DOCTRINA CONSTITUCIONAL DOCTRINA CONSTITUCIONAL Cobrarle al Estado: régimen de ejecución de sentencias constitucionales y posibilidades de actuación judicial El autor, analizando brevemente la experiencia comparada referida a la ejecución de sentencias contra el Estado, se avoca de manera específica a las posibilidades que tienen los jueces constitucionales para actuar este tipo de sentencias condenatorias. Considera que, en el marco las normas del Código Procesal Constitucional –y de principios como los de dirección judicial del proceso, impulso de oficio, aformalismo y socialización, también aplicables en etapa de ejecución– corresponde a los jueces constitucionales encontrar las soluciones que, dentro del marco legal, les permitan sortear los obstáculos para lograr el cumplimiento de sus mandatos. INTRODUCCIÓN En fecha reciente, la Presidencia del Poder Judicial ha emitido una circular, aprobada mediante Resolución Administrativa N° 1492012-P-PJ, mediante la cual reitera ciertos lineamientos aplicables para la ejecución de sentencias de condena de pago de sumas de dinero dictadas contra el Estado. Esta disposición administrativa tiene su origen, a decir del Poder Judicial, en una realidad tan concreta como preocupante: algunos jueces estarían ordenando “inapropiadamente” que los mandatos derivados de sentencias judiciales sean ejecutados directamente por la Dirección General de Endeudamiento y Tesoro Público, cuando lo cierto es que la normativa vigente a quien obliga es a la Oficina General de Administración de la entidad requerida. * En ese sentido, recuerda la circular en mención que, según el artículo 70 de la Ley N° 28411, Ley General del Sistema Nacional de Presupuesto, los pliegos presupuestarios atienden sus obligaciones de acuerdo al procedimiento allí establecido, con cargo a los presupuestos institucionales de los cinco años subsiguientes, plazo el cual, sin embargo, “debe necesariamente sujetarse a un criterio de razonabilidad en su fijación, teniendo en cuenta las circunstancias particulares de cada caso”. Una medida de este tipo admite dos posibles lecturas. La primera de ellas sería que, en efecto, existiría una suerte de activismo desmedido por parte de los jueces al momento de ejecutar sentencias dinerarias que condenan al Estado, a tal punto que esta predisposición los habría llevado a tener por sujeto obligado Asesor jurisdiccional del Tribunal Constitucional. Miembro de “Constitucionalismo Crítico”. GACETA CONSTITUCIONAL N° 54 299 RESUMEN Jose Miguel ROJAS BERNAL* D OCTRINA a quien, por así decirlo, tiene la clave de la caja fuerte. Desde esta perspectiva, se trata de una directiva que exhorta a los jueces a guardar mayor prudencia y cautela en la etapa de ejecución estaría más justificada. “ Sin embargo, la otra lectura, que juzgamos más sensata y realista, querría ver detrás de esta directiva el origen de un problema de mayor envergadura, cual es la constatación de un entrampamiento legal pernicioso que, lejos de maniatar el criterio legal de los jueces, los ha venido impulsando a inventar estrategias diversas con el objeto de hacer cumplir sus decisiones (y, por esa vía, reafirmar su poder jurisdiccional) ahí donde los requisitos y plazos que establece la ley, debido a su falta de sintonía con la realidad de los hechos, merecen ser interpretados desde una perspectiva teleológica, antes que formalista. Desde ese punto de vista, se comprende que la circular apele finalmente a un “criterio de razonabilidad” como pauta para aplicar el procedimiento de ejecución legalmente establecido, si por ello entendemos la necesidad de salvaguardar la justicia del caso concreto. Por ende, debe respetarse el principio de legalidad presupuestaria al momento de ordenar el cumplimiento de lo decidido, nadie lo duda; pero ello no puede significar la postergación del derecho a la tutela jurisdiccional efectiva que le asiste al vencedor en juicio. Dicho en otros términos: en vía de ejecución, el Estado no tiene más prerrogativas que los que cuentan con una base objetiva y razonable. 1 2 Pero lo que la circular no dice, y en verdad no tendría por qué hacerlo, es que actitudes como las que a través de él se pretenden “corregir”, no son más que la punta de iceberg de un problema mucho más grande y complejo, cuyo tratamiento deja de ser solo jurídico, para ser uno, principalmente, de gestión o planeamiento a nivel macro. Un problema cuya solución, estará de más decirlo, escapa de las manos del Poder Judicial, y pasa a situarse en la esfera del legislador y de las autoridades políticas llamadas a corregir las disfuncionalidades de un sistema de ejecución que, a lo largo de estos años, ha demostrado ser poco eficaz o, cuando menos, bastante irreal. [L]os jueces [se ven impulsados] a inventar estrategias diversas con el objeto de hacer cumplir sus decisiones (y, por esa