ALUSIONES A HERÁCLITO EN LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO

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ALUSIONES A HERÁCLITO
EN LA POESÍA ESPAÑOLA DEL SIGLO XX∗
José María Camacho Rojo
Universidad de Granada
Los poetas […] pueden aprender de los filósofos el arte de las grandes
metáforas, de esas imágenes útiles por su valor didáctico e inmortales por su valor
poético. Ejemplos: el río de Heráclito.
(Antonio Machado)
1
En un comentario del libro Die Vorsokratiker, de Wihlem Capelle , incluido en el
capítulo "La intuición y el estilo" de sus Memorias, escribió Pío Baroja: “Es esta obra una
antología de los restos que quedan de los escritos de los filósofos que precedieron a Sócrates.
Entre estos filósofos están los hombres más extraordinarios y de pensamiento más audaz del
mundo [...]. Por las pequeñas muestras que quedan, no ha habido período en la Humanidad que
haya tenido un conjunto de hombres de genio como esa época presocrática [...]. De todos
aquellos grandes hombres [...], uno de los mayores, quizá el mayor, fue Heráclito de Éfeso,
2
Heráclito el asceta, que vivió solitario en los montes, alimentándose con frutos salvajes” . Esta
apreciación de Baroja, que manifestaba su pesar porque esa obra no hubiera sido traducida al
3
español , no es única en las letras hispánicas del siglo XX. Si bien en la tradición literaria
∗
Publicado en J. M. García González – A. Pociña Pérez (eds.), Pervivencia y actualidad de la cultura clásica,
Granada, Universidad de Granada / Sociedad Española de Estudios Clásicos, col. “Biblioteca de Estudios
Clásicos” 7, 1996, pp. 61-94.
1
W. Capelle, Die Vorsokratiker. Die Fragmente und Quellenberichte übersetzt und eingeleitet, Leipzig, Kröner,
1935 (con sucesivas reimpresiones).
2
Obras Completas (OC), vol. VII, Madrid, Biblioteca Nueva, 1949, pp. 1002-1003. Sigue luego un comentario
sobre algunos aspectos del pensamiento de Heráclito que concluye con esta reflexión: “Cualquier frase de Heráclito
puede dar origen a largos comentarios. En los trozos que quedan incompletos de este gran pensador hay elementos
para una profunda y sabia filosofía” (p. 1005).
3
OC, VII, p. 1002: “yo quisiera que estuviera traducida al español o al francés para leerla con frecuencia”; p.
1004: “es lástima que un libro así... no se traduzca, para que podamos tener una idea en detalle y en conjunto de
la mentalidad de aquel filósofo lejano [Heráclito], en la cual parece que están en potencia todas las teorías de la
ciencia actual”. Baroja menciona también la obra de Diels (“he visto que esta tentativa de reconstitución de los
textos de filósofos de la primera época de Grecia no es la única, pues hay otro libro de Herman Diels, titulado
Fragmentos de los presocráticos, que es también una antología de los trozos que quedan de los viejos filósofos.
Este libro está publicado un año antes que el de Capelle [1934-1935, Lieferung 1-3 de la quinta edición]) y la de
occidental las referencias a Heráclito son esporádicas y, por lo general, restringidas a ciertos
4
tópicos, a partir de Goethe y, sobre todo, de Hölderlin la relectura del presocrático hizo que
5
filósofos y poetas encontraran en los fragmentos que se nos han transmitido anticipaciones de
sus propias doctrinas y creencias. Entre los pensadores modernos y contemporáneos el más
influido por Heráclito ha sido probablemente Nietzsche: “Antes de mí no existe esta
transposición de lo dionisíaco a un pathos filosófico: falta la sabiduría trágica -en vano he
buscado indicios de ella incluso en los grandes griegos de la filosofía, los de los dos siglos
anteriores a Sócrates. Me ha quedado una duda con respecto a Heráclito, en cuya cercanía siento
más calor y me encuentro de mejor humor que en ningún otro lugar. La afirmación del fluir y
del aniquilar, que es lo decisivo en la filosofía dionisíaca, el decir sí a la antítesis y a la guerra, el
devenir, el rechazo radical incluso del mismo concepto "ser" - en esto tengo que reconocer, bajo
6
cualquier circunstancia, lo más afín a mí entre lo que hasta ahora se ha pensado” . Esta atracción
7
por Heráclito, que no es exclusiva de Nietzsche , además de por los conceptos de su filosofía,
Gomperz (en la obra de Gomperz sobre los filósofos griegos, en la traducción inglesa [Greek thinkers. A history
of ancient philosophy, London, 1901-1912, 4 vols.: I, trad. L. Magnus; II-IV, trad. G.G. Berry], había leído algo
sobre ellos)”.
4
Hölderlin parece haber sido el primero que leyó directamente a Heráclito. Probablemente lo hizo en la
colección de fragmentos de H. Stephanus, Poesis philosophica (1573), la misma por la que Hegel lo cita (cf. U.
Hölscher, "Nietzsche's debt to Heraclitus", en R. R. Bolgar (ed.), Classical Influences on Western Thought A.D.
1650-1870, Cambridge, 1979, pp. 339 y 340, n. 2). Para Goethe, cf. K. Bapp, "Goethe und Heraklit", en Das Erbe
der Alten. Schriften über Wesen und Wirkung der Antike, VI: Aus Goethes griechischer Gedankenwelt, Leipzig,
1921, pp. 1-60.
5
Los fragmentos B 2 y B 60 sirven de epígrafe a los Cuatro cuartetos de T.S. Eliot. Cf. al respecto M.D. Clubb,
"The Heraclitean Element in Eliot's Four Quartets", PhQ 40 (1961), pp. 19-33.
6
F. Nietzsche, Ecce homo, trad. A. Sánchez Pascual, Madrid, Alianza Editorial, 1971, pp. 70-71. Para la
interpretación nietzscheana de Heráclito es fundamental el escrito titulado La filosofía en la época trágica de los
griegos (1873), donde probablemente expresa su más explícita devoción por Heráclito: “el mundo necesita
eternamente de la verdad, por lo que necesitará eternamente de Heráclito [...]. Lo que él meditaba, la doctrina de la
"ley en el devenir y del juego en la necesidad", debía ser meditado eternamente; él había levantado el telón de este
gran espectáculo” (F. Nietzsche, Obras completas, I (El origen de la tragedia y obras póstumas de 1869 a 1873),
trad. E. Ovejero, Buenos Aires, Aguilar, 1947, p. 349; la exposición del pensamiento del efesio en pp. 337-349).
Para la influencia de Heráclito en Nietzsche, cf. A.W. Rudolph, "Nietzsche's Heraclitus", RBF 15 (1965), pp. 311321; Ch. Vergeer, "Nietzsche en Herakleitos", Gids 138,9 (1975), pp. 630-636; B. Magnus, "The connection
between Nietzsche's doctrine of eternal recurrence, Heraclitus and the Stoics", Helios N.S. 3 (1976), pp. 3-21; J.P.
Hershbell y S.A. Nimis, "Nietzsche and Heraclitus", NS 8 (1979), pp. 17-38; U. Hölscher, art. cit. en n. 4; A. Negri,
"Nietzsche e il 'fanciullo che giuoca` di Eraclito", en Atti del Symposium Heracliteum 1981 (a cura di L. Rossetti),
II: La fortuna di Eraclito nel pensiero moderno, Roma, Ed. Dell’n Ateneo, 1984, pp. 209-265; D. R. Lambrellis,
“The world as play. Nietzsche and Heraclitus”, en K.J. Boudouris (ed.), Ionian philosophy, Athens, 1989, pp. 218228; J.P. Vincenzo, "The great disciple of Heraclitus", ibidem, pp. 412-416; G. Wohlfart, Also sprach Herakleitos:
Heraklits Fragment B 52 und Nietzsches Heraklit-Rezeption, Freiburg/Br. Alber, 1991.
7
Para las relaciones entre Heráclito y Hegel, cf. D. Saintillan, "Hegel et Héraclite ou le ‘logos’ qui n'a pas de
contraire", en J.D' Hondt (ed.), Hegel et la pensée grecque, Paris, 1974, pp. 27-84; D. Chattopadhyaya, "Heraclitus
and Hegel", RW 17-18 (1976), pp. 12-31; S. Nicolosi, "L'Eraclito di Hegel e la storiografia filosofica dialettica", en
Atti del Symposium Heracliteum 1981, II, pp. 105-130; L. Senzasono, "Eraclito in Hegel", ibidem, pp. 131-148; H.G. Gadamer, L'anima alle soglie del pensiero nella filosofia greca, Napoli, Bibliopolis, 1988, pp. 111-126 ("Hegel
ed Eraclito"). Sobre Marx y Engels como intérpretes de Heráclito, cf. M. Duichin, "Marx e Engels interpreti di
2
1
tiene mucho que ver con su estilo. El lenguaje de Heráclito, que se caracteriza por el uso de las
imágenes, la antítesis, el juego de palabras y la paradoja, encaja bien con el de un poeta. No en
8
vano en la antigüedad se le llamó el enigmático y el oscuro precisamente por su estilo críptico ,
del mismo modo que en los modernos manuales de filosofía o literatura griegas es frecuente el
calificativo de "filósofo-poeta". Este es el motivo de las referencias al efesio en quienes sienten
inclinaciones a la poesía y filosofía a la vez. Por esta razón no sorprende que en algunos poetas
españoles del siglo XX, interesados también por la filosofía, encontremos con frecuencia citas o
alusiones a Heráclito.
Con el presente trabajo pretendemos revisar los motivos más recurrentes de esas
alusiones en algunos representantes de las llamadas generaciones del 98 (Miguel de Unamuno y
Antonio Machado), 27 (Luis Cernuda y Emilio Prados), 36 (Juan Gil-Albert) y 50 (Ángel
9
González) . Hay que advertir, no obstante, que esta relación sólo es una muestra parcial de la
vigencia de Heráclito en la poesía de este siglo: la vigencia es igualmente perceptible en otros
10
poetas de generaciones posteriores . Este estudio, en cualquier caso, no se circunscribe a los
autores mencionados: nos ha parecido conveniente, por ejemplo, incluir algunos textos de
Borges por lo que de esclarecedora tiene su confesada devoción por Heráclito para algunos de
11
los temas que aquí se tratan . Ni que decir tiene que en ocasiones las referencias son puramente
Eraclito", en Atti del Syumposium Heracliteum 1981, II, pp. 157-189.
8
D.L. IX, 6; Cic., De finibus II 5, 15. Este epíteto tradicional le sirve a A. Machado para inventar una sentencia
que atribuye al presocrático: “Si tu pensamiento no es naturalmente obscuro, ¿para qué lo enturbias? Y si lo es, no
pienses que pueda clarificarse con retórica. Así hablaba Heráclito a sus discípulos” (Prosas Completas, ed. de O.
Macrì, Madrid, Espasa-Calpe / Fundación Antonio Machado, 1989, p. 2004).
