Cámara Nacional de Casación Penal Cámara Nacional de

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Cámara Nacional de Casación Penal
Causa Nº 13929 –Sala II“Hooft, Pedro C. Federico
s/recurso de casación.”
REGISTRO NRO.
///n la Ciudad de Buenos Aires, a los 23
18.791
días del mes de junio del año
dos mil once, se reúne la Sala II de la Cámara Nacional de Casación Penal
integrada por el doctor como Presidente Guillermo J. Yacobucci y los
doctores Luis M. García y Raúl Madueño como Vocales, asistidos por la
Secretaria de Cámara doctora Sol Déboli, a los efectos de resolver en los
términos del art. 455 C.P.P.N. el recurso de casación presentado por la
defensa particular contra la sentencia, que luce en copias, a fs. 79/81, de la
causa número 13.929 del registro de esta Sala caratulada: “HOOFT, Pedro
C. Federico s/ recurso de casación”, representado el Ministerio Público
Fiscal por el Sr. Fiscal General, doctor Juan Martín Romero Victorica. La
defensa particular de Pedro C. Federico Hooft, por el doctor Héctor M.
Granillo Fernández. Por la parte querellante, representa a la Secretaría de
Derechos Humanos de la Nación el doctor Luis H. Alen; por la Secretaría de
Derechos Humanos de la Provincia de Buenos Aires la doctora Silvana
Flavio Rivas y las señoras Eleonora Alais, Lorena Candelero, Marta
Candelero, María Ribas de Rave, María Luisa T de Toledo y los señores
Juan Marco Candelero, Juan C. Bourg, Mariano Zurita, Antonio Acuña de
Segarra, Julio D´auro, Juan Fresneda y Juan C. Wlasic se encuentran
representados por los doctores Cesar Sivo, Natalia Messineo, Gloria Leon y
Estela Murgier.
Efectuado el sorteo para que los señores jueces emitan su voto,
resultaron designados para hacerlo en primer término el juez doctor
Guillermo J. Yacobucci y en segundo y tercer lugar los jueces doctores Luis
M. García y Raúl Madueño, respectivamente.
El señor juez doctor Guillermo J. Yacobucci dijo:
-I1º) La impugnación se dirige contra la resolución de la Cámara
Federal de Apelaciones de Mar del Plata obrante en copia a fs. 79/81, en
cuanto resolvió “Confirmar la resolución de f. 1224/5 a través de la cual se
rechaza el archivo de las actuaciones…”.
2º) El recurrente sostuvo que la decisión puesta en crisis se trata
de una sentencia equiparable a definitiva toda vez que se habría desconocido
el planteo introducido respecto a que la decisión cuestionada implica el
desconocimiento de la normativa de la Constitución de la Provincia de
Buenos Aires, la ley de Enjuiciamiento de Magistrados de esa misma
jurisdicción y lo dispuesto por el art. 300 del Código Procesal Penal de la
Provincia de Buenos Aires. Además, el recurrente estimó que ello generó
una situación de gravedad institucional puesto que “… el fallo ahora en
crisis otorga prevalencia a una ley propia para Funcionarios y Magistrados
nacionales/federales (Ley 25.320) por sobre las normas del derecho público
provincial, de jerarquía constitucional, en franca violación del principio de
supremacía (art. 31 CN)”. En este sentido, consideró que “…la prosecución
de un proceso penal, mediando obstáculo constitucional, con fundamento en
el ‘bloque de constitucionalidad’ en un sistema federal de gobierno que
consagra una ‘inmunidad funcional’ por tratarse de supuestos delitos que se
habrían cometido en el ejercicio de la actividad jurisdiccional provincial”
(cfr. fs. 33).
El recurrente entendió que “el respeto irrestricto del
procedimiento de enjuiciamiento de magistrados, consagrada en la Carta
Magna Provincial, y legislación complementaria que halla su sustento en el
art. 186 de la Constitución Provincial, en nuestro sistema federal de
gobierno (art. 5º, 31, 121 y ccdtes C.N.), obligan en consecuencia el
archivo…” (cfr. fs. 35).
Por otro lado, estimó que la decisión puesta en crisis
desconoció los argumentos brindados por el recurso de apelación y que le
dio prevalencia a la ley nacional 25.320, de exclusiva aplicación a los
funcionarios y magistrados de esa jurisdicción, y dejó de lado la normativa
existente en la materia en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires.
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El recurrente explicó que si bien la ley 25.320 debe ser aplicada
por órganos judiciales de distintas jurisdicciones (nacionales o provinciales),
los sujetos a los que comprende son los funcionarios y magistrados
nacionales o federales.
Asimismo, interpretó que la ley 25.320 no deroga el art. 195 del
C.P.P.N. y que, por lo tanto, debería ordenarse el archivo por no poder
proseguir con la investigación por mediar un obstáculo proveniente de la
Constitución de la Provincia de Buenos Aires.
En este sentido sostuvo que “…el intento de la Ecxma. Cámara
de compatibilizar o armonizar las previsiones de la ley 25.320 con la
normativa específica de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires – y
legislación complementaria – referida al régimen de enjuiciamiento de
Magistrados y Funcionarios Judiciales, resulta constitucionalmente
insostenible en el sistema federal de gobierno que garantiza nuestra
Constitución Nacional…” (cfr. fs. 37vta./38). Y agregó que, en base a ello y
lo establecido en los arts. 28 y 5 de la Constitución Nacional y los arts. 182
y 186 de la Constitución Provincial se desprende claramente que debe
otorgársele preeminencia a la normativa constitucional provincial en cuanto
al enjuiciamiento de los magistrados provinciales.
Por otro lado, invocó que el art. 300 del Código de
Procedimiento Penal de la Provincia de Buenos Aires resulta de aplicación
supletoria a lo dispuesto en la ley provincial de enjuiciamiento Nº 8085, de
acuerdo a lo que surge del art. 56 de la citada norma. En tal sentido expuso
que “…el citado artículo 300 del CPPBA, limita taxativamente la eventual
intervención inicial de la justicia penal ordinaria, a la conformación de una
‘información sumaria’, que en su caso debería ser remitida al H. Jurado de
Enjuiciamiento, cesando, en ese mismo momento, la jurisdicción penal,
hasta tanto se hubiese dictado sentencia del tribunal de enjuiciamiento, y
que sólo en caso de la remoción del magistrado (no la simple suspensión,
por error se señala en la sentencia recurrida como situación equivalente a
la destitución), puesto que según clara disposición constitucional sólo la
destitución abre la jurisdicción penal ordinaria ulterior” (cfr. fs. 39vta.).
Expuso que el a quo omitió dar tratamiento a un argumento
brindado por la defensa en cuanto a las diferencias técnicas que existen en el
régimen provincial de enjuiciamiento de magistrados, ya sea que se trate de
delitos funcionales o de delitos ajenos a la función. Así explica que “la ley
8085 (t.o. según ley 11.967) con relación al art. 186 de la CN, en forma
totalmente coincidente con tales disposiciones y siguiendo fielmente sus
postulados, determina que solamente en caso de remoción del magistrado
con basamento en hechos que pudieran constituir delito de acción pública –
cometidos en el ejercicio de sus funciones - , únicamente en esos casos se
dará intervención a la justicia en lo penal…” (cfr. fs. 40vta.) y que “En
consecuencia, al Juez Pedro C. Federico Hooft – más allá de la falsedad de
los cargos – jamás podrá ser sometido a proceso penal ante la justicia
ordinaria de la Provincia de Buenos Aires o ante la justicia federal – como
en el presente caso – de no mediar destitución previa por parte del
Honorable Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados de la Provincia de
Buenos Aires” (cfr. fs. 41vta.).
