IV Foro Universitas 2012 HumanidadesUP

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Año: 4
Número: 4
IV Foro Universitas 2012
HumanidadesUP
1
Tabla de contenido
Introducción .............................................................................................................................. 3
Hacia una idea de ‘Universidad’ a partir de algunos escritos de Benedicto XVI ............... 4
La crítica de Benedicto XVI a la noción de moralismo ....................................................... 20
Acceso a la Verdad a través de la contemplación de la belleza de la ciencia ..................... 33
El énfasis dialógico y social del cristianismo en Benedicto XVI ......................................... 43
Lógica divina, cósmica y humana: conjugadas para el conocimiento de la verdad.......... 59
La caridad en la economía para lograr un desarrollo integral ........................................... 71
El bien, la verdad y la belleza en el mensaje de su santidad Benedicto XVI para la Jornada
Mundial de las comunicaciones sociales ................................................................. 84
El pensamiento de Ratzinger como solución al nihilismo moral: Creación, Verdad,
Conciencia y Libertad .............................................................................................. 94
Significado del cuidado como compromiso, intención y meta hacia el ser humano,
en su condición de vulnerable .............................................................................................. 107
Juventud universitaria y misión de vida ............................................................................. 120
La caridad: don excelso de Dios........................................................................................... 131
2
INTRODUCCIÓN
La coordinación de Humanidades de la Facultad de Filosofía de la Universidad
Panamericana presenta la revista Humanidades UP, cuya reflexión versa en esta edición
sobre los temas propuestos en el Foro Universitas 2012: Benedicto XVI, colaborador de
la Verdad.
Con motivo de la visita del Santo Padre a México en el mes de marzo, la Universidad
Panamericana invitó a sus alumnos y maestros a que realizaran una investigación,
análisis y reflexión personal sobre las ideas de Benedicto XVI en cualquiera de sus
textos, discursos, homilías, encíclicas, etc.
Humanidades UP presenta aquí los trabajos ganadores del Foro Universitas 2012 – el
cual fue llevado a cabo el 27 de marzo del presente año – y pretende ofrecer este
espacio de reflexión para toda la comunidad universitaria.
El Foro contó con la participación de los alumnos de todas las escuelas y facultades de
la Universidad Panamericana, y estuvo a cargo de la Coordinación de Humanidades, el
Departamento de Desarrollo social y la Fundación de Medicina y Asistencia social A.C.
3
Hacia una idea de ‘Universidad’ a partir de algunos escritos de
Benedicto XVI
Jorge Medina Delgadillo
INTRODUCCIÓN
El objetivo del presente ensayo es intentar una reconstrucción de la “idea de
universidad” que ésta se pueda obtener de diversos textos del pontificado –aún en
curso– de Benedicto XVI. Las limitaciones que han de considerarse son
fundamentalmente dos: que antes de ser nombrado Papa, Joseph Razinger trató el tema
en distintas ocasiones y aunque estas fuentes se pueden considerar para completar más
la noción o la evolución de la noción, por ahora nos hemos ceñido a sus discursos
pronunciados como Pontífice; también, el hecho de reconstruir una noción a partir de
textos diversos, donde cada uno obedece a un propósito distinto, puede declarar
artificial la unidad de la reconstrucción, a menos que presupongamos la unidad en la
persona misma del artífice, que se verifica en la unidad de intensión subyacente a todos
sus escritos: “la imagen cristiana de Dios y también la consiguiente imagen del hombre
y de su camino”1.
Declaradas estas limitaciones, y teniendo presente el gran texto de John H.
Newman: The idea of university, hoy se nos vuelve de nuevo imperioso volver a
reflexionar sobre el ser y quehacer de la universidad. Esta institución, dada a luz por el
occidente cristiano, no es ajena al ambiente cultural en que se desenvuelve, al contrario,
es construida por éste, y a la vez, lo construye permanentemente. Esta simbiosis la torna
muy especial: la universidad es de la pocas instituciones donde la persona, en la
madurez de la razón, puede tener, en diálogo con sus semejantes, “una introducción a la
realidad, pues en esto consiste la educación” 2 . Si la universidad quiere ser fiel a sí
misma, debe introducirnos, entre otras cosas, a la aventura de reflexionar sobre su
propia identidad. En este intento de autoexamen es donde la voz de Benedicto XVI, no
menos académico que Pontífice, se presenta con una altura y densidad tales, que lo
insertan al debate más actual, serio y comprometido de resignificación sobre la
universidad, a la cual él mismo llamó su “patria espiritual” (A1). En efecto, como
1
Deus caritas est, 1.
JUNGMANN J. A., Christus als Mittelpunkt religiöser Erziehung, p. 20, apud: Giussani L., Educar es un riesgo,
Ediciones Encuentro, Madrid 19912, p. 37.
2
4
sugiere el rabino de Nueva York, “Lo que el mundo ha aprendido en estos cinco años
respecto al Papa-estudioso es el precio que la academia paga por sostener la verdad y
mantener la propia integridad. La infalibilidad tiene sus costos. La gente prefiere
políticos capaces de mediar antes que personajes críticos y propensos a las controversias
(…) La genuina integridad de este hombre y su capacidad de exponer la verdad a la
humanidad entera, mueven intereses muy fuertes. Y por esto, también los musulmanes,
los anglicanos y los judíos deben prepararse a un debate de alto perfil sobre la razón y la
racionalidad compartida”3.
A este debate, sobre las bases de la razón y la racionalidad compartida es que se
suma este breve ensayo sobre la idea de universidad según algunos textos de SS
Benedicto XVI. Son cuatro las partes en que he querido dividir el trabajo: la esencia y
las bases en que se asienta la universidad; su finalidad o vocación; el modo de su
concreción y, por último, algunos retos actuales que enfrenta la universidad.
La apertura del logos como fundamento de la universidad
El Papa Benedicto XVI en diversas ocasiones se ha pronunciado acerca de la base sobre
la que se funda la Universidad: la apertura de la razón. Para él, “el verdadero e íntimo
origen de la universidad está en el afán de conocimiento, que es propio del hombre.
Quiere saber qué es todo lo que le rodea. Quiere la verdad” (Sap). En efecto, el deseo
natural de conocer en todos los hombres, de acuerdo a la célebre sentencia de
Aristóteles en su Metafísica, encontraría cabal cumplimiento, si la razón a sí misma no
se limita a: 1) dar cuenta sólo de lo ya conocido; 2) imponerse un único método de
acceso a lo real; 3) conocer fragmentariamente la realidad; y 4) no confrontarse y
dialogar respetuosamente con otras posiciones razonables. Analicemos cada uno de
estos puntos con más detalle.
Investigar es acceder a lo desconocido, acceder a lo real que en su enorme
riqueza siempre ofrece aspectos nuevos y asombrosos. Afirmar que una misión
fundamental de la universidad es la investigación es declarar la perpetua valentía del
hombre. Como lo comentaba el Papa a alumnos universitarios: “… vuestra valentía en
la entrega a la verdad, vuestra valentía para buscar más allá de los límites de lo
3
NEUSNER J., “La forza della ragione nel confronto con le altre religioni”, Corriere della sera, (18 Abr 2010), p.25.
5
conocido, para no rendiros ante la debilidad de la razón” (Pav). Investigar es,
tácitamente, reconocer el que “la verdad misma siempre va más allá de nuestro alcance.
Podemos buscarla y acercarnos a ella, pero no podemos poseerla del todo: más bien, es
ella la que nos posee a nosotros y nos motiva” (Esc). La aventura universitaria se
verifica en que, lejos de construirse sobre la base del círculo de sus propias
argumentaciones, está en una permanente búsqueda de la verdad. (Cfr. Sap). El logos
humano, es estudio, paciencia investigadora, desarrollo científico continuo, que se
hereda generosamente (traditio) a las siguientes generaciones, para aproximarnos cada
vez más –como una asíntota que se aproxima continuamente pero indefinidamente– a la
verdad.
Pero, ¿cómo abrir de par en par las puertas del logos a la verdad, si no se
reconoce que cada aspecto de lo real exige un método de aproximación propio? El
Pontífice critica que sólo aquél tipo de “certeza que deriva de la sinergia entre
matemática y método empírico pueda considerarse científica”(Rat), no porque dicho
“la tendencia a considerar verdadero solamente lo que se puede experimentar constituye
una limitación de la razón humana y produce una terrible esquizofrenia, ya declarada,
por lo que conviven racionalismo y materialismo, hipertecnología e instintividad
desenfrenada” (Ang 1). En efecto, asistimos a una era en donde la aparente reducción de
todos los lenguajes científicos a una expresión binaria, y la reducción de toda
comprobación a la experimentación en un laboratorio, se nos vuelve un fardo difícil de
sacudir. Esto se puede palpar desde la obsolescencia de los métodos cualitativos frente a
los cuantitativos en las ciencias sociales, hasta la declaratoria de no cientificidad de la
literatura, la filosofía o la teología. Por el contrario, para el Pontífice, humanidades y
ciencias son como las dos caras de una misma medalla (Cfr. A4). El Papa invita,
permanentemente a volver a abrir el horizonte de la razón en toda su amplitud, lo cual
implicaría “ampliar nuestro concepto de razón y de su uso” (Rat). Y he aquí otra de las
tareas permanentes de la universidad: protegerse a sí misma de la cerrazón; la
universidad es por esencia apertura, la apertura es exigida por la investigación y la
investigación es suscitada por la verdad.
Y, sin embargo, la verdad que es rica en aristas, también es una. Ensanchar los
espacios de la racionalidad también supone “volver a abrirla a las grandes cuestiones de
la verdad y del bien, conjugar entre sí la teología, la filosofía y las ciencias, respetando
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plenamente sus métodos propios y su recíproca autonomía, pero siendo también
conscientes de su unidad intrínseca” (Ver). El logos del hombre, podemos decir que es
logos sobre el cosmos, y en ello estriba la ciencia; pero también es logos sobre lo divino,
sobre lo que le trasciende, y este intento funda una teología natural que es ya apertura
que se consuma con la recepción del don de la fe revelada; más aún, es también logos
que reflexiona sobre el logos, y que nos manifiesta así, críticamente, sus alcances y
límites, y nace así la filosofía. A fin de cuentas, conocer lo real, siguiendo el
razonamiento de San Agustín4, sólo se alcanzaría si yo lo conociese en sí (tal cual es), lo
conociese en mí (tal cual lo concibo), pero también tal cual es en el Verbo (tal cual
debiera ser según el plan eterno). A esta gran interdisciplinariedad nos invita el Papa: a
la que considera ‘todo’ con el logos que está abierto, incluso, al Logos; vivencia que,
desde luego, se verifica en el diálogo sincero y serio entre investigadores, pero también,
y no menos importante, “en personas abiertas a la verdad total en las diferentes ramas
del saber, sabiendo escuchar y viviendo en su propio interior ese diálogo
interdisciplinar” (Esc).
Si atendemos a estas dos interdisciplinariedades (inter pares e interior),
descuella una cuarta y última característica del logos humano: la apertura a todo lo
razonable. El que dialoga no puede dejar de confrontarse con quien expone algo
razonable. Incluso así se expuso el cristianismo en medio del mundo pagano, como una
verdad razonable –testimoniada por mártires, sin duda, pero razonable–. De hecho, si
como telón de fondo tenemos que el corazón humano (toda nuestra persona) busca la
Verdad, y ésta es el Sumo Bien, entonces “sólo una verdad que trascienda la medida
humana, condicionada por limitaciones, da serenidad a las personas y reconcilia a las
sociedades entre sí” (AM) y es por esto que la fe tiene cabida en la universidad, pues
ella “amplía el horizonte de nuestro pensamiento, y es camino hacia la verdad plena,
guía de auténtico desarrollo. Sin orientación a la verdad, sin una actitud de búsqueda
humilde y osada, toda cultura se deteriora, cae en el relativismo y se pierde en lo
efímero” (Sagr). Si consideramos lo anterior, podremos valorar más la expresión
utilizada por el Papa al afirmar que la universidad está llamada a ser “un espacio donde
toma forma de excelencia la apertura al saber” (Sagr), pues la meta propuesta no es una
apertura fingida o limitada, es una apertura total, y en su totalidad, que no es más que
fidelidad a la riqueza de lo real, es que la fe puede considerarse como aporte para un
4
Cfr. In Evangelium Ioannis, tract. 1, 16, véase también el comentario de Santo Tomás donde sigue fielmente a San
Agustín en el mismo pasaje evangélico: Super Ioannem, cap. 1, lect. 2.
7
completo humanismo. El estudio sincero de cada alumno, por ejemplo, sigue la
tridimensionalidad antes expuesta: ciencia-filosofía-fe: “El mundo necesita buenos
científicos, pero una perspectiva científica se vuelve peligrosa si ignora la dimensión
religiosa y ética de la vida, de la misma manera que la religión se convierte en limitada
si rechaza la legítima contribución de la ciencia en nuestra comprensión del mundo.
Necesitamos buenos historiadores, filósofos y economistas, pero si su aportación a la
vida humana, dentro de su ámbito particular, se enfoca de manera demasiado reducida,
pueden llevarnos por mal camino” (Twick; Cfr. Vísp).
Si la apertura del logos a la verdad supone una interdisciplinariedad interior,
como se ha analizado, también supone una interdisciplinariedad de la “la confrontación,
el diálogo franco y respetuoso entre las recíprocas posiciones” (Ang 2; Cfr. Mad). Su
Santidad reconoce que el diálogo, siempre, pero hoy con más acuidad, es indispensable
en las universidades; y esto no sólo debido al ensanchamiento del campo científico y la
vastedad de aportes que nos ofrece, es decir, debido a la complejidad del saber actual
(Cfr. Eur), sino también por el encuentro de culturas diversas que favorece este siglo
global (Cfr. ER1). Esta coyuntura histórica hace que la apertura del logos, sea apertura
al otro logos. La valoración de la alteridad y de la diferencia son una constante en los
documentos del Papa; digamos que el binomio ‘adhesión a la verdad y diálogo’ son en
el fondo la expresión de una posición consistente respecto a la verdad, pues si ésta es
tan rica como para no poder asirla desde una sola óptica, y en esto se funda el diálogo,
también es tan integral como para no poder asirla asépticamente, y por eso es llamado a
entrar en ella la totalidad del hombre que la busca: intelecto, afectos, costumbres,
cultura, lenguaje, relaciones sociales, voluntad, creencias, etc. El mismo Papa nos
ofrece una gran síntesis al afirmar: “es verdad que sólo poniendo en el centro a la
persona y valorando el diálogo y las relaciones interpersonales se puede superar la
fragmentación de las disciplinas derivada de la especialización y recuperar la
perspectiva unitaria del saber. Las disciplinas tienden naturalmente, y con razón, a la
especialización, mientras que la persona necesita unidad y síntesis” (Pav).
La base de la universidad es la apertura del logos, y sin embargo, contra esta
apertura es que a veces la misma universidad combate. El riesgo que supone un logos
vuelto contra el mismo logos es tal vez una enseñanza que la prensa no aquilató
suficientemente tras el discurso del Papa Benedicto en Ratisbona. Hay un llamado
permanente del Papa a que la universidad, no sólo viva de y en la apertura, sino también
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la garantice. (Cfr. A4) Es una institución privilegiada y, única en su género, que no sólo
es –como quieren algunos intelectuales– la conciencia crítica de la sociedad, sino
incluso la pervivencia del criterio mismo. En las aulas universitarias se puede formar el
logos que “toda persona necesita para dar a su existencia un sólido fundamento y una
finalidad válida” (Lat).
La sabiduría como vocación universitaria
Ahora bien, la apertura del logos, es hacia la verdad; y por eso “emerge la vocación
originaria de la Universidad, nacida de la búsqueda de la verdad, de toda la verdad, de
toda la verdad de nuestro ser” (Sagr). Pero, ¿qué nos quiere decir el Papa cuando utiliza
la expresión ‘de toda la verdad de nuestro ser’? Un recorrido por los textos donde el
Pontífice aborda este punto nos hace ver que la respuesta no es simple: la riqueza de lo
real, también se verifica en nosotros mismos: somos un punto que explota a diferentes
magnitudes pero en todas direcciones, y ante esta realidad es que la universidad no
puede ser indiferente.
La Universidad se encuentra hoy en una encrucijada de acciones: la
profesionalización del alumnado y la radicación del sentido de la vida en la verdad. El
Papa no deslegitima la primera acción de la universidad, sino que la subsume a la
segunda. Esta ‘jerarquía’ de quehaceres al interior de la universidad, refleja su vocación
misma: fue creada para ‘impartir sabiduría’: “la tarea de un maestro no es sencillamente
comunicar información o proporcionar capacitación en unas habilidades orientadas al
beneficio económico de la sociedad; la educación no es y nunca debe considerarse como
algo meramente utilitario. Se trata de la formación de la persona humana, preparándola
para vivir en plenitud” (Twick). Este es el fundamento por el cual la universidad
ensancha su misión de la sola investigación, a la docencia y el asesoramiento. Una
universidad no es, repito, un instituto de investigación, es una institución más
ambiciosa, pues “la investigación tiende al conocimiento, mientras que la persona
necesita también la sabiduría, es decir, la ciencia que se manifiesta en el saber vivir”
(Pav).
