VOL.3 Nº 3 pp. 750-753 (2009) Diálogos sobre la naturaleza humana Boris Cyrulnik – Edgar Morin (Dialogue sur la nature humaine; 2000 Éditions de l’Aube) Traducción Lucas Vermal Editorial Paidós, 2005 Colección Paidós asterisco ISBN 84-493-1738-X Reseña de Merce Férriz y Francesc Vieta Introducción Boris Cyrulnik neurólogo, psiquiatra, psicoanalista y etólogo, conocido en gran medida por sus aportaciones al concepto de resiliencia, mantiene un diálogo creativo sobre la naturaleza humana, con Edgar Morin, sociólogo de lo contemporáneo, testigo político y pensador de los problemas fundamentales de las ciencias humanas. Nos hallamos ante una pequeña joya, aparentemente una obra menor, enormemente sugerente y densa. Primer diálogo Es iniciado por B.C. quien expone la oposición clásica en la historia del conocimiento entre especialistas y generalistas. Considera que tanto él como su interlocutor se hallan más próximos a los segundos, ya que a su entender esta postura permite una aproximación más completa para la comprensión del ser humano. E.M. matiza la cuestión y aporta un argumento central al diálogo que a nosotros, los psicoanalistas relacionales, nos interesa de modo especial: cree que se trata precisamente de evitar caer en dicha disyuntiva; más bien considera que deben buscarse oportunidades para su orquestación. En campos que comprenden las ciencias de la tierra, donde un complejo conjunto de elementos explican la realidad, debe darse el diálogo entre especialistas, siendo a éste a su vez coordinado por figuras más generalistas. Este mismo proceso es aplicable a las disciplinas que pretenden conocer al ser humano: “de hecho, lo verdaderamente importante es saber moverse entre saberes compartimentados y una voluntad de integrarlos, de contextualizarlos o globalizarlos”. Ambos pensadores conciben al ser humano simultáneamente como un ser biológico, cultural psicológico y social. Cuando miramos a occidente y la evolución de su pensamiento, Morin destaca el triunfo Reseña de la obra de Boris Cyrulnik – Edgard Morin del método cartesiano que pretende conocer el todo a partir de la división y el estudio de sus partes. Éste modelo, no obstante, obvia lo que de relacional hubiere entre esas distintas partes y que resulta ser imprescindible para la comprensión del todo. En este sentido Morin lamenta que la concepción de Pascal quedara olvidada, siendo mucho más relacional al proponer que es necesario conocer las partes para entender el todo y conocer el todo para entender las partes. Desde nuestra perspectiva nos hallamos especialmente sensibilizados para captar esta cualidad relacional de manera que entendemos que el error de Descartes fue no tener en cuenta que aquello que había fragmentado para estudiar con más detalle, y ampliar en gran medida el conocimiento anterior, estaba integrado relacionalmente, y esta variable debía ser incluida en el conocimiento del objeto. Segundo diálogo Se desarrolla el concepto de emergencia para explicar los distintos nacimientos del ser humano a lo largo de su evolución. Para los autores el ser humano nace biológicamente como cualquier otro ser y posteriormente nace a la condición humana. Parece que esta idea de emergencia explicitaría la relación entre el medio natural y el nuevo ser, poseedor de un potencial, que resulta necesario e imprescindible para su desarrollo: “… y un hombre, cuyo cerebro es capaz de vivir en un universo no percibido, sin alteridad humana no puede desarrollar sus promesas genéticas”. Los distintos nacimientos de nuestra especie de los que hablan estos autores corresponderían a momentos en la historia evolutiva en los que la relación con el medio permitió la emergencia de cualidades determinantes que reconfiguraron la condición humana: el bipedismo, la conquista del fuego, la aparición del lenguaje, el desarrollo tecnológico, artístico y espiritual, el sedentarismo. El planteamiento anterior nos evoca claramente la teoría de sistemas según la cual los sistemas no lineales abiertos, entre los que se encuentran los seres