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en un mundo de cambios implacables,
competencia feroz e innovación sin barreras
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Managing
Henry Mintzberg
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maneras para alcanzar la excelencia
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El principio del progreso: la importancia
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GERENCIA
Y EL ARTE PERDIDO DE LA
Liderando con amor. Una manera
diferente de alcanzar el éxito
Karen E. Linkletter
Jim Collins
PETER DRUCKER
Cómo caen los poderosos.Y por qué
algunas compañías nunca se rinden
El mundo de los negocios enfrenta una crisis profunda.
Como nunca antes, es necesario regresar a las bases éticas y a las enseñanzas de los grandes maestros. Ese es el
objetivo de este libro: brindar a los lectores contemporáneos los planteamientos que trazó Peter Drucker —considerado el padre de la gerencia— sobre los valores, el
poder, el desarrollo individual del carácter y la función
de las empresas para la prosperidad de la sociedad. Esta
obra ofrece un compendio de sus ideas dirigido a todos
quienes estén convencidos de que para obtener mayores ganancias económicas es necesario, ante todo, contar
con organizaciones visionarias que integren el desarrollo del ser humano, la ética y el bienestar de las comunidades. De igual forma, este libro será de utilidad para
profesionales y emprendedores que quieran desarrollar
una práctica efectiva de la administración basada en los
principios morales, políticos y económicos que han definido el curso de las organizaciones modernas, según lo
vislumbró uno de los pensadores gerenciales más influyentes del siglo XX cuyas ideas se mantienen vigentes.
Joseph A. Maciariello
Otros títulos publicados por
Editorial Norma
PETER
DRUCKER
Y EL ARTE PERDIDO DE LA
GERENCIA
La vigencia de su
pensamiento
sobre la construcción
de organizaciones
efectivas
Joseph A. Maciariello fue
colega de Peter F. Drucker durante
26 años y compartió su cátedra
cuando éste disminuyó su carga
académica. Fue coautor de los
libros Drucker para todos los
días y El ejecutivo eficaz en
acción. Es director Académico y
de Investigación en The Drucker
Institute y “Horton Professor” en el
Peter F. Drucker and Masatoshi Ito
Graduate School of Management.
Karen E. Linkletter es
historiadora y profesora de
Estudios Norteamericanos en la
Universidad Estatal de California
en Fullerton. Fue la primera
encargada del archivo en The
Drucker Institute y tiene un MBA
y un PhD de Claremont Graduate
University.
Joseph A. Maciariello y Karen Linkletter
www.librerianorma.com
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Contenido
Prefacio
Introducción
9
13
Orígenes de la gerencia como arte liberal en los escritos
de Peter Drucker
35
2 La gerencia y las artes liberales tradicionales: tendiendo
puentes entre los dos mundos
75
3
Contribuciones de la gerencia como arte liberal
109
4
Federalismo y distribución del poder y la autoridad
149
5
La dimensión humana y la gerencia como arte liberal
199
6
El liderazgo efectivo como arte liberal
257
7
La ecología social y la práctica de la gerencia
como arte liberal
321
Ecología social aplicada: innovación y cambio para
una sociedad esperanzada y tolerable
381
1
8
Conclusión
417
Fuentes
423
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1
Orígenes de la gerencia como arte
liberal en los escritos de Peter Drucker
E
l concepto de gerencia como arte liberal viene de los escritos
de Peter F. Drucker. Él estableció que una de sus más importantes
contribuciones fue aquella en la que él “enfocó esta disciplina
[management] en la gente y el poder; en valores, estructura y constitución
y, sobre todo, en responsabilidades, eso significa la disciplina de la gerencia
en la gerencia como un verdadero arte liberal” (Drucker, 2008, p. v). De
todas maneras, Drucker no definió muy claramente la gerencia como
arte liberal. Una de sus referencias preliminares de la gerencia como arte
liberal aparece en 1988, cuando afirmó que “la gerencia es de por sí un
arte liberal. Tiene que ser. No puede ser solamente una techné [técnica o
habilidad]. No puede referirse únicamente a resultados y rendimiento”
(Drucker, 1988, p. 5). Después, en su publicación Las nuevas realidades, de
1989, ofreció la siguiente explicación sobre la gerencia como arte liberal:
La gerencia es, por lo tanto, lo que la tradición acostumbraba a
llamar un arte liberal: “liberal” porque se trata de los fundamentos
del conocimiento, el autoconocimiento, la sabiduría y el liderazgo;
es “arte”, porque requiere destreza y diligencia. Los gerentes [de-
35
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drucke r y e l arte pe rd ido de la ge re ncia
ben] hacer uso de todo el conocimiento y puntos de vista de las
humanidades y de las ciencias sociales en psicología y filosofía; de
la economía e historia, de la ética, así como también de las ciencias
físicas. Pero debe centrarse dicho conocimiento en la efectividad
y en los resultados; en la curación de un paciente enfermo, en la
enseñanza del alumno, en la construcción de un puente, diseñando
y vendiendo un software de uso sencillo. (Drucker, 1989, p. 231)
Según el punto de vista de Drucker, la gerencia como arte liberal
se basa en una tradición del conocimiento y de la educación. Esta tradición es una forma de desarrollo personal vagamente definido como la
tradición de las artes liberales. Si bien esta tradición y su historia se estudiarán con detalle en el capítulo siguiente, en esencia una educación en
artes liberales por lo general hace hincapié en una extensa formación en
humanidades, ciencias, matemáticas y arte. Aunque la meta final del estudio de las artes liberales ha variado a lo largo del tiempo y en todas las
culturas, por lo general algo se insinúa en el sentido de inculcar valores,
desarrollar el carácter o formar buenos ciudadanos, y fomentar habilidades apropiadas en general, tales como el pensamiento crítico y el análisis.
En muchos aspectos, la educación en artes liberales puede definirse
mediante la exclusión de aquello que no es: la formación profesional. Las
universidades de artes liberales suelen enfatizar el hecho con base en el
cual su plan de estudios está encaminado a responder un gran número
de preguntas morales complejas de la vida y no a preparar estudiantes
para sus carreras específicas1. El concepto de Drucker de la gerencia
como arte liberal hace eco a este ideal: el conocimiento debe entregar
sabiduría y gobernarse por temas relacionados con la moral. No obstante, la gerencia como arte liberal involucra la práctica, el ejercicio y el
uso pragmático del conocimiento. La gerencia como arte liberal consiste
en aplicar la sabiduría y las enseñanzas morales de las artes liberales a las
preguntas cotidianas sobre trabajo, educación y sociedad.
La gerencia como arte liberal implica, en esencia, la síntesis de muchas disciplinas, incluidas la teología, la ciencia política, la sociología y la
economía; también la filosofía, la teoría de la administración, la psicología y lo que Drucker llamó “ecología social”. Haciendo seguimiento a
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oríge ne s de la ge re ncia como arte
una visión general de la vida y de la obra de Drucker sobre la gerencia,
pasamos a un análisis de varias personas que dieron forma a su visión
de la gerencia como arte liberal. Esta discusión nos permite empezar a
comprender cómo el conocimiento específico de las artes liberales y de
la gerencia puede ser ejercido en materia de solución de problemas y
desarrollo humano.
La misión de Drucker:
una sociedad funcional de instituciones
El término gerencia (management) se asocia frecuentemente de manera
exclusiva con el sector privado.
Muchas personas asocian a Peter Drucker como un escritor de administración de empresas solamente, cuyo único lector objetivo era el
ejecutivo corporativo. En realidad, la misión de Drucker era mucho más
amplia, pues abarcaba temas sobre la naturaleza de la humanidad, la bondad y la maldad y el significado de la existencia. Este componente filosófico, teológico y moral de la obra de Drucker a menudo se pierde, a pesar del hecho de que él mismo es un observador de su propia existencia:
La gerencia se vive, se trabaja y se practica por y para una institución que es una comunidad humana unida por un vínculo parecido al familiar; es el lazo humano más poderoso: la relación
de trabajo. Y precisamente porque el objeto de la gerencia es la
comunidad humana unida por el vínculo de trabajo con un propósito común, siempre se referirá a la naturaleza del ser humano
(como todos nosotros con una experiencia práctica aprendida) con
el bien y el mal también. He aprendido más de teología como consultor de gerencia en la práctica que lo que aprendí cuando enseñé
religión. (Drucker, l988, p. 5)
Drucker creía que los seres humanos son siempre el centro de la gerencia, y que su práctica debe apuntar a crear y mantener organizaciones
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sanas en las cuales la gente pueda encontrar una existencia significativa.
Debido a que la gerencia se ocupa de los seres humanos, Drucker creía
que los gerentes también deben ser capaces de atender no solo aquellos
factores de eficiencia y beneficios, sino también algunos superiores, más
filosóficos en cuanto a lo moral, a la espiritualidad, al bienestar emocional y a la dignidad.
La visión de Drucker de una gerencia centrada en el ser humano se originó en su propio pasado. Nacido en Viena en 1909, Drucker
fue criado en un hogar de clase media. Su padre, Adolfo, era funcionario público y economista. Su madre, Caroline, era una música talentosa
que había estudiado medicina. Los visitantes habituales del hogar de
los Drucker incluían compositores, economistas, filósofos, poetas y otros
intelectuales.
Drucker se trasladó a Hamburgo a los 18 años, y más tarde estudió
derecho internacional en la Universidad de Frankfurt, mientras trabajaba
como analista de valores. En 1929, lo nombraron escritor financiero en
el Frankfurter General Anzeiger, donde finalmente se convirtió en editor y
cubrió temas de política y noticias económicas internacionales. Cuando
los nazis llegaron al poder en 1933, Drucker viajó a Londres y trabajó
como economista en un banco. Consiguió un trabajo como corresponsal de varios periódicos británicos, emigró a Estados Unidos en 1937 e
inició su carrera como escritor de éxito.
