Gemma Oberto MADRE ESCOLÁSTICA RIVATA __________________________________ La alegría al servicio de Dios 1 Sor M. Joseph Gemma Oberto, pertenece a la Congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro, fundada el 10 de febrero de 1924 por el Beato Santiago Alberione con la colaboración de la Madre Escolástica Rivata. Se ocupa en la pesquisa histórica de la Congregación y en el trabajo de la Postulación. Las Pías Discípulas del Divino Maestro son partícipes del proyecto unitario de Familia Paulina: vivir y comunicar a Jesucristo Camino, Verdad y Vida para la humanidad de hoy con los medios más rápidos y eficaces que el progreso humano ofrece. Como María, la Madre de Dios, y como las mujeres del Evangelio, transformadas por el encuentro con el Resucitado, Belleza que salva el mundo, son enviadas con los apóstoles, para anunciarlo, celebrarlo y servirlo. Su apostolado, orientado a la gloria de Dios y a la paz de la humanidad, nace del amor a Jesús vivo en la Eucaristía, en el sacerdocio y en la liturgia. En el espíritu del apóstol Pablo, que se hizo todo para todos, acogen con discernimiento los valores y las tradiciones de los diversos pueblos y se comprometen en el diálogo ecuménico e interreligioso para el anuncio de la novedad evangélica. _________________________________________ Texto Maria Joseph Gemma Oberto, pddm Traducción Concepción González, pddm Fotos Archivo PDDM, Roma En la portada: Iglesia de Jesús Maestro donde reposan los restos mortales de la Madre Escolástica Rivata. Roma. Vía Portuense, 741 2 Presentación Dios aún sonríe en el rostro de Madre Escolástica que ha seguido a Jesús Maestro como discípula suya. Mujer humilde y ardiente, nos deja en herencia el testimonio de lo hermoso que es estar con Dios. He aquí el secreto de la belleza sonriente de Madre Escolástica conservada durante largos años, escondiendo dentro de los pliegues del corazón, no poco sufrimiento. Su alegría nace de la fe como abandono confiado en las manos de Dios. Madre Escolástica ha cruzado el desierto de la transformación. Desde la primera opción que le hizo exclamar: Señor, ¡Tú solo y basta!, hasta la consumación de su ofrecimiento, ha conocido la alegría duradera de quien se pone al servicio gratuitamente. Incluso en la dificultad más dura, Madre Escolástica optó por no estar triste, no quejarse, no sentirse víctima dejando que el dinamismo de la alegría cristiana, se desbordara en su corazón y se reflejara en el rostro. El secreto de esta alegría duradera, fruto maduro del Espíritu, tiene su raíz en el amor que se entrega por la vida de los demás, en el apostolado. Es hermosa la vida lograda de esta mujer consagrada a Dios que no se vacía de sentido porque bebe en la fuente de la luz que nace de la Eucaristía y se reviste de sencillez y belleza. Pero a nosotros, hoy, ¿nos interesa esta alegría del Evangelio? Sor M. Regina Cesarato Superiora General Pías Discípulas del Divino Maestro 3 Un sí para la vida Es el 16 de abril de 1896. De la iglesia parroquial S. Martín de La Morra, que da a la plaza Belvedere dominante el gran valle de las "Langhe”, sale una joven pareja de esposos: Lucía Alessandria y Antonio Rivata. No tienen en programa una luna de miel y después de la frugal, pero festiva comida preparada en la casa de la esposa, en el barrio S. María, recorren los pocos kilómetros que, pasando por Alba, les llevarán a su casa en Guarene, en la calle Luccio 24. Ha pasado poco más de un año desde la boda y el 12 de julio de 1897 ve la luz su primogénita que en el Bautismo, celebrado el día después del nacimiento, recibe el nombre de Úrsula para recordar a las abuelas paterna y materna. Úrsula se asoma a la vida en el año en que muere Teresa de Lisieux (30 de septiembre). Misteriosamente, estas dos vidas se entrelazan. S. Teresa ejercerá una fuerza de atracción sobre Úrsula a través de la lectura de la “Historia de un alma” y será una figura de referencia en los comienzos de la Congregación de las Pías Discípulas del Divino Maestro. 1897 es también el año de nacimiento de Giovanni Battista Montini (26 de septiembre), el futuro Pablo VI, al que Madre Escolástica, en una audiencia de 1974 le recordará orgullosa el ser coetáneos. Guarene: un sugestivo rincón del Piamonte El ambiente de Guarene ofrece a la pequeña Úrsula imágenes fascinantes: sobre la más alta roca se eleva la imponente y armónica construcción del Castillo, reclamo a una nobleza que influye sobre la vida del pueblo desde hace siglos. La capilla del Castillo dedicada a S. Teresa de Ávila, será meta frecuente de paseos y ratos de oración de la joven Úrsula. Hay muchos campanarios que dan testimonio de una religiosidad arraigada en los años, que no se rindió ni siquiera ante las incursiones de los 4 sarracenos. Una vista que se extiende desde el Roero hasta las “Langhe” y lanza la mirada hasta la cadena de los Alpes; abajo, se contempla el fértil valle del Tánaro y se divisan las torres de Alba. La tierra trabajada con el sudor de la frente, no es avara y ofrece a la laboriosa gente de Guarene los recursos para vivir dignamente, si bien en la sobriedad. El Jardín de infancia, confiado a las Hermanas del Cottolengo y las escuelas hasta la quinta de primaria (EGB), aseguran atención y alfabetización a las nuevas generaciones. Sólo por dos años Úrsula disfruta para sí de las atenciones de la madre y el padre, después llegan Josefina (1899) y Clotilde (1903). La familia aumenta y todo parece transcurrir en la sobria felicidad de toda familia unida y abierta a la vida. El primer grande dolor La alegría por el nacimiento de Santiago pronto se ve oscurecida, por lo que Úrsula lo recordará siempre, hasta la edad avanzada, como “el primer dolor grande de la vida”. El 3 de julio de 1903 la madre Lucía muere y a Úrsula, que no tendrá ya su beso para el sexto cumpleaños, le tocará vivir como hija y como