orientaciones para padres y profesores

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ORIENTACIONES PARA PADRES Y
PROFESORES
LA OBEDIENCIA
La obediencia es una virtud que hay que trabajarla diariamente, como un hábito, para que de esta
forma los niños la hagan suya y forme parte de su carácter.
- Cuando se trabaja la obediencia no sólo se está trabajando el hecho de asumir unas normas,
cumplirlas y asumir también las consecuencias de la trasgresión, sino que también se está
incidiendo en el autocontrol, en la responsabilidad (saber decidir y elegir: no hay responsabilidad
si no se ha aprendido a obedecer), la humildad (el tirano es aquel que sólo desea exaltar su yo...).
- El hecho de trabajar la obediencia no significa que no se quiera la libertad para los hijos; pero
tienen que asumir que no sólo existe su libertad sino también la del resto de personas de su
alrededor, libertades que tienen que respetar.
- Los niños y los adolescentes, por su propia seguridad puesto que no poseen la experiencia y
sabiduría necesarias, deben sentir que sus padres son los que mandan.
¿POR QUÉ DESOBEDECEN? ALGUNAS CAUSAS DE LA DESOBEDIENCIA

Para llamar nuestra atención, aunque sólo reciba castigos o reprimendas.

Época de las pataletas (en torno al año y medio-dos años).

No atiende a lo que se le pide porque está atento a otra actividad.

Estar recibiendo demasiadas órdenes a la vez: por ejemplo: “recoge la silla”, “deja la
plastilina en su sitio” y “siéntate en la colchoneta”.

No comprender lo que se le manda: por ejemplo: “tienes que portarte bien”. ¿Dónde,
cómo, con quién?

Saber que los padres van a repetir varias veces la petición antes de que se pongan a
realizarla.
¿QUÉ SE PUEDE HACER? DISCIPLINA Y LÍMITES. EXIGIR CON AFECTO

Tener unos objetivos claros de lo que se pretende cuando se educa.

Dar ejemplo para tener fuerza moral y prestigio.

Establecer normas realistas, ajustadas, que sean capaces de llevar a cabo.

Explicar con claridad cuáles son las consecuencias positivas y negativas de nuestros actos.

Instrucciones simples, comprensibles para ellos y razonables, es decir, peticiones
específicas, en las que quede bien claro el comportamiento que deben seguir.

Enseñar con claridad cosas concretas.

Es importante especificarle la conducta que se espera de él y ,si es posible, hasta
mostrársela.

Dar un número de instrucciones racional y decirlas de una en una.

Ofrecerles dos opciones que llevarán a un mismo resultado y se les dará a elegir una de
ellas en lugar de dar órdenes o hacer preguntas.

Explicarles las razones por las que se les pide o se les prohíbe que hagan algo.

Exponer de manera positiva el resultado de una conducta adecuada para motivar a
nuestro hijo a cumplir aquello que más le cuesta o para que asimile una conducta nueva.

Es importante que se cumpla con lo pactado.

Coherencia entre el mensaje (lenguaje oral) y el lenguaje no verbal, es decir, el gesto, la
actitud...De esta forma, no se creará confusión en los niños.

Recompensar cuando haya obedecido nuestra orden o petición, y nunca antes. Cuanto
más inmediata sea la recompensa, más efecto tendrá. Habrá que acostumbrarle
a recompensas afectivas y no solamente materiales.

Confiar en los hijos.

Actuar y huir de los discursos. Una vez que el niño ya sabe qué debe hacer, y no lo hace,
habrá que actuar consecuentemente y así aumentará nuestra autoridad.

Reconocer los errores propios. Nadie es perfecto, los padres tampoco. El reconocimiento
de un error por parte de los padres da seguridad y tranquilidad al niño y le anima a tomar
decisiones aunque se pueda equivocar, porque los errores no son fracasos.
SI SIGUEN DESOBEDECIENDO, ALGUNOS CONSEJOS PRÁCTICOS...
- Contar hasta cinco en voz alta para que comprenda que se está esperando a que haga lo
que se le ha pedido. Si en este tiempo el niño no ha obedecido, sin alzar la voz ni discutir,
se le guiará con las manos para que haga lo encomendado.
- Cuando los hijos desobedezcan "descaradamente", no hay que perder el control.
Recurrir a la técnica conocida como “tiempo fuera”: no se le reprochará nada ni se
discutirá con él. Se le mandará solo a una habitación o a un rincón donde no pueda
entretenerse durante un período breve de tiempo. La recomendación es que permanezca
allí tantos minutos como años tenga el niño. Tendrá un momento para reflexionar sobre
qué es lo que ha hecho enfadar a los padres y para recapacitar.
- Reprimenda verbal: si la desobediencia implica peligro para el hijo o para los demás
(cruzar la calle, poner los dedos en el enchufe, etc.), con un tono de voz firme y enérgico,
se le dirá: "¡no!" o "¡basta!" . Si es necesario, se parará físicamente su acción.
¿QUÉ NO HAY QUE HACER?
- La excesiva permisividad. Es imposible educar sin intervenir. El niño, cuando nace, no
tiene conciencia de lo que es bueno ni de lo que es malo.
- Ceder después de decir “no”. Una vez que se ha decidido actuar, la primera regla de
oro a respetar es la del NO. El “no” no se puede negociar. La firmeza es fundamental: que
los niños perciban que los padres no dudan.
- Incoherencia entre el padre y la madre
- El autoritarismo. Es el otro extremo de la permisividad. Es intentar que el niño haga todo
lo que el padre quiere anulando su personalidad. Sólo persigue la obediencia por
obediencia.
- Agresividad. Gritar. Perder los estribos. Además, a todo se acostumbra uno. El niño
también se acostumbra a los gritos a los que cada vez hace menos caso. Lo peor de
acostumbrar a un niño a este tipo de respuestas, es que las incorpora, y él mismo se
vuelve agresivo.
- Incumplir las promesas y las amenazas. Cada promesa o amenaza no cumplida es un
poco de autoridad que se queda en el camino. Las promesas y amenazas deber ser
realistas, es decir, fáciles de aplicar.
- Falta de negociación. Ello supone autoritarismo y abuso de poder, y por lo
tanto incomunicación.
- Falta de atención cuando nos hablan. Muchos padres se quejan de que sus hijos no los
escuchan. Y el problema es que ellos no han escuchado nunca a sus hijos.
- Exigir éxitos inmediatos. Con frecuencia, a los padres les dan ciertos arranques de
impaciencia con los hijos. Hay que tener presente siempre que nadie nace enseñado, y
todo requiere un periodo de aprendizaje con sus correspondientes errores.
- Inconsistencia: en educación, prevalece lo que se hace día tras día. Cualquier aprendizaje
requiere tiempo, y más aquellos referidos a la formación del carácter y personalidad.
- Confundir la firmeza y disciplina con el autoritarismo: “te he dicho que no porque lo
digo yo”. Este tipo de actuaciones no ayudan nada a formar una personalidad responsable
ya que nada se dice del comportamiento, si es correcto o no...Las personas que han vivido
bajo este tipo de contextos son personas anuladas, sumisas, incapaces de elegir ni de
decidir.
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