Políticas Activas de Empleo y Desarrollo Económico Territorial Encuentro Regional NOA: San Miguel de Tucumán, abril de 2010 Oscar Madoery www.cedet.edu.ar www.dete-alc.org [email protected] Título: Desarrollo productivo y empleo. Una premisa, dos preguntas y una propuesta Premisa: La relación entre desarrollo productivo y empleo ha variado a lo largo de nuestra historia. Argentina inicia el siglo XXI de un modo turbulento, con una crisis económica de una profundidad inédita en nuestra historia y una situación social desesperante. Institucionalmente, la democracia estaba sometida a una prueba de estabilidad y fortaleza. En la base de toda esa situación, lo que estaba colapsando era un modelo de fundamentalismo del capital y sociedad de exclusión. Es que el proceso de cambio estructural iniciado en Argentina a mediados de la década del setenta y profundizado en los años noventa, había configurado un orden social cuyo patrón de acumulación y distribución establecía la primacía de la lógica económico-financiera como eje ordenador de las relaciones económicas, una matriz de organización institucional construida sobre el cuestionamiento y debilitamiento de la autoridad política del estado y la desvirtuación de sus roles y una modalidad de de acción política que reflejaba la pérdida del sentido ético y social de la vida pública. Ello transformó sustancialmente el papel de la producción y el empleo en la dinámica de la economía y en la estructuración de la sociedad, así como el rol histórico del sector público como promotor del desarrollo. Las consecuencias laborales de todo ese proceso fueron tremendas, con incidencia directa y negativa sobre el empleo y con fuerte aumento en el grado de heterogeneidad estructural de la sociedad. Las reformas estructurales de los años noventa provocaron un incremento de la desocupación abierta y la precariedad del empleo, así como un evidente aumento de dificultades distributivas. Y al generalizarse políticas de desregulación y de flexibilización laboral, se produjo una fuerte expansión de la economía informal y de la economía de subsistencia en un contexto de marcada exclusión social y falta de equidad. ¿Qué es lo que se había modificado? Se había producido un cambio cualitativo en las formas de organización social de la producción, donde el trabajo dejaba de ser funcional al proceso de acumulación de capital, al menos en los segmentos más dinámicos de la economía. Y el estado argentino dejaba de ser el espacio de realización 1 social, al desvincularse de la responsabilidad directa por la cantidad y la calidad del empleo generado en el país, y al carecer de cobertura y contención para amplios sectores de la sociedad que quedaban fuera de su alcance. Ello revertía los pilares del orden social que se había iniciado a mediados de la década del cuarenta y que se había extendido hasta mediados de los años setenta, caracterizado por la industrialización interna y la sustitución de importaciones, la integración de los sectores populares en el sistema político y la redistribución de ingresos. En aquél período operó, con matices según momentos históricos, un modelo de fuerte inclusión social a través de la promoción del crecimiento y el bienestar social. Aquel orden social utilizaba los pactos y acuerdos políticos entre actores corporativos y centralizados como instrumento de regulación del conflicto; la distribución del ingreso y la política social expansiva como medios de dignificación social; la acción del estado como herramienta de dinamización económica; y la sustitución de importaciones como pauta de industrialización. Predominaba una lógica productiva; existía (de hecho y, a veces, de manera expresa) una alianza corporativa entre empresarios y asalariados, debido a que el proceso de acumulación de capital estaba vinculado a la expansión del mercado interno y convertía al salario en factor de demanda, al menos para los sectores de la entonces llamada “burguesía nacional”. Pero el golpe militar de 1976 fue la inauguración de un ciclo histórico que iba a modificar sustancialmente el orden social anterior, que iba a alterar, incluso a modificar radicalmente sus pilares: a reemplazar el valor del trabajo y de la producción por el de la especulación; la solidaridad por el individualismo/egoísmo, el descompromiso y la salvación individual; el ascenso y la inclusión social por la exclusión/retracción social; los pactos político-corporativos fundantes de un modelo de desarrollo