9
Salvo indicación contraria, citaremos siempre por las siguientes ediciones (utilizamos las abreviaturas
señaladas, consignando el volumen correspondiente y el número del poema o página): Miguel de Unamuno, Poesía
Completa (PC), ed. compilada, prologada y anotada por Ana Suárez Miramón, Madrid, Alianza Editorial, 19871989, 4 vols., y Obras Completas (OC), Madrid, Aguado, 1958, 16 vols. (para los textos en prosa); Antonio
Machado, I: Poesías Completas, II: Prosas Completas, ed. crítica de Oreste Macrì, Madrid, Espasa-Calpe /
Fundación A. Machado, 1989; Luis Cernuda, Poesía Completa (PC), ed. de Derek Harris y Luis Maristany,
2
Barcelona, Barral, 1977 ; Emilio Prados, Poesías Completas (PC), ed. de Carlos Blanco Aguinaga y Antonio
Carreira, México, Aguilar, 1975-1976, 2 vols.; Juan Gil-Albert, Obra poética completa (OPC), Valencia,
Institución Alfonso el Magnánimo, 1981, 3 vols., y Obra completa en prosa (OCP), Valencia, Institución Alfonso
el Magnánimo, 1982-, 12 vols.; Ángel González, Poemas, edición del autor, Madrid, Cátedra, 1988.
10
Sirvan de ejemplo las reflexiones de Antonio Colinas sobre los fragmentos del río en Tratado de armonía
(Barcelona, Tusquets, 1991, pp. 63-64) o las citas del fragmento B 64 en este mismo libro (p. 67) y del 45 que,
junto con el fragmento 9 de Parménides, sirve de epígrafe a uno de sus libros fundamentales, Noche más allá de la
noche (1980-1981), recogido ahora en El Río de Sombra (Madrid, Visor, 1993, p. 231), recopilación de toda su
obra poética: “Los límites del alma no los hallarás andando, cualquiera que sea el camino que recorras, tan profundo
es su fundamento” (Heráclito). “Todo está lleno de luz y de noche oscura” (Parménides).
11
La reiterada presencia de Heráclito en la obra de Borges merece un estudio particular. Heráclito es, sin duda,
el pensador más veces citado en su obra; prueba de ello son las referencias que damos a continuación (citamos por
J. L. Borges, Obras Completas (OC), ed. dirigida por C. V. Frías, Barcelona, Emecé Ed., 1989, 3 vols.): I, p. 30; II,
pp. 30, 141, 189, 221, 247, 302, 357; III, pp. 11, 80, 91, 148, 156, 200, 311, 436, 43, 467.
3
1
12
anecdóticas, pero a menudo obedecen a detenidas lecturas . Como quiera que sea, que estos
poetas tengan un conocimiento parcial o indirecto del presocrático (por medio de traducciones,
ediciones bilingües o bibliografía secundaria) interesa menos que saber si los fragmentos
heracliteos se reflejan en sus poemas: “leerlo o no casi me atrevería a declarar que es
secundario; una hoguera desprende calor en cuanto se enciende, aunque no la veamos; su
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irradiación nos alcanza” . Machado, en cuya prosa abundan citas y comentarios sobre los
presocráticos, pudo conocer algunos conceptos de la doctrina de Heráclito por mediación de
14
Bergson, a cuyas clases en el Collège de France asistió en 1911 . Sabemos, además, que
durante su estancia en Baeza hizo lecturas de estos pensadores, aunque desconocemos las
15
fuentes que utilizó . Según él mismo declaraba en el Proyecto del discurso de ingreso en la
Real Academia de la Lengua estudió “el griego con amor, por ansia de leer a Platón, pero
16
tardíamente y, tal vez por ello, con escaso aprovechamiento” . Prueba de la importancia que
daba a los presocráticos son las siguientes palabras de Juan de Mairena a sus alumnos:
“Recordad, siempre que podáis, a los antiguos griegos nuestros maestros, sin los cuales este
animal humano de occidente, no sólo carecería del valor de pensar [...]. Toda la filosofía de
estos ágiles y magníficos griegos -yo no sé si hay realmente otra- se contiene en unas pocas
visiones esenciales, y con unos cuantos poemas del pensamiento que sobre ellas se han
construido para siempre. Y, más que visiones, nos han dejado miradores eternos. Llevarnos a
ellos amablemente es la misión de nuestros maestros, para decirnos: "Asomaos aquí, por si veis
algo. Desde aquí veía Parménides la maciza esfera del ser inmutable; Zenón la flecha inmóvil y
12
Observaciones críticas sobre el tema que nos ocupa se encuentran, lógicamente, en la bibliografía existente
sobre cada uno de los autores mencionados. Para Prados y Cernuda hay dos trabajos específicos: J. M. Camacho
Rojo y M. Alganza Roldán, "Vigencia del pensamiento de Heráclito en la obra poética de Emilio Prados", EFG 1
(1985), pp. 51-68; J. Almodóvar y M. A. Márquez, "Heráclito en La realidad y el deseo", EClás 30 (1988), pp. 4350.
13
Gil-Albert, acerca de las lecturas que de Nietzsche hizo Azorín (OCP XII, p. 133). Tal declaración es
perfectamente aplicable a Heráclito.
14
En este sentido, es reveladora una nota, fechada en 1914, de Los Complementarios: “Henri Bergson es el
filósofo definitivo del siglo XIX (...) Lo característico de su obra es su antieleatismo, el motivo heraclitano de su
pensamiento. El péndulo de su pensamiento filosófico marca con Bergson la extrema posición heraclitana. Así
termina, en filosofía, el siglo XIX, que ha sido, todo él, una reacción ante el eleatismo cartesiano” (Prosas
Completas, p. 1158).
15
Según R. Gutiérrez Girardot (Poesía y prosa en A. Machado, Madrid, Guadarrama, 1969, p. 153), Machado
usó la Historia de la Filosofía de Vorländer; pero, como bien advierte J. M. Valverde en su introducción a Nuevas
canciones y De un cancionero apócrifo (Madrid, Castalia, 1980, p. 54), sus más tempranas alusiones a los
presocráticos (como la citada en el apunte de la nota anterior) implican ya otras lecturas.
16
Prosas Completas, p. 1778. Cf. M. Pérez Ferrero, Vida de Antonio Machado y Manuel, Madrid, Espasa3
Calpe, 1973 , pp. 105-106. Cf. A. Machado, Proyecto del discurso de ingreso en la Real Academia de la Lengua,
Madrid, El Observatorio Ediciones, 1986, pp. 8-9: “”No creo poseer las dotes específicas del académico. No soy
humanista, ni filólogo, ni erudito. Ando muy flojo de latín, porque me lo hizo aborrecer un mal maestro. Estudié el
griego con amor, por ansia de leer a Platón, pero tardíamente y, tal vez por ello, con escaso aprovechamiento.
Pobres son mis letras en suma, pues aunque he leído mucho, mi memoria es débil y he retenido muy poco. Si algo
estudié con ahínco fue más de filosofía que de amena literatura”.
4
1
veloz en su camino. Asomaos allá: veréis que el río de Heráclito fluye todavía, ¿quién ancla en
17
él? Desde aquí veía Demócrito los átomos y el vacío" .
Este contacto tangencial es más claro en el caso de Cernuda. El poeta sevillano, que se
18
quejó en varias ocasiones de la falta de interés por la cultura griega en España , dejó en
Historial de un libro (1958) un fehaciente testimonio de su devoción por Heráclito: “No sería
justo si no mencionase ahora, después de indicar mi cansancio entonces de la lectura, cómo en
Mount Holyoke hice una en extremo reveladora: la de Diels, Die Fragmente der Vorsokratiker,
ayudado por una traducción inglesa de los mismos textos; más tarde, ya viviendo en México,
leería también la obra de Burnet, Early Greek Philosophy [London, 1892 (con sucesivas
reimpresiones)]. Los fragmentos de filosofía presocrática que en una y otra obra conocí, sobre
todo, quizá, los de Heráclito, me parecieron lo más profundo y poético que encontrara en
19
filosofía .
En fin, Gil-Albert publicó en 1963 un libro que lleva por título A los presocráticos. De
su gran atracción por estos pensadores habla en el prólogo de modo explícito: “Desde el primer
contacto, en mi juventud, con el pensamiento estético, que esto es la filosofía, una ambición y
un anhelo de dar forma coherente y seductora al pensar, los presocráticos me atrajeron muy
especialmente. Lo que había en ellos, en su pensamiento, de físico, me cautivaba. Así como las
disquisiciones morales, en su mayoría, me distraen de lo que leo, hasta el extremo del
aburrimiento, esta especie de descargas eléctricas, a cuya luz se vislumbran las profundidades de
unos hombres gigantes, me obligaban a retener el aliento y a meditar [...]. Comprendí en seguida
que el clima que se respira en aquellas alturas no era asequible a todos, daba vértigo; y aceptarlo
comporta expuesta temeridad. Es un mundo que niega la nada y del que, por tanto, no hay
escapatoria posible. Todo es existencia. Pero, y esto es el otro aspecto de lo que constituye su
20
supervivencia estremecedora: sin causa y sin fin” .
Los motivos más recurrentes en las citas o referencias al efesio vienen a coincidir con
21
los tres enunciados básicos que, según Guthrie , contienen los elementos fundamentales de la
17
"Miscelánea apócrifa. Notas sobre Juan de Mairena" (Prosas Completas, p. 2367).
18
Son ejemplos significativos las declaraciones siguientes: 1) “No puedo menos de deplorar que Grecia nunca
tocara al corazón ni a la mente española, los más remotos e ignorantes, en Europa, de la "gloria que fue Grecia".
Bien se echa de ver en nuestra vida, nuestra historia, nuestra literatura” (Historial de un libro, en Poesía y
literatura, Barcelona, Seix Barral, 1965, p. 275). 2) “En realidad, ni nuestra poesía ni nuestra literatura tuvieron
apenas contacto con la poesía y la literatura griegas, y de ahí se origina quizá uno de sus defectos más graves [...].
Sin duda nuestro temperamento es refractario a dicha influencia y relación (Estudios sobre poesía española
contemporánea, Madrid, Guadarrama, 1975, p. 19, n. 1). 3) “En otra ocasión has escrito: "No puedo menos de
deplorar que Grecia nunca tocara el corazón ni la mente españolas [...]". Lo que España perdió así para siempre no
fue sólo el conocer a la hermosura, tanto como eso es [...], sino el conocer también y respetar a la mesura, uno de los
más significantes atributos de ella” (Ocnos, Barcelona, Seix Barral, 1977, pp. 159-160).
19
En Poesía y literatura, p. 275.
20
OPC II, pp. 218-219.
21
W. K. C. Guthrie, A history of greek philosophy, I: The earlier presocratics and the pythagoreans,
5
1
interpretación heraclitea del mundo; a saber: 1) la armonía es siempre el producto de los
contrarios; 2) todo está en continuo movimiento y cambio; 3) el mundo es un fuego vivo y
22
eterno . Examinaremos a continuación estos tres aspectos que, por otra parte, no son los únicos
23
que hallamos en los poetas mencionados .
Cambridge, 1962.- Historia de la filosofía griega, I: Los primeros presocráticos y los pitagóricos, versión española
de A. Medina González, Madrid, Gredos, 1984, p. 410.
22
En las citas de Heráclito seguimos la edición clásica de H. Diels-W. Kranz, Die Fragmente der
9
Vorsokratiker,II (nº 22), Berlin, Weidmann, 1959-1960 (abreviado DK), recopilación que ordena los fragmentos
por el orden alfabético de quienes los citan. Más recientes son las ediciones de M. Marcovich, Heraclitus. Greek
text with a short commentary, Mérida (Venezuela), Los Andes Univ. Pr., 1967; C. Diano, Eraclito. I frammenti e le
testimonianze, testo critico e traduzione di C. D., commento di C. D. e G. Serra, Roma-Milano, Fondazione L.
