Sentencia - Acción reivindicatoria

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CAM.CRIM.CORRECCIONAL CYC.FAM.TRAB
S2 - DEAN FUNES
Protocolo de Sentencias
Nº Resolución: 4
Año: 2014 Tomo: 1 Folio: 15-28
EXPEDIENTE: 535302 - MONTES, MIGUEL ALFREDO Y OTRO C/ PECORARI,
WALTER - ACCIONES POSESORIAS/REALES
SENTENCIA NÚMERO: Cuatro.
En la ciudad de Deán Funes, departamento Ischilín, provincia de Córdoba, a los
cuatro días del mes de julio del año dos mil catorce, se reúnen en Acuerdo Público
los integrantes de la Cámara en lo Criminal, Correccional, Civil, Comercial, Familia
y del Trabajo de la Novena Circunscripción Judicial, señores Vocales Juan
Abraham Elías, Horacio Enrique Ruiz y Juan Carlos Serafini, bajo la presidencia
del primero de los nombrados, en presencia de la Secretaria del Tribunal, con el
objeto de dictar sentencia en estos autos caratulados: "MONTES Miguel Alfredo
y otro c/ Walter PECORARI - Acción Reivindicatoria - Apelación", Expediente
Nº 535302, venidos en apelación del Juzgado en lo Civil, Comercial, Conciliación y
Familia de este centro judicial en contra de la sentencia número ciento once, de
fecha cuatro de julio de dos mil ocho, que resolvía: "I) Hacer lugar a la demanda
de reivindicación promovida por los Sres. Miguel Alfredo Montes y Federico Matías
Peuser, en contra del Sr. Walter Roberto Pecorari; condenando a este último a
restituir a los actores, en el término de diez días de quedar firme la presente
resolución, el inmueble en litigio que ocupa, y que ha sido descripto en los Vistos
I) de la presente resolución, fracción de campo de la cual son condóminos los
actores, bajo apercibimiento de lanzamiento por la fuerza pública. II) Imponer las
costas al demandado, Sr. Walter Roberto Pecorari. III) Regular provisoriamente
los honorarios del Dr. Marcos Gabriel Wilkosz, en la suma de pesos seis mil
ochocientos ocho, con sesenta y cinco centavos ($ 6.808,65). IV) Regular los
honorarios del Perito Agrimensor Oficial, José María Gamboni, en la suma de
pesos doscientos treinta y uno, con veinte centavos ($ 231,20). Protocolícese,..."
(fs. 321/334vta.).- Realizado el sorteo de ley (art. 379 del CPCC), el orden de
emisión de los votos es el siguiente: Juan Abraham Elías, Juan Carlos Serafini y
Horacio Enrique Ruiz (Ver acta fs. 412).- El Tribunal en presencia de la fedataria
fijó las siguientes cuestiones a resolver: PRIMERA CUESTION: ¿Procede el
recurso de apelación articulado por el demandado?; SEGUNDA CUESTION:
¿Qué pronunciamiento corresponde dictar?- A LA PRIMERA CUESTION
PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL JUAN ABRAHAM ELIAS, DIJO: I) El decisorio
en crisis contiene una relación de causa que satisface las exigencias legales, por
lo que a ella me remito por razones de brevedad (art. 329 del CPCC). Tramitado el
proceso, la señora jueza de primera instancia dictó sentencia haciendo lugar a la
demanda de reivindicación deducida por los actores, imponiendo las costas al
accionado vencido.- El fallo fue cuestionado por el Dr. Amadeo José Martínez a fs.
343 de autos en su carácter de apoderado del demandado, quién interpuso
recurso de apelación. Concedido el mismo por decreto de fs. 343vta. y elevado el
expediente ante este Tribunal de alzada, el recurrente Walter Roberto Pecorari sin revocar el poder otorgado al Dr. Amadeo José Martínez- con la asistencia
técnica de éste expresó agravios a fs. 377/388, los que fueron rebatidos por la
Dra. Isabel Gaona de Faraudo en su carácter de apoderada de los actores a fs.
390/395.- Firme y consentido el decreto de autos y estudiada la causa, quedó en
condiciones de ser resuelta. Diligenciadas las medidas para mejor proveer
dictadas por el Tribunal, los autos pasaron nuevamente a estudio de los señores
vocales (Confr. fs. 447).- II) La litis: A fs. 7/11 Miguel Alfredo Montes y Federico
Matías Peuser con el patrocinio letrado del Dr. Marcos Wilkosz promueven
demanda de reivindicación en contra de Walter Pecorari a los fines de obtener la
restitución de una fracción de campo de 31 ha y media, ubicada en San Roque,
pedanía Mercedes, departamento Tulumba de esta provincia, compuesta por
cuatro parcelas designadas como: Lote Tres de seis hectáreas tres mil
cuatrocientos setenta metros dos mil doscientos cincuenta decímetros cuadrados;
Lote Cuatro con una extensión de seis hectáreas tres mil ochocientos cuarenta y
siete metros seis mil doscientos siete decímetros cuadrados; Lote Cinco con una
superficie de ocho hectáreas seis mil trescientos once metros nueve mil ciento
cincuenta y dos decímetros cuadrados; y Lote Seis de diez hectáreas mil setenta y
siete metros siete mil trescientos cuarenta y ocho decímetros cuadrados; que en
conjunto forman parte de un inmueble de mayor superficie, cuyas medidas y
límites se describen en el libelo introductivo. Manifiestan que son propietarios y
poseedores por compra efectuada mediante escritura número ocho "A", labrada
con fecha 17 de enero de 2003 por el notario titular del Registro doscientos
ochenta y dos de la ciudad de Córdoba, a Edmundo Ramón Morales en su
carácter de único y universal heredero de sus padres Ramón Cipriano Morales y
Donata Fabia Zamudio; y que al momento de adquirirlos se encontraban libres de
ocupantes y cosas según consta en el acta labrada ante la Jueza de Paz que
adjuntan, situación que se mantuvo hasta el día 18 de febrero de 2003 en que el
accionado irrumpió ilegítimamente. Aducen que la maniobra de Walter Pecorari
consistió en instalar una casilla y cerrar con alambre las fracciones antes
descriptas, privándoles el ingreso, turbando y excluyéndolos de la posesión que
en forma pacífica ejercían, razón por la cual el Fiscal de Instrucción de esta ciudad
imputó al demandado el delito de usurpación como consecuencia de la denuncia
formulada por ante la repartición policial con asiento en la localidad de Las Arrias.
En oportunidad de contestar el traslado de la demanda el Dr. Amadeo José
Martínez en su carácter de apoderado del accionado con el patrocinio del Dr.