vía, reafirmar su poder jurisdiccional)... ” Ya en su momento la Defensoría del Pueblo advertía la existencia de un alto nivel de incumplimiento de sentencias pecuniarias por parte del Estado, en gran medida a causa de los privilegios de los que disponía legalmente1. Sin embargo, sería en un informe más reciente, referido a la reforma de la justicia contencioso-administrativa, que constataría que el promedio de edad de una persona que obtiene sentencia previsional favorable es de 67 años, cuando la esperanza de vida promedio según el INEI asciende a 70 años, con lo cual “agregar hasta cinco años para cumplir los pagos de las sentencias de los pensionistas puede dar lugar a que la ejecución de los fallos se produzca cuando estos han fallecido”2. Pero sería un error concebir que el incumplimiento de sentencias condenatorias por el Estado perjudica solo al vencedor en juicio, DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Informe Defensorial N° 19. Incumplimiento de sentencias por parte de la Administración Estatal. Lima, octubre de 1998. Como recuerda Abad Yupanqui, el Estado peruano ha sido encontrado responsable en tres ocasiones por la Corte Interamericana de Derechos Humanos, debido a su incumplimiento de sentencias: caso Gustavo Cesti Hurtado, sentencia de 29 de setiembre de 1999; caso Cinco Pensionistas, sentencia de 28 de febrero de 2003; caso Acevedo Jaramillo, sentencia de 7 de febrero de 2006; y caso Trabajadores Cesados del Congreso, sentencia de 24 de noviembre de 2006 (ABAD YUPANQUI, Samuel. “Cuando el Estado no cumple: el difícil camino para ejecutar una sentencia en los procesos contencioso-administrativos”. En: El Derecho Administrativo y la modernización del Estado peruano. Asociación Peruana de Derecho Administrativo/Grijley, Lima, 2008, p. 18). DEFENSORÍA DEL PUEBLO. Informe Defensorial N° 121. Propuestas para una reforma de la justicia contencioso-administrativa desde la perspectiva del acceso a la justicia. Lima, 2007, p. 165. 300 COBRARLE AL ESTADO: RÉGIMEN DE EJECUCIÓN DE SENTENCIAS ... este será, sin duda, uno de los más afectados en sus intereses, pero no será el único. Y es que no puede obviarse que, en un sistema en el cual la práctica reiterada (por no decir “institucionalizada”) es posponer el pago de las sentencias ejecutoriadas para un momento posterior (para que las cumpla el funcionario entrante, o el gobierno que suceda al actual, etc.), el pasivo generado en las cuentas del Estado pasa a ser una contingencia que, de no ser oportunamente remediada, podría generar un grave impacto en la gestión de la cosa pública (desde la atención de las políticas estatales hasta el diseño del sistema tributario)3. En suma, una “bomba de tiempo” que ningún gerente público quisiera heredar en su administración4. Por lo demás, el escenario descrito no parece estar muy lejos de nuestra realidad. Para muestra de ello, bastará referirnos a la sexagésima novena disposición complementaria final de la Ley N° 29812, Ley de Presupuesto del Sector Público para el Año Fiscal 2012, que ha dispuesto la constitución de una Comisión Evaluadora de las deudas del Estado generadas por sentencias judiciales emitidas, la cual –dice esta misma norma– será dirigida por el Ministerio de Economía y Finanzas, en coordinación con el Ministerio de Justicia y Derechos Humanos, y tendrá por objeto proponer un proyecto de ley, debidamente financiado, para “reducir los pagos pendientes por pliego de acuerdo a una priorización social y sectorial”. Es en cumplimiento de esta disposición normativa que, con fecha 11 de abril de este año, ha sido publicada en el diario oficial El Peruano la Resolución Suprema N° 1002012-PCM, que constituye la Comisión Multisectorial encargada de evaluar las deudas del Estado generadas por sentencias judiciales 3 4 emitidas y deudas pendientes de sentencia con la finalidad de reducir costos al Estado. Una medida de este tipo constituye, a no dudarlo, un significativo avance en el camino de lograr un sinceramiento por parte del Estado respecto de las deudas que lo aquejan a causa de sentencias condenatorias dictadas en su contra. Sin embargo, el problema no parece quedar allí, o solo allí. De hecho, el pasivo estatal generado por sentencias judiciales firmes viene a reflejar solo uno de los vértices del problema más amplio que es la idoneidad del procedimiento legalmente establecido para ejecutar sentencias dinerarias contra el Estado, el cual, llegado el caso, bien podría representar el verdadero cuello de botella que explica el actual estado de endeudamiento del Estado. Por ello, a nuestro modo de ver, es este diseño institucional el que debería concentrar toda nuestra atención, a fin de evaluar el rendimiento de sus resultados así como para proponer las eventuales reformas que lo hagan más viables (en el sentido más realista y menos burocrático). Pues