hermana mayor. Los juegos, los cantos y los trinos de alegría que llenaban la casa se apagan y el padre Antonio tiene que afrontar la dura prueba. Tiene la ayuda de las familias de los parientes, pero la responsabilidad de los cuatro niños que Lucía le dejó es completamente suya. «Todavía estaba en la infancia – escribirá Madre Escolástica en 1941 – y la vida me parecía que tenía sólo rosas y flores. Amada por mis buenos padres, y circundada por las atenciones más solícitas, los días transcurrían en la felicidad. Con mi voz argentina, llenaba la casa de trinos de fiesta y era una especie de tormento para mi madre con mis mil preguntas. ¡Oh, Mamá querida! Demasiado hermosos eran aquellos días, era necesario que la prueba llegara a visitar a este pequeño ser 5 despreocupado. ¡Y vino el primer gran dolor!... ¡Después de una corta enfermedad la querida mamá muere! ¡Qué pena! ¿Quién puede comprenderla? Sólo quien lo ha experimentado, comprende cuán intenso dolor, qué mala suerte sea el perder este ser tan querido. Ésta es una herida que nunca cicatriza, a pesar de las situaciones que puedan presentarse en la vida, con el paso de los años. Y al Señor le agradó, en su infinita bondad y sabiduría, que yo fuera muy pronto visitada por la dura prueba del dolor...» Úrsula que en octubre tiene que comenzar la escuela primaria, vuelve pronto a casa con el papá, consolidando en este tiempo una relación particular con él. El hermanito Santiago está con la nodriza y las hermanitas están en casa de la abuela materna. Chiquilla viva e inteligente, a Úrsula le gusta aprender a leer y escribir y esto mitiga su dolor y la prepara para mirar serena hacia el futuro. Como le había enseñado la mamá, recurre confiada a la Virgen que en la iglesia parroquial tiene su hermoso altar y que también en casa le sonríe desde un gran cuadro. En 1904 papá Antonio decide llevar a casa una nueva madre para sus niños. En el mes de abril se casa con Josefina Bertolotto, mujer fuerte, con principios cristianos sólidos, aunque muy distinta, por aspecto y carácter de mamá Lucía. El pequeño Santiago, con sólo 10 meses, muere y, no habiendo hijos de las segundas nupcias, en casa quedan las tres hermanitas. A Úrsula le cuesta aceptar a “la mamá Gepa” que toma el lugar de su madre, pero se compromete en seguir su ejemplo, admirar su entrega para hacerlas crecer a ella y a las hermanitas, cuidándolas no sólo físicamente, sino también en el espíritu. Angelito y con mucho salero En la escuela las coetáneas la recuerdan como una de las mejores, siempre bien preparada, y a con frecuencia recibía el 6 premio de llevar la medalla con la efigie del Rey y la cinta tricolor sobre el delantal durante siete días consecutivos. La graciosa niña que “parecía un angelito”, al ir creciendo, ante los ojos de los coetáneos aparece también como “una chica muy salerosa, muy viva, habitualmente alegre, activa, que sabía estar bien en compañía, que modulaba en el canto su bonita voz, una chica sincera, franca, con una sinceridad que no admitía descuentos”. 7 Parroquia y camino espiritual El encuentro con Jesús Eucarístico en la primera Comunión, en mayo de 1904, da como un golpe de ala en la vida de Úrsula. El sacramento de la Confirmación que recibe en 1909 de manos de Mons. Giuseppe Re, obispo de Alba, la fortalece en el compromiso cristiano. La parroquia de los Santos Pedro y Bartolomé es muy activa y los sacerdotes que, en el floreciente Seminario de Alba, han asimilado un gran amor a la Eucaristía, lo transmiten promoviendo la Comunión frecuente y la catequesis y atención pastoral para todas las edades y categorías. Se organizan con esmero las fiestas patronales con predicación confiada a sacerdotes del Seminario de Alba, entre los cuales se encuentra también el Padre Santiago Alberione. Úrsula está presente y activa en la Schola cantorum que ayuda a gustar la belleza de las celebraciones. También el edificio de la iglesia está bien cuidado, sobre todo en su interior. El párroco, don Giovanni Agnello, emprende una atenta restauración y hace pintar en la bóveda, de Lorenzo y Costantino Mossello de Montà, a los Ángeles adorantes de la Sma. Eucaristía, a los Santos Pedro y Bartolomé y a S. Lorenzo. Naturalmente, también Úrsula con la nariz para arriba habrá seguido la creación de las imágenes que después alimentaron su oración. A menudo habrá fijado su mirada en la pequeña puerta del sagrario que representa a Jesús que dice a los discípulos: 8 “Venite ad me omnes” / “Vengan todos a mí”, sintiéndose atraída por esta invitación del Maestro Divino. Trabajo y amistades Úrsula crece y en este clima, en la armoniosa tesitura entre naturaleza y gracia, se plasma su personalidad. Guarene es un pueblo pequeño, pero abierto a la experiencia y vivacidad espiritual y también cultural de la cercana villa de Alba. A pesar de la sed de saber y conocer, a Úrsula, después de la escuela primaria, no se le ofrecen posibilidades de estudio, pero ella se ingenia con la lectura para una autoformación constante y no sólo en campo religioso. El tiempo disponible para leer es casi sólo en las horas nocturnas y ella aprovecha a la luz de una lámpara de aceite, recibiendo a veces también el reproche de la madrastra. “¡Lees toda la noche, hasta tu nariz queda ahumada!” En la adolescencia y juventud experimenta diversos campos de trabajo, que, además de los domésticos, la ponen en contacto con varias realidades sociales y contribuyen a su maduración. El trabajo en los campos, el contacto con los ciclos y la belleza de la naturaleza imprimen en ella un marcado timbre “ecológico”, alimentado hasta los últimos años de la vida. También le hace experimentar la fatiga y la constancia que requiere la tierra para producir sus frutos y, no por último, el abandono en la providencia del Señor cuando por calamidades 9 naturales, como las granizadas que, en