El 10 de septiembre se cumplen diez años de la muerte del escritor. PEDRO LEZCANO, POETA DEL PENSAMIENTO Y EL SENTIMIENTO Por Felipe García Landín Lezcano concebía la poesía como un método de conocimiento de la esencia de las cosas, y, a la vez, como vehículo de comunicación con el prójimo. Creía que «el poeta se define por su deber de pronunciar los nombres verdaderos, como un hombre de la resistencia, en medio de esta dominación demoníaca» Pensaba además que «no se es contemporáneo por mera coincidencia vegetativa» pues ser contemporáneo es una cuestión de conciencia, de compromiso irrenunciable con la libertad y defensa de la dignidad humana. Su poesía ha merecido la atención de, entre otros, Ventura Doreste, Mª Rosa Alonso, Max Aub, Vicente Aleixandre o Gerardo Diego quien afirmaba que Pedro Lezcano es de «los raros poetas en los que, como quería Unamuno, siente el pensamiento y piensa el sentimiento» Efectivamente, nuestro poeta lleva de manera racional su percepción de la realidad, así como el sentido del obrar humano, a toda su producción literaria que se ve contagiada de un conocimiento filosófico que nos transmite fortaleza y serenidad de ánimo para soportar las vicisitudes de la vida. También a él la escritura le permitirá superar los obstáculos de la vida, desde su nacimiento marcado por la ausencia de la madre - ésta falleció al nacer él- hasta los últimos años de su vida, marcados por una larga enfermedad y por la muerte que se llevará antes a su hija. Lezcano ejerce de filósofo y nos lo reitera en su último poema escrito en 1998, cuatro años antes de su fallecimiento. A modo de testamento poético, Crónica de mi muerte, recoge las claves de gran parte de su obra reflexionando sobre la vida y la muerte, que es al fin y al cabo lo mismo. Verso a verso va construyendo una pequeña lección de filosofía, hablando de un tema que suele ser tabú. La visión es tranquila, sin lamentos, sin desesperación. La contemplación de la muerte formando un todo con la vida es una constante en su poesía, aún en sus años más jóvenes y vitales: «Yo fui silencio y volveré al silencio» o «Yo declaro mi amor a lo que muere./ Siendo fugaz, no puedo amar lo eterno./ Amar lo eterno sólo es despedirse,/ desesperadamente pasajero» (Conformidad); en Romance del tiempo podemos leer «Merced al tiempo vivimos,/ como por él moriremos./ Vivimos porque morimos/... Vivir es nacer muriendo». La dicotomía vida-muerte aparece en toda su obra: «Y el pequeño lugar que yo ocupaba/ sobre la tierra volverá a estar lleno»... «El polvo es tierra muerta, / alma de tierra ingrávida y alígera; / pero en polvo mortal basta una lágrima/ para que surja el barro de la vida»... En Retorno sueña con un pino, «un arrogante pino» que pueda legarle la sombra, el cayado, la mesa y el ataúd. Nuestro autor parte de la idea de que la vida y la muerte es un todo formado por los elementos de la naturaleza: Aire, fuego, tierra y agua que son «Los principios del vivir» pues la vida es volar, arder, / soñar, cantar y morir». Así, al igual que el poeta y filósofo Empédocles, piensa el poeta que lo que llamamos vida es sencillamente la capacidad que los elementos tienen de asociarse y disociarse puesto que nada nace ni muere, nada se crea ni se pierde, nada se modifica, porque la naturaleza es una mezcla, un todo perfectamente armónico. Crónica de mi muerte, como la mayor parte de su obra, es una visión estoica de la vida y de los seres humanos, cualquiera que sea su condición. El poeta busca a lo largo de su vida «regresar a casa», porque la vida es algo cíclico y la muerte es la vuelta a los orígenes. No hay tragedia en ello. La existencia se dignifica cuando se es capaz de convivir con la posibilidad de la muerte: «Aprendo hora tras hora de su sabiduría. / Me está enseñando a ver todo lo bello de una distinta forma, / a palpar en caricia y a amar en despedida, /con humildad sin límite». Pensamiento y sentimiento es la poesía de Pedro Lezcano al que José Saramago vio como «ejemplo de una voluntad arraigada en la identidad cultural canaria que, a pesar de todo, sigue palpitante en la conciencia colectiva. Poeta mayor, hizo por merecer un lugar no sólo en la memoria literaria de la lengua castellana, sino también en esa otra, mucho menos poblada, de las grandes figuras humanas».