Ubaldo O. Aspitia (fs. 39/42) interpuso las excepciones de prescripción veinteañal
y de falta de acción. Subsidiariamente negó que las fracciones de campo de 31 ha
y media que reclaman los actores se sitúen física, jurídica, material o
territorialmente dentro, en coincidencia o superposición con el lote de forma
trapezoidal descripto en el apartado Nº 5 del punto II, de 43 ha, sin título, sobre el
cual ejerce la posesión quieta, pública, pacífica e ininterrumpida con ánimo de
dueño por un lapso superior a veinte años, en forma exclusiva con sus
condóminos (Jorge Eduardo y Alejandro Pecorari) por cesión de la posesión que
les efectuaron sus antecesores: Juan Carlos Bosio, Miguel Ángel Bosio, José
Alberto Piazza y Oder Oscar Silva, según escritura Nº 5, folio 23, labrada en la
localidad de Marull el día 31 de enero de 1983 por ante la escribana titular del
Registro Público Nº 690, constando el dominio de los cuatro lotes en las
matrículas 508541, 508542, 508543 y 508544 del Registro General de la Provincia
y de otra parcela que abarca una extensión de 209 ha 7714 m2 en la matrícula
508545, según documental que acompaña. Asimismo descartó que la heredad
que reivindican los impetrantes (de 31 ha y media) pueda tener alguna relación
con la fracción triangular de aproximadamente 11 ha situada en el extremo Oeste
del lote de 209 ha 7714 m2 ubicada al Oeste de la línea férrea que conforma una
unidad sin solución de continuidad con esta parcela, que tienen con título perfecto
y registrado. Como sustento de la excepción de falta de acción aduce que el
inmueble que pretenden los actores no está ubicado ni física, ni jurídica, ni
materialmente, en coincidencia o superposición con la fracción que posee. En
forma subsidiaria, opone la excepción de prescripción veinteañal. Finalmente
solicitó el rechazo de la demanda, con costas, ya que la escritura en que los
demandantes sustentan la propiedad resulta inoponible a terceros por cuanto no
satisface la exigencia contenida en el art. 2505 del CC, toda vez que carece de la
inscripción registral.- III) La sentencia en crisis: La señora jueza de primera
instancia sobre la base de lo prescripto por el art. 2758 del CC estableció los
requisitos básicos que los impetrantes debían acreditar para la procedencia de la
acción de reivindicación intentada, esto es: a) el carácter de propietarios de la
cosa; y b) la pérdida de la posesión. En primer término rechazó la defensa de falta
de acción opuesta por la parte demandada. Invocó que la copia de la escritura
número ocho, sección "A", de fecha diecisiete de enero de dos mil tres,
acompañada a la demanda y agregada a fs. 5/6 de autos, por la cual Edmundo
Ramón Morales vendió a Miguel Alfredo Montes y Federico Matías Peuser las
parcelas que conforman el inmueble objeto del presente litigio, descartando los
argumentos esgrimidos la accionada. En su análisis la a quo asignó valor decisivo
a la copia de su original incorporada durante la etapa probatoria (fs. 61/64) en la
que figura la anotación de los dominios ante el Registro General de la Provincia en
las matrículas Nº 668213, 668214, 668215 y 668216 del departamento Tulumba
con fecha 23/09/2003, la copia certificada de la escritura traslativa de dominio de
fecha 17/01/2003 remitida por el escribano Esteban Ferrer Frontera, quien
confeccionó el instrumento que constituyó el título base de la demanda del que
surge que los accionantes adquirieron el predio en disputa a Edmundo Ramón
Morales (fs. 90/93), y en el informe del Registro General de la Provincia y las
matrículas pertinentes cuyas copias certificadas se incorporaron a fs. 96/100.
Sobre la base de las constancias emergentes de esos instrumentos consideró que
los accionantes probaron debidamente la adquisición a Edmundo Ramón Morales
de las fracciones de campo que reclaman, el carácter de titulares dominiales
cumplimentando adecuadamente las exigencias del art. 2505 del CC,
reconociéndoles el derecho a poseer la cosa y legitimidad para accionar por
reivindicación. Asimismo del examen de esos títulos infirió que el causante Ramón
Cipriano Morales (padre del vendedor Edmundo Ramón Morales) fue el antecesor
dominial del Lote Tres por compra que efectuara a Gerardo Quiroga, mediante
escritura Nº 107 del 31/03/1948, inscripta en el protocolo de Dominio al Nº 9173,
Folio 10108, Tomo 41, Año 1948; y que también resultó el anterior propietario de
los Lotes Cuatro, Cinco y Seis por adquisición efectuada a Pedro Jesús Moyano
mediante escritura Nº 159 del 30/08/1950, inscripta en el protocolo de Dominio Nº
33583, Folio 39271, Tomo 158, Año 1950, según constancias de fs. 5/6, 61/64 y
96/100. Indicó que si bien la presunción que emana de esos títulos, respecto a
que alguno de los antecesores ostentaron el corpus y el animus en los veinte años
previos a la presentación de la demanda, vale decir, entre el día 05/09/1983 y el
05/09/2003, no implica que la posesión material de la cosa haya estado
efectivamente en todos o en alguno de los titulares por cuanto el mero hecho que
exista una sucesión concatenada de transferencias dominiales, que en la especie
se remonta al año 1948 en un caso, y en el otro al año 1950, convalide aquella.Para desestimar la excepción de prescripción veinteañal opuesta valoró la prueba
testimonial ofrecida por la parte demandada. Arribó a la conclusión que la
accionada únicamente ha acreditado la realización de un solo acto material sobre
el terreno en el año 1983, consistente en desmontar con una topadora unos pocos
metros sin llegar a deslindar el inmueble ni a efectuar un cerramiento, ni a
desarrollar en el devenir de los siguientes veinte años actos posesorios; que en
ese fundo con anterioridad al año 1983 era propietaria y ejercía la posesión la
sucesión Morales, a la sazón vendedora a través del único y universal heredero
(Edmundo Ramón Morales) a Miguel Alfredo Montes y Federico Marías Peuser.
Recién en el año 2003 el demandado Pecorari cerró la fracción en litigio con un
alambrado e introdujo una casilla y una persona a sus órdenes, resultando éste el
hecho que motiva el inicio de la reivindicación. Sostuvo la a quo que el accionado
(apelante) no ha acreditado el ejercicio de la posesión de modo insospechado,
claro, convincente y continua durante los veinte años necesarios para adquirir por
prescripción. La judicante hizo hincapié en los dichos del testigo Sergio Arzubi,
propuesto por los demandantes, propietario de una heredad contigua al fundo de
autos desde el año 1997 y por ende vecino de ambas partes, quienes les
efectuaron sendos ofrecimientos de venta del predio en litigio. Arzubi reconoció
como colindante de su propiedad al accionado Pecorari por el Sud y a Edmundo
Ramón Morales por el Este, y en el caso de este último inmueble realizó un
análisis de las escrituras, corroboró la ubicación de cada parcela que conforman la
heredad en disputa para conocer la situación fáctica y confeccionó personalmente
un plano. Agregó que en el mes de diciembre de 2002 o enero de 2003 conoció a
los dueños (actores) que tienen los títulos del predio sobre el que practicó el
estudio antes relacionado; que en el año 1997 desistió de adquirir esas parcelas a
Pecorari por carecer de alambre y de mejoras. En ese mismo campo en marzo de
2003 el accionado Walter Roberto Pecorari (apelante) abrió una picada con el Sr.
Tobanelli pasando un tractor con un rolo de desmonte, construyó el alambrado en
el costado Oeste, especificando que el costado Sur lo cerró otra persona.