pocos minutos, hacen que se pierda toda la cosecha. El empleo temporáneo en la fábrica de seda De Fernex en Alba, la pone en contacto con los problemas de relación entre dador de trabajo y obreros, en una estructura en la que los fermentos sociales de principios del siglo XX tenían un acento muy fuerte, como está documentado en las crónicas albeses de aquel tiempo. Durante el tiempo del trabajo en la fábrica, que temporalmente asumía jóvenes procedentes de los pueblos vecinos, ofreciendo comida y alojamiento de lunes a sábado, encuentra a Eufrosina Binello. Una chica que la precederá en el ingreso entre las filas del Padre Alberione y, siguiendo las huellas de los primeros discípulos de Jesús, hará resonar para ella la invitación: “Ven y verás”. El servicio en una familia de la burguesía de Alba la hace vivir la condición de asistente doméstica, ocupación bastante común entonces para muchas jóvenes, y que la hace sentir cercana a tantas mujeres como hoy en día. Elección de vida Papá Antonio está orgullos de sus tres hijas guapas, que crecen y empiezan a ser notadas por los jóvenes del pueblo. Después del empeño económico para la nueva casa en la calle Luccio 22, empieza a reunir ahorros para preparar su dote. Deseo suyo es que encuentren una buena colocación y que sean felices. Observa sobre quién pone los ojos en ellas y un día llama a Ursulina, la hija mayor que, según la costumbre, se tenía que casar primero, y le dice que un cierto Andrés ha pedido su mano. “Es un buen joven – afirma el padre – y tiene también posesiones; con él podrás tener una vida feliz”. Como buen patriarca, la invita a reflexionar, propone, pero no impone, quiere lo mejor para las hijas y con particular sensibilidad mira a Ursulina que en el aspecto externo le recuerda tanto a Lucía. Las tres hermanas Rivata Desde la izquierda: Giuseppina, Clotilde, Úrsula 10 La propuesta de papá Antonio es como un relámpago que rasga las nubes y provoca una primera decisión en Úrsula. En efecto, después de la misa dominical, saliendo de la Iglesia mira a Andrés, que no le era desconocido, pero que ahora tiene que escrutar como a la persona con la que podría vincular su vida. Es de veras un chico guapo y también bueno. Pero de improviso se siente profundamente turbada y echa a correr cuesta abajo por la pendiente que la lleva a la calle Luccio 22. Es elocuente el recuerdo de aquel momento, escrito más de cuarenta años después: “... después de la Misa viniendo a casa me asaltó como una especie de miedo y, entrando en casa, fui directamente a mi habitación donde estaba una hermosa imagen del Sagrado Corazón... Me puse ante Él y le dije: Señor , ¡Tú solo y basta! Bajé la escalera y fui adonde papá y le dije: «no, no acepto su mano». Señor, ¡Tú solo y basta! Dice su sí a Aquél que por primero la eligió y que desde aquel momento le pedirá ser “el Solo, el Único” de su vida, “en la alegría y en el dolor, en la salud y en la enfermedad, en la patria y en el exilio...” El horizonte aparece ya desde entonces claro y su estilo de vida asume nuevas connotaciones: “Desde aquel momento cambié mucho en mi obrar y no me cansaba de mortificarme, rezar constantemente, la misa cada mañana, confesión semanal y comunión. Descubrí en un hueco bajo la escalera el libro: Práctica del amor a Jesucristo y me ayudó mucho a orientar bien mi vida en la piedad. Leí también la Historia de un alma y me hizo mucho bien, especialmente me infundió el deseo fuerte de hacerme religiosa”. 11 Siente que su vida tendrá que ser entregada totalmente al Señor, aunque no sepa todavía cómo ni dónde. Ya es mayor de edad, pero su decisión produce cierto contraste en la familia, acogido por ella como una prueba que la refuerza aún más en la decisión y en el ejercicio del cuarto mandamiento. 12 El encuentro con el padre Alberione Se sigue formando leyendo mucho y la pasión por la lectura, en la búsqueda de “buenos libros”, la lleva a encontrarse con un gran apóstol de los tiempos modernos: el Padre Santiago Alberione, que, sin rodeos, mientras busca el libro pedido, después de un breve diálogo, le dice: “¿Cuándo vienes a S. Pablo?” Además, en aquel sábado, entre los puestos del mercado de Alba, encuentra de nuevo a Eufrosina, la amiga del tiempo de la fábrica, que ya forma parte del grupo femenino de la fundación del Padre Alberione y es invitada por ella con un entusiasmo contagioso, para que vaya a ver dónde se encuentra. Otra luz se enciende en el camino de Úrsula. Ya con sus veinticuatro años, se siente empujada a romper la tardanza y la oposición de la familia, que, sin embargo, parece intensificarse cuando manifiesta querer entrar en San Pablo, por el hecho de que la obra del Padre Alberione está en los comienzos y no se ven todavía horizontes claros ni garantías para el futuro. 13 Seguir al Maestro Úrsula había fijado un tiempo: el final del trabajo de verano en el campo. Y, allanadas finalmente las dificultades, el 29 de julio de 1922, acompañada por su padre, entra en la aventura que la llevará por las sendas imprevisibles del Señor. En Alba, en la primera casa propia, después de los varios traslados de los primeros años, el Padre Alberione, que en 1914 había dado inicio a la Pía Sociedad San Pablo con dos chavales, tiene ya ahora un buen número de Apóstoles de la Buena prensa. Desde 1915 existe también un grupo de jóvenes mujeres que precisamente una semana antes, el 22 de julio, con los votos privados y el nombramiento de Tecla Merlo como Superiora general, son oficialmente constituidas con el nombre de Hijas de San Pablo. Úrsula tiene delante el programa dado por el Fundador a toda la obra: “Gloria a Dios, paz a los hombres”, llevar el Evangelio con los medios modernos, que en aquel entonces consistían sobre todo en la prensa. Está segura de que “en la Casa” cualquier ocupación, también lavar la verdura, preparar la