por la complicidad estado-poder económico concentrado por el reparto prebendario de los activos de la sociedad. Preguntas: ¿qué cambios trae aparejado el nuevo escenario laboral y productivo? ¿Es posible recuperar la centralidad del trabajo en las relaciones sociales? Argentina está recorriendo un camino importante en la aplicación de políticas activas de empleo. A partir de inéditos índices de desocupación que superaron el 20 % en el año 2002, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Seguridad Social (MTEySS), edificó una política de emergencia social que giró en torno al Programa Jefas y Jefes de Hogar Desocupados (PJJHD). La recuperación económica post-convertibilidad y la posterior fase de crecimiento sostenido de la economía argentina, ofrecieron un contexto que permitió al MTEySS modificar el perfil de sus políticas y atacar causas estructurales del desempleo. 2 Durante el período 2003-2009, las políticas orientadas a fomentar el empleo y la cohesión social han pasado por diferentes momentos y características, como incentivos sectoriales; políticas asistencialistas y mecanismos de ayuda económica a sectores vulnerables; actuación sobre públicos específicos como los jóvenes, con programas de igualdad de oportunidades y de fomento a la empleabilidad y el emprendedorismo; formación profesional y capacitación en oficios; transferencias de responsabilidades y recursos a colectivos sociales determinados; adecuación de los marcos legales que regulan los mercados de trabajo; así como mejoras en las capacidades institucionales del propio ministerio; creación de oficinas de intermediación laboral; apertura de espacios de diálogo y concertación entre gobierno y sectores de la producción y el trabajo para mejorar las relaciones laborales y la calidad del empleo. El mayor logro es el claro rol asignado al trabajo en la estrategia país y específicamente la generación de empleo en esa estrategia. Argentina ha iniciado un proceso de mayor protección a los trabajadores, y el estado vuelve a hacerse presente a través del reforzamiento de la legislación laboral y de implementación de políticas del mercado de trabajo. Se ha vuelto a vincular el trabajo con la producción, a convertir al trabajo en un componente funcional al proceso de acumulación de capital. Propuesta: la articulación entre producción y empleo es un desafío político La experiencia del 2003 al 2009 muestra que las políticas activas de empleo han mutado paulatinamente de un contenido asistencial-social a uno de inserción laboral y productiva, en una secuencia acumulativa que implica que en cada etapa se asumía un nuevo desafío, manteniendo las actuaciones que se venían desplegando. La estrategia ha sido de saltos cualitativos en los programas y no de cambios de rumbo; y ello es propio de una experiencia que se construye desde la misma práctica comprometida, en un proceso gradual de mejora y profundización de la política de empleo. En todo ese transitar hubo políticas generalistas, propias de un escenario de emergencia social, como fue el Plan Jefas y Jefes de Hogar Desocupados. Luego, a medida que la situación económica y social del país iba mejorando, la estrategia se fue orientando a políticas de focalización, un cambio que empieza con el Seguro de Capacitación y Empleo y se consolida con el Programa Jóvenes por Mas y Mejor Trabajo. La praxis se fue construyendo con permanentes incorporaciones de nuevos objetivos, sosteniendo una combinación de dinamismo productivo + institucionalidad laboral + protección social, como los pilares que estructuran toda la política del MTEySS desde el año 2003 a la fecha. Queda claro que para consolidar una nueva matriz de política de desarrollo basada en el empleo decente no basta con el crecimiento sostenido de la economía. El crecimiento es un concepto de la economía, se preocupa por la expansión de los 3 mercados. El desarrollo es un concepto de la política, porque se ocupa de las condiciones integrales de vida de la población y no sólo del buen desempeño de los mercados. Requiere articular objetivos múltiples, como la productividad sistémica, la inclusión, la expansión de las capacidades de las personas y la plena garantía de los derechos democráticos y la preservación del medio ambiente. Y esa combinación de objetivos diversos sólo es posible plantearla desde un proyecto político transformador. Por lo tanto, garantizar la centralidad del trabajo en la estrategia de desarrollo argentino, plantea