Finalmente en cuanto al planteo del demandado referido a la falta de correlación
entre el título y el inmueble que ocupa, la juzgadora señaló que tales
aseveraciones son contradichas por los testimonios receptados, en especial de
Sergio Arzubi. Así destacó el conocimiento directo que éste tiene por ser
colindante con el campo en disputa, circunstancias por la que tanto la parte actora
como la demandada le ofrecieron en venta esa fracción y tuvo a la vista el título de
los actores. En su valoración la Iudex a quo destacó los dichos de los testigos
propuestos por el propio impetrado, el que ha reconocido que el inmueble objeto
de este litigio es el que se conocía como de "los Morales" (predecesores de los
actores). En ese sentido ponderó las afirmaciones de Rafael Solano Rearte quien
indicó que con anterioridad, al fundo litigioso, lo explotaba el señor Ramón
Cipriano Morales, en absoluta correspondencia entre el campo en discordia y el de
propiedad del vendedor de los actores. Resaltó la coincidencia existente en los
testimonios de Antonio Esteban Elías y Domingo Esperidonio Varela en cuanto el
fundo que ocupó Pecorari en el mes de abril de 2003, con anterioridad pertenecía
a Morales. En definitiva, concluyó que más allá del desconocimiento que el
accionado hizo de la identidad del terreno a que aluden los títulos de los actores
con el campo donde el demandado introdujo una casilla y alambró, la prueba
producida confirmó que se trata de un solo y mismo inmueble, desestimando la
excepción de falta de acción interpuesta por el demandado. Sobreabundando en
argumentos, la señora Jueza de primer grado resaltó la actitud asumida por el
accionado en el proceso en cuanto impidió la producción de la prueba pericial
ofrecida por ambas partes para acreditar que el título de los actores no se
corresponde con la fracción de campo por él ocupada. Finalizó admitiendo la
demanda, condenando a Walter Roberto Pecorari a restituir a los actores el
inmueble objeto de la litis que en condominio pertenece a los demandantes dando
por acreditado que son sus titulares registrales, con derecho a ejercer la posesión
de la que fueron privados por el accionado. IV) Los agravios: 1.- En el libelo de
fs. 377/388 el recurrente (demandado) como aspecto preliminar destacó que en el
Considerando I) a fs. 327, la a quo deslizó un error material evidente al consignar
que la acción intentada es de despojo y no de reivindicación, como surge
claramente de los escritos de las partes que conforman la litis contestatio. 2.Circunscribió el primer agravio a la omisión de la juzgadora de agregar y valorar el
alegato de bien probado incorporado a la causa después de dictada la sentencia,
situación que afectó su derecho de defensa y constituyó un error de juicio
subsanable por vía impugnativa por tratarse de un juicio definitivo cuya resolución
hace cosa juzgada material. 3.- Como segundo reproche adujo que el
pronunciamiento violó el principio de congruencia al establecer que el despojo se
materializó a fines de febrero de 2003 cuando su mandante introdujo una casilla y
cerró el campo, en concomitancia con la presentación efectuada por los apelados
ante la Sra. Jueza de Paz con asiento en la localidad de Las Arrias el día
06/02/2003 según manifestaciones efectuadas en el acta de fs. 3, en
contraposición con el reconocimiento por ellos efectuado en la escritura Nº 8,
Sección “A” de fecha 17 de enero de 2003, ante el escribano Ferrer Frontera
acerca de la posesión real y efectiva que ostentaban de los lotes que adquirían.
En ese contexto señaló que los demandantes no acreditaron ser propietarios del
inmueble litigioso por cuanto el título no estaba inscripto, ni poseedores pues no
se les efectuó la tradición del inmueble en los términos del art. 2377 y siguientes
del Cód. Civ., ni cesionarios de la acción por falta de ocupación de la cosa. Añadió
que tampoco los accionantes probaron la posesión de las parcelas en disputa por
parte del antecesor (Eduardo Ramón Morales) en el "supuesto título" de fs. 61/64.
Para el caso de una cesión tácita, la falta de tradición obsta al nacimiento del
derecho de dominio en cabeza del adquirente (arts. 577, 3265 y concs. del Cod.
Civ.); por ende la falta de titularidad (arts. 2772 y 2774 ibídem, entre otros),
constituye un valladar a la procedencia de la acción. En suma, sostuvo que los
demandantes carecen de legitimación toda vez que no fueron desposeídos, no se
encuentran amparados como cesionarios de la acción ni como adquirentes, pues
no se les hizo tradición de la cosa. Enfatizó que en la reivindicación la prueba
debe surgir de los títulos de propiedad, entendiéndose por estos "al antecedente
jurídico del que resulta el derecho de propiedad sobre la cosa". En el sub lite los
actores no exhibieron ningún título anterior al de los pretensores de la
reivindicación y jamás puede equipararse o dotar de validez y eficacia a la simple
relación efectuada por el escribano en el instrumento de fs. 62 con el título de los
cedentes que no se incorporó a la causa y en definitiva constituye una simple
frase de estilo, sin ningún antecedente dominial a la vista. Citó doctrina en apoyo
de sus aseveraciones. Señaló que el título concierne al antecedente que dio
origen al derecho de poseer y que el informe registral no prueba la propiedad del
inmueble, solo la subsistencia de ese derecho por cuanto una vez adquirido se
conserva o permanece en cabeza de su titular. Al respecto expresó que los actos
posesorios de los hermanos Pecorari datan del año 1983, y anteriormente de sus
cedentes: Bosio, Piaza y Silva. Consideró un error de la juzgadora fundar la acción
real en los títulos de los actores de fecha 17/01/2003, que se asientan en los que
les precedieron, transcribiéndose en la escritura sin que éstos consten en el
proceso, pues carecen de derecho a poseer. 4.- Como tercer motivo de reproche
arguyó que el título de los reivindicantes de fecha 17/01/2003 celebrado como
contrato es inválido para promover la acción en la época en que se interpuso (art.
2774 del Cód. Civil) ya que la titularidad del dominio no solo debe existir a esa
fecha sino también al momento de dictarse la sentencia y la escritura fue inscripta
en el registro el día 23/09/2003, fecha a partir de la cual resulta oponible a
terceros por imperio de las Leyes 17711 y 17801, arts. 2, 20, 22 y 2005 del Cód.
Civil.- Agregó que tampoco es válido frente a la categórica expresión del art. 2789
del Cód. Civ. a menos que se presenten títulos más antiguos, lo que implica que el
actor deberá acompañar todos los títulos antecedentes hasta encontrar uno que
sea de fecha anterior a la posesión del demandado. En tal caso probará que en
cabeza de éste se constituyó el dominio y consecuentemente que tenía el derecho
a transmitirlo, configurándose la presunción contemplada en el art. 2790 del Cód.
Civ.. Añadió que en el sub examine corresponde valorar no solo la existencia, sino
también la legitimidad de los títulos. Que a la luz del art. 2468 del Cód. Civ. no
basta la referencia consignada por el escribano sobre antecedentes
instrumentales concernientes a títulos anteriores aunque los haya tenido a la vista
sino se acompañan al proceso los elementos que permitan corroborar su
existencia –a cuyo respecto sería suficiente la fe pública que emana de la
declaración del escribano-, validez y legitimidad. En ese orden ponderó la carencia
absoluta de prueba. Repudió que la a quo se base en un único supuesto título y
en una testimonial desprovista de veracidad y sinceridad pues el testigo Arzubi
tiene interés en el resultado adverso para su representado (apelante), destacando
la negligencia de los impetrantes en acreditar la inexistencia e invalidez de la
relación jurídica de la demandada.- En base a citas doctrinarias indicó que “el
título del actor por sí mismo, es insuficiente para fundar su acción cuando la
posesión del demandado es anterior al título que se le exhibe, aunque no aduzca
ninguno, a menos que el actor agregue otros más antiguos. Cabe el rechazo de la
demanda de reivindicación pues la presunción de legitimidad establecida por el
art. 2789 del Cód. Civil, ha nacido con anterioridad al título del actor. Ello obedece
a que la prelación temporal de la posesión del demandado constituía un obstáculo
para la tradición a favor del actor, pues para que éste adquiriera la posesión era
necesario que la cosa estuviese libre de toda otra posesión y sin contradictor que
se oponga a que el adquirente la tome o sea que se verifica el requisito de la
posesión vacua que surge de los arts. 2380 in fine y 2383 ibídem. En cuanto a la
posesión invocada como fundamento de la excepción de prescripción adquisitiva
aseveró que la documental ofrecida como prueba nueva en oportunidad de
expresar agravios, acredita que con fecha 10/05/2000 Walter Roberto Pecorari
como único demandado, Jorge E. y Juan A. Pecorari cedieron y transfirieron a
Rafael S. Reartes, derechos y acciones equivalentes a 20 ha. dentro de la mayor
superficie poseída según la descripción efectuada en la contestación de la
demanda, cuya posesión real y efectiva el comprador declaró recibir en esa fecha.