En 1939, Drucker publicó El fin del hombre económico, libro en el que
trató de explicar el surgimiento del totalitarismo nazi (así como el de
la Rusia estalinista). Drucker sostuvo que el totalitarismo es el resultado
del fracaso del capitalismo y del marxismo en su intento de cumplir sus
promesas de igualdad económica. Drucker describe la situación sobre
cómo las sociedades enteras habían puesto su fe en las ideologías del
capitalismo y del marxismo y en su intento de proporcionar igualdad
económica y libertad. De todas maneras, la elevada inflación y el desempleo en Europa Occidental después de la Primera Guerra Mundial puso
de manifiesto que ninguna de estas “creencias seculares”, como Drucker las llamaba, podrían resolver los problemas terribles que enfrentaban
Alemania y otros países (Drucker, 1939, p. xix). La idea del “hombre
económico”, que era el ser humano determinado por su valor bajo la
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oríge ne s de la ge re ncia como arte
promesa de la prosperidad material (capitalismo) o la igualdad económica (marxismo), ya no era relevante. Entonces, “debido a su desesperación, las masas acuden al mago que promete hacer posible lo imposible”
(Drucker, 1939, p. 22). Cuando los sistemas racionales fallan, comienzan
a aparecer promesas irracionales para ofrecer alguna esperanza de una
existencia significativa. Por lo tanto, Europa adoptó una nueva fe en la
dictadura: Hitler en Alemania, Stalin en Rusia y Mussolini en Italia. El
“hombre heroico” sustituye al “hombre económico”; este nuevo “hombre” se caracterizó por “su disposición a sacrificarse a sí mismo, por su
autodisciplina, su abnegación y su ‘igualdad interna’, todo ello, independiente de su situación económica” (Drucker, 1939, p. 137).
Drucker llegó a la conclusión de que la única manera de evitar las
soluciones irracionales, como el totalitarismo, era la creación de una
sociedad que funcionara sobre las bases de la libertad y la igualdad, y no
exclusivamente definidas en términos económicos:
La nueva sociedad, que en última instancia surgiría del colapso de
la sociedad del hombre económico, nuevamente intentaría alcanzar la libertad y la igualdad. A pesar de que todavía no sabemos a
qué clase de categoría evolucionaría para ser integrada socialmente
en el orden futuro, lo que sí sabemos es que no evolucionaría a la
categoría económica, que ha dejado de ser válida. Esto significa
que el nuevo orden será capaz de lograr la igualdad económica.
Porque si cada orden europeo en virtud de su fundación sobre
la base cristiana busca la realización de la libertad y la igualdad,
también busca esta toma de conciencia en esta categoría, que tiene
que ser integrada socialmente. La libertad y la igualdad no pueden
ser realizadas, tan solo pueden prometerse en esta categoría. […]
La igualdad económica también será posible cuando haya dejado
de ser socialmente prioritaria y cuando la libertad y la igualdad
bajo una nueva categoría se conviertan en la promesa de un nuevo
orden. (Drucker, 1939, p. 240)
Aunque Drucker describió las limitaciones definiendo la existencia
humana en términos económicos solamente, aún tenía que indicar la
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nueva “categoría” que constituía una fuente válida de libertad e igualdad. Poco a poco, Drucker empezó a señalar a la empresa industrial
moderna como la fuente potencial de significado y posición del hombre
en la sociedad. En su libro de 1942, El futuro del hombre industrial, y en
posteriores publicaciones, El concepto de la corporación (1946) y La nueva
sociedad (1950), Drucker desarrolló su propuesta de que el empleo en la
organización industrial moderna puede ofrecerle a la gente posición y
significado, no únicamente basados en un valor económico. La empresa
moderna podría ofrecer sentido de comunidad y de ciudadanía y, al mismo tiempo, proporcionarle al individuo dignidad y respeto. Se dio cuenta de que la producción en masa centrada en la línea de montaje en el
lugar de trabajo deshumanizaba al trabajador. Como el trabajador de fábrica representado por Charlie Chaplin en la película Tiempos modernos,
el obrero industrial estaba “estandarizado, era fácilmente reemplazable, se
consideraba una unidad de trabajo sin posición o estatus, sin función, sin
individualidad” (Drucker, 1942, p. 84). Esta clase de enfoque del trabajo
no permitiría una sociedad funcional:
Ninguna sociedad puede funcionar como una verdadera sociedad
a menos que se les dé una condición social y un papel a sus miembros de manera individual, y que el poder social decisivo que se les
otorgue sea legítimo. El primero establece el marco de referencia
básico de la vida social: el propósito y el significado de la sociedad.
El segundo configura el espacio dentro del marco de referencia:
hace que la sociedad se concrete y cree sus instituciones. Si al individuo no se le da el estatus social y la función, no puede haber
sociedad, sino solo una masa de unidades de trabajo volando por
el espacio sin un fin o un propósito. Y a menos que el poder sea
legítimo, no puede haber tejido social, solo hay vacío social unido
por una simple esclavitud o inercia. (Drucker, 1942, p. 28)
En El futuro del hombre industrial, Drucker antepuso un principio
fundamental por encima de gran parte de sus escritos: la organización
moderna era la institución social representativa, y su dirección era “el
poder decisivo y representativo en el sistema industrial” (Drucker, 1942,
40
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oríge ne s de la ge re ncia como arte
p. 60). Al hacerlo, él propuso las dos preguntas principales que necesitaba
para responder con el propósito de desarrollar un modelo de sociedad
funcional: ¿cómo podrían las personas encontrar una posición y una
función no económicas en dicha institución social? y ¿qué legitimaría
el poder por encima de la empresa industrial moderna? A los ojos de
Drucker, la única alternativa de cara al totalitarismo y a la revolución
socialista era una sociedad industrial saludable, y el único país preparado
para desarrollar tal sociedad en 1942 era Estados Unidos.
En El concepto de la corporación, Drucker analizó a General Motors
en términos de su papel como institución social, enfocando cuestiones
fundamentales que se planteaban en sus trabajos anteriores. Comenzó
por detallar específicamente de qué manera las organizaciones industriales pueden dar un sentido no económico a las personas, y cómo el
poder gerencial podría legitimarse dentro de la sociedad estadounidense.
Aunque una parte del libro se centra en las operaciones internas y en
la estructura de General Motors, las otras dos secciones hacen hincapié
en las relaciones entre la corporación y la sociedad. En este libro y en
La nueva sociedad, Drucker sostuvo que las organizaciones necesitaban
reflejar los mismos valores que son aceptados por la sociedad estadounidense, en especial la promesa de igualdad de oportunidades, de estatus
o posición y de autorrealización. Si el “credo estadounidense” de una
meritocracia de clase media no se reflejaba en la organización, entonces
dicha institución no sobreviviría:
La sociedad industrial en sí misma no será capaz de funcionar o
incluso de sobrevivir a menos que sus miembros la perciban como
racional, es decir, a menos que sus miembros vean la relación entre
su propio trabajo y propósito y el propósito y modelo de su sociedad. (Drucker, 1950, p. 26)
Drucker vio esto como un problema concreto de General Motors y
otras fábricas de producción en masa, donde la mayoría de los trabajadores tenían pocas oportunidades para promoverse por encima de sus líneas
de montaje en sus puestos de trabajo. Una de las soluciones de Drucker
era crear en los trabajadores un sentido de ciudadanía en sus comunida41
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drucke r y e l arte pe rd ido de la ge re ncia
des de las plantas, permitiéndoles “iniciativa y participación responsable”
en las decisiones de sus propios departamentos (Drucker, 1946, p. 197). El
pensamiento de Drucker de la ciudadanía en la organización industrial
hizo hincapié en la autonomía individual y el respeto, no en la igualdad
económica. En esencia, la comunidad de plantas autosuficientes les daba
a los trabajadores el poder de tomar decisiones sobre aquellas cosas que
más directamente los afectaban, tales como problemas de salud y seguridad, administración de beneficios y capacitación.
Otro problema, quizás más apremiante, que enfrentaba Drucker en
su búsqueda de una sociedad funcional en las organizaciones industriales
fue la forma de legitimar el poder y la autoridad de la gerencia. Aunque las comunidades autosuficientes de las plantas proporcionaban una
oportunidad para la participación individual y la posición de la persona
en la organización, no se eliminaron las jerarquías:
Al igual que cualquier otra institución que coordina los esfuerzos
humanos hacia un objetivo social, la empresa debe estar organizada
en líneas jerárquicas. Pero también, todo el mundo, desde el jefe
hasta el barrendero, debe ser visto como igualmente necesario para
el éxito de la empresa total. Al mismo tiempo, la gran corporación debe ofrecer igualdad de oportunidades de ascenso. (Drucker,
1946, p. 141)
El problema de la autoridad de la gerencia no yacía en la jerarquía, sino en su naturaleza. Los observadores de las organizaciones estadounidenses antes de Drucker, entre ellos Adolf Berle y Gardiner Means
(Berle y Means, 1932), señalaron que las corporaciones modernas transfirieron el poder de los accionistas-propietarios a gerentes no propietarios. Aquellos que tenían el poder no compartían los mismos intereses
creados por los propietarios de la empresa y, por lo tanto, posiblemente
tomaban decisiones que iban en contravía de los mejores intereses de los
propietarios. En la década de 1940, Drucker percibió este problema y se
dio cuenta de que una sociedad funcional en organizaciones industriales
requería que existiera una sociedad que “dictara las normas para que el
poder decisorio de nuestro sistema industrial fuera un poder legítimo”
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oríge ne s de la ge re ncia como arte
(1942, p. 77). Drucker se inventó una serie de estrategias para legitimar
el poder gerencial, incluida la descentralización (que se discute ampliamente en el Capítulo 4), la apropiada identificación de los líderes y sus
cualidades de liderazgo (en el Capítulo 6) y la canalización de los aspectos más destructivos de la naturaleza humana hacia actividades menos
perjudiciales (en el Capítulo 5).
En el momento en que Drucker elaboró su obra magna, La gerencia:
tareas, responsabilidades, prácticas (1973, 1974), ya había identificado con
claridad el objetivo más extenso de la función de la gerencia: no simplemente dirigir las organizaciones con efectividad, sino garantizar una
sociedad funcional en las empresas bien dirigidas. Drucker presenta este
objetivo superior de manera más clara en el prefacio de su libro:
Nuestra sociedad ha evolucionado increíblemente en los últimos
50 cortos años en una sociedad de instituciones. Ha llegado a ser
una sociedad pluralista en la que cada tarea social importante ha
sido confiada a las grandes organizaciones. […] Si las instituciones
de nuestra sociedad pluralista de instituciones no llevan a cabo una
autonomía responsable, no podremos privilegiar el respeto por el
individuo, ni tampoco una sociedad en la cual la gente logre su
autorrealización. En su lugar, nos impondremos a nosotros mismos
un régimen en el cual a nadie le será permitida su autonomía. […]
La tiranía es la única alternativa frente a aquellas organizaciones
fuertes, en las que se desempeñan como instituciones autónomas.
[…] El ejercicio de una gerencia responsable es la alternativa frente a la tiranía y nuestra única protección contra de ella. (Drucker,
1973, 1974, pp. ix-x)
Para Drucker, el objetivo principal de la gerencia es, entonces, proteger la libertad individual y la oportunidad. Este es un buen objetivo, y
es un componente clave en la visión de Drucker del funcionamiento de
la sociedad y la gerencia como arte liberal. En la década de 1980, Drucker reconoció que las empresas no serían la única fuente de ciudadanía
y de una posición no económica en la sociedad. En gran cantidad de su
trabajo a partir de 1990, hizo hincapié en el papel de las organizaciones
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sin ánimo de lucro, o del sector social, en el otorgamiento de posición y
significado a las personas.