bien, dicho todo lo anterior, nuestra intención es realizar a través de este breve artículo una presentación ordenada de lo que existe actualmente en nuestra legislación en materia de ejecución de sentencias dinerarias contra el Estado, pero avanzar también en la definición de algunas estrategias de las cuales pueda valerse un juez para otorgar tutela urgente en vía de ejecución para casos que así lo requieran. En este intento, nos mueve menos el afán de hacer las veces de legislador escéptico o inconforme, que la de idear soluciones efectivas a problemas concretos que forman parte del diario quehacer en los tribunales. Finalmente, con el ánimo de delimitar un poco más En el mismo sentido, la Corte Constitucional de Colombia reconoce que “[e]l dilatar injustificadamente el cumplimiento de esta clase de fallos no solo perjudica a los beneficiarios de los mimos, sino que representa una carga exagerada para el erario, y, en últimas, para el contribuyente” (C-103/94, M. P. Antonio Barrera Carbonell). A decir de algunos autores, esta práctica sistemática puede llevar a afirmar que las sentencias condenatorias de la Administración se ejecutan si quieren, cuando quieren y como quieren los políticos de turno, lo que ocasiona algunas veces que la Administración pida extrajudicialmente al acreedor que se le permita pagar en determinado número de cuotas y dentro de ciertas condiciones, a lo que el acreedor, mal que bien, brinda su aceptación, porque si no, la alternativa es no cobrar nada. (MARTORELLO, Beatriz Roxana. “El proceso de ejecución y su problemática en el ámbito de las sentencias condenatorias contra el Estado”. En: Estudios en homenaje al profesor Enrique Véscovi. Fundación de Cultura Universitaria, Montevideo, 2000, p. 451). GACETA CONSTITUCIONAL N° 54 301 D OCTRINA el ámbito de nuestras hipótesis, centraremos nuestra atención en las sentencias constitucionales que ordenan prestaciones económicas al Estado (entiéndase tanto entidades del gobierno central, así como descentralizado). I. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS CONTRA EL ESTADO: LA EXPERIENCIA COMPARADA Acaso convenga comenzar estas líneas, aunque sea con un mero afán comparativo, revisando la experiencia comparada que existe sobre la materia. Si de establecer comparaciones con nuestro modelo actual se trata, nada mejor que acudir al ordenamiento español. Y es que, en efecto, en España, el artículo 106.1 de la Ley de Jurisdicción Contencioso Administrativa (Ley 29/1998, de 13 de julio) señala lo siguiente: “Cuando la Administración fuere condenada al pago de cantidad líquida, el órgano encargado de su cumplimiento acordará el pago con cargo al crédito correspondiente de su presupuesto que tendrá siempre la consideración de ampliable. Si para el pago fuese necesario realizar una modificación presupuestaria, deberá concluirse el procedimiento correspondiente dentro de los tres meses siguientes al día de notificación de la resolución judicial”. Asimismo, este mismo dispositivo señala que, transcurridos tres meses desde que la sentencia firme es comunicada al órgano que debe cumplirla, se podrá instar la ejecución forzosa; en cuyo caso la autoridad judicial podrá incrementar en dos puntos el interés legal a devengar, siempre que aprecie negligencia en el cumplimiento. Finalmente, dos rasgos característicos del régimen español merecen ser igualmente destacados: a) en primer lugar, la Administración puede al juez una propuesta razonada para que se ejecute la sentencia en la forma que sea menos gravosa para aquella, cuando el pago pueda producir “trastorno grave a su Hacienda”; y b) cualquiera de las partes puede solicitar que lo adeudado se compense con créditos que la Administración ostente contra el recurrente. 302 Otro ejemplo que debe ser mencionado es el caso de Colombia, cuyo Código Contencioso Administrativo establece en su artículo 177 lo siguiente: “Cuando se condene a la Nación, a una entidad territorial o descentralizada al pago o devolución de una cantidad líquida de dinero, se enviará inmediatamente copia de la sentencia a quien sea competente para ejercer las funciones del ministerio público frente a la entidad condenada. El agente del ministerio público deberá tener una lista actual de tales sentencias, y dirigirse a los funcionarios competentes cuando preparen proyectos de presupuestos básicos o los adicionales, para exigirles que incluyan partidas que permitan cumplir en forma completa las condenas, todo conforme a las normas de la ley orgánica del presupuesto”. Esta disposición se completa con la orden dirigida al Congreso, Concejos, Contralor General, etc., de abstenerse de aprobar o ejecutar presupuestos en los que no se hayan incluido partidas suficientes para atender el pago de las condenas relacionadas por el Ministerio Público. Asimismo, constituye causal de “mala