Añadió que posiblemente la condición de hachero de Reartes le impidió explicitar
tal contingencia en su declaración; o bien el estado psicológico derivado de la
tacha opuesta a sus dichos pudo haber influido en sus expresiones. Enfatizó que
el argumento de la a quo para rechazar la excepción de prescripción adquisitiva
por falta de actos materiales en el inmueble se contrapone con la afirmación
efectuada en el escrito de contestación de la demanda en cuanto a que la fracción
de mayor superficie situada al oeste de la línea férrea se encuentra en la misma
situación material (sin desmonte ni mejoras) lo que no es óbice para negar la
posesión y propiedad de toda la extensión de la fracción a los hermanos Pecorari.
Indicó que la valoración de la prueba efectuada por la Iudex a quo para rechazar
la excepción de prescripción adquisitiva en cuanto a que “fuera de esas vueltas
que refieren los testigos que dio la máquina en el año 1983, en algunos metros del
inmueble litigioso, ninguna actividad se realizó en el inmueble objeto del pleito ni
por los actores, ni el demandado”, soslaya que en el punto 3 y 4 del escrito de
contestación de la demanda de fs. 40 sostuvo que la fracción ubicada al oeste de
la línea férrea, es de mayor superficie y se encuentra en la misma situación de
estado natural y sin mejoras. Asimismo señaló que resulta improcedente a la luz
de la sana crítica racional el demérito de los testimonios de Antonio E. Elías y de
Rafael S. Reartes, pues los dichos de este último se corroboran con la documental
agregada en la segunda instancia, la de fs. 29/31, 117/123, escritura e informes
registrales. Además se trata de testigos necesarios; Reartes es colindante,
conocedor del predio desde hace cuarenta y cuatro años y trabajó en él, introdujo
animales en su interior por indicación de Pecorari y luego adquirió derechos
posesorios por 20 ha.; sus dichos coinciden con los demás testigos sin incurrir en
contradicciones. Declaró que en la fracción mayor no había nada y eran campos
abiertos, salvo la picada. Señaló igualmente que Antonio E. Elías es testigo
necesario, desmontó la parte Este de la fracción mayor manejando el tractor
Zanelo y vivía a dos kilómetros, su padre también era vecino y fue parte del
deslinde del campo. Ninguno de los deponentes vieron a Morales en los años
1982 o 1983, no incurrieron en contradicciones ni indicaciones en sus respuestas
y sus dichos son objeticos y concordantes con los demás testimonios. Aseveró
que Reartes en sus expresiones coincidió con el testigo Caro en cuanto al
deslinde efectuado en la fracción y en el desmonte realizado en el esquinero sureste, que constituye otro acto posesorio indiscutido, sobre los que no existen ni
indicios que permitan excluir o disminuir la eficacia de sus declaraciones.
Transcribió doctrina y jurisprudencia en apoyo de su tesitura. En el tercer agravio
adujo que se incumplió con el requisito de la especialidad ya que el título invocado
por los actores carece de validez para fundar la acción por inexistencia de
elementos de prueba que permitan determinar si las fracciones parceladas –lotes
cuatro, cinco y seis, según la nominación de la escritura- se corresponden con el
inmueble cuestionado toda vez que la adecuación a un título de la superficie que
comprende requiere la operación técnica de la mensura, con replanteo sobre el
terreno, a fin de esclarecer donde debe ubicarse el título material descripto en el
instrumento formal. A su modo de ver esta contingencia adquiere relevancia en el
sub lite ya que los señores Pecorari – como su representado adujo en la
contestación de la demanda - poseen una superficie única indivisa de 54 ha.
situada al Oeste de la línea férrea “(en desuso y abandonada a la demanda)” – sic
-, tomaron posesión de la misma junto con la mayor superficie de 209 ha. 7714
m2., y revela que los impetrantes conocían la posesión de terceros. Al respecto
sostuvo que el testimonio del señor Arzubi es único; no es idóneo ni hábil para
efectuar el replanteo en el terreno del título, sus dichos son falaces; demuestran
un interés directo, indiscutido e indisimulado en favor de los actores para lograr su
propósito de comprar lo que resulte del predio como él lo indicara para que su
fracción de campo tenga salida a la ruta y a la vía férrea. Sobre el particular
destacó, que sin contralor de parte se pretende sustituir la prueba pericial por
testimonios, consagrándose la desigualdad entre las partes ya que se erige a
éstos en árbitros, confiriéndoles ese poder y carácter; al igual que al resto de los
deponentes pues la mensura técnica es la que determina la situación exacta sobre
el terreno, medidas, colindancias, demarcación con mojones, etc., dentro del total
poseído por la demandada y con las garantías estatuidas por la ley procesal.Refirió que de la testimonial “podría resultar que los antecesores mediatos y
lejanos podrían haber poseído cierta fracción de terreno” anterior a los señores
Pecorari; no se conoce cuando ni como la perdieron, “pero no los lotes que se
pretenden reivindicar”. Los lotes en discusión “estarían diseminados dentro de una
fracción de campo de mayor superficie”; se pretende que dicha fracción sería la
poseída por el demandado”, pero no se agota con ello el cumplimiento para la
viabilidad de la reivindicación. La existencia de una cosa reivindicable supone la
mensura del inmueble y su confrontación con los títulos arrimados al proceso.
Transcribió jurisprudencia en aval de sus aseveraciones. Arguyó que integrado el
requisito del título, no se extiende a la identidad entre el objeto del dominio y de la
anterior posesión por el actor o sus sucesores y el objeto de la posesión actual
atribuida al adversario. El título y la posesión presumida, que resulta del juego de
lo previsto por el art. 2790 del Cód. Civil; solo permiten la individualización teórica
del inmueble de propiedad y precedente posesión, más no su preciso
emplazamiento físico en un sector material cuya posesión haya pasado a ser del
demandado. En el cuarto agravio señaló que en subsidio y para la hipótesis que
se admita la demanda, debe tenerse en cuenta que la posesión que ejerce es
compartida con sus hermanos Jorge Eduardo y Alejandro Pecorari, como surge de
las testimoniales de Antonio A. Elías (fs. 43), Domingo Varela (fs. 145 y 146), Luis
Arapiles García (fs. 136) y documental agregada en la alzada. Desde otro ángulo,
se trata de un hecho no controvertido por la actora, por lo que al no haber sido
partes en el proceso ni dirigido ni ampliado la demanda en contra de ellos, son
ajenos a la litis y la sentencia les resulta inoponible.- Adujo que en caso de
coposesión la demanda debe dirigirse contra todos los ocupantes, a fin de que la
condena sea exigible al conjunto para no violentar las garantías constitucionales
de la propiedad y de la defensa en juicio. Tampoco constituye cosa juzgada
respecto de los extraños al proceso, quienes ante una condena están habilitados
para oponer resistencia a cumplirla instando otra acción. Destacó que en el
supuesto que los señores Pecorari no cumplieron los recaudos necesarios para el
acogimiento de la adquisición del dominio por prescripción adquisitiva en los
términos del art. 4015 del Cód. Civ., ello no implica necesariamente que la
demanda de reivindicación deba prosperar ya que los actores carecen de los
requisitos esenciales para la procedencia de la acción. Citó doctrina y
jurisprudencia en apoyo de sus afirmaciones. Finalmente indicó que la actora debe
poner en evidencia ser poseedora para no colegir que ni ella ni su antecesor
tuvieron sobre esa fracción la posesión requerida por la ley para reivindicar.
