AÑO I ★ No. 2 ★ PR E CIO 50 Cis NOV IE M BR E 29 D E 1956 __________________________ Tres Poemas d tr^ Gil Vicente Del rosal. "DOS ESPANAS” POR P ed ro fínsrh G im nern .. A D e l rosal vengo, mi madre; vengo del rósale. A riberas de aquel vado viera estar rosal granado; vengo del rósale. Facsímil de "La B aria del Infierno” - Lisboa, 1562- HORA, como siem pre, h ay dos Es*• pañas. D esgraciadam ente el m u n ­ do h a conocido a menudo sólo una, y m uchos españoles han sufrido su con tagio. Nos p reguntaríam os a veces: ¿E n dónde está la au tén tica E sp añ a? ¿Es <.ue se ha escrito su verdadera historia? E n la E spaña “ oficial” an te la que tien en em bajadores muchos pueblos de­ A riberas de aquel río m ocráticos, se clam a por un a co n tin u i­ dad histórica y se p retende r e s ta u ra r viera estar rosal florido; la “v erd a d era" tradición española, d e­ vengo del rósale. p u ra d a de desviaciones. E sp añ a es la q u e se supone hecha por los R eyes C a­ Viera estar rosal florido, tólicos “ restau rad o res del o rd en ” , a r tí­ cogí rosas con sospiro; fices de su “ unidad nacional” y de su vengo del rósate. ' “ u nidad religiosa” , perseguidores de ju ­ díos y de m usulm anes; p o r C arlos V Del rosal vengo, mi madre; —u n alem án— ; por Felipe II en cen d e­ vengo del rósale. dor de hogueras co n tra erasm istas, p ro te sta n te s y flam encos, p erfeccionador ★ del absolutism o de los Reyes C atólicos y del estado burocrático, en lu ch a con­ tr a to d a E uropa p ara m an ten er u n im­ Decid que no sé .. . perio imposible y un a unidad católica ye. ro ta d efinitivam ente; p o r F elipe III D e c i d que no sé quién so, an iq u ilad o r de la in d u stria y la agricul tu r a de los moriscos y por el Conde■ni qué digo, D uque perseguidór de portugueses, an ­ ni qué haga, ni que siga, daluces y catalanes p ara reducirlos to ­ ni sé si soy hombre yo, dos a un a uniform idad de la que to ­ ni estoy conmigo. m aba como símbolo las “ leyes d e Cas­ tilla ” ; de Felipe V realizador de ia u n i­ Decidle que no tengo nombre, PATIO DEL PALACIO DEL INFANTADO — Guadalaiaraj form id ad a sangre y fuego, alegando el que el suyo me lo ha quitado (Destruido por la aviación nazi-falangista) derecho de conquista como fu n d am en ta y consumido; ju ríd ic o del D ecreto de N ueva P lanta. y decid que no soy hombre, Su E sp añ a im perial, m enguado su po­ EN LA DISTANCIA QUE DUERME derío p o r la envidia de las potencias, y, si hombre, desventurado co rro íd a por la “ n efa sta in flu en cia ex y destroído. tr a n je r a ” , in tro d u cid a por C arlos III j sus m inistros, por la E nciclopedia y ls S oy quien anda y no se muda, Revolución, por el liberalism o del si soy quien calla y siempre grita por Manuel Altolaguirre glo XIX, por la Institución lib re di sin sosiego, enseñ an za y por la Segunda R epública > soy quien vive en muerte cruda, dencias con la del gran poeta francés AY amigos distantes, que nos sólo tien e como momentos luminoso: , Paul Eluard, al que traduce (1926) soy quien arde y no se quita acompañan desde hace muelle re sta u ra d o re s F ernando V II, la “ epope de su fuego. tiempo, sobre una distancia tan dor­ antes de que trascendiera su fama. y a ” c a rlista y finalm ente Jo sé A ntonk Y, sin embargo, nada hay más dis­ mida, que nunca la siento fuera de P rim o de R ivera y Franco. E l ideal ei tante de la poesía de Cernuda que las Soy quien corre y está en cadena, v olver al siglo XVI y, a ser posible mis ojos sino doiiéndome en esa oscuaventuras literarias de los surrealistas . ra intimidad del alma en donde nun­ r e s ta u ra r el Im perio, por lo m enos ei soy quien vuelve y no se aleja franceses. A pesar de que nuestro poe­ ca mueren los afectos. la dirección espiritual de A m érica. . del amor, a! Cid— un refugiado castellan o en tie ­ rra s de moros. A niquilado el pueblo cas­ tellano en V illalar, en su ú ltim a reb el­ d ía lib ertaria, se logró id e n tifica rlo ap arentem ente con E sp añ a, se contagió esta idiea a algunas de sus m ejo res m en­ tes y Quevedo llam aba a los catalanes, que defendían sus lib e rtad e s “ a b o rto m onstruoso de la p o lítica” y “provin­ cia ap estad a”. C onsecuentes con srt concepción de E sp añ a se abom ina h a s ­ ta de Cánovas y de la R estau ració n alfen sin a que se contagió del “ m o rb o lib eral” y no hay que d ecir que de l a política autonóm ica de la R epública q u e llevaba a la “ E spaña r o ta ” de C alvo Sotelo. Voces desconocidas u olvidadas, h o y consideradas por ellos como “ an tip a­ trió ticas ’, de los que lu ch aro n en e l pasado co n tra tal concepción de E sp añ a —recordem os sólo a P i y M argall— o> que han sido fusilados o qu e lo h u b ie ra n sido de caer en las g a rra s de los “ im ­ p eriales”— pensemos en C om panys, e n A zaña y en nosotros m ism os— han d a­ do o tra in terp retació n de E sp añ a y d e su historia. La “ h etero d o x a”, en r e a ­ lidad la verdadera. A zaña reconoció la d iversidad de p u e ­ blos que integraban a E sp añ a con igual dignidad, declaraba q u e la unidad d e E spaña no la habían hecho los R eyes Católicos ni la m o n arq u ía de los Austria s y Borbones y que la ib a a re a li­ za r por prim era vez la República en lf 3 1 y pro testab a en u n discurso m e­ m orable de que C astilla hubiese in te n ­ tad o jam ás esclavizar a los pueblos es­ pañoles y de que h u b ie ra existido ia p reten d id a hegem onía castellan a. Cas­ tilla, como toda E sp añ a, como A m éri­ ca, había sido victim a del despotism o de sus m onarcas. Su p u eblo te rm in a b a su historia colectiva en V illalar. S u s valores postum os y ta n gloriosos no los engendró el Im perio ni la p o lítica des­ pótica. Tenían raíces m ás hondas en eí subsuelo de la h isto ria p en in su lar, e n donde se en trelazan fra te rn a lm e n te con las de los demás pueblos que, en sus ta vive “tragando sueños”, a pe.ar de deseos de alcanzar u n a m ayor lib e rtad Los precedentes d e esa E sp añ a lo y de realizar su p ersonalidad, no hay que las palabras de su sueño se pier­■ soy quien placer ha por pena, en cu en tran , algunos en los reyes di que considerar como rep ro b o s, sino caden en la nieve y de que “aquellai soy quien pena y no se aqueja León, continuadores de la m onarquú noche el mar no tuvo sueño”, a pesar del dolor. mo fau to res en co n ju n to de u n a tr a ­ de tantas hermosas fantasías de estai visigótica — de origen germ ánico— y ei dición d>e la que no d eb e ren eg arse índole, Luis Cernuda es un poeta her­ el Im perio rom ano, considerado a ve La nueva E spaña que q u e ría cre ar la * mano por su acento de Garcilaso y ces como p refig u ració n del español de R epública había de ser la co n tin u ad o ra Becquer, y su poesia sueña dentro de siglo XVI. E fectivam ente, los rom ano de esa “tradición co rreg id a p o r la r a ­ Cantarcillo la mejor tradición de la poesia espa­ p re fig u ra ro n los m odernos m étodos im zón”, que no e ra la d el Im p erio --q u e ñola. p eriales, con las m atanzas en mas: no rep resen tab a a la v erd ad era E sp a ­ “La Realidad y el Deseo”, título de —E step a, Coca—y con asesinatos poli ña, sino a la política de las casas. e¡t. C sU A L es la niña su libro debiera traducirse “La Rea­ ticos—V iriato. Los reyes visigodos in tra n je ra s. a rem olque de in tereses ño que coge las flores, lidad y el Sueño”, porque todo lo que te n ta ro n la unidad católica por la fu er españoles. t si no tiene amores? desea, desde su indolente conciencia zr, obligando a convertirse a los judíos ¿Dónde está, pues, la v erd a d era E s­ juvenil le parece un sueño. Hasta el1 confiscándoles sus bienes. Ya hubo mi p añ a y su verdadera, trad ició n , en l a i Cogía la niña amor que tan oscuramente lleva en la núsculos em peradores de las E sp añ a que pueden h erm an arse todos, castellaa la rosa florida. e n tre los reyes de A sturias-L eón, acó sangreiios, andaluces, gallegos, vascos y c a ta ­ E l hortelanico ssidos en sus m ontañas por los ejército lanes? ¿Dónde está la E sp añ a en que, “Si mis ojos se cierran m usulm anes. A lfonso VI o ste n ta b a e prendas le pedía, las naciones libres de A m érica— crisol es para hallarte en sueños' . mismo títu lo , a la vez que d esterrab : Cl ñ/t n f i M I / M '/ ’ f de- pueblos-—pueden reco n o cer y a m a r Luis Cernuda, con los ojos cerra­ la m adre de una p a rte de su ascenden­ dos, una vaga promesa acunando su cia y de su civilización? L a sangro d e cuerpo, se rebela contra ese fatal hun­ los antepasados de B olívar, da H idalgo, dimiento cuando exclam a: de S ucre y de San M artín no puede s e r la m ism a que la de Torqueniv.da c d e “No me dejes que me anegue M A N U E L A L T O L A G U IR R E —JOSE R E N A U —J. GIL los verdugos de su p ro p ia p a tr.s. Despertar de L. Cernuda H Hoy quiero recordar a Luis Cernud a : Ante el cielo cuadrado, azul, de mi ventana, recuerdo el verso suyo: “ Los durmientes desfilan como nu­ bes” y le veo como el soñador más luminoso, como el poeta mejor ilu­ minado de toda la poesia española de hoy. Cuando le conocí, ahora me doy cuenta, estaba misteriosamente dormi­ do. Caminaba desdeñoso por su sue­ ño, un sueño más alto que la vida y se abandonaba al canto, soñando con la belleza. , “El hombre es una nube de la que el sueño es viento” y Luis Cernuda así pasaba empujado por el aire cie­ go, dándome la leve presencia de su espíritu. Yo le conocí cuando era muy jo­ ven- Me parecía cansado “porque an­ taño soñó mucho día y noche”. C eció con indolencia. Ahora leo en su libro: “La almohada nos abre los espacios risueños’'. En este número, originales de: el sueño entre sus plumas’’, versos que se relacionan con aquel En ese espacio de la alegría se refu­ poema suyo tan fam oso: gia el poeta sin conciencia ya. cantan­ do con una onírica sinceridad pagana. “Estar cansado tiene plumas...’’ Su poesía de entonces, tan viva para. (P a sa a la pág. 12) siempre, tiene algunas secretas coinci- A L B E R T —PE D R O B O SC H G IM PERA—J. H E R R E R A PE TE RE — L U IS S A N T U L L A N O — J U A N D A V ID ^ G ARCIA BACCA— A. RO D R IG U E Z L U N A A . S U A REZ G U ILLE N —A D O L F O V AZQUEZ H U M A S Q U E E sa E spaña hay que b u sc arla d eb a jo de la su p e re stru ctu ra qu e la h a a n e g a ­ do secularm ente. L a su p e re stru c tu ra —el Im perio rom ano-visigodo-leonés irastam ara-habsburgo-B orbóm co fala n g ista— (P a sa a la Pág. 1 2 ) C dL¿to4¿ a Z t EL MAESTRO FALLA HA MUERTO ★ D e b ió se r ta l e l N a c ió M a n u e l d e F a lla y M a te u e n la í 1': LLE G A D O a nuestras manos varios ejemplares del Boletín editado en París por los intelectuales españoles desterrados en Francia. Su publicación representa esfuerzos y sacrificios ejemplares, y una manera de sentir viva, angustiosamente, la M IS IO N — no la función— del intelectual en esta hora r is u e ñ a C á d iz , e l 2 3 d e N o v ie m b r e 36 7 6 . Lo acontecido en España ha sido de tales proporciones, que ni el número} de muertos, de desterrados, de familias deshechas y de riquezas destruidas dan idea del cataclismo producido, de sus estragos psicológicos y de sus incalculables consecuencias. Allí no hay posibilidad de restaurar nada, porque de le caído no queda sino polvo y amargura. H ay que empezar p o r el principio, por sacar a luz los viejos cimientos, — lo entrañable, lo substancial de nuestro pueblo— y construir de nuevo con él y para él, que es nuestro, como nosotros somos suyos, pero entre todos, porque aun así, aun juntándonos desesperadamente, es posible que seamos pocos para empeño tan vasto, en el tiempo que cabe en nuestras vidas. de H aydn: v e in te , el n e n te En c e n te n a r io de C e r v a n t e s . A J o s é B e r g a m ín le h a n p ed do un jo te y c u r s illo en tero se p ro p o n en £ n e l p r im e r n ú m e r o PADAS”, n u estro de T o m á s , a F e d e r ic o de O m s N avarro y c o la b o r a d o r , ES­ C a r lo s G .m e n e z h a b la b a d e l m a e s t r o . D ia s d e s p u é s n o s lle g a la n o t i c ia d e s u m u e r te . E s o tro e s p a ñ o l, o tro gran españ ol q u e c a e l e j o s d e la P a t r ia , d e s g a j a d o d e r ila p o r la m is m a m a n o q u e la e n s a n ­ tro . A hora, r u i e n e s a s e s in a r o n jo r a m ig o , q u ie n e s a su m e­ le h ic ie r o n s a lir de de Los a m a r g u r a , r e c la m a n m u e r to s n o lim p io y su con su n o v e la “ M E ­ grande b ie n bandera para ta d a p o r E . M . C . E .— y D i e s t e , c o n su s Y P E R D IC IO N ” , p r e m io d e l “V IA JE , que C lu b ha “ EL DUELO o b t e n id o M E JO R el L IB R O B e r g a m ín , b a de ■o n f e r e n c i a s so b re cel O ro, S ig 'o d e PAÑA, T IE R R A CANTO S”, p o s, C aracas por con lo s el e s p a ñ o le s la de e s p a ñ o la titu lo , “ E S ­ SA N TO S de en cu rso lite r a tu r a DE (A g u ja dado un N avegar de lo s Y DE t ie m ­ S ig lo s m anadas d e la c a y o s NEO arab an de m ás d e sta c a d o s del c o n s titu ir G A R C IA L O R C A ” . el “ATE­ S e proponen d a r a c o n o c e r !a h is t o r ia y la l it e r a t u r a e s p a ñ o la s , Posle de la capilla deS. Miguel de Lino -Oviedo-{edificada por Ramiro I en 845) y e str e c h a r la s r e la c io n e s de fu é don M a n u e l e n la s la d e r a s d e l C e r r o d e l S o l, p a sa d o A lta , el m uy b a r r io de p r ó x im a la A n t e q u e r u e la a la in c o m p a r a b le vega g r a n a d in a y en el h o r iz o n t e m o le in m e n s a d e S ie r r a N e v a d a . F u é a m e d ia d o s d e s e p t ie m b r e su r e t ir o g r a n a d in o y a fr o n ta r la q u e la s c u m b r e s d e G r a n a d a n o a p a c ie n t a n la s r a í c e s d e s u a lm a ” . — y a ñ a d e— “ L o s m o n t e s d e la a r g e n t i n a p r o v in c ia d e C ó r d o b a , ---- c u y o n o m b r e a v iv a la lo le jo s n o s t a lg ia — el h o r iz o n t e d o n d e c ie r r a n el a m ú s ic o b u s c a la q u ie tu d d e su a lm a ” . En e ste “ v o lu n t a r io ” d e s t ie r r o , c u l­ m in a c ió n d e su e s p a ñ o lid a d , e l m a e s t r o F a lla h a m u e r to . Y h a m u e r t o sin o l v i ­ d a r lo s im p e r a t iv o s d e s u f e , q u e e s la n u estra . ju n to La fe en la E sp añ a etern a , a la c u a l, lle v a b a c l a v a d a e n lo m á s h o n d o la in d e c ib le t r a g e d i a d e s u p u e b lo . ‘L A S E S P A Ñ A S ” c o n s id e r a un deber d e la e m ig r a c ió n r e p u b lic a n a e n M é x ic o , y c o n c r e ta m e n te de su s i n t e le c t u a l e s , la o r g a n iz a c ió n d e u n a c t o d e h o m e n a j e a D o n M a n u e l d e F a lla y o f r e c e s u c o o ­ p e r a c ió n p a r a lo s t r a b a jo s q u e c o n esti» f i n s e r e a lic e n . la de dru gad a, p ara de a s e s in a r lo c o b a r d e m e n te y a b a n d o n a r su c u e r p o e n u n a c a r r e te - c r im e n y d e r u in a . CONVIVENCIA Y UNIDAD N U E V O P R E S ID E N T E D E LA R E P U B L IC A M E X IC A N A I AG RADECE SU S PALABRAS D E S IM P A T IA Y A L IE N T O PA R A N U E ST R A CAUSA. COM O TO D O S LO S R E P U ­ B L IC A N O S E S P A Ñ O L E S , H ACEM O S V O TO S PORQUE EL PU EBL O DE M E X IC O B A J O L A D IR E C C IO N D E L P R E S ID E N T E A L E M A N C O N T IN U E MARCHA N D O H A C IA E L B IE N E S T A R Y LA G R A N D E Z A D E SU P A T R IA MES P r o c e d e n te de gado a P a r ís B u e n o s A ir e s , h a l l e ­ el p o eta A rtu ro S erra n o F la j a . M E X IC O J u a n R e j a n o y D a n ie l T a p ia B o lív a r , s id o n om b rad os, r e s p e c t iv a m e n t e , R e d a c t o r - J e f e d e la r e v is ta de la “ U n io n de I n t e le c t u a le s L ib r e s '’. M E X IC O J u a n G il A lb e r t , e s t á e s c r ib ie n d o u n lib r o t it u la d o , “DE EL M IT O S ” . “ L a s E s p a ñ a s” O C IO se Y SUS h onra p u ­ b lic a n d o e n e s t e n ú m e r o u n o d e s u s c a ­ D ía s p a s a d o s , e l p o e t a e s p a ñ o l A lv a r o A r a u z , h u b o d e m a n ife s ta r d e m anera c o r r e c t a , p e r o e n é r g i c a , su r e p u ls a a d e t e r m in a d o a c t o r f a l a n g i s t a , e m p e ñ a ­ d o , a l p a r e c e r , e n e s t a b l e c e r r e la c io n e s con q u ie n e s h u b ie r o n d e a b a n d o n a r su p a ir a p o r h a b e r s a b d o d e f e n d e r la . “ L L E T R E S ” , r e v i s t a d e lit e r a t u r a c a t a la n a , p u b lic a r á e n b r e v e lo s s i g u i e n ­ t e s t tu fo s : “ P e s c a d o r s d 'a n g u ile s ” ( T e a t r o ) p o r R a m ó n V in y e s ; “ L ír ic a U n i­ v e r s a l’ ( P o e m a s ) r o r J u a n C l m e n t; c u lt u r a le s e n t r e el B r a s il y lo s i n t e le c ­ “ P ic n i c ” ( C u e n ' o s ) p o r P e d r o C a ld e r s , t u a le s e s p a ñ o le s q u e b a n p e r m a n e c 'd o y “ C a r n a v a l” ( C u e n t o s ) p o r M e r c e d e s l e a le s a su p a tr ia . p a r a i n s t a l a r s ’.t m o ra d a . L e v á n t a s e la c a s a q u e b a la n c e M E X IC O L o s in t e le c t u a l e s B rasl e le g id a un y X V I y X V II). B R A S IL t o r ia s d e a p a r e c id o s , la c iu d a d una M E X IC O J o sé c o n s u s g it a n o s , s u s d ia b le r ía s y s u s h i s ­ s in o N u e s t r o q u e r id o a m ig o , e l i l u s t r e e s ­ U n iv e r s id a d lo s c u a le s v o lv ió a E s p a ñ a , se r h om b re VENEZUELA c r ito r v ie jo t ie n e n puede q u ie n e s ca d á v e* p ítu lo s . D EL M ES”. P e d r e l!. su no un M O R IA S D E L E T I C I A V A L L E ” , — e d i­ t r e s o b r a s t e a t r a le s , F e lip e r e a liz a d o r r o r iz a d o d e t a n t o c r im e n , t e m ie n d o p o r s u v id a , b u s c ó r e f u g i o e n c a s a d e l a m i­ g o . D e e lla s a c a r o n a l p o e t a u n a m a ­ h a b la n , y “ U lt r a m a r ” , ó r g a n o R osa, ver y y R a f a e l D .e s t e b a n t r i u n f a d o e n B u e r.cs A ir e s . B reve” 3 9 3 6 , c u a n d o F e d e r ic o G a r c ía L o r c a , h o ­ D ir e c t o r y L o s e s c r it o r e s e s p a ñ o l e s R o s a C h a c e l c a t a lá n , lo g r a de a v e n t u r a t r is t e d e l d e s t ie r r o . “ A ñ o s v a n y a c o r r id o s , — n o s d ic e u n o c o n t in u ó su G r a n a d a c o n e l a lm a lle n a d e a s c o ban A R G E N T IN A V id a donde A lh a m b r a . D e s d e a llí s e d o m in a la r ic a g r ie n t a y e n v ile c e . p o s ib le ­ m e n te a P e d r o S a lin a s y A m é r ic o C a s­ “ La y f u é G r a n a d a , la d e s u A M O R B R U J O , “LAS so b r e e l Q u i­ in v it a r a m ú s ic a 1917 al ca b o d e F A LL A : Dibujo de Picasso F R A N C IA el de M a d rid , s u e ñ o d e v is it a r P a r ís. S i e t e a ñ o s v iv ió e n la c a p it a l f r a n c e s a , NOTI CI AS DEL fe ste ja r a s u s e s t u d i o s , b a jo la d ir e c c ió n d e l e m i­ F.;i todo c to es menester soñar, / ero con los ojos abiertos, tensa la voluntad, metidos en faena, y de manera tan limpia y abnegada como están haciéndole los hombres que luchan y caen sobre la tierra nuestra; con el mismo espíritu que alienta en estas páginas llegadas desde Francia como mensaje de fe y como ejempjo inapreciable. para a u to r s e t r a s la d ó Necesitamos SE R , ser plenamente, y desbordarnos fronteras afuera con sólo nuestra voz, — ¡tan profundamente humana, tan maestra en dignidad!— en la que hay, o puede haber, una manera más clara y más profunda de entender la vida L o s i n t e le c t u a le s v e n e z o l a n o s s e p r e ­ ‘‘L a s S .e t e P a la b r a s d e C r is ­ to e n la C r u z ” , y a n t e s d e c u m p lir lo s g r a n d e la d o n a r — e s t a v e z p a r a s ie m p r e — la p a z d e 3u s b ió g r a f o s — lo s o n c e a ñ o s , i n ­ F r a n c is c o d e C á d iz , e l c é le b r e o r a t o r io “ L A S E S P A Ñ A S ” SA L U D A AL p aran t a m b ié n , t e r p r e t ó a l p 'a n o , e n la i g le s ia d e S a n España, no invertebrada, sino desvertebrada intencionalmente, desfigurada y torcida a fuerza de ortopedias, necesita, antes que nada, descubrirse, saberse tal cual es, palparse cuerpo y alma hasta entender cada repliegue, cada hondón suyos, hasta encontrar razón a un entusiasmo que no pare en fulgurante llamarada. VENEZUELA g a d ita n o s p e r t e n e c ía n a f a m ilia s o r iu n d a s d e V a ­ Pero no es de ceniza de lo que queremos hablar, sino de estas páginas que tenemos ante los ojos. Y es ahí, donde la coincidencia es posible; ahí y no en esc runruneo de fantasmas que barajan palabras muertas, aferrados a la escoria de lo que fue, y que hablan de vida mientras intentan sofocarla y confundirla con ¿<u muerte’. p ad res, le n c ia y C a t a lu ñ a . A p e n a s c u m p lid o s Implícitamente, estas páginas llenas de fervor y de inquietud dolorosa por España, son severo reproche para quienes han ido difuminando en sus adentros la tragedia indecible de nuestra Patria; para quiere, la olvidan, atentos sólo a su dolor pequeño, personal; para quienes no tienen dedos ni ojos sino para hurgar y contemplar la gusanera más o menos lírica que llevan en el alma; para quienes la falsifican hasta convertirla cu tropo literario, en material frío, en cómoda aureola para este m uele carasol de América. H ay en ellas, hay en los trabajos que las nutren, la honda angustia del hombre español de nuestro tiempo, enfrentado a un montón de ruinas — en el sent.do mas amplio y mas tremendo del vocablo— que se amontonan sobre el solar físico de la Patria, y sobre la carne y sobre la fe de nuestro pueblo. Pero junto a la angustia, o en ella misma y por ella misma, la esperanza crece raíces nuevas, desesperadas raíces, de donde brota esc imaginar la España del futuro, ese soñarla y buscarle forma, esc de asosiego, ese afán casi doloroso por E N C O N T R A R L A y volverla a su ser Sus de a sco , ta n a m a r g u r a d e l m a e s t r o , q u e d e c id ió a b a n ­ R cd ored a. E l problem a que a los españoles, que deseam os un a nueva E spaña, nos a sa lta con m ás fu erza, es el de la convivencia en tre los hom bres y los pueblos que fo rm an nuestro conjunto pen in su lar, con sus d istintas y com p lejas d iferencias nacionales. No cree mos que a horas de hoy pueda silen­ ciarse el hecho de que h ay gentes de­ dicadas a sem b rar el odio y la d isco idía e n tre los hom bres y pueblos espa­ ñoles. Sólo hay u n a m an era de posi­ b ilitar este odio: false ar la realid ad no sólo n u e stra realidad p resente, sirio tam bién deform ando n u estra tr a d i­ ción histórica y cultural. E n esta h o ra terrib le p ara todos ios pueblos hispánicos ninguno puede re ­ h u ir su responsabilidad ni tam poco m onopolizar el heroísm o que el hom b re español derrochó en n u e stra gue rra , en la que todos lucharon p ara que con ella se in iciara un nuevo periodo de n u e stra vida nacional, p ara que ella rep resen tase el fin de n u estra deca­ dencia. Me a tre v e ría a decir que este mismo anhelo que sen tían los com ba tien tes de la República e ra com partido por m uchos, de ios que íu -h a^ a n en las trin c h e ra s enemigas. No h ab ía en el fre n te de M adrid el 7 d e N oviem bre, diferencias e n tre los soldados qu e estaban defendiendo la cap ital de las E spañas, eran ca ste lla­ nos, valencianos, catalanes, vascos ex­ trem eños, d e todos, absolutam ente to­ dos los pueblos españoles; tam poco en los días del E bro se p reg u n tab an los soldados donde habían visto su prim e ra luz y tam poco hoy en la lucr a clan d estin a se p reg u n ta n nu estro s hom bre" cual es su len g u a m aterna. H ablan dis­ tin ta s lenguas, sí, pero todos expresan el mismo sentim iento: forjem os u n a E s­ p añ a en donde se pueda vivir digna m ente. E n su desorientación ideológica todos se dicen: busquemos un ideal n a ­ cional alred ed o r del cual trab ajem o s ju n to s. Creo debemos de luchar a brazo p artid o , como dice el p rofesor Gallegos, p o r en c o n tra r este ideal capaz de u n ir­ nos, de hacernos d a r cuenta de que no somos lo qu e creem os ser, que n u estras d iferencias, desde un punto de vista ideológico, son ficticias y que n u estras d iferen cias de carácter nacional no son un obstáculo p ara la colaboración y p a ra la convivencia. Debemos de conocer la diversidad de n u e stra tie r ra y acep tarla y debemos de 1 — r a todos la unidad. E l prim er paso en este cam ino de í ' 1 teg ració n nacional es la p rev ia d efin i­ ción de n u estra personalidad como ín dividuos y como naciones. Sólo cuando cada uno tenga consciencia p len a de su posibilidades y dfe sus lim itaciones po­ drem os llegar a un acuerdo sobre núes tro s problem as comunes. P a ra nosotro es legítim o cu alq u ier esfu erzo que tie n ­ da a establecer y d efin ir la personalidad individual y colectiva de los hom bros y pueblos que form an n u estra E sp añ a v p o r lo mismo rechazam os c u a lq u ie r in ­ ten to de definirnos con v alo ies n eg a­ tivos, con a n tis . Un castellano lo es, no p o r el hecho de qu e los catalanes, los vascos o los gallegos tengan talos o cuales v irtu d es y defectos, sino por un hecho y u n as realid ad ajenos a estos; ig u a lm e n te los gallegos, los vascos, los catalan es lo son independientem ente de las v irtu ­ des y defectos de Castilla. E l a n t i j a ­ m ás podrem os utilizarlo como elem en­ to d efinidor de personalidad alguna. E n el m om ento en que todos los es pañoles y las E spañas se hay an encon­ tra d o plenam ente a si mism os, podrán y deberán d a r a la nuev a E sp añ a qu e su rja de los esfuerzos y sacrificios co­ m unes, u n a p a rte de su personalidad. P a r a ello es necesario elim in ar de n u es­ tro pensam iento todos los lu g ares co m uñes, falsos las más de las veces, que son un obstáculo p ara n u e stra conviven­ cia, y tam bién aquellos que elim inan de n u estra realidnd p resen te los pro b le­ m as. N uestra misión es v er claram en te las dificultades y e n fre