CAM.CRIM.CORRECCIONAL CYC.FAM.TRAB S2 - DEAN FUNES Protocolo de Sentencias Nº Resolución: 4 Año: 2014 Tomo: 1 Folio: 15-28 EXPEDIENTE: 535302 - MONTES, MIGUEL ALFREDO Y OTRO C/ PECORARI, WALTER - ACCIONES POSESORIAS/REALES SENTENCIA NÚMERO: Cuatro. En la ciudad de Deán Funes, departamento Ischilín, provincia de Córdoba, a los cuatro días del mes de julio del año dos mil catorce, se reúnen en Acuerdo Público los integrantes de la Cámara en lo Criminal, Correccional, Civil, Comercial, Familia y del Trabajo de la Novena Circunscripción Judicial, señores Vocales Juan Abraham Elías, Horacio Enrique Ruiz y Juan Carlos Serafini, bajo la presidencia del primero de los nombrados, en presencia de la Secretaria del Tribunal, con el objeto de dictar sentencia en estos autos caratulados: "MONTES Miguel Alfredo y otro c/ Walter PECORARI - Acción Reivindicatoria - Apelación", Expediente Nº 535302, venidos en apelación del Juzgado en lo Civil, Comercial, Conciliación y Familia de este centro judicial en contra de la sentencia número ciento once, de fecha cuatro de julio de dos mil ocho, que resolvía: "I) Hacer lugar a la demanda de reivindicación promovida por los Sres. Miguel Alfredo Montes y Federico Matías Peuser, en contra del Sr. Walter Roberto Pecorari; condenando a este último a restituir a los actores, en el término de diez días de quedar firme la presente resolución, el inmueble en litigio que ocupa, y que ha sido descripto en los Vistos I) de la presente resolución, fracción de campo de la cual son condóminos los actores, bajo apercibimiento de lanzamiento por la fuerza pública. II) Imponer las costas al demandado, Sr. Walter Roberto Pecorari. III) Regular provisoriamente los honorarios del Dr. Marcos Gabriel Wilkosz, en la suma de pesos seis mil ochocientos ocho, con sesenta y cinco centavos ($ 6.808,65). IV) Regular los honorarios del Perito Agrimensor Oficial, José María Gamboni, en la suma de pesos doscientos treinta y uno, con veinte centavos ($ 231,20). Protocolícese,..." (fs. 321/334vta.).- Realizado el sorteo de ley (art. 379 del CPCC), el orden de emisión de los votos es el siguiente: Juan Abraham Elías, Juan Carlos Serafini y Horacio Enrique Ruiz (Ver acta fs. 412).- El Tribunal en presencia de la fedataria fijó las siguientes cuestiones a resolver: PRIMERA CUESTION: ¿Procede el recurso de apelación articulado por el demandado?; SEGUNDA CUESTION: ¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?- A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL JUAN ABRAHAM ELIAS, DIJO: I) El decisorio en crisis contiene una relación de causa que satisface las exigencias legales, por lo que a ella me remito por razones de brevedad (art. 329 del CPCC). Tramitado el proceso, la señora jueza de primera instancia dictó sentencia haciendo lugar a la demanda de reivindicación deducida por los actores, imponiendo las costas al accionado vencido.- El fallo fue cuestionado por el Dr. Amadeo José Martínez a fs. 343 de autos en su carácter de apoderado del demandado, quién interpuso recurso de apelación. Concedido el mismo por decreto de fs. 343vta. y elevado el expediente ante este Tribunal de alzada, el recurrente Walter Roberto Pecorari sin revocar el poder otorgado al Dr. Amadeo José Martínez- con la asistencia técnica de éste expresó agravios a fs. 377/388, los que fueron rebatidos por la Dra. Isabel Gaona de Faraudo en su carácter de apoderada de los actores a fs. 390/395.- Firme y consentido el decreto de autos y estudiada la causa, quedó en condiciones de ser resuelta. Diligenciadas las medidas para mejor proveer dictadas por el Tribunal, los autos pasaron nuevamente a estudio de los señores vocales (Confr. fs. 447).- II) La litis: A fs. 7/11 Miguel Alfredo Montes y Federico Matías Peuser con el patrocinio letrado del Dr. Marcos Wilkosz promueven demanda de reivindicación en contra de Walter Pecorari a los fines de obtener la restitución de una fracción de campo de 31 ha y media, ubicada en San Roque, pedanía Mercedes, departamento Tulumba de esta provincia, compuesta por cuatro parcelas designadas como: Lote Tres de seis hectáreas tres mil cuatrocientos setenta metros dos mil doscientos cincuenta decímetros cuadrados; Lote Cuatro con una extensión de seis hectáreas tres mil ochocientos cuarenta y siete metros seis mil doscientos siete decímetros cuadrados; Lote Cinco con una superficie de ocho hectáreas seis mil trescientos once metros nueve mil ciento cincuenta y dos decímetros cuadrados; y Lote Seis de diez hectáreas mil setenta y siete metros siete mil trescientos cuarenta y ocho decímetros cuadrados; que en conjunto forman parte de un inmueble de mayor superficie, cuyas medidas y límites se describen en el libelo introductivo. Manifiestan que son propietarios y poseedores por compra efectuada mediante escritura número ocho "A", labrada con fecha 17 de enero de 2003 por el notario titular del Registro doscientos ochenta y dos de la ciudad de Córdoba, a Edmundo Ramón Morales en su carácter de único y universal heredero de sus padres Ramón Cipriano Morales y Donata Fabia Zamudio; y que al momento de adquirirlos se encontraban libres de ocupantes y cosas según consta en el acta labrada ante la Jueza de Paz que adjuntan, situación que se mantuvo hasta el día 18 de febrero de 2003 en que el accionado irrumpió ilegítimamente. Aducen que la maniobra de Walter Pecorari consistió en instalar una casilla y cerrar con alambre las fracciones antes descriptas, privándoles el ingreso, turbando y excluyéndolos de la posesión que en forma pacífica ejercían, razón por la cual el Fiscal de Instrucción de esta ciudad imputó al demandado el delito de usurpación como consecuencia de la denuncia formulada por ante la repartición policial con asiento en la localidad de Las Arrias. En oportunidad de contestar el traslado de la demanda el Dr. Amadeo José Martínez en su carácter de apoderado del accionado con el patrocinio del Dr. Ubaldo O. Aspitia (fs. 39/42) interpuso las excepciones de prescripción veinteañal y de falta de acción. Subsidiariamente negó que las fracciones de campo de 31 ha y media que reclaman los actores se sitúen física, jurídica, material o territorialmente dentro, en coincidencia o superposición con el lote de forma trapezoidal descripto en el apartado Nº 5 del punto II, de 43 ha, sin título, sobre el cual ejerce la posesión quieta, pública, pacífica e ininterrumpida con ánimo de dueño por un lapso superior a veinte años, en forma exclusiva con sus condóminos (Jorge Eduardo y Alejandro Pecorari) por cesión de la posesión que les efectuaron sus antecesores: Juan Carlos Bosio, Miguel Ángel Bosio, José Alberto Piazza y Oder Oscar Silva, según escritura Nº 5, folio 23, labrada en la localidad de Marull el día 31 de enero de 1983 por ante la escribana titular del Registro Público Nº 690, constando el dominio de los cuatro lotes en las matrículas 508541, 508542, 508543 y 508544 del Registro General de la Provincia y de otra parcela que abarca una extensión de 209 ha 7714 m2 en la matrícula 508545, según documental que acompaña. Asimismo descartó que la heredad que reivindican los impetrantes (de 31 ha y media) pueda tener alguna relación con la fracción triangular de aproximadamente 11 ha situada en el extremo Oeste del lote de 209 ha 7714 m2 ubicada al Oeste de la línea férrea que conforma una unidad sin solución de continuidad con esta parcela, que tienen con título perfecto y registrado. Como sustento de la excepción de falta de acción aduce que el inmueble que pretenden los actores no está ubicado ni física, ni jurídica, ni materialmente, en coincidencia o superposición con la fracción que posee. En forma subsidiaria, opone la excepción de prescripción veinteañal. Finalmente solicitó el rechazo de la demanda, con costas, ya que la escritura en que los demandantes sustentan la propiedad resulta inoponible a terceros por cuanto no satisface la exigencia contenida en el art. 2505 del CC, toda vez que carece de la inscripción registral.