La apertura del logos a lo real, incluso en medio de una interdisciplinariedad
dialogante, se hace desde la autenticidad. A la par de la búsqueda de toda la verdad, está
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la búsqueda del bien, y esta obligación no sólo es del individuo en cuanto tal, sino
también de las ciencias que están llamadas “a defender siempre al hombre y promover
su búsqueda del bien auténtico” (Lat). Por otra parte, la unidad a la que están llamadas
las ciencias entre sí es la unidad o coherencia que buscan en su sujeto, y un hombre uno,
es un hombre sabio.
Una de las definiciones más bellas que el Papa nos ofrece de las universidades
por su misión es cuando afirma que ellas “están llamadas a ser «laboratorios de
humanidad», ofreciendo programas y cursos que estimulen a los jóvenes estudiantes no
sólo en la búsqueda de una cualificación profesional, sino también de la respuesta a la
demanda de felicidad, de sentido y de plenitud, que anida en el corazón del hombre”
(CM). La universidad es un lugar privilegiado para preguntarse por el sentido de la vida,
para encontrar respuestas razonables en la etapa donde el joven empeña su existencia a
los ideales más nobles. Sin duda detrás de estas líneas, como detrás de muchas otras, el
Papa muestra su herencia agustiniana y hace eco de ella. Ciertamente el corazón está
inquieto, y busca la plenitud, y la época universitaria –donde se razona maduramente
sobre lo razonable, en una comunidad de profesores y alumnos– es la época de la
inquietud. Si la docencia y el asesoramiento son mudos frente al interrogante
existencial, y sólo cualifican técnicamente a los individuos, ahí no hay universidad, sino
instituto tecnológico.
Sin embargo, riesgo de infidelidad que afronta la universidad frente al problema
anterior, no es sólo una falta de coherencia respecto a su fin de ‘formación integral’,
como si esta falta repercutiese sólo en un aspecto que el joven pudiera suplir por otros
medios como los amigos o los grupos sociales intermedios. La cobardía de las
universidades por una apuesta decidida a la educación integral engendra individuos
‘tristes’. En uno de los textos papales que me ha sido más significativo se lee lo
siguiente: “El hombre quiere conocer, quiere encontrar la verdad. La verdad es ante
todo algo del ver, del comprender, de la theoría, como la llama la tradición griega. Pero
la verdad nunca es sólo teórica. San Agustín, al establecer una correlación entre las
Bienaventuranzas del Sermón de la montaña y los dones del Espíritu que se mencionan
en Isaías 11, habló de una reciprocidad entre "scientia" y "tristitia": el simple saber —
dice— produce tristeza. Y, en efecto, quien sólo ve y percibe todo lo que sucede en el
mundo acaba por entristecerse. Pero la verdad significa algo más que el saber: el
conocimiento de la verdad tiene como finalidad el conocimiento del bien. Este es
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también el sentido del interrogante socrático: ¿Cuál es el bien que nos hace verdaderos?
La verdad nos hace buenos, y la bondad es verdadera” (Sap). El Papa pues, nos invita
seriamente a todos los agentes universitarios a sopesar el conocimiento sin sabiduría
ante la sabiduría con conocimiento; entre el logos parcial y el total.
La idea anterior tiene una base antropológica importante: el ser humano entero
transita a la verdad por un cambio dual: la inteligencia y el amor, en donde no sólo no
podemos conocer lo que previamente no hemos apetecido, y no podemos amar lo que
previamente no hemos conocido, sino que radicalmente nuestro intelecto se muestra
rico en amor, y el amor es inteligente (Cfr. Esc). Estas ideas, más desarrolladas en su
tercera encíclica, hilvanan la tesis de la sabiduría como meta del universitario. El Papa
ve en la universidad el lugar donde el sujeto que ha roto consigo mismo y que ha roto en
sus relaciones interpersonales puede recuperarse, pues la universidad, “por su misma
naturaleza vive precisamente del equilibrio virtuoso entre el momento individual y el
comunitario, entre la investigación y la reflexión de cada uno y la participación y la
confrontación abierta a los demás, en un horizonte tendencialmente universal” (Par).
Sólo un ambiente que fomenta tanto la reflexión (recuperación de la subjetividad
madura) como el diálogo (recuperación de la intersubjetividad madura), puede ser un
camino de sabiduría.
Por último, reste decir que para el Papa la sabiduría, al ser un ‘saber vivir’ –y
por tanto ‘saber’ o logos–, no prescinde de la referencia última a Dios. Su búsqueda por
Dios (quaerere Deum) y su disposición a escucharlo (Cfr. Cass; Eur), son
indispensables, pues “al hombre no se lo puede entender plenamente, tanto en su
interioridad como en su exterioridad, si no se lo reconoce abierto a la trascendencia”
(Greg). Esto abre un diálogo muy interesante con los no creyentes, y aunque a primera
vista parece que el Papa propone una sabiduría maximalista, por llamarla de algún
modo, sin embargo simplemente nos hace notar que los hombres verdaderamente sabios
han buscado lo absoluto e incluso muestran una disposición frente a él. Se comprende
más fácilmente esto cuando vemos que la universitas medieval nació al interior de la
Iglesia y, por tanto, constituye un esfuerzo por abrir el logos al don de fe, y es en esa
Iglesia donde se ha distinguido entre una sabiduría del mundo, y una sabiduría de Dios.
El Papa, no obstante, llama a la apertura, invita al introducirnos todos, creyentes y no
creyentes, en el ‘atrio de los gentiles’ donde la búsqueda sincera de toda la verdad, y el
diálogo respetuoso, hará surgir frutos a todos: a los creyentes les invitará a dar mayor
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testimonio y a rechazar cualquier práctica religiosa desviada, a los no creyentes, el
examen reflexivo sobre la propuesta de un saber vivir que es, en último término, cara
Dios.
La universitas de profesores y alumnos como camino de sabiduría
Recapitulemos y demos un paso adelante en la reconstrucción que estamos haciendo: la
apertura del logos a toda verdad responde a un deseo natural del hombre por saber; esta
apertura busca la sabiduría, es decir, un saber vital pleno. Pero ¿cuáles son las
condiciones donde esta intención se puede consumar?, ¿qué nos muestra la razón y la
historia respecto a esta pretensión?, ¿cuáles son las modalidades de su concreción?
La razón que dialoga con otra razón, buscando la sabiduría de vida por el
camino de la rica verdad, es universitas. Una en su fin, diversa en sus dialogantes; una
la sabiduría, diversas las ciencias; una la verdad, diversas las aproximaciones. El suelo
fértil donde se cultiva la sabiduría es la universidad.
El Papa hace suyas las palabras de Alfonso X, cuando expone en qué consiste la
empresa universitaria: “el trato con colegas de las diversas disciplinas y el deseo de
responder a las inquietudes últimas y fundamentales de los alumnos. Esta universitas
que entonces viví, de profesores y estudiantes que buscan juntos la verdad en todos los
saberes, o como diría Alfonso X el Sabio, ese «ayuntamiento de maestros y escolares
con voluntad y entendimiento de aprender los saberes», clarifica el sentido y hasta la
definición de la Universidad” (Esc).
El trato entre profesores y alumnos tiene una meta: alcanzar la sabiduría, como
ya se ha dicho. Este afán se cristalizó en la historia en tres intenciones culturales: la
paideia griega, la humanitas latina y la universitas cristiana. Cada intención traía
consigo lo mejor de la anterior y añadía algún aspecto de novedad. Así, ya “desde la
época de Platón, la instrucción no consiste en una mera acumulación de conocimientos
o habilidades, sino en una paideia, una formación humana en las riquezas de una
tradición intelectual orientada a una vida virtuosa” (Prag). La tradición occidental, en
sus raíces paganas, no es ajena a una concepción de la sabiduría como un saber
orientado a la virtud, y sobre este suelo germinó la idea, más romana que griega, donde
la humanitas era además una disposición del sujeto para entablar un diálogo con quien
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no es de su comunidad. El derecho de gentes romano da cuenta de la consideración que
este pueblo tuvo para con el otro, e instauró una concepción más amplia de hombre: la
humanidad que subyace a todos nos hermana; nadie está excluido del logos que se
plasma en lex, incluso por eso, todos, en distinta medida, pero todos, debemos
responder ante la ley. Este doble aporte, el de la paideia que considera al individuo
virtuoso y al de la humanitas que busca la armonía social, es recuperado en la
universitas al buscar la verdad en los saberes, pues por una parte la verdad exige
coherencia y sabiduría, y por otra, la verdad es una búsqueda comunitaria.
La síntesis entre individuo y comunidad que realiza la universitas es expuesta de
esta manera por Su Santidad: “toda universidad tiene por naturaleza una vocación
comunitaria, pues es precisamente una universitas, una comunidad de profesores y
alumnos comprometidos en la búsqueda de la verdad y en la adquisición de
competencias culturales y profesionales superiores. La centralidad de la persona y la
dimensión comunitaria son dos polos igualmente esenciales para un enfoque correcto de
la universitas studiorum. Toda universidad debería conservar siempre la fisonomía de
un centro de estudios ‘a medida del hombre’, en el que la persona del alumno salga del
anonimato y pueda cultivar un diálogo fecundo con los profesores, que los estimule a
crecer desde el punto de vista cultural y humano” (Pav). Este texto es muy significativo,
porque subraya la adquisición de personalidad social, es decir, el reconocimiento
racional que de alguien hacen otros. El diálogo fecundo entre un profesor y un alumno,
es decir, el asesoramiento o tutoría, tiene como efecto colateral el que el alumno, al ser
interpelado directamente, responda también desde sí, y así fragüe su propia identidad
intelectual. Si en los apartados anteriores se habló de los roles de investigación y
docencia en la universidad, ahora salta claramente el rol de la tutoría. Sin ésta, el
alumno no llegaría a ser un uno en la diversidad que compone la universitas. Y así, el
proyecto de madurez personal es sintónico al proyecto de intervención social: “construir
la propia existencia, construir la sociedad, no es una obra que puedan realizar mentes y
corazones distraídos y superficiales” (Vísp; cfr. ER1).
Persona y sociedad, esta es otra de las síntesis que da a luz la universidad. Por su
propia constitución, más aún, gracias a su peculiar constitución, la universidad ha hecho
consciente y razonable al individuo la hipótesis de perfeccionarse dentro de una
sociedad, y de perfeccionar una sociedad a través de su intervención personal, y “lo
mismo sucede hoy: los jóvenes, cuando se despierta en ellos la comprensión de la
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plenitud y unidad de la verdad, experimentan el placer de descubrir que la cuestión
sobre lo que pueden conocer les abre el horizonte de la gran aventura de cómo deben ser
y qué deben hacer” (Prag); o como afirma en otro texto el Papa, aclarando la misma
idea: “la vocación de la Universidad es la formación científica y cultural de las personas
con vistas al desarrollo de toda la comunidad social y civil” (Par).
Ahora bien, la experiencia de universitas que tiene el alumno a través del
diálogo con profesores y con otros alumnos, ¿termina allí, en las aulas? Lo más
interesante es que esta experiencia marca la vida del universitario, digamos que lo
reviste de un ethos peculiar que motiva futuras acciones: en lo laboral, académico o
político será un agente de universitas, de unidad en la diversidad, de sociedad, y habrá
aprendido que “la libertad no es la facultad para desentenderse de; es la facultad
de comprometerse con” (Wash). Más aun todavía: el Papa apunta que “una experiencia
de Universitas (…) la experiencia de que, no obstante todas las especializaciones que a
veces nos impiden comunicarnos entre nosotros, formamos un todo y trabajamos en el
todo de la única razón con sus diferentes dimensiones, colaborando así también en la
común responsabilidad respecto al recto uso de la razón” (Rat) y así nos hace ver que la
experiencia de universitas, al ser colaboradores de la verdad –como reza su lema
episcopal–, todos cooperamos en la consolidación de una globalización razonable, y que
así como se dio la revolución de terciopelo, o algunos movimientos recientes en medio
oriente o protestas juveniles en contra del capitalismo férreo, así también el siglo
presente sea transformado desde su interior por los universitarios: “se trata de una tarea
que tenemos por delante, una aventura fascinante en la que vale la pena embarcarse,
para dar nuevo impulso a la cultura de nuestro tiempo” (Ver).
Por último, la experiencia universitaria es una escuela de generosidad. Apunta el
Papa: “la Universidad (…) existe para vosotros, para los estudiantes. Todas las energías
gastadas por vuestros profesores y docentes en la enseñanza y en la investigación son
por vosotros. Por vosotros son las preocupaciones y los esfuerzos diarios del rector
magnífico, de los vicerrectores, de los decanos y de los directores. Vosotros sois
conscientes de ello y estoy seguro de que también os sentís agradecidos” (Greg). El
agradecimiento a la generosidad es asimismo generosidad. El cultivo de las ciencias, la
búsqueda de la sabiduría, el diálogo abierto y fecundo, son la mejor vía para formar
“una nueva clase de intelectuales capaces de interpretar las dinámicas sociales y
culturales, ofreciendo soluciones no abstractas, sino concretas y realistas” (Vísp). Esta
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visión de la universidad como institución que transforma la sociedad, de ninguna
manera es un idealismo ingenuo, es un realismo optimista si es que se enraíza en el
agradecimiento, y que deberá verse ya antes de terminar los estudios universitarios tanto
en labores de servicio social como de voluntariado y prácticas profesionales; más aún si
esa institución es de creyentes, pues “las universidades de inspiración cristiana han de
ser lugares de testimonio y de irradiación de la nueva evangelización, seriamente
comprometidas a contribuir en el ambiente académico al progreso social, cultural y
humano, además de promover el diálogo entre las culturas” (ER2).
El desafío del utilitarismo en el seno de las universidades
Aunque varios puntos merecerían una atención final, a modo de breve corolario, en
tanto desafíos o retos de la universidad actual, nos centraremos sólo en uno que destaca
por su frecuenta en los discursos del Papa frente a universitarios: el utilitarismo.
Benedicto XVI ve un ambiente generalizado donde el logos es fácil que
claudique frente a lo útil: “Hoy, el peligro del mundo occidental —por hablar sólo de
éste— es que el hombre, precisamente teniendo en cuenta la grandeza de su saber y de
su poder, se rinda ante la cuestión de la verdad. Y eso significa al mismo tiempo que la
razón, al final, se doblega ante la presión de los intereses y ante el atractivo de la
utilidad, y se ve forzada a reconocerla como criterio último” (Sap). Este ambiente
general decimos que ha influenciado a la universidad porque en cierta medida la
reducción de la toda la misión universitaria a capacitación técnica obedece a una
respuesta efectiva y momentánea a los requerimientos del presente. Esto no significa
que se esté en contra de actualizar los planes de estudio o los acervos bibliográficos,
sino en una relación de subordinación que ha establecido la academia con el mercado, y
de esto muchas instituciones de educación superior continuamente dan prueba.
La libertad que caracterizaba a la universitas medieval, era mucho más
importante de lo que tal vez nos imaginamos; su autonomía era, simultáneamente, la
condición de posibilidad para mejorar el mismo contexto social al que la universidad se
debía. Por el contrario, la identificación paulatina entre mercado y universidad, minan la
capacidad de autodistanciarse –tanto para la universidad como para la sociedad en su
conjunto– y ni la universidad sirve de referente de verdadero desarrollo y creatividad a
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la sociedad, en especial, al mercado, ni éste ofrece verdaderas problemáticas (de justicia
en la distribución de bienes o de generación de riqueza) a la universidad. Es muy
sugerente la insistencia del Papa en este punto: “una reforma de la Universidad no
puede menos de tener como resultado su libertad: libertad de enseñanza, libertad de
investigación, libertad de la institución académica frente a los poderes económicos y
políticos” (Par). Después de todas las conquistas de autonomía que han hecho las
universidades, tal vez nos quede la conquista de la libertad frente al poder económico
(especialmente las universidades privadas) y al poder político (especialmente las
universidades públicas).
Si la universidad claudica a su vocación, la investigación misma se vuelve
contra el hombre (Cfr. A2); la docencia se reduce a capacitación técnica; el
asesoramiento a clientelismo y la difusión social de la cultura a propaganda o
publicidad. Cuando el Papa nos dice: “no tengáis miedo, cuando sea necesario, de ser
inconformistas en la universidad” (A3), nos invita a no temer el ir a contracorriente, a
que cada agente universitario asuma el reto de la formación humana integral enraizada
en la verdad. El utilitarismo se presenta como un riesgo mucho más peligroso que otros
porque pasa inadvertido, porque carcome desde dentro: porque nos acostumbramos,
adormecidos, a él. Es un juego donde todos pierden: el mercado perderá progreso; la
universidad, libertad, que eran, ambos, los ideales del positivismo que engendró al
mismo utilitarismo.
