Las Tobas en España

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Parte III
LOS PAISAJES TOBÁCEOS:
EVOLUCIÓN HISTÓRICA,
VALORACIÓN Y GESTIÓN
315
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA
DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
J. A. González1 , C. Fidalgo1 , C. Arteaga1 , M. J. González2 y V. Rubio1
1. Departamento de Geografı́a, Universidad Autónoma de Madrid, Francisco Tomas y Valiente 1,
28049 Madrid. [email protected], concepció[email protected], [email protected],
[email protected]
2. Departamento de Geografı́a, Prehistoria y Arqueologı́a, Universidad del Paı́s Vasco, Tomas y
Valiente s/n, 01006 Vitoria-Gasteiz [email protected]
INTRODUCCIÓN
Los conjuntos paisajes de naturaleza tobácea se caracterizan, entre otros aspectos, por estar
integrados por elementos muy vulnerables y poseer dinámicas de alta inestabilidad. Presentan una
sensibilidad extrema a los cambios ambientales como lo demuestra el hecho de que se generaron
en diversas etapas pleistocenas, difundiéndose y degradándose hasta desaparecer de forma natural durante las fases áridas y/o frı́as sin la menor influencia del hombre. Posteriormente, en el
Holoceno y tras el cese de los ambientes frı́os y secos del penúltimo estadio isotópico (MIS-2), se
conoció, en Europa, un auge extraordinario de este tipo de formaciones, favorecido por unas condiciones templadas y posiblemente más húmedas que las actuales. Por otra parte, aquellos sistemas
coexistieron con la presencia del hombre y su desarrollo se conformó a lo largo de una secuencia
climático-antrópica (Vaudour, 1986b) que sólo duró unos escasos milenios. En su transcurso, estos
paisajes han tenido una suerte muy desigual: si bien casi todos conocieron un inicial deterioro a
partir de los tiempos del Bronce y del Hierro, merced a las primeras roturaciones y usos agrı́colas
más o menos generalizados; después, solo unos sobrevivieron lánguidamente hasta nuestros dı́as,
mientras que otros muchos dejaron de funcionar para siempre, quedando las tobas como testigo
fósil de su pretérita presencia. Este destino, tan contrastado de los espacios tobáceos europeos,
ha sido objeto de interpretaciones diversas. En ocasiones se han señalado causas naturales, sobre
todo asociadas a las fluctuaciones climáticas del Holoceno, como responsables de este declive: el
principal motivo serı́a el avance de unas condiciones ambientales más xéricas que se manifestaron
desde el fin del Atlántico provocando un deterioro de las cubiertas vegetales y, con ello, la puesta
en marcha de materiales detrı́ticos en vertientes y fondos de valle durante algunos breves episodios
rhexistásicos (Brochier, 1983 y 1988). Otras opiniones invocan que la causa fundamental del deterioro debe imputarse a las acciones del hombre sobre el medio (Vaudour et al., 1986b; Vaudour,
1988 y 1994), perspectiva que habı́a sido enunciada para los depósitos tobáceos belgas (Gullentops
et Mullenders, 1971) donde la paralización de la actividad precipitadora de los carbonatos se vinculó a la puesta en cultivo de grandes superficies, al aumento de la carga limosa de los rı́os y a
un incremento de los eventos de crecida. En esta dirección apuntan algunos trabajos al considerar
cómo la sedimentación tobácea responde a motivos climáticos mientras que la paralización de sus
procesos, y posterior desmantelamiento, estarı́a asociada a factores antrópicos derivados de una
sobre-explotación del medio, que lleva a recrear un proceso de aridificación climática. Ası́ los datos
paleobotánicos (Nicol Pichard, 1987; Vernet et al., 1990 y 2001) o de malacofauna (Magnin, 1985
y 1988; Taylor et al., 1998) sugieren una desecación progresiva del entorno no sólo imputable a
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LAS TOBAS EN ESPAÑA
factores climáticos sino también a fenómenos de degradación y erosión en los perfiles edáficos que,
con menguada capacidad de retención, ofrecerı́an unas menores disponibilidades hı́dricas.
En España, a pesar de la existencia, puesta de manifiesto por numerosos autores, de oscilaciones climáticas de pequeña magnitud acontecidas desde mediados del Holoceno, no parece que
éstas hayan registrado el carácter tan decisivo que se ha invocado (Goudie et al., 1993) para las
regiones europeas situadas más al norte, ni tampoco que hayan afectado, de modo muy eficaz, a
los procesos de sedimentación de toba en los distintos territorios kársticos. En el interior peninsular, estas modificaciones climáticas, se asocian a fluctuaciones en el régimen de las precipitaciones,
desde momentos de cierta regularidad a otros con acentuada sequı́a estival (Taylor et al., 1998).
Posiblemente no perturbaron de modo notable la dinámica fluvial constructora de tobas ya que
sólo introdujeron ciertas alteraciones en la biomasa y flora, sin disminuir de modo sensible ni los
caudales de los flujos, ni tampoco el estado de edafo-fitoestabilización de las laderas. De aquı́ que,
sin negar la posible influencia de aquellas oscilaciones, prevalece la opinión de que fue el factor
antrópico el que más decisivamente ha inhibido la precipitación tobácea. Sin embargo, delimitar
con rigor las fronteras de los efectos causados por las fluctuaciones ambientales y por el hombre es
todavı́a una labor pendiente en la mayor parte de los territorios españoles.
Puede considerarse que en el dominio mediterráneo español, los sistemas tobáceos holocenos se
han visto particularmente afectados por la acción humana y en función del grado de intensidad de
la misma es posible diferenciar dos grandes grupos:
Conjuntos fósiles, localizados en territorios con una ocupación humana intensa que, frecuentemente, se remonta a los tiempos protohistóricos. En ellos suele ser factor común la existencia
de una agricultura cuya evolución se inscribe en el contexto de economı́as poco desarrolladas.
Estas actividades agrı́colas se concentraron en los fondos de valle mientras que las vertientes
solı́an estar, en general, bastante deforestadas. En dichos ámbitos, los edificios tobáceos están
hoy, en su mayorı́a, inactivos siendo posible la precipitación puntual de carbonatos en canalizaciones, regueros, etc., puesto que los caudales de agua, todavı́a pueden ser abundantes,
aunque sean aprovechados y derivados para el riego.
Conjuntos activos, ubicados en espacios favorecidos por unas condiciones más o menos excepcionales del medio natural, pero además caracterizados por una relativamente adecuada
preservación de su entorno, propio de regiones aisladas propicias al mantenimiento de estas “cenosis-reliquias en unos lugares-refugio” (Casanova, 1981a). Estos sistemas funcionales
constituyen hoy, después de haber sido lugares de alto interés para el hombre en el pasado,
áreas turı́sticas de notable importancia que las colectividades locales, regionales o nacionales han convertido en espacios protegidos. Dentro de esta tipologı́a de dispositivos tobáceos
puede establecerse una subdivisión entre los alojados en valles fluvio-kársticos peculiarizados
por la presencia de lagunas, retenidas por barreras carbonáticas y dispuestas en graderı́a a lo
largo de su perfil longitudinal (el paradigma español serı́a el Alto Guadiana y las Lagunas de
Ruidera, existiendo otros de menor entidad y más o menos degradados en diferentes regiones)
y aquellos ubicados al pie de surgencias, generalmente en las cabeceras de ciertas cuencas
montañosas (como las de la Serranı́a de Cuenca (Rı́o Cuervo), Montes Universales, relieves
prebéticos (Rı́o Mundo), etc.
1.
PROCESOS DE DEGRADACIÓN Y DESAPARICIÓN DE LOS GEOSISTEMAS TOBÁCEOS POR CAUSAS ANTRÓPICAS1
Los inicios de la intervención antrópica en los territorios tobáceos, especialmente en el centro
peninsular, fueron muy tempranos, dada la atracción ejercida por los múltiples recursos que sumi1
En este apartado se va a prestar atención a los sistemas tobáceos del interior de la Penı́nsula Ibérica, dado que ha
sido en ellos donde se han concentrado nuestros trabajos. Las actuaciones realizadas por el hombre sobre los mismos
no han debido ser muy diferentes a las efectuadas en otras regiones españolas y del dominio mediterráneo.
318
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
nistraban: agua, madera, caza y pesca. La prematura ocupación queda demostrada por la presencia
de numerosos yacimientos paleolı́ticos emplazados en sus entornos, siendo excepcionales los del área
de Bañolas-Arbreda, Serinja o el famoso Abric Romani en Cataluña. Ası́ los edificios tobáceos sirvieron en diferentes momentos como núcleos habitacionales, viviendas troglodı́ticas o abrigos (Fig.
23.1A) en los frentes de progradación inactivos de las cascadas, debido a la facilidad que suponı́a
excavar sus frágiles facies carbonatadas. Es el caso de los refugios situados en el Molino de Vadico
en Yeste (Vega Toscano, 1993), en cavidades emplazadas en Ruidera, (“Cuevas de Madrid” y valle
de Las Hazadillas), o las existentes en el paraje de “Los Portugueses”, en el Arroyo de las Torcas,
no lejos de su confluencia con el rı́o Ebro, al pie de la Sierra de Tesla) donde se han datado niveles
de ocupación de época visigoda y altomedievales con reocupación en el siglo XX (Fig. 23.1B) por
obreros que trabajaron en diferentes infraestructuras hidroeléctricas. También, algunos cerros coronados por tobas sirvieron primero, durante la Edad del Bronce, como asentamientos en morras y
motillas: es el caso del relieve tronco-cónico, cubierto por carbonatos pleistocenos, y colgado sobre
los cauces de los rı́os El Escorial y La Mesta (Sierra de Alcaraz) y de otros muchos yacimientos en
el Alto Guadiana2 . Idéntico emplazamiento buscaron, después numerosas construcciones defensivas
árabes en el Campo de Montiel como lo testifica los castillos de Alhambra, Montiel, Albadalejo,
Peñarroya, etc.
Figura 23.1: Abrigos modelados en depósitos tobáceos. A. Valle del Arquillo con paredes que contienen pinturas
esquemáticas tı́picas del arte rupestre levantino. B. Viviendas troglodı́ticas utilizadas, desde los tiempos visigodos
hasta inicios del siglo XX, en Tartalés de Cilla (Traspaderne, Burgos).
Más tarde, los ámbitos tobáceos ofrecieron, además, nuevas y múltiples posibilidades: caudales
regulares y copiosos; fuerza motriz para aprovechar hidráulicamente los saltos de las barreras (molinos, batanes, ferrerı́as. . . ); abundancia de materiales pétreos destinados a la construcción; suelos
muy adecuados en las vegas para su puesta en cultivo; magnı́ficos pastizales en los fondos de valle.
En tiempos de la Ilustración, los humedales tobáceos, como otros de diferente naturaleza, fueron
contemplados de un modo muy contrastado: unas veces, y sobre todo coincidiendo con los conjuntos
fluvio-lacustres de Ruidera, fueron considerados como auténticos embalses naturales capaces de
vertebrar extensos y deshabitados secarrales del centro peninsular, mediante canalizaciones de
riego que, incluso, se concibieron para facilitar el tránsito de personas y mercancı́as en pequeñas
embarcaciones. Otras, se les conceptuó como ámbitos perniciosos: los parajes encharcados, sin
solución de continuidad en numerosas vegas españolas, eran totalmente improductivos a pesar
de la fertilidad de sus suelos higroturbosos; además constituı́an focos malsanos causantes de las
epidemias palúdicas, entonces denominadas “tercianas” y “cuartanas”, que en diferentes momentos
2
Ruidera fue un paradigma de ocupación durante los tiempos del Bronce abundando numerosas motillas y morras.
Aproximadamente se ha detectado la existencia de cerca de una veintena de conjuntos, algunos muy sobresalientes
(Rico Sánchez et al., 1997).
319
LAS TOBAS EN ESPAÑA
del XVIII y XIX, diezmaron a las poblaciones más o menos cercanas a estos aguazales.
Desde finales de la centuria del XIX, un nuevo impacto amenazarı́a a los humedales tobáceos y
estuvo protagonizado por el establecimiento de centrales hidroeléctricas que derivaron abundantes
caudales para el movimiento de sus turbinas. Varias décadas después la actividad de aquellas
instalaciones industriales fue poco a poco paralizándose dando paso a otra gravı́sima amenaza: el
uso recreativo y turı́stico de buena parte de los vasos y orillas de estos humedales, lo que conllevarı́a,
posteriormente, la necesidad de proteger los más excepcionales.
Todas las actuaciones realizadas por el hombre en el transcurso de la historia en los ámbitos
tobáceos puede sistematizarse en dos grandes tipos de impactos con efectos degenerativos para el
desarrollo de sus acumulaciones: indirectos y directos (Tabla 23.1).
Tabla 23.1
1.1.
PROCESOS INDIRECTOS
Este tipo de procesos, de difı́cil caracterización y análisis, incluyen una compleja gama de
actuaciones (González Martı́n y Rubio, 2000) que se han agrupado en dos grandes apartados:
a) La ruptura de fitoestabilidad en el dominio de las vertientes lo que conlleva un notable
deterioro del entorno tobáceo al disminuir o anular la eficacia de los procesos de precipitación de
carbonatos.
b) La intervención en los flujos de agua que al modificar, generalmente reduciendo, los caudales,
su continuidad, su calidad o su transparencia también inciden negativamente sobre los mecanismos
constructores de toba.
La sinergia entre uno y otro grupo determina que actividades como las deforestaciones ejerzan
una notable influencia en los caudales y al tiempo las acciones sobre los flujos de agua condicionen
y sean condicionados por los aprovechamientos agropecuarios establecidos por la población.
320
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
1.1.1.
PROCESOS DE DEFORESTACIÓN Y PÉRDIDA DE FITOESTABILIZACIÓN
A lo largo del tiempo, los aprovechamientos realizados por el hombre sobre los recursos territoriales han originado distintos impactos en sus valles entre los que destacan, como uno de los
más importantes, las actuaciones deforestadoras en las laderas y la puesta en cultivo de sus fondos
aluviales. La compleja convergencia de los eventos acontecidos en ambas unidades geomorfológicas
ha supuesto el deterioro y/o la pérdida de funcionalidad de numerosos humedales de origen tobáceo
ası́ como la erosión de sus edificios.
Las grandes talas de vegetación para consumo doméstico, manufactura metalúrgica, construcción de barcos, etc., influyeron de modo muy importante en el balance morfogénesis/edafogénesis
de las vertientes, con la consecuencia de un cambio rápido en las condiciones del entorno, puesto
que la disminución de las cubiertas vegetales tiene como respuesta un incremento de la erosión
asociada a la arroyada y el arrastre de detrı́ticos hacia los fondos de valle. Buena prueba de ello
se ha constatado en ciertos corredores fluviales en los que algunos de sus humedales han sido aterrados. Es el caso de algunos vasos del entorno de las Lagunas de Plitvice donde el contraste de
cartografı́as del siglo XVIII (1760, 1786-1789 y posteriores), ha permitido advertir cómo algunos
de ellos han desaparecido en estos dos últimos siglos, a consecuencia de fenómenos de colmatación
derivados de los usos del suelo (Roglic, 1977). También, las Lagunas de Ruidera muestran ejemplos
de humedales hoy desaparecidos y totalmente colmatados (Laguna del Escudero) cuando se comparan las cartografı́as de 1850, 1895 y 1916, entre otras (Marı́n, González Martı́n y Pintado, 2008;
González Martı́n y Fidalgo, 2010); además, el análisis de campo ha detectado algunas barreras
tobáceas (Lagunas Coladilla, Cenagal, etc.) cuya coronación se encuentra casi totalmente enrasada
por sedimentos detrı́ticos; finalmente, otros parajes -cabecera de la Laguna Blanca (Fig. 23.2) o
el Valle de Las Hazadillas- muestran carbonatos tobáceos subactuales fosilizados por sedimentos
terrı́genos (González Martı́n et al., 2007).
Figura 23.2: Sedimentos terrı́genos actuales fosilizando carbonatos tobáceos precipitados previamente en la cabecera de la Laguna Blanca (Campo de Montiel).
321
LAS TOBAS EN ESPAÑA
Son frecuentes los sectores peninsulares donde la antropización del paisaje se remonta a la Edad
del Bronce y estuvo protagonizada por las prácticas agrı́colas y ganaderas desarrolladas desde
entonces; ası́, parece asumible que muchos de estos sistemas funcionaron hasta aquel momento
holoceno con relativa eficacia en muchos ámbitos kársticos del interior peninsular, a la vista de los
restos cerámicos encontrados en el seno de algunas acumulaciones tobáceas de la cuenca del Tajo
(González Amuchastegui y González Martı́n, 1993) y de otras del Campo de Montiel y de la Sierra
de Alcaraz (Fidalgo, 2011). Con posterioridad, actuaciones antrópicas determinaron el inicio de los
procesos de incisión de algunos edificios tobáceos, como en ciertos corredores fluviales de la cuenca
alta del Ebro, coincidiendo con el fenómeno de megalitismo de esta área (González Amuchastegui
y Serrano, 2007).
Durante la Edad de Hierro, la intensificación de las prácticas agropecuarias ası́ como la demanda
de gran cantidad de leña y la exigencia de alcanzar mayores temperaturas para la fundición de
objetos, incrementó la presión en ciertos valles. De modo especial, los ubicados en las parameras
de Molina de Aragón en sus tramos cercanos a los relieves paleozoicos dotados de importantes
yacimientos de aquel metal. Es probable que la deforestación de entonces condujese a un cambio
en la dinámica fluvial de ciertos cauces como el del rı́o Gallo: el aporte de abundantes coluviones
al lecho clausuró una etapa de sedimentación tobácea (Fig. 23.3) asociada a las dinámicas fluviales
y palustres conocidas hasta entonces, siendo sustituida por otra con notables arrastres detrı́ticos,
en buena parte procedentes de las vertientes.
El periodo romano ha sido considerado como una etapa del Holoceno terminal de enorme
importancia para el ámbito mediterráneo3 . La coincidencia de unas condiciones climáticas favorables
y unos sistemas culturales aplicados a la explotación de los distintos recursos naturales, dejaron
numerosas herencias en el paisaje.
En la Edad Media, los avatares bélicos entre musulmanes y reinos cristianos peninsulares motivaron la desaparición de enormes superficies arboladas con la finalidad de sustraer recursos al
enemigo y de eliminar áreas potencialmente inseguras, convirtiéndose la deforestación en un medio
de facilitar su control y vigilancia. Una de las consecuencias de este conflicto secular fue favorecer
el desarrollo de una ganaderı́a que, amparada, desde el siglo XIII, se expandió paulatinamente, a
través de La Mesta, por los terrenos reconquistados (Klein, 1920; Bauer, 1980). De este modo, la
degradación experimentada por el bosque se relaciona con el aumento desmesurado de la cabaña
ganadera y, sobre todo, del ganado menor que, desplazándose en gran número, pudieron modificar
de modo ostensible el entorno de sus vı́as de tránsito. Muchas de ellas (cañadas, veredas, etc.)
atravesaron, con trayectos paralelos a los cursos fluviales, áreas kársticas donde no faltaban las
acumulaciones de toba utilizándose éstas como zona de vado y abrevadero. El periodo histórico
comprendido entre mediados del siglo XVII y principios del XVIII, coincidió con el gran auge de la
trashumancia en España, y para poder atender las necesidades de pastos de una cabaña creciente
se hicieron talas incontroladas, quemas y roturaciones que provocaron la desaparición del suelo. Se
generó un cambio en el paisaje: cuantitativo en lo que se refiere a la extensión de los bosques y
cualitativo en lo que respecta a la tipologı́a de especies existentes entonces.
La intensificación de las roturaciones llevada a cabo desde las postrimerı́as del siglo XV con fines
agrı́colas, ganaderos o para la extracción de leña, comenzaron a afectar a las masas forestales, como
se pone de manifiesto en la preocupación de la población por la falta de madera (siglo XVI), que se
constata en las Relaciones Topográficas de Felipe II donde hay repetidas alusiones a este hecho4 .
Posteriormente, la llegada de los Borbones introdujo a España en los ideales de la Ilustración y entre
otras medidas hay que destacar, por su importante papel deforestador, el auge de los Bosques de
3
En el centro de la Penı́nsula, concretamente en el borde meridional del Sistema Central (Sierra de Pela), se han
estudiado los efectos de la ocupación romana (Curras et al., 2012), aplicando diferentes técnicas al registro sedimentario del vaso de la Laguna de Somolinos, represada por una barrera. También se han advertido las perturbaciones
generadas por la puesta en cultivo de suelos hidromorfos en el área tobácea de Gárgoles, Cifuentes (Nonell, 1978) o
los ubicados en el Alto Guadiana (Rico Sánchez et al., 1997).
4
La pregunta 18ª de las Relaciones Topográficas formulaba: “Si es tierra abundosa, o falta de leña y de dónde se
proveen; y sı́ montosa, de qué monte y arboleda, y qué animales, cazas y salvaginas se crı́an y hallan en ella”.
322
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
Marina (siglo XVIII). Esta institución dirigió su interés hacia unos bosques productores de madera
y otros recursos imprescindibles para su Armada5 . De este modo se talaron muchos millones de
árboles, los mejores y mayores, contribuyendo a la deforestación de miles de hectáreas en numerosas
provincias del litoral (Merino Navarro, 1981) y, lógicamente, también del resto de las zonas incluidas
en su jurisdicción. Entre ellas, las cuencas fluviales con abundantes tobas de las parameras del Alto
Tajo, de Albarracı́n, Serranı́a de Cuenca, de la Sierra de Segura y Cazorla, etc.
Figura 23.3: Terraza holocena del rı́o Gallo en las inmediaciones de Molina de Aragón. En el muro se disponen
materiales siliciclásticos (gravas y arenas) sedimentados por eficaces corrientes tractivas. Sobre ellos, descansan
carbonatos tobáceos acumulados en un régimen fluvial muy diferente y con distintas facies depositadas en humedales con láminas de agua más elevadas (carbonatos con Unio littoralis) o menos (niveles de turba) En el techo,
coluvión de origen antrópico con clastos angulosos de caliza y restos de un enterramiento de la Edad del Hierro.
5
La superficie de bosques, montes y terrenos forestales, administrados por el Juzgado de Marina, superaba aproximadamente los 4 millones de hectáreas.
323
LAS TOBAS EN ESPAÑA
La deforestación continuó en la centuria posterior con el proceso desamortizador6 . Este fenómeno
histórico incorporó cambios notables en la estructura del paisaje vegetal al transformar los montes
en campos de cultivo durante las coyunturas alcistas de los precios del cereal o, simplemente, al
roturar grandes superficies de monte para obtener un rápido beneficio con la venta de la madera.
Las operaciones de compra condujeron, en numerosas ocasiones, a la roturación: “la mayorı́a de
estos bosques, adquiridos por particulares..., fueron talados y destruidos” (Bauer, 1980). De este
modo, gran parte de las tierras vendidas se convirtieron en campos de cultivo que pronto tuvieron
que ser abandonadas al no ser aptas para el aprovechamiento agrı́cola. La consecuencia fue una
destrucción forestal de las más graves de la Historia de España; sólo en Ruidera se enajenaron más
de 55.000 ha en 1855 con la Desamortización de Madoz (Valle Calzado, 1997).
El retroceso que experimentó el monte en los siglos XVIII y XIX debe ser considerado, además
del resultado de la puesta en práctica de determinadas polı́ticas de aprovechamiento forestal, también el de un largo proceso de acoso a estas masas forestales por parte de los pequeños agricultores,
siempre deseosos de ampliar los cultivos: la superficie objeto de roturación sufrió un incremento
conforme aumentaba la demanda de la población. Y es en este ámbito geomorfológico del fondo
de valle, donde se han percibido, y se han de estudiar, las consecuencias dimanadas de las diferentes etapas de ruptura de fitoestabilización que, con distintos orı́genes, se sucedieron a lo largo del
tiempo en los valles tobáceos. Las intenciones roturadoras optaron por las tierras fértiles, de fácil
labranza y que no precisasen de un complicado desmonte para su puesta en cultivo; ası́ mismo, se
deseaban terrazgos de regadı́o cercanos a los rı́os cuyas terrazas, muchas veces tobáceas (Fig. 23.4)
y con suelos bien drenados, permitı́an elevados rendimientos. Otras actuaciones en esta dirección
se orientaron a la introducción de choperas para desecación de humedales y su posterior cultivo
(Fig. 23.5).
Figura 23.4: Cultivos instalados en los replanos tobáceos de la Laguna de la Lengua. Fuente: detalle del mapa de
Blanco (finales del siglo XIX), Confederación Hidrográfica del Guadiana. En: González y Fidalgo, 2010.
La instalación de cultivos generó, junto al desbroce y alteración superficial de la estructura
tobácea, arenizándola y erosionándola, la movilización de los sedimentos finos liberados por el
arado. En aquellos parajes lacustres y/o palustres, la llegada de estos aportes detrı́ticos al vaso
6
Fue un proceso largo y discontinuo en el que tradicionalmente se han distinguido dos etapas principales: la de
Mendizabal, de 1836 a 1854, y la de Madoz, a partir de 1855.
324
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
supuso un impacto grave para el desarrollo de las estructuras tobáceas, y sobre todo para los
conjuntos estromatolı́ticos al aumentar el grado de turbidez del agua y ralentizar o interrumpir el
desarrollo de estos dispositivos (muy dependientes de la insolación). La frecuencia y/o prolongación
de este proceso pudo determinar su extinción como se ha advertido en numerosos espacios tobáceos
del entorno mediterráneo.
Figura 23.5: Terrazgos tobáceos dedicados a la agricultura en la Sierra de Alcaraz (Albacete). A. Fondo del valle
del rı́o Montemayor con aprovechamiento de cultivos y algunos chopos de desecación. B. Cultivos arbóreos sobre
la rampa carbonática holocena del rı́o Escorial.
Efectos semejantes a la deforestación de las laderas tuvieron los procesos de eliminación de la
vegetación higrófila perilagunar cuya presencia dificultaba o impedı́a la afluencia de terrı́genos a
los cauces. Este tipo de acciones son antiguas y consistı́an esencialmente en la siega de juncos y
carrizos para fines constructivos (techumbres), artesanales, cinegéticos o para atender razones de
salubridad. La desaparición de este filtro verde favoreció la llegada de dichos detrı́ticos al tiempo que
disminuı́a la presencia de vegetación colaboradora en los procesos de precipitación de carbonatos.
Otros acontecimientos, vinculados a las actividades agrı́colas, y que incrementaron los efectos
de la deforestación, se desarrollaron desde antaño en España. Consistieron en las numerosas plagas
de langosta que se propagaron por los territorios de la Penı́nsula Ibérica y asolaron, en múltiples
ocasiones, los cultivos dejando a las poblaciones rurales en la más absoluta miseria y expuestas a
grandes hambrunas y enfermedades. Para eliminarlas o mitigar sus devastadores efectos, se procedió,
como método generalizado, a labrar todo tipo de tierras, especialmente dehesas, eriales y montes,
para exponer al aire los “canutos”. Ası́, tanto la acción directa de las plagas de langosta como,
y sobre todo, los medios utilizados por el hombre para combatirlas, afectaron de una manera
importante a la vegetación de las laderas de los valles, degradando su papel fitoestabilizador y
amenazando los humedales de los fondos. Algunos ubicados en el Campo de Montiel y otros en
la Sierra de Alcaraz sufrieron repetidamente estos fenómenos en múltiples momentos de los siglos
XVII, XVIII y XIX (Fidalgo, 2011). Además hay que sumar el efecto generado por la demanda de
madera para el ferrocarril en los siglos XIX y XX. La necesidad de contar con traviesas de roble o
pino, motivó una enorme presión sobre determinados bosques de algunas cuencas fluviales tobáceas.
1.1.2.
PROCESOS DE INTERVENCIÓN SOBRE LOS CAUDALES DE AGUA
Una de las acciones más influyentes en la degradación de los ámbitos tobáceos ha consistido en
la alteración de los flujos de agua en lo que respecta a su caudal y también a su calidad. Revistieron
en el pasado una naturaleza e intensidad muy variada, dependiendo de las necesidades de agua que
las poblaciones circundantes tuvieron para su abastecimiento y otros aprovechamientos.
La disminución de los caudales se vincula a las consecuencias emanadas de los procesos de
degradación de las condiciones de fitoestabilización que acaban de ser analizados. La degradación
325
LAS TOBAS EN ESPAÑA
de las cubiertas vegetales aceleró los procesos de tránsito del agua en las vertientes y, con ello,
disminuyó el tiempo de funcionamiento de los drenajes hipodérmicos, conforme se degradaban,
primero, y desaparecı́an, después, las formaciones superficiales y los suelos. La calidad de los flujos
de agua es otra condición que exigen los organismos constructores de toba. Son numerosos los
estudios que han demostrado la gran sensibilidad que los procesos de precipitación de carbonatos
ofrecen en escenarios ambientales caracterizados por la polución de las aguas, del suelo o del aire.
En España noticias de la temprana contaminación de las aguas de un cauce tobáceo, como el rı́o
Alcaraz (Albacete), datan del siglo XIV y fueron motivados por el uso de tintes para fines textiles7 .
Acontecimientos más modernos provocaron también procesos de eutrofización asociados a vertidos fecales directos, de procedencia urbana o residencial, sin ningún tipo de tratamiento. Actualmente, la existencia de los cultivos suelen implicar un aporte de nitratos, fosfatos y otros
contaminantes que participan de la turbidez y, sobre todo, del descenso de la calidad del agua que
afecta a los tapices algáceos constructores de carbonatos. La eficacia de algunos elementos, como
los fosfatos, en el papel inhibidor que sufren tanto el crecimiento como la formación de cristales
por las cianofı́ceas y otras especies bioconstructoras ha sido citada reiteradamente8 .
Junto a estos procesos se generó un ataque a la propia existencia de los humedales: su desecación.
El desarrollo de labores agrı́colas, como ya se ha comentado, hizo necesario realizar (y se siguen
efectuando en el presente) prácticas de saneamiento en áreas lacustres y palustres (Fig. 23.6)
debido al carácter encharcado de vegas, muy frecuentemente de naturaleza tobácea. A partir del
siglo XVIII, los procesos de degradación y/o eliminación de los humedales conocieron un momento
álgido. El incremento de las superficies anegadas en los fondos de valle, motivado por la existencia
de determinados perı́odos de gran humedad asociados al transcurso de la Pequeña Edad del Hielo
(González Martı́n et al., 2013b), ocasionó la necesidad de desecar aquellos extensos aguazales y
proceder posteriormente a su saneamiento.
Esta situación de encharcamiento generalizado quedó no sólo reflejada en el paisaje, en forma
de extensı́simas vegas con suelos hidromorfos, sino también documentalmente en el Catastro de
la Ensenada: a mediados del siglo XVIII, distintas localidades manchegas mencionan la existencia
de áreas de vega que anteriormente habı́an sido cultivadas y que entonces se encontraban “incultas por desidia de sus propietarios”, al hallarse encharcadas. De modo coetáneo se procedió a la
desecación directa de las mismas mediante actividades como las llevadas a cabo por los “paleros”;
una profesión que entonces alcanzó un gran auge y que se dedicaba al drenaje y saneamiento de
aguazales por muchas áreas de la Submeseta Sur (Fidalgo et al., en prensa). También el apogeo de
las canalizaciones en los sistemas fluviales favoreció la dedicación agrı́cola de los fondos y permitió
el desarrollo del regadı́o. Todo ello conllevó transformaciones de enorme entidad.
Otras fuentes documentales, como las Descripciones del Cardenal Lorenzana, las Topografı́as
Médicas, los expedientes municipales de petición de suministro de quina, etc., describen la incidencia
que tuvieron las enfermedades palúdicas (fiebres “tercianas” y “cuartanas”), relacionándose sus
efectos con la proximidad de lagunas y pantanos (Fidalgo, 2011). Llama la atención cómo las
noticias sobre esta dolencia son escası́simas en el siglo XVI, donde apenas fueron mencionadas
en las Relaciones Topográficas de Felipe II, mientras que médicos e ingenieros contemporáneos
(Larramendi, 1807) advirtieron el cambio que en el siglo XVIII, experimentó el comportamiento de
las tercianas: pasaron de ser “benignas, endémicas o locales a malignas y contagiosas extendiéndose
hasta las montañas y provincias que ni aún el nombre del mal conocı́an” (González y Rubio, 2000).
Entre las áreas que sufrieron procesos de desecación o drenaje cabe citar:
7
Ası́ lo atestigua la existencia de un expediente localizado en el Archivo de Alcaraz, de agosto de 1379 y que
lleva por tı́tulo “Carta de la Reina Dª Juana al Concejo de Alcaraz en la Orden de que se construyan balsas en las
tintorerı́as para que usen las aguas de estas y no contaminen las del rı́o” (Fidalgo, 2011).
8
En algunas áreas de Alemania se ha observado como la desaparición de las construcciones tobáceas ha sido
motivada por una concentración de fosfatos de 0,3 ppm. En l´Huveaune (Francia) la cantidad de fosforo en las
algas aumenta en las zonas sometidas a desechos polucionantes y la concentración de ortofosfatos de las aguas está
inversamente correlacionada con la cantidad de calcita precipitada. Los ortofosfatos tienen un efecto inhibidor de la
precipitación biológica de la calcita para concentraciones superiores a 0,05 mg/L (Casanova, 1986).
326
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
Áreas pantanosas del Alto Guadiana, aguas abajo de Las Lagunas de Ruidera. Su desecación se inició durante la construcción del Canal del Gran Prior, a finales del siglo XVIII.
Desaparecieron ası́ numerosos aguazales tobáceos en todo el valle hasta las proximidades de
Argamasilla de Alba. Los procesos de saneamiento, y posterior roturación, acontecieron en
distintos momentos, prolongándose hasta mediados del siglo XX en parajes sitos cerca de “El
Hundimiento”, en el entorno de la gran barrera de la Laguna del Rey (Jiménez Ramı́rez y
Chaparro, 1994); en el sector del Vado Blanco (en la misma cabecera de su sistema fluviolacustre), y en el valle de su tributario El Sabinar. Del mismo modo, numerosas lagunas fueron
drenadas al trepanarse las represas tobáceas.
El entorno de la laguna de Añavieja, sita en el tramo alto del rı́o Añamaza, afluente del
Alhambra (cuenca del Ebro) (Coloma López et al., 1996). En el Atlas General de España
(Tomas López, 1773-1802) se representa aún sin desecar. Aunque las razones de la eliminación
del humedal fueron inicialmente de salubridad9 de los “pueblos comarcanos”, posteriormente
su desagüe permitió el cultivo en regadı́o de más de 500 ha que era la extensión que ocupaba
su vaso. Al parecer procesos de ruptura en los cierres fueron previos a su total desecación,
llevada a cabo a finales del siglo XIX. El proyecto de desecación elaborado en 1853, se hizo
realidad hacia 1863 mediante la destrucción de la barrera tobácea y la excavación de varias
zanjas de drenaje.
Posiblemente, en la Ilustración debieron drenarse los aguazales del valle del rı́o Cifuentes, en
la Alcarria (Abascal Palazón, 1982). También otros sistemas fluvio-lacustres tobáceos conocieron, más tarde, semejantes procesos, entre ellos, el del rı́o Pesebre-Arquillo (Fig. 23.7), en
Alcaraz, donde se eliminaron varias lagunas (Garcı́a del Cura et al., 1996).
Figura 23.6: A. Desecación de un antiguo humedal tobáceo para cultivar en el valle del rı́o Montemayor (Albacete)
mediante plantación de choperas y consiguiente extracción de sus tocones donde se adosan materiales carbonáticos.
B. Desecación de antiguos humedales. C. Actual trazado elevado de acequias destinadas al riego. D. Cultivos sobre
suelos hidromorfos (B, C y D inmediaciones de la Laguna de Villaverde, Albacete, represada por una barrera de
toba).
9
Real Decreto de 1858 declarando la utilidad pública de la desecación de la laguna.
327
LAS TOBAS EN ESPAÑA
Estas actuaciones continuaron a lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, con numerosas
obras que se efectuaron en los alrededores de los núcleos de población para evitar la corrupción de
sus aguas. Ası́ en Ruidera, la desecación y roturación de zonas encharcadas continuó entre 1944 y
1953 (Jiménez Ramı́rez y Chaparro, 1994).
Figura 23.7: Izquierda: Laguna de Cifuentes y vista del drenaje efectuado por actuaciones pretéritas, posiblemente
del siglo XVIII. Derecha: Laguna del Arquillo y su Ojo. El resto de los humedales fue desecado en distintas acciones
del XX (Archivo Histórico Provincial Albacete).
Otro fenómeno que incidió de manera directa en los caudales guarda relación con la sustracción,
más o menos sistemática, de los flujos de agua en manantiales tobáceos para el abastecimiento a
los núcleos de población.
Ya en época romana, numerosas urbes europeas cercanas a acuı́feros kársticos derivaron las
aguas para el consumo de sus habitantes y para atender el riego. En efecto, además de las infraestructuras italianas de Salernes y de Tı́voli, son famosos los acueductos de Colonia (Schulz, 1986),
el “Pont du Gard”, en Nı̂mes, el de Saint-Antonin, en las Bocas del Ródano (Vaudour, 1986a y
1986b). En España, una de las ciudades abastecida desde manantiales tobáceos fue Tiermes (Soria)
mediante una conducción de varios kilómetros, con origen en una surgencia en la cabecera del rı́o
Pedro (Garcı́a de la Vega, 2010a, 2010b y 2011). Idénticos abastecimientos se realizaron en otros
momentos históricos. Entre ellos destacan el acueducto de Santa Lucia (siglo XVII), en Vejer de la
Frontera o el de Tempul (Cádiz). Las captaciones de agua y su derivación supusieron una notable
pérdida de caudal en los manantiales petrificantes, lo que motivó la paralización del crecimiento de
algunas cascadas y edificios, como se ha constatado en algunos parajes del Midi francés (Vaudour
et. al., 1985). Además, el potencial de precipitación de sus aguas se atestigua por la presencia de
recubrimientos tobáceos parietales (musgos, tapices algo-bacterianos con Rivularia y Phormidium,
etc,) adosados a las conducciones ası́ como a pilares y arcos de algunos acueductos (Cámara et al.,
1997; Vázquez Navarro et al., 2008).
También hay que considerar los posibles efectos causados por los artilugios vinculados a los
aprovechamientos tradicionales. Ası́, molinos harineros y batanes convivieron durante mucho tiempo
en los rı́os peninsulares, siendo a partir de los prolegómenos del siglo XIII cuando registraron una
notable difusión, una vez reconquistadas a los árabes numerosas cuencas fluviales, como la del
Guadiana (Rodriguez Picavea, 1996), pasando a ser elementos clave de la economı́a bajomedieval
y moderna. Su ubicación coincidı́a con tramos fluviales donde era mayor el desnivel y el caudal de
las aguas; ello permitı́a disponer, con muy bajo coste, de una eficaz liberación de energı́a hidráulica
destinada al movimiento de mazos y ruedas (para el bataneo de los paños y la molienda del grano).
328
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
Magnı́ficos ejemplos de ello se localizan en:
Las Lagunas de Ruidera con cerca de una treintena de artilugios en apenas 50 km de recorrido
fluvial (Marı́n, 2007). El funcionamiento de estos ingenios exigió excavar caces (muchas veces
en el seno de las barreras) para derivar flujos hasta la maquinaria hidráulica y a las “balsas”
a fin de asegurar la llegada de agua en épocas de sequı́a.
Otros parajes con similares caracterı́sticas, tuvieron el mismo proceso como los artilugios de
las lagunas tobáceas del Arquillo, de Villaverde, del Marquesado, de Uña, de Añavieja, etc.
También algunos cauces, como el del rı́o Gallo, llegaron a mover las ruedas de 22 molinos, 13
batanes y 4 fábricas de lanas en el siglo XIX (Perruca, 1891); o el del Júcar, en la albacetense
comarca de La Manchuela (Fernández Fernández, 2000).
Todos estos artilugios se beneficiaron de una cierta continuidad de los flujos de agua regularizados por los acuı́feros próximos. Por ello funcionaron en todas las épocas del año, en contraste con los
de otros ámbitos cercanos que fueron considerados como “invernizos” ya que sólo disponı́an de agua
durante la estación de lluvias, interrumpiendo su molienda precisamente al inicio del verano cuando
se habı́an recogido las cosechas. Por su parte, la operatividad de los batanes concluyó mucho antes
que la de los molinos, pues, a consecuencia de la desaparición de La Mesta, estaban ya arruinados
por doquier a mediados del siglo XIX (Prieto y González Martı́n, 2005). Sin embargo su presencia
habı́a dado paso en algunas regiones, como el Alto Tajo, a ferrerı́as que aprovecharon los caudales
y que, además, deforestaron enormes superficies arbóreas: una legislación permisiva les consistió
reducir bosques enteros a carbón vegetal para atender su enorme demanda de combustible.
Con los albores del siglo XX, la llegada de la electricidad motivó que los antiguos molinos se
convirtieran en aprovechamientos hidroeléctricos. Fueron fábricas de luz o pequeñas centrales hidroeléctricas que necesitaron mayores caudales, acentuando los contrastes en las corrientes fluviales,
sobre todo en los momentos de estiaje. Con el tiempo, aquellas instalaciones fueron reemplazadas
por centrales hidroeléctricas técnicamente más sofisticadas. En los tramos de valle que contenı́an
edificios tobáceos, y al igual que molinos y batanes, la mayorı́a se emplazó sobre las barreras debido a que en ellas convergı́an dos requisitos fundamentales: disponibilidad de caudales suficientes
y desniveles idóneos. A partir de los años cincuenta, el interés económico de esas infraestructuras
fue declinando hasta cerrar muchas de ellas, debido a sus altos costes de producción, comparados
con los de los grandes embalses que comenzaron a proliferar a mediados del siglo XX.
Entre los tramos fluviales con tobas destacaron los dispositivos hidroeléctricos instalados, desde
principio de la centuria en el valle del Júcar (La Manchuela, Albacete), y, sobre todo, en el Alto
Guadiana, donde varias centrales hidroeléctricas se dispusieron en el entorno de Ruidera; allı́ tuvieron nefastas consecuencias para las represas (Marı́n y González Martı́n, 2004 y Marı́n, 2007)
al exigir su aprovechamiento integral la perforación sistemática de las barreras tobáceas mediante
túneles y aliviaderos artificiales (Fig. 23.8). También se efectuaron canales de derivación en las
laderas que sustrajeron abundantes aguas a los cauces tobáceos.
Las infraestructuras de riego fue otra de las grandes actuaciones que alteraron los flujos carbonáticos a través del tiempo. Se iniciaron en el albor de los tiempos y su presencia está confirmada
en los textos latinos (Columela, etc.). Posteriormente, fueron los agrosistemas islámicos los que también hicieron un uso permanente del agua en las huertas mediante norias o “cenias”, azudes, canales
y distintos sistemas de aprovechamiento para el regadı́o. Quizás en la Submeseta sur, los conjuntos
tobáceos del Júcar en la Manchuela fueron, los que más sufrieron la disminución de los caudales
en aquella época, como atestiguan los restos de infraestructuras localizados en el fondo de dicho
valle (Cano Valera et al., 1989). Idéntica posibilidad pudieron conocer los numerosos dispositivos
emplazados en la Sierra de Alcaraz (Fidalgo, 2011).
En tiempos de la Ilustración, el crecimiento demográfico del paı́s y los ideales de mejora social
conllevaron intervenciones muy notorias en muchos fondos tobáceos, destinadas al aumento de
la superficie irrigada. De nuevo, las Lagunas de Ruidera fueron un paradigma de este tipo de
329
LAS TOBAS EN ESPAÑA
actuaciones, al contemplarse sus humedales, en diferentes proyectos de los siglos XVIII y XIX,
como un embalse natural colgado sobre la llanura manchega. En efecto, arquitectos e ingenieros
de la época (Juan de Villanueva10 , Castro, Echegaray, etc.) advirtieron las enormes posibilidades
de las Lagunas para mejorar los recursos agrı́colas de una región tan seca como La Mancha. Con
este objetivo se evaluaron los volúmenes de agua de los vasos lacustres para la construcción de
un enorme embalse, capaz de regar mediante un prolongado canal –el del Gran Prior- extensos
secarrales que ofrecı́an unas producciones agrarias de escaso rendimiento hasta aquel momento
e, incluso, establecer asentamientos de colonos (Peñarroya y Villacentenos) en las futuras tierras
regadas (Marı́n, 2007).
Figura 23.8: Perforaciones en las barreras de la Laguna Tinaja (A) y de la Laguna San Pedro (B) para desagüe
de las mismas con fines hidroeléctricos.
10
Concretamente en la barrera que cierra la Laguna del Rey, este real arquitecto instaló una fábrica y varios
molinos de pólvora. Aguas abajo realizó un importante proyecto de regadı́o vinculado a la construcción del Canal
del Gran Prior. Contemplaba a la Laguna de Miravetes, una de las últimas del sistema, como elemento clave de
regulación y almacenaje del agua para riego. Hoy su vaso se encuentra totalmente colmatado por terrı́genos.
330
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
Desde inicios del siglo XX se proyectaron diversos embalses en valles donde no faltaban las
acumulaciones tobáceas. Algunos se llevaron a cabo y otros no pasaron de ser meros proyectos.
Entre los primeros mencionar el de Peñarroya (Alto Guadiana), el de la Toba (Fig. 23.9) y del
Molinar (Júcar), el de La Tajera (Tajuña), el del Taibilla (sur de Albacete), etc. Entre los que no
vieron la luz citar el del Balcón de Pilatos en el Tajo, en las proximidades de Trillo, el del rı́o Gallo,
cerca de Molina de Aragón o el de la Laguna de Villaverde, en Albacete (Fidalgo, 2011).
Figura 23.9: Paraje de las Casas de la Toba cubierto hoy por las aguas del Embalse de la Toba sobre el rı́o Júcar
(Cuenca). Fuente: Salto de Villalba de la Sierra, Eléctrica de Castilla, S.A. 11
Uno de los procesos de degradación más recientes y eficaces que amenazan la funcionalidad
de algunos de estos sistemas es la explotación y sobre-explotación de acuı́feros, especialmente,
los alimentados por las aguas del acuı́fero del Campo de Montiel o del de La Manchuela. Sus
efectos comenzaron a ser notorios a partir de los años 80, conforme aumentaba vertiginosamente la
superficie de los regadı́os y la demanda de aguas subterráneas. Este incremento se realizó a costa
de vastos campos de secano e incluso, a veces, roturando parajes forestales de cierta importancia
cubiertos por sabinas y encinas (González Martin et al., 1989b). Casi coetáneamente, se inició el
estudio de los descensos generalizados del agua de estos acuı́feros, dando lugar a una multitud de
trabajos e informes (realizados sobre todo por la Dirección General de Obras Hidraúlicas, por el
Servicio Geológico de Obras Públicas y por el I.G.M.E.).
La fatal convergencia de unos años de sequı́a (1986-95), junto al incremento de las extracciones
en los pozos, destinadas al riego, desencadenó un proceso de descenso generalizado de los niveles
piezométricos. En algunas áreas del Alto Guadiana, los valores medios de este descenso fueron de
20-30 m y los máximos alcanzaron hasta los 50 m (Montero, 2000). En Ruidera, esta coincidencia
se tradujo por una brutal pérdida de caudal en los flujos superficiales que afectaron a la altura de
la lámina de agua en ciertas lagunas hasta dejarlas secas -Blanca, Redondilla (Fig. 23.10)- o casi
totalmente secas (Tomilla, Tinajas, Lengua). Se interrumpió ası́ la conexión superficial entre ellas y
cesó por mucho tiempo el funcionamiento de los procesos de precipitación en los antiguos saltos de
agua. Además, los frágiles materiales de las barreras quedaron a la intemperie y fueron sometidos
a mecanismos de meteorización, al efecto desgarrador en sus estructuras de sistemas radiculares y
11
Cortesı́a de J. Vázquez Navarro.
331
LAS TOBAS EN ESPAÑA
finalmente, al deterioro provocado por el paso de ganados y personas. El estudio y contraste de
numerosas fotos históricas (González Martı́n et al., 1997) permitió detectar que, aunque situaciones
de sequı́a habı́an hecho acto de presencia en el pasado (década de los años 50), nunca el nivel del
agua habı́a llegado a las posiciones tan bajas registradas en 1995. Efectos semejantes conocieron
las acumulaciones tobáceas actuales del Júcar (Fernández Fernández, 1996 y 2000) al quedar casi
seco el cauce del rı́o. Este sólo era funcional durante las horas de desembalse de agua efectuado por
las pequeñas centrales locales para la producción de energı́a eléctrica o por algunas sueltas desde
el Embalse de Alarcón. Tras unos años de precipitación “normal”, tanto Ruidera como el lecho del
Júcar, volvieron a funcionar naturalmente.
Figura 23.10: Diferentes niveles de la lámina de agua en la Laguna Redondilla, Ruidera.
En la actualidad son las variaciones en los caudales, bien sea por aumento o disminución, los
factores que ejercen una repercusión más notoria, siendo las crecidas los procesos que inducen
efectos hidro-mecánicos de mayor eficacia: incisión de los dispositivos tobáceos, sobrecrecimiento
de marmitas en su seno y retroceso de cascadas. Todavı́a cauces con importantes cantidades de
carbonatos, mantienen su precipitación si las condiciones lo permiten, incluso construyendo ciertas
barreras embrionarias que se insinúan en los lechos (Garcı́a del Cura et al., 2011). Pero no escasean saltos de agua donde las pequeñas cascadas tobáceas ofrecen una morfologı́a con numerosas
cicatrices, testigos de una precipitación de carbonatos muy poco eficaz y en regresión por el efecto
erosivo de los terrı́genos transportados.
Si en ocasiones son necesarios varios milenios para que se produzcan desestabilizaciones duraderas en los edificios tobáceos, en otros casos el proceso de incisión y destrucción de estas formaciones
es extraordinariamente rápido. A la espera de nuevos análisis cuantitativos12 que establezcan la
velocidad de incisión, son varios los ejemplos que, a modo de paradigma de esta situación, se
12
En el momento actual se están llevando a cabo investigaciones en distintos ámbitos: Laguna Tomilla y valle de
las Hazadillas (Ruidera), Laguna de Villaverde o la Laguna del Arquillo (Albacete).
332
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
advierten en el interior peninsular. En todos ellos, eventos de lluvias abundantes han originado
violentos resurgimientos de cursos no funcionales durante mucho tiempo e, incluso, crecidas que
al discurrir sobre las acumulaciones tobáceos han provocado erosiones de notable entidad. Ası́ en
un breve espacio de tiempo (meses, e incluso dı́as) los flujos de agua rompen y desarticulan sus
estructuras de modo muy notorio (Fig. 23.11).
1.2.
PROCESOS DIRECTOS
Con esta denominación se hace referencia a aquellas acciones antrópicas o naturales cuyos
efectos se manifiestan de modo directo sobre los conjuntos tobáceos; algunas de ellas, como su
utilización para material de construcción, revisten un carácter secular; en otros casos, se trata de
nuevos impactos derivados del aprovechamiento turı́stico realizado en muchos espacios con tobas.
1.2.1.
LA EXPLOTACIÓN DE LOS MATERIALES TOBÁCEOS
Los materiales tobáceos han sido utilizados como elemento de construcción (Fig. 23.12) por
parte de poblaciones instaladas, más o menos cerca de los sistemas geomorfológicos donde aquellos
abundaban, debido a que era un material fácil de obtener, sus frentes de explotación solı́an ser accesibles, eran muy aptos para el labrado y, en ambientes relativamente secos como los mediterráneos,
ofrecı́an una relativa resistencia ante los agentes meteóricos.
En España fueron utilizados como elemento de construcción de viviendas rurales y dependencias en edificios notables tanto civiles como religiosos, fortificaciones, artilugios hidráulicos y sus
respectivas infraestructuras (caces, balsas, acueductos. . . ), puentes y, en ocasiones, como elemento
funerario. Su baja densidad y peso motivó su ubicación preferencial en vanos desde tiempos muy antiguos: ciertos asentamientos de la Edad el Hierro en la Meseta, ofrecen abundantes sillares tobáceos
a pesar de ser un recurso foráneo emplazado en zonas alejadas varias decenas de kilómetros.
1.2.2.
IMPACTOS URBANÍSTICOS Y TURÍSTICOS
Actualmente, a las alteraciones de carácter histórico se han unido otras derivadas de los procesos vinculados al desarrollo urbanı́stico impuesto sobre estos frágiles sistemas13 . Entre otras puede
señalarse la instalación de áreas urbanizadas apoyadas sobre las frágiles estructuras tobáceas (Fig.
23.13), tanto sobre barreras como replanos, cerca de taludes con el consiguiente riesgo a un posible colapso puesto que su peso ejerce una considerable presión superficial sobre las estructuras
carbonáticas.
El atractivo turı́stico que ejercen estos espacios genera otros impactos (Fig. 23.14) tales como:
- Efecto del pisoteo que ocasiona principalmente una erosión superficial en los conjuntos tobáceos.
Genera “surcos o vı́as de erosión” utilizadas luego a modo de sendas o caminos. Estos, con el paso
del tiempo y por un efecto de “llamada”, determinan que los visitantes utilicen progresivamente
estos senderos erosivos, lo que degrada, todavı́a más, estos accesos improvisados. En algunos casos
(barrera de la “Laguna Redondilla”, Ruidera) se ha estimado una erosión superficial de más de
medio metro en algunos sitios de su coronación y los análisis efectuados en los fragmentos tobáceos
arenizados, tras el pisoteo, ofrecen una granulometrı́a donde más del 40 % son limos y arcillas
(González Martı́n et al, 2006).
- Instalación de áreas de aparcamiento incontrolado sobre estructuras tobáceas: implican un
impacto que puede revestir cierta importancia sobre todo cuando se localizan sobre los replanos o
barreras tobáceas. Las consecuencias son:
Por un lado, fuerte erosión y alteración debido a la concentración de vehı́culos y personas
sobre la superficie, con una importante degradación.
13
Es ésta una temática escasamente abordada donde tan solo se cuenta con algunos trabajos puntuales (González
Martı́n et al., 2006) siendo necesario abordar nuevas investigaciones.
333
LAS TOBAS EN ESPAÑA
Figura 23.11: A. Encajamiento métrico generado por el rı́o Salobre y motivado por los procesos de concentración
de flujos destinados a un aprovechamiento hidráulico. Al fondo de la imagen las laderas muestran una intensa
ocupación por cultivos de olivar y sobre el propio sistema se han instalado diferentes terrazgos agrı́colas. B.
Erosión en la barrera de la Laguna de Villaverde. C1, C2 y C3. El entorno próximo a la Laguna del Arquillo
ofrece sı́ntomas de la rapidez con la que se destruyen y se inciden las formaciones tobáceas que cierran humedales.
En el paramento de la barrera de esta laguna, se apoya una prolongada rampa tobácea donde molinos y campos
de cultivo abandonados son testigos de la pretérita artificialización del drenaje actual. Sobre la citada rampa,
se trazó un vial de modo paralelo e inmediato al lecho del rı́o, lo que ha motivado enérgicas acciones erosivas
sobre su antiguo firme. Ası́, en momentos muy recientes de avenida, el cauce se ha visto desbordado inundando
la infraestructura viaria. La concentración inicial de los flujos, la pendiente de la rampa y la deleznabilidad de
los carbonatos tobáceos que la constituyen, han contribuido a que esta vı́a, accesible para vehı́culos de hasta 4
toneladas en la última década del siglo XX, sea hoy intransitable, incluso, para el paso de personas al socavarse,
durante varias decenas de metros, un conjunto de marmitas, circulares y elipsoides, que superan la profundidad
de 1,5 m. (Fidalgo, 2011).
334
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
Por otro, la presión que ejercen dichos vehı́culos, a veces de gran tonelaje sobre estas vulnerables estructuras carbonáticas y que, en algunos casos (tal como han relevado algunos
perfiles con Geo-radar en las Lagunas de Ruidera, González et al., 2006) presentan a cierta
profundidad lı́neas de debilidad, fracturación y cavidades susceptibles de originar colapsos y
hundimientos. Se ha calculado, igualmente en Ruidera, que las tobas tienen una resistencia de
entre 9 y 59 kg/cm2 , siendo las más resistentes las de musgo (Garcı́a del Cura, en González
et al., 2006).
Figura 23.12: Sillares tobáceos en distintas construcciones y edificios. 1. Casa rural en Mandayona (Guadalajara).
2. Arco del teatro romano de Sagunto. 3 y 4. Puente medieval de Frı́as y detalle. 5. Vivienda troglodı́tica como
residencia secundaria en Cı́vica (Brihuega, Guadalajara). 6. Tobas en el acueducto de alimentación del cubo de
un molino harinero en el valle del rı́o Angorrilla (Sierra de Alcaraz, Albacete).
- Existencia de viales asfaltados y sin asfaltar: En ocasiones un “mal necesario” con pocas
alternativas debido a las necesidades de comunicación y prevención de riesgos (incendios, etc.). Por
otra parte la construcción de infraestructuras que palien estas necesidades ha supuesto el desmonte,
degradación y desaparición de enormes volúmenes de toba en muchos parajes.
335
LAS TOBAS EN ESPAÑA
- Presencia de áreas de baño y otras actividades recreativas: son frecuentes en muchos tramos
fluviales y fluvio-lacustres y su incidencia, por sı́ sola, no suele ocasionar un impacto de notables
consecuencias, pero puede sumarse a los efectos acumulados por todas las actividades anteriores.
Además han de tenerse en cuenta actuaciones particulares y municipales que han generado zonas
de baño eliminando las orlas de vegetación y creando playas artificiales con aporte de arenas de
mineralogı́a alóctona (muy frecuentemente silı́ceas) o bien prácticas como el barranquismo o el
mismo baño en tramos estromatolı́ticos que representan una amenaza para estos frágiles conjuntos.
Figura 23.13: Construcciones instaladas sobre las acumulaciones tobáceas en el Parque Natural de las Lagunas de
Ruidera. A. Edificaciones sobre replanos en la Laguna Tinaja. B. Edificaciones sobre la represa de la Laguna del
Rey.
Figura 23.14: A. Vista general de la barrera de la Laguna de la Redondilla y viales sobre su coronación utilizados
hasta hace algunos años como vado y paso de visitantes y ganados. B. Bañistas sobre un dispositivo estromatolı́tico
en Lagunas de Ruidera. C. Uso recreativo de los saltos jalonados por construcciones estromatolı́ticas en el rı́o
Cabriel. D. Área de esparcimiento y playa artificial en la cola de la Laguna de la Salvadora (Ruidera).
336
23. LA DEGRADACIÓN ANTRÓPICA DE LOS PAISAJES TOBÁCEOS
1.2.3.
IMPACTOS PROVOCADOS POR SISTEMAS RADICULARES
Si en el inicio de este capı́tulo se ha establecido que la deforestación constituye un proceso indirecto que contribuye al desmantelamiento de los edificios tobáceos, al final del mismo hay que aludir
al impacto directo desempeñado por la vegetación, especialmente la arbórea, al instalarse sobre las
barreras y replanos tobáceos cuando estos han perdido parcial o totalmente su funcionalidad. A
partir de entonces, las cubiertas vegetales van colonizando sus paramentos y techos estromatolı́ticos
disponiendo progresivamente sus sistemas radiculares y creando zonas de debilidad en las barreras
o incrementando los efectos de la llamada del vacı́o en los acantilados tobáceos (Fig. 23.15).
Figura 23.15: Sistemas radiculares favoreciendo la caida de paneles en replanos estromatolı́ticos y barreras (Ruidera).
Es de destacar la presencia de algunas especies en particular como la higuera (Ficus carica)
por la entidad que llegan a tener en su avance y proliferación14 , gracias al desarrollo de un potente sistema de raı́ces que le permite ubicarse en lugares como paredes casi verticales, de difı́cil
acceso para otros elementos arbóreos. Su sistema radicular es extremadamente fasciculado, no hay
predominio de una raı́z principal, sino de varias, fibrosas y con disposición radial que se extienden
lateralmente a distancias considerables (en ocasiones una decena de metros o más), y en algunos
tipos de suelos puede desarrollarse hasta profundidades realmente sorprendentes. Sobre las tobas
ejercen un proceso de cuña al introducirse en su seno con un progresivo desarrollo que contribuye
a la metorización y a la pérdida de cohesión del paramento, facilitando el paso de flujos de agua
que pudieran amenazar la estabilidad del conjunto.
Además de esta especie, cualquiera otra que se instale sobre un edificio tobáceo va a generar
el mismo fenómeno de acuñamiento, desarticulación y ruptura si bien el grado de efectividad del
impacto guarda relación con el tipo de sistema radicular. En algunas de ellas, esta colonización
vegetal fue dirigida por la mano del hombre quien favoreció una repoblación a menudo a base de
conı́feras, con la peculiaridad de la acidificación que sus restos orgánicos incorporan a un suelo
calizo.
CONSIDERACIONES FINALES
La degradación de los sistemas tobáceos se inscribe en un ciclo climático-antrópico cuyas causas
son múltiples y se refuerzan por un proceso de sinergia, en una compleja interrelación hombre-medio
en la que es difı́cil discernir los lı́mites entre uno y otro. En ese proceso, las consecuencias de los
impactos se solapan y se yuxtaponen, y si éstas son variadas no lo son menos las causas que las
engendran, imbricadas en una secuencia acción-reacción de complejo análisis.
Sin duda alguna, toda una serie de alteraciones, naturales y antrópicas, son las responsables
de que, a lo largo del Holoceno, un enorme número de formaciones tobáceas hayan dejado de ser
14
Aún siendo indiferente edáfica, adquiere un desarrollo óptimo sobre sustrato calcáreo.
337
LAS TOBAS EN ESPAÑA
funcionales en muchos ámbitos mediterráneos, con un carácter más o menos irreversible. Incluso en
algunos casos históricos, en tan sólo unas centenas de años, e incluso decenas, ciertos dispositivos
han sufrido profundas degradaciones ante el comportamiento lábil de sus estructuras carbonáticas.
El deterioro que han experimentado estas acumulaciones a lo largo del tiempo ha estado protagonizado, esencialmente, por los procesos de ruptura de fitoestabilización, por la alteración de los
caudales de los flujos de agua y por el deterioro de su calidad ambiental, quedando por estudiar los
efectos que sobre ellas han tenido las pequeñas fluctuaciones climáticas holocenas y, sobre todo, las
más tardı́as (Optimo Climático Medieval o Pequeña Edad del Hielo).
Afortunadamente, los procesos de precipitación tobácea continúan siendo funcionales en ámbitos espaciales casi siempre caracterizados por una escasa o moderada presión antrópica a través del
tiempo. Sirva este capı́tulo para que, comprendiendo las perturbaciones pretéritas que han degradado o extinguido a las formaciones tobáceas, se adopten medidas capaces de asegurar la pervivencia
futura de los geosistemas tobáceos y de sus ecosistemas asociados.
338
24. PATRIMONIO GEOMORFOLÓGICO:
CONSERVACIÓN Y GESTIÓN DE LOS EDIFICIOS Y PAISAJES TOBÁCEOS
L. Carcavilla1 , J. J. Durán1 , Á. Vázquez2,3 , y J. Vázquez-Navarro3
1. Instituto Geológico y Minero de España. C/Rı́os Rosas 23, 28003 Madrid. [email protected]; [email protected]
2. Consultor en Ordenación del Territorio y Medio Ambiente. [email protected]
3. Dpto. de Geografı́a, Universidad Autónoma de Madrid. Carretera de Colmenar, km.15, 28045, Tres Cantos,
Madrid.; [email protected]
INTRODUCCIÓN
Las tobas calcáreas y los travertinos, son elementos destacados del patrimonio natural. No sólo
por su interés cientı́fico, sino también por su elevado valor ecológico y paisajı́stico, creando hábitats
especı́ficos para multitud de ecosistemas y de especies. Pocos hábitats continentales muestran una
vinculación tan estrecha entre procesos geológicos y biológicos como los que participan conjuntamente en la génesis de estos sedimentos. Su alto interés cientı́fico se debe:
- por un lado a las condiciones de su formación. Éstas ofrecen excelentes análogos modernos
para explicar el registro geológico equivalente del pasado, a través de los rápidos procesos de sedimentación y erosión involucrados, monitorizables en la actualidad a una escala de tiempo humana.
También destaca la sensibilidad de tobas y travertinos para registrar cambios ambientales, correlacionándose en general su presencia con condiciones cálidas y húmedas. Su estudio también aporta
información muy valiosa sobre la evolución geomorfológica de la red de drenaje y sobre los cambios
en el territorio en el que se ubican, sean de origen natural o inducidos antrópicamente. Proporcionan
datos sobre las condiciones ambientales en el momento de su formación, siendo eficaces archivos
para la detección de los principales eventos ligados a los cambios climáticos mayores de las regiones
emergidas del Cuaternario. Además, su susceptibilidad a la datación absoluta por varios métodos
radiométricos potencia todos estos aspectos.
- por otro lado, también poseen un elevado interés cultural, pues la asociación evidente entre
los edificios tobáceos con el agua y la vegetación, les ha convertido en enclaves donde el hombre ha
desarrollado buena parte de su actividad desde tiempos ancestrales, utilizándolos como material
constructivo y asentando incluso en ellos sus núcleos urbanos. Su relevancia cientı́fica se ve ampliada
en la actualidad por la atracción social que ejercen sobre la población, constituyendo importantes
reclamos turı́sticos y lúdicos, ası́ como referentes paisajı́sticos de identificación colectiva. Las tobas
son, por tanto, mucho más que lugares de interés geológico. Buen indicador de su valor cientı́fico y
cultural es el hecho de que muchas formaciones tobáceas españolas están incluidas en áreas protegidas. Es precisamente esta diversidad de intereses y utilidades la que las hace elementos complejos
de entender y de gestionar. Aún es necesario avanzar más en el conocimiento de las necesidades
de conservación y gestión que requieren estas llamativas pero frágiles formaciones geológicas. El
presente capı́tulo reflexiona acerca del valor de las tobas calcáreas por su interés cientı́fico como
elemento patrimonial, ası́ como sobre sus usos y necesidades de gestión.
339
LAS TOBAS EN ESPAÑA
1.
GEOCONSERVACIÓN: AMENAZAS Y NECESIDADES DE GESTIÓN
DE LAS TOBAS CALCÁREAS Y TRAVERTINOS
Los procesos que originan la formación de las tobas y travertinos son cambiantes y están sujetos a un balance in situ entre una actividad constructiva (de sedimentación o agradación) y otra
destructiva (de disolución y erosión mecánica). Bajo condiciones naturales, el mismo medio que
las construye es el que las destruye, en función de unos equilibrios, volubles por diversos factores
(Fuller et al., 2011). Los edificios tobáceos constituyen uno de los ambientes sedimentarios donde
ambos procesos pueden estudiarse simultáneamente, en periodos de tiempo más cortos y con tasas
más altas (Pentecost, 2005). Esto determina sendas caracterı́sticas clave en lo relativo a su geoconservación que son su fragilidad y su escasa extensión superficial: si bien su formación es muy
rápida en términos geológicos, son muy vulnerables a la erosión, que puede destruirlas también
rápidamente. Por ello, es poco frecuente encontrar tobas y travertinos en el registro fósil anterior al
Mioceno (Zamarreño et al., 1997; Hernández et al., 1998; Arenas et al., 2007; Diéguez et al., 2009)1
ofreciendo los adscritos al Pleistoceno y al Holoceno sedimentos carbonáticos con escasa cohesión.
No obstante, cuando tras cientos de miles o millones de años transcurridos desde su precipitación
primaria, sus caracterı́sticas petrológicas cambian por procesos de diagenetización, pueden adquirir
gran competencia y resistencia a la erosión. Pero esto mismo las hace entonces difı́cilmente identificables o asociables a los medios sedimentarios que las originaron, quedando a menudo enmascaradas
sus fábricas primarias, y siendo identificadas como carbonatos de origen lacustre, ajenas al registro
geológico de tobas y travertinos.
Respecto a la formación actual de estos sedimentos, una exigencia básica de la geoconservación
que les atañe es la de procurar no alterar el ritmo de evolución natural de los procesos. En el caso
de las tobas activas, su conservación no sólo pasa por mantener el buen estado del afloramiento,
sino también en preservar las tasas de precipitación naturales (dentro de lo “naturales” que sean
las condiciones actuales). Pero hay pocos datos experimentales de la precipitación de carbonato
en las tobas españolas, por lo que es complejo establecer un seguimiento y un diagnóstico de la
situación a lo largo del tiempo. Por el contrario, sı́ se dispone de una serie de indicadores simples
que pueden ayudar a realizar el seguimiento del estado de conservación de los edificios tobáceos y
que también pueden ser útiles para detectar posibles modificaciones en el sistema, sin olvidar que la
colonización vegetal, erosión y karstificación son procesos que forman parte de su evolución natural,
pero cuya intensidad puede estar condicionada por la acción antrópica. Algunos de estos indicadores
(Durán et al., 2009) proporcionan información sobre: a) la cobertura biológica de diverso tipo y la
conservación de la misma; b) la calidad del agua y cantidad de caudales; c) la presencia de procesos
erosivos; y d) la alteración antrópica moderna de usos y su impacto.
Hay una tradición cientı́fica centenaria en el análisis de los rı́os calcificantes en el mundo (Gregory, 1911; Roddy, 1915; Macfayden, 1928; Howe, 1931), ası́ como en la evaluación de sus parámetros
de precipitación, en entornos como EEUU (Slack, 1967) y Australia (Jolly and Tickell, 2011). Incluso hay trabajos sobre la prevención de la contaminación (Becker, 2006; Cukrov et al., 2008).
Pero a pesar del valor, de la fragilidad y de la variedad de las amenazas que ponen en peligro la
conservación de tobas y travertinos, aún son pocos los proyectos de gestión para su conservación.
En Europa, destaca un reciente proyecto LIFE, compartido entre la Unión Europea e instituciones
alemanas de ı́ndole regional y federal, para la optimización de manantiales calcificantes y formación de toba, en el Frankenalb (Ökon, 2007). Otro proyecto LIFE en Irlanda incluye este tipo de
manantiales, entre otros biotopos a inventariar y proteger (Foss, 2007). En España, la atención
patrimonial a estos depósitos no es aún muy numerosa (Peñalver Mollá et al., 2002; Serrano et al.,
2009). Uno de los más significativos trabajos de geoconservación se realizó en el Parque Natural
de las Lagunas de Ruidera (González Martı́n et al., 2006). Partiendo de un mapa geomorfológico a
escala 1:4.000 se identificaron y cartografiaron hasta 15 impactos antrópicos y naturales que afectaban a este espacio protegido. De este trabajo de referencia destaca la metodologı́a aplicada en la
1
340
Vease el Capı́tulo 3.
24. PATRIMONIO GEOMORFOLÓGICO: CONSERVACIÓN Y GESTIÓN DE LOS
EDIFICIOS Y PAISAJES TOBÁCEOS
valoración cualitativa en una escala de cinco niveles, entre leve y muy grave.
2.
LA PROTECCIÓN LEGAL DE LAS TOBAS CALCÁREAS. SITUACIÓN EN ESPAÑA Y SU CONTEXTO MUNDIAL
El interés geomorfológico y ecológico de las tobas calcáreas ha favorecido que muchos afloramientos singulares cuenten con protección legal, amparados bajo alguna figura de conservación
de la naturaleza, tanto en España como en otros paı́ses. Las morfologı́as de terrazas tobáceas y
travertı́nicas son fascinantes. Siguen un patrón geométrico universal, que ha sido explicado recientemente mediante modelos fisicoquı́micos (Hammer et al., 2007; 2008; Meakin and Jamtveit, 2010)
y que es común también a otro tipo de minerales, como las pequeñas barreras de oxihidróxidos e
hidrosulfatos de hierro de la cuenca de Rı́o Tinto-Huelva (Sánchez España et al., 2007). Sin embargo, no hay ninguna monografı́a ni trabajo conjunto que agrupe los espacios naturales protegidos
mundiales que, como denominador común, sustenten sus mayores valores ambientales en torno a la
existencia de tobas y travertinos activos.
En la actualidad hay ocho lugares con importante desarrollo de tobas y/o travertinos que
han sido declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO: el Parque Nacional Nahanni
(Canadá); Huanglong (China); el Valle de Jiuzhaigou (China); los Tres Rı́os paralelos de Yunnan
(China); el Parque Nacional de los Lagos de Plitvice (Croacia); Hierápolis-Pamukkale (Turquı́a); el
Parque Nacional Gran Cañón-Cascadas de Havasu (EEUU) y el Valle de Cuatrociénagas (México).
Además, hay otros lugares donde formaciones de tobas y travertinos han recibido otro tipo de
reconocimiento nacional y constituyen enclaves turı́sticos de primer orden, como el Mono Lake
(EEUU) debido a la formación de tobas a partir de aguas salinas, las formaciones travertı́nicas del
Parque Nacional de Yellowstone (EEUU), Badab-e Surt (Irán), Saturnia (Italia), o Rotorua (Nueva
Zelanda). En este último paı́s destacaban también las Pink and White terraces, espectaculares
formaciones travertı́nicas formadas a partir de aguas emanadas por dos géiseres y que descendı́an
de manera escalonada los 40 metros que los separaban del nivel del lago Rotomahana. Por desgracia
fueron destruidas por la erupción del volcán Tarawera, en 1886, aunque quedó constancia de su
belleza en numerosas obras pictóricas.
Otros espacios naturales sin la declaración de la UNESCO, pero sı́ protegidos por figuras nacionales, amplı́an la lista de referencias, útiles por cuanto son menos conocidas. Uno de los ejemplos
más espectaculares es el Parque Nacional de Band-e Amir, en Afganistán, conformado por una
concatenación de lagos represados por barreras travertı́nicas (Jux and Kempf, 1971; Lang, 1972;
Bourrouilh et al., 2007; Bedunah et al., 2010). Su génesis se ha desencadenado por deslizamientos
de ladera naturales que han iniciado el represamiento, luego ampliado por la acción incrustante
del agua formando barreras (Shroder, 1989 y com. personal del autor). En Croacia, el ya mencionado parque nacional de Plitvice es considerado el paradigma de estos espacios naturales por
su declaración pionera (estudiado por Ivo Pevalek en los años 30 y declarado Parque Nacional en
1949), y por su gestión ecológica integral (Travis, 2011). Aunque menos conocido, es más extenso y
espectacular el sistema tobáceo fluviolacustre del rı́o Krka (Lojen et al., 2004) (Fig. 24.1-A). Este
parque nacional croata alberga, entre muchos otros tramos represados del rı́o, el mayor lago del
planeta formado por una barrera natural de toba (Visovac) en términos de longitud (12.5 km), superficie (5,2 km2 ) y volumen de agua embalsada (103 hm3 ) (Udovic et al., 2011). Por último, cabe
mencionar, también en Croacia, los rı́os con barreras tobaceas de Zrmanja y Krupa, en el Parque
Natural de las Montañas de Velevit y el rı́o Mrežnica, que a lo largo de 60 kilómetros presenta
93 saltos represados por toba, el mayor tramo continuo del mundo con estas caracterı́sticas. En
América, las cascadas de Agua Azul, en el Estado de Chiapas (México). Estas cascadas de toba
se encuentran en un área protegida de 2.580 ha, declarada Reserva de la Biosfera en 1980. El área
de recarga de los manantiales que alimentan este sistema (Los Montes Azules) también se declaró
Reserva de la Biosfera en 1978 con una superficie de 331.200 ha (Simonian, 1995). Es necesario
recordar que aparecen tobas y travertinos en espacios naturales protegidos de todo el planeta sin
341
LAS TOBAS EN ESPAÑA
que sea su presencia uno de los principales valores que motivase la decisión polı́tica de protección;
es el caso de los estromatolitos del Lago de Sarmiento (Chile), dentro del famoso Parque Nacional
de las Torres del Paine (Solari et al., 2010).
Los elementos kársticos en general, debido a su interés geológico y a que sirven de sustento a
diversos ecosistemas, tienen una buena representación en la red española de espacios protegidos.
Karst y patrimonio natural son dos términos que con frecuencia aparecen asociados (Durán y
Robledo, 2002, Carrasco, 2002) y de hecho, con los datos analizados hasta el momento, estimamos
que un mı́nimo de 14 km2 de tobas calcáreas y travertinos están protegidos en España bajo alguna
figura ambiental de carácter nacional o autonómico. Si analizamos la relación entre tobas calcáreas
y Red Natura 2000, la superficie de tobas y travertinos estimada bajo protección de LIC (Lugar de
Importancia Comunitaria) es de 43 km2 y para ZEPA (Zona de Especial Protección para las Aves)
de 32 km2 (Tabla 24.1).
Tabla 24.1: Relación entre tobas y espacios naturales protegidos (ENP) en España.
Red Natura
Espacios Naturales Protegidos
LIC
ZEPA
*
Nº ENP
con tobas(1)
% ENP
con tobas(2)
Sup tobas
(km2 )(3)
80
46
22
6
8
4
43
32
14
(1) Nº de espacios protegidos que contienen tobas dentro de su delimitación territorial. (2) Porcentaje de espacios
protegidos que contienen tobas respecto al total de espacios protegidos. (3) Superficie estimada de tobas dentro de
los lı́mites territoriales de estas figuras de protección. * Parque Nacional, Parque Natural-Regional-Rural, Paisaje
Protegido, Monumento Natural, Reserva Natural, Enclave Natural, Paraje Natural, etc.
Entre los espacios con tobas protegidos en España bajo diferentes figuras, se pueden destacar
el Alto Tajo, la Sierra de la Pela y la Laguna de Somolinos (Guadalajara); las Lagunas de Ruidera
(Albacete y Ciudad Real); el Nacimiento del rı́o Cuervo, la Serranı́a de Cuenca y la Hoz de Beteta
(Cuenca); las Hoces del Cabriel (Cuenca y Valencia); la Sierra y Cañones de Guara (Huesca); las
Hoces del Alto Ebro y Rudrón (Burgos); las Sierras de Cazorla y las Villas (Jaén); la Sierra Norte
(Sevilla); la Sierra de Aracena y los Picos de Aroche (Huelva); la Sierra de Hornachuelos (Córdoba);
la Sierra de Huétor (Granada); la Sierra de las Nieves (Málaga); las microrreservas de La Molata y
los Batanes y el parque de los Calares del Mundo y de la Sima (Albacete); Covalagua (Palencia);
y el lago de Bañolas (Gerona) entre muchos otros ejemplos.
En relación con la legislación para la geoconservación, un caso singular es la Ley 9/1999 de
conservación de la naturaleza de Castilla-La Mancha. La norma incluye un catálogo de elementos
geológicos de protección especial, que los preserva sin necesidad de declararlos áreas protegidas
(Martı́n Herrero, 2003). El catálogo, junto con otras formas y depósitos de origen glaciar, periglaciar, kárstico, volcánico, de evolución de laderas, fluvial, lacustre o eólico, incluye a las tobas
calcáreas y a los travertinos. Esto fue posible gracias a la iniciativa y consejo cientı́fico al legislador
de un grupo de especialistas compuesto por Salvador Ordoñez, Marı́a Ángeles Garcı́a del Cura y
Juan Antonio González Martı́n (González Martı́n en com. personal). Esta catalogación conlleva
una protección genérica, otorgada por la referida Ley (arts. 93 y 94), al obligar a los estudios
de impacto ambiental y los proyectos de ordenación urbanı́stica a señalar la presencia de estos
elementos geomorfológicos y determinar las medidas precisas para asegurar su conservación. También conlleva la calificación urbanı́stica de estas áreas como suelo rústico de protección ambiental,
natural o paisajı́stica. Además, se establecen prohibiciones genéricas en cuanto a la destrucción
o realización de acciones que supongan su alteración negativa (Barrera et al., 1999; Carcavilla y
Ruiz, 2008). Para la conveniente aplicación del catálogo se inventariaron y cartografiaron más de
5.200 elementos geomorfológicos presentes en la región, agrupados fundamentalmente por criterios
genéticos (Vallejo y Cocero, 1997). De ellos, 357 corresponden a afloramientos de tobas calcáreas,
en lo que con seguridad constituye el inventario autonómico de tobas más destacado de nuestro
paı́s.
342
24. PATRIMONIO GEOMORFOLÓGICO: CONSERVACIÓN Y GESTIÓN DE LOS
EDIFICIOS Y PAISAJES TOBÁCEOS
3.
LAS TOBAS CALCÁREAS COMO HÁBITAT COMUNITARIO DE PROTECCIÓN ESPECIAL
Las tobas calcáreas constituyen medios singulares de gran valor ecológico, por lo que, a través de
la Directiva Hábitats (92/43/CEE), fueron incluidas en el listado de hábitats europeos prioritarios
de la principal iniciativa de conservación de la naturaleza puesta en marcha por la Unión Europea la Red Natura 2000- (European Commission-DG Environment 2007). El objetivo de esta ambiciosa
directiva conservacionista es crear una red que sirva para frenar la pérdida de biodiversidad en
Europa, mediante la protección de los hábitats y las especies de flora y fauna de interés comunitario,
es decir, aquellos representativos de la biodiversidad europea. La Red cubre el 20 % de la superficie
de la Unión Europea y supone un nuevo enfoque supranacional en la conservación de la naturaleza,
que anteriormente se habı́a desarrollado de manera individual por cada uno de los estados miembros.
Además, pretende que la conservación de la naturaleza se convierta en un compromiso polı́tico a
escala comunitaria (Hidalgo, 2003).
A pesar de su evidente enfoque biológico, la Directiva Hábitats contempla también aspectos
geológicos y geomorfológicos, pues además de las tobas calcáreas, considera entre los 117 hábitats
de interés comunitario algunos intrı́nsecamente condicionados por la geologı́a, como cavidades naturales, sistemas dunares o desprendimientos rocosos. Los condicionantes geológicos juegan también
un papel importante en otros hábitats, como los humedales, por lo que es imprescindible atender
a las propiedades geológicas para lograr una adecuada gestión. Para alcanzar el objetivo de esta
polı́tica de conservación es necesario conocer el funcionamiento de los hábitats, proporcionando
directrices concretas para valorar su estado de conservación y evolución en el tiempo. Aunque la
Directiva centra su atención en aspectos fitosociológicos (Brusa and Cerabolini, 2009), puede suponer también una buena herramienta para la geoconservación allı́ donde los hábitats tienen una
componente geológica más acusada (Carcavilla et al., 2008). En el caso de las tobas, su interés se
centra en: (i) la convergencia de procesos geológicos, quı́micos y biológicos en su formación; (ii)
ser el biotopo de una comunidad vegetal (Cratoneurion commutati) -muy diversa a pesar de su
especificidad- dominada por briofitas y acompañada por una fauna también muy especı́fica; (iii) su
potencialidad como archivo paleoambiental; (iv) tener una rápida respuesta a variaciones de condiciones ambientales, por lo que pueden ser utilizados como indicadores; (v) ser formaciones frágiles
y, salvo excepciones, de un reducido tamaño (formaciones lineales o puntuales); (vi) localizarse
en numerosas regiones kársticas, en muy variados ecosistemas y emplazamientos geomorfológicos
(laderas, cauces fluviales y ámbitos fluviolacustres).
Un aspecto singular de la norma que protege a este hábitat es la definición que le aplica, el
nombre que se le asignó: “Manantiales petrificantes con formación de tuf (Cratoneurion)”. Éste
no parece el más acertado, por varias razones: a) el término “manantial petrificante” se considera inadecuado para referirse al resultado de la precipitación de carbonato cálcico en condiciones
subaéreas a partir de aguas continentales; b) el término tuf no está bien traducido al castellano; c)
no todas las tobas calcáreas formadas por la participación vegetal se relacionan con la comunidad
de Cratoneurion (Fig. 24.1-E); d) otras especies no integrantes de la alianza participan también en
la precipitación de carbonato cálcico bioinducida; y e) las tobas se forman en diversos ambientes y
posiciones adicionales a los de los manantiales. Por todo ello se considera más oportuno hacer más
extensivo el ámbito a proteger y no restringirlo sólo a surgencias kársticas (Durán et al., 2009).
Parece más adecuada la definición “formaciones tobáceas generadas por comunidades briofı́ticas
en aguas carbonatadas”. Ası́ figura actualmente en España este hábitat que, en comparación con
otros paı́ses miembros, alcanza un excepcional desarrollo, convirtiéndose prácticamente en seña de
identidad desde el punto de vista patrimonial.
343
LAS TOBAS EN ESPAÑA
4.
INTERÉS CULTURAL Y RECREATIVO DE LAS TOBAS CALCÁREAS
Y TRAVERTINOS
La atracción turı́stica que reciben los sistemas tobáceos activos es muy importante y generan
notables recursos económicos derivados de su visita (White, 1993; Knezevic, 2007; Vázquez Rosa,
2011). El valor estético de estas formaciones, y su consiguiente interés recreativo y turı́stico, ha
propiciado que sean objeto de uso público, existiendo numerosos ejemplos de afloramientos tobáceos
equipados con diversa infraestructura para su visita y divulgación (Fig. 24.1-H). En cualquier caso,
se debe insistir en que no todos ellos, activos o no, gozan de protección legal, conocimiento cientı́fico,
infraestructura turı́stica, o adecuada interpretación y gestión.
Las tobas y travertinos han proporcionado óptimos contextos geomorfológicos para las comunidades humanas desde la Prehistoria. Factores como la presencia de agua, unida a la posibilidad
de refugio bajo oquedades, superficies regulares en terrazas lacustres o resaltes morfológicos favorables a la defensa de un grupo, explican la coincidencia de afloramientos de tobas con yacimientos
arqueológicos, que datan desde el Paleolı́tico.
A este interés hay que añadir la susceptibilidad a la datación absoluta de materiales carbonatados, que se interestratifican con niveles fértiles en industria o restos humanos, como por ejemplo, los
de Cueva Bajondillo (Málaga) (Baldomero et al., 1990; Durán et al., 1988b, 2002; Cortés Sánchez,
2007) o el Abric Romanı́ y otros abrigos de la Cinglera del Capelló de Capellades (Barcelona) (Fig.
24.1-G) (Giralt and Julià, 1996; Vaquero et al., 2001; Vallverdú et al., 2005; Fernández Laso, 2010;
Carbonell i Roura, 2012). Este razonamiento se extiende al emplazamiento de ciudades, villas y torres defensivas medievales, que se perpetúan en su localización hasta nuestros dı́as. La interrelación
entre estos contextos geomorfológicos y el uso cultural que el hombre ha hecho de ellos, supone
todo un campo de investigación prácticamente inexplorado, para el que es necesario un inventario
previo de localización y cuantificación de afloramientos.
La explicación de la distribución de muchos pueblos y ciudades se encuentra en ocasiones codificada en la localización de los manantiales kársticos y de las tobas y travertinos generados por los
mismos. La relación entre geologı́a y emplazamiento de núcleos históricos es un campo de investigación prometedor con notables avances, como los de Sáenz Ridruejo (1981) y Núñez Herrador
et al., (2011). Se ha referido ya, en el capı́tulo de Caracterización General, el caso de la ciudad
turca de Antalya. Menos conocidos son los casos de la ciudad de Edessa (Grecia) ası́ como de Fez
y Tetuán (Marruecos), esta última, con un barrio cercano a unas surgencias kársticas, llamado
“Las Fuentes” Aioun y con toda su medina emplazada sobre toba (Dantı́n Cereceda, 1916). Para
la Penı́nsula Ibérica, valgan como listado no exhaustivo las siguientes poblaciones emplazadas en
tobas y travertinos: Capellades (Barcelona) (Fig. 24.1-G); Orbaneja del Castillo y Frı́as en Burgos
(Martinez Arnáiz, 2005), Beceite y Palomar de los Arroyos (Teruel); San Felices, Sagides, Ures
y Velilla de Medinaceli y Arbujuelo (Soria); Cifuentes y Brihuega (Guadalajara); Cañete, Priego
y Santa Cruz de Moya (Cuenca); Navajas y Viver (Castellón); Anna, Navarrés, Cortes de Pallás,
Vallanca, Requena, Chera, Chelva y Buñol (Valencia) (Fig. 24.1-C); Liétor, Ayna, Letur, La Graya,
Los Belmontes, Yetas de Abajo, Férez, Abejuela, Socobos y Nerpio (Albacete); Bullas (Murcia);
Carrizosa, Alhambra y Almedina (Ciudad Real); Priego de Córdoba (Córdoba) (Fig. 24.1-B), Arbuniel, Frailes, La Toba, Tobos, Miller y La Guardia de Jaén (Jaén); Alfacar, Pinos del Valle,
Cónchar y Vélez de Benaudalla (Granada); Perlana, Alcaucı́n, Mijas, Yunquera, Tolox, Jorox, Alozaina, Torremolinos, Serrato, Las Cuevas del Becerro, Alhaurı́n el Grande y Coı́n (Málaga) y Zufre
y Alhájar (Huelva).
Las tobas presentan también una dimensión paisajı́stica cultural y social. Es el caso de los
cultivos de regadı́o de origen musulmán desarrollados sobre estas litologı́as, fácilmente roturables
por el arado, la sierra o la azada. En España, estos paisajes culturales fueron estudiados por autores
clásicos como Jean Bruhnes (1902), pero están siendo objeto de reciente inventario, descripción y
valoración por parte de instituciones como universidades (Silva Pérez, 2012) y organismos públicos.
Es el caso de la Confederación Hidrográfica del Júcar, en cuya cuenca se encuentran muchos de
344
24. PATRIMONIO GEOMORFOLÓGICO: CONSERVACIÓN Y GESTIÓN DE LOS
EDIFICIOS Y PAISAJES TOBÁCEOS
los regadı́os mejor conservados del paı́s, antiguos molinos, azudes y sistemas de canalización y
acequias, muchos de ellos labrados sobre tobas (Hermosilla Pla, 2007, 2008, 2009 y 2010). En este
sentido, también destacan los estudios realizados sobre las formas travertı́nicas creadas a partir de
la circulación del agua por acequias históricas de los Baños de Alicún (Granada) (Dı́az Hernández
et al., 2000).
Figura 24.1: Fotografı́as del patrimonio geológico y cultural de las tobas. A: Lagos Brljan (P.N. Krka, Croacia);
B: Fuente del Rey (1802) en Priego de Córdoba; C: Centro histórico de Buñol (Valencia) en el frente de cascada
de una plataforma tobácea; D: Cantera de toba (cuaternario antiguo) de Teresa (Castellón); E: Cascada tobácea
del rı́o Verde en Otı́var (Granada); F: Acueducto romano de Peña Cortada en Calles (Valencia), construido con
sillares de toba; G: Fuente del rec Corronaire de Capellades (Barcelona); H: Edificio tobáceo activo, la Garita en
Chera (Valencia), elemento identitario principal del municipio y de su Parque Geológico.
345
LAS TOBAS EN ESPAÑA
Hay otros elementos adicionales de los paisajes culturales que ponen de manifiesto las intensas
relaciones entre la geologı́a y las sociedades que los habitan, entre los sistemas tobáceos y sus
comunidades sociales. Ejemplo de ello son las viviendas troglodı́ticas y las bodegas excavadas en
deleznables limos, limitados a techo por estratos cementados muy competentes, como las de Albalate
de las Nogueras (Cuenca). También se entrecruza geologı́a y cultura en las tradiciones religiosas y
festivas relacionadas con el agua, con sus atribuciones mitológicas y sagradas (Clendenon, 2009)
y sus hierofanı́as (Eliade, 1963), para las que se han construido ermitas y santuarios históricos en
estos entornos. Otros campos de exploración para el encuentro de la cultura y la geologı́a de las
tobas son las representaciones pictóricas de los emplazamientos urbanos o incluso la incidencia y
prevalencia de enfermedades renales producidas por la carga iónica del agua en estos lugares. Un
ejemplo de parajes tobáceos que han inspirado creaciones culturales y literarias se encuentra en
la obra de teatro romántica “Don Álvaro, o la fuerza del Sino” (de Ángel de Saavedra, Duque
de Rivas), que después Verdi adaptarı́a a la ópera “La Forza del Destino”. El Duque conoció en
su infancia la finca “Guadamelenas”, de Hornachuelos (Córdoba), donde un edificio tobáceo de
manantial, colgado en la ladera del cañón del Bembézar albergaba los restos del Convento de los
Ángeles. Este paisaje cultural, rico en leyendas populares, ambienta la tercera escena de la obra.
Parajes de agua, cascada y toba confluyen también en el emplazamiento del monasterio de San
Miquel del Fai (Barcelona), en un gran salto del rı́o Tenés, que genera un edificio tobáceo. En un
núcleo de población sobre otro “Salt”, en Alcoy (Alicante), se educó el escritor de la Generación del
27 Juan Gil Albert, quien referenció la impronta paisajı́stica de este paraje tobáceo en su literatura.
Todas estas implicaciones, sin ser objeto de dedicación y análisis del patrimonio geológico desde
el punto de vista conceptual ni legal, sı́ reciben atención de los expertos por la importancia de
aspectos culturales de la geologı́a (Dı́ez Herrero y Martı́n Duque, 2006; Benavente Herrera, 2008;
Dı́az Martı́nez y Dı́az Herrero, 2011).
Respecto a la relevancia cultural de las tobas y travertinos en la Historia de la Ciencia, cabe
mencionar que los núcleos de población ubicados en las cercanı́as de estos sistemas han proporcionado a sus habitantes y visitantes la experiencia de una morfodinámica activa, rápida y elocuente,
cuyo peso en la evolución de las ideas sobre los procesos geológicos aun está por considerar. A este
respecto, en el siglo XVIII el monje italiano Alberto Fortis (1778) describı́a las tobas del rı́o croata
Krka, cerca de Sibenic, esclareciendo los procesos involucrados en su formación. La importancia de
la experiencia de Fortis en la comprensión de los procesos de agradación de este tipo de sistemas en
la Historia Natural durante la ilustración, ha sido recogida por Suric et al. (2007). Contemporáneo
al abate Alberto Fortis, en España, otro abad ilustrado -Cavanilles (1795)-, realizaba asombrosas
observaciones sobre los procesos de calcificación del agua en los pueblos ubicados sobre los principales edificios tobáceos activos de lo que hoy es la Comunidad de Valencia (Mateu Bellés, 2004). Otro
caso de influencia cientı́fica de los saltos de toba del rı́o Krka es la que ejercieron al favorecer la
ubicación de la segunda central hidroeléctrica de corriente alterna del mundo (Jaruga I), diseñada
por Nikola Tesla. No obstante, la relevancia geológica de los procesos descritos por estos naturalistas y la importancia de estos saltos en el desarrollo tecnológico e industrial están aun también por
explorar adecuadamente.
A nivel de recurso, la alta porosidad de las tobas ha favorecido que sean ancestralmente utilizadas como material de construcción. Vitrubio, en sus Diez Libros de Arquitectura, denominaba a las
tobas carbonatadas como “toba blanca”, distinguiéndola a efectos constructivos de la toba negra
(volcánica) y del resistente travertino (piedra Tiburtina). Las tobas, constituyen un material ligero,
muy aislante y fácil de trabajar. Por ello estos materiales han sido labrados, canterados y empleados
en la construcción de viviendas (Martı́nez Arnáiz, 2005) y edificios civiles y religiosos de gran importancia, quedando sillares de toba y travertino incorporados en el Patrimonio Histórico Artı́stico
de multitud de monumentos. La palabra romana travertino, que proviene de lapis tibertinus, es
decir piedra del rı́o Tı́ber, designa un material mucho más duro y resistente que fue explotado
durante toda la Antigüedad, y aun es un tipo de roca ornamental muy utilizado (y cotizado) para
revestimiento de edificios. Además de estos usos, cabe mencionar que desde el Renacimiento, y
346
24. PATRIMONIO GEOMORFOLÓGICO: CONSERVACIÓN Y GESTIÓN DE LOS
EDIFICIOS Y PAISAJES TOBÁCEOS
con un nuevo apogeo en los siglos XIX y XX, los jardines urbanos que pretendı́an recrear la naturaleza fabricando “cuevas” en muchos parques, utilizaron fragmentos de estas rocas. Es el caso,
entre otros, de las cuevas de El Retiro (Madrid), de los alrededores de la Torre Eiffel (Parı́s) o de
los jardines del Palacio Pitti (Florencia). Diversos estudios profundizan en las propiedades de las
tobas y travertinos como material de construcción moderno (Garcı́a del Cura et al., 2012b). Esta
explotación o utilización no se limita a canteras (Fig. 24.1-D), sino que en algunos casos es posible
ver ejemplos de tobas activas en los que se han construido viviendas, como en Cı́vica (Guadalajara)
y otras inactivas, como en la hoz de Beteta (Cuenca). Diferentes tipos de construcciones monumentales incorporan sillares de toba, como el acueducto romano de Liria en su tramo de Peña Cortada
(Domeño, Valencia) (Fig. 24.1-F), la puerta gótica de Almazán, el muelle romano de Almuñécar,
innumerables iglesias por todo el paı́s y numerosos edificios protegidos de la ciudad de Granada y de
Cuenca. Campos de regadı́o, sillares y paisaje se encuentran también mediatizados por la presencia
de toba en el Monasterio de Piedra (Zaragoza), y en los conventos franciscanos desamortizados de
Chelva y Castielfabib (Valencia). La relación y descripción de edificios de valor patrimonial con
elementos constructivos de este material es también inexistente a cualquier escala administrativa.
Este tipo de sedimentos proporciona, en suma, un fértil campo de indagación interdisciplinar
entre las Ciencias de la Tierra y las Ciencias Sociales, una colaboración que se hace imprescindible
para su adecuada gestión.
5.
AVANCES NECESARIOS EN LA GEOCONSERVACIÓN
Si bien el conocimiento acerca de las tobas calcáreas ha experimentado un notable impulso en
los últimos años, todavı́a quedan numerosos campos de investigación que desarrollar o en los que
profundizar. Desde la perspectiva del patrimonio geológico, destacan algunas carencias que serán
expuestas a continuación:
Carencia Corológica:
ˆ No se dispone de un inventario sistemático de los afloramientos de tobas calcáreas y tra-
vertinos españoles, que no sólo recoja su ubicación geográfica, sino también información
acerca de su edad, morfologı́a y contexto, funcionalidad, estado de conservación y grado
de protección. Es evidente que el primer paso para gestionar un recurso es saber dónde
está y cómo es, y a dı́a de hoy sólo tenemos información parcial a este respecto para
el caso español. Un modelo que puede servir de buena práctica es el de la protección
de pequeños afloramientos tobáceos del sector suroccidental de Australia, donde se emprendió un amplio proyecto de inventario, caracterización petrológica, sedimentológica,
hidrológica, geomorfológica y ambiental, además de su declaración como “comunidades
ecológicas amenazadas” por daño fı́sico y cambios en el régimen hidrológico (Forbes et
al., 2010).
ˆ Las tobas calcáreas están consideradas como un hábitat de protección especial de la
Red Natura 2000 a través de la Directiva Hábitats. Ésta obliga a que, cada seis años,
los paı́ses miembros realicen una revisión del estado de conservación de los hábitats y
taxones de la Red (Art. 17.1, Directiva 92/43/CE). La última tuvo lugar en el año 2007,
mostrando importantes carencias en la información sobre el estado de las tobas españolas
que el informe exigı́a (Durán et al., 2009). Avanzar en esta lı́nea de conocimiento, centrada en la geoconservación, acotando los procesos que condicionan su funcionamiento y
preservación, no sólo permitirı́a afrontar las medidas de gestión más adecuadas, sino que
servirı́a como garantı́a de conservación de estos singulares elementos geomorfológicos,
que presentan gran interés para las Ciencias de la Tierra y de las cuales España cuenta
con una representación excepcional. Probablemente, España albergue la mayor variedad
de afloramientos y de sistemas activos y fósiles de estos medios sedimentarios, aunque
no disponga de los mayores y mejores ejemplos de cada tipo. En consecuencia, la labor
347
LAS TOBAS EN ESPAÑA
de coordinación y liderazgo de la ciencia española en cuanto a caracterización, inventario y protección del patrimonio geológico de tobas deberı́a ser notoria en el escenario
internacional.
Carencia Sistemática: no existe una clasificación unificada de tipos de sedimentos, de sus
facies y de expresiones geomorfológicas, aunque en la vertiente sedimentológica, los esfuerzos
en la tipificación durante la última década han resultado muy satisfactorios (Vázquez Urbez,
2008; Vázquez Urbez et al., 2004, 2010 y 2011a; Arenas et al., 2007 y 2010b; Sanders et al.,
2011). Se hace también necesaria información sobre relaciones causales entre comunidades
biológicas y tipos de afloramientos activos.
Carencia Dinámica: se desconocen las tasas de sedimentación y de erosión de ciertas estructuras carbonatadas integradas en conjuntos tobáceos. Aunque desde la década de los 80
comenzaron a estudiarse las tasas de crecimiento de distintos dispositivos tobáceos2 . Sin embargo, estas medidas son puntuales y esporádicas, de manera que no se tiene una estimación
del volumen de toba precipitado al año en los diferentes sistemas. También la aplicación de
prácticas de monitorización de las propiedades fisicoquı́micas del agua en la que se forman
este tipo de sedimentos es muy escasa en la Penı́nsula Ibérica, comparada con la extensa bibliografı́a internacional volcada en este tipo de cuestiones. Lejos de ser un dato simplemente
estadı́stico, conocer esta información permitirı́a estimar de manera cuantitativa la evolución
a lo largo del tiempo de los sistemas tobáceos activos, para ası́ poder detectar tendencias
generales o impactos locales.
Carencia Aplicada: las tobas y travertinos, en virtud de su composición quı́mica mayoritariamente carbonatada, constituyen sumideros locales de carbono. El volumen total de dióxido
de carbono atrapado en el planeta por unidad de tiempo en los carbonatos continentales
terrestres no ha sido aún estimado con fiabilidad, pero no cabe duda de su importancia. El
incremento del efecto invernadero atmosférico natural ha forzado a la comunidad internacional a evaluar con mayor precisión los ciclos geo y bioquı́micos relacionados con los gases
implicados en este cambio global (Kennedy et al., 2010; Xinping and Wei-Jun, 2011; Basso,
2012). A partir de estos datos se están desarrollando, entre otras, estrategias de remediación
apoyadas en geoingenierı́a, como el secuestro de CO2 en acuı́feros susceptibles para ello (Lilliestam et al., 2012). No se han evaluado volumétricamente los flujos de carbono fijado de
forma natural en tobas y travertinos ni a lo largo del Cuaternario, ni dentro del mismo, durante los diferentes periodos climáticos más que como experiencia piloto en algunos edificios
travertı́nicos (Prado Pérez et al., 2010) y tobáceos (Huerta et al,. 2011).
AGRADECIMIENTOS
Los autores quieren agradecer la ayuda prestada por la Dra. Juana Vegas (IGME) y Juan Antonio González
(UAM) por sus numerosas sugerencias y comentarios para mejorar el texto final; a Manuel Valenzuela, Jaime Martı́nez
Valderrama y Ana Olivera por la orientación en la localización de algunos afloramientos; y a Raül Bartorlı́, Isaac
Pérez, Neven Cukrov, Sonja Lojen, David Domı́nguez, Marta Angulo Martı́nez y Georgiana Dragota por la asistencia
en sucesivos reconocimientos de campo.
2
348
Véase el Capı́tulo 1, Apartado 3.3.
25. LAS TOBAS: UN RECURSO PÉTREO
M. Ángeles Garcı́a del Cura1,2 , David Benavente2,3 y Javier Martı́nez
Martı́nez2,3
1. IGEO. CSIC-UCM. Facultad de Geologı́a.
2. Laboratorio de Petrologı́a Aplicada. Unidad Asociada Universidad de Alicante-CSIC.
3. Departamento de Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente. Universidad de Alicante.
[email protected], [email protected], [email protected]
INTRODUCCIÓN
Las tobas carbonáticas, objeto de este libro, son bien conocidas por su relación con el paisaje
(recurso geológico paisajı́stico o patrimonio geológico) cuyos ejemplos europeos más notables son
el Parque Natural de las Lagunas de Ruidera, el Parque Nacional de Plitvice, Croacia, y el Parque
Nacional de las cataratas de Krka (en el centro de Dalmacia, Croacia). Pero, desde la Antigua
Grecia, también forman parte del patrimonio arquitectónico y pueden constituir un recurso de rocas
industriales interesante como material de construcción; prueba de esta afirmación es su presencia
en enclaves tan importantes como Paestum (ciudad greco-romana, con templos del siglo VI antes
de Cristo, ubicada en el sur de Italia o Magna Grecia) y el templo de Segesta en Sicila (Pedley,
2009), entre otros.
En la mayor parte de los monumentos y/o conjuntos arquitectónicos donde aparece este tipo de
rocas se usan conjuntamente materiales definibles como tobas, con moldes de plantas en cantidad
variable, los “meteogene travertines” de Pentecost y Viles (1994), donde el CO2 disuelto en el agua
que ha intervenido en su génesis procede básicamente del suelo; y materiales con predominio de
estructuras bandeadas, los “thermogene travertines”, cuyo CO2 procede de un ambito generador
endógeno que se manifiesta en superficie como fuentes termales.
Nuestras observaciones de campo (Garcı́a del Cura et al., 2011b) y las de otros autores (Guo
and Riding, 1999) ponen de manifiesto la existencia de un tránsito geológico-sedimentológico entre
ambos tipos de facies y es habitual que rocas, que podrı́amos denominar travertinos, presenten
intercalados niveles con moldes de plantas y pasen gradualmente a tobas. De hecho es frecuente que
tobas y travertinos se extraigan de canteras próximas e, incluso, que ambas lleguen a explotarse en
la misma cantera. Esto, desde el punto de vista sedimentológico, serı́a una consecuencia de la mezcla
de las aguas surgentes calientes, en que se forman los travertinos, con aguas frı́as superficiales.
Esta circunstancia no sólo se manifiesta en las facies petrográficas sino también en la señal
isotópica del oxı́geno que refleja como se produce un enfriamiento en el ámbito de constitución o
medio de sedimentación de los carbonatos. Esto explicarı́a que en muchos conjuntos monumentales
encontremos juntos ambos tipos de roca, como ocurre en la ciudad de Valencia (Garcı́a del Cura et
al., 2012c), uno de cuyos ejemplos mas notables es la Torre de Serranos (Fig. 25.1E y 25.1E’) y en la
ciudad de Granada, donde es frecuente que coexistan sillares de tobas carbonáticas, junto con otros
travertı́nicos, como puede observarse en monumentos desde la Edad Media (ej. Torre -Alminar- de
San José, Fig. 25.1A y 25.1A’).
349
LAS TOBAS EN ESPAÑA
Figura 25.1: A: Alminar o Torre de San José (Granada; siglo X). En ella se observan sillares de travertinos y tobas
(A’). B: Iglesia románica de San Clemente de Tahull (La Vall de Boı́, Lérida; Siglo XII). Contiene abundantes
elementos arquitectónicos realizados en tobas carbonáticas (B’). C y C’: Aplacado interior de calizas tobáceas en
Hotel Allegro (Berna, Suiza). D: Fachada del Monasterio de San Salvador de Oña (Burgos; siglos XI- XIV) donde
pueden verse sillares de calizas tobáceas (D’). E: Puerta de Serranos (Valencia; siglo XIV), en su construcción se
observan numerosos sillares de calizas tobáceas (E’).
350
25. LAS TOBAS: UN RECURSO PÉTREO
La fácil “trabajabilidad” de las tobas ha contribuido a que hayan sido utilizadas en todas las
épocas, ofreciendo la Penı́nsula Ibérica magnı́ficos ejemplos de ello1 . Ası́ las tobas están presentes,
aunque no como componente principal, en algunas iglesias medievales como Santa Cristina de Lena
(Asturias, siglo IX), la de Santa Marı́a de Lebeña (Cantabria, siglo X), en iglesias románicas del
Valle del Boı́ (Fig. 25.1B y B’) y en mayor proporción en la muralla y monasterio de San Salvador
de Oña (Burgos, siglos XI-XIV, Fig. 25.1D y D’).
Como roca ornamental la toba calcárea, que en el ámbito de los materiales de construcción suele
denominarse caliza tobácea, entra en la categorı́a de “Piedra”, material que no permite pulido sin
la adición de productos quı́micos (resinas,...). Por el contrario, la mayor parte de los travertinos sı́
cumple el requisito de admitir pulido sin adición de productos quı́micos por lo que figuran como
mármoles en los catálogos de rocas ornamentales. Ejemplos españoles de estos travertinos son el
Amarillo Oro de Albox (Fig. 25.2) y el Rojo y Gris Alhama, ası́ como el Olivillo extraı́dos en
Alhama de Almerı́a.
Figura 25.2: Travertinos termales en las canteras de Albox (Almeria).
1.
PROPIEDADES FÍSICAS
No todas las tobas o calizas tobáceas tienen unas propiedades fı́sicas que permitan su utilización como material de construcción. En general, cuanto más compleja es su estructura, tanto por
motivos sedimentogenéticos (microestructuras estromatolı́ticas), como diagenéticos (especialmente
desarrollo de formas constructivas kársticas), mejores son sus caracterı́sticas para dicho uso. Las
tobas que han tenido como único proceso genético primario la acreción de carbonatos sobre organismos vegetales (biohermos s.l.) tienen mayor posibilidad de tener propiedades que las permitan
ser consideradas rocas industriales, ya que aquellas tobas en cuya génesis hay algún proceso erosivo (tobas detrı́ticas) raramente van a tener esas propiedades. Algunas facies tobáceas acrecionales
como son las tobas de musgo no suelen llegar a alcanzar valores de resistencia suficientes para la
aplicación que estamos tratando.
Las propiedades mecánicas de las tobas, al igual que su comportamiento hı́drico, están básicamente influidas por su porosidad y por la distribución de tamaño de sus poros (porosimetrı́a),
pudiendo decirse que, en particular, la porosidad y la densidad de conjunto, son los parámetros que
van a representar un papel más importante en el comportamiento de las tobas como material de
construcción, dada su influencia en la resistencia mecánica. La Tabla 25.1 muestra algunos valores
de parámetros fı́sicos de tobas emplazadas en la Penı́nsula Ibérica.
1
Véase los capı́tulos 23 sobre la Degradación Antrópica de los Paisajes Tobáceos y 24 dedicado al Patrimonio
Geomorfológico.
351
LAS TOBAS EN ESPAÑA
Tabla 25.1: Ejemplo de propiedades fı́sicas de tobas potencialmente utilizables como material de construcción.
ρa = densidad aparente; Φo = porosidad abierta; σvc = resistencia a compresión; vp = velocidad de propagación
ultrasónica (ondas P); αs = atenuación espacial de las ondas ultrasónicas.
Toba
(procedencia)
ρa
[g/cm3 ]
Φo
[ %]
σvc
[MPa]
vp
[m/s]
αs
[dB/cm]
Godella
(Valencia)
Alhama de
Almerı́a
(Almeria)
Rocanfort
(Almerı́a)
1.81 ± 0.11
29.89 ± 3.69
15.97 ±5.74
4390.21 ±0.32
11.70 ± 1.30
1.72 ± 0.11
31.72 ± 3.03
12.27 ± 4.50
4395.51 ± 160.28
12.82 ± 1.25
1.53 ± 0.68
40.40 ± 2.49
7.39 ± 3.54
3826.12 ± 390.67
13.85 ± 1.17
Tobas incluidas en construcciones en la región de Levante muestran densidades de 1.5 a 1.8
g/cm3 . Rocas presumiblemente similares utilizadas en el patrimonio arquitectónico de la ciudad de
Granada, han mostrado densidades de 1.8 a 2.0 g/cm3 (Urosevic et al., 2011); en tobas pertenecientes al patrimonio suizo se han determinado densidades de 1.4 a 2.0 g/cm3 (Unterwurzacher et
al., 2010), y en tobas de Austria (Kufstein Calc Tufa) de 2.13 g/cm3 (Franzen and Mirwald 2004)2 .
Las tobas muestran un sistema poroso muy complejo, con valores de porosidad y tamaño de
poros muy variable que incluye macroporosidad (poros con radio mayor de 1 mm) y microporosidad
(poros con radio menor de 1 mm).
La primera categorı́a está constituida por poros con radios que llegan a alcanzar tamaños centimétricos. Esta porosidad incluye, tanto la porosidad móldica (correspondiente a “moldes” o huecos
heredados de las estructuras vegetales, Fig. 25.3) y ciertos invertebrados, como la que podrı́amos
denominar de crecimiento o framework porosity, por analogı́a con el término utilizado por Choquette and Pray (1970), para biohermos predominantemente vinculados a formas coloniales coralinas,
de briozoos. . . . En las tobas carbonáticas o calizas tobáceas también encontramos macroporosidad
relacionada con procesos de disolución, con desarrollo o no de formas constructivas (rasgos microkársticos) y otros huecos debidos a procesos de bioturbación. En la Fig. 25.3 puede advertirse,
a grandes rasgos, la relación entre el tamaño de poro y la categorı́a textural. En lı́neas generales la
microporosidad corresponde a porosidad primaria intercristalina.
La macroporosidad es un tipo de porosidad cuya distribución de tamaño debe determinarse
por técnicas como el análisis de imagen, que complementan a otras utilizadas para conocer la
distribución de tamaños de la microporosidad, como las realizadas con el porosı́metro de mercurio
(estudia tamaños de poros con radio en el intervalo 0.002–100 μm). La porosidad en las tobas es en
general mayor que en los travertinos y en ambos casos sus valores van a depender de su fábrica, si
bien en las tobas es difı́cil encontrar porosidades menores del 10 %. Sólo ocasionalmente tobas con
fábricas complejas y/o muy cementadas presentan porosidades inferiores al 10 %.
2.
UTILIZACIÓN DE LAS TOBAS COMO MATERIAL DE CONSTRUCCIÓN
Aunque existe una relación entre la porosidad y la resistencia mecánica (Tabla 25.1 y Fig.
25.4), muchas de las calizas tobáceas, especialmente las que presentan texturas y estructuras más
complejas (Garcı́a del Cura et al., 2012b) tienen una resistencia suficiente para ser rocas de fábrica,
si bien ésta es una utilización del material pétreo cada vez más en desuso. Para poder ser un
elemento de fábrica se considera un requerimiento de resistencia a compresión con un valor mı́nimo
de 20 MPa (López G. Mesones et al., 2001), si bien, si va a ser un elemento portante, deberá resistir
las solicitaciones a que estará sometido dicho elemento. No obstante hay rocas, como lumaquelas
2
352
Todos los valores hacen referencia a la densidad de conjunto de la roca.
25. LAS TOBAS: UN RECURSO PÉTREO
y algunas rocas detrı́ticas, que se han empleado históricamente en fábrica, con valores menores de
resistencia a compresión (del orden de 10 MPa).
Figura 25.3: Relación entre el tamaño de poro y los tipos texturales de porosidad más frecuentes en calizas
tobáceas.
Figura 25.4: Relación entre porosidad y resistencia de algunas tobas españolas. La ecuación de la esquina superior
derecha define la curva de regresión de los valores del gráfico, donde Rc es la resistencia a compresión y P es la
porosidad.
En general, la buena adherencia a los morteros es una propiedad que históricamente ha jugado
a favor de la utilización de tobas, motivo por el cual consideramos que esta roca también ha sido
muy empleada como material de fábrica en interiores, si bien, evidentemente, su presencia es menos
353
LAS TOBAS EN ESPAÑA
patente a la simple observación visual.
En la actualidad existe una tendencia a emplear roca natural como aplacado, lo que precisa
una comercialización de la roca en tableros o placas para dicho fin. Para este uso las tobas presentan ventajas y un inconveniente: la baja densidad de la caliza tobácea facilita su colocación y no
afecta apenas a la carga a soportar por la estructura del edificio; otra ventaja consiste en su fácil
“trabajabilidad” que hace que el proceso de manufactura tenga un coste relativamente bajo. Una
caracterı́stica positiva adicional de estas rocas, con vistas a su utilización en edificios actuales, es
su buen comportamiento como aislante, tanto sónico como térmico. La desventaja es su comportamiento hı́drico que puede originar problemas en exteriores y en climas húmedos, afectando de modo
negativo a su resistencia a los anclajes. Posiblemente este factor ha frenado su comercialización. No
obstante, puede considerarse una roca óptima para aplacados de interiores como puede verse en el
Hotel Allegro en Berna (Suiza, Fig. 25.1C y 25.1C’), con amplias estancias del interior aplacadas
con tobas presumiblemente procedentes de alguna de las canteras de calizas tobáceas o travertinos
meteógenos existentes en Suiza (Pentecost, 2005).
Las tobas o calizas tobáceas tienen una resistencia a la abrasión muy baja, con un ı́ndice de
desgaste (tamaño de la huella generada al realizar el ensayo de abrasión por el método del disco de
abrasión ancho), en general, mayor de 25 mm, lo que desaconseja su uso como pavimento. Esta es la
propiedad más negativa que presentan las tobas para baldosas (Norma UNE-EN 1341:2002), ya que
su relativamente baja resistencia a flexión puede compensarse con un mayor grosor de la baldosa
para obtener valores más favorables de carga de rotura. En todo caso, su empleo como adoquines
tiene menos inconvenientes (Norma UNE-EN 1342:2003), siempre que su resistencia a compresión
no sea excesivamente baja. Sus valores de ı́ndice de deslizamiento, otra propiedad importante para
su utilización como pavimentos, tal como se hace constar en las Normas anteriormente citadas, son
buenos, pero dada su baja resistencia a la abrasión, pueden evolucionar negativamente con el uso.
3.
DURABILIDAD
La porosidad y el grado de conectividad del sistema poroso, son propiedades que van a influir
intensamente en el comportamiento hı́drico y la durabilidad.
En general, la conectividad entre la microporosidad y la macroporosidad en las tobas carbonáticas es importante, lo que explica la alta porosidad conectada y altos coeficientes de permeabilidad y
capilaridad que presentan. Sin embargo, cuando las tobas tienen una macroporosidad de un diámetro mayor de unos 3 mm, ésta empieza a no ser efectiva en el movimiento de agua por capilaridad. El
movimiento por capilaridad ocurre en tamaños de poros mayores de 0.1 μm, aunque es importante
en el rango de 1μm -1mm. Sin embargo, aquellos de mayor tamaño no tienen suficiente presión
capilar para generar un transporte y el movimiento gravitacional pasa a ser el dominante.
En las tobas complejas de Godella (Valencia) y Alhama de Almerı́a hemos determinado coeficientes de capilaridad de 230.07
20.43 g/m2 s0.5 y 227.99
81.36 g/m2 s0.5 respectivamente, si
bien en este tipo de rocas es muy frecuente que no pueda llegar a determinarse este coeficiente
debido a su alta cinética de absorción capilar.
La durabilidad de estas rocas es relativamente alta, teniendo en cuenta su alta porosidad y baja
resistencia mecánica. Estos dos parámetros petrofı́sicos (porosidad y resistencia mecánica) son los
principales condicionantes de la durabilidad de las rocas. En el caso de las calizas tobáceas, la baja
resistencia mecánica que poseen (factor negativo frente la durabilidad) queda contrarrestada por
el gran tamaño de los poros. La cristalización de sales y hielo en el interior de los poros de una
roca son los procesos más agresivos y más comunes de alteración de rocas en el patrimonio. Sin
embargo, la eficacia de estos procesos tiene una clara correlación inversa con la dimensión de los
poros (menor agresividad cuanto mayor tamaño de poro). Esto se debe a que cuanto mayor es su
tamaño, mayor es el volumen de sales requerido para rellenar completamente el poro. La situación
más habitual en el patrimonio arquitectónico es que la concentración de la salmuera que satura
el sistema poroso de la roca no sea tan elevada como para permitir la cristalización completa del
±
354
±
25. LAS TOBAS: UN RECURSO PÉTREO
volumen hueco de los poros más grandes, y por lo tanto, la efectividad de la cristalización de sales
en estos poros sea muy baja. Este serı́a el caso de las tobas carbonáticas, que pueden llegar a poseer
macroporos centimétricos, lo cual justificarı́a la gran durabilidad que presentan cuando se utilizan
como material de construcción.
Además, cuanto mayor es el tamaño de los poros, menor es la cantidad de agua que accede al
monumento por ascenso capilar (tal y como se explicó anteriormente). La combinación del mı́nimo
ascenso capilar junto con la alta resistividad de las tobas frente la cristalización de sales, explicarı́a,
por ejemplo, la buena conservación de las rocas tobáceas del patrimonio arquitectónico de la ciudad
de Valencia (Garcı́a del Cura et al., 2012c).
CONCLUSIÓN
Las tobas carbonáticas o calizas tobáceas son materiales pétreos susceptibles de utilizarse como
material de construcción, tanto como elementos de fábrica como en aplacados, preferentemente de
interiores, presentando un buen comportamiento mecánico y buena durabilidad. Diversos ejemplos
del patrimonio arquitectónico europeo dan prueba de esta afirmación.
En todo caso se precisa que tengan unos valores de resistencia que cumplan la normativa
establecida para los diferentes usos de la roca ornamental y que deben ser determinados para cada
tipo especı́fico de toba. Además, hay que hacer constar que es muy posible que dichas propiedades
fı́sicas experimenten una gran variación a escala de cantera como consecuencia de la distribución de
facies, ı́ntimamente ligada a la ubicación geomorfológica de este tipo de materiales, lo que condiciona
una observación pormenorizada de los elementos a colocar en obra.
AGRADECIMIENTOS
Este trabajo se ha realizado en el marco del Proyecto Geomateriales (S2009/Mat-1629) y del Proyecto CGL200605027 del MEC.
355
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