La creencia de Drucker era que las personas pueden encontrar significado y propósito solo a través del desarrollo de su sentido de pertenencia en organizaciones grandes, incluidas aquellas sin ánimo de lucro
o del sector social. Es importante destacar que Drucker no definió el
concepto de significado y propósito en términos económicos, sino más
bien en términos de estatus, aceptación y contribución. Visto de esta
manera, en la enseñanza personalizada a una clase de estudiantes, en la
supervisión de la investigación de un nuevo medicamento, en el diseño
de un sistema de transporte, en la organización de voluntarios en un
evento para recaudar fondos o en el desarrollo de una exposición en un
museo, allí, se está practicando alguna forma de gerencia. Cada persona
está empleada por una gran organización o es voluntaria en ella, y esté
involucrada en la supervisión de las actividades de los demás, interactuando con organizaciones o personas diferentes a las de su familia, y es
responsable de la comprensión de las grandes metas y objetivos de su organización y de la manera como sus actividades específicas contribuyen
a dichas metas y objetivos.
En el pensamiento de Drucker, la gerencia debe centrarse en el ser
humano y su necesidad de encontrar posición y significado dentro de
la sociedad. Este enfoque requiere que uno tome en consideración no
solo los resultados y el desempeño, sino también las cuestiones de la naturaleza humana, temas de poder, autoridad, moralidad y ética; incluso
teniendo en cuenta inquietudes de tipo espiritual o teológico.
En este capítulo se presenta una conversación con varias personas
cuyas ideas inspiraron a Drucker de manera significativa en el concepto
de una sociedad moral con instituciones modernas: Søren Kierkegaard,
Friedrich Julius Stahl, Joseph von Radowitz y Wilhelm von Humboldt,
Edmund Burke, Joseph Schumpeter y Alfred Sloan. En los capítulos siguientes se completará la influencia de algunos otros individuos en la
obra de Drucker a medida que él desarrollaba temas concretos sobre el
manejo de las instituciones en la sociedad.
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oríge ne s de la ge re ncia como arte
Principales fuentes de influencia en el concepto
de Drucker de la gerencia como arte liberal
Drucker fue educado en la tradición de las artes liberales y, por lo tanto,
leyó ampliamente sobre humanidades y ciencias sociales. Estos antecedentes claramente estructuraron su concepto de gerencia como arte liberal. Drucker dio crédito de manera específica a algunas personas que
tuvieron influencia sobre él; la influencia de otras personas se puede
encontrar a través del análisis detallado de su obra. Mediante el análisis
de varios personajes que fueron observadores de la cultura estadounidense o que contribuyeron de manera importante a las humanidades, a
las ciencias sociales y a la teoría de la gerencia, las cuales inspiraron las
ideas de Drucker, se pone de manifiesto cómo la administración y las
artes liberales efectivamente pueden fusionarse.
Influencias religiosas y morales
Drucker fue inmensamente discreto respecto a sus propias creencias religiosas. Señaló que su familia era luterana, aunque no devotos del todo
(Drucker, 1993, p. 425). Sin embargo, Drucker luchó con cuestiones teológicas y espirituales, tanto en lo personal como en su obra. Aunque
a menudo se refería a sí mismo como un “cristiano tradicional, muy
convencional” (El gurú del management Peter Drucker, 2004), también vio
dificultades en la adhesión a los principios de la teología cristiana como
él los interpreta:
Alguien dijo que la esencia básica del cristianismo es la tensión que
existe entre el mandamiento de que el reino de Dios no es de este
mundo y que el amor es el más grande mandamiento de todos. Eso
es un conflicto que no se puede resolver, que la tensión es la esencia de por qué nadie puede ser cristiano. Usted solo puede aspirar a
convertirse en cristiano.Ya se sabe, cada vez que alguno de ustedes
habla de mí como cristiano, me estremezco. (Buford, 1991, p. 9)
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drucke r y e l arte pe rd ido de la ge re ncia
Las creencias religiosas y morales de Drucker apuntalan su trabajo
en los temas de gerencia y en una sociedad funcional. Con el fin de
empezar a entender lo que él quería significar por gerencia como arte
liberal, debemos empezar a diseccionar las principales influencias de su
visión espiritual del mundo, y de qué manera dichas influencias aparecen
en su obra. Se presentan aquí y en el Capítulo 3 los personajes religiosos importantes que influenciaron a Drucker en su propio punto de
vista religioso y espiritual. Si bien se pueden apreciar las contribuciones
discretas de cada personaje, en su conjunto las corrientes religiosas y
morales más significativas influenciaron a Drucker en su visión de la naturaleza humana. Drucker heredó la noción cristiana de un ser humano
falible, caído, separado de Dios, inclinado al pecado y con la necesidad
de redención y de dirección moral. Esta visión impactó directamente su
propuesta de una sociedad funcional.
La más importante de estas influencias religiosas provino de Søren
Kierkegaard.
Søren Kierkegaard (1813-1855)
Drucker aseveró varias veces que Kierkegaard tenía un impacto profundo en su vida (Beatty, 1998, p. 98; Drucker, 1993, p. 425)2. Él descubrió los
escritos del filósofo danés a los 19 años mientras trabajaba como practicante en una empresa de exportaciones en Hamburgo. Kierkegaard es
una de las figuras más importantes del existencialismo. Esa filosofía sostiene que las experiencias subjetivas, personales e individuales de la vida
son más importantes que las experiencias sociales o públicas (Raymond,
1991; Edwards, 1999).
Kierkegaard fue crítico de Georg Wilhelm Friedrich Hegel (17701831), el importante filósofo alemán que trató de resolver la angustia que
él había percibido como una parte natural de la existencia humana. Una
de las angustias que Hegel consideraba universal en la existencia humana
era la tensión entre la existencia individual y la colectiva. ¿Cómo puede
una persona ser un individuo libre, si continúa viviendo de acuerdo con
las necesidades de la sociedad?
La respuesta de Hegel en el conflicto entre la vida como individuo
y como parte viva de la sociedad era el Geist, un término que él le dio
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oríge ne s de la ge re ncia como arte
al espíritu colectivo o mente colectiva de los seres humanos. El Geist es
una idea compleja, pero el término se refiere a la unificación de las diferencias individuales a través de una entidad espiritual superior. A través
del Geist de Hegel, el conflicto humano permanecía, pero se resolvía
finalmente, ya que todos los individuos se inclinaban hacia una fuerza
superior y racional que unificaba a todos los seres humanos (el Geist). El
Geist funcionó en la historia por un largo período para asegurar que los
logros de la humanidad continuarían en el camino hacia un fin que era
bueno para todos.
A Kierkegaard no le gustaba la filosofía de Hegel en absoluto (Lówith, 1964). Él pensaba que Hegel invalidaba la experiencia humana
individual al mezclar todo en el concepto de Geist. Si todas las opiniones
individuales contrarias fueran de alguna manera reconciliables en una
conciencia absoluta, ¿qué le quedaría a la experiencia y a la perspectiva
individual? Kierkegaard deseaba hacer al individuo importante nuevamente, pero manteniendo al mismo tiempo una fuerza orientadora de
mayor poder. En la filosofía de Kierkegaard, el poder más alto era el del
Dios cristiano, ante el cual los individuos deben rendir cuentas y ser
personalmente responsables.
Un elemento importante en la filosofía de Kierkegaard que se filtra
en la obra de Drucker es la relación entre los seres humanos terrenales
y el Dios cristiano. Para Kierkegaard, el sentido de separación entre el
reino espiritual y el material (entre Dios y el ser humano) es el origen
de la angustia. Cuando una persona se vuelve más consciente de lo
fugaz que es la vida en la Tierra y el hecho según el cual la humanidad
nunca puede ser perfecta, la gente se concientiza de la brecha existente
entre Dios y la humanidad. Esto lleva a la desesperación, y a la conclusión de que cuanta más autoconciencia tenga el ser humano, mayor será
su angustia.
Kierkegaard indaga sobre la naturaleza de esta desesperación en La
enfermedad mortal/Tratado de la desesperación (1849, traducido por Hannay,
1989). Él sostiene que la cura para esta enfermedad o desesperación, es
la fe cristiana: “… ser conciente de esta enfermedad es la ventaja del
cristiano sobre el hombre natural; la bienaventuranza es la cura para esta
enfermedad” (Kierkegaard, 1849/1989, p. 45).
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Debido a que él resaltó la importancia de la experiencia individual,
Kierkegaard pensaba que la única manera en que la gente podía curar su
desesperación por la distancia entre el ser humano y Dios era centrarse
en Dios, a través de la forma humana de Jesús. En consecuencia, la gente
solo podría comprender su propia experiencia —razonaba Kierkegaard— si pudiera conocer a Dios exclusivamente a través de la existencia
física de Jesús, es decir, a través del ejemplo de otro ser humano, aunque
este fuera un ser divino.
A pesar de este razonamiento, Kierkegaard creía que Jesús reforzó la
separación entre Dios y la humanidad. La vida de Jesús y su muerte en
la cruz representaban la esencia de la desesperación, la encarnación del
alejamiento humano de Dios, cuya existencia física así lo implicaba. El
ejemplo de Jesús es un recordatorio de la imperfección de la humanidad,
no de la unidad con su creador (Lowith, 1964, p. 47).
Para Kierkegaard, la fe cristiana resolvió la angustia de la separación
humana de Dios. La vida y muerte de Jesús sirvió como un ejemplo no
solo de la forma de entender a Dios, sino también para comprender que
la naturaleza de la existencia física es vivir separados de la esfera espiritual de Dios.
La propuesta de Kierkegaard no es totalmente satisfactoria para los
pensadores modernos, quienes desean respuestas sencillas o concluyentes.
Para entender a Kierkegaard (y, por extensión, las ideas más importantes
de Drucker sobre la gerencia como arte liberal y la idea de una sociedad
funcional en las organizaciones), se debe ser capaz de tolerar un cierto
grado de “disonancia” o ansiedad no resuelta. Para Kierkegaard y Drucker, la vida es, en su propia naturaleza, una fuente de ansiedad no resuelta:
en este caso, la angustia causada entre vivir como un ser humano físico y
comprender al mismo tiempo las limitaciones de esa existencia.
Hay tres elementos principales en la filosofía de Kierkegaard que se
manifiestan por sí mismos en la manera como Drucker comprende la
naturaleza humana:
1. La importancia del individuo que responde por sus actos ante
un poder superior (el Dios cristiano).