- III) La sentencia en crisis: La señora jueza de primera instancia sobre la base de lo prescripto por el art. 2758 del CC estableció los requisitos básicos que los impetrantes debían acreditar para la procedencia de la acción de reivindicación intentada, esto es: a) el carácter de propietarios de la cosa; y b) la pérdida de la posesión. En primer término rechazó la defensa de falta de acción opuesta por la parte demandada. Invocó que la copia de la escritura número ocho, sección "A", de fecha diecisiete de enero de dos mil tres, acompañada a la demanda y agregada a fs. 5/6 de autos, por la cual Edmundo Ramón Morales vendió a Miguel Alfredo Montes y Federico Matías Peuser las parcelas que conforman el inmueble objeto del presente litigio, descartando los argumentos esgrimidos la accionada. En su análisis la a quo asignó valor decisivo a la copia de su original incorporada durante la etapa probatoria (fs. 61/64) en la que figura la anotación de los dominios ante el Registro General de la Provincia en las matrículas Nº 668213, 668214, 668215 y 668216 del departamento Tulumba con fecha 23/09/2003, la copia certificada de la escritura traslativa de dominio de fecha 17/01/2003 remitida por el escribano Esteban Ferrer Frontera, quien confeccionó el instrumento que constituyó el título base de la demanda del que surge que los accionantes adquirieron el predio en disputa a Edmundo Ramón Morales (fs. 90/93), y en el informe del Registro General de la Provincia y las matrículas pertinentes cuyas copias certificadas se incorporaron a fs. 96/100. Sobre la base de las constancias emergentes de esos instrumentos consideró que los accionantes probaron debidamente la adquisición a Edmundo Ramón Morales de las fracciones de campo que reclaman, el carácter de titulares dominiales cumplimentando adecuadamente las exigencias del art. 2505 del CC, reconociéndoles el derecho a poseer la cosa y legitimidad para accionar por reivindicación. Asimismo del examen de esos títulos infirió que el causante Ramón Cipriano Morales (padre del vendedor Edmundo Ramón Morales) fue el antecesor dominial del Lote Tres por compra que efectuara a Gerardo Quiroga, mediante escritura Nº 107 del 31/03/1948, inscripta en el protocolo de Dominio al Nº 9173, Folio 10108, Tomo 41, Año 1948; y que también resultó el anterior propietario de los Lotes Cuatro, Cinco y Seis por adquisición efectuada a Pedro Jesús Moyano mediante escritura Nº 159 del 30/08/1950, inscripta en el protocolo de Dominio Nº 33583, Folio 39271, Tomo 158, Año 1950, según constancias de fs. 5/6, 61/64 y 96/100. Indicó que si bien la presunción que emana de esos títulos, respecto a que alguno de los antecesores ostentaron el corpus y el animus en los veinte años previos a la presentación de la demanda, vale decir, entre el día 05/09/1983 y el 05/09/2003, no implica que la posesión material de la cosa haya estado efectivamente en todos o en alguno de los titulares por cuanto el mero hecho que exista una sucesión concatenada de transferencias dominiales, que en la especie se remonta al año 1948 en un caso, y en el otro al año 1950, convalide aquella.Para desestimar la excepción de prescripción veinteañal opuesta valoró la prueba testimonial ofrecida por la parte demandada. Arribó a la conclusión que la accionada únicamente ha acreditado la realización de un solo acto material sobre el terreno en el año 1983, consistente en desmontar con una topadora unos pocos metros sin llegar a deslindar el inmueble ni a efectuar un cerramiento, ni a desarrollar en el devenir de los siguientes veinte años actos posesorios; que en ese fundo con anterioridad al año 1983 era propietaria y ejercía la posesión la sucesión Morales, a la sazón vendedora a través del único y universal heredero (Edmundo Ramón Morales) a Miguel Alfredo Montes y Federico Marías Peuser. Recién en el año 2003 el demandado Pecorari cerró la fracción en litigio con un alambrado e introdujo una casilla y una persona a sus órdenes, resultando éste el hecho que motiva el inicio de la reivindicación. Sostuvo la a quo que el accionado (apelante) no ha acreditado el ejercicio de la posesión de modo insospechado, claro, convincente y continua durante los veinte años necesarios para adquirir por prescripción. La judicante hizo hincapié en los dichos del testigo Sergio Arzubi, propuesto por los demandantes, propietario de una heredad contigua al fundo de autos desde el año 1997 y por ende vecino de ambas partes, quienes les efectuaron sendos ofrecimientos de venta del predio en litigio. Arzubi reconoció como colindante de su propiedad al accionado Pecorari por el Sud y a Edmundo Ramón Morales por el Este, y en el caso de este último inmueble realizó un análisis de las escrituras, corroboró la ubicación de cada parcela que conforman la heredad en disputa para conocer la situación fáctica y confeccionó personalmente un plano. Agregó que en el mes de diciembre de 2002 o enero de 2003 conoció a los dueños (actores) que tienen los títulos del predio sobre el que practicó el estudio antes relacionado; que en el año 1997 desistió de adquirir esas parcelas a Pecorari por carecer de alambre y de mejoras. En ese mismo campo en marzo de 2003 el accionado Walter Roberto Pecorari (apelante) abrió una picada con el Sr. Tobanelli pasando un tractor con un rolo de desmonte, construyó el alambrado en el costado Oeste, especificando que el costado Sur lo cerró otra persona. Finalmente en cuanto al planteo del demandado referido a la falta de correlación entre el título y el inmueble que ocupa, la juzgadora señaló que tales aseveraciones son contradichas por los testimonios receptados, en especial de Sergio Arzubi. Así destacó el conocimiento directo que éste tiene por ser colindante con el campo en disputa, circunstancias por la que tanto la parte actora como la demandada le ofrecieron en venta esa fracción y tuvo a la vista el título de los actores. En su valoración la Iudex a quo destacó los dichos de los testigos propuestos por el propio impetrado, el que ha reconocido que el inmueble objeto de este litigio es el que se conocía como de "los Morales" (predecesores de los actores). En ese sentido ponderó las afirmaciones de Rafael Solano Rearte quien indicó que con anterioridad, al fundo litigioso, lo explotaba el señor Ramón Cipriano Morales, en absoluta correspondencia entre el campo en discordia y el de propiedad del vendedor de los actores. Resaltó la coincidencia existente en los testimonios de Antonio Esteban Elías y Domingo Esperidonio Varela en cuanto el fundo que ocupó Pecorari en el mes de abril de 2003, con anterioridad pertenecía a Morales. En definitiva, concluyó que más allá del desconocimiento que el accionado hizo de la identidad del terreno a que aluden los títulos de los actores con el campo donde el demandado introdujo una casilla y alambró, la prueba producida confirmó que se trata de un solo y mismo inmueble, desestimando la excepción de falta de acción interpuesta por el demandado. Sobreabundando en argumentos, la señora Jueza de primer grado resaltó la actitud asumida por el accionado en el proceso en cuanto impidió la producción de la prueba pericial ofrecida por ambas partes para acreditar que el título de los actores no se corresponde con la fracción de campo por él ocupada. Finalizó admitiendo la demanda, condenando a Walter Roberto Pecorari a restituir a los actores el inmueble objeto de la litis que en condominio pertenece a los demandantes dando por acreditado que son sus titulares registrales, con derecho a ejercer la posesión de la que fueron privados por el accionado. IV) Los agravios: 1.