vivos, al entrar en relación entre sí, posibilitan la creación de nuevos significados, nuevas emergencias, aumentando así su coherencia y complejidad. Otra idea interesante que ambos pensadores discuten en este apartado es el concepto de neotenia, una extrema lentitud en el desarrollo. Se trata de una cualidad característica del ser humano que requiere un periodo de tiempo superior al de las otras especies para su maduración. Esta condición es la que permite una permanente posibilidad creativa– ya que continúan naciendo células cerebrales incluso en la vejez- a la vez que lleva consigo la vulnerabilidad propia del recién nacido. La adquisición de gradientes de libertad biológica a lo largo de la evolución resulta matizada en el ser humano por dicha condición. Finalmente la adquisición del lenguaje permite a nuestra especie adquirir un gradiente de libertad mayor ya que nos permite vivir en el mundo de la virtualidad. En este punto Morin y Cyrulnik advierten del potencial y del peligro que éste mundo virtual conlleva: podemos confundir la idea con lo real. Como aclara C. “ en efecto, cuando por fin somos capaces de habitar un mundo virtual – que inventamos con nuestros relatos- podemos perfectamente odiarnos y desear matarnos unos a otros, por la idea que nos hacemos del otro y n por el conocimiento que tengamos de él. Entonces, nos sustraemos a los mecanismos reguladores de la naturaleza y pasamos a someternos completamente al mundo que hemos creado. Y es entonces cuando se fabrican y se cometen los genocidios, de forma perfectamente lógica y moral”. 751 Reseña de la obra de Boris Cyrulnik – Edgard Morin Nos complace destacar que estos autores recogen en su diálogo el concepto de regulación, fundamental para explicar los procesos de intercambio y autonomía y revolucionario respecto de la ciencia clásica, convencida de la existencia de un determinismo inalterable. Tercer diálogo Siguiendo con el eje vertebrador de esta conversación, esto es, el divorcio existente entre la investigación científica y el mundo relacional, los diálogos de este apartado nos acercan a la esterilidad o la muerte de ciertos objetos puros de laboratorio una vez trasladados a la vida real, al igual que ocurre con algunas ideas. Este es el caso por ejemplo del coeficiente intelectual, entusiastamente desarrollado en el laboratorio pero con poca utilidad en la vida real, donde hace tiempo que sabemos que el rendimiento intelectual de un ser humano puede verse afectado de forma decisiva por circunstancias vitales. Por lo que se refiere a las ideas los autores nos acercan a la distinción entre teorías y doctrinas y nos invitan a reflexionar sobre cómo se reflejan en ellas los fenómenos de la vida y la muerte. Para Morin una teoría acepta la muerte de parte de sus ideas además de su transformación, de manera que es una muerte regenerativa, como ocurre con la vida biológica. Sin embargo una doctrina es una teoría cerrada que muere sin posibilidad de regeneración por la veneración de sus propias ideas (y a nuestro entender de sus autores). Morin propone aceptar la incertidumbre como un paso imprescindible para evitar el atrapamiento en una doctrina que invalide el pensamiento. Nosotros añadiríamos que no basta con aceptar la incertidumbre, el no saber. Esto podría llevarnos igualmente a un estancamiento donde el avance, el crecimiento no es posible. A nuestro entender, aceptar la incertidumbre, en el sentido que, creemos, se refiere Morin, implica mantener la esperanza de que lo que hoy aún no sabemos pueda ser conocido, o comprendido de manera más compleja, en otro momento. Cuarto diálogo Se matiza la propuesta de sostener la incertidumbre añadiendo el concepto de fe. Se trata de una idea con proyección hacia otro tiempo que no es el presente y que por lo tanto abre una ventana a lo que no es pero puede llegar a ser. Sin embargo, conlleva un sentido religioso excesivamente concreto mientras que el de esperanza representa un sentimiento teológico más genérico, a nuestro modo de ver. Lo interesante de este apartado de