Valla-Mondadori, 1980; A. García Calvo, Razón común. Edición crítica, ordenación, traducción y comentario de
los restos del libro de Heráclito, Madrid, Lucina, 1985, y M. Conche, Héraclite. Fragments, texte établi, trad.,
comm. par M.C., Paris, PUF, 1986.
Las traducciones de los fragmentos de Heráclito al castellano son numerosas, pero no siempre fiables. A)
Generales: J. D. García Bacca, Los presocráticos, México, El Colegio de México, 1944, 2 vols. (y del mismo autor,
Fragmentos filosóficos de los presocráticos, Caracas, Publicaciones de la Facultad de Humanidades y Educación
[Univ. Central de Venezuela], 1955; y Refranero, poemas, sentenciario de los primeros filósofos griegos, CaracasMadrid, Edime-Bravo, 1963); J. Gaos; F. Cubells, Los filósofos presocráticos, Valencia, Anales del Seminario de
Valencia, 1965; A. LLanos, Los presocráticos y sus fragmentos, Buenos Aires, Juárez, 1969; C. Eggers y V.E.
Juliá, Los filósofos presocráticos I, Madrid, Gredos, 1978; A. Bernabé, De Tales a Demócrito. Fragmentos
presocráticos, Madrid, Alianza Ed., 1988. B) Particulares: R.G. Aguirre, Heráclito de Efeso. Fragmentos, Buenos
Aires, 1956; F. Demaria, Herákleitos. Introducción, traducción y notas, Rosario, 1957; A. Fernández-Galiano,
"Conceptos de naturaleza y ley en Heráclito", AFD 5 (1957), pp. 259-321; L. Farré, Heráclito. Exposición y
fragmentos, Madrid-Buenos Aires, Aguilar, 1959; J. Brun, Héraclite ou le philosophe de l'éternel retour, Paris,
1965 (Heráclito o el filósofo del eterno retorno, trad. A.M. Aznar Menéndez, Madrid, Edaf, 1976); R. Mondolfo,
Heráclito. Textos y problemas de su interpretación, trad. O. Caletti, México-Madrid-Buenos Aires, Siglo XXI Ed.,
1966; M. Marcovic, Heráclito. Texto griego y versión castellana, Mérida, TGU, 1968; A. J. Cappelletti, Los
fragmentos de Heráclito, Caracas, Ed. Tiempo Nuevo, 1972; C. Láscaris Commeno, "Heráclito. Sobre la
naturaleza", RFCR 39 N.S. 14 (1976), pp. 31-48; A. García Calvo, op. cit.
23
El discutido fragmento B 62 (Hippol., Ref. IX, 10, 6: “Inmortales mortales, mortales inmortales, viviendo la
muerte de aquéllos, muriendo la vida de aquéllos) viene inevitablemente a la memoria al leer unos versos de Vivir
sin estar viviendo (1944-1949) de Cernuda: “vivieron muerte, sí, pero con gloria / monstruosa. Hoy la vida
morimos” (PC, p. 387). Asimismo Cernuda ponía fin a Historial de un libro con otra sentencia del efesio, B 119
(Stob., Flor. IV, 40, 23: “para un hombre su éthos es su daímon): “no es que crea no haber cometido nunca actos
indignos, sino que éstos no los cometí por lucro ni por medro. Verdad que la actitud puede parecer a algunos
tontería, y no ha dejado de parecérmelo también a mí bastantes veces. Pero ya lo dijo hace muchos siglos alguien
infinitamente sabio: "carácter es destino"”(L. Cernuda, Poesía y literatura, Barcelona, Seix Barral, 1965, p. 280).
Al responder a la pregunta "¿por qué escribe usted?", Borges aludía también a este fragmento: “Escribo porque para
mí no hay otro destino [...] Cada hombre tiene su destino, más allá de la ética; ese destino es su carácter (hace dos
mil quinientos años lo dijo Heráclito en el Asia Menor) (Latitud núm. 1, Buenos Aires, febrero de 1945;
reproducido en E. Rodríguez Monegal, Borges por él mismo, Barcelona, Laia, 1984, p. 151).
6
1
1. EL LÓGOS Y LAS OPOSICIONES:
LA ARMONÍA COMO PRODUCTO DE LOS CONTRARIOS
El último libro de Prados, Cita sin límites (1961-1962), termina con un aforismo de
Heráclito: “No me habéis oído a mí sino al Logos: pues conforme a esto, lo sabio es decir: uno
24
es todo” . Esta sentencia (se trata del fragmento B 50 [Hippol., Ref. IX 9, 1]) debe ser
interpretada como el colofón del conjunto de su obra poética. El reconocimiento de que todas
las cosas, aunque plurales en apariencia, están unidas; la búsqueda de la unidad que subyace a
los diversos fenómenos y los explica (el lógos), es una idea reiterada en la última etapa de la
poesía de Prados (a] “¡Ya es unidad el universo!”; b] “Como el agua -¿imaginas?- te reflejas /
de tu unidad y en tu unidad persistes. / La unidad está en ti”; c] “Aparecida en ti la vida, brotas. /
No tienes límites. Lo aceptas. Te abres / a la unidad total que perteneces [...] / Y hasta tu misma
aceptación no es tuya [...] / Y un solo cuerpo en ti la va formando. / Te llamas permanencia en
25
tu lenguaje / y sólo eres corriente acción: nombre de cambio” ), pero había sido ya intuida en
su juventud. Prados era consciente, en efecto, de esta afinidad con Heráclito, el filósofo que en
26
él más influyó . En un artículo publicado en 1960, dos años antes de la muerte del poeta,
afirmaba Carlos Blanco Aguinaga, su posterior editor: "Juntad el todo y lo que no es el todo, lo
coherente y lo incoherente, lo armónico y lo disonante, y veréis que del todo sale lo uno y de lo
27
uno el todo, decía Aristóteles citando a Heráclito : palabras [...] que hoy, tras mucho meditar
sobre el significado de su poesía, gusta de repetirlas Prados para explicarse en términos otros
que los suyos el milagro de esta realidad descubierta por la imagen en el fondo más oculto de la
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presencia de apariencias contradictorias" . Otro amigo y gran conocedor también de la vida y
29
obra de Prados, José Sanchis-Banús , dejó dicho en unas lecciones impartidas en su último
curso lectivo (1981-82) en la Universidad de París que "el encuentro que hace Prados en la
Residencia de estudiantes es con la filosofía [...]. Prados choca con la filosofía, con su
vehemencia acostumbrada [...]. Así, se apasiona por los presocráticos, y principalmente por
30
Heráclito, del que conservará una huella imborrable" .
24
PC, II, p. 1065.
25
Los textos pertenecen, respectivamente, a La piedra escrita (1958-1960), Signos del ser (1960-1961) y Cita
sin límites, los tres últimos libros (PC, II, pp. 761, 885 y 1036).
26
Cf. H. K. Greif, Historia de nacimientos. The Poetry of Emilio Prados, Madrid, ed. J. Porrúa, 1980, p. 34:
"Heraclitus, the first major philosophical influence on Prados, was, appropriately, the final influence. Prados'
enduring attachment to the thinking of Heraclitus is readily understandable in the light of a mutual preoccupation
with opposition and paradox".
27
DK B 10 ([Arist.], De mundo V, 396 b).
28
C. Blanco Aguinaga, "Emilio Prados. Vida y obra", RHM 26 (1960), pp. 31-32.
29
Además de preparar una antología del poeta en 1978 para Alianza Editorial, Sanchis-Banús se encargó
también de la edición para la colección Clásicos-Castalia (núm. 89) de La piedra escrita (Madrid, 1979),
seleccionando en un apéndice las notas en prosa del autor, hasta entonces inéditas, a este conjunto de poemas.
30
J. Sanchis-Banús, Seis lecciones. Emilio Prados, su vida, su obra, su mundo, Valencia, Pre-textos, 1987, pp.
42-43. Señalemos, como dato curioso, que Sanchis-Banús recordaba en estas lecciones que "en cierta ocasión me
7
1
31
En la doctrina de la armonía de los contrarios hay que distinguir, según Guthrie , tres
aspectos: a) todo es producto de los contrarios, por lo que está sujeto a una tensión interna; b)
32
los contrarios son idénticos, y c) la guerra (lucha) es la fuerza universal creadora y dominante .
1.1. De las sentencias heracliteas (B 51 y B 54) de las que se deduce la primera
afirmación puede inferirse que la unidad de las cosas depende de una equilibrada reacción entre
33
opuestos cuya conexión no se percibe a primera vista . Es por ello que, según Heráclito (B 123
[Themist., Or. V, 69b]), “la naturaleza gusta de ocultarse”. Este fragmento sirvió a Prados de
34
epígrafe para otro libro, Río natural (1950-1956) , "el lugar de su poesía donde el equilibrio y
35
su secreto se nos aparecen" . Respecto a esta cita Greif señala acertadamente que "the epigraph
escribió Prados que a él la gente de su generación siempre le llamaba el Obscuro" (p. 107), el epíteto
tradicionalmente aplicado a Heráclito.
31
Op. cit., p. 413.
32
El último enunciado, que se postula fundamentalmente en los fragmentos B 53 (Hippol, Ref. IX, 9, 4: “La
guerra es padre de todo y rey de todo, y a los unos los reveló dioses, a los otros hombres; a los unos los hizo
esclavos, a los otros libres”) y B 80 (Orig., C. Celsum IV 42: “Conviene saber que la guerra es común, y la justicia
discordia, y que todo sobreviene por discordia y necesidad”), contribuyó a la creación del tópos "concordia en
discordia", muy difundido en el Renacimiento. Estas sentencias heracliteas fueron divulgadas por humanistas como
Petrarca o Pico de la Mirándola, quien, en su discurso Sobre la dignidad del hombre [6], aludía a uno de estos
fragmentos como argumento de autoridad: “la filosofía natural apaciguará las discordias de la opinión, las
desavenencias que atormentan al alma inquieta, la dislocan y la desgarran. Y de tal manera los calmará que nos
permita recordar lo dicho por Heráclito: "la naturaleza fue engendrada por la guerra"” (en Humanismo y
Renacimiento, selección de Pedro R. Santidrián, Madrid, Alianza Editorial, 1986, p. 129). En otra ocasión, al
definir el concepto de belleza, sostenía que “la belleza no es sino una enemistad amistosa y un acorde discordante.
