' \ A \ / s/ /\ v 1 1 - V \ ^ \ V \ v v ^ ^ ' v / \ A v '\ \ \ '\ ' \ ' \ v \ /x \ s / \ / \ ' v ' I » V/j _ •Aí/\ \ / \ v/\ '\ \ / \ - , \ A v / VA; / \ A \/N \ \- V, /\ '\ x 'X -v \2 < i— D C/D LU a: Q_ LU O co •+-• cd •+-• D ü CO c o CD o jo CD CD ZS co co co 03 ARTURO R E Y E S Romanees ^ndaluees MALAGA Zambrana Hermanos, Impr 1912 «acial A L FASO A Antonio Palomero Bien entallado el airoso marsellés; azul la faja y azul también el pañuelo que le sirve de corbata; toda llena de bordados la pechera de la blanca camisa; gris el pavero; gris el pantalón de pana, de corte achulado; y limpio y bien afeitado; avanza, andando como por música, y en la actitud más bizarra y gentil, Antonio el Súpito, por la calle de la Jara, donde en los limpios umbrales de sus viviendas, se bañan en sol que el calor les brinda que'ya á sus cuerpos les falta, viejas y viejos, en tanto mozas y mozos entablan sus diálogos pintorescos, Romances Andaluces y en tanto el gallo, en su nasa, prisionero, luce erguido su pluma tornasolada, entre el perro que dormita y el gato que se solaza y de un organillo en torno un bandurrio de muchachas más desnudas que vestidas, más, que calzadas, descalzas, con acompasado ritmo, llenas de malicia, bailan á las lánguidas cadencias del piano, con livianas intuiciones. De repente, Antonio el Súpito lanza una exclamación de gozo, ver que, grácil y elástica, con airoso contoneo, por la esquina opuesta avanza Rosario la Quinquillera, que con los brazos en jarras, con la expresión más graciosa y en la actitud más gallarda, al brazo un cesto que casi bien pudiera ser canasta, echa hacia atrás la cabeza y más que pregona, canta un pregón que más parece una canción africana. Y al beso del sol, que en ella su luz ardiente derrama, brillan sus ojos de antílope; Arturo Reyes su boca, flor perfumada; su nítida dentadura; un hoyuelo que en su barba es un divino marchamo; su cabellera en dos bandas, sobre la frente, partida, y al par sus típicas galas, el gran pañuelo granate que ver deja su garganta que un collar, si. no de oro, dorado, ciñe; la falda de percal color de rosa con volantes que su planta deja ver, y del cabello en la espléndida maraña, y por el tallo prendido, un clavelón de bengala. Y en tan fúlgido escenario rico en tintas, que abrillanta el sol andaluz, que ríe en balcones y ventanas, donde, en tiestos y macetas, lucen sus broches de grana, los geranios, y el dompedro, y los jazmines regalan, al ámbito cristalino, sus penetrantes fragancias; en tan fúlgido y expléndido y riente panorama, se detiene Antonio el Súpito y con, en ellos él alma, los ojos pone en Rosario y con voz de dulce y blanda Romances Andaluces inflexión la dice —¿Aonde camina, tan de mañana el lucero de la tarde? —¿Aonde quiées tú que yo vaya? le responde aquélla—en busca de lo que me jace farta pa el churumbel, y pa el vato del churumbel. —Y qué lástima me dá de verte, salero! buscar asín la gandalla! que lástima que una niña con ese cuerpo, y el arca de ese cuerpo, y con dos soles por ojos, y por pestañas dos quitasoles de sea; con esa boca que espanta por lo requeteboniía que es, y con esa mata de pelo tan anillao, y con ese tó de naca que Dios te puso por pecho, y con esa, tan charrana, carita que Dios te ha dao; que una gachí que si habla paése que le pusieron un canario en la garganta; que una gachí más graciosa diez veces que toiía España, y más güeña que un colirio, y más relimpia que el agua, cual eres tú,, estés pasando Arturo Reyes toiías las ducas que pasas, uando, á tú querer, tendrías cuanto te diese la gana, más que cintillos, salcillos; más que chaponas, enaguas, y cintillos y chaponas más que olas besan las playas, y más vestío de raso,.. —Que tú, faroles! — Qué ganas tengo ya de darte un susto á dormivela, y qué guasa tié mi suerte; que si verte pudiera yo una mañana al dispertar á mi vera, otro gallo mos cantara, y entonces sí que tendrías lo que te diese la gana, y un palacio de topacios, con to er suelo de esmeraldas, y las paeres de oro y la techumbre de prata. —Y to pa mí? —Pa tí sola. —Pos mocito, munchas gracias, por tu garbo y por tu rumbo; mas no estoy yo pa muánzas, y ademas, que yo naíía de eso quiero; que en mi sala con alcoba, cuando en ella está el gaché que en mí manda, el que con solo mirarme el cuerpo me asolivianía; Romances Andaluces un gachó que me hirnoüza er corazón con sus pláticas, poique es que un divé le puso en los labios tanta labia y tanta miel en ios labios que es toito miel cuando habla; cuando yo tengo á mi vera á mi g aché, que es la parma, un gachó con más salero y más salías serranas que, si él la toca, soníos las cuerdas de su guitarra; el gaché que yo cúrrelo más que ar cielo que me ampara; el que es el campanerito, gitano, de esta campana; cuando lo tengo á mi vera en mi sala, pos mi sala es un palacio encantao... conque ve tú izando el ancla, salero, de esta badía, que pa el yunque de esta fragua, gitano, no hay más martillo que el que en el yunque machaca. Y al decir esto, Rosario, vira en redondo, y gallarda se aleja de Antonio el Súpito, y á poco, de nuevo lanza al viento su pregón rítmico, con voz tan dulce y tan lánguida, que más que pregón parece una canción africana. EN A I BARRIO —Que Dios te guarde, Araceli. —Venga usté con El, pairino. —Por vía é Dios que graciosa, camará, que Dios te jizo! camará, si fué rumboso El que to lo da, contigo! camará, si te dió cosas y te derramó rocío en esa cara-portento, en esa cara-prodigio, en esa cara-canasto de flores. —¡Y qué malito que está usté ya pa esas cosas! —Es que me sacan de quicio, camará, esas dos estrellas que puso en el paraíso de tu cara. Dios. —Agüelo, mire usté que se lo digo á la mairína y se jura la Constitución. Romances Andaluces —Pos dícelo y que me meta en la trena, que yo, camará, si sigo mirándote, el mejor día pierdo el timón, y me orvío de que tengo en mis cubriles una grilla y cuatro grillos, riales y cuasi en pañales; me enzargatono, me tiño er pelo, me pongo el terno .conque te llevé al bautizo y te rarto. —Pero hombre si usté ya, sigún me han dicho, si se canta unas guajiras se quea cuasi paralítico. —Y tú que sabes, gitana; yo soy un gallo, que piso mucho más que cacareo, y yo le mojo al más vivo la oreja, que tú no sabes quien soy yo, yo vargo cinco veces más que íó los mozos que te rondan, y no digo na de ese don cartulina que, sigún yo sé de fijo, por tu esgracia y por mi esgracia, te gusta más que el barquillo con merengue. —Gato, zape, ¡qué malo que está el minino! — Escucha tú y deja al gato. —Pero oiga usté, ¿quién ha sío Arturo Reyes el que ha dicho que me gusta á mí ese que no atino yo quién puea ser? —Vamos, menos chunga, salero, conmigo; que yo soy un catredático, . y lo que yo no me explico es que á tí te guste el Péndulo, un gachó que íieé por clisos dos cocos y por orejas dos plátanos; un mestizo de calé y de castellano, que se crió en el hespido y estudió en él Mundo Nuevo, en donde siempre ha vivió tal y como siempre vive, ¡de upa! —Vaya, pairino, cuánto le paga á usté el Pampli por el percal? —A mí? Un tiro que le den al Pampli aonde más le duela... Si yo digo lo que te digo del Péndulo, es porque debo dicírtelo; porque es la chipé ¿tú sabes? y además, porque te estimo, y porque no se merece el Péndulo haberse visto, ni verse en esos tan grandes y tan requetegrandísimos charranes que Dios te ha puesto en la cara, y un delito 13 14 Romances Andaluces que está pidiendo un grillete es que por mó de ese niño que cuando se jace un terno, la perilla del ombligo de tanto sacar la panza se le sale de su sitio; que por mó de ese mal ange, por uno que quita el hipo á cualisquiera, desprecies tú al Pampli, que es un partió. —Partió por la cintura se vea! Pos si el mocito tieé un mal arate que espanta. —Pos asín y tó, un cortijo tieé el gachó que es un encanto, y además tieé en el Campillo dos casas, pero dos casas aún más grandes que el Legio; y además tú, cuando él pase, fíjate bien, no en su físico, por más que, aunque te fijaras con tos tus cinco sentios, no va á darte ningún flato, sino fíjate en lo fino que es el calzao que lleva, que se calza en ca de ChicoGanga y fíjate en el terno y sobre to en los anillos y en la caena de oro y además que yo te digo que es mozo que te conviene, porque es que además de rico es la mar de macareno Arturo Reyes y además que es el mocito más de chipé y de más alma de los mozos de tronío y de los mozos con ange y con salero. —Preciso es señó don Cayetano que á usté le jaiga pidió el Pampli que usté le ayúe. —Pos yo nifía te ripito que nanai. —Pos lo siento créalo usté, pero muchísimo que lo siento, y yo quisiera complacerle, mas yo viv o siempre soñando y yo sueño con ese que es un mestizo de calé y de castellano con ese que tieé por clisos dos cocos y por orejas dos plátanos, ese niño que estudió en el Mundo Nuevo y se crió en el hespido, ese es el que me saca el corazón de su sitio, ese que vive de upa y pa mi cuando lo miro son sus ojos dos luceros y sus orejas cintillos y cuando abre la boca y me habla... yo me rio del Pampli y de sus partieses de su terno y su cortijo i6 Romances Andaluces de toitas sus tumbagas y de sus casas de pisos y de lo mu bien calzao que está siempre y de su físico y de su pare y su mare... —No te inrrites. —No me inrrito. —¡Por via de.la Malena! ¡Pa qué me habré yo metió en darte güenos consejos! sabiendo cual se que á Cristo solo lo crucificaron por meterse en redimirnos. Arturo Reyes II —Aonde vas tú, prenda mía? —¿Aonde quiere usté, agüelito, que vaya? Aí Morro á tirarme de cabeza! —¿Y qué motivos tieés tú pa darte ese baño de impresión con este frió que jace? —Que ya no pueo seguir viviendo cual vivo; que no tengo ya ni un trapo que ponerme; que he íenío ya que vender jasta el tuétano. —¿Pero que jace tu mirlo queriocanta? — ¡Cadenetas!.... darme suplicio y suplicio y suplicio! —Está parao? —Cuando duerme, que el indino trabaja, pero tó es poco pa gastárselo en colirio con que aclararse la vista y enturbiarse los sentios! Mardiío sea er solera y cien mil veces mardiío! que er solera tieé la curpa 17 Romances Andaluces de que yo pase er moquillo que estoy pasando; que paso las de Caín cuando miro que no tengo cañamones que darle á mis dos jechizos, jdos rosas de Alejandría que son! y cuasi toitos los días, pares y nones, se acuestan los probeticos como fueyes, y supóngase usté si será castigo mi castigo. —Lo comprendo! Y pensar que fué ese picaro quien se llevó tu presona, que era una flor, en el pico, pa que cual te ves te veas. —Como que cuando me fijo arguna vez en quien soy y recuerdo lo que he sío, las lágrimas se me sartan. —¿Y es verdá lo que me han dicho de que tamién te arministra más leña que da un olivo si lo talan? —Lo que siento no es que me dé leña, sino que me tenga á mis chorreles con hambre y encueros vivo. —¡Válgame un divé der cielo! y pensar que tú has podio estar cual los propios ángeles! —Que quieé usté, será mi sino! Arturo Reyes —Vamos á ver, Araceli, si lo que es, no hubiera sío, y tú tuvieras de nuevo que escojer entre ese pito que tan mal pita y el otro... aquel que tanto te quiso, aquel que andaba tan loco y que peleó tantísimo por ganarte ¿tú á cual de ellos elegirías? —Pairino, qué pregunta! —Vamos, dime la chipé. —Cuando yo digo que está usté mal de la cúpula! —Vamos, si tú hubieras visto lo que te pasa, de dambos cuál hubieras tú elegió, al pare de tus chorreles ú al del parnés? —Pos de fijo que si desandar pudiera este, tan perro, camino, sin dúa que elegiría, á cierra ojos, el mismo pa mí y el de los haberes, que dice usté, pa mis hijos. 19 D A R EN L A J A Yo me llamo Juan Cardona, pero soy más conoció en Europa y en América y en tó er mapa, por el Niño del Milagro; yo no tengo padre ni madre; yo vivo de lo que como, y yo como lo que puedo; yo me estilo cantando, y soy una alondra ó un silguero pues lo mismo me canto unas soleares que unas serranas; yo pinto una habitación al temple en menos que jace un grillo dos veces t r i ; y de güen mozo y simpático, no digo na, porque eso está á la vista; mas fíjese usté en lo fino que tengo er talle, y er cuerpo qué bien formao, y los clisos, ¡qué siete veces tunantes serrana, cuando los guiño!; yo no tengo más parientes 22 Romances Andaluces que mis dientes» y tres tíos: uno mayoral; el otro, primero fué monaguillo y ahora es barbero en Utrera, y otro que tocando el pínfano, cuando quiere, es una cosa maravillosa. —Pos hijo, yo usté... siempre viviría al lao de ese proigio musical. —Pos yo no quiero, porque á mí cualquier ruío me ataca muncho á la médula, y es pa mí chavó, un martirio oir toser á cualisquiera cuando le da en el gallillo. —Y es pa dicirme to eso na más pa lo que ha venío usté esta noche á mi reja? —No, señora; otro motivo me ha hecho venir esta noche á quearme medio tísico mirándole á usté esa cara, donde por más que la miro no le encuentro á usté la boca. — ¡Qué gracioso! —Eso mismito me dicen toas las mujeres. —Pos yo me alegro muchísimo, y si ya lo que tenía que dicirme me lo ha dicho, yo me voy dentro. Arturo Reyes —¿Usté dirse? ¡ca!... Si yo no lo premito en tanto y cuanto no acabe yo de hablar. —¡Será preciso que le avise al guarda calle! —Deje usté quieto al del pito que yo arremato enseguia. —Pos siga usté. —Pos ya sigo. Y como diba diciéndole á usté, yo soy un partió pa una jembra que chanele; pero como á mí me jizo mi valo Juan el Charrata pa que sea siempre amigo de la chipe', yo, señora, voy á diciríe ahora mismo, á usté en secreto, un secreto. —¿Y pa qué va usté á dicirmelo? —Porque quiero que usté sepa que yo, tal vez por capricho del que tó lo mata y sana, tengo dos «yo» mu distintos, drento de mí; uno que sabe más que Lepe y que Lepijo; un gachó que es más rumboso que el sol y más redulcísimo que el caramelo. —Pos hombre, ¡diga usté que es un jechizo ese «yo»!... —Pos ya lo creo 23_ 24 Romances Andaluces que lo es! mas por mi sino, el oíroyo es un marrajo al que ya no le he metió una puñalá trapera, en el peor de los sitios, por respeto al güeno; y como viven dambos inquilinos en la misma casa, dambos andan siempre «¡Que te tiro! ¡Que te mato!» y cuando gana el malo al güeno, conmigo si se comparan, tres ángeles son el Pupa y el Granizo y el Vitola; mas si el güeno le gana al malo, me río yo entonces jasta del bálsamo del Perú. —Pos yo usté, hijo de mi corazón, echaba más pronto que suena un tiro al que le jiede el aliento. —¡Si no quiée dirse el mú picaro! ¡Si yo ya la mar de veces le he mandao, á voz en grito, que se vaya y que me deje á solas con su vecino, ¡mas qué ha de dirse! ¡nanai! —¡Pos cítelo usté á juicio de desahucio! —Ni por esa; mas esta tarde he sabio, que si usté quiere, usté puede echarlo de mí. Arturo Reyes —¿Y qué pinto yo en eso? —Pos usté pinta más que pintaba Murillo; que á mí esta tarde Remedio la Quinquillera me ha dicho: «Juan Cardona, si tú quieres que te deje ya tranquilo, pa siempre, ese tigre hircano que llevas siempre contigo, vas á tu casa y te friegas jasta quearte más limpio que una patena; enseguía te embetunas los botillos; te pones el terno nuevo que sacas tos los domingos; y te pones tu corbata, la de color de corinto; te echas agua de colonia en el pañuelo, y ya listo te vas á calle del Carmen, te bebes un par de lisos en cá de Pepe el Calzones; después, más rerto que un tiro, te arrimas á la ventana de la Niña del Rocío, que es una jembra que tiene dos rosas en los carrillos, y por ojos dos luceros, que uno es el matutino y el otro es el de la tarde; y además tiene un cintillo, to de rubíes por boca, 25 Arturo Reyes y por pecho un bando escrito que dice:—«Yo ordeno y mando que to el que me mire fijo un rato, pida el Santolio.* Y tal como yo te digo, te acercas tú á su ventana, y le dices que te he dicho yo, que la única presona que puée jacer que ese pillo, que llevas drento, se vaya y no te dé más suplicio, es ella con toíto el garbo que Dios le dió y con toitos los primores que le ha puesto Dios, y como yo no vivo y de tanto pasar áticas me estoy poniendo pajizo y ojeroso... pos yo he jecho cuanto Remedio me dijo, y aquí me tiene usté, prenda, bien lavao y bien vestío, pidiéndole que me ayúe á jechar este mal bicho que llevo en mí. —Pus pa eso, Juan Cardona, necesito yo que me dé usté enseguía, si es que usté quiere, los títulos de propiedá de esa casa, pa que yo, con su premiso, vaya y se los dé á mi padre. —Y oiga usté, ese requisito ¿hay que llenarlo enseguía? 