Presupuesto y Gasto Público 71/2013: 61-82 Secretaría de Estado de Presupuestos y Gastos © 2013, Instituto de Estudios Fiscales Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar VICENTE MARBÁN GALLEGO GREGORIO RODRÍGUEZ CABRERO Universidad de Alcalá Recibido: Junio 2013 Aceptado: Julio 2013 Resumen Nuestro sistema mixto de protección social está sostenido sobre las cuatro esferas básicas de producción y distribu­ ción de bienestar como son el Estado, el mercado, el tercer sector y la familia. En el texto nos centramos específica­ mente en una de ellas, en concreto, en el análisis del marco económico-institucional del tercer sector en su contexto europeo de desarrollo, su lugar institucional y capacidad de respuesta a las necesidades sociales, así como en sus características y contribución a la producción de bienestar en España en las funciones de protección, inversión social e innovación social, abordando finalmente los retos de su desarrollo futuro. Palabras clave: economía social, tercer sector, tercer sector de acción social, empleo, inclusión, protección social, inversión social. Clasificación JEL: L31 (Instituciones sin fines de lucro; Organismos no gubernamentales), P13 (Cooperativas) Abstract: Our mixed system of social protection is supported on four basic spheres of production and distribution of welfare (State, the market, the third sector and the family). In the text we focus on one of them, specifically on the analysis of the economic - institutional frame of the third sector in the European context, its institutional place and capacity of response to the social needs, as well as in their characteristics and contribution to the production of welfare in Spain concerning to the functions of social protection, social investment and social innovation; finally we approach to the challenges of its future development. Keywords: Social Economy, Third Sector, Third Sector of Social Action, employment, inclusion, social protection, social innovation JEL classification: L31, P13 1. Introducción Los regímenes de bienestar de la Unión Europea (UE), en cuanto combinación variable de cuatro esferas básicas de producción y distribución de bienestar (Estado, mercado, tercer sector y familia), son sistemas mixtos desde sus mismos orígenes o, si se prefiere, desde que 62 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero se estabilizan en la década de los años 50 del pasado siglo. Ciertamente en el período 1950-1980, lo que suele conocerse como fase “dorada” del Estado de Bienestar (Moreno, 2013), el Estado fue la institución por excelencia en cuanto a regulación, financiación y producción del bienestar colectivo. Ni el mercado ni el Tercer Sector (TS) tuvieron un especial protago­ nismo en la producción de bienestar, más bien residual, con obvias diferencias entre países y regímenes de bienestar. Por el contrario, las estructuras de protección familiar sí fueron una columna vertebral en los diferentes regímenes de bienestar bajo un modelo de división repro­ ductiva del trabajo doméstico que en la actualidad han sufrido importantes transformaciones. Con el declive del modelo taylorista de producción el Estado de Bienestar (década de los años 70 del siglo XX), inicia una segunda fase de desarrollo histórico, aproximadamente entre 1980 y 2010, en la que se produce una profunda reestructuración de los diferentes regí­ menes de bienestar cuya intensidad dependerá de diferentes factores (apoyo político, solidez institucional, capacidad de financiación y situación de cada país en la división internacional del trabajo). Una reestructuración que tiene en su base fuerzas de cambio profundas tanto de tipo ideológico (el ascenso de la llamada nueva economía y distintas versiones neoliberales del papel del Estado como institución que debe trasladar la gestión de la producción pública de bienestar al mercado y, en general, a la sociedad civil), como político (la debilidad del consen­ so sobre el Estado de Bienestar entre clases medias funcionales y clases trabajadoras cualifica­ das; demandas de participación ciudadana en el Estado de Bienestar) y económico-financiero (tanto la resistencia fiscal creciente en el segmento de renta más elevada, que apuesta por el mercado en sustitución del modelo público de bienestar, como la variable capacidad fiscal de los Estados sometidos a procesos de reestructuración económica en el contexto de una nueva fase de la mundialización económica y de la emergencia de la sociedad de la información). En esta segunda fase histórica de reestructuración de los Estados de Bienestar (1980­ 2010) el mercado y el TS cobran protagonismo institucional y económico en la producción de bienestar, variando su peso entre países en funciones de tradiciones institucionales y nuevas constelaciones políticas. Sin embargo, el Estado sigue siendo determinante en la configura­ ción de los regímenes de bienestar dada su capacidad para condicionar, incluso determinar, los nuevos diseños institucionales, tales como la Nueva Administración Pública (NAP), la concertación externa ampliada de servicios públicos o la propia influencia en el TS a través de la RSC, el marketing social y formas mercantiles de financiación de aquél. El nuevo sis­ tema mixto es un sistema más orientado al mercado (en ascenso dominante) y más orientado al TS (en ascenso subordinado), en detrimento del modelo de Estado de Bienestar, lo que no quiere decir menos Estado, sino distinto modo de intervención económica y política. Si en la fase de reestructuración del Estado de Bienestar el TS o Economía Social (ES) tuvo inicialmente un crecimiento notable en base a la colaboración económica de un segmen­ to de este último –el llamado Tercer Sector de Acción Social (TSAS)– en la producción de servicios públicos (sobre todo servicios sociales), a medida que transcurrió el tiempo, desde 2000 en adelante, el mercado ha desplazado selectivamente al TS en la producción de servi­ cios públicos de mayor rentabilidad y, al mismo tiempo, ha desarrollado a nivel de gran em­ presa estrategias en las que ha asumido objetivos sociales y ecológicos (caso de la Responsa­ bilidad Social Corporativa o RSC) y presionado en favor de empresas sociales lucrativas, lo que podría denominarse como un avance de lo mercantil en el espacio del TS. Es decir, entre las esferas del Estado, el mercado y el TS están teniendo lugar crecientes interrelaciones en Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 63 las que se han producido al mismo tiempo sinergias, dependencias y subordinaciones entre las tres esferas económicas bajo una línea tendencial en la que el desarrollo indudable de la economía social no ha alcanzado ni la capacidad institucional, ni la visibilidad social, ni la fuerza económica suficiente como para ser un actor socio-económico de primera magnitud. Ello es así, desde nuestro punto de vista, porque siendo el crecimiento de la ES una respuesta defensiva de la sociedad civil al avance e impacto del mercado y al retroceso del Estado, la confluencia de una mundialización económica intensamente mercantil (logro de la máxima rentabilidad del capital financiero y neotecnológico) y un modelo de crecimiento europeo (Lisboa 2000 y Estrategia Europa 2020) más desigual y territorialmente más desequilibrado, han condicionado el proceso de institucionalización del TS como actor económico y político, como veremos a continuación. Por otra parte, la crisis actual ha puesto de manifiesto cómo el Estado sigue siendo determinante en la configuración del sistema de mercado y del sistema de Tercer Sector me­ diante el desarrollo de las políticas de consolidación fiscal y sus efectos en el gasto público, así como en la expansión del mercado y en la remodelación del papel del Tercer Sector allí donde éste es dependiente financieramente del Estado, caso de los países del sur de Europa. En el caso concreto del TS, que constituye el objetivo central de este trabajo, su de­ sarrollo es particularmente complejo y ambivalente en la medida en que sus funciones son amplias: defensa