Voto de obediencia Fundamentos antropológicos Pbro. Lic. Rubén Hermosa “A nadie llamen Padre…Porque ustedes tienen un solo Padre que está en el cielo” Las relaciones de autoridad y obediencia son un verdadero capítulo problemático dentro de la teoría y práctica de la Iglesia ya que implica la articulación de la libertad personal con el sometimiento a unas leyes o normas determinadas. Implica la fidelidad a la conciencia con la exigida por las instituciones y esto es una fuente de conflicto permanente en la vida eclesial. Para poder introducirnos al tema debemos prestar atención a aquello que todas las personas poseemos que es nuestra motivación y los efectos psíquicos de esta. La obediencia puede estar encubriendo infantilismos profundos y tentaciones camufladas bajo argumentos teológicos y psicológicos que so pretexto de ser obediente, termina siendo un impedimento a nuestra madurez plena. No existe unanimidad a la hora de definir las relaciones de obediencia. Tenemos que hacer, previamente, algunas aclaraciones antes de poder hablar directamente de la obediencia como fenómeno religioso. Se preguntarán ¿por qué? Pues porque a la luz de acontecimientos que tuvieron lugar en nuestro país en los últimos 36 años, sobrados ejemplos tenemos acerca de que la obediencia así, sin más puede ocultar atrocidades para la humanidad. Los últimos gobiernos en Latinoamérica nos han mostrado un papel sangriento de la obediencia debida a los superiores como algo que no debe volver a ocurrir y por ello primero debemos tratar otros temas. La conformidad La palabra conformidad lleva impresa una connotación negativa en el mundo occidental ya que valora mucho más la individualidad. La condescendencia no sólo es actuar como los demás; consiste en ser afectados por cómo actúan los otros. Es comportarse de forma diferente de cómo lo haríamos solos. Así, la conformidad es un cambio en la conducta o las creencias para estar de acuerdo con los demás. Ahora bien, la condescendencia tiene variedades, la obediencia y la aceptación. Por un lado, la obediencia es la conformidad externa y que consiste en actuar públicamente de acuerdo con una petición implícita o explícita de la que en privado se disiente. En general nos conformamos para cosechar un premio o evitar un castigo. Y así, actuar según esa orden es acatar. Otra cosa diferente es creer honestamente en lo que el grupo nos ha dicho y de lo que estamos convencidos y por ello actuamos en consecuencia. Por ejemplo, comemos diariamente porque estamos convencidos de que es nutritivo y estamos convencidos de que sin alimento nos desnutrimos gravemente y podríamos morir. Esto se llama aceptación, es decir, la conformidad que consiste en actuar y pensar de acuerdo con la presión social. Queda claro entonces que, la obediencia determina la conducta externa de la persona según el designio de otra a quien se le da el nombre de autoridad y exige una reducción de la iniciativa personal Página 1 de 5 Voto de obediencia Fundamentos antropológicos Pbro. Lic. Rubén Hermosa y la aceptación de una directiva que le viene de afuera. Dicho de esta manera, la obediencia supone una capacidad de respuesta a la demanda y que llamaremos responsabilidad. Obediencia, libertad y responsabilidad son elementos que se hallan intrínsecamente imbricados y que debemos tratar para comprender este fenómeno que en la Iglesia es propuesto como forma de vida y camino hacia la madurez de la persona consagrada. Fenomenológicamente, la obediencia hay que relacionarla con la misma supervivencia. La falta de autoridad acarrea a menudo trastornos de importancia para la persona como debilidad yoica, angustia y predisposición a la desestructuración. La obediencia es necesaria para el desarrollo de la personalidad y es un modo que asegura el mantenimiento de la estabilidad social. La obediencia y los amores primeros Desde la dinámica de la formación de la personalidad, la obediencia está enraizada en el mundo afectivo infantil. En infante se encuentra en un estado de indefensión que nos sumerge en un estado de subordinación y de dependencia a las personas. Se depende de otros para sobrevivir y de allí la confianza básica en la vida que permitirán el surgimiento de la autoestima, autonomía y posterior iniciativa personal. El estado de indefensión es un estado de indigencia y la obediencia es una de las modalidades básicas con las que se resuelve la indefensión. Obedecer es una cuestión de vida o muerte. Por otro lado, este sentimiento de indefensión se da unido a un sentimiento de omnipotencia típicamente infantil, mágica: “si obedezco mi vida estará resuelta” y para asurarse, además, una buena imagen de sí mismos: NO OBEDECER moviliza sentimientos negativos y difíciles de tolerar para el propio Yo, como son los sentimientos de ser malos, dañinos ante los demás. Nadie queda exento de estas primeras experiencias infantiles de vida que, tienden a reeditarse en cualquier momento en la vida adulta. Incluso se dan en las instituciones eclesiales: “si obedeces serás protegido”. La obediencia tiene su origen en el miedo a la desprotección y se manifiesta en la vida adulta con las mismas connotaciones infantiles pero, ahora frente a la autoridad. Si no se es obediente viene el castigo: “que pise el barro”…. Los cambios de destinos… La autoridad de la madre pervive en el psiquismo como una imagen internalizada de autoridad. Si somos obedientes nos experimentamos buenos y valiosos o amenaza con retirarnos su amor generando en nosotros sentimientos de minusvalía. En algunas personas esto es estructural. Obedecer equivale a obtener la garantía del acertar en las decisiones. Y por tanto, la responsabilidad no será nunca suya sino de arriba. Depositan su confianza en la autoridad a quienes revisten de omnipotencia y así ellos se convierten en seres maravillosos. Ceder la omnipotencia a la autoridad es siempre una tentación porque “el que obedece no se equivoca”, dicen. Así las cosas, la indefensión-amor-obediencia es el ritmo natural que genera el surgimiento de la autoridad que me promociona. Página 2 de 5 Voto de obediencia Fundamentos antropológicos Pbro. Lic. Rubén Hermosa Pero esto no es todo. La omnipotencia del otro genera ambivalencia de amor-hostilidad que termina por impregnar toda la relación. El otro tiene lo que yo quiero tener y ser. ¿No es este el pecado de los orígenes? “serán como dioses…” Cómo vemos esto está en el origen de la humanidad, es algo del ser humano y tiene que ver con la necesidad de totalidad. La tentación de la obediencia La obediencia puede ser, ni más ni menos que la tentación de dejar de lado nuestra responsabilidad. Enlazadas con nuestra omnipotencia infantil, la obediencia puede ser la posibilidad de vernos libre de tener que decidir, de tener que ser responsables y por yanto, de ser libres. No es lo mismo ser liberados que vivir libres. No es lo mismo tener responsabilidad que ser responsables. No es lo mismo ser hijos que vivir como tales. La obediencia puede ser una búsqueda de seguridad paradisíaca que genera una personalidad conformista e inmadura, irresponsable y sometida. Rasgos de la personalidad conformista: → Es una persona que cognitivamente tiende a la rigidez y hacia la pobreza de ideas. Suelen ser personas menos inteligentes. → En cuanto al funcionamiento motivacional y emotivo, muestran menos fuerza en el Yo y en su capacidad para resistir al estrés. Tienen mayor grado de ansiedad → En la imagen de sí mismos padecen sentimientos de inferioridad, son menos intuitivos y menos realistas a la hora de evaluar la imagen de sí mismos. → En sus relaciones interpersonales suelen angustiarse frente a los otros. Son más pasivos, más propensos a la sugestión y, en general, dependen en mayor grado del prójimo. → En el campo de las actitudes y valores, se inclinan hacia actitudes moralistas y tradicionalistas con una baja tolerancia a la creatividad de los otros. La autoridad en ejercicio Desde la psicología se sabe que el ejercicio de la autoridad es necesario para el desenvolvimiento de la vida social. La iglesia, al igual que la sociedad no es ácrata. En ella hay autoridades y esto es querido por el Señor que la fundó. El tema es que cuando ejercemos autoridad se movilizan en nosotros con mucha facilidad, un mundo de deseos y de temores que escapan a nuestra propia conciencia. Desde la infancia, el ejercicio de un nuevo poder o habilidad es susceptible de proporcionar una satisfacción. Placer pero, también ser el que manda. Ser como Dios, situarse en el lugar del poderoso es propio de nuestra naturaleza. Ser la autoridad proporciona cierta inmunidad. Página 3 de 5 Voto de obediencia Fundamentos antropológicos Pbro. Lic. Rubén Hermosa El autoritarismo representa uno de los mecanismos de evasión que el sujeto erige en su miedo a la libertad y de los sentimientos de soledad -dice E. Fromm- Es un poder que se arraiga en la debilidad en un intento desesperado para lograr fuerza que, en realidad falta, de la que se carece. El autoritarismo es la energía de los débiles. Surge así una combinación explosiva: por un lado, el deseo o búsqueda de seguridad omnipotente por un lado y por otro un deseo de dominación para adquirir seguridad. Voluntad de poder y necesidad de sometimiento. El cristiano frente a la obediencia El término “obediencia” no aparece, está ausente en los evangelios para describir las relaciones interpersonales en el seno de la comunidad. La obediencia se aplica tan sólo a las relaciones con Dios o al dominio que ejerce Jesús sobre los elementos naturales o demonios (Mc 1, 27 / Mc 4, 41). Esa obediencia a Dios es el de la escucha tal como se manifiesta en la raíz misma de la palabra ob-audire que puede, por otra parte, conducir a la des-obediencia de los hombre y a la transgresión de la normativa religiosa si se opone a la voluntad de Dios. Nada debe anteponerse a la voluntad de Dios, a él es la obediencia de los hombres. La obediencia de Jesús es al Padre lo que le condujo a aparecer como un desobediente religioso. El