comida, lavar y planchar la ropa, está encaminada a este objetivo. El ser cuerpo único en Cristo lleva a todos a conseguir el mismo fin. Una nueva familia. Quizás desde el encuentro en la librería con Úrsula, el Padre Alberione había sentido, bajo la moción del Espíritu Santo, que había llegado el momento de ampliar la familia. Cuando esta joven, en la madurez de sus 25 años, entra en san Pablo, él le pone entre las manos el libro “Las mujeres del Evangelio”, como instrumento para sintonizar con la futura misión. El Padre Alberione quiere difundir el Evangelio con la prensa y con los medios que después vendrán, pero está 14 erlo convencido de que se necesitan personas que, con la vida, sean anuncio y contagio de la Buena noticia, como las mujeres que seguían a Jesús en su peregrinación y que estaban presentes la mañana de la resurrección, mujeres que con la riqueza de su feminidad y entrega, sostengan y acompañen a los apóstoles de hoy. Resuenan también las palabras de su director espiritual, el Canónigo Chiesa: “Antes de hacer obras asegúrate un grupo proporcionado de almas que recen y, si es necesario, que se inmolen por las obras mismas; si quieres que sean vitales”. Ursulina y Matilde. El 21 de noviembre de 1923, con un gesto que reviste cierta solemnidad y que recuerda el de la comunidad de Antioquía para Pablo y Bernabé (cf. Hch 13,2), aunque en Alba los medios y el lugar parecen muy pobres (nos encontramos, en efecto, en la cocina y la peana del anuncio es una rudimental caja de madera), el Padre Alberione dice: “Apártenme a Úrsula y Matilde para una misión que les confiaré”. Aún no está claro el proyecto, pero sabe que tiene que dar el “sí” a la obra del Espíritu. A la lógica pregunta de Matilde: “¿Qué haremos?” responde el Fundador con un triple imperativo: “Harán silencio, silencio, silencio”, casi queriendo decir: tendrán que escuchar, escuchar, escuchar lo que el Señor nos quiere comunicar y la Presencia que nos habla no está en el terremoto, ni en el fuego, sino en el murmullo de una brisa suave, en el silencio (cf. 1Re 19,11-12). Úrsula se siente tomada junto con Matilde del grupo de las jóvenes presentes en la única casa de Alba, para una obra nueva, en la que hay que abandonarse al proyecto de Dios que se manifestará a través del Fundador. Es elegida como responsable y, en enero de 1924, el Padre Alberione la encarga de individualizar entre las jóvenes aspirantes, en comunión con la Maestra Tecla Merlo, algunas compañeras, las “más inclinadas a 15 la piedad especialmente eucarística”, marcando característica fundamental del nuevo grupo. así la Una vela viviente Mientras se forma el grupo de las primeras ocho, el Padre Alberione inicia la “pastoral vocacional” en favor de las futuras Pías Discípulas y, con fecha 24 de enero de 1924, envía una carta a todos los Párrocos de Italia en estos términos: “Me permito adjuntarle un esbozo de reglamento para una institución de hijas para la Adoración continua al SS. Sacramento. ¡Espero de V.R. una adoradora!, es decir, una vocación de su Parroquia. Será como una vela viviente que arderá y se consumirá ante el Pastor Bueno por V.R. y por su Parroquia. Muchos Deo gratias. Humildes obsequios. Dev.mo in Domino Sac. Alberione Santiago”. Y muchos párrocos se dirigen hacia Alba para acompañar a su “vela viviente”. Un nombre nuevo, una misión nueva El 10 de febrero de 1924, día de S. Escolástica, es el día elegido por el Padre Alberione para encaminar la nueva fundación con el primer núcleo de ocho, que el 25 de marzo siguiente, día de la Anunciación, tendrá su manifestación oficial con la toma del hábito religioso y la profesión de los votos. Las ocho reciben también un nombre nuevo y Úrsula se convierte en Sor Escolástica de la Divina Providencia. Inicia el mismo día lo que será “su trabajo principal”: la Adoración eucarística con turnos de dos horas, que, algún mes más tarde, y precisamente el día de la Asunción, con las nuevas llegadas, cubrirá también las horas de la noche. Deben “cuidar del Divino Maestro y de sus Ministros”: el amor a Jesús Maestro empuja a Sor Escolástica a vivir como hermana y madre junto a los Sacerdotes y Discípulos de la 16 Sociedad S. Pablo en una donación sin reservas que luego extiende al sacerdocio de la Iglesia entera. Sor Escolástica tiene 28 años; el entusiasmo y la luz que cotidianamente recibe en la escuela del Maestro Eucarístico la acompaña en el rol que requerirá cada vez más prudencia e iniciativa. Es responsable de la nueva familia que nace junto a la ya consolidada de las Hijas de S. Pablo, guiadas por la Venerable Tecla Merlo que constantemente le será cercana para acoger, interpretar y realizar el proyecto del Fundador, y para conducir por un camino nada fácil a las Pías Discípulas del Divino Maestro, hasta la aprobación en la Iglesia. 17 La primera Madre. Desde este momento se puede leer la historia de Escolástica sólo siguiendo paso a paso el camino de las Pías Discípulas. Si a toda persona hay que situarla en el ambiente en que vive, para aquélla que es elegida para dar comienzo a la nueva Congregación, junto a la extraordinaria figura carismática del Beato Santiago Alberione, es necesaria una lectura casi en continua disolución, que no anula la identidad de la persona, sino que la hace encarnación y comunicación de esa particular forma de vida. No por casualidad a alguna joven que, en los primeros años, cuando todavía no había una regla escrita, le preguntaba al Padre Alberione cómo ser Pía Discípula, él respondía: “miren a Sor Escolástica”. Las Pías Discípulas se desarrollan y, guiadas por Madre Escolástica, consiguen superar no pocas dificultades y mantener viva la identidad también en el período en el que jurídicamente, después de 1929 y hasta 1947, aún recibiendo continuamente una formación específica para ellas, viven bajo la única aprobación de las Hijas de S. Pablo. Son años en los que el diálogo entre carisma e institución escribe páginas que hacen tocar con mano la acción del Espíritu que guía y corrige decisiones buenas en sí, pero sugeridas a veces por la sabiduría humana. Se vive la práctica de las reglas canónicas, pero Madre Escolástica, en docilidad creativa a las directrices del Fundador, sigue haciendo crecer a las Pías Discípulas, conforme a la específica vocación y misión centrada en la Eucaristía, en el Sacerdocio y en la Liturgia, en espera de su plena manifestación también externa. 