Por eso dijo Heráclito que la guerra y la contienda son el padre y el amo de todas las cosas” (en E. Wind, Pagan
mysteries in the Renaissance, New Haven, 1958, p. 83). En la literatura española de la época encontramos este
aforismo en el prólogo (una imitación del libro segundo de De remediis utriusque fortunae, de Petrarca) de La
Celestina: “Todas las cosas ser criadas a manera de contienda o batalla, dice aquel gran sabio Heráclito en este
modo: "Omnia secundum litem fiunt". Sentencia a mi ver digna de perpetua y recordable memoria. Y como sea
cierto que toda palabra del hombre sciente está preñada, de ésta se puede decir que de muy hinchada y llena quiere
reventar, echando de sí tan crecidos ramos y hojas, que del memor pimpollo se sacaría harto fruto entre personas
discretas [...]. Hallé esta sentencia corroborada por aquel gran orador y poeta laureado, Francisco Petrarca”
13
(Fernando de Rojas, La Celestina, ed. de Bruno Mario Damiani, Madrid, Cátedra, 1985 , p. 47). También alude a
este fragmento Pedro Mexía en el capítulo IV de la tercera parte de su Silva de varia lección: “Opinión y parescer
fue de Erácleto [...] que todas las cosas se causan y hazen por concordia y discordia dellas proprias; y que, de la paz
y enemistad dellas, proviene la generación y corrupción de todas (ed. de A. Castro Díaz, Madrid, Cátedra, 1990, II,
p. 32). Sobre esta cuestión, cf. O.H. Green, España y la tradición occidental. El espíritu castellano en la literatura
desde "el Cid" hasta Calderón, II, versión española de C. Sánchez Gil, Madrid, Gredos, 1969, pp. 64-77.
33
Cf. G.S. Kirk y J.E. Raven, The presocratic philosophers, Cambridge, 1966.- Los filósofos presocráticos,
versión española de J. García Fernández, Madrid, Gredos, 1974, pp. 273-275.
34
PC, II, p. 386.
35
María Zambrano, "Pensamiento y poesía en Emilio Prados", prólogo a E. Prados, Circuncisión del sueño,
Valencia, Pre-textos, 1981, p. 7.
8
1
to Río natural, ‘A la naturaleza le agrada ocultarse’, cited from Heraclitus, points directly to the
figure of the snail and, in accordance with the thought of Prados, it refers as well to the figure of
36
man, for ‘El hombre es la Naturaleza: se ve a sí mismo en ella’" .
Reminiscencias de este fragmento, con el que iniciaba Dalí su original prosa titulada
37
Sant Sebastià , se encuentran también en Cernuda:
Recoge el alma, y mira;
Pocos miran el mundo.
La realidad por nadie
38
Vista, paciente espera .
1.2. Uno de los aspectos más conocidos de la doctrina heraclitea de la armonía de los
contrarios es el de la identidad de los opuestos, idea que hay que poner en relación con el modo
de pensamiento (dominante en el período griego arcaico) que se ha dado en llamar "polar",
39
según el cual las cualidades sólo se perciben unidas a sus contrarios . Las distintas relaciones
de conexión entre opuestos que encontramos en los fragmentos de Heráclito fueron clasificadas
por Kirk en dos tipos principales: opuestos inherentes a un solo sujeto o que son producidos
simultáneamente por él y opuestos que están enlazados de un modo esencial al ser estadios
40
diferentes de un mismo continuum .
a) Ejemplo de los primeros son los opuestos que son idénticos porque son sólo
aspectos diferentes de la misma cosa. El fragmento B 60 (Hippol., Ref. IX 10, 4) lo
expresa bien: “el camino arriba y abajo es uno y el mismo”.
En la última estrofa de "El amante divaga", composición de la serie Con las horas
contadas (1950-1956), Cernuda reproduce este fragmento:
Infierno y paraíso
Los creamos aquí, con nuestros actos
36
Op. cit., pp. 183-184.
37
«Heràclit, en un fragment recollit per Temisti, ens diu que a la naturalesa li plau d'amagar-se». El texto fue
publicado en L'Amic de les Arts, Sitges, nº 16 (31 de julio de 1927), pp. 52-54. Al año siguiente apareció la
traducción al castellano en el núm. 1 de la revista granadina Gallo (febrero, 1928, pp. 9-12; hay edición facsímil:
Granada, Comares, 1988). En su biografía de Lorca (Federico García Lorca, 1. De Fuente Vaqueros a Nueva York,
Barcelona-Buenos Aires-México, Grijalbo, 1985), Gibson ofrece su propia versión castellana (pp. 494-499:
“Heráclito, en un fragmento recogido por Temistio, nos dice que a la naturaleza le gusta esconderse” [p. 494]) y
reproduce en apéndice el original en catalán (pp. 612-617).
38
"El nombre", Vivir sin estar viviendo (PC, p. 361).
39
Cf. Guthrie, op. cit., p. 420, siguiendo a H. Fränkel, Dichtung und Philosophie des frühen Griechentums,
München, 1962 (Poesía y Filosofía de la Grecia Arcaica, trad. de R. Sánchez Ortiz de Urbina, Madrid, Visor,
1993, p. 65 y p. 350: "En la filosofía de Heráclito encuentra su culminación y su expresión teórica más perfecta la
concepción polarizada que domina la época arcaica").
40
Op. cit., p. 270.
9
1
Donde el amor y el odio brotan juntos,
Animando el vivir. Y yo no quiero
Vida en la cual ya tú no tengas parte:
Olvido de ti, sí, mas no ignorancia tuya.
El camino que sube
Y el camino que baja
Uno y el mismo son; y mi deseo
Es que al fin de uno y de otro,
Con odio o con amor, con olvido o memoria,
41
Tu existir esté allí, mi infierno y paraíso .
Las razones de la inclusión de la cita han sido bien explicadas por Almodóvar y
Márquez: "la imagen del camino parece especialmente adecuada como referencia a la vida [...];
pero no hay que olvidar que la subida y la bajada se asocian al paraíso y al infierno, y que
Cernuda los presenta como dos facetas inseparables del amor; la identidad del camino que sube
42
y que baja reproduce la imposibilidad para el amante de separar el placer y el sufrimiento" .
Hay también reminiscencias de este fragmento en algunos poemas de Prados, cuyo gusto
por la paradoja es bien conocido:
¿Arriba? ¿Abajo? ¿En quién la orilla?
(En lo intangible la unidad es vida)
...
Ir y volver es solo un movimiento
aparente en tu estar siempre constante.
...
Hacia adelante o hacia atrás
43
-opuesto y uno en dos caminos- .
b) El segundo tipo de conexión entre contrarios se da en pares de opuestos como vida /
muerte, vigilia / sueño, juventud / vejez, día / noche, cuyo aparente antagonismo
deja de serlo si se advierte que forman parte de un único proceso invariable. El
fragmento que mejor ejemplifica esta relación es B 88 (Plut., Consol. Apoll. 10, 106
e: “Lo mismo es viviente y muerto, y lo despierto y lo durmiente, y joven y viejo;
pues esto, al cambiar, es aquello, y aquello a su vez, al cambiar, es esto”); pero
41
PC, pp. 452-453. En la Noche oscura del alma (II, 18) San Juan de la Cruz expresa una paradoja similar a la
de Heráclito, aunque con una finalidad bien distinta: “las comunicaciones que verdaderamente son de Dios esta
propiedad tienen, que de una vez humillan y levantan al alma; porque en este camino el bajar es subir, y el subir es
bajar, que aquí el que se humilla es ensalzado, y el que se ensalza es humillado” (en Escritores del siglo XVI, I,
Madrid, Rivadeneira [BAE 27], 1948, pp. 134-135).
42
Art. cit., p. 49.
43
PC II, pp. 759, 900 y 956 respectivamente.
10
1
también han de interpretarse en este sentido B 57 (Hippol., Ref. IX 10, 2: “Maestro
de los más es Hesíodo: creen que sabía muchas cosas; él, que no conocía día y
noche, pues son una sola cosa) y B 126.
En los poetas que estamos considerando son numerosos los poemas que se estructuran
según estas o similares parejas antitéticas, sobre todo en Unamuno, quien se sirve
frecuentemente del recurso a las contraposiciones conceptuales y terminológicas. De su gusto
por la paradoja puede servir de ejemplo la última estrofa de una composición de las Poesías
sueltas que lleva por título "Todo es uno y lo mismo":
Desengaño, esperanza,
muerte, recuerdo, olvido,
vida, amargor, dulzura...
44
todo es uno y lo mismo .
La unidad de los opuestos es también un tema que se repite en la obra de Prados,
especialmente en Jardín cerrado, libro al que pertenecen los siguientes versos:
Como la noche, el día.
Luz, igual que tú sombra.
Fin, comienzo del alma.
Principio igual que término.
Vida: cuerpo en la muerte...
45
Muerte, igual, porque es vida .
2. EL FLUJO UNIVERSAL: LA IMAGEN DEL RÍO
El discutido tema del río como imagen o parábola de la doctrina heraclitea de un flujo
universal, esto es, del continuo movimiento y cambio de la totalidad del mundo sensible, del
devenir, aparece, en la edición de Diels-Kranz, en tres fragmentos distintos, probablemente los
más conocidos del pensador de Efeso:
a) B 12 (Arius Did., ap. Eus. PE XV 20, 2): “A los que entran en los mismos ríos otras y
otras aguas les fluyen encima”.
b) B 49a (Heracl. Hom., Quaest. Hom. 24): “En los mismos ríos entramos y no
entramos, estamos y no estamos”.
c) B 91 (Plut., De E 18, 392 a): “No es posible entrar dos veces en el mismo río”.
44
PC IV, p. 38.
45
PC II, pp. 100-101. Repárese en que el verso “principio igual que término” nos obliga a pensar en otro
fragmento de Heráclito (B 103): “Es, pues, coincidente principio y fin en el contorno de un círculo”. Sabemos que
Prados meditó con detenimiento sobre esta sentencia; son esclarecedoras al respecto algunas de las notas en prosa a
La piedra escrita, en especial la siguiente: “Círculo, corte de la esfera del Universo: la Unidad. ("En la periferia del
círculo, principio y fin son una misma cosa", Heráclito)” (en La piedra escrita, ed. de J. Sanchis-Banús, pp. 187188).
11
1
Estas famosas sentencias constituyeron el motivo para el desarrollo de un lugar común
heracliteo centrado en el pánta rheî o continuo fluir. En épocas posteriores la afirmación de la
doctrina del flujo se convirtió casi en canónica. Entre las autoridades antiguas la proposición
46
aparece sólo en el comentario de Simplicio a la Física aristotélica , pero disponemos también
47
de testimonios anteriores que nos proporcionan fórmulas similares .
No faltan quienes creen que ciertas alusiones humorísticas a la afirmación de que todas
las cosas fluyen como los ríos pudieron dar origen, en parte, a la calificación, corriente en la
antigüedad tardía, de Heráclito como el filósofo llorón, pero es poco probable que este juicio
trivial, que unió su nombre al de Demócrito y conformó el tópico de Heraclitus flens,
Democritus ridens, fuera construido sobre los indicios que ofrecen los fragmentos de
48
Heráclito . En cualquier caso, se trata, como veremos, de un tópos que gozó de notable fortuna
49
y acogida en la literatura europea de los siglos XVI y XVII .
En un pasaje de Concierto en "mi" menor Gil-Albert se refiere en términos concisos al
pánta rheî y al tópico del filósofo llorón como derivaciones de los fragmentos del río: “Y
encontró la manera plástica de enunciar lo que veía con su famosa imagen de que el hombre se
baña y no se baña a un tiempo en el mismo río, porque al tratar de sumergirnos por segunda vez,
y aun estando bañándonos por primera vez, el río ya no es el mismo río, y las aguas no son las
mismas aguas. Aquel río en el que iniciamos nuestra sumersión no es ya: pasó; y aquellas aguas
han dejado de ser las que eran: fueron. Y de la profunda nostalgia con que tal descubrimiento
tiñó la cepa del espíritu heracliano, surgió, como el vaho del agua misma, su divisa escolar:
nada nace ni nada muere, todo se transforma. Y Heráclito, según se cuenta, lloraba como si se
50
hubiera asomado a una verdad que, si por verdad consuela, por verdad, también, aflige” .