Agregó que tampoco han aportado datos ni títulos de antecesores que permitan
ampliar el espectro de presunciones que -a su criterio- han quedado desvirtuadas.
Adujo que tampoco puede acogerse la demanda instaurada por no haber estado
los impetrantes en posesión de la fracción en disputa, comprendiendo también a
los antecesores que han sido relacionados. En definitiva, peticionó el rechazo de
la demanda y se haga lugar a la excepción de prescripción adquisitiva,
revocándose la sentencia recurrida. Subsidiariamente aunque no se admita la
excepción de prescripción adquisitiva, también solicitó el rechazo de la demanda,
en todos los supuestos con costas en ambas instancias. A fs. 390/395 de autos la
doctora Isabel Gaona de Faraudo en su carácter de apoderada de los actores
refutó los agravios vertidos por el demandado, solicitando el rechazo del recurso
de apelación y la confirmación del pronunciamiento atacado en todas sus partes,
con costas a cargo del impugnante.- En primer lugar destacó que la omisión de
agregar y considerar el alegato de bien probado carece de asidero ya que el art.
329 del CPCC releva al sentenciante del deber de referirse a los escritos de las
partes, siendo facultativo para el mismo hacerlo. Citó doctrina y jurisprudencia.
Con relación al primer agravio señaló que la manifestación del apelante en cuanto
a que “si el reivindicante ha tenido la posesión que dice perdida”, no constituye un
agravio pues debió señalar el error de la a quo al valorar la posesión o
desposesión, y que los puntos 5 a 8 del escrito recursivo resultan un alegato sobre
la prueba producida, desvirtuando la esencia del recurso que debe contener una
impugnación razonada del pronunciamiento y señalar los aspectos que considera
injustos. Indicó que el fallo debe ser confirmado ya que la juez de primera
instancia analizó en forma inteligente e impecable lo alegado y probado por las
partes, valoró los testimonios rendidos, reprodujo las partes esenciales, aplicando
correctamente el derecho invocado. En cuanto al segundo agravio sostuvo que el
recurrente ofreció como prueba un instrumento extraño a la litis que no introdujo al
contestar la demanda ni mencionó al momento de la declaración testimonial del
Sr. Rafael Solano Reartes (fs. 139/140), que aparece como cesionario. Sin
perjuicio de ello refirió que el instrumento nada prueba sobre lo que es materia del
segundo agravio desarrollado en el punto 14 (fs. 282vta.) ya que carece de fecha
cierta y no se trata de un instrumento público en los términos del art. 979 del Cód.
Civ., pues las firmas de los otorgantes no están registradas en el Libro de
Intervenciones de la escribanía ni consta el número de acta, folio y libro.- Añadió
que la copia agregada a fs. 375 se trata de un documento ajeno a la litis por
cuanto hace referencia a derechos y acciones equivalentes a 20 hectáreas dentro
de una mayor superficie de campo, ubicado en pedanía Mercedes, departamento
Tulumba de esta provincia de Córdoba de trescientos once hectáreas
aproximadamente y precisamente la escritura número cinco del treinta de enero
de mil novecientos ochenta y tres acompañada como título por el demandado al
contestar la demanda (fs. 29/31), labrada por la escribana titular del registro
doscientos noventa, contiene cuatro fracciones ubicadas en el lugar denominado
San Roque, pedanía Mercedes departamento Tulumba. Es decir se refiere a 311
hectáreas aproximadamente, que son exactamente estas 310 ha. 6.061 m2 que
da cuenta el título de los señores Pecorari; inmueble que no fue objeto de la
acción tal como claramente lo consignó la sentencia impugnada. Señaló que el
decisorio reproduce lo expresado por Pecorari al contestar la demanda a fs. 40/41
de autos en los que claramente hizo referencia que tomaron posesión en la parte
sin título. Siendo así, adujo que ese documento ofrecido como prueba en
oportunidad del art. 375 inc. 3° del CPCC glosado a fs. 375/376 que consigna
derechos y acciones equivalentes a 20 has “dentro de una mayor superficie de
311 hectáreas aproximadamente no tienen identidad ni coincidencia en forma
ideal o indivisa con las fracciones descriptas en los cuatro lotes contenidos en el
título de los actores y que es objeto de la acción, por más que en el punto
segundo se haga referencia a que las partes otorgantes ubican las 20 has. en el
esquinero Sud Oeste y hacia el Oeste de las vías del ferrocarril… Se trata lisa y
llanamente de derechos y acciones indivisos que representan una porción ideal
del inmueble hasta tanto sean divididas. Por esas razones, el documento
acompañado no se compadece con el segundo agravio y no puede ser admitido.
En cuanto a la manifestación del impugnante relacionada que en autos no constan
los títulos de quienes los precedieron y que ello causa un agravio irreparable,
resulta desconcertante toda vez que la inferior ha fundado su decisión, aplicando
el derecho vigente. Al respecto indicó que las disposiciones de los arts. 979 inc.
1°, 997 y concordantes del Cód. Civil, la escritura pública número ocho del
diecisiete de enero de dos mil tres labrada por el escribano Esteban Ferrer
Frontera glosada a fs. 5/7 de autos relaciona el título de los antecesores
dominiales. Establece que le corresponde al vendedor Edmundo Ramón Morales
por ser heredero de Ramón Cipriano Morales y Donata Fabia Zamudio según auto
interlocutorio N° 302 de fecha 20 de agosto de 1992 dictado por el juez en lo Civil
y Comercial de 18ª Nominación de la ciudad de Córdoba. Al causante le
corresponde lo descripto en el punto I por compra realizada a Gerardo Quiroga
mediante escritura 107 de fecha 31 de marzo de 1948 inscripta al Registro de la
Propiedad al Dominio 9173, Folio 10108, tomo 41 de 1948. Lo descripto al punto
II, III y IV por compra al señor Pedro Jesús Moyano por escritura 450 del 30 de
agosto de 1959, inscripta al Dominio 33.583 Folio 39271 Tomo 258 de 1950, que
consta a fs. 61/64 con sus respectivas inscripciones dominiales certificadas en su
autenticidad por la actuaria del Tribunal. Esta correlación es corroborada por los
informes del Registro de la Propiedad obrantes a fs. 96/100, remitiendo copia de
las matrículas respectivas, en las que constan los antecedentes dominiales
relacionados en la escritura base de la acción reivindicatoria: Folio 9170 Año 1948
y Folio 39271 Año 1950.- La juzgadora en forma prolija describió el tracto sucesivo
de los propietarios antecesores que constan en el título de los actores.- En cuanto
a la crítica del apelante relacionada con que el dominio se inscribió registralmente
el día 23/09/03, fue correctamente valorado soslayando el apelante que la fecha
que resulta trascendente es aquella en que fue contestada la demanda. No
menciona la fecha en que fue notificado de la demanda, el 17 de octubre de 2003
(fs. 22) pero la fecha que resulta trascendente es aquella en la que se concretó la
traba de la litis, es decir el cinco de diciembre de 2003 (fs. 37/43) en que se
presentó la contestación de la demanda. Transcribió doctrina en apoyo de sus
aseveraciones. En cuanto al tercer agravio referido al incumplimiento del principio
de especialidad por la falta de correspondencia de los lotes con el título y su
replanteo en el terreno, solicitó su desestimación pues la sentenciante analizó y
fundamentó en reiteradas oportunidades el tema. Añadió que no puede acogerse
esta queja por cuanto en el pronunciamiento recurrido quedó plasmado que existe
identidad entre el título de sus mandantes y la realidad física del terreno. Además
de lo expresado en la sentencia, el propio demandado al contestar la demanda a
fs. 92vta. reconoció llanamente que existe identidad entre el título de los actores y
la fracción por él ocupada, al expresar que “en la hipótesis 2) del punto III
precedente opongo en nombre de mi mandante excepción o defensa de
adquisición de la propiedad por prescripción veinteañal, y también corresponderá
el rechazo de la demanda, ya que mis poderdantes han adquirido la propiedad de
las parcelas reclamadas” (sic). Asimismo sostuvo que si bien las afirmaciones