n ta rn o s a ellas con la resolución in q u e b ra n tab le de re solverlas, sin ce ja r en n u estro em peño h a s ta alcan zar el fin deseado. No creem os que n ingún ca ta lán , que lo sea dignam ente, pu ed a d ejarse en ­ g a ñ a r p o r las concesiones q u e F ran co hace a la cu ltu ra ca talan a al d e ja r qu-’ se b ailen sardanas y en B aiceio n a f u n ­ cionen seis te atro s en ca ta lán , ni los vascos por el hecho de que hay an sido devueltas, a los capitalistas de su país, algunas regalías de tipo económico. Vascos, catalanes, castellanos, g a lle ­ gos y todos los pueblos p eninsulares son victim as de un mismo reg im en y sus problem as fu n d am en tales son los m is­ mos. La liberación de cu alq u iera de ellos y la resolución de n u e stra s d ifi­ cultades comunes no puede ser a costa del resto de los españoles. José Puche Planas _____________ F R A N C IA VENEZUELA M u y en b rev e ap a recerá “ IN D E P E N - N u e s t r o a m ig o y c o la b o r a d o r , e l D r . D E N C I A ” , r e v is t a e d it a d a p o r lo s in t e - J u a n D a v id G a r c ia E a e c a , e s t á d e s a r r o - le c t u a l e s e s p a ñ o le s d e s t e r r a d o s e n F r a n - ll a r d o u n c u r s o d e c o n f e r e n c ' a s U n iv e r s id a d d e C a r a c a s . e n la MI S PRECEPTORES - D e 44E l Ocio y sus M itos” por Juan Gil Albert A Antonio Rodríguez Luna, su contenido en palabras ininteligibles en cuya casa ni"o. los do­ para mí, pero aquel sonar de algo que se lamenta deliranteménte, mezcla de mingos, cante jondo. gorjeo y de quejido, y que da a la UAN.DO de niño se ha oído sangre que lo escucha una reacción de cantar a un arriero, hay pa­ empalidecimiento, rompía los límites ra siempre en el alma una de­ de mi concordia infantil y, puedo ex­ sazón y amargura que no pueden presarlo ahora, actuaba sobre mí, co­ ser borradas por aliciente alguno, mo si abriera a mis sentidos la vir­ de tal modo, como la ropa de los vie­ ginidad de una consternación placen­ jos armarios, queda penetrada toda tera ; e a es la sensación que recuerdo, ella con el sabor de los embalsamien­ lili cont aste con el trastorno que se había producido, yo nada preguntaba tos. Desconozco lo que esta expeiiencia sobre motivos tan oscuros, ni ante pueda ser para los demás, la desco­ aquc.la especie de miedo que me in­ nozco en el sentido individual de xa lía. miedo orgánico atravesado re­ excepción o matiz que en cada cual pentinamente por una oleada de pla­ repercute, porque a todas luces se cer y ni siquiera parecía interesarme, me alcanzan los efectos de deleite con una de esas preguntas con las que tan desgarrador en las inclinacione los niños to turan a las personas ma­ de un pueblo- Si en los otros pueblos yores por quien era el que cantaba de la tierra el canto es una dulce o con aquella voz y por qué una canción apasionada expansión del espántq, era cosa tan lastimosa que paralizaba solo en el español se ha dado voz a la respiración y no daba, por lo de­ la carne, y comprendo como esta de­ más el consuelo de las lágrimas. Sin lirante melodia carnal pueda sonar im­ que yo pudiera percibirlo, se estaba púdica en oídos ajenos. ¡ Quien sabe gestando mi pacto con las fuerzas sag ada, que actúan en la naturaleza si no lo e s ! La mía fué la siguiente: vivíamos porque entre tanta curiosidad que un en un casal enclavado en la montaña; niño pregunta, suele quedar siempre, las roídas almenas de un castillo cer­ en el más tenebroso de los secretos, caban nuestras tierras y asomados a aquello que es lo único a lo que tien­ sus bastiones con trazas amarillentas de su vocación, la certera apetencia de de perdices, contemplábamos la vega y su sangre. Claro que, en distintas los naranjales como alfombrados de ocasiones, porque estuviera corretean­ verdor hechos a la suavidad del aire do fuera de los cercos de la casa, o y a la tibieza de la luz. En la falda contemplara desde las murallas, los de nuestra colina se asentaba Játiva, caminillos del matorral que trepaban empolvada, con ese mismo polvo blan­ pedregosos por la ladera del monte, co e impalpable que asedia como una había visto a unos hombres, los arrie­ nubecilla la marcha de cualquier caba­ ros, junto a sus asnos que transpor­ llería o vehículo; atravesarla era oler taban carga ¿Torosa de pino fresco, a jazmín, o sentir en el bochorno de como si alguien en algún confín estu­ la siesta, el martilleo musical de los viera necesitado de aire más puro y herreros. Por lo demás, nosotros que­ estos seres pacientes fueran los desigdábamos en lo alto, dueños del confín y resguardados de la penosa realidad en aquel ancho retiro veraniego al que las murallas morunas prestaban, ondu­ lando sobre la cresta de los montes, una aguerrida sombra, como hechizo de cuentoEste era el marco de mi experien­ cia, la cual provenía de una canción “¿ i' a qué quieres saber más? que sonaba por los aires, en las horas ¿No sabes que morirás? centrales y calurosas de la mañana o, ¿No es este saber bastantef en las primeras lumbres del anochecer, 4No está la verdad delante días había en que se escuchaba igual­ Sí. Muriendo la hallarás". mente en ambas ocasiones, como si en A n g e l G a n iv e t la tarde se respondiera con equivalen­ te patetismo al augurio matinal. Yo no conocía la tristeza, no ya en mí, que ni aun por haberme tropezado con I OS grandes suicidas españoles día ella, vivía, como si dijéramos, ajeno logan, a tra v é s de sus acerbos a su realidad. Y al oír aquella voz, monólogos, en la com ba de los siglos me dije entre dos juegos, como ante dispares. Séneca, L a rra y G anivet, to ­ un descubrimiento al cual le presta­ dos y cada uno, “ escultores de su mos la palabra que se despliega en alm a”. Pero así corno en el filósofo cor­ nuestros labios por vez primera : eso es dobés la experiencia dolorosa es m ar­ la tristeza. Solo que después, he se­ cadam ente coto cerrad o , neto indivi­ guido llamando con el mismo nombre dualismo, en F íg aro y en Pío Cid el a diversos estados más o menos anor­ fondo de su m o rtal in q u ietu d m uéstrase males o caprichosos de mi ánimo o del estrem ecido de solidaridad hum ana, de humor ajeno, pero en aquel momento, am bición colectiva. Sobre L arra se h a encarnizado la in yo realizaba la comprensión de una realidad en su magna apariencia: si, comprensión, se cebó el olvido pillastre. aquello era la Tristeza, casi un ser P ara los literato s cam aleónicos su av en ­ con rostro y actitudes, era, como todo tu ra y su obra, la v alien te consecuencia lo que al hombre le hace convulsionar que expresan, es u n quem ante rep ro ­ las entrañas, una encarnación, la tris­ che. Baste re c o rd a r el respingo elusivo teza encarnada. \ o , como chico, po­ del inefable E ugenio d’O rs: “F íg aro no co o nada podia decir de, esa voz, que me entusiasm a dem asiado, era y a m u­ no fuera aquel golpe inicial, golpe a cho s o c i ó lo g o ...” “ ...Se dice que le ase­ la vez tan vehemente y aterciopelado, sinó la realidad española. S í ; como la que poco menos que imposible me se­ estu fa mal encendida y hum osa al hom ­ ría el diferenciar en él, los límites bre que no h a ten id o aliento p ara le­ fundidos de su dolor y su complacen­ vantarse del lecho y a b rir la v en tan a”. cia. Apenas oídas las primeras notas Y después de esa sentencia, el doctor de aquellos que yo llamaría hoy, ras­ en barroquerias no se inm uta. O tros, no desprovistos de cordialidad guños de eternidad, mi naturaleza in­ fantil sufría algo asi como un cambio y clara intención, trig o m ás limpio, lo de temperatura, algo que, estoy segu­ tachan de afran cesad o . Los in d efecti­ ro, suponia también en mi epidermis bles comodones se lo q u itan de encim a una alteración del color, y aunque con­ con un gesto despectivo, y las frases tinuara jugando o, entorno a mis en­ de ta n d a : to tal, se perdió por unas f a l­ tretenimientos, algo de mi, muy hondo, das, estaba intoxicado de rom anticism o, más hondo que el corazón y menos lo- la epidemia de la época. H ay quien le calizable, estaba ya suspenso de la serm onea porque sus escritos son en de­ montaña, cautivo en la desolación de masía periodísticos, sin redaños creado­ aquel hechizo, casi tangible de penoso- res. Y se establece un clim a de descré­ Las frases espectrales llegábanme con dito, de a rb itra ria descalificación, echan- C nados para calmarle, con este trase­ gar, ansias tan extrañas. Viéndolos un día, se me vino la sospecha, no sé si por el misterio trashumante que los envolvía, que pudieran ser ellos los que cantaban; iban sin embargo si­ lenciosos, bajo las haldas negras de sus sombreros de paño y de vez en vez, prorrumpían en alguna palabra incom­ prensible, o hacían un chasquido ani­ mal con la lengua y el paladar y sus borricos simuüaban un momentáneo apresuramiento. Sí, ellos eran, me dije, eligiéndolos entre cualquiera de los otros seres que en tomo mío vivíanEsperé que se hubieran alejado, con el oído atento y alerta la respiración y así fué, que cuando habían dejado atrás los bastiones del castillo, en ple­ na serranía, oí lejano, como si apu­ ñalara el aire, aquella congoja. Si era en la mañana, durante el calor, el confín parecía apretarse como un ser vivo al que se sometiera a un delica­ do tormento; los tomillos, el espliego, la salvia y el hinojo, olían casi áspe­ ros en su suave costumbre y las ci­ garras de los olivares, vibraban acom­ pasadas como teclado de la copla, cual hacen las estrellas, cuando la luna con su atormentado rostro reaparece y se cierne en la intensidad del firmamen­ to ; si era de regreso en las horas azulosas del atardecer, entonces parecia como si aquel estertor musical, rocia­ do con los ayes de una lúgubre loza­ nía, nos hiciera bajar a las entrañas mismas de la tierra, y allí ya, como si estuviéramos por vez primera en nues­ tro mundo, ya sin engaños, nos pusié­ ramos a llorar con un caudaloso fre nesi, sin darnos apenas cuenta, en aquella infinita desolación, que el sa­ bor de las lágrimas vertidas, nos gus­ taba. CASTILLO DE JATIVA Hecho aquel descubrimiento de los arrieros, que no confié a nadie, yo a menudo tan comunicativo, puse un día ia atención en el hombre que cuidaba nuestra huerta .y podaba, sirviéndose de grandes tijeras, los arbustos del jardín, porque me asaltó de improviso la idea de que acaso él fuera también de aquéllos; tenia también su asno de mansedumbre junto al cual lo veía yo entrar y salir en la finca, con un ca- minar pesado y lento en el que había sin embargo una pausada oscilación muy viril. Terminadas sus labores, se sentaba de noche a la puerta de su casa, en una silla pequeña, casi de ni­ ño, mientras su mujer y sus chicos andaban por dentro, alumbrándose con candiles de aceite. Era un hombre cin­ cuentón, de ampiio busto, con el vello canoso sobresaliendo por el cuello mal abotonado de su camisa de dril, de lo que estaban hechos también sus largos calzones de rayadillo, los que recojidos a media pierna para el riego o el entrecavar, dejaban ver la reciedum­ bre de sus hinojos. Su noble cabeza tenía el pelo creciéndole a la manera de los romanos antiguos, liso de la por Manuel Andújar coronilla hacia la frente y su iostro curtido revelaba, como las nueces oto­ ju g a b a sin cu quería, con las c a rta s so ñales, el momento en que toda criatu­ b re la mesa. Con su ya tópico p e tó le ra de Dios está cuajada para su deci­ tazo , a p a rte de su honradez ideológica, sivo desprendimiento- Colgábanle so­ puso de relieve la llaga en que aun bre las rodillas sus manazas en la debem os h u rg ar, el hecho ca ta stró fico sombra de la noche y el descanso y de que en E spaña, década tra s década, su mutismo tenía una densidad tal que, se h ay a m alogrado, y enconado, la t i ­ a mí por lo menos, me imponía res­ tu la d a revolución burguesa. Su desenga­ peto. Poco iba a tardar en convencer­ ño am oroso representó, posiblem ente, la me de que mis presentimientos no eran g o ta de ag u a que colma el vaso. El descabellados. MARIANO JOSE DE LARRA - Acusación que Perdura do m ano a lo que, aseveran, en tra ñ a de cobardía su fin. Mas p a ra ju z g a r u n a existencia co­ mo la de L a rra , ta n com pleja y m etida en sí psicológicam ente, enraizada a ia p ar — y con ardoroso dram atism o— a un a e ta p a decisiva de n u estra H isto­ ria, es inadm isible pagarse de ap a rien ­ cias, áu n q u e éstas sean sonadas. La e s­ cen o g rafía ta p a la verdad monda. A reserv a de ex am in ar su “fenóm eno” con m ayor sosiego, creemos de simple necesidad m a n ifesta r u na opinión p e r­ sonal que p u d iera servir, polém icam ente, p ara q u e su fig u ra surgiese con luz generosa y actu al, si se logra u na dis­ cusión honda, directa, sin subterfugios. En E sp añ a la misión del escritor ha sido in v ariab lem en te áspera. E l hom­ bre de le tra s únicam ente en cu en tra los cam inos de la rebeldía a u ltran za, o el más com ún del asentim iento regalón o el a ta jo de elim inarse, cuando la p u g ­ n a e n tre su conciencia —que es m ix tu ­ ra de ca rn e y e s p íritu — y lo circu n ­ dante llega a u n a crisis extrem a. Si se busca la certid u m b re, fu e ra de los m ís­ ticos v ericuetos, en un medio re tr a s a ­ do, cicatero y anacrónico, y se p o rfía en este anhelo, no de plum a, sino de sangre y sentim iento íntim o, nadie p u e­ de a tre v erse a p ro n o sticar y exigir un desenlace, condicionado p o r u n a serie de fac to re s externos y te m p eram en ta­ les, de difícil fijació n , que no dejan de in flu ir. Y en c u a n to a muchos de sus impugrad o res, la ten d en cia hostil y vergonzan­ te h acia lo hispánico, la labor in telec­ tual dispersa, el alejam iento to rp e de las evidencias políticas del XIX, el ap e­ go logrero a u n a ta ifa, ¿no significa­ ron u n a negación radical, un incruento y diluido suicidio, un suicidio histórico en el qu e no se arriesg ab a ni un pelo de la ro p a? L a rra se equivocó en la solución, p ero mal, sin em bargo, arra n c a de o tra s h e­ rid as, m ás peligrosas y tercas. D enota L a rra u n a m ente perspicaz, un a v ib ran te sensibilidad, un criterio nervioso y concentrado. M áscara oval, gru eso labio in fe rio r caído, ojos de se­ p u lta m irada, cansados hom bros. De la in fan c ia quedábale la huella co n trad ic­ to ria d'el exilio —el am biente fam iliar en p u g n a con el país e x tra n je ro , los m il aspectos tangibles de u n a civiliza­ ción m ás d esarro llad a; en el h o g ar, so r­ das año ran zas, un a visión c ritic a de las costum bres de que los suyos se habían desgajado. A dem ás, la g u e rra de In d ependencia originó u ñ a curiosa confusión. No po­ cos “ avanzados” se id en tificaro n con la cau sa del errabundo Jo sé I. Los reaccionarios palaciegos que con sus m a­ n ejo s m iserables provocaron la in te r­ vención fran cesa, cam biadas las to m a s, vencidos los invasores, se ap ro p iaro n del sacrificio de clérigos p atrio tas y cre y en ­ te s pobres p a ra a rrim a r luego, m ás hol­ gad am en te, el ascua a su sardina. E n es­ ta rep u g n a n te falsificación se em p e­ queñeció y tergiversó el n o tab le papel desem peñado por las Cortes de Cádiz y la n u trid a opinión liberal, co m b atien ­ te , que encabezaban. A bsolutism o y es­ pañolidad son conceptos indisolubles, a rg ü ía n los neos. E sta in terp retació n m entirosa, a su capricho y beneficio, se impuso a g rito s y correazos. Y el resabio de endosar el sam benito de exó- Fué en la víspera de alguna festivi­ dad, en que vinieron de rondalla un grupo de mozos tañendo guita ras, bandurrias y laudes. La noche, por lo diamantina que permanece en mi re­ cuerdo, debió ser de fin de tempora­ da, en el maridaje feliz de dos esta­ ciones. Gentes del señorío de Játiva subieron también trayendo dulces y botellas de licor y en la explanada que­ daban sus coches de muías que hacían resonar los cascabeles de sus collares. Hubo bailes regionales, castañuelas y hasta sevillanas- Mi tío Gonzalo, que poco después, en escapatoria de juven­ tud, aparecía por América cantandó oneretas, bailó con una señorita del lugar que había cursado, en el con­ servatorio de Madrid, los estudios de arpa y mi mismo padre, trenzaba sus saltos con una señora de la nobleza a quien, por motivos escabrosos, te­ nía su marido confinada en un pala­ cete de la villa. Señores, sirvientes y labriegos, andaban confundidos en la contradanza y hasta en ocasiones, in­ tercambiando complacidos sus parejas, todo lo cual producía un frenesí, que iban atizando con coplas y ayes los músicos de la rondalla. Una tristeza jubilosa se iba apoderando de los áni­ mos y en la exitación y el acalora­ miento. a la par que las rosetas de ia sangre teñían las mejillas, cada cual iba cayendo en su circulo de soledad .Itítivsrít m*a;<|>«5n4centvkuwwtt inforat «í*. f r Á u t tum offmtcftí & | St»«,«SKCw4tt- Aria .s* y k m m * n ' Itntn^stósessttt-^jsauíftf l fe£cÁ d«en WlliS U1RS. lu Á tm n ^ A N feM ^ ici B urgos .- Biblioteca Provincial: Biblia. EL ZA RA TA N .— Ju á n Ram ón Jim é EN TRO del rec in to de un al­ m a de adolescente, confinado algunas veces en su fre n te y «otras — las más— en su pecho, tr a n s ­ c u r r e el pequeño g ra n cuento que nos r e g a la J u á n Ram ón, b ajo el nom bre d e “ E l Z a ra tá n ”. Jo se fito fig u ra c io n e s es u n v e rd a ­ d e ro a r tis ta adolescente. E l Z aratán «que le corro e el pecho a C in ta M arín •es com o u n a llavecita m ágica que echa a a n d a r el com plicado m ecanism o de s u fa n ta sía . Y Josefito es, en cierto m odo, feliz, porque en c u en tra objeto p a r a e e ta n ta s ve:es oscuro anhelo q u e padece — o goza— todo adolescen­ t e co n vida interior. A rrá ñ c a r a la po­ b r e C inta, viuda y blanca, el m onstruo q u e le devora el pecho, se r el San J o r ­ g e del dragón escondido en el calien­ t e seno, es el a fá n que m ueve a Jo se ­ fito . Y el q u e im pulsa sus sueños. E l héioe es, sin saberlo, un poeta y u n A m adis. Vive in terio rm en te la p o esía de su ansia oscura, sueña im á­ g e n e s poéticas. A unque su anhelo se b ay a m aterializado en el za ratá n que lleva C in ta M arín en el pecho blanco, su e ñ a el adolescente que el enem igo se a g ig a n ta , cobra fu erzas tem ibles y fe ro c id a d , p a ra que sea m ás g ran d e su acción de m atarlo y llevarlo “ a r r a s ­ tra n d o por todo el pueblo como un tro fe o ” . Como haría Don Q uijote, p o r­ q u e Jo se fin o sueña como Don Q u ijo te y, si la tim idez de la edad no le enea d e n a ra , o b ra ria como él. L a deliciosa duerm evela en la que u n d etalle de realidad es hito de donde a r r a n c a una acción heroica, un am or p u ro com partido es el clim a espiritu al e n el que “ el Z aratán ’’ se desarrolla. Y el am or oscuro, sin fo rm a in confesa­ d o a u n a si mismo, esa su e rte de am or “ p o é tic a ” q u e da alas al p en sar y al s e n tir, es la tónica del cuento. 1 1 D del m undo p ara estu d ia r su evolución de principio a fin , sin te n e r casi en cu en ta sus relaciones con o tro s países más que en los m om entos im prescindi­ bles p o r ejem plo, son salvados airo ­ sam ente por Von R anke qu ien logra darnos, al mismo tiem po que u n a vi­ sión de conjunto, u n a serie de ‘ d e ta ­ lles” con el m agnífico r e tra to de Carlos V que nos p rese n ta en el P rim er capítulo. Muy estudiados el tem a y la época, con abundancia de fu e n te s y estudios an terio res en que d o cum entarse, “ La m onarquía E spañola en los siglos XVI y X V II” no es por estas razones un a obra m ás sobre la cuestión, p o r la in ­ te rp retac ió n de los hechos y docum en­ tos hecha con tal objetividad, la serie­ dad y, si no se hubiese ab aratad o ta n to el térm ino, p o d ría añ ad irse la am enidad con que están los hechos p re ­ sentados. La traducción de M anuel Pedroso, pulcra como todas las suyas, tiene a ratos sabor a cosa a ñ e ja y con solera. i .E Y E N D A A ... —- Jr>sé M o r e n o V illa E l C o le g io d e M é j .ic o .— M é x ic o , 1946 ‘N A D A ” , n o v e la — C a r m e n L a f o r e t — P r e m io E u g e n i o N a d a l 1 9 4 4 — c io n e s D e s t i n o .— B a r c e lo n a , E d i­ 1946. “ NADA” es u n a novela cabal. E n to­ no, en estilo, en desarrollo. Un libro escrito con prosa d irecta, sin adornos, con po ética precisión en ocasiones, que se ocupa de unas vidas rayanas en lo anorm al, que no acab an de descifrarse, dejando al lector un am plio m argen de hipótesis. B arcelona, la ciudad qu e se vé a rá fa g a s; u n a callé, la de A ribau, que se co n cen tra en un a sola casa de fétido am b ien te; p erso n ajes de veraz co n tex tu ra que en trech o can sus cerra­ das pasiones. No es im p u tab le a la joven au to ra que el medio a su alcance, y que nos tran sm ite con tal penetración que se apodera de la sensibilidad, no dé más de sí. P o rq u e aq u í no hay chispas de sublim idad, ni ese hondo ru m o r de puebo que al ensanchar- y p ro y ectar el egoís­ mo io cam bia de condición. Ella debe re fle ja r, y lo cum ple con pasmosa justeza, lo que la ro d ea : pequeños m un­ dos hum anos, desquiciados, dolorosos, que si alb erg ab an potencialniente la decadencia, la g u e rra — y su sordo eco-aceleró el proceso m ortal. Carm en La ío r e t — en esta pesquisa estrem ecida de u n a fam ilia, sin m ás enlaces exteriores que el roce con ciertos circuios univer sitarios y pseudobohem ios o con r e ta ­ zos de la a lta b u rg u esía c a ta la n a — su ­ fre y hace su frir... Nos sum erge en una atm ó sfera in g ra ta , co rta d a a cercén de la o tra, de tipo general. A paren tem en te, la acción pudiera o cu rrir en cu alq u ier lu g a r de España, en fecha in d eterm in ad a. Sin em bargo, la seca emoción que an u d a los sucesos, la vacia an g u stia que se trasluce en una descripción, el “ no sé qué” del ání mo to rtu ra d o que sirve de cám ara obs­ cura. la m ism a rigidez de las conversa­ ciones, su indecisión idiom àtica, revelan a la B arcelona de hoy y al régim en fra n q u ista , bajo el cual se agostan ta n ­ tos finos espíritus. Siem pre es descon­ c e rtan te que una escrito ra de veinte años destile ásp era m adurez. Carm en Lafo re t consigue u na o bra de cuerpo en tero , articu lad a, de indiscutible talento, pero sin brisas — que son fenóm enos a la vez íntim os y sociales— que la oreen. Al m enos, esta es la impresión fin al que produce. Y tam bién el tem or de que sus fu erza s lleguen a m algas­ tarse. Q ue el a rte , la m aestría, no lo son todo. A ú n es a v e n tu rad o f ija r p aralelis­ mos. E n tre C ela y e}la, por ejemplo. Menos pulida, m ás recia y audaz, Car men L a fo re t —q u e se h a form ado en C anarias, B arcelona y Madrid, lo que no es un a z a r en la determ inación de su o bra—- se a firm a como una g ran novelista. E n su acepción espa­ ñola de actu alid ad , “ NADA” es una ló rm u la de desesperación creadora. Lo dem ás — co ntinuidad, circunstancia, va­ liosos horizontes de inspiración—, p ro ­ blem a de tiem po. Como los designios del poeta son inescrutables, un buen día José Mo­ reno V illa cambió la lira por el cris­ tal de aum ento y la plum a p o r el es­ calpelo y se dedicó a... leer, si hemos de atenernos al títu lo de su últim o libro. “ Leyendo a ” se llam a la o bra y se recogen en ella once breves ensayos. Se propone el a u to r en c o n tra r la palabra clave de un grupo de poetas. —y hasta ^íle un p a r de pintores— y estudia, con m inuciosidad, e x tra ñ a en un poeta, las o b ras principales de fig u ras seleccionadas en un periodo de cuatro siglos. V a len tam en te descu­ briéndonos las p alab ras que, p o r vol­ v er constanteente a la obra de un poeta se convierten, no en sim ple “ rito rn elo ” o en morbosa idea fija , sino en clave p ara una in terp retació n psicológica, en ojo de la c e rra d u ra p ara q u e atisbem os la p arte de alm a que el poeta creyó g uardarse p ara sí. El estudio dedicado a San Ju a n de la Cruz, que va a la cabeza del libro, es sin duda el de m ás aliento, aunque, pa ra un tem a sem ejan te, se nos an to je corto. Todos los ensayos que componen esta obra lo son; en todos, como en no pocos de O rteg a y G asset, echam os de menos la continuación. Como si el a u to r hubiese querido tam bién reserv arse algo p ara si mismo, como si hubiese querido d e ja r al lector en lib e rtad de in te rp re ­ ta r. Un poco excesiva nos p arece la a f ir ­ XA M O N A R Q U IA ESPA Ñ O LA E N m ación qu e hace refirién d o se a R ubén X O S S I G L O S X V I Y X V I I — L e o ­ D ario: “ Hoy, al releer su obra, se tiene p o l d o V a n R a n k e — E d it o r ia l L e y e n ­ la convicción d e que ningún poeta es­ d a . — M é x ic o , 1 9 4 6 . pañol antiguo ni m oderno le alcanza en V on R anke escogió, p a ra escribir su altu ra, en am plitud y variedad, en f o r ­ ‘•M onarquia E spañola en los siglos XVI m a expresiva, en calidad verbal, en sa­ y X V Il” ese cam ino difícil del que es bor y luz, en color y m isterio” . Ju a n ta n fácil ap artarse. P o r un costado Ruiz y Garcilaso, S an ta T eresa y San M. A. fru n c e el ceño la H istoria y y erg u e las J u a n de la Cruz, G óngora y Lope, Ju a n s ie te cabezas de sus hechos incontro- Ramón y A ntonio M achado no han al­ v e r t i b l e ^ y sus ineludibles fechas y, canzado nunca ta n hiperbólico pedestal. J A R D I N C E R R A D O . — E m ilio P r a d o » . — C U A D E R N O S A M E R IC A N O S . — p o r el otro, sonríe y hace invitadores Paulita Brook M é x ic o , 1 9 4 6 . g u iñ o s la siren a de la b io g rafía nove­ la d a . R esp etar al m onstruo y d esoír S ería ta re a h a rto difícil, preten d er «el reclam o de las sirenas: he aquí el an alizar en breve n o ta b.bliográfica p roblem a. poemas de em oción ta n inefable como V on R anke logra a fro n ta r este pro ­ ios que h a publicado Emilio Prados, b lem a y resolverlo airosam ente. “ La bajo el titu lo de JA R D ÍN CERRADO. M o n a rq u ía E spañola” es H istoria, como Mas es ta l el m érito del libro en s , s e en c arg an de a te tigu árlo a l pie de tan v erd ad era su poesía, que fu e ra im c a d a p ág in a las incontables notas, y uerdonable no se ñ ala r su presencia, s.p a rtic ip a tam bién del género b io g rá­ q u iera sea de m an era concisa. fico sin novelerías, pero con la su fi­ C iertam en te que este libro de Prados, c ie n te vivacidad p ara q u ita r a la H is­ poeta de sensaciones recónditas, no es to r ia su polvo y sus te larañ as. para gustado por gentes afanosas de tal E s a serie de fo to g ra fías “ f ija s ” que o cual m otivo, ni p ara quienes sum ern o s viene sirviendo la H isto ria desde g'dos en la a m a rg u ra colectiva en que siem p re, se convierten en esta ob ra en vivimos, olvidan la suya propia, esa “f ilm ”. Son los mismos p erso n ajes los a m arg u ra su b je tiv a por la cual Prados r e tra ta d o s , pero R anke los hace m over­ vive, resp ira y... h a sta lucha. P orque se , a c tu a r a n te nosotros, e je c u ta r los tam bién lucha, y lucha p ara defen d er «actos que re g istra la H istoria, d ándo­ su intim idad siem pre triste y m ansa­ n o s u n a ilusión de vida casi p erfecta. m ente desesperada y el derecho a es L o s defectos inherentes al m étodo M a d r id .