46
In Phys. 1313, 8: “Los filósofos de la naturaleza que siguen a Heráclito, atendiendo a la perpetua corriente de
los procesos y a que están llegando a ser y dejando de ser todas las cosas corporales [...], es comprensible que
dijeran que siempre todo está fluyendo (aeì pánta rheî) y que en el mismo río no puedes entrar dos veces”.
47
De caelo 298 b: pánta gígnesthai kaì rheîn; Plat., Crat. 402 a: “dice en alguna parte Heráclito que todo se
mueve (pánta choreî) y nada permanece y, comparando los seres a la corriente de un río, dice que dos veces en el
mismo río no puedes entrar”.
48
Cf. Kirk y Raven (op. cit., p. 261), quienes traen a colación el siguiente pasaje del Cratilo platónico: “quienes
creen en el flujo son como gentes con catarro” (440 c).
49
El tópos está documentado en la literatura antigua a partir del siglo I d.C.: Soción, Perì orgês, ap. Stob., III,
20, 53 (= 68 DK, A 21) ; Sen., De Tranqu. XV, 2, De ira II, 10, 5; Iuu., Sat. X, 30; Luc., Vit. Auct. 13-14 (= 22 DK,
C 5), Peregr. 7; Sacr., 15; Anth. Gr. II, 356, IX, 142; Sidon. Apoll., Epist. IX, 9, 14, Carm. II, 171 (cf. D. Arnould,
Le rire et les larmes dans la littérature grecque d'Homère à Platon, Paris, 1990, pp. 259-260). Contamos también
con algunas representaciones artísticas de los dos filósofos que se atienen a la fórmula tradicional: cf., por ejemplo,
“Heráclito y Demócrito”, de Donato Bramante (Pinacoteca de Brera) o, de la escuela de Holbein, “Demócrito y
Heráclito” (1527) [Londres, British Library].
50
OCP, II, p. 112. El tema reaparece en otros escritos de Gil-Albert, como en “Azorín o la intravagancia”,
aplicado aquí también a Nietzshe: “Heráclito había dicho, también desesperadamente, no nos bañamos nunca en el
mismo río, y Nietzsche, como un rival, le replica: pero esa vez que nos bañamos perdura y retorna, incansablemente,
a perpetuidad. Y, a pesar del descubrimiento, Nietzsche, como Heráclito en su día, lloraba” (OCP, XII, p. 134).
12
1
2.1. Los fragmentos.
Desde un punto de vista formal observamos un doble uso de estas sentencias: a veces los
fragmentos son parafraseados o citados de modo literal o casi literal para reinterpretar o invertir
su significado; en otras ocasiones la imagen del río se emplea como metáfora o símbolo del
tiempo que transcurre, uno de los temas preferidos por casi todos los poetas que tratamos.
a) Reinterpretaciones de los fragmentos.
"La elegía eterna" de Unamuno nos proporciona un ejemplo de cita casi literal:
¿Vida? La vida es un morir continuo,
es como el río
en que unas mismas aguas
jamás se asientan
y es siempre el mismo.
En el cristal de las fluyentes linfas
se retratan los álamos del margen
que en ellas tiemblan,
y ni un momento a la temblona imagen
51
la misma agua sustenta .
Que en estos versos se alude a B 91 lo declara el propio Unamuno de manera explícita
en un pasaje en prosa: “No bañas dos veces tu pie en las mismas aguas al entrarlo en un río, dijo
Heráclito, y en esas aguas sin embargo, siempre distintas y la misma agua siempre, en esas
52
aguas se reflejan temblorosos los álamos marginales, fijos en que nacieron” . El empleo de la
metáfora del río para oponerlo, como símbolo de lo mudable, a la idea de quietud, representada
53
aquí por la imagen de los árboles que permanecen fijos en la orilla , es frecuente en la poesía
54
de este siglo .
51
PC, I, p. 162.
52
OC, III, p. 517.
53
Esta misma oposición (ahora río / montaña) es también el motivo de otro poema del Cancionero: “En el río se
mira la montaña / sintiéndose vivir, / en las aguas su espíritu se baña / sintiéndose sentir. / Lo que queda se mira en
lo que huye, / el alma que se va; / vive y siente tan sólo lo que fluye, / lo que no volverá (nº 273; PC, III, p. 206).
Otro símbolo de la quietud, de lo no cambiante, es el mar: “eres tú lo eterno, / lo que no cambia, / tú que en tu lecho
sin cesar te agitas, / quieto mar errante” (PC, IV, p. 114). Frente a la fluvialidad del ser heraclitea, el mar representa
lo estático (Parménides), como bien se deduce de los siguientes versos: “¡Oh mar, Parménides inmenso, / [...] que es
todo uno y lo mismo nos enseñas, / como a Platón!” (PC, IV, p. 118).
54
Sirvan de ejemplo estos versos de Homenajes e in promptus de Gil-Albert: “mirando el agua / fugitiva en que
el cielo se refleja, / fijo en lo alto” ("La ambición", OPC II, p. 339).
13
1
La imagen del río, que sirve también aquí a Unamuno para ilustrar la coincidencia de
identidad y cambio a partir de la conexión entre los opuestos vida / muerte, la encontramos con
una finalidad similar en Cernuda:
Irías, y verías
Todo igual, cambiando todo,
Así como tú eres
El mismo y otro. ¿Un río
A cada instante
55
No es él y diferente? .
En esta composición de Vivir sin estar viviendo parece claro que el poeta sevillano hizo
56
de la segunda coordinación de B 49a una interpretación existencial (somos y no somos) . Desde
un punto de vista filológico, hay razones suficientes para rechazar tal interpretación, como bien
57
han argumentado, entre otros, Mondolfo y García Calvo . No obstante, ambos estudiosos
reconocen que, en cualquier caso, la interpretación existencial está implícita en el fragmento,
pues si, para el primero, "puede ser que Heráclito pensara también que nosotros cambiamos
58
continuamente" , para el segundo "bien claro está que en la formulación se implica también
que aquello que directamente se dice de los ríos se deba entender igualmente de cada uno de
nosotros, que al mismo tiempo que no idéntico, al venir varias veces al río o al estar en él
59
metido un rato, al mismo tiempo es idéntico consigo mismo" . Y es que de la metáfora puede
deducirse una imagen del equilibrio de los elementos constitutivos del mundo según la cual
cada ser, individualmente, es como un río: “soy un río quieto cuyas aguas discurren” -escribe
60
Gil-Albert .
55
PC, p. 400.
56
Así también J. Almodóvar y M. Á. Márquez, art. cit., pp. 47-48, quienes reproducen la traducción de C.
Eggers, op. cit., p. 328 (nº 584): “En los mismos ríos nos bañamos y no nos bañamos, tanto somos como no somos”.
57
Cf. R. Mondolfo, op. cit., p. 172: "el motivo esencial para rechazar la interpretación existencial en B 49a es
que ella destruye la unidad de la sentencia, cortando el vínculo entre nosotros y los ríos, firmemente establecido con
la expresión ‘entramos y no entramos’, que debe ser mantenido con la expresión ‘estamos y no estamos’.
Manteniendo, como se debe, la unidad de la sentencia, su significado es, por lo tanto, que en relación con el flujo
nuestra situación es tal que puede expresarse con igual derecho tanto con una afirmación como con una negación".
En términos semejantes se expresa García Calvo al reconocer que "la doble ejemplificación, con un Verbo de
movimiento y otro de estancia, resulta a más no poder oportuna para la fórmula: pues bien conviene que la no
identidad y la identidad del río se pongan a prueba bajo esos dos modos: que no es el mismo, y lo es al par, el río al
que (dos veces, por ejemplo) bajamos o entramos; y que no es el mismo, y a la par lo es, éste en el que (durante un
rato) estamos metidos. Y no es, ciertamente, posible, para el griego de Heráclito, pensar que el eîmen te kaì ouk
eîmen tenga el sentido de 'somos y no somos', ya que este uso absoluto de la Cópula [...] es cosa que sólo se
desarrolla en el dialecto filosófico [...] y no puede por tanto aparecer en un discurso prefilosófico como es el de
lógos en Heráclito" (op. cit., p. 189).
58
Op. cit., p. 171.
59
Op. cit., p. 189.
60
OCP, XII, p. 345. Así lo había entendido Séneca, quien también nos transmite los dos términos de la
14
1
De ahí que tal idea pueda inferirse a su vez de B 91, como hizo notar Borges en uno de
sus más lúcidos y conocidos ensayos, Nueva refutación del tiempo: “Cada vez que recuerdo el
fragmento 91 de Heráclito: "No bajarás dos veces al mismo río", admiro su destreza dialéctica,
pues la facilidad con que aceptamos el primer sentido ("El río es otro") nos impone
61
clandestinamente el segundo ('Soy otro`) y nos concede la ilusión de haberlo inventado” . De
esta confesada admiración por el pensador de Éfeso son buena prueba los dos poemas,
pertenecientes a Elogio de la sombra (1969) y La moneda de hierro (1976), a los que
significativamente dio por título "Heráclito". El motivo central de ambos es el tiempo y su
metáfora, el río. En el segundo, que incluye una cita literal de B 91, hay una identificación de
Heráclito con el mismo Borges:
5
10
Heráclito camina por la tarde
de Efeso. La tarde lo ha dejado,
sin que su voluntad lo decidiera,
en la margen de un río silencioso
cuyo destino y cuyo nombre ignora.
Hay un Jano de piedra y unos álamos.
Se mira en el espejo fugitivo
y descubre y trabaja la sentencia
que las generaciones de los hombres
no dejarán caer. Su voz declara:
Nadie baja dos veces a las aguas
del mismo río. Se detiene. Siente
con el asombro de un horror sagrado
que él también es un río y una fuga.
contradicción (“entramos y no entramos”): “Ninguno de nosotros es el mismo en la vejez que fue de joven; ninguno
de nosotros es el mismo a la mañana que fue a la víspera. Nuestros cuerpos van arrebatados a modo de ríos. Cuanto
ves, corre con el tiempo; nada de las cosas que vemos permanece; yo mismo, mientras hablo de que cambian esas
cosas, he cambiado. Esto es lo que dice Heráclito: "En un mismo río dos veces entramos y no entramos".
Permanece, en efecto, el mismo el nombre del río; el agua ha pasado” (Ep. 58.22-23). Nos parece conveniente
señalar que en algunos textos de Borges hay curiosas coincidencias con el corpora nostra rapiuntur fluminum more
de Séneca: al final de "Nueva refutación del tiempo", tras citar una parte del pasaje de Plutarco (De E 18: “El
hombre de ayer ha muerto en el de hoy, el de hoy muere en el de mañana”) en que éste nos transmite el fragmento B
91 de Heráclito, leemos: “El tiempo es la sustancia de que estoy hecho. El tiempo es un río que me arrebata, pero yo
soy el río” (OC, II, p. 149), idea que reaparece, expresada en términos casi idénticos, en los versos finales del
poema titulado "Heráclito" de Elogio de la sombra: “El río me arrebata y soy ese río. / De una materia deleznable
fui hecho, de misterioso tiempo” (OC, II, p. 357): anulada la representación del mundo exterior, "la conciencia sólo
percibe su propio fluir en el tiempo. El tiempo está en el interior del poeta, que se identifica con él" (cf. J. L. Girón
Alconchel, "A. Machado y J. L. Borges: imagen paterna, temporalidad y otras coincidencias", SPhS 5 (1981), p.