2. La brecha entre el reino espiritual y material.
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3. La fe como la solución a la angustia y a los problemas aparentemente insolubles.
Estos temas aparecen en toda la obra de Drucker, pero son particularmente evidentes en su libro de 1939, El fin del hombre económico, así
como en su ensayo “Kierkegaard pasado de moda” (Drucker, 1949).
El individuo existencial. Drucker reconoció que si bien la fe de Kierkegaard podría aliviar la angustia existencial de la persona, ello no resolvería los problemas sociales: “La religión podría, de hecho, ofrecer
una respuesta a la angustia de la persona y a su agonía existencial. Pero
no podría ofrecer una respuesta a la angustia de las masas” (Drucker,
1939/1969, p. xx). De cara a una sociedad disfuncional, están los individuos que buscan el sentido de la vida en otro lugar, fuera de la religión:
“El ser humano occidental —y de seguro todos los seres humanos— no
está dispuesto a renunciar a este mundo. De hecho, todavía busca una
salvación secular, si espera la salvación de verdad” (Drucker, 1939/1969,
p. xx). Si la sociedad industrial fracasó en proporcionarles a las personas
un significado y un estatus, y las trató con falta de dignidad y de respeto,
la sociedad buscará otras soluciones, como el totalitarismo, por ejemplo.
De hecho, la industrialización condujo a los Estados Unidos cada vez
más hacia la producción en masa y a generar empleo para las líneas de
montaje. Drucker temió por el futuro, en el proceso de reemplazar al
hombre industrial por el hombre económico anterior como un modelo
de desarrollo individual.
La religión, creía Drucker, era básicamente personal, y no proporcionaba significado a la existencia de las personas en la sociedad:
El cristianismo y las iglesias han sido incapaces de ofrecer una solución sociorreligiosa.Todo lo que pueden hacer hoy es darle al individuo un paraíso personal y un refugio en una religión individual.
No pueden proporcionar una nueva sociedad ni una nueva comunidad. La experiencia religiosa individual puede ser invaluable para
el individuo, ya que puede restaurarle su paz, darle un dios personal
y una comprensión racional de su propia función y naturaleza. Sin
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embargo, no puede volver a reconstruir una sociedad y no puede
darle sentido a una vida social y comunitaria. Incluso el más devoto católico hoy en día se encuentra en una posición religiosa de un
extremista protestante, como Kierkegaard, para quien Dios era puramente personal, ininteligible y una experiencia incomunicable,
que solo resalta su propio aislamiento y soledad, y la irracionalidad
absoluta de una sociedad. (Drucker,1939/1969, p. 102).
Treinta años después, en su prefacio a la edición de 1969 de El fin del
hombre económico, Drucker reiteró su punto de vista de la religión como
el reino de lo individual y no de la sociedad: “La religión, el crítico de
cualquier sociedad, no puede aceptar ninguna sociedad o incluso ningún
programa social, sin abandonar su verdadero reino, el de un alma a solas
con su Dios” (Drucker, 1939/1969, pp. xx-xxi).
Una sociedad funcional con organizaciones bien manejadas fue la
solución de Drucker al individuo existencial de Kierkegaard. La “nueva
sociedad” de Drucker proporcionaría la libertad y la igualdad a los individuos mediante una afiliación a las grandes organizaciones.
Los reinos espiritual y material. Kierkegaard creía que la separación
entre Dios y la humanidad era una parte inevitable de la existencia humana. No había ninguna posibilidad de autorredención; para Kierkegaard, no había ningún mérito en la búsqueda de una vida inspirada en la
de Jesús o basada exclusivamente en buenas obras. El mundo material
estaba viciado y sin remedio.
Drucker también creía que la naturaleza de la existencia humana
era la vida separada de Dios. Al igual que Kierkegaard, desdeñó a los que
pensaban que la vida cristiana podía basarse únicamente en las buenas
obras (lo que Drucker llamó el “concepto ético”), alegando que ese
camino conducía o bien a una “cubierta de dulce en la píldora del totalitarismo” o a un “sentimentalismo puro, la posición de aquellos que
creen que el mal puede ser abolido, y la armonía, establecida por buenas
intenciones” (Drucker, 1949, p. 598). La humanidad es imperfecta, y la
vida en la Tierra no puede parecerse a la utopía de los cielos. Para ambos,
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Kierkegaard y Drucker, la fe era la única cura para la desesperación que
resulta de esa toma de conciencia:
La fe es el conocimiento de que el ser humano es una criatura
no autónoma, que no es el amo ni el fin, tampoco el centro, y, sin
embargo, es responsable y es libre. Es la aceptación de la soledad
esencial del ser humano para ser superada por la certeza de que
Dios está siempre con él, incluso “a la hora de nuestra muerte”.
(Drucker, 1949, p. 599)
La creencia cristiana de Drucker en un mundo imperfecto habitado
por criaturas falibles (véanse también los argumentos de san Agustín y de
san Pablo en el Capítulo 3) influyó en sus ideas de gerencia y de análisis
social. Aun cuando ha sido criticado por ser demasiado idealista y algo
ingenuo en la valoración de las capacidades de las personas (véase el análisis de Maslow en el Capítulo 6, por ejemplo), las fórmulas de Drucker
para las organizaciones y la sociedad a menudo incluyen sugerencias para
frenar los abusos de poder o la canalización de las tendencias perversas
de la gente a trayectorias más positivas. Es cierto que Drucker asumió
que las personas en las organizaciones que él describe se comprenderían
a sí mismas para ser “responsables y libres”, comprensivas y respetuosas
de la autoridad y el orden. Pero Drucker claramente reconoció las imperfecciones inherentes a cualquier sistema humano (véanse los ejemplos en los Capítulos 4 y 5).
La naturaleza y el papel de la fe. La premisa total de El fin del hombre
económico gira en torno al papel de la fe en la sociedad moderna y lo que
sucede cuando la fe se pierde. En este libro, Drucker analiza las fallas del
capitalismo y el marxismo para ofrecer igualdad económica, lo cual allanó el camino para los regímenes totalitarios en Europa. Para Drucker, el
totalitarismo es el resultado de una crisis de fe “kierkegaardiana”.
En palabras de Drucker, “La fe es la creencia de que para Dios lo
imposible es posible” (1949, p. 599). Cuando fallaron el marxismo y el
capitalismo, los pueblos de Europa se inclinaron hacia las promesas to-
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talitarias de lo imposible. Según el análisis de Drucker, el error no era
que la gente tuviera fe, sino que la depositara en el lugar equivocado.
Las personas incluso se inclinan al credo más irracional, hacia “el mago
que promete hacer posible lo imposible”, si se encuentran desesperados
(Drucker, l939/1969, p. 22).
En última instancia, la obra de Drucker implicaba una búsqueda de
algo válido en lo que la mayoría de los seres humanos podría poner su
fe. Convencido de que la fe religiosa era individual y personal, y que la
mayoría de las personas desean “salvación secular”, Drucker, sin embargo, creyó que la fe era todavía la única manera de superar la angustia de
la vida en la sociedad industrial moderna:
En la fe el individuo se vuelve universal, deja de estar aislado y se
convierte en algo significativo y absoluto; por consiguiente, en la
fe hay una verdad ética. Y en una existencia basada en la fe, la sociedad se convierte en algo significativo también, como una existencia en la verdadera caridad. (1949, p. 599)
Pero ¿la fe en qué? Drucker se refiere claramente a la fe en Dios,
pero también se refiere a luchar contra el totalitarismo “a partir de una
base de fe; fe en la libertad y en el individuo” (1966b, p. 21). La visión de
Drucker de la gerencia lo obligó a percibir a los seres humanos como
fallidos, pero también tenía una gran fe en su potencial. Con el fin de tener una sociedad de organizaciones bien manejadas, las personas debían
tener fe en la capacidad humana para autodirigirse con un comportamiento apropiado.
Hay una preocupación inherente en la visión de Drucker; no siempre es fácil tener fe en la gente si uno cree que los seres humanos viven
en un estado caído y que las organizaciones deben estar diseñadas para
prevenir los abusos inevitables del poder. Esta preocupación es más perceptible a la luz de la filosofía de Kierkegaard. Si la naturaleza de la existencia es sentir angustia, la única manera de resolver esa angustia (para
Kierkegaard y Drucker) es tener fe. Para Kierkegaard, la respuesta fue la
fe en Dios; para Drucker, la respuesta fue una fe más secularizada en “la
libertad y el individuo”.
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Las influencias políticas
El segundo lugar en importancia, después de las influencias religiosas y
teológicas sobre el concepto de Drucker de la gerencia como arte liberal, son los pensadores políticos que contribuyeron a las ideas de Drucker. Él estaba particularmente interesado en encontrar un equilibrio entre libertad y autoridad. Las influencias políticas analizadas aquí y en el
Capítulo 4 se refieren todas a un deseo de lograr un equilibrio entre las
libertades individuales y la necesidad de orden y normas sociales.
Aunque Drucker era muy discreto en relación con sus propias afiliaciones políticas, siempre vivió temeroso frente al totalitarismo. Durante
toda su vida, fue testigo del surgimiento de poderosos gobiernos autoritarios que erosionaron la libertad humana. La Alemania nazi, la China
maoísta y la Unión Soviética representaban lo peor del liderazgo humano, los “credos seculares” que a él le parecían preocupantes cuando un
público angustiado acudía a ellos. El miedo de Drucker al totalitarismo
lo llevó a una búsqueda de una sociedad funcional en las instituciones;
de hecho, durante un tiempo él reconoció a la organización industrial
como una fuente de salvación para la sociedad:
El surgimiento de la empresa industrial puede anunciar un cambio
fundamental de la tendencia que ha prevalecido en la historia de
Occidente desde el colapso del orden medieval. El Estado totalitario de nuestros días marca una disminución —del absurdo criminal,
del malvado, del absurdo demente— de la tendencia hacia el Estado
como el único centro, el único foco de atención y el único poder
que comenzó en el siglo xv. Ciertamente, la empresa es la primera
institución autónoma desde entonces. (Drucker, 1950, p. 37)
Drucker consideraba que la corporación encarnaba el principal desafío para el gobierno totalitario y para el poder absoluto en el sector
público. Tener un sector empresarial privado independiente del gobierno fue crucial para su sentido de una sociedad organizada. De esta manera, la gerencia se convirtió en clave para una sociedad funcional; si las
instituciones de la sociedad no se manejaban correctamente, entonces
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el poder podía ser centralizado en las manos de una entidad, como un
gobierno grande o un negocio grande.