Curiosamente una de las soluciones que el Papa propone ante el reduccionismo
utilitarista de las universidades vuelve a ser la unificación de los saberes en el sujeto,
que es también la base para la interdisciplinariedad. Comentando de Newman afirma
que él “contrario a cualquier enfoque reductivo o utilitarista, buscó lograr unas
condiciones educativas en las que se unificara el esfuerzo intelectual, la disciplina moral
y el compromiso religioso” (Bir). Es, de nuevo, la apertura del logos a toda la verdad
sobre todo el hombre, la que está de telón de fondo; sin dicha apertura se cae fácilmente
en una concepción mecanicista de las relaciones sociales, incluidas las de producción,
cuyo único aliciente es sobre estimular la conducta de cualquier cliente o incluso
descifrar los resortes anímicos que hacen de cualquier humano un potencial cliente. Una
advertencia aún mayor del Papa estriba en que “sabemos que cuando la sola utilidad y el
pragmatismo inmediato se erigen como criterio principal, las pérdidas pueden ser
dramáticas: desde los abusos de una ciencia sin límites, más allá de ella misma, hasta el
16
totalitarismo político que se aviva fácilmente cuando se elimina toda referencia superior
al mero cálculo de poder. En cambio, la genuina idea de Universidad es precisamente lo
que nos preserva de esa visión reduccionista y sesgada de lo humano” (Esc).
17
Abreviaturas
A1
A2
A3
A4
AM
Ang 1
Ang 2
Bir
Audiencia general (20 sep 2006)
Audiencia general (27 jun 2007)
Audiencia general (19 mar 2008)
Audiencia general (30 sep 2009)
Exhortación Apostólica Postsinodal Africae Munus (19 nov 2011)
Angelus (28 ene 2007)
Angelus (20 ene 2008)
Homilía en la misa de Beatificación del Card. John Henry Newman,
Birmingham (19 sep 2010)
Cass Homilía en Cassino (24 may 2009)
CM Discurso a los participantes en el congreso mundial de pastoral para los
estudiantes internacionales (2 dic 2011)
ER1 Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2011
ER2 Mensaje para la Jornada mundial del emigrante y del refugiado 2012
Esc Discurso con los jóvenes profesores universitarios, San Lorenzo de El Escorial
(19 ago 2011)
Eur Discurso a los participantes en el primer encuentro europeo de estudiantes
universitarios (11 jul 2009)
Greg Discurso en la visita a la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma (2 nov
2006)
Lat Discurso en la visita a la Pontificia Universidad Lateranense (21 Oct 2006)
Mad Discurso en la Universidad de Madaba (9 may 2009)
Par Discurso a los profesores y alumnos de la Universidad de Parma (1 dic 2008)
Pav Discurso en la Universidad de Pavía (22 abr 2007)
Prag Discurso en el Castillo de Praga (27 sep 2009)
Rat Discurso en la Universidad de Ratisbona (12 sep 2006)
Sagr Discurso a la comunidad de la Universidad Católica del Sagrado Corazón (21
may 2011)
Sap Discurso preparado para el encuentro con la Universidad de Roma “La
Sapienza” (15 ene 2008 - cancelado)
Twick Discurso en la celebración de la educación católica, Colegio de Santa María de
Twickenham. London Borough of Richmond (17 sep 2010)
Ver Discurso en la visita pastoral a Verona (19 Oct 2006)
Vísp Celebración de las vísperas con los universitarios romanos en preparación de la
Navidad (16 dic 2010)
Wash Discurso en la Universidad Católica de América en Washington (17 abr 2008)
18
Bibliografía
Carta encíclica Deus caritas est.
Carta encíclica In Evangelium Ioannis.
JUNGMANN J. A., Christus als Mittelpunkt religiöser Erziehung, apud: GIUSSANI
L., Educar es un riesgo, Ediciones Encuentro, Madrid 19912.
NEUSNER J., “La forza della ragione nel confronto con le altre religioni”, Corriere
della sera, (18 Abr 2010).
TOMÁS DE AQUINO, Super Ioannem.
19
La crítica de Benedicto XVI a la noción de moralismo
Dr. Ezequiel Téllez Maqueo
IINTRODUCCIÓN
Desde los comienzos del pensamiento griego, y más concretamente en Aristóteles,
aparece una clara distinción entre lo que constituye la vida contemplativa, es decir, una
consagración desinteresada del hombre en cuerpo y espíritu a la verdad y a lo divino
como fin último de la vida humana, y por otra parte, la vida activa, que ya sea en su
vertiente práxica o poiética, se dirige a canalizar por medio de la acción toda la inmensa
riqueza afectiva y volitiva de que es capaz el humano con vistas al mejoramiento de sí
mismo o de los objetos por él producidos respectivamente.
Dicha preocupación contemplativa por la verdad y lo divino, acompañada de la
posibilidad humana de percibir la realidad tal como es, se extiende al medioevo
llegando a impregnar el pensamiento de algunos escolásticos; quizás con mayor
vehemencia que la que tuvo entre los griegos. Uno de éstos escolásticos del siglo XIII
como Tomás de Aquino, para explicar el placer intelectual que el conocimiento de la
verdad por sí sola proporciona a las almas exquisitas avezadas al goce de la sabiduría,
recurre a una comparación intrépida en un pasaje poco conocido de su obra en el que
afirma que: «en las cosas del cuerpo primero vemos y luego degustamos, en cambio, en
las cosas del espíritu el sabor es anterior a la vista, porque el que no saborea no
conoce»5.
Efectivamente, según el Aquinate, para conocer la verdad hay que «saborear» lo
cognoscible, tomarle gusto con el intelecto, pues saber por medio de la mente equivale
a percibir a qué sabe el conocimiento. No es casualidad que los romanos empleasen en
latín un mismo verbo como sapere para designar lo que sabe alguien con el intelecto así
como aquello a lo que sabe un alimento al paladar. Estamos aquí ante la esencia de la
sabiduría aristotélica y tomista explicada a partir de una bella analogía: la sabiduría, que
es la cumbre de la vida contemplativa, consiste en aprender a degustar de lo divino en
5
TOMÁS DE AQUINO, Comentario a los Salmos, parte 33, núm 10.
20
todas las actividades humanas. Nada hay superior a esto, pues en la visual tomasiana
cualquier otra actividad humana estaría ordenada a alcanzar cada vez mayor
profundidad y familiaridad con Dios. Por eso es sabido que eran tan apreciables al
espíritu escolástico el silencio y la soledad, porque en ellas se encontraban excelentes
ocasiones para el encuentro del hombre con lo genuinamente relevante: lo divino y la
verdad acerca de Dios, pues del encuentro personal que el hombre podía alcanzar con
Él, dimanaba la energía espiritual necesaria para la realización de todas las demás
acciones y ocupaciones del hombre.
A decir verdad, esta preocupación por el cultivo de la vida contemplativa y no sólo de la
vida activa, que es el eje intelectual y ascético del pensamiento de Tomás de Aquino,
también se encuentra en el corazón de las reflexiones teológicas y filosóficas de Josef
Ratzinger. Con todo, siempre será poco lo que pueda decirse para subrayar la
importancia de la vida interior en sus diversos escritos: primero como teólogo, después
como obispo, posteriormente como cardenal y finalmente como Papa (Benedicto XVI).
El objetivo de estas líneas es reflexionar sobre un punto relevante del pensamiento del
Papa que lo vincula notablemente a esta preocupación tan antigua por el cultivo de la
dimensión contemplativa aquí esbozada a modo de introducción y por una primacía
teleológica de la verdad antes que por la acción y la ejecución práctica del bien, tan
vigente como necesaria para nuestra cultura contemporánea: se trata de la crítica de
Ratzinger-Benedicto XVI al moralismo, y paralelamente a dos concepciones con las que
dicho fenómeno poco mencionado está estrechamente vinculado, es decir, el activismo y
el regnocentrismo. La propagación gradual de estos tres modos inapropiados de pensar
entre los cristianos no es asunto de poca entidad porque es precisamente en la ausencia
o al menos cierta deminutio de vida contemplativa donde descansa según el pontífice el
clima ambiente de secularización e indiferentismo religioso en que nos encontramos, al
igual que algunos de los diversos desórdenes éticos, económicos y sociales que alcanzan
a la sociedad contemporánea.
Naturaleza del moralismo
Ratzinger concibe el moralismo como: “la reducción del cristianismo a una entidad
puramente moral” 6: un atender en tan gran medida a la dimensión útil de la fe que el
ANTÚNEZ ALDUNATE, J., “Entrevista con Josef Ratzinger”, en Crónica de las ideas. En busca del
rumbo, Ediciones Encuentro, Madrid, 2001, p. 156. En su Mensaje para la cuaresma del 2006 (miércoles
6
21
valor de los dogmas, la liturgia, los sacramentos y otras facetas de la vida contemplativa
del cristianismo como la vida interior o la adoración, está completamente anulado o se
le reduce a la esfera privada, ya que el valor de la fe y la religiosidad se medirían
exclusivamente porque permiten el establecimiento de relaciones armónicas entre los
ciudadanos, o porque simplemente ayudan a mantener el orden social de una nación.
A este mismo propósito habría obedecido, por ejemplo, la actitud que caracterizó al
Estado enciclopedista francés del siglo XVIII (y quizás al mismo Estado mexicano de
mediados del siglo XIX) en el que los diversos gobiernos de inspiración liberal en
turno, no obstante haber dado muestras de animadversión y rechazo hacia la religión
católica, consideraban sin embargo que era útil para el mismo Estado permitir la labor
de la Iglesia en determinados sectores de la actividad laboral (como la salud y la
educación) porque ello garantizaba el funcionamiento de la vida social. De esta manera,
dice el cardenal Ratzinger:
El cristianismo se medía sólo por su utilidad para el Estado […] pero las
realidades más profundas del cristianismo como la fe en el Dios uno y trino, en la
salvación por Jesucristo, en la nueva vida divina dentro de nosotros se
consideraban inútiles, aunque se les permitía existir porque de alguna forma estas
realidades estaban entrelazadas con el servicio moral que la fe prestaba a la
humanidad7
Por la misma razón, si para algunos teóricos 8 la religión es vista aún hoy como una
institución aceptable en la sociedad, ello no obedecería a otra razón sino porque se ve en
las distintas confesiones religiosas medios de fomentar la solidaridad funcional entre los
hombres (y no porque se considere que entrañen de suyo alguna verdad). Y así es como
hoy: “a las religiones individuales se les permite conservar sus símbolos, sus formas de
culto y sus mitos, pero se les exige considerarse unidas en el concepto de que todo esto
sirve para aumentar el potencial de las fuerzas de liberación en el mundo”9.
de ceniza: 1 de marzo de 2006), BENEDICTO XVI cita unas palabras de JUAN PABLO II en las que se
refiere al moralismo como «la tentación de reducir el cristianismo a una sabiduría meramente humana»
(Redemptoris Missio, 11).
7
ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 156.
8
Refiriéndose al caso de Alemania, dice HABERMAS: «si miramos históricamente hacia atrás, veremos
que un trasfondo religioso común, una lengua común, y sobre todo la conciencia nacional recién
despertada, fueron elementos importantes para el surgimiento de esa solidaridad ciudadana altamente
abstracta» (Diálogo entre Habermas y Ratzinger sobre la fe y la razón: Parte 3: Discusión sobre las bases
morales del Estado liberal, Academia Católica de Baviera, 2004, p. 21).
9
ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 156. Sin entrar aquí en un análisis de lo que entiende
por tal liberación, el cardenal Ratzinger reconoce que el problema no es sólo lo que deba entenderse por
22
Esta visión utilitaria del cristianismo, inspirada sin duda por el noble deseo de satisfacer
necesidades materiales (salud, alimentación…) e incluso educativas, y sin negar la
conveniencia de responder a ellas, en opinión del cardenal es insuficiente cuando tiende
a limitar la grandeza del cristianismo a lo que puede ser comprendido por todos, y
porque obedece cada vez más a una estrategia errónea de los cristianos para ganar
aceptación en un mundo secularizado, lo que contribuye a reducir a la Iglesia y su
misión como institución fundacionalmente de carácter sobrenatural y divino, a una
institución filantrópica o una agencia de caridad social que pretende exclusivamente
fines esencialmente humanitarios (al nivel de la Cruz Roja internacional, la FAO o
Médicos sin fronteras, por mencionar algunas conocidas).
Sin duda Ratzinger acepta que la Iglesia está compuesta por hombres y su labor
apostólica y operativa es inestimable y se dirige también a ellos. Pero el alcance de sus
actividades no puede estar basado en una visión puramente «horizontal» de sus
objetivos, en la que sus beneficios se midan por su contribución a la praxis de la
liberación, porque entonces la salvación del hombre sería una salvación «a medias», es
decir, una liberación sólo de sus miserias humanas, lo que conduciría a una
secularización de la salvación misma; salvación que para un cristiano tendría que tener
como télos ir más allá del mejoramiento social y terreno de las condiciones de vida
natural humana.
El moralismo como activismo regnocentrista
Esta reducción del cristianismo a una fuerza puramente moral, característica esencial
del moralismo, ha sido según Benedicto XVI una continua tentación histórica para el
hombre y la Iglesia misma. Pues de su encuentro con otros sistemas filosóficos se ha
pretendido convertir el cristianismo en casi una ciencia del vivir bien, lo cual puede
resultar temporalmente útil, pero incompatible con el perfeccionamiento integral del
libertad sino el hecho de que la verdad esta siendo sustituida por la praxis, y así es como la fe acaba por
ser reducida a la utilidad.
Pero como él mismo señala enseguida: «La fuerza moral de la fe está ligada a la verdad de nuestro
encuentro con el Dios vivo. La grandeza que la fe cristiana llevó a las cuestiones sociales y políticas del
mundo siempre nació del amor a Cristo, de la fuerza salvadora de su Pasión. Allí donde el cristianismo se
reduce a la moral, muere precisamente como fuerza moral» (ANTÚNEZ, “Entrevista con…”, p. 156).
23
hombre, llamado a buscar primero los bienes eternos, metafísicos o espirituales y
posteriormente todo lo demás según el conocido texto de Mt 633. En su discurso
pronunciado el miércoles de ceniza de 2006 comenta el soberano pontífice:
Con frecuencia, ante problemas graves algunos han pensado que primero se debía
mejorar la tierra y después pensar en el cielo. La tentación ha sido considerar que,
ante necesidades urgentes, en primer lugar se debía actuar cambiando las
estructuras externas…La consecuencia de esto ha sido la transformación del
cristianismo en moralismo, es decir, la sustitución del creer por el hacer10
Aunque ascéticamente el activismo se caracteriza por querer hacer obras sin tener vida
interior, en la lectura que de este concepto realiza Ratzinger, el activismo es una
consecuencia típicamente posmoderna de la falsa modestia del hombre hacia Dios.
Mientras los medievales, como decía Chesterton, sabían dudar de sus propias fuerzas
aunque pocas veces solían desconfiar de Dios, los posmodernos en cambio se atreven a
desconfiar de Dios, pero nunca de sus propias fuerzas. Por eso hoy no tenemos razones
para dudar de la posibilidad de construir un mundo más justo y solidario por medio de
la razón instrumental y la libertad, y la aparente prueba de este optimismo que lo
apuesta todo por el hombre está en los incontables progresos tecnológicos que vemos
por todas partes (i-pads, móviles, etcétera). Pero para transformar el mundo para bien
sería un error, según Ratzinger, suponer que no contamos con la ayuda de Dios o que es
imposible que Dios se preocupe por nosotros y nos hable como a menudo se piensa: “El
ser humano ya no se atreve a aceptar que es capaz de reconocer la verdad pues ello le
parece presunción: por eso piensa que debe conformarse con tener acceso a la
acción”11.
Y por eso, la acción humana que marcha a la par de la movilización de las fuerzas
morales y políticas (piénsese en el caso de los “indignados” en 2011) se ha convertido
en el refugio más «a la mano» del hombre por cambiar las cosas y no la comunicación
con Dios, de quien al parecer no nos atrevemos a afirmar ni negar nada porque hacerlo o
querer confiar en Él pararía actualmente en ser una empresa demasiado ambiciosa o
atrevida, por no decir, poco modesta12 ý totalmente impráctica.
10
11
BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuaresma 2006, Vaticano, 29 de septiembre de 2005.
ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 150.