- En el libelo de fs. 377/388 el recurrente (demandado) como aspecto preliminar destacó que en el Considerando I) a fs. 327, la a quo deslizó un error material evidente al consignar que la acción intentada es de despojo y no de reivindicación, como surge claramente de los escritos de las partes que conforman la litis contestatio. 2.Circunscribió el primer agravio a la omisión de la juzgadora de agregar y valorar el alegato de bien probado incorporado a la causa después de dictada la sentencia, situación que afectó su derecho de defensa y constituyó un error de juicio subsanable por vía impugnativa por tratarse de un juicio definitivo cuya resolución hace cosa juzgada material. 3.- Como segundo reproche adujo que el pronunciamiento violó el principio de congruencia al establecer que el despojo se materializó a fines de febrero de 2003 cuando su mandante introdujo una casilla y cerró el campo, en concomitancia con la presentación efectuada por los apelados ante la Sra. Jueza de Paz con asiento en la localidad de Las Arrias el día 06/02/2003 según manifestaciones efectuadas en el acta de fs. 3, en contraposición con el reconocimiento por ellos efectuado en la escritura Nº 8, Sección “A” de fecha 17 de enero de 2003, ante el escribano Ferrer Frontera acerca de la posesión real y efectiva que ostentaban de los lotes que adquirían. En ese contexto señaló que los demandantes no acreditaron ser propietarios del inmueble litigioso por cuanto el título no estaba inscripto, ni poseedores pues no se les efectuó la tradición del inmueble en los términos del art. 2377 y siguientes del Cód. Civ., ni cesionarios de la acción por falta de ocupación de la cosa. Añadió que tampoco los accionantes probaron la posesión de las parcelas en disputa por parte del antecesor (Eduardo Ramón Morales) en el "supuesto título" de fs. 61/64. Para el caso de una cesión tácita, la falta de tradición obsta al nacimiento del derecho de dominio en cabeza del adquirente (arts. 577, 3265 y concs. del Cod. Civ.); por ende la falta de titularidad (arts. 2772 y 2774 ibídem, entre otros), constituye un valladar a la procedencia de la acción. En suma, sostuvo que los demandantes carecen de legitimación toda vez que no fueron desposeídos, no se encuentran amparados como cesionarios de la acción ni como adquirentes, pues no se les hizo tradición de la cosa. Enfatizó que en la reivindicación la prueba debe surgir de los títulos de propiedad, entendiéndose por estos "al antecedente jurídico del que resulta el derecho de propiedad sobre la cosa". En el sub lite los actores no exhibieron ningún título anterior al de los pretensores de la reivindicación y jamás puede equipararse o dotar de validez y eficacia a la simple relación efectuada por el escribano en el instrumento de fs. 62 con el título de los cedentes que no se incorporó a la causa y en definitiva constituye una simple frase de estilo, sin ningún antecedente dominial a la vista. Citó doctrina en apoyo de sus aseveraciones. Señaló que el título concierne al antecedente que dio origen al derecho de poseer y que el informe registral no prueba la propiedad del inmueble, solo la subsistencia de ese derecho por cuanto una vez adquirido se conserva o permanece en cabeza de su titular. Al respecto expresó que los actos posesorios de los hermanos Pecorari datan del año 1983, y anteriormente de sus cedentes: Bosio, Piaza y Silva. Consideró un error de la juzgadora fundar la acción real en los títulos de los actores de fecha 17/01/2003, que se asientan en los que les precedieron, transcribiéndose en la escritura sin que éstos consten en el proceso, pues carecen de derecho a poseer. 4.- Como tercer motivo de reproche arguyó que el título de los reivindicantes de fecha 17/01/2003 celebrado como contrato es inválido para promover la acción en la época en que se interpuso (art. 2774 del Cód. Civil) ya que la titularidad del dominio no solo debe existir a esa fecha sino también al momento de dictarse la sentencia y la escritura fue inscripta en el registro el día 23/09/2003, fecha a partir de la cual resulta oponible a terceros por imperio de las Leyes 17711 y 17801, arts. 2, 20, 22 y 2005 del Cód. Civil.- Agregó que tampoco es válido frente a la categórica expresión del art. 2789 del Cód. Civ. a menos que se presenten títulos más antiguos, lo que implica que el actor deberá acompañar todos los títulos antecedentes hasta encontrar uno que sea de fecha anterior a la posesión del demandado. En tal caso probará que en cabeza de éste se constituyó el dominio y consecuentemente que tenía el derecho a transmitirlo, configurándose la presunción contemplada en el art. 2790 del Cód. Civ.. Añadió que en el sub examine corresponde valorar no solo la existencia, sino también la legitimidad de los títulos. Que a la luz del art. 2468 del Cód. Civ. no basta la referencia consignada por el escribano sobre antecedentes instrumentales concernientes a títulos anteriores aunque los haya tenido a la vista sino se acompañan al proceso los elementos que permitan corroborar su existencia –a cuyo respecto sería suficiente la fe pública que emana de la declaración del escribano-, validez y legitimidad. En ese orden ponderó la carencia absoluta de prueba. Repudió que la a quo se base en un único supuesto título y en una testimonial desprovista de veracidad y sinceridad pues el testigo Arzubi tiene interés en el resultado adverso para su representado (apelante), destacando la negligencia de los impetrantes en acreditar la inexistencia e invalidez de la relación jurídica de la demandada.- En base a citas doctrinarias indicó que “el título del actor por sí mismo, es insuficiente para fundar su acción cuando la posesión del demandado es anterior al título que se le exhibe, aunque no aduzca ninguno, a menos que el actor agregue otros más antiguos. Cabe el rechazo de la demanda de reivindicación pues la presunción de legitimidad establecida por el art. 2789 del Cód. Civil, ha nacido con anterioridad al título del actor. Ello obedece a que la prelación temporal de la posesión del demandado constituía un obstáculo para la tradición a favor del actor, pues para que éste adquiriera la posesión era necesario que la cosa estuviese libre de toda otra posesión y sin contradictor que se oponga a que el adquirente la tome o sea que se verifica el requisito de la posesión vacua que surge de los arts. 2380 in fine y 2383 ibídem. En cuanto a la posesión invocada como fundamento de la excepción de prescripción adquisitiva aseveró que la documental ofrecida como prueba nueva en oportunidad de expresar agravios, acredita que con fecha 10/05/2000 Walter Roberto Pecorari como único demandado, Jorge E. y Juan A. Pecorari cedieron y transfirieron a Rafael S. Reartes, derechos y acciones equivalentes a 20 ha. dentro de la mayor superficie poseída según la descripción efectuada en la contestación de la demanda, cuya posesión real y efectiva el comprador declaró recibir en esa fecha. Añadió que posiblemente la condición de hachero de Reartes le impidió explicitar tal contingencia en su declaración; o bien el estado psicológico derivado de la tacha opuesta a sus dichos pudo haber