Al mismo tiempo, Drucker no era admirador de la democracia directa; sostenía que “el principio de la mayoría, como es comúnmente
aceptado hoy en día, es un principio despótico y tiránico, y un principio
de no libertad” (Drucker, 1942b, p. 485). Siempre, el defensor de la individualidad valoró la opinión de la minoría y comprendió los peligros
inherentes a la regla estricta de la voluntad mayoritaria.
Drucker se enfrentó a un dilema que los teóricos políticos históricamente han enfrentado: ¿cómo equilibrar la necesidad de gobernabilidad
de la sociedad, en cuanto a normas y orden, con el deseo de maximizar la
libertad humana? Los individuos particulares que influyeron en Drucker
dicen mucho acerca de su concepción de la gerencia como arte liberal. La toma de decisiones en este sistema debe encontrar un término
medio entre la autoridad y la libertad; entre los valores del pasado y los
sueños del futuro; entre las aspiraciones individuales y las necesidades
de la comunidad. En su propia naturaleza, la gerencia como arte liberal
será conservadora en el sentido tradicional de la palabra: la búsqueda por
conservar las tradiciones del pasado que aún tienen relevancia y significado en el presente. Sin embargo, también será liberal en cuanto a que su
objetivo es maximizar la libertad humana y cambiar aquellas cosas que
ya no le sirven a una institución o a la sociedad en general.
Friedrich Julius Stahl (1802-1861):
el trío de pensadores alemanes
Stahl fue una de las influencias más antiguas e importantes de Drucker.
Al principio de su carrera académica, Drucker decidió explorar tres personajes conservadores e instrumentalizadores del desarrollo de la Constitución prusiana en el siglo xix: Wilhelm von Humboldt, Joseph von
Radowitz y Friedrich Julius Stahl. Von Humboldt y Von Radowitz se
analizan a continuación junto con Stahl debido a la fuerza de su influencia combinada sobre Drucker, y por la similitud de su trabajo e ideas en
la misma época de la historia alemana.
Lo que atrajo a Drucker de los tres fue que “ellos trataron de equilibrar la continuidad y el cambio […] no eran ni liberales imperturbables
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ni reaccionarios desvergonzados. Trataron de crear una sociedad estable
y un sistema político estable que preservaran las tradiciones del pasado y
que al mismo tiempo pudieran reformar” (1992, p. 58).
Drucker comenzó a escribir sobre Stahl, en primer lugar, componiendo su primera obra publicada: Friedrich Julius Stahl: una teoría conservadora de Estado, en 1931. Él dispuso su publicación en Alemania en 1933,
justo antes de dejar la Alemania nazi hacia Londres. Drucker intentó
escribir acerca de cada miembro del “trío de pensadores alemanes”, pero
solo logró escribir sobre Stahl (Drucker, 1992, pp. 58-59).
Stahl era un abogado eclesiástico, político y filósofo. Vivió en una
época en que muchos países de Europa experimentaron revoluciones
violentas. Estas revoluciones de la clase trabajadora fueron suprimidas,
pero los intelectuales y los políticos teóricos comenzaron a preguntarse
si las viejas monarquías iban a sobrevivir, o si las revoluciones futuras,
inevitablemente, iban a cambiar el panorama político.
Stahl intentó responder a esta pregunta para Prusia, tratando de encontrar una alternativa a las viejas monarquías del pasado y a las revoluciones violentas amenazadas por la de ese momento. Mediante la
combinación de instituciones representativas, que él vio como atributos
positivos de la monarquía, Stahl desarrolló un marco político para evitar
tanto un paso radical hacia delante, como un paso reaccionario hacia
atrás.
Él estaba interesado en un marco político que encontrara un equilibrio entre la protección de los derechos individuales y la preservación
de los intereses de la sociedad en general. Lo hizo a través de la incorporación de su propia filosofía religiosa contrarrestando la de Hegel, que
era muy influyente en el tiempo de Stahl.
Al igual que Kierkegaard, Stahl estuvo en desacuerdo con la idea
hegeliana de la fuerza unificadora Geist, pues creía que no permitiría las
diferencias individuales. Sin embargo, Stahl, como Hegel, deseaba encontrar una manera de frenar los derechos individuales y hacer hincapié
en el papel de la comunidad en la existencia humana.
Stahl contrarrestó la filosofía de Hegel con su idea de un Dios personal que activamente creaba cada individuo. El Dios personal de Stahl
tiene una conexión personal e individualizada con cada ser humano.
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Stahl utilizó el término personalidad para describir las diferencias entre las
personas, y también aplicó este término a Dios para describir su poder
espiritual creativo: “… la personalidad no es simplemente la más completa libertad y el derecho político, sino también la mayor satisfacción de
una mayor perfección espiritual” (Stahl, 2007, p. 105). Stahl une al individuo
con el Creador en su filosofía; cada individuo es un reflejo directo de un
Dios personal y creativo.
En el sistema de Stahl, las personas tienen libre albedrío según el
diseño deliberado del Dios creador. Lo ideal sería que no hubiera conflicto entre los intereses individuales y la sociedad cuando la gente ejerce
su libre albedrío, puesto que todos están unidos bajo los intereses de un
Dios creador personal cristiano. Pero al igual que lo hizo Kierkegaard,
Stahl reconoce que los seres humanos viven al margen de Dios en su
existencia física en la Tierra. Como resultado, los intereses de las personas no siempre están directamente alineados con los del Creador. Por lo
tanto, los seres humanos deben someter su voluntad a la autoridad civil:
a las normas del Estado y del derecho.
Stahl utilizó al Dios creador personal para alinear los derechos individuales de las personas con las necesidades más importantes de la sociedad. Pero tuvo que lidiar con el problema de la coerción, o con la forzada
adhesión a la autoridad del Estado. ¿Por qué las personas se sometían a las
normas de ley cuando se impedía su libertad personal?
La solución de Stahl fue proponer que la sumisión a la autoridad del
Estado era voluntaria. Su noción de la libertad implica la elección, delimitada por la responsabilidad, hacia una autoridad superior y un reconocimiento a un bien mayor que los propios deseos personales. No defiende la libertad como un privilegio, sino como fuente de responsabilidad
y capacidad para responder por acciones, según los códigos civiles de
conducta en la forma de leyes o, en última instancia, según los códigos
religiosos de conducta del Dios cristiano: “Porque la libertad surge de
la ley [aus dem Rechte] como un orden ético, no es ilimitada, pero desde
el principio tiene un contenido de norma específica, con estándares y
límites” (Stahl, 2007b, p. 6). Las personas reconocerían la autoridad legal
porque saben que, en última instancia, son responsables no solo con ellos
mismos, sino también con un bien mayor. Como señala Stahl, la libertad
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no es igual a hacer lo que uno quiere sin importar el impacto que ello
tenga en los demás.
Stahl utiliza esta idea de “la libertad como un orden ético” para
legitimar la autoridad política, en su caso el poder monárquico. La legitimidad de la autoridad, según Stahl, depende tanto de gobernantes
como de gobernados, reconociendo una autoridad moral más grande
por encima del orden material: “La libertad jurídica está limitada primero por mayores deberes a los que las personas deben subordinarse; y
no, obviamente, por demandas (subjetivas) de moralidad, pero sí por
ideas éticas de las relaciones de la vida que se mantienen en una vida
en común” (Stahl, 2007b, p. 6). Si el monarca y sus súbditos someten
sus intereses a un Creador personal, entonces la sumisión es un acto de
libre voluntad; las personas deciden obedecer porque reconocen que al
hacerlo se benefician tanto la comunidad como el individuo. La autoridad política es, pues, legítima, ya que se basa en esta moral más alta que
ha sido interiorizada por todos.
De la misma manera que Stahl buscó un punto medio entre la revolución y las monarquías más antiguas de su tiempo, Drucker indagó
sobre una sociedad que funcionara y que ocupara un espacio moderado
entre la extrema izquierda y la derecha. Basado en una visión imperfecta
y deficiente de la humanidad en su necesidad de autoridad y ordenamiento, Drucker promovió la investigación de Stahl en cuanto a legitimar la autoridad en el siglo xx.
Legitimidad de la autoridad. En las obras de Drucker, libertad no
significa ausencia de restricciones, sino libertad de acción, limitada por
el sometimiento a leyes o valores. El manejo de la gente libre en una
sociedad de organizaciones que funcionen, según Drucker, involucra a
personas que estén dispuestas a someterse a la autoridad, puesto que
comparten en la organización los mismos valores mencionados antes,
y se comprometen a responsabilizarse por los valores compartidos y los
códigos de conducta.
La sumisión voluntaria a una autoridad reconocida es particularmente visible en el concepto de Drucker de la dirección por objetivos
(dpo). La dpo en una organización requiere que todos los gerentes es57
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tablezcan metas para ellos mismos que se utilizan para medir su propio
desempeño. Es importante destacar que estos objetivos deben reflejar los
objetivos superiores de la organización y no solo los deseos personales y
los logros de la gerencia individual (Drucker, 1954, pp. 121-136).
Así como el sistema de Stahl propone una autoridad alineada con un
poder común superior y unificador, la sociedad funcional de Drucker
implicaba una alianza de intereses entre los gerentes y sus organizaciones. Debido a que el gerente desarrolla sus objetivos alineados con los
objetivos generales de la organización, los objetivos individuales son una
forma de expresión personal e, incluso, conocidos por parte de la autoridad de la entidad más grande.
Drucker claramente creía en una estructura jerárquica de poder
dentro de las organizaciones; él no adoptó un punto de vista estrictamente igualitario de la administración o gobierno. Sin embargo, adujo
que aquellos que están en la parte superior de la cadena alimentaria
necesitaban justificar su posición mediante su adhesión a valores compartidos. En otras palabras, Drucker creía que la autoridad gerencial era
necesaria, pero, al igual que Stahl, intentó diseñar un medio para hacer
que la autoridad legítima se realizara a través de valores compartidos.
¿Por qué la gente de la base del organigrama se sometería con agrado a
la autoridad de lo alto? Ellos lo harían si creyeran que la organización y
sus líderes comparten sus mismos valores de derechos humanos y oportunidad:
Al igual que cualquier otra institución que coordina los esfuerzos
humanos para un fin social, la empresa debe estar organizada en
líneas jerárquicas. Pero también, todo el mundo, desde el jefe hasta
el aseador, debe ser visto como igualmente necesario para el éxito
común de la empresa. Al mismo tiempo, la gran corporación debe
ofrecer igualdad de oportunidades de ascenso. Esto es simplemente
la tradicional demanda de justicia como consecuencia de la concepción cristiana de la dignidad humana. (Drucker, 1946, pp. 141142)
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En esencia, Drucker intentó apropiarse creativa y personalmente del
Dios cristiano de Stahl y secularizarlo en el lugar de trabajo industrial. A
través de la organización en torno a los valores muy estadounidenses de
igualdad de oportunidades y de reconocimiento de méritos, y el concepto de dignidad originado en la religión, Drucker interpretó las ideas
de Stahl del siglo xix. El Dios creador de Stahl permanece, aunque de
forma volatilizada.
