Informe 8/2009 - Gobierno de Canarias

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Junta Consultiva de Contratación Administrativa
FV
INFORME 8/2009 DE LA JUNTA CONSULTIVA DE CONTRATACIÓN
ADMINISTRATIVA SOBRE PROCEDIMIENTO DE SELECCIÓN DE MUTUAS DE
ACCIDENTES DE TRABAJO Y ENFERMEDADES PROFESIONALES DE LA
SEGURIDAD SOCIAL.
[Grupos 1.1 y 1.3]
La Consejera de Recursos Humanos y Organización del Cabildo Insular de Gran
Canaria, mediante escrito remitido con fecha 7 de agosto pasado, formula consulta a la Junta
Consultiva sobre si el procedimiento de selección de Mutua de Accidentes de Trabajo y
Enfermedades Profesionales ha de sujetarse a lo dispuesto en la Ley de Contratos del Sector
Público (LCSP).
En el escrito en el que solicita el informe, el órgano consultante expone su duda
respecto a si la tramitación del expediente de cambio de Mutua ha de sujetarse a los
procedimientos de contratación regulados en la LCSP, o, por el contrario, tales
procedimientos no serían de aplicación por tratarse de uno de los supuestos contemplados en
el artículo 4.1.b) de la citada Ley, a los que ésta excluye de su ámbito de aplicación.
Dado que el artículo 4.1.b) de la LCSP se refiere a “las relaciones jurídicas
consistentes en la prestación de un servicio público cuya utilización por los usuarios
requiera el abono de una tarifa, tasa o precio público de aplicación general”, resulta
necesario analizar la naturaleza jurídica de las prestaciones o actividades que constituyen el
objeto de las Mutuas, así como la propia naturaleza jurídica de éstas.
El régimen jurídico básico de las Mutuas de Accidentes de Trabajo y Enfermedades
Profesionales de la Seguridad Social está regulado en el Texto Refundido de la Ley General
de la Seguridad Social (TRLGSS), aprobado por el Real Decreto Legislativo 1/1994, dentro
de la Sección denominada “Colaboración en la gestión de la Seguridad Social”,
complementado con el desarrollo reglamentario contenido en el Real Decreto 1993/1995, por
el que se aprueba el Reglamento sobre colaboración de las Mutuas de accidentes de trabajo y
enfermedades profesionales de la Seguridad Social.
El artículo 67 del TRLGSS dispone que “la colaboración en la gestión del sistema de
la Seguridad Social se llevará a cabo por Mutuas de Accidentes de Trabajo y Enfermedades
Profesionales de la Seguridad Social y por empresas, de acuerdo con lo establecido en la
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presente sección”, y, a tal efecto, el extenso contenido del artículo 68 del mismo texto legal
contiene, entre otras, las siguientes disposiciones:
“Se considerarán mutuas de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales de la Seguridad
Social las asociaciones debidamente autorizadas por el Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales que
con tal denominación se constituyan, sin ánimo de lucro y con sujeción a las normas reglamentarias
que se establezcan, por empresarios que asuman al efecto una responsabilidad mancomunada y con el
principal objeto de colaborar en la gestión de la Seguridad Social, sin perjuicio de la realización de
otras prestaciones, servicios y actividades que le sean legalmente atribuidas.
……
La colaboración en la gestión de la Seguridad Social comprenderá las siguientes actividades:
a. La colaboración en la gestión de contingencias de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales.
b. La realización de actividades de prevención previstas en la presente Ley. Las actividades que las
mutuas puedan desarrollar como Servicio de Prevención ajeno se regirán por lo dispuesto en la Ley
31/1995, de Prevención de Riesgos Laborales, y en sus normas reglamentarias de desarrollo.