una serie de interrogantes que son esencialmente políticos. En primer lugar, un desafío de política estructural. El trabajo ha vuelto a ser funcional al proceso de acumulación económica y distribución social y esto representa el cambio más profundo respecto al modelo neoliberal vigente en las décadas pasadas. Pero su sostenimiento a futuro implica preguntarse en qué sectores económicos, sociales y políticos se va apoyar esta experiencia, cuál es el bloque hegemónico que lo sustenta. El desarrollo es un proceso de construcción de un nuevo orden social que remite necesariamente a nuestras capacidades. Argentina debe re-definir su pauta productiva y de inserción internacional, su modo de organización institucional, su esquema de distribución de recursos sobre la base de valores, instituciones y normas de convivencia, y su matriz territorial. No hay cambios políticos sin costo. Y el establecimiento de reglas de juego claras es un desafío eminentemente político. Dependerá de acuerdos, de compromisos, de pactos, de estrategias, de liderazgos y por qué no decirlo, de modificaciones de relaciones de fuerzas sociales y afectación de intereses que nos anulan como sociedad. No hay lugar para miradas restrictivas desde el punto de vista político. ¿Sobre quiénes recaerá el mayor esfuerzo? ¿Quién paga los costos de esta transformación? Son cuestiones que las decisiones políticas o, en su defecto, el imperio de las circunstancias develará por sí mismo. En segundo lugar es un desafío de política estratégica, que permita contar con capacidad prospectiva para anticipar tendencias futuras de empleo y ofrecer horizontes de previsibilidad a los diferentes actores de la producción y el trabajo. Es consolidar iniciativas de aumento del consumo interno, apoyadas en actividades intensivas en empleo y conocimiento, incrementar el valor de las exportaciones a través de la innovación, fortalecer entramados productivos y capacidades en cada ciudad, provincia y región. Es preguntarse sobre qué pilares se funda el proyecto de desarrollo nacional. El gobierno ha demostrado tener en claro que el desarrollo de un país no puede ser pensado sólo desde la economía y esperar que de la mano del crecimiento económico se produzcan mejoras sociales (teoría del derrame). Entiende que un proyecto de desarrollo es sustentable desde la sinergia entre producción (objetivo económico), la distribución (objetivo social) y la conservación ambiental (objetivo comunitario). Y ello reclama un proyecto de sociedad fundado en opciones democráticas, que reconozca 4 las diferencias sociales, pero permita construir caminos de convergencia a partir objetivos estratégicos. En tercer lugar es un desafío de política institucional, de fortalecimiento del sistema de relaciones sociales sobre la base de criterios de confianza y previsibilidad. Es preguntarse por el tipo de estado que sustenta esta política; por las normativas faltantes y por las capacidades de gestión pública que favorezcan la coordinación multi-nivel y multi-sector. Pasar de una política de gobierno a una política de estado es hacer que la política de empleo sea no solo del actor social gobierno, sino la expresión institucionalizada, esto es amparada en leyes, sustentada en burocracia competente, reflejada en nuevas creaciones institucionales, de una fuerza social histórica transformadora. No hay estrategia sustentable de empleo al margen de una estrategia país. El rol del estado en el empleo tienen que garantizar la regulación, con leyes y normas; la registración, con controles y capacidad de administración; la contención, con asistencia social y nuevas oportunidades, la calificación, con sistemas de formación continua, la promoción del emprendedorismo, del autoempleo, la competitividad; la articulación a través del diálogo social, el clima de confianza, motivación en funcionarios, prestadores, destinatarios; la investigación, con información, evaluaciones de impacto y alcance, estudios prospectivos. En síntesis, el trabajo es “lo que se hace” y en ese hacer el sujeto se realiza. Por lo tanto, es un concepto político, no económico. Consolidar una sociedad del conocimiento y el trabajo requiere pensar todas las políticas (no sólo las que impulsa y gestiona el MTEySS) en términos de su impacto sobre el empleo en general y el trabajo decente en particular. El trabajo tiene un sentido profundamente humano, y su consolidación es un cambio profundo, cultural, de las bases de una sociedad. 5