de los derechos humanos, sobre todo sociales; protección de los colectivos sociales en situación de exclusión social o vulnerables mediante la gestión de programas propios o públicos de inclusión social; promoción de la participación cívica o desarrollo de la democracia participativa. Esto supone que, como veremos en el tercer apartado, el TS contribuye tanto a las funciones de protección social (normalmente como gestor de recursos del Estado y facilitador del acceso de los grupos en situación de pobreza a los programas de garantía de renta) como de inversión social (en lo que se refiere al acceso al mercado de tra­ bajo y a los servicios sociales y sanitarios) e innovación social (desarrollo de nuevas formas de gestión de los recursos colectivos en los que se combinan valores añadidos en eficiencia económica, generación de empleo y creación de redes sociales e institucionales). Por si este grupo de objetivos no generara suficiente complejidad institucional, el TS se caracteriza por una amplia heterogeneidad organizativa y una elevada fragmentación institu­ cional, como pondremos de manifiesto para el caso español, que es tanto su fuerza (capacidad de adaptación a las necesidades sociales) como su debilidad (bajas economías de escalas y limitada capacidad de articulación organizativa), también en el caso europeo en general. En este contexto de reconstitución y ampliación de la sociedad civil organizada, el lla­ mado TS o EC requiere ser contemplado desde una doble óptica: su comprensión en cuanto actor institucional en los regímenes de bienestar, sobre todo en el ámbito europeo (dimensión institucional), objeto de la sección segunda; y su capacidad para organizar y gestionar pro­ gramas de bienestar social y contribuir a la inversión e innovación social en el caso español (dimensión funcional y político-económica), objeto de análisis de la sección tercera. De este modo, en este trabajo trazamos el marco económico-institucional del TS, en el contexto europeo de desarrollo, analizamos la configuración y capacidad de producción de bienestar del TS en España y, finalmente, abordamos los retos de su desarrollo futuro a la luz de los cambios y transformaciones del Estado de Bienestar y de la reforma social futura. 64 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero 2. Los sistemas mixtos de protección social en la Unión Europea: lugar institucional, capacidad de respuesta a las necesidades sociales y potencial capacidad de transformación e innovación de la economía social Para un adecuada comprensión de la naturaleza de los sistemas mixtos de protección social y, en concreto, del desarrollo del TS como actor institucional en la producción del bienestar, es preciso analizar tres dimensiones interrelacionadas entre sí: la naturaleza del TS como esfera de producción de bienestar o lugar institucional, la capacidad de respuesta a las necesidades sociales o funciones desarrolladas en las políticas públicas europeas y, final­ mente, qué papel pueda jugar la ES en la postcrisis como actor orientado a la satisfacción de nuevos riesgos sociales, a la innovación social y a la participación cívica. 2.1. La institucionalización de la economía social y el TS En el reciente trabajo sobre la estructura y evolución de la economía social en la UE (Monzón y Chaves, 2012), continuación de otro similar de 2008 (Chaves y Monzón, 2008), se destacan dos hechos fundamentales de este sector: por una parte, el hecho de su crecimien­ to durante los últimos años en cuanto a generación de empleo; es un sector en el que apenas se ha destruido empleo, así como su capacidad para crear nuevas formas de organización como respuesta a las necesidades sociales en un contexto de crisis estructural (caso de las empresas sociales); por otra parte, la complejidad de su institucionalización debido a la di­ versidad de enfoques, variedad de formas de organización y ambigüedad de las políticas pú­ blicas por parte de la UE. Efectivamente, este sector supone un empleo remunerado de 14,5 millones de personas, lo que supone cerca del 6,5% de la población ocupada en la UE-27; la crisis no ha frenado el crecimiento del empleo en este sector, por el contrario, ha estimulado nuevas formas de organización y provisión tanto en el sector cooperativo como en el de la acción social1. Por otra parte, la complejidad institucional viene dada tanto por la deficiente regulación del sector como por su amplísima y fragmentada diversidad interna. La creación de una Europa competitiva siempre ha tenido como referencia la empresa capitalista y en mucha menor medida la ES. Históricamente, la llamada ES se ha desarrollado en torno a dos polos. Un polo llama­ do estrictamente economía social (ES) ligado históricamente al cooperativismo y mutualismo obrero, así como al asociacionismo popular y otro polo, con raíces en la beneficencia religiosa, hoy ampliado a lo que se conoce como TSAS (u ONL) (asociaciones y fundaciones). La ES está relacionada con la producción para el mercado y el mutualismo obrero y el TSAS está relacio­ nado con la producción de no mercado. La ES tiene su origen, en cierto modo, en su configu­ ración como un sistema de contrapeso o contrapoder a la empresa capitalista, a la que opone la democracia interna y un sistema de reparto de beneficios que no es función del capital invertido sino de criterios sociales variables; por su parte, el TSAS es un sistema reactivo o paliativo ante los efectos de la desigualdad del mercado y las limitaciones redistributivas del Estado. Desde el punto de vista de la lógica de la protección social la ES está en el origen orien­ tada a la gestión de los seguros sociales de la clase obrera industrial (mutuas), mientras que Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 65 el TSAS está orientado a la protección de los colectivos en situación de exclusión y vulnera­ bilidad (asistencia social y servicios sociales). Mientras la primera organiza la previsión de los riesgos, la segunda responde a la incapacidad o limitaciones de la sociedad y el Estado frente a los riesgos. Dos lógicas que con el tiempo han caminado, sin pérdida de su identidad, hacia una convergencia de intereses que la crisis actual está acelerando ante los límites del Estado de Bienestar y la extensión del mercado a ámbitos de la vida laboral y social que hasta recientemente se regían por la lógica redistributiva. Estos orígenes han ido convergiendo en el tiempo, como decimos, y la crisis actual acelera dicha convergencia. Hay que tener en cuenta que globalmente se trata de una esfera dual que comparte objetivos como la adecuación a las necesidades sociales, la mejora de la distribución de la renta, el énfasis en la inclusión laboral, la lucha contra la exclusión so­ cial y el desarrollo de la democracia participativa, sea en el seno de las empresas y talleres (participación democrática) sea en la sociedad civil (participación cívica). Las definiciones de última generación, desarrolladas desde la Estrategia de Lisboa 2000 (Monzón y Chaves, 2012; Cabra de Luna, 1998; Comité Económico y Social Europeo, 2012; Parlamento Euro­ peo) incluyen todos los sectores de la economía moral o solidaria (cooperativas, mutuas, aso­ ciaciones, fundaciones y, en la actualidad, las empresas sociales) y comparten todas ellas los rasgos antes mencionados. La mayor (tradicional ES) o menor (tradicional TSAS), cercanía al mercado, el mayor énfasis en los socios (ES) o en la sociedad y los colectivos más vul­ nerables (TSAS), el dualismo democracia versus solidaridad, entre otras diferencias, ha ido siendo superado tanto por el esfuerzo conceptual y político como por la propia necesidad de consolidar una esfera cuyo papel está llamado en los años venideros a incrementar su peso y relevancia en la satisfacción de necesidades, así como a ser una esfera que puede ser palanca cualitativa para construir la reforma social futura, si bien no en solitario. De este modo, la crisis actual al acercar a las dos sub-esferas tradicionales (ES y TS) y tomar conciencia de la necesidad de