vertidas por el apelante como cuarto agravio carecen de entidad, se trata de una
cuestión extraña a la litis. Finalmente reiteró la dificultad para contestar la
expresión de agravios por resultar confusa, no contener una crítica razonada y
concreta de los puntos de la sentencia que se estiman equivocados, ni se han
desarrollado argumentos que evidencien los yerros del fallo, la aplicación del
derecho o la valoración errónea de la prueba. En definitiva, solicitó el rechazo del
recurso interpuesto y la confirmación de la sentencia por resultar ajustada a
derecho, con costas al apelante.- V) La solución: 1) Previo a ingresar al
tratamiento de la controversia recursiva, cabe destacar que el acta de defunción
de Lucía Adela Marchisio obrante a fs. 374 y el acuerdo de cesión de derechos y
acciones celebrado con fecha diez de mayo de 2000 entre Walter Roberto
Pecorari, Jorge Eduardo Pecorari y Juan Alejandro Pecorari a favor de Rafael
Solano Reartes agregado a fs. 375/376 de autos, no pueden ser objeto de análisis
en esta etapa del proceso como pretende el impugnante, pues el Auto N° 39 de
fecha 05/11/2009 dictado por este Tribunal (Ver fs. 400/401), que declaró
inadmisible por extemporáneo el ofrecimiento en segunda instancia de dichos
instrumentos como prueba documental, se encuentra firme y consentido por las
partes. De allí que las críticas vertidas por el recurrente basadas en pruebas no
ingresadas debidamente al pleito carecen de eficacia ya que la etapa recursiva no
conlleva una reapertura del debate, sino que tiene por único objeto “la revisión de
la sentencia de primera instancia” (Couture, “Fundamentos del Derecho Procesal
Civil”, Depalma 3ª Ed., pág. 354, N° 219).- En consecuencia, su valor convictivo
deviene intrascendente y en modo alguno puede incidir en el resultado de la
impugnación.- 2) El apelante (demandado) en el escrito de fs. 377/388 destacó
como aspecto preliminar que en el Considerando I) a fs. 327 la sentenciante
deslizó un error material ostensible al consignar que la acción impetrada es de
despojo y no de reivindicación como surge de los escritos de las partes. De la
simple lectura del decisorio se colige que la juzgadora sobre la base de los
términos en que quedó trabada la litis estableció a la luz de las pautas contenidas
en el art. 2758 del Cód. Civ. los requisitos esenciales para la procedencia de la
acción de reivindicación, abordó el tratamiento de la cuestión de fondo luego de
dar respuesta a las excepciones de falta de acción y de prescripción adquisitiva
articuladas por el impetrado y resolvió -más allá del aserto del fallo- en estricta
observancia de las pretensiones deducidas por los litigantes. En suma, la
sentencia trasluce un mero desliz como bien lo señala el apelante, brinda una
solución en estricta concordancia con los términos en que quedó trabada la litis
contestatio, no genera agravio ni afectación al derecho de defensa de las partes y,
por ende, se torna irrelevante para dirimir la controversia.- 3) En primer término
corresponde dar respuesta al planteo efectuado por la actora en el escrito de fs.
390/395 en cuanto a que el libelo del recurrente adolece de deficiencias técnicas
por falta de una crítica razonada al pronunciamiento cuestionado, que impide a
este Tribunal de alzada el tratamiento del recurso de apelación. El escrito donde
constan las quejas centraliza sus objeciones en: a) la omisión de la juzgadora de
agregar y valorar el alegato de bien probado antes de dictar el fallo atacado; b) la
violación al principio de congruencia al establecer que el despojo se materializó a
fines de febrero de 2003 cuando el apelante introdujo una casilla y cerró el campo,
en concomitancia con la presentación efectuada por los accionantes ante la Sra.
Jueza de Paz con asiento en la localidad de Las Arrias el día 06/02/2003; c) el
incumplimiento del requisito de la especialidad, ya que el título invocado por los
demandantes carece de validez para fundar la acción de reivindicación por
inexistencia de elementos de prueba que permitan determinar la correspondencia
de las fracciones parceladas según la nominación de la escritura con el inmueble
en disputa, toda vez que la adecuación a un título de la superficie que abarca
requiere la operación técnica de mensura, con replanteo sobre el terreno, para
esclarecer la ubicación material del título; d) la sentencia a dictarse -en caso de
admitir la acción de reivindicación- resulta inoponible a sus hermanos Jorge
Eduardo y Alejandro Pecorari con quienes comparte la posesión del campo en
litigio ya que estos no fueron citados al proceso.- En ese orden de ideas se ha
dicho que, en el escrito de expresión de agravios, “el apelante examina los
fundamentos de la sentencia y concreta los errores que a su juicio ella contiene,
de los cuales derivan los agravios de que reclama” (Alsina, Hugo “Tratado Teórico
– Práctico de Derecho Procesal Civil y Comercial, Ed. Ediar, Bs. As., 1961, Tomo
IV, pág. 389). En base a tales parámetros el libelo del impugnante de fs. 377/378
no reúne mínimamente dichas características. No obstante, una posición
jurisprudencial amplia –a la que adscribo- ha entendido que: “Aun cuando el
escrito de expresión de agravios sólo contenga una crítica incompleta al fallo
apelado, no corresponde tener por desierto el recurso, en razón que la gravedad
de la sanción impone que se aplique con criterio favorable al apelante” (Cám. Civ.
1ª Jurisp. Argent., T. 50, pág. 829; Cám. Civ. C. La Ley, T. 71, pág. 674; Cám.
Com. B, T. 75, pág. 125 transcripto por Alsina en la obra anteriormente
mencionada, pág. 392).- 4) Ello así, corresponde ingresar al tratamiento del
recurso de apelación a partir de la nulidad planteada con fundamento en la falta de
incorporación en la etapa procesal pertinente del alegato de la demandada que
fue reservado en secretaria y agregado al expediente con posterioridad al dictado
de la sentencia. Sobre el particular considero que la omisión revelada no adquiere
entidad suficiente para declarar la invalidación peticionada ya que el quejoso no
expresó concretamente en qué forma le causó perjuicio la inobservancia
apuntada. Si bien correspondía agregar los alegatos de las partes antes de pasar
el expediente a fallo, el nulidicente tuvo oportunidad de conocer la deficiencia que
señala en ocasión que la juzgadora dictó el decreto de autos (art. 506 del CPCC).
Providencia que al no ser impugnada quedó firme, presumiéndose consentidos
todos los vicios anteriores. Esa falta de objeción constituye un obstáculo para
invocar presuntos vicios de procedimiento acaecidos durante la instancia. Cabe
añadir que el alegato de bien probado no habilita en modo alguno a la introducción
de nuevas pretensiones que alteren las que fueron enunciadas en los escritos que
conforman la traba de la litis. Amén de ello no se advierte un agravio irreparable
toda vez que el contradictor pudo reproducir los argumentos vertidos en el alegato
en la oportunidad prevista por el art. 371 del CPCC como se desprende del escrito
pertinente obrante a fs. 377/388, situación que deja sin sustento la pretensión del
recurrente.- A mi modo de ver el impugnante consintió tácitamente el acto omisivo
al ser notificado del decreto de “autos a estudio” dictado por la señora jueza de
primera instancia ya que debió prever que la sentencia se dictaría sin haberse
agregado los alegatos, resultando esa la oportunidad propicia para invocar tal
omisión. La negligencia del apelante que no advirtió esta deficiencia en tiempo
oportuno, lo priva de la posibilidad de invocar el vicio en la alzada. Conforme lo
tiene dicho la jurisprudencia: "Debe desestimarse la nulidad de la sentencia
fundada en la falta de agregación de los alegatos producidos y reservados en la
secretaría respectiva, si el nulidicente no señala -concretamente- en qué forma le
causó perjuicio el verse privado de la oportunidad de alegar”. (CApel CC Rosario,
sala I, agosto 20-985, "Consorcio Propietarios Edificio Corrientes y Córdoba c.