influido en sus expresiones. Enfatizó que el argumento de la a quo para rechazar la excepción de prescripción adquisitiva por falta de actos materiales en el inmueble se contrapone con la afirmación efectuada en el escrito de contestación de la demanda en cuanto a que la fracción de mayor superficie situada al oeste de la línea férrea se encuentra en la misma situación material (sin desmonte ni mejoras) lo que no es óbice para negar la posesión y propiedad de toda la extensión de la fracción a los hermanos Pecorari. Indicó que la valoración de la prueba efectuada por la Iudex a quo para rechazar la excepción de prescripción adquisitiva en cuanto a que “fuera de esas vueltas que refieren los testigos que dio la máquina en el año 1983, en algunos metros del inmueble litigioso, ninguna actividad se realizó en el inmueble objeto del pleito ni por los actores, ni el demandado”, soslaya que en el punto 3 y 4 del escrito de contestación de la demanda de fs. 40 sostuvo que la fracción ubicada al oeste de la línea férrea, es de mayor superficie y se encuentra en la misma situación de estado natural y sin mejoras. Asimismo señaló que resulta improcedente a la luz de la sana crítica racional el demérito de los testimonios de Antonio E. Elías y de Rafael S. Reartes, pues los dichos de este último se corroboran con la documental agregada en la segunda instancia, la de fs. 29/31, 117/123, escritura e informes registrales. Además se trata de testigos necesarios; Reartes es colindante, conocedor del predio desde hace cuarenta y cuatro años y trabajó en él, introdujo animales en su interior por indicación de Pecorari y luego adquirió derechos posesorios por 20 ha.; sus dichos coinciden con los demás testigos sin incurrir en contradicciones. Declaró que en la fracción mayor no había nada y eran campos abiertos, salvo la picada. Señaló igualmente que Antonio E. Elías es testigo necesario, desmontó la parte Este de la fracción mayor manejando el tractor Zanelo y vivía a dos kilómetros, su padre también era vecino y fue parte del deslinde del campo. Ninguno de los deponentes vieron a Morales en los años 1982 o 1983, no incurrieron en contradicciones ni indicaciones en sus respuestas y sus dichos son objeticos y concordantes con los demás testimonios. Aseveró que Reartes en sus expresiones coincidió con el testigo Caro en cuanto al deslinde efectuado en la fracción y en el desmonte realizado en el esquinero sureste, que constituye otro acto posesorio indiscutido, sobre los que no existen ni indicios que permitan excluir o disminuir la eficacia de sus declaraciones. Transcribió doctrina y jurisprudencia en apoyo de su tesitura. En el tercer agravio adujo que se incumplió con el requisito de la especialidad ya que el título invocado por los actores carece de validez para fundar la acción por inexistencia de elementos de prueba que permitan determinar si las fracciones parceladas –lotes cuatro, cinco y seis, según la nominación de la escritura- se corresponden con el inmueble cuestionado toda vez que la adecuación a un título de la superficie que comprende requiere la operación técnica de la mensura, con replanteo sobre el terreno, a fin de esclarecer donde debe ubicarse el título material descripto en el instrumento formal. A su modo de ver esta contingencia adquiere relevancia en el sub lite ya que los señores Pecorari – como su representado adujo en la contestación de la demanda - poseen una superficie única indivisa de 54 ha. situada al Oeste de la línea férrea “(en desuso y abandonada a la demanda)” – sic -, tomaron posesión de la misma junto con la mayor superficie de 209 ha. 7714 m2., y revela que los impetrantes conocían la posesión de terceros. Al respecto sostuvo que el testimonio del señor Arzubi es único; no es idóneo ni hábil para efectuar el replanteo en el terreno del título, sus dichos son falaces; demuestran un interés directo, indiscutido e indisimulado en favor de los actores para lograr su propósito de comprar lo que resulte del predio como él lo indicara para que su fracción de campo tenga salida a la ruta y a la vía férrea. Sobre el particular destacó, que sin contralor de parte se pretende sustituir la prueba pericial por testimonios, consagrándose la desigualdad entre las partes ya que se erige a éstos en árbitros, confiriéndoles ese poder y carácter; al igual que al resto de los deponentes pues la mensura técnica es la que determina la situación exacta sobre el terreno, medidas, colindancias, demarcación con mojones, etc., dentro del total poseído por la demandada y con las garantías estatuidas por la ley procesal.Refirió que de la testimonial “podría resultar que los antecesores mediatos y lejanos podrían haber poseído cierta fracción de terreno” anterior a los señores Pecorari; no se conoce cuando ni como la perdieron, “pero no los lotes que se pretenden reivindicar”. Los lotes en discusión “estarían diseminados dentro de una fracción de campo de mayor superficie”; se pretende que dicha fracción sería la poseída por el demandado”, pero no se agota con ello el cumplimiento para la viabilidad de la reivindicación. La existencia de una cosa reivindicable supone la mensura del inmueble y su confrontación con los títulos arrimados al proceso. Transcribió jurisprudencia en aval de sus aseveraciones. Arguyó que integrado el requisito del título, no se extiende a la identidad entre el objeto del dominio y de la anterior posesión por el actor o sus sucesores y el objeto de la posesión actual atribuida al adversario. El título y la posesión presumida, que resulta del juego de lo previsto por el art. 2790 del Cód. Civil; solo permiten la individualización teórica del inmueble de propiedad y precedente posesión, más no su preciso emplazamiento físico en un sector material cuya posesión haya pasado a ser del demandado. En el cuarto agravio señaló que en subsidio y para la hipótesis que se admita la demanda, debe tenerse en cuenta que la posesión que ejerce es compartida con sus hermanos Jorge Eduardo y Alejandro Pecorari, como surge de las testimoniales de Antonio A. Elías (fs. 43), Domingo Varela (fs. 145 y 146), Luis Arapiles García (fs. 136) y documental agregada en la alzada. Desde otro ángulo, se trata de un hecho no controvertido por la actora, por lo que al no haber sido partes en el proceso ni dirigido ni ampliado la demanda en contra de ellos, son ajenos a la litis y la sentencia les resulta inoponible.- Adujo que en caso de coposesión la demanda debe dirigirse contra todos los ocupantes, a fin de que la condena sea exigible al conjunto para no violentar las garantías constitucionales de la propiedad y de la defensa en juicio. Tampoco constituye cosa juzgada respecto de los extraños al proceso, quienes ante una condena están habilitados para oponer resistencia a cumplirla instando otra acción. Destacó que en el supuesto que los señores Pecorari no cumplieron los recaudos necesarios para el acogimiento de la adquisición del dominio por prescripción adquisitiva en los términos del art. 4015 del Cód. Civ., ello no implica necesariamente que la demanda de reivindicación deba prosperar ya que los actores carecen de los requisitos esenciales para la procedencia de la acción. Citó doctrina y jurisprudencia en apoyo de sus afirmaciones. Finalmente indicó que la actora debe poner en evidencia ser poseedora para no colegir que ni ella ni su antecesor tuvieron sobre esa fracción la posesión requerida por la ley para reivindicar. Agregó que tampoco han aportado datos ni títulos de antecesores que permitan ampliar el espectro de presunciones que -a su criterio- han quedado desvirtuadas. Adujo que tampoco puede acogerse la demanda instaurada por no haber estado los impetrantes en posesión de la fracción en disputa, comprendiendo también a los antecesores que han sido relacionados. En definitiva, peticionó el rechazo de la demanda y se haga lugar a la excepción de prescripción adquisitiva, revocándose la sentencia recurrida. Subsidiariamente aunque no se admita la excepción de prescripción adquisitiva, también solicitó el rechazo de la demanda, en todos los supuestos con costas en ambas instancias. A fs. 390/395 de autos la doctora Isabel Gaona de Faraudo en su carácter de apoderada de los actores refutó los agravios vertidos por el demandado, solicitando el rechazo del recurso de apelación y la confirmación del pronunciamiento atacado en todas sus partes, con costas a cargo del impugnante.