Nacido en Nantes en 1667 y muerto en París en 1754, Germain Boffrand fue un personaje polivalente, ejerciendo de arquitecto, decorador e ingeniero. En su formación siguió las directrices de dos grandes maestros de la arquitectura: Girardon y Jules−Hardouin Mansart, buenos conocedores de la arquitectura clásica. Sin embargo, Boffrand nunca estuvo en Italia, pero a pesar de ello su enorme creatividad le llevó a apartarse de los diseños de Mansart para crear diseños llenos de inquietud, con predominio de vanos en los muros de muchas de sus fachadas, lo que refleja indiscutiblemente la tendencia barroca hacia la unificación del espacio interior exterior, creando y provocando así el conflicto entre ambos. Llamado a Nantes por Leopoldo, marido de la duquesa de Orleans y nieta de Luis XIV, se encargó de la construcción del palacio de dicha ciudad y del de Luneville, cuyas obras comenzaron hacia 1702. En esta ciudad de la Lorena francesa ejecutará diferentes proyectos, como el citado palacio y un puente. No es de extrañar el hecho de que los arquitectos llevaran a cabo estos proyectos, puesto que hasta 1750 el diseño de puentes se consideraba como una extensión del problema de bóvedas, es decir, no había diferencias sustanciales entre ellos y los edificios, tan sólo en los problemas menores de uniones y dilataciones. En 1709 fue admitido como miembro de la Academia de Arquitectura, puesto que conservaría hasta su muerte. La participación que tuvo el modernismo en extender la idea de que las formas arquitectónicas son análogas a las del mobiliario es obvia; y los puntos de vista de Boffrand sobre este asunto son bastante explícitos: "la moda, en varias épocas (especialmente en Italia), ha deseado torturar todas las partes del edificio, y ha intentado destruir todos los principios de la arquitectura, cuya noble simplicidad debería siempre ser conservada" Esta frase es un extracto del Tratado de Arquitectura que publicó en 1745, en el cual expone sus ideas. Dicho tratado le permitió introducir en Alemania la idea de que la Arquitectura y el mobiliario se diseñan de manera similar. En este mismo tratado encontramos opiniones muy avanzadas, como la recomendación de visualizar el carácter de cada estructura de modo que el espectador se sienta impresionado, ensalzando la "noble sencillez" de la Arquitectura, una clara prefiguración de esa "Arquitectura parlante" que expresaría tanto la finalidad como el carácter del edificio. Sin embargo, Boffrand permaneció en la esfera estética incluso cuando concibió la unidad de carácter de la Arquitectura. Además de esto, en su tratado extrajo una teoría completa de la arquitectura y de la Ars Poetica de Horacio, cuya conclusión más destacada es que "los perfiles de las molduras y otras partes que componen un edificio son para la Arquitectura lo que las palabras para el lenguaje, siguiendo con esto la línea marcada por los arquitectos franceses de relacionar Arquitectura y lenguaje. Además de todas las obras citadas, el espíritu enciclopedista del XVIII orienta la curiosidad de Boffrand, entre otros, hacia todo tipo de aplicaciones técnicas, como su colaboración con un modesto perfeccionamiento de la máquina de amasar cal a La Encyclopédie (1751−1772), que publicaba, en extracto, los artículos relativos a la técnica constructiva corriente con vistas a mejorar la preparación de los constructores. 1