12 El mismo RATZINGER señala las graves consecuencias de esta pusilanimidad ante lo divino: «en este
mismo instante, enmudece la Sagrada Escritura: pues no nos dice lo que es verdad, sino que sólo nos
informa lo que tiempos y hombres pretéritos pensaban que era verdadero. Con esto cambia también la
imagen de la Iglesia: ella deja de ser la transparencia de lo Eterno, para pasar a ser sólo una especie de
24
Cuando este desplazamiento paulatino de la verdad por la praxis conduce a que la razón
última del cristianismo sea lograr «un mundo mejor», es decir, el reino (término bíblico
pero usado aquí en sentido profano) surge lo que Ratzinger denomina el
regnocentrismo13. Para éste, el valor de la Iglesia se limita como decíamos a lo que
puede ser comprendido por todos, y su vinculación con el activismo es inmediata desde
el momento en que se intenta presentar ante todo el valor practicista de la fe, dando
menos importancia a todo lo demás. Esta tendencia podría servir muy bien al
cristianismo si lo que se pretendiese alcanzar es su integración a la ecúmene de las
religiones, en la que el encuentro entre los distintos credos se mantiene en un nivel
periférico porque el diálogo entre ellos versaría sólo sobre asuntos de orden temporal.
Las religiones no tendrían que encontrarse sino tan sólo para resolver problemas de
orden local o mundial. Pero como Ratzinger señala, todo esto equivale reducir las
religiones a simples “instrumentos para una configuración del futuro”14, algo que sólo
ha contribuido a hacer que sus contenidos se estén quedando sin objeto, porque las
religiones ya no son caminos que vienen y conducen hasta Dios sino sólo hacia los
humanos.
La mística existencialista del moralismo
El moralismo ha traído como consecuencia filosófica un robustecimiento de la vieja
noción marxiana de ideología como construcción del mundo, como ordenación de la
realidad guiada por el sueño utópico de conquistar un pedazo de armonía en la tierra
partiendo de una determinada estrategia comercial o una plataforma política; ideología
de la cual las mismas religiones no han estado exentas cuando desnaturalizan sus fines
de corte espiritual para venir a ser puros instrumentos de poder15.
liga en pro de la moral y el mejoramiento de las cosas terrenales; la medida de su valor estaría en su éxito
terreno» (ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 150.).
13
«El eclesiocentrismo, el cristocentrismo, el teocentrismo, todos estos conceptos parecen haber quedado
anticuados y superados por el de regnocentrismo: centrarse en el reino como tarea común de las
religiones»: RATZINGER, J., Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del mundo, Sígueme,
Salamanca, 2005, p. 65-66.
14 RATZINGER, J., Fe, verdad y tolerancia…, p. 66.
15
Ratzinger reconoce que, a pesar del ocaso gradual del comunismo en Occidente, aún existe la
posibilidad ideológica de encerrar al hombre en la esfera de la economía a partir de la ideología
consumista, la de la sociedad permisiva, pero especialmente la ideología tecnocrática vinculada al
progreso científico y tecnológico (tema suficientemente explanado en el cap. 6 de Cáritas in veritate),
25
Pero sobre todo, con el moralismo revive la preocupación típicamente existencialista de
fines del XIX y mediados del XX por hacer compromisos, aunque no cabe hacer
compromisos con Dios ni compromisos abstractos, sino únicamente con las existencias
concretas, con las causas sociales (al modo de Greenpeace, Amnistía internacional,
ONG’s,…), es decir, sólo con el hombre (por eso el existencialismo era un humanismo
para Sartre). Y ese mismo sentimiento existencialista de soledad y abandono que
condujo al hombre a una entrega activista de la propia persona para encontrar algún
sentido a la vida del hombre, es el que explica la actual preocupación por salvar a las
especies en peligro de extinción, por tratar de detener los efectos negativos de la
industrialización sobre el medio ambiente natural o la obligación que los gobiernos
mantienen por luchar contra el cambio climático. Y Benedicto XVI está consciente de
que todas estas preocupaciones por el hombre y la naturaleza pueden ser legítimas16
pero también que no se puede suplir con obligaciones humanitarias lo que sólo se suple
cumpliendo nuestras obligaciones hacia Dios, es decir que no se puede buscar en la
tierra lo que sólo baja del cielo como fruto del encuentro con ese Dios que para algunos
no existe más o que de existir no tiene ya que ver con nosotros. Y aquí es donde el
planteamiento moralista se manifiesta con toda claridad, pues en él:
Las obligaciones que teníamos ante Dios y ante el juicio divino han sido
suplantadas por las que tenemos ante la historia y ante la humanidad. Esto ha
originado nuevas pautas morales que se aplican con cierto fanatismo: como por
ejemplo la batalla contra el exceso de población, unida a la batalla general para
mantener el equilibrio ecológico…todo lo que no se oponga a ello está permitido
17
Nuevamente, ante la presencia de los grandes males de la humanidad, en los que
aparentemente Dios se esconde, pues ya no es Él quien da sentido al mundo, ni hay ese
orden inmutable de causas y normas que algunos filósofos esencialistas enseñaron que
según la cual sólo existe lo factible: «nuestra cultura de la técnica y del bienestar se basa en la convicción
de que en el fondo, todo es factible. Naturalmente, si pensamos así, la vida termina en lo que nosotros
podemos hacer, construir y de mostrar. Por tanto, la cuestión divina queda relegada a un segundo
término»: RATZINGER, J., Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, Galaxia Gutenberg,
Barcelona, 2002, p. 21.
16
«La aparición del movimiento ecologista en la política alemana a partir de los años 70 ha sido un grito
que no se puede ignorar…Gente joven se dio cuenta de que, en nuestras relaciones con la naturaleza algo
no funcionaba; que la materia no es sólo un material para nuestro uso, sino que debemos seguir sus
indicaciones»: BENEDICTO XVI, Discurso en el Bundestag, Berlín, 22 de septiembre de 2011.
17 RATZINGER, J., La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia católica ante el nuevo milenio, Palabra,
Madrid, 1997, p. 137.
26
había en el hombre y el universo, el sentido del mundo para un moralista será el sentido
que el hombre quiera darle libremente, en la misma línea manejada por algunos
románticos como Schiller según el cual el mundo es lo que hacemos de él. Pero para
Ratzinger es totalmente cierto que el mundo tendría sentido por sí solo aunque no
hubiese hombres porque Dios es quien le da sentido. Por eso enseña que el sentido del
mundo está más allá del sentido que el hombre pueda darle, porque el sentido del
mundo trasciende al mundo, lo desborda: por eso estrictamente el hombre no da sentido
al mundo, simplemente tiene que descubrir el que ya posee, no inventarle o buscarle
uno18.
La mística del activismo moralista es la misma del compromiso puro: embarcarse en
una misión que comprometa todas las fuerzas morales del hombre y lo lleve a hacer
algo por los miserables, por las minorías, por los desfavorecidos, es decir, un acto que
comprometa a algo aunque no se comprenda jamás enteramente por qué se hace
(semejante a: “no importa lo que hagas, pero haz algo” o “no atendemos el punto hacia
el que vamos, pero vamos”). Y la posmodernidad en que vivimos pareciera que no es
sino la prolongación contemporánea del existencialismo: pues ante la presencia de
males de todo tipo en el mundo, nuestra respuesta sigue siendo ese afán demasiado
humano de donación libre que de suyo no es inadecuado pero en el que no brilla la
presencia de Dios, ni hay siempre espacio para la alegría a pesar de que se hacen cosas,
con lo que fácilmente se cae en el abismo sombrío y taciturno del moralismo19, pues no
hay alegría auténtica sin vida interior, es decir, sin vida contemplativa.
Retorno a la dimensión contemplativa
Para el moralismo, de Dios hay que guardar silencio pues no hay más espacio para la
verdad como reflejo de la realidad ni como origen de la acción (mucho menos para la
Verdad que salva). Por eso, contra esta percepción el Papa propone el retorno a esa
dimensión sapiencial de la que hablaba Tomás de Aquino centrada en el cultivo de la
18
«El sentido no es un producto humano sino dado por Dios: el sentido es algo que nos sustenta, que nos
precede y desborda nuestros propios pensamientos y descubrimientos, y sólo de esa manera posee la
capacidad de sustentar nuestra vida»: RATZINGER, Dios y el mundo,…p. 171.
19 «Por un lado, no hay que apartar la mirada de los grandes males de la historia y de la existencia
humana y, por otro, hay que dirigir la mirada con la luz que nos da la fe y ver que el Bien también está
ahí…Precisamente cuando se quiere resistir el Mal, conviene no caer en un moralismo sombrío y
taciturno que no es capaz de alegrarse con nada»: RATZINGER, La sal de la tierra,…p. 75.
27
vida espiritual y el gusto por las cosas divinas que tiene como centro de la persona el
corazón, facultad a la que Ratzinger considera «el punto más elevado de la inteligencia
humana» 20 con el que se vuelve real la posibilidad de ver a Dios y de introducirlo
posteriormente en el mundo, para sobrenaturalizar así todos los actos de la vida propia y
de quienes nos rodean, juzgando todos los acontecimientos históricos de la humanidad
desde una perspectiva más vertical y superior a la que tenemos ante nuestros ojos.
El corazón está en el centro de la vida interior del cristiano porque es el camino más
corto para llegar a la experiencia de Dios, que es en lo que consiste el cristianismo
finalmente, porque el cristianismo no es un simple libro de cultura o un sistema
intelectual (pues aunque tiene una filosofía detrás no es una filosofía), tampoco es un
sistema de valores o principios por muy elevados que sean, sino más bien es una
historia de amor, y como el amor se da sólo entre personas, el cristianismo es
básicamente una persona y un rostro, pues es el encuentro del hombre concreto con
Alguien, es ponerse en relación con el Desconocido que le trasciende y al que la fe
llama Dios21.
Cierto que esta prelación benedictiana de la verdad sobre la acción y sobre el
compromiso social o el bienestar de tipo puramente humanitario podría a más de alguno
parecer un tanto pasiva, quietista, e incluso «inquisitorial». Pero como deberá
comprenderse plenamente, la prelación por él defendida indica ante todo primacía de la
verdad sobre la bondad mas no exclusividad. Efectivamente, tanto por la célebre
afirmación joánica (inspirada en Juan 1334-35) difícilmente desconocida por Ratzinger
de que al atardecer de nuestras vidas seremos juzgados por la ley del amor y no por lo
que aprendimos, así como por el hecho de que «es bueno ser sabio, pero es más sabio
ser santo», pues toda genuina sabiduría nos conduce a la santidad, el Papa conoce
absolutamente la importancia que para un cristiano reviste el seguir haciendo el bien y
el aspirar a la ejecución libre de acciones esmeradas y buenas a las que la religión no
puede ni debe renunciar como parte de su ethos.
20
RATZINGER, J., “Por qué el cristianismo no es visto como fuente de alegría”, en Zenit, 07-05-2004.
«El hombre vive de relacionarse, y la calidad de su vida depende de que sus relaciones esenciales sean
justas y buenas,…pero si la primera de todas esas relaciones, es decir, si la relación con Dios no es buena,
entonces ninguna de las otras podrá ser buena. Yo diría que esta relación es, en definitiva, el verdadero
contenido de la religión»: RATZINGER, La sal de la tierra…, p. 23.
21
28
A lo que en cambio se opone el Papa es a esa caricatura que se ha hecho de la bondad
entendida en el sentido de falsa bondad como la del que dice “no quiero causar un
disgusto a nadie”, o “no me voy a meter en eso porque sería mi perdición”22 cuando en
realidad la verdad no es nada barata sino que más bien es exigente y quema, pues “sólo
entendemos bien la paz que trae Cristo si no la interpretamos de manera banal como una
evasión de la verdad y de las confrontaciones que ésta conlleva”23.
Pero sobre todo, el Papa se opone a la creencia de que es posible actuar bien por medio
de la voluntad a pesar de la ineptitud de la inteligencia para alcanzar la verdad. Pues si
actuamos bien es porque nuestra acción tiene un sentido, y tiene sentido cuando dicha
acción va de acuerdo con nuestro ser, es decir, cuando encontramos la verdad y la
realizamos. En consecuencia, hacer el bien conduce necesariamente a la verdad, y por
eso:
Prescindir de la cuestión de la verdad también liquida la norma ética. Si no
sabemos lo que es verdad, tampoco podemos saber lo que está bien y ni siquiera
el bien en absoluto. El bien es remplazado por «lo mejor», vale decir, por el
cálculo de las consecuencias de una acción. En realidad, para decirlo sin adornos,
esto significa que el bien se ve desplazado, favoreciéndose lo útil en su remplazo.
El hombre vive, por así decir, con los ojos y los oídos cerrados al mensaje de Dios
en el mundo. Pero si consideramos que la verdad y el bien constituyen el corazón
de toda cultura, es fácil deducir las consecuencias que se siguen de la progresiva
difusión de una postura tal24
De sus palabras no sólo se desprende su rechazo del consecuencialismo ético que mide
la bondad o maldad de una acción según sean buenas o malas las consecuencias de ésta
última, sino que para el Papa, así como para Tomás de Aquino, la moral se basa en el
orden interno de la propia realidad porque “la creación lleva en sí la moral”25. La moral
es buena porque es el reflejo intrínseco de las cosas tal como son, en cambio el
moralismo es vituperable porque intenta separar el bien de la cuestión de la verdad, con
lo que acaba por hacer de la moral un asunto consensual de acuerdos, dictado por el
22
«Yo no estoy en desacuerdo con la bondad en general; porque la verdad triunfa y sale adelante sólo con
la bondad. Yo me refería concretamente a esa caricatura de bondad que, lamentablemente, tanto se ha
extendido. So capa de bondad se descuida la conciencia, a la verdad se antepone la búsqueda del
consenso, el deseo de evitar contrariedades, una vida tranquila, la buena fama, el bondadosismo»:
RATZINGER, La sal de la tierra…, p. 75.
23 RATZINGER, Dios y el mundo,…p. 209.
24 ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 153.
25 ANTÚNEZ, “Entrevista con Josef Ratzinger”…, p. 154.
29
criterio de la mayoría26 o practicado por motivos de utilidad o comodidad, es decir, el
moralismo acaba paradójicamente por convertirse en algo inmoral.
CONCLUSIONES
Vivimos en una sociedad demasiado practicista, en la que es fácil suponer que lo que
confiere valor a la persona es lo que hace, su acción. Y aun sin haber examinado aquí
las consecuencias prácticas que de esta suposición se desprenderían para muchos seres
humanos incapacitados para realizar acciones propiamente dichas por sí mismos (como
los concebidos aún no nacidos, los enfermos terminales, algunos ancianos o los
individuos que se hallan en cierto estado psicológico-jurídico de interdicción) cuyo
valor como personas quedaría entonces seriamente disminuido, el análisis presentado
resulta suficiente para descubrir los inconvenientes a que conduce la reducción de la
religión a un ente puramente moral, esto es, a un instrumento de transformación del
mundo en un lugar más habitable humanamente hablando (lo que de suyo no entraña
despropósito alguno) pero puesto al servicio de fines de carácter antropocéntrico y
regnocentrista, bien sea de tipo sociopolítico, comercial e incluso terapéutico (como
Jung y Drewermann habrían pretendido, al concebir las diferentes religiones como
instrumentos de sanación de la persona a través de imágenes con facultades curativas).
Sin negar la obligación cristiana de mejorar la calidad de vida de las personas por medio
de relaciones justas y buenas con los demás, desde antes de su pontificado y durante el
mismo, Benedicto XVI subraya de manera discreta pero taxativa que una visión
utilitaria de la fe como la aquí esbozada puede llegar a desdibujar el contenido de la
religión, apartándola de su verdadera esencia, que no radica en la acción por la
satisfacción de necesidades ni mucho menos en la acción por la acción misma, sino en
ser una tendencia a lo Eterno, al totalmente Otro, para buscar ponerse en relación con
Él.
26
«El criterio de la mayoría puede ser un criterio suficiente. Pero es evidente que en las cuestiones
fundamentales del derecho, en las cuales está en juego la dignidad del hombre y de la humanidad, el
principio de la mayoría no basta»: BENEDICTO XVI, Discurso en el Bundestag, Berlín, 22 de septiembre
de 2011.
30
El problema final del cristianismo moralista no consiste en proponer la realización de
acciones concretas sin saber por qué o para qué hacerlas, sino en desconocer cuál es el
sentido último en el que se resuelven todas las actividades de la vida y del mundo. Esta
misma preocupación por la acción sin sentido de trascendencia fue la que hizo célebre
según Papini al siglo XVIII, un siglo campeón en la fabricación de «religiones para el
consumo de irreligiosos», precisamente por haber convertido las grandes tradiciones
religiosas, en guisados de insípido racionalismo, y al catolicismo en un condensador al
vacío, en un cristianismo sin Dios, sin médula y sin proyecto de eternidad.
Que la verdad nos hará libres (Juan 832) alcanza aquí su mayor plenitud. Pues en la
visual teocéntrica de Benedicto significa que para estos tiempos aciagos necesitamos
recuperar la dimensión contemplativa centrada en la búsqueda de lo divino y en el
cultivo de todo aquello que favorezca la mayor identidad y comunión con Dios por
medio de la alabanza y la intimidad con Jesucristo, sin las cuales se destruyen todos los
resortes de la actividad espiritual, con lo que cualquier acción de cambio languidece y la
Iglesia pasa a convertirse en una organización exclusivamente humana en la que hay
poco espacio para la alegría sobrenatural, el recogimiento de la piedad silenciosa y el
sentido del asombro y la belleza.