conducta” imputable a los funcionarios, pagar estas condenas más lentamente que el resto. Sin embargo, el Código Contencioso Administrativo colombiano ha sido derogado por el artículo 309 de la Ley 1437 de 2011, que entrará a regir desde el 2 de julio de 2012. El texto respectivo de este nuevo Código es el artículo 298, según el cual, en los casos de sentencias que condenan a una entidad pública al pago de sumas dinerarias, “si transcurrido un (1) año desde la ejecutoria de la sentencia condenatoria o de la fecha que ella señale, esta no se ha pagado, sin excepción alguna el juez que la profirió ordenará su cumplimiento inmediato”; plazo que se reduce a seis (6) meses, cuando se trata de decisiones firmes proferidas en desarrollo de los mecanismos alternativos de solución de conflictos. Finalmente, un caso singular es el uruguayo, cuyo Código General del Proceso (Ley N° 15982) establece un régimen dual, COBRARLE AL ESTADO: RÉGIMEN DE EJECUCIÓN DE SENTENCIAS ... dependiendo de si la sentencia se ejecuta contra el Estado central, o si se dirige contra los gobiernos descentralizados. En el primer caso, el artículo 400 del citado Código señala: “Si la sentencia condenare [al Estado] al pago de una cantidad líquida y exigible, se hará saber al Ministerio de Economía y Finanzas que debe depositar en el Banco Hipotecario del Uruguay y a la orden del órgano jurisdiccional interviniente y bajo el rubro de los autos que correspondan, una suma equivalente al monto de la ejecución dentro del plazo máximo de ciento veinte días. Depositada la referida suma se librará orden de pago a favor del acreedor. El Poder Ejecutivo incluirá en el Balance de Ejecución Presupuestal correspondiente, los importes referidos en el inciso anterior”. En cambio, tratándose de sentencias contra gobiernos departamentales, entes autónomos y servicios descentralizados en general, el artículo 401 de esta misma ley dispone que los órganos respectivos proveerán de inmediato lo necesario para que, “con los recursos propios del Municipio o del Ente”, se cancele el crédito bancario respectivo, si fuere posible dentro del ejercicio. Como se puede ver, el ejemplo uruguayo es sumamente atípico, en tanto permite al juez dirigirse directamente al Ministerio de Economía, a efectos de lograr el cumplimiento de la sentencia condenatoria. II. LA EJECUCIÓN DE SENTENCIAS CONSTITUCIONALES CONTRA EL ESTADO EN EL PERÚ: ASPECTOS PROBLEMÁTICOS En el caso peruano, la ejecución de sentencias constitucionales que ordenan una prestación 5 6 económica al Estado (por lo general, aquellas que emanan de procesos de amparo y cumplimiento) se rige por dos disposiciones legales específicas, cuya aplicación conjunta o excluyente parecer ser todavía un asunto poco pacífico en la jurisprudencia5. Esas disposiciones son, por un lado, el artículo 47 de la Ley N° 27584, Ley del Proceso Contencioso Administrativo (leído conjuntamente con el artículo 70 de la Ley N° 28411, Ley General del Sistema Nacional de Presupuesto Público) y, por el otro, los artículos 22 y 59 del Código Procesal Constitucional. Las diferencias entre ambas regulaciones son, sobrará decirlo, más que ostensibles. Así, mientras la Ley del Contencioso establece un procedimiento escalonado de cuatro pasos, de seguimiento gradual y preclusivo, que culmina con el otorgamiento de un plazo de 6 meses a la entidad demandada para cumplir con lo ordenado; el Código Procesal Constitucional, por su parte, establece un plazo máximo de cuatro meses, vencido el cual podrán ser de aplicación las medidas coercitivas correspondientes que establece ese mismo cuerpo de leyes. A su turno, el mecanismo diseñado por la Ley del Contencioso establece una serie de obligaciones bien concretas a los órganos y autoridades responsables del cumplimiento de las sentencias, lo que contrasta con el mandato incondicional y casi automático previsto en el Código Procesal Constitucional. Es por ello que, al margen de la controversia en torno a qué régimen resulte el “único” aplicable a los procesos constitucionales6, importa examinar cómo opera en la práctica el procedimiento diseñado en la Ley del Contencioso, y así poder determinar si este resulta funcional o no a la finalidad que persiguen los procesos constitucionales. Recientemente, el Tribunal Constitucional ha venido entendiendo que una sentencia estimatoria que ordena cumplir una prestación monetaria según las reglas de las Leyes N°s 27584 y 28411, y no dentro del plazo que establece el Código Procesal Constitucional, constituye un extremo “denegatorio” pasible de ser invocado en el recurso de agravio constitucional (Cfr., por todas, la RTC Exp. N° 0324-2011-Q/TC). En efecto, mientras el TC ha reconocido que la regulación establecida en la Ley N° 27584 “es bastante más detallista y puede servir de pauta” en los procesos constitucionales (STC Exp. N° 04119-2005-PA/TC, f. j. 46), existen otros pronunciamientos, como el del Pleno Jurisdiccional Distrital Constitucional de Lima, realizado el 2009, según el cual es de aplicación para estos casos, únicamente, el artículo 22 del Código Procesal Constitucional. GACETA CONSTITUCIONAL N° 54 303 D OCTRINA Pues bien, como se adelantó, la Ley del Contencioso fija 4 reglas o pasos bien precisos para ejecutar sentencias dinerarias contra el Estado, que son las siguientes: son aquellos que “debe presupuestar toda entidad pública, en atención a los procesos judiciales que, encontrándose ya iniciados, pudieran ocasionar finalmente una sentencia condenatoria contra el Estado”. De esta forma, la sentencia admite implícitamente la existencia de una obligación de previsión a cargo de todas las entidades, para programar el gasto de deudas judiciales potencialmente exigibles. a) Paso 1: la Oficina General de Administración debe cumplir el mandato judicial dentro del marco de las leyes anuales de presupuesto. b) Paso 2: si el presupuesto es insuficiente, el Titular del Pliego debe realizar las modificaciones presupuestarias del caso, dentro de los 15 días de notificada la sentencia, y comunicar al juez. c) Paso 3: si el presupuesto y las modificaciones presupuestarias son insuficientes, los pliegos presupuestarios deben comunicar al juez su compromiso de atender la sentencia en el ejercicio siguiente, destinando hasta el 3% de la asignación presupuestal. d) Paso 4: finalmente, si pasan 6 meses y no se ha iniciado el pago u obligado al mismo, se inicia el proceso de ejecución previsto en el artículo 713 del Código Procesal Civil. En su interpretación sobre estos artículos, el Tribunal Constitucional ha brindado algunas pautas que, por estar formuladas en una sentencia interpretativa (y por lo tanto, condicionar la constitucionalidad de la norma interpretada), merecen ser puestas de manifiesto. Se trata de la STC Exp. N° 0015-2001-AI/ TC y otros (acumulados), de cuya lectura se pueden desprender los siguientes criterios de aplicación: • Las sentencias dinerarias no deben ser atendidas “exclusivamente” por el Pliego Presupuestario en donde se generó la deuda. Esto quiere decir que los fondos afectados para el servicio de una deuda por sentencia judicial, pueden provenir también de partidas presupuestales “comunes a todos los pliegos”, lo que puede suceder cuando la entidad demandada forma parte integrante de una unidad presupuestal más grande. • Por otro lado, en esta sentencia, el Tribunal Constitucional llamó la atención sobre la noción de “recursos contingentes”, que 304 • Asimismo, el Tribunal determinó que la ejecución forzosa es siempre aplicable, aun cuando iniciado el procedimiento establecido en la ley, no se haya cumplido con la sentencia. O, dicho en otras palabras, el solo inicio de este procedimiento no exime automáticamente al Estado del mecanismo de la ejecución forzosa. • Finalmente, el Tribunal señaló que el plazo máximo de los cinco (5) ejercicios presupuestales debe ser respetado, siempre que se observe voluntad del órgano demandado de honrar la deuda. No obstante las precisiones efectuadas por el Tribunal en esta sentencia, lo cierto es que la praxis de la aplicación judicial de esta Ley a los casos concretos, ha hecho aparecer algunas dudas a nivel operativo, que podríamos enumerar del siguiente modo: • En primer lugar, como se dijo antes, según el acuerdo adoptado en el Pleno Distrital Constitucional de Lima realizado el año 2009, en la etapa de ejecución de las sentencias constitucionales, no debe aplicarse el artículo 42 de la Ley N° 27584, que establece un plazo máximo de 6 meses para el cumplimiento de la sentencia, sino el artículo 22 del Código Procesal Constitucional, que establece un plazo de 4 meses. La pregunta es si esta interpretación resulta correcta o realista en todos los supuestos, o podría existir una solución alterna o intermedia, atendiendo a la realidad del caso concreto. • En segundo lugar, si bien el artículo 42 de la Ley N° 27584 establece cuatro pasos de sucesión preclusiva para la ejecución de sentencias de condena dineraria contra COBRARLE AL ESTADO: RÉGIMEN DE EJECUCIÓN DE SENTENCIAS ... el Estado, surge no obstante el cuestionamiento de si las entidades requeridas podrían utilizar un procedimiento alterno, de común acuerdo con la parte beneficiada, y en consecuencia, si son admisibles los pagos fraccionados o por equivalente. Así, por ejemplo, algunos autores se abren a la posibilidad de que puedan compensarse créditos con acreencias de otra índole con el Estado, por ejemplo, en ciertos casos, deudas tributarias, e incluso, a la posibilidad de reponer a un servidor cesado arbitrariamente en un pliego que carece de plazas y ubicarlo en otro donde sí las haya7. • • En quinto lugar, a pesar de que el Tribunal ha señalado que la realización de las “modificaciones presupuestarias” a que alude la ley no es una facultad discrecional del Titular, sino una obligación suya cuando existen partidas disponibles, lo cierto es que, a la actualidad, “no existe un mecanismo de control para verificar que ello no suceda”8, pues en la generalidad de los casos, sucede que los titulares de los pliegos prefieren diferir el cumplimiento de la sentencia, en vez de modificar sus metas presupuestarias. • Finalmente, existe una duda en relación al orden de pago de las deudas por sentencias judiciales firmes, pues si bien el artículo 70.3 de la Ley N° 28411, Ley General del Sistema Nacional de Presupuesto, dispone que la entidad debe cumplir con pagar las sentencias dinerarias “de acuerdo a un estricto orden de notificación”, la Constitución establece que el pago de remuneraciones y beneficios sociales constituyen crédito preferente (artículos 24, 10 y 11). ¿Cuál es de estas normas resulta aplicable? En tercer lugar, el artículo 70 de la Ley N° 28411, Ley General del Presupuesto, establece que los requerimientos de pago que superen los fondos públicos se atienden con cargo a los presupuestos aprobados dentro de los cinco (5) años fiscales subsiguientes. Lo que se discute es si este plazo resulta razonable, tratándose de casos que revisten urgencia o suponen la amenaza de un perjuicio irreparable para el ejecutante (el supuesto evidente de un pensionista, como lo señalara la Defensoría del Pueblo) y, en su caso, qué estrategias judiciales podrían utilizarse para hacer cumplir este tipo de sentencias de un modo urgente y perentorio. III. ESTRATEGIAS JUDICIALES PARA LOGRAR EL CUMPLIMIENTO DE SENTENCIAS CONSTITUCIONALES DINERARIAS CONTRA EL ESTADO • En cuarto lugar, si bien el Tribunal Constitucional, en la STC Exp. N° 00015-2001AI/TC y otros (acumulados), f. j. 41, ha aceptado que los fondos para cubrir las deudas surgidas de resoluciones judiciales pueden provenir también de “partidas presupuestales comunes”, el tema es si esta posibilidad de afectar pliegos “distintos” al de la entidad requerida tiene alguna cobertura legal, o si hace falta alguna modificación a la ley para que pueda proceder en los hechos. Es nuestra convicción que, aún en etapa de ejecución de sentencias, el juez constitucional no deja de estar vinculado a los principios procesales que establece el artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional. En consecuencia, si resulta que también en esta fase procesal son de aplicación los principios de dirección judicial del proceso, impulso de oficio y aformalismo, entonces el juez constitucional de ejecución mantiene la competencia no solo para hacer cumplir las sentencias firmes, sino también disponer todas 7 ABAD YUPANQUI, Samuel. Ob. cit., p. 25. De igual modo, este mismo autor formula opciones como la indemnización o la adjudicación de bienes de dominio privado, así como el pago fraccionado de la deuda, con consentimiento del acreedor y según cronograma aceptado de común acuerdo, en aquellos casos en los cuales los recursos necesarios para el pago sean sumamente elevados y no se trate de créditos preferentes (sería el caso, por ejemplo, de la deuda agraria) (ABAD YUPANQUI, Samuel. Ob. cit., p. 33). Ibídem, p. 27. 8 GACETA CONSTITUCIONAL N° 54 305 D OCTRINA las medidas que sean necesarias para lograr la satisfacción de los derechos reconocidos en tales pronunciamientos. No de otro modo, en efecto, podría concebirse el derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales, que es también una potestad derivada de la propia función jurisdiccional, la cual genera, a su vez, la obligación de los jueces y tribunales de desplegar la actividad que resulte pertinente para llevar a cabo el mismo acto de ejecución9. Y es esa misma obligación (constitucional) la que exige a los jueces, no obstante el marco legal que siempre será deficiente e imperfecto, diseñar estrategias judiciales que le permitan llevar al plano de la realidad aquello que en las sentencias aparece a modo de ideal regulativo. Esa labor creativa, a nuestro juicio, podría comprender las siguientes medidas de aplicación: a) Dictar medidas cautelares para asegurar la disposición de fondos, a efectos de cumplir futuras sentencias condenatorias. Teniendo en cuenta que el régimen de las medidas cautelares en los procesos constitucionales (artículo 15 del Código Procesal Constitucional) busca precisamente asegurar que la futura sentencia firme pueda ejecutarse en sus propios términos, será potestad del juez, a instancia de parte, hacer uso de estas providencias atendiendo a la fundabilidad que a lo largo del proceso vaya adquiriendo el mérito de la demanda. En efecto, si resulta que un proceso de amparo cuenta ya con sentencia 9 fundada de primera instancia, y esta ordena a la entidad demandada a desembolsar una cierta suma de dinero, bien podría el juez constitucional ordenar, a solicitud, una medida cautelar a efectos de asegurar que el gasto esté previsto en el presupuesto de la emplazada, y así poder ejecutar la eventual sentencia firme, si esta fuera confirmatoria. Esta medida preventiva ha sido valorada también como positiva por el Tribunal Constitucional, órgano para el que, incluso cuando se interponga y admita una demanda de amparo contra la Administración Pública que tenga por finalidad la reposición laboral del demandante, “ello tiene que registrarse como una posible contingencia económica que tiene que preverse en el presupuesto, con la finalidad de que la plaza que se ocupaba se mantenga presupuestada para, de ser el caso, poder actuar o ejecutar en forma inmediata la sentencia estimativa”10. En ese sentido, el Tribunal recuerda que el artículo 7 del Código Procesal Constitucional faculta al Procurador Público de la entidad demandada a poner en conocimiento de esta última “su opinión profesional motivada cuando considere que se afecta el derecho constitucional invocado”, con lo cual podrían evitarse y preverse gastos fiscales. b) Solicitar información al Titular del Pliego para conocer la disponibilidad presupuestaria de la entidad requerida. A decir del Tribunal Constitucional, si el derecho a la ejecución de las resoluciones judiciales garantiza que lo decidido en una sentencia o en una resolución judicial sea cumplido, “es claro que quienes las dictan, o quienes resulten responsables de ejecutarlas, tienen la obligación de adoptar, según las normas y procedimientos aplicables –y con independencia de que la resolución a ejecutar haya de ser cumplida por un ente público o no– las medidas necesarias y oportunas para su estricto cumplimiento”. Por ende, “(…) este derecho se satisface cuando el órgano judicial adopta las medidas oportunas y necesarias para llevar a efecto la ejecución del fallo. Si esas medidas se adoptan, el derecho a la ejecución de sentencias se habrá satisfecho, aunque si se adoptan con una tardanza excesiva e irrazonable, puede generarse lesión al derecho. Asimismo, el derecho a la ejecución de sentencias y resoluciones judiciales puede verse afectado cuando se adoptan, aunque sea con la mayor celeridad, medidas que no son eficaces para asegurar la ejecución. También si el órgano jurisdiccional desatiende el mandato de colaborar y promover la ejecución del fallo, y lo lleva a cabo con dilaciones indebidas por no haber tomado las medidas necesarias para asegurar la ejecución, estará incurriendo en una vulneración del derecho a la ejecución de sentencias y resoluciones judiciales” (STC Exp. N° 02813-2007-PA/TC, ff. jj. 15 y 16). 10 Ver, por todas, la STC N° 03350-2010-PA/TC, f. j. 80. 306 COBRARLE AL ESTADO: RÉGIMEN DE EJECUCIÓN DE SENTENCIAS ... Como se ha puesto de relieve, la Ley del Contencioso establece que los Titulares de pliego pueden realizar las modificaciones presupuestarias correspondientes para cumplir con la sentencia condenatoria, o en su caso, destinar el 3% de la asignación presupuestal por recursos ordinarios a tal fin, pero siempre, comunicando al juez de la causa de estas circunstancias. Sin embargo, no puede dejarse de mencionar que, en determinados casos, este argumento puede ser utilizado por la entidad requerida como forma de negarse al pago ordenado, no obstante contar con los fondos suficientes. Sin embargo, ¿cómo podría el juez de ejecución frenar este proceder fraudulento? A nuestro juicio, la vía adecuada sería pedir información detallada al Titular, cuando esta no es remitida voluntariamente, con la finalidad de que el impedimento esté debidamente acreditado. No lo dice expresamente la Ley del Contencioso, pero es claro que la imposibilidad material de cumplir debe sustentarse en una base objetiva y razonable, y poder ser contradicha por la parte ejecutante. c) Aplicar, de ser el caso, las medidas coercitivas que resulten pertinentes (en el caso de los procesos constitucionales: multas, la figura de la destitución del responsable e incluso la responsabilidad penal por incumplimiento). En el caso del Código Procesal Constitucional, hemos visto que el artículo 59 de este cuerpo de leyes establece que, de no cumplirse con el mandato ordenado en la sentencia en un plazo de cuatro meses, son de aplicación las medidas coercitivas aplicables al caso. Por lo tanto, el juez constitucional se encuentra habilitado para imponer multas acumulativas y, llegado el caso, solicitar las responsabilidades administrativas y penales que correspondan. Ha de precisarse, sin embargo, que estas medidas no constituyen un fin en sí mismo (tampoco son sanciones propiamente dichas), pues su finalidad última es lograr el acatamiento de la sentencia. Esto quiere decir que su aplicación podrá ser reiterada GACETA CONSTITUCIONAL N° 54 tantas veces en el tiempo como fuera necesario, hasta lograr el