……
En la colaboración en la gestión de las contingencias de accidentes de trabajo y enfermedades
profesionales, así como en las actividades de prevención reguladas por la presente Ley, las
operaciones que lleven a cabo las mutuas se reducirán a repartir entre sus asociados:
a. El coste de las prestaciones por causa de accidente de trabajo o enfermedad profesional sufridos
por el personal al servicio de los asociados.
b. El coste de los servicios y actividades preventivas relacionadas con las prestaciones previstas en
este número, así como la contribución a los servicios de prevención, recuperación y demás
previstos en la presente Ley, en favor de las víctimas de aquellas contingencias y de sus
beneficiarios.
c. Los gastos de administración de la propia entidad.
……
Las prestaciones, asistencias y servicios objeto de la colaboración forman parte de la acción protectora
de la Seguridad Social y están sujetas al régimen establecido en esta Ley y en sus normas de
aplicación y desarrollo.”
En relación con las primas de accidentes de trabajo que aporten los empresarios
asociados a las Mutuas, el artículo 17 del TRLGSS dispone que “las primas correspondientes a
las contingencias de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales tendrán, a todos los
efectos, la condición de cuotas de la Seguridad Social”, mientras que el apartado 4 del
artículo 68 antes citado, establece, en el mismo sentido, que “los ingresos que las Mutuas
obtengan como consecuencia de las primas de accidentes de trabajo aportadas a las mismas
por los empresarios a ellas asociados, así como los bienes muebles o inmuebles en que
puedan invertirse dichos ingresos, forman parte del patrimonio de la Seguridad Social.”
Tales preceptos llevan a la conclusión de que la actividad desarrollada por las Mutuas no es
retribuida mediante precio por las empresas a ellas asociadas, sino que tal actividad es
financiada con cuotas de la Seguridad Social, o, lo que es lo mismo, con recursos públicos de
ésta.
Por otra parte, el artículo 61 del Reglamento sobre colaboración de las Mutuas antes
citado dispone lo siguiente:
“Los empresarios asociados a una Mutua de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales de
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la Seguridad Social, para la cobertura de las contingencias de accidentes de trabajo y enfermedades
profesionales, habrán de proteger en ella a la totalidad de sus trabajadores
……
En los supuestos de incumplimiento por los empresarios asociados a las mismas de las obligaciones en
materia de afiliación, de altas y bajas y de cotización, se estará a lo dispuesto en el apartado 3 del
artículo 126 de La Ley General de la Seguridad Social, no pudiendo la Mutua proceder a la resolución o
suspensión del convenio de asociación y estando obligada la entidad, por tanto, a hacerse cargo de las
prestaciones económicas y sanitarias a que tengan derecho los trabajadores empleados por tales
empresarios, sin perjuicio de las acciones legalmente previstas para el resarcimiento de los importes
correspondientes.”
A la vista de los preceptos transcritos, se obtiene una primera respuesta a las cuestiones
planteadas en la consulta formulada, en el sentido de que las prestaciones o actividades a
realizar por las Mutuas no constituyen relaciones jurídicas que consistan en la “prestación de
un servicio público cuya utilización requiera el abono de una tarifa, tasa o precio público”,
pues, por una parte, la colaboración en la gestión de la Seguridad Social que realizan las
Mutuas, en los términos definidos en el artículo 67 del TRLGSS, no implica la prestación de
un servicio público dirigido a quien se adhiere con responsabilidad mancomunada a los
servicios de una Mutua (en este caso el Cabildo Insular de Gran Canaria), ni, por otra parte,
tal colaboración es retribuida mediante el abono de una tarifa, tasa o precio público por parte
del usuario que recibe los servicios, pues las cotizaciones a la Seguridad Social no tienen tal
consideración.
En consecuencia con tal conclusión, las relaciones jurídicas que una Administración
pública concierte con una Mutua no pueden considerarse negocios jurídicos excluidos de la
LCSP en virtud del supuesto contemplado en el artículo 4.1.b) de la LCSP.
