De cuerpo y alma

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De cuerpo y alma
Boris Cyrulnik
Traducción de Alcira Bixio
Fecha de lanzamiento: Febrero de 2007
Presentaciones del Autor:
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Barcelona
12 de marzo
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Madrid
13 de marzo
Hasta ahora, el bienestar se abordaba desde la neurología o desde la psicología.
Este libro construye el panorama completo: la unión entre ambas, su interrelación y
de cómo el desarrollo de la persona guía a la sensación del bienestar
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2 meses entre los primeros cinco mejores libros – Le nouvel Observateur, Francia

Número 4 en ventas – Le express - Tite Life, Francia (octubre de 2006)
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Más de 150,000 ejemplares vendidos en los primeros dos meses en Francia
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La unión entre la psicología, la neurología y el bienestar
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Altamente divulgativo, para todo público interesado en aprender a ser feliz

Cyrulnik explica por qué la vida es, para cada individuo particular, una
conquista permanente, nunca establecida de antemano.
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Aprender a ser feliz no sólo es posible, sino que es el único medio de serlo.

La felicidad o la desgracia son sensaciones creadas por nosotros, que podemos
aprender a dominar, a controlar y a experimentar.
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Lanzamiento en la tercera semana de febrero de 2007

Presentaciones en Barcelona y Madrid del 12 al 13 de marzo de 2007
El autor:

Boris Cyrulnik es neuropsiquiatra y director
de enseñanza en la Universidad de Tolon

Padre de la Resiliencia

Sus obras editadas por Gedisa:
o Los patitos feos (2002 - 8ª edición!)
o El encantamiento del mundo (2002)
o El murmullo de los fantasmas (2003)
o Del gesto a la palabra (2004)
o El amor que nos cura (2005)
o Bajo el signo del vínculo (2006)
Portada de Le Nouvel Observateur
De cuerpo y alma
Extracto
INTRODUCCIÓN
Un día, hace ya muchos años, conocí a un grupo de sabios extraños y
condescendientes. Cuando me presenté en el servicio de neurocirugía parisiense,
donde acababa de ser nombrado, vi venir hacia mí al jefe y a su asistente. Ambos
cojeaban.
Un poco después llegaron el interno, el externo y las enfermeras. También
ellos cojeaban. No me atreví a expresar mi sorpresa en voz alta pero puedo asegurar
que resulta bastante insólito ver a todo un servicio de médicos, de investigadores y
de psicólogos desplazarse de un lado a otro renqueando ¡todos al mismo tiempo!
Pasé un año en ese servicio en contacto con gente apasionante. Conocían todo
sobre el cerebro: su anatomía, su funcionamiento, las perturbaciones precisas
provocadas por las heridas y, a veces, el medio de remediarlas. Sabían utilizar
máquinas maravillosas que captaban la electricidad de las neuronas y otras que
transformaban en colores las zonas cerebrales en el momento en que esos sectores
trabajaban intensamente. Podían predecir, con sólo mirar la imagen del cerebro, qué
movimiento se disponía a hacer la persona observada o qué emoción experimentaba
¡aún antes de que ella misma tomara conciencia!
Al cabo de un año, una amable secretaria me comunicó que no se me renovaría
el contrato. En sus medias palabras creí entender que se me reprochaba no cojear.
Felizmente, conseguí de inmediato otro puesto en un servicio de psiquiatría de
Alpes-de Haute-Provence. Cuando me presenté en el lugar, vi avanzar desde el fondo
del corredor al jefe del servicio y a su asistente que veían a recibirme. También ellos
renqueaban pero no del mismo pie. Me resultó bastante insólito comprobar que
tantos médicos, investigadores y psicólogos andaban uno junto al otro cojeando. Y
me pregunté por qué no cojeaban del mismo pie.
Aquellos practicantes eran apasionantes. Conocían todo del alma: su
nacimiento, su desarrollo, sus conflictos intrapsíquicos, sus aspectos subterráneos y
los medios de explorarlos.
Pasé un año en contacto con aquellos sabios. Pero, cuando una amable
secretaria me dijo que no me renovarían el contrato, en sus medias palabras creí
comprender que, una vez más, se me estaba reprochando no cojear. Me sentí muy
irritado.
Por lo tanto, decidí protestar ante el Consejo nacional de practicantes,
presidido por el profesor Joël Moscorici, el gran psicoanalista y Donald Grosslöcher,
el neurocirujano. Mientras los esperaba en la pomposa sala del consejo, me sentía
muy intimidado y cuando me puse de pie para recibirlos, quedé estupefacto al ver
que ambos renqueaban, pero uno del pie derecho y otro del izquierdo.
Cuando fue pronunciada la sentencia, oí que en efecto yo no podía continuar
ni en el servicio de neurología ni en el de psiquiatría porque no cojeaba.
Entonces dije: “¡Señores académicos, desengáñense. Ustedes creen que ando
derecho porque, en realidad, cojeo de los dos pies.”
Mi confesión los desconcertó e intrigó al profesor Mutter de Marsella quien
formaba parte del jurado y se sintió muy interesado, pues nunca había visto a nadie
cojear de ambos pies. Se preguntó si esta manera de andar extraña no podía, llegado
el caso, producir alguna idea nueva y me invitó a trabajar con él.
En aquella época, los neurólogos despreciaban a los psiquiatras que proponían
psicoterapias a pacientes que sufrían de tumores cerebrales. Y los psiquiatras se
indignaban cuando comprobaban que podían aliviar en unas pocas entrevistas a
personas cuyos cerebros habían sido escudriñados por máquinas no siempre
maravillosas.
Cada uno cojeaba de un pie diferente, eso era todo. Y se apoyaba preferentemente
sobre una pierna hipertrofiada al tiempo que ignoraba la otra que se atrofiaba.
Este libro es el resultado del recorrido particular que siguieron algunos
caminantes que cojearon de los dos pies por senderos de cabras.
Contraportada
Boris Cyrulnik es neuropsiquiatra. Además es director de enseñanza de la
Universidad de Tolón y autor de numerosas obras, todas ellas de extraordinario
éxito, sobre todo Un merveilleux malheur, Les Vilains Petits Canards, Parler d’amour au
bord du gouffre.
“Uno puede descubrir en sí mismo y en el ambiente que lo rodea los medios
de volver a la vida y de avanzar superando los obstáculos conservando al mismo
tiempo el recuerdo de su herida.
Los caminos de vida se sitúan en una cresta estrecha, entre todas las formas de
vulnerabilidad.
Afirmar que alguien es invulnerable equivaldría a decir que es imposible
herirlo. La única protección consiste en tratar de eludir los golpes que destruyen
tanto como en evitar protegerse demasiado. Cada edad posee su fuerza y su
debilidad y los momentos sin heridas de la existencia son el resultado de nuestra
capacidad de dominar y hasta de superar aquello que, en todos nosotros, depende, en
una constante reorganización, de lo biológico, de lo afectivo y del medio social y
cultural.
La felicidad nunca es completa. ¿Por qué, con tanta frecuencia, una oleada de
felicidad provoca la angustia de perderla? Sin sufrimiento, ¿podríamos amar? Sin
angustia y sin pérdida afectiva, ¿tendríamos necesidad de seguridad? El mundo sería
insulso y tal vez no sentiríamos el gusto de vivir en el.” Boris Cyrulnik
Este libro funda una nueva biología de los afectos.
Y explica por qué la vida es, para cada individuo particular, una conquista
permanente, nunca establecida de antemano. Ni los genes con que nacemos ni el
ambiente en que nos criamos nos impiden evolucionar. Todo continúa siendo
posible. Un mensaje de esperanza, colmado de ternura y de humanidad.
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