Halmen S.A.") J. 78-143.- 5) Con relación al segundo motivo de agravio, el
quejoso hizo hincapié en que los actores no probaron la posesión de la fracción
de campo que reivindican pues no se les efectuó la tradición por falta de
ocupación del inmueble. Para decidir este planteo resulta menester examinar la
validez del título aportado por los accionantes por falta de inscripción registral al
tiempo de interposición de la demanda, ya que la titularidad del dominio debe
existir no solo a esa fecha sino también a la época del dictado de la sentencia
para poder controlar la existencia y legitimidad del título. Al respecto debo señalar
que el título invocado por los actores, incluida la inscripción registral pertinente, es
anterior a la traba de la litis por cuanto el accionado contestó la demanda el día
05/12/2003 (ver cargo de fs. 93). Así, la escritura obrante en copia concordada por
la actuaria a fs. 61/64 labrada el 17 de enero de 2003 (fs. 61), fue inscripta en el
Registro General de la Provincia el día 23 de septiembre de 2003 (Confr. fs. 63vta.
/ 64), en razón que dicho título encuadra en la hipótesis prevista por el art. 5 de la
ley 17801, toda vez que esta norma prescribe: "Las escrituras públicas que se
presentaran dentro del plazo de cuarenta y cinco días desde su otorgamiento, se
considerarán registradas a la fecha de su instrumentación". Esa circunstancia está
fuera de toda discusión atento las razones precedentemente expuestas y los
argumentos dados por la primer juez acerca de la titularidad en el dominio de los
accionantes sobre las fracciones de terreno motivo del litigio para desestimar la
excepción de falta de acción (Confr. punto IV) del Considerando, fs. 328), en
consecuencia resulta inconmovible.- Por ello la decisión en el sub examine debe
ceñirse a la fracción de campo denominado “San Roque” ubicado en pedanía
Mercedes, departamento Tulumba, de 31 hectáreas y media conformada por
cuatro lotes de terreno, descriptos en el libelo introductorio cuya reivindicación
persiguen los accionantes. Estas parcelas – adelantando opinión – se encuentran
físicamente delimitadas, pese a las pretensiones del apelante a considerarlas –
erróneamente – inmersas en una mayor superficie cuya posesión ejerce en forma
conjunta con sus hermanos Jorge Eduardo y Alejandro Pecorari descripta en la
escritura N° 5, folio 23, celebrada en la localidad de Marull de esta provincia, el día
31/01/1983, por ante la escribana titular del registro N° 690, Melba Grussi de
Aguilar. Su total determinación física, obsta el tratamiento en la forma que
pretende el recurrente. También éste indebidamente soslaya el exhaustivo análisis
efectuado por la Iudex a quo de la prueba producida para rechazar la excepción
de falta de acción por él interpuesta, en particular los dichos de los testigos Sergio
Arzubi, Rafael Solano Rearte, Antonio Esteban Elías y Domingo Esperidonio
Varela. Precisamente, la juzgadora determinó la identidad del terreno a que se
refiere el título de los actores con el campo donde el demandado introdujo una
casilla y alambró (despojo); que se trata de un solo y mismo inmueble y descartó
las aseveraciones del accionado (apelante) en cuanto a que los actos posesorios
que ejerce junto con sus hermanos datan del año 1983 como continuadores de
sus cedentes Bosio, Piaza y Silva.- Asimismo, la señora juez de primer grado
valoró en contra del apelante su actitud contradictoria durante la instancia.
Obstaculizó la producción de la prueba pericial. La a quo le señaló al accionado,
que si pretendía descalificar esos testimonios y acreditar que el título de los
actores no se correspondía con la fracción de campo por él ocupada, era
ineludible realizar la mensura que el propio apelante malogró por el desistimiento
que formulara de los puntos propuestos, la clausura del término de prueba y la
aplicación del apercibimiento previsto por el art. 316 del CPCC.- Estos aspectos
no han merecido una crítica razonada por parte del recurrente. Solo invocó como
agravio un incumplimiento del requisito de la especialidad aduciendo la falta de
validez del título para fundar la acción de reivindicación por la ausencia de
elementos de prueba que permitan determinar la correspondencia de las
fracciones descriptas en la escritura con el inmueble cuestionado (agravio
denominado tercero). Omitió contraponer un análisis de todo el cuadro probatorio,
y en función de éste, evidenciar la trascendencia del vicio que alegó.- Siendo ello
así y conforme lo tiene dicho la doctrina: “el demandante no necesita demostrar
que ha recibido la posesión del inmueble al cual se aplica su título. Sí, en cambio
resulta insoslayable la invocación de título, por cuanto se exige del reivindicante
una mera probabilidad que torne preferible su derecho a la posesión –que emana
del título conforme al art. 2468- frente al del poseedor actual”. (Papaño, Ricardo J.
y otros autores, Derechos Reales”, Tomo 2, 2ª edición actualizada y ampliada, Ed.
Astrea, 2004, p. 420). Es criterio, decididamente predominante, acordar la acción
reivindicatoria contra los terceros, al comprador que no ha recibido la tradición.
Dice a este respecto Borda: “en primer término debe señalarse que acción real y
derecho real no son conceptos equivalentes y, por ello, es perfectamente posible
el ejercicio de una acción real sin la titularidad actual de un derecho real, dado que
la transmisión de las acciones reales es independiente de los derechos reales que
le sirven de base. Si nadie discute la posibilidad de ceder la acción reivindicatoria,
debe entonces entenderse que el vendedor no se reserva ningún derecho sobre la
cosa y que se desprende y transmite al comprador todas las acciones que tenía
respecto de ella. Resulta evidente que quien enajena una cosa que no entrega al
adquirente, simultánea y necesariamente le transmite también el poder jurídico de
reclamarla contra cualquiera” (Borda, Guillermo, Tratado de Derecho Civil,
Derechos Reales, t. II, núm. 1485, b., p. 474, Perrot, Bs. As. 1975). También se ha
entendido que esa cesión estaba implícita en el acto de la venta porque, como lo
expresa la nota al art. 2109 del Cód. Civil, “se juzga que cada enajenante ha
transferido la cosa a su adquirente, cum omni sua causa, es decir, con todos los
derechos que le competían” (CS, Fallos, t. 142, p. 273).- Desde otro costado, el
apelante refutó que los actores no probaron ejercer la posesión de las cuatro
parcelas que conforman el campo denominado “San Roque” que reivindican. La
sentencia en crisis -como precedentemente lo señalé- dio por cierto que su
antecesor tuvo la posesión del inmueble y en consecuencia la titularidad del
derecho real de dominio sobre el mismo, de manera que podía transmitirlo. El
análisis de la prueba producida que efectuó la sentenciante, da por cierto que
Eduardo Ramón Morales como único heredero de sus padres (Ramón Cipriano
Morales y Donata Fabia Zamudio) ostentó la posesión del bien objeto de la
reivindicación y que el despojo por parte de Walter Roberto Pecorari se
materializó a fines de febrero de 2003, aspecto del que erróneamente infiere el
apelante que Miguel Alfredo Montes y Federico Matías Peuser no ejercían la
posesión. Sobre el particular la Iudex a quo tuvo por probado el carácter de
titulares en el dominio del inmueble que reclaman los actores, el derecho a poseer
emergente de ese carácter y que sus predecesores fueron: en el lote tres, Ramón
Cipriano Morales padre del vendedor Edmundo Ramón Morales por compra que
efectuara a Gerardo Quiroga, mediante escritura N° 107 del 31/03/1948; y Ramón
Cipriano Morales como anterior propietario de los lotes cuatro, cinco y seis, por
adquisición efectuada a Pedro Jesús Moyano, mediante escritura N° 159 del
30/08/1950. Concluyó que esta aseveración se asienta en los títulos de quienes
los precedieron, tópico obviado en su crítica por el impugnante al igual –reiteroque el pormenorizado análisis que sobre la posesión efectuó la a quo.- Además,
partiendo de la presunción “iuris tantum” que deriva de los títulos acompañados
por los actores, la señora jueza de primera instancia, analizó quien efectivamente
tuvo el corpus y el animus domini y en qué tiempo. Luego de advertir que el mero
hecho que exista una sucesión encadenada de transferencias dominiales que en
un caso se remonta al año 1948 y en el restante al año 1950, a la luz de los
testimonios rendidos por las partes estableció que el apelante (accionado) sólo
acreditó la realización de un acto material sobre el terreno, en el año 1983,
consistente en el paso de una máquina topadora, por unos metros, sin llegar con
ese hecho a deslindar completamente el inmueble en cuestión (acto meramente
accidental). En síntesis no excluyó de la posesión a los actores o sus antecesores.
Descartó también un cerramiento del fundo y señaló que luego de ello, en el
transcurso de los siguientes veinte años, no hubo actos de utilización de la tierra,
desmonte, cultivo, explotación ganadera ni se efectuó plantación alguna. Señaló
también que algunos testigos ofrecidos por el demandado (impugnante)
reconocieron que en el inmueble en disputa, antes de ese hecho del año 1983 el
fundo rural era de propiedad y posesión de la familia Morales, que luego vendió el
inmueble a los reivindicantes. Recién en el año 2003 el demandado Pecorari cerró
el inmueble litigioso con un alambrado y colocó en su interior una casilla y una
persona a sus órdenes (el testigo Rafael Solano Rearte), hechos que motivaron la
promoción de la presente acción. En base a ello concluyó que con los testimonios
analizados el demandado no alcanzó a acreditar un ejercicio de la posesión de
modo insospechado, claro, convincente, de manera continua por el tiempo
requerido por la ley para adquirir el fundo por prescripción. Este pormenorizado
análisis de la a quo no ha merecido mayores reparos por parte del impugnante al
igual que el capítulo prueba de los actores en relación a la posesión. Asimismo el
apelante basado en las disposiciones del art. 2789 del Cód. Civ. sostuvo que los
impetrantes debían acompañar todos los títulos antecedentes hasta encontrar uno
que sea de fecha anterior a la posesión del demandado, en cuyo caso probará
que en cabeza de éste se constituyó el dominio y consecuentemente tenía
derecho a transmitirlo, configurándose la presunción contemplada en la precitada
norma. Resulta evidente e inconmovible que la adquisición del dominio por los
reivindicantes (por haber obtenido el título de dominio de Edmundo Ramón
Morales) es anterior a la ocupación efectuada por Pecorari, y este aspecto ha
dirimido totalmente la controversia. En el caso de autos, el impugnante no ha
logrado probar su derecho a poseer, lo que es precisamente la materia de este
litigio, al no demostrar una posesión anterior que lo legitime. Al respecto cabe
señalar que aunque los reivindicantes no hubieran adquirido el dominio por falta
de tradición, tienen la facultad de ampararse en el derecho que a su antecesor
Eduardo Ramón Morales le correspondía para ejercer la acción petitoria, en virtud
de la escritura ante la falta de presentación de título por parte del reivindicado que
demuestre un mejor derecho. Para dar respuesta a todos los planteos del apelante
corresponde agregar que en el sub examine no resulta de aplicación lo dispuesto
en el art. 2790 del Cód. Civ. toda vez que el reivindicado invoca supuestos
derechos otorgados por terceros que en modo alguno guardan relación con el
título de los reivindicantes. En definitiva, el contradictor soslaya que los
adquirentes del inmueble a quienes se les ha otorgado la pertinente escritura
traslativa de dominio pueden aún antes de la tradición de la cosa, ejercer la acción
reivindicatoria contra el tercero poseedor del mismo.- Por las razones dadas
corresponde rechazar el recurso de apelación interpuesto por Walter Roberto
Pecorari con el patrocinio letrado del doctor Amadeo José Martínez, confirmando
el pronunciamiento cuestionado en todas sus partes, con costas al vencido (art.
130 del CPCC). Voto negativamente a esta primera cuestión.- A LA PRIMERA
CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL JUAN CARLOS SERAFINI, DIJO:
Adhiero a las conclusiones y fundamentos expuestos por el señor Vocal
preopinante, votando en idéntico sentido.- A LA PRIMERA CUESTION
PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL HORACIO ENRIQUE RUIZ, DIJO: Adhiero a
los argumentos vertidos por el señor Vocal primer opinante y a las conclusiones a
las que arriba, votando en igual sentido.- A LA SEGUNDA CUESTION
PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL JUAN ABRAHAM ELIAS, DIJO: Por los
fundamentos dados al tratar la cuestión anterior, propugno: 1°) Rechazar el
recurso de apelación interpuesto por Walter Roberto Pecorari, y en consecuencia
confirmar el pronunciamiento cuestionado en todas sus partes, con costas al
impugnante (art. 130 del CPCC).- 2º) Diferir la regulación de honorarios de los
letrados intervinientes para cuando se determine la base económica,
estableciendo los porcentajes regulatorios de los estipendios por los trabajos en la
alzada de la doctora Isabel Gaona de Faraudo en el cuarenta por ciento del punto
medio de la escala del art. 36 de la ley 9459 y los del Dr. Amadeo José Martínez
en el treinta por ciento del punto medio de dicha escala (art. 40 del C.A.).- Así
voto.- A LA SEGUNDA CUESTION PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL JUAN
CARLOS SERAFINI, DIJO: Adhiero a la solución propuesta por el señor Vocal
primer opinante, votando en el mismo sentido.- A LA SEGUNDA CUESTION
PLANTEADA EL SEÑOR VOCAL HORACIO ENRIQUE RUIZ, DIJO: Adhiero a
las conclusiones a que arriba el señor Vocal Juan Abraham Elías, expidiéndome
en el mismo sentido.- En mérito al resultado del Acuerdo que antecede, el Tribunal
por unanimidad, RESUELVE: 1º) Rechazar el recurso de apelación interpuesto
por Walter Roberto Pecorari, y en consecuencia confirmar el pronunciamiento
cuestionado en todas sus partes, con costas al impugnante (art. 130 del CPCC).2º) Diferir la regulación de honorarios de los letrados intervinientes la que será
practicada por la a quo de conformidad con las pautas fijadas al tratar la segunda
cuestión.- Protocolícese, agréguese copia y bajen a sus efectos.-
SERAFINI, Juan Carlos
ELIAS, Juan Abraham
VOCAL DE CAMARA
VOCAL DE CAMARA
RUIZ, Horacio Enrique
HIERLING, Rubi Luisa
VOCAL DE CAMARA
SECRETARIO LETRADO DE
CAMARA
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