Sin embargo, el argumento de Stahl para legitimar la autoridad se
basó totalmente en la presencia de un Dios cristiano. Adoptando una
monarquía constitucional dentro de un marco cristiano, Stahl no desarrolló un sistema para establecer un liderazgo legítimo en el reino material que no fuera de inspiración divina.
Legitimar el poder gerencial siguió siendo un problema para Drucker a lo largo de su vida productiva. Como el autor Jack Tarrant sostuvo:
“Drucker realmente nunca resolvió el problema de la legitimidad. Su
compromiso para racionalizar el concepto se resumió en la siguiente
conclusión:‘que la empresa no sea un gobierno legítimo no significa que
sea ilegítimo’” (Tarrant, 1976, p. 139). Como su punto de vista religioso y
teológico le impedía depositar demasiada confianza en los gerentes humanos, Drucker buscó la manera de frenar lo que consideraba tendencias
humanas normales hacia el abuso de poder. Otras personas influyentes
le proporcionaron los medios para reducir la autoridad de la gerencia, o
bien, para canalizar el poder por caminos menos dañinos. Pero en 1932
estaba claro para Drucker que la legitimidad del poder debía basarse en
la responsabilidad, que a su vez, en última instancia, debía apoyarse en
valores morales absolutos, no en valores creados por el ser humano3.
Sin una deidad personal creativa, el problema de la legitimidad del
poder se mantuvo. Drucker continuó luchando con este tema en sus
escritos, explorando una escala de soluciones, incluido un retorno a la
fe y al federalismo. La variedad de respuestas al tema del poder revela
el problema de fondo: una desconfianza definitiva en un sistema humano que, sin embargo, está diseñado para maximizar la libertad humana.
Reteniendo la filosofía de Stahl del siglo xix en un entorno secular del
siglo xxi se presenta semejante desafío4.
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Joseph Maria von Radowitz (1797-1853)
y Wilhelm von Humboldt (1767-1835)
Joseph Maria von Radowitz fue educado en Francia. Peleó por Napoleón y más tarde se trasladó a Prusia y se casó dentro de una familia
prusiana establecida. Fue nombrado representante militar de Prusia ante
la Asamblea Federal de la Confederación Alemana en 1836, impulsó un
plan moderado para unificar Alemania en 1848 y tuvo la esperanza de
salvar la brecha entre el orden establecido y los revolucionarios de los
estados alemanes (Sheehan, 1970, pp. 711-715).
Wilhelm von Humboldt fundó en 1809 la Universidad de Berlín,
ciudad donde había sido criado. Él creía que el poder político debe
ser extremadamente limitado para no afectar las libertades personales,
y estaba especialmente preocupado por la forma como los individuos
pueden expresarse culturalmente en un Estado con una creciente autoridad central. Humboldt adoptó el concepto alemán de Bildung, que es
un proceso de desarrollo espiritual individual a través de la educación
y no a través de los ideales de las artes liberales; el Bildung es altamente
complejo e implica el compromiso con un ideal de desarrollo del carácter y de la virtud personal, así como también del conocimiento y de
la sabiduría. El objetivo de Humboldt era infundirle al gobierno alemán
el espíritu del Bildung. Humboldt imaginó “usar el poder burocrático
para hacer realidad su idea cultural. Como resultado de ello, presidió el
matrimonio del Staat (el Estado) y el Bildung que tendría consecuencias
duraderas para la política alemana, la cultura y la sociedad” (Sheehan,
1970, p. 365).
Estabilidad con el cambio. Humboldt, al igual que Radowitz, negoció el camino entre dos extremos políticos, tratando de unificar los diversos intereses de Alemania en torno a un concepto moderado. Como
señaló uno de sus biógrafos, “el programa de Humboldt no fue ni liberal
ni conservador, sino que contenía elementos de ambos” (Sweet, 1980, pp.
345-346). Las visiones de Radowitz y de Humboldt crearon de manera
efectiva una política moderada y demostraron el valor de desarrollar
soluciones que teóricamente apaciguaban a aquellos que estaban en los
extremos opuestos del espectro.
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La influencia del trío de Stahl, Radowitz y Humboldt en el logro
de la continuidad y el cambio en las instituciones de la sociedad llevó a
Drucker al estudio detallado de la práctica empresarial y de la innovación. Ello, a su vez, en última instancia condujo a escribir su influyente
libro La innovación y el espíritu empresarial (Drucker, 1985). En esta obra,
Drucker sostuvo que si las instituciones de la sociedad están para mantener la continuidad cuando se enfrentan a la turbulencia del medio ambiente, estas deben cambiar mediante la adopción de prácticas empresariales. La falta de innovación conduce al estancamiento y a la decadencia.
Por lo tanto, no hay otra manera de mantener la continuidad, excepto
para la sistemática práctica empresarial.
Drucker supuso que la continuidad y el cambio no eran opuestos
en las organizaciones, sino que eran polos, como el polo Norte y el polo
Sur. Cuanto más una institución esté organizada para la innovación y
el cambio, más tendrá que equilibrar el cambio con mecanismos que
faciliten su continuidad. Es de suma importancia en tiempos de cambio
rápido disponer de mecanismos eficaces de comunicación que faciliten
el entendimiento común y la confianza entre los grupos de interés.
La importancia de las tradiciones heredadas y de los límites
en el ejercicio del poder. Drucker promovió permanentemente el
tema del equilibrio entre la continuidad y el cambio. Influenciado por el
trío de pensadores alemanes, fue especialmente cauteloso con la revolución, a pesar de que Thomas Jefferson, tercer presidente de los Estados
Unidos, creía que las revoluciones periódicas eran necesarias para librar
a la sociedad de sus males acumulados. Drucker prefirió la innovación
continua a las revoluciones periódicas:
Estas [las revoluciones] no se pueden predecir, ya sean dirigidas o
controladas.Traen al poder a la gente equivocada. Lo peor de todo,
sus resultados —de forma predecible— son exactamente lo contrario a sus promesas. (Drucker, 1985, pp. 254-255)
El interés de Drucker en la continuidad y el cambio también fue
influenciado por la obra de Edmund Burke.
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Edmund Burke (1729-1797)
Nacido en Irlanda cuando era parte del Imperio británico, Edmund
Burke fue un parlamentario británico y escritor político. Se opuso a la
persecución de los católicos y también apoyó la revolución estadounidense contra Inglaterra. Drucker le da crédito a Burke por haber escrito
uno de los dos libros que “cambiaron mi vida definitivamente”. Reflexiones sobre la Revolución francesa (1790), que fue el análisis contemporáneo
de Burke del evento que duró menos de dos años. Drucker leyó el libro
cuando era adolescente y trabajaba en Hamburgo; más tarde comentó el
impacto que causó en él:
Que Alemania y, de hecho, toda la Europa continental habían estado en un período revolucionario desde la Primera Guerra Mundial y la Revolución rusa, cada uno de nosotros, los jóvenes, lo
sabíamos —solo las personas que se habían convertido en adultos
antes de 1914 pensaron posiblemente [sic] un retorno a “antes de
la guerra”, y en realidad lo deseábamos—. Y así, la tesis principal
de Burke, la de encontrar en dicho período el equilibrio entre la
continuidad y el cambio, era la primera tarea de la política y de
los políticos, e inmediatamente tuvo resonancia en este lector de
18 años de edad, 140 años después de que el libro hubiera sido
escrito. Inmediatamente se convirtió en el centro de mis propias
ideas políticas, mi propia visión del mundo, y para todo mi trabajo
posterior. (Drucker, 2003, p. viii)
Al igual que Stahl y los otros pensadores alemanes, Burke proporcionó un modelo para un punto medio entre la revolución y una monarquía divina. En concreto, Burke advirtió sobre los peligros de rechazar
las tradiciones heredadas, incluidas las fundaciones religiosas y políticas
de gobierno constitucional.
En su tratado sobre la Revolución francesa, Burke atacó la revolución, castigando a los franceses por haber dado la espalda completamente
a su pasado. En la primera parte del libro, defiende el sistema político
propio de Inglaterra, manteniendo en alto la historia de Gran Bretaña
como modelo de desarrollo político:
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Usted podrá observar que desde la Carta Magna hasta la Declaración de Derechos se ha dado una política uniforme de nuestra
Constitución para reclamar y hacer valer nuestras libertades como
una herencia asegurada derivada a nosotros de nuestros antepasados,
y que se transmite a la posteridad, como una propiedad especial
que pertenece al pueblo de este reino, sin referencia alguna a cualquier otro derecho más general o anterior […]. Tenemos una corona hereditaria, una nobleza hereditaria, y también una Cámara
de los Comunes y un pueblo que heredan privilegios, franquicias
y libertades de una larga línea de antepasados. (Burke, 1790/2005,
p. 19)
El argumento de Burke tenía la intención de contrastar directamente la constitución de Gran Bretaña con el rechazo de la monarquía de
la Francia revolucionaria; Burke “concluye que el gradualismo cauteloso
en la política, que los británicos han practicado, es preferible a la destrucción y reconstrucción racionalista del modelo francés” (Lock, 2006,
p. 288).
Burke cimentó la civilización europea no solo en el gobierno monárquico, sino también en “el espíritu de un caballero y el espíritu de
la religión”, refiriéndose al poder de la nobleza y de la Iglesia, respectivamente. Estas fuerzas, sostuvo Burke, mantuvieron la educación y la
civilización; cuando Francia eliminó las tradiciones heredadas de la clase
dirigente y de la religión, “junto con sus protectores naturales y tutores,
el aprendizaje se arrojó al lodo y fue pisoteado por los cascos de una
multitud porcina” (Burke, l790/2005, p. 69).
Tales palabras pueden alterar los sentimientos democráticos modernos, pero Burke (y otros de la época) creían que la extrema violencia de
la Revolución francesa fue el indicativo de la naturaleza del gobierno
directo del pueblo. Sin la restricción de fuerzas, la democracia podría
desatar apetitos peligrosos:
Sabemos, y es nuestro orgullo saber, que el hombre es por constitución un animal religioso; […] Pero si en el momento de la
revuelta y en un delirio de embriaguez del espíritu caliente ex-
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traída del alambique del infierno, que en Francia está ahora hirviendo con tanta furia, debemos descubrir nuestra desnudez lanzando fuera la religión cristiana, que ha sido hasta ahora nuestra
gloria y comodidad, y una gran fuente de civilización entre nosotros y entre muchas otras naciones, nos preocupa (siendo bien
conscientes de que la mente no sufrirá un vacío) de que alguna
tosca, perniciosa y degradante superstición pueda ocurrir. (Burke,
2005, p. 51)
Profundamente receloso de la idea de la “voluntad del pueblo”, Burke creía que, en última instancia, el poder sería ejercido por unos pocos.