- En primer lugar destacó que la omisión de agregar y considerar el alegato de bien probado carece de asidero ya que el art. 329 del CPCC releva al sentenciante del deber de referirse a los escritos de las partes, siendo facultativo para el mismo hacerlo. Citó doctrina y jurisprudencia. Con relación al primer agravio señaló que la manifestación del apelante en cuanto a que “si el reivindicante ha tenido la posesión que dice perdida”, no constituye un agravio pues debió señalar el error de la a quo al valorar la posesión o desposesión, y que los puntos 5 a 8 del escrito recursivo resultan un alegato sobre la prueba producida, desvirtuando la esencia del recurso que debe contener una impugnación razonada del pronunciamiento y señalar los aspectos que considera injustos. Indicó que el fallo debe ser confirmado ya que la juez de primera instancia analizó en forma inteligente e impecable lo alegado y probado por las partes, valoró los testimonios rendidos, reprodujo las partes esenciales, aplicando correctamente el derecho invocado. En cuanto al segundo agravio sostuvo que el recurrente ofreció como prueba un instrumento extraño a la litis que no introdujo al contestar la demanda ni mencionó al momento de la declaración testimonial del Sr. Rafael Solano Reartes (fs. 139/140), que aparece como cesionario. Sin perjuicio de ello refirió que el instrumento nada prueba sobre lo que es materia del segundo agravio desarrollado en el punto 14 (fs. 282vta.) ya que carece de fecha cierta y no se trata de un instrumento público en los términos del art. 979 del Cód. Civ., pues las firmas de los otorgantes no están registradas en el Libro de Intervenciones de la escribanía ni consta el número de acta, folio y libro.- Añadió que la copia agregada a fs. 375 se trata de un documento ajeno a la litis por cuanto hace referencia a derechos y acciones equivalentes a 20 hectáreas dentro de una mayor superficie de campo, ubicado en pedanía Mercedes, departamento Tulumba de esta provincia de Córdoba de trescientos once hectáreas aproximadamente y precisamente la escritura número cinco del treinta de enero de mil novecientos ochenta y tres acompañada como título por el demandado al contestar la demanda (fs. 29/31), labrada por la escribana titular del registro doscientos noventa, contiene cuatro fracciones ubicadas en el lugar denominado San Roque, pedanía Mercedes departamento Tulumba. Es decir se refiere a 311 hectáreas aproximadamente, que son exactamente estas 310 ha. 6.061 m2 que da cuenta el título de los señores Pecorari; inmueble que no fue objeto de la acción tal como claramente lo consignó la sentencia impugnada. Señaló que el decisorio reproduce lo expresado por Pecorari al contestar la demanda a fs. 40/41 de autos en los que claramente hizo referencia que tomaron posesión en la parte sin título. Siendo así, adujo que ese documento ofrecido como prueba en oportunidad del art. 375 inc. 3° del CPCC glosado a fs. 375/376 que consigna derechos y acciones equivalentes a 20 has “dentro de una mayor superficie de 311 hectáreas aproximadamente no tienen identidad ni coincidencia en forma ideal o indivisa con las fracciones descriptas en los cuatro lotes contenidos en el título de los actores y que es objeto de la acción, por más que en el punto segundo se haga referencia a que las partes otorgantes ubican las 20 has. en el esquinero Sud Oeste y hacia el Oeste de las vías del ferrocarril… Se trata lisa y llanamente de derechos y acciones indivisos que representan una porción ideal del inmueble hasta tanto sean divididas. Por esas razones, el documento acompañado no se compadece con el segundo agravio y no puede ser admitido. En cuanto a la manifestación del impugnante relacionada que en autos no constan los títulos de quienes los precedieron y que ello causa un agravio irreparable, resulta desconcertante toda vez que la inferior ha fundado su decisión, aplicando el derecho vigente. Al respecto indicó que las disposiciones de los arts. 979 inc. 1°, 997 y concordantes del Cód. Civil, la escritura pública número ocho del diecisiete de enero de dos mil tres labrada por el escribano Esteban Ferrer Frontera glosada a fs. 5/7 de autos relaciona el título de los antecesores dominiales. Establece que le corresponde al vendedor Edmundo Ramón Morales por ser heredero de Ramón Cipriano Morales y Donata Fabia Zamudio según auto interlocutorio N° 302 de fecha 20 de agosto de 1992 dictado por el juez en lo Civil y Comercial de 18ª Nominación de la ciudad de Córdoba. Al causante le corresponde lo descripto en el punto I por compra realizada a Gerardo Quiroga mediante escritura 107 de fecha 31 de marzo de 1948 inscripta al Registro de la Propiedad al Dominio 9173, Folio 10108, tomo 41 de 1948. Lo descripto al punto II, III y IV por compra al señor Pedro Jesús Moyano por escritura 450 del 30 de agosto de 1959, inscripta al Dominio 33.583 Folio 39271 Tomo 258 de 1950, que consta a fs. 61/64 con sus respectivas inscripciones dominiales certificadas en su autenticidad por la actuaria del Tribunal. Esta correlación es corroborada por los informes del Registro de la Propiedad obrantes a fs. 96/100, remitiendo copia de las matrículas respectivas, en las que constan los antecedentes dominiales relacionados en la escritura base de la acción reivindicatoria: Folio 9170 Año 1948 y Folio 39271 Año 1950.- La juzgadora en forma prolija describió el tracto sucesivo de los propietarios antecesores que constan en el título de los actores.- En cuanto a la crítica del apelante relacionada con que el dominio se inscribió registralmente el día 23/09/03, fue correctamente valorado soslayando el apelante que la fecha que resulta trascendente es aquella en que fue contestada la demanda. No menciona la fecha en que fue notificado de la demanda, el 17 de octubre de 2003 (fs. 22) pero la fecha que resulta trascendente es aquella en la que se concretó la traba de la litis, es decir el cinco de diciembre de 2003 (fs. 37/43) en que se presentó la contestación de la demanda. Transcribió doctrina en apoyo de sus aseveraciones. En cuanto al tercer agravio referido al incumplimiento del principio de especialidad por la falta de correspondencia de los lotes con el título y su replanteo en el terreno, solicitó su desestimación pues la sentenciante analizó y fundamentó en reiteradas oportunidades el tema. Añadió que no puede acogerse esta queja por cuanto en el pronunciamiento recurrido quedó plasmado que existe identidad entre el título de sus mandantes y la realidad física del terreno. Además de lo expresado en la sentencia, el propio demandado al contestar la demanda a fs. 92vta. reconoció llanamente que existe identidad entre el título de los actores y la fracción por él ocupada, al expresar que “en la hipótesis 2) del punto III precedente opongo en nombre de mi mandante excepción o defensa de adquisición de la propiedad por prescripción veinteañal, y también corresponderá el rechazo de la demanda, ya que mis poderdantes han adquirido la propiedad de las parcelas reclamadas” (sic). Asimismo sostuvo que si bien las afirmaciones vertidas por el apelante como cuarto agravio carecen de entidad, se trata de una cuestión extraña a la litis. Finalmente reiteró la dificultad para contestar la expresión de agravios por resultar confusa, no contener una crítica razonada y concreta de los puntos de la sentencia que se estiman equivocados, ni se han desarrollado argumentos que evidencien los yerros del fallo, la aplicación del derecho o la valoración errónea de la prueba. En definitiva, solicitó el rechazo del recurso interpuesto y la confirmación de la sentencia por resultar ajustada a derecho, con costas al apelante.