No obstante, desechada la exclusión contemplada en el apartado b), sin embargo
resulta necesario analizar si tales relaciones pudieran estar incluidas en alguno de los otros
supuestos de exclusión contemplados en los distintos apartados del artículo 4.1 de la LCSP,
en especial en el apartado c), convenios de colaboración que celebren entre sí los organismos
y entidades que tienen la consideración de Administraciones o entidades públicas, o en el
apartado d), convenios que celebre la Administración con personas físicas o jurídicas sujetas
al derecho privado, siempre que su objeto no esté comprendido en el de los contratos
regulados en la LCSP o en normas administrativas especiales.
El artículo 68.1 del TRLGSS, antes reproducido, define a las mutuas de accidentes de
trabajo y enfermedades profesionales de la Seguridad Social como asociaciones que se
constituyen por empresarios con el objeto de colaborar en la gestión de la Seguridad Social,
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asumiendo a tal efecto una responsabilidad mancomunada entre todos los asociados. Si bien
el artículo 3.1.g) de la LCSP, atendiendo a las funciones públicas derivadas de su
colaboración en la gestión de la Seguridad Social, y en concordancia con el artículo 2.1.d) de
la Ley General Presupuestaria, considera expresamente que las Mutuas forman parte del
sector público a efectos de su inclusión en su ámbito de aplicación, sin embargo, al ser
asociaciones constituidas por empresarios, tienen naturaleza jurídica privada, y, por tanto, no
tienen la consideración de Administraciones públicas en los términos establecidos en el
artículo 4.2 de la LCSP. En consecuencia, han de ser encuadradas en el apartado del sector
público a que, de forma residual, se refiere el artículo 4.3 de dicha ley, es decir, “entidades
con personalidad jurídica propia distintos de los expresados en la letra a) [es decir que no
sean consideraros Administraciones públicas] que hayan sido creados específicamente para
satisfacer necesidades de interés general que no tengan carácter industrial o mercantil,
siempre que un sujeto que deba considerarse poder adjudicador de acuerdo con los criterios
de este apartado 3 financie mayoritariamente su actividad, controle su gestión, o nombre a
más de la mitad de los miembros de su órgano de administración, dirección o vigilancia.”
Así pues, tampoco puede considerarse que las relaciones jurídicas que una
Administración pública concierte con una Mutua puedan considerarse negocios jurídicos
excluidos de la LCSP en virtud del supuesto contemplado en el artículo 4.1.c) de la LCSP,
pues este supuesto está referido tan sólo a los convenios que celebren entre sí las
Administraciones o entidades públicas.
Queda, por último, analizar si tales relaciones pudieran considerarse excluidas del
ámbito de la LCSP por tratarse de uno de los supuestos contemplados en el apartado d) del
artículo 4.1, es decir, convenios que celebre la Administración con personas físicas o
jurídicas sujetas al derecho privado, siempre que su objeto no esté comprendido en el de los
contratos regulados en la LCSP o en normas administrativas especiales.
Dado que las Mutuas son efectivamente entidades privadas con personalidad jurídica
propia, la posibilidad de que sus relaciones con las Administraciones públicas tengan encaje
en el apartado d) del artículo 4.1, y, por tanto, estén excluidos del ámbito de aplicación de la
LCSP, dependerá de que el objeto de tales relaciones jurídicas no esté comprendido en el
objeto de los contratos regulados en la LCSP, o en normas administrativas especiales.
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La especial complejidad que caracteriza la naturaleza jurídica y la propia actividad de
las Mutuas, provoca que también resulte complejo determinar si el objeto de un convenio de
asociación en el que se formaliza la relación jurídica entre una Administración pública y una
Mutua puede ser coincidente o no con el objeto de alguno de los contratos regulados en la
LCSP.
Si en un primer análisis tenemos en cuenta que el artículo 20.1 de la LCSP atribuye,
con carácter residual, la consideración de contratos privados del sector público a todos los
contratos no tipificados que celebre cualquiera de los organismos y entidades que integran el
sector público, tenga o no la condición de Administración Pública, podría llegarse a la inmediata
conclusión de que los convenios de asociación que celebren las Administraciones públicas con
las Mutuas deben de tener la consideración de contratos privados a los efectos previstos en la
LCSP, siéndoles de aplicación, en consecuencia, lo establecido en el apartado 2 del citado
artículo 20, es decir, que, en defecto de normas específicas, deberán regirse, en cuanto a su
preparación y adjudicación, por las normas de procedimiento de la LCSP. Dado que ni el
TRLGSS (artículos 67 y siguientes), ni el Reglamento sobre colaboración de las Mutuas en
accidentes de trabajo y enfermedades profesionales (artículo 61 y siguientes), regulan el
procedimiento a seguir para formalizar los convenios de asociación a las Mutuas, puede
parecer evidente, en principio, que, tanto la selección de una Mutua por parte de una
Administración pública, como la formalización del correspondiente convenio de asociación,
han de regirse por las normas y procedimientos de preparación y adjudicación de los
contratos establecidos en la LCSP.
Sin embargo, esta primera conclusión queda desvirtuada si, tomando en consideración
la especial naturaleza jurídica y objeto de las Mutuas, y el especial contenido obligacional
que surge de la relación jurídica que vincula a sus asociados, tenemos en cuenta lo
establecido en el artículo 2 de la LCSP para delimitar, con carácter general, los contratos del
sector público sometidos a su ámbito de aplicación, ámbito que, según el apartado 1 del
citado artículo, está referido tan sólo a los contratos onerosos.
De acuerdo con la doctrina civilista de las obligaciones y contratos, son contratos
onerosos aquellos que tienen por objeto el intercambio de contraprestaciones equivalentes,
constituyendo a su vez este intercambio la causa o finalidad del contrato para las partes que
intervienen en el mismo.
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De acuerdo con lo establecido en el artículo 68 del TRLGSS, las Mutuas son
asociaciones constituidas por empresarios con el objeto de colaborar en la gestión de la
Seguridad Social, asumiendo al efecto una responsabilidad mancomunada. Dicha
colaboración, que puede consistir en la gestión de contingencias de accidentes de trabajo y
enfermedades profesionales de los trabajadores de los empresarios asociados, y en la
realización de actividades de prevención previstas en el TRLGSS, se reducirá a “repartir
entre sus asociados el coste de las prestaciones por causa de accidente de trabajo o
enfermedad profesional, el coste de los servicios y actividades preventivas previstas en el
citado Texto Refundido, y los gastos de administración de la propia entidad.” Por otra parte,
tal y como antes se ha expuesto, los ingresos que las Mutuas obtengan como consecuencia de
las primas de accidentes de trabajo aportadas por los empresarios a ellas asociados, tienen, a
todos los efectos, la condición de cuotas de la Seguridad Social, y forman parte del
patrimonio de la Seguridad Social.
Así pues, la actividad prestacional realizada por las Mutuas en relación con las
contingencias de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, no está realmente
destinada a la empresa asociada, sino a la propia Seguridad Social, en forma de colaboración
en la gestión de las contingencias por ella cubiertas, colaboración que es realizada con la
responsabilidad mancomunada de los propios empresarios asociados en la Mutua, y es
retribuida mediante cuotas de la Seguridad Social. Por tanto, el convenio de asociación entre
una empresa y una Mutua no genera un intercambio de contraprestaciones entre ésta y la
empresa que a ella se asocia; por el contrario, son las propias empresas que se asocian las que
constituyen la Mutua y se responsabilizan de su gestión, y el fin que realmente persiguen al
asociarse en la Mutua es gestionar con un instrumento propio (la Mutua de la que forman
parte) la cobertura de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales, como medio de
colaboración con la Seguridad Social que permite repartir los costes de gestión de dichas
contingencias.
En consecuencia, la relación jurídica que une a la Mutua con la empresa o
Administración pública que a ella se asocia no constituye un contrato oneroso entre ambas.
Por el contrario, la figura jurídica que en el ordenamiento jurídico ampara la relación que
surge entre una Mutua y una empresa o Administración pública que decide acogerse al
sistema de colaboración en la gestión de la Seguridad Social a través de aquélla, es la de la
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asociación (en este caso, asociación para la gestión), negocio jurídico que, recurriendo de
nuevo a la doctrina civilista (ver Manual de Derecho Civil, de José Castán Tobeñas), es
definido como agrupación que, a diferencia del contrato de sociedad, se constituye con fines
no lucrativos de cooperación, de carácter social o profesional, o bien para disminuir o
distribuir gastos o restringir pérdidas, cual es el caso de las asociaciones mutualistas. En esta
línea, el artículo 1 de la Ley Orgánica 1/2002, reguladora del Derecho de Asociación, al
delimitar su ámbito de aplicación, tras incluir a todas las asociaciones sin ánimo de lucro, cita
expresamente a las Mutualidades, si bien las excluye de su ámbito normativo, por contar con
un régimen jurídico asociativo específico.
De acuerdo con los argumentos y conclusiones que se acaban de exponer, esta Junta
Consultiva considera que el proceso de selección de una Mutua como entidad colaboradora
en la gestión de la Seguridad Social, y la correspondiente formalización del convenio de
asociación, al no constituir contrato oneroso, no está sujeto a las normas de preparación y
procedimientos adjudicación de los contratos regulados en la LCSP.
Esta conclusión, sin embargo, no debe ser obstáculo para tener en cuenta, en todo
caso, que el apartado 2 del artículo 4 de la LCSP establece, con carácter general, que los
principios establecidos en la misma serán de aplicación para resolver las dudas y lagunas que
pudieran presentarse respecto a los negocios y relaciones jurídicas excluidos de su ámbito de
aplicación, por lo que esta Junta Consultiva estima que, en la medida en que la selección de
una Mutua por una Administración pública puede afectar a legítimos intereses contrapuestos
del conjunto de Mutuas existentes, dicha selección deberá realizarse de forma que garantice
el cumplimiento de los principios de publicidad y transparencia, y de no discriminación e
igualdad de trato propugnados en el artículo 1 de la LCSP.
Por último, para dar completa respuesta a todos los posibles aspectos que pudieran
derivarse de la cuestión planteada en la consulta, resulta necesario formular una salvedad
respecto a determinadas actividades que las Mutuas pueden desarrollar, al margen de su
condición de entidades colaboradoras en la gestión de la Seguridad Social.
Se trata del supuesto contemplado en el último inciso del apartado 2.b del artículo 68
del TRLGSS, en relación con los servicios de prevención ajenos que pueden desarrollar las
Mutuas, que, siendo distintos a los previstos como inherentes a la propia actividad de
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colaboración a realizar por éstas, se rigen por la Ley 31/1995, de Prevención de Riesgos
Laborales.
Tales servicios están previstos en el artículo 31 de la citada Ley 31/1995, en los
siguientes términos: “Si la designación de uno o varios trabajadores fuera insuficiente para
la realización de las actividades de prevención… el empresario deberá recurrir a uno o
varios servicios de prevención propios o ajenos a la empresa, que colaborarán cuando sea
necesario.” A continuación, el artículo 32 del mismo texto legal dispone que “las Mutuas de
Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social podrán
desarrollar para las empresas a ellas asociadas las funciones correspondientes a los
servicios de prevención”, y a tal efecto, mediante Orden de 22 de abril de 1997, y
posteriormente, mediante el RD 688/2005, se llevó a cabo el desarrollo reglamentario,
modificando el artículo 13 del Reglamento sobre colaboración en la gestión de las Mutuas
(Real Decreto 1993/1995), y regulando el régimen de funcionamiento de las Mutuas como
servicios de prevención.
Tal regulación se basa fundamentalmente en establecer una clara distinción entre las
actividades de prevención de los accidentes de trabajo y enfermedades profesionales que las
Mutuas puedan desarrollar para sus empresas asociadas, en su condición de colaboradoras en
la gestión de la Seguridad Social, y las actividades que para ellas puedan realizar como
servicios de prevención ajenos en cumplimiento de lo establecido en la Ley 31/1995, de
Prevención de Riesgos Laborales.
De acuerdo con la nueva redacción dada al artículo 13 del Reglamento sobre
colaboración de las Mutuas, las actividades que estas realicen como servicios ajenos de
prevención podrán desarrollarse a través de una de las siguientes modalidades: por medio de
una sociedad, denominada sociedad de prevención, que se regirá por lo dispuesto en la
legislación mercantil, o bien directamente por la Mutua, a través de una organización
específica e independiente de la correspondiente a las funciones y actividades de la
colaboración en la gestión de la Seguridad Social.
Dentro del resto de preceptos reglamentarios contenidos en las disposiciones citadas,
hay que destacar, a los efectos que a este informe interesan, que la realización de los servicios
de prevención ajenos a desarrollar por las Mutuas para las empresas asociadas, necesitan la
previa suscripción de un concierto, en los términos previstos en el Reglamento de los
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Servicios de Prevención (RD 39/1997), concierto en el que se habrá de determinar la
contraprestación económica aplicable, respecto de la que expresamente se manifiesta que es
ajena y distinta a las cuotas de accidentes de trabajo y enfermedades profesionales a abonar
por las empresas asociadas (artículos 11 y 12 de la OM de 22-4-1997).
A la vista de los citados preceptos, resultan evidentes las siguientes conclusiones:
- Tal y como se manifiesta expresamente en la propia exposición de motivos del RD
688/2005, los servicios preventivos autorizados a las Mutuas por la Ley de Prevención de
Riesgos Laborales, como servicios de prevención ajenos, son de naturaleza privada,
netamente diferenciados de la actividad de colaboración en la gestión de la Seguridad Social.
- La concertación de tales servicios constituyen negocios jurídicos distintos del
convenio de asociación, y tienen por finalidad que la Mutua realice por cuenta de la empresa,
a cambio de un precio, aquellos servicios de prevención que, siendo de obligada realización,
ésta no pueda llevarlos a cabo con sus propios medios. Se trata, por tanto, de contratos
onerosos de servicios a celebrar entre la Mutua y una empresa, al margen del convenio de
asociación que les pueda vincular
Obtenidas estas conclusiones, sólo resta dilucidar el grado de sujeción de estos
contratos al ámbito de aplicación de la LCSP.
Si se analiza dicha cuestión desde la perspectiva exclusiva de la Administración
pública contratante, resulta evidente que, tratándose de un contrato administrativo de
servicios, su régimen jurídico estaría plenamente sujeto al ámbito de la LCSP, tanto en cuanto
a su preparación y adjudicación, como en cuanto a su ejecución y extinción. Sin embargo,
esta conclusión no resulta tan meridiana ni pacífica si tenemos en cuenta que se trataría de un
contrato a celebrar entre una Administración pública y una entidad integrante del sector
público con la consideración de poder adjudicador, supuesto que está contemplado de forma
expresa y específica en el apartado m) del artículo 4.1 de la LCSP, como uno de los supuestos
de negocios jurídicos excluidos del ámbito de aplicación de la LCSP.
La redacción literal del citado apartado m), como supuesto de exclusión, es la
siguiente: “los contratos por los que un ente, organismo o entidad del sector público se
obligue a entregar bienes o derechos o prestar algún servicio, sin perjuicio de que el
adquirente de los bienes o el receptor de los servicios, si es una entidad del sector público
sujeta a esta ley, deba ajustarse a sus prescripciones para la celebración del correspondiente
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contrato.” Al margen de posibles consideraciones críticas que, desde la perspectiva de una
correcta técnica jurídica, pudiera merecer tal texto normativo por la aparente contradicción a
que parece conducir la aplicación de distintos regímenes jurídicos a quienes son parte en un
mismo negocio jurídico, no obstante, tal contradicción se puede superar si separamos
netamente su repercusión desde la distinta perspectiva de la Administración pública
contratante y de la Mutua, que, aún teniendo la condición de poder adjudicador, sin embargo
en estos casos no actúa como tal, sino como contratista.