26 Arturo Reyes 27 —¡Como que es lo más preciso. —Por vía de la Malena! Dice usted que es urgentísimo? —Urgentísimo. —Y su vato padece muncho del hígado? —Una miajita! Por eso está siempre tan pajizo. —Tendrá entonces mal caráiter? —Como que no está en presidio por casolidá. —Pos güeno, entonces, con su premiso, me largo por los papeles y me tiene usté de fijo mañana aquí. —Entre dos luces? —Pero es que usté se ha creío que es chufla? —Que disparate! ¡chufla usté! —Cuando yo digo que nací con mala estrella. —Está usté mu pensativo; ¿qué le pasa? —Que me ha dao lo que me da cuando el hipo me va á dar! —¡Cuánto lo siento! Me alegraré que haiga alivio... -Gracias... (¡por vía de la Niña!) —No hay de qué! (¡por vía del niño!) —Olé por Don Juan Cardona! —Olé por la del Rociol DE ANTAÑO —Jecha más leña, que el monte tieé rumbo—dice al ventero Juan el Tardío, y á poco, con vivo chisporroteo, la bien oliente retama alumbra, como un incendio, la cocina de la venta, las recias vigas del techo, de azul y blanco pintadas; sobre el amplísimo alero de la enorme chimenea el «cobre», que á los reflejos de la llama se convierte en oro; los bien repletos vasares donde la loza, de origen alpujarrefio, luce sus vivos colores, tan vivos como diversos; acá y acullá colgados los vistosos aparejos; con enjalmas por colchones, 30 Romances Andaluces y por cama el duro suelo, abrigados por sus mantas de antequerano abolengo, unos duermen y otros hacen por dormir, los arrieros; un zagal de tez obscura como el bronce y de ojos negros, tañe perezosamente una vihuela; en silencio, junto al portalón, echado, vela un mastín corpulento, y de amplia mesa de pino, en torno, cerca del fuego, charlan y beben y rien varios ternes, todos ellos de semblantes bronceados por el sol, todos apuestos, gallardos y varoniles, y todos ellos luciendo, con gentil desenvoltura, típicos y pintorescos atavíos: la chaqueta con obscuros sobrepuestos; de pana, el calzón, ceñido, y en las rodillas sujeto por relucientes caireles; también de pana el chaleco, con los botones de plata; la media bota de cuero bordada en hilo granate y orlada de largos flecos; de los colores más vivos el ceñidor; el sombrero, Arturo Reyes calañés; bajo el cual lucen vistosísimo pañuelo, te yerba, atado en la nuca; un broche de oro en el cuello, y al alcance de la mano el trabuco, mensagero de muerte. Juan el Tardío tan fruncido tiene el ceño y tan torva la mirada, y es tanto el desasosiego que en su actitud se revela, que por fin uno de aquellos mozos ternes le pregunta: —En qué parte de tu cuerpo te ha cafo la cangrena esta noche? Y con acento sordo, al punto le responde Juan: —Pos en mitá del pecho, camará, que atá de un jilo tengo el alma; que tenemos un capitán del que un día mos van á jacer quinientos capitanes, de un crujió que van á metelle, y... güeno que se juegue uno la vía cuando es Uegao el momento de tirar por las ventanas toica la carga, pero jugársela tos los días, cuarenta veces, por menos 31 32 Romances Andaluces de lo que pía ú no pía, una alondra en un barbecho, eso no pueé consentirse ni consentillo debemos, —Y oye tú, Juan, aonde ha dio el capitán? —Pos al pueblo, á jacelle una visita al alcalde, que es un perro mixto de lobo, un mar bicho, pa hablar con el cual de lejos sa menester confesarsecorno que jué en otros tiempos de los de Pepe el Vitola y es tó un mozo de provecho, que tieé en la cachicuerna catorce rayas lo menos. —Y el capitán, á qué ha dio? —Pos á jugarse el pellejo. —Y eso poiqué? —Por sus cosas... que tos los hombres tenemos alguna vena de loco, y anoche, al llegar al cerro del Ciprés, mos trompezamos, cuasi llorando y gimiendo al tío Curro el Zarzamora, y como tieé el deferto, el capitán, de que en cuanto i t de jacer un puchero, ya está jecho gelatina... pos ná, cantará, que al verlo pujar, salta del caballo Arturo Reyes y—Poiqué llora usté, agüelo? —le pregunta y—Poiqué quiées que sea,—le responde el viejo;— poiqué quiées tú que llore, yo, Valiente! poique tengo ya la hipoteca vencia, y como pagar no pueo, pos ná... velay tú... —Al mirallo de aquel mó, se pone tierno er capitán, y le dice: —Y oiga usté, cuánto le dieron á usté? Y el viejo contesta —Cinco jaras; mas aluego las cinco han subió á quince. —Y quién ha sío quien le ha jecho á usté tan mala partía? — Pos el Alcalde! —Pos güeno! no hay que llorar más, tío Curro, que Dios es Dios, y yo creo que como Dios es tan grande, Dios vá á jurgalle en er pecho á ese güen hombre! Y apenas acabó de dicir ésto, monta en el jaco de un brinco, le mete al caballo jierro ¡y á volar! Mas esta tarde me arrimo á su vera y veo que está cebando el trabuco y le pregunto:—¿Qué es eso 34 Romances Andaluces vamos á quemar hoy pólvora?, y me dice sonriendo: —Es que me voy á Pujerra en un trote á ver si arreglo eso del tío Zarzamora. Y tan y mientras yo güervo, ten tú cudiao con la gente; y ná, que se jué y... ¡me alegro de verte tan bien vestío! —Y tú piensas... —Yo no pienso más, que si le pasa algo al gachó, yo sus prometo que yo me meto en Pujerra, y ya en Pujerra, convierto yo al alcalde en una mina de plomo! —Pos ahora mesmo mos vamos tos á Pujerra!— dicen todos requiriendo los trabucos. —No, más vale que entoavía esperemos un poco más, poique como tiée el Valiente tan mal genio pudiera agriársele el vino. —Es verdá—dice el ventero. —Y pa mí que no se atrieve ni aun á jechalle el aliento al capitán, en la cara, el Alcalde; no por mieo, que si es de ácana el Valiente no es el alcalde de afrecho, Arturo Reyes sino poique ya al alcalde no le pesa el aparejo, tan y mientras al Valiente le importa poco el perdello. II La luna, la blanca luna, viste de plata los cielos, y el blanquísimo celaje, y de luz llena el silencio misterioso y melancólico de la noche; como el dejo de un sollozo, suena el río que se desliza, sereno, entre verdes chaparrales, que copia fiel en su terso cristal; casi sin ruido cruza el pájaro agorero por entre las verdes ramas, y en su hogar, tristes y trémulos, sobre el rescoldo, inclinados, velan, insomnes, su duelo, el tío Curro el Zarzamora y la que con él, el peso comparte, del infortunio, que el destino, siempre adverso con los humildes y pobres de espíritu, puso en ellos, cuando implacables los años y el trabajo, rudo y terco, de una vida, terca y ruda, 35 36 Romances Andaluces han desmedrado sus cuerpos, han abatido sus frentes, han nevado en sus cabellos, y han nevado en sus espíritus; y al pensar el pobre viejo, en que, en breve, con su vieja, tendrá que ir, el sustento á mendigar, solitario, de montes en montes, lejos de sus fecundos pejuares, y de su alegre viñedo, ahogar no puede el sollozo, y en vano intenta, consuelo, prestarle la pobre anciana, cuando, en sus alas, el viento, hasta el pobre hogar conduce el rumor que en el sendero hace al trotar un caballo. —Quién será!—dice entreabriendo, el Zarzamora, la puerta, y de pronto, con acento gozoso:—Es Pedro el Valiente! —grita al ver llegar apuesto al Valiente, que le dice delante de él deteniendo el paso de su montura: —Tome usté, que yo no quiero premitir que usté me llore, cuando evitarlo yo pueo, como evitarlo he podio; y adiós queraevoy juyendo á reunirme con mi gente en cá de Curro el Ventero. Arturo Reyes 37 Y arrojándole una bolsa, de verde malla, ligero, suelta á su jaca la brida, y atónitos, ambos viejos, se miran, y sollozantes y al par llorando y riendo, gritan ambos, abrazándose y dirigiéndose á Pedro: —¡Que Dios te pague. Valiente, toico el bien que te debemos! iQue Dios, Pedro, te bendiga! ¡que te bendiga por güeno! III —Ya está aquí!—grita el Tardío, al ver al Valiente, lleno de júbilo, y el Valiente, sonriente y satisfecho, exclama con voz tranquila: —Dios sus guarde, caballeros; á la grupa de mi jaca sus traigo cuasi un pellejo de un montilla que es un bársamo, que me dió como ricuerdo pa vosotros, el alcalde de Pujerra, un mozo güeno más redurce que la azuca. Y en tanto que junto al fuego del hogar, Pedro el Valiente se calienta, y más contento 38 Romances Andaluces que un cascabel el Tardío charla con él, y al pellejo le declaran cruda guerra los demás, y vela envuelto en su manta antequerana, trabuco en mano, uno de ellos, entre las breñas del monte; allá, en su casa del cerro del Ciprés, en vano intentan conciliar, un punto, el sueño, que el placer no les concede los ancianos, y despiertos los sorprende la mañana. ¡Qué amanecer más sereno! qué bien que cantan los pájaros! qué alegre es el cacareo de las gallinas! qué alegres los ladridos de su perro! qué alegre de su reclamo el matinal piñoneo! qué dulcemente que pía la alondra, en el surco abierto por la reja del arado! qué bien que huele el romero! que bien que huele el tomillo! cuan gratamente el silencio turba, alegrando su ruta con su canto, el arriero que tras su recua camina de sol y polvo cubierto! qué ricamente se viste Arturo Reyes la madre tierra! qué intensos es el verdor de los campos y es el azui de los cielos! qué hermosa que está su viña! qué verde que está su huerto! y cuán dichoso que late el corazón en su pecho! 39 PENA M E R E C I D A Inmóvil y silencioso, llena de surcos la frente y las manos contraídas, medita Antonio en la suerte contraria que le persigue, cuando entra Curro, y al verle tan cejijunto y sombrío, le dice: —Por vía del mengue, camará, vaya candela! y qué carita que tienes; chavó, pos ni que te hubieras tomao un buche de aceite de ricino. —Cuatro tiros de á onza que á mí me peguen, es lo que el cuerpo me píe! —Chavó! ¿Pos qué te sucede pa que tengas tanto empeño en que de ese móo te dejen catalértico? 42 Romances Andaluces —Que hay cosas en la vía que mos muerden y que mos sacan bocaos. —Y quién es quien se entretiene en jacer eso contigo? —Quién ha de ser! ¡la de siempre! una que me quita el jálito; unagachi, que merece, por lo bonita, una urna de cristal; una que tiene por cara una maravilla, con dos ojos que parecen dos vidrieras, y una boca que yo no sé cómo bebe, ni cómo habla, que habla la gachí corno si fuese toa de cristal, y una boca, toa de coral, y unos dientes más rechicos que abalorios, y además un mata-gentes, por pecho, que es er delirio, y dos cuentas por pinreles, y por manos dos diamelas y por pelo el sol saliente, jecho tó tirabuzones, cayéndole por las sienes y... —Pos di tú que la jembra es pa que se ía receten á un tábiro! Y oye, dime, se puée saber quién es ese fenómeno? —Es un secreto! Una trigueña que güele Arturo Reyes á lo que güelen los nardos, y cuando la. gachí quiere que se me quite el resuello, entorna el párpado, duerme la pupila, y la charrana, al mismo tiempo se muerde el labio, con los dos hilos que ni de perlas de Oriente que Dios le puso en la boca; y se le jace un boquete en cá mejilla, y me dice, lo que dicirme no debe con su boquita de grana, con sus ojos, y me mete el corazón en un puño... Y á mí, chavó, se me prende fuego á toa la gasolina, y toa la sangre me jierve, y escuchándola y mirándola, me pongo, naturalmente, lo mismo que las canículas! —Y esa gachí á tí te tiene voluntá? —Hombre, yo creo que sí, porque ella á mí siempre me anda buscando pelea. —Pos si ella á t i te mete jierro, ¿qué jaces tú, lila, cien mil millones de veces, que no pasas á cuchillo á ese portento? —Me duele jacerlo por ser presona 43 44 Romances Andaluces que yo estimo, la que vende en ese puesto el pescao, y me sabe mal jacerle una tan chunga partía. —Vamos, Toñuelo, tú eres tonto der tó... En esas cosas lo que es malo es que se entere el amo de la boega de si bebes ú no bebes de lo suyo, mas si el hombre vive en el limbo y se cree que es él solo pa bebérselo... pos... ¡plin!... —Es que me remuerde la consencia. —No seas lila, y déjate de entremeses, que ensucian siempre el estógamo, y si es que ella á ti te quiere, pos ¡qué viva la alegría y lo bonito!, que en este mundo, las cosas reondas son reondas pa que rueden; conque á no pasar más ducas, que aonde salta la liebre allí se lleva el porrazo, y el que la deja la pierde; y vémonos ya mismito, al Altozano, que tiene Pepillo el Zurdo, un solera superior y un aguardiente que cura la alferecía. —Vamos, chavó que convences, Arturo Reyes á una piedra, platicando,— Y en tanto que sonriente aguarda Curro á que Pedro se vista de gala, éste musita con voz irónica: — Chavó, hay cosas que parecen castigos de Dios; cudiao con dicirme que se puée beber del vino de otro, siendo amigo, si el que bebe cudia de que el propietario del solera no se entere!.. Pero, en fin, yo ya he cumplió con mi consencia, y que truene Santa Bárbara, y si truena, jpacencia! que bien merece jugarse cualisquier cosa una gachí que no tiene más deferto, que yo sepa, que goler á lo que güelen los nardos y los jazmines, las rosas y los claveles! 45 DULCE E N G A Ñ O i Sale Antonio el Caperuza á la puerta de su casa, coje una silla y, sentándose en la actitud más gallarda, los ojos pone en Dolores la Pulida que, sentada en el poyo de su reja, que decoran y embalsaman, con su coral el geranio, y con su olor la albahaca; luce triunfal sus ardientes hechizos, luce su cara de tez más fina que el raso; la dentadura de nácar; ía nariz breve y pulida; su boca, un dije de grana; sus ojos, soles velados por larguísimas pestañas; su cabello, en que prendidas semejan dos rosas pálidas, entre dos ondas de oro, dos arabescos de plata; Romances Andaluces en las nítidas orejas primorosas arracadas; el seno erectil que ondula como ondula el mar en calma, y sobre él un pañuelo que en él finge una cascada de pájaros y de flores y deflecos;la garganta, por un collar de abalorios y de coral, adornada; y tan llena, en fin, de hechizos, como de hojas las ramas y como el cielo, de estrellas, en las noches estrelladas. Y es Antonio, desde el día en que la miró asomada, por vez primera, á la reja, otro hombre, y ya le cansa lo que mejor le sabía; ya nunca juega á las cartas, ni al dominó, ni á los bolos; ya nunca va de parranda, y es ya su único recreo, cuondo sale de la fábrica, pasarse, la noche entera, viendo á Lola en su ventana y quedarse muchas veces aletargado mirándola. Arturo Reyes II La luna brilla serena, la calle está solitaria; sólo algún que otro vecino la hora de acostarse aguarda, dormitando en los umbrales de su vivienda; asomada á su reja, la Pulida, mira con expresión plácida al Caperuza, que siente que el corazón se le abrasa, y como en vano acercarse siempre quiso á la que ama, porque tímido vacila y la sangre se le para, siempre que acercarse intenta, coje, brusco, la guitarra, la templa con mano diestra, y con voz dulce y simpática, con voz en que el alma gime de amores, Antonio canta: Estoy ajuntando parneses, dende que te vi, serrana, pa mercarme un traje negro, que me sirva de mortaja. —Ole, Antoñuelo, tu boca!— le grita con voz cascada y gutural el Faroles, 49 5o Romances Andaluces un gitano, todo canas y todo arrugas, que llega junto á él. —La mar de gracias por la fineza, agüelito— le dice Antonio—. ¿Y la barca pa aónde navega? —Pos voy pa mi culril, mas pasaba y te vi, y como quería yo dicirte en confianza argo que á tí te interesa... —Pos diga usté ya. —Ten calma, don súpito. —Pero dígame usté ya de qué se trata. —Pos se trata de una niña que es toita ella de nácar, una á la que tú cúrrelas v á la que tú no le hablas no sé poiqué. —Porque, agüelo, yo no sé lo que me pasa, que cuando voy á arrimarme á su reja, se me pasma la voz, y la campanilla se me agila, y se me apaga la luz del entendimiento. —Pos de ese móo no se arcanza naíta con las mujeres, que á las mujeres les carga los cómo tú, y la otra tarde Arturo Reyes 51 en que yo estuve de plática con la Pulía, me dijo, la Pulía, que es más larga que dende aquí á Santo Pita... pos me dijo que ella estaba por un gachó, al que debieran encerrar en una jáula pa reclamo de silgueros, poique el gachó es una estampa y toito arreglarlo quiere cantando, y que si se tarda un poco más, va á encontrarse puesto en la reja de espalda á la calle, á otro que á ella tampoco le pone amarga la boca. —¿Y eso le dijo á usté la Lola? —¡Qué gracia! ¿quién diba á ser sino ella? —Pos si es que usté no me engaña, ahora mismo yo le hablo manque al hablarle me caiga con un síncope, ú dos síncopes, ú tres síncopes. —Pos anda, pero antes quieo que me jures, por los ojos e tu cara, que de lo que yo te he dicho no dirás ni una palabra á la Lola. —No hay cudiao, agüelito. 5,2 Romances Andaluces III La mañana ilumina esplendorosa la calle; vibrante llama, con sus sonoros tañidos, á los fieles, la campana de la iglesia; en animados corrillos lucen sus galas típicas de los domingos, los muchachos y muchachas; la prole del vecindario convierte la calle en plaza de toros y en cornamenta una silla que reclama los auxilios del sillero; el pescadero se para en el centro de la calle y con los brazos en jarra de los que penden, repletos, dos grandes cenachos, lanza al aire su pregón rítmico; aquí un anciano se baña en sol; allí dos vecinas discuten acaloradas; de la taberna en la puerta perora con voz enfática un viejo á quien el Mantilla traicionó, y en tanto saltan, corren, bullen, gritan, juegan, Arturo Reyes y todo es algazara y vida, en la calle, Antonio, en cuya ardiente mirada brilla el sol, le dice á Lola con voz susurrante y lánguida: —¡Ay, Lola, que Dios bendiga al que engaña como engaña el que á mi engañarme quiso, que por mó de él tengo el alma hoy con másfloresque flores tú tienes en tu ventana. 53^ PALIQUE —De donde vienes, Juanico, tan sudoroso y cansáo? —Pos vengo de ver, chiquilla, una gachí que es un pasmo, toíto un acontecimiento; con el cutis como el raso, y er pelo como la endrina; con un pie que en un zapato le caben dos y le viene á los dos la mar de ancho; un cuello que de blanquísimo deslumbra; con una mano pa ver la cual es preciso tener lentes; con los labios que, pa mi, que lo jicieron los ángeles con los pétalos de una rosa; con un talle que más que talle es un tallo de azucena; con un pecho 56 Romances Andaluces más gracioso que un retablo de marfil, y con un ángel y con un aquel y un garbo, que á tó el que lo vé le pasa igual que á mi me ha pasao, —Y que te pasó á ti al verla? —Pos á mi, que me dió un flato y se me quitó la vista, y si al verla no me agarro á la coleta del Nene que iba conmigo, me caigo reondo ar suelo, —Debias tú siempre dir preparáo, dao lo sensible que eres, por si te daba un desmayo ú cosa asin. —No te pienses que yo ya no lo he pensáo! —Y hablaste por fin con ella? —Como que si no le hablo me muero; verás tú como, pasó lo que allí ha pasáo. Díbamos como te he dicho el Nene y yo platicando de si es más torero el Bomba ú si lo es más el Gallo, y al par los dos presumiendo de irnotizadores, cuando por la calle del Refino vimos venir ese pasmo pisando como los ángeles; vestía con un jarapo Arturo Reyes de percal, color de rosa, flamantito, y por debajo con una enagua tóa encaje, y unos brodequines blancos de lona, y encima de ellos, no sé qué, porque al mirarlo, en cuanto lo vi, chiquilla, me quedé como sonámbulo. —Y qué más llevaba puesto? —Un mantón toíto bordáo en grana, con unos flecos como su pelo de largo. —Y qué hicisteis, tú y el Nene, después que sus dió el desmayo y del desmayo gorvísteis? —Pos el Nene pega un salto y empieza á pedir socorro á wn guindilla; yo me planto, cuasi oliendo ya á difunto, delante de ella, la paro, me pongo en la coronilla el pavero de un choclazo, jecho pa atrás la caerá y pa alante el cuerpo, saco la gaita, y más pinturero que los que tú ves pintáos en las cajillas de mistos, le digo: —Yo á usté la mato y enseguía me la como! Y me dice: —No es extraño, lo está diciendo su cara 57 Romances Andaluces que va siempre pregonando que, en su vía, no ha comió más que el marisco barato, y por Navidá potaje, y en estos meses gazpacho, y es naturá que usté quiera comerme y darse un hartago de lo que nunca ha comió. —Y oye tú, el Nene entretanto que jacia? —Cadenetas, con el cuerpo, más quemáo que un carbón, y como él sabe que solamente cantando me gana á mi, pos el hombre encomenzó por lo bajo á cantarse una guajiras; pero á poco, cuando estábamos ya ella y yo de parlamento y él subiendo y cuasi dando ya el do de pecho, le dice ella volviéndose:—Hermano, perdone usté, más no tengo ná que darle, y por pelmazo, á tener, no le daría tampoco. Total, que al cabo de cuatro «Que yo me muero sin su querer» y de cuatro «Toito lo que usté me dice son chilindrinas,» queámos en que yo vaya á su casa, si es mi gusto, de aquí á un rato, que según me dijo vive Arturo Reyes en el «Arroyo del Cuarto.» —Y vas á dir? —Pos de juro que iré, si me está esperando! Pero oye, á ti qué te pasa? Oye, á tí ti te pasa algo; te has puesto más amarilla que la cera. —Son los agrios. —Pos entonces ya me voy. —Oye tú, y si yo me arranco y te digo que no vayas á casa de esa... —¡Me jago catite...! entonces no voy; más pa darme ese mandato sá menester que tu jagas lo que yo mande y yo mando que te dejes de consejos, que si yo no tengo tantos partieses como habillela el que te ronda, yo en cambio tengo un corazón más grande seis veces que el Altozano, y además que tan y mientras haiga en el mundo caballos que desbravar, yo me río del ayuno, que yo gano cuando quiero, algunas veces, dos ó tres chuscos diarios, y además que yo te quiero de un mó que no sé explicártelo. —Pero y esa que te espera? 59_ Romances Andaluces ese proigio, ese pasmo, esa ortava maravilla, que hizo que sus diera un flato en la callo del Refino? —Si eso es que yo lo he ensoñáo cuando me quedé, esta tarde, paralítico, mirando, un retrato y luego en sueñopos velay tu! —Y qué retrato es ese? —Uno que tengo metió en un relicario, sobre el corazón. —Pos ese ahora mismo vas á dármelo, si es que quieres tú. —Pos siéntate, porque tengo que pensarlo. —Pos yo gorveré esta noche. —Pos esta noche te aguardo, —Pos jasta endispués, gitana, —Pos jasta endispués, gitano. S I E A F R E NINAS Baña con sus melancólicas luces, la luna, la reja, baña á Lola que suspira sentada sobre el alféizar. Las alegres trepadoras ya por los hierros no trepan, y se deshojan las flores orgullo de sus macetas. Ya no brillan los claveles como joyeles, en ellas, ni, en ellas, su olor derrama la ya mustia madreselva. Sus ya muertas ilusiones, sus esperanzas ya muertas y sus muertas alegrías en evocar se recrea. 62 Romances Andaluces La moza más codiciada por la gente macarena, la que á sus ojos les teme porque la cara le queman. La que ya nunca sonríe ni al ritmo de su vihuela, bajo la frondosa parra, como la alondra gorgea. La que ya no va á los toros, ni á lucir va en las verbenas, sus pañuelos de Manila, ni sus vestidos de seda. La que doliente suspira, la que doliente recuerda al mozo á cuyos arrullos ardió la sangre en sus venas. Aquel que su sangre un día dió de su amor en ofrenda, porque ante él la ofendieron y vengar quiso la ofensa. Cayó al pié de su ventana sin exhalar una queja, con el acero en la mano y en los ojos la centella. Por eso Lola suspira sentada sobre el alféizar de la ventana, en que mueren las flores en las macetas. Arturo Reyes Brilla alegre la ventana que viste la enredadera, con sus azules campánulas en las que el sol centellea. Brillan rojos los claveles que con su perfume inciensan el espacio de incopiable, de límpida transparencia. Bulle en la calle la gente resonante y vocinglera; alegremente repica la campana de la iglesia. Un organillo da al viento sus populares cadencias y de él en torno, bailando, las rapazas se congregan, —¡Saltando los boquerones!— un pescadero vocea con la mano en ia megilla y echada atrás la cabeza. —Llevo un jardin en la mano!grita un florero; y —Quien quiera randas—grita una gitana— que salga que voy depriesa. • 64 Romances Andaluces Y todo es bulla y es júbilo y luce Lola en la reja, toda tocada de flores, la espléndida cabellera. Sonrosadas las mejillas y la cara tan risueña como el azul de los cielos, como el verdor de la tierra. De pronto, con paso rítmico á la ventana se acerca un mozo de airoso porte y de facciones enérgicas, mozo de gentil talante, vestido de día de fiesta, y al llegar á la ventana se para y dice: —Mi prenda, gitana, quiere usté oirme cuatro palabras siquiera, y va usté á ver un fenómeno, si es que me dá usté licencia. — Y qué fenómeno es ese?— sonriendo picaresca la muchacha, le pregunta y —Pos niña—le contesta el mozo—si es que usté quiere verlo, dígame que venga Arturo Reyes también aluego, y al punto verá como se me llena toito el cuerpo de rosales. —Pos hombre, manqué no sea más que por ver el fenómeno, pueé usté vinir. Y una vieja, que en un portal inmediato, del sol en la luz espléndida se baña, triste murmura con voz de roncas cadencias: Siempre es niña la alegría y siempre es niña la pena, que siempre niñas se mueren, y siempre niñas la entierran. 65 UN D E S E N G A Ñ O —Dios la bendiga, Dolores. —Y á usté tamién, Cayetano. —Y su señor don Tronío, aonde anda? —Pos mi Paco, si el corazón no me engaña, debe andar de picos pardos, por la calle de la Almona, —Puée usté dicirme en qué barrio está esa calle, salero? —Pa mi, si no se ha mudao, en el mismo aonde estaba cuando el terremoto. —Vamos! cuando yo digo, mi prenda, que usté se ha dequivocao conmigo; cuando se trata de platicar con un pasmo como usté, yo soy, señora, más serio que un eseribano. 68 Romances Andaluces —Pos como diba diciéndole, en la calle que he mentao, ú sea en calle de la Almona, y á la vera de un estanco, vive, sigún me han dicío, una jembruza de ordago, una gachí con seis dientes, que son seis dientes de ajos, con dos corchetas por ojos, y por cuerpo un garabato; una, en fin, á la que tienen que sancocharla, en verano, si quieren hablar con ella sin enfermar del olfato... —Y está usté segura de eso que dice? —Pos no he de estarlo...! Y pensar que por un pingo, por un... vaya, por un trasto, por un tiesto, esté mi hombre que ya no pueo aguantarlo! que ná le parece gtieno, que tó le parece malo; si pongo una sobreusa, me he propuesto envenenarlo; si es un potage, están duros, como balas, los garbanzos; siempre están nelás las papas; siempre está soso el gazpacho; sí hablo recio, soy un pito de carretilla; si hablo, en voz baja, no se entiende 3o que le digo; si canto. Arturo Reyes ya pirdi las facurtaes que tenia; si me callo, es por ya no darle gusto, con mi cante; si me paso la toballa por la cara y me pongo cualquier trapo, ó una flor en la cabeza, por un capricho, ¡está claro! es por darle gusto al... mengue pero no á él! si lo aguanto sin cbistar, ya no lo quiero; y cuando, por el contrario, me encomienza á arde la sangre y á jecbar jumo, ¡Dios Santo! es mejor pegarse un tiro, que soportar los escándalos que yo, sin razón, le doy! y yo soy un bicbo malo, y él San Juan Evangelista; y en fin, que me voy cansando, y ya me faltan las fuerzas, y er día menos pensao me voy yo con otro bombre. Con cualisquiera me largo, de su vera, con quien quiera llevarme, manque sea andando; con er primero que tope, con usté, pongo por caso, aonde usté quiera llevarme, en un express ú en el carro de la carne, usté se entera? —No, comadre, por los clavos de Cristo, que mi compadre 69 jo Romances Andaluces es mu celoso y mu bárbaro. —Pos si nó, cualisquier otro, tuerto ó ciego, cojo ó manco, con un hombre, manque sea con el que pregona el callo. —No por su salú, comadre, que ese dicen que está cano de sucio, y que gtiele á pringue. —Ya me va usté á mí cansando con tantísimo chunguéo. —Pero, si es que está usté hablando como un loro con celeras; si eso que á usté le han contao, de mi compadre, es catite; y yo que estoy siempre al cabo de la calle, se lo digo; to es guayaba, toíto es falso, pero dende abajo arriba, pero dende arriba abajo, y mentira que usté quiera dirse con nadie del brazo, por dejar estos cubrües. —Está usté mú equivocao; yo me voy con el primero que tope y me diga: Vámonos. —Pero eso es verdá comadre? —Tan verdad como que estamos en la canícula. —Oüeno! pos siendo asín, que mal rayo me parta, si yo premito que puea dicir, un extraño, que le ha puesto un deo encima Arturo Reyes á la que ha sío el encanto de mi compadre: prefiero ponerle yo dambas manos, y esto es un dicir, comadre, que yo soy hombre de tarto. Pero pa dirse con otro ahora mismito mus vamos usté y yo, á los Pirineos. —Mas no dice usté que Paco no tiée na que ver con ese tiesto? con ese mal trasto de la calle de la Almona? —Yo pensaba que era un falso testimonio, pero como usté dice... —Es que pensándolo mejor, compadre, yo creo que lo mejor es dejarlo pa cuando el tiempo refresque; porque, la chipé, si malo es el hombre que yo estimo, chavó, usté me lo ha dejao en mantillas. —Yo, señora? —Usté, que por ser más largo de la que á veces conviene, sin querer se ha refalao, y... Vaya usté... con la Virgen y que le tienda su manto protector! Dice Dolores con voz irónica, y dando media vuelta deja á solas al compadre, el cual 71 72 Romances Andaluces —No es malo el tal resfalon—murmura— y gracias á Dios que caigo en la manta que tenia ya prepará, pa debajo de este cuerpecito mío, y mi compadre está al tanto de que diba yo á probarle que está der tó equivocao cuando piensa que su Lola, mi comadre, está rabiando por dar ya su vela al viento. Y poco después sentados, frente á frente, en la taberna de Pepe el Pipiricuando, ambos compadres, decíale Paco el Cuco á Cayetano. —Pos yo el favor te lo estimo, más la chipé, platicando como los hombres platican, si en lugar de haberte dao mi Lola quina á la hora de jecharle al bicho el jato, te hubiese dicho que... vaya... jCamará! pos no me ha dao el alma una voltereta solamente de pensarlo! —Vaya, déjate tú de eso y de preguntas. —No, vamos, la verdá, si ella se hubiese puesto á tiro. Arturo Reyes —Mira Paco si se hubiese puesto á tiro... no sé... pero en ese caso, ni yo estaría bebiendo aquí, ni yo con mi mano estrecharía la tuya; porque á mi me frabicaron de oro del güeno, tu sabes? y yo ya estoy contrasta©. 73 POR METERSE H REDENTOR —Tu estás loco de remate, ú estás jarto de bebía, ú es que te gusta pintarla de pena. —Un divé premita que to lo que á mi me duele, á ti te duela algún día. —Pero mal civil te prenda y te convierta en jarina larteada! á tí Rosario que te ha jecho? no te cuida? no te lava? no te plancha? no te zurce? no te guisa? toas las noches no te espera? si te duele la barriga, pongo por caso, la probé no te unciona? no te quita la caspa y lo que la caspa argunas veces mos cría? 76 Romances Andaluces no aguanta lo que te apestan los pieses en las canículas? si te meten en chirona no te lleva la comía á la cárcel, trabajando pa ganarla? si precisa, no te pela? no te canta, cuando quieres? no es mas lista que Cardona? no es mas güeña que un colirio? no es más limpia que el jabón? no es mas graciosa que el parnés? no es más bonita que er cielo? no tíée más rumbo que rumbo el sol? no es más viva que el azogue? pos si tiene de oro fino y plata fina los centros, porque has de darle, cebo en pella, tos los días sin que ella te de un motivo? —Tiées más razón que polilla mi pañosa, más qué quieres? yo soy asín y apenitas se me llena la cabeza de pamplinas y pamplinas y se me arde el pulpejo y el juicio se me ajila, una de dos, ú me doy espansión ú me precisa comerme á cualquier vecino. ~ Y no puede ser vecina? ha de ser vecino? —Hombre premíteme que te diga Arturo Reyes que hoy no está güeno el guitarro, y no es cosa que la prima se le salte. —Pos dispensa pero la fija es la fija, y pa hacer lo que tu haces, camará, se necesita tener un tapón de corcho por corazón. —Y podrías tú dicirme porque causa has de darme tú tantísima lata por mó de mi nena? —Por qué quedrás tú, alma mía, que sea! porque me duelen toitas las injusticias: mas si á ti que yo me meta en esas cosas, te indirna, ú jace que los jureles te sienten mal... —Vamos, quita, hombre! yo indirnarme de eso? pos si cuanto me platicas en su favor, me parece que hasta les jacen cosquillas, á los mis ojos, los ojos en que mis ojos se miran. 77 78 Romances Andaluces II —Dios la bendiga comadre. —Hola compadre! —Por vía de Dios! comadre, que cara es esa cara? que espina le he clavao pa que me mire, comadre, como me mira? —Es que estoy mu fatigosa —Y eso porqué? —Por naita, por que quisiera compadre, si es verdá que usté me estima tanto y tanto como dice, saliera usté de estampía pa no golver á esta casa, en tanto y cuanto yo sirva ó puea servir pa que á un hombre se le seque la saliba. —Pero que está usté diciendo? es chavó, una pesailla? ú es una groma, comadre? —Como yo soy tan gromista.. es natural! será en groraa. —Pos mire usté la gromita tiée el sabor de la retama. —Pos yo le agradecería, que en groma se arrematasen, ya pa siempre, sus visitas. Arturo Reyes —Vamos, hombre, yo hoy me como á una desagraecía der corralón de Las Flores. —Eso es y enseguiíta ' tendrá usté junta de méicos, pa echar fuera tanta guifa como quiere usté meterse en el cuerpo. —Pero diga usté, porqué usté me ha dicho de una manera tan fina que yo no güerva á esta casa? —La razón es mu sencilla... porque tengo tó mi cuerpo aún más negro que la endrina, por causa del... mengue, vámos. —Pero ha sio por causa mía? —Pos si señó, porque anoche cuando vino el que me estira y me encoje, lo primero que me dijo, el alma mía, me lo dijo con retreta y como cuando prencipia á teclear se aletarga tecleando, pos... ¡si un día le enseñara á usté mi cuerpo! —No por la Virgen Santísima! que hasta me dan repeluznos de pensarlol —Ya vería usté como tengo el cuerpo —Que un divé no lo premita, que voy á tener que darme 79 8o Romances Andaluces un baño en zarzaparrilla de Bristo! —Como que tengo to el cuerpo como la tinta negra de escribir, compadre; porque es que él se imagina que cuando usté me defiende tanto, será... —Con que asina piensa de San Juan Crisóstomo? porque es que yo, y no es pamplina, boy más güeno, siete veces, que el santoral; pero er día que yo vea á mi compadre, ese, chavó, usté se quita la ropa que tiene puesta. —Va usté á dejarme en camisa compadre? —Voy á dejarla igual que á las golondrinas, toa de luto, comadre: que á mi cuando se me pisan sin motivo los pinrreles, soy un tigre! —Una miajita menos que tigre, compadre; y además que no sería usté solo, que mi Paco ao tiene de barsamina er corazón. -Manque fuese un león, Paco, me explica el por qué de lo que pasa Arturo Reyes y de esta mala partía ú lo jago... caramelo! — ¡Caramelo! —jQuien diba á esperar este mal pago, cuando sus tuve en la pila, las dos sandías de Adra que sus tuve! —¡Dos sandías! dos... ¡malos tiros le peguen en er sitio aonde yo diga! ¡dos sandías mis luceros! ¡un divé lo jaga tiza, pa pintar en las pizarras! dos de Adra ¡mala tiña tonsurante se le coma to er pelo y la campanilla se le convierta en badajo de campana! dos sandías! de Adra, mis dos estrellas polares! dos rosas finas de Jericó! dos arcángeles, que tos miran con envidia! Habrá pendón tó de mugre! si es mugre toa su familia, si no puée ser, si el que nace pa ladrón, manque lo vistan de nazareno! si tiene usté en la cara la pinta que tiée Judas Iscariote! si su madre fué una... gibia y su padre un... vamos, hombre, que me destiño. 81 Romances Andaluces —¡Por vía del que inventó los belones, de Lucena!.. que me errita el calor, si yo á su Paco no le jago que me pía llorando que sus perdone —Y no le dará fatiga á usté de que se le arruge er pantalón? —Usté siga, por esa trocha, salero; pero Paco ú se la jilla á vivir á Pernambuco, ú le tengo de roilla, jasta que yo lo perdone; ú jago que usté se vista toa de luto riguroso. —Me parece que esa es grilla, y no canta, que mi Paco, sí es que usté se determina á no quitarse el sombrero al verlo, cualisquier día, que se alebante con agrios le suelta una salibilla y «Aquí se ajogó un compadre de Currito el Cartulina!-» Contempla breves instantes con la expresión más sombría Pedro á Rosario, y de pronto tose enronquecido, gira rápido, se echa el pavero sobre la frente, vacila Arturo Reyes un instante, se decide por fin, se yergue, se estira, por detrás, la americana; se ajusta después la trincha; escupe por el colmillo, y lo que escupe lo pisa, con rabioso ensañamiento; vuelve la cabeza; mira á su comadre, que, trémula de rabia, le desafia con centelleante mirada retadora, y se retira con paso gallardo y ritmico, y en tanto que él, calle arriba, se aleja, un punto le sigue, Rosario, torva la vista, y dice, á la vez que, en brazos, cogiéndolos, acaricia á los dos lindos rapaces que bullen, corren y gritan en torno de ella. —Cudiáo chavó, que se necesita valor, cuando en tó er planeta no hay dos cosas más divinas, ni dos cosas más graciosas, que son mi niño y mi niña! 83 A L DESPERTAR —Han dáo las ocho Dolores? —Acaba de dar la media. —Y porqué no me has llamáo? —Porque á ti no te dispierta ni un repiquel —Y tú no sabes que tós los dias me espera, á las ocho, Pepe el Quiquí, pa que le ajuste las cuentas del matute! —Y tú no sabes que á mi tú no me la pegas ya más, que ya te conozco mucho más que yo quisiera conocerte. —Qué graciosa que eres tú! pero te piensas tú que es f ú lo que te digo? Pos pregúntale á quien quieras 86 Romances Andaluces y verás; puées preguntárselo á la que vende la berza, en la esquina; á la Toftfona; á Rosario la Tendera; y á toitos los amigos y á tóas las que te vengan en ganas, porque toitas, pero que toitas ellas, me ven tóas las mañanas con el Quiqui. —Pos tóas esas me han dicho á mi que es mentira. —Eso es que no se acuerdan, de un día pa otro. —Qué lástima! —La lástima es que tú seas tan mala... pero en fin sácame, si quieres, de la chaqueta, un cigarro pero dime, se puée saber que orfatéas en mi americana? —Güelel güele! —¿Qué quiées que güela? —A qué güele? —Ay que salero! ¡á que ha de goler! á esencia! á lo que gtielen tus manos! ¡á jazmines y azucenas! —Dónde estuviste tú anoche? —Que gracia! pos en la escuela de Artes y Oficios. Arturo Reyes —En donde tú estuviste fué en cá de esa que te está poniendo ético... —Oye, dame con que encienda este prejendi. —Si quieres, anda y píeselo á aquella que te dió los tres jarabes. —Ojalay que me viviera, que otro gallo me cantara! Pero en fin, mira si quéa una miajita de bársamo, der de Ojén, en la botella. —Una miajita de arsénico es lo que yo á ti te diera, gustosa. —¡Que sangrecita que te corre por las venas! chiquilla!.., pero en fin, tráeme otra elástica, que ésta ya no es más que un alambrao, y no tiée de camiseta más que la estirpe. —No hay más que la que tienes puesta. —Pos mira tú, dentro e poco, voy á encontrarme otra nueva, sin habérmela quitao; porque ya llevo con ella mu cerca de nueve meses si no me falla la cuenta. —Pos con tres más ya son doce. —Por vía de la Malenaí Y oye tú, ¿le has recortáo 87 88 Romances Andaluces á los calzones dos trenzas que tiéen en dambos pemiles? —Yo no. Y tú? —Trae las tijeras. — Pos no me dá la rial gana! —Camará, ¡vaya una briega que me traigo yo contigo! —Y la tendrás tan y mientras sigas tú pendoneando, tal y como pendonéas con esa gachí. —Pos mira tú, que yo por la tremenda no voy, á parte ninguna, con nadie! y que si te empeñas en que yo tengo un chanelo, vas á lograr que lo tenga; con que déjate de músicas que estoy jarto de gresca, y que ya me voy cansando. —Pos sa menester que sepas tú, que á mí me importa poco que jagas lo que tú quieras jacer, y si ya estás jarto, y si oirme te molesta, ya sabes... la medicina la despachan, sin receta; que no fui yo en busca tuya, ni te amarré una caéna; con que si quieres... más vivo! —Mira que ya es la tercera vez que me dices tú eso, y... mira tú que si llegas Arturo Reyes á dicírmelo la cuarta, cojo, Lolilla, la puerta, y endispués un trasarlántico, y endispués lo que Dios quiera... y no vas á verme el polvo en lo que á dambos mos quéa que parpaguear. —¡De juro! ¡si eso es con lo que sueñas tú, ¡si eso es lo que buscas tú, ¡si es que á tí ya te pesan, la ropa con que me vistes y el pan con que me alimentas; si es que eres malo seis veces; si es que tiées la sangre negra como el betún; si tu madre te echó al mundo pa que fueras mi verdugo y mi martirio... —Chiquilla tú no estás güeña del chirimollo, chiquilla, no me llores, que me quemas er corazón con tu llanto! —Ay Virgen mía y que pena tan grande! —Pero, chiquilla, si eso de dar media vuelta, y coger el trasarlántico, y largarme de tu vera, es Un infundio. !Un infundio! Sea usté mujer de vergüenza pa que le den este pago! —A ver Lola si me emprestas 9o Romances Andaluces un beso, na más que uno, pa que yo te dé la güerta enseguiíta. —¿Yo un beso? una puñalá trapera que me den á mí. —No llores por tu salú, que me apena verte llorar. —Güeno, déjame. -Ven. -No. —Te digo que vengas —Pero Dolores, Dolores. —Quién? -Yo. —Quien es? La casera. —Qué quiere usté? —¡Que alma tienes mujer! que ya la candela se te está pasando. -Voy. —Pos no vas si no me besas. —Güeno, te lo doy, más conste que te lo doy á la fuerza, na mas que porque no quiero se me pase la candelal IDILIO Trepa la enredadera por la ventana, y de cárdenas flores y verde encaje, tiende en ella, un á modo de cortinaje, más bello que si fuese de seda indiana. En la reja moruna, de flores llena, de nardos, de jazminez y de claveles; la más linda gitana de los Percheles, deja ver, entre flores, su faz morena. Sus ojos tan obscuros como la endrina; de los astros son copias 92 Romances Andaluces por lo fulgentes; y dos sartas de perlas fingen sus dientes; y parecen sus labios de purpurina. Olorosas birnagas orlan su pelo; enamora su curvo perfil gitano, y es tan terso su cutis, que es casi hermano, por lo fino y brillante del terciopelo. Al pie del viejo muro, rápidamente, llega un mozo de porte gallardo y fiero; uce corta chaqueta, y amplio sombrero cordobés, inclinado sobre la frente. Y al llegar, en postura noble y bizarra, aproximase el mozo, también gitano, á la reja, y sus ansias rima su mano, en las cuerdas vibrantes de su guitarra. Arturo Reyes Y eon lánguido acento, de amor henchido, que es de dulces cadencias todo un tesoro, su amor canta, y su canto, dulce y sonoro, es un ruego tan triste como un gemido. Ya se aleja riente, cual la mañana, el mozo, y de la pena no gime al peso, que ya lleva, en sus labios, el primer beso, que ha robado á la virgen en la ventana. 93 Lfl DERROTA DEL "PHTITH" Con razón anda el Patita tan huraño y tan colérico, que no hay mozo, en todo el barrio, de los de más pelo en pecho, que lo embrome, ó que se olvide de decir en el momento en que el Patita estornuda —Jesús!—que todos canguelo le tienen; que todos saben, y están hartos de saberlo, que es mucho mozo el Patita, y mozo de tan mal genio que por menos de una copla mal cantada, frunce el ceño y alza la mano, y parece que hace explosión un barreno. Y con razón el Patita luce torvo el entrecejo. 96 Romances Andaluces y aún más torva la mirada, que al ¡r á ponerle término á su gloriosa carrera, de gentil y macareno conquistador, ha sufrido un descalabro, el primero, la vez primera en que el hombre entrar quiso por derecho y llevarse á sus cubriles, como Dios manda, y en ellos, para siempre acubrilarse, con ella, á la de más méritos de las hembras de su barrio. Y cuando el hombre más lleno de amor y de confianza en su glorioso abolengo, en su bizarra apostura, en sus ojazos tan negros cual la noche, en sus facciones varoniles, en su pelo rizozo, en sus dientes nítidos, en su cutis si moreno tan fino como la seda y el raso, y el terciopelo; en el rico calabrote con que decora el chaleco; en su traje bien cortado; en su flamante pavero: y en las dos fincas urbanas de las cuales, como dueño, cobra ó no cobra las rentas; cuando más en todo esto confiado—repetimos— Arturo Reyes disponíase al asedio de la gentil fortaleza, dijóle su amigo, el Negro Cachimba: —Oye, tú, Frasquito, déjate ya de cháñelos; mira que esa gachí tiene, un gusto que está pidiendo, á voces, que la embarsamen; y que sigún reza el rezo, esa está der tó por Pepe el Mingo, un gachó, tan feo, pero tan feo, que dicen, chavó, que los que le vieron en la pila del bautismo, lloraron de pena al verlo. lí —¡Me parece á mi que el Mingo de esta jecha gana el cielo! exclamó Curro el Patita, y, para no perder tiempo, se dirigió hacia su casa, en donde, algunos momentos después, decíale á Lola: —Yo, Dolores, pa ti tengo; si es que tu acertarlo quieres, un piso que es un recreo, con muebles tós de caoba y de nogal y de ébanoj 97 98 Romances Andaluces cien mantones, de Manila, de los de chipé, er que menos de los cuales, cien millones de millones, tiée de empeño: además, la mar de cajas, abarrotás de pañuelos de crespón, de tós colores; y de faldas, y de cuerpos, y de enaguas, y chaponas, y de encajes, y de petos, y de medias, y refajos, y de anillos, y aderezos, y de peinas, y alfileres, más que tienen los inviernos granizos, y sarpullios los veranos, y que besos, te diera yo en esa boca granate. Con que, salero, si quieres, ahora mismito, busco á tu vato, le suelto mi plática, y si consiente, me voy ar cura y lo arreglo tó en menos de diez minutos; y á la parroquia, y no quiero pensar en lo que le sigue, porque se me corta el cuerpo. Con que tu dirás, gitana, si debo vivir ó debo tirarme por la Escollera, manque me moje tó el terno. Y sonriente y gallardo queda, el Patita, en silencio, comiéndose con la vista Arturo Reyes á Dolores, un portento de bonita, con los ojos, luminosos cual luceros; con la boca más bonita que los ojos; con un pelo que era una bata de cola, si se lo dejaba suelto, y un talle que parecía que iba á rompérsele, al peso, del prodigio, que otorgarle, á Dios, le plugo, por pecho; prodigio que, según todos, tiene el raro privilegio, de darle muerte á los vivos, y darle vida á los muertos. Y Lola que había escuchado al Patita con el ceño algo fruncido, le dice, irónica: —Yo lo siento más no puede ser. Patita, que yo goce de tós esos millones y más millones de cosas, porque yo tengo jecho voto de pobreza, y la verdá, que no suelo, por naíta de este mundo, faltar á lo que prometo. —Pos si es asin—le responde, con voz de rabioso dejo el Patita—y usté quiere, 90 Romances Andaluces yo rejunto mis dineros y se los doy á un tullío. —Yo, Patita, le agradesco dícele Lola—toitas sus finezas, más no pueo darle gusto en lo que píe. —Y eso por causa de un... tiesto sin lañar? —Usté lo ha dicho; por mó de ese á quien yo tengo dentro de este relicario, siempre metió—y diciendo ésto, en actitud colérica, saca Lola, de su seno, un relicario de plata, dentro del cual, prisionero, verse podía un retrato, del hombre—futuro dueño de sus ardientes hechizos— y—Que viva lo moreno, que lo moreno es mi gusto, murmura posando un beso, ardiente, en el relicario de plata. Pálido y trémulo é inmóvil queda el Patita, breves instantes y luego exclama con voz rugiente y ahogada por el despecho: —Debe usté dir á presidio; que otras, por mucho menos, están en un calabozo! Arturo Reyes Y arreglándose el pavero pone el Patita la proa á la mar, y sonriendo graciosamente Dolores le grita: —Muchos ricuerdos á toítos sus mantones, toítos sus aderezos, y á toitas sus tumbagas, y á toítos sus pañuelos. 101 GITANERIAS Carita serrana, carita morena, carita gitana; ¿que tienen tus ojos, tan negros? ¿que tienen tus labios, tan rojos? que cuando los toca mi boca, á tomillo me huele la boca?... ¡carita de cielo! Bésame gitana, carita graciosa, carita serrana; mira que, tus besos, son mis alegrías y mis embelesos; mira que Dios quiso, que hallara, á mi paso, en tí el Paraíso... ¡carita de raso! 104 Romances Andaluces Mira que tú eres, la fuente de plata d[e tos mis placeres; la fuente risueña, la fuente que ríe, del alma, que sueña; la fuente sonora, que, al alma, le quita las penas que llora; ¡carita bonita!) Tu cara es la cara del sol que me alumbra, del sol que me ampara; sin ella me muero de pena, sin ella la gloria no quiero; sin ella, mi vía ni gusto ni olores, ni luces tendría... jcarita de flores! Por eso te pío calor, que sin ella me muero de frío; que sin tus quereles, pa mi, los panales serían de hieles; que tan solo vivo, cuando en tu ventana me tienes cautivo; [carita serrana! Arturo Reyes Cuando yo me muera, que tenga el consuelo de verte á mi vera; de ver ese hechizo de cara, ese pelo tan negro y tan rizol de ver, mu cercana, la que es mi consuelo, ¡carita gitana! ¡carita de cielo! 105 —Ya toas mis alegrías se me han secao en el alma, que cuando el árbol se seca, tamién se secan las ramas. Así cantó, Juan el Puli, delante de la ventana, donde, asomarse solía, Martirio, la luz más clara, y la fuente más risueña y la flor más perfumada, según el Puli decía, casi á gritos, cuando hablaba, de Martirio, su martirio á la vez que su esperanza. Y al conjuro de la copla, brilla el semblante de nácar de Martirio, entre la yedra y los jazmines que escalan io8 Romances Andaluces el herraje, sus pupilas de antílope, donde el alma se hace luz; sus labios bellos, tan rojos como la grana; su ondulante cabellera, que, en reluciente castaña, besa su nuca; la nítida morbidez de su garganta, de paloma; de su seno la virginal arrogancia, que velar pretende en vano, un pañuelo, que delata sus redondeces, que tiemblan tentadoras y con lánguida voz en que el ritmo desmiente, lo que expresan sus palabras, dice al Puli: —Mira, Paco, manque es la verdá que cantas como un mirlo, yo quisiera, que, por Dios, ya te dejaras de tangos y bulerías delante de mi ventana, pos me estás dañando el tímpano; y si no se te saltara alguna cuerda, quisiera, que agüecases ya las alas y te fueras con tu pito, á echarles tus serenatas, á Pepilla la Melindres; ú á la Gorgojo que andan diciendo que er día que quieran te cogen y te embarsaman, Arturo Reyes y te ponen como adorno en la mesa de su sala de reeibo. Paco el Puli, enredando sus pestañas, de tanto entornar los párpados, como si le deslumhrara la luz que tiene, en sus ojos, Martirio, con la tez pálida y tembloroso el acento le responde: — Mi gitana, mi matita de romero, mi cofrecito de prata, mi rosita trempanera, y mi pañito de lágrimas; por tus ojitos charranes, no me hables cual me hablas; que es, tu metal, más amargo, que el jugo de la retama. Yo no pueo asepararme del pájaro que me canta, de laflorque me perfuma, del sol que al darme en la cara, en sol me baña to el pecho, y de sol me llena el alma, y toitos sus rincones; y si un día me apartara de esos ojos que me alumbran, de esos labios que me abrasan, y de ese cuerpo gitano que es la flor y que es la nata de los cuerpos sandungueros; 109 Romances Andaluces si, pongo por caso, izara, yo, niña, de esta badía, en este momento, el ancla, fijamente á mi esta noche me ponían la mortaja —¿Y te crees tú, Paco el Puli. que el pájaro que se escapa una vez, del jato, vuelve al jato? á mi no me engañas ya tú con tus simbeleos, que simbeles tus palabras son y tu mirar reclamo; y toas las cosas cambian, y tos los días se aprende, algo en la vía y si estaba yo en Belén con los pastores, yo ya me fui de la trampa, sabes tú? que de corrió me se yo que si te afanas en engañarme de nuevo, es porque lo que te falta, de eso que á veces al hombre jace satirle á la cara el color, á ti te sobra, de infundios, y ayer mañana apostaste con el Cáñamo, á que, si se te antojaba, volvías á alzar tu tienda en lo mejor de la Plaza, y en eso... ¡naranjas chinas! que no entras tú en esta casa, en tanto yo parpaguée; que ya corrieron las aguas Arturo Reyes y las aguas se llevaron lo que trugieron. —Te engañas, ú te engañaron, Martirio, toíto eso es guayaba; que si yo he güerto, á tu reja, es poique en las dos semanas que llevo de no mirarme en los ojos é tu cara, pueo darle catorce güertas, á mi cuerpo, con la elástica, y es pa mi vinagre el vino, y son salobres las aguas y me he entrao en el pelecho y pa que no se me caiga el pantalón, no se aonde ajustarme ya la faja, poique mi talle no es talle ya, y mi cuerpo no descansa ni de noche, ni de día, y son tan pocas las ganas de comer que me han dejao, estas ducas que me matan, que con un güevo minino, me mantengo una semana, y aun me quea media yema y cuasi toa la clara. —¡Claro! —Te piensas que es chunga? Lo que yo platico es prata más fina que la meneses, y es, chavó, que nunca falta, alguna malita lengua; it2 ' Romances 'Andaluces y á mi naide me alevanta na farso, y ahora mismito, vas á oir en dos palabras la verdá. —Cuéntame un cuento, que cuentos nuncas te f artan á ti pa las ocasiones. —Mia, Martirio, que me salga un saratán en ca pelo, y un tumor en ca pestaña, si lo que voy á dicirte no es la chipé. Mira, estaba yo antier en cá der Coquinas, con él jugando á las cartas, con él y con el Chorreras, el que le quita la bata y le dá pa el añadió á Pepa la de las Gárgaras; y tamién estaban Toño el jembro de la que canta en Chinitas, y Tóbalo el Ciclón, el que le habla, á media noche, al oido, á Pepa. —Güeno que estaban ustés, tos IQS diputaos der distrito; toa la nata de los hombres con vergüenza. —Tú lo has dicho! mas faltaba er Picúo y er Picúo entra de pronto y la sala llena el hombre de pavero y de tu/os y tumbagas Arturo Reyes y arrimándose á la mesa me dice—Pepe, me acaban de dicir que la Martirio, que es tu martirio, se casa con don Paco el Chirigotas. A mi al oirlo la cara se me puso, según dicen, del color que tiée, la cáscara, la alloza y sentí, chiquilla, como si me reliaran una bicha de un kilómetro, de camino, á la garganta, y según tos me han dicío, me queé jecho una estátua, y endispués, de pronto, siento, que los dientes se me alargan y... ná, que cierro la boca, pa no morder y que pasa un minuto y reflerciono, y me jecho alfinla galga á aquello que yo sentía y le respondo—Está vana esa, tírela usté ar suelo, que esa noticia no pasa; que á la niña que usté dice no le han gustao las raguas en jamás de los jamaces —Las aparencias engañan— él me responde—y las jembras son lo mismo que las cartas, y que los testigos falsos _ii4 Romances Andaluces y que los grillos, que saltan en donde menos se piensa, y la más güeña no aguanta la tentación más de un día, si t\gachó que la trabaja sabe su oficio y tieé garbo y tieé parnés y tieé calma, pa esperar la coyuntura, y no hay gachí que no caiga cuando es mu frió el relente, y al acostarse se tapa con un puñao de ilusiones, y se le enseña una manta de terciopelo y un piso, y en él una güeña cama dorá,con su mosquitero; y una luna veneciana pa que se mire y colgando del techo una güeña lámpara y además llena la cómoda de camisas y de enaguas y chaponas y mantones de Manila, que eso ataca mucho el sistema nervioso de la mujer. —Pos se engaña der tó Paco el Chirigotas y si él, se goza en pintarla de ese mó, es por que le tiene chingares; porque él andaba jaciéndole monerías, y como el hombre, dió en laja pos velay tú... pero ella ' Arturo Re^es es una rosa trempana, y es canela y es azúcar de pilón y es tanta y tanta la fé que tengo yo en ella, y en que ella no se casa por parnés, que yo me apuesto er corazón y las anclas que en él jechó éste cariño, que me pudre, á que mañana he jecho yo ya las paces, con la que tengo en el alma engarzá, como una perla engarzá en una tumbaga. Esto fué lo que yo dije y ahora bien si es que se engaña mi corazón y si es cierta la noticia que me daba el Picúo, si es que estoy dequivocao y te cansa ya mi querer y otro hombre se ha ganao pa él la palma de la alegría, dejándome la del martirio, arremata, de dicírmelo, Martirio, porque si tú me lo mandas yo jago lo que tú ordenes: manque la pena me jaga er corazón más clavijas, que gracias puso la gracia en tu cuerpo tan gitano, y en tu carita gitana. ii6 Romances Andaluces Y tan triste, tan sombría, tan honda, tan apenada, brotó la voz en los labios del Pulí, que la muchacha le repuso soriendo, á la vez que su mirada acariciaba, del mozo, las negras pupila lánguidas —Si es la verdá la que dice», Paco el Puli, no te vayas. Y más tarde al alejarse de lafloridaventana, llevando, á la de la luna, la luz del sol en la cara, y ya vencedor, el Puli, alegremente cantaba. Ya, toas mis alegrías, me han renació en el alma, que al renacer el estío, la flor renace en la rama. PAROLES Yo soy Pepe el Butifarra, y t\ Butifarra, es, morena, el mozo más pinturero y el mozo de más bandera de los mozos del distrito; y como es una pena que un mozo condecorao, con más galones y estrellas, que puée tener inquilinos un celemín de lentejas, esté pasando más ducas de muerte, que cadenetas jace una Singer, yo, niña, le juro, que si se niega á darme el sí que le pío, yo pongo, niña, en su reja, ésta misma noche, un bando que diga: «To el que se atreva II8 Romances Andaluces á mirar con dambos párpados entornaos, á la jembra que á mí lo amargo me endurza y lo triste me lo alegra; debe jacer testamento. Y el que esto dice y ordena y dirtó lo que está escrito, es Pepe Heredia y Heredia, más conoció por Pepe el Butifarra, y quien quiera saber más, que le pregunte al Butifarra. —¡Que pena! ¡cudiao con haber perdió y tan der tó la chaveta! por mó de mí!—Lola exclama y con voz en que cadencias se hace la burla prosigue: —Y diga usté ¿conqué letra va usté á escribir er letrero? —¡Ay que gracia! usté se piensa. que es güasa pos me lo escribe Casimiro, que chanela de eso la mar. —Mié usté, Pepe, que eso es caro; que eso cuesta más parneses que ha podio usté ver. —Pos manque sea un millón, yo lo arrejunto; to es cuestión de una hipoteca más en la casa de empeño, dice, y dando media vuelta Arturo Reyes con paso rítmico y lento, ritmicamente, se aleja. Dormitaba Casimiro una traición del Solera, sobre su entre catre y cama, qne no la quiso camera al casarse, según dicen, por poder estar más cerca de su Paca, una morucha, con las pupilas tan negras como la noche, y tan negro el cabello como ellas; la cual, grave y cejijunta en su semblante refleja la rabia que la combate y la indignación que llena su corazón, recordando, como acabó en la taberna, todo cuanto, su don cuyo, tenía en la faltriquera; y con voz sorda y rugiente, iracunda y descompuesta, grita á su hombre que tímido, al oírla, la cabeza tapa con la cobertura, por temor á la tormenta. —No te se cae la cara ar suelo? ¡Mala cangrena 119 120 Romances Andaluces te coma, poquito á poco, sin que te deje siquiera ni el ricuerdo! |Que diíta aquel en que fui á la iglesia engañá! Cuando, á estas horas, podía ser la primera yo de las mozas de rumbo y de más prosopopeya; que toito er mundo sabe mu retebien, que yo era una flor, por la que habían pirdío ya la sigúela Paco el Pardo y Juan el QuiqtU y Periquito el MangufU, y Antofíico el Manioso, y sobre to Pepe el Pelma, un torero, aun más torero, la mar de veces, que el Guerra; un hombre que ya ha salió retratáo en las viñetas, el cual estaba más loco, por mi cuerpo, que una yegua con to er juicio pirdío. Casimiro no contesta á Paca que más se irrita mientas más y más encuentra impasible á su don cuyo, sin oir coma golpea en la puerta el Butifarra, el cual viendo que se esfuerza en vano, en llamar, tal golpe Arturo Reyes descarga contra la puerta que —Con el testú—le grita Paca, con voz que demuestra lo recio de sus pulmones. Y el que llama le contesta también gritando: —¡Por vía der cielo! Ni que estuviera ustés, dambos, ensayándose pa un mitin. —Y la vergüenza se murió ¿verdá? le dice, abriendo al punto la puerta, Paca, cuyos negros ojos, agresivos, centellean. —Si yo lo que le pregunto, salero, no es ná que tenga segunda. —Pos si, ensayándomt, pa dicirle á tó el que quiera oirlo, que es usted tonto dende antes que su abuela le hablara de tú á su abuelo. —Pos mié usté, ya jace fecha de eso que usté me dice, que pa mi, según mi cuenta, estaría por entonces usté jechando la muela de la razón. —Del mal tiro que le den á usté aonde tenga usté más hueco. %tl 122 Romances Andaluces —¿Que pasa? pregunta, con voz apenas perceptible, Casimiro, asomando la cabeza por entre los blancos pliegues de la sábana. —Tu jembra que sa pensao que yo soy, el que viée á cobrar las cédulas, y está dándome un repaso, y echándome una cenefa toa de color de corinto; cuando tocarme debiera la Marcha Rial; que yo vengo á que ganes dos pesetas por escribir tres renglones. A la tan dulce promesa, serénase la consorte de Casimiro y con tierna voz le dice al Butifarra: —Pero usté cree que es de veras eso que yo á usté le he dicho? vamos, hombre, si usté piensa que yo se lo he dicho en serio, usté no sabe siquiera distinguir, de la que es blanca, la muselina morena. —Pos siendo asin yo retiro lo que dije de la muela de la razón. Breve rato después, con las tres pesetas Arturo Reyes ganadas en el bolsillo, sale Paca hasta la puerta despidiendo al Butifarra y haciéndole más zalemas que hacerle puede el creyente al zancarrón del Profeta, 111 Ya el sol que la calle inunda dora, abrillanta y alegra con sus rayos matutinos la perspectiva: en su tienda, un bazar al aire libre situado en la plazuela de Santa Ana, en la esquina de una de las callejas que allí desembocan, de una de humildísimas viviendas, de muros casi ruinosos y de balcones y rejas adornados con cacharros y con tiestos y macetas, de nardos y de claveles y de verde enredadera; calle que brilla riente como una alcatifa pérsica, Currito el Piri—vca gitano, nacido en remota fecha, á juzgar por lo rugoso de su tez, por su guedeja, de un blanco sucio, que cae 123 124 Romances Andaluces sobre su frente, que ostenta más surcos que ara una yunta, en un cortijo, en la vega; por su boca desdentada y su figura esquelética, el cual medita en silencio y al mismo tiempo contempla un brodequin sin tacones y sin palas y sin suela, ni tapas, ni contrafuertes, en hacer del cual se empeña casi una obra de arte cuando Juan el Pampli llega acompañado del Rabi y haciendo una reverencia exclama: —Mu güenos días, y —Mu güenos!—le contesta el PÍV¿—¿de aonde vienen ustedes? —De la taberna de Pepe el Tigre; por cierto que—le dice el Pampli—apenas llegamos allí, la prima mos contó, chavó, la gresca de Antonio y del Butifarra. - A mí, sea lo que sea, no me extraña, porque ese güasón perdió la sesera en la pila del bautismo. —Pos han dicho que el mu... prenda de vestir, puso un letrero, Arturo Reyes esta madrugá en la reja de Lola, en el que dicía, que el que se asercase á ella, diba á dir á no sé donde; pero como Antonio el Pena anda jaciendo pucheros por Lola, y el mozo aprieta de verdá; al ver el letrero pos le puso una coleta al letrero, en la que dice: Yo, Antoñico Pinto y Peña, natural de Capuchinos, y avecindao en la Muñeca, y de oficio barrilero, y argo, bizco por más señas, certifico siete veces, que Pepe Heredia y Heredia, por mal nombre el Butifarra, miente más que la Gaceta, ve menos que un ciego á oscura y que tiene la vergüenza dá á retro, y esto que digo, se lo digo con la lengua, y además con el pulpejo, porque si Pepe se empeña lo mando con un recao á la luna, por mi cuenta, sin tener que preocuparse de trenes ni diligencias, porque si él se decide, yo lo mando en cuanto venga á la luna, de un guantazo urgente. 125^ izó Romances Andaluces —¡Vaya canela de Ceylán! ¿y él lo ha leío? —Claro que si! pos si apenas puso Antonio la posdata, se fueron á la taberna, en su busca, y lo trujieron pa que e\ gachó lo leyera. —Y le han jecho ya el boquete en el Campo Santo, al Peña? —Ya veo que no conoces, tu al Butifarra. El que lleva, en la canana, cartuchos, ese nunca cacaréa, y el Butifarra, de gallo no tiene más que la cresta y el quiquiriquí, tú sabes? y el otro tieé dos espuelas, que cuando el mozo se crece son dos navajas barberas. —¿Más que dijo el Butifarra? —Pos na que leyó la esquela y le dijo al Coquinero: —Camará, pos si no fuera, mi amigo, Antonio, la groma le costaba más que él piensa; pero en fin, él es mi amigo... y en fin, que si te lo encuentras, le dices, de parte mía, que he dicho yo que no güerva á poner más cartelitos, y sobre tó si se entera de que estoy de mal arate. Arturo Reyes Y ná, que dió media vuelta y se lué de la ventana. —Pos di tú que la bandera se le ha caío al Pepillo, ya pa siempre, en esta tierra. —Como que aquí el que más vale es quien tiée la voz más recia. —Y que dirá á Lola á esto? —Pos ná, que ya de esta jecha se la ganó Antonio Pinto. Y la ya mojada suela saca el Píri de un barreño, y en tanto el Rubio comenta con el Rabi y con los otros lo ocurrido, canturrea aquél un cantar gitano de quejumbrosas cadencias. 127 ENTRE RISCOS —Jéchale el jato al Careta, mira que son ya las tantas, y, á las doce, estoy citao, con Joseíto, en la jaza de Antoñuelo el Pancaliente. —Pos áspera á que la jaca arremate con el pienso. —Mira si está la canana llena del tó. —Ya la he visto, y tiene, doce, de balas, y doce de perdigueros. —Pos, mira, Currita, cambia los perdigueros; que es fácil, pero tnú fácil, que haiga, esta noche, una miajita de fandango y si se baila, conviene que no le farten bordones á mi guitarra. —¿Y poiqué puée haber fandango? 130 Romances Andaluces —Quizá por mó de tu cara. —¡Vamos, hombre! ¡que me dices! —Pos lo que te digo, hermana, y pa mi, que, fijamente, se arma el jollín, y se arma por mó de Currito el Tábiro, que es más malito que es mala la cangrena, y como el mozo, tiée el corazón tan de ácana, habrá dio con la música, Agachó que tiée más ganas de arrecogerme el Caveto, y con el jaco la carga, y con la carga el retaco, y con el retaco... —Vaya hombre, no seas asina. ¿Curro el Tábiro, que gana con traicionarte? —No es cosa, si la ha jecho, de ganancias; poique si Curro dá el soplo, es tan solo por venganza; poique la otra tarde estando en el Chaparral, que estaba asperando al Naranjero, pos llegó esa horita mala y encomenzó, como siempre, de pláticas y más pláticas, y dale con si está loco por tu presona gitana, y por tus clisos gitanos, y con que si por tu causa Arturo Reyes 131 está jechando de golpe to er purmon, y que le f artan las fuerzas, y como estoy yo ya mu jarto, y me empacha que venga siempre á contarme lo que contigo le pasa, y tamién estoy ya jarto de que nunca se le caigan, de la boca, los faroles, y las luces de bengala, cuando de Toño platica; y á mi es cosa que me amarga más que la tuera, que un hombre hable mal de otro, de espaldas al otro; ¡pos está claro! me resfalé una miaja más de lo que yo quería y le dije... na... que estaba ya jarto de sus rondines, pos van á pensar que es guarda de la finca, y que no quiero verlo más por esta casa; que tú estás comprometía con Toño, y que á Toño aguardas drento de ná, y que no quiero, ni quieres tú, que se vaya, Toño, á pensar, que tu tienes pa cá uno una baraja. Total que el mozo, al oirme, le sentaron mis palabras como un tiro en el sobaco, y... ná que agüecó las alas y jasta endispués, salero; 132 Romances Andaluces pero es que tiée tan remala la sangre, ese probetico... que pa mí queraela guarda... pa cobrármela algún día. La débil luz que derrama un candil, doble, de hierro, que adorna un gallo que canta, ó estar cantando simula, alumbra, apenas, la estancia de muros enj ahelgados; y las figuras gallardas de Currita y Pedro: éste, mozo es de tez bronceada, y de arrogante apostura; y ella de figura elástica y gentil; de negros ojos tan brillantes como brasas encendidas; de facciones correctas, donde retrata, su condición tan bravia, como generosa, el alma; de profusa cabellera; y luce típicas galas, todas vistosas y humildes; zagalejo color grana; el cuerfesillo de coco, que ver deja su garganta, por un collar de corales y abalorios, adornada; amplio pañuelo de yerba al talle,y en la castaña, en que, sujeto, el cabello, Arturo Reyej| sobre su nuca, descansa; fingen varias margaritas como una greca de plata. Por uno de los senderos de la florida montaña, camina Curro, la luna sus claridades desata, como una amante caricia, sobre el bello panorama. Todo dormido parece, los árboles, atalayas del monte, donde columpia la brisa, al mecer sus ramas, al pájaro que su nido, en ellas fabricó; lanzan al viento sus melancólicos gritos, las aves hurañas á la luz; turba el silencio el mastín que airado ladra al nocturno caminante, que con la fresca cabalga, como Curro, el cual camina en su potro; y en su cara se refleja la profunda inquietud qne le atenaza el corazón. 13; 154 Ronfences Andaluces Cuando llega Carrito frente á la casa, que es el palacio encantado, que entre sus paredes guarda el tesoro que codicia tan ardientemente, pára su noble cabalgadura y de un salto descabalga. Allí tras los blancos muros, y tras las recias murallas, del desdén con que le hiere, con que cruel le maltrata, está su dicha, la única hembra que tiene, en el alma, como con fuego, esculpida; la que la sangre le abrasa y el pensamiento le enciende y le quema las entrañas: allí está la bien querida y ojalá la bien odiada, con sus ojos tan de fuego, que para que nunca ardan, debe Dios haberle puesto, cual de amianto, las pestañas; con su fresca tez de raso, donde dejó la mañana su frescor y su rocío; con su cabello, en dos bandas partido, sobre la frente; con sus labios de escarlata y sus dientes marfilinos y el hoyuelo que en su barba puso un arcángel, sin duda, Arturo Reyes enamorado al besarla; con su seno que pudiera ser dos palomas de nácar arrullándose en un nido; con su talle que amenaza con romperse, si se inclina; allí está, de las serranas, la prez; de la serranía, la palmera más gallarda, y el pájaro más canoro, y la flor de más fragancia; la que él por compañera quiso elegir, la que ama á otro más afortunado que Curro; mozo que aguarda, para que su dueño sea; y al pensar ésto la rabia y la pena le enloquecen y el aliento en la garganta se le convierte en rugido y —¡Antes lo mato ó me mata!, murmura avanzando rápido, con sigilosas pisadas, hacia el blanco y solitario edificio. Tibia baña en su luz la blanca luna, el muro y las albarradas que el corral defienden. Curro, ágil y rápido escala el viejo muro de adobe i 36 Romances Andaluces y en breve rápido salta al corral y —Quien vá—grita una voz y una ventana se entreabre. Se detiene vacilante un punto, clava, en ella, Curro, los ojos y —Quien ha de ser—exclama, con voz sorda, conociendo la voz de la que le habla. Quien ha de ser sino un probé, al que vivir ya le espanta; uno que de sé se muere á la verita del agua; uno que diera cien vías si Dios se las otorgara, por la que es su martirio á la vez que su esperanza! —Y te crees tú con derecho, dice, con voz irritada, la moza—á por estar loco, dar á los perros mi fama; á esperar que noche sea y á que esté sola y sin guarda una mujer que se estima, una mujer que le habla á un hombre y que pa casarse está con él, si no manda Dios otra cosa y meterte, como un ladrón en su casa, pa... lo que Dios que es mu grande Arturo Reyes me ha dicío sin palabras, pa tenerme prevenía... Vete ya, Curro, y da gracias Dios de que te ha salió el tiro por la recámara. —Pero tú te crees, Currita, que si jeché el pecho al agualó jeché solo por gusto? te piensas tú que se arranca este querer de mi pecho lo mesmito que una mata de un rastrojo? No, Currita. —Pero tu aquí que buscabas? —Lo que busco, que séa mío, y pa siempre mío y jasta er mango, el puñal de oro que er corazón me traspasa. —¿Y no te dá á ti naíta? ¿Piensas tú que asín se gana á la mujer y er cariño de la mujer? acechándola como un lobo que tú eres y un charrán, si, Curro*., vaya vete, Curro, vete pronto, y mu pronto y dalle gracias, á la Pastora Divina, de que dejo que te vayas como has vinío... ¡Por algo, argo malo á mi me daba er corazón, esta noche, y argo malo sospechaba de ti mi Pedro! —A tu Pedro, 137 H8 Romances Andaluces el ser tu Pedro le salva, que si tu Pedro no juera, otro gallo le cantara; mas á otro que no es tu Pedro, ¡á ese si que no le salva más que Dios! —Pos, Curro, óyeme; si tú á ese le jurgaras, con el jálito, tan solo, ar pelo... mía, Curro, calla y vete, sí, Curro, vete; vete ya que tus palabras me güerven loca de ira —Pos oye tú y arrepara bien lo que á dicirte voy, y es que quiéo yo que mañana toito er mundo me vea salir de aquí, pa que vayan á contárselo á tu Toño, á ver si Toño se arranca, que es lo que yo ya apetezco; poique como si él se casa contigo, pa mí la vía había de ser, una carga mu pesá, pos yo te juro y tu sabes que no falta, Curro, nunca, á un juramento; que antes que pise tu casa Toño... yo á Toño le mato. —Vamos, Curro, tú te engañas, tu no matas á mi Toño, ni tú esperas á mañana en el corral, tú te enteras? : Arturo Reyes porque sería una infamia mu grande, pero mu grande, el que tu me deshonraras y el que matases á Toño, ¡á un hombre que cuando pasa por tu vera, ni te mira por no ofender! —No me ganas, como otras veces, Currita, con el cantar que me cantas; que yo por Dios Uno y Trino, te juro que cosas dambas las jago, á tí te deshonro, y á Toño lo despeazan mis manos. —¡No harás tú eso por Dios y la Virgen Santa! —Si que lo jaré. - M í a Curro, que, de mí, con amenazas no se consigue naíta; que á mí me viée mu de casta; que á mi madre, en to el partió, tos, pero tos, la llamaban Mariquita la Leona. —Pos asin se alevantara tu madre é la seportura... lo que es Toño no se salva, poique yo á Toño lo mato, si no pueo cara á cara, á traición. —No jures eso, Currito; mía que me pasan i jg 140 Romances Andaluces mu malitas tentaciones, por la frente, y se me salta el corazón de su sitio, y la razón se me espanta! —Es inútil que me pías, porque á Toño la mortaja mañana mesmo le visten. —No Curro, no, por Dios, basta, tú no matas á mi Tono, mía que la razón me farta. —|Yo te juro que lo mato! —¡Y yo á tí que no le matas! 111 Ya llegó la luz del día alegrando la montaña y el valle; su luz primera tiñe de oro y de grana las cúspides de los montes, que con sus rocas desgarran del cielo, el azul purísimo; todo al unísono lanza un himno á la vida; ríen los arroyos, cual cascadas, en los hondos, donde oculto, entre mímbrales y zarzas, da el mirlo, su silbo, al viento^ y el ruiseñor sus estancias peregrinas; tras la ubre maternal, triscando, bala, el rescental, en los riscos del monte; con arrogancia fanfarrona, anuncia el gallo. Arturo Reyes el amanecer; la azada hunde el campesino atlético, con indomable pujanza, en el reseco terruño, que ya las últimas aguas olvidaron; los senderos se animan, con las zagalas y zagales que los cruzan; y al viento sus coplas lanzan los rudos vendimiadores, que en cuadrillas y bandadas, con los cuévanos, cargados de áureos racimos, cual cabras, descienden de los viñedos por las vertientes más rápidas; las espirales de humo en los lagares, delatan, que ya las hembras encienden el hogar y que preparan el desayuno: la vida ya por doquier se engalana con sus galas más espléndidas. En la venta que al que pasa brinda sombroso refugio, bajo el dosel de la parra que dos pilares sostienen, del edificio á la entrada, y algunos tragos, dulcísimos, además de sombra grata; dice Juanon el Ventero al cosario de Almoraima, y á los Curros de la La Umbría 141 142 Romances Andaluces con voz perezosa y lánguida. —Lo que sus digo, que Curra le zumbó al Curro con tanta y tan güeña puntería, que apenas le abrió la bala una puerta, por la puerta se le jué á Currito al alma. —¿Pero Curro á que había dio? —Pos fijamente por lana de vellón; más la cordera, camará, sacó la garra, y ná... que le dió un crugío de los que curan la sarna y er colorín coloráo. —Entonces ¿la Curra estaba sola? —No, con su escopeta, y además con su canana y un corazón que entoavía es más grande que una sábans. Y en tanto Juanon les cuenta, detalladamente, el drama, á los Curros de La Umbría y al cosario de Almoraima, un zagal canta á le lejos y esta es la copla que canta: El querer de las mujeres, no se gana con puñales, que las mujeres se ganan con lo que dan los panales. —Delirio que me entonteces, y verdugo que me matas, por un divé, prenda mía, por un divé, no te vayas de mi vera; no me dejes por probé, mira, gitana, que si me dejas por probé, va mi nombre, en toíta España, á sonar más que un repique; poique és que si tú te apartas de mí querer, yo te juro, que pa forrarlo de nácar, en tu cuerpo, tan gitano, merco, valga lo que valga, un cuchillo, to de oro, pa que te mueras ya jarta de lo que er sueño te quita. —No querrá la Virgen Santa, que tú te metas en esas honduras; que si llegara, 144 Romances Andaluces ese caso, no querrías tú andar más torpe que andas, cuando andas torpes, salero. —¿Y eso que és, si se compara con lo que pasando estoy por mó de tí? —Vamos, calla, que eso será un poco menos, chiquillo, de lo que cantan tus labios. —No, yo te juro que mi única esperanza... eres tú, y sin tí la vía me estorba, porque me cansa el vivir, porque me pesa lo mismo que una montaña. —Pero ven acá y escúchame, ¿piensas tú que con tus pláticas y tu garbo y tus decires, vive y se viste y se calza una mujer? ¡Vamos, hombre, que hay cosas!... Oye y teu calma, y ten luz en los sentios. Suponte tú que te casas, conmigo, esta misma noche, por obra de Dios y gracia der cura que no mos cobre los derechos...; Pos mañana tendríamos que tirarnos, dambos, de cabeza, al agua, que no se vive tan solo de ilusiones. Arturo Reyes —Si tú hablas asín es porque ya ha muerto tu querer, cómo tó palma en el mundo; á tu cariño le pusieron la mortaja, por eso es por lo que quiere ya mi barco izar el ancla y largar la vela al viento y navegar á otras playas. —Es mu verdá lo que dices pero ¿qué quieres que jaga? Si asín vivir yo no pueo; si ya, Juan, es que me faltan las fuerzas. —Aspera un poco, á ver si á Dios le da lástima de éstas mis ducas de muerte. — No pueo, Juan. —Pos si te casas con el otro, yo te juro que los ojos de mi cara no se me mueren de celos, ni se me mueren de rabia, ni se me mueren de pena, ni de envidia se me saltan; que antes que ponga sus labios, en esos tuyos de grana, otro hombre cualisquiera, esos tus labios se cambian de amapolas en panales. — Qué me importa, si me espanta más el vivir como vivo, que morir, si es que me matas. 145 i 6 Romances Andaluces Allá va el vapor cortando rápido con su afilada quilla, las ondas azules, hacia la costa africana; y en tanto el buque surcando va y dividiendo las aguas, Juan, solitario y sombrío, llena de angustias el alma, en tanto juegan y rien aquellos que le acompañan, los como él sentenciados; medio llora, medio canta, con voz dulce, con voz triste, con voz henchida de lágrimas: Le cumplí mi juramento, y ella al morir me miró, y es su mirar un cuchillo que llevo en el corazón. L O DE S1EAFRE Ni el más pálido celaje empaña el azul del cielo: en esa hora en que todo en estío, bajo el fuego del sol andaluz, dormita y todo fulgura espléndido. Deja Juana la costura y desencorva su cuerpo; se aparta con ambas manos de las sienes los cabellos, aún más negros que son negras las negras alas del cuervo; y levantándose airosa, con lánguido movimiento, asoma su faz morena al balcón; ¡cuadro más lleno de luz, no he visto en mi vida, y si lo vi no me acuerdo! 148 Romances Andaluces En el balcón boleado, que más que balcón es templo á Flora, toda la escala, desde el tono más intenso al más pálido y suave, brilla en el rico ornamento de flores que lo embellece y lo perfuma: el dompedro y la rosa purpurina; el clavel, amante regio cantado por el poeta; el jazmín, fragante y terso, vencido rival del nardo; la albahaca, verde incienso del hogar de los humildes; el precioso pensamiento, que luce, de oro, esmaltadas, las hojas de terciopelo; y cien más, todas prendidas, por el Divino joyero, entre sutiles encajes de esmeraldas; y en el centro Juana, la de tez morena, y de ojos grandes y negros; de nariz recta y flexible, y boca que es un secreto de marfil y de corales: altísimo y firme el seno; el talle tan reducido que amaga partir el cuerpo; alta, gentil, esplendente, en gracioso desarreglo; al desgaire colocado Arturo Reyes 149 en los hombros un pañuelo de seda grana, y vestida con una bata que el tiempo hostiliza y descolora, y entre los rizos del pelo unaflorque ya ha perdido sus arrogancias en ellos. —¡Cuánto tarda! cuánto tarda! Juana, con borroso acento, murmura; mas pronto brilla en sus ojos un destello de placer; el busto arquea rápida sobre los hierros, tronchando ramas y flores. Con airoso contoneo desemboca, por la esquina, el mozo más pinturero del barrio, el más arrogante, el más juncal y completo, y al llegar cerca de Juana, se quita, el mozo, el sombrero, y con voz que es un arrullo, y una caricia, y un ruego le dice: —Una limosnita, déme usté, que yo no tengo quien me quiera ya en el mundo. —Yo estoy muy mal de dineros, hermanito; la Alcazaba no me da rentas, ni el perro de San Roque, y vivo solo del terral. 15° Romances Andaluces —Si yo no quiero más que unaflor,la que tiene usté, mi prenda, en el pelo, y que al venir esta noche, usté se asome corriendo y oiga lo que yo le diga y me diga usté que bueno, para que desde esta noche, el traje me venga estrecho, y me nazcan alelíes en el corazón, y en sueños me besen los angelitos. —Me parecen muchos besos y mucho el que yo me asome. —Asómese usté, que tengo llorando, gotas de sangre, el corazón en el pecho. Déme usté lo que le pido. —Más tarde. —¿Cuándo? —Pues luego, cuando vuelva y yo me asome, si es que me asomo. —Me pego la mar de tiros, señora, si no. —¡Por Dios, caballero, no me dé usté tan mal rato, porque si usté hiciera eso, que iba á ser de mí en el mundo! Mas póngase usté el sombrero, que va á darle un tabardillo. —Yo siempre estoy descubierto Arturo Reyes 1$! delante de la Pastora. —Muchas gracias. —¿Conque vuelvo? —Vuelva usté, si ese es su gusto. —¡Pues no lo ha de ser, ¡salero! Puede usté, si no volviera, jurar que Antonio se ha muerto de la alegría, señora, que llena mi pensamiento. Y cual si bañado fuese en sol, por fuera y por dentro, se aleja con faz radiante, el mozo más pinturero del barrio, el más arrogante, y el más juncal y completo. PENAS H O N D A S Despacio, despacio, se fué al cementerio; iodo era allí calma, tristeza y silencio; llenaba la tarde la tierra y el cielo de luz melancólica, y apenas el céfiro agitaba los sauces que brindan su sombra á los muertos. Despacio, despacio, cual rendido al peso de tantas angustias y tantos recuerdos eomo le vestían el alma de negro; por entre cipreses 154 Romances Andaluces y entre mausoleos, llegó al patio de zanjas,—altares, de flores, cubiertos.— Delante de una detúvose trémulo y anegado en lágrimas; quitóse el sombrero; más que arrodillarse tiróse en el suelo, y exclamó con triste, quejumbroso acento: «¡Ay, mi prenda gitana, qué dncas, qué ducas que tengo! ¡Qué ducas tan grandes! saber que ya es menos que ná, tu presona; tus ojos—luceros— tus labios—claveles,— tu mata de pelo más negra, entoavía, que el ala del cuervo, y tus manos y pies más rechicos quefloresde armendros! Sin ti ya, mi niña, ¡qué solo me encuentro! Las noches enteras me paso sin sueño, llorando penitas de muerte, y pidiendo, á Dios, que me traiga Arturo Reyes 155 contigo al momento; j contigo pa siempre, reliquia de plata, rosita del huerto! ¡De estarme á tu vera qué ganas que tengo! De estarme á tu lao, mu junto á tu cuerpo; contándote toas las penas que siento; teniéndote siempre, como en otro tiempo, la carita gitana y morena jártica de besos.» A poco, despacio, y en llanto deshecho, el triste alejóse... Turbando el silencio sonó la campana, y en el cementerio, á poco, la luna, vestía de reflejos, de los sauces, las ramas, que brindan su sombra á los muertos. LH BHILHOORH HNDHLUZH Contemplad de mi barrio la bayadera, la luz de la tarde que ya declina; es obscura y luciente su cabellera y son negros sus ojos como la endrina. De su faz, el enérgico perfil delata, de su cuna el origen casi gitano; es del Perchel famoso la flor y nata cuando las castañuelas tiene en la mano. 158 Romances Andaluces Luce entre los cabellos las más preciadas rosas que al sol abrieran en sus rosales, y adorna sus orejas, con arracadas, de labor, primorosa, de oro y corales. A su busto marmóreo lleva ceñido, un mantón de Manila que es un paisaje oriental, por sus tonos, y es su vestido de percal arrasado, lleno de encaje. Diminuto zapato bajo, de cuero, que ver deja la media tirante y fina, guarda un pie, que es tan breve, que el prisionero se hace casi invisible cuando camina. En los brazos desnudos de tez morena, brillan ajorcas dignas de una sultana; y pendiente, en el cuello, de una cadena, Arturo Reyes una cruz, que es un dije de filigrana. La guitarra hace un mozo gemir sonora, y al lánguido conjuro de su armonía, á templarse comienza la cantadora, ¡ruiseñor de los barrios de Andalucía! Se alza la bailadora como una almea, la elástica cintura cimbra, suave; sobre su faz los brazos gentil arquea, y parece que al vuelo se apresta un ave. Mirad cómo consigue, fascinadora, hacer que de su cuerpo las inflexiones, orafinjanel loco vértigo, y ora del placer las más dulces enervaciones. Ved cuál rima bailando cuanto desea. 159 i6o Cuentos Andaluces cómo sentir nos hace cuanto simula, y al par que los palillos repiquetea, bulle, gira, se encoge, salta y ondula. Y ved el escenario, ved la serena mar, azul como el cielo, donde fulgura el sol, y ved el valle, que hasta en la arena de las playas extiende su vestidura. Y bebiendo á raudales la abrasadora brisa de la africana costa vecina, admirad de mi barrio la bayadera,» á la luz de la tarde, que la ilumina. ORO DE L E Y —Mira tú—dícele á Paco el PiH, Pepe el Sigúela, en el hondilón el Vértigo, á la vez que paladea un cristal del de Montilla; ios codos sobre la mesa, y atrás el amplio pavero, con acento de cadencias juveniles.—¿Quieés dicirme que es lo que tanto te apesta, pa tener tal como tienes el perfil? — ¡Qué quieés que tenga! ei alma jechíta cisco y er corazón jecho yesca y to er pecho furmínante. —Pos di tú que cualisquiera te arrima un misto ¡salero! 162 Romanees Andaluces —Mira tú, Paco, ó te dejas de chuflas, ó ahora mesmito me largo y pierdes la cuenta de to er tiempo que sin verme vas á estar; —¿Pero quisieras dicirme qué es lo que ocurre? —Pos na cuasi, que una jembra me ha recetao los Santolios, pa los agrios. —Y esa prenda, no íué la que á tí te puso en el precipicio? —Ella fué la que me pidió echarme, como un valiente, á la arena; poique como sigún dice ella nació pa torera, pos velay tú; pero ahora, al verme ya con la trenza me ha daíto el desengaño. —Pos pa mí es fijo, que esa gachí anda de tonteo con Joseito el Canela. —Ya lo sé, ya sé que es ese; pero el día en que lo vean mis ojos en su ventana, ese día en Antequera va á sonar el estrupicio. —Esas cosas se desprecian, que hay, camará, más mujeres que cocos en las lentejas, y, sobre tó, que en cuantito Arturo Reyes á tí esa gachí te vea con el percal en la mano, ese día... —¿Tú te piensas que soy yo solo el que puée meterse en esas faenas? Pos estás dequivocao, camará! y pa que tú veas como las cosas der mundo se vienen, ¿á que no aciertas tú, quien es el que el domingo conmigo alterna? —Er Veleta, ú el Coquina, ú el Charrata, ú el Pollo de Bizcotela. —Pos estás dequivocao, que el que va á ser mi pareja es José, ¡pa que te enteres! —Pero si ese ni en viñetas ha visto un toro y no sabe torear; si ese le deja hasta á las vacas de leche, en las calles, las aceras. —Ya lo sé, y pa mí que eso ha sío una desigencia de esa gachí, y que él se cree que es igual cojer la lezna que el estoque. —Pos, chiquillo, si tú el domingo tuvieras de cara el santo, vería la Lola, la diferiencia 163 164 Cuentos Andaluces que hay entre tú y entre ése pamplinoso. —-¡Sí no fuera porque, sigún me han dicío, los seis bichos que mos echan son seis élefantes.J —Mira, vámonos ya pa la feria del Molinillo, que dicen que está aquello que jumea de güeñas mozas. —Pos vámonos y que le den al que tenga la culpa de que yo pene, cuatro puñalás gemelas, dende la ingle al sobaco, y toas las cuatro traperas. Y ambos mozos se levantan, arrojan varias monedas, de las que ladran, al mozo, al levantarse, en la mesa; se cojen del brazo, hacen una gentil reverencia á los demás parroquianos y á la gentil tabernera, y andando rítmicamente salen ambos á la puerta del hondilón, y con pasos siempre rítmicos, se alejan del hondilón más famoso del barrio de la Goleta, dos de los mozos más ternes de mi Málaga la bella. Arturo Reyes II —Que un divé bendiga, niña— dice Pepe con voz llena de amartelados arrullosla gachí más retrechera, la gachí más regraciosa, la^-a^' más rebien jecha, la gachí más rebonita, <la gachí más pinturera, \2igachí más... —Vamos hombre, que voy á perder la cuenta de las cosas que usté dice. —Es que á mí, mirando esa carita tan recharrana, y esas dos, de las estrellas, las más bonitas, que tiene usté en la cara, las venas se me achicharran. —¡De juro! y pa mentir, que se mienta con toas las de la ley, como usté. —A mi no me ofenda usté, porqne lo que digo yo es la chipé, y si no fuera porque yo creo que mu pronto he de estar en la veleta 165 166 Romances Andaluces de la torre á que yo quiero subir, pos ya yo me hubiera muerto de ducas. —Si fuese eso tal y como suena, me jaría usté D. Pepe ahora mismo una promesa. — ¿Una no más? Diez millones de millones, manque sea que pegue un brinco y le traiga metía en la faltriquera, como un ricuerdo, la luna. —No quiero yo que usté tenga que dir tan lejos, la cosa que yo quiero está más cerca; que yo tan solo le pío que si es verdá que me aprecia usté tanto como dice, se corte usté la coleta, que solo por curpa mía se ha dejao, manque tenga qUe volver á los zapatos. —¿Y usté quiée que no me meta yo á torero? ¡vamos, hombre! si eso es peir que no sea sol el sol, ni vino el vino, ni la candela candela; si dende que usté me dijo, camará, lo de la güeña ventura, soy más torero que toitos los que torean; si es que sueño con casarme enseguía, y con tenerla Arturo Reyes á usté como se merece, como en la concha la perla, y en el rosal el capullo y en er cielo las estrellas, y la tórtola en su nío; como que quiero que sea usté la envidia de toas las mujeres, y que tenga usté más coches que anillos, y más anillos que arenas tiene la mar. —Me parece mucho tener. —Es que rentan mucho los toros, salero; és que el que tiene vergüenza y arranque y pesqui y pinrreles y sabe donde le aprieta el calzapollo, ese gana los chuscos como si fueran ajojolí: pero es tanto lo que mí pecho cúrrela esa carita charrana, que si á mí usté me pusiera por condición pa quererme que me cortara la trenza, ¡abajo los cuatro pelos! y si es que usté me lo ordena, ya estoy rompiendo el contrato que le he firmao á la empresa. —No... yo no quiero tampoco que usté falte á sus promesas... y si se ha comprometió 167 i68 Romances Andaluces usté ya... las malas lenguas pudieran dicir que ha sio por miedo y yo no quisiera que por mó de mí las gentes... —A mí lo que me interesa es darle gusto á esos ojos y á esa carita morena. —Muchas gracias, Pepe, pero no quiero que nadie puea dicir que usté por mi causa ha hipotecao la... chaqueta y además los pantalones; más por Dios que si torea usté, por fin, el domingo que viene, Pepe, que tenga usté la mar de cudiao; porque estoy que no me llega la camisa al cuerpo. —¡Tonta que ella es! ¡quien estuviera en su lugar! —Vamos, hombre, déjese de cuchufletas que no está pa tiza el taco. —Vamos, salero, no tenga usté cudiao ninguno; y usté el domingo me espera, por la noche en la ventana, en esta mismita, y crea, si no vengo, que me ha dao argún guasón la voleta pa San Miguel. —¡Ay Dios mío! Arturo Reyes ¡que un divé no lo consienta ni nuestra Virgen del Carmen! —Esa es mi mejor defensa, que siempre la llevo al cuello, velando por mi, y si vela por mí el domingo que viene, va usté á matar á las jembras de más cartel y tronío, que ha puesto Dios en 1a tierra, pa martirio de los hombres, de envidias y de celeras. III Fulge el mar que mansamente con su espuma festonea el playazo; allá á lo lejos surcan las barcas de pesca las ondas, dando á la brisa sus blancas latinas velas; en tanto en el varadero las miran sus compañeras, con los ojos que pintaran, en sus proas, poco diestras manos, y hunde el jabegote su recia planta, en la arena, sudoroso y jadeante; de un ventorrillo en la puerta; de un alegre ventorrillo próximo á la carretera 170 Romances Andaluces del Valle de los Galanes, y á la sombra que proyecta un viejo parral, sentados frente á frente, la cabeza destocada, los chalecos entreabiertos y entreabiertas las camisas, Paco el L i t r i le dice á Pepe el Canela: —Con que por fin el domingo, sigún dicen, te escabechan de una corná? —Allá veremos tal y como caen las pesas, el domingo, si Dios quiere. —Pero chavó, ¿tú te piensas que el ser torero, es lo mismo que jugar á la cartela? tú no sabes que los toros embisten? —No jace fecha, camará, que yo se de eso! Pero es que tu no te acuerdas ya de cuando dambos díbamos, en vez de dir á la escuela, al Legío ú al Morlaco, con el Pringue y con el Pella y el Tururú y el Canique y Periquillo el Trompeta, á ensayarnos pa toreros? pero es que tú no ricuerdas aquel tiempo? —¡Pos dejuro! pero es, camará, que aquellas Arturo Reyes no eran de lasde Miura, ni de las de Benjumea, ni eran de las de Muruve. —Es que por poco se empieza, y yo dende aquel entonces encomencé la pelea y al morírseme mi vato, y al verme con la miseria sentá á la verita mía como la probé sundela tan mal, me metí á torero y una tarde, en Grazalema me vió trabajar el Taño y me dijo que yo era un torero; pero á poco me dió una corná, en Estepa, un cornigacho, albardao; y como mi probé vieja por poco palma del susto, pos na, me corté la trenza y me metí á zapatero: pero ahora que, por mi negra suerte, me encuentro más solo, que, en el campo, una parmera, ¡pos velay tú!... —Pero entonces, ¿no es verdá que es una jembra más rebonita que un cromo, la que jace que tú güervas á torear? —¡Quita hombre! Qsagachí á mi me apesta, esa gachí que tú dices 171 172 Romanees Andaluces me echó sal en la mollera la primer vez que la vide, que apenas me arrimé á ella lo primero que me dijo fué que el que á ella la quisiera había de ser un Curro Cuchares. —Tú no escarmientas, camará, es que tú has nació pa pasarte la erxistencia, cuando no tangos, tarantas y cuando no, carceleras, porque es que yo no me explico el que estando tú por Pepa la Chilindro tan reloco como estás... —Mira tú, esa es la única que en mí manda, la que me quiere de veras; pero como el día que pueo pegar, con ella, la hebra, le ponen, al alma mía, el cuerpo que es una pena, porque su vato no tiene precio pa ser de una recua el liviano, pos ¡de juro,! yo pa que el vato se crea que están ya nuestros quereles, como los muertos que entierran, pos ná..: le tiro la goma de limón, á la primera que se me pone delante y si peta porque peta Arturo Reyae 17? y si es que no ha petao porque nó, pos ná, la cuenta á mí me sale lo mismo, porque lo que me interesa á mi es que naide le jurgue el cuerpo á la que me llena el corazón de alegrías, porque es que en cuanto tenga yo unos cuantos entorchaos y unas cuantas charreteras, ya verás tú, entonces, como el vato jasta me lleva un tres con tres, cuando vaya de paseo: y pa que veas tú lo que son las mujeres y la mucha diieriencia que hay entre la que mos mira por dentro y la que por fuera mos mira, desde el instante que me dejé la coleta, Lola me mira riendo, en tanto y cuanto la Pepa, se dá cá pechá de llanto , que se le caen las cenefas, diciéndome que no quiere que sea torero, que ella me quiere á mi tal cual soy, con toítas mis boqueras y toítos mis zurcios. —Y entonces ¿porque te empeñas en torear? —Que gracioso! ¿porqué querrás tu que sea? 174 Romances Andaluces porque estoy ya mu jartico de palas y media suelas, de renovar brodequines, de comer sopas de almejas, de fumar siempre Hemi Clay, de nunca, si se presenta gastar un chusco, gastármelo; de tener la guayabera, llena de ventilaores; los carzones con más piezas que er verano sarpullío, y en fin de pasar carencias, ¿sabes tú? y como yo tengo la vestiura completa, > pos cuando Lola me dijo lo que ya sabes, apenas me lo dijo, yo me dije: —Mía, Pepillo, no estuviera eso del tó esaborío; y pasé la noche en vela y á la mañana siguiente, fué mi visita primera pa mi compadre, que tiene mucha mano con la empresa y ná... que el domingo alterno con el Piri. —Y quien te empresta el terno? —Pos el Pulió, al que le vino de herencia de un tío banderillero, al que mataron, en Tebas, unos cuantos caracoles, Arturo Reyes 175 y unos lisos de solera, y vsídLgachí con cá ojo como un puente. —Pos Dios quiera que sargas bien. Y oye ¿entonces que vas á jacer con Pepa, si ea que sales bien? —¡Primores! • Y gozando de la fresca brisa de la tarde, siguen, en conversación amena, ambos amigos, en tanto del jabegote resuena el alegre clamoreo, al mirar como, en espléndida compensación, les concede el mar, las redes tan llenas, que amenazan con romperse y en las que plata semeja el pescado prisionero que se retuerse en la arena IV Lo mismo en palcos que en gradas que en los tendidos de piedra, con estrépito sonoro, la multitud bulle inquieta: en el sol que una esplendente 176 Romances Aadaiuces rica alcatifa remeda, brillan grandes abanicos de papel que más semejan quitasoles: el ejército pone las notas intensas de sus rojos pantalones, y al mismo tiempo las hembras, las de las flores prendidas en sus ricas cabelleras, y las de sus pañolones de crespón. En torno de ellas bullen, en tropel, los zánganos, cual de fragantes colmenas en torno, luciendo, airosos, típicas galas, emblemas que amamos los que aún rendimos culto á las, que ya se alejan, costumbres de Andalucía. Con plácida, con risueña expresión, la gente grave, la que pegada se deja la piel al duro trabajo, fatigoso, se recrea en dar un punto al olvido la tan fatigosa brega de su vivir, ayudada por la tan oronda y tersa ota, que empinan gozosos y la sabrosa merienda que sazona la alegría, que desborda por doquiera en cien donosos decires. Arturo Reyes 177 Ya en la parte á la que niega, el sol, sus rayos, parece palidecer la paleta, en tanto en palcos y gradas su luz ardiente destellan, cual astros, anchas pupilas, entre morillas que besan rostros quefloresparecen: los vendedores vocean, acá y acullá, vendiendo sus chucherías; resuenan las notas con que los músicos se ensayan; fulge la arena, húmeda, como una limpia, enormísima rodela; terminar las discusiones amenazan en reyertas; los del orden encargados, circulan entre barreras y en fin todo es luz y vida, vida ardiente, vida llena de luz y color y estrépito y Lola se yergue espléndida, típica y graciosamente acicalada y desdeña, en actitud arrogante, á los mozos que requiebran sus negros ojos rasgados, su negrísima guedeja y sus labios purpurinos. Asoma en la presidencia el que preside y haciendo 12 178 Romances AndaUioes la señal que al punto aquieta la muchedumbre, se abre por fin del corral la puerta, y salen los alguaciles que lucen ropilla negra, y emplumado los chambergos, y al punto el espacio atruenan gritos, aplausos y vítores, al mirar la gentileza de los bravos lidiadores que avanzan; como preseas de oro y de plata y de raso, brillan; terciado, á la izquierda, airosamente el capote de lujo, todo de seda, con los recamos de oro, en los que el sol centellea rutilante; tras los diestros, "todos ellos en correcta formación y colocados en dos líneas paralelas, aparecen los peones que á los espadas remedan en el vestir y en lo airoso de su andar, á las cadencias de la música; tras ellos, de sus monturas refrenan el paso, los picadores, defendida la cabeza por el blanco castoreño y defendida la pierna por la mona que de ante toda aparece cubierta Arturo Reyes y la rica taleguilla bordada de lentejuelas: detras los mozos de plaza, con sus rojas chamarretas y azules los pantalones y tras ellos las acémilas que adornadas con madroños de colores, y colleras, arrastrar deben, en breve, por la ensangrentada arena, al fiero y astado bruto, ya vencido en la contienda. Ya se inclina la cuadrilla en airosa reverencia ante el presidente; pronto las filas se desordenan y es un punto un remolino de oro y raso y plata y seda; cambian todos los capotes de lujo por los de brega y aquellos, los más amigos de los espadas, los cuelgan, á modo de colgaduras en las vallas: se alinean los picadores en torno del anillo y en apuestas actitudes, los peones, el toro aguardan: conversan los diestros, desde el estribo, con sus amigos; resuena 179 i8o Romances Andalua&s de nuevo el clarín, se abre el toril y se presenta en el ruedo, un albardao de libras y de soberbia estampa, el cual se detiene un punto y un punto observa, retador y tembloroso y con la cerviz enhiesta, la brillante perspectiva que lo deslumbra y lo ciega y de pronto al ver delante de él á un peón que lo reta con el capote extendido, torna á emprender la carrera, como un huracán, dejando la arena al punto desierta y —¿No hay nadie que le pare á ese automóvi las rueas? grita uno. Paco el Piri, se aparta de la barrera y se adelanta hacia el toro y —Ese va á aguarnos la fiesta, dice uno de los mozos al ver como el Piri intenta pararle los pies al bicho, y cuan torpemente entra en los terrenos del toro el cual en breve voltea al P i r i y —¡Ole los hombres! Arturo Reyes gritan al ver, cuan serena la faz y cuan sonriente, el otro diestro se acerca, rápido, al toro, lo empapa en el trapo y se lo lleva del redondel á otro extremo. Al punto el público premia, á Pepe, con sus aplausos y en vano ocultar intenta el P i r i su hondo despecho no obstante lo cual estrecha la mano á su contrincante. En aquel momento acepta, de uno de los picadores, el reto, la astada fiera, y contra él arremete y un punto, la fortaleza del picador, el empuje pára del toro y en piedra tallado el grupo un instante parece, más pronto ceja el picador y avanzando hunde el toro hasta la cepa, en el vientre del caballo el asta, y ya sin defensa rueda el ginete ante el bruto, el cual mirándolo deja al caballo que ya expira, mostrando la amarillenta dentadura y arremete contra él, y la tragedia allí su semblante lívido 181 182 Romances Andaluces asoma, y se yergue inquieta la multitud, cuando, rápido, como un relámpago, llega Pepe, y sereno, y artístico y valiente, y de destreza todo un derroche, consigue llevarse el toro á la opuesta parte de la plaza: el público galardona la guapeza y habilidad del torero y en tanto que el Pipi eleva la vista al azul con torva expresión, de gozo trémula, velar no puede Dolores el placer que la enagena. Pepe parece una estátua ¡cuan grácil, bizarra y suelta es su arrogante figural ¡cuan lleno de complacencia, apenas lo pide el público, coje los palos; sé llena el espacio de armonías; la multitud sigue atenta los menores movimientos del torero que cimbrea, gentilmente, la cintura y avanzando con suprema elegancia, se detiene delante del toro, eleva los brazos, se adorna, cita Arturo R é y e s y vuelve á avanzar y quiebra casi en la cuna del toro y al quebrar, rápido, deja, como en un alfiletero, las banderillas, en ella. e nuevo la gente grita entusiasmada, resuena nuevo el clarín sonoro, y el estoque y la muleta coje Pepe y se dirige al pié de la Presidencia y en la actitud más bizarra, en la más airosa y suelta, en una mano la flámula y en la otra la montera, brinda la muerte del toro y se vá al toro, y comienza fresco, impávido y valiente, los pies clavados en tierra, á muletear al toro, y en su mano es la muleta, más que muleta, un prodigio de purpura, que marea, y rinde y burla al astado bruto, que en vano se empeña en coger al que lo burla y lo aturde, y ya de fuerzas falto, un punto, se detiene inmóvil, entonces pliega Pepe el raso, se perfila lo mismo que si estuviera retratándose; á su Virgen del Carmen, se recomienda, 183 184 Romances Andaluces y valiente, tan valiente como está sereno, entra á matar; el limpio acero siniestro relampaguea, crugen las carnes del bruto, y —¡En las mismísimas péndolas! grita el público; un instante el bruto se bambolea y por fin cae desplomado y al punto el espacio pueblan trombones y bombardinos, flautines y panderetas, de triunfales armonías que los que al par vitorean al lidiador, ahogan casi con sus vítores; la arena, de cigarros y sombreros, se cubre casi, la vuelta dá el diestro á la plaza ébrio de orgullo; á la res ya muerta y á los caballos, arrastran las poderosas acémilas, al restallar de los látigos; y Dolores tiene impresa en su faz la honda alegría que de ella ae enseñorea, • y con mirada radiante de orgullo á Pepe contempla, en tanto que Paco el Piri, aunque á hurtadillas, la observa con la faz tan amarilla como el panal de la cera. Arturo Reyes Ya, por fin, murmura Pepe, que en recordar se embelesa su triunfo, de aquí pa alante se arremataron mis penas; ya vendrán en busca mía como quien busca candela, los empresarios: los hombres me rifarán y las jembras de más cartel y tronío me darán en hipoteca el corazón: en la calle tó er mundo cuando me vea se me queará mirando lo mismito que si fuera yo la Caramanchimay, y en España y en América se sabrán tos de corrió como Pepillo se peina, como Pepillo se viste, como Pepillo pasea, como la caspa se quita, qué come, como le sientan los jureles, quien fué el cura que le mojó la mollera, quien le tiró de las patas, quien fué la que le dió teta y me veré retratao 185 Romances Andaluces de toítas las maneras: Pepillo en su invernaero, Pepillo en su biblioteca, Pepillo en bata, Pepillo montao en su bicicleta; Pepillo tomando wiski en vez de tomar solera , porque el vino no lo beben ya na más que los maletas, y tendré siete cortijos, y me vestiré á la inglesa con bimba y foque y botines, y si á Pepillo lo entierran pos pondrán á media asta en toas partes la bandera. Y entretanto que Pepillo en meditar se recrea en el porvenir, el P i r i con su amigo en la taberna dícele: —Mia Pepillo que ha sío mi suerte perra esta tarde. —Pos yo creo, Paco—el otro le contesta— que nadie más que tú tiée la curpa y que si te quejas es sin razón, que esta tarde te han tocao tres biscotelas, tres buñuelos, tres catites, tres mantecaos de Estepa, tres guindas en aguardiente, tres coquinas. Arturo Reyes —Tres... calcetas, exclama iracundo el Piri, pos si el primerito era un criminá. —No, Paquillo, que, hablándote con franqueza, es que tú crees que los toros se deben matar por señas y eso no puée ser, Paquillo. —Tu de toros no chanelas ná ¿tú sabes? Yo esta tarde, si hubiese alzao la cabeza Cuchares, ya el te diría quien tiée más sangre torera si soy yo ú si es Pepillo, que tó el que tiée experencia y tiée tarto y tiée pupila, no se carga la faena que se ha cargao el Pepillo, que no sabe tan siquiera ni escupir. —¡Que disparate! el torero que se precia de manejar bien la flámula y el estoque, y tiée vergíiewza y pundonor, ese hombre se larga si es que atorea aquí, pus pongo por caso, á Alicante ú Cartagena, y dende allí pone un parte urgente á la benemérita pa que le den cuatro tiros al toro. 187 i88 Romances Andaluces . —¡Mardita sea la mar! hombre que contigo siempre el que es serio la lleva pirdia: yo á tí te digo, que yo vargo setecientas veces mas que vale Pepe y te digo, si me aprietas que cien veces más que el Gallo, y dos veces más que el Guerra. VI Su luz derrama la luna como una caricia argéntea; huyéndole el vecindario al calor de sus viviendas, en animados corrillos y por disfrutar la fresca brisa de la noche, invade la plaza; algunas parejas acá y acullá, repiten, con monótona insistencia, quedamente, dulcemente, la divina cantilena del amor; en su ventana Araceli, en tanto espera á Pepillo, dulcemente, lánguidamente, se deja columpiar en el columpio de la dicha con que sueña. A - Reyes Arturo de la dicha tan cercana, de la dicha que la besa, de la dicha que su espíritu envuelve en mágicas telas, de ilusiones recamadas. Y su alma se embelesa en evocar del torero lafigura.¡Cuan esbelta, cuan airosa, cuan gallarda cuan juvenil se presenta á sus ojos, sonriente la visión que la enagena: ¡cuan es dulce y sugestivo su mirar! cuan bien le sienta el rico terno de luces! cuan bien le cae la montera! cuantas y cuantas mujeres llorarán de envidia al verla del brazo del gran torero, con sus vestidos de seda y sus mantones riquísimos, y sus collares de perlas y diamantes. La campana de la torre de la iglesia dan las diez. Sin duda Pepe debe estar en la taberna con sus amigos, más poco debe tardar. Da la media la campana, y Araceli se levanta; su impaciencia 189 ipo Romances Andaluce» tiene algo de calentura Pero, Señor, ¡como vuela el tiempo! Suenan las once y Araceli las maderas entorna de la ventana ya los vecinos empieian á retirarse. ¡Que angustia y que inquietud se apoderan del corazón de Araceli! parece que se le hiela el corazón, poco á poco... Ya está la plaza desierta. Sin duda que ha traicionao el vino á Pepillo... Suenan las doce. ¡Virgen Santísima! que nochecita de prueba que la suerte ha deparado á Araceli,..! por la cuesta de la Coracha alguien sube; lentos sus pasos resuenan de la noche en el silencio... ¡como la sangre acelera su latir... sí será Pepe el que sube... ya está cerca... pero nó, no es Pepe, es Paco, el hijo de la casera, el desdeñado cien veces por Araceli, que llega á la reja y deteniéndose Arturos Reyes if i al ver como esquiva aquella ser vista. —Vamos—le dice con voz irónica y llena de zumbas—no hay que esconderse de mi presonita, y crea usté, que, á poder, salero yo por ver á usté contenta jaría muchos primores, y que fuese usté la yueca de los pollos de Pepillo, y que si al pasar me hubiera 6Ío posible arrancarlo de aonde está, que es en la reja, de Pepita la Chilindro, que es la gachí por quien pena ese gachó, me lo traigo yo aquí manque eso me hubiera dao un puñao de esazones. Y ¡adiós ilusiones pérfidas, adiós efímeros goces y esperanzas lísongeras! cuan honda, cuan tristemente llora Araceli sus muertas ilusiones, reclinada en los hierros que la yedra viste de verdor y viste la luna de luz argéntea. EL CONTRHBHNDISTH Ginete en su pujante yegüa alazana, á la luz misteriosa que anuncia el día, entonando una dulce canción gitana, va cruzando valiente la serranía. Ceñido á la cabeza y atrás atado, de arabescos dibujos, lleva un pañuelo, y hacia la sien izquierda con gracia echado el calañés brillante de terciopelo. Todo lo que en sí ostenta vale un tesoro, 13 194 Romances Andaluces marsellés adornado con alamares; jubetin con lucientes broches de oro, que abrillantan las tintas crepusculares. Tersa faja de raso color de grana; camisón con chorreras de íino encaje; azulado y ceñido calzón de pana, y polainas con flecos de correaje. Del arzón suspendida, corta escopeta, que un juguete parece de roble y plata; con la cual, temerario tranquilo reía el peligro y defiende su vida ingrata. Es su yegüa arrogante la más briosa que recorre los campos de Andalucía; y es la manta que luce tan primorosa, que su urdimbre parece de sedería. Arturo Reyes Avanza con gallardo trote ligero, trote que ningún otro corcel iguala, y al caminar se antoja que del mosquero, los borlones, claveles son de bengala. De brocado parece la baticola; y la cincha de raso de cien colores, y con lazos prendida lleva la cola, y adornada las crines lleva con flores. Y camina la yegüa y el mozo sigue cantando con amante monotonía, sin pensar si la gente que lo persigue, regará con su sangre la serranía. Y allá va presuroso de amor henchido, por llegar al poblado con la mañana, allí donde le espera su hogar querido 195 ig6 Romances Andaluces y en su hogar las caricias de su serrana. Y arrostrando la muerte va solitario, sin temor, pues no sabe que son temores; pues su vida defiende su relicario, donde lleva la Virgen de los Dolores. LA CASTAÑERA Llegó ya el invierno vestido de nieblas, y vientos y lluvias; llegó, y ya en mi puerta coloca su hornillo su silla y su mesa, y el farol que la alumbra, la alegre gentil castañera. Gitana es, gitana graciosa y esbelta; de raso parece su cara morena; son rojos sus labios, sus labios que muestran cual en ricos engarces de grana dos hilos de perlas. Sus lánguidos ojos parece que llenan 198 Romances Andaluces de luz cuanto miran; luce en la guedeja sedosa y brillante, flores y peinetas; y en el cuello, un collar de abalorios de múltiples vueltas. Grandes arracadas luce en las orejas, purpúreo pañuelo, de crespón de seda y flecos larguísimos su busto moldea, su busto arrogante, en donde el que pasa los ojos recrea. De metal dorado brillantes pulseras, que ajorcas parecen, ciñen sus muñecas; y su limpia falda, plegándose, deja ver los pies, dos primores que encienden la sangre en las venas. Y lleno de orgullo de pié junto á ella, está su gitano, luciendo su enérgica viril hermosura; su hirsuta melena y sus ojos ardientes, henchidos de dulces promesas. Arturo Reyes Allí está luciendo la corta chaqueta, pantalón de pana, camisa entreabierta cordobéá sombrero, y al desgaire puesta una faja celeste, su traje gitano completo. Gitano y gitana se quieren de veras, se quieren y en vano por tanto se esfuerzan, cuantos ser un punto los dueños quisieran de la hermosa gitana que tiene su puesto en mi puerta. 199 •i LAS 6HLLES DE HNDHLUClH Calles de la tierra mía, ¡como viéndolas tan bellas el corazón se extasía! ¡como olvidar sus querellas hacen al que vive en ellas, las calles de Andalucía! Fulge el sol en los baleo nes, más que balcones jardines, en donde, en lindas prisiones, canarios y colorines, dan al viento sus canciones entre rosas y jazmines. De los balcones rivales, las rejas, que al suelo tocan, brillan, en tintas iguales, y entre nardos y rosales, al transeúnte provocan, labios que el ósculo invocan, tan rojos como corales. Rientes labios bermejos que sus años juveniles hacen que evoquen los viejos 202 Romanees Andaluces y lloren viendo tan lejos sus ya pasados abriles y que aborrezcan, seniles,, las lunas de los espejos. El pescadero la ingrata vida por ganar, los sones de sus pregones desata, gritando: ¡La flor y nata de la mar; llevo dentones y llevo los boquerones branquitos como la prata! —Llevo la flor de las flores,— grita el florero, en la esquinael clavel de tos colores y el nardo y la clavellina y la roea, la más fina, y de mas ricos olores. Del sol á la luz ardiente, ardiente luz meridiana, brilla la calle riente, cual fúlgida estofa indiana, cual la alcatifa africana de un Califa del Oriente. ¡Calles de la tierra mía! ¡como viéndolas tan bellas el corazón se extasía! ¡como olvidar sus querellas hacen al que vive en ellas, las calles de Andalucía! INDICE PÁGINAS Al paso En mi barrio Dar en laja De antaño Pena merecida Dulce éngafío . . . . . . . . . Palique Siempre niñas Un desengaño Por meterse á redentor Al despertar Idilio La derrota del Patita Gitanerías Dos coplas Faroles Entre riscos Sentencia cumplida Lo de siempre Penas hondas La bailadora andaluza Oro de ley El contrabandista La castañera Las calles de Andalucía • 5 11 21 29 41 47 55 61 67 75 85 91 95 103 107 117 129 143 147 153 157 161 193 197 201 Obras del mismo autor DESDE EL SURCO Poesías CARTUCHERITA Novela EL LAGAR DE LA VIÑUELA . . . . Id. DEL BULTO A LA CORACHA. . . . Cuentos COSAS DE MI TIERRA Id. CUENTOS ANDALUCES Id. LA GOLETERA Novela OTOÑALES Poesías LAS DE PINTO Novela HÉTICAS Poesías DE ANDALUCÍA Cuentos CIELO AZUL Novela DE MIS PARRALES Cuentos