- V) La solución: 1) Previo a ingresar al tratamiento de la controversia recursiva, cabe destacar que el acta de defunción de Lucía Adela Marchisio obrante a fs. 374 y el acuerdo de cesión de derechos y acciones celebrado con fecha diez de mayo de 2000 entre Walter Roberto Pecorari, Jorge Eduardo Pecorari y Juan Alejandro Pecorari a favor de Rafael Solano Reartes agregado a fs. 375/376 de autos, no pueden ser objeto de análisis en esta etapa del proceso como pretende el impugnante, pues el Auto N° 39 de fecha 05/11/2009 dictado por este Tribunal (Ver fs. 400/401), que declaró inadmisible por extemporáneo el ofrecimiento en segunda instancia de dichos instrumentos como prueba documental, se encuentra firme y consentido por las partes. De allí que las críticas vertidas por el recurrente basadas en pruebas no ingresadas debidamente al pleito carecen de eficacia ya que la etapa recursiva no conlleva una reapertura del debate, sino que tiene por único objeto “la revisión de la sentencia de primera instancia” (Couture, “Fundamentos del Derecho Procesal Civil”, Depalma 3ª Ed., pág. 354, N° 219).- En consecuencia, su valor convictivo deviene intrascendente y en modo alguno puede incidir en el resultado de la impugnación.- 2) El apelante (demandado) en el escrito de fs. 377/388 destacó como aspecto preliminar que en el Considerando I) a fs. 327 la sentenciante deslizó un error material ostensible al consignar que la acción impetrada es de despojo y no de reivindicación como surge de los escritos de las partes. De la simple lectura del decisorio se colige que la juzgadora sobre la base de los términos en que quedó trabada la litis estableció a la luz de las pautas contenidas en el art. 2758 del Cód. Civ. los requisitos esenciales para la procedencia de la acción de reivindicación, abordó el tratamiento de la cuestión de fondo luego de dar respuesta a las excepciones de falta de acción y de prescripción adquisitiva articuladas por el impetrado y resolvió -más allá del aserto del fallo- en estricta observancia de las pretensiones deducidas por los litigantes. En suma, la sentencia trasluce un mero desliz como bien lo señala el apelante, brinda una solución en estricta concordancia con los términos en que quedó trabada la litis contestatio, no genera agravio ni afectación al derecho de defensa de las partes y, por ende, se torna irrelevante para dirimir la controversia.- 3) En primer término corresponde dar respuesta al planteo efectuado por la actora en el escrito de fs. 390/395 en cuanto a que el libelo del recurrente adolece de deficiencias técnicas por falta de una crítica razonada al pronunciamiento cuestionado, que impide a este Tribunal de alzada el tratamiento del recurso de apelación. El escrito donde constan las quejas centraliza sus objeciones en: a) la omisión de la juzgadora de agregar y valorar el alegato de bien probado antes de dictar el fallo atacado; b) la violación al principio de congruencia al establecer que el despojo se materializó a fines de febrero de 2003 cuando el apelante introdujo una casilla y cerró el campo, en concomitancia con la presentación efectuada por los accionantes ante la Sra. Jueza de Paz con asiento en la localidad de Las Arrias el día 06/02/2003; c) el incumplimiento del requisito de la especialidad, ya que el título invocado por los demandantes carece de validez para fundar la acción de reivindicación por inexistencia de elementos de prueba que permitan determinar la correspondencia de las fracciones parceladas según la nominación de la escritura con el inmueble en disputa, toda vez que la adecuación a un título de la superficie que abarca requiere la operación técnica de mensura, con replanteo sobre el terreno, para esclarecer la ubicación material del título; d) la sentencia a dictarse -en caso de admitir la acción de reivindicación- resulta inoponible a sus hermanos Jorge Eduardo y Alejandro Pecorari con quienes comparte la posesión del campo en litigio ya que estos no fueron citados al proceso.- En ese orden de ideas se ha dicho que, en el escrito de expresión de agravios, “el apelante examina los fundamentos de la sentencia y concreta los errores que a su juicio ella contiene, de los cuales derivan los agravios de que reclama” (Alsina, Hugo “Tratado Teórico – Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, Ed. Ediar, Bs. As., 1961, Tomo IV, pág. 389). En base a tales parámetros el libelo del impugnante de fs. 377/378 no reúne mínimamente dichas características. No obstante, una posición jurisprudencial amplia –a la que adscribo- ha entendido que: “Aun cuando el escrito de expresión de agravios sólo contenga una crítica incompleta al fallo apelado, no corresponde tener por desierto el recurso, en razón que la gravedad de la sanción impone que se aplique con criterio favorable al apelante” (Cám. Civ. 1ª Jurisp. Argent., T. 50, pág. 829; Cám. Civ. C. La Ley, T. 71, pág. 674; Cám. Com. B, T. 75, pág. 125 transcripto por Alsina en la obra anteriormente mencionada, pág. 392).- 4) Ello así, corresponde ingresar al tratamiento del recurso de apelación a partir de la nulidad planteada con fundamento en la falta de incorporación en la etapa procesal pertinente del alegato de la demandada que fue reservado en secretaria y agregado al expediente con posterioridad al dictado de la sentencia. Sobre el particular considero que la omisión revelada no adquiere entidad suficiente para declarar la invalidación peticionada ya que el quejoso no expresó concretamente en qué forma le causó perjuicio la inobservancia apuntada. Si bien correspondía agregar los alegatos de las partes antes de pasar el expediente a fallo, el nulidicente tuvo oportunidad de conocer la deficiencia que señala en ocasión que la juzgadora dictó el decreto de autos (art. 506 del CPCC). Providencia que al no ser impugnada quedó firme, presumiéndose consentidos todos los vicios anteriores. Esa falta de objeción constituye un obstáculo para invocar presuntos vicios de procedimiento acaecidos durante la instancia. Cabe añadir que el alegato de bien probado no habilita en modo alguno a la introducción de nuevas pretensiones que alteren las que fueron enunciadas en los escritos que conforman la traba de la litis. Amén de ello no se advierte un agravio irreparable toda vez que el contradictor pudo reproducir los argumentos vertidos en el alegato en la oportunidad prevista por el art. 371 del CPCC como se desprende del escrito pertinente obrante a fs. 377/388, situación que deja sin sustento la pretensión del recurrente.