145). Esta es también la interpretación que le daba Baroja: “Es indudable que la sentencia del pensador sobre el
hombre y el río es exacta; el río se transforma y cambia; su cauce varía; el agua que corre no es la misma que hace
un momento; el hombre, por su parte, tiene también su metabolismo, su movimiento de integración y desintegración
con relación al cosmos, lo que hace que a cada instante sea distinto y nuevo” (OC, VII, p. 1004).
61
OC, II, p. 141.
15
1
15
20
25
Quiere recuperar esa mañana
y su noche y la víspera. No puede.
Repite la sentencia. La ve impresa
en futuros y claros caracteres
en una de las páginas de Burnet.
Heráclito no sabe griego. Jano,
dios de las puertas, es un dios latino.
Heráclito no tiene ayer ni ahora.
Es un mero artificio que ha soñado
un hombre gris a orillas del Red Cedar,
un hombre que entreteje endecasílabos
para no pensar tanto en Buenos Aires
62
y en los rostros queridos. Uno falta .
En estos versos se puede observar una patente correspondencia entre el contenido y su
expresión poética. En este sentido, el poema ejemplifica el tema desarrollado en su propia
forma: tiene dos caras. A Jano, el dios de doble faz, se le representa con dos rostros opuestos
desde las más antiguas monedas romanas. Su figura recuerda las dos caras de una puerta (lat.
ianua); Jano era el dios de las puertas, y Carna (o Crane o Cardea), su compañera, la diosa de
los goznes. Pues bien, si nuestra interpretación es correcta, el poema, compuesto por veintisiete
endecasílabos, tiene dos partes, de trece versos cada una (1-13 y 15-27), dos rostros opuestos
(Heráclito-Borges), o, si se prefiere, las dos caras de una puerta, cuyo gozne es el verso catorce.
Esta lectura parece estar confirmada por las significativas correspondencias que se dan entre
ambas partes (caras):
A (vv. 1-13: HERÁCLITO)
-Heráclito (v. 1)
B (vv. 15-27: BORGES)
⇔
-un hombre gris (v. 24) que no sabe griego
(v. 20)
-Éfeso (v. 2)
⇔ -Buenos Aires (v. 26)
-un río silencioso (v. 4)
⇔ -a orillas del Red Cedar (v. 24)
-un Jano de piedra (v. 6)
⇔ -Jano, dios de las puertas (vv. 20-21)
-trabaja la sentencia (v. 8) ⇔ -entreteje endecasílabos (v. 25)
-su voz declara (vv. 10-12) ⇔ -repite la sentencia (vv. 17-19)
Habida cuenta de que el río, como metáfora del tiempo, es aplicable a cualquier ser
(“Somos el tiempo. Somos la famosa / parábola de Heráclito el Oscuro [...] / Somos el río y
63
somos aquel griego / que se mira en el río” ), el verso catorce (“que él también es un río y una
fuga”) sirve igualmente para Heráclito y para Borges.
Este mismo fragmento lo retoma en el "Poema del cuarto elemento" para invertir su
62
OC, III, p. 156.
63
OC, III, p. 463.
16
1
significado:
Y el tiempo irreversible que nos hiere y que huye,
Agua, no es otra cosa que una de tus metáforas.
[...]
Los lenguajes del hombre te agregan maravillas
Y tu fuga se llama el Éufrates o el Ganges.
(Afirman que es sagrada el agua del postrero,
Pero como los mares urden oscuros canjes
Y el planeta es poroso, también es verdadero
64
Afirmar que todo hombre se ha bañado en el Ganges) .
La imagen heraclitea permanece, pero Borges llega paradójicamente a la conclusión
opuesta: como la variedad río no es sino parte de la especie, todos nos bañamos en la misma
65
agua, en cualquier río .
Los fragmentos del río fueron también objeto de especial atención por parte de Emilio
Prados. En una extensa nota titulada "Sobre los símbolos" el poeta malagueño parafrasea B 49a
para definir su concepción del símbolo: “No solamente es el hombre el heredero de los
símbolos. Los símbolos se heredan a sí mismos. Al tener el hombre conciencia de ello, podría
decir como Heráclito: "En los mismos símbolos nos bañamos y nunca nos bañamos en los
mismos símbolos". ¿Qué otra cosa sino un símbolo era aquel inquietante, interminable río, sus
66
huidizas aguas y la inmersión del hombre en ellas?” .
Las referencias a los fragmentos tienen otras veces una finalidad irónico-humorística. La
peculiar ironía que caracteriza buena parte de la obra de Ángel González la encontramos en las
"Glosas a Heráclito", un poema de la sección "Poesías sin sentido" del libro Muestra, corregida
y aumentada, de algunos procedimientos narrativos y de las actitudes sentimentales que
habitualmente comportan (1978). El uso que hace aquí González del fragmento 91 responde a
lo que el propio autor ha definido como su "tendencia al juego y a derivar la ironía hacia un
humor que no rehúye el chiste, la frivolización de algunos motivos y el gusto por lo paródico".
Pero es justo precisar, como él mismo reconoce, que "lo paródico suele arrancar en mí de algo
positivo: el amor por lo parodiado" y que "en alguna ocasión el chiste ha sido una forma de
67
liberarme de sentimientos que no podría expresar de otra manera, sin incurrir en lo patético" .
Estas características creemos que se cumplen en el poema que nos ocupa, si bien en los últimos
64
OC, II, p. 247. El motivo se encuentra también en el poema "La dicha", de La cifra: “el que desciende a un río
desciende al Ganges” (OC, III, p. 308).
65
Cf. E. Rodríguez-Monegal, "Symbols in Borges' Work", Modern Fiction Studies 19 (1973), pp. 326-327; id.,
Borges por él mismo, p. 99.
66
E. Prados, La piedra escrita, ed. de J. Sanchis-Banús, pp. 167-168.
67
Introducción a Poemas, pp. 22-23.
17
1
versos la alusión irónica al motivo heracliteo del pánta rheî se convierte en duro sarcasmo:
1
Nadie se baña dos veces en el mismo río.
Excepto los muy pobres.
2
Los más dialécticos, los multimillonarios:
nunca se bañan dos veces en el mismo
traje de baño.
3
(Traducción al chino.)
Nadie se mete dos veces en el mismo lío.
(Excepto los marxistas-leninistas.)
(Interpretación del pesimista.)
Nada es lo mismo, nada
permanece.
Menos
la Historia y la morcilla de mi tierra:
68
se hacen las dos con sangre, se repiten .
b) El río como metáfora del tiempo.
En uno de los ensayos que componen Otras inquisiciones escribe Borges: “quizá la
69
historia universal es la historia de unas cuantas metáforas” . No cabe duda de que, entre esas
metáforas, ocuparía un destacado lugar, si atendemos a su pervivencia en las literaturas
occidentales, el río de Heráclito, uno de esos miradores eternos de los que, como al principio
recordábamos, hablaba A. Machado, quien, en otro pasaje de Juan de Mairena, intentando de
nuevo conciliar poesía y filosofía, había mencionado algunas de esas posibles imágenes (y
precisamente el río heracliteo figura en primer lugar) al afirmar que “el escepticismo de los
poetas puede servir de estímulo a los filósofos. Los poetas, en cambio, pueden aprender de los
filósofos el arte de las grandes metáforas, de esas imágenes útiles por su valor didáctico e
inmortales por su valor poético. Ejemplos: el río de Heráclito, la esfera de Parménides, la lira de
68
Poemas, pp. 172-173. El recurso a este fragmento con fines irónico-sarcásticos no es raro. En un artículo
periodístico de 1994, con motivo de la falta de agua en ciertas zonas de España, escribió Francisco Umbral:
“Heráclito nos ha visitado este verano, recordándonos una vez más que todo se lee en el agua y el fuego. Pero,
contra la opinión de Heráclito, el español se baña dos veces, y doscientas, en el mismo río, que no corre” (El
Mundo, 25 de Julio de 1994).
69
"La esfera de Pascal" (OC, II, p.14).
18
1
70
Pitágoras, la caverna de Platón, la paloma de Kant, etc” .
Conocida es la importancia de las notas preliminares y del propio título para la
comprensión del sentido de una obra. De clara resonancia heraclitea es el título de un libro de
Gil-Albert, El existir medita su corriente (1949), que aparece luego como posible englobante de
71
toda su obra . Lo mismo cabe decir de Río natural, de Emilio Prados, que evoca
necesariamente el principio heracliteo del continuo e incesante tránsito, lo que viene a coincidir
con el concepto del poeta malagueño de nacimiento constante. Recordemos que, además, este
72
conjunto de poemas se inicia con una cita de Heráclito, el fragmento B 123 .
El recurso a la imagen del río para la expresión del paso del tiempo se encuentra
repetidas veces en estos poetas. Unamuno se sirve de ella en Rosario de sonetos líricos (1911)
73
para expresar, de forma paradójica, la dirección del tiempo :
Nocturno el río de las horas fluye
desde su manantial, que es el mañana
eterno.
Establecida la identificación tiempo-río, el poeta atiende no a su fluir, sino a su
nacimiento, situándolo en el futuro e invirtiendo así la opinión común de la dirección del tiempo
74
como bien anotó Borges . Es precisamente Borges, en cuya obra el río como símbolo del
tiempo es una constante, quien más insiste en la procedencia heraclitea de la imagen:
“inevitablemente, el río hizo que yo pensara en el tiempo. La milenaria imagen de Heráclito” 75
leemos en El libro de arena . De los numerosos ejemplos que de esta identificación hay en su
70
II, p. 1995.
71
En "El vivo exponente de la nada", Calle del aire 1 (1977), p. 19: “el proceloso desfilar del mundo que se
significa en otro de mis títulos transitorios, El existir medita su corriente, y que muy bien podría ser un día el que
cobijase mi obra completa”.
72
“´A la naturaleza le agrada ocultarse`”. Heráclito” (PC II, p. 386). Otro ejemplo es el epígrafe con el que
Rafael Sánchez Ferlosio inicia El Jarama, una cita de Leonardo da Vinci parafraseando a Heráclito: “El agua que
tocamos en los ríos es la postrera de las que se fueron y la primera de las que vendrán; así el día presente” (R.
Sánchez Ferlosio, El Jarama, Barcelona, Círculo de Lectores, 1987, p. 6).
73
Nº LXXXVIII (PC, I, p. 313).
74
En Historia de la eternidad: “Una de esas oscuridades [inherentes al tiempo], no la más ardua pero no la
menos hermosa, es la que nos impide precisar la dirección del tiempo. Que fluye del pasado hacia el porvenir es la
creencia común, pero no es más ilógica la contraria, la fijada en verso español por Miguel de Unamuno” (OC, I, p.
353).
75
OC, III, p. 11. Y en uno de los textos que componen Atlas: “El poeta declara la amistad del hombre y de la
piedra; yo quiero referirme a otra amistad más esencial y más misteriosa, a la amistad del hombre y del agua. Más
esencial, porque estamos hechos, no de carne y hueso, sino de tiempo, de fugacidad, cuya metáfora inmediata es el
agua. Ya Heráclito lo dijo” (OC, III, p. 436).