18 Misión en África Las pruebas, cuando se viven en la luz de Dios, conducen siempre a un ensanchamiento de los horizontes. Humanamente parece inexplicable la decisión del Padre Alberione de pedir, en 1936, a Madre Escolática que deje la dirección de las Pías Discípulas y se traslade antes a Roma como vice maestra de las novicias y que luego salga por mar hacia África. Era el mes de noviembre de 1936 y con Sor Elia Ferrero parte para Alejandría de Egipto con la perspectiva de explorar también posibles asentamientos en el África oriental y en la Tierra Santa. En Egipto se encuentra en condición de minoría étnica en medio de una población musulmana con la cual busca, en el cotidiano, codo con codo, caminos de diálogo. Su forma de hacer, acompañada siempre por la sonrisa, resulta agradable y en el barrio en que viven, es llamada por todos “la buena señora”. Para la difusión del Evangelio, no duda en un cierto período de vestir como seglar para obtener el permiso de acceder a los barcos de paso y llevar a los pasajeros la “buena prensa”. Regreso de Egipto El grupo ya consistente de las Pías Discípulas del Divino Maestro, sin la guía de la Madre sufre, pero con determinación da también prueba de que la semilla del propio carisma ha crecido, se ha robustecido y no se confunde con el también hermoso y grande de las Hijas de S. Pablo. El Fundador, transcurridos menos de dos años, vuelve a llamar de Egipto a Madre Escolástica para que retome su ministerio de guía y de presencia materna también para los hermanos de la Sociedad San Pablo, y para que prepare el terreno, con miras a obtener la aprobación del Instituto en la Iglesia. 19 Para el Padre Alberione es todavía tiempo de creatividad fundacional. Desde 1936 se abren horizontes para la pastoral parroquial y él da vida a las Hermanas de Jesús buen Pastor, llamadas Pastorcitas. Al mismo tiempo, se da cuenta que las Pías Discípulas y las Pastorcitas, instituciones en rápido desarrollo de personas y obras, requieren una codificación jurídica apropiada. Una vez más, por lo menos para la parte femenina, no quiere renunciar a la idea de “una familia” con aprobación única para las tres ramas, comprometidas en diversas expresiones apostólicas. Pero no resulta fácil armonizar el sentir de un fundador con las reglas canónicas. En este caso además, emerge también la vigorosa fuerza de los carismas que no consiguen fusionarse en uno. Las dificultades del camino, pues, ayudan a apresurar la manifestación del proyecto de Dios. En los años de la segunda guerra mundial la Familia Paulina recibe dos importantes sellos de la Iglesia con la aprobación pontificia de la Sociedad S. Pablo (1941) y de las Hijas de S. Pablo (1943), mientras que no puede llegar a buen puerto el proyecto de las tres Congregaciones femeninas con una única aprobación. Mirada lanzada hacia adelante. Madre Escolástica, desde el día de su regreso de Egipto, con mirada de discernimiento, se preocupa ante todo por dar una sólida formación a las nuevas generaciones, detectando en Sor M. Lucía Ricci, que tiene sólo 25 años, la persona idónea para guiar el noviciado. También la formación cultural tiene su importancia y con la colaboración del Beato Timoteo Giaccardo, primer sacerdote de la Sociedad S. Pablo, que ha recibido del Fundador el encargo de seguir de cerca los caminos de las Pías Discípulas, organiza cursos de estudio a distintos niveles. Desde 1938 inicia una obra particular que forma parte de la misión y que tiene que asegurar el económico sustento 20 necesario, es decir el conjunto de actividades para la liturgia, denominado “Domus Dei”. Madre Escolástica promueve con entusiasmo el trabajo de estatuas, pintura, arte sacro, bordado, confección de vestiduras litúrgicas, encaminando también a hermanas a la formación artística y técnica en los diversos sectores. Las obras externas son útiles y necesarias, pero Escolástica es consciente de que lo que da estabilidad es una vida entregada. Es en este tiempo cuando Jesús Maestro comienza a guiarla por el camino de una oferta que la marcará profundamente ya para toda su vida. En la fiesta de la Transfiguración de 1941, día en que se contempla a Jesús que camina hacia su Hora, escribe: “Hoy, 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración de Jesús, hice la ofrenda de mi vida por la Congregación de las Pías Discípulas. Aceptaré del Señor todo lo que le agradará enviarme con este fin y para reparar en esta vida todas mis faltas y obtener la gracia de morir en un acto perfecto de amor de Dios. Todo esto con la ayuda de Jesús y de María.” 21 Ser en la Iglesia Hay otras hermanas más preparadas culturalmente, pero en 1945, cuando se trata de escribir las Constituciones y, en particular, el texto de las directrices prácticas para las Pías Discípulas, el Padre Alberione llama cerca de sí a Madre Escolástica que, antes de sentarse a escribir, visita todas las comunidades y se pone a la escucha de cada hermana para hacer luego una relación pormenorizada. El ser reconocidas en la Iglesia es el sueño que nunca olvidó Madre Escolástica. Es consciente de que, con la extensión geográfica y numérica, se hace siempre más difícil armonizar la vida en los dos planos: jurídicamente, ser llamadas Hijas de S. Pablo y, de hecho, en la vida de cada día y en las obras, ser Pías Discípulas. La claridad de pertenencia, la identidad, tiene que tener también rostro jurídico. La situación “de derecho” y la “de hecho”, que no constituían problema para las primeras generaciones, se hace cada día más insostenible y ella, como Madre, escuchando la palabra del Fundador, sostenida siempre por la sabiduría maternal de Maestra Tecla Merlo, siente el deber de comprometerse para dar estabilidad a la senda trazada. Para mantener la unidad y favorecer el desarrollo ahora que las Pías Discípulas son más de trescientas y las casas están presentes en varias regiones de Italia y continentes, se necesita una propia Regla de vida también escrita y aprobada y no sólo transmitida oralmente en la vida. El 9 de julio de 1945, es, pues, presentada al S. Padre la petición para la aprobación de las Pías Discípulas, adjuntando a ésta las Constituciones, preparadas por el Padre Alberione, con la inspiración concreta de Madre Escolástica. Todo parece proceder regularmente, conforme a los ritmos que requieren estas prácticas, y el Padre Alberione, a finales de diciembre de 1945 con Maestra Tecla Merlo, parte para un largo viaje de visita a las Casas del norte y sur de América. 22 En Roma están el Padre Timoteo Giaccardo y el Padre Federico Muzzarelli que velan sobre las relaciones con la S. Sede, pero en particular, está Madre Escolástica que tiene el corazón y el ojo atento a este esperado nacimiento jurídico, para recibir el sello de la Iglesia sobre cuanto había delineado el Fundador desde los inicios y que, como una semilla, había depositado en ella para que la acompañase en su germinación y crecimiento. Esperanza de vida y tormenta. Estamos en la primavera de 1946 y el que examina la práctica está perplejo también porque no se pide, como normalmente, la aprobación de un nuevo Instituto, sino que se considere el grupo de las Pías Discípulas, en la condición jurídica actual de las Hijas de S. Pablo, es decir, con aprobación pontificia. El derecho no contempla esta solución para una situación “de hecho” que es leída como una tentativa de escisión. Se tiende a archivar la petición. Madre Escolástica percibe esto y, en ausencia del Fundador, sintiéndose responsable en primera persona, después de haber orado y ayunado, de haber pedido consejo y oración a las hermanas, decide subir a la colina vaticana para recomendar la causa de las Pías Discípulas del Divino Mestro. Piensa que, a lo mejor, en los papeles depositados no esté bien explicado el caso, y por consiguiente ¿quién puede aclarar las dudas y manifestar mejor que ella, que desde los inicios acogió la semilla de la vida de las Pías Discípulas y la hizo crecer, custodiada incluso en medio de graves dificultades? Es consciente de su pequeñez, de que no posee la ciencia de las leyes canónicas, que no tiene el lenguaje de la diplomacia, pero confía en que, exponiendo las razones del corazón y de la vida, los expertos sabrán luego traducirlas en norma. Ciertamente no es fácil comunicar... y su cálida y apasionada súplica de que no se paralice la petición de aprobación de las 23 Pías Discípulas no da buena impresión a las autoridades de la S. Sede. Su lenguaje suena como el de una persona que fomenta una división, que se rebela, que casi pretende afirmar que lo que expone es ciertamente voluntad de Dios y que sólo el Padre Alberione, en este caso es el hombre de Dios que puede pronunciar la palabra decisiva. Para Madre Escolástica es el principio de una particular configuración con Cristo en su misterio pascual, precisamente en el tiempo en el que la liturgia vive la Pasión del Señor. Ella y las Pías Discípulas tendrán que esperar un año, antes de ver la luz de la resurrección. Madre Escolástica tiene 49 años y, en su camino de configuración con Cristo, está ya como la espiga de trigo maduro: para que la vida continúe, es necesario que la semilla caiga en tierra y que muera. 24 Exilio El 15 de abril de 1946 es lunes de la Semana santa. Es el día en que la liturgia contempla a María de Betania que unge, con su perfumado nardo, a Jesús de Nazaret. Es también el día en el que Madre Escolástica quiebra su frasquito de alabastro dicien-do sí a una orden que desgarra su ser. En efecto, por disposición de la Congrega-ción de Religiosos, es alejada del gobierno de las Pías Discípulas. Leemos en sus recuerdos: “... cuando quedé sola, en mi soliloquio con el Señor, en el tumulto de los pensamientos y con una angustia que me partía el corazón, le ofrecí todo al Señor por amor. Era amor verdaderamente puro, que brotaba de un corazón sangrante y casi agonizante, como el de Jesús en el huerto del Getsemaní pero acompañado también de una paz y serenidad y de una esperanza que aceptaba todo y ofrecía en acción de gracias a Dios, cuanto le hubiese agradado, para la perseverancia de las Pías Discípulas en su vocación.” Al principio, en 1923, había sido “puesta aparte” para ser la raíz de la Congregación, ahora es “dejada de lado” para seguir siendo el fundamento del edificio ya crecido, para vivir, como el Divino Maestro, el amor hasta la expresión suprema de la entrega de la vida. Una conmovedora palabra del Fundador le llega en esta circunstancia: “Tienes que ser como el material que se usa en los cimientos de la Casa: no se ve pero el valor de la construcción depende de la solidez de los cimientos. Otras harán buena figura como las paredes bien encaladas y pintadas y parecerá que el mérito sea de ellas, pero en cambio ante Dios contará mucho más quien, escondida en los cimientos, sostendrá todo el edificio y lo hará sólido con sus virtudes y humildad.” En ella no se viene abajo la seguridad de que las Pías Discípulas existirán en la Iglesia y que el Espíritu iluminará los corazones de los hombres de Iglesia. En un primer momento, parece que “la pequeña grey” de las Pías Discípulas, dejada sin la guía, se desbande, se disperse, se desoriente, pero es cuestión 25 de poco... Madre Escolástica, transmitiendo cuanto el Fundador le inculcaba, había hecho crecer personas en las que estaba impresa una identidad fuerte, y la “pequeña grey”, más fuerte que nunca, vuelve a hacerse compacta. Frente al Padre Angélico de Alejandría, el capuchino enviado como Visitador Apostólico para quitar toda veleidad de autonomía al grupo de las Pías Discípulas, las hermanas se muestran tan decididas y determinadas, que el hábil diplomático tiene que cambiar rumbo. Su decidido “he venido para sepultar a las Pías Discípulas”, pronunciado a mitad de octubre de 1946, en diciembre tiene que traducirse en itinerario de resurrección, que emprende con la ayuda del Beato Timoteo Giaccardo y del experto canonista Padre Federico Muzzarelli. Madre Escolástica no se repliega sobre sí misma, perdona y pide por quien “le ha causado este castigo”, vive en la esperanza y en el abandono y se pone a la escucha atenta y continua de la voz de su Maestro y Esposo. Tiembla por sus hijas que sufren y sigue ofreciendo su apoyo a través de los escritos y de la palabra cuando tiene la posibilidad. Ella necesitaría consuelo, pero es ella misma la que brinda consolación. Vive un particular silencio que sabe encontrar los caminos de la comunicación, sin transgredir cuanto se le ha impuesto. Siguiendo las huellas de María, la Madre de Jesús, la discípula Escolástica comparte el destino de su Maestro en la Hora de la prueba y repite: “Señor, ¡tú solo y basta!” 26 Luz de vida El lunes de la Semana santa de 1946, Madre Escolática había acogido el exilio como perfume que había de derramar a los pies del Maestro, y es de nuevo el lunes santo, un año después, cuando, casi en una danza de alegría, deja Niza, para llegar, no sin una pizca de aventura, a la casa de Bordighera y luego, desde allí, proseguir hacia Alba, donde están brillando las primeras luces de la resurrección para las Pías Discípulas. El 3 de abril de 1947, Jueves Santo, las Pías Discípulas del Divino Maestro son aprobadas por la Iglesia con el decreto firmado por el obispo de Alba, Mons. Luigi M. Grassi. Madre Escolástica es reconocida como primera ex superiora general y el Fundador pide que hacia ella, se tenga filial gratitud, respeto, devoción, amor y que se tenga muy en cuenta su enseñanza, su consejo, sus directrices, su oración. En la Iglesia de S. Pablo en Alba, será la primera entre las hermanas, que llegará casi corriendo y con un rostro luminosísimo, como testimonian las presentes, al lugar donde, ante el delegado del Obispo y de Madre M. Lucía Ricci, nombrada Superiora general, pronunciará la fórmula de profesión: “según las Constituciones de las Pías Discípulas del Divino Maestro”. ¡Finalmente! Madre Escolástica vive la alegría de la mujer que olvida el sufrimiento porque la vida nueva ha brotado (cf Jn 16, 21. ¿Qué pasa por su corazón en este día? Confía algún fragmento en un escrito al Fundador: “...ahora no tengo más que un deseo, vivir humillada1 en la Casa del Señor todos los días de mi vida, realizando en el silencio y en el escondimiento mi deber cotidiano, y ¡esperando con ansia la llegada 1 El término italiano correspondiente al original es: ‘abyecta’ con un significado en español de: bajo, despreciable, innoble, mezquino, rastrero, ruin; aplicado a personas y a sus acciones y cualidades, se dice del que comete acciones en que hay falsedad o traición o cobardía o bajeza (cf. Diccionario español de María Moliner, 2008) 27 del Esposo y de las bodas eternas...! Me parece que ya le he dado todo a Jesús... Cada día con la ayuda de su gracia, quiero darLe generosamente y con amor perfecto todo lo que Él querrá de su muy miserable criatura...” El año 1948 marca para las Pías Discípulas otro paso importante: sólo nueve meses después de la aprobación diocesana, el 12 de enero, llega la aprobación pontificia, acogida por Madre Escolástica con júbilo particular: “... nos han comunicado la buena noticia de la aprobación. ¡Piensa en la explosión de alegría que surgía del corazón de cada una! Nos parecía soñar. Hoy todavía ofrecía la adoración para conseguir esta gracia. ¡Qué gracia! No nos parece verdad. Esta tarde hemos cantado el Te Deum con todo el corazón y con toda la voz que tenía nuestra garganta. El Señor nos ha demostrado verdaderamente su predilección...” 28 La segunda patria Ahora ya la Congregación tiene todo los papeles en regla para caminar de manera expeditiva, y es el momento en el que la Madre deja la tierra de sus orígenes para plantar las tiendas en América Latina y precisamente en Argentina, donde llega el 2 de octubre de 1948. Dejar la patria, el papá anciano que ya no volverá a ver, las hermanas, la cercanía del Fundador le ha costado mucho, pero el Padre Alberione decía que cambiar casa o nación, es como cambiar de habitación y en este espíritu Madre Escolástica acepta la nueva obediencia. En una situación socio-política en absoluto fácil, se pone enseguida manos a la obra cuidando ante todo las vocaciones, las jóvenes para las que se preocupa también de preparar moradas acogedoras. Provee con gran celo al desarrollo de las obras apostólicas, valorando también los recursos locales. Argentina se convierte pronto en su segunda patria. Contagia a todas y todos con su fervor el amor a la Congregación, el amor hacia las muchas almas que hay que salvar. Sin sobresalir Después de 15 años de estancia en Argentina, en 1963 recibe la invitación de volver a Italia. La Congregación está en el umbral del 40º de fundación y, para responder a las nuevas generaciones que desean entrar en contacto con las riquezas de los orígenes, la Superiora general, Madre M. Lucía Ricci, le pide a Madre Escolástica que escriba las “memorias”. En Italia vive como hermana entre hermanas sin sobresalir, dejándose a veces también humillar, continuando así a alimentar la raíz. Confecciona vestiduras y ornamentos litúrgicos, perfumándolos con una oración continua mientras trabaja. Su sonrisa, su amabilidad se hacen penetrantes y comunicativas, 29 como el sol que alcanza a todos sin esperar un gracias, feliz de dar luz y calor. Vive la estación del Concilio Ecuménico Vaticano II con alegría y participación, percibiéndolo, junto al Fundador, como un sello del Espíritu Santo sobre la Congregación. 30 Mirada y corazón para el mundo ________________________________________________________________________ Es muy viva en ella la participación en los acontecimientos de la sociedad para llevarlos al Maestro Divino en la Adoración eucarística. En un apunte escribe: las almas, de la “Leer periódicos, escuchar radio y televisión para conocer las necesidades de las almas y rezar por todas las necesidades del país, de la Iglesia, de humanidad entera.” El teólogo Bruno Forte, hablando de la contemplación cristiana que se vive a los pies de la Eucaristía y de la Palabra, es decir, de mediaciones históricas densas, fuertes, bien precisas y, subrayando que precisamente el que es más contemplativo por vocación tiene que estar más arraigado en la historia, evocaba como “icono denso y hermoso Madre Escolástica que va a la Adoración eucarística con el periódico bajo el brazo..., llevando así la historia a la gloria...” En la oración, en circunstancias particulares, madura también intervenciones señaladas. Por ejemplo, en el tiempo de las leyes del aborto y del divorcio, en 1976 escribirá al diputado Fortuna y en 1978 al presidente de la República Leone. 31 Invertir en los jóvenes En los años entre 1973 y 1981, vividos en Roma en el centro de la Congregación, mientras en la sociedad arrecian protestas a diversos niveles, Madre Escolástica teje una particular relación y diálogo con las jóvenes en formación. Se hace pequeña con los pequeños, para poder difundir una palabra buena, poner en guardia de los peligros. Comunica y exhorta a vivir cosas no aprendidas en los libros, sino fruto de la experiencia de vida con Jesús, el Libro de la Vida. Siempre más resuena que “Él solo es el ‘Todo’”, que “el único sueño es amar a Jesús, único Amor, único todo.” Cada vez se muestra más vivo el deseo del encuentro con el Esposo amado y del que se siente amada y aquel martillante “hacerse méritos... hacerse santas” no es otra cosa que la manera de traducir en la práctica cotidiana la invitación de Jesús a “acumular tesoros para el reino de los cielos”, a no tener otro tesoro sino Él (cf Mt 6, 21; Lc 12,34). Nostalgia del Paraíso Madre Escolástica ya ha visto partir para el último viaje a muchas de las hermanas con las que había iniciado el camino, pero el 26 de noviembre de 1971 la muerte del Fundador marca su vida de manera particular. El Padre, el guía, el hombre de Dios que la había acogido y acompañado por más de 50 años en los caminos inescrutables del Maestro Divino, cierra su peregrinación terrena y en ella se acentúa la nostalgia del Paraíso. A partir del año 1981 la parábola de su vida de encamina hacia la conclusión terrena. Participa en el III Capítulo general y el 8 de abril de 1981 se encuentra con Juan Pablo II, recibiendo de él el “beso de los pequeños”. Luego, con el progresivo declino de las fuerzas, la 32 trasladan a la casa de Sanfrè (Cuneo), donde transcurrirá los últimos seis años de su vida. Silencio y cumplimiento Aunque el físico de Madre Escolástica se deteriora, la llama interior está siempre viva, es más, parece que arde cada vez más. Desde 1984 es privada también de la palabra pero esta ausencia de sonido, se revela como una vivísima comunicación no verbal con el destello de la mirada y el movimiento de la mano. Son años en los que su pequeña habitación se convierte en lugar de encuentro, lugar donde la primera Pía Discípula del Divino Maestro mete en el corazón de numerosas hijas de los cinco continentes que se detienen junto a ella, la herencia preciosa, la que ella ha comentado en el arco de su existencia: “Señor, ¡Tú solo y basta!” Había sido la primera sobre la que el beato Santiago Alberione había puesto los ojos para dar vida a la nueva fundación, y es la última del primer núcleo de las ocho que cierra, podemos decir, el arco fundacional. El 24 de marzo de 1924 las ocho elegidas vivían la emocionante vigilia de la toma de Hábito que les esperaba el siguiente día de la Anunciación. El 24 de marzo de 1987, mientras se cantan las primeras Vísperas contemplando el sí de María, la Discípula Escolástica dice su último sí terreno, “preparada y ataviada para celebrar con el Divino Maestro las bodas eternas.” El don continúa... El 13 de marzo de 1993, en Alba, comienza el proceso diocesano para la beatificación y canonización de la Sierva de Dios Madre Escolástica Rivata, que ahora está prosiguiendo su recorrido en la Congregación de las Causas de los Santos. 33 Desde el 3 de abril de 2008, después del traslado del cementerio de Alba, los restos mortales de Madre M. Escolástica reposan en la Iglesia de Jesús Maestro en Roma, via Portuense 741. Oración Oh Jesús, nuestro único Maestro Camino, Verdad y Vida, te alabamos y damos gracias por tu Discípula Sor María Escolástica Rivata. Sostenida por el Espíritu Santo y con la fuerza de la Eucaristía, en las alegrías y en los sufrimientos de la vida cotidiana, ha dicho SÍ a la voluntad del Padre. Siguiendo las huellas de María, Madre tuya y nuestra, se entregó con gozo en el servicio de Dios y del prójimo. Que su ejemplo nos ayude a elegir el camino del Evangelio en toda circunstancia de la vida y, por su intercesión, concédenos la gracia que te pedimos... Amén. 34 Casa General Pías Discípulas del Divino Maestro Via G. Rossetti 17 00152 ROMA Tel. 06 5839321 www.pddm.org e-mail: [email protected] Postulación General de la Familia Paulina e-mail: [email protected] 35