Por otra parte, el quejoso hizo un análisis de la diferencia
conceptual entre los términos “desafuero”, “suspensión” o “destitución” de
funcionarios que gozan de inmunidad y destacó que a su defendido sólo
correspondería su destitución, ya que se le imputan delitos funcionales. Una
vez ordenada la destitución o remoción, el juez competente podrá iniciar el
sumario correspondiente (arts. 185 de la Constitución de la Provincia, 20 y
43, in fine, de la ley 8085). En razón de todo ello, consideró que la Cámara
Federal de Mar del Plata recayó en un error jurídico conceptual ya que
habría utilizado como equivalentes los términos “suspensión” y “remoción”.
Asimismo sostuvo que “…la jurisprudencia ha resuelto
reiteradamente la imposibilidad de someter a magistrados a procesos civiles
o penales, sin antes obtener la destitución de aquellos por los medios
previstos constitucionalmente. Resulta necesario señalar a esta altura que el
Dr. Pedro Hooft se encuentra en pleno ejercicio de sus funciones
jurisdiccionales, y que por lo tanto resulta alcanzado por las
inmunidades…” (cfr. fs. 42vta.). Al respecto citó los casos “Botto”,
“Urdaniz” y “Tortorelli” de la Corte Suprema de Justicia de la Nación, entre
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otros.
En base a todo ello, el recurrente consideró que la inmunidad
de su defendido impediría absolutamente la continuidad de la causa penal,
de lo contrario se estaría derogando todo el sistema de garantías individuales
y alterando el principio de autonomía de las Provincias.
Finalmente, en lo que concierne al art. 195 del C.P.P.N. dijo
que si bien su aplicación al caso sería “absurda”, “…la vía del ‘archivo’ allí
contemplada sí resulta aplicable cuando, como sucede en autos, ‘no se
puede proceder’ respecto de magistrados de la justicia de la Provincia de
Buenos Aires, por imperio de su propia constitución – y legislación complementaria – que integra el ‘bloque de constitucionalidad’ en nuestro
sistema federal de gobierno…” (cfr. fs. 50).
3°) Que se dejó debida constancia de haberse realizado la
audiencia prevista en el art. 465 bis del C.P.P.N., con la presencia del Dr.
Héctor M. Granillo Fernández, Pedro F. Hooft y Federico Hooft. Por la
parte querellante asistió a la audiencia la doctora Natalia Andrea Messineo.
El representante del Ministerio Público Fiscal, la Secretaría de Derechos
Humanos de la Nación y la Secretaría de Derechos Humanos de la Provincia
de Buenos Aires no concurrieron (cfr. fs. 187).
-IIQue el recurso de casación se dirige contra una sentencia que
debe ser equiparada a definitiva toda vez que se ha puesto en tela de juicio el
alcance de una norma de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires
frente a la previsiones establecidas en la Constitución Nacional sobre el
modo en que concurren las inmunidades de un magistrado de la Provincia
dentro del desarrollo de un proceso judicial. En el caso, el delito que se le
atribuye al magistrado provincial pertenece a la competencia del fuero
federal, sin que esto haya sido discutido.
De esta forma, los agravios introducidos por la parte involucran
una cuestión de naturaleza federal, que imponen su tratamiento en esta
instancia en base a la doctrina sentada por la Corte Suprema de Justicia de la
Nación en Fallos 328:1108 (“Di Nunzio, Beatriz Herminia”).
Observo que en el recurso y luego en la exposición dentro de la
audiencia oral cumplida, se ha identificado como agravio particular el
planteo de cosa juzgada que fuera oportunamente resuelto por esta Sala II en
la causa 9651, caratulada “Hooft, Pedro Federico s/recurso de casación” (rta:
15/11/2009, reg: 15.506) actualmente a estudio de la Corte Suprema de
Justicia de la Nación, a través del recurso extraordinario concedido con
fecha 17 de marzo de 2010 (reg: 16.109).
Esa cuestión, así como las relacionadas con las vicisitudes de la
causa –allanamiento a la sede del juzgado provincial, desaparición de
expedientes etc.- resultan por lo tanto ajenas al conocimiento que ahora se
suscita por parte de ésta Sala II y no pueden formar parte de la presente
instancia casatoria. En consecuencia cabe ceñirse al tratamiento del planteo
federal señalado en el párrafo anterior pues en punto a la garantía del ne bis
in idem, el tema está a conocimiento de la Suprema Corte y, en lo restante,
no se advierte motivo alguno que habilite la intervención de ésta Casación.
-IIILa Cámara Federal de Mar del Plata al momento de
pronunciarse resolvió, en lo que aquí interesa, rechazar el archivo de las
actuaciones solicitadas por el recurrente.
Para llegar a tal conclusión el a quo analizó en primer lugar, el
alcance de los art. 1º de la ley 25.320 y 185 de la Constitución de la
Provincia de Buenos Aires. Allí estimó que “…siendo este un proceso
tramitado a la luz del Código Procesal Penal de la Nación, no es posible ya,
por aplicación de la ley 25.320 y la derogación consecuente de los arts. 189
y sgtes., decretar, el archivo de las actuaciones en base a un impedimento
constitucional, como pretende la defensa pues ello sería desconocer
manifiestamente la derogación legislativa apuntada, y a la vez, aplicar una
disposición legal que no se encuentra vigente desde el año 2000…” (cfr. fs.
80vta.).
Así, continuó diciendo que “A fin de no generar un desmedro
en su situación funcional y como mejor modo de compatibilizar las
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previsiones legales en juego, basta decir que del cotejo armónico de esas
disposiciones, ninguna de ellas impide por ahora, que se inicien actuaciones
investigativas tendientes a determinar la existencia de un delito y a sus
eventuales autores, cómplices y partícipes, en la medida en que no implique
ello “someter a proceso” al magistrado provincial presuntamente
implicado, o ejercer medidas coercitivas de su libertad ambulatoria, sin
haber previamente sido suspendido o removido de su cargo mientras se
encuentre en ejercicio”.
Finalmente concluyó que “De esta forma, no existe obstáculo
alguno para que se avance procesalmente en la investigación (…) Ello
significa sin más, la continuidad de estas actuaciones sin que por el devenir
procesal pueda disponerse una medida judicial que implique someter a
proceso o restringir la libertad ambulatoria del magistrado provincial aquí
recurrente, momento – de existir – a partir del cual deberán observarse las
indicaciones legales que se derivan del desempeño del cargo judicial que
ostenta, de conformidad con la Constitución Provincial y el Código
Procesal Penal Provincial” (cfr. fs. 80vta/81).
-IVEn atención a los términos en que ha sido planteado el agravio
corresponde recordar que el art. 121 de la Constitución Nacional establece
que las Provincias conservan el poder no delegado al gobierno federal y el
art. 7 dispone que los actos públicos y procedimientos judiciales de una
provincia gozan de entera fe en los demás. En ese sentido, agrega que será el
Congreso quien regule los efectos legales de esos actos.
Esto implica que las inmunidades que cada Provincia decida
otorgar a sus funcionarios responden a aquellas facultades no delegadas y el
gobierno federal debe respetarlas. Por ello, el sistema a través del cual se
decida el desafuero de un magistrado provincial corresponde al de la
Provincia que le concedió esas inmunidades que, en el caso bajo examen,
será conforme lo establece la Constitución de la Provincia de Buenos Aires.
La situación aquí configurada viene determinada por el hecho
de que si bien en este conflicto se trata de una magistrado provincial que
debe ser enjuiciado por un jury de la Provincia donde ejerce el cargo, los
delitos que se le atribuyen son de competencia federal, razón por la cual es
en el ámbito de esa jurisdicción donde se llevará a cabo la investigación
penal.
Esta circunstancia impone entonces realizar una interpretación
de los enunciados de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires
alegados por el recurrente en torno al tema plateado, a efectos de discernir
en qué medida aquélla supone una traba a la justicia federal para el avance
de este proceso o justificaría las pretensiones de la parte.
A tal fin debe recordarse que el art. 5 de la CN establece que
cada provincia dictará una Constitución conforme con el sistema
representativo y republicano, de acuerdo con los principios, declaraciones y
garantías de la Constitución Nacional, asegurando entre otros objetivos, su
administración de justicia.
Bajo esas condiciones, el Gobierno federal
garantiza a cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones.
De acuerdo con las disposiciones del art.121 de la CN –antiguo
art.104-, las Provincias conservan todo el poder no delegado por la
Constitución al Gobierno federal, y el que expresamente se hayan reservado
por pactos especiales al tiempo de su incorporación. Esta norma determina
las bases del sistema federal y pone en evidencia la originaria pertenencia de
todas las facultades a los poderes provinciales que, en aras de la formación
de una entidad Nacional delegaron parcialmente en ese Gobierno federal,
preservando aquellas que no estuvieran comprendidas en ese cometido. De
todas formas, el art.31 de la CN establece la supremacía de sus principios y
exigencias a los cuales debe conformarse toda autoridad provincial no
obstante cualquiera disposición local en contrario.
En ese marco ha de interpretarse la normativa que ha
establecido la Constitución de la Provincia de Buenos Aires respecto de sus
magistrados, pues Pedro Federico Hooft es un juez designado en ese ámbito
local y, como indica el art.122 de la CN, las provincias se dan sus propias
instituciones y se rigen por ellas, eligiendo sus funcionarios, sin intervención
del Gobierno federal.
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En ese sentido, el art.182 de la Constitución de la Provincia de
Buenos Aires prevé, en lo que hace al caso bajo examen, el procedimiento
para el supuesto en que un magistrado sea denunciado por “cualquiera del
pueblo” por delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones ante el jurado
de enjuiciamiento. Así, el art.184 del mismo ordenamiento establece que ese
jurado declarará la culpabilidad o no del sujeto, en tanto el art.185 expresa
que en el supuesto de un veredicto de culpabilidad se dará intervención, en
se trate, al juez competente para la aplicación de la ley penal.
En el caso bajo examen, la denuncia ha sido presentada ante la
justicia federal en razón de la naturaleza de los hechos que se procura
investigar y en los que, según se alega, aparecería vinculado el magistrado
provincial. Bajo esa circunstancia no se advierte, como pretende el
recurrente, que el proceso ante la jurisdicción federal no pueda iniciarse y
desenvolverse hasta tanto el juez sea desaforado en razón de la decisión de
un jury de enjuiciamiento. En todo caso, eso será necesario en el supuesto
que el progreso de la investigación reclame alguna medida que haga
ineludible la sujeción del magistrado a esa instancia judicial mediante
coerción, afectación de su inmunidad de arresto u otro recurso análogo que
ponga en trance sus funciones jurisdiccionales.
El
conocimiento
sobre
los
sucesos
presumiblemente
constitutivos de ilícito federal no está bloqueado por los fueros que atienden
a la investidura judicial conforme la Constitución de la Provincia de Buenos
Aires, ya que ésta no se ve afectada por el solo hecho de la búsqueda de la
verdad sobre lo realmente acontecido, mientras se sustancia la decisión sobre
el jury que determina la Carta local.
Parece conveniente señalar que la Corte Suprema tiene dicho
que “las inmunidades no son de carácter protector o tuitivo de las personas
sino que se hallan fundadas en razones de carácter institucional” (Fallos,
169:76, 252:184). Además sería absurdo suponer que en una investigación
sobre hechos con relevancia penal en materia federal donde concurriera la
intervención de particulares no alcanzados por fueros, la marcha de la
averiguación o pesquisa sobre los mismos quedara neutralizada hasta tanto
se pronuncie el jury.
Por igual motivo, vale recordar sobre estos puntos que la Corte
Suprema de Justicia de la Nación desde siempre entendió que nada impide
que se prosiga una investigación judicial durante la sustanciación del juicio
para el desafuero de un funcionario que gozaba de inmunidad. Al respecto
tiene dicho que “…El reconocimiento de la inmunidad correspondiente a un
legislador provincial no importa negar la competencia de la justicia
nacional, ni la paralización de un proceso por rebelión contra el mismo,
que debe seguirse en todos sus términos mientras la Cámara Legislativa se
pronuncia sobre el desafuero” (Fallos: 169:76).
En sentido más preciso aún, en el precedente “Botto” – que
fuera citado por el aquí recurrente – el Alto Tribunal dijo que “Los
privilegios que las provincias pueden consagrar respecto de sus
gobernadores, legisladores y jueces deben ser respetados, dentro de sus
respectivos territorios, aún por los jueces federales con jurisdicción en
ellos. Tal inmunidad no importa negar la competencia de la justicia
nacional, ni, necesariamente, la paralización del proceso, en los supuestos
en que pueda seguirse hasta que el órgano provincial correspondiente se
pronuncie sobre el desafuero” (Fallos: 252:184 – el destacado me
corresponde).
Esta doctrina se encuentra justificada en el hecho de que “la
admisión de inmunidades a favor de los magistrados no es impedir a los
tribunales el conocimiento de las causas en que se encuentran involucrados
los jueces ni se pretende establecer un privilegio contrario al art.16 de la
Constitución Nacional, sino que se funda en razones de orden público
relacionadas con la marcha regular del gobierno creado por la ley
Fundamental” (Fallos, 320:1227).
En consecuencia entiendo que la normativa de la Constitución
de la Provincia de Buenos Aires que atiende a la inmunidad de Pedro Hooft
en modo alguno impide el avance de la investigación de hechos de
relevancia penal y naturaleza federal en que pudiera estar implicado un
magistrado provincial en ejercicio de sus funciones, en tanto ese proceso
ante la justicia federal no implique que el sometimiento a la jurisdicción
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requiera de un medida de sujeción que afecte su inmunidad de arresto,
coerción u otra análoga (Fallos 1:32, 302:75) para citar incluso las
referencias del propio recurrente. No hay pues ningún fundamento admisible
para los agravios de la parte sobre el particular ya que se respeta la
normativa constitucional de la Provincia de Buenos Aires conforme su
congruencia con los principios de la Constitución Nacional y, con ello, la
vigencia del sistema republicano y federal antes aludido.
Observo que el recurrente remitió en abono de sus argumentos
a la aplicación de la ley de la Provincia de Buenos Aires N° 8085 que, sin
embargo, ha sido derogada por la ley 13.661 sobre “Normas de
procedimiento para el enjuiciamiento de magistrados y funcionarios” e,
incluso, al art. 300 del Código Procesal Penal de la Provincia de Buenos
Aires. En esa línea señaló el supuesto error del a quo en punto a la
conceptualización de “suspensión” o “remoción” y la necesidad de un
antejuicio.
El Capítulo III, del Título I de la ley 13.661, que trata las
cuestiones relacionadas a la tramitación del sumario, nada dice respecto de la
posibilidad de iniciar o no una investigación judicial en paralelo al curso que
lleva adelante por el Jurado de Enjuiciamiento. Sin embargo, establece en el
artículo 28 que “…siempre que se considere útil para la comprobación de
los hechos denunciados el Secretario Permanente por resolución fundada,
podrá solicitar al juez penal en turno que corresponda, el registro de
domicilios y secuestros de elementos de prueba, así como la intercepción y
secuestro de correspondencia o la intervención telefónica o de cualquier
medio de comunicación. En el caso de que los elementos de prueba tengan
vinculación con un hecho ilícito que hubiese dado origen a una
investigación judicial, los requerimientos se formularán al juez
interviniente” (el resaltado me pertenece).
De todos modos, no incumbe en esta instancia el análisis de
dicha ley reglamentaria así como tampoco de las disposiciones del Código
Procesal de la Provincia de Buenos Aires invocadas por el recurrente, ya que
se trata de normas ajenas a la justicia federal y que por su naturaleza no son
oponibles ante la investigación penal en ese fuero.
No resulta admisible pretender exenciones procesales surgidas
de la legislación adjetiva provincial, cuando el proceso en cuestión progresa
de acuerdo a la ley procesal federal, ni el recurrente ha justificado o
explicado cómo eso sería posible en razón de la naturaleza de los hechos
examinados en la denuncia que motiva la investigación originaria.
Cabe recordar nuevamente que los hechos por los que se instó
la investigación judicial y el sumario por el cual interviene el Jurado de
Enjuiciamiento de la Provincia de Buenos Aires consisten en la posible
comisión de delitos de naturaleza federal, en los que se alega, habría tenido
alguna vinculación Pedro F. Hooft como juez provincial.
Esos ilícitos, por su naturaleza, se encuentran comprendidos en
el procedimiento establecido por el Código Procesal Penal de la Nación,
conforme a lo dispuesto en su artículo 33 en donde se establece que “El Juez
Federal conocerá: 1) en la instrucción de los siguientes delitos (…) e) Los
delitos previstos por los artículos 142 bis, 142 ter, 145 bis, 145 ter, 149 ter,
170, 189 bis (I), (3) y (5), 212 y 213 bis del Código Penal…”.
Más allá del régimen que se instituya para la remoción o
destitución de un juez – que en este caso ya se ha afirmado que corresponde
la aplicación de la Constitución provincial – el régimen procesal depende de
la naturaleza normativa de los sucesos investigados. Por este motivo, las
previsiones de la ley local en el ámbito de la Provincia de Buenos Aires no
son de aplicación al presente caso y nada corresponde decir sobre su
interpretación y alcance.
Por otro lado, la legislación nacional que es la aplicable en la
especie, contrariamente a lo sostenido en el recurso, regula el avance del
proceso en casos de magistrados judiciales e impone las restricciones que
limitan el desarrollo de la investigación. En efecto, la ley N° 25.320 indica
en su artículo 1° que “Cuando, por parte de juez nacional, provincial o de
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, se abra una causa penal en la que se
impute la comisión de un delito a un legislador, funcionario o magistrado
sujeto a desafuero, remoción o juicio político, el tribunal competente
seguirá adelante con el procedimiento judicial hasta su total conclusión. El
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llamado a indagatoria no se considera medida restrictiva de la libertad pero
en el caso de que el legislador, funcionario o magistrado no concurriera a
prestarla el tribunal deberá solicitar su desafuero, remoción o juicio
político. En el caso de dictarse alguna medida que vulnera la inmunidad de
arresto, la misma no se hará efectiva hasta tanto el legislador, funcionario o
magistrado sujeto a desafuero, remoción o juicio político no sea separado
de su cargo. Sin perjuicio de ello el proceso podrá seguir adelante hasta su
total conclusión…”.
En esa línea, el artículo 1 de la ley 25.320 establece
restricciones respecto de medidas que vulneren la inmunidad de arresto del
magistrado, impliquen compelerlo a declarar en indagatoria o supongan
cualquier otra coerción hasta tanto aquél no fuese destituido o removido. En
virtud de lo dicho, si bien el proceso puede seguir adelante, su progreso no
podrá valerse de aquél tipo de recursos que, para su ejecución, reclaman la
solicitud de desafuero y su efectiva concreción. Extremo este regulado por el
sistema constitucional de la Provincia de Buenos Aires que otorga las
inmunidades respectivas a sus magistrados locales.
-VPor todo lo expuesto, propongo al acuerdo rechazar el recurso
de casación interpuesto por la defensa particular de Pedro Federico Hooft,
con costas, y confirmar la decisión de la Cámara Federal de Mar del Plata
con el alcance que se expone más arriba.
Tal es mi voto.
El señor juez doctor Luis M. García dijo:
-IEl señor Pedro Federico Hooft, juez correccional de la
Provincia de Buenos Aires pretende que el juez federal de Mar del Plata no
puede tramitar el proceso iniciado por delitos de competencia de la justicia
federal, de los que aparece como denunciado, y pide que sea archivado.
Invoca que el art. 185 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires
concede a los jueces del Poder Judicial de esa provincia inmunidad procesal,
que según el alcance que el recurrente asigna a esa disposición, impediría la
formación de causa cuando se trata de delitos que se denuncian cometidos
por el juez provincial en el ejercicio de sus funciones. Sostiene que sólo
cuando el jurado de enjuiciamiento regulado por el art. 182 de la
Constitución provincial declara a un juez culpable y dispone su remoción,
puede el caso ser remitido a los jueces competentes “para la aplicación de la
ley penal”.
La Cámara Federal de Apelaciones de la ciudad de Mar del
Plata, ha rechazado la excepción promovida por el juez provincial en este
proceso, al “Confirmar la resolución de f. 1224/5 a través de la cual se
rechaza el archivo de las actuaciones…”.
Se disputa, en síntesis, si las disposiciones de una constitución
provincial establecen un obstáculo procesal a la promoción de un proceso
ante los jueces federales contra un juez provincial, en su caso del alcance de
ese obstáculo, y en definitiva, si ese alcance es conciliable con los arts. 5,
121, 122 y 123 C.N.
Concuerdo con el juez doctor Yacobucci en que aunque la
decisión recurrida no está comprendida entre las enunciadas en el art. 457
C.P.P.N., puesto que se reclama se ha desconocido una inmunidad procesal
que obstaría al progreso del proceso, el agravio que se alega no podría ser
reparado por la sentencia final de la causa.
Se pone por lo demás en discusión el alcance de los arts. 5, 121,
122 y 123 C.P.P.N. ello implica que, prima facie, se encuentra involucrada
una cuestión de naturaleza federal, extremo que impone su tratamiento en
los términos de la doctrina sentada por la Corte Suprema en Fallos:
328:1108 (“Di Nunzio, Beatriz Herminia”), que ha erigido a esta Cámara
como tribunal intermedio y la ha declarado “facultada para conocer
previamente en todas las cuestiones de naturaleza federal que intenten
someterse a su revisión final, con prescindencia de obstáculos formales"
(consid. 11).
Con este alcance, el recurso es admisible.
Cámara Nacional de Casación Penal
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s/recurso de casación.”
Empero, pese a las alegaciones del recurrente, la jurisdicción de
esta Sala se ciñe a ese aspecto del recurso de casación. No le compete, de
adverso, examinar las otras cuestiones que incidentalmente se mencionan en
el escrito de interposición, y sobre las que el defensor del recurrente y el
recurrente mismo se han expresado en la audiencia celebrada a tenor del art.
454 C.P.P.N., esto es: ni la existencia de mérito suficiente para una
imputación contra el recurrente, por hechos alegadamente cometidos en el
ejercicio de sus funciones, ni la cuestión renovada en punto a la existencia
de cosa juzgada, operada por la decisión del jury de enjuiciamiento de la
Provincia de Buenos Aires, que según la tesis del recurrente impediría la
persecución penal ante los tribunales federales, cuestión que ha sido
desestimada por esta Sala en su sentencia de fecha 15/11/2009, causa 9651,
caratulada “Hooft, Pedro Federico s/recurso de casación” (reg: 15.506), y
que ha sido llevada a la Corte Suprema por recurso del art. 14 de la ley 48 y
no ha sido aún fallada.
-IIEl art. 5 C.N. establece que “Cada provincia dictará para sí
una Constitución bajo el sistema representativo republicano, de acuerdo
con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución Nacional; y
que asegure su administración de justicia, su régimen municipal, y la
educación primaria. Bajo de estas condiciones el Gobierno federal, garante
a cada provincia el goce y ejercicio de sus instituciones”. En concordancia
con ello declara que art. 122 C.N. que las provincias “Se dan sus propias
instituciones locales y se rigen por ellas. Eligen sus gobernadores, sus
legisladores y demás funcionarios de provincia, sin intervención del
Gobierno federal”; y el art. 123 C.N. que “Cada provincia dicta su propia
constitución, conforme a lo dispuesto por el artículo 5° […]”. A su vez, el
art. 121 C.N. declara que “Las provincias conservan todo el poder no
delegado por esta Constitución al Gobierno federal, y el que expresamente
se hayan reservado por pactos especiales al tiempo de su incorporación”.
Desde esta perspectiva normativa, la Unión llevada a
cabo por las provincias a través del sistema federal de la Constitución, no ha
delegado en el Estado federal la administración de justicia en sus
jurisdicciones, ese derecho reservado incluye la organización de su propia
administración de justicia, lo que a su vez comprende lo necesario para
asegurarla. La Constitución federal impone a las provincias dictar una
Constitución que asegure la administración de justicia, y en cuanto aquí
interesa deben dictar esa “bajo el sistema representativo republicano, de
acuerdo con los principios, declaraciones y garantías de la Constitución
Nacional”.
La Constitución Nacional no se ocupa de las garantías y
seguridades que se conceden a los integrantes de las administraciones de
justicia de las provincias de la Unión. Ha declarado la Corte Suprema en el
caso de Fallos: 169:76 (“Ricardo S. Castro y otros, sumario instruido en su
contra, por rebelión”), que “la falta, en la Constitución Nacional, de
preceptos concretos referentes a legisladores, gobernadores, ministros o
jueces provinciales, iguales a los que mencionan los arts. 45, 52, 61 y 62, no
tiene el significado de excluir a aquellos de esas inmunidades o privilegios,
pues la Nación, no podía predeterminar a las provincias el número, calidad
y alcance de fueros y funcionarios aforados que cada uno de ellas, según
sus necesidades, sus tradiciones y su soberana voluntad, quisiera consagrar
siempre dentro de los principios enunciados en el art. 5°; era suficiente que
este artículo dijera como dice, en forma clara y precisa, que conformada la
Constitución local al sistema representativo republicano, de acuerdo con los
principios declaraciones y garantías de la Constitución Nacional y que
asegure su administración de justicia, su régimen municipal y la educación
primaria, el Gobierno Federal les garantizaría el goce y ejercicio de sus
instituciones; y así, dado que la inmunidad contra proceso o arresto no es
un privilegio que contemple las personas sino las instituciones y el libre
ejercicio de los poderes, y que, por lo tanto, está dentro de la concepción
argentina del sistema representativo republicano, debe entenderse –y así lo
entendió siempre esta Corte- que él ha podido ser consagrado por las
provincias y debe ser respetado en su territorio, aún por los jueces
nacionales que actúan dentro de él”(consid. 4°).
Cámara Nacional de Casación Penal
Causa Nº 13929 –Sala II“Hooft, Pedro C. Federico
s/recurso de casación.”
Varios aspectos son de destacar de este pasaje. En primer lugar,
que la Constitución Nacional no regula las inmunidades y garantías de
funcionarios provinciales, que las provincias tienen soberanía no delegada
para otorgar inmunidades y garantías a sus funcionarios, y que el Gobierno
federal garantiza las instituciones provinciales, incluidas las inmunidades de
sus funcionarios, en la medida en que se ajusten al principio representativo
republicano, y a los principios declaraciones y garantías de la Constitución
Nacional.
En otros términos, el Estado Federal –en cuanto aquí interesa el
Poder Judicial de la Nación- no estaría obligado a reconocer y garantizar en
el orden federal una inmunidad establecida por una constitución provincial
cuyo alcance constituyese una infracción al principio de igualdad inherente a
la idea republicana, y en particular inconciliable con el art. 16 C.N. que
declara que “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de
nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus
habitantes son iguales ante la ley […]”. Esto es, la soberanía de una
provincia, desde la óptica del art. 121, no comprende la autoridad para crear
fueros personales incompatibles con el principio republicano y con el de
igualdad ante la ley de todos los ciudadanos de la Nación, y , además, en
defecto de reserva formulada en los pactos preexistentes a los que alude esa
disposición, tampoco tienen autoridad para establecer y oponer a los poderes
federales inmunidades de sus funcionarios con un alcance mayor que las que
reconoce la Constitución Nacional respecto de los funcionarios de la Nación.
En definitiva, una inmunidad eventualmente concedida por una
provincia a sus funcionarios, no podría constituir una valla al ejercicio de los
poderes federales, en el ámbito de competencias exclusivas del Gobierno
federal. Tal idea se remonta a la concepción particular de Juan Bautista
Alberdi, en cuanto expresaba “Sobre los objetos declarados del dominio del
gobierno federal, su acción debe ser ilimitada, o más bien, no debe
reconocer otros límites que la constitución y la necesidad de los medios
convenientes para hacer efectiva la constitución. Como poder nacional, sus
resoluciones deben tener supremacía sobre los actos de los gobiernos
provinciales, y su acción en los objetos de su jurisdicción no debe tener
obstáculo ni resistencia […] Siendo uno y nacional el país en los objetos
constituidos de dominio del gobierno federal o común, para la acción de
este gobierno nacional deben ser como no existentes los gobiernos
provinciales. Él debe tener facultad de obrar sobre todos los individuos de
la Confederación, sobre todos los habitantes de las provincias, no al favor
de los gobiernos locales, sino directa e inmediatamente, como sobre
ciudadanos de un mismo país y sujetos a un mismo gobierno general […]
La soberanía provincial, acordada por base, quedará subsistente y
respetada en todo aquello que no pertenezca a los objetos sometidos a la
acción exclusiva del gobierno general, que serán por regla fundamental de
derecho público: -todos aquéllos que expresamente no atribuya la
constitución al poder del gobierno federativo o central ” (confr. “Bases y
puntos de partida para la organización política de la República Argentina”,
ed. Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas, Buenos Aires,
2002, cap. XXIV, p. 99).
En la sentencia del caso “Castro” la Corte Suprema destacó que
se trataba de un Diputado de la legislatura de la provincia de Entre Ríos,
imputado por actos pasados en Entre Ríos, viviendo en Entre Ríos,
procesado ante un juez federal de Entre Ríos, distinguiéndolo de un caso
anterior, decidido en Fallos: 119:291, en el que había desconocido
inmunidad al imputado, en el que se trataba de un proceso por defraudación
seguido en la Capital Federal contra un miembro del Senado de la provincia
de Mendoza (vide consid. 6).
En el caso de Fallos: 119:291 (“Criminal contra Ezequiel
Tabernera (hijo), por defraudación; sobre prisión preventiva”), había
declarado que “entre los privilegios parlamentarios […] la Constitución
Nacional consagra el de exención de arresto y el privilegio del desafuero en
el procesamiento criminal a favor de los miembros del Congreso, sin que se
encuentre en ella disposición alguna que autorice a dar a los privilegios con
que las Constituciones provinciales invisten a los miembros de las
legislaturas la misma eficacia y alcance de aquellos en todo el territorio de
Cámara Nacional de Casación Penal
Causa Nº 13929 –Sala II“Hooft, Pedro C. Federico
s/recurso de casación.”
la República”, y expresado que “la forma federal de gobierno a que se
refiere el art. 1°, supone la coexistencia de un poder general y de poderes
locales que actúan en su esfera propia de acción y con imperio en toda la
Nación el primero y sólo en una provincia determinada el segundo, de
manera que es dentro de sus respectivos límites que las últimas ejercen todo
el poder no delegado al Gobierno Federal con arreglo al art. 104 de la
Constitución”.
Al respecto la Corte había advertido que “si el miembro de una
legislatura provincial llevara por todas las demás o a la capital equiparada
a una provincia, la salvaguardia de sus inmunidades locales contra los
procedimientos criminales de que se hiciera pasible en las últimas, se
crearía en algunos casos una situación más privilegiada que la de los
mismos legisladores del lugar del proceso, pues que varían en las diversas
constituciones las circunstancias y la duración de las inmunidades así como
la de su allanamiento” ejemplificando que “un diputado de Jujuy o de
Santiago del Estero, procesado ante los tribunales de Mendoza, tendría más
privilegios que los de ésta desde que el allanamiento de los fueros del
segundo sólo duraría tres meses perentorios y únicamente el término de ley
el del primero”. Sobre el punto aclaró la Corte que el art. 8 C.N. “debe
entenderse en el sentido de que los ciudadanos argentinos –únicos que
reconoce la Constitución, arts. 108 y 67, inciso 11- gozarán de iguales
prerrogativas y derechos, cualquiera que sea el punto de la Nación en que
se encuentren. Ella se refiere a los privilegios e inmunidades inherentes al
título de ciudadano y no se dirá que tengan este carácter aquellos que se
atribuyen únicamente a los miembros de una legislatura”. A continuación,
ha evocado a los comentarios a la sección 2ª., art. IV, de la Constitución de
los Estados Unidos, que ha declarado “traducida en el art. 8° de la nuestra”,
en cuanto se sostiene que “Los privilegios especiales, gozados por
ciudadanos en sus propios estados, no quedan por esta disposición,
asegurados en otros. No se entendió por ella dar a las leyes de un estado
acción alguna en otros estados. No pueden tener tal acción sino con el
permiso expreso o implícito de éstos. Los privilegios especiales que un
estado confiere, deben ser gozados en el mismo (at home) a menos que
obtengan el consentimiento de otros estados” (p. 307, con cita de 8 Wall.
180).
Es claro, pues, de la jurisprudencia de los casos citados, que el
art. 121 C.N. impone a los jueces del Poder Judicial de la Nación reconocer
las inmunidades concedidas por una constitución provincial en el marco de
ejercicio de facultades no delegadas (arts. 121 y 122 C.N.), sólo con el
alcance y en la medida en que esas inmunidades se ajusten al principio
republicano y a los principios derechos y garantías de la Constitución
Nacional (arts. 5 y 123 C.N.), y no constituyan un privilegio incompatible
con la igualdad (arts. 8, y 16 C.N.). Esto consulta la finalidad que se asigna
al diseño constitucional federal, en cuanto se interpreta que ese diseño
federal “Resolvía por medio de todos y cada uno de sus preceptos las
cuestiones que antes habían sido motivo de lucha entre las Provincias o
grupos de Provincias, suprimiendo las desigualdades entre ellas e
imponiéndoles a todas por igual los mismos deberes respecto del gobierno
de la Nación, así como les reconocía los mismos derechos” (GONZÁLEZ,
Joaquín V., “Manual de la Constitución Argentina”, 16ª edic., Manuel
Estrada y Cia. Buenos Aires, sin fecha, p. 60, nro. 59).
A este respecto, ha declarado la Corte en el citado caso
“Castro” que “debe concluirse: a) que los gobiernos de provincia forman
parte de los poderes que organiza la Constitución de la Nación, conforme al
régimen federal aceptado; b) que las instituciones provinciales están
garantizadas por la Nación en cuanto ellas respeten los principios
representativo-republicanos y aseguren la administración de justicia, el
régimen municipal y la educación primaria; c) que las inmunidades y
privilegios con que las provincias –al par que la Nación- y en ejercicio de la
facultad concedida en los arts. 104 y 105, rodean a sus gobernadores,
legisladores y jueces, no son de carácter protector o tuitivo de las personas,
sino inspirados en la independencia de los poderes y en la autonomía de
aquéllas; d) que el reconocimiento de la inmunidad no importa negar la
competencia de la justicia nacional, ni la paralización del proceso el que
debe seguirse en todos sus términos mientras la Cámara Legislativa se
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Causa Nº 13929 –Sala II“Hooft, Pedro C. Federico
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pronuncie sobre el desafuero [con cita de Fallos: 14:233] que la inmunidad
o privilegio del no arresto, sólo desaparece en el caso de «in fraganti»
delito de carácter grave, cuando el aforado actúa fuera de su provincia o
cuando su privilegio entra en conflicto con otro superior [con cita de
Fallos: 116:60]” (consid. 8°).
Habida cuenta de que los funcionarios provinciales –por caso
los jueces de los poderes judiciales de las respectivas provincias que
componen la Unión- no tienen reconocida una inmunidad específica por la
Constitución Nacional, corresponde examinar, a la luz de la citada doctrina
de la Corte Suprema, si la Constitución de la Provincia de Buenos Aires
concede al juez provincial aquí recurrente una inmunidad o ciertas garantías
que pueda invocar ante el juez federal de la misma provincia ante quien
tramita el proceso por delitos de competencia de la justicia federal por el que
el recurrente aparece denunciado, a cuyo efecto es indispensable examinar
las disposiciones de aquella constitución local e indagar su alcance. Se
presenta aquí un problema típico de ciertos sistemas complejos, en el cual
los jueces tienen jurisdicción para examinar el alcance de la propia
jurisdicción –una de las formas de la llamada regla “KompetenzKompetenz”-, y ese poder no puede ser deferido a otras personas u órganos
extraños al Poder que los jueces integran. Pues si los jueces federales no
tuviesen jurisdicción para ello, el ejercicio de la propia jurisdicción quedaría
subordinado a la tesis del apelante, o a la de las instituciones y autoridades
de la provincia de Buenos Aires.
-IIIEl art. 180 de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires
reformada en 1994 (en adelante la Constitución provincial de 1994), declara
que “Los jueces de la Suprema Corte de Justicia, Cámara de Apelación y de
primera instancia, no pueden ser suspendidos en el ejercicio de sus cargos,
sino en el caso de acusación y con sujeción a lo que se dispone en esta
Constitución”. Esta disposición, reproduce en lo sustancial, a veces con
variantes menores, otras disposiciones de anteriores constituciones de la
provincia de Buenos Aires (así, sin variantes, Constitución provincial de
1873, art. 189, Constitución provincial de 1889, art. 192; Constitución
provincial de 1934, art. 170; y con ligeras variantes en cuanto a la categoría
de jueces comprendidos Constitución provincial de 1949, art. 140).
El art. 180 de la Constitución provincial de 1994, y sus
antecedentes, regula la estabilidad en el cargo de los jueces al prohibir su
suspensión fuera de los casos que regula la misma constitución. De acuerdo
al régimen vigente, los jueces pueden ser suspendidos conforme dos
procedimientos distintos, según se trate de denuncias o acusaciones “por
delitos o faltas cometidas en el desempeño de sus funciones” (arts. 182 a
186) y o según se trate de “delitos ajenos a sus funciones” (art. 187).
En el primer caso, compete a un jurado (organizado por el art.
182), decidir si se admite la acusación, en cuyo caso, “El juez acusado
quedará suspendido en el ejercicio de su cargo desde el día en que el jurado
admita la acusación” (art. 183). Según la Constitución provincial, “El
jurado dará su veredicto con arreglo a derecho, declarando al juez acusado
culpable o no culpable del hecho o hechos que se le imputen” (art. 184), y si
el jurado hubiese “pronunciado veredicto de culpabilidad, la causa se
remitirá al juez competente para que aplique la ley penal cuando
corresponda”. La Constitución provincial de 1994 defiere a la ley la
determinación de los delitos y faltas de los jueces susceptibles de ser
acusados ante el jurado y la reglamentación del procedimiento a observar
(art. 186).
En cambio, cuando se trata de “delitos ajenos a sus funciones”,
los jueces provinciales “serán juzgados en la misma forma que los demás
habitantes de la Provincia, quedando suspendidos desde el día en que se
haga lugar a la acusación”.
Si bien se mira, la distinción fundamental entre denuncias de
delitos cometidos en el ejercicio de las funciones y denuncias de delitos
ajenos a las funciones del juez consiste en que la suspensión sólo puede ser
autorizada por el jurado del art. 182, al admitir la acusación, mientras que en
los otros, se opera de pleno derecho desde el momento en que se hace lugar
a la acusación. Esas disposiciones se complementan con las que regulan la
Cámara Nacional de Casación Penal
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duración de los mandatos de los jueces, que “conservarán sus empleos
mientras dure su buena conducta”. (art. 176). Como se verá, ninguno de los
dos regímenes se refiere expresamente a la existencia de obstáculos
procesales a la persecución penal contra un juez provincial, sino a las
condiciones y procedimientos para su suspensión.
En esto la Constitución de 1994, y sus antecedentes, se apartan
sustancialmente de la Constitución de la Provincia de Buenos Aires de 18541873, cuyo art. 118 declaraba que “El Poder Judicial es independiente de
todo otro en el ejercicio de sus funciones” y cuyo art. 119 declaraba que
“Será desempeñado en el Estado por los tribunales y juzgados que la ley
designe, y sus miembros durante el tiempo que según ella deban ejercer sus
funciones, no podrán ser removidos sin causa y sentencia legal; aunque
quedarán suspendidos desde que sean enjuiciados”. En esta disposición era
clara la distinción entre remoción y suspensión. La suspensión procedía
desde el momento en que los jueces “sean enjuiciados”. En este régimen, no
estaba previsto un procedimiento especial para la suspensión del juez, ni
tampoco un obstáculo procesal para el enjuiciamiento de los jueces de la
provincia ante los tribunales ordinarios.
En el texto que sucedió a éste (Constitución de 1873-1889), se
declaró que “Los jueces de la Suprema Corte, cámaras de apelación y de
primera instancia, no pueden ser suspendidos en el ejercicio de sus cargos
sino en el caso de acusación, y con sujeción, a lo que se dispone en esta
Constitución” (art. 189).
Allí se estableció por primera vez un
procedimiento diferenciado según se tratare de la acusación por delitos o
faltas cometidos en el ejercicio de sus funciones (arts. 190), o por delitos
ajenos a sus funciones (art. 195). En el caso de los primeros el
procedimiento para la suspensión del juez se tramitaría ante un jury, y se
establecía que “El juez acusado quedará suspendido en el ejercicio de su
cargo, desde el día en que el jury admita la acusación” (art. 191), mientras
que en el caso de los segundos se declaraba que “serán juzgados en la
misma forma que los demás habitantes de la Provincia, quedando
suspendidos desde el día en que se haga lugar a la acusación” (art. 195). En
el sistema de enjuiciamiento establecido en esa Constitución, la
identificación del segundo supuesto no presentaba dificultades, en la media
en que ella declaraba que “Toda causa por hecho calificado de crimen por
la ley, será juzgada con la intervención de dos jurys; uno que declare si hay
lugar o no a acusación, otro que decida si el acusado es o no culpable del
hecho que se le imputa” (art. 174). De la consideración conjunta de estas
disposiciones que en rigor se refieren a la suspensión de los jueces, se infiere
que los jueces podían ser enjuiciados (“juzgados”), del mismo modo que
todos los habitantes de la Provincia, cuando se tratase de delitos cometidos
por los jueces fuera de sus funciones. En cambio, del texto de los arts. 192 y
193 se infería un obstáculo procesal al enjuiciamiento, en tanto el primero
establecía que “El jury dará su veredicto, declarando al juez acusado
culpable o no culpable del hecho o hechos que se le imputen”, y el segundo
disponía que “Pronunciado el veredicto de culpabilidad, la causa se
remitirá al juez ordinario competente para que aplique la ley penal”. Si bien
la Constitución provincial no declaraba expresamente la existencia de un
obstáculo procesal, en el caso de imputaciones de delitos cometidos por los
jueces en el ejercicio de sus funciones, su enjuiciamiento sólo procedería en
el caso de que el jury pronunciase un veredicto de culpabilidad. Esta
conclusión es obligada a la luz de los términos empleados en el art. 193, en
cuanto dispone que en ese caso “se remitirá la causa al juez ordinario
competente para que aplique la ley penal”, la que sólo podría ser aplicada al
cabo de un juicio ante el juez ordinario competente; interpretación que se
confirma en cuanto se toma nota que en el caso de delitos ajenos a sus
funciones los jueces “serán juzgados en la misma forma que los demás
habitantes de la provincia”. Así, un veredicto de “culpabilidad” del jury, en
el primer caso, es presupuesto procesal para el enjuiciamiento de los jueces.
Sin embargo, ninguna disposición de la Constitución provincial establecía
obstáculo a la promoción del proceso mismo en el caso de delitos cometidos
en el ejercicio de las funciones, sino sólo al enjuiciamiento.
El sistema se ha mantenido inalterable en los textos
constitucionales que sucedieron a la Constitución provincial de 1873-1889,
hasta la actual Constitución de 1994, cuyos arts. 183, 184, 185 y 187
Cámara Nacional de Casación Penal
Causa Nº 13929 –Sala II“Hooft, Pedro C. Federico
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reproducen casi textualmente los arts. 191, 192, 193 y 195 de la primera.
En síntesis, no se infiere de la Constitución provincial de 1994
la existencia de un obstáculo procesal que impidiese la formación de un
proceso penal que tenga por objeto delitos alegadamente cometidos por los
jueces provinciales en el ejercicio de sus funciones, sino, solamente, un
obstáculo a su enjuiciamiento, esto es, a la realización del juicio.
El recurrente pretende que el obstáculo está establecido en la
legislación provincial, en particular, la ley N° 8085 –en rigor ahora
sustituida por la ley local n° 13.661-, aunque no indica de cuál disposición
de esa ley se inferiría el obstáculo procesal, y en el art. 300 del Código de
Procedimiento Penal de la Provincia de Buenos Aires.
En cualquier caso, esas disposiciones son inaplicables en el
caso de procesos penales promovidos y tramitados ante los jueces federales.
Las leyes dictadas por el Poder Legislativo de la provincia de Buenos Aires
no pueden crear obstáculos procesales a las causas que son de conocimiento
de los jueces de la Nación, según los arts. 116 y 117 C.N. En el caso del
Código de Procedimientos local ello es aún más evidente, en tanto sólo
puede definir los presupuestos para la aplicación de la ley penal por los
jueces provinciales en los casos que caen bajo su jurisdicción (art. 75, inc.
12, C.N.), pero el legislador provincial no tiene soberanía para definir los
presupuestos para el ejercicio de la jurisdicción por los jueces de la Nación
en los casos que caen bajo su respectiva jurisdicción.
Esta interpretación es también contemplada por la doctrina, que
considera que “Como principio general, se pueden adoptar todas las
medidas
de
investigación
consideradas
pertinentes
(pericias,
reconocimientos por fotos, testimoniales, etc.), sin que se adviertan
obstáculos
para
efectuar
aquellas
que
comprometen
garantías
constitucionales como allanamientos, secuestros e intervenciones de líneas
telefónicas (con la pertinente orden) en tanto por esta vía no se perturbe el
desempeño de la función […] ni se vulneren garantías constitucionales del
imputado. Por el contrario, no parece viable, o cuanto menos es materia de
debate, la posibilidad de realizar medidas que limiten la libertad locomotiva
o constituyan una suerte de coerción, como sería el caso de requisas
personales, reconocimientos en rueda de personas, llamados a prestar
declaración del art. 308 u otros actos procesales, y ello con exclusión de
cualquier medida que implique privación de la libertad (v.gr.: aprehensión
–salvo flagrancia en sentido estricto-, detención y prisión preventiva) pues
la Constitución local garantiza la inmunidad de arresto, término éste que
debe ser interpretado en su más amplia acepción” (GRANILLO FERNÁNDEZ
Héctor M. y HERBEL Gustavo A., “Código de Procedimiento Penal de la
Provincia de Buenos Aires”, La Ley, Buenos Aires, 2005, ps. 616/617).
-IVQue sentado lo anterior, surge que ninguna disposición de la
Constitución de la provincia de Buenos Aires puede ser invocada como
obstáculo a la promoción de un proceso penal ante la justicia federal por
hechos de la competencia de este fuero que se alegan habrían sido cometidos
por un juez de esa provincia en el ejercicio de sus funciones. En todo caso
los únicos límites que la Constitución provincial pone al ejercicio de su
jurisdicción por el juez federal se ciñen a todos los actos procesales cuya
naturaleza conduciría a impedir que el juez provincial continúe en el
ejercicio de su cargo mientras no sea suspendido por el jury establecido por
la constitución provincial. Porque tales actos afectarían ya no sólo a la
persona del juez, sino a la función en cuya salvaguarda la constitución local
ha establecido el procedimiento especial.
Ahora bien, los arts. 192 y 193 de la Constitución provincial de
1994 no pueden ofrecer fundamento para obstaculizar el enjuiciamiento de
un juez provincial por los tribunales del Poder Judicial de la Nación, porque
resulta aquí aplicable la doctrina de la Corte Suprema, antes citada, según la
cual, “ el reconocimiento de la inmunidad no importa negar la competencia
de la justicia nacional, ni la paralización del proceso el que debe seguirse
en todos sus términos mientras la Cámara Legislativa se pronuncie sobre el
desafuero” (confr. Fallos: 169:76, y su cita; reiterado en Fallos: 252:184).
Pues de lo contrario, el reconocimiento en el orden federal de una inmunidad
procesal más o menos extensa según cual fuese la extensión y alcance de las
Cámara Nacional de Casación Penal
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reconocidas en las distintas constituciones de las provincias que integran la
Unión sería inconciliable con los arts. 8 y 16 C.N. según se ha expresado en
el punto I. Tal aplicación no igualitaria no es garantizada por el Estado
Federal (arg. art. 5, a contrario sensu, C.N.).
Sentado así el límite en que debe asegurarse el respeto de la
inmunidad procesal concedida al juez provincial en el ejercicio de la
jurisdicción por los jueces federales, se observa que esta interpretación es
perfectamente conciliable con el art. 1 de la ley 25.320, que establece:
“Cuando, por parte de juez nacional, provincial o de la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, se abra una causa penal en la que se impute la comisión
de un delito a un legislador, funcionario o magistrado sujeto a desafuero, re
moción o juicio político, el tribunal competente seguirá adelante con el
procedimiento judicial hasta su total conclusión. El llamado a indagatoria
no se considera medida restrictiva de la libertad pero en el caso de que el
legislador, funcionario o magistrado no concurriera a prestarla el tribunal
deberá solicitar su desafuero, remoción o juicio político. En el caso de
dictarse alguna medida que vulnera la inmunidad de arresto, la misma no
se hará efectiva hasta tanto el legislador, funcionario o magistrado sujeto a
desafuero, remoción o juicio político no sea separado de su cargo. Sin
perjuicio de ello el proceso podrá seguir adelante hasta su total conclusión.
El tribunal solicitará al órgano que corresponda el desafuero, remoción o
juicio político, según sea el caso, acompañando al pedido las copias de las
actuaciones labradas expresando las razones que justifiquen la medida. No
será obstáculo para que el legislador, funcionario o magistrado a quien se
le imputare la comisión de un delito por el que se está instruyen do causa
tenga derecho, aun cuando no hubiere sido indagado, a presentarse al
tribunal, aclaran do los hechos e indicando las pruebas que, a su juicio,
puedan serle útiles. No se podrá ordenar el allanamiento del domicilio
particular o de las oficinas de los legisladores ni la intercepción de su
correspondencia o comunicaciones telefónicas sin la autorización de la
respectiva Cámara.”
En efecto, contra lo que parece entender el a quo, y sostiene el
recurrente, esta disposición rige el caso de los jueces provinciales imputados
ante los jueces federales. En efecto, la ley se refiere a las causas penales “en
la que se impute la comisión de un delito a un legislador, funcionario o
magistrado sujeto a desafuero, remoción o juicio político” y lo hace sin
distinción del sistema de derecho público al que pertenece el legislador,
funcionario o magistrado. La pretensión de que sólo estarían comprendidos
en el supuesto de la ley los funcionarios del Estado Nacional, y no los
provinciales, no sólo constituye una interpretación que no surge de la
literalidad, sino, además, conduciría a un resultado inconciliable con las
disposiciones constitucionales antes enunciadas, en particular, la de los arts.
5, 8 y 16 C.N. (vide también Fallos: 320:1227).
Esta ley autoriza al tribunal competente a seguir adelante con el
procedimiento judicial “hasta su total conclusión”; no impide que se cite al
legislador a prestar declaración, aunque sujeta cualquier ejercicio de
coerción para obtener su comparecencia, o la posibilidad de arresto hasta
tanto el legislador, funcionario o magistrado sujeto a desafuero, remoción o
juicio político no sea separado de su cargo. Y especialmente declara por
segunda vez que “sin perjuicio de ello el proceso podrá seguir adelante
hasta su total conclusión”.
En esas condiciones, se concluye que la Cámara Federal de
Apelaciones de Mar del Plata no ha errado en la aplicación de la
Constitución Nacional al declarar que “la ausencia de un pronunciamiento
dictado por el Honorable Jurado de Enjuiciamiento a través del cual se
disponga la destitución del recurrente no obsta a la formación, inicio o
sometimiento a la jurisdicción del magistrado provincial”.
Ello sin perjuicio de que, los jueces de la Nación no podrán
disponer ninguna medida que implique compelerlo a comparecer, su arresto,
u otra forma de restricción de su libertad física.
Por lo expuesto, entiendo que corresponde rechazar el recurso
de casación de fs. 32/53 y confirmar la decisión recurrida con el alcance que
aquí se expresa. Con costas (arts. 470, 530 y 531, C.P.P.N.).
Tal es mi voto.
Cámara Nacional de Casación Penal
Causa Nº 13929 –Sala II“Hooft, Pedro C. Federico
s/recurso de casación.”
El señor juez doctor Raúl Madueño dijo:
Que por compartir en lo sustancial los argumentos de los votos
que preceden, adhiere a sus conclusiones y extiende su voto en idéntico
sentido.
En base a la deliberación que antecede, esta Sala RESUELVE:
Rechazar el recurso de casación de fs. 32/53 y confirmar la decisión de fs.
79/81 con el alcance que aquí se expresa, con costas (arts. 530 y 531 CPPN).
Regístrese, notifíquese en la audiencia designada a los fines del
artículo 455 último párrafo, del Código Procesal Penal de la Nación y
remítase al tribunal de procedencia sirviendo la presente de atenta nota de
estilo.
Firmas: Guillermo J. Yacobucci, Luis M. García y Raúl Madueño. Ante mi:
Sol Déboli
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