19
1
76
obra nos parecen especialmente significativos los versos del "Arte poética" :
Mirar el río hecho de tiempo y agua
Y recordar que el tiempo es otro río,
Saber que nos perdemos como el río
Y que los rostros pasan como el agua.
...
...
Ver en la muerte el sueño, en el ocaso
Un triste oro, tal es la poesía
Que es inmortal y pobre. La poesía
Vuelve como la aurora y el ocaso.
...
...
También es como el río interminable
Que pasa y queda y es cristal de un mismo
Heráclito inconstante, que es el mismo
Y es otro, como el río interminable.
El tiempo es sucesión y eternidad, fluir y permanencia, y la poesía se identifica con el
tiempo, con el río y, como éste, es siempre la misma y diferente. La forma de este poema, que
77
ha sido definido como el "arquetípico del encuentro de la creación lírica y la metafísica" ,
pretende reproducir la concepción cíclica del tiempo: obsérvese cómo la última estrofa vuelve al
motivo inicial del río y cierra el sentido circular del poema.
2.2. Pánta rheî
Son también frecuentes en estos autores las alusiones al lugar común del pánta rheî o
78
continuo fluir. De manera explícita se encuentra en Machado :
¡Oh, tarde viva y quieta
que opuso al panta rhei su nada corre...!
Pero el consabido tópico está asociado a este poeta porque origina su no menos conocida
reformulación del mismo: “todo pasa y todo queda” (nº XLIV de la sección "Poverbios y
cantares" de Campos de Castilla).
76
OC, II, p. 221. También a El hacedor pertenece "El reloj de arena", en el que reaparece la imagen: “Está bien
que se mida con la dura / sombra que una columna en el estío / arroja o con el agua de aquel río / en que Heráclito
vio nuestra locura / el tiempo, ya que al tiempo y al destino / se parecen los dos: la imponderable / sombra diurna y
el curso irrevocable / del agua que prosigue su camino” (OC, II, p. 189).
77
Z. Gertel, Borges y su retorno a la poesía, Univ. of Iowa-Las Americas P.C., 1968, p. 138.
78
Poesías Completas, p. 729.
20
1
La reformulación de Machado aparece también en un soneto de Unamuno, fechado en
79
1927, perteneciente al Romancero del destierro :
Y pasan días sin que pase nada
y todo queda pues que pasa todo
que el paso es queda de distinto modo
y el ayer va al mañana, que es su rada.
Pero las variantes de Unamuno sobre este tema se repiten, sobre todo en una serie de
breves composiciones de 1929 que formaron parte del Cancionero: “que todo pasa / y nada
queda, / se alza la casa / sobre la rueda” (nº 1153); “todo pasa; todo queda: / calza la rueda a tu
casa; / todo queda; todo pasa: / monta tu casa en la rueda” (nº 1197); “no pasa si no lo que
ocurre, / ni queda si no lo que pasa; / que nada ocurre y nos rebasa, / pasa y queda, y el alma
80
aburre” (nº 1281) .
81
2.3. Heraclitus flens, Democritus ridens
82
83
Numerosas alusiones literarias y representaciones pictóricas contribuyeron a
propagar en los siglos XVI y XVII esta curiosa leyenda que forma parte de una larga tradición
84
humanística, iniciada con Petrarca . Para el origen del tópico se han propuesto diversas
79
PC, II, p. 400.
80
PC, III, pp. 527, 540 y 567.
81
Para la historia de este tópico, cf. C.E. Lutz, "Democritus and Heraclitus", CJ 49 (1954), pp. 309-314; W.
Trillitzsch, "Heraklit -der ‘weinende’ Philosoph", WZLeipzig 11 (1962), pp. 573-575; A. Buck, "Democritus ridens
et Heraclitus flens", en Wort und Text. Festschrift für F. Schalk, Frankfurt, 1963, pp. 167-186; V. Bécares,
"Heráclito lloraba y Demócrito reía: fortuna literaria y orígenes de un tópico antiguo", SPhS 5 (1981), pp. 37-49.
82
Como muestra de la acogida del tópico en la literatura española de los siglos de oro, Bécares recoge, sin
pretensión de exhaustividad, ejemplos tomados de las obras de P. Mexía, B. L. de Argensola, S. de Covarrubias, F.
de Quevedo (Migajas sentenciosas), Saavedra Fajardo y Gracián (art. cit., pp. 37-40). Añadimos dos ejemplos más:
de la serie de poemas satíricos y burlescos de Quevedo, el soneto que comienza ¿Qué te ries, filósofo cornudo? /
¿Qué sollozas, filósofo anegado? (F. de Quevedo, Obra poética, II, ed. de J. M. Blecua, Madrid, Castalia, 1970, nº
545); de J. de Tassis, conde de Villamediana, un soneto en el que se invierten los papeles tradicionalmente
asignados a los personajes: “ría Heráclito, ría enhorabuena; / Demócrito de celo y llanto ahorre” (J. de Tassis,
Poesía impresa completa, ed. de J. F. Ruiz Casanova, Madrid, Cátedra, 1990, nº 287).
83
Lutz (art. cit., p. 313) menciona obras de Jordaens y Rembrandt. Bécares se refiere a la de Bramante , ya citada
(pinacoteca Brera de Milán) a la que pudo aludir B. L. Argensola en un soneto titulado "A un cuadro en que estaban
retratados Heráclito y Demócrito" (art. cit., p. 38). Pero son muchas las representaciones de este tema, siendo quizá
la de Rubens (Museo del Prado) la más famosa (cf. E. Wind, "El Demócrito cristiano", en La elocuencia de los
símbolos. Estudios sobre arte humanista, versión española de L. Millán, Madrid, Alianza Ed., 1993, pp. 133-135).
Para un catálogo histórico de estas representaciones, cf. W. Weisbach, "Der sogenannte Geograph von Velazquez
und die Darstellungen des Demokrit und Heraclit", Jahrbuch der Preussischen Kunstsammlungen 49 (1928), pp.
141-158, y A. Blankert, "Heraclitus en Democritus", Nederlands Kunsthistorich Jaarboek, 1967, pp. 31-124.
Agradecemos a Amalia Rodríguez Pareja sus valiosas orientaciones bibliográficas sobre esta cuestión.
84
Buck, art. cit., pp. 171-172. Para los conocimientos que Petrarca tenía de Heráclito, cf. M. Françon, "Petrarch,
21
1
85
interpretaciones. Según Bécares , su formación pudo resultar de la suma de tres factores: la
doctrina médica de clasificación somático-temperamental de raíz hipocrática, la probable
oposición caracterológica de los dos personajes por obra del perípato y la concepción ética de
reacción llanto-risa por parte de la estoa. En cualquier caso, el empleo que se hace del tópos en
la literatura renacentista y barroca lo emparenta más bien con la también tradicional actitud
pesimista del filósofo de Éfeso, que hay que relacionar a su vez con la crítica ético-social que
86
subyace en algunos fragmentos, vinculada luego al cinismo . Sirva de ejemplo el comienzo del
capítulo XXXIX de la primera parte de la Silva de varia lección, de Mexía: “El Heráclito tenía
esto: que cada vez que salía de su casa por las calles y lugares públicos, yva llorando y
derramando lágrimas sin cessar; y esto hazía él, según dezía, movido de compassión, porque
toda esta vida le parescía miseria, y todo lo que los hombres hazen y passan, cosa de aver
lástima, assí por los males y trabajos que suffren, como por los males y pecados que hazen; y
dezíalo él assí: que llorava las maldades y miserias humanas. Lo qual más claro testifica una
carta suya escripta al rey Darío, que refiere Diógenes, donde dize estas palabras: "Todos los
mortales que abitan sobre la Tierra van desviados y muy lexos de la justicia, todos sirven a la
avaricia y vanagloria con locura y torpeza perdida; yo nunca pienso cosa mala, y por escusar la
pena que de conocer y ver esto siento, no querría estar donde viesse hombres, porque me
87
contento con sólo lo necessario muy estrechamente"” .
Otro testimonio del arraigo de la leyenda son las obras a las que dio título o las que, de
modo implícito, aludían a ella; obras en las que la imagen de los filósofos, frecuentemente
cristianizados, servía para edificación del lector. Figuran entre las primeras el tratado Heráclito i
Demócrito de nuestro siglo (Madrid, 1641), de Antonio López de Vega; el de F. de Lucio
Espinosa y Malo, Vidas de los Filósofos Demócrito y Heráclito (Zaragoza, 1676), y el discurso
Heráclito defendido por el M. R. P. Antonio de Vieyra de la Compañía de Jesús (Barcelona,
1683), titulado en otras ediciones Lágrimas de Heráclito defendidas, filósofo que lloraba
88
siempre los sucesos del mundo (Valencia, 1700) . De las segundas destaca en las letras
disciple of Heraclitus", Speculum 11 (1936), pp. 265-271; y G. Post, "Petrarch and Heraclitus once more",
Speculum 12 (1937), pp. 343-350.
85
Art. cit., pp. 42-49.
86
Para las relaciones entre el cinismo y Heráclito, cf. J. F. Kindstrand, "The Cynics and Heraclitus", Eranos 82
(1984), pp. 149-178.
87
Ed. de A. Castro, ya citada, I, p. 494. El pasaje se basa en Diógenes Laercio (IX 14) cuya importancia para
nuestro conocimiento de los presocráticos era puesta de relieve por Baroja en el capítulo de sus Memorias
mencionado al comienzo de este trabajo: “Una de las fuentes, la principal, es la Vida de los filósofos, de Diógenes
Laercio. De este libro, que a mí siempre me ha parecido muy bueno, tengo un ejemplar incunable de Brescia, en
latín, otro en francés y otro en castellano. He leído la obra muchas veces, y, aunque parece escrita a la ligera y tratar
los asuntos más graves e importantes en un tono frívolo, es trascendental” (OC, VII, p. 1002).
88
Bécares, art. cit., pp. 40-41. Del siglo anterior es una obra del italiano Fregoso titulada Opera nuova del
magnifico cavaliero Messer Antonio Phileremo Fregoso laqual tratta de doi Philosophi, cioè de Democrito che
rideua de la pazie di questo mondo, e Heraclito che piangeua le miserie humane (Vinegia, 1542), traducida al
francés sólo cinco años después por Michel d'Amboyse (Le Ris de Democrite, et le Pleur de Heraclite, philosophes
sur les follies, et miseres de ce monde, Paris, 1547); cf. Buck, art. cit., pp. 174-179. Sobre la recepción de Heráclito
22
1
89
hispánicas una serie de poemas de Quevedo intitulada Heráclito cristiano (1613) . El
calificativo servía para dar la imagen del llanto de un pecador arrepentido, como demuestra la
versión revisada por el propio Quevedo y publicada póstumamente, en 1670, con el título de
Lágrimas de un penitente.
Heráclito, filósofo triste, y Demócrito, filósofo alegre, son los personajes principales de
la escena XVIII del auto de Las Cortes de la Muerte, obra de Miguel de Carvajal, editada (y
90
quizá concluida) por Luis Hurtado de Toledo en esta ciudad en 1557 . La Muerte pregunta a
Heráclito por el motivo de su llanto. Y éste da razones “a manojos, tantas y tan suficientes / que
los mortales sus ojos / conviertan en vivas fuentes”. En su alegato, compuesto por treinta y tres
coplas reales, el personaje deplora y censura las costumbres de la época. Pero la presentación de
Heráclito ante la Muerte como el gran llora-duelos, lejos de la imagen de un pecador
arrepentido, no está exenta de rasgos cómicos:
Pues a lo que soy venido
te quiero, Muerte, contar.
