueblos que cuentan con monumentos semejantes se
encuentran en la misma tesitura de mantenerlos discretamente ocultos o, por el
contrario, abrir un debate que nadie quiere iniciar.
Por lo demás, las estatuas de Franco y José Antonio en Guadalajara tan
sólo han servido para atraer a grupúsculos de extrema derecha de otras partes
del país. Estos grupos, que en ocasiones actúan como auténticas sectas,
aprovechan sus visitas a la capital para reclutar jóvenes en los diferentes
centros de enseñanza. La realización de actos de fraternidad junto a estos
monumentos es algo común para dichos grupos, que no dudan en publicitar
sus encuentros a través de internet publicando las fotografías de ambos
monumentos rodeados de jóvenes (buena parte de ellos menores de edad) con
la parafernalia que les caracteriza (banderas franquistas, brazos en alto...).
7. CONCLUSIONES.
Del análisis de los antecedentes históricos, de la observación de la
situación actual y de la comparación con otros casos, pueden obtenerse las
siguientes conclusiones:
a) La situación de ambas estatuas es de abandono vergonzante. Ningún
grupo político se ha atrevido a actuar decididamente retirándolas (por las
consecuencias políticas que aventuran pueda tener su decisión) pero tampoco
11
ninguno ha hecho nada por mantenerlas en un estado digno ya que son
símbolos del franquismo, con el que, lógicamente, no quieren ser asociados.
Cabe destacar que, desde las primeras elecciones municipales, la alcaldía de
la ciudad ha sido ocupada en distintos momentos por los tres partidos políticos
con representación municipal (PSOE, PP e IU).
b) En tanto en cuanto que ambas estatuas representan a sendos
personajes alejados, cuando no en las antípodas, de los principios y valores de
un sistema democrático (y dejando al margen cualquier otra consideración), la
aportación que realizan a la imagen e identidad de la ciudad hay que valorarla
en términos negativos.
c) La inacción de los políticos municipales o, en su caso, los tímidos
intentos de abordar la cuestión, dan pie a la utilización partidista de un
problema cuya resolución compete a toda la ciudadanía. El intercambio de
acusaciones mutuas (“revanchistas”, “desmemoriados”..., por un lado, o
“franquistas”, “herederos”..., por otro) no sólo acaba afectando a la propia
legitimidad de la clase política democrática sino que además echa leña al fuego
del desencuentro en un asunto (la construcción simbólica de un espacio común
de convivencia) trascendental.
d) No existen argumentos fundados para mantener que la retirada de las
estatuas pueda generar, siempre y cuando se realice correctamente, problema
alguno. Al contrario, la experiencia de otras ciudades demuestra que, una vez
retiradas, tanto los ciudadanos como los políticos se han sentido aliviados por
acabar con un problema enquistado al que no sabían cómo hacer frente.
De hecho, en los últimos años han desaparecido numerosos símbolos del
franquismo en Guadalajara sin que ello haya supuesto ningún problema:
-Monumento a los Caídos: desmantelado en 2002 por un gobierno
municipal del Partido Popular para reconstruir la actualmente
denominada plaza de los Caídos en la Guerra Civil.
-Escudos franquistas en edificios públicos: en 2004 se ha procedido a la
eliminación de los escudos franquistas en la Subdelegación del
Gobierno, la Audiencia Provincial o, en parte todavía visible, de la
Delegación de Hacienda (en este caso, pese a la reciente reforma del
edificio, la operación está por completarse).
-Escudo franquista en el estadio de fútbol “Pedro Escartín”: retirado en
2003 para proceder a la reparación de su fachada sin que levantara la
más mínima protesta.
e) El fomento en internet de una imagen de “ciudad franquista” en nada
favorece a una Guadalajara que pretenda atraer turismo e inversiones y
convertirse en una ciudad moderna.
f) El lugar de estos monumentos es el de un museo, no la calle. Un
museo tiene vocación pedagógica, mientras que la presencia en la calle de
12
estos monumentos define a toda la ciudadanía.
g) Un cálculo racional de los costes y beneficios que la retirada de
ambos monumentos tendría para los tres partidos políticos con representación
municipal da un saldo positivo para todos ellos siempre y cuando realizaran un
esfuerzo de responsabilidad para consensuar una salida al problema. En la
actual situación, el escenario es el siguiente:
-PSOE:
a) retirada: le beneficia por demostrar capacidad para abordar un
problema estancado que afecta a la imagen de la ciudad y a su propia
imagen como gobernante ante el electorado.
b) no retirada: puede generar frustración en sus electores,
quienes percibirán la indecisión como falta de valentía y carencia de
fortaleza política, algo inexplicable en una coyuntura política nacional
como la actual.
-Partido Popular (PP):
a) retirada: un apoyo decidido a la misma puede favorecer su
imagen de partido centrado y comprometido, sin ataduras al pasado, que
antepone la defensa de los valores constitucionales al interés partidista
y, por tanto, es capaz de llevar a cabo un ejercicio de responsabilidad
cívica y política como éste. Además, la eliminación del problema le
beneficiará a largo plazo ya que el mantenimiento del debate sólo le
produce desgaste.
b) no retirada: un rechazo tibio puede entenderse como una
derechización y un apego a posiciones no democráticas que en absoluto
le convienen. Una defensa vehemente del mantenimiento de los
monumentos no se contempla, por irracional, ya que el PP es quizá el
grupo más afectado por el mantenimiento de la discusión.
-Izquierda Unida (IU):
a) retirada: promover una retirada constructiva puede mejorar su
imagen ante sus electores y ante los ciudadanos en general.
b) no retirada: frustración en su electorado.
8. SUGERENCIA DE ACTUACIÓN.
a) En tanto en cuanto que las estatuas de Franco y José Antonio hieren
sensibilidades, afectan negativamente a la imagen de la ciudad, están
radicalmente alejadas de los principios democráticos, son manifiestamente
despreciadas por parte de la población y, por tanto, sólo son motivo de
desencuentro, debería abordarse sin más dilación su traslado a un lugar más
apropiado, que permita su conservación a la vez que las desprenda de su
carga simbólica.
b) La retirada de ambos monumentos debería producirse, en caso de ser
posible, de forma coordinada y consensuada, anteponiendo los distintos grupos
políticos el interés general al partidista propio.
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c) Estudio del traslado a un museo de ambos monumentos. Guadalajara, cuyo
nombre está asociado a una de las batallas de la guerra civil, dispone de una
historia lo suficientemente atractiva como para convertirse en un reclamo
turístico en torno a un museo de la ciudad en el siglo XX, de la guerra civil o del
propio franquismo que recoja estos y otros símbolos y materiales impidiendo su
deterioro, preservándolos a la vez que desactivando su carga simbólica. En su
defecto, podrían trasladarse a un museo ya existente, bien al Museo Provincial,
acondicionando una sala específica, bien a cualquier otro donde se pueda
explicar qué significó el franquismo y cómo se vivió, en lo bueno y en lo malo,
en Guadalajara.
d) Elaboración de un plan de actuación que atienda a las cuestiones
relacionadas con la memoria y la identidad de ciudad para evitar desencuentros
futuros (nombres de calles, actos públicos, erección de monumentos, estatuas
y placas, etc.) y recupere lugares de la memoria compartida y asumida por
todos los ciudadanos.
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