Los antiguos pensaban que «somos infelices como bestias porque nuestro destino es
vivir como ángeles». Sirviéndonos de esta misma analogía podríamos afirmar con lo
dicho hasta aquí que, «somos infelices como humanos porque nuestro destino es vivir a
lo divino». Vivamos por tanto, según lo divino de nosotros, de lo contrario acabaremos
pensando que nuestro destino es vivir sólo como humanos…
31
Bibliografía
TOMÁS DE AQUINO, Comentario a los Salmos, parte 33, núm 10.
ANTÚNEZ ALDUNATE, J., “Entrevista con Josef Ratzinger”, en Crónica de las
ideas. En busca del rumbo, Ediciones Encuentro, Madrid, 2001.
Diálogo entre Habermas y Ratzinger sobre la fe y la razón: Parte 3: Discusión
sobre las bases morales del Estado liberal, Academia Católica de Baviera, 2004.
BENEDICTO XVI, Mensaje para la Cuaresma 2006, Vaticano (29/09/2005).
RATZINGER, J., Fe, verdad y tolerancia. El cristianismo y las religiones del
mundo, Sígueme, Salamanca, 2005.
RATZINGER, J., Dios y el mundo. Creer y vivir en nuestra época, Galaxia
Gutenberg, Barcelona, 2002.
BENEDICTO XVI, Discurso en el Bundestag, Berlín, 22 de septiembre de 2011.
RATZINGER, J., La sal de la tierra. Cristianismo e Iglesia católica ante el nuevo
milenio, Palabra, Madrid, 1997.
BENEDICTO XVI, Discurso en el Bundestag, Berlín, (22/09/2011).
32
Acceso a la Verdad a través de la contemplación de la belleza de la
ciencia
Rosa Luz Garnica Gutiérrez
INTRODUCCIÓN
“El hombre puede morir por efecto de la técnica que él mismo desarrolla, nunca
por la verdad que él descubre mediante la investigación científica”.
Asamblea general de la Pontificia Academia de
Ciencias
Reflexionar sobre el origen fundamental de los seres, sobre su causa, sobre su fin y
sobre el sentido de la historia humana y del universo, permite que el hombre se planteé
naturalmente cuestiones concernientes a la relación entre la lectura del mundo que
hacen las ciencias y la trascendencia de la misma naturaleza, encontrando en este
ejercicio un camino para descubrir la verdad.
Benedicto XVI, describe que la naturaleza es como un libro que tiene sus raíces en el
cristianismo y que ha sido apreciada por muchos científicos, como ejemplo se tiene a
Galileo que veía la naturaleza como un libro cuyo autor es Dios, del mismo modo que
lo es de la Escritura. “Es un libro cuya historia, cuya evolución, cuya escritura y cuyo
significado leemos de acuerdo con los diferentes enfoques de las ciencias, mientras que
durante todo el tiempo presupone la presencia fundamental del autor que en él ha
querido revelarse a sí mismo”27.
Por lo anterior descrito se entiende que entonces el quehacer científico, a pesar de que
en sí mismo es limitado, es una de las formas más nobles de acceso a la verdad, y que
si se dirige el conocimiento al bien común, el científico dará testimonio de que sus
aplicaciones lo llevarán a respetar y en consecuencia a amar al prójimo, pues aunque
la ciencia tiene raíces en lo inmanente lleva al hombre a lo Trascendente.
27
Benedicto XVI. Discuso a la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia de las Ciencias
(31/10/2008).
33
DESARROLLO
En una época donde el mundo está inmerso en un sistema globalizado por las
tecnologías de información, avances en la salud y en la ciencia en general, ha permitido
que éstas sean aceptadas por el hombre, de tal manera que determinen su pensamiento y
comportamiento; un mundo donde también los elementos físicos, psicológicos, o
culturales en las creencias de las personas, desembocan en muchas concepciones y
cambio de ideas a través del tiempo, permitiendo que el relativismo se permee de forma
significativa en la sociedad; entendiéndose por
relativismo, cuando hay opiniones
consideradas verdaderas si a las personas que las defienden les parecen verdaderas, es
decir que mantiene que existen muchas verdades acerca de las cosas o al menos tantas
como personas creen tener un conocimiento de ellas. Todo ello puede favorecer la
convicción de que realmente es imposible dejar de lado la subjetividad en la adquisición
de la verdad y de la concepción del mundo.
Este fenómeno ha afectado de tal forma, que hoy por hoy el mismo conocimiento se
pone en duda, no obstante, esta situación de desconfianza hace que el hombre tienda a
buscar certeza; es por eso que la ciencia experimental, consolidada en el siglo XVII,
actualmente sea uno de los esquemas más confiables para depositar la verdad, puesto
que ésta “responde a métodos sistemáticos considerándose como el conocimiento más
fiable, y que por sus modelos puede someterse al control experimental, proporcionando
conocimientos auténticos y comprobados acerca de la naturaleza, permitiendo el
desarrollo de tecnologías de alta precisión”28.
Benedicto VXI, colaborador y apasionado por transmitir la verdad, se encuentra con una
problemática ante sus ojos, un mundo relativista y positivista; tendencias filosóficas
que se convierten en desafíos centrales de la Iglesia.
En esta línea, el Santo Padre, al inicio de su pontificado se dirigió al mundo
comunicando que su papel, después del magnánimo desempeño de Juan Pablo II,
debería ser mantener una experiencia sumamente viva de la catolicidad y de la unidad
de la Iglesia para poder enfrentar estas problemáticas. “La síntesis entre catolicidad y
unidad es una sinfonía, no es uniformidad. Lo dijeron los Padres de la Iglesia. Babilonia
28
ARTIGAS Mariano. Filosofía de la Naturaleza. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, Madrid:
2003, p. 126
34
era uniformidad, y la técnica crea uniformidad. La fe, como se ve en Pentecostés en
donde los apóstoles hablan todos los idiomas, es sinfonía, es pluralidad en la unidad”29.
Esto permite comprender el por qué ahora el Papa invita al hombre, a vivir una unidad
de vida que le haga crecer en amor a la verdad, para poder llevar a Cristo a todos los
rincones de la tierra, defendiendo en este caso, las sinergias que existen entre fe y las
demás disciplinas que el hombre realiza, siempre teniendo apertura a las demás
comunidades cristianas, a las demás religiones del mundo, al mundo profano, a las
ciencias.
Las palabras anteriormente citadas nos facilitan profundizar en el tema de cómo a pesar
de estar inmersos en una sociedad, alejada de Dios, podemos llegar a descubrirlo a
través del ejercicio científico, que como se mencionó en un inicio, es donde una gran
cantidad de personas depositan su confianza. El buen uso y la profundidad en el estudio
de las aplicaciones científicas, permiten que el hombre pueda y deba hacer de éstas, un
instrumento para acceder a la verdad; “Dios no nos exime de pensar, dice el Santo
Padre, tampoco entra de un salto en los resquicios de nuestro conocimiento, sino que
nos da sabiduría – que naturalmente conlleva conocimiento, pues de lo contrario no
sería auténtica sabiduría”30.
Para lograr este ascenso, se debe considerar que existen grandes dificultades, “ ya que
cada vez hay que descubrir de nuevo, pues los paradigmas científicos cambian, y de este
modo la situación del diálogo entre ciencia y fe se encuentra ante nuevos desafíos” 31, y
se ha visto que es verdaderamente difícil el diálogo entre las ciencias, la filosofía y la
teología pues son modos totalmente diferentes de afrontar la realidad, como lo
menciona un especialista en la investigación del cerebro humano: “existen dos mundos
inconciliables, por una parte tenemos la ciencia exacta para la cual –en su campo– no
hay libertad, no hay una presencia del espíritu, y por otra parte, me doy cuenta de que
soy un hombre y sé que soy libre”32. Él mismo reconoce que creía en los dos mundos,
en la ciencia que niega la libertad y en su experiencia de hombre libre; sin embargo esta
29
El pensamiento del Papa Benedicto XVI, según el Cardenal Ratzinger, en encuentro con periodistas de
la agencia Zenit, abril 2005 - El anuncio de Cristo y su Evangelio en un mundo relativista es para el nuevo
Papa Benedicto XVI uno de los desafíos centrales de la Iglesia.
30
Id.
31
Id.
32
Id.
35
postura es descrita por Benedicto XVI como una esquizofrenia permanente, ya que la
persona humana tiene que luchar o tender a una unidad de vida.
Es cuestión de encontrar que en la vida, la ciencia experimental y las demás disciplinas
tienen cada una su especialización metodológica y que hay que buscar la manera en la
que una descubra la racionalidad de la otra, fomentando un auténtico diálogo para
aceptar que todas son expresiones de la razón auténtica, es decir llevarlas a la práctica
en unidad, para no caer en “esquizofrenia”, pues todas permiten acceder a la verdad
participando cada una como verdad parcial. Esto nos señala que el conocimiento del
hombre es tan amplio y verdadero que lo lleva a trascender a través del estudio de la
naturaleza, siempre y cuando acepte que la aplicación de su técnica tiene límites, sin
tener que rebajar los verdaderos logros científicos y la capacidad racional que los hace
posibles, ya que la ciencia es un bien universal, que orientada a la transformación del
mundo, “se justifica por su servicio al hombre y a la humanidad”33.
Ahora bien, entender las limitaciones del quehacer científico, posibilita que el ser
humano lo utilice como medio más no como fin, ya que sería éste como una especie de
plataforma para ir del mero conocimiento natural al sobrenatural, por eso es importante
comprender que si la ciencia es entendida fundamentalmente como ciencia técnica, y el
científico se queda en ese plano, entonces su éxito será técnico y en consecuencia “la
noción de ciencia ampliamente funcional, según la cual lo decisivo es el éxito técnico
no dejará lugar a la misma noción de verdad”34, pues las verdades de la ciencia son
meramente contextuales, ya que “sólo tienen sentido dentro de un contexto teórico y
experimental que dan como resultado una verdad que no agota todo lo que puede
decirse acerca de la naturaleza”35.
Otra forma de reconocer que la ciencia es sólo medio para acceder a la verdad, es
analizar otra perspectiva de sus límites, que es el constante cambio en las teorías que
provienen de la aceptación de innumerables descubrimientos que proporcionan buenas
explicaciones y predicciones, especialmente si arrojan resultados exactos y coherentes,
33
34
Juan Pablo II. Discurso a científicos y estudiantes en la Catedral de Colonia (1980).
Juan Pablo II. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (1979).
35
ARTIGAS Mariano. Filosofía de la ciencia experimental. Ediciones Universidad de Navarra, Navarra:
1989, capítulo 6.
36
puesto que “los resultados corresponden a la realidad y que por tanto, son verdaderos”36.
Sin embargo, esta correspondencia no significa que sean una réplica exacta de la
naturaleza, porque una de las dificultades de la verdad científica, es que se utilizan
modelos abstractos y conceptos matemáticos que no son una simple traducción de la
realidad y dependen del lenguaje propio de cada teoría y se concluye que nunca podrá
establecerse definitivamente la verdad de éstas por ser convencionales, revisables,
mejoradas incluso sustituidas por nuevas que den mejores explicaciones de la realidad.
Esto confronta la incapacidad que tienen las teorías para resolver problemas, que según
Thomas Kuhn, se refieren, “al fracaso de las realizaciones científicas universalmente
aceptadas, que durante cierto tiempo proporcionan modelos y soluciones a un
determinado problema”37 o cuando existe una cuestión que pone a prueba el ingenio del
científico, enfrentándolo a reconocer de nuevo sus límites, que son una “consecuencia
de la limitación voluntaria de la perspectiva científica, excluyendo deliberadamente las
dimensiones que no puedan relacionarse con el control experimental”38.
La ciencia experimental goza además de una autonomía propia, porque sus resultados se
valoran utilizando cánones científicos, mas no es independiente porque se apoya en
supuestos filosóficos, como el realismo ontológico y gnoseológico refiriéndose a la
existencia de un orden natural y a la capacidad humana para conocerlo, sin estos, la
ciencia no podría existir y ni siquiera tendría sentido; por tanto, si el científico carece
del conocimiento de estos supuestos, sus descubrimientos podrían verse mal orientados
y en este caso, como lo menciona Juan Pablo II:
“tendrá que proponerse, inmediata o mediatamente, la tarea de revisar
continuamente el método y la finalidad de la ciencia bajo el aspecto del
problema relativo al sentido de las cosas. En esta situación, la Iglesia no
aconseja prudencia y precaución, sino valor y decisión. Ninguna razón hay para
no ponerse de parte de la verdad o para adoptar ante ella una actitud de temor.
La verdad y todo lo que es verdadero constituye un gran bien, al que nosotros
debemos tender con amor y alegría. La ciencia es también un camino hacia lo
36
Idem.
37
KUHN Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura Económica, México:
2006, p. 113 -114.
38
Juan Pablo II. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (10/11/1979).
37
verdadero, pues en ella se desarrolla la razón, esa razón dada por Dios que, por
su propia naturaleza, no está determinada hacia el error, sino hacia la verdad del
conocimiento”39.
Si el hombre reconoce entonces la bondad de la ciencia al ver que a través de ella puede
descubrir la belleza del objeto de estudio, ese hombre será capaz de llegar a descubrir a
Dios por medio del que hacer científico.
El Santo Padre, en la misma línea que su predecesor Juan Pablo, toma la belleza de la
ciencia como parte esencial para comprender la trascendencia del conocimiento
humano, tomando como ejemplo para su explicación, un relato conmovedor de Enrico
Fermi, genio de la física que produjo la primera fisión nuclear controlada y que habla
sobre una experiencia que vivió de joven:
“Una tarde, mejor dicho una noche, mientras esperaba que me llegara el sueño,
que tardaba en venir, sentado en la hierba de un prado, escuchaba las plácidas
conversaciones de algunos campesinos cercanos, que decían cosas muy simples,
pero de ninguna manera vulgares o frívolas, como sucede a menudo en otros
ambientes. Nuestro campesino habla poco y toma la palabra para decir cosas
oportunas, sensatas y a veces sabias. Finalmente se callaron, como si la majestad
serena y solemne de aquella noche itálica, sin luna pero cubierta de estrellas,
hubiese vertido sobre aquellos espíritus simples un misterioso encanto. Rompió
el silencio, pero no el encanto, la voz de un campesino fornido, en apariencia
inculto, que mientras estaba tirado sobre el pasto con los ojos vueltos hacia las
estrellas exclamó, como obedeciendo a una inspiración profunda: ¡Qué belleza!
Y pensar que algunos dicen que Dios no existe. Lo repito, aquella frase del viejo
campesino en aquel lugar, a aquella hora, después de meses de estudios
aridísimos, tocó en vivo mi alma, tanto que recuerdo aquella escena como si
fuera hoy”. (M. Micheli,1979, Enrico Fermi e Luigi Fantappié. Ricordi
personali).
39
Juan Pablo II. Discurso a científicos y estudiantes en la Catedral de Colonia (10/11/1979).
38
Una sensación semejante impacta en la vida de aquellos científicos que logran llegar al
plano de la contemplación, porque son conscientes de que el ejercicio de su estudio los
lleva a estar inmersos en la belleza de la naturaleza y con esto, tener la experiencia de
una conexión o diálogo continuo con Dios que los haga vivir reconociendo esto como el
resplandor de la verdad, splendor veritatis.
Benedicto XVI, hace una conexión realmente conmovedora, pues citando a Platón quien
considera el encuentro con la belleza como esa sacudida emotiva y saludable que
permite al hombre salir de sí mismo, que lo entusiasma atrayéndolo hacia otro distinto
de él, hace ver a los hombres que llevan en sí un deseo tan poderoso que supera su
naturaleza, y que desean y anhelan más de aquello a lo que el hombre puede aspirar, a
darse cuenta que han sido traspasados por el mismo Dios.
La belleza es conocimiento, ciertamente; una forma superior de conocimiento, puesto
que toca al hombre con toda la profundidad de la verdad. En este sentido la belleza del
ejercicio científico toca al hombre con la profundidad de la verdad que a ésta le
corresponde.
El verdadero conocimiento se produce al ser alcanzados por el dardo de la Belleza que
hiere al hombre, al vernos tocados por la realidad. “El ser alcanzados y cautivados por
la belleza de Dios produce un conocimiento más real y profundo que la mera deducción
racional”40.
La razón para el Papa tiene la nariz de cera, es decir, basta con ser un poco hábiles para
dirigirla en cualquier dirección. “El encuentro con la belleza puede ser el dardo que
alcanza el alma e, hiriéndola, le abre los ojos, hasta el punto de que entonces el alma, a
partir de la experiencia, halla criterios de juicio y también capacidad para valorar
correctamente los argumentos”41.
El secreto para el científico está en querer contemplar aquello que es estudiado para que
tanto del objeto de estudio como quien lo estudie, sean elevados a un orden donde Dios
toma el papel principal y viviendo la humildad, el hombre podrá ver en su pequeñez la
grandeza que existe en ordenar su conocimiento hacia lo verdadero.