ansiado cumplimiento. Y, del mismo modo, el monto podrá ser reajustado o dejado sin efecto, atendiendo a las razones que en el curso del proceso vaya ofreciendo la parte demandada (así, por ejemplo, el inicio del procedimiento para modificar una partida presupuestaria). d) Intimar directamente, en vía de ejecución, al Ministerio de Economía y Finanzas, para que desembolse el monto correspondiente. Esta es una posibilidad que la circular del Poder Judicial descarta de plano. Y es que, en efecto, si resulta que el Ministerio de Economía y Finanzas no es parte demandada en un proceso constitucional, esta no puede ser obligada a realizar una conducta respecto de la cual no ha ejercitado su derecho de defensa. Es la entidad demandada la que tiene la obligación de realizar las coordinaciones del caso con la Dirección de Tesoro Público, a efectos de programar el gasto correspondiente en el pliego presupuestal. Ahora bien, distinto es el caso en que el juez constitucional, en vía de ejecución, y ante la desidia del Ministerio así denunciada por la entidad demandada, pueda cursar comunicación a la Dirección de Tesoro Público, conminándole a presentar las razones que explican la atención tardía de la provisión del gasto correspondiente. En ese caso, creemos que la actuación judicial contra el Ministerio estaría plenamente justificada, sin perjuicio de lo cual, este no pasaría a ser “parte” en sentido estricto y, por lo tanto, no podría presentar recursos para cuestionar la ejecución en sí misma (aunque sí, por otra parte, para asesorar al órgano estatal condenado, en asuntos como la liquidación de la deuda en vía de ejecución, por ejemplo). e) Convocar a una audiencia entre las partes, con el objeto de medir el avance logrado en el cumplimiento de la sentencia. Finalmente, creemos que en casos que revistan especial complejidad, y por ende, supongan una etapa de ejecución prolongada en el tiempo, debería poder ser 307 D OCTRINA facultad del juez constitucional convocar a una audiencia entre las partes, para evaluar la disposición de los órganos involucrados en cumplir con lo decidido, respetar los plazos concedidos y, así eventualmente, tomar las medidas correctivas del caso. CONCLUSIONES Suele suceder, con penosa frecuencia, que las partes de un proceso judicial llevado a cabo con todas las garantías constitucionales del caso desean ganar en vía de ejecución lo que perdieron en el terreno del juicio de fondo. Para ello, no tienen otra cosa que hacer que postergar (léase “impedir”) el cumplimiento del fallo, a través del entorpecimiento y dilación procesales. Y cuando es el Estado quien adopta esta postura abusiva o fraudulenta, el justiciable se encuentra con un impedimento adicional: la inembargabilidad de los bienes con los que podría hacerse cobro. A través de estas líneas, hemos querido llamar la atención sobre la posibilidad que actualmente tienen los jueces constitucionales de actuar sus sentencias condenatorias contra el Estado, en un escenario legal de algún modo adverso. Y hemos considerado que su misión no consiste en resignarse a denunciar los problemas de índole procesal o institucional que existan en el camino, sino encontrar las soluciones que, dentro del marco legal, permitan sortear esos obstáculos. Y es que, a nuestro juicio, el denominado principio de “socialización del proceso”, así reconocido en el artículo III del Título Preliminar del Código Procesal Constitucional –el cual estimamos aplicable también en fase de ejecución de sentencia–, permite, a la vez que obliga, al juez constitucional a idear soluciones como las arriba señaladas a modo ejemplificativo, precisamente en aras de evitar que las desigualdades materiales (y también legales) existentes entre las partes impidan una ejecución justa para el caso concreto. Bajo este mismo espíritu, es de esperar que el juez de ejecución rechace y sancione recursos inoficiosos meramente dilatorios, subsane cualquier nulidad que impida el cumplimiento de lo decidido e imponga conminaciones para lograr ese cometido11. Creemos, sin embargo, que la deuda pública por sentencias impagas es también, y no en menor medida, un problema estructural cuya solución atañe a las más altas autoridades del Estado y, principalmente, al Poder Ejecutivo, poder que según el artículo 118, inciso 9, de la Constitución, ostenta el deber de “cumplir y hacer cumplir las sentencias y resoluciones de los órganos jurisdiccionales”. No de otra forma, ciertamente, se dará satisfacción a aquel principio que hace de los derechos fundamentales una “esfera indecidible” para los poderes públicos, cuya satisfacción no se supedita a la voluntad política del gobernante de turno. 11 ETTLIN, Edgardo. Procesos de ejecución de sentencias de condena a pagar sumas de dinero contra el Estado. Editorial y Librería Jurídica Amalio M. Fernández, Montevideo, 2008. 308