Las opciones parecían claras: unos pocos individuos calificados guiados
por la tradición, o un puñado de revolucionarios violentos que carecían
de cualquier fundamento.
Stahl, Radowitz, Humboldt y Burke le mostraron a Drucker la importancia de conservar las instituciones valiosas del pasado y, al mismo tiempo, reconocían la necesidad de actualización e innovación. Este
equilibrio entre continuidad y discontinuidad es un tema importante
en la obra de Drucker. Esto aparece en sus escritos sobre la sociedad,
donde se ocupa de grandes temas y de tendencias generales, y de igual
manera en sus textos sobre gerencia, en los que reconoce la naturaleza
inestable del capitalismo moderno y la necesidad de gestionar el cambio
de manera positiva. Estas influencias políticas de los siglos xviii y xix
pueden parecer muy remotas y esotéricas, pero las ideas de estos hombres impregnaron la obra de Drucker. Si se ha de entender la gerencia
como arte liberal, es importante tener una ligera comprensión de estos
teóricos del pasado lejano.
Influencias socioeconómicas
Aunque Drucker no era economista, utilizó los principios de la economía para apoyar sus teorías de gerencia y sus valoraciones sobre el
gobierno y la sociedad. A medida que trató de formar líderes de organizaciones más productivas y eficaces como “faros de la productividad y la
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innovación”, también deseó crear un sistema que hiciera “de la economía una disciplina humana” (Drucker, 1987, p. 42). La gerencia, el arte
de lograr que las cosas se hagan a través de las personas, podría, a los ojos
de Drucker, resucitar la economía, convirtiéndola en una fuerza moral:
“… una economía basada en productividad podría llegar a ser lo que todos los grandes economistas han luchado: ambas, una ‘humanidad’, una
‘filosofía moral’, unas Geisteswissenschaft [ciencias sociales], y una ‘ciencia’
rigurosa” (Drucker, 1980, p. 18).
El énfasis de Drucker en una economía fusionada con una luz moral
mediante un énfasis en productividad e innovación también permite que
sus ideas se apliquen a prácticamente cualquier organización. A pesar de
haber lanzado una firme defensa sobre las utilidades, Drucker también
vinculó las utilidades a la innovación y a la productividad, convirtiéndolas en medidas muy importantes de progreso. Como resultado, no solo
las mujeres de negocios podrían utilizar la gerencia como arte liberal,
sino también podrían hacerlo el administrador del hospital, el rector de
la universidad y el director de una fundación de beneficencia nacional.
Con productividad humana e innovación como medidas importantes de
valor, tal como se definieron según la interpretación de Drucker de la
teoría económica, la gerencia como arte liberal no es estrictamente una
empresa comercial.
Con una economía centrada en el ser humano, Drucker la vio intrínsecamente ligada a la sociología como una disciplina. La innovación
y la productividad ocurren en las comunidades humanas que involucran
complejas interacciones entre las personas. Para Drucker, la economía y
la sociología eran dos humanidades, disciplinas dedicadas al estudio de
las relaciones humanas, en particular de aquellas que se llevan a cabo en
el lugar de trabajo. En última instancia, los economistas y sociólogos que
más influenciaron a Drucker transmitieron el mensaje de que las instituciones, incluidas las que tienen ánimo de lucro, son entidades sociales y
deben proporcionar un sentido de comunidad.
La influencia más importante de la economía como una disciplina
en Drucker provino de Joseph A. Schumpeter, uno de los más grandes
economistas del siglo xx, capaz de posicionar su disciplina dentro del
mayor barrido de la historia socioeconómica (Schumpeter, 1942). Otras
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influencias socioeconómicas de Drucker se analizan en el Capítulo 7,
que trata de la práctica de la ecología social.
Joseph Schumpeter (1883-1950)
Joseph Schumpeter fue nombrado ministro de Finanzas en Austria
después de la Primera Guerra Mundial. La situación financiera de Austria era terrible; el calamitoso estado de cosas, además de las opiniones
políticas de Schumpeter, que ofendieron a muchos de sus colegas, finalmente le costó su puesto. Él dimitió en octubre de 1919. Después
de una breve carrera de éxito en la banca, Schumpeter volvió a la
academia, y posteriormente se trasladó a la Universidad de Harvard,
en 1932, donde, a pesar de su éxito Capitalism, Socialism and Democracy
(1942), fue eclipsado por el joven economista John Maynard Keynes.
La principal contribución de Schumpeter a la obra de Drucker fue
su idea de que el lucro era un imperativo moral.
El lucro como fuerza moral. En “Schumpeter vs. Keynes” (Drucker,
1983), Drucker le atribuye a Schumpeter la idea de que el lucro hace
parte de un sistema moral y ético. Schumpeter no sostuvo esto explícitamente, pero de la teoría de Schumpeter, Drucker concluyó que el lucro
era moral. Schumpeter vincula el lucro al papel del empresario. Cuando
los empresarios innovan, al mismo tiempo generan mayores beneficios.
El lucro es inherente a la actividad empresarial: “Sin desarrollo no hay
ánimo de lucro, y sin ánimo de lucro no hay desarrollo” (Schumpeter,
1934, p. 154). Cuando los competidores adoptan las mismas innovaciones,
los niveles de lucro decaen. Si no hay una nueva actividad empresarial
para generar nuevas innovaciones, no existen incentivos para que las
utilidades puedan aumentar. Schumpeter señaló que el lucro no era una
recompensa a los riesgos que asumen los empresarios, sino más bien,“el
excedente temporal de los ingresos sobre los costos de producción en
una nueva empresa” (Schumpeter, 1934, p. 137).
Drucker tomó el concepto de Schumpeter de las utilidades temporales y lo modificó, argumentando que el lucro tiene un costo: “Es
la ‘prima de riesgo’ que cubre los costos de permanecer en el negocio”
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(Drucker, 1954, p. 77). La utilidad es el costo de hacer negocios y no
solamente el excedente de dinero en efectivo que los ejecutivos buscan
maximizar. Una vez que Drucker propuso la utilidad como el costo de
hacer negocios, estuvo en capacidad de desarrollar su tesis moral:
El Schumpeter “innovador” con su “destrucción creativa” es la
única teoría hasta ahora que explica por qué existe algo que llamamos “utilidades”. Los economistas clásicos sabían muy bien que
su teoría no permitía ninguna explicación racional al concepto de
lucro […]. Si el lucro es, de todas maneras, un costo real, y sobre
todo si las utilidades son la única manera de mantener los puestos
de trabajo y crear otros nuevos, entonces “el capitalismo” se convierte de nuevo en un sistema moral […].Tan pronto […] como se
genere el cambio del axioma de una economía estática, encerrada
y cerrada, de cara a, según Schumpeter, una economía dinámica,
creciente, ágil, cambiante, entonces lo que se denomina “lucro”
ya no es inmoral. Se convierte en un imperativo moral. (Drucker,
1983, p. 127)
Para Schumpeter, el capitalismo era un sistema dinámico de crecimiento y desarrollo. Las crisis económicas son períodos normales de
ajuste después de algún tipo de cambio dramático. Los eventos que cambian el normal flujo de la economía la conducen a períodos de crecimiento y rentabilidad. Estos eventos se producen cuando los resultados
de la actividad empresarial se convierten en nuevas tecnologías, industrias o sistemas de producción. Los resultados de la innovación o de la
actividad empresarial crean entonces oportunidades temporales. Schumpeter se refiere a este proceso como “destrucción creativa”, porque los
proyectos empresariales no solo producen algo nuevo, sino que también
destruyen lo obsoleto en dicho proceso.
Inherente al concepto de destrucción creativa se presenta un problema
del cual el propio Schumpeter finalmente se dio cuenta. Debido a la
actividad empresarial y a sus consecuentes utilidades temporales, cada
negocio tiene el potencial para ser creativamente destruido. Esta realidad
llevó a Drucker a hacer la advertencia de que en los negocios se debe
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practicar un “abandono sistemático” para eliminar aquellas actividades,
productos o unidades de negocio que no sean productivos:
Todas las instituciones —y no exclusivamente las de negocios—
deben incorporar en su día a día la gerencia de cuatro actividades
empresariales que se ejecutan en paralelo. Una de ellas es la eliminación organizada de los productos, servicios, procesos, mercados,
canales de distribución, etc. que ya no ameritan una asignación óptima de recursos. […] En ese orden de ideas, cualquier institución
debe organizarse en torno a la mejora sistemática continua. […]
Luego debe organizarse para la explotación sistemática y continua,
especialmente por su prosperidad. […] Y, por último, tiene que
organizar la innovación sistemática, es decir, la creación de un futuro diferente que hace obsoleto e incluso sustituye los productos
actuales más exitosos. (Drucker, 1998, p. 174)
Con el fin de sobrevivir, una organización debe generar utilidades
—no solo para recompensar la aceptación de los riesgos, sino también
para impulsar los motores de la creación de empleo y de la innovación—. De esta manera, Drucker utilizó a Schumpeter para objetar los
debates del siglo xix sobre el dilema ético del lucro. El antiguo problema
había sido que el “lucro era necesario como incentivo para el que asume los riesgos. Pero ¿no era esto realmente un soborno y, por lo tanto,
imposible de justificar éticamente?” (Drucker, 1983, p. 127). A través de
Schumpeter, Drucker encontró una forma de promover el capitalismo
dentro de un sistema moral no basado en el logro del beneficio económico. Su elaboración del concepto de utilidades empleando el sistema
de Schumpeter sobre la innovación empresarial le permitió construir el
concepto de lucro dentro de un marco ético más grande.
Liderazgo ejecutivo e integridad: Alfred Sloan
La relación de Drucker con Alfred Sloan, presidente de General Motors,
demostró ser de gran influencia en su trabajo. No solamente porque el
estudio que hizo Drucker de la compañía representó el lanzamiento
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de su carrera como escritor y consultor de gerencia, sino porque sus
relaciones personales con Sloan también forjaron sus ideas de lo que un
ejecutivo debería ser y sobre cómo las organizaciones podrían dar significado y funcionalidad dentro de la sociedad y a los individuos también.