40
41
Cardenal Joseph Ratzinger. La contemplación de la belleza (30/08/2002).
Id.
39
Quien ha percibido esta belleza sabe que la verdad es la última palabra sobre el mundo,
y no la mentira. No es verdad la mentira, sino la Verdad. Digámoslo así, como se
planteó al comienzo del escrito, si la tendencia es una sociedad alejada de Dios es
porque un nuevo truco de la mentira es presentarse como verdad y decirnos: más allá de
mí no hay nada, dejar de buscar la verdad o, peor aún, de amarla, es ir por el camino
equivocado.
Y camino equivocado o no ver la verdad en la belleza que tare consigo la ciencia como
uno de los caminos de acceso a Dios, sería aceptar que el hombre vive en la mentira, es
decir que puede morir por efecto de la técnica que él mismo desarrolla, pero si crece en
él la semilla de la contemplación entonces nunca morirá por la verdad que él descubre
mediante la investigación científica.
CONCLUSIONES
El hombre con la capacidad de razonar sobre las verdades que la naturaleza le
proporciona, puede llegar a tener un amplio conocimiento de la realidad, que en
ocasiones lo conduce a verse a sí mismo como el único agente que la manipula,
utilizando para esto, técnicas que por su complejidad, lo llevan a creer que todo es
experimentalmente comprobable y en consecuencia, vivir en una ceguera provocada
por no querer ver más allá de lo que sus aplicaciones le descubren.
Esta corriente positivista, es una realidad en la que vive un gran número de intelectuales
apasionados de la ciencia, que para la Iglesia se convierte en foco de atención y que se
debe de enfrentar según el Papa Benedicto XVI, mostrando a estos hombres que el amor
al conocimiento, es una tendencia noble para llegar a amar a la verdad.
Si el científico, a pesar de ver que su técnica le hace conocedor de una verdad sobre la
naturaleza, ve más allá de su conocimiento, es decir contempla lo estudiado, ese hombre
aceptará que la verdad científica, “que es en sí misma participación en la Verdad
divina”42, le ayudará a comprender que el mundo, lejos de tener su origen en el caos, se
parece, en palabras del Papa Benedicto XVI, a un libro ordenado: es un cosmos. Un
42
Benedicto XVI. Discurso a la Academia pontificia de ciencias (10/11/ 2003).
40
cosmos que le posibilitará ser testimonio viviente de una extraordinaria continuidad, de
una fusión constante con la obra de la Creación.
La belleza de la creación por tanto da la capacidad de valorar correctamente los
supuestos de que la verdad es la última palabra sobre el mundo.
Y repitiendo las palabras del Santo Padre, se hace una exhortación a que el verdadero
conocimiento se producirá entonces cuando el hombre científico o no, quiera por
libertad, ser cautivado por la belleza de Dios que produce el conocimiento más real y
profundo que la mera deducción racional.
41
Bibliografía
KUHN Thomas. La estructura de las revoluciones científicas. Fondo de Cultura
Económica, México: 2006.
ARTIGAS Mariano. Filosofía de la Naturaleza. Museo Nacional Centro de Arte
Reina Sofía, Madrid: 2003.
ARTIGAS Mariano. Filosofía de la ciencia experimental. Ediciones Universidad
de Navarra, Navarra: 1989.
Juan Pablo II. Discurso a científicos y estudiantes en la Catedral de Colonia
(1980).
Juan Pablo II. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (1979).
Juan Pablo II. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (10/11/1979).
Benedicto XVI. Discurso a la Academia Pontificia de Ciencias (10/11/2003).
Benedicto XVI. Discurso a la Asamblea Plenaria de la Academia Pontificia de
las Ciencias (31/10/2008).
Juan Pablo II. Discurso a científicos y estudiantes en la Catedral de Colonia
(10/11/1979).
El pensamiento del Papa Benedicto XVI, según el Cardenal Ratzinger, en
encuentro con periosistas de la agencia Zenit, abril 2005.
Cardenal Joseph Ratzinger. La contemplación de la belleza, 30 de agosto de
2002.
42
El énfasis dialógico y social del cristianismo en Benedicto XVI
Casandra Fernández Diez
La existencia finita es la medida de todas las cosas puesto que es el lugar
ineludible de todo posible discurrir, de todo posible preguntar, de todo
posible pensar. La razón no solo no puede demostrar la existencia de
Dios y la inmortalidad del alma, sino que puede demostrar <<que
no>>. ¿Por qué la realidad más importante debería ser la más oculta?43
Este es el reto fundamental al comienzo del tercer milenio cristiano. La
cuestión no puede recibir una respuesta meramente teórica, del mismo
modo que la religión como actitud última del hombre no es sólo teoría.
Precisa de esta combinación de conocimiento y acción en que se basó la
fuerza de convicción del cristianismo de los Padres44.
Es innegable la incidencia recíproca, a lo largo de la historia, entre las distintas
corrientes filosóficas y la religión. Para lo cual cabe preguntarse si hoy día, bajo un
marco posmoderno, sigue habiendo espacio para la religión, a la vez de que disminuye
la asistencia a los templos y atestiguan las encuestas una menor inclinación por la
profesión de alguna religión. A la par de estos hechos, Mauricio Beuchot en su ensayo
Catolicismo y posmodernidad, reconoce un nuevo interés respecto a lo religioso, no
tanto por aquel renacer de fenómenos “mágicos” característicos del New Age, sino sobre
todo por el debate abierto, en algunos congresos, al análisis de lo religioso. Pero fuera
de estos coloquios, cuya participación no queda al alcance de la mayoría, el ambiente
arrastra un fuerte dejo nihilista: Dios ha dejado de ser el foco de atención y se ha optado
más bien por otros estímulos como fuente de sentido, entre los cuales destaca
fuertemente el hedonismo―basado en la voluntad de poder―, frente a las actitudes
“mojigatas y farisaicas” del cristianismo. Las críticas que Nietzsche expresa no han de
ignorarse, sino que deben ser objeto de reflexión para profundizar en las verdaderas
raíces del cristianismo y mejorar su condición actual. Tal objetivo, insiste Beuchot―en
sintonía con E. Mounier, H.G. Gadamer y P. Ricoeur―, no puede lograrse al margen
43
44
FLORED D’ARCAIS, P., “Ateísmo y verdad”, en: ¿Dios existe?, Editorial Planeta, México: 2009, 130.
RATZINGER J., “La pretensión de la verdad puesta en duda”, en: Ibid., 19.
43
del diálogo y de un testimonio que dé sentido a nuestras narraciones, si se pretende
revitalizar el cristianismo y tener un punto de encuentro entre creyentes y no
creyentes45.
Esto es lo que precisamente ha caracterizado la postura de Benedicto XVI, antes
el cardenal Joseph Ratzinger, cuyo pensamiento acerca del cristianismo sigue un
continuo entre lo teórico y lo práctico, cuyas verdades se concilian en una coherencia de
vida, atenta a la razón y a aquello que la supera(pero que se le manifiesta mediante la
revelación), y en todo momento a la escucha de otras disciplinas y necesidades
humanas. El rodeo de Benedicto XVI a lo largo de sus obras no ha tenido otro objeto
sino el de acercar al Dios de la fe cristiana a hombres de distintos contextos religiosos y
no religiosos. Esto se ve reflejado en varios de sus encuentros, que han dado pie a la
publicación de dichas entrevistas. Por mencionar alguna, el debate que sostuvo
Ratzinger en el año 2000, entonces cardenal, con el filósofo ateo Paolo Flores d’ Arcais.
El diálogo y la autocrítica de la Iglesia han sido el sello distintivo del teólogo Benedicto
XVI, con una presentación siempre erudita y renovadora del cristianismo. Por ello, en el
presente ensayo pretendo exponer a manera de ejemplo algunas de sus ideas sobre la
doble dimensión del cristianismo ―reto para todo creyente―, que abarca tanto un
ámbito de comprensión racional ―a la luz de la fe―, una incidencia social abierta a la
escucha y a la argumentación, así como un interés participativo en las distintas
comunidades a través de la caridad; pues sólo en el encuentro con el otro cobra sentido
el mensaje del cristianismo.
Desde cierto horizonte ateo, a la religión ―tal como la presenta Flores d’
Arcais―, si pretende integrarse a la sociedad, no le queda mas que aceptar su
irracionalidad, su “locura”; pues si Dios es lo “total y absolutamente” Otro, no puede
ser rozado por nuestras capacidades humanas de conocimiento, como tampoco podría
siquiera autocomunicarse en la medida en que permanece como un hecho ajeno a
nuestra experiencia. De manera que el encuentro entre el cristiano y el ateo sólo podrá
hacerse, no por vía teórico-dialógica (dado que los contenidos religiosos son
irracionales o sin contenido, al permanecer Dios inefable) sino a partir de la ética, en la
Cfr. BEUCHOT M., “Catolicismo y posmodernidad”, en Ixtus (¿Una modernidad católica?), no. 48
(2004), 100-104.
45
44
primacía del “tú”, del individuo irrepetible, sujeto de dignidad que, en este sentido, no
es contradictorio con el mensaje del Evangelio46.
Esto último no es rechazado por Benedicto XVI, pues, como veremos, el
cristianismo tiene también una dimensión moral; sin embargo ésta, para su puesta en
práctica, requiere de criterios más sólidos que la fundamenten, además de la libertad
como capacidad humana de decisión, que se pone valores a sí misma. Pues debe
concebirse también un sano uso teórico de la razón, que paulatinamente ha sido
violentado al irle excluyendo de toda dimensión metafísica y, con ello, de una apertura a
la fe; la razón ha quedado mermada y reducida a lo fáctico de las ciencias naturales
positivas, que dejan poco lugar “para una ética de la paz universal, del amor práctico al
prójimo y de la necesaria abnegación de cada uno”47.
La racionalidad ha quedado mutilada paulatinamente con la “evolución” de lo
que los escolásticos entendían por verdad, a saber Verumestens (el ser es la verdad) a lo
que en el siglo XVIII y más adelante se interpretaría como Verumquiafactum (la verdad
es lo hecho por el hombre), que a su vez daría pie al Verumquiafaciendum (la verdad
como factibilidad o transformación). Benedicto XVI explica así el olvido del quehacer
metafísico y contemplativo, por la primacía de la labor histórica (como la concebía G.
Vico), en la que la verdad quedaría circunscrita a las acciones humanas, las cuales,
posteriormente, estarían delimitadas al ámbito meramente poiético o productivo de la
téchne y con ello, también, se enclaustraría ahí a la verdad. De tal suerte que lo
únicamente admisible como serio y digno de estudiarse sería aquello que pudiera ser
repetible, observado y medido bajo la metodología propia de las ciencias naturales,
dejando de lado al “estudio del ser” mediante el logos y, por supuesto, cualquier
aproximación a Dios48. Cuando más bien el “proceso” resulta a la inversa, pues sea cual
fuere la trasformación que hace el hombre del mundo y de sí mismo, requiere de
acciones puntuales referidas al ser del hombre como punto de partida y como criterio.
Para lo cual es necesario tener una idea que asuma al hombre en su totalidad y que lo
estructure con todas sus facultades, al mundo y a todo aquello que va más allá de los
límites de su propia dimensión fáctica y comprensión intelectual.
Cfr. FLORES D’ ARCAIS P., op.cit., 121-132.
RATZINGER J., op.cit., 23.
48 Cfr. RATZINGER J., La introducción al cristianismo, Planeta-DeAgostini, Barcelona: 1995, 38-46.
46
47
45
El problema anterior ha dado pie a lo que en el siglo XX implicó la completa
separación entre las ciencias naturales y la religión; las ciencias se ocupaban
pretendidamente de lo verdadero y lo falso, mientras que la religión aludía a lo bueno y
a lo malo; ello escindió al ser humano tanto en su esfera objetiva como en todo lo
subjetivo. Por supuesto, la racionalidad, junto con toda capacidad dialógica, quedó en la
primera esfera, mientras que la religión fue relegada al ámbito de lo incomunicable, y
de lo sentimental, de lo completamente subjetivo. Esta absoluta separación resulta
incomprensible frente a hechos históricos en los cuales seres humanos reaccionaron en
desacuerdo a injusticias políticas, precisamente al hacer uso de su conciencia cristiana.
Dicha escisión en un hombre de esferas discordantes e incomunicables, de razón y
sentimientos inconexos, ha separado al hombre del mundo, de la vida y de la religión, al
grado de que tanto racionalidad como sentimientos acabaron por enfermarse49.
La religión en este escenario no sería más que alguna de las siguientes opciones:
o un sistema acabado de pensamiento, que en última instancia no lo es por derecho
propio, o la reducción a un cultismo de reglas y sacrificios por cumplir (pura costumbre
sin contemplación). Pero el cristianismo no puede entenderse como una religión
reducida al cumplimiento meticuloso de determinados ritos y obligaciones, dejando de
lado la fe en lo sobrenatural; como tampoco ésta queda subsumida bajo un sistema de
creencias cualquiera -de entender “x” como “y”, y su funcionamiento (pura racionalidad
teórica fijada en las estructuras del mundo). Pues en el caso de la religión, su “objeto”
(Dios) no aparece ante el campo visual del hombre (al ser invisible), ya que en una
comprensión elemental o puramente sensible de las cosas no logrará apresar la totalidad
de lo que le compete en cuanto ser humano. Para ello necesita echar mano de otra vía de
acceso, que es la fe con su paradójico “salto”: ver lo que no es evidente a nuestra
comprensión inmediata ―y que, sin embargo, es lo más real―, junto con una “firme
decisión” por una opción fundamental de vida ante el mundo y ante todo lo que existe,
mediante la “conversión” y el “arrepentimiento”50.
Una lectura positivista y matemática de la realidad, sólo da cuenta de cierta parte
de la realidad, mas no de la totalidad de la misma, al excluir de entrada cualquier
sentimiento moral, de donación y por tanto de amor, dejando lugar solamente a un
cálculo instrumentalcara al mundo y al hombre. Sin embargo esto no permite hacer
49
50
Cfr. RATZINGER J., Fe, verdad y tolerancia, Ediciones Sígueme, Salamanca: 2005, 123-127.
Cfr. RATZINGER J., La introducción al…, op.cit., 30-33.
46
sentido de lo “irracional” en el mundo: por ejemplo, no permite plantear el tema del
mal, como tampoco accede a aquello que supera una racionalidad interesada: el amor.
Pues es sólo por un Logos libre y que crea por amor, que puede comprenderse este
mundo que no se da abasto con explicaciones matemáticas. Siempre habrá un espacio
para lo incomprensible, lo cual abarca tanto el amor (que dista de toda posibilidad de
cálculo) como lo incomprensible del sufrimiento inocente, causado por el mal51:
El matemático descubre la matemática del cosmos, el ser-pensado de las cosas.
Pero nada más. Descubre solamente el Dios de los filósofos.¿Ha de extrañarnos
esto? El matemático considera el mundo matemáticamente; ¿puede encontrar en
él algo que no sea matemática? ¿No tendríamos que preguntarle antes si ha
considerado el mundo de otro modo, de modo no matemático? (…) El físico no
lo ha descubierto, ni nunca lo descubrirá porque en su estudio prescinde
esencialmente del sentimiento y de la actitud moral, porque estudia la naturaleza
desde un ángulo puramente matemático; consiguientemente sólo puede ver el
lado matemático de la naturaleza52.
Si ya se dijo cómo no se puede encontrar a Dios mediante un materialismo
histórico ―pues la materia no se comprende a sí misma―, tampoco el Dios de los
filósofos es suficiente para dar cuenta del Dios de la religión, en cuanto éste no se agota
en otorgar orden al cosmos como tampoco en un espíritu que se comprende a sí mismo,
por cuanto que éste es, además de una conciencia creadora no anónima, una libertad
creadora, por amor, de otras libertades particulares, es decir, de individuos, de personas.
La libertad (frente a la necesidad) y lo particular, lo irrepetible (frente a lo general),
distinguen al idealismo de la fe cristiana.53.
La religión del cristianismo despuntó frente a las religiones paganas por dos
aspectos principalmente: por un lado, por asumir el conocimiento filosófico ―y con
ello la racionalidad―, haciendo de aquélla una religio vera; por el otro, por su
dimensión moral, que saca a la luz lo que el hombre tiene escrito en su corazón. De tal
manera que Dios no sólo coincide con la moral filosófica, sino que a la vez trasciende el
Cfr. Ibid., 130-132.
Ibid., 126.