lugar del Padre queda vacío para él. A uno solo hay que llamar Padre… pero, la Iglesia no es una democracia sin embargo, la autoridad no puede degenerar jamás como autoritarismo porque, la Iglesia tampoco es una monarquía absoluta. La Iglesia es la comunidad de discípulos que porque tienen un Padre en común viven como hermanos en una fraternidad. La fraternidad se vive a la escucha de la Palabra para discernir lo que es bueno, lo que le agrada a Dios, la voluntad de Dios. En la comunidad cristiana sólo como recurso último se recurre a la autoridad (Mt 18, 15-17), nunca como primera instancia, ni menos como la única. El mismo Jesús fue modelo de autoridad, como servicio auténtico, procurando no mandar frente a los demás sino buscando su libertad. La comunidad cristiana tiene la gran responsabilidad de mostrar al mundo un modo de ejercer la autoridad y obediencia en el que el énfasis está puesto en los principios de servicio, respeto, madurez, disponibilidad y entereza, que fueron señalados en la conducta de Jesús. Los dirigentes eclesiásticos, sin embargo, parecen vivir ajenos a todos los cambios y muestran poca sensibilidad al signo evidente de “los signos de los tiempos”. La Iglesia se presenta como heraldo de las libertades pero, por otras, “abandera una línea inquisitorial en sus mismas entrañas y con sus hijos más fieles”. Un auténtico anti-signo. Hay en la Iglesia una peligrosa ilusión de una colectividad sin sujeto, en la que se ideologiza al grupo, representado por un superior, y en la que se identifica la voluntad de éste con la verdad de Dios. “la voluntad de Dios se manifiesta en la voluntad del superior”. Que bueno sería frente a esto, una teología de la desobediencia, que como la de Cristo frente a las autoridades, nos invita al discernimiento. Página 4 de 5 Voto de obediencia Fundamentos antropológicos Pbro. Lic. Rubén Hermosa La obediencia, un voto En la Iglesia, la tradición ha visto en la disponibilidad radical dentro de un grupo para el servicio del Reino para ofrecer un voto a Dios. El voto de obediencia es una forma de consagración y a su reino y que implica la problemática de renunciar a la autonomía personal. Pero, el voto de obediencia nunca puede entenderse como una renuncia a la propia responsabilidad y atención al propio deseo. El voto de obediencia es la disponibilidad dentro de una comunidad fraternal para buscar conjuntamente la voluntad de Dios. Dentro de la fraternidad concreta, el superior expresa la comunión con esa otra gran fraternidad que es la Iglesia total, y por otra parte, la comunión también con la fraternidad particular y concreta de la orden o congregación religiosa particular. Por eso se dice que el voto de obediencia es el único voto de a dos. La obediencia debe verse como un proceso, como una búsqueda común de la voluntad de Dios. Un proceso que, para llevarlo a cabo exige el encuentro y el diálogo entre el sujeto y el superior. En ese diálogo no podrá perderse de vista jamás, que se inscribe en la asunción de la igualdad radical, a pesar de la diversidad de funciones que se puedan dar en el seno de la comunidad. Diálogo entre hermanos que sinceramente buscan la voluntad de Dios. La voluntad de Dios es lo que debemos buscar y para ello se empeñan las partes. Discernir cuál es la voluntad de Dios implica, por un lado que, el súbdito sepa renunciar al propio juicio y también, la capacidad del superior para ejercitar la autoridad, de la única manera que está permitida en el cristianismo: la autoridad como servicio, disponibilidad abierta, también para suspender el propio juicio en el curso del diálogo con el otro. La obediencia es, como se ha dicho, “co-acción”, sin que pueda nunca llegar a convertirse en una “coacción”. El voto de obediencia no puede degenerar en presión para que el otro haga lo que el superior desea porque este también debe velar por descubrir lo que Dios quiere. La obediencia requiere del discernimiento conjunto como un elemento para dilucidar lo que es bueno, lo que le agrada, lo perfecto según Dios. Cuidado porque, la obediencia no es garantía absoluta de haber acertado en el proceso de discernimiento en la búsqueda de la voluntad de Dios. El voto de obediencia constituye una mediación que expresa nuestra disponibilidad para el Reino. La obediencia es una nota esencial del apostolado y expresa nuestra “libertad para”. Si algún aspecto de esta verdad sobre la obediencia quedara oscurecido tanto para la autoridad como para el súbdito servirá ocultamente a las motivaciones infantiles y perderá su condición de mediación y dejará de estar al servicio del reino para estar al servicio del deseo que arrastra a las personas a la búsqueda de su omnipotencia. Sólo en razón de la tarea a favor de los hombres se puede renunciar a lo que constituye un valor, la autonomía personal. Si no es así, la obediencia se convierte en una fuente de alienación humana, de infantilismos y un atentado contra la radical igualdad a la que estamos llamados todos. Página 5 de 5