- A mi modo de ver el impugnante consintió tácitamente el acto omisivo al ser notificado del decreto de “autos a estudio” dictado por la señora jueza de primera instancia ya que debió prever que la sentencia se dictaría sin haberse agregado los alegatos, resultando esa la oportunidad propicia para invocar tal omisión. La negligencia del apelante que no advirtió esta deficiencia en tiempo oportuno, lo priva de la posibilidad de invocar el vicio en la alzada. Conforme lo tiene dicho la jurisprudencia: "Debe desestimarse la nulidad de la sentencia fundada en la falta de agregación de los alegatos producidos y reservados en la secretaría respectiva, si el nulidicente no señala -concretamente- en qué forma le causó perjuicio el verse privado de la oportunidad de alegar”. (CApel CC Rosario, sala I, agosto 20-985, "Consorcio Propietarios Edificio Corrientes y Córdoba c. Halmen S.A.") J. 78-143.- 5) Con relación al segundo motivo de agravio, el quejoso hizo hincapié en que los actores no probaron la posesión de la fracción de campo que reivindican pues no se les efectuó la tradición por falta de ocupación del inmueble. Para decidir este planteo resulta menester examinar la validez del título aportado por los accionantes por falta de inscripción registral al tiempo de interposición de la demanda, ya que la titularidad del dominio debe existir no solo a esa fecha sino también a la época del dictado de la sentencia para poder controlar la existencia y legitimidad del título. Al respecto debo señalar que el título invocado por los actores, incluida la inscripción registral pertinente, es anterior a la traba de la litis por cuanto el accionado contestó la demanda el día 05/12/2003 (ver cargo de fs. 93). Así, la escritura obrante en copia concordada por la actuaria a fs. 61/64 labrada el 17 de enero de 2003 (fs. 61), fue inscripta en el Registro General de la Provincia el día 23 de septiembre de 2003 (Confr. fs. 63vta. / 64), en razón que dicho título encuadra en la hipótesis prevista por el art. 5 de la ley 17801, toda vez que esta norma prescribe: "Las escrituras públicas que se presentaran dentro del plazo de cuarenta y cinco días desde su otorgamiento, se considerarán registradas a la fecha de su instrumentación". Esa circunstancia está fuera de toda discusión atento las razones precedentemente expuestas y los argumentos dados por la primer juez acerca de la titularidad en el dominio de los accionantes sobre las fracciones de terreno motivo del litigio para desestimar la excepción de falta de acción (Confr. punto IV) del Considerando, fs. 328), en consecuencia resulta inconmovible.- Por ello la decisión en el sub examine debe ceñirse a la fracción de campo denominado “San Roque” ubicado en pedanía Mercedes, departamento Tulumba, de 31 hectáreas y media conformada por cuatro lotes de terreno, descriptos en el libelo introductorio cuya reivindicación persiguen los accionantes. Estas parcelas – adelantando opinión – se encuentran físicamente delimitadas, pese a las pretensiones del apelante a considerarlas – erróneamente – inmersas en una mayor superficie cuya posesión ejerce en forma conjunta con sus hermanos Jorge Eduardo y Alejandro Pecorari descripta en la escritura N° 5, folio 23, celebrada en la localidad de Marull de esta provincia, el día 31/01/1983, por ante la escribana titular del registro N° 690, Melba Grussi de Aguilar. Su total determinación física, obsta el tratamiento en la forma que pretende el recurrente. También éste indebidamente soslaya el exhaustivo análisis efectuado por la Iudex a quo de la prueba producida para rechazar la excepción de falta de acción por él interpuesta, en particular los dichos de los testigos Sergio Arzubi, Rafael Solano Rearte, Antonio Esteban Elías y Domingo Esperidonio Varela. Precisamente, la juzgadora determinó la identidad del terreno a que se refiere el título de los actores con el campo donde el demandado introdujo una casilla y alambró (despojo); que se trata de un solo y mismo inmueble y descartó las aseveraciones del accionado (apelante) en cuanto a que los actos posesorios que ejerce junto con sus hermanos datan del año 1983 como continuadores de sus cedentes Bosio, Piaza y Silva.- Asimismo, la señora juez de primer grado valoró en contra del apelante su actitud contradictoria durante la instancia. Obstaculizó la producción de la prueba pericial. La a quo le señaló al accionado, que si pretendía descalificar esos testimonios y acreditar que el título de los actores no se correspondía con la fracción de campo por él ocupada, era ineludible realizar la mensura que el propio apelante malogró por el desistimiento que formulara de los puntos propuestos, la clausura del término de prueba y la aplicación del apercibimiento previsto por el art. 316 del CPCC.- Estos aspectos no han merecido una crítica razonada por parte del recurrente. Solo invocó como agravio un incumplimiento del requisito de la especialidad aduciendo la falta de validez del título para fundar la acción de reivindicación por la ausencia de elementos de prueba que permitan determinar la correspondencia de las fracciones descriptas en la escritura con el inmueble cuestionado (agravio denominado tercero). Omitió contraponer un análisis de todo el cuadro probatorio, y en función de éste, evidenciar la trascendencia del vicio que alegó.- Siendo ello así y conforme lo tiene dicho la doctrina: “el demandante no necesita demostrar que ha recibido la posesión del inmueble al cual se aplica su título. Sí, en cambio resulta insoslayable la invocación de título, por cuanto se exige del reivindicante una mera probabilidad que torne preferible su derecho a la posesión –que emana del título conforme al art. 2468- frente al del poseedor actual”. (Papaño, Ricardo J. y otros autores, Derechos Reales”, Tomo 2, 2ª edición actualizada y ampliada, Ed. Astrea, 2004, p. 420). Es criterio, decididamente predominante, acordar la acción reivindicatoria contra los terceros, al comprador que no ha recibido la tradición. Dice a este respecto Borda: “en primer término debe señalarse que acción real y derecho real no son conceptos equivalentes y, por ello, es perfectamente posible el ejercicio de una acción real sin la titularidad actual de un derecho real, dado que la transmisión de las acciones reales es independiente de los derechos reales que le sirven de base. Si nadie discute la posibilidad de ceder la acción reivindicatoria, debe entonces entenderse que el vendedor no se reserva ningún derecho sobre la cosa y que se desprende y transmite al comprador todas las acciones que tenía respecto de ella. Resulta evidente que quien enajena una cosa que no entrega al adquirente, simultánea y necesariamente le transmite también el poder jurídico de reclamarla contra cualquiera” (Borda, Guillermo, Tratado de Derecho Civil, Derechos Reales, t. II, núm. 1485, b., p. 474, Perrot, Bs. As. 1975). También se ha entendido que esa cesión estaba implícita en el acto de la venta porque, como lo expresa la nota al art. 2109 del Cód. Civil, “se juzga que cada enajenante ha transferido la cosa a su adquirente, cum omni sua causa, es decir, con todos los derechos que le competían” (CS, Fallos, t. 142, p. 273).- Desde otro costado, el apelante refutó que los actores no probaron ejercer la posesión de las cuatro parcelas que conforman el campo denominado “San Roque” que reivindican. La sentencia en crisis -como precedentemente lo señalé- dio por cierto que su antecesor tuvo la posesión del inmueble y en consecuencia la titularidad del derecho real de dominio sobre el mismo, de manera que podía transmitirlo. El análisis de la prueba producida que efectuó la sentenciante, da por cierto que Eduardo Ramón Morales como único heredero de sus padres (Ramón Cipriano Morales y Donata Fabia Zamudio) ostentó la posesión del bien objeto de la reivindicación y que el despojo por parte de Walter Roberto Pecorari se materializó a fines de febrero de 2003, aspecto del que erróneamente infiere el apelante que Miguel Alfredo Montes y Federico Matías Peuser no ejercían la posesión. Sobre el particular la Iudex a quo tuvo por probado el carácter de titulares en el dominio del inmueble que reclaman los actores, el derecho a poseer emergente de ese carácter y que sus predecesores fueron: en el lote tres, Ramón Cipriano Morales padre del vendedor Edmundo Ramón Morales por compra que efectuara a Gerardo Quiroga, mediante escritura N° 107 del 31/03/1948; y Ramón Cipriano Morales como anterior propietario de los lotes cuatro, cinco y seis, por adquisición efectuada a Pedro Jesús Moyano, mediante escritura N° 159 del 30/08/1950. Concluyó que esta aseveración se asienta en los títulos de quienes los precedieron, tópico obviado en su crítica por el impugnante al igual –reiteroque el pormenorizado análisis que sobre la posesión efectuó la a quo.- Además, partiendo de la presunción “iuris tantum” que deriva de los títulos acompañados por los actores, la señora jueza de primera instancia, analizó quien efectivamente tuvo el corpus y el animus domini y en qué tiempo. Luego de advertir que el mero hecho que exista una sucesión encadenada de transferencias dominiales que en un caso se remonta al año 1948 y en el restante al año 1950, a la luz de los testimonios rendidos por las partes estableció que el apelante (accionado) sólo acreditó la realización de un acto material sobre el terreno, en el año 1983, consistente en el paso de una máquina topadora, por unos metros, sin llegar con ese hecho a deslindar completamente el inmueble en cuestión (acto meramente accidental). En síntesis no excluyó de la posesión a los actores o sus antecesores. Descartó también un cerramiento del fundo y señaló que luego de ello, en el transcurso de los siguientes veinte años, no hubo actos de utilización de la tierra, desmonte, cultivo, explotación ganadera ni se efectuó plantación alguna. Señaló también que algunos testigos ofrecidos por el demandado (impugnante) reconocieron que en el inmueble en disputa, antes de ese hecho del año 1983 el fundo rural era de propiedad y posesión de la familia Morales, que luego vendió el inmueble a los reivindicantes. Recién en el año 2003 el demandado Pecorari cerró el inmueble litigioso con un alambrado y colocó en su interior una casilla y una persona a sus órdenes (el testigo Rafael Solano Rearte), hechos que motivaron la promoción de la presente acción. En base a ello concluyó que con los testimonios analizados el demandado no alcanzó a acreditar un ejercicio de la posesión de modo insospechado, claro, convincente, de manera continua por el tiempo requerido por la ley para adquirir el fundo por prescripción. Este pormenorizado análisis de la a quo no ha merecido mayores reparos por parte del impugnante al igual que el capítulo prueba de los actores en relación a la posesión. Asimismo el apelante basado en las disposiciones del art. 2789 del Cód. Civ. sostuvo que los impetrantes debían acompañar todos los títulos antecedentes hasta encontrar uno que sea de fecha anterior a la posesión del demandado, en cuyo caso probará que en cabeza de éste se constituyó el dominio y consecuentemente tenía derecho a transmitirlo, configurándose la presunción contemplada en la precitada norma. Resulta evidente e inconmovible que la adquisición del dominio por los reivindicantes (por haber obtenido el título de dominio de Edmundo Ramón Morales) es anterior a la ocupación efectuada por Pecorari, y este aspecto ha dirimido totalmente la controversia. En el caso de autos, el impugnante no ha logrado probar su derecho a poseer, lo que es precisamente la materia de este litigio, al no demostrar una posesión anterior que lo legitime. Al respecto cabe señalar que aunque los reivindicantes no hubieran adquirido el dominio por falta de tradición, tienen la facultad de ampararse en el derecho que a su antecesor Eduardo Ramón Morales le correspondía para ejercer la acción petitoria, en virtud de la escritura ante la falta de presentación de título por parte del reivindicado que demuestre un mejor derecho. Para dar respuesta a todos los planteos del apelante corresponde agregar que en el sub examine no resulta de aplicación lo dispuesto en el art. 2790 del Cód. Civ. toda vez que el reivindicado invoca supuestos derechos otorgados por terceros que en modo alguno guardan relación con el título de los reivindicantes. En definitiva, el contradictor soslaya que los adquirentes del inmueble a quienes se les ha otorgado la pertinente escritura traslativa de dominio pueden aún antes de la tradición de la cosa, ejercer la acción reivindicatoria contra el tercero poseedor del mismo.- Por las razones dadas corresponde rechazar el recurso de apelación interpuesto por Walter Roberto Pecorari con el patrocinio letrado del doctor Amadeo José Martínez, confirmando el pronunciamiento cuestionado en todas sus partes, con costas al vencido (art. 130 del CPCC). Voto negativamente a esta primera cuestión.- A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL JUAN CARLOS SERAFINI, DIJO: Adhiero a las conclusiones y fundamentos expuestos por el señor Vocal preopinante, votando en idéntico sentido.- A LA PRIMERA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL HORACIO ENRIQUE RUIZ, DIJO: Adhiero a los argumentos vertidos por el señor Vocal primer opinante y a las conclusiones a las que arriba, votando en igual sentido.- A LA SEGUNDA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL JUAN ABRAHAM ELIAS, DIJO: Por los fundamentos dados al tratar la cuestión anterior, propugno: 1°) Rechazar el recurso de apelación interpuesto por Walter Roberto Pecorari, y en consecuencia confirmar el pronunciamiento cuestionado en todas sus partes, con costas al impugnante (art. 130 del CPCC).- 2º) Diferir la regulación de honorarios de los letrados intervinientes para cuando se determine la base económica, estableciendo los porcentajes regulatorios de los estipendios por los trabajos en la alzada de la doctora Isabel Gaona de Faraudo en el cuarenta por ciento del punto medio de la escala del art. 36 de la ley 9459 y los del Dr. Amadeo José Martínez en el treinta por ciento del punto medio de dicha escala (art. 40 del C.A.).- Así voto.- A LA SEGUNDA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL JUAN CARLOS SERAFINI, DIJO: Adhiero a la solución propuesta por el señor Vocal primer opinante, votando en el mismo sentido.- A LA SEGUNDA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL HORACIO ENRIQUE RUIZ, DIJO: Adhiero a las conclusiones a que arriba el señor Vocal Juan Abraham Elías, expidiéndome en el mismo sentido.- En mérito al resultado del Acuerdo que antecede, el Tribunal por unanimidad, RESUELVE: 1º) Rechazar el recurso de apelación interpuesto por Walter Roberto Pecorari, y en consecuencia confirmar el pronunciamiento cuestionado en todas sus partes, con costas al impugnante (art. 130 del CPCC).2º) Diferir la regulación de honorarios de los letrados intervinientes la que será practicada por la a quo de conformidad con las pautas fijadas al tratar la segunda cuestión.- Protocolícese, agréguese copia y bajen a sus efectos.- SERAFINI, Juan Carlos ELIAS, Juan Abraham VOCAL DE CAMARA VOCAL DE CAMARA RUIZ, Horacio Enrique HIERLING, Rubi Luisa VOCAL DE CAMARA SECRETARIO LETRADO DE CAMARA