El ciudadano cristiano III ...que estén dispuestos a toda buena obra

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El ciudadano cristiano III
...que estén dispuestos a toda buena obra. (Tito 3:1)
El buen ciudadano cristiano
lo tengo que hacer
la vida interesante.
.
. Es el servicio lo que hace
“Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor
siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano” (1 Corintios 15.58).
La vida cristiana es una vida de servicio activo. Esto es contrario al deseo de la mayoría de las
personas, quienes parecen preferir una vida de descanso, lujo y ociosidad. A estas personas
les gusta una vida llena de muchos placeres para satisfacer los apetitos del cuerpo, mente y
alma. Pero es imposible que no seamos siervos, pues somos siervos de Dios o del diablo. En
todo lo que hacemos nos conformamos a la voluntad del uno o del otro.
Tenemos varios ejemplos en la Biblia de los que sirvieron fielmente a Dios. Dios le mandó a
Adán que labrara y guardara el huerto (Génesis 2.15). Cristo “anduvo haciendo bienes”
(Hechos 10.38). Los apóstoles siguieron las pisadas de su Señor y Maestro hasta que murieron.
La vida cristiana es una vida que abunda en buenas obras y que es consagrada al fiel servicio
de Cristo.
Sin embargo, no hay virtud en sólo estar ocupado. Satanás siempre está muy ocupado. En lo
que estamos ocupados y el modo en que lo hacemos son factores que determinan el valor de
nuestros esfuerzos. Los esfuerzos pueden ser constructivos o destructivos, dependiendo de lo
que se hace. Y lo que nos dignifica no es lo que hacemos, sino para quién lo hacemos, y
cuando sabemos quién nos ha dado la misión, entonces nuestra vida tiene otro esplendor.
El servicio no siempre incluye actividad física. El vigilante que no hace más que sentarse para
mirar y avisar también presta tanto servicio a su patrón como el obrero que trabaja largas
horas. La prueba verdadera del servicio es la obediencia. Pablo dice: “¿No sabéis que si os
sometéis a alguien como esclavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis,
sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?” (Romanos 6.16).
Los cristianos somos siervos. El tipo de servicio que hacemos lo determina aquel a quien
rendimos obediencia. Cualquiera, pues, que es obediente a Jesucristo es el siervo de Cristo.
Muchas veces no siempre el que más se ve es el que más hace.
Juan Arenas.
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