- Biblioteca Nacional: Décadas de ea rb ar en el m isterio, a hundirse en él, h istó ric o , ese a isla r un país del resto a ab razarlo en p ro fu n d a soledad “que Tilo Lirio. noche a noche va edificando” o como d iría el divino San J u a n : “ D esierto in ­ menso que es tan to más deleitoso, sa­ broso y am oroso, cuanto más p ro fu n ­ do, ancho y solo...” Y la M uerte. He aquí ¡a m usa p e r ­ m an en te del poeta, “ ja rd ín ce rra d o ” según él, y motivo de su canto. D iríase que es u n a especie de coqueteo con ella, pues que la siente, la llama, la desea o le m u estra indiferencia. “ M u er­ te, ta n cerca te escucho — y, a mí, ta n lejos m e veo, que pienso que quizás viva— porque ya ni te deseo...” T a lo largo de todo ese c a n ta r que le h a nacido a Prados en el corazón y en las m árgenes de su angustia, se nos com unica esa especie de filosofia in tu i­ tiv a que d a unidad a los poemas y que p o r o tra p arte es ta n característico de lo español genuino. La aceptación to ta l de la m u e rte o como si dijéram os su resignación. Resignación an te lo que no puede ev itar. “ E stoy sintiendo tu s p a sos —en los bordes de mi cuerpo— pero bien puedes pisarm e—que, a tu pie, yo no le tem o ”. C laro que en JA RD IN CERRADO no hay u n a ren u n cia en tera a todo lo que no sea la línea fundam ental fija d a por la inspiración, ni tam poco se resig n a a ese lirism o pesim ista o a ese a fá n vo­ luptuoso de descubrirse a si mismo con an g u stia y bien estar a un tiempo, sino c¡ue su sensibilidad reacciona con f e r ­ vor, y ard e, se apasiona e n tre su “ cam ­ po y m ás cam po” , arboledas, playas u olivares... como si siguiera aú n b a ñ á n ­ dose en aquel tibio sol de la prim ave­ ra de E spaña. Y es entonces cuando estallan , botan y rebotan las p alab ras tie rn a s, sencillas y en trañ ab les de sus canciones. Le aprisiona su paisaje, es su t.e r ra que se le ofrece al goce con una nitidez ta n clásica y un ritm o tan vivo y q u ieto y acom pasado que no podem os m enos de preg u n tarn o s. ¿C ó­ mo h a podido escrib ir P rados todo esto fu e ra d e E spaña? P orque lo dem ás si, ha podido escribirlo aquí, trasp lan tad o a estas tie rra s de A m érica, aunque su ­ mido siem pre en si, “ en su alm a, sueño y soledad m a rc h ita”. V IA DE L ’E S T C O L L E C C IO 1946. de ANNA M U R I A .-— LLETRES. — M é x ic o , La vida tien e en ocasiones, una g ran fu e rz a m isteriosa que se revela h asta en los detalles más mínimos. Y han s i­ do estos detalles precisam ente, los que A nna M uriá h a sabido ca p ta r en los siete cuentos que con el titu lo del ú lti­ mo, VIA DE L ’EST, nos ofrece la co­ lección Lletres. A p arte de los rasgos de a c erta d a pe n etració n psicológica y de ciertos a tis­ bos de esteticism o p an teista — como por ejem plo en la estam pa de los A V E L L A ­ NOS SA L V A JE S — puede ap reciarse en todo el re la to un a intim idad deliciosa y ta n rica, que a nuestro juicio co n stitu ­ ye el principal fa c to r de su en can tad o ra am enidad. U na prosa fina, sencilla y con b astan te sabor, realzan el in terés de estas p áginas en las que paisaje y p e r­ sonajes se com plem entan a trav és de un a serie de recuerdos diáfanos y a u ­ té n tic am e n te humanos. VlCH.- Museo: Tratado Canónico. ïí| H uesca.- Catedral: Actas delConcilio de Jaca E n suma, que VIA DE L ’E S T , ta n to por la pureza de su léxico escogido co­ mo por la penetración con que se ha escrito, puede y debe se r u n a de las aportaciones más estim ables a la cu ltu ­ r a catalan a en el destierro. María Dolores Arana IS A B E L A m ador LA C A T O L IC A Sánchez — —M é x ic o , D . F ., — P o r L u í» E d ic io n e s C O L I 1946. E ste libro es de los que estab an h a­ ciendo fa lta en la A m érica novecentista p a ra o rien tar a los lectores de habla española sobre las verdades de la histo­ ria de E spaña, en todo lo que v a desde q ue m urió Isabel la Católica h a sta nues­ tro s dias. Y hacia fa lta un libro así p o rq u e quienes desean ju s tific a r un movim iento de b an d.daje como u n a ca u ­ sa libertadora, han dado en la n z a r un a pro p ag an d a a base de falseam ien to de lo m ás puro q ue ha ten id o E sp añ a h a sta la república del 31: L a ig n o ran ­ cia falangista, qu e olvida que la pers­ p ectiv a histórica no íes p erd o n a rá su crim en, como no se lo p erd o n a ia ac­ tu a lid a d — si exceptuam os a los am igos sigilosos de Franco. El profesor español A m ador Sánchez dá u n a luz sobre los v erd ad ero s d esti­ nos de España, cuya h isto ria y ju sto p o rv en ir se tru n c a con la m u e rte de Isabel la Católica, quedando tra ic io n a ­ do su testam ento y su p en sar genero­ so con respeto a los destinos de su país. E s el libro u n a valiosa ap o rtació n encam inada a d em o strar que p a ra se­ g u ir un ritm o de decencia nacional en la política ibera, se ha de to m a r ia v i­ d a española en el mismo p u n to en que la d ejaro n F ernando e Isabel. Y n ad a m e jo r que la República, pues esa malav illo sa sangre de la escu lto ra de la u nidad nacional hace cu a tro siglos qu e desapareció de las te sta s coronadas. L as dinastías e x tra n je ra s no le tu v ie­ ro n cariño a n u e stra E sp añ a y se da el caso de que el esp íritu de Isabel lo rep rese n tan hoy los republicanos y no los m onarcas que creyeron qu e E spaña e ra un a q u in ta de recreo o u n a conser­ g e ria en donde se g obernaba con a r r e ­ glo a las consignas fo ra ste ra s. E x ac­ ta m en te como ocurre ahora, que p o r a l­ go se levantaron en arm as los traid o re s lacayos de quienes fu ero n ahorcados en N urem berg. P ru e b a tam bién A m ador S ánchez qu e Isabel la Católica era d em ó crata am ada de su pueblo. C ita esta copla p o p u la r: ¡P o b re caballo blanco— el caballo de Isabel!— A nda loco p ro cu ran d o — a la d u eñ a de su arnés!... buscando lo que y a no encontró más. E l p o eta v u lg ar qu e cantó al corcel huido, p red ijo la h isto ria de E spaña h asta hoy. N osotros creem os que la R epública h ab ía encon­ tra d o el corcel de la d em o crática Isa­ bel y lo había cogido de las rien d as, p ero con tan débil en e rg ia q u e se le volvió a escapar... El libro de A m ador Sánchez es, ad e­ m ás, desde el ángulo de la lite ra tu ra , u n a b io g raf a excelente que colm a las exigencias del gén ero : am enidad y do­ cum entación. Y es doblem ente digno de aplauso el tra b a jo si tenem os en cuen­ ta que está realizado lejos de los A r­ chivos y de las fu en tes originales, en donde se hallan los m ás valiosos y de­ finitivos docum entos. Lejos, en u n a p a­ lab ra, de la p a tria de la rein a y de su biógrafo. 7. E. Calle ia en los escom bros de las casas bom bardeadas, (resb alan d o en la sangre, ta n te a n d o en las som bras y en las ru in a s). tra s los alam bres del h o rro r clavadas? ¿Q uién sentenció a m o rir la prim avera? ¿Q uién la m ató y la puso prisionera? León Felipe Llegó la paz y p ara el niño alu m b ran o tra vez las estrellas peregrinas. F rag m en to s del Poema Trágico Español. T o rres los ojos de la m a r vislum bran, — E L PAYASO DE LAS BO FETA D A S Y EL PESCA D O R D E CAÑA— arb o led as dfe luz y golondrinas. P ero el niño español ta n sólo ad v ierte los com etas del ham bre y de la m uerte. ¿Q ué oscura m ano helada le ap risio n a? Aquí no Llora Nadie ¿Q u é m aldición sobre sus hombros pesa? ¿O ué desdicha sin fin le desm orona? ¿Q ué espada consentida le atrav iesa? ¿ P o r qué tien e ía paz, la paz q u erid a, la b risa die sus alas recogida? ¡Pueblos Libres ! ¿y Es p a ña ? ¡Pueblos del m undo, pueblos! El po eta hoy ya no canta, g rita enfurecido. % LEGO la paz. L lorando reverdece L No hay paz, no hay paz, no hay p az en el Y su H istoria, A qui no llora nadie. P o r los m íseros m ontes se desgrana la ta rd e su pasión, sus gritos encendidos, ¡ y un niño con descuido de hom bre g rav e S an g ra ardiendo en mi voz. ¡P restad le sus denuncias de som bra, conduce rebaños reducidos a escuálidas ovejas. ay u d a! Más a llá sus dem andas de luz, tra s los cerros sus o fertas de sangre, Rafael Alberti J sus pleitos de ju sticia, ro n ca y siniestram ente la m uerte perm anece. E l an sia en tre dos luees y su locura crucificada, ¡no valen la vida de un m arinero inglés! va fingiendo descuidos con m enudos quehaceres m ie n tras hum ildem ente las vecinas escuchan ¿Lo habéis oído? Y’o lo he oido: “ ¡No valen la v id a de un m arinero con u n silencio lleno la voz grav e de u n viejo ■inglés!” sus n oticias severas. ¿Lo habéis oído vosotros? A quí no llo ra nadie. Lo hemos oído todos, L ord D u ff Coóper. Los h ijos y los novios Todos. E stad tran q u ilo ... h erm anos y m aridos V uestras palabras no se pierden. los hom bres q u e se visten con g én e ro d e p an a Las han oído las estrellas tam bién. y tie n en la piel d u ra die sol y vendavales P ero yo digo se van y se despiden y form an batallones. que el mundo no es del m ercader. (Porque están en el p u en te A quí no llo ra nadie. el g roupier y el g o -g etter Se van sencillam ente. y m ueve el gobernalle aquel m atón. N adie. No. Nadie. ¡A b a jo ! ¡Abajo, ju g a d o re s tram posos! Q ue lloren otros pueblos su lib e rtad perdida. ¡Que la nave la lleve el cap itán !) A quí las hachas ta lan dulcísimos p in ares El mundo no es del m ercad er y clav an los martillos! los fé re tro s desnudos. ni del g u errero Q ue o tra s m u jeres lloren por sus m aridos vivos. ni del arzobispo... El mundo, — esta som bra encadenada y pestilente P a ra los hom bres m uertos — será... h a y silencio en E sp añ a Un Español Habla de su Tierra de quien lo redim a. y u n silencio m ordido ¡ d e q u e n lo r e d im a ! y un e sp erar callado y un campo de b atalla sobre sus sucesores. Las playas, param eras In g laterra , al ru b io sol durm iendo, eres la vieja raposa av a rien ta , Q u e rom pan los pañuelos los oteros, las vegas, que tiene p ara d a la H isto ria de O ccidente hace q u e los rasg u en en tira s blanquísim as de hilo en paz, a solas, lejo s; mas de tres siglos, que los ciñan bien frescos a la h e rid a caliente y encadenado a Don Q uijote. o qu e cu b ran con ellos los castillos, erm itas, Cuando acabe tu vida la m u e rte p rem a tu ra de ese joven soldado. co rtijo s y conventos; y vengas an te la H isto ria grande donde te aguardo yo, la viola con la historia A quí no llora nadie y el corazón dom ina, ¿qué vas a decir? y si se vierte sangre ta n dulces al recuerdo, ¿Q ué astucia nueva vas a in v en tar entonces p ara las lágrim as se ahogan por la noche en silencio en g añ ar a Dios? c o n tra la dulce alm ohada ellos, los vencedores ■R ap o sa! b ajo la espesa n iebla de un presagio nocturno. caines sem piternos, ¡H ija de raposos! d e todo me arran caro n . A qui no llora nadie. Me d ejan el destierro. A qui la m u erte pierde. ¡ V ieja raposa av a rien ta , A quí se alzan los pueblos has escondido, U na m ano divina con sangre a borbotones. so te rra d a en el corral, tu tie r r a alzó en mi cuerpo la llave m ilagrosa q ue ab re la p u e rta diam an­ Y aq u í se m uere a golpes rudísim os de plomo. y allí la voz dispuso A qui no llora nadie. tin a de la H istoria... ¡No entiendes n ad a y te m etes en todas las casas q u e hablase tu silencio. Arturo Serrano Plaja a c e rra r las v entanas y a cegar la luz de las estrellas! (Este poema ha sido proporcionado por Piluka de Foronda) C ontigo solo estaba, ¡ i’ los hom bies te ven y te d ejan ! en ti sola creyendo; ¡Pueblos libres! E spaña no está m uda. P ero es ella o tra vez. E lla : la vida. La vida p ara toctos los m ás buenos, restitu ción de los perdidos sojes. La vida herm osa p a r a to d o s .. menos p ara los com batientes españoles; que la m uerte de perro s am arillas aú n les hinca en el alm a sus cuclullos. M iradla allí. L a m u e rte está en su casa. Oye un ciego reloj de h o ras desiertas, y hay m uchas calles donde nada pasa porque ya nadie puede a b rir sus puertas. Cuidad que ni una som bra se despierte en esa triste casa de la m uerte. Llegó la paz. Y todos los cam inos son de regreso p ara el hom bre. C anta la sem illa en los surcos m atu tin o s; el sol de los escom bros se levanta. P az a la m ar, los cielos y la tie rra . Y al español, destierro, cárcel, guerra. ¿Q ué queréis? El m undo se sonroja con rub ores de sangre todavía. E l árbol español cae h o ja a hoja, qu e un viento impele al m a r de cada día. Mas a pesar de ta n to abatim iento, su tronco no está solo con el viento. M anos insomnes, pechos repentinos. E n las nieves que vedan la m ontaña, an h elan tes leones clandestinos y un to ro suelto ardiendo por España. ¡Sagrados héroes, sa n ta s servidum bres, g u errilleros del frío y de las cu m b res! P o r sedi la luz, la noche por escudo, la in a u d ita sorpresa p o r em peño, p o r to d a ropa el corazón desnudo, la lib ertad por desbocado sueño. Q ue no estás sola, no, que por ti brillan b anderas que a tu nom bre se arrodillan. ¡Oh, banderas ocultas oh, lejan as b anderas que tu s hijos derram ados m ueven como un redoble de cam panas ★ p en sar tu nom bre ah o ra en v en en a mis sueños. co n tra los ojos de la ley cerrados! ¡ Oh, banderas e rra n te s! ¡Oh, banderas, ¿Cómo vive un a rosa resp lan d or de las a u ra s g u errilleras! si la a rran c as del suelo? Y m ientras a'lí m ueren , aquí estam os, pero aquí como allí perm anecem os, A m argos son los días de la vida viviendo y el precio de la deuda que pagam os sólo u n a la rg a espera nos lo deben, que a nadie lo debemos. a fu e rz a de recuerdos. ¡O h, vergüenza! ¡Oh, to rtu ra ! ¡Oh, g ra n castigo, Un día, tú ya libre ( de la m e n tira de ellos, m e buscarás. E ntonces ¿q u é h a de decir un m uerto? esas m ínim as caras, desveladas, esas pequeñas flores tra n sp a re n te s A quí n o llo ra nadie. Las novias en los pueblos comen un p an moreno y pisan en pequeño lo mismo que los hom bres cuando van tra s los bueyes por el flaco te rren o dirig ien d o con m ano firm ísim a el arad o . si el corazón lo tiene ensordecido. sube la vida a borbotón, a mares. D esm antelada sube, sacudida. ¿Quién perm itió esas luces inocentes, Lord D u ff Cooper: E sp añ a, aqui, en vuestro m ercado, aquí, en v u estra asam blea, y a no tiene ni voz. p la n e ta el arrancado olivo en los hogares. Del corazón agónico am; nece, p ag a r en bien el m al del enem igo! / R a p o s a ! A quí no llo ra nadie. Las m adres en E spaña van vestidas de negro y cu b re n sus cabezas con pañuelos obscuros. L uis Cernada V' e ja raposa av arien ta, tie s un g ran m ercader. 'í '. c s levar n r v bien las cuentas de ie. cocina y piensas que yo no sé contar. ¡Si sé c o n ta r' He contado mis m uertos. Lo3 he contado todos, los he contado uno p o r uno. Los he contad» en M adrid, los he contado en Oviedo, los he contado en M álaga, íí los he contado en G uernica, los he contado en Bilbao... Los he contado en to d as las trin c h eras; en los hospitales, en los depósitos de los cem enterios, en las cunetas de las c a rre teras, Dibujos de, A N T O N IO RODRIGUEZ L U N A DIARIODEUNADOLESCENTE p a is a j e POR A. Fernández Pascual 12 de Septiembre: H e recibido c a rta de mi m a d re .-E n esta no h ay esa se* ie s de consejos que ta n to me desazonan, ese machaconeo de ad v erten cias y -recomendaciones que, a seguirlas, no d e ja ría n suelto ni u n hilo d e mi vida. E sta la he sentido tie rn a y dulce con u n a caricia, con cierto respeto hacia los diez y ■ocho añ o s que acabo de cum plir. “ Y a eres un hom bre, me dice, pero yo no -acabo de creerlo ” . Todo su a fá n es que la c a rta llegue, a tiem po, en la m añ an a m is m a en que dé yo ese salto im aginario de una a o tra cifra, ta n pequeñas aún ¿para m í, ta n grandes p ara ella q u e' m e q u e rría siem pre niño. S in sa b e r porqué, este papel m oreno, lleno de su le tra p eq u eñ a y tie rn a, «orno doblada de sufrim iento, m e ha puesto triste. He querido rec o rd a r su cara ¡y la siento perdida en u n a le ja n ía de nieblas donde se confunden mis recuer<los. Sólo sus ojos, o m ejo r aún, su m irada, eptá presente en mi m em oria, pero a veces dudo si no será invento, im aginación mia m ás que recu erd o verdadero. Y lo ex trañ o es, q u e mi p aisaje de infancia, aquella p lazo leta con acacias, a q u e lla s casas viejas, torcidas, como apoyadas unas en o tras, y aq u ella ta p ia ■de las C larisas enjalbegada y llena de enredaderas y geranios, están en mí co­ m o u n a estam pa fre sca recién im presa en la memoria. E sto s son m is únicos recuerdos sobre España, estos y aquella m u je r tira d a «orno u n saco en medio de la calle, que se q u ejaba débilm ente m ie n tras iba v ac iá n d o se de sangre. La vi cuando salíam os de un refugio, después de un bonib ard e o , la ta rd e en que m e llevaron a despedirm e de tía A gueda, que q u ería verm e la visp era de mi salida p a ra México. T ía Agueda se pasaba la v id a en un b illó n de ru ed as, que recuerdo, así como sus manos pálidas y larg as, afilad as; p e r o eso es todo, porque su c a ra se ha borrado tam bién de mi m em oria. 15 de Septiembre: A yer te rm in é “ La Vida de Don Q u ijo te y S ancho” de (Jn am u n o . Lo he leído penosam ente. No lo entiendo bien y eso me encoraglna, p u e s debe se r m ia la-culpa. Don Em ilio me1d ijo que debía leerlo y releerlo p ara i r e n tra n d o en la m anera d e se r de E spaña. A hora estoy, con A zorin, con su ■"Castilla”, y este sí me gusta, casi d iría que me apasiona, ¿o rq u e leyéndolo, me « co r r e que m e .p a re c e que recuerdo, y que todo aquello lo he visto an tes y sa­ l e de m i y no de las páginas que ten g o en tre las manos. 19 de Septiembre: Hoy h e paseado con A urora. Se m archa a E sp añ a rech i­ n a d a p o r sus padres. E stá m u y triste , ta n to como yo, que ai despedirnos he ¡sentido como si algo se m e rom piera dentro. Dice que irá a v er a mi m adre, «jue m e escrib irá mucho, y que esp era que yo pueda ir pronto... L a v ertiad es, «jue p o r unos mom entos he deseado irm e tabién , que sigo deseándolo a p esar ■de F ra n co ... A hora pienso, si no se rá que e lla .. ¡C ualquiera sabe! Desde hace «ina te m p o rad a todos mis sentim ientos son confusos, tum ultuosos, y no com o a n ­ t e s q u e todo m e parecía claro y sencillo, am able como u na postal ilum inada. Y a h a sta la política m e preocupa. ¿Q ué hacetnos aq u í? Los m ayores no "hacen m ás q u e re ñ ir e n tre ellos. Yo odio a ,F ra n c o porque h a m atado a mi p ad re ,p o rq u e creo en la L ibertad, porque aborrezco la injusticia, pero, ¿qué hacem os ¡aquí, si todo e l tiem po set iros va, o se les va, en h ab lar m al los unos de los ■otros? ¿N o seria m ejor h ab lar m enos y hacer algo? ¡C u alq u iera en tien d e a los m a y o re s! Y es que m e ha en tra d o u n a prisa trem en d a p o r volver a E spaña. D ebe se r p o r , A urora, porque en ella pienso como no h e pensado n u n ca en mi m a d re , y debiera darm e vergüenza.. JH SE e ra el cu arto , el pequeñísim o " cu a rto en que vivia: el de las c u a rtilla s. No había otro, no podía co n fu n d irse . C em enterios de papeles, estantes opri­ m idos áe libros verdes, grises, ro jo s; io d o am ontonado, todo sucio. E n u n rincón una pequeña cam a, u n a ca in ita ro ta con las sábanas p a r­ tid a s. U na m esa m utilada y tris te y am a silla com pletam ente destrozada, sin .p a ta s, sin respaldo, sin asiento. Sólo -.quedaban de ella unos vestigios lejanos -de su pasado glor.oso. ¡Cuando era jo v e n ! U na alfom bra rile hojas blancas -ad o rn ab a la habitación, dos cuadros ro m ­ p ía n la s paredes, y una m esa chica, tam fcitn algo rota. E ra todo... A quel hom bre estaba convencido de 'su in u tilid a d , se h a b a ido creando un a m b ie n te de tristeza. E n tre los cem en­ te rio s de papeles y la alfom bra de hó.ja s b lancas se resp 'ra b a am argura. ¿Sus descalabros continuos; su vida im p re g n a d a de fracasos, le form aron, u n a m en te decepcionada, aje n a al b ie n ­ e s ta r e sp iritu al que produce el triu n fo . .'Ese anh elo de éxito, am ontonado, creaiba su pobre clim a anímico. Y a l rebelarse, él mismo apagaba sus g rito s , pensando ya en el desastre. Y v ien do todos los intentos inútiles, lle­ g a b a a conformajrse. ¿Q u é podía hacer él? N ada, absolu­ ta m e n t e n ad a . ¿De qué le habia servido tu é b a r? ¿ P a ra qué m atarse queriendo c a n ta r u n triu n fo nunca venido? N o, ya sabía que todos sus esfuerzos se ría n estériles. ¿C u á n to s sufrim ientos pasaba al que r e r s e Tebelav! Y ¿para qué ese m a rti­ rio ? T om aba la vida ya con ta n to des­ p re c io q u e poco im portaban los p ensa­ m ie n to s. R esignarse sin p ro testa e ra d e ­ f e n d e rs e de él mismo. C u an d o al pensar, se abism aba en líos p ro fu n d o s estanques de la inconstciencia, absorto, loco, callaba, m ordién­ d o se W>3 labios, apretando los puños. P e r o callaba... L o m e jo r es entontecerse, com o un b r o to , ensuciarse el pensam iento c e rrá n ­ d o lo . T ira rse eh la nada, ahogando ideas. El Hombre de los Muñecos POR ^ J O L O R de muerto en la calle. I.a lluvia sobre las piedras. Color de muerto en la lluvia. La callejuela desierta. Canta una canción sombría la callejuela del pueblo : canción de tristeza y llanto, canción de color de muerto. La farola de la calle; retorcida, pedregosa, aún no ha encendido.su luz: canta a muerto la farola. Se'oye un silencio de muerto en la tortuosa calleja; la lluvia color de muerto, color de muerto en las piedras. Una luz dando traspiés viene y va, vuelve y se aleja. Se oye el canto de la luz, canto de alborozo y pena. Color de muerto en la luz. Cantar de muerto el cantar. Muertos pasos del sereno que ronda por el lugar. En una esquina el borracho alegrillo, viene y va. Color de muerto en la luz. Cantar de muerto el cantar. Se Oye un silencio de muerte en la tortuosa calleja. Cesa en su canto la lluvia al chocar contra las piedras. La callejuela del pueblo, pedregosa, retorcida, calta en su silencio mudo. Meditación, agonía. Luis Rius Azcoita J u a n Espinosa “ CIU D AD ” , A SI ENTRE D IEN TES, P ero nadie lo sabe como él. Q U IE R E D ECIR TRAGEDIA A N O N I­ — Tip... tap... T ip ... ta p . i i MA, DOLOR SIN VOZ. ESTA TARDE, Balancino, aferrad o al ap a ra d o r am ­ POR EJEM PLO ... b u lan te, el hom bre se aleja. H uye da la n iñ a de los bucles rojos, qu e no h a —Pero L au ra, hija... ¿qué te pasa? sido la prim era en asu starse , pero él Con la c a rita co n tra la fald a de su sabe, lo sabe muy bien, qu e volverá, m am á, la n iñ a no contesta. H ay un r e ­ volverá siempre... vuelo de bucles rojoa... Ti s * 1° viese ahora su Ram oncín... --¿ Q u é te pasa cria tu ra? ¿F o r qu é te ;.se asu staría ? T endría y a siete años. asustas? E ra rubio como el sol de la ta rd e y u n a Iban a e n tra r en un cine — uno de g ra n inteligencia le brillab a en la m i­ ta n to s cines p ara niños donde acap aran rad a. ¿Se asu staría ? C uando m urió, el c a rte l los dibujos anim ados de W alt cinco años atrás, los ojos se le vidria­ Disney-— y aquel hom bre m onstruoso ron y un sudor opaco le hum edeció las apostado en el fondo del vestíbulo se le com isuras... clavó en la re tin a con la brusquedad de ¿Be asu staría? un relám pago. Lo había m irado. Feo, — ¡ Hola! grotesco, deform e la m itad del ro stro c E l hom bre se vuelve. inmóvil la única pupila sana, parecía com placerse en golpear el suelo con su J u n to a él, m uy bien vestido y con p iern a da m adera. p icara expres.