De esta forma, la preparación del expediente de contratación y el procedimiento de
adjudicación que, como actos separables, deberá realizar la Administración, deberán ser
efectuados por ésta con observancia de las normas y procedimientos establecidos en la LCSP,
incluidas, en su caso, las que establecen la necesidad de promover concurrencia para su
adjudicación. A tal efecto, hay que tener en cuenta que los servicios de prevención ajenos
pueden ser realizados por la propia Mutua a la que la Administración esté asociada, o por
cualquier otra empresa que cuente con la debida acreditación como servicio de prevención
ajeno, por lo que, en consecuencia, la contratación de tales servicios deberá someterse
íntegramente a los procedimientos de adjudicación regulados en la LCSP.
Dependiendo del resultado de tal adjudicación, el régimen jurídico posteriormente
aplicable a la ejecución y extinción del contrato será distinto según el adjudicatario del
servicio sea la Mutua a la que la Administración está asociada, o, por el contrario, una
empresa acreditada como servicio de prevención ajeno.
En el primer supuesto, en virtud de la exclusión prevista en el apartado m) del artículo
4.1, los aspectos relativos a la ejecución y extinción del contrato quedan excluidos del ámbito
de aplicación de dicha ley, rigiéndose por lo estipulado en el propio concierto, y, en su caso,
por las específicas normas sectoriales que, en materia de servicios de prevención de riesgos
laborales, le resulten de aplicación. En el segundo supuesto, estaremos ante un contrato
administrativo de servicios, cuya ejecución y extinción se regirá íntegramente por las
disposiciones de la LCSP, y por las específicas normas sectoriales de obligada aplicación en
materia de servicios de prevención de riesgos laborales.
CONCLUSIÓN
1º.- El procedimiento a seguir por una Administración pública para seleccionar una
Mutua de Accidentes de Trabajo y Enfermedades Profesionales de la Seguridad Social, como
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entidad colaboradora en la gestión de la Seguridad Social, y la correspondiente formalización
del convenio de asociación, al no constituir contrato oneroso, no está sujeto a las normas de
preparación y procedimientos adjudicación de los contratos regulados en la LCSP.
No obstante, en la medida en que la selección de una Mutua por una Administración
pública puede afectar a legítimos intereses del conjunto de Mutuas existentes, dicha selección
deberá realizarse de forma que garantice el cumplimiento de los principios de publicidad y
transparencia, y de no discriminación e igualdad de trato propugnados en el artículo 1 de la
LCSP, en relación con el apartado 2 del artículo 4 de la misma.
2º.- La prestación de servicios ajenos de prevención constituye un contrato oneroso de
servicios distinto del convenio de asociación que pueda vincular a una Administración
pública con la Mutua a la que esté asociada. La preparación y adjudicación de estos contratos
deberá ser realizada por la Administración contratante con observancia de las normas y
procedimientos establecidos en la LCSP.
Si el servicio se concierta con la Mutua a la que la Administración está asociada, su
ejecución y extinción quedan excluidas del ámbito de aplicación de la LCSP, rigiéndose por
lo estipulado en el propio concierto, y, en su caso, por las específicas normas sectoriales que,
en materia de servicios de prevención de riesgos laborales, le resulten de aplicación.
Si, por el contrario, el servicio se contrata con una empresa acreditada como servicio
de prevención ajeno, su ejecución y extinción se regirá íntegramente por las disposiciones
establecidas por la LCSP para los contratos administrativos de servicios, y por las específicas
normas sectoriales de obligada aplicación en materia de servicios de prevención de riesgos
laborales.
Las Palmas de Gran Canaria, a 24 de septiembre de 2009.
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