la conversación es que los autores plantean la necesidad de mantener un equilibrio entre opuestos, fe/incertidumbre, caos/orden, viejo/nuevo, vivo/muerto. El conocimiento que sigue en desarrollo no triunfa sobre lo que queda obsoleto, para olvidarlo o destruirlo, lo trasciende, lo integra y lo mantiene en su esencia en su continuo avance. Quinto diálogo En este punto Morin y Cyrulnik conversan sobre la empatía. Para Cyrulnik se trata de la única facultad humana que realmente puede fundar una moral - esto es, un conjunto de reglas de juego que determinen ciertas características de la relación entre seres humanos -, basada en el reconocimiento de la diversidad y el sentimiento de comunidad. 752 Reseña de la obra de Boris Cyrulnik – Edgard Morin Para el desarrollo exitoso de dicha facultad es necesario el descubrimiento del placer en el conocimiento de las representaciones y emociones del otro. De no ser así el ser humano corre un grave riesgo de convertirse en un dictador en alas de imponer una verdad única y purificadora. Ambos autores consideran que la humanidad se encuentra en un momento en el que existe una mayor conciencia comunitaria, terrestre. Las condiciones que facilitan el desarrollo de la facultad empática pasan por mantener un equilibrio entre la coexistencia de dicha conciencia planetaria y la de un sentimiento de pertenencia a unos orígenes familiares y culturales –locales- concretos. Sin embargo, ambos insisten en recordar que las culturas son el producto de multitud de encuentros muy diversos. Como dice Morin “el fenómeno del encuentro crea pues algo nuevo, una emergencia nueva. Una cultura debe a la vez abrirse y cerrarse. Cerrarse puesto que debe mantener su estructura, su identidad, porque la apertura total es descomposición. Pero abrirse sigue siendo la única forma de enriquecerse, es decir, de asimilar lo nuevo sin dejarse desintegrar”. Algunas conclusiones y dos citas para comentar y pensar “En el fondo, creo que todo ser lleva dentro, de forma más o menos reprimida, todas las edades de la vida: el recién nacido, cuya gravedad resulta tan fascinante contemplar, es ya un anciano en posesión de una sabiduría inmemorial de la que no es, por supuesto, consciente”. Nos parece enormemente evocadora y poética. Preferimos sin embargo el término implícito al de reprimido, pues mantiene la idea de algo que está por desarrollarse y lo está de forma natural, no siendo, ni habiendo sido en ningún momento consciente. Que el ser humano lleve dentro todas las edades de la vida denota una concepción de nuestra especie dotada de un ilimitado potencial y por tanto de una gran esperanza, motor del desarrollo y el crecimiento humanos. La gravedad del recién nacido fascina precisamente porque concentra todo ese potencial de forma explícita. Despierta el sentimiento de nueva oportunidad, donde todo está por hacer y todo es posible. Cuando Morin define la empatía dice “en el fondo, es un proceso de proyección e identificación. Me proyecto sobre otro y lo identifico conmigo. Entonces es cuando siento que yo soy tu, y en cierto modo el otro se abre porque deja de ser un objeto sometido a la explicación”. A nuestro entender habría que incluir en la definición de empatía la receptividad. Se trata de un proceso bidireccional: si el otro llora, lo que nos permite empatizar con él es nuestra apertura a ser impactados por los sentimientos del otro, nuestra receptividad. Retomando el modo coloquial en el que suele hablarse de empatía, se trata tanto de ponerse en la piel del otro como de ponerse la piel del otro. El proceso bidireccional de la empatía es una experiencia relacional donde lo importante no es quién se pone en el lugar del otro sino el vínculo entre una receptividad abierta al encuentro y una iniciativa esperanzada, expresada a través de una emoción. Cita bibliográfica / Reference citation: Férriz, M. y Vieta, F. (2009). Reseña de la obra de Boris Cyrulnik-Edgard Morin Diálogos sobre la naturaleza humana. Clínica e Investigación Relacional, 3 (3): 750-753. [ISSN 1988-2939] 753