Todo el tiempo que he vivido
sabrás que ha sido un gemido,
un planto y un sospirar.
Un afligirme y matarme;
y véngote a suplicar
que más tiempo quieras darme
para que pueda hartarme
de plañir y de llorar.
Como si fueran actores cómicos había pintado a estos dos filósofos Ribera (palacio
Durazzo de Génova). Y como actores cómicos volvemos a encontrarlos, ya en el siglo XIX, en
una curiosa dolora de Campoamor, la titulada "La comedia del saber":
(Gime Heráclito, y a poco
en Francia, cf. F. Joukovsky, Le feu et le fleuve: Héraclite et la Renaissance française, Genève, Droz, 1991.
89
Un año antes había publicado Pierre de Besse, un predicador francés, L'Héraclite chrétien, c'est-à-dire les
regrets et les larmes du pécheur pénitent (Paris, 1612), al que siguió Le Démocrite chrétien, c'est-à-dire le mépris
et moquerie des vanités du monde (Paris, 1615), compuestos ambos para ejemplo de cristianos penitentes (cf. Buck,
art. cit., p. 183).
90
Según Hurtado, que dedicó la obra a Felipe II, las Cortes "fueron començadas por Michael de Carauajal,
natural de Plazencia: y agradado tal estilo yo las prosegui y acabe". El auto lo editó Justo de Sancha en el
Romancero y cancionero sagrados, Madrid, Rivadeneyra (BAE 35), 1855, pp. 1-41. Hay edición facsímil de A.
Ortega del Álamo (Valencia, 1963). Para esta edición redactó el prólogo Rodríguez-Moñino ("El poeta Luis
Hurtado de Toledo (1510-c. 1598)"). Según este erudito, "por la perfecta unidad de estilo, por la sostenida agudeza
con que lleva la acción desde el principio hasta el fin, por lo movido e ingenioso de la trama, por la ausencia de
divagaciones mitológicas tan del gusto de Luis Hurtado [...] creo firmemente que las Cortes de la Muerte es obra
propia y exclusiva de Micael de Carvajal" (A. Rodríguez-Moñino, Relieves de erudición. Estudios literarios y
bibliográficos, Valencia, Castalia, 1959, p. 156).
23
1
sale Demócrito y mira,
y al ver que el otro suspira,
se echa a reir como un loco.)
[...]
Heráclito: -Es duelo todo.
Demócrito: -Todo es juego.
Heráclito: -El alma es fuego.
Demócrito: -El alma es lodo.
(Calla Heráclito y murmura:)
-¡Todo en la vida es miseria!
(Y Demócrito:) -¡Es materia
todo en el mundo, y locura!
[...]
Y uno y otro concluyendo,
queda un bando y otro bando,
con Heráclito llorando,
91
con Demócrito riendo .
Precisamente a esta composición se refería Unamuno en dos artículos, "Heráclito,
Demócrito y Jeremías" y "Glosas a Jeremías", publicados en “Los Lunes” de El imparcial (26IV-1915) y El Sol (16-VI-1918) respectivamente. El texto que citamos pertenece al primero:
“¿De dónde ha salido eso de que Heráclito lloraba mientras Demócrito se reía? [...] Lo sabido es
que Heráclito, patriarca del idealismo, fue el que dijo aquello de "todo fluye", que es como decir
que todo pasa, y lo de "no metes dos veces el pie en la misma agua". Su sentido era el de lo
continuo y fluyente, el de una vena de agua, el de una verdadera línea de movimiento. Y
Demócrito, patriarca del materialismo, fue el de los átomos. Los cuales ni fluyen ni pasan: acaso
porque no son nada. Su sentido era el de lo discontinuo y quieto, el de un collar de perlas, de
una serie de puntos quietos. Y ahora, ¿por qué a la primera concepción se la supone triste y
alegre a la segunda? ¿Por qué es triste la ola que pasa y alegre el canto rodado que bajo de ella
queda? [...] Entre Heráclito y Demócrito, a manera de dos sufetes, gobiernan el mundo. Los dos
quieren explicarnos el porqué de lo que hay, la consistidura de la realidad, y cada uno de ellos
92
no ve sino una cara” .
93
El motivo reaparece en un poema, fechado en 1928, del Cancionero . Unamuno aplica
aquí la tradicional actitud de los filósofos a los símbolos de sus respectivas filosofías:
91
R. de Campoamor, Obras completas, Barcelona, 1888, p. 262.
92
OC, IX, pp. 64-65.
93
Nº 559 (PC, III, p. 329).
24
1
Los átomos danzando en el vacío ríen,
Demócrito!
en la corriente ensueños de las sombras lloran,
Heráclito!
3. EL FUEGO COMO PRINCIPIO ELEMENTAL
Como en los casos anteriores, no podemos detenernos ahora en revisar las numerosas
interpretaciones a que ha dado lugar el tema del fuego y sus relaciones con otros conceptos
básicos de la doctrina de Heráclito. Lo pertinente es señalar sólo la que ha tenido eco en los
poetas que estudiamos, que es, por lo demás, la más común, esto es, la consideración del fuego
como principio vital. La más completa expresión heraclitea de este enunciado corresponde al
fragmento B 30 (Clem., Strom. V 104, 1): “Este cosmos, el mismo para todos, ni ninguno de los
dioses ni de los hombres lo ha hecho, sino que fue siempre y es y será: fuego siempre vivo que
94
se está encendiendo según medida y extinguiéndose según medida” .
En la obra de Machado encontramos repetidas veces el símbolo del fuego asociado a
Heráclito. En un trabajo ya clásico Lapesa señalaba acertadamente que "la lira pitagórica y el
fuego heraclitano sirven a Machado para representar dos concepciones del mundo: la primera
simboliza la inmutabilidad del ser y la armonía del universo; el segundo, el cambio incesante, el
95
devenir que vivifica y consume" . Por fuego heraclitano o por las ascuas del fuego heraclitano
entendía Machado la fuente misma de la vida, lo real en el fluir del tiempo, lo que, como bien
96
apunta G. Correa , resulta ser el objetivo primordial de la poesía lírica. Por el contrario, las
cenizas, que son producto del mismo fuego, se identificarían con aquello que carece de un
contenido real, es decir, con las categorías abstractas del pensamiento lógico. Por eso, según el
Arte poética de Juan de Mairena, “al panta rhei de Heráclito sólo es excepción el pensamiento
97
lógico” . A esta oposición se deben también las imágenes fuego de la vida y [brasa] encendida
frente a brasa pensada y ceniza que le guarde el fuego del soneto "Huye del triste amor, amor
pacato" de Nuevas Canciones.
A la interpretación que hace del lógos heracliteo el principio rector del Universo, es
decir, la ley que da un orden al cosmos, y hace del fuego el aspecto material del lógos,
responden unos versos de Cernuda pertenecientes al poema "Silla del Rey", de Vivir sin estar
viviendo. El rey (Felipe II), al contemplar cómo se levanta el edificio símbolo del orden por él
soñado (el monasterio de El Escorial), medita acerca del futuro de la obra y advierte que no la
94
Cf. también los fragmentos B 31, 64-66, 76 y 90.
95
R. Lapesa, "Sobre algunos símbolos en la poesía de Antonio Machado", CHA 304-307 (1975-1976), p. 417
(reproducido en Poetas y prosistas de ayer y de hoy, Madrid, Gredos, 1977, p. 279).
96
G. Correa, "Una ‘lira inmensa’: el ritmo de la muerte y de la resurrección en la poesía de Antonio Machado",
en J. Angeles (ed.), Estudios sobre Antonio Machado, Barcelona, Ariel, 1977, pp. 151-153 especialmente.
97
Poesías Completas, p. 699.
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ha de alterar el cambio por no ser simple materia, sino alma y fuego inextinguible, lo que nos
recuerda casi necesariamente la identificación heraclitea de la psyche, el principio vital, con el
98
fuego siempre vivo :
Mi obra no está afuera, sino adentro,
En el alma; y el alma, en los azares
Del bien y el mal, es igual a sí misma:
Ni nace, ni perece. Y esto que yo edifico
99
No es piedra, sino alma, el fuego inextingible .
El fuego representa para Heráclito la forma más pura de la materia. Atributo del fuego es
la sequedad. Por ello, hay que poner probablemente en relación con el fuego el fragmento B 118
(“El alma seca es la más sabia y la mejor”) y, en consecuencia, vincular la irracionalidad y la
100
muerte con lo frío y lo húmedo, como sostiene Guthrie . A esta oposición fuego = vida / frío =
muerte se refiere también Cernuda en el poema "La escarcha", incluido en el mismo libro que el
anterior:
Parece que la muerte,
Siguiendo nuestra trama de la vida,
Sus formas remedase,
No brotadas del fuego originario,
101
Mas del frío postrero .
Que la fuente de ese fuego originario es Heráclito lo declara de manera inequívoca el
propio Cernuda en unos versos de Desolación de la Quimera:
El crepúsculo nórdico, lento, exige
A su contemplador una atención asidua,
Velando nuestro fuego originario
102
(Para Heráclito la sustancia primera) .
Aunque en la obra de Gil-Albert la mayor parte de las referencias a Heráclito tienen por
motivo los fragmentos del río y sus derivaciones, en el libro A los presocráticos el tema elegido
es el fuego. Son pertinentes a este respecto las palabras del autor en el prólogo: “No necesito
advertir a los entendidos que mis poemitas [...] no son un glosario; significan, más bien, por mi
103
104
parte, un homenaje a la emoción que les debo” . En "El fuego eterno" , título del poema
98
Cf. J. Almodóvar y M. A. Márquez, art. cit., pp. 45-46.
99
PC, p. 390.
100
Op. cit., pp. 407-408.
101
PC, p. 352.
102
PC, p. 484.
103
OPC II, p. 219.
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dedicado a Heráclito, se funden, en efecto, tradición y reflexión personal:
¿Será verdad que un fuego primitivo
llevamos dentro?
¿Que esto que por los aires,
luz sideral latiendo, contemplamos,
anima nuestro cuerpo como parte
de un rutilar inmenso que nos tiembla
bajo de nuestra piel?
Eso que llaman luz, esa armonía,
eso que tan ajeno nos parece,
campo en que respiramos,
¿será esta misma llama irreductible
de nuestra intimidad?
Concluyamos. Escribe Abellán que, según Heidegger, "si la filosofía [...] se ha traducido
en la práctica en una historia de la ocultación del ser, la correspondiente y necesaria tarea de
desvelamiento sólo puede realizarse en una doble vía: bien mediante una labor hermenéutica de
acercamiento a los orígenes (los pensadores presocráticos), bien mediante un acercamiento a la
105
poesía como forma suprema quizá de pensar el ser en sus orígenes incontaminados" . Pues
bien, con esta modesta aportación sólo hemos pretendido que, de algún modo, esas dos vías
confluyan.
104
OPC II, pp. 225-226.
105
J. L. Abellán, Historia crítica del pensamiento español, I: Metodología e introducción histórica, Madrid,
Espasa-Calpe, 1979, p. 81.
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