ón en el sem blante, un -—Tip... tap ... T ip ... cap ... herm oso chiquillo le está tiro n ean d o de J u n to a él. colgados de un palo verde la am ericana. Rubio. Ilum inado. Igual <¡ue sostenía co n tra el suelo, se b alan ­ que Ramoncín. ceaba la m ás ab arrig ad a mezcla de m u­ ñecos m ulticolores. De cartón, de trap o , La m irada tra n sp a re n te d e dos o jo s de m adera... azules se hunde en la opacidad de u n a — Tip... tap ... T ip ... ta p .!. p u p ila gris. El niño, con adem án d es­ E s el hom bre de los muñecos. El hom­ envuelto, sin m an ifestarse atem orizado b re que vende títe re s en la p u e rta de en lo m ás mínimo, le señ ala a uno de les cines in fantiles. Su locura son los lo» m uñecos: un patito ro jo con los niños, p ero los niños, al verle, se asu s­ ojos de cristal coloreado. — ¿M e lo das? ta n y huyen. —¡ R am ón! ¡P arece el “coco” ! — ¿E h? ¿Me lo das? Su vida — com enta a m edia voz la — ¡ R am oncín! flo rista de la esquina— es sinónimo de— No, no me llamo asi... ¿P ero v e r­ fa ta lid a d : U na m u jer, la suya, que se ex tin g u e al d a r a luz... el te rrib le in­ dad que si me regalas el p atito ? Yo, cendio del b arrio de San Jerónim o... su ¿sabes?, soy m uy rico. P ero mi d in ero único hijo —dos vidas en un a— m uerto lo tien e un señ o r horrible que he d e­ eii el hospital a consecuencia de las qu e­ jad o en la p u e rta del cine con dos pal­ m aduras... Dicen que fu é allí, cuando mos de. narices. Siem pre qu e puedo, m e quiso salvarlo, que se le quemó la cara, escapo de él. ¡Ja, ja. ja !... E s mi ayo. perdió el ojo derecho y tuvieron que ¡Feo como un sapo! El hom bre de los m uñecos y a no oye am p u tarle un a pierna. Fueron horas de infierno... (P a sa a la pág. 15) El Enigma de Tasirta - C ue n t o por Jesús Bugeda ¿De qué sirve la inteligencia, si sólo escabrosos, pues’ p a ra vivir, llegó a beja r h asta a la p o rn o g rafía. le tr a 'a m artirios? P ero si d e ja b a de hacerlo no podria E n el fondo era un a rtis ta y un hom ­ cerner. bre sin voluntad. H ubiera llegado a ¡e r alg u ien si sus obras inéditas fu esen conocidas. P ero ¡Claro! Así, ¿q u é recu rso le queda su cobardía lo a te rra b a ta n to qu e sólo podía llo rar sobre sus papeles, g rita n d o : ba?... Se lo dijo él. —Vamos T a s> ta , no sea tonto. Usted “ V alor... valor... Dios mío, dam e va­ nece ita ser m ás p ráctico . Eso que us­ lo r” . P ero el valor escapaba de su p ri­ te d escribe a escondidillas no es más sión. Y la culpa la te n ía ese m aldito editor sin escrúpulos. A quel v erd u g o de la plum a que se apoyaba en los libros pa r a alcanzar la fo rtu n a . En realidad no e ra un ed ito r sino un simple fab rica n te que no p o d ía en ­ te n d er el arte. Con la sensibilidad ro ta es imposible d istin g u ir el v erd ad ero va lo r de las cosas. P a ra él los libros no eran más que u n a m ercan cía cualquie r a a la que debía su existencia, y no sfija b a en su contenido. ¿ P a ra q u é? No e ra necesario un lib ro m ag n ífico ; coi: que adm itiese m uchas ediciones b asta ba. Aquel que se vendía m ás e ra el m ejor, aunque el v erd ad ero estuviese pudriéndose en el á n g u l o o b s c u r o . Un dia, enseñándole el negocio a un am igó, dijo: — ¿Ve usted? este es el m ejo r libro. — ¿E ste? No puede ser, si ni siquie­ r a el a u to r es conocido. — No im porta, es el que se vende más. Y nuestro escrito r no q u e r a com ­ prenderlo. Así, que el pobre com ercian­ te siem pre e ra el cau san te de todas sus desgracias. El le pagaba p o r escrib ir lo qu e más g u stab a al público: tem as superíluo3 y que p e rd e r el tiem po. ¡ P ráctica, m ucha p ráctica, am igo mío! Es lo único que hace fa lta en la vida ¡ M ucha p ráctica y el triu n fo se rá suyo! Y te n ia razó n , aquellas to n te rías es­ tab an escritas a escondidilla , aquello psiaba escrito sigilosm ente, a espaldas cíe sí mismo. H asta el mismo tendero, Don F u l­ gencio. el bueno de Don Fulgencio le h ab ló : —Eso e : sentim entalism o cursi, am i­ go ; si no d e sp ie rta usted v a a te rm in ar mal, m uy m al. Se lo digo por su bien, Don R afael, d eje de h acer eso. p o rta rle los procedim ientos y los re c u r­ sos: que em pleaba p ara consegu.rlos. ¡Lo im portante es crearlos! Y p o r si au n fuese poco, él a rre g la ­ ba conform e a la m entalidad p o p u lar, ¡u s obras. H uyendo ¡os últim os resq u i­ cios de sensibilidad del pobre T asirta. A quel estado era in ag u an tab le. La independencia e ra su salvación. P ero, ¿cóm o?, si su cobardía lo e m p u ja b a a la resignación. Y sus gritos de reb eld ía no llegaban a escapármele de la g arg a n ­ ta. ¿De qué servia todo? ¿ P a ra qué vi­ v ir asi?... ¿El su ic id io ?... Llegó el dia, el triste d ia p ara T a ­ sirta , en que no pudo más. T odas la s gotas de aquellos años lo h icieron des­ bordarse. E o e ra ta n te rrib le . E s ta n te rrib le lu ch ar co n tra uno m ism o, que por fin venció. ¡Y a todo se h ab ía ac a ­ bado! ¡Todo! Desde el ed ito r h a sta el alim ento, el cuarto, los libros. ¡Todo! P o r la tarde, cuando te n ía q u e verlo, P ero Don R afael no d ejab a de h acer­ lo, éso n o ; qu e siquiera le dejasen, p a­ íu é . Sí, fu é ; p ero no a e n tre g a rle un ra él solo, p a r a él nada más. Y p ara cuento... Subió a su despacho, ab rió la p u e rta llen ar el cajó n de sus obras in é d ita :, sus v erd a d eras obras... ¡Que le dejasen! y d ijo : Y lo d ejaban. — ¡Cerdo!... Y le dió u n a bofetada. D espués salió. <8> E l ed ito r se quedó ato n tad o , no te n ía Tas-lr.a estab a agotado, no p odría ni sab ía qué pen ar. Y con la boca a g u a n ta r más. Su paciencia, como todas, ab e rta se le quedó m irando h a s ta qu e r a 1 m itad a y las hum illaciones le pe- lo perdió de vista. a b a n y a dem as ado. “ Q ué im béciles” , dijo. ¿ E ra posible? ¿Qué h ab ía pasado? S in em bargo, esos cuentes. ¡Esos m al­ ditos cu en to s! Los te n ia que seg u ir es- Don R afael estab a tam b ién atu rd id o . •ribiendo p a ra que los leyesen los n i­ N o se explicaba lo que le ocurrió. ¿Q ué ños, p a ra que gozase el editor, el h o m ­ e ra aquéllo? ¿E l producto de le er li­ bre ajen o a todo, m enes a un a cosa, a b ro s? ¿E l resultado de escrib ir SU3 sentim ientos? ¿L a culm inación de su p a lo m ás g ra n d e : el dinero. ciencia? “ ¡M aldito sea el editor! ¡M aldito sea N ada, absolutam ente n ad a, p ero no todo y... él!” se v endería jam ás. E l valor, por fin, acudió a él. H abía in ten tad o independizarse, ¡js ra nú til. No pod a h acer m ás q quello que se le exigía. E l fab rican . orno todos loa fab rican tes, e ra cruel sólo velaba por sus in tere es, sin ñ ❖ Don R afael pasó días de in fiern o . L a p a tro n a vino innum erables veces a re- MENTIDERO CORTESANO - L a Picaresca Española de Calzón Corto y Espadín - R IN C IPE S da la e b r i a y de la g allofa, que cel arroyo ascen­ dieron al reta b lo de las le tras p o r la m ano de Quevedo, Alem án, H u rtad o de M endoza y Espinel, tom an el hábito de cortesanos al ex p irar el siglo X V III. P e ­ ro si an tes m ajas, torero-, aristó cratas y g en tiles-h o m b res- incluida la Real Fam ilia— fo rm an el te' n de fondo de un a co rte ta n p intoresca como desven­ tu ra d a —-de la que sólo se sai va el g e ­ nio sa tírico de Goya, q 10 fu é el fo tó ­ g rafo de la época—no es h asta F e r r a n ­ do V il, cuando se con a g i r la fusión o confusión de las je ra rq u ía s ,o ria les a la som bra del Soto i • la F 'o rid a en las reu n io n es del propio Deseado con el duque: de A lagón, el canivd.ir Birlocho, Pepe el ag u a d o r y Lola la N aran jera. E s entonces cuando com ienza a fo rm a rse esa ari to cracia, de la que elijo C áno­ vas del Castillo q u e: “ r'i que no le h a ­ bía com prado el titulo ;u P "d re Santo, se lo d eb ía al fru to ilegal de alg u n a ca sta ñ era con un n eg rero enriquecido’'. Vamos a p a rtir de esa fecha- - p a r a no h a c e r la historia mvy larga—y de ella ofrecerem o s a .u.siede? algunos cuadros cortesano.-., qu« l-¡< n g an ad " tienen el títu lo clasificativr de “ b o r­ bónicos” . Son cuadros que la p u d ib u n ­ dez de la H istoria u omitió o colocó al revés p ara no alarm ar al pobre p u e­ blo español, pero que, sobre no c a re ­ cer de am enidad, pueden ser en p a rte explicación de algunos acontecim ientos. R ecordem os la sentencia del fran cés, que escribió: “ Si Jo sefin a no h xbiera sido ta n com placiente con algc.r >s p er­ sonajes del D irectorio, es posible que h u b iera sido o tra la c a rre ra . o N apo­ león” . Sin o rden y como vayan saliendo los traerem o s aq u í, extraídos principalm en­ te de aq u ellas reuniones del pasado si­ glo, que ju stam e n te fueron llam adas “ el m en tid ero cortesano” , quizás p o r­ que a ellas se trasladó toda la g ra n u ­ je ría que an tes platicaba en las g rad as P epe el a g u a d o r y Lola la N aran je ra. Y este m entidero es ta n español que no pierde su c a rácter ni hasta cuando un sinvergüenza de perio­ dista, ta n inteligente como m ala p erso ­ na, d isfrazó su autén tico patroním ico de M anuel Delgado B arreto con el dis­ fra z de “ Don Felipe del M amporro y de la S o n risa” . P o rq u e g alan te ría obliga, siem pre que pedam os, cederem os el sitio a las dam as, P Enrique Climent N TODO a rtista legitim o se m a­ veras y medidasi die intención, índice de n ifiesta a su “ m odo” , por su m ental seguridad. ¿E s que lo m edite­ “ estilo” , el in te rn o fuego, ese rráneo r.o eje rc e en él un a influencia delirio que exalta la vida, que ladeterm con­ inante? ¿E s qu e la riqueza de luz, y en que existió y se constituyó, vierte en susceptible de em oción ha dejado su ra stro om nipotente? transcendencia. Unas veces es el r.odra irátieo estallido, otras un lírico p a r­ De nuevo, es el origen el que aclara padeo, la angustia desnuda. O el cul­ tivo ferv ien te de las fo rm a s de expre­ la contradicción. E n la fusión de san­ sión, en que las pasiones se discipli­ gres, de huella h istó rica, de geografías, nan, fluyendo con despaciosas gotas ¿No predom ina la m oral aragonesa de sus antepasados, su sentido austero, ard id as, que no b u rb u jean . aunque le quede del m ar el gusto por La p in tu ra de E n riq u e C lim ent es el dulce tra ta m ie n to d e la hum ana f¡deliberadam ente sencilla, elude en su g u ia, el escape vagam ente crom atico resultado las com plicaciones. A fu erza que se dóm ina a pun to ? de objetividad, de p lástica exactitud si queréis, puede p are cer herm ética, co­ No re fle ja C lim ent esa obsesionante rno un m undo ap arte, no tostado por y directa a ñ o ra n z a de E spaña que se el sol, sin ventanales p o r donde se a b ra aprecia en la g en eralid ad de los p in to ­ paso un violento aíre q u e lo sacuda. A res em igrados. Sin em bargo, su m éto­ m anera de una realidad que tie n e en do es de rec ia calidad castiza, aten i­ sí fin y principo. do a la noble tra y e c to ria de los m aes­ tro s; su esm ero de ejecución, su anhe­ P ero esta im presión en g añ ó la, p ro ­ lo de fidelidad a las cesas y seres que vocada p or el vicio “ m oderno” de con­ le sirven de m otivos, la tensión a u to ­ tem p lar torsiones y sím bolos a p re tu ­ crítica, el redondeam iento del detalle, jados, extravio en la proporción, estri­ su cuida lo del co n ju n to , acusan su dencia de volúmenes, se rinde pronto firm e c o n te x tu ra nacional, sin macula a n te su deseo estético de lim pieza y de exotismo. verdad. B asta dialogar — calladam ente, hondam ente, gracias a u n a relación en ­ Estam os a n te una p in tu ra <iv da <fe tre cuadro y espectador que su rg e go • su prop a dignidad, que se ciñe — hu­ zota— con uno c'e sus últim os p aisa­ milde, orgullosa.— a los lim ites estrictos jes, con un simple cam ino, m enudo y del género, que no descubre una ta ­ en cantador, en que los árboles se ag ru ­ cha de flaq u eza c de m ixtificación. Ins­ pan ju stam ente, con esbeltez precisa, pirada, y m as aú n orgánica, se de­ con poética esfum ación de hojas y ra can ta casi en ab so lu ta a la inmovilidad, m as, en tres suertes de tie rra con un estrem ecida de fondo, grave de super­ com ún denom inador de aé reo s tonos ficie, con am bición de espacio recogido, castaños. Después, u n g ra n telón de de firm e p re:e n c a. ciclo, raspado en su m etálica urdim bre por arm ónicas ligeras v aria n tes de blan­ Asi, el alm a n u tr e de su savia colo­ cos, enm arca un rec u erd o de Avila. res, gestos, in stan te s, in serta su pal­ Alas adelante, una hondonada, u n a cam ­ pitación en un paño, en el dejo de un p iñ a en arm azón de caracola, con ape­ hermoso cuello fem enino, en el curvear nas un jiró n de firm am en to , infunde en el ánim o una sensación de p ro fu n d a cíe una senda, en el vientre de una incógnita, como si la N atu ra lez a com en­ g u itarra. E l re tra to —su m áxim a de­ za ra a desvelar un pliegue ta n sólo d í dicación ah o ra— es elegante y cordial, lejanam ente m e’ancólico, de p en etran te su espíritu misterioso. delicadeza; el p aisaje, un plasm ado la­ Y esta pintura, que desdeña lo chi­ tir de vientos y raíces. llón, que es la negación del énfasis, que se afin ca en un propósito rudo de a rtístic a pureza, p la n te a un sem illero de problem as. T an cabal de revelació nes, tan inquietante en su secreto. E Clim ent, un levantino, y po r ta n to inclinaido a la exu b eran cia del color, al desbordam iento sensual, a la p rofu sión im aginativa, pifoducie obras' se- 'étm. Colaboradores de L a s españas Rafael Altamira — Manuel Altolaguirre — Manuela Ba­ llester — Agustín Bartra — José Bergantín—Pedro Bosch Cimpera-—Honorato de Cas­ tro— —Ernestina de Champourcin — Antonio Del Toro — Juan José Domenchina — Alberto Folch y Pi — José JVL Gallegos Rocafull — Juan D. Garcia tíacca — Ramón Ga­ ya — Juan Gil Albert — Car­ los Giménez—Mariano Gra­ nados — Rodolio Halffter — José Herrera Petere — Ben­ jamín Jamés — Vicente Lascuráin—Julio Luelmo—Leo­ nardo Martín Echevarría — Paulino Masip — Concha Méndez —José Moreno Villa — Margarita Nelken — Al­ varo Pascual Leone—Isabel de Palència — José Puche — Juan Rejano — José Renau — Juan Renau—Antonio Ro­ dríguez Luna — Adolfo Sán­ chez Vázquez — Luis Santullano — Antonio Suárez Gui­ llén — Adolfo Vázquez Humasqué. por G regorio XVI, asu stad o del escándalo-,, hizo, salir de Roma, en silla de postas & Antonio Suárez Guillen la condesa y d esterró al p rín cip e, q u a no tard ó en reu n irse en F lo ren cia con, flo r de am enidad en aquellos riientide- ,aquélla. El buen m a rq u és acabó p o r­ ros y que han conservado ese ca rá c te r p erd o n ar y ambos reg resa ro n a España* de “ m entideros, desde la de Sqü.ilache ' P o r cierto que e sta h isto ria fu é co ­ b a sta E m érita E sparza y «feíde la de la nocida p osteriorm ente p o r E u g en ia deL ag u n a h asta Mimí Castellanos, p a ­ M ontijo, y a casada con N apoleón III. Y" sando p o r la de Durcal, la de S an to ñ a, cierto día, en que te n ía sen tad o a su m e­ O lim pia d’Avigny, C arm en M oragas y sa al escritor V e n tu ra de la V ega, en, ia Caoba. la villa que poseía en B ia rritz , la em­ U n próxim o ascendiente mió, M aria­ p e ra triz de los fra n ce ses p reg u n tó a l no G uillén, red acto r de “ La E p o ca” a u to r de “El H om bre de M undo” : desde 1860 hasta ltflü .. dejó sin p u ­ — ¿Es verdad, V e n tu ra , que usted? b licar anos recuerdos, que luego he vis-, tam bién (Recalcando el ad verbio) co ­ to recopilados en un libro qu e el m a r­ noció a esa persona? qués de Lem a presento al público eti -S e ñ o ra, — replicó el p o eta sin d a r­ 1'J30 con el titu lo de “ Mis recuerdos le im portancia— p o r no singularizarm e* (1880-1901)” . De aquellos recu erd o s de T al era sú condición d,e m u je r m a l mi p arie n te y del m arqués de L em a ya:r hablada, que su p ro p ia h ija le censura­ nios a ex tra er la fig u ra de u n a a ris­ b a ese lenguaje plebleyo. E l propio Cá­ tó c ra ta , digna por todos conceptos de novas dejó. contado q ue un d ía bajaban, la tro m p eta de la fam a. la herm osa escalera dé la casa, que la. E ra esa dam a la condesa de Campo condesa poseía en la calle de la C ru ­ A lange, que caso muy jo v en co n un zada, llevando el propio Cánovas de sut g en eral provecto, el m arq u és de Villa- brazo a la condesa,- y a s u h ija el q ue cam po, quien, por m u erte de u n h e r­ sería su marido. La . m a d re se torció,* m ano en el p rim er sitio de Bilbao un pie al pisar en falso un escalón y a l (1 8 3 5 ), heredó el títu lo de Cam po dolor que se p ro d u jo lanzó u n a in te rA lange con g randeza de E spaña. No jeción ta n g ráfica, que su h ija le r e ­ debió d u ra r mucho su m atrim onio, pero prendió : sí lo suficiente p a ra que la aleg re con­ —Mamá, esas cosas no se dicen p o r desa hiciera víctim a de su veleidosidad u n a señora como tií. —Niña, niña, — contestó la condesa, a su esposo. sin inm utarse— . No es el sexto el ú ni­ Cánovas del Castillo lo ha referid o como escuchado en confesión de la -pro­ co m andam iento de la ley de Dios. T am ­ p ia condesa. E l prim ero con q uien en ­ bién está el cuarto. E n tre sus am istades e je rc ía cierta, g añó a su m arido la de Campo A íahge predom inio, que se m a n ifestab a en la. fu é con el principe Luis N apoleón, f u ­ tu ro em perador de los franceses. Tal tolerancia de ..su len g u aje. .A l, m o rir a v e n tu ra tran sc u rrió d u ra n te su lu n a c tra áristó crata, con la que h ab ía r e ­ de miel en Italia. H allábase N apoleón ñido, la dedicó este e p ita fio : en Roma, metido en conspiraciones con ¡os carbonarios. Allí conoció a la C am ­ po A lange y pronto las relaciones en tre am bos fu ero n presa de los com entarios de la sociedad rom ana. Lo p eo r fu é q u e tam bién el m arqués de V illacam po se inform ó de aquellos am ores, so r­ prendiendo un día a la p are ja. Reveló­ se entonces el c a rá c te r del fu tu ro N a­ poleón III, sereno, im pasible, de una friald ad que se confundía con el valor. A guantó im p ertérrito cuantos palos tu ­ vo a bien propinarle el ofendido esposo y sólo tomó la iniciativa, cu an d o aquél volvióse con igual fiereza c o n tra su esposa. A provechó ésta la contienda p a ­ ra escu rrirse y b uscar un refu g io en ta s a del cardenal de Gregorio. El P apa — No olerá m u e rta p eo r que olía vi­ va. Y parece ser que no estab a n ta n des­ provistos de ju stic ia sus juicios, pues era del dominio q ue la alu d id a, en efec­ to, e ra m u jer escasam ente cuidadora d e su limpieza. Y e ra conocida la anécdota, del general O’Donnell en u n a reu n ió n en San S ebastán, en la qu e se encon­ tra b a la ep itafia d a p o r la de Cam po A lange, donde el propio g en eral se di­ rigió a ella im p e rtin en tem en te: —Vamos a ver, Ju a n a . S aque u sted cu an to lleva en la fa ltriq u e ra . Y fu é de ver como ap areciero n u n par u." pañuelos sucios,, unos botones. (P a sa a la pág. 12> 7 de NOVIEMBRE Recordamos el 7 de Noviembre con emoción prof unda, pero no creemos que sea momento de descansar sobre glorias, sino de trabajar por renovarlas. E l 7 de Noviembre, significa, corno el 19 de Julio, la decidida voluntad de nuestro pueblo de abrir un nueva época en nuestra vida política. Sig­ nifica un ejemplo de dignidad para quienes la tienen irremisiblemente per­ dida, y se revuelcan en la ignominia de una capitulación que traiciona todo el esfuerzo y toda la sangre derramada en diez años de lucha. En ambas fechas encontramos los españoles el punto de coincidencia el ideal común a todos los hombres y a todos los pueblos de España. En el espíritu de aquellas jornadas se borran todas nuestras diferencias, desapa­ recen las contradicciones sembradas entre nosotros maliciosamente, y el pueblovislumbra la España que lleva dentro pugnando por nacer. Pero de entonces mismo arranca esa corriente capituladora que em­ puerca y desfigura los últimos meses de nuestra resistencia, la misma que no ha cejado nunca, y que intenta hoy, aprovechando la difícil situación presente, abortar las consecuencias lógicas, necesarias, de un proceso his­ tórico cien veces torcido y traicionado desde que nuestro pueblo inicia sus­ grandes luchas nacionales por la libertad y por la democracia. Estamos, hemos estado siempre, con quienes todo lo esperan de su pueblo, de nuestro pueble, y que por tanto no aguardan regalos de nadie7 con quienes no creen que la libertad pueda venirnos de intervenciones ex­ tranjeras, y sólo de !a justicia que se nos debe y de nuestra propia lucha, por lograrla. E l único medio de acabar con la traición de los capituladores, con la ignominia del régimen de f ranco, es organizar de manera efectiva nuestras fu erza ', movilizar a nuestro pueblo, y estamos seguros de que él, como el 19 de Julio y el 7 de Noviembre, no defraudará las esperanzas de quienes creemos en la posibilidad de una auténtica solución nacional, en la incorpo­ ración de nuestro país a la vida moderna, y en el renacimiento y en la misión histórica de España. 1 W fiiü l. EL PROBLEMA FILOSOFICO DE LA CONCIENCIA AGONICA SEGUN MI GUEL DE U N A M U N O II "LAS E S P A Ñ A S", SE H O N ­ R A P U B L IC A N D O E S T E F R A G M E N T O DEL LIBRO DEL DOCTOR JUAN D. G ARCIA BACCA, P R O X I­ M O A P U B L IC A R S E : “N U E ­ VE F ILO SO F O S C O N T E M ­ P O R A N E O S , CON S U S T E ­ M AS” “Abstrahentium no est mcndacium”, decían y dicen en su mal latín los escolásticos: ‘‘quien abstrae no miente ni falsea"- Depende de qué obje­ tos sean los pacientes de la abstrac­ ción. Y por de pronto quien piensa que la abstracción de razón puede darnos verdad alguna sobre el hom­ bre real, que real y verdaderamente es uno y defiende así su unidad, no sólo miente con vulgar mentira, sino que falsea por su raíz misma el filo­ sofar, y se miente a sí mismo, y tanto se puede mentir a si mismo que llegue a sugestionarse y creerse lo que dice. BALLESTE R: Imagen de la Virgen del Consuelo Antonio Ballester Escultor Español en México ON motivo del Concurso N acional de E scu ltu ra convocado b ajo el tem a “ Conm emoración a Lope de V ega” , la P rensa de M adrid publicaba en 1935 la siguiente opinión de M anuel A b ril. C Ahora bien: toda la filosofía inte­ lectual, racionalista, clásica, —grie­ ga, escolástica, cartesiana, kantiana, husserliana— ..h a sostenido pertinaz­ mente que filosofar es propiamente un conocer, y el progreso en esta dirección ha consistido en añadir “caer en cuenta de que re c o n o c e Pe­ ro todos ellos, con no menor perti­ nacia y airada repulsa, han tratado de impedir que el resquicio de la conciencia se colara todo el hombre interior a reclamar sus derechos, y sobre todo que los reclamara el sen­ timiento. ¿Qué ventajas filosóficas aporta introducir todo el hombre y en espe­ cial el sentimiento en la filosofía mis- “ D esolador resultado, si no fu e ra por una excepción uue da g ran lección a todos: la obra de, A ntonio B allester. Las obras to d as p resen tad as al concurro adolecen del m ás frío y am añado academ icism o apático. N enie Siente lo que ha hecho. Los unos m ás escultores, los otros mas b atih o jas; el uno glosando r e ta ­ blos, el otro aplicando al relieve u n a ilustración de códice. N inguno tra ta n d o de resolver este sencillo problem a, esta — a nuestro p arecer— elem ental obligac ón de am or propio: “ ¿Qué h u b ie ra n hecho actualm ente los g randes im agineros que son gloria del a rte y de E sp a ñ a ? ” ma?- Veremos que muchas, e insos­ pechadas; pero sobre todo la de que plantearemos con él los problemas de la filosofía sobre una base real, real, de verdad o en realidad de ver­ dad. Oígase a Unamuno: “La filosofía responde. a la necesidad de formar­ nos una concepción unitaria y total del mundo y de la vida, y como con­ secuencia de esa concepción, un sen­ timiento que engendre una actitud íntima y hasta una acción. Pero re­ sulta que ese sentimiento, en vez de ser consecuencia de aquella concep­ ción, es causa de ella. Nuestra filo­ sofía, esto e.