Alfred Sloan (1875-1966)
Alfred Sloan se graduó en el Massachusetts Institute of Technology en
ingeniería eléctrica. Fue presidente de Hyatt Roller Bearing, que luego se fusionó con una empresa que General Motors adquirió. Sloan
identificó una serie de problemas organizacionales en General Motors
y redactó una reforma organizacional de la empresa, la cual mantuvo
la autonomía divisional, pero con una mayor cohesión. Su estructura
organizacional basada en la descentralización se extendió a las empresas
estadounidenses después de la Segunda Guerra Mundial (Gabor, 2000,
pp. 275-288).
En enero de 1943, Donaldson Brown, asistente de Sloan, invitó a
Drucker a estudiar la organización de General Motors. Drucker publicó los resultados de los 18 meses de su investigación en El concepto
de la corporación. En este trabajo, y en escritos posteriores, Drucker describe las lecciones aprendidas de Sloan, señalando la importancia de los
fundamentos y las limitaciones de la descentralización en las entidades
empresariales. También en Sloan, Drucker vio un modelo de integridad
ejecutiva, una cualidad que, él creía, era la “piedra angular” o esencia de
la gerencia (Drucker, 2008, p. 287).
Los límites de la descentralización y la importancia de la integridad. En el desarrollo de su idea de una sociedad funcional en las instituciones, Drucker trató de reconciliar la resistencia entre los deseos individuales y las necesidades de las organizaciones. Él advirtió el potencial
de hacerlo en la corporación moderna, y la General Motors de Sloan le
proporcionó un ejemplo de cómo hacerlo. La compañía estaba estructurada en varias divisiones autónomas (por ejemplo, Cadillac, Chevrolet y
Pontiac), que debían integrarse sin necesidad de afectar la autoridad de
cada división. Drucker sostenía que Sloan se inspiró en dicha solución
mediante el estudio de la Constitución de los Estados Unidos (Drucker,
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1990, p. vii). Así como el debate sobre la Constitución se había centrado
en el tema de los derechos de los estados y los límites a la autoridad del
gobierno federal, el plan de Sloan para la General Motors hizo hincapié
en la autonomía de cada división. Las decisiones de las áreas corporativas
estaban claramente definidas y delimitadas y no estaban específicamente
reservadas para la alta dirección y, por lo tanto, se mantuvieron en cabeza
de los gerentes de división.
La descentralización se extendió rápidamente a través de empresas
estadounidenses, después de la Segunda Guerra Mundial, tal como Sloan
señaló: “el modelo de organización de General Motors, coordinado en
cuanto a políticas y descentralizado en cuanto a su administración, no
solo ha funcionado bien para todos, sino que también se ha convertido
en una práctica habitual en un gran parte de la industria estadounidense”. No obstante, Sloan también resaltó que “se necesita más que el
diseño estructural de una organización […] para garantizar una buena
gestión”. Para Sloan era importante saber que “ninguna organización
es más sólida que los hombres que la dirigen y que a su vez delegan a
otros para hacerlo” (Sloan, 1963, pp. xxi). La primera preocupación de
Sloan fue que una clase equivocada de gerentes podría usurpar el poder,
concentrando demasiada autoridad en las manos de la alta dirección a
expensas de las divisiones.
Para Drucker, la idea de la descentralización se convirtió en un importante vehículo para disipar y controlar el poder en las organizaciones
(véase el análisis en el Capítulo 4). Pero Sloan demostró lo importante
que era tener a las personas adecuadas dirigiendo la organización. De
su relación con Sloan, Drucker tomó la lección de la importancia de la
integridad:
La prueba final de la sinceridad y la seriedad de la gerencia en una
organización es el énfasis que se le dé a una integridad de carácter
no negociable […]. Un hombre puede saber muy poco, tener un
bajo desempeño, carecer de juicio y de habilidad, y, sin embargo, no causa tanto daño como gerente. Pero si le falta carácter e
integridad, no importa cuánto conocimiento tenga, lo brillante
que sea, cuán exitoso sea, ello lo destruye. Destruye a la gente, el
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recurso más valioso de la empresa. Destruye el espíritu.Y destruye
el rendimiento. (Drucker, 2008, p. 287)
Drucker y Sloan no estuvieron de acuerdo en la naturaleza social
de las organizaciones empresariales; Sloan nunca aceptó la premisa de
Drucker de que “las organizaciones —es decir, los profesionales que las
manejan— deben sin duda asumir responsabilidad por el bien común”
(Drucker, 1978, p. 293). En última instancia, Sloan modeló el papel fundamental de la integridad en los ejecutivos de negocios. En su caracterización de Sloan, Drucker destacó la insistencia de Sloan sobre el desempeño, “la gran bondad de la gente”, la justicia, el interés por la diversidad
de opiniones y el sentido del honor (Drucker, 1978, p. 282). Sloan fue el
último líder del servicio, pendiente de los intereses de la organización
como el único centro para su toma de decisiones. Aunque Drucker creía
que esto era demasiado estrecho para una visión, invitando a General
Motors a verse en un contexto más amplio de sus funciones societarias,
él aprendió de Sloan la importancia del profesionalismo y de los valores
en el liderazgo ejecutivo.
Drucker, quien nunca desaprovechó el ejemplo personal de integridad que encontró en Sloan, resaltó las fortalezas de un individuo cuando se trataba de tomar una decisión para su ubicación o promoción. Y,
además, si los ejecutivos son poderosos ejemplos para sus subordinados,
Drucker insistió en que la falta de integridad en un líder “hace que falle lo
demás” (Drucker, 1966, pp. 86-87) y, por lo tanto, es una descalificación a
la regla, por lo demás válida, según la cual una persona se debe enfocar en
sus fortalezas y en lo que está en capacidad de hacer, y hacerlo muy bien.
Una visión moral para una sociedad funcional
Los propios antecedentes de Drucker en las artes liberales influyeron en
su idea de la gerencia como arte liberal. Al salir de Europa entre las dos
guerras mundiales, él vio la esperanza para los Estados Unidos de una
sociedad funcional de instituciones que podrían proporcionar estatus
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y significado a la gente. Esta gran misión de estructurar una “tolerable” sociedad fue estructurada por las ideas de Kierkegaard, por el trío
de pensadores políticos alemanes y por Burke, Schumpeter y Sloan. En
representación de una amplia categoría de disciplinas, desde la filosofía
hasta la práctica de la gerencia, estos hombres le dieron forma a la visión
de Drucker sobre cómo una sociedad de organizaciones podría estar
guiada por los valores correctos y también proveer el logro y la autorrealización individual.
Kierkegaard —la influencia religiosa y filosófica más importante de
Drucker— llevó a Drucker a mantener la visión de los humanos como
seres imperfectos, caídos, que solo podían ser redimidos por la fe. Esta
visión pesimista de la humanidad es crucial para entender el concepto
de Drucker de la gerencia como arte liberal. Aunque la influencia de
Kierkegaard condujo a Drucker a una valoración oscura de la naturaleza
humana, el filósofo danés también estimuló a Drucker en la búsqueda
de una manera de inyectar esperanza en forma de fe en una “soportable”
sociedad.
Stahl, Radowitz, Humboldt y Burke ayudaron a Drucker a elaborar
con mucho esfuerzo formas de manejar y reducir las más bajas tendencias de los seres humanos —además, caídos, según Kierkegaard—. Estos
filósofos políticos configuraron la necesidad de equilibrar continuidad
y cambio y, también, autoridad y libertad. Al legitimar la autoridad y la
gestión del cambio a través de la innovación, la sociedad “tolerable” de
organizaciones de Drucker podría tal vez maximizar la libertad individual, e incluso reducir los abusos de poder, y también suavizar algunos
de los impactos negativos del progreso económico.
Schumpeter le entregó a Drucker una manera de transformar la
sociedad capitalista de organizaciones industriales en algo moral; las utilidades se convertirían, entonces, en un imperativo para la protección de
las mismas organizaciones que proporcionaba significado y estatus.
Por último, Sloan, el ejecutivo, no solo representó integridad y liderazgo de servicio, sino que también utilizaría la descentralización para
desconcentrar y reducir el poder.
Es importante destacar que todos estos hombres le mostraron a
Drucker que la gerencia debía incluir una comprensión de la condición
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y de la naturaleza humana. Así pues, estas influencias cruciales proporcionaron los fundamentos para la obra de Drucker y, al hacerlo, establecieron las bases para la gerencia como arte liberal.
Notas
1. El proyecto de Daniel Webster en Dartmouth College sobre estudios antiguos y modernos indica que su propósito es lograr “perspectivas antiguas y
modernas para encarar asuntos de permanencia moral y propósito político.”
El conferencista de la apertura de 2009, el profesor Anthony Kronman,
es autor de Education’s End: Why Our Colleges and Universities Have Given
Up on the Meaning of Life (sitio web del proyecto de Daniel Webster).
2. Jack Beatty establece que Drucker encontró a Dios en los escritos de Kierkegaard: “‘Where Did He Come From?’, Drucker lo encontró en el libro
de Soren Kierkegaard” (Beatty, 1998) (véase Beatty, The World According to
Peter Drucker, p. 98).
3. “La ley no entrará en vigor y no funcionará solo porque yo lo quiera,
sino porque yo quiero que tenga validez para mí. Mientras su aplicación
imperativa es una característica de la ley, la validez es una propiedad de
la ley moral” (Drucker, 1932, p. 57). Die Rechtfertigung des Völkerrechts aus
dem Staatswillen. Eine logisch-kritische Untersuchung der Selbstvrpflichtungsund Vereinbarungs-lehre, Berlín,Verlag von Franz Vahlen, p. 57. Traducido del
alemán al inglés por Timo Meynhardt en su trabajo no publicado “The
Practical Wisdom of Peter Drucker: Its Roots in the Christian Tradition”,
2009.
4. Berthold Freyberg es uno de los más antiguos amigos de Drucker que
también ha defendido la importancia de Stahl en la obra de Drucker, incluyendo el componente espiritual e irracional: “Lo que más impresionó
a Drucker fue la creencia de Stahl de que el poder debe someterse a la
responsabilidad. Esto no es un proceso racional: la aceptación del poder,
al ser regulado por la responsabilidad, toca las raíces de nuestra existencia
espiritual, es decir, nuestra fe… Se manifiesta en una actitud que involucra
la libertad en todas nuestras acciones, la cual, aplicada a la economía, está
obligada a ‘hacer ética la economía’, como lo denominó Walter Rathenau.
Esta conciencia de participación es fundamental para Drucker y puede
rastrearse en sus escritos dondequiera que sea ejercido el poder al cual se
refiere” (Freyberg, 1970, pp. 20-21).
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