53 Cfr. Ibid., 129-130.
51
52
47
sólo dominio de la contemplación del pensamiento y desciende, haciéndose un Dios
vivo, inserto en una moral “de amor a Dios a través del prójimo”54:
Tampoco la religión ha de entenderse como “lo eterno que queda fuera del
mundo y del tiempo humano como cosa totalmente distinta de ellos. La fe trata
más bien de Dios en la historia, de Dios como hombre (…) Dios nos lo presenta
como un hombre, al eterno como temporal, como uno de nosotros. Funda su
pretensión de ser revelación en la que ha introducido lo eterno en nuestro mundo
(…) El salto que antes nos llevaba a lo infinito, parece reducirse a una grandeza
humanamente posible, ya que basta que nos acerquemos a este hombre de
Palestina para que nos encontremos con Dios”55:
Con esto, Benedicto XVI, tampoco afirma que con la aceptación de una
philosophia universalis retroalimentada por la fe, quede excluida cualquier duda o
capacidad de revisión crítica. La religión inspirada por una fe revelada aporta a la
filosofía conocimientos nuevos sobre Dios, en cuanto incide en el mundo y el hombre a
través de la historia, sin ser lo completamente Otro. No es un Dios que sólo sustenteal
mundo, sino que resulta también el Dios de los hombres: de Abraham, Isaac, Jacob,
etcétera: un Dios interpelable por el hombre, que lo escucha y le habla; es decir, un Dios
personal. La fe, a su vez, se apoya en los contenidos filosóficos, los cuales hacen
comprensible y comunicable a los demás la religión56. Por eso el cristianismo no sólo
requiere de los fieles para su vivencia, sino también de la retroalimentación de los no
creyentes para un encuentro de horizontes, de ciudadanos participativos en sus
comunidades y por tanto en el bienestar del mundo:
El que no cree puede sentirse seguro de su incredulidad, pero siempre le
atormenta la sospecha de que “quizá sea verdad”. El quizá es siempre tentación
ineludible a la que uno no puede sustraerse (…) Nadie puede sustraerse
totalmente a la duda o a la fe. Para uno la fe está presente a pesar de la duda,
para el otro mediante la duda o en forma de duda. Es ley fundamental del destino
humano encontrar lo decisivo de su existencia en la perpetua rivalidad entre la
duda y la fe, entre la impugnación y la certidumbre. La duda impide que ambos
se cierren herméticamente en su yo y tiende al mismo tiempo al puente que los
Cfr. RATZINGER J., ¿Dios…, 16-17.
RATZINGER J., La introducción al…, op.cit., 35.
56 Cfr. RATZINGER J., El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, Ediciones Encuentro, Madrid: 2007.
54
55
48
comunica. Impide que ambos se cierren en sí mismos: al creyente lo acerca al
que duda y al que duda lo lleva al creyente57.
Por otro lado, el pensamiento liberal actual y el discurso religioso presentan en
primera instancia distintos razonamientos; sin embargo sus conclusiones sobre las
preocupaciones morales parecen converger en algunos puntos. Esto se manifiesta
cuando se plantea la cuestión sobre las actitudes cognitivas y las expectativas
normativas que el Estado liberal exige de sus ciudadanos con trasfondos culturales, hoy
día, diferentes. Sin caer en un positivismo legal cerrado
prejurídico
, como tampoco en una falsa tolerancia
que no dé pie a un éthos
que encierra pura individualidad
y el desmoronamiento de la solidaridad ciudadana con aires relativistas
, el análisis
sobre las relaciones entre fe y razón es posible no sólo desde la teología sino desde el
plano filosófico, en la medida en que razón y religión se ilustran mutuamente a partir
del reconocimiento epistemológico del lenguaje de la segunda y de los límites de
ambas.
Otro encuentro reciente en el que se discute este tema, es el que tuvieron J.
Habermas y J. Ratzinger, recopilado en Entre razón y religión: Dialéctica de la
secularización en 2004, que esbozaré para tratar la aparente tensión en la filosofía
habermasiana, que diluye a la religión en la razón comunicativa y en una ética
discusiva, a la vez de considerar que la religión alimenta contenidos semánticos
imprescindibles para la ética y la moral, y para la filosofía.
El encuentro fue célebre. Es también conocido que, en él, Habermas parece
flexibilizar su postura respecto a una fundamentación a priori de las condiciones del
diálogo y de la democracia, y parece reconocer la relevancia de las tradiciones y de los
fundamentos pre-políticos de la sociedad moderna. Ambos pensadores coinciden en que
la cohesión necesaria para un Estado democrático no puede ser proporcionada por las
propias leyes de dicho Estado, pues aun cuando dichas leyes estuvieran basadas en una
razón autónoma apriori, su cumplimiento exige una motivación externa y presupone ya
una cohesión social que por tanto esas mismas leyes no pueden proporcionar.
57
RATZINGER J., La introducción al…, op. cit., 28.
49
Ambos pensadores están particularmente sensibilizados ante la cuestión de los
totalitarismos del siglo XX: la democracia, el diálogo y el pluralismo parecen ser los
remedios para evitar que estos escenarios históricos se repitan. Sin embargo, ambos son
conscientes también de que estos “remedios” no están exentos de problemas y de
ambigüedades; el propio Habermas, seguidor de Horkheimer y Adorno, sabe que la
Ilustración y su movimiento secularizante sufren contradicciones intrínsecas: no por ello
propone, como los posmodernos, echar atrás el proceso de modernización, sino que
pretende corregirlo y completarlo para que no se atenga sólo a una razón instrumental y
alcance efectivamente sus pretensiones de universalidad. No debemos engañarnos: aún
el Habermas tardío, más moderado, propone la secularización, aunque una
“secularización no descarrilada”:
Queda en pie el hecho de que un ordenamiento liberal necesitaría siempre de la
solidaridad de sus ciudadanos como fuente, y de que esta fuente podría
desaparecer completamente a causa de una secularización “descarrilada” de la
sociedad. Este diagnóstico es indiscutible, pero no por ello debe entenderse de
forma que los intelectuales defensores de la religión saquen de ello cierto tipo de
“plusvalía”58.
Esta aclaración de Habermas significa que ni el Estado ni las leyes tienen una
fundamentación religiosa, y ni siquiera la tienen, según este filósofo, en un derecho
natural de connotaciones clásicas o religiosas ni en cosmovisiones o perspectivas
asociadas a la historia de la salvación. Lo que Habermas pretende garantizar es el
pluralismo y, en efecto, ello es necesario en una sociedad multicultural. Reconoce que
ideas como los derechos humanos, la igualdad universal e incluso cierta idea de la
justicia, son un legado de la tradición judeocristiana, pero insiste en que una vez
asumidos en un discurso racional secularizado, dichos conceptos e inquietudes son ya
patrimonio de la razón, y pueden y deben tratarse como tal en un nivel jurídico, político
y filosófico para asegurar precisamente el pluralismo. Así, como reitera Habermas en su
libro titulado Israel o Atenas, la modernidad se apropió del punto de vista de Dios y ello
permitió extender “el mundo social conocido hasta la comunidad inclusiva e ilimitada
de todas las personas que actúan con conciencia de sus acciones, (…) [es decir], la
HABERMAS J., “¿Fundamentos prepolíticos del Estado democrático de derecho?”, en Entre razón y
religión: Dialéctica de la secularización, Pablo Largo (trad.), FCE, México: 2008, 10.
58
50
racionalización en términos social-cognitivos de la totalidad de las relaciones personales
reguladas moralmente”59.
De este modo, creo que debemos ser muy precisos al entender la postura
habermasiana. Al menos en el momento de su diálogo con Benedicto XVI, el filósofo
no sólo “tolera” el pensamiento religioso, sino que lo valora al menos desde dos puntos
de vista: (1) como precursor de ideas centrales del pensamiento humanitario de la
modernidad, y (2) como factor insoslayable en el presente, de cohesión para la sociedad
y de motivación para el cumplimiento de la ley. Este segundo punto por el que se valora
a la religión proviene de que el Estado democrático contemporáneo tiene una mayor
exigencia en sus presupuestos normativos, pues se espera de los ciudadanos que sean a
la vez co-autores y destinatarios del Derecho. Esto implica que sean participativos y que
sean capaces de ir más allá del interés propio para enfocarse en el bienestar común. Ello
no se logra sin “virtudes políticas”, las cuales “se alimentan de fuentes espontáneas o, si
se prefiere, ‘prepolíticas’” 60 . Esto no significa que dicha fuente deba ser religiosa
necesariamente, o que sea la religión cristiana en específico, pues pueden ser fuentes
seculares con ideales éticos y culturales de vida; sin embargo, de hecho, es el
Cristianismo el que ha jugado este papel históricamente. Así lo admite el propio
Habermas en una entrevista con Eduardo Mendieta, quien le pregunta si su ponderación
de la religión es la de un precursor, un catalizador o una condición de posibilidad de la
modernización y de la globalización61. El filósofo responde:
El Cristianismo representa para la autocomprensión normativa de la modernidad
no sólo una forma precursora o un catalizador. El universalismo igualitario, de
donde proceden las ideas de libertad y convivencia solidaria, así como las de
forma de vida autónoma y emancipación, moral de la conciencia individual,
derechos humanos y democracia, es directamente una herencia de la ética judía de
la justicia y de la ética cristiana del amor62.
Este reconocimiento le permite a Habermas superar los estrechos moldes de
un racionalismo que quisiera prescindir de la religión o reducirla a un discurso racional.
Él sabe que hay algo propio de la religión que, de ser desnaturalizado o “desmitificado”,
HABERMAS J., Israel o Atenas: ensayos sobre religión, teología y racionalidad, Eduardo Medieta
(ed. y trad.), Trotta, Madrid: 2001, 184.
60 HABERMAS J., “¿Fundamentos prepolíticos…, op. cit., 17.
61 Cfr. HABERMAS J., Israel o Atenas…, op. cit, 183.
62 Ibid., 185.
59
51
implicaría que las religiones perdieran su sentido propio y se vieran impedidas también
para desempeñar su función social de motivación y cohesión. Cuando se pretende
racionalizar a la religión, traspasarla del todo a una justificación racional, se dan:
[D]esarrollos errados que sobrevienen cuando los elementos contradictorios de
una tensa síntesis cultural sacrifican su sentido propio. Esto se muestra también en
la relación de la religión con la filosofía: el sentido existencial de la liberación del
alma individual por medio de la promesa de salvación del Dios redentor no puede
ser equiparado a la exaltación contemplativa ni a la fusión intuitiva del espíritu
finito con el Absoluto (…) La tensión tiene que ser estabilizada, no puede ser
superada, si no se debe desbaratar la red del discurso intercultural63.
Justo porque esta tensión debe ser equilibrada, Habermas plantea que la razón
reconozca lo específico de las religiones a la vez que éstas, enfrentadas con el
pluralismo contemporáneo, así como con el discurso científico y un sentido común
secularizado64, se atengan a las “razones públicas” y planteen sus contenidos en formas
aceptables para la razón comunicativa. Hay aquí connotaciones que recuerdan, por
ejemplo, la Encíclica de Juan Pablo II, Fides et ratio, de 1998. En ella se reitera la
enseñanza magisterial sobre el papel ejemplar de Santo Tomás de Aquino (no
oficializando ninguna de sus tesis filosóficas sino proponiendo como paradigma su
trabajo para armonizar razón y fe), y Habermas se declara admirador del Aquinate
precisamente por el mismo mérito:
Cuando me sumerjo en la Summa contra Gentiles de Tomás de Aquino, me siento
arrebatado por la complejidad, por el nivel de diferenciación, por la seriedad y la
rigurosidad de la argumentación elaborada de manera dialógica. Soy admirador de
Tomás de Aquino. Él representa una forma de espíritu que podía responder por sí
mismo de su autenticidad65.
Aunque esta admiración está enmarcada en una postura general en la que la
exigencia de pluralismo ciertamente parece incómoda frente a un discurso fuerte y
estructurante como es la fe cristiana. Me parece que tanto Benedicto XVI como Juan
Pablo II en la Encíclica citada entienden la necesidad de pluralismo y asumen que, en
Ibid., 192.
Ibid., 187.
65 Ibid., 189.
63
64
52
efecto, la fe cristiana ha entregado a la razón contenidos, que pueden ser tratados
racionalmente y de forma plenamente intersubjetiva. Ello no supone renegar del origen
cristiano de estas inquietudes, sino al contrario, mostrar que lo entregado por la fe es
asimilable en la razón y que por tanto ésta queda elevada por la revelación, cooperando
para la humanización del mundo y de la vida social:
La Revelación propone claramente algunas verdades que, aun no siendo por
naturaleza inaccesibles a la razón, tal vez no hubieran sido nunca descubiertas por
ella, si se la hubiera dejado sola. (…) El anuncio cristiano de la dignidad, de la
igualdad y de la libertad de los hombres ha influido ciertamente en la reflexión
filosófica que los modernos han llevado a cabo. (…) Al especular sobre estos
contenidos, los filósofos no se han convertido en teólogos, ya que no han buscado
comprender e ilustrar la verdad de la fe a partir de la Revelación. Han trabajado en
su propio campo y con su propia metodología puramente racional, pero ampliando
su investigación a nuevos ámbitos de la verdad66.
Me parece que la tensión habermasiana entre el pluralismo y la exigencia veritativa
de la fe, se resuelve con un sistema de perspectivas. En efecto, como hemos visto que se
puede admitir desde el Cristianismo, algunas enseñanzas cristianas pueden ser asumidas
en la razón y tratadas de un modo estrictamente racional y por tanto, plenamente
intersubjetivo, aunque para el cristiano, desde la perspectiva de la fe, esas mismas
enseñanzas
la igualdad, la libertad, la solidaridad
se ven siempre validadas desde
las dos esferas: son racionalmente exigibles y a la vez son parte de su identidad y su
deber como cristiano. El cristiano, por serlo, tiene la exigencia de ser capaz de
interactuar con los no-creyentes o los creyentes de otras religiones, en busca del bien
común, consciente de que las reglas de su interacción con estas personas, que tienen
otros horizontes de comprensión, han de ser las dictadas por la razón y ha de trabajarse
a partir de los intereses compartidos. Los ciudadanos secularizados, por su parte, no
pueden negar:
[P]or principio a los conceptos religiosos su potencial de verdad, ni pueden negar
a los conciudadanos creyentes su derecho a realizar aportaciones en lenguaje
religioso a las discusiones públicas. Es más, una cultura política liberal puede
incluso esperar de los ciudadanos secularizados que participen en los esfuerzos
para traducir aportaciones importantes del lenguaje religioso a un lenguaje más
asequible para el público general67.
66
67
FR, 76.
HABERMAS J., “¿Fundamentos prepolíticos…, op. cit., 33.
53
Esto, porque el interés del Estado supone también el cuidar la relación con todas
“las fuentes culturales de las que se alimentan la conciencia normativa y la solidaridad
de los ciudadanos”68 y, particularmente con el Cristianismo que, como ya hemos visto,
Habermas admite que al menos históricamente ha desempeñado ese papel, y que
también lo ha hecho de modo primario y paradigmático.
Hemos visto, pues, que las “concesiones” que hace Habermas a la pretensión de
verdad del Cristianismo son limitadas, pero importantes. Joseph Ratzinger supo
aprovechar dicho espacio y supo también acotar aún más las pretensiones de una ética
universalista desde la rica tradición católica, y sus elementos de comprensión de la fe,
de la razón y de las culturas en que tanto fe y razón se despliegan. Si en Habermas
parece que el factor de universalidad es la razón pura, y las religiones, como otras
fuentes pre-políticas de la moralidad, funcionan más bien como precursor y como factor
motivacional y de cohesión, Benedicto XVI admite todo ello (de hecho, su intervención
en el diálogo se titula Lo que cohesiona al mundo: los fundamentos morales y
prepolíticos del Estado liberal), y va incluso más allá: la universalidad de la ética no se
da por una discusión al nivel de la razón pura, ya que tampoco los principios de esta
razón y su orientación fundamental son aceptados por todos, sino en un contexto más
amplio de interculturalidad, de contacto entre culturas, lo cual exige una disposición
moral mucho más compleja, y en ese sentido depende aún más del impulso que puede
dar la fe:
Hoy es indispensable la dimensión intercultural para plantear la discusión sobre
las cuestiones fundamentales acerca del hombre, que no se puede entablar pura y
simplemente entre cristianos ni únicamente dentro de la tradición racionalista
occidental. Es cierto que ambas perspectivas consideran como universal su
autocomprensión, y quizá, de iure, lo sea. Sin embargo, de facto, deben reconocer
que sólo son aceptadas e incluso comprensibles en determinados sectores de la
humanidad (…) aunque la cultura laica rigurosamente racional que Habermas
nos acaba de ilustrar con eficacia ocupa un papel preponderante y se concibe a
68
Ibid., 28.
54
sí misma como el elemento unificador, lo cierto es que la comprensión cristiana
de la realidad sigue siendo una fuerza activa69.
Esa comprensión cristiana de la realidad, señala Benedicto XVI en el mismo debate,
sí incluye consideraciones sustantivas que, como vimos, Habermas no aborda: y así
Benedicto XVI recupera en esta discusión el carácter normativo del concepto de
naturaleza y también el alcance metafísico de la razón humana. Sin embargo, consciente
de que el tema del derecho natural es controvertido y admite muchas interpretaciones,
algunas de las cuales no son fiables70, el Cardenal prefiere no basar su participación en
el debate en dicho concepto, y más bien insiste en el tópico de los derechos humanos
(que debe complementarse, con una doctrina de los deberes y los límites del hombre) 71.