\ nuestro modo de com­ prender o de no comprender el mundo y la vida brota de nuestro sentimien­ to respecto a la vida misma. Y ésta, como todo lo afectivo, tiene raíces subconscientes, inconscientes tal ves” ( ibid■ pág. 654). Empero todas estas afirmaciones son ya más o menos, y eran en tiempos en que Unamuno escribía sus obras, patrimonio común, si no de los filó­ sofos sistemáticos, si del ambiente o de lo que el ambiente de la época exigía a los filósofos. Lo original, hasta el límite en que es posible la originalidad después de veinticinco siglos de pensamiento oc­ cidental, consiste y se cifra en lo si­ guiente : en señalar el “sentimiento trágico” de la vida como raíz y prin­ cipio propio del filosofar. “H ay algo que, a falta de otro nombre, llamare­ mos sentimiento trágico de la vida, que lleva tras sí toda una concepción de la vida misma y del universo, to­ da una filosofía más o menos form u­ lada, más o menos consciente" (ibid. pág. 668). ¿Qué es eso de conciencia agónica? ¿Qué, sentimiento trágico de la vida? ¿Cuál su valor filosófico? ¿A qué problemas filosóficos se puede aplicar y con qué resultados reales? II. Veamos ante todo qué es eso de conciencia agónica, y cómo la con­ ciencia agónica llega a sentimiento trágico, con la grandeza de real tra­ gedia. Para llegar a tener conciencia agu­ da, realhima, segurísima de que un miembro del cuerpo nos pertenece y continúa peí teneciéndonos y hasta qué momento es nuestro, no hay mejor medio, aunque sea violento y brutal, que someterlo a la tortura del potro, estirarlo con creciente tensión, duela lo que doliere. Crucificarse integra­ mente, de modo que de cada parte de cuerpo y alma cuelgue dolorosamente el cuerpo y alma enteros; y aguantar conscientemente tal tormento, es lle­ gar a tener conciencia sumamente real de lo que a uno real y verdade­ ramente le pertenece y está pertene­ ciendo. El dolor de la separación, en esta­ do de atentado, es el criterio más se­ guro de unión actual. Pues bien, por algo esa devoción de nuestro Unamuno hacia el Cristo de Velázquez y hacia los Cristos ago­ nizantes en general. “La más alta ex­ presión artística católica, por lo me­ nos española, es, en el arte más ma­ terial, tangible y permanente, —pues c les sonidos se los lleva el aire-—, de j a escultura y la pintura, el Cris­ to .de Velázquez, ¡en esc Cristo que está siempre muriéndose, sin acabar “ Sólo uno... La exposición se divide en dos grupos: en une todas las obras presentadas, m enos u n a; en eí otro grupo, ésta. En el gru p o prim ero h ay cinco o b ras superiores, con mucho, a las o tra s: las de Carm elo V icent, P erez Com en­ dador, Julio V icent, Helzel-Ruiz y M ora C irujeda, N inguna, sin em bargo, con la lozanía y el garbo y el em puje de esa v entana a b ie rta al aire libre — un aire de tradició n , pero despejado y sane— que ha p lan tad o allí enmedio un m uchacho —nos dicen que es m uchacho y valenciano— q u e se llam a A ntonio B allester. ¿Q uién es A ntonio B allester? No lo sabemos. P ero sabem os q u e alegTa la vida, en aquella Exposición de caducidad m edrosa y de fa lta de ju g o vital so capa de clasicismo. No ha hecho B allester ningún alarde vang u ard ista ni “ m oderno” ; no ha hecho m ás que á b rir de p a r en p a r las ventanas y los pulm ones al viento más p o p u la r que ha podido en c o n tra r en sí mismo, y que h a construido asi un ju g u e te que sabe a santo de fe ria , a grupo de N acim iento, a paso de procesión y a... verso de Lope de Vega. P orque hay dos Lope, lector. Uno culterano, redicho, de caracoleo coqueto en las cortesanías de la época, estofando y rizando a ten acilla unos decires de caracolillo afectado y de artificio sid ad mitologistica. Y hay un Lope d e pueblo y de campo, de a u ra hum ana y de garbo popular, lírico y airoso a un tiem po, sin m elindre ni alicate, que, en vez de hacer filig ran a italian izan te de platero , c re a flo res del campo, silvestres o... pitos de San Isidro y botijos... “ Lopillo” es p opular, y es español. A ntonio B allester es el im aginero de verdad en esta Exposición: ha sabido se n tir por su cuenta, y al se n tir, recoger las esencias m ejo res del pasado, san im itación, vitalm ente. H a sabido adem ás esculpir como h acia fa lta y h a sabido policrom ar.com o el alm a de la ob ra re q u e ria ” . A hora A ntonio B allester está en México, trae unas m u estras de su obra rea liza d a en E spaña estos últim os años sobre tem as principalm ente de im aginería religiosa, que es lo que le ha perm itido ganarse el pan una vez salido de la cárcel de V alencia, donde perm aneció ju n to con un num eroso grupo de los m ás jóvenes y valiosos rep resen tan tes de la. E scuela V alenciana minea de morirse, para darnos la vi­ da!” (ibid. pág 718) • Transportemos este plan al hombre íntegro, de cuerpo y alma, y pregun­ témonos: ¿qué nos revelaría el pro­ grama de ponemo^ a que nos duela todo nuestro ser? Y como espontá­ neamente y de ordinario no nos due­ len muchas partes del alma, como en­ tendimiento y voluntad, ¿cómo conse­ guir que afectiva y realmente lleguen ellas a tener conciencia doliente de sí, conciencia que nos revele no sim­ plemente que "soy", mient as y por­ que pienso, ni que “existo" simple­ mente mientras y porque pienso, si­ no que por el grado del dolor pueda saber de tinta real y en realidad has­ ta qué punto soy? Sé que mis dedos me pertenecen, porque si por un sa­ dismo, que ahora toma matices filo­ sóficos y en especial mitológicos, me pongo a estirármelos sin compasión y tiento, el dolor creciente me revela­ rá el grado de unión real y viviente que conmigo tienen- Pues ¿por qué no ponernos en sadismo ontológico general, hacer que nos duela todo el ser y a i descubriremos lo que nos pertenece realmente, el grado de su unión y el de nuestra unidad interior, qué cosas nos pertenecen real y ver­ daderamente y qué otras sólo como objetos presentes en nuestra concien­ cia presentaciona! pura y simple, qué problemas nos son reales y cuáles otros fingidos? Si, p>or ejemplo, pudie:amos hallar un medio para poner­ nos a que nos duela ser mortales, ¿qué significaría tal conciencia do­ liente de nuestra mortalidad para el problema de la inmortalidad? Y si es posible llegar a que nos duela Dios, ¿qué valor teológico tendrá tal dolor nuestro, para resolver si existe o no existe, su naturaleza, el grado de dis­ tinción entre El y no otros? Hacer que a uno le duela su ser entero es llegar a conciencia agónica, estar en trance de muerte integral, estado en que uno nota- á lo que real y verdaderamente es él. y hasta que punto lo es. La conciencia agónica es la “hora de la verdad”. Frehte a esta conciencia agónica de todo el ser, y de todo lo que de ver­ dad se halle co n ' nosotros unido, la puramente presentacional o fenomenológica es cosa de juego y sin con­ secuencias reales, sin revelación, cuan­ do más con aparición de ideas y co­ sas. “El combate es el padre de todas las cosas”, decía He:áclito- La guerra interior, intestina, entrañable es el padre de toda la filosofía. Ordina­ riamente no nos duelen ni la fe ni la razón, ni sabemos hasta que punto son las dos nuestras y hasta qué grado las dos forman una unidad, y hasta se ha llegado a inventar teo­ logías para que no nos duelan, ni le duela a la razón la fe ni a la fe la ra­ zón. Y hay quienes proclaman que razón y fe no pueden contradecirse jamás, es decir dolerle al hombre; y al no dolerle en firme, ha dejado de saber realmente qué es fe y qué es razón, y ha perdido el poder ser cru­ cificado en ellas y por ellas, dejando de parecerse al Cristo que, sabién­ dose Dios, se lo sabía con conciencia viviente mortal y agónica al exclamar crucificado por dentro, más que por fuera: ‘‘Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?”. CONCURSO DE LAS ESPAÑ AS De la ce rtera opinión expuesta po r Manuel Abril hace m ás de diez años, son p ru e b a las fo to g ra fías que hem os visto de la o bra de este joven e ieultcr, algunas de las cuales publicam os. El em puje y sabor p opular de que están llenas sus escu ltu ras a pesar del medio am biente de restricciones y censura a rtístic a que se re sp ira hoy en E spaña, m u e stra la raig am b re de e te escultor en el tronco de la tra d ic ió n y popular E scuela de la im aginería española, a la que como levantino a p o rta u n a serena fluidez m uy m editerránea. Próxim am ente publicaremos las bases de los Concursos L iterarios de “LASC E 8 P A S A S " para 1947 Premio: Premio: Premio:- Y de él mismo es la opinión de que la visión real y d irecta de la g ran Escul­ tu r a M exicana de la época prehispánica ha de ser saludable a su plástica. por Juan David García Bacía B A L LE ST E R ANTONIO MACHADO, (Poesía) PEREZ GALDOS, (Cuento) GARCIA LORCA (Teatro) E n breve daremos a conocer las personalidades literarias que form arán los Jurados de estos Concursos en los que podrán tomar parte todos los escritores habla española, sin distinción de nacionalidad ni de residencia. ESPAÑA EN EL RECUERDO - Af / FIGURAS DE ESPAÑA EMILIA PARDO B A ZA N A S T U R I A S - por Isidoro Enriques Calleja oor Luis Sanlullano A llA hablar equilibradam ente de A sturias esto rb a un poco ser as­ tu rian o . -Si Bergam in escribió, aquí mis­ mo, garbosam ente del M adrid de ¡os M adriles, no es porque sea nacido m a­ drileño — “ C larín” decía “me nacie ro n ” , al hablar de su m uy p asaje ra Za m o ra—, sino porque lleva dentro Bergam ín la tie rra and alu za, puede con­ sid e ra r a Madrid en la perspectiva del espacio y d iscu rrir sin exaltación, ay u ­ dándole el cielo de C astilla, m alagueño a sus horas: “ Cuando M adrid tom a cier­ to aire andaluz en los días de sol y de co rrid a— escribió Leopoldo Alas—parece lo que no es, y el que ha vivido allí algunos años se aban d o n a a c erta te r ­ n u ra patriótica, p u ram e n te m adrileña, que no se explica bien, pero que se ¿líente con intensidad” . A hora bien, un astu rian o de origen y de la rg a residen­ c ia se em bobalica fác ilm e n te al r e fe rir­ l e a su tierrina, aú n sin caer en las de­ liciosas exageraciones del v ate regional T eodoro Cuesta, tipo de “ carbayón” u -ovetense, llegado de M ieres del Cam i­ no, que m erecería u n a buen a estam pa novelada: P •.Si A stúries ye el x ard in , al que gozosu baxa de tem porada Dios bondosu, y más que el sol re sp la n d .a po r so his. (to ria .¿de qué glories falav, si todo ó gloria? ta en el descanso y en la ta re a , de dia y de noche, hállese contento o apenado, esté el m undo tran q u ilo o revuelto. Y por c a n ta r h asta ca n ta el eje de la ca­ rre ta ; p ara eso tien e su chillona ' ‘canta e ra ” , que an im a a la y u n ta de bueyes 'en el esfuerzo. La canción su en a siem pre en loa va­ lles y en los h ogares de A stu rias; pero suena m ás en las tard es y los anoche­ ceres de las rom erías, condensación de la fac u ltad gozosa que los asturianos poseen, los del cam po y los de la ciu ­ dad : “ g en te de Oviedo, tam bor y g ai­ ta ” . P o r este lado, de la gaita, los as­ turianos p erten ecen a la num erosa fam i­ lia celta; pero m ás individualistas que los escoceses, no h an sabido d a r al p u n ­ tero, al roncón y al fuelle gaiteriles un valor orquestal, sino que la g aita astu ­ rian a ríe y llo ra sola, como la de Cam poam or, o acom paña la tonada del can to r espontáneo, cerca de la v en tru ­ da pipa de sidra. La sidra. E ste sí que es otro can tar, un c a n ta r en el q ue no todo es fiesta, a pesar del bable p o n d erad o r: ¡S idra!..., rem ediu devino, que al m o rtal la vida allarga y tro c a al p rim e r sorbiatu la señ ald á en dolce calma. p 'S T A B A m arcadísim a en nosotros *-J la idea desgraciada de que las ge­ neraciones últim as ten ían secas las bo degas de su im aginación cre ad o ra y por eso no lograban las novelas. P ero per. sando, dem asiado g en ero sam en te, qUe se nos hubiese inoculado m ucho el virus del rig o r crítico, quisim os e sp e ra r la l'eg ad a de acontecim ientos te rrib les, de esos que no adm iten disculpas p a ra n e­ g a r la experiencia. P o rq u e considera­ mos que la experiencia es el filó n in ­ ag o table de donde se e x tra e n las nove­ la i ce verdad. Y la ex p erien cia no se Penosina dé la Peña, hizo esp erar dem asiado E n todo jo que va de siglo, la vida rosa de la mi quintana... española se n a desenvuelto a u n ritm o No esta b a aq u í el daño, claro es, acelerado de vicisitud, y en los últim os p a ra Leopoldo Alas, sino que ese h á ­ años —de 1931 a la e r a del refu g iad o b ito de b eber en can tid ad —p o r “ ta ­ ¡.o’íticc— han pasado cosas como p ara r r e ñ a ” o ja r r a en el la g a r - - y no a a b a rro ta r las librerías de novelas sugest vas y pro fu n d as, que hubiesen defini­ dedales, como las cañitas de la rica do nuestro tiem po de modo definitivo. m an zan illa de M ordes, hace que el as- Pues n o; continúan p artien d o el b aca­ tu r , puesto a n te el coñac o el v u lg a r lao. después de les coetáneos d e P érez m orapio^ se determ ine confiado a tr a t a r Galdós, los novelistas de la G eneración del 98. estas y o tras bebidas como a la casi ino Nuestros jóvenes no se han preocu­ cen te sid ra ; de donde resu lta qu e el pado más que ¿e tratar de derribar b alan ce alcohólico de A sturias a su sta a ídolos; pero con muy escasas fuerzas, los m enos asustadizo?. El nativo lo ex ­ pues aun están en pie y, —¿por qué no p erim en ta d irectam ente, y asi, cuando dee rio?— , triunfantes. Deseando h a l a r las causas a esta q u iere beber a su ancho gusto, p ro cu ra m anera de escu rrir el bulto, hemos ido d efen d erse con los platos fu e rte s de la a las fu en tes de la desorientación p ara tie r rin a : esa fab ad a sustanciosa, que explicarnos el fenóm eno de que no h a­ a c a rre a la m ás lenta de las digestiones, ya surgido, como debiera, el novelista, esas p latad as de callos pirnentados, que ya que se han dade las condiciones preci sas p ara ello. He aq u í la p ista : “ Ideas los sid rero s se tom an como sencillo ap e­ sobre la novela” , de Don José O rteg a y ritiv o p a ia disponer al y a n ta r! Sólo Gasset. R epasando el ensayo o rteguiano, sid ra : un a, dos, tres botellas p o r cabe­ za, acom pañadas de percebes o de cen­ to llas, a la h o ra de las once o de la m erien d a. Las b u rb u jas Ce la sidra, cuando se pasa de la segunda botella, se h acen las locuelas y se suben al ático del bebedor. E ntonces suele sobrevenir la a c titu d sentim ental, de los anhelos vagos, seguida inevitablem ente de la e x ­ pansión coral a m edia voz; P u esto que aludíam os a la B ética ber-gaminiana, hemos de re c o rd a r el fam o ­ so duelo literario, p lu m a en ristre, h a­ bido en Oviedo en 1870 e n tre u n exce­ lente andaluz el d o cto r don Diego T e ­ rre ro , allí afincado, y el poeta Teodoro C uesta, en el que se acom etieron con trem enda y divertida f u ria al p onderar las gracias de las respectivas com arcas ilativas. Y decía mi paisano y campeón, recogiendo los entusiasm os de T errero a n te la belleza fem en in a an daluza: ? Que les ñeñes son g u a p e s! ¡ Cosa nueva O nde q uiera que nacen fies de E va Hailes blanques y prietes, pequeñines, c-spigaes, gorduques y flaquines. ¡Q ue tienen m ucha salí... ¡Q ué babayaes! les que soses non son, se rá n salaes; pero, a rostros de cares, nu n ca Uvieo a dalgun otru pueblu tuvo mieo. ; Que al son de la g u ita r ra dan corcovos con ta n ta gracia q u e d ex aren bobos a todos los de A s tú rie s !... ¡V aya, vaya! Non mos cai por ta n poco la babaya. Y si M álaga y to u el m undu en teru oyeren a P inín to c á el p u n te ru , y el tam b o r a X acinto redoblando, m ientras cu a ren ta ñeñes tan bailando!... En la fingida sa ñ a de aquella pelea, a golpes de verso... y ripie, T errero y C uesta olvidaron lo que A ndalucía y A sturias tienen de p are jo . Se dice que los asturianos son los a n d a’uces del n o rte ; com paración que les hace gratas cosquillas y cuya raz ó n ignoro si d e­ bemos buscarla en cierto poder de la im aginativa que se acusa en unos y o tio s españoles. H ay, desde luego, una coincidencia cierta de u n a y o tra tie rra . E s la que da la canción popular, con orígenes com unes, al parecer, en m u­ chas de sus expresiones. A unque esto fu e ra u n a discutible d o ctrin a de los sa­ bios del folklore m usical, los profanos podríam os aseg u rar esto : que A sturias y A ndalucía son las tie rra s donde se ca n ta m ás en todo el m undo hispano, y no direm os m ejor p a r a no in c u rrir en la pendencia a trá s re fe rid a . Los poe­ tas de la tie rrin a han sabido alab ar esa capacidad m elódica, que halla en la ca n ­ ción recreo espiritual y estim ulo para el tra b a jo : Ello ye que peí llanu, peí los altos, peí riu , peí m onte y peí uq iera; faig a el llabor que fa ig a , l’aldeanu, . •que trab ay e p a sí, q u e esté de andecha, tem pranino, de nochi al m eudia, que el m undu esté re g ü e ltu o quietu (estea, aten tu a su llabor, él siem pre can ta, o satisfechu, o p a e s c u e rre r la pena. Así escribió otro poeta, J u a n M. Ace, bal, m ostrándonos cóm o todo ca n ta allí, la N aturaleza y el hom bre, y éste can- PLF.NTE ROMANO DE CANGAS DE ONIS (Asturias) d a r al suelo cultivado que en los pode­ res sobrenaturales. Y sin em bargo, fu e ­ ro n los aguerridos m ineros de S am a y de Mieres, con otros m ilicianos, ios que, en uno de aquellos y te rrib le s días de 1939 tom aron am orosam ente a la SanNo lo cream os del todo, pues si la lin a de su a lta r de C ovadonga, y se sidra calm a el ánim o y lo alegra, no p resen taro n con ella en la Embajadaestá probado que alarg u e la vida más republicana d e P arís, lib erán d o la de las que el vino, n i que, nuevo bálsamo de avanzadillas m oras, q u e bu scab an la re ­ F ierab rás, cu re a 'os c a id ’acos, como vancha del lejano siglo V III y ah o ra ahí se dice, ni aiivie la erisipela, ios llevaban el corazón de Je sú s al pecho... tran sto rn o s nerv:osos y otros achaques Lo que los m ineros p re se n tab a n en la de los hum anos. P o r no acep tar esta A venida George V e ra u n a pobre ta lla virtud de la sid ra, Leopoldo Alas se dirigió, allá en mis dias de estudiante, de carcom ida m adera; p ero e ra tam bién ¡ S eñor San P e d ro ; a la ju v e n tu d a itu ria n a p ara tr a ta r de un trozo de la h isto ria p a tria , y asi el quiero sacar los calzones prev en irla c o n tra los males del alco­ gesto alcanzaba u n a en cu m b rad a s:g por la cabeza y no p u e d o ! holismo. H em os de decirlo en seguida: nificación nacional. la sidra ap en as contiene m alicia alguna, Los asturianos, como españoles a u ­ Si el astu rian o fracasa en ese y en y su consumo: en la ta b ern a o el chigre ténticos que son, no n ecesitan del aci­ o tro s intentos, dándolo a brom a, pien sa tiene m ucho ¿e ap a rato y fachenda, cate de la g u e rra p ara d arse a la pelea. que tam poco el Todopoderoso lo con­ donde el a r te de d iríg ela desde lo alto No quiero referirm e a las m em orables hacia si borde in te rio r del vaso, como sigue siem pre todo. palizas, desaparecidas p o r g ra n des­ un chorro de oro liquido, de escuchar gracia, que A rm ando Palacio V a’dés re ­ “ Dios el cucho pueden m ucho; la m úsica de su choque en el cristal, seña en su “A ldea P e rd id a ” , sino a las p ero puede más el cucho” de contem p larla al traslu z p ara ver si pugnas y diferencias, frecu en tem en te es rica en “ p an izal” y de d erram a r la E s esta aseveración un a de ta n ta s ex ­ sim páticas, en tre localidades de estos y libación últim a, en o fren d a a la divi­ presiones de la afición realista y de cier­ los otros verdes valles. Hay, desde lúe nidad, supone m ucho más que el beber ta proclividad a la irrev eren cia de los go, la A stu rias de Oviedó y la de Sany a p u ra r. P ero el astu rian o está ha a s tu ria n o 5, que suelen fia r m ás en el tillan a, y, d entro de ellas, los piques bituado a la relació n cu a n titativ a con la abono anim al, cuando se tr a ta de ayu(P asa a la pág. 13) Non hay fiebre, llatidura, cipela, n ierv u , nin llácara que non fu x a, si arrecienrie el zum u de la m anzana. los vascos igualan, no sé si su p eran , a los astu re s en la hora de sen tarse a la m era un g ru p o de tragones. Y que no se m olesten los valencianos, con sus p aellas suculentas. No extrañem os que, después de uno de esos atraco n es, el astu rian o se sien­ ta eufórico y m ire p o r encim a del hom ­ bro... o de la panza, lo te rren o y lo d i­ vino. El hum orism o a s tu r viene del h u ­ m or o zumo de la m anzana y se tr a ­ duce en e sta r de v u elta de las cosas - -a veces sin h ab er ido— o en to m a r a burlo las posibles y las im posibles: y agazapado, en co n tram o s este p á rra fo un ta n to in fam e: “ E n u n a la rg a n o ­ vela de E m ilia P ar_ o B azán se h ab la cien veces de que uno de ios personajes es m uy gracioso; p ero com o no le ve­ mos hacer g ra c ia n in g u n a an te nosotros, la novela nos ir r ita ” . T al ensayo le es inspirado al to ta l ¡ ta r o a u to r de “ La rebelión de las m asas” , p o r Pío B a ro ja, el pepenador, según el esférico ad jetivo que ce de M éxico le lan za un escrito r español de los m ás honestos. O rtega, con la deshum anización del a rte , es el g ra n culpable del escorzo novelero en el que la m e táfo ra y el ju e ­ go de palabras tr a ta n de su p e ra r el in terés del alm a de u n personaje. P o r eso las cria tu ras de carn e y hueso, n a ­ turales, de la P ard o B azán, no le hacen g racia ninguna. P recisam en te p o r su olor de hum anidad. A O rteg a G asset le a rro b a lo narciso, le en can ta lo ab s­ tracto , aquello qu e h ab la sin contenido sólido, que se trad u c e, a fin de cuentas, en espirales de hum o y en bonitos v u e­ los de m ariposas. Y, n atu ralm en te, que se salva él por en say ista m agnífico, p e­ ro hace la san tísim a a los demás. P ero en la p a tria de las saudades le está llegando el arrep e n tim ien to , y la con­ ciencia le golpea con los nudillos al ver que sus discípulos fan á tico s y algunos de los em boscados, no saben hacer no­ velas luego de ta n to ENSAYAR. E n cambio, algo se h an aproxim ado los que se hicieron sordos a la estética orteguiana, porque, indu d ab lem en te, O rtega es un caso ex tra o rd in ario , pero jam ás un movimiento. A m ás de un discípulo de la Revista de O ccidente hemos oído por d etrás del m uro, esta lam entación: M al­ dito don José qu e m e enseñé a decir to n te rías b izan tin as “ en to rn o a la no­ vela” , en lu g a r de señ alarm e el camino recto de hacerla. Los precio -istas del escorzo ;e d u r­ m ieron en la prenovela, ensayo de n o ­ vela o, a lo sum o, en la biografia, m ientras que d o ñ a E m ilia P ardo B azán, con todo y alg u n as reservas, distinguió p erfectam en te unas cosas dç o tras: es­ cribió ensayos, c rític a de a rte , biograf a, periodismo, cuentos y novelas de m aravilla. Su o b ra to ta l es un lum inoso ejem plo más sugestivo siem pre que O r­ te g a G asset y, ni que decir tiene, que el g ran tímido hacia ad elan te, Pió B aroja. Doña E m ilia P ard o B azán iu é efe c­ tivam ente al n atu ralism o de Zolá, con más arresto qu e los hom bres y con el susto consiguiente del reaccionario P e ­ reda. capricho del em ig ran te “ nuevo cu lto ” ; p ero con len te española. Sin trad u cir, y tom ando sólo lo que la cien­ cia podía enseñarle. E s decir: la in flu e n ­ cia que pueden te n e r las leyes mendelianas, la fisiología y otros pro b le­ m as fu n d am e n ta1es q ue su país p ro cu ­ rab a esquivar. P o r eso ella se ex trañ ab a de ser h ija ú nica, cuando sus p adres oran jóvenes y sanos. Su cu ltu ra tre m e n d a de clásicos— co­ menzó a leer el Q u ijo te a los se s años— y la voz varonil ae su raz a, hacen que no se embobe con las co rrien tes e x tra n ­ jeras. Sabe m uy bien que desde que ei idioma español com enzó a ser correcto y fino, el realism o fu é cosa n u estra. Asi m iraba sin e s tra ñ e z a lo fran cés, seg u ra de que el natu ralism o se p ro ­ yectaba de los P irin eo s hacia arrib a. Y en las m aneras cru d as de Zola, doña Em ilia, se en co n tró como en su propia casa. No fu é n u n ca el cateto nove ren tista, copiando de los franceses lo que ellos a rra n c a re n de nuestros clási eos; porque algunos gabachos hicieron la rd e el viaje “ al A fric a ” . Y si alguien lo duda, que vea el placentero juego de dar a su idiom a la p átin a del tiem po sin salirse en ios problem as de las in quietudes de su m om ento. N u estra es­ crito ra, como los h erm anos G oncourt, persiguió con pasión y obsesionadam ente, realismo, a c tu a lid a d y lenguaje. La recia y d efin itiv a “ Cuestión p al­ p ita n te ”, que e n fu re c ie ra al a u to r de “ P ep ita Jim én ez” , pero que arran có las felicitaciones calurosas de Emilio Zola, no tiene fu e rz a p a ra a rra s tra rla p o r las veredas de u n a im itación servil y fácil, fino al co n trario , es el hito de un id ea­ lismo original cu ajad o con gesto es­ pléndido en “ B ucólica” , la novela corta que ella p re fe ría e n tre todas sus obras. La rosa de los vientos de su curio­ sidad inquieta, la o rien ta algún in stan te de su ca rre ra lite ra ria triu n fa l, hacia el O riente y no se achica fre n te a lo ruso. E ntonces publica “ L a revolución y la novela en R usia” . Al contem plar c¡ mundo in conm ensurable de la nove­ lística m oscovita, ap arecen a sus ojos los picaros españoles cori el fard o de sus complejos a cuestas, y el español queved ano an alizándose sarcástico a sí mismo y de re tru q u e a n u estra E spaña, •siempre dolorida y desgraciada, mas siem pre original y creadora. V ariadísim a es la bibliografía de esta portentosa, m u je r, pero bastan p ara h a­ cerla m erecedora de un resurgim ento y un recuerdo largo, la introducción a su “ San F ran cisco de A sís” y los “ P a- A S locas ilusiones de un g u au tia civil, se convertían en trapos pa­ ra sus locas hijas. R esidía en un pueblo de la provin­ cia de "Palència, que lleva el extrañ o nom bre de F róm ista. E ste g u ard ia civil de dientes y cu­ chillo, solía ac aric iar sus bigotes y sus ilusiones por las m añanas, en una es­ qu ina ; oleada de la plaza del pueb'o, ai lado del cristal de un escaparate de libros, e n tre los que sobresalía u n a no­ vela de Don J u a n V alera, titu lad a "E l Co m endador M endoza” . H acía g ran frío castellano, tra n sp a re n te ; la escarcha blanqueaba la are n a fin a ; los charcos, a pesar del sol b lan ­ co b rilla n te como la plata, n o se de h e ­ laban. ¡Oh qué locas ilusiones pasaban por el ce reb ro del g u ard ia c iv il! ¡ Qué brillo oscuro relu cía en sus ojos! ¡Q ué orgullo resabiado en su cara, en sus m a­ nos, en la m an era de colocarse el t r i­ cornio! El e ra sa rg en to y por lo ta n to el amo del pueblo. E l h ab ía estado en lo cierto d u ra n te años y años: ya F ran co dom i­ n ab a esta p a rte de E spaña y pronto la d o m in a ría toda, p ues la “ rea lid ad ” siem pre vence a las “ ideas locas” . Se había educado en la B enem érita A cadem ia de V aldem oro. Allí había vis­ to cre c e r su b a rb a y sus atrib u to s va­ roniles, —hecho que consideraba como el m as trascen d en te de su vida— y se sentía orgulloso de su virilidad seca, de su v irilidad de mulo. E sta b a casado con una horrenda m u­ je r blasfem ato ria, sucia, lacrim osa, de párpados enrojecidos, paridora de in n u ­ m erables hijos e hijas que, según decían en C abezón, pueblo en donde la había conocido, te n ía “ mucho gancho” para los hom bres. De “ especie de p e rra ” , la calificaban las envidiosas m ientras lava­ ban, y se hacían cruces sobre la su erte del hom bre que se la llevara. A él lo enganchó para toda ¡a vida en u n a ta rd e de verano. Lo llevó a la iglesia, lo casó, lo metió en la cam a, y em pezaron a nacerle hijos e h ijas, sin que casi se diese cuenta. Le rodeaba con la pierna y casi lo ahogaba todas las noches con su brazo, y el pobre g u ard ia civil con sus bigotes, apenas podía respirar. B erreaban los niños, clam aban las niñas pálidas éticas, p erleticas, prom etedoras de ser tan pe­ rru n a s y enganchadoras como su madre. F alla el sol, y el guardia civil se levan­ ta b a en cam iseta, no se lavaba, no se peinaba, pero si se rizaba los bigotes, porque a los c u a re n ta y cinco años de edad todavía conservaba sus locas ilu ­ siones, en aquel pueblo de la provincia ’dc F alencia, que llevaba el extraño nom bre de Frómisrta. H ab ía allí, como hemos dicho, una pla­ za, con u n a esquina soleada a esas tem ­ p ran as horas de la m añana y o tra som ­ b ría donde estab a la antiquísim a iglesia, pobre y gótico edificio comido por las ra ta s y los sacristanes, no menos que por los siglos. A scendía el sol derram ando crudeza, q u eb ráb an se los hielos y el g u ard ia ci­ vil se re to rc ía los bigotes, esperando. De la iglesia te n ía que salir u n a dam a; D oña Isabel, la m u je r del com andante de ingenieros A ngel Rubio, quien se e n ­ co n tra b a a esas horas haciendo f o rtifi­ caciones en el fre n te de Belchite. ¡Q ué solem ne salía doña Isabel des­ pués de cum plir con los preceptos re li­ giosos! ¡Q ué airosa! ¡Qué esp iritu alm en ­ te g rav e y d u ra de carnes! L H C u e n to l i d IH c i Los Mulos Enamorados Doña Isabel, era ú na m u je r de unos tre in ta y cinco años, cuyo ro stro te n ía tal pureza de lineas, que disim ulaba m uy bien lo m ínim am ente ajado. La n ariz era de p erfectas p roporciones; graciosa, y un poco corta. S u s labios, correctam en te 'dibujados se e n tre a b ría n descoloridos y pálidos, pues no se los p in ta b a nunca. Sus ojos eran pardos, grandes y ap aren tem en te soñadores. Con respecto a las líneas de su cuerpo, que se adivinaban bajo su tr a je n egro y sedoso, baste decir que eran ta n p e rfe c ­ ta s y p u ras como las de su ca ra, fu g a ­ ces e hirientes al mismo tiem po, frescas y llenas como las aguas del rio U rbel que b aja directam ente de la m ontaña. P rocedía doña Isabel de u n a fam ilia desgraciada y aristo crática, y esto le au to rizab a cierta melancólica y en c an ­ ta d o ra negligencia m oral. Sólo ella en ­ tre las dam as de F róm ista se a tre v ía a hab lar, gravem ente y con v alen tia, de los ináo atrevidos tem as. La m elanco­ lía, la negligencia y el incisivo en can ­ to de la conversación de la dam a a u ­ m entaban cuando se re fe ría a su es­ poso el com andante de ingenieros A n ­ gel Rubio, en su concepto m uy in fe ­ rio r a qlla en facu ltad es intelectuales, origen social y delicadeza de form as, pues tenía, un enorm e vientre, aú n b a­ jo el uniform e del ejército fra n q u is­ t a confeccionado a propósito p ara di sim u lar las deform aciones fisicas ,y moi ales de sus miembros. No, no era el com andante de inge­ nieros Angel Rubio, ni esbelto, ni re ­ ligioso, ni sublime. Se tra ta b a de un m ilita r profesional por los cu a tro co sta­ dos, con esa alegre y sarja plebeyez j rep ia de casi todos los m ilitares p r o ­ fesionales. Su esposa no podía sopor­ tarlo. - 11’ -. — Buenos días doña Isabel -—saludó el gu ard ia civil acercándose, cuando, con libro y rosario, la vió salir de la som bra y av an zar por m itad de la p la­ za. — ¡Oh! Buenos días — contestó ella haciéndose la sorprendida. — ¿Perm ite usted que la acom pañe? — p reg u n tó el g u ard ia civil. — ¡Oh, Damián! — contestó D oña Isa ­ bel — Tengo mucho que h acer, a d e ­ m án tengo que com prar un libro, aquí en la tienda... El g u ard ia civil, se hizo g alan tem en ­ te a un lado y e n tra ro n en la lib re­ ría. A llí D oña Isabel señaló un tom o en rú stica, escrito por un. coronel de a r ti­ llería, titulado “ La V erdad sobre el U niverso.” — E s una o bra de g ra n im p o rtan cia —dijo Doña Isabel— con su m ás ex ­ quisito y elegante dejo — ap lasta com­ pletam en te el ateísm o y el m arxism o. E s la últim a publicación hecha en B u r­ gos... Debe usted leerlo tam bién, D a­ m ián. — Sí —contestó el g u ard ia civil, con­ teniendo los feroces deseos que sen tía de besarla— a mí me in teresan mucho todas estas cosas, he leído... ¡ Ah, sí! la últim a pastoral del obispo de P am ­ plona. D oña Isabel iba de un lado a o tro de la lib re ría , contoneándose e inspeccio­ nando todos los libros con aire in te li­ gente. El g u ard ia civil, la seguía en todos sus pasos,, y fingiendo un g ran in te rés, observaba los mismos libros que D oña Isabel, por lo cual siem pre esta b a m uy cerca de ella. De pronto D oña Isabel lo cogió por un brazo. ¡O h, D am ián! —ex clam ó — ¡M ire u s­ ted que m onada! Y le señaló un devocionario pequeñito, color de rosa, especial p a ra m u ch a­ chas jóvenes. — ¡ “ H ojitas de o :o ” ! -— continuó — ¡V oy a com prar uno, p a ra que se lo lleve usted a sus hijitas...! E l gu ard ia civil volvió la c a ra hacia ella y rozó con sus bigotes u n a de sus m ejillas. D oña Isabel se retiró u n poco, soltán­ dole el brazo. POR g u ard ia civil— midiendo con •sus botas y sus m irad as el em pedrado de la calle, al c ru z a r p o r delante de la casa — Sí, D am ián, --d ijo — este libro se de las señoras de A rrieta. lo* regalo yo a B aldom erita. —-¡Oh, no! — contestó doña Isabel— — ¡P o r Dios, L>oña Isabel! — excla­ ¡Es un niño m uy tiern o ! ¡ Pobre hijo mó el g u ard ia civil con los ojos en ro je­ mío! cidos— ¡ Es usted m uy a m a b le ! — ¿Q u é edad tien e ya? -p re g u n tó • —¿No desea usted m ás? —preguntó el G uardia civil al fin al de la calle. el librero, un hom brecillo pálido con —¡Sólo diez y ocho años! — contestó boina y gafas. Doña Isabel — ¡Y es falan g ista de pr¡— No, p o r ah o ra— contestó Doña h r e r a línea! Isabel. M archaban y a en tre tapias cerradas, Salieron a la calle, si calle puede cam ino de la casa del com andante que llam arse en F róm ista a unas pocilgas estaba fu e ra del pueblo. El g u ard ia alargadas, en cuesta, con em pedrado civil se acercab a más y más a ella. difícil, helado y resbaladizo. —Sí -—co n tin u ab a Doña Isabel —Jo M archaba el g u ard ia civil al lado de sé Luis es un buen muchacho, incapaz Doña Isabel. A las gen tes con que se de desobedecer a sus padres, fa la n ­ cruzaba les lanzaba m irad as cobardes, g ista desde hace mucho tiempo. Yo con recelosas, coléricas, como las de una respecto a m is hijos tengo u na teo ría: r a ta acorralada, como las de un mulo q uiero qu e conozcan ante todo la re ­ en estéril celo. Le ap e te cía relinchar ligión, que estén bien m aduros an tes pero se contenía. P a ra disim ular, au ­ de lan zarse p o r el mundo. Que no les m entaba la gravedad de su an d a r y la pase lo que a mí que me casé ta n seriedad de su rostro. Iban b astan te se joven... parados el uno del otro, m irando al sueDam ián m arch ab a ya com pletam ente lo como dos jóvenes to rto lito s. p arejo a D oña Isabel. Sus bigotes se — E ste libro —decía D oña Isabel— reto rcían en el aire. Al doblar u n a lo em pezaré después de com er y lo lee­ de las últim as esquinas le tomó la mano. ré hasta la h ora del Rosario. . —¡P o r Dios, D am ián! exclamó Do­ — En la paz de la ta rd e — dijo g ra­ ña Isabel soltándose— ¡ Que pueden vem ente el g u ard ia civil sin lev an tar la .v ern o s! vista al tiem po que p asaban delante — Es que yo, — contestó Damián que de la casa de Doña Isabel, una vieja no podía contenerse— siento por us terriblem ente chismosa. ted un afecto difícil de explicar... —Me en can ta leer libros— co n tinuaba Sus ojos relu cían como dos carbun­ doña Isabel. E s mi m e jo r entreteníclos. E scupió sonoram ente al aire y pisó la tie rra . — E s usted u n a m u je r superior, ta n inteligente, ta n espiritual, tan religio­ sa, ta n católica... Dijo y le-p asab a la mano por las n al­ gas. Í y r ‘\ -A'C — ¡P o r Dios, D am ián! ¡Qué ha-.e us ted! — ¡Isabel, Isabel! ¡T e adoro! — excla­ mó el g u ard ia civil lanzándose sobre ella y tra ta n d o de abrazarla. —¡D am ián!! ¡P ero D am ián!! — g ritó ella fu rio sa ap artán d o se vivam ente— ¡Qué se h a creído usted! ¡Es usted un b árb aro ! ¡S alv aje! ¡Me ha hecho usted daño! A esto siguió un mom ento de rilen cío en que él g u a rd ia civil m iraba a Doña Isabel cqn ojos enrojecidos. D es­ pués contem plo la lejanía, una serie de lom as am arillen tas en tre v erad a s de nieve, de fan g o y de suciedad. Se se p araro n rápidam ente. P or el niento, ah o ia que A ngel está en el camino v en ia Don B ernardo, otro seño 'rente. m uy chismoso, que volvía 'con sus hi­ —E n efecto, —contestó el g u ard ia ci­ jita s de d a r el paseo m atinal. ri! en la m ism a fo rm a al tiem po que — ¡A rrib a Espaíña! — saludó Don jasaban por delante de los balcones de B ernardo al pasar. Doña Tula, o tra v ieja chism osa— es — ¡A rrib a! — contestó el guardia ci­ lermosc e instructivo. vil con voz sorda. — Q uiera Dios que esta g u e rra terC ontinuaron andajido en silencio has­ nine pronto! — dijo D oña Isabel. ta lleg ar a la casa del com andante que —Sí, —suspiró el g u ard ia civil— no estah a en un alto. lejando un ro jo vivo. —D oña Isabel — dijo el guardia ci E n ese m om ento p asaban p o r delante vil— yo le ruego que me dispense.... le casa de Don Jo a q u ín , quien se aso­ — E stá bien, está bien — contestó nó a la p u e rta y los saludó respetuo- doña Isabel— no hablem os más de elio. am ente con la cabeza. E l g u ard ia civil te n ía tan to calor que — ¡Así sea! —-contestó a D am ián Do- tuvo que q u ita rse el tricornio, y co 1a Isabel. m enzó a d arle v u eltas en tre sus manos. — P or cierto, D oña Isabel —pregun—D oña Isabel :—d ijo — e sta tarde o el g u ard ia civil al tiem po que pasa- vendré a v isita rla con B aldom erita pa a n por delan te de la fin ca de Don ra que le dé las g racias por el libro. 'rudencio— ¿cómo sigue su hijo José A lo lejos apareció u n a v ista nueva lUjs? s e véis la inm ensa llan u ra de C asti­ -—E stá bien — contestó !u dam a— lla blanca, relu cien te, cu b ierta de nie onque un poco pálido y m uy d ísco lo ; ve. Soplaba un viento fresco del ñor uiere irse al fre n te como su padre. oeste. .— Usted no debe p erm itirlo —dijo el —-Hasta luego, D oña Isabel — repitió José Herrera Petere 4 partir Je este segundo-número de LAS CSTA Ñ A S" nuest'-o amigo arlos Morichal entra a formar arte Je la redacción de niie tra eiñsta v nos ruega que hagamos ■úblico el hecho de que desde el canudo número de “A C C IO N ” no io formado parte de la redacción » ha colaborado- en ninguna otra evista. Cualquier dibujo que se lava publicado desde entonce1;. A o’iembre de 1945, lo ha sido sin su previa autorización. D amián y a en , ia p u e rta de la casa. — ¡Oh, D am ián! —dijo Doña Isabel, qándole un am istoso golpe en el hom bro— tiene u sted los ojos muy encen­ didos... ! III P or la ta rd e se presentó Damián en casa de D oña Isab el con B aldom eri­ ta. A suncioncita y C risantem ita, h o rro ­ rosam ente vestidas de verde, mocosas, m arisabidillas, tren z ad o el pelo, a r r e ­ m angadas la? m edias, ladeada y mal p u esta la fald a y desceñida la cintu­ ra. Allí se en c o n trab a tam bién José Duis, el hijo de doña Isabel, con su unifo rm e de fa la n g ista de prim era linea. E sta ­ ba m uy bien peinado con cosm ético y pegam in, pero era trem en d am en te des­ g arbado y soso. B aldom erita y él, m archaron a p a ­ sear al ja rd ín m ientras las o tras dos niñas ju g ab an en la te rra z a con la nieve. El g u ard ia civil y D oña IsabeL e n tra ro n en un a sala. — ¡D e lo de esta m añana ni h a b la r! — ad v irt.ó Doña Isabel a D am ián am e­ nazando al gu ard ia civil con el dedo. — ¿Q ué ta l está B aldom era? —p re ­ g u n tó sentándose. — M uy ocupada la pobre con las o tra s niñas —contestó el g u ard ia. A nochecía. P or la v en tan a c e rra d a se filtra b a un a melancólica luz in v e r­ nal. No había sol en el cielo, sino n u ­ bes plomizas. Un fu erte viento a r r a s ­ tra b a los cardos secos y las basuras. D oña Isabel bordaba sen tad a en un sofá y el g u ard ia civil adolecía en u n a b u taca a su lado. — E s m uy in teresan te, — com enzó Doña Isabel— el l.bro que com pré este, m añana, m uy claro, muy co n tu n d en te y m uy elevado. Pero voy a en señ arle a u sted, — dijo— tom ando o tro que h ab ía sobre una m esa— estos m ag n í­ ficos poem as de un p ad re je su íta... “ De tu divino rostro la belleza al d ejar perm ítem e que vuelva tu s p lan tas a besar...” — Leyó doña Isabel. El g u ard ia civil seguía la le c tu ra sin e n ten d e r nada, estaba ciego. T om ando la m ano de Doña Isabel, b ram ó : —Isabel, yo la am o a u sted ; d éjam e que te bese, en ia boca. D oña Isabel estab a muy sofocada. —M íre D am ián —dijo— de u n a vez por to d as le digo que eso no se lo p e r­ m itiré nunca. Yo estoy casada y m e debo a o tro hom bre; usted a o tra m ujer. El m atrim onio es un lazo sagrado que d u ra to d a la vida y lo que me propone un pecadlo m ortal. ¡Sólo Dios sabe lo d esgraciada que soy! E s in ú til q ue tr a ­ te de sobrepasarse. U nicam ente te p er mí tir é que me toques la m ano, como ahora... E l g u ard ia civil la besó la m ano con pasión. T ra tó de besarle la boca y no lo consiguió. E n su in terio r se desató en p alab ro tas. E sta b a furioso. G ru ñ ía tom o un mulo viejo en celo. D oña Isabel, m uy espiritual, conti nuó hablando de cosas eternas. E n cambio, B aldom erita se dió tal p risa que enganchó a José Luis aq u e­ lla m ism a tard e, h asta el p unto de que al mes tu vieron que casarse. Vino el com andante A ngel Rubio del fre n te . R epicaron las cam panas. Tocaron el him ­ no fa la n g ista y la m archa real, y un co a d ju to r n av arro que te n ía m uy bu e­ n a m ano echó la bendición a los jó v e ­ nes, p ara toda la vida. Desde entonces, D amián, el g u a rd ia civil, acariciab a solam ente sus bigotes en la ^ s q u in a soleada de la plaza, pen ­ sando que la realidad siem pre vence a las ideas locas que van co n tra la m oral cristiana. ¡P e ro el d ía en que pudiese a g a rra r sola a D oña Isabel... qué lio de fald as y de confesionarios se arm aría! Figurándoselo le daban ganas de r e ­ lin c h ar como los mulos, en aquel pu e­ blo de la provincia de Ijalencia quelleva el ex tra ñ o nom bre de F róm ista. México, Ju n io de 1946-. (Ilustraciones de Carlos Manchal) L'EDE establecerse un paralelo entre los problemas agrarios de México y de España, salvando las di­ ferencias geográficas que distinguen a los dos países. Desde luego la base fundamental de este problema es la misma en el tiempo y en el espacio: El acapara­ miento de la tierra como elemento de producción, y la explotación del fac­ tor trabajo por los acaparadores. Las modalidades de aquí y allá ofrecen apariencias diferentes, pero en esen­ cia, repetimos, el caso es el mismo. Veámoslo: Los españoles de la reconquista re­ montan la divisoria de la orla cantá­ brica y extienden el poderío de sus armas por las dos submesetas: con­ solidan sus posiciones, y tras de tomar nuevo aliento durante lustros y déca­ das. reanudan la pelea y prosiguen su ingente tarea, traspasando la gran fa­ lla del Guadalquivir y deteniéndose, por la resistencia islámica a ser des­ alojados, en los valles inferiores del •Guadiana, del olivífero Bétis, y en los ■derrames mediterráneos del macizo penibético de Sierra Névada, hasta que a finales del siglo XV vencen la última résistenciá del agareno y ha­ cen la unidad nacional. Pero esto que en un simple lengua­ je de historia bélica, tiene una ex­ presión gráfica en la nomenclatura de los reyes, de lós guerreros y de las batallas, en la agricultura peninsular muestra el origen de uno de los fac­ tores más influyentes en la tragedia campesina, que no por silenciosa es menos intensa. Porque al pasar de la zona húme­ da, de clima centro-europeo,, que ca­ racteriza a las provincias que se bañan con las aguas del Cantábrico o arrancan de las estribaciones del Pirineo, a las tierras secas- de las mesetas castellanas, que son de tipo •desértico-africano, con pronunciadas paradas invernales y estival, la agri­ cultura tuvo que transformar su mo­ do de hacer, abandonando la peque­ ña explotación rural, que coordinaba el cultivo ininterrumpido, con ob­ tención de dos cosechas anuales, y aprovechamiento pecuario de ganado vacuno, a la gran unidad productora de cereales, con obligado barbecho y parte adehesada, sistema que no pro­ porcionaba al campesino trabajo más que en períodos determinados del año, que apenas sobrepasan los ciento ochenta días en total. Y la consecuencia de que la tierra hubiera de producir por “extensión” y no por la “intensidad” del trabajo aplicado a la misma, dió oiigen a que una minoría se erigiese en dueña del suelo y el resto constituyese la masa gregaria, el proletariado rural, for­ zado a vivir de ese trabajo inseguro y nial remunerado. El poderoso terrate­ niente, confundido en aquellos tiem­ pos con el noble y el guerrero, tenia su activo en la acumulación de la pro­ piedad; mientras que el bracero lo­ graba el pan trabajando esa propie­ dad ajena, durante los períodos en que las principales faenas del campo, cons tituídas por la siembra y recolección de cereales y granos pardos requerían su concurso. Después, a vivir de mi­ lagro sobre la tierra inclemente, por­ que las labores normales de todo tiem­ po v los cuidados del ganado apenas representaban fuente de ocupación pa­ ra el labriego. Y así nació el latifun­ dio en la España del Centro y del Mediodía. La gran propiedad, deficientemen­ te cultivada, se destaca desde el siglo X V I; el pueblo rural español no tie­ ne más salida que ser siervo de la gleba; y cuando la servidumbre dcsaoarece en la ley escrita, queda incó­ lume en la vida económica- No tiene el pobre, en el ambiente rural, más lenitivo que el que le proporciona la existencia de los bienes comunales, y estos caen al golpe desamortizador del siglo XIX, en el que la buena inten­ ción individualista de Jovellanos es aprovechada por el egoísmo de los terratenientes, nobles y mesócratas en­ riquecidos, que insaciables en su afán de “poseer y dominar” a través de la tierra acaparada, destrozan el pat imonio comunal de los Ayuntamien­ tos y dejan definitivamente al cam- P E l P ro b lem a A g ra rio en E spaña y en M éxico por Adolfo Vázquez Humasqué pesino reducido a la categoría de jornalero con salarios adventicios y miserables. De -traída pues, la tradición netamen. te española del aprovechamiento co­ munal de las tierras labrantías y de pastos —un ejemplo de ello está en el pleito de Alburquerque, con sus famosas 45 hectáreas de baldíos— , a agricultura del gran cultivo de se­ cano en España marcha por los de­ rroteros del capitalismo individualis­ ta, que se apodera de la tierra para hacerla objeto de renta y de dominio sobre el censo pueblerino, 't asi, des­ de mediados del siglo pasado se des­ taca un movimiento que engendra una clase de grandes propietarios o terratenientes, los cuales suman sus bienes raíces, con los adquiridos por una bagatela, y por el empleo de las malas artes de las subastas amañadas, principalmente con los que eran bie­ nes eclesiásticos y municipales, con­ virtiendo los comunales del patrimo­ nio colectivo en bienes de propios, para obrar dentro de una apariencia de legalidad V así, al final del siglo • principio del corriente, nos encon­ tramos con que en el medio rural del interior de la Península —la perife­ ria del Norte y del Levante medite-, rráneo se libran en parte de esta mo­ dalidad— , impe:a el latifundismo, ex­ acerbado por la práctica del absentis­ mo, y siempre sometida por la genui- na creación de un nuevo orden cam­ trando una vida miserable, creada pol­ pesino que tiene su personificación en la inseguridad e insuficiencia de esa producción de secano obtenida de una la figura del “cacique”. media anual de 409 milímetros de Así, pues, el campo español en más agua mal distribuidos, tiene que en­ de sus tres quintas partes, queda en tregar al cacique o a su representante, poder de los grandes propietarios — el voto en las urnas y la conciencia nobles herederos de señoríos y enco­ en las iglesias- Y si no se somete, si miendas, y nuevos ricos de origen siente rebeldías o simples ramalazos curialesco y usurario— , los cuales p>de dignidad, ya puede despedirse del ra la consolidación de su pode.io, te ­ jornal en la siega ó del pedazo de jen la urdimbre del caciquismo rural. tierra que tiene en arriendo, aunque ;e adueñan de los Consejos, juzga­ éste sea caro y exigido en dinero o dos municipales, y Diputaciones pro en especie, sin la menor consideración vinciales, y terminan encaramándose de tipo humanitario frente ál ries­ in los puestos representativos de ti­ go de la producción de nuestro culti­ po parlamentario y en los más eleva­ vo. que acusa tres malas cosechas de dos del Poder Ejecutivo. cada cinco. ¿ Y el pueblo agricultor, entre tan­ Asi llegamos en España a los um­ to? Pues constituye la masa anónima brales del movimiento liberador de de braceros a jornal y de propietarios la República de lç ó l. Con el pueblo o arrendatarios de pequeñas parcelas, rural sometido a través de una es­ con cuyo producto no puede vivir v clavitud personal que bordea los lin­ que para seguir, aunque sea a.ras- deros de la abyección. El trabajador de nuestros cortijos, olivares, dehe­ sas. majuelos y de lo; variados cul­ tivos de secano vive miserablemente, En el próximo número, empe­ y soporta sobre sus depauperadas es­ paldas, todo el apa ato político y sozaremos a publicar las respues tas recibidas a la primera en­ cial del régimen monárquico. Pero son tantos los yerros del anti­ cuesta, de “LAS ESPAÑAS" guo régimen, que un grupo formado “¿Cómo debe, a su juieio, es­ por trabajadoras de la inteligencia y tructurarse la España del fu hombres de profe iones liberales se turo?” considera obligado a iniciar como ocu­ rre siempre, el movimiento liberador. O TRA DE L A S R A Z O N E S ." G IB R A L T A R A guerra llamada de sucesión, J W'l. C* i/O/'UUU IV'IU UV IUO más grandes calamidades de su Historia. Dos casas"extranjeras, la de Austria que la había conducido al borde de la ruina y la de Bo bón que habría de consumarla, se disputa­ ban el “gobierno" de la Monarquía. Castilla se pronunció por los Bar­ bones, y los pueblos de la antigua corona de Aragón, apegados a sus fueros y libertades, por el Archidu­ que. Unos y o tros fueron traiciona­ dos, porque ni el “R ey’’ ni el preten­ diente luchaban por concepciones dis­ tintas del Estado ni en interés de sus pueblos, sino por la hegemonía en Europa de 1a Casa de Austria o la de Francia. Las grandes potencias vieron ot a oportunidad de saqueo, otro momento propicio pp>ra aniquilar al tcfiganleEl Austria y el Borbón compraban ayudas a costa de la soberanía y de las riquezas de España. E l día 2 de agosto de 1704. el prin­ cipe Darnustadt, antiguo mercenario al servicio de España, tomó Gibral­ tar a nombre del Archiduque. Fué, luego de batallar varios días sus hombres y su escuadra contra un ________ 0RICAS - Gibraltar centenar de defensores civiles y soldados— que se batieron bravamen­ te, y luego de prometer el vencedor que respetaría religión, bienes, casas y privilegios; “condición que no fué cumplida, porgue los templos fueron profanados, las casas saqueadas y los vecinos tratados co-n todo el rigor de la guerra." Posesionados los ingleses, comen­ zaron a _ fortificar- la plaza como pi ya nunca hubieran de salir de ella. Tal era su propósito, tal ha sido siem­ pre cuando han logrado poner la plan­ ta en cualquier lugar de la tierra Inútiles fueron todos los tratados y promesas, todas las seguridades repe­ tidas por el R ey británico a lo largo de inacabables negociaciones, de que Gibraltar sería devuelto. El parlamen­ to inglés se oponía a soltar la presa. Pretendía, que a cambio de una plaza tomada a nombre de uno de los ban­ dos en lucha, se le entregaran la Flo­ rida, o la parte española de la isla de 'santo Domingo; mas como el Bor­ bón insistiera en que la devolución había de ser sin contrapartida, confor­ me a derecho, tai como había sido la promesa, “el moña co inglés le es­ cribió una carta asegurándole que es­ taba pronto a complacerle ofreciendo aprovechar la primera ocasión para terminar este asunto de acuerdo con el parlamento. Dió Felipe fe a esta palabra y procedió a firmar la paz.’’ El inglés no cumplió su palabra, acreditando e de lo que era, y el Bar­ bón de lo que había sido siempre, un mentecato lleno de ambición y de so­ berbia, manejado por intrigantes ex­ tranjeros. Pese a todas las protestas diplomá­ ticas y todos los intentos de recon­ quista, Gibraltar siguió siendo una po­ sesión más de su M ajestad Británica, un jalón del imperio tná: nefasto pa­ ra la humanidad que registra la H is­ toriaHoy, 242 años después de aquello rapiña vergonzosa, Gibraltar sigue siendo un pedazo de tierra española ocupada militarmente por quienes ha­ blan de libertad y de derecho como fórmulas de convivencia. y despierta con su; prédicas, la con­ ciencia colectiva del trabajador explo­ tado, diciéndole solamente la verdad, y nada más que la verdad. Por etlo .-u-ge con ímpetu irresistible la Re­ pública, que trae entre sus compro­ misos más firmes el de hacer justi­ cia al proletariado campesino con una reforma agraria (redistribución de la tierra) y una política agraria (nue­ vo código rural), que mejoren la si­ tuación del trabajador en todos los aspectos deficitarios de la producción del agro y de las leyes que lo rigen, abatiendo todo lo que, “pro domo sua". había legislado en el período del mando de los Austrias y Borbo­ lles. la clase dominadoraY asi en esta ingente tarea, nos alcanza ti año 1936, año en el que una fatal coincidencia de la reacción española con los , planes internaciona­ les de los totalitarios, inicia la labor de aplastamiento de la República Es­ pañola y de su programa de justicia social, que completa en 1939 con la complicidad y la ceguera de las de­ mocracias europeas y americanas — sálvese el que pueda—, que ahora ven. claramente, cómo el conflicto espa­ ñol no era un pleito doméstico, sino el prolegómeno del aiaque nazi-fas­ cista contra la democracia, y cuya lucha hubiera sido muy otra, de ha­ ber estado en pie la República Es­ pañola. x x x 't ¿en México? i .a trayectoria de su problema agrario es bien conocida, v no voy a tener la pretensión de analizarla, cuando plumas más bien cortadas que la mía, al se. vicio, ele hombres muy conocedores del caso, lo han expuesto con todo género de detalles. Pero lo cierto es oue la tiera, mejor dicho, el afán de posesión de la tierra,- acaparándola, se pone de relieve desde el momento mismo de la ConquistaEl aventurero de entonces, se dis­ tribuye bonitamente la tierra mexica­ na, y si tiene alguna reyerta es con el compañero de aventura que le dispu­ ta los limites del reparto, y convierte al indio a la religión, y a la escla­ vitud de paro, pata que le trabaje la tierra apropiada por derecho del más fuerte. ^ así se llega al fin del período colonial. Y se independiza el mexica­ no trabajador; pero esto es política­ mente, porque la dependencia econó­ mica subsiste, acentuada por la le­ gislación, que se promulga al servicio del capitalismo. Y en México, “el pelao” en forma más o menos sub­ consciente, lucha durante un siglo por la tierra y la libertad, como dicen los e.tandartes de las magníficas pintuas murales de la revolución. Y con sus hombres liberales y a través de las décadas del pasado siglo, unas triunfadoras y otras infaustas, por el triunfo de la reacción de tipo territo­ rial predominante, llega hasta 1910, presentando en esencia el mismo pro­ blema agrario que España: la posesión de la tierra y la libe tad del hom­ bre para trabajarla y vivir en ella. Es decir: mimero ja supervivencia del trabajador campesino y de su digni­ dad como hombre; después a lograr el perfeccionamiento de los demás factores, internos y externos, de la producción agrícola: elementos de cul­ tivo, técnico, mercados, comunicacio­ nes, cooperativismo, etc etc. Pero el primer paro, el fundamental, el que libera a la tierra y al hombre en Mé­ xico, ya está dado con el triunfo y consolidación de su movimiento re­ volucionario. x x x Y este es precisamente el punto donde ya se separan las trayectorias del problema en España y en Méxi­ co; donde ce a el paralelismo: po-que aqui ha triunfado el campesino y en España ha sido vencido. Al menos hasta ahora............ . “DOS E SPA Ñ A S” (Viene de la p ág 1) no es E sp añ a y, lo misino que con él los pueblos de A m érica no pueden día logar, los auténticos españoles tam po­ co. España, es la variedad de »u„ p u e ­ blos con raíces prehistóricas y que, a pesar de todos los dominios o «le todos los in te n to s de unificación violenta, r e ­ surge cada vez más vigorosa. Es la f< rm ad o ra de altos valores hum anos y de una c u ltu ra fecunda. Es espíritu y li­ b ertad . personalidad celosam ente m an­ tenida, y, a la vez, sentido de universa­ lidad. E sp añ a es la de San Isidoro amon estad o r de los reyes que q u erían im ­ p oner el Catolicism o— religión de am or por la fu e rz a — la de Oliva de Ripoll in iciador de la P az y T regua, la Je lo i A rzobispos creadores de la E scuela de Toledo, en que m usulm anes, nidios y cristianos daban a conocer al mundo Ir. filosofía de A ristóteles testauradala del fu e ro de T udela reg u 'a.lo r de los derechos de las tres confesiones y de su ad m inistración autónom a d en ter de la c iu d a d ; la de Ju a n I de A ragón que ca stig ab a los desm anes de ia persecu­ ción dé los judíos. Es m uy -rspeealmente la E sp añ a de los fueros m unicipales y de la dem ocracia ciudadana de las C ortes de todos loa reinos y m uy espe­ cialm ente de las catalanas que le g isla ­ ban p o r derecho propio y de las que sale un gobierno popular— la G enera­ lidad— practicando la doctrina de la so­ b era n ía de la nación. Es la de los j u ­ ristas y los escritores políticos que fo r­ m ulan en C atalu ñ a la teoría de la de­ m ocracia—Eixim enis, Gualbes, C áncer— c de los de los siglos XVI y XV II en C astilla que se esfuerzan en lim itar el absolutism o y en m antener que el rey debe el poder a la “ república” , crean el derecho internacional y defienden a los indios—V ictoria, Fox Morcillo, Menchaca, S uárez, M ariana, S aavedra F a ­ jard o. E s la de los a rtista s y escritores, la de C ervantes y de Lope de V ega, inrnortalizador de la rebelión de F u en te O vejuna contra el despotism o m ilita r; Ir. de los Com uneros, de las G em ianías y de la defensa de las lib ertad es ca ta­ lanas por Pablo Claris o p o r los b a r­ celoneses de 1714. La de los puebius renacientes creadores de nuevas lite ra ­ tu ra s —Rosalía de C astro en G alicia y los catalanes, en tre los que M aragall c a n ta la E spaña m últiple. La de P rim y P i y M argall que saben com prender las ansias de libertad del puebio cubano. La de la República que ib a a o rg an i­ z a r la verdadera E sp añ a y la que su­ po luch ar varios años p o r d efen d erla, abandonada de casi todo el m undo. En fin , es la de G arcía Lorca, fusilado p o r la guardia civil fra n q u ista , y de M achado, fallecido en su éxodo doloro­ so, acom pañado p o r otros poetas, a rtis­ ta s y profesores, en medio de las m a­ sas del pueblo republicano que p refirió las penalidades del exilio a v iv ir sin dignidad en E sp añ a o la que gim e en las m azm orras de Franco. E sta es la E sp añ a perenne y glorio­ sa. E lla se ha visto rep etid as veces a rro ja d a de su p a tria o ha salido de ella cuando el am biente de sus dorm n aáores se hacia irrespirable. E n el si­ glo XVI, Servet, V alera y Lm s V ives; a principos del X V III, los em igrados de la g u e rra de Sucesión: los liberales de LSI4, de 1823, de fin es del periodo isabelino o los de ahora. A r volver los de la em igración fe rn an d in a o los que h u ,an de las persecuciones de la rea c­ ción “ m oderada” rea liza ran el ren aci­ m iento de la E spaña m oderna. U n día voiverá la actual em igración y fe con­ tin u a rá la au ten tica h isto ria de E spaña. ïï le jn tid e .’i o · . . . (V iene de la pág. 7) uos o tres naipes, un g u an te roto, cás­ caras de cacahuates y b astan tes migas de pan o de bizcocho. P or contraste, la de Cam po A lange era m u jer ex trem ad am en te limpia y p recu rso ra de B enavente en la cre a­ ción de aquella frase: “ ¡C u án tas veces un corsé viejo salva la v irtu d de un a m u jer!” . La condesa decía: — “ Las m u jeres debem os cuidar mu­ cho n uestro in terio r, porque sabemos a qué hora nos vestim os, p ero ignoram os a qué horas nos vamos a desn u d ar” . C arlista acérrim a, d etestab a a Mendizabal, a quien acusaba de ladrón. — Pero, condesa, —arg ü ía Cánovas— si el a u to r de ¡a desam ortización ha m uerto pobre. I El escritor francés Paul Eluard, gran amigo defEspaña, acompañado por el — ¿Cómo? ¿A dem ás de ladrón, p ró ­ poeta Manuel Altolaguirre y su hija Paloma. digo? Vo creí al m enos qu e había ro bado p ara sus hijos. T an mal concepto le m ereció el mi­ nistro E lduayen, que si le afin n a b an que se tra ta b a de un hom bre respetable, contestaba: —Sí. Respetable. Como los Niños de (Viene de !a pág 1) E cija que hub ieran llegado a su edad. “Arboles a la orilla soñolienta del Del m arqués de Molins decía — y no agua”, a la orilla de otros sueños, ba­ le fa lta b a razón— que “ e ra un carpin­ Pero anotemos una circunstancia. El jo un aire que lo adormece todo. tero de h acer versos”. poeta al hundirse lo hace dentro de un Hasta que un d í a . . . ¿Quién no ha De un a señora, que se conservaba elemento propicio a los más altos vue­ despertado con el llanto de España ? todavía g u ap a y cuyas h ija s llam aban los. Con razón dice: “Almohada, alas “Flores de luz despiertan a lo lejos”. la atención p o r su belleza, opinaba: de pluma”, es decir, que al hundirse Y Luis Cernuda ha cortado esas flo­ —N ada tie n e de p articu la r. La m adre quiere elevarse a un sueño más alto es guapa y los padres escogidos. res. Lejos de su patria, como yo lo que la vida, y para ello se abriga en Ya viuda m antuvo un co rto am arte­ estoy, bien despierto en la soledad del lam iento con el m arido de Isabel II. la más esponjosa molicie, en una in­ destierro, nos ofrece una nueva poesía, Cuando ei rey don F ran cisco de Asis sensible anulación de su tacto. Para luminosa también, iluminada por el le visitaba, podía v erse !a carro za real perder noción de sus limites se anega fuego interior de una apasionada con­ ante la p u e rta de su casa. Aquello te r en plumas, esa leve materia que antes ciencia. minó. Fero pasado algún tiem po la con­ vivió en dos alas. Un poema de los más reveladores desa sorprendió nuevam ente la carroza En lo que pudiéramos considerar la de este poético tránsito es el que de­ fre n te a la p u e rta de o tra aristó crata que vivía f re n te a su casa. U n día es­ primera parte de su obra poética el dica a la resurrección de Lázaro. U n peró la visita del re y a su vecina. Se poeta sueña y piensa que vive. Y aún despertar del alma, la del poeta, que llevó el piano cerca de un balcón. Y más: vive a la sombra de otros sue­ desde ahora tiene una estrella que se­ guir, la única verdadera esperanza. cuandio don F rancisco de A sís volvió a ños. to m ar su carroza, la condesa estrep ito ­ sam ente hizo sonar en ei piano los acordes de la M archa Real Es conocido el em peño qu e los ingle ses pusieron en que no se realizase el Suscribase, propáguelo, ayude a hacer de ella una revista para lodos los m atrim onio de Isabel II y don Francisespañoles que luchan y laboran por una Esvaña mejor. cc, a! que p reten d iero n su stitu ir por el in fan te don E nrique. Ei em b ajad o r in­ glés en M adrid, m íster L ulw er, real'* > isp etid as gestiones, que no cesaron con la consum ación del m atrim onio, pues In g la te rra insistia en su anulación p ir motivos canónicos. E sto lo sab ía el rey. (V iene de la pág. 16) definitivo. E n el te rren o ético, plástico » y poético, a los a rtista s nos to ca esta­ Y en cierto besam anos en la corte, al saludar la condesa de Campo Alange al ese p alp ita r del m undo considerado co­ blecer la evidencia sensible del c a rá c te r me un a unidad vital, en aquella con­ absolutam ente dinám ico del b arro que rey, le agregó iró n icam en te: vergencia con el espíritu hum ano en que nos form a. — Señor, m is respetos m ás profundos se hace inteligible a éste como conse­ El m ovim iento barroco en la p in tu ra ju n tam en te con los de lord Palm erston. cuencia ú ltim a del conocimiento sensi­ de los siglos XVI y XV II (T in to re tto , ble. La ciencia m oderna, — la física y José F ern án d ez Brem ón, cronista de e! G reco, Rubens) no hizo m ás que “ La Ilu stració n E spañola y A m erica­ las m atem áticas— , h an llegado a co n ­ a p u n ta r esta realidad rom piendo las le­ clusiones escalo frian tes a este respecto, n a '’, hom bre reaccionarlo, no tuvo in ­ h asta el extrem o de d estru ir to d a n o ­ yes estáticas de la an tigüedad clásica,, conveniente en dedicar a la condesa, ea ción in telectu al de lo inmóvil y de lo p tro sin ¡legar a p la n tea r ni a co m p re n ­ der el c a rácter f í s i c o de la conjunción 'c fecha de su m u erte en 1885, unas de la m a teria y el esp íritu en u n a u n i­ 'ín eas que pueden se r leid as: dad en erg ética y dinám ica que puede ser p ercibida plásticam ente. “ Cuando a los titulo»; nobiliarios no fe unen cualidades personales, que se­ E n su intención subjetiva, mi p in tu ­ pan m an ten er su b rillan tez, ni el inge­ (Viene de la pág. 9) ra in te n ta , sobre todo, d estru ir las ap a­ nio más agudo vale p a ra sustituí;- a riencias estáticas de los elem entos del zos de U lloa” , en donde la húm eda G a­ m undo visual, ya, sea inculcando d irec­ aquellas cualidades". licia —tie rra n atal de la Condesa— se tam en te a las form as un a especie de p in ta así: baile en el atrio lleno ten d en cia in tern a al m ovim iento, o bien de luz, el tem plo sem brado de hinojo y em plazándolas den tro de un ritm o d i­ espadañas que m agullaron los pisoto­ nám ico que las h ag a g ira r v ertig in o sa­ nes, alum brado m ás que por los cirios m ente, no sobre su propio eje, sino por el sol qu e p u e rta y ventanas d e ja ­ como los astro s y las galaxias, d en tro ban e n tra r a to rre n te s, los curas ja d e a n ­ de un constante desplazam iento hac a tes pero satisfechos y habladores, el rum bos desconocidos. santo ta n cu rru ca to y lindo, m uy ri­ E n lo que a la p a rte técn ica se r e ­ sueño en sus andas, con u na p iern a cari en el aire p a ra em pezar un minue- fiere, tengo puestas to d a mi am bición to y la cándida palomina p ronta a ab rir en la p in tu ra m ural como medio más las alas, todo e ra alegre, te rren a l, n ad a adecuado, por. sus dim ensiones x n a tu ­ inspiraba la au g u sta melancolía que sue­ rale za física, p ara ex p resar mi p en sa­ le im p erar en las cerem onias religiosas” . m iento. E n el m ural que estoy rea liza n ­ De este p aisaje in te rio r escápanse v a ­ do en C uem avaca (5.00x28.00 m ts .) harad as del fino hum orism o que parece espero rea liza r un prim er in te n to en consustancial con todas las p lu m a s g a­ g ran escala de este concepto dinám icoen el asu n to g eneral que titu lo “ E s­ llegas. p añ a b acía A m érica” considero la eta Revista literaria Y m uere la buena am 'g a de Galuós p a h istó rica a que me re fie ro , m as queRegistrado como artículo de se­ la atre v id a y b atallad o ra dam a, siguien­ como u n a sum a o sucesión de p erso n a­ el vuelo del canario al más allá, a jes y anécdotas, como un im p u ls o d i­ gunda clase en la Administración do un a¡ño de d istan cia d etrá s de el cread o r n á m ic o del tiem po en el que las p e r l i ­ de Correos de México, D. F_, el de “ F o rtu n a ta y Ja c in ta ” : en 1921. P u ­ nas y los hechos mismos no- son m ás 7 de Noviembre de 1946 do to d av ía v er la Condesa, con un ric ­ que la expresión episódica del m ovi­ tu s de a m a rg u ra en el rostro, cómo al m iento general, considerado como pro­ Redacción y Administración en tierro del a u to r de “ Los Episodios tagonista. Mi em peño fu n d am en tal en N acio n a'es” —¡y en la capital de E s­ esta obra, es el que e:e impulso de E s­ Av. Yucatán 34-A p aña!— asistía m enos gente que al del p añ a h acia A m érica considerado en si Editores. to rero Jo ;elito . Si alza a la cabeza y mismo, sea tan visible como elementoleyese ias novelas escritas por las n u e­ ab stra cto prim ordial, en su calidad de Manuel Andújar, losé Ramón vas generaciones, quizás dijese: “P a ra m ovim iento, como los mismos elemento., Arana y José Puche Planas. esto no v alia la p en a de que m e hubie- concretos que anim an a la composiciónséis olvidado tan p ro n to ” . desde el p unto de v ista representativo* Despertar de Luis Cernuda A YU D E M I S P R E C E P T O R E S (V iene de la pág. 3) y veíase de vez en cuando un solita­ rio que se apartaba hacia los linderos del monte, buscando en la pulsación de los astros las resonancias infinitas de su fiebre mo tal. Cuando alguien pi­ dió, de improviso, que nuestro labra­ dor cantara; lo pedían como si la co­ marca supiera de antemano lo que pa­ ra mi había sido una fascinante sos­ pecha. El, durante la danza, se man­ tuvo en su actitud habitual, sentado, silencioso, como participante en un ofi­ cio y con su traje negro, por tanto, de las fiestas; al llegarle la petición de los concurrentes, movió la cabeza como denegando y con una confusión de acorralado; su mujer, de pie junto a él, dióle una palmada en el hombro, cual si le alentara; entonces mi ma­ dre, tomando por sí misma un vaso de aguardiente y ofreciéndoselo, le re­ novó la súplica; él, sin levantarse, lo bebió de un trago, sintiéndose venci­ do mie.-t as las gentes celebraban con risas el -trance tan gentil y a un gesto suyo, a poco, la mujer le trajo su gui­ tarra. Vi qómo lá ajustaba a su re­ gazo, templando las cuerdas', su mano diestra, que habla visto yo tantas ve­ ces arrancando la maleza de los sem­ bradíos o esgrimiendo el azadón, pul­ só unos arpegios, con la cabeza la­ deada, mirándose la guitarra entre su i brazos; murmuró a media voz: "Por la Señora y con su dispensa”, y como enfurruñándose de pronto, dió suelta a su canción- Le daba suelta, es ver­ dad, eso queria, aunque la canción penaba por salir y el hombre, coma ar uñándola y haciéndose daño, aca­ baba por desprenderla, gota a gota, de su encarnizamiento. El efecto no era el del resplandor medular cjue ciertas emociones sublimes nos transmiten, era más bien como de encogimiento de en­ trañas y su foco de acción parecía asenta se en la boca del estómago. Era una voz de arranque prisionero, lla­ gada de querer y de arrancarse ras­ guños de hermosura y en su acento si desmayaba un negro aire viril; las pa­ labras apenas podían entenderse en el claroscuro con que nacían a la noche, aunque ciertas expresiones recogidas al azar, como cárcel, paloma, ojos y “sangre de Cristo” se ceñían bien co­ mo letra al espíritu de nuestro estre­ mecimiento. Escuchaba yo aquella con­ fesión estentórea entre las rodillas de mi padre, asomado a sus brazos cru­ zados como a un balcón, semejante a un animalillo al que sorprende la vi da y muerte en manos de los hom­ bres; en círculo de sirvientas, mi ma­ dre, en su mecedora, se abanicaba y miraba yo las áridas montañas y el fulgor estelar de la existencia y era como una vida plena que a poco fuera a extinguirse. Años habían de pasar antes de que pudiera registrarlo con estas palabras. Y asi, cuando minutos después, el bullicio reinaba de nuevo en aquella extraña asamblea y escan­ ciadores, danzantes y troveros, com­ ponían un cuadro festivo y gracioso, en el queJg vitalidad y la despreocu­ pación prestaba su zozobrante arrojo a la ligereza, se comprendía bien, n i sin cierto zarpazo cordial, que lodo aquello sucedía en la presencia cega­ dora de la muerte, que todo aquel jú­ bilo profundo se esparcía con aquella efusión porque todo había de morir, que aquellos tres saltarines y aque­ llos contoneos y aquellos labios hú­ medos y la locuacidad y fragancia de los decires y aquel entrelazarse de hombres y mujeres en tan patético frenesí y viveza de los ojos y olvido de las conveniencias, amos y criados en la luz de un repentino rapto y ta­ ñer y brindar, y bailar y besar, vivían su ardor por la revelación aterradora y que del zumo de aquella voz de la muerte viva que todos habíamos escu­ chado, medio lívidos, como el que se asoma a una prohibida verdad, ex­ traeríamos eternamente los españoles el desgarro y las virtudes de nuestra convivencia. A LAS E SP A Ñ A S El Pintor y la Obra EMILIA PARDO BA/AN LAS ESPAÑ AS En/aONU Sigue el Dr. Giral pidiendo justi­ cia para España■La pide a media voz, opacamente, sin este gesto, tan espa­ ñol, que los mercaderes llanum alti­ vo y que nace de la desesperación y el asco producido al mirar la fullería y la trampa, la rapiña y la violencia sobre la razón y el derecho. El Dr. Giral arrancará algún dio otra condenación para el franquismo. Será más o menos explícita, más o menos unánime, pero los mercaderes seguirán negociando con el hombre­ cillo “traidor a su traición misma”, que dicen aborrecer. El Dr. Giral habrá de retirarse en­ tonces a sus “cuarteles de invierno podrá dormir su sueño de hombre honrado en espera de otra Asamblea GRABADO DEL SIGLO X I X donde llevar su media voz, esa borro­ sa miniatura de la voz tremenda, amarga, desesperada de su puebloE l Dr. Giral, recuerda aquella som­ (V iqne de la pág. 9) mín, el rom ance de la m ilenar.a Danza bra melancólica del Negus de Abisinia, P rim a; perdida en los salones de Ginebra, localistas, casi siem p .e inofensivos. barrada en el destierro por la sordera Oviedo y Gijón, C andás y Luanco, Prar ¡Ay! un g alán d esta villa universal que llevó al mundo a ¡a ma­ v ia y Piloña... Así, como un ejemplo, iA y! un gaian d esta casa tanza y la miseria. dicen los de L uanco: ¡Ay! de lejos que venia, España recobrará su libertad, la ga­ ¡A y! de lejo s qu e llegaba. nará de nuevo a golpes de sangre, “ De Candás, el C risto y no más, — ¡A y! diga lo que él quería, y cada español, repetirá incansable­ y si me ap u ran un poco, ¡A y! «liga lo que él buscaba mente, por generaciones y generacio­ ¡n i el Cristo tam poco!” — ¡A y! busco a la blanca niña, nes la historia de estos días. “Erase ¡Ay! busco a la nim b la n c a .. una vez una pandilla de desalmados P ero todo ello no llega al rio, porque mercaderes”..■nadie es m ás que nadie, pues con la E sta es A stu rias, mi A sturias, llam a­ E spaña e n excepción de la ciudad y capital, que no presum e de serio, y de Gijón, que tien e categ o ria de ciudad, ted as la$ condensaciones urb an as, presididas por la de Avilés, son villas y poseen c a ­ racterísticas que las sem ejan mucho, so b re todo las llam adas P olas: de Siero. de Somiedo, de L av.ana, de A llende. No h ay gentes más optim istas en el m undo, m ás dispuestas a la risa q u e los polesos d e esas antiguas P ueblas, cuya historia reg istra n am arillos C artafu ey o s, casi to d o s perdidos felizm ente. E n tr e esas de­ liciosas villas astu ria n a s h a de desta­ ca rse —perdonen las dem ás— la Pola d e Siero, cuyos polesos conservan m e­ j o r que nadie la tradición de !as rom e­ rías y can tan con la voz m ás entona­ da, en aquel frondoso castañedo del Car­ da por su belleea n a tu ra l la Suiza es­ pañola: u n a p om arada, un hórreo so­ bre los c u a tro pegollos, unas vacas ru ­ bias en un prado m uy verde, que lim ita un reg ato sa lta rín . Al fondo del pai­ L a UNESCO, decidió no invi­ saje una a lta m ontaña. Una menina que viene de la fu en te , la bru ñ id a h errad a tar al Gobierno legítimo de España en la cabeza, y ab re la portilla de la c colaborar en sus tareas. Francia, quintana. E n el aire u n a canción. Checoeslovaquia y Polonia defendie­ En la U .N .E .S .C .O . ron el derecho del pueblo español. Lo defendieron ardientemente, como vierte haciéndolo México, como lo hace la U- R. S. S., como han empe­ zado a hacerlo los ¡pueblos dueños de. su destino. Sin embargo, España no fué ad­ mitida. España tiene algo que decir, algo que puede resonar en la conciencia de los hombres como cosa nueva, recien descubierta, y que no es sino su viejo sentido de la inda, su en­ trañable sentido de hombre y de la dignidad; su preocupación de ser, “ Ni habitaciones n i pueblos, ¿dónde no de estar, por —y no en— la li­ está la E sp a ñ a ? ” bertad y la justicia. El mismo, socavado por la ram plone España tiene algo que decir, pero ria que le exaspera, ve con in fin ita de­ la muerte gusta del silencio. Mariano José de Larra ■vfViene de la página GRABADO DEL SIGLO X I X e l R ecu erd o 3) tic o a cualquier bro te p rogresista aún colea. P o r reflejo in e rte , los sectores d e au tén tica índole p o p u la r se distan­ ciaro n de n u estra vigorosa tradición, no e x tra je ro n — con b astan te ím petu, con suficiente tenacidad— su enseñanza reivindicadora e igualitaria. Y en ese cebo siguen picando los peces. E n este orden de cosas, el pecado de L a rra fu é el de s u tiempo. E l p anoram a con que él se topó era en erv an te, desolador. Im aginém onos— en función de síntom as y espurgado lo p in ­ toresco— que por 1833 h a b ía en M adrid S16 tab ernas y buen núm ero de cafés, que las calles de la C orte constituían u n m apa de lodazales, con legiones de m endigos harapientos, q u e bullía en ellas el ritm o m ular de la h a ra g a n e ría buro­ c rá tic a , que la gente se bañaba de ta r ­ d e en tard e, por el v e ra n o ; que los t r i ­ bunos y bullangueros de los clubes, en la rotación de los co rto s triu n fo s dem o­ cráticos, se desfogaban con discursos y proclam as de u n declam atorio subido y feste jo s de b arriad a , sin to c ar en un ápice la concha feu d a l del país. Es una •“‘sociedad de ociosos y parlanchines” , ■en que se derrocha el ingenio y escasea l a substancia. Si acaso, tím ido suceso ■discordante en el p ára m o , fu n d a doña M aría C ristina el C onservatorio de M ú­ sica. Reina n u estra se ñ o ra la g á rru la •tertu lia; la clase m edia, sin entronque ■con 1a evolución económ ica que por d oquier la propiciaba, se pega como una lapa al beaterío, al T rono y a las ofi■ciñas. L arra se asom a, en u n a ráp id a pero ju g o sa excursión, al in te rio r de E spaña, sin re c o rre r la p e rife ria , y vuelve al redil m ás agrio y crítico , más severo, :más virilm ente pesaroso. cepción la inan id ad d e su escapatoria a la actividad pública, la grotesca impo­ tencia de su a c ta de diputado por Avila, su inep titu d p a ra esos m enesteres. Y el “ afran c esa d o ” , el ‘ periodist 11a”, se en red a, quizás sólo por un im­ pulso desesperado, p o r ejem p lar intuicón, en un choque desigual, a is la d o , con la com inería que le rodea. Es un ce m enterio el p a ra je donde sus reflexio­ nes alzan el vuelo caudal, con sabor y p rofundidad q ue nos parecen de hoy, porque ese “ D ía de D ifuntos’ no h a des aparecido. F ígaro entien d e, y lo p ru eb a saltán ­ dose la ta p a de los sesos, “ que la lite­ ra tu ra es y se rá siem pre no u n a causa, sino un e fe c to ” . Su d e rro ta fu é el anun­ co inequívoco de los posteriores rev e­ ses. H e aq u í el m otivo — n ad a pesim is­ ta, m ás bien riguroso— de evocarlo ahora, al cruzarn o s con las sa rta s de ca­ dáveres que deam bulan con ínfulas de seres. P a ra L a rra el único tem a con v arian ­ tes — el de su pasión, el de su ilusión— era E spaña y su destino preso. Lo f o r ­ muló con le n g u aje ca t zo y propio, en­ ju to , c o rta n te y sincero. E s el antípo­ da del esc rito r m ercenario, habilidosi11o. Y su acusación p erd u ra, que an d a­ mos a trom picones p o r los dislates que a él lo em ponzoñaron De aquel suici­ dio suyo, ¿quién es el más culpable? Eugenio N oel p lan teab a la conclusión c e rte ra : “ Un hom bre puede m atarse. La so­ ciedad no debe p erm itir que ese hom­ bre se m a te ; m ás aú n , no debe ofrecer a ese hom bre ocasiones p ara que se m a­ te bajo n in g ú n p re te x to ”. En Puerto Rico El Parlamento —o Asamblea— de Puerto Rico, votó que el idioma es­ pañol fuese el idioma oficial de su Patria- El Sr. Gobernador puso el veto. E l Parlamento —o Asamblea— volvió a votar que el idioma español fuese el idioma oficial de su Patria, y Mr. 1 ruinan ha puesto el velo. Los portorriqueños están en su casa, pero tienen un concepto romántico de la vida. Se han indigestado de li­ teratura, de aquella literatura deci­ monónica que empieza en “H E R N A N I” y acaba en la “Carta del Atlán­ tico”. Mr. Truman tiene un sentido más real de las cosas. Sabe, que el ver­ dadero idioma oficial en el mundo nada tiene que ver con la garganta humana. Sale de otras gargantas que se fabrican con torrentes de o o y que tienen un vigoroso retumbar de acero. ★ En México En México sigue sonando la voz de Juárez “el impasible” ; el impa­ sible apasionado que era. N o estaria e más que su famosa frase fuese gravada sobre las puertas de ¡a ON. U. “E L R E SP E T O A L D E R E ­ CH O A JE N O E S LA P A Z ”. ""V- H H 1 fgm E n el balance de las actividades de la em igrac¡ón republicana pesos, enviados in m ed iatam en te a los periodistas y escrito res refugiados en F ra n c ia ; su p articip ació n on las F erias del Libro m exicanas, con un pabellón que fu é la única p resencia colectiva de ¡os desterrados, la única representación de E spaña, p resen cia y representación sólo in terru m p id a en la que fu é cele­ b rad a e6te año, cuando, a petici»*n del Gobierno de la R epública, que organizó el Pabellón de E spaña, la A grupación prescindió del suyo. H a organizado, tam bién, veladas n e­ crológicas en h o n o r de A ntonio Zozaya, R oberto Castrovido y E n riq u e Diez Ca­ néete, escritores republicanos de imbo­ rra b le m em oria, qu e ag ru p a ro n en el Palacio de las Bellas A rtes a las m ás ilustres fig u ras de la intelectualidad m e­ xicana. Es de rec o rd a r, el b anquete ofrecido en el C en tro Vasco por los ele­ m entos progresivos del periodism o me­ xicano a sus com pañeros desterrados, en el que fu é e n tre g a d a a su P residen­ te, - -A rturo M orí— u n a b an d era t r i­ color española. Al cabo de tre s años die diarios m en­ sajes, la emisión “ L a Voz de E sp añ a” , portavoz radiofónico en XEFO. Radio N acional, de la A grupación, se ha con­ vertido en fu e n te in fo rm ativ a, en pa­ la b ra o rien tad o ra p ara los em igrados. P o r sus noticias del m om ento, el sereno optim ismo que la in sp ira y, sin g u lar­ m ente, por su in fatig ab le cam paña u n i­ ta ria , significa u n a lab o r p atrió tica de los periodistas republicanos españoles. A estas realizaciones, que en sí tie­ nen y a su elocuencia, la A grupación h a sumado un b o letín quincenal —“ Plo­ ra de E spaña”— que se envía g ra tu :tam ente, rep artién d o se tam bién en c a ­ fés y establecim ientos populares fre ­ cuentados p o r em igrados. Adm irable ta re a , m odesta y ab n eg a­ da, de hom bres q u e dedican a la e n ti­ dad sus contadas horas libres, lo m ejo r de sus esperanzas A rtu ro M orí, Em ilio Criado Rome­ ro, A lvaro P ascual Leone, “ M agda Do­ n ato ” , Luis S u árez, A bel V elilla y L iberto C alleja fo rm an la J u n ta D i­ rectiv a de la A grupación de P eriodis­ ta s v E scrito res E spañoles en el E x i­ lio. la única fo rm ació n política de la em igración en Me x k o que abarca todos los m atices del a n tifra n q u is­ mo, que en E sp a­ ñ a c o n tin u ará !a m ism a a lta f u n ­ ción, fra te rn a l y u n ita ria , resp al­ d ad a por una o b ra en el des­ tie rro que es o r­ gullo de la emigyaición españo­ la, y que p o o ? h an igualado j E. Criado Romero nadie h a conse­ guido su p erar. en México, ocup a lu g a r sobresa­ na liente la “ AGRUW — PACI ON PRJ F E S IO N A L DE ESC RI T U R E S ¡R -Y PERIODIST A S ESPAÑOL ES EN EL ' ■ E X IL IO ” . C u atro años de funcionam ie n t o Arturo Morí ejem p lar y una línea de conducta llena de esfuerzos y de ferv o r por E spaña, le han con­ quistado el firm e prestigio, la autoridal m oral que en tre nosotros d isfru ta. E n tre los escritores y periodistas es­ pañoles acogidos a la g enerosa hospita lidad de México, había ur. fu e rte deseo de unidad, un proposite firm e de j u n ­ ta rse por encim a de las d iferen cias ap a­ ren te s que han dividido las fu erza s do la dem ocracia española, y. a iniciativa de un grupo llenó de dinam ism o, en el cual se co ntaba n u estro querido amigo R afael T orres E n d rin a, — fallecido re eientem ente—, fu é fu n d ad a esta en ti­ dad, verdadero ejem plo, modelo adm i­ rab le de convivencia y de trab a jo . El prim er P residente y el p rim er se­ cretario , reelegidos cu a tro veces conse­ cutivas, y que fig u ra n aú n al fre n te de la A grupación, fu eron, respectivam ente, A rtu ro M on y Emilio Criado Romero, dos. fig u ras que en tro n can con la m ejor tradición de n u estro periodism o, dedi­ cado a d efen d er la causa de la lib ertad y a com batir las tira n ía s que h an ido sucediéndcse en E spaña. P o r las ju n ta s directivas, nom bradas siem pre de m anera dem ocrática, des­ fila ro n luchadores de la plum a de to ­ das las tendencias; p orque las norm as de la A grupación, no sólo p erm iten , si­ no exigen, que fo rm en p a rte de la m is­ m a periodistas y escrito res de todas las tendencias políticas y sindicales adictas a la República Solidaridad, p ro p ag an d a republicana, cultivo de las buenas relaciones con Iosperiodistas avanzados de México, hom e­ n a je a destacados m iem bros de la A g ru ­ pación m uertos en el d estierro , he aquí algunas de las actividades de la entidad, preocupada en todo m om ento p o r los problem as de E spaña, a te n ta al latido de nuestro pueblo La A grupación pensionó, ¿turante seis "meses, a v ein titan to s asociados, acudi»* a cuantas necesidades u rg en te s se p ro ­ d u je ro n on su seno, y extendió su a y u ­ da a com pañeros no afiliados, en de­ m ostración p ráctica del am plio espíritu que la anim a. “L A S E8Pde A Üsus A 8’’d irig no en setesdebe L a actividad h a asi ninguna capilla literaria, ni está obli­ do gada incansable. Citem os ejem plo,que la componen la em igración política espa­ con ninguno decomo los sectores fieñola. sta celebrada en el literaria T eo tro Hidalgo, Es una revista absolutam ente independiente, que aspira a ser en la que recau d aro n varios miles do un instrum ento m ás en la reconquista y reconstrucción de España, en la difusión de nuestra cultura, en el conocimiento y exaltación de nuestros valores. Todo los pueblos de España, todas las Españas, son para nosotros igual­ m ente entrañables. Consideremos voz tan española la de Maragall o la de Rosalía de Castro, la de M iguel de Elzo o Domingo de A guirre, como la de Fernando Villalón, la de Federico la de Galdós o la de A ntonio Machado. Y si en esta integración ideal de España incluim os a Portugal, es, considerándolo, sin so m b ra .d e intención im perialista, uno de los más ricos matices del genio español, o ibérico. Ediciones Peuser LOS ROM ANOV Autócratas de todas las Rusias. por L A S E S E - A Ñ A S WLLLIAM GERHARDI está en venta en las siguientes librerías de México, D. F : Nos presenta, W. G'erliardi, en Los Romanov, una ga ler.a de estadistas, improvisados en ocasiones, pintores­ cos en algunas, geniales o terribles, en otras, pues que tocaron los extremos de imbecilidad y los de la demencia sanguinaria. Con sólo los traeos esenciales, logra revivir, no única­ mente a esa sugestiva dinastía rusa¡ sino el cuadro de la Europa contemporánea de aquélla. PEREZ GALDOS (Kiosko Alameda Central, esquina Hidalgo) O IR A S P E R S O N A L ID A D E S Q U E H E C O N O C ID O GARCIA PURON (Palma 2'2-B, entre Madero y 5 de Mayo) LIBRERIA DE CRISTAL —De Bergson a Mark Twain .. de Clemenceau a Mussolini— 1900 - 1943. (Alameda Central) LIBRERIA "MADRID" POR (Artículo 123, cerca de San luán de Letrán) “Otras Personalidades que he Conocido”, es una intere­ sante galería de celebridades famosas todas, dignas de admiración y cariño unas, de penosas evocaciones otras, pero todas admirables y que vistas a través de la pluma del magnífico escritor galo, constituirán una fuente va­ liosa para el estudio intelectual, psicológico e histórico de la descomposición del mundo actual. GEORGES M3CHEL Además, en: LA ROSA NEGRA LIBRERIA "COSMOS" (Aduana 208 Sur) Tampico, Tamps. POR LIBRERIA "CERVANTES" THOMAS B COSTAIN (Zamora 52 y 54) Esta interesante novela histórica, se de.arrolla en la Inglaterra posterior a Las Cruzadas hasta el Oriente de Kublai Khan. Es la historia de un joven noble inglés que se abre camino hasta el centro mismo del fabuloso imperio -mogol y vuelve a su patria, donde se le advierte truc deberá elegir entre una heredera ingle-a y una muchacha oriental. Veracruz, Ver. LIBRERIA "SENECA" (Huérfanos 836) FU EG O D E JU V E N T U D Santiago de Chile POR ENID BAGNOLD EL ESPLENDOR DE ROMA POR EDITH HAMILTON 1 “ MICR0CINE CELESTIAL” en el que se proyecta el libro de la tierra. POR Libro cuya adaptación cinematográfica ñ? interpretada por Mikey Rooney en el personaje de Velvet, joven que ama lo's caballos, a los que sabe conducir con singular destreza y cifra en ellos sus ilusiones infantiles en que ya despunta la adolescencia. El peón de su padre que conoce el ambiente del “t u r f alienta tácitamente el pro­ pósito de Velvet: intervenir en la: carreras más impor­ tantes del país con su “Tobiano”. Todo lo cual permite vaticinar un seguro éxito de librería. La autora nos lleva tras las bambalinas del majestuoso drama de la historia, salvando sin esfuerzo el abismo, ni ancho ni profundo, que .'c abre entre el mundo nues­ tro tan vertiginoso y cambiable, y el pasado romano de 200 años antes de Jesucristo. Acerca de este libro de Lola Pita Martínez, fruto sin duda el más sazonado de su labor literaria, cabe repetir lo que ya dijera alguien que ha sabido interpretarlo con justeza: “Notable poder de síntesis; plumazos hu­ morístico.; que aclaran de un golpe toda una época. Vi­ sión origina!:simu del largo drama humano”. LOLA PITA MARTINEZ LOS MELENDY DE SEATTLE POR EDNA FERBER Es ésta una de las novelas de Edna Ferber, en la que con más nitidez se advierte la sutil agudeza de la crítica, la viveza pictórica de la descripción y, sobre todo, la presentación sinceramente humana y suavemente ideali­ zada de los personajes El escenario es Scattlc, el puerto más septentrional de los Estados Unidos sobre la costa del Pacifico, punto de convergencia y puerto de salida hacia los campos de oro del Klándikc. > OSCURO FLUYE EL RIO POR JOHN MACDONALD CURSO D E EC O N O M IA P O L IT IC A Y S O C IA L POR LUIS ROQUE GONDRA En “Oscuro fluye el Río”, John Macdonald, muestra el curso de tres vidas, el curso íntimo, que enraiza en lo subconsciente y aflora al exterior en violencias de pasio­ nes encontradas. Es el drama de estas vidas enlazadas, es la tragedia inexplicable que provoca el confuso y oscuro fluir del rio de la- vida. Este curso, síntesis de las lecciones profesadas por el autor de la Facultad de Ciencias Económicas de Buenos Aires, desde 1921, es una obra enteramente nueva por su contenido y su forma. Comprende, además, temas fun­ damentales, apenas esbozados en trabajos anteriores, co­ mo la “Convidsión totalitaria”, materia de su tercera parte. D I S T R I B U I D O R E S EXCLUSIVOS: ALMENDROS Y VILA EDITORES, S. A, Amazonas No. 7 México, D. F. Tel. Eric. 11-20-31 EDITORIAL CENTAURO, S. Tel Eric. 1 2-27-11 A. I. la Católica 24-307 COLECCION N O V E L A S Y CUENTOS TRES NOVELAS ASTURIANAS. — Por Luis Santullano. Precio: 7 pesos M. Mex. CUENTOS DE LA VIEJA ESPAÑA—Se­ lección y prólogo de Juafi José Domenchina. Antología formada con los mejo­ res cuentos del Infante don Juan Manuel, el Archipreste de Talavera, Pero Mexía, Juan Timoneda, Cervantes, Quevedo, Vé­ lez de Guevara, Tirso de Mo ina, Fernán Caballero, Estébanez Calderón, Fígaro, Valera, Echegaray, Alarcón, Trueba, Pe­ reda, Bécquer, Galdós, Pardo Bazán, C’arín, Picón, Palacio Valdés, Ortega Mu­ nida, Trigo, Zozaya, Blasco Ibañez y Ro­ dríguez Marín. 500 Págs. i 5x22 V Forro de caple a dos tintas. Cubreforro de couché a cuatro tintas. Precio: 12 pesos M. Mex. TRADICIONES Y LEYENDAS ESPAÑO­ LAS.—Selección y prólogo de Juan José Domenchina. En esto vo umen se recogen las más bellas tradiciones, leyendas y creaciones populares de carácter nacio­ nal y provincial. 500 páginas ' 15x22V Forro de caple. Cubreforro a cuatro tin­ tas. Precio' 12 pesos M. Mex. ONCE CUENTOS CORTOS, por Ro­ dolfo Ncrvarrete. Prólogo de A. Mediz Bolio.—Bellos relatos en que se muestra la gran iniciativa creadora y el estilo hu­ mano y sencillo de este escritor mexica- M éxico, D. F. Tel. Mex. J-0 0 -8 9 no. Carátula a tres tintas. Precio: 3 peses M. Mex. CUENTOS DE LA VIEJA RUSIA, Prólo­ go de Benjamín Jarnés.—Puchkin con sus maravillas y sus sorpresas líricas; Tolstoi con su evangelio siempre abierto; Chejov con sus irónicas sonrisas; Gorki con sus paisajes interiores y exteriores de so­ bria expresión; Gogol, Turgeniev, Korolenko, Andreiev, Kuprin, Zurov, Averchenkc, etc. 456 Págs. 15x2214_ Forro de caple. Cubreforro de couché a cuatro tintas. Precio. 10 pesos M. Mex. INDOMABLES.—Los mejores relatos del frente ruso-alemán y de la lucha de gue­ rrillas en la retaguardia alemana. Entre los autores figuran Eheranburg, Tolstoi, Gorbatov, Gladkov, Ivanov, Sholojov, Tikjonov, Wanda Wasi’ewska, y otros igual­ mente notables. 14x2114. Forro a tres tin­ tas. Precio: 7.50 M. Mex. ★ YA ESTA A LA VENTA M A R A V I L L A S D E L U N I V E R S O LA OBRA MAS BELIAM EM TE ILUSTRADA DE CUANTAS SE HAN PUBLICADO EN SU GENERO 3 Volúmenes, 1200 páginas, 2000 ilustraciones y gran número de láminas a todo color Maravillas de la Vida Animal UN A L A R D E LAS ARTES GRAFI CAS 1% Volúmenes con 1883 páginas, 2000 ilustraciones en negro y con 32 magníficos grabados en vita color y una lámina desmontable, el arco iris viviente del color animal " L L A N U R A " (Novela) P o r Manuel Andújar ★ EDITORIAL LABOR, S. A. ARGENTINA DISTRIBUIDORES APARECERA PRONTO: • ' E L F I N ' (Cuentos) Por Ana Seghers EXCLUSIVOS: ALMENDROS Y V1LA, EDITORES, S. A. AMAZONAS NO. MEXICO, D. F. 7 T EL. E R I C . 1 1 - 2 0 - 3 1 --------------- i---------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------- \ EL ENIGMA DE TflSIRTA (V iene de la pág. 6) chim ar su pago, cosa que le ex trañ ab a, pues siem pre h ab ía sido pun tu al a su deuda. Los libros fu e ro n desapareciendo. E l cajón difícilm ente se llenaba de obras. Y con ellas b ajo el brazo, fu é de edi­ to ria l en editorial, de rev ista en revista, de periódico en periódico... H acía m uchos días que se le escapó el pan. ¡ Qué malo es comease la plum a! LIBRERIA ESPAÑOLA PEREZ GALDOS « Un día, Don R afael no volvió. ¿M urió? ¿O btuvo éxito? ¿Se m archó a o tras tie rra s? No sabemos. Pero el cajó n de sus obras inéditas, casi con la m ayoría, fu ero n quem adas p ara c a le n ta r el baño del po rtero , que al lim piarse el cuerpo, leía a U nam uno. £ ¿ ttc m iÁ 'ie d t . . . (V iene d e la pág. 6) al m uchacho. T iene su ojo clavado en un individuo vestido de negro que ha llegado a espaldas del pequeño rebelde. —¿Con que sí, eh? ¡M agnífico! P ero no, esto se acabó. Si sus padres no p u e­ den ocuparse de usted por im pedírselo ‘•los deberes sociales” , que co n traten a un lacero. Yo y a estoy h arto de ta n ta inconveniencia... ¡Pues no fa lta ria más! Se lo lleva a em pujones. — ¡Y o quiero el p atito rojo! El hom bre de los muñqcos extiende su m anaza. —¡ Señor, señor, esp e re ! H an subido a un coche negro y el m otor se pone en m archa. — ¡A g u ard e! ¡Tenga!... P ero sólo le oye el m uchachito de los cabellos rubios, que lo m ira lloroso con sus ojos de au ro ra... Y así se qu ed a el hom bre de los muñecos. M irando hacia lo lejos con su único ojo, con el brazo extendido como un m endigo, y m ostrando en su palm a un p atito ro jo de cartón... N adie sabe qu é dice, au n q u e m ueve los labios, p o r­ que el fra g o r de las bocinas ahoga sus palabras. México, D. F. 1946. Ofrece el más amplio surlido en libros de CUENTOS P A R A N I Ñ O S y las mejores ediciones de libros p a r a R E G A L O S DE N A V I D A D a precios reducidos. En la “LIB R E R IA E S P A Ñ O L A PEREZ C A L D O S ” encontrará Ud. las últimas nove­ dades editoriales de España, México y A rgen­ tina. * CONSULTE NUESTROS PRECIOS * A insko de la Alameda Centra!, esqui­ na Hidalgo, f. ente a las Pérgolas EL PINTOR Y LA OBRA POR JOSE R E N A U siderar, por com odidad in telectu al, que en la lucha del a rtis ta por c ristaliza r sus propósitos to d a fru stra ció n o inconse­ en to d a su significación e intensidad, es cuencia de estos, to d a la p a rte de su necesario situ ar paralelam ente en u n a impulso subjetivo que h a quedado in­ ; ucesión cronológica y dinám ica, de un transitiv a, no posea valor alguno. No se lado, el pensam iento subjetivo, los p ro ­ preten d e con esto, recordando aquella pósitos y hasta, las peripecias m ism as de angustiosa in coniorm idad de Miguel la vida del a rtista , y del otro las obras realizadas, consideradas como la co n ­ creción m aterial de cada u n a de las e tap a s de» m ovim iento constante e in­ divisible de aquel proceso íntim o, en re ­ lación con un m edio-am biente determ i­ nado. E l que este movim iento dual de los propósitos y de las realizaciones, pueda se r paralelo, convergente o d ivergente; el q u e las analogías o contradicciones p uedan m ostrarnos la relación e n tre el a r tis ta y su obra como un proceso r a ­ cional y consecuente o como ilógico e intuitivo, son hechos de in te rés capital que pueden expresar un orden de se­ cuencias insospechadas en el goce y en la apreciación de la obra del a rte , m ás am plio y profundo, más coherente con el acen to hum ano de ese m ovim iento de afirm ació n y negación que constituye el fondo espiritual más im presionante de la actividad creadora. P a r a todas aquellas gentes que con­ sideran que la p in tu ra significa algo más que un goce sensual, la b iografía del p in to r no puede re p re se n ta r u n a sim ple cuestión de erudición, como un v alor al m argen, sino un elem ento-clave ta n im p o rta n te y significativo como su Angel, que lo más significativo en el obra. Se ha hablado mucho, por una artista, sea aquella proyección espiritual p a rte , de la significación suprem a de los que sobrepasando sus posibilidades téc valores plásticos de relación den tro de nicas o temporales nunca llega a ser los m árgenes del cuadro mismo consi­ expresada en su obra. Así pues, el posible conocim iento de d erad o aisladam ente, como un m undo absoluto. P o r o tra p arte se considera la este impulso subjetivo del a rtista , pu e­ o b ra de a rte como el producto de una de y debe tra n sfo rm a r la n a tu ra le z a es­ serie de facto res, de c a rácter económ i­ tá tic a del clásico círculo de n u estro co­ co-social, en ta l o cual circunstancia nocim iento actual en u n a espiral cuyo histórica. E n am bos casos, de noto ria movimiento ascendente nos p e rm ita al­ u n ila te ra lid a d , queda elim inado el a rtis­ can zar espacios cad a vez m ás h u m an i­ ta de la contienda crítica considerado zados en el entendim iento de los hechos del arte. com o un m eteoro sin voluntad propia. •Es indudable que de m uchos p.nto D ebieran decidirse los p in to res a rom ­ res, sobre todo de las épocas antiguas, p er el círculo convencional que envuel­ carecem os de noticias biográficas, pero ve sus vidas, diciendo lo qu e piensan cuando se poseen se les da u n valor se­ y lo que buscan, m ás bien que lo que cu n d a rio de anécdota pintoresca. Cual­ les convenga decir de ca ra a la galería. q u ie r tra ta d ista o critico, se cree en S ería saludable el que losi propios c re a ­ posesión del secreto de las fu en tes cre a­ dores com enzaran a h ab lar de sus cui­ d o ras del a rtista , prescindiendo fre cu e n ­ tas, de sus dificultades y de sus mismas te m e n te de las propias opiniones de obras, anim ados p o r el propósito de c re ar una base de conocim iento mas éste y aun de los hechos de su vida. L a obra de a rte debe ser considerada, viva, hum ana y real p a ra la crítica y como la expresión últim a de los im pul­ p ara la apreciación del público. sos del artista. Pero sería ta n absurdo E n consecuencia, sin m odestia ni va­ n e g a r la posibilidad de lo im pondera­ lid a d y movido p o r un n a tu ra l im pulso ble al establecer una lógica a ra ja ta b la do acuerdo con mis convicciones a este en este movim iento que va desde el pro ­ respecto, comienzo a escrib ir sobre mis pósito hasta la realización, como el con­ propias idea.-, y propósitos, s.n tem er ARA alcan zar un estado de cons­ P ciencia susceptible de in tu ir la g ran d e za hum ana de una obra de a rte alguno a la desproporción, contradic­ ción o incoherencia qu e pueda existir o que alguien p re te n d a e n c o n trar en tre mi intención y mi obra. — 0O 0— N ací en V alencia en m ayo dle 1907. Mis p ad res, así como todos mis ascen ­ dientes a quienes alcan za nri m em oria son valencianos. Mi padr e, p in to r re sta u ra d o r d el m u ­ seo de V alencia m e hizo d ib u ja r y pin­ ta r desde m uy niño, y desde que tuve uso de razó n viví fam iliarizad o con las obras de los viejos m aestro s de la pin­ tu r a española cuyos cuadros he obser­ vado desde muy cerca y he tocado con mis propias m anos d u ra n te los proce­ sos de resta u ració n en los que yo h acía de aprendiz de mi padre. Creo q u e esto h a fo rm ad o en mi un concepto del a rte pictórico en el que la solidez lineal y la expresión de la es­ tru c tu ra form an los elem entos m ás esen­ ciales. La lección d e los g randes m aes­ tros de n u estra p in tu ra , v a m adurando en mí con el tiem po y sigue, cada vez más viva, expresándose, m ás que en la voluntad de im itar sus valores p lásti­ cos, en u n a fu e rte atracció n hacia sus peculiares m aneras de e n fren ta rse con la realidad de sus tiem pos, am pliando los horizontes de la p in tu ra universal con valores de p ro fu n d a hum anidad. D urante mis estudios en la Escuela de Bellas A rtes de V alencia, no pude adap tarm e nunca al estilo im presionis­ ca) ab an d o n é com pletam ente la pin tu ra y m e dediqué casi en absoluto a trab a jo s y colaboraciones en revistas y periódicos, en contacto con las o rg a­ nizaciones revolucionarias de la clase trab a jad o ra . Aunque realmente la publicidad nun­ ca ha sido un objetivo final en mi vo­ cación pictórica, por razones económi­ cas y políticas realicé en esta etapa numerosos carteles tanto políticos como comerciales. ta decadente que era base allí de la en­ señanza. Las singulares fo rm as de ver la n a ­ tu raleza en que se ex p resab a la p in tu ra m oderna y qu e conocí p o r medio dle las reproducciones en rev istas de a rte , so­ bre todo fran cesas, au m en tab an mi des­ concierto al hacerse m ás p aten te el a tra ­ so in telectu al y a rtístic o de nuestro m edio-am biente valenciano y ab rían en mí nuevas apetencias. Me a tra ía n sobre todo los cubistas, en los que yo veía un a fu e rte v o luntad fo rm al tratan d o Je reco n q u istar el predom inio de la lí nea y la estru c tu ra , hechos que coinci­ dían con mi propio concepto y estado de ánimo. Siguiendo la lín e a de e sta influencia, au n su p erficialm en te com prendida por mí. y m ezclándola con ese fu e rte im­ pulso decorativo qu e llevamos dentro casi todos los valencianos, realicé una serie de “ gouaches” que expuse en H '29 en el Circulo de Bellas A rtes de M adrid a la edad de 22 años. E sta p rim era y única exposición de mi obra pictórica, co nstituyó uno de los hechos que m ás hab ía de i n f l a r en mi fu tu ro . T uve un éxito ta n fulm inante como ine perado. Toda la p ren sa de M adrid se ocupó con sorpresa de mis cuadros. E ra yo u n p in to r joven y to ­ talm en te desconocido. Lo despropor­ cionado del éxito tuvo en mi efectos co n trap ro d u cen tes; quedé como a tu rd i­ do, y consciente, a p esar de mi in g e­ nuidad provinciana, del c a rácter r e a l­ m ente t'tu b e a n te de m is p in tu ra s; te ­ niendo adem ás u n a idea exagerada de las dificultadles de mi profesión y de lo difícil que e ra a lca n za r el éxito ta l co­ mo me explicaba mi p ad re, el h aber ob­ tenido todo lo q u e puede desear un p m lo r en cuanto a éx to de público y de crítica con ta n ta facilidad, me des­ moralizó to ta lm e n te haciéndom e ver con una g ran claridad la falsedad de aquel público, de aq u e l'a c n tir a y h asta de mis propias obras. Rechazando la opor­ tu n id ad de tra sla d a r mi exposición a P arís y a N ueva Y ork, reg resé a V a­ lencia, donde a los pocos meses la crisis intelectual que el acontecim iento de M a­ drid me hab ía producido m e llevó a la actividad política. E n mi nuevo estado de ánim o, mis an terio res in ten to s en el te rren o del a rte publicitario tu v ie ro n forzosam ente que d esarro llarse en la realización de num erosos ca rtele s y dibujos de carác­ te r político. E n esta e ta p a (coincidien­ do con la proclam ación de la Repúbli­ Mis éxitos en la plástica p u b licitaria no contienen ningún valor ni estím ulo p a ra m í, con excepción de lo que mis carteles políticos hayan pod do co n tri­ b u ir a la exaltación del m ovim iento r e ­ volucionario del pueblo español. No tengo el m en o r in terés por desarro llar este aspecto en mi actividad, Mi v erd a­ d era vocación ha s'do siem pre la pin­ tu ra , en la cual encuentro un m argen mucho m ás am plio p ara la expresión de mi personalidad. E sta vocación re a p a re ­ ció con m ayor fu e rz a al final de n u es­ tr a g u erra, siguió ascendiéodo d u ran te ' la em igrac.ón en F ran cia y convirtióse en u n a decisión definitiva a mi llega­ da a México. La serie de p in tu ra s que he real'zad o desde entonces, tien en to d av ía p a ra mí u n ca rá c te r de ensayo y a n te todo, un sentido de desintoxicación con respecto a los hábitos técnicos adquiridos du­ r a n te el ejercicio de la p lástica publi­ citaria. L a evidente fa lta de unidad e stilísti­ ca y la? contradicciones de concepto que se observan en mis o b ras, y q u o van desde un realism o casi fotográficoh a s ta la expresión a b stra c ta y su b je ti­ v a de los colores y las fo rm as, obede­ cen a un a contradicción real qu e v'veen mi esp íritu : el impulso p o r co n c iliar los valores del a rte clásico re a lista con las conquistas más audaces de las ex­ periencias p la s te a s m odernas. No tengo la m enor intención de eli­ m in a r esta contradicción realizando una u nidad artific 'a l en mi pensam iento y en mi estilo. Cons:dero que lo im portan te es el llegar a la orbal expresión d<' mi espíritu, sin escam otear ninguno d los dios extrem os que fo rm an los polo opuestos de mi inquietud pictórica. Desde el punto de v ista ideológicoem ocional, el objetivo últim o d e mi imnulso e? el llegar a ex p resar en fo rm a : hum anizadas, ese m o v im ie n t o c ó s m i c o . (P asa a la p ág in a 12)