convergencia, a pesar de la variedad de sus intereses internos, ha potenciado y tiende a reforzar un amplio Tercer Sector (TS) que comprende am­ bas sub-esferas. Esta convergencia se refleja en la mejora de la información de la dimensión económica del sector (su plasmación en los sistemas de Cuentas Nacionales bien como una dimensión específica o como cuenta satélite) (Barea y Monzón, 1992 y 2002); en la creación de plataformas y redes europeas (red EMES, CIRIEC, etc.), en una mayor presencia en el diseño de las políticas públicas; en un ámbito de referencia (y refugio de reciprocidad) en cuanto a protección de la creciente población excluida del empleo y del acceso a las presta­ ciones sociales2. La consideración de una variable como el porcentaje del empleo del TS nos pone de manifiesto que el desarrollo de la ES no refleja mecánicamente los tradicionales mundos del Estado de Bienestar o regímenes de bienestar. Según esto el régimen de bienestar nórdico se caracterizaría por un menor peso de la ES y del TSAS en comparación con otros regímenes de bienestar. Sin embargo, no es así, el peso del empleo en países como Suecia (11,16%), Países Bajos (10,23%), Dinamarca (7,22%) y Finlandia (7,65%) supera la media de la UE-27 (6,5%) e incluso el de la UE-15 (7,41%) con la excepción de Dinamarca. Todos los países del régimen nórdico tienen porcentajes de empleo en la economía solidaria muy elevados. Por el contrario, los países del régimen continental, con la excepción de Bélgica (10,30%) y Francia (9%) tienen porcentajes inferiores a la media de la UE-27, tal es el caso de Alemania 66 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero y Austria. Los países de la Europa del sur son desiguales entre sí de modo que en Grecia y Portugal el peso del empleo de la ES es relativamente bajo, en Italia (9,7%) es elevado y en España (6,7%) se sitúa en un nivel medio bajo respecto de la UE-15. Los antiguos regímenes de socialismo real se encuentran en una fase de reconstrucción de la ES con tasas de empleo en torno al 3% con la excepción de Hungría (casi el 5%). Esto supone, en definitiva, tener en cuenta no sólo el mayor o menor peso del Estado de Bienestar como elemento de compara­ ción entre regímenes de bienestar sino otros factores de carácter histórico e institucional. No es casualidad que en la base de los Estados de Bienestar más desarrollados esté subyacente, como fundamento de esos mismos Estados, una sólida economía moral o comunitaria que no sólo se ha preservado hasta hoy sino que, incluso, en la actualidad se caracteriza por un re­ novado dinamismo; este es el caso de Suecia, que ha sido el que más ha duplicado su empleo entre los años 2002 y 2010 (media de la UE-27 del 27,8%), por encima de países que, como España e Italia, han tenido crecimientos más moderados. La crisis estructural del capitalismo neofinanciero en Europa y las políticas de ajuste del Estado de Bienestar han desplazado sus costes a los hogares y a la sociedad civil, con diferen­ cias entre países, siendo los de la Europa meridional los que están sufriendo el mayor impacto diferencial de dicha crisis al tratarse, en buena parte de ellas, de economías semiperiféricas en un sistema económico europeo de amplia fractura norte/sur. Pero, en general, el TS está siendo un factor de amortiguación de los efectos de la crisis mediante un esfuerzo sostenido en mantener el empleo logrado (no siempre) mediante las empresas cooperativas y empresas sociales (estas últimas más próximas a la lógica del mercado o más flexibles en cuanto al reparto de beneficios) y en la protección social de los colectivos vulnerables y excluidos a pesar del retroceso de la principal fuente de ingresos que es el Estado. Una protección que amplía el espacio de la asistencia social (espacio de derechos débiles) frente a la protección social basada en derechos anclados en el mercado de trabajo central o más cualificado, pero que permite evitar las situaciones de exclusión social más severa. 2.2. Las políticas de la UE en relación con la ES y la contribución del TS a la estrategia de inclusión activa de la UE Las políticas europeas ante el desarrollo de la ES han sido, hasta recientemente, tan ambivalentes como pragmáticas. La ambivalencia de las políticas europeas se pone de manifiesto en la lenta evolución de las instituciones europeas en dar visibilidad institucional y capacidad como actor al TS. Ha sido un largo camino mediante el cual la ES se ha ido incorporando paso a paso a la estructura de la Comisión e instituciones europeas (como el CEES y el Parlamento Europeo). Mediante grupos de trabajo, investigaciones y creación de plataformas se ha abierto paso la realidad de la ES y del TSAS hasta llegar a las propuestas más recientes, como es la “Iniciativa en favor del emprendimiento social - Construir un ecosistema para promover las empresas sociales en el centro de la economía y la innovación sociales” (COM (2011) 682) dirigida a situar la ES y la innovación social en el centro de sus iniciativas en cuanto a cohesión territorial y en la lucha contra la pobreza y la exclusión, de acuerdo con la Estrategia Europa 2020, la iniciativa emblemática Unión por la Innovación, la Plataforma Europea contra la Pobreza y la Exclusión y el Acta del Mercado Único. Una iniciativa que es complementaria con otra Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 67 Comunicación de la CE sobre Responsabilidad Social de las Empresas (que se adopta el mismo día, COM (2011) 681). La ambivalencia, justamente, se produce también en cuanto a un reconocimiento de la ES y mejoras de financiación (por ejemplo, acceso al capital riesgo, introducción de cláusulas sociales) compatible con el reconocimiento de la inversión social responsable de la empresa capitalista, formas de conexión y colaboración para el desarrollo de los servicios de interés económico general y la utilización del voluntariado por las empresas sociales que generan beneficios. Un trazado de puentes en el que el nexo es la innovación social, pero en el que se trata de hacer compatible el valor social de la ES con los intereses de la empresa capitalista. Algo que no puede sorprender en modo alguno para evitar reticencias de esta última frente al curso ascendente del TS como espacio de competencia. Pero al mismo tiempo, la visión de la CE no deja de tener un sesgo pragmático e, in­ cluso, instrumental, tal como se pone de manifiesto en la Comunicación “Hacia la inversión social para el crecimiento y la cohesión, incluida la ejecución del Fondo Social Europeo 2014-2020 (COM (2013) 83 final), en cuanto contempla los recursos privados y del TS para complementar los esfuerzos públicos, sometidos en la actualidad a políticas ampliadas de ajuste, y al señalar que se sigue sin aplicar suficientemente planteamientos más innovadores de la financiación, por ejemplo recurriendo a la participación del sector privado y la ingenie­ ría financiera mediante instrumentos, tales como la microfinanciación, las garantías basadas en políticas concretas y los bonos de inversión social3, que han de perseguir el ahorro presu­ puestario”. La ES ha pasado también a primer plano como instrumento de desarrollo de la Reco­ mendación de Inclusión Activa de 2008 (COM). Así, según Frazer y Marlier (2012) diferen­ tes países de la UE (entre ellos España, como luego veremos) están expandiendo la economía social como medio de desarrollo del empleo protegido, empresas sociales en general, y como mecanismo de intermediación entre las personas excluidas del empleo y el mercado de tra­ bajo ordinario. Pero también como apoyo a las personas vulnerables para acceder a los ser­ vicios públicos (tal como los servicios sociales, los de formación ocupacional y educativos y los servicios sanitarios). Países como Austria, Bélgica, República Checa, Eslovenia, España, Finlandia, Francia y Grecia destacan en su esfuerzo (2008-2012) en el desarrollo de la ES y del TSAS como medio de desarrollo de las políticas de inclusión activa. Dentro de la estrategia europea de creación de empleo la Comunicación de la CE “Ha­ cia una recuperación generadora de empleo” (COM (2011) 0173) afirma que “Los agentes de la economía social y las empresas sociales son importantes motores de creación de empleo inclusivo y de innovación social y requieren un apoyo específico, que puede darse a través de la contratación pública y el acceso a la financiación”. El FSE es una de las herramientas más determinantes para el desarrollo de proyectos de acceso al empleo liderados por las distintas organizaciones del TS. Finalmente, y sin poder agotar aquí con el detalle necesario el desarrollo de las herra­ mientas de apoyo al TS, destacábamos antes el llamado Paquete de Inversión Social (Comu­ nicación de la CE: “Hacia la inversión social para el crecimiento y la cohesión, incluida la ejecución del Fondo Social Europeo 2014-2020”), (COM (2013) 83 final) mediante el que se pretende favorecer, entre otros objetivos, el desarrollo de una ES innovadora en cuanto a 68 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero modos de organización y producción, nuevos productos y nuevos mercados, ligados en buena medida a nichos de empleo ecológico y servicios públicos (socio-sanitarios, particularmen­ te), la llamada economía de mercado “eco-social”. En suma, la ES y el TSAS, como espacios del TS, han ganado progresivamente en visibi­ lidad institucional, aún insuficiente, a medida que han crecido y desarrollado. El TSAS, de ser un núcleo de organizaciones reactivas a los fallos del Estado ha pasado progresivamente a ser un colaborador del Estado de Bienestar, financieramente dependiente, a la vez que un ámbito de desarrollo de la solidaridad y de la participación cívica. Las políticas de consolidación fiscal puestas en marcha desde 2009 han sometido a estas entidades a una doble presión: aumento de las demandas sociales y restricción de recursos. Esto ha supuesto que el TSAS se vea obligado a dar respuesta asistencial a la crisis a la vez que reivindicar la materialización de los derechos sociales de las personas excluidas y vulnerables. Por su parte, la ES ha soportado relativamente bien la caída del empleo, recurriendo a decisiones democráticas pactadas y reservas financieras internas, a la vez que abriendo nuevos nichos de empleo y reforzando la innovación económica y social. La colaboración y la transversalidad entre ambas esferas se ha acrecentado con la crisis sin pérdida de la singularidad institucional y de la especificidad organizativa y, en consecuencia, están llamadas a desarrollar nuevos papeles en la protección social y la innovación social. 2.3. El TS como agente clave en la respuesta a la crisis y factor dinamizador de la futura reforma social europea Del desarrollo anterior se deducen algunas tendencias de desarrollo del TS en los años venideros tanto en la respuesta a los impactos sociales de la crisis como al desarrollo de los futuros regímenes de bienestar. En el medio plazo el TS, ante el retroceso del Estado de Bienestar en protección so­ cial, generación de empleo y acceso a servicios de calidad, así como debido a los fallos del mercado en creación de empleo, está abocado a dar respuesta a la quiebra en la satisfacción de necesidades inmediatas, respuesta que será siempre limitada (por el tamaño del sector) e insuficiente (por la debilidad financiera del mismo) y que precisa de la complementariedad del Estado que es la institución central de la protección social. El papel del TS en favorecer la inclusión laboral y social es necesario, pero nunca podrá dar respuesta completa ni a los riesgos actuales ni a los retos de la reforma social futura. Ahora bien, al tratarse de una esfera de economía moral en la que lo relacional forma parte de la lógica económica (lógica solidaria) el TS, además de dar respuesta a las situa­ ciones de emergencia social, tiene por delante retos más amplios cuyo desarrollo pasa tanto por cambios internos (nuevas formas de colaboración entre ES y TSAS, innovación social, desarrollo de nuevas fuentes de empleo e inserción, entre otros objetivos), como por nuevas formas de colaboración con el Estado que contribuyan a un desarrollo sostenible y a formas de protección social que, además de universales, sean objeto de participación por parte de los actores sociales. Lo que supone su presencia como actor institucional en el conjunto de las políticas públicas reforzando las lógicas democrática y solidaria. Si el TSAS da respuesta a las necesidades sociales inmediatas, la ES da respuesta a la creación de nuevas formas de producción y consumo. Ambas, conjuntamente, constituyen un Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 69 actor socio-político y económico que puede contribuir no sólo a dar respuesta a demandas sociales inmediatas, sino también, y sobre todo, a reconstruir los fundamentos de la reforma social progresiva en los años venideros, de modo que los sistemas mixtos de protección social se guíen por los principios de la lógica democrática y solidaria (TS), así como por el principio redistributivo (Estado de Bienestar). 3. La experiencia española reciente de la economía social en protección social La emergencia de nuevos riesgos sociales (envejecimiento, movimientos migratorios, la desigualdad de género, cambios en la estructura familiar o la deslocalización productiva) en un contexto de reestructuración a la baja del Estado de Bienestar español ha propiciado un mayor protagonismo del Tercer Sector en la procura de bienestar social dentro de un nuevo sistema mixto que implica un modo distinto de intervención económica y política. Un modo de intervención (con un creciente papel del mercado y con el Estado como institución central de la protección social por recursos y capacidad instalada) que requiere que las organizaciones del Tercer Sector combinen una lógica de garantía de derechos y de sensibilización social, con el desarrollo de funciones de protección social, gestionando recursos del Estado, de inversión social, facilitando el acceso al mercado de trabajo y a los servicios sociales y sanitarios, y de innovación mediante el desarrollo de nuevas fórmulas organizativas y de gestión y de programas de acción social innovadores. En el caso español, esta pluralidad de funciones es consustancial con la pluralidad or­ ganizativa del sector, la cual es parte de su riqueza y versatilidad, pero también de su frag­ mentación. En este sentido, esbozamos a continuación tal diversidad y la propia magnitud del sector. Posteriormente analizaremos la participación del TS español en la protección social centrándonos precisamente en las mencionadas funciones de protección, inversión e innova­ ción social. 3.1. El Tercer Sector en España: dimensión y pluralidad organizativa La diferenciación entre el sector no lucrativo y la Economía Social como dos ramas de un mismo árbol del Tercer Sector4 prevaleció en la UE y también en España durante los años finales de los años 80 y parte de los 90 durante los cuales ambas corrientes científicas coexistieron bajo una ignorancia mutua (Chaves y Monzón, 2001), tal como señalamos antes. Esta diferenciación, excesivamente parcelaria pero útil a efectos de delimitar el univer­ so objeto de estudio, parece irse superando en los últimos años. Desde la Economía Social se ha ido incorporando a su espectro organizativo a gran parte de organizaciones características del sector no lucrativo considerándolas como agentes del subsector no de mercado de la Economía Social (Etxezarreta y Bakaikoa, 2011). Del mismo modo, por parte de la Eco­ nomía Social se han superado las reticencias iniciales de incorporación de las Fundaciones 70 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero esquivando su incumplimiento del criterio de organización democrática (al carecer de socios) a favor del criterio de incluir en la Economía Social a aquellas Fundaciones que están al ser­ vicio de los hogares (Chaves y Monzón, 2008). Por parte del enfoque del sector no lucrativo también se ha suavizado en algunos estudios el criterio de la no lucratividad incluyendo en este enfoque a entidades como algunas cooperativas, empresas de inserción o las cajas de ahorro (Fundación Luis Vives, 2012). Las organizaciones del TS han sido recurrentemente analizadas en el ámbito español (Barea y Monzón, 1992, 2002; Rodríguez Cabrero y Monserrat, 1996; Cabra de Luna, 1998; Martínez et al, 2000; Ruiz de Olabuénaga, 2000; Ariño, 2001; Rodríguez Cabrero, 2003; Pérez Díaz y López Novo, 2003; García Delgado, 2004; Cabra de Luna y de Lorenzo, 2005; Plataforma de ONG de Acción Social, 2006; Casado, 2008; Fresno y Tsolakis, 2011). Nues­ tro conocimiento del sector es cada vez más refinado y accesible mediante publicaciones periódicas que permiten ponerse al día sobre la evolución del sector (Revista de Economía Pública, Social y Cooperativa CIRIEC, o la Revista Española del Tercer Sector) o con análi­ sis periódicos como los anuarios del Tercer Sector editados por la Fundación Luis Vives en 2010 y 2012. Entre los estudios recientes más reseñables podemos citar los realizados por Monzón (2008) en el ámbito de la economía social y el de la Fundación Luis Vives (2010, 2012) sobre el TSAS. En el primero (Cuadro I), se constata la magnitud del Tercer Sector, o sector de la Economía Social en un sentido amplio, compuesto por más de 200.000 entidades, el 14% de ellas (29.000) asociaciones y fundaciones del TSAS y el 22% cooperativas, sociedades laborales, mutualidades y empresas sociales. Su aportación socioeconómica en términos de empleo y PIB se resume en 1,2 millones de empleos directos (más de 300.000 en el TSAS) lo que representaría el 6,3% de la población ocupada total de 2008 y más de 116.000 millones de euros en facturación que representaron el 2,5% del PIB en 2008. En cuanto al TSAS (Fundación Luis Vives, 2010, 2012) que incluye a las asociaciones y fundaciones no lucrativas de acción social y a las entidades singulares como Cáritas, Cruz Roja u ONCE, se pone de manifiesto como, entre 2008 y 2010, siguió aumentando el número de entidades, de personas contratadas y voluntarias (Cuadro II) . Según este anuario, se esti­ maron en 2010 en torno a 29.000 entidades en funcionamiento empleando a más de 600.000 personas y 1.000.000 de voluntarios. Su impacto socioeconómico sobre el PIB fue entre el 1,9% y el 1,6% según se tenga o no en cuenta a las entidades singulares y su contribución al empleo fue para el 2010 en torno al 3,5% de la población ocupada. Esta evolución en el número de entidades, empleos y voluntarios hay que contextua­ lizarla, no obstante, con el volumen de intervenciones realizadas, más de 47,6 millones de atenciones directas en el 2010, las cuales han aumentado un 29% desde 2007 como consecuencia de la crisis económica. Todo ello en un contexto en el que, según esta inves­ tigación, en el 2010 con respecto al 2008 los problemas de financiación han afectado a un 20% más de entidades, donde ocho de cada 10 aseguraron tener dificultades económicas y cuatro de cada 10 tuvieron problemas de liquidez, lo que nos hace convenir que el impacto de la crisis en las entidades del Tercer Sector en dicho bienio ha hecho que tuvieran que intensificar su intervención social en una situación financiera más incierta e inestable que en épocas pasadas. 200.858 87 1.243.596 5.156 18.082 38.694.060 23.061.476 5.295.927 924.276 3.140 52.631 45.000 n.d. 82.894 6.774.716 Socios 116.304 2.058 1.766 9.203 1.052 13.439 2.818 54 1.067 320 6.141 12.095 66.285 Ventas(1) (millones euros) (1) En el caso de Cáritas y Cruz Roja se han incluido los gastos y no las ventas al tratarse de productores no de mercado; (2) No todos ellos son empresas pertenecientes a la Economía Social. Fuente: Elaboración propia a partir de Monzón (2008). TOTAL Obra Social Cajas de Ahorros 2.548 Otras Fundaciones 183.062 28.868 1.644 124.380 287.285 27.345 Otras asociaciones 65.603 3.140 52.631 3 183 Empresas de Inserción Entidades singulares (Cáritas, Cruz Subsector no de Roja y ONCE) mercado de la Asociaciones No lucrativas de Economía Social acción social (“núcleo duro”) Fundaciones No lucrativas de acción social al Servicio de los Hogares 1775 Centros Especiales de Empleo(2) 442 90 133.576 8.700 17.637 Sociedades laborales 456.870 Empleos 424 24.738 Nº de entidades Cooperativas Tipo de entidades Subsector de Mutuas y Mutualidades mercado de la Economía Social Cofradías de pescadores AÑO 2008 Cuadro I Principales cifras de la Economía Social 29.000entidades. 382.000empleosdirectos. 17.000millonesdegasto. 23%delaaportacióndela ES al PIB. • ValorañadidoBrutoen relación al PIB: 2,47%. • Empleo:6,3%dela población ocupada total. • 16%delaaportacióndela ES al PIB. • • • • • 45.000entidades. • 700.000empleosdirectos. • 87.000millonesde facturación. • 61%delaaportacióndela ES al PIB. INDICADORES SOCIOECONÓMICOS (EMPLEO, PIB) Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 71 72 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero Cuadro II El TSAS en cifras: 2008-2010 Nº de entidades 2008 Entidades del Tercer Sector de 28.790 Acción Social Indicadores socioeconómicos (empleo, PIB) Empleos 2010 2008 2010 29.746 529.029 635.961 1,8% del (2,7% (3,5% total de de la de la empresas población población con ocupada ocupada total) total asalariados Voluntarios 2008 2010 873.000 1.075.000º Volumen de gasto (millones euros) 2008 2010 15.519 17.000 (1,62% PIB) (4,65% 1,42% sin entidades de la PIB sin singulares) (1,88 población entidades con entidades activa singulares singulares) Fuente: Elaboración propia a partir de Anuarios del Tercer Sector, 2008, 2012 de la Fundación Luis Vives. 3.2. La participación del Tercer Sector en la producción de bienestar La aportación macroeconómica de las entidades del Tercer Sector que hemos puesto de relieve da buena cuenta de la significación del sector y de su potencial impacto en la política social. El deterioro en los indicadores de desigualdad y pobreza y las políticas de recortes en el ámbito de la sanidad, la educación o la atención a la dependencia están demandando de las organizaciones del Tercer Sector una lógica de intervención en la que sean compatibles las funciones de sensibilización social y de defensa de unos derechos sociales de amplia co­ bertura con otras funciones como las de protección social, complementando la provisión de servicios mediante la gestión de recursos públicos, de inversión social, facilitando la inclu­ sión social y laboral y el acceso a los servicios sociales y sanitarios, y de innovación mediante fórmulas organizativas y programas de protección social novedosos y versátiles. 3.2.1. Las entidades del TS y su función de protección social En el actual contexto de retroceso de derechos sociales y de la protección social el papel de las entidades del TS es, si cabe, más relevante. – En la atención a la dependencia las medidas de ajuste han supuesto un recorte de más de 1.000 millones entre 2012 y 2013 (como consecuencias de la suspensión de la financiación estatal del nivel acordado, reducción de la aportación de la AGE para la financiación del nivel mínimo de protección en un 13%, reducción del 15% de la prestación económica por cuidados en el entorno familiar, mayor exigencia de copago) y el retroceso de derechos sociales como el retraso de la incorporación de los dependientes moderados hasta julio de 2015 o la supresión de las cotizaciones a la Seguridad Social de los cuidadores no profesionales. En este ámbito de la atención a la dependencia y en el de las personas mayores o con discapacidad, la protección social implementada por el Tercer Sector suele estar Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 73 ligada a Federaciones y Confederaciones de asociaciones de acción social (UDP, CEOMA, FEAPS, CERMI, entre otras), a una amplia red de Fundaciones agluti­ nadas en organizaciones como la Federación Lares y a organizaciones del ámbito cooperativo (Etxezarreta y Bakaikoa, 2011). Las organizaciones del TSAS, sobre todo las organizaciones de personas mayores y de discapacitados, han ejercido una significativa presión para el reconocimiento y universalización de esta contingencia y así han sido reconocidas explícitamente en la ley de dependencia, a diferencia de las entidades de la economía social (cooperati­ vas, sociedades laborales, etc.), las cuales, a pesar de su potencial como proveedoras de servicios, han pasado más desapercibidas en la LAPAD. En su papel de proveedor de servicios para personas dependientes, mayores o con discapacidad, las entidades del TSAS están gestionando los recursos públicos, sobre todo en los ámbitos de la prevención, la diversificación de servicios de atención y el asesoramiento y formación de cuidadores familiares y voluntarios. En el ámbito de la prevención sus acciones están encaminadas a retrasar la aparición de los riesgos de dependencia asociados a la edad y a otras causas sobrevenidas mediante pro­ gramas de fomento de hábitos de vida saludables entre los jóvenes, programas de concienciación sobre seguridad vial y conducción responsable a jóvenes menores de 30 años. También el TSAS ha tejido en los últimos años una diversificada red de ser­ vicios de respiro y de apoyo temporal tanto a base de servicios de acompañamiento en domicilios, teleasistencia, residencias asistidas y centros de día, como de trans­ porte adaptado para personas dependientes y adaptación de viviendas, de centros de día, de minirresidencias o de estancias temporales para situaciones de urgencia. Del mismo modo, están complementando la oferta pública prestando servicios que son deficitarios en la mayoría de los centros de día y residencias públicas, por ejemplo, con programas específicos para personas dependientes moderadas y severas a través de voluntariado dedicado al acompañamiento nocturno, en fines de semana, incluso en post-operatorios. En cuanto al asesoramiento y formación de los cuidadores fami­ liares llevan a cabo programas de atención domiciliaria a personas con discapacidad severa a través de voluntarios discapacitados leves, aptos para tareas de atención a domicilio, en los que además de proveer cuidados se crea una mayor complicidad entre la persona dependiente y la discapacitada mejorando con ello la autoestima de estas últimas. En relación a la Economía Social, sus entidades cuentan con aspectos diferenciales con respecto a otros sectores como su amplia cobertura territorial tanto en el medio urbano como en el rural, su proximidad al colectivo beneficiario, la calidad del em­ pleo derivada de la fidelidad e implicación de los trabajadores y de la menor rotación en el puesto de trabajo o el trato y el respeto al mayor, mientras que presentan valo­ res intermedios entre el sector privado y el público en términos de coste de atención en los centros de larga estancia (Ruiz Cañete, 2011) y en la relación calidad-precio de las residencias de personas mayores (Tous y Bermúdez, 2011) . Su presencia en la prestación de servicios para personas mayores y con discapacidad es cada vez más significativa. En este ámbito se concentra en torno al 10% de las empre­ 74 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero sas de servicios sociales de la economía social y un 16% cuando se trata de servicios sociales sin alojamiento (CEPES, 2013). El número de trabajadores de la economía social en actividades de asistencia en residencias y otros servicios sociales sin aloja­ miento creció un 17% entre 2009 y 2011 (Jiménez y Rodríguez Castedo, 2012). También se están desarrollando iniciativas de colaboración con las administraciones locales para la promoción y creación de empresas de la ES como los convenios firmados entre CEPES y la FEMP de Extremadura. Por ejemplo, en el caso de Anda­ lucía las cooperativas de trabajo asociado gestionan actualmente centros de día con más de 800 plazas y más de 30 residencias para personas dependientes con 1.600 plazas residenciales (Jiménez y Rodríguez Castedo, 2012). – En lo que respecta a la pobreza y la exclusión social, los indicadores de desigual­ dad y pobreza se han agudizado con la crisis económica. La tasa de desempleo ha aumentado en más de 17 puntos desde el inicio de la crisis, el porcentaje de hogares que viven con ingresos inferiores al 30% de la renta mediana es de 7,2%, lo que supone unos 3,3 millones de personas en pobreza severa (casi el doble que en 2006) (Laparra, 2013) las tasas de riesgo de pobreza son del 21,1% (INE 2012) y un 3,67% de los hogares no tiene ingresos según la EPA en 2012. Ello supone que sea cada vez más habitual el recurso a las entidades del Tercer Sector cuyas peores expectativas se están viendo constantemente sobrepasadas por una realidad que refleja, por ejemplo, cómo ha aumentando de 370.251 en 2007 a 1.015.276 en 2011 el número de personas que atendieron a los servicios de acogida y atención primaria según el VII Informe del Observatorio de la Realidad Social de Cáritas (Cáritas, 2012). En relación a la exclusión social y la lucha contra la pobreza las principales acciones de las entidades del Tercer Sector están relacionadas con la lucha contra la discri­ minación, los servicios de acogida y atención primaria y la integración sociolaboral (que abordaremos a continuación como inversión social) ámbito en el que, según el anuario del TSAS (Fundación Luis Vives, 2012), se concentran el 23% de las enti­ dades del sector. Sus intervenciones abarcan desde programas de carácter más integral o que tienen un recorrido transversal entre distintos colectivos desfavorecidos, hasta programas específicos como los programas para la inclusión social orientados a facilitar el ac­ ceso a las tecnologías de la información y comunicación a personas sin hogar y población rural, programas dirigidos a las mujeres del medio rural y del ámbito marítimo-pesquero, de inserción sociolaboral para el pueblo gitano, o programas para la integración social y la inserción laboral de internos y liberados condicionales. Sirvan como ejemplo cuantificado de gestión de recursos públicos los aproximada­ mente 200 millones de euros derivados de la asignación tributaria del 0,7% del IRPF en 2012 que las entidades de acción social gestionan para desarrollar sus programas de acción social, los recursos invertidos por Cáritas que, según su memoria anual, fueron en 2011 de 42,5 millones en programas de acogida y asistencia, 21,5 millones en personas sin hogar o 3,3 millones en personas con discapacidad, o las 325.000 Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 75 personas atendidas en la lucha contra la pobreza y 347.009 personas mayores, de­ pendientes y cuidadoras atendidas en Cruz Roja en 2011. En el caso de la Federación Lares, está compuesta por más de 900 empresas (residencias y centros de día), donde durante en 2011 recibieron cuidados unos 70.000 mayores atendidos por más de 33.000 trabajadores y 9.500 voluntarios. 3.2.2. El TS y su contribución a la inversión social La entidades del Tercer Sector además de la creación de empleos directos, más de 1,2 millones en 2008 (ver cuadro I) también están facilitando la inclusión social y laboral y el ac­ ceso a los servicios sociales y sanitarios como se reconoce en la Recomendación de Inclusión Activa de 2008 (Comisión Europea, 2008). Desde las entidades del TSAS, en el ámbito sociolaboral, no sólo están gestionando bolsas de empleo o actuando como intermediarios entre las personas excluidas del empleo y el mercado de trabajo ordinario, sino que están desarrollando itinerarios de inserción sociola­ boral personalizados para colectivos que quedan fuera de los canales formativos habituales. Estos itinerarios abarcan varias fases, como son: 1) la acogida y orientación, 2) información y formación sobre habilidades sociales, aprendizaje de oficios, técnicas de búsqueda de em­ pleo, autoempleo y teleformación y, por último, 3) integración laboral mediante Empresas de Inserción Laboral y Centros Especiales de Empleo. Sirva de ejemplo la experiencia acumulada por entidades como la Fundación ONCE, Fundación Secretariado Gitano, Cruz Roja Española o Cáritas Española mediante su colabo­ ración en la gestión del Programa Operativo Plurirregional de Lucha contra la Discrimina­ ción aprobado por la Comisión Europea para los sexenios 2000-2006 y 2007-2013. Dicho programa, financiado con fondos públicos nacionales y de la UE, y con fondos propios de las ONG, ha demostrado ser un buen instrumento de empleo y de formación profesional contribuyendo a la generación de mayores expectativas de empleabilidad. Buena parte de los participantes accedieron a un empleo y su paso por el programa ha tenido un efecto compensatorio y de promoción de la igualdad de oportunidades por cuanto les ha cualificado adecuadamente acercándoles en mayor medida a su normalización laboral. El balance de este programa entre 2000 y 2010 fue de 350.179 personas participantes, 122.628 personas formadas, 136.298 empleos conseguidos, 737 empresas creadas y 1.400 entidades que han recibido apoyo. En 2011, 11.611 personas participantes accedieron al empleo con unas tasas de éxito en torno al 45% de las personas para las que se realizó intermediación (Cáritas et al, 2013). Las entidades de la economía social se están consolidando durante la crisis como amor­ tiguadores del desempleo y como refugio de colectivos desempleados con mayores dificul­ tades de inserción laboral. No obstante, la duración de la crisis y la contracción del crédito no les han sido ajenas. El sector resistió razonablemente en la primera fase de la crisis, entre 2008 y 2010, y desde entonces han incurrido en pérdidas netas de empleo, a pesar de lo cual el impacto de la crisis sobre el empleo ha sido menor en las entidades de la economía social (en el caso de las cooperativas descendió un 9% entre 2008 y 2012) que en las empresas privadas convencionales (lo hizo un 19% en el mismo periodo) (Monzón y Chaves, 2012). 76 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero Dicho impacto ha podido ser más suave por su menor exposición a los activos finan­ cieros causantes de la crisis económica al utilizar formas alternativas de financiación como los bancos éticos, o las cooperativas de crédito (Monzón y Chaves, 2008), porque ofrecen una flexibilidad laboral más comprometida con el empleo o por la mayor capacidad de in­ corporación en sus plantillas tanto a desempleados como a personas procedentes de otro tipo de empresas a través de dos vías: a través del autoempleo de desempleados y colectivos con dificultades de inserción laboral o por la transformación de las empresas tradicionales en crisis en empresas de la economía social (Calderón y Calderón, 2012). Del mismo modo están actuando como medio de desarrollo del empleo protegido y como refugio de colectivos con más dificultades de acceso al empleo como las mujeres ma­ yores de 45 años, las personas mayores de 55 años, personas con discapacidad, en situación de exclusión social y personas de baja cualificación (CEPES, 2013) bajo unas condiciones laborales en las que prima la fidelidad y compromiso personal de los trabajadores, la conci­ liación laboral y una menor rotación en el puesto de trabajo. Merecen una mención especial las empresas sociales. En cuanto a las empresas de in­ serción, aunque cuantitativamente su aportación sea inferior a la del sector cooperativo o la de entidades de acción social (200 entidades aproximadamente empleando a algo más de 4.000 trabajadores en inserción según CEPES), resultan ser un buen instrumento de inclusión social. Su relativo éxito se debe a que en estas organizaciones coexisten la lógica empresarial y prestacional y lógica social y de activación laboral mediante la adaptación de las capacida­ des específicas de las personas con dificultad de acceso al mercado laboral a la realización de una actividad laboral real, todo ello a un coste reducido, al contar con parte de recursos derivados de donaciones y voluntariado. Por su parte, los Centros Especiales de Empleo pertenecientes a la Economía Social, caracterizados por ser empresas que operan en el mercado y beneficiarse de ayudas públicas por tener en sus plantillas al menos a un 70% de trabajadores con discapacidad, están demos­ trando ser un medio eficaz de desarrollo del empleo protegido para este colectivo a través de sus más de 500 entidades y casi 30.000 personas empleadas, según CEPES. 3.2.3. Tercer Sector e innovación social Como hemos mencionado en el apartado anterior, desde las instituciones europeas se reconoce la capacidad de la economía social como sector generador de empleo y de inno­ vación social (COM (2011) 0173), (COM (2011) 682) en cuanto a modos de organización y producción y el desarrollo de nuevos productos y nuevos mercados (COM (2013) 83 final). Las organizaciones del Tercer Sector están demostrando su capacidad de innovación en el desarrollo de programas de acción social, en el desarrollo de nuevas fórmulas organizati­ vas y en el uso de las tecnologías de la información. Con respecto al primero, las entidades del TSAS, están desarrollando programas inno­ vadores que contribuyen a ampliar la oferta de alternativas existentes en las Administraciones Públicas. Por citar algunos ejemplo: las compañías de baile para personas con dependencia moderada, servicios alternativos a la institucionalización psiquiátrica de personas suscepti­ Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 77 bles de padecer algún tipo de dependencia, o los programas de formación de Cruz Roja en los que, mediante un acuerdo de colaboración entre la empresa REPSOL, Cruz Roja y FSC Inserta, las organizaciones sociales seleccionan los alumnos y les acompañan en el proceso de formación y la empresa imparte, financia la formación y les facilita hacer prácticas con posibilidades de ser contratados. En cuanto a la innovación organizativa, además de las ya mencionadas empresas socia­ les, el Tercer Sector está recurriendo a 1) nuevas fórmulas de cooperación empresarial ba­ sadas en uniones temporales de empresas o redes centrales de compra, sobre las que existen novedosas experiencias (Morales, 2011), 2) al desarrollo de los mercados sociales promovi­ dos desde empresas sociales como formas de intercambio que no requieren de dinero para su funcionamiento, o 3) a estrategias sinérgicas con el sector empresarial como, por ejemplo, la participación de Cáritas Girona con su Empresa Ecosol en el Grupo empresarial Exit, cuyo objetivo es promover la integración sociolaboral de personas con discapacidad y en situación y/o en grave riesgo de exclusión social mediante la agrupación de proyectos y empresas de economía social (http://www.grupexit.cat/index.php?module=exit&lang=es). En cuanto al uso de las tecnologías destacan experiencias de e-inclusión, como las de­ sarrolladas por la Fundación Bip Bip o la Red Conecta que facilitan formación y acceso a las TIC a personas sin recursos o en riesgo de exclusión, el impulso del cibervoluntariado como nuevo espacio de envejecimiento activo en el que cada vez tiene mayor cabida las personas prejubiladas o jubiladas (en la actualidad constituirían el 13% de los cibervoluntarios) (Mo­ rales, 2009), o la creación de plataformas de microcréditos en las que mediante el uso de la web se canalizan los microcréditos a proyectos de entidades no lucrativas. 4. Mirando hacia el futuro: el papel del Tercer Sector Las entidades del TS vienen desempeñando un relevante papel en la actual coyuntura económica amortiguando los desequilibrios del mercado laboral, gestionando programas de acción social y servicios de acogida y atención primaria y desarrollando itinerarios de inser­ ción sociolaboral o vías de empleo cooperativo como posible salida laboral para los colecti­ vos más precarizados. En la actualidad, su desarrollo está pasando de depender de los recursos existentes (Montagut, 2009) a hacerlo de los recursos escasos en un escenario de confluencia de los nuevos y viejos riegos sociales que sobrepasan, aún más si cabe, la capacidad instalada de las Administraciones públicas y que ponen al límite la cohesión social. Este escenario de esca­ sez de recursos, junto a la necesidad de adaptación a la competencia del sector mercantil, el énfasis en la UE en el uso de los recursos del TS como complemento de los recursos públicos en el fomento de la inclusión “activa” (COM (2013) 83 final), y el profundo deterioro de los indicadores sociales de desigualdad, pobreza y empleo están desencadenando la recali­ bración del Tercer Sector caracterizada por: 1) una mayor colaboración y reforzamiento del sector (la Plataforma del Tercer Sector creada en enero de 2012 es un buen ejemplo), 2) el recurso al voluntariado para la supervivencia de las entidades más descapitalizadas (Franco y 78 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero Fernández, 2012), 3) la combinación de mayor competencia en la prestación de servicios con la búsqueda de sinergias y de espacios de diálogo conjunto y 4) la creciente diversificación de las entidades mediante “nuevas” formas organizativas “híbridas”, como las empresas so­ ciales (fundamentalmente empresas de inserción y centros especiales de empleo) que reúnen algunas características de los dos polos del Tercer Sector y que vendrían a formar parte de lo que algunos autores denominan como “nueva economía social” (Defourny et al, 1997), incluso “cuarto sector” (Jiménez y Morales, 2011). El actual contexto de crisis económica parece encaminarnos irremisiblemente hacia una visión comunitarista de la política social en la que la sociedad civil, a través de la mi­ crosolidaridad familiar y de las entidades del Tercer Sector, desempeña un rol activo en la implementación de dichas políticas, no ya como una posibilidad teórica sometida al debate sociopolítico, sino como salida inevitable de la política social debido a la deslegitimación del Estado de Bienestar y sobre todo a su asfixia económica. Sin embargo, este proceso latente de comunitarismo de la política social, no debería suponer el desmantelamiento del Estado de Bienestar en aras de una sociedad de bienestar en la que paradójicamente se propugna la legítima participación ciudadana en la procura de su bienestar, pero haciéndola cómplice de su propia desprotección colectiva. Más bien supone la consolidación de un nuevo sistema mixto más orientado al mercado y al TS, en el que el Estado sigue siendo la institución central de la protección social por recursos y capacidad instalada. Un sistema que se encamina hacia un modo distinto de intervención económica y política en el que, como hemos apuntado, las organizaciones del Tercer Sector deben combinar una lógica de garantía de derechos y de sensibilización social hacia políticas sociales de amplio espectro, con el desarrollo de funcio­ nes de protección, inversión e innovación social. En la actualidad y en el futuro más inmediato, las entidades del TSAS tendrán que se­ guir dando respuesta fundamentalmente a dos tipos de presiones. Por un lado, la presión económica derivada de la reducción progresiva de los ingresos procedentes del Sector Público y de la Obra Social de las Cajas de Ahorro o del aplazamiento de cobros. En este sentido, la crisis económica está impactando en la solvencia de las enti­ dades del TSAS y en sus expectativas de supervivencia. Como se pone de manifiesto en el Anuario 2012 de la Fundación Luis Vives los problemas de financiación afectan a un 20% más de entidades en 2010 de lo que lo hacían en 2008, donde ocho de cada 10 aseguran tener dificultades económicas y cuatro de cada 10 tuvieron problemas de liquidez en 2010. Por el otro, a las presiones de representación social. El TSAS, debe salir de la encru­ cijada en la que está sumido por su papel subsidiario del Estado y el mercado en la esfera de la prestación de servicios y cada vez más de los movimientos sociales (plataforma de afectados por la hipoteca, afectados por preferentes, movimientos 15M, etc.) en el ámbito de las funciones de abogacía y representativa. La institucionalización del TS, es decir, su reco­ nocimiento explícito por los poderes públicos en su condición de interlocutor en el proceso de elaboración de las políticas públicas, en cierto modo ha devenido en su consideración como “una parte del sistema” con una capacidad limitada para ser la voz de los ciudadanos más vulnerables entre los vulnerables, cuya inercia de precariedad y escasa capacidad de movilización se ha agudizado con la crisis sin encontrar en el Tercer Sector un medio de representación colectiva. Sistemas mixtos de protección social. El tercer sector en la producción de bienestar 79 Desde las organizaciones del TS de acción social esta situación requiere realizar un doble esfuerzo organizativo e institucional en las organizaciones. Por un lado, un esfuerzo organizativo de ajustes internos y continuar con la articulación real del sector. Por el otro, un esfuerzo institucional orientado a la movilización de acciones para reforzar la sensibilización social apelando a la solidaridad de la sociedad y la interlocución con el Sector Público (Ro­ dríguez Cabrero, 2012) evitando ser instrumentalizado como medio de asistencialización del Estado de Bienestar. Del mismo modo, el Tercer Sector tendrá que afrontar retos como afian­ zar la democracia participativa en las organizaciones evitando la tendencia a utilizar nuevas fórmulas de gestión y de toma de decisiones no asamblearias por la vía de la Fundación que están ampliando la brecha participativa de los socios o mayor innovación en la captación de recursos. En el ámbito de la Economía Social, la presión además de económica viene fundamen­ talmente por la expansión de las empresas no cooperativas de grandes grupos empresariales. La respuesta de las entidades de la economía social está siendo ganar tamaño e implantación territorial en el sector sociosanitario, especialmente las cooperativas de iniciativa social, re­ curriendo (en torno a un 47% de los casos) a fórmulas de cooperación empresarial mediante el establecimiento de servicios compartidos, uniones temporales de empresas, alianzas estra­ tégicas, redes comerciales y centrales de compra y colaboraciones en la externalización de servicios (COCETA, 2011). Notas 1. 2. 3. 4. Según el estudio de Monzón y Chaves (2012) las mutuas de salud y protección social cubren a 120 millones de personas y las mutuas de seguros tienen un cuota del 24%. Por su parte, las asociaciones emplean a 8,6 millones de personas en 2010 (65% de todo el empleo del TS), lo que representa el 4% del PIB. “Economía social”, denominada también “tercer sector”, se hace referencia a agentes no gubernamentales, como las organizaciones locales o de voluntariado y las empresas sociales, que realizan actividades en bene­ ficio de la sociedad. Las empresas sociales son aquellas con objetivos primordialmente de carácter social, que normalmente reinvierten sus superávits en la propia empresa o en la comunidad, en lugar de buscar el máximo beneficio para sus propietarios y partícipes. Bono de impacto social es que un inversor privado financie a un prestador de servicios sociales para que ponga en práctica un programa social, a cambio de la promesa (“bono”) del sector público de reembolsar la inversión inicial y abonar una retribución si el programa obtiene unos resultados sociales predefinidos. El sector no lucrativo estaría constituido nuclearmente por las asociaciones y fundaciones relacionadas con los ámbitos de la acción social, el cultural, recreativo, educativo, deportivo, político o religioso. La Economía Social estaría constituida sobre todo por las cooperativas, sociedades laborales y mutualidades de previsión social y determinados tipos de asociaciones. 80 Vicente Marbán Gallego y Gregorio Rodríguez Cabrero Bibliografía Ariño, A. et al (1998): La Rosa de las Solidaridades, Fundación Bancaja, Valencia. Barea, J. y Monzón, J.L. (1992): Libro Blanco de la Economía Social en España, MTAS, Madrid. Barea, J. y Monzón, J.L. (2002): Informe de Síntesis sobre la Economía Social en España, Ciriec, Valencia. Becker, H.K. (2012): On social business initiative: Creating a favourable climate for social enterprises, key stakeholders in the social economy and innovation. European Parliament. Committee on Em­ ployment and Social Affairs. 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