Además de afirmar que ideas como la de los derechos humanos deben ser respaldadas
desde ambas trincheras, la de la razón y la de la fe, en una “correlación polifónica”72,
Benedicto XVI presupone una noción de interculturalidad que, de nuevo, abreva en la
Fides et ratio:
Las culturas se alimentan de la comunicación de valores, y su vitalidad y
subsistencia proceden de su capacidad de permanecer abiertas a la acogida de lo
nuevo. ¿Cuál es la explicación de este dinamismo? (…) toda cultura lleva impresa
y deja entrever la tensión hacia una plenitud. Se puede decir, pues, que la cultura
tiene en sí misma la posibilidad de acoger la revelación divina (…) El anuncio del
Evangelio en las diversas culturas, aunque exige de cada destinatario la adhesión
de la fe, no les impide conservar una identidad cultural propia. Ello no crea
división alguna, porque el pueblo de los bautizados se distingue por una
universalidad que sabe acoger cada cultura, favoreciendo el progreso de lo que en
ella hay de implícito hacia su plena explicitación en la verdad (…) Las culturas no
sólo no se ven privadas de nada, sino que por el contrario son animadas a abrirse a
la novedad de la verdad evangélica recibiendo incentivos para ulteriores
desarrollos73.
Me parece que, entre los temas que suelen subrayarse en la Fides et ratio (las
aportaciones que hace la fe a la razón y viceversa, la necesidad de una razón fuerte, de
alcances metafísicos, para colaborar con la fe, las relaciones entre filosofía y teología,
RATZINGER J., “Lo que cohesiona al mundo: los fundamentos morales y prepolíticos del Estado
liberal”, en Entre razón y religión: Dialéctica de la secularización, ed.cit., p. 50.
70 Ibid., 46.
71 Cfr. Ibid., 48.
72 Ibid., 54.
73 FR, 71.
69
55
etcétera) éste es uno que normalmente no es destacado: sólo fe y razón, en cooperación,
pueden acceder a principios normativos para la relación sana entre los diversos credos y
las diversas culturas, conciliando entre el consenso necesario y el deseable respeto a las
diferencias. Así, si Habermas ha dado algunos pasos adelante, mostrando que la
secularización no puede hacer a un lado los alcances veritativos de la fe, y que de hecho
los alcances de la modernidad occidental deben mucho a sus fuentes prepolíticas
cristianas, Benedicto XVI echa mano de las importantes reflexiones de la Fides et ratio
para recordarnos, como dice la propia Encíclica, que si la secularización de algunos
contenidos de la fe es políticamente necesaria, la evangelización de la cultura es
igualmente indispensable:
El punto capital y como el meollo de la solución casi profética a la nueva
confrontación entre la razón y la fe, consiste en conciliar la secularidad del mundo
con las exigencias radicales del Evangelio, sustrayéndose así a la tendencia
innatural de despreciar el mundo y sus valores, pero sin eludir las exigencias
supremas e inflexibles del orden sobrenatural74.
Dicha inculturación a través de las aportaciones de la religión del cristianismo
fortalece no sólo las relaciones entre ciudadanos, al ser una religión universal con una
moral común, sino también incluye a los menos protegidos y favorecidos por los
intereses individuales de la economía actual:
[E]l cristianismo convenció por la unión de la fe con la razón y por la orientación
de la actuación hacia la caritas, a la ayuda con amor a los que sufren, a los pobres
y a los débiles. Por encima de todo límite de condición. La fuerza que llevó al
cristianismo a convertirse en religión universal radicaba en su síntesis de razón, fe
y vida; precisamente esta síntesis queda concretada en la expresión de religio
vera.75
La grandeza del mensaje de Benedicto XVI radica en sus fuentes: en la profunda
inspiración cristiana que responde a la realidad integral del ser humano, armonizando
tanto fe y razón en un diálogo mutuamente enriquecedor, como la creencia verdadera
desde el punto de vista teórico con el auténtico interés social en el práctico, interés que
se realiza en el amor:
El intento de dar de nuevo un sentido claro al concepto del cristianismo como
religio vera en medio de esta crisis de la humanidad debe basarse por igual, por
74
75
FR, 47.
RATZINGER J., “La pretensión de…, op. cit., 17.
56
así decirlo, en el recto obrar (ortopraxis) y el recto creer (ortodoxia). Su
argumento más profundo debe consistir al fin y al cabo igual que entonces en
que el amor y la razón coinciden como verdaderos pilares fundamentales de lo
real: la razón verdadera es el amor, y el amor es la razón verdadera. En su unión
constituyen el verdadero fundamento y objetivo de lo real76.
76
Ibid., 23.
57
Bibliografía
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modernidad católica?), no. 48 (2004), pp. 100-104.
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RATZINGER Joseph, La introducción al cristianismo, L. Domínguez Villar
(trad.), Planeta-DeAgostini, Barcelona: 1995.
__________: Fe, verdad y tolerancia, RUIZ-GARRIDO C. (trad.), Ediciones
Sígueme, Salamanca: 2005.
__________: El Dios de la fe y el Dios de los filósofos, AGUIRRE J.(trad.),
Ediciones Encuentro, Madrid: 2007.
__________y HABERMAS J., Entre razón y religión: Dialéctica de la
secularización, LARGO P. (trad.), FCE, México: 2008.
__________y FLORES D’ ARCAIS, P., ¿Dios existe?, Editorial Planeta,
México: 2009.
58
Lógica divina, cósmica y humana: conjugadas para el conocimiento de
la verdad
Gabriel González Nares
“No nos ponemos de acuerdo para que algo sea verdad, sino que nos ponemos de
acuerdo porque algo es verdad” Mauricio Beuchot O.P77
INTRODUCCIÓN
En nuestros tiempos, poca importancia es dada a lo que los teólogos piensan sobre el
mundo. Si al común de la gente se le preguntara por el perfil profesional del teólogo,
seguramente dirá que es un profesional enfrascado en problemas metafísicos y que
aparta su mirada del mundo. Como queriendo escapar de él para ir a uno mejor. Mas,
contario a esta opinión, está el hecho de que el teólogo parte del mundo para llegar a las
alturas divinas. El teólogo se interesa por el mundo como un todo ya que busca su
última explicación.
Ante la exploración de la naturaleza, los científicos se topan con algunas preguntas
como estas: ¿Hay un Ordenador del universo? ¿Tienden las cosas hacia un último fin?
Por limitación, las ciencias particulares no pueden resolver estas preguntas
trascendentes por sí
mismas. Se necesita un profesional que tenga una visión
integradora de todas las cosas. Hablo aquí del filósofo, pues su vocación se inclina a la
interpretación y explicación de la realidad como un todo. Aunque bien puedo referirme
por igual al teólogo, ya que no hay buen teólogo que no sea buen filósofo.
El teólogo estudia la realidad en su conjunto y no se detiene a ver las particularidades
del mundo, porque así se obstaculizaría su misión. Podríamos decir que el teólogo es un
científico en la medida que busca causas explicativas, pero no es un científico
experimental ni particular, pues su campo de conocimiento trasciende lo
experimentable.
Joseph Ratzinger es un ejemplo del teólogo interesado por el mundo. Una parte
importante de su obra se centra en la interpretación teológica del mundo. Nunca ha
BEUCHOT Mauricio. “Conferencia pronunciada en Torreón, Coahuila, el 12 de mayo de 2008”,
consultada en http://www.youtube.com/watch?v=4s00nkJiCd8 (12/03/2012).
77
59
estado al margen de los últimos descubrimientos y siempre ha tenido una visión
conciliadora entre fe y razón. El teólogo alemán y actual pontífice se vuelca sobre los
temas cosmológicos con una gran pasión razonada. Gracias a su formación filosófica
puede establecer nexos coherentes entre lo experimentado y lo revelado.
Si se me preguntara qué disciplinas filosóficas son usadas por Ratzinger para
establecer estos nexos, diría que se sirve principalmente de la lógica y de la metafísica.
De la lógica porque busca mediaciones o términos medios que articulen la realidad
como un todo comprensible. De la metafísica porque busca los primeros principios y
causas explicativas del ser.
Ante todo y como filósofo, Ratzinger cree que el mundo tiene un logos. Esto es, que
hay orden y racionalidad, lo que permite la comprensión científica y la técnica
industrial. Luego, como teólogo cristiano, Ratzinger cree que Dios es el dador y
sustentador del orden cósmico. En el pensamiento del papa, Dios no es el
completamente distinto del universo, sino que “vive” en él. De esta manera, Ratzinger
piensa al modo de San Buenaventura, que el universo “es el templo que anuncia a
Dios.”
Sabemos que el papa Ratzinger es un cooperador de la verdad. Por tanto, todo su
pensamiento podría guiarse por el prolegómeno: “El hombre es capaz de la verdad”78.
Ratzinger ama la verdad revelada en Cristo y en el Evangelio. No obstante, también
ama y defiende la verdad que la razón humana puede descubrir en el orden del cosmos.
Según él, el hombre es capaz de ver la verdad de Dios en el mundo porque hay
connaturalidad entre el logos del mundo, el logos de Dios y el logos del hombre.
Es aquí que podemos ver una lógica de tres dimensiones: la divina, la cósmica y la
humana. Mismas que, al conjugarse, hacen al hombre capaz de la verdad por naturaleza.
En este texto deseo recorrer con claridad cada una de estas dimensiones lógicas, a fin de
postular que lo divino, lo cósmico y lo humano tienen una comunidad en el logos, con
lo cual veremos que, por naturaleza, el hombre es capaz poseer la verdad.
DESARROLLO
78
RATZINGER, Joseph. “The dictatorship of relativism” en The light of the world, a conversation with
Peter Seewald. Ed Ignatius, San Francisco, EUA: 2010, 51.
60
1) La Razón de Dios, el logos divino.
El Dios de Ratzinger es el Dios cristiano. No obstante, según el papa, este Dios
también es el dios de los filósofos, y por tanto, el Dios de la razón. He querido
comenzar este apartado hablando de Dios para aclarar su naturaleza razonable a fin de
dar pie al tema del logos cósmico. Como veremos, Ratzinger propone que la lógica del
universo está basada en la lógica de Dios. Por tanto, debemos primero atender a esta
lógica.
Desde los tiempos apostólicos, el cristianismo se enfrentó a un mundo lleno de
opiniones teológicas distintas. Por una parte, existía el dios de los estoicos o de los
peripatéticos: una divinidad que era toda razón, inmutabilidad y perfección, pero no una
persona cercana y amorosa. Por otra parte, existían los antiguos dioses mitológicos:
personajes caprichosos, vengativos y sobornables pero lejanos a los problemas
humanos.
¿Cómo saber cuál de todos esos dioses era el Dios del cristianismo? Así como los
hebreos tuvieron que distinguir a su Dios de entre los dioses paganos en el tiempo del
destierro, así los cristianos distinguieron al suyo fundamentándose en las palabras de
Cristo en el Evangelio de Juan: “Yo soy el camino, la verdad y la vida, nadie va al
Padre si no es por mí”79. El pensamiento patrístico tomó esta oración como estandarte
guía de la filosofía. Un ejemplo de ello es Tertuliano, quien dijo “Cristo no se llamó a sí
mismo costumbre, sino verdad” 80 . Es decir, la verdad de lo inmutable y de lo que
siempre es tiene primacía sobre la costumbre de una religión encerrada en parámetros
humanos.
De este modo, el Dios cristiano es también el dios de los filósofos. Ratzinger escribe
sobre esto puntualmente: “La fe cristiana optó (…) por el dios de los filósofos frente a
los dioses de la religiones, es decir, por la verdad del ser mismo frente al mito de la
costumbre. La Iglesia rechazó la antigua religio, pues la consideraba una pura y simple
costumbre vacía que se alzaba contra la verdad”81.
79
80
Jn. 14, 16
TERTULIANO, De Virginibus velandis, I, 1 Corpus Christianorum II 1209, apud: RATZINGER,
Joseph. “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos” en Introducción al Cristianismo, Ed. Sígueme,
Salamanca, España: 2005, 120.
81
RATZINGER, J. Ibid., 121.
61
Ratzinger aclara esta elección del dios de los filósofos ayudándose de la disparidad
entre mythos y logos. El cristianismo prefirió el logos porque Cristo se autoproclama
como Verdad que está basada en el ser inmutable, y porque Dios es
creador y
ordenador del universo.
Es importante destacar que esta capacidad creadora, Dios no la tiene solamente por
ser el eternamente supremo. Ratzinger postula que el Dios del logos y de la verdad ya
no es sólo eterna matemática ni pura eternidad. En el contexto cristiano, Dios es agapé,
potencia de amor creador. Por tanto, Dios ya no se relaciona consigo mismo, sino que
se comunica a sus creaturas y las hace partícipes de su naturaleza perfecta en diversos
modos.
Para el contexto cristiano, el Dios del logos y de la verdad sigue siendo lo que los
antiguos filósofos dijeron. Sin embargo, en el cristianismo (y previamente en el
judaísmo) Dios se presenta con características personales y amorosas. Dios sigue siendo
eterna geometría del universo porque es amor creador. Por eso Ratzinger dice que “es
verdad que sólo se le conoce (a Dios) cuando se comprende que él, auténtica verdad y
fundamento de todo ser, es también e inseparablemente el Dios de la fe, el Dios de los
hombres”82.
Así pues, perfilándonos al ámbito cosmológico, ¿Qué es Dios? El Dios de la fe y los
filósofos, en cuanto pensar es amar. El logos de todo el mundo, la idea creadora original
es también amor, y este pensamiento es creador porque como pensamiento es amor y
como amor es pensamiento 83 . En un modo, Dios es la razón amorosa en la que el
universo está principiado.
1.2) El logos de Dios es Cristo
Como versado teólogo, Ratzinger sigue la doctrina del Evangelio de San Juan que
indica que el mundo fue principiado “en” el logos, que en él fueron creadas todas las
cosas y que esta Razón procedía directamente de Dios, y por tanto, era Dios. El papa
sigue a varios padres de la Iglesia, como Orígenes y Agustín, para basar su discurso
cosmológico en lo teológico.
82
83
Ibid., 123.
Cfr. Ibid., 126.
62
Como ya hemos visto, Dios crea el amor. Dios crea “en” la razón amorosa que
procede directamente de él mismo. “La razón de la creación procede de la Razón de
Dios”84. Este pensamiento de Ratzinger, es piedra de toque de su ideario cosmológico.
Ratzinger da a entender que la razón de Dios tiene una presencia en el mundo.
Presencia que ordena, que ama y que provee. Pero esta razón que salió de Dios, no lo es
sólo del pensamiento o conocimiento, sino que es presencia personal viva, dados su
origen y perfección. “Dios está en el origen de todo y lo gobierna todo, pero no a la
manera de un frío y anónimo motor, sino como Padre, Esposo, Amigo, Hermano, como
Logos, “Palabra- Razón” que se unió a nuestra carne mortal una vez para siempre y
compartió plenamente nuestra condición, manifestando el sobreabundante poder de su
gracia”85.
Siguiendo este corolario, podemos pensar que el culmen de la creación está en la
encarnación de Cristo, pues él es patente muestra del cuidado de Dios por su creación.
En Cristo, Dios se muestra personalmente en el mundo. Esta razón de la que hablamos
anteriormente es Cristo, quien unifica en sí todas las cosas porque es Logos, engendrado
del Padre. “El amor divino, encarnado en Cristo, es la ley fundamental y universal de la
creación”86.
Vemos así que este postulado cosmológico, nutrido de las profundas interpretaciones
teológicas, da un lugar fundamental a la Razón amorosa del Padre, la cual aparece en el
cosmos personalmente como Cristo. Al modo de decir de Ratzinger, hombre amante de
la música clásica y excelente pianista, el universo es una sinfonía de diversos órdenes y
movimientos. Dentro de esta sinfonía se encuentra un “sólo”, tema encomendado a un
instrumento y que da el significado a toda la obra. Este “sólo” es Jesús, el Logos
amoroso del Padre.
He querido tratar de la Razón de Dios como Cristo a fin de aclarar que el cristianismo
es una religión lógica, que confía en la razón. Y así, garantizada la presencia racional de
Dios en el cosmos, podemos pasar al siguiente tema: la naturaleza razonable del
cosmos.
84
85
RATZINGER, Joseph. Creación y pecado. EUNSA, Pamplona: 2005, 40.
RATZINGER, Joseph. “La estrella y la revolución cosmológica causada por Jesús” en Homilías de
Benedicto XVI, MANGLANO J. (ed.), Cobel, Madrid: 2009, 123.
86
Id.
63
2) El universo es razonable. El logos cósmico
Ya hemos visto la opinión de Ratzinger sobre la prevalencia del cristianismo sobre
las antiguas religiones mistéricas de los primeros siglos de nuestra era. Gracias a su
opción por el Dios del logos, el Dios de Cristo no es el frío motor inmