Centro de Documentación Judicial 1 APN 23-6

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APN 23-6-2009. CASO TUDELA. Falta de imprudencia leve con resultado de muerte. Policía que dispara a la
carrera y en semioscuridad a un delincuente, en el curso de una persecución policial en una nave donde estaban
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robando, causándole la muerte a uno de ellos
RECOPILACION DOCUMENTACION PROFESIONAL: PL ZARAGOZA [email protected]
Id Cendoj:
Órgano:
Sede:
Sección:
Nº de Recurso:
Nº de Resolución:
Procedimiento:
Ponente:
Tipo de Resolución:
31201370032009100155
Audiencia Provincial
Pamplona/Iruña
3
3/2004
96/2009
Apelación sentencia delito
JESUS SANTIAGO DELGADO CRUCES
Sentencia
S E N T E N C I A Nº 96/2009
Ilmo. Sr. Presidente:
D. JUAN JOSÉ GARCÍA PÉREZ
Ilmos. Sres. Magistrados:
D. AURELIO VILA DUPLÁ
D. JESÚS SANTIAGO DELGADO CRUCES
En Pamplona,a 23 de junio de 2009.
La Sección Tercera de la Audiencia Provincial de Navarra, integrada por los Ilmos. Sres. Magistrados
al margen expresados, ha visto en grado de apelación el presente Rollo Penal de Sala nº3/2004, derivado
del Procedimiento Abreviado nº 80/2003 el Juzgado de lo Penal Nº 3 de Pamplona, sobre un delito de
homicidio imprudente ; siendo apelante, D. Patricio y Dª. Celsa , representados por la Procuradora Dª. María
José González Rodríguez y defendido por el Letrado D. Saturnino Jiménez Ruiz; y apelado, D. Carlos
Daniel , representado por el Procurador D. Carlos Hermida Santos y defendido por el Letrado D. José
Ramón Pardinas Sanz, así como EL MINISTERIO FISCAL y EL ABOGADO DEL ESTADO en
representación del Estado Español.
Siendo Ponente el Ilmo. Sr. Magistrado de esta Sección D. JESÚS SANTIAGO DELGADO CRUCES.
ANTECEDENTES DE HECHO
PRIMERO.- Con fecha 15 de julio de 2003, el Juzgado de lo Penal Nº 3 de Pamplona dictó en el
citado procedimiento sentencia cuyos hechos probados y fallo son del siguiente tenor literal:
a) Hechos probados: "Se dirige la acusación contra Carlos Daniel , mayor de 21 años (nacido el 6 de
marzo de 1.958), sin antecedentes penales, de profesión Policía Nacional, con carnet profesional nº
NUM000 , quien sobre las 1.25 horas del día 4 de junio de 2.000 y tras recibir un aviso de la Centralita
telefónica de la Comisaría de Tudela, formando parte de la patrulla policial con indicativo "Sierra Uno", se
dirigió, junto con su compañero, el también Policía con carnet profesional nº NUM001 a las instalaciones de
la empresa SANYO, sitas en la localidad de Tudela, Polígono Industrial, Vía Transversal 2- nº 25, desde
donde el Vigilante de Seguridad de la citada empresa había comunicado a la Policía la existencia en el
interior de la empresa de tres individuos sospechosos.
Una vez en las instalaciones y cuando se disponían a dirigirse al lugar donde el vigilante había visto a
través de las cámaras de vigilancia, que se encontraban los individuos, concretamente al doblar un pasillo
que comunica la entrada a la empresa con las oficinas, fueron asaltados por los tres sospechosos que se
encontraban escondidos, quienes portaban entre otras cosas 2 hachas de la marca "Bellota" y un mallo, con
clara intención de agredirles con el hacha, momento en que tras repeler la agresión que no llegó a darles y
tras la pertinente identificación diciendo "Alto policía" se inició una persecución por el pasillo que comunica
con las naves de montaje, encontrándose el primer y segundo casquillo en las proximidades de hachas
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pertenecientes a los tres sospechosos. En todo momento en la nave no había otra iluminación que las luces
de urgencia encontrándose la fábrica en semioscuridad no pudiendo apreciarse caras sino únicamente
siluetas.
Continuando el acusado la persecución y cuando se encontraban dos de ellos al fondo del pasillo
iluminados únicamente por la luz de emergencia, y colocados uno frente a otro, uno (el luego fallecido)
entregó algo (un arma corta) al otro que estaba de frente al Agente, y éste apuntó al Agente el cual en
carrera lo percibió y efectuó un cuarto disparo que impactó en el anterior individuo que se disponía a huir
tras entregar algo al que apuntó al Agente con un arma corta, sin llegar a disparar. El disparo del Agente
alcanzó al que resultó ser Lucas , que falleció.
Los otros dos sujetos huyeron del lugar escapando por el tejado rompiendo el techo de uralita desde
dentro.
Desde el lugar en que se encontró el cadáver y el lugar por el que escaparon los otros individuos así
como en el exterior de la fábrica, tejado etc, no existe ni una sola gota o mancha de sangre. No existe más
sangre que la del fallecido".
b) Fallo: "Que debo absolver y absuelvo a Carlos Daniel de responsabilidad criminal por los hechos
enjuiciados absolviendolo de las acusaciones de las que venía siendo objeto en la presente causa,
declarándose las costas de oficio.
Llévese certificación de esta Sentencia a los autos principales y notifíquese al Ministerio Fiscal y a las
partes con expresión del recurso de apelación que cabe interponer frente a la misma dentro de los DIEZ
DIAS siguientes al de su última notificación, correspondiendo el conocimiento de dicho recurso a la
Audiencia Provincial de Navarra.
Lo que pronuncio, ordeno y firmo, juzgando definitivamente en la instancia por esta Sentencia, en
lugar y fecha "ut supra"".
SEGUNDO.- Notificada dicha resolución fue apelada en tiempo y forma por la representación
procesal de D. Patricio y Dª. Celsa .
TERCERO.- En el trámite del Art. 790. 5 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, el Ministerio Fiscal, D .
Carlos Daniel y el Abogado del Estado, solicitaron la confirmación de la sentencia apelada.
CUARTO.- Admitida dicha apelación en ambos efectos y remitidos los autos a la Audiencia Provincial,
previo reparto, correspondieron a esta Sección Tercera, en donde se formó el Rollo de Apelación Civil ya
referido, habiéndose realizado el señalamiento correspondiente para deliberación y fallo.
Dictada sentencia en la presente causa el día 31.5.2005 la misma fue objeto de recurso de amparo y
el Tribunal Constitucional en Sentencia de fecha 12.1.2009 acordó la nulidad de la sentencia mencionada y
que se dictase otra respetuosa con el derecho que se decía vulnerado.
QUINTO.- Se aceptan los hechos declarados probados de la sentencia apelada, que se dan por
reproducidos en la presente.
FUNDAMENTOS DE DERECHO
PRIMERO.- Interpuesto recurso de amparo por el condenado en nuestra sentencia número 68/2005,
de 31 de mayo , D. Carlos Daniel ; el mismo fue acogido por la Sala Segunda del Tribunal Constitucional en
su sentencia 3/2009, de 12 de enero de 2009, STC 003/2009 , la cual consideró vulnerado el derecho del
recurrente en amparo a un proceso con todas las garantías (art. 24.2 CE ) y, en consecuencia declaró, para
restablecerlo en su derecho, "la nulidad de la Sentencia de la Sección Tercera de la Audiencia Provincial de
Navarra núm. 68/2005, de 31 de mayo , recaída en el recurso de apelación núm. 3-2004, retrotrayendo las
actuaciones al momento anterior al de pronunciarse la mencionada Sentencia para que se dicte una nueva
respetuosa con el derecho fundamental vulnerado".
La referida sentencia constitucional estimó que "aunque formalmente la Sentencia de apelación no
modifica el relato de hechos probados de la Sentencia de instancia, lo cierto es que, al enjuiciar la conducta
del recurrente en amparo, introduce un nuevo elemento fáctico determinante de su condena, referido a la
diferente iluminación de las zonas en las que se encontraban el demandante y los dos sospechosos,
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respectivamente, cuando aquél en la persecución de éstos efectuó el disparo que acabó con la vida de uno
de ellos". Más adelante considera que "esta diferente iluminación de las zonas en las que se hallaban el
demandante de amparo y los sospechosos, más favorable para aquél y desfavorable para éstos, resulta
determinante al calificar la Audiencia Provincial de imprudente la conducta del recurrente"... "En definitiva, la
Audiencia Provincial ha modificado los hechos declarados probados por el Juzgado de lo Penal mediante la
adición de un elemento fáctico determinante de la condena del recurrente en amparo y que, como señala el
Abogado del Estado, únicamente ha podido obtenerlo mediante una nueva valoración de las declaraciones
prestadas en el acto del juicio por quienes presenciaron el desarrollo de los acontecimientos (el acusado, su
compañero, el vigilante de seguridad y el hermano del fallecido), sin que se hubiera celebrado vista en el
recurso de apelación".
Así pues, entendemos que la nueva sentencia que el Tribunal Constitucional nos ordena dictar,
respetuosa con el derecho fundamental vulnerado, exige, por un lado, valorar la acción del recurrente en
amparo sin tener en cuanta, en absoluto, la diferente iluminación de la zona "en que se hallaban el
demandante de amparo y los sospechosos", en la que se desarrollaron los hechos ; y, por otro, que de
considerarse imprudente tal acción, pese a no valorarse al efecto el extremo referido a la diferente
iluminación, habría de reproducirse lo resuelto en la sentencia anulada, incluidos los motivos del recurso no
afectados por la sentencia constitucional.
SEGUNDO.- La Ilma. Sra. Magistrado Juez de lo Penal número tres de Pamplona dictó sentencia el
día 15 de julio de 2003 , en los autos de Procedimiento Abreviado seguidos en el referido Juzgado con el
número 80/03 por un delito de homicidio imprudente, en la que absolvió al acusado D. Carlos Daniel del
delito referido del que venía siendo acusado. La acusación particular ejercida por la Sra. Celsa y por D.
Patricio , hermano del fallecido, formuló recurso de apelación en el que pidió en primer lugar que se declare
la nulidad de la sentencia dictada en primera instancia por los vicios de que adolece el relato de hechos
probados consistentes en falta de claridad y contradicción entre ellos que redundan en falta de motivación; y
en todo caso que se revoque la sentencia recurrida y se condene la acusado como autor del delito
mencionado que se le imputa, así como al pago de las indemnizaciones solicitadas en conclusiones
provisionales que en este particular fueron elevadas a definitivas, con declaración y condena de la
responsabilidad civil subsidiaria del Estado. El Ministerio Fiscal se adhirió al recurso de conformidad con lo
solicitado en su día, pidiendo la condena del Sr. Carlos Daniel .
TERCERO.- La causa se siguió por el delito de homicidio imprudente, en el auto de apertura del juicio
oral de 12.8.02 se tuvo por formulada acusación por homicidio imprudente, habiéndose acordado el
sobreseimiento provisional respecto del resto de infracciones objeto de acusación como la de asesinato y
tentativa de homicidio, tal resolución fue confirmada por auto dictado por la Sección 2ª de esta Audiencia de
18 de febrero de 2003 , mención necesaria en tanto que la calificación y acusación mencionada se proyecta
sobre todos los motivos del recurso, ya que los mismos deben afrontarse desde la perspectiva citada.
Insistimos nuevamente en que el Tribunal de apelación no puede obviar tampoco que el recurso que
tiene ante sí lo es frente a una sentencia absolutoria y que las pruebas practicadas durante el acto del juicio,
además de los informes de Balística, de Policía Científica y de autopsia, estuvieron constituidas,
esencialmente, por la declaración del acusado, la de su compañero, la del guarda jurado y la de Patricio
hermano del fallecido, pruebas de índole subjetiva que una vez valoradas por la juez de la instancia
determinaron que la misma obtuviese la conclusión absolutoria plasmada en la sentencia recurrida.
En relación con esta cuestión dijimos en nuestra sentencia de 28.12.04 lo siguiente: "Se ha venido
manteniendo, por ejemplo en la sentencia de la Sala 2ª del TS de 21 noviembre 2003 EDJ 2003/158347 ,
que "el juicio sobre la prueba producida en el juicio oral es sólo revocable en casación en lo que concierne a
su estructura racional, es decir, en lo que respecta a la observación por parte del Tribunal de los hechos de
las reglas de la lógica, los principios de la experiencia y los conocimientos científicos. Por el contrario
constituye doctrina de esta Sala que son ajenos al objeto de la casación aquellos aspectos del juicio que
dependen sustancialmente de la inmediación, o sea de la percepción directa de las declaraciones prestadas
en presencia del Tribunal de instancia. En este sentido se ha señalado repetidamente que la cuestión de la
credibilidad de los testigos y la apreciación del contenido detallado de su testimonio queda fuera, salvo
supuestos excepcionales, de las posibilidades de revisión en el marco del recurso de casación, dada la
naturaleza de este recurso y la imposibilidad de que el Tribunal que lo resuelve disponga de las ventajas y
garantías que proporcionan en la valoración probatoria la inmediación y la contradicción (SSTS. 22 de
septiembre de 1992, 30 de marzo de 1993 y 28 de enero de 2000, núm. 64/2000 , entre otras)".
Doctrina que "mutatis mutandis" sería aplicable a la apelación en razón sobre todo del carácter
personal de las pruebas referidas y la eficacia que deriva del principio de inmediación, todo ello, en sintonía
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con la doctrina contenida en la sentencia del TC Pleno de 167/2002, de 18 de septiembre en cuanto afirma,
como lo había anticipado el Tribunal Supremo, que no puede el Tribunal "ad quem" revisar la valoración de
las pruebas practicadas en la primera instancia, cuando por la índole de las mismas es exigible la
inmediación y la contradicción, "en caso de apelación de sentencias absolutorias, cuando aquélla se funda
en la apreciación de la prueba, si en la apelación no se practican nuevas pruebas, no puede el Tribunal "ad
quem" revisar la valoración de las practicadas en la primera instancia, cuando por la índole de las mismas
es exigible la inmediación y la contradicción" o lo que es igual "el respeto a los principios de inmediación y
de contradicción impide a un Tribunal que revisa el enjuiciamiento en vía de recurso, y que por tanto no ha
podido contemplar de forma directa la práctica de las pruebas personales, modificar la valoración de dichas
pruebas efectuada por el órgano a quo que es el que ha dispuesto de la inmediación".
No obstante, si bien es verdad que la prueba producida en el juicio oral es inmune a la revisión en vía
de recurso en lo que depende de la inmediación también lo es, como decíamos en nuestra sentencia de 1
de diciembre de 2004 , que es susceptible de ser revisada "en lo que concierne a la estructura racional del
discurso valorativo y concretamente a los denominados juicios de inferencia, y ello es así porque, con
arreglo, por ejemplo, a la doctrina contenida en la sentencia del TS de 31.5.1999 , el relato de hechos
probados de una sentencia de primera instancia es vinculante cuando expresa hechos, acontecimientos o
sucesos, pero no cuando contiene juicios de inferencia, que puedan ser revisados siempre que se aporten
elementos que pongan de relieve la falta de lógica y racionalidad del juicio, en relación con los datos
objetivos acreditados, siendo ello así porque el juicio de inferencia, juicio deductivo, no depende de ordinario
de la inmediación, sino de un juicio de racionabilidad que ha de tener su base objetiva en datos externos
que se declaren previamente probados, de donde resulta la posibilidad de modificar el referido juicio a
través del recurso cuando no sea razonable". Del mismo modo no cabe duda de la posibilidad de corregir a
través de esta vía los errores de subsunción en que se haya podido incurrir, derivados de una inadecuada
interpretación de las normas penales y de la doctrina jurisprudencial. Por eso, en relación con el error en la
apreciación de la prueba la doctrina mencionada lo limita a aquéllos que puedan ser acreditados en
apelación sin necesidad de revisar la valoración de las pruebas practicadas en la primera instancia, cuya
naturaleza exija la inmediación y la contradicción, cual sucedería, por ejemplo, con la prueba documental o
con la pericial a condición de que se cumpliesen los requisitos que al efecto ha elaborado la jurisprudencia,
vid. por ejemplo las sentencias de la Sala 2ª de 21 de enero, 13 de febrero y de 5 de diciembre de 2001
respectivamente, entre otras muchas.
CUARTO.- Delimitados los contornos del recurso y, por ende, las facultades del Tribunal de apelación
respecto de la revisión de la sentencia objeto de la alzada, corresponde ahora estudiar los concretos
motivos que configuran el recurso.
El primero de los motivos de la apelación se refiere a la falta de claridad en el relato de hechos
probados y contradicción entre los hechos de tal clase, y en este particular se denuncia la existencia de
vacíos narrativos que afectan a las circunstancias que la normativa específica de los Cuerpos y Fuerzas de
Seguridad contempla en orden al uso de armas; gravedad de los hechos que motivaron la intervención
policial; situación y descripción del inmueble, su iluminación; ambigüedades relativas al lugar donde
aparecieron los casquillos; elementos que portaban los agresores; número exacto de disparos; así como la
forma en que se describe el episodio relativo a la entrega del arma, pues en principio según se relata en la
sentencia se entrega "algo", luego, entre paréntesis se dice que un arma, para luego aludir a un arma
susceptible de disparar; añadiéndose que la sentencia tampoco cumple con el deber de motivación, en
cuanto no expresa las razones en las que la juez fundamenta su convicción, deber que alcanza tanto a los
hechos como a los fundamentos jurídicos.
Como señala la sentencia del TS de 15.9.2000 "para que el órgano jurisdiccional pueda realizar el
juicio de valoración jurídico-penal y determinar la existencia de un determinado delito, o de un subtipo
agravado o atenuado, o de otras circunstancias que influyen en la responsabilidad criminal, es
absolutamente indispensable que haya realizado previamente el juicio histórico que recae sólo y
exclusivamente sobre los hechos «haciendo declaración expresa y terminante de los que se estimen
probados», según la dicción literal de la regla 2ª del art. 142 de la LECr . lo que excluye rotundamente
dudas o incertidumbres pues tanto la pena -y su entidad mayor o menor- como la absolución, exigen una
certeza histórica sobre los hechos enjuiciados. Cuando falta esa certeza la sentencia incide en vicio
procesal... que comprende aquellos supuestos en que la relación fáctica es tan imprecisa que permite
soluciones alternativas, por incurrir en omisiones sobre extremos trascendentes para la calificación jurídica
y, en definitiva, sobre los que han de servir de base para los distintos pronunciamientos que el fallo debe
contener".
La sentencia del TS de 28.10.96, con cita de las de la misma Sala y Tribunal de 23 febrero, 12 enero
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1996 y 9 octubre 1995, entre otras, indica que "la falta de claridad ... se produce no sólo cuando
gramaticalmente resulte incomprensible el «factum» (por ambigüedad, por oscuridad, por deficiente
redacción, por imprecisión) sino también cuando por la omisión de datos o circunstancias importantes se
impide conocer la verdad de lo acontecido, con la lógica consecuencia de que entonces se hace imposible
determinar la existencia del delito, la participación concreta del acusado, la concurrencia de circunstancias
modificativas o incluso el contenido de los distintos pronunciamientos civiles, si se quiere actuar dentro de
las estructuras de lo que debe ser la tutela judicial efectiva. Es así pues que si la omisión de tales
circunstancias es notoriamente trascendente hasta el punto de impedir la comprensión del fallo judicial, es
fácilmente asumible el defecto procesal. La alegación exitosa del defecto necesita: a) que en la narración
exista incomprensión, duda, confusión u omisiones, en referencia siempre a puntos esenciales del relato
histórico como antecedente obligado del silogismo judicial; b) que tales oscuridades o incomprensiones
guarden una directa relación con la calificación jurídica de la sentencia; y c) que esa falta de entendimiento
provoque realmente un evidente vacío descriptivo en los hechos probados".
De otro lado la contradicción exige, según la doctrina contenida en la sentencia de 12 febrero 1996
una serie de condicionantes ...Conforme a ella es preciso y necesario para la prosperabilidad de la
contradicción: a) que la misma sea interna, como producida dentro de los hechos probados, pero no entre
éstos y los fundamentos jurídicos, a salvo el supuesto excepcional que a continuación se dirá; b) que sea
gramatical, no meramente ideológica, es decir, que los hechos comprendidos en el «factum» sean
contradictorios, irreconciliables y antitéticos, de forma tal que la afirmación de uno implique la negación del
otro; c) que en razón de ello sea manifiesta, patente e insubsanable, pues ni siquiera con la integración de
otros pasajes del relato puede rehacerse la comprensión y la compatibilidad mutua y recíproca de los
hechos contradictorios; y d) que la contradicción sea esencial porque afecte a partes fundamentales del
silogismo judicial, y a la vez causal no sólo por tratarse de expresiones imprescindibles sino porque además
determinen el fallo poniendo de manifiesto la incongruencia existente entre lo que se acuerda y sus
antecedentes fácticos.
Pues bien, teniendo en cuenta que la acusación fue por homicidio imprudente, y partiendo,
obviamente de tal dato, la Sala considera que, pese a no ser modélica la redacción de los hechos probados
que contiene la sentencia impugnada, los mismos no incurren en el vicio que se denuncia. En efecto, los
hechos probados no son incomprensibles ni adolecen de omisiones esenciales, ya que, en todo caso, las
señaladas por la parte recurrente ni son de tal entidad ni son determinantes respecto de la calificación
jurídica pertinente. En esencia los hechos que la sentencia declara probados permiten conocer que tres
personas se introdujeron en las instalaciones de una empresa de noche, que una vez descubiertos por el
vigilante de la empresa y dado aviso a la Policía acudió una dotación compuesta por dos agentes quienes
junto con el vigilante intentaron localizar a los intrusos, y estos al verse descubiertos iniciaron la huida,
siendo perseguidos por los funcionarios de policía y el vigilante, que en el curso de la misma aquéllos
acometieron a éstos con un hacha, y que posteriormente el acusado continuó persiguiendo a dos de los
intrusos y al llegar a un pasillo con las circunstancias e iluminación que describe el "factum" uno de ellos
entregó un arma corta al otro, que se encontraba frente al agente, apuntándole a este, momento en que el
referido agente disparó alcanzando al individuo que había hecho la entrega del arma y que se disponía a
huir, quien resultó ser Lucas , el cual falleció como consecuencia de la herida recibida.
En cuanto a la forma en que se describe el episodio relativo a la entrega del arma el hecho probado
resulta perfectamente inteligible, debiéndose añadir que se describe la entrega de "algo", especificándose
entre paréntesis que se trataba de un arma corta, no existe por lo tanto la ambigüedad denunciada ni
omisión relevante. La cuestión relativa a las circunstancias en las que la actuación policial se desarrolló
aparecen en el relato histórico, y las correspondientes a la normativa que rige la actuación de las Fuerzas y
Cuerpos de Seguridad son más bien cuestiones jurídicas que no tiene por qué incluirse en los hechos
probados de la sentencia. En cuanto a la motivación a que alude el recurrente la misma se desprende del
contenido y fundamentación jurídica de la sentencia recurrida.
Lo propio sucede respecto de la contradicción invocada. La Sala no aprecia su concurrencia en los
términos necesarios para la configuración del vicio mencionado, en cuanto que respecto de los tan repetidos
hechos probados no confluyen los requisitos jurisprudencialmente exigidos al efecto, obsérvese que la
omisión de datos o circunstancias importantes para configurar el vicio denunciado ha de ser de tal entidad
que impida conocer la verdad de lo acontecido, con la lógica consecuencia de que se haga imposible
determinar la existencia del delito, la participación concreta del acusado, la concurrencia de circunstancias
modificativas etc. pues, como dice la sentencia del TS de 23.1.02 con cita de varias más, "no es necesario
que las sentencias recojan todos y cada uno de los hechos que han quedado probados sino solamente
aquellos que han de servir de base a la subsunción y a los distintos pronunciamientos que el fallo debe
contener"; consideramos, por lo tanto, que no concurre ni la falta de claridad ni la contradicción a las que se
refiere la parte recurrente, lo que determina el rechazo del motivo.
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QUINTO.- El segundo de los motivos del recurso se refiere a la existencia de error en la apreciación
de la prueba y no puede merecer mejor suerte que el anterior porque las pruebas practicadas que sirvieron
de sustento a la sentencia ahora impugnada fueron, esencialmente, pruebas de carácter personal, supuesto
en el que el principio de inmediación posee especial relevancia, habiéndose afirmado que el referido
principio alcanza un especial significado e intensidad en las pruebas de índole subjetiva como las referidas,
que el Tribunal de Apelación no puede, ni debe en principio revisar, en cuanto se trata de pruebas que, por
su naturaleza, no ha podido ver ni oír directa y personalmente (STS 11-3-91 ). Por esta razón, el Tribunal de
alzada debe mantener como norma general la valoración probatoria realizada por el juez "a quo", como
tiene reiteradamente declarado una doctrina jurisprudencial que por conocida hace ociosa su cita, salvo que
las conclusiones obtenidas por aquél sean ilógicas, erróneas, o no se correspondan racionalmente con el
resultado probatorio, y es que al haberse practicado las pruebas en la vista oral presidida por él con
inmediación, es quien está en mejores condiciones para poder apreciar aquéllas libremente según los
dictados de su conciencia tal y como dispone el artículo 741 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal .
Al amparo de este motivo, vuelven a invocarse alguna de las cuestiones alegadas en el motivo
anterior y otras que atañen a las circunstancias en las que se produjo el disparo que mató a Lucas , cuyo
estudio estimamos que debe realizarse al resolver el motivo relativo al error de derecho, al considerar la
inaplicación denunciada del art. 142 del CP . del homicidio imprudente del que se acusa al Sr. Carlos Daniel
.
Respecto de las cuestiones citadas, cuyo examen corresponde realizar en el seno del motivo dirigido
a demostrar la existencia de error en la apreciación de la prueba, partiendo de las consideraciones que
acabamos de hacer y de las limitaciones que nos impone el carácter absolutorio de la sentencia de
instancia, puede afirmarse que la valoración probatoria realizada en la sentencia referida no puede tacharse
de ilógica, errónea o de que sus conclusiones repugnen a las reglas y normas del criterio humano. En efecto
no resulta incongruente la conclusión obtenida respecto de las hachas y mazos que los intrusos portaban, ni
las cuestiones relativas a la ubicación de los casquillos, el lugar donde se encontraron, tienen virtualidad
suficiente para dar lugar a la existencia de error. Señala la parte recurrente que no puede estimarse como
probada la entrega del arma y la forma en que la misma se describe en los hechos probados. La juez de la
primera instancia creyó la versión que de los hechos ofreció el propio acusado, en realidad el episodio de la
entrega del arma y posterior disparo del agente tan sólo pudo ser apreciado por él mismo y por los dos
individuos a los que perseguía, habiéndose razonado suficientemente en la sentencia recurrida las razones
por las cuales la juez no estimó creíble lo declarado por el hermano de la víctima. En cualquier caso aunque
había poca luz, como declaró el vigilante y pese a que este vio que llevaban los intrusos algo en la mano sin
poder distinguir qué, y pese a que el propio acusado declaró inicialmente que no apreció armas, lo cierto es
que después a preguntas de la juez declaró que vio el arma cuando el contrario estaba en posición de
disparo y que se trataba de un arma corta. Así pues la conclusión obtenida acerca de la existencia del arma
en poder de los individuos que entraron en la empresa es inobjetable desde el punto de vista doctrinal al
que nos hemos venido refiriendo, no es ilógica ni contraviene las reglas del criterio humano. Lo propio
sucede respecto del momento y modo en que uno de los individuos entrega el arma al otro, pues aunque la
zona, como toda la fábrica según el "factum", estaba en semioscuridad lo cierto es que con arreglo a los
hechos declarados probados tal episodio se produjo "cuando se encontraban dos de ellos al fondo del
pasillo iluminados únicamente por la luz de emergencia", de modo que no puede tacharse de ilógica la
conclusión obtenida en este punto por la juez de la primera instancia. Tampoco cabe admitir que no se
pudiera ver la entrega porque ambos individuos se tapasen uno al otro, pues es posible que tal
obstaculización no se produjese, lo que determina que no pueda apreciarse el error que invoca la parte
recurrente.
En suma, pues, la juez «a quo», después de la valoración de la prueba llegó a la convicción de que
los hechos se produjeron tal como se plasman en el «factum» de la resolución recurrida. De ahí que el uso
que haya hecho el juez de su facultad de libre apreciación o apreciación en conciencia de las pruebas
practicadas en el juicio, reconocida en el artículo 741 LECr , únicamente pueda ser rectificado en los
términos a los que antes nos hemos referido, y como las conclusiones obtenidas no pueden tildarse de
ilógicas y derivan racionalmente de las pruebas que se practicaron debemos rechazar el motivo alegado
como antes se indicó, lo que significa que deba permanecer intacta la declaración de hechos probados
contenida en la sentencia recurrida, de la que habrá de partirse para resolver los restantes motivos de
apelación.
SEXTO.- El tercero de los motivos del recurso está referido a la existencia de error de derecho, al
considerar infringido, por no aplicación, el art. 142 1 y 3 del CP . preceptos cuyo tenor literal es el siguiente:
"El que por imprudencia grave causare la muerte de otro, será castigado, como reo de homicidio
imprudente, con la pena de prisión de uno a cuatro años". "Cuando el homicidio fuere cometido por
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imprudencia profesional se impondrá además la pena de inhabilitación especial para el ejercicio de la
profesión, oficio o cargo por un periodo de tres a seis años".
La doctrina jurisprudencial considera que la existencia del ilícito imprudente precisa de la
concurrencia de una acción lesiva de una norma de cuidado, productora del resultado descrito en el
precepto, lo que configura el elemento objetivo del tipo. En este particular, la acción infractora de la norma
de cuidado obliga a tener en cuenta de un lado el deber de cuidado interno que obliga a advertir la
presencia del peligro en su gravedad aproximada como presupuesto de toda acción imprudente; es la
existencia de este deber el que permite sancionar la culpa inconsciente que equivale a la imprudente falta
de previsión del peligro que se concreta en el resultado; y, de otro, el deber de cuidado externo, que
consiste en el deber de comportarse externamente conforme a la norma de cuidado previamente advertida y
como implica esa advertencia previa se imputa subjetivamente en los supuestos de culpa consciente. Por
eso, ante conductas igualmente peligrosas las realizadas con culpa consciente son más reprochables que
las realizadas con culpa inconsciente (SAP de Madrid de 3.3.2000 ). En segundo lugar, aspecto subjetivo
del tipo, es preciso que el agente haya querido la realización de la conducta descuidada ya sea con
conocimiento del peligro que en general entraña (culpa consciente) o sin ese conocimiento (culpa
inconsciente), y que, en cambio, el autor no haya querido el resultado producido. En tercer lugar es
necesaria la concurrencia de la correspondiente relación causal de modo que el resultado producido,
previsible y evitable de haberse actuado conforme lo requería la norma de cuidado, pueda imputarse
objetivamente al descuido del agente, a la infracción del deber mencionado. En este sentido la sentencia del
TS de 30.6.2004 indica: "Las infracciones culposas o por imprudencia, sean delito o falta, están constituidas
por los siguientes elementos: a) la producción de un resultado, previsto como tal en el ordenamiento
punitivo; b) la infracción de una norma de cuidado, cuyo aspecto interno es del deber de advertir la
presencia del peligro, y cuyo aspecto externo es el deber de comportarse conforme a las normas de cuidado
previamente advertido; y c) que se haya querido la conducta descuidada, con conocimiento del peligro o sin
él, pero no el hecho resultante de tal conducta".
SÉPTIMO.- Expuesto lo anterior es necesario ahora aludir a la doctrina recaída para distinguir la
imprudencia grave de la leve, al objeto de determinar la calificación jurídica que merece la actuación del
acusado en relación con los hechos enjuiciados, sobre todo si los mismos pueden encuadrarse en el ámbito
de la imprudencia grave, como exige el tipo del art. 142.1 CP . En este aspecto la sentencia de la Sección 1ª
de esta Audiencia de 8 abril 2003 , indica que, "...según reiterada doctrina del Tribunal Supremo, puesta de
manifiesto, entre otras, en la Sentencia de 19 de diciembre de 2001 para distinguir la imprudencia grave...
de la leve... habrá de atenderse: A) A la mayor o menor falta de diligencia mostrada en la acción u omisión.
B) A la mayor o menor previsibilidad del evento que sea el resultado. C) A la mayor o menor gravedad de la
infracción del deber de cuidado que según las normas socio culturales del agente se espera... Concurrirá la
imprudencia temeraria, y a partir del nuevo Código Penal, la grave, cuando en la conducta del acusado se
aprecia la ausencia de las más elementales medidas de cuidado, causante de un efecto lesivo o dañino
fácilmente previsible, y el incumplimiento de un deber exigido a toda persona en el desarrollo de la actividad
que ejercita. La desatención a las más elementales normas de cautela y a los deberes de cuidado más
esenciales caracteriza la imprudencia temeraria y la grave..." (Sentencia del Tribunal Supremo de fecha 19
de diciembre de 2001 , con cita de otras varias anteriores). En igual sentido, tiene declarado el Tribunal
Supremo que "el problema del grado del injusto y de desvalor de la acción... depende siempre de la
infracción de la norma de cuidado y del grado de peligrosidad de la conducta, pues según constante
jurisprudencia la diferencia entre imprudencia grave... dependerá... del grado de poder de previsión... y del
grado de la infracción del deber de cuidar..., correspondiéndose la imprudencia grave a un grado importante
o muy importante de un descuido evidente sin guardar la diligencia que en cada caso le sea exigible"
(Sentencia del Tribunal supremo de fecha 16 de marzo de 2001 )".
En efecto, la sentencia del TS de 30.6.04 precisa que "La diferencia existente entre la falta... (art.
621.2 ) y el delito imprudente (art. 142.1 ) estriba en el módulo de la imprudencia desplegada, toda vez que
el delito requiere que la imprudencia sea grave y la falta, leve. La jurisprudencia ha señalado, por otro lado,
con reiteración que tal imprudencia grave se equipara con el antiguo concepto de imprudencia temeraria del
art. 565 del Código Penal de 1973 ...". Como dice la Sentencia 966/2003, de 4 de julio , el criterio
fundamental para distinguir entre ambas clases de imprudencia ha de estar en la mayor o menor intensidad
o importancia del deber de cuidado infringido, ya que la infracción de tal deber constituye el núcleo central
acerca del cual gira todo el concepto de imprudencia punible. La previsibilidad es un elemento inherente al
mismo concepto de deber de cuidado. Sólo lo que es resultado previsible puede servir para afirmar que
alguien ha omitido el deber de cuidado. Tal deber es inconcebible respecto de resultados no previsibles, en
sentido potencial. Señala dicha Sentencia «que el nivel más alto de la imprudencia está en la llamada
«culpa con previsión», cuando el sujeto ha previsto el resultado delictivo y pese a ello ha actuado en la
confianza de que no habrá de producirse y rechazándolo para el supuesto de que pudiera presentarse. Aquí
está la frontera con el dolo eventual, con todas las dificultades que esto lleva consigo en los casos
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concretos. En el vértice opuesto se encuentra la culpa sin previsión o culpa por descuido o por olvido, en
que el sujeto no prevé ese resultado típico, pero tenía el deber de haberlo previsto porque en esas mismas
circunstancias un ciudadano de similares condiciones personales lo habría previsto. Es la frontera inferior de
la culpa, la que separa del caso fortuito. Aparte de las dificultades prácticas que, por lo general, se plantean
para saber si una persona ha previsto o no un resultado que es consecuencia de su propio comportamiento,
es lo cierto que tampoco este criterio sirve para distinguir la imprudencia grave de la leve, pues hay casos
en los que la no previsión revela una conducta de desidia o abandono de sus deberes por parte del sujeto
que hace especialmente reprochable su conducta y obliga a calificarla como imprudencia grave». De modo
que hay que estar a las circunstancias del caso concreto: son las que sirven de guía para calificar una
conducta imprudente como grave o como leve. En efecto, «la gravedad de la imprudencia está directamente
en relación con la jerarquía de los bienes jurídicos que se ponen en peligro y con la posibilidad concreta de
la producción del resultado lesivo. En otros términos: cuando la acción del autor genera un peligro para un
bien jurídico importante en condiciones en las que la posibilidad de producción del resultado son
considerables, la imprudencia debe ser calificada de grave. En estos casos, la diferencia que caracteriza a
la imprudencia grave respecto del dolo eventual reside en la falta de conocimiento del peligro que
concretamente se genera por parte del autor» (Sentencia 2235/2001, de 30 de noviembre ). A lo expuesto
debe añadirse que la determinación de los diversos grados de culpa no puede realizarse atendiendo al
resultado alcanzado, resultado en el que en muchas ocasiones interviene el azar, ni tampoco valorando la
ausencia o presencia de infracciones administrativas, sino que ha de lograrse exclusivamente uniendo el
alcance cualitativo de la culpa con objeto de conocer su real dimensión de acuerdo con sus elementos
constituyentes y con su intrínseca intensidad: grave cuando se infrinja un deber mínimo de cuidado y leve
en otro caso, atendidas especialmente las circunstancias concurrentes en las que el agente se vio inmerso.
OCTAVO.- Teniendo en cuenta la doctrina precedente corresponde ahora examinar, a la luz de los
hechos declarados probados, si el acusado incurrió en el ilícito descrito en el art. 142.1 del CP , como
entiende la parte recurrente, al disparar y ocasionar la muerte de Lucas o si, por el contrario, su acción está
exenta de responsabilidad o puede calificarse como constitutiva de la falta descrita en el art. 621.2 del CP
que castiga a "los que por imprudencia leve causaren la muerte de otra persona...", la cuestión nuclear
reside en determinar en primer lugar si la acción del acusado puede considerarse como constitutiva de
imprudencia grave o sólo leve.
Para ello, además de tener en cuenta las consideraciones y circunstancias referidas conviene traer a
colación las normas que rigen el uso de armas de fuego por parte de los agentes de Policía. En este sentido
el art. 5. 2, apartados c) y d) de la Ley Orgánica 2/1986, de 13 marzo de Fuerzas y Cuerpos de Seguridad
dispone lo siguiente "c) En el ejercicio de sus funciones deberán actuar con la decisión necesaria, y sin
demora cuando de ello dependa evitar un daño grave, inmediato e irreparable; rigiéndose al hacerlo por los
principios de congruencia, oportunidad y proporcionalidad en la utilización de los medios a su alcance. d)
Solamente deberán utilizar las armas en las situaciones en que exista un riesgo racionalmente grave para
su vida, su integridad física o la de terceras personas, o en aquellas circunstancias que puedan suponer un
grave riesgo para la seguridad ciudadana y de conformidad con los principios a que se refiere el apartado
anterior".
Conviene ahora recordar que el relato de hechos probados nos indica que iniciada la persecución de
los intrusos, accedieron a un pasillo y estando al fondo del mismo, Lucas , que se encontraba de espaldas
al acusado, entregó un arma corta al otro el cual, estando de frente al agente de Policía, le apuntó,
momento en el que dicho agente disparó alcanzando al referido Lucas ocasionándole la muerte. Nos dice
también el "factum" que en la nave no había otra iluminación que las luces de "urgencia" y que la fábrica se
encontraba en semioscuridad "no pudiendo apreciarse caras sino siluetas", en cuanto al episodio del
disparo efectuado por el agente, resulta que la acción se desarrolla en un pasillo, al fondo del cual se
encontraban los delincuentes "iluminados únicamente por la luz de emergencia", el agente percibe que le
apuntan con un arma corta yendo a la carrera y en tal situación disparó, alcanzando a quien no le estaba
apuntando, consiguiendo huir quien lo hizo.
Es conveniente destacar, como continuación de las consideraciones que hicimos al principio de este
fundamento, que tratándose de funcionarios policiales dentro de su cometido profesional entra el arriesgar
su propia integridad en defensa del orden y precisamente por ello se les dota de especial preparación y se
les equipa con los medios necesarios incluso con armas de fuego, por eso debe tenerse siempre en cuenta,
además de los criterios y principios que rigen su actuación, antes mencionados, que la aniquilación del
delincuente, incluso cuando se trata de agresor violento, solo cabe si es imposible actuar de otra manera.
Se ha dicho que si de la comparación entre el deber objetivo de cuidado y la conducta realizada
resulta que ésta ha quedado por debajo de lo que el cuidado objetivo exigía, se habrá lesionado dicho deber
y, por lo tanto la conducta será típica a los efectos de constituir el tipo de injusto del ilícito imprudente.
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En este sentido la acción desplegada por el acusado fue la de disparar con arma corta yendo a la
carrera, en lugar que se encontraba en semioscuridad y encontrándose el lugar donde se hallaban los
delincuentes iluminado exclusivamente por la luz de emergencia, de modo que el disparo se realizó cuando
uno de éstos había apuntado, no había llegado a disparar y en una zona de semioscuridad, como estaba
toda la fábrica según los hechos probados, en la que se encontarban el agente y los intrusos, en tal tesitura,
y pese a eliminar, como nos ordena la sentencia constitucional, la cuestión relativa a la diferente
iluminación, seguimos apreciando que un profesional como el acusado debió haber advertido el peligro que
entrañaba hacer uso de su arma de fuego, corta, y además a la carrera, en el curso de la huida de los
delincuentes, en la circunstancias en que lo hizo, lo que añade mayor imprecisión si cabe al disparo y
entraña, por ello, mayor riesgo; por lo tanto, una persona experta como el acusado lo era, hubiera debido
acomodar su actuación al riesgo mencionado y evitar hacer uso de su arma en las condiciones referidas,
sobre todo cuando la acción desplegada por el agente es susceptible de generar un evidente peligro para
un bien jurídico importante como lo es la vida, siendo considerables las posibilidades de ocasionar un
resultado tan grave como el producido; resultado desde luego previsible y evitable si el agente hubiera
acomodado su actuación a los postulados exigidos por la norma de cuidado cual era no haber disparado en
las condiciones en que lo hizo, de suerte que el resultado producido puede objetivamente imputarse a la
infracción del deber de cuidado exigible al agente. Por otra parte considera la Sala que el acusado, aún
habiéndose visto apuntado por uno de los delincuentes, hubiera podido actuar de otro modo, esto es,
existían alternativas al uso de armas de fuego, sin que pueda obviarse que la acción se desarrolló en zona
de semioscuridad, de modo que hubiera podido eludir la necesidad de usar el arma al menos inicialmente
protegiendo no obstante su integridad física arrojándose al suelo, por ejemplo, y aprovechando las
oportunidades que le daba la semioscuridad de la zona donde se encontraban, de ahí que no quepa
apreciar necesidad en el uso del arma, ni tampoco proporcionalidad en la utilización de la misma. Ello no
obstante la Sala valora y pondera las difíciles circunstancias en que el agente se vió envuelto como
consecuencia de la actuación de los intrusos, pero las mismas se tienen en cuenta para degradar la
responsabilidad, que configuramos como constitutiva de leve imprudencia, como señalamos a continuación.
En efecto, llegados a este punto, y afirmada la concurrencia de los elementos definidores del ilícito
imprudente, corresponde determinar si el mismo ha de calificarse como grave o leve; en este sentido, pese
a que se puso en peligro un bien jurídico importante y pese a que la previsibilidad de ocasionar un resultado
fatal como el producido era considerable, considera la Sala que deben tenerse en cuenta, como acabamos
decir, el conjunto de circunstancias en que se desarrolló la acción imprudente imputada al acusado y en
este particular los hechos que se declararon probados describen que los delincuentes, momentos antes de
producirse el disparo que alcanzó a Lucas , acometieron a los perseguidores cuando estos doblaban un
pasillo, intentando agredirles con un hacha, así como que no obedecieran a las voces de "alto policía", si a
ello se añade la persecución que se inició y el hecho de haber sido apuntado el agente con un arma corta y,
desde luego, la tensión vivida como consecuencia de la actuación de los delincuentes; es evidente que se
trata de circunstancias que han de tenerse en cuenta para valorar la entidad de la falta de diligencia del
agente, la gravedad de la infracción de la norma de cuidado así como el grado de previsión en concreto y
ponderación de las circunstancias que el acusado hubo de afrontar en la situación de tensión vivida, por lo
que estima la Sala que no puede sino concluirse considerando como leve la infracción imprudente
reprochable al acusado, art. 621.2 del CP , puesto que, pese a todo, no pueden dejarse de valorar a estos
efectos la situación anímica del funcionario de la Policía, la situación en la que se vio inmerso y la rapidez
de los acontecimientos que impide la reflexión y serenidad suficiente para ponderar las circunstancias y
elegir friamente el medio más idóneo para la protección de su integridad.
NOVENO.- Debemos señalar por otra parte, tratándose de agente de Policía, por lo tanto de
profesional de la seguridad, que incluso en los supuestos de agresión contra tales funcionarios, es más que
discutible que respecto de los mismos, y con mayor razón en el caso sometido a nuestra consideración,
pudiera apreciarse la circunstancia relativa a la legítima defensa no sólo por carecer de suficiente
especificidad respecto de los funcionarios policiales sino porque en el caso enjuiciado hubo "error en el
golpe" de suerte que en todo caso, la circunstancia a aplicar hubiera debido ser más bien la de estado de
necesidad del art. 20 5ª, aplicación no exenta de dificultades en razón del tercero de los requisitos
necesarios al efecto; en cualquier caso se viene sosteniendo que la muerte del agresor violento sólo queda
penalmente justificada si puede apreciarse la circunstancia 7ª, cumplimiento de deber o ejercicio legítimo de
oficio o cargo, del precepto mencionado, pero, de nuevo, como hemos visto la apreciación de la eximente
tanto completa como incompleta requiere no solo el respeto a los criterios de racionalidad, proporcionalidad
y congruencia sino también, S.T.S. 16.1.98 y 12.3.02 , la necesidad en abstracto y en concreto del uso de
las armas, esto es, necesidad de un mal grave que no pudiera excluirse por otros medios, requisito que a
juicio de la Sala no concurre en cuanto que pudieron haberse utilizado otros medios o sistemas en lugar del
recurso al disparo; a lo que cabe añadir que en todo caso la concurrencia de las circunstancias
mencionadas ha de probarse cumplidamente por parte de quien las invoca.
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DÉCIMO.- En consecuencia si bien los hechos declarados probados no son constitutivos de un delito
de homicidio imprudente del art. 142. 1 , debiendo en este aspecto desestimarse el recurso y confirmarse en
este particular la sentencia recurrida; sí lo son de una falta de imprudencia leve tipificada en el art. 621. 2
del C.P . que castiga a los que por imprudencia leve causaren la muerte de otra persona, de la que es autor
penalmente responsable Carlos Daniel , en quien no concurren circunstancias modificativas de la referida
responsabilidad.
Dispone el art. 638 que en la aplicación de las penas correspondientes a las faltas, los Jueces y
Tribunales procederán según su prudente arbitrio, en función de las circunstancias del caso, sin ajustarse a
las reglas contenidas en los arts. 61 a 72 del Código . Por consiguiente y dando aquí por reproducidas
cuantas circunstancias se han expuesto a lo largo de esta resolución, a la vista del modo en que se
desarrollaron los hechos, la entidad de la infracción del deber de cuidado cometido por el acusado y de la
situación en la que se vio inmerso, estimamos adecuada la imposición de la pena de multa de un mes, con
arreglo a una cuota diaria de 50 euros, en total 1.500 euros.
La cuantía de la cuota establecida lo es en función de las circunstancias mencionadas en el art. 50. 5
del C. P . y, por lo tanto, del sueldo que percibe como funcionario del Estado, tal y como consta en la pieza
de responsabilidad civil, cargas familiares y patrimonio de acusado, el cual es, además, titular de un
vehículo Opel Zafira, lo que permite la determinación de la cuota diaria de multa en la suma mencionada,
puesto que una cifra menor vaciaría de contenido efectivo la sanción en su conjunto, de modo que no
cumpliría adecuadamente su función de prevención general positiva. Siendo asimismo de aplicación la
responsabilidad personal subsidiaria regulada en el art. 53 CP, consistente en un día de privación de
libertad por cada dos cuotas diarias no satisfechas.
UNDÉCIMO.- Con arreglo a lo dispuesto en el art. 116 C.P ., toda persona criminalmente responsable
de un delito o falta lo es también civilmente, si del hecho se derivan, cual aquí sucede, daños o perjuicios, y,
en este sentido, ha de tenerse en cuenta que la indemnización de perjuicios morales y materiales
comprende tanto los causados al agraviado, como los irrogados a sus familiares o a terceros.
No obstante lo anterior considera la Sala, a la vista de las actuaciones, hechos y circunstancias
expuestas en la presente resolución, que debe hacerse uso en este particular de lo dispuesto en el art. 114
del C. P ., pues es innegable que la víctima contribuyó de forma muy importante a la producción del daño y
perjuicio; en este sentido no puede obviarse que el fallecido, junto con sus compañeros, accedió ilícitamente
a la factoría de la empresa SANYO siendo de noche para la comisión de algún hecho delictivo, que al ser
sorprendidos tanto él como las personas que le acompañaban, no sólo hicieron caso omiso a las órdenes
de "Alto Policía", sino que acometieron a los agentes y vigilantes con un hacha y luego, posteriormente, en
su huida, el compañero del fallecido llegó a apuntar con un arma corta al agente de policía acusado, todo
ello supone, como hemos dicho, una importantísima contribución del delincuente fallecido al daño que le fue
inferido, lo que determina que deba moderarse la indemnización correspondiente.
En este aspecto, el art. 6. 1 letra c) de la Ley 35/95 de 11 de diciembre , de asistencia y ayuda a las
víctimas de los delitos violentos y contra la libertad sexual, establece para los casos que regula una cuantía
indemnizatoria para caso de muerte consistente en 120 mensualidades del Salario Mínimo Interprofesional
vigente a la fecha del fallecimiento, así pues siendo el salario referido del año 2.000 de 424,80 # al mes,
multiplicado por 120, arroja la suma de 50.976 #, criterio el aludido que la Sala utiliza con valor orientativo,
pues bien, teniendo en cuenta tal suma aproximadamente y aplicando sobre ella un porcentaje reductor del
60%, en razón de las consideraciones antes realizadas, se obtendría una indemnización total de,
aproximadamente, 3.400.000 pesetas ó 20.434,41 #, cantidad que, en atención a las circunstancias, estima
la Sala adecuada para el resarcimiento derivado de la muerte de Lucas , de donde resulta procedente
atribuir a la Sra. Celsa 12.020,24 # y a Lucas 8.414,17 #, cantidades a cuyo pago procede condenar al
acusado, con declaración de la responsabilidad civil subsidiaria del Estado Español, conforme a lo dispuesto
en el art. 121 C.P ., al concurrir en el caso enjuiciado, obviamente, los requisitos exigidos al efecto por el
precepto citado.
En cuanto a la indemnización pedida por el hermano del fallecido, Patricio , señala la sentencia de la
AP de Ciudad Real de 19.9.2000 que "la Jurisprudencia, la Recomendación 75/7 y la Ley 30/95 , expresan
una idea común: la indemnización por daño moral a quien no es la víctima sólo es explicable cuando se
puede constatar un daño propio y excepcional, es decir, se requiere que el daño exceda del que es común a
todos los familiares directos de la víctima, pues no se indemniza el solo hecho de contemplar el sufrimiento
del ser querido, sino que se exige que esa situación se traslade de forma negativa a la esfera de la vida del
tercero que reclama la indemnización, y en este supuesto, ausente de prueba alguna sobre este perjuicio
concreto y exigible, no procede reconocer cantidad alguna a las hermanas del fallecido". Por su parte la
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sentencia de la AP de Zamora de 18 septiembre 2000 recoge varios criterios jurisprudenciales existentes
cuando afirma que "La jurisprudencia civil, desde la STS de 20 de diciembre de 1.930 y, en tiempos
recientes, la penal ha venido atribuyendo el derecho a percibir una indemnización por los daños derivados
de la muerte de una persona no a los herederos, sino a quienes resultaren perjudicados en algún sentido
como consecuencia del óbito", "que el Tribunal Supremo también ha llegado a decir que la determinación de
los perjudicados por el fallecimiento debe hacerse siguiendo un orden lógico de afinidad con el causante, de
modo que sean los más inmediatos a él, los que la reciban, con exclusión de los demás, pues de seguirse
un criterio distinto tendría que distribuirse el montante total de la indemnización entre todos aquellos de
alguna manera hayan sufrido, cualquiera que fuese su grado, el "doloroso vacío"( STS de 23 de diciembre
de 1.985 )" y que "los hermanos también pueden ser perjudicados, siempre que a la relación de parentesco
se añadan otros datos esenciales como la pérdida de la convivencia, la dependencia económica, u otros
supuestos de parecida entidad que pierden su fuerza y eficacia en los casos de abandonos prolongados,
desentendimiento de obligaciones familiares, rotura de esos vínculos, ignorancia de paradero, u otras
causas parecidas que suponen la rotura material o moral de aquéllos de manera voluntaria y consciente
STS de 20 de octubre de 1.986, 25 de junio de 1.983 y 28 de febrero de 1.995...".
Pues bien, el hermano del fallecido es mayor de edad sin que conste con el necesario rigor ni
convivencia ni dependencia de él ni especial vínculo afectivo. Por otra parte resulta que el referido
recurrente concurre a la indemnización con la persona que ha venido conviviendo con el fallecido y el hijo de
ambos, y en este sentido, por ejemplo, la Ley 35/1995, de 11 de diciembre , antes citada, no contempla
entre los beneficiarios a los hermanos del fallecido, sino al cónyuge o conviviente more uxorio, hijos del
fallecido o del cónyuge o asimilado siempre que dependieran económicamente de él y en defecto de los
anteriores los padres de la persona fallecida si dependieran económicamente de ella. Del mismo modo el
sistema introducido por la Ley sobre Responsabilidad Civil y Seguro en la Circulación de Vehículos de
Motor, en la Tabla I del Anexo, sólo reconoce la condición de beneficiario, cuando de hermanos se trata y
concurren con cónyuge e hijos, si los mismos son menores y dependían de la víctima. En consecuencia a la
vista de los criterios que se acaban de mencionar y de las circunstancias concurrentes en el apelante no
procede la determinación de cantidad indemnizatoria alguna en su favor.
DUODÉCIMO.- Las costas procesales se entienden impuestas por la ley a los criminalmente
responsables de todo delito o falta, en consecuencia, procede su imposición al acusado, pero sólo las
relativas a un juicio de faltas, con inclusión de las devengadas por la acusación particular.
Vistos los artículos citados y demás de general y pertinente aplicación,
FALLO
Que debemos estimar y estimamos parcialmente el recurso de apelación interpuesto por la
Procuradora Sra. González Rodríguez, en nombre y representación de Dª Celsa y de D. Patricio , dirigidos
por el Letrado Sr. Jiménez Ruiz, frente a la sentencia dictada el día 15 de julio de 2003 por la Ilma. Sra.
Magistrado-Juez de lo Penal nº 3 de Pamplona , en autos de Procedimiento Abreviado nº 80/2003, recurso
en el que ha sido parte apelada D. Carlos Daniel , representado por el Procurador Sr. Hermida y defendido
por el Letrado Sr. Pardinas, el Estado Español, representado y defendido por el Sr. Abogado del Estado, y
el Ministerio Fiscal, y revocando en lo necesario la resolución recurrida y confirmándola en cuanto absolvió
al acusado del delito de homicidio imprudente, debemos condenar y condenamos a Carlos Daniel , en
concepto de autor penalmente responsable de una falta de imprudencia leve con resultado de muerte, ya
definida, sin la concurrencia de circunstancias modificativas de la responsabilidad, descrita en el art. 621. 2
del C.P ., a la pena de un mes de multa a razón de una cuota diaria de 50 #, en total 1.500 #, con la
responsabilidad personal subsidiaria, en caso de impago, de un día de privación de libertad por cada dos
cuotas diarias no satisfechas; así como a que indemnice a Dª Celsa en la suma de 12.020,24 #, y al menor
Lucas en 8.414,17 #, cantidades que devengarán los intereses del art. 576 de la LEC desde la fecha de esta
resolución, declarando la responsabilidad civil subsidiaria del Estado español, e imponiendo al condenado
las costas causadas, incluidas las devengadas por la acusación particular, correspondientes a un juicio de
faltas.
Devuélvanse los autos originales al Juzgado de su procedencia con testimonio de esta resolución.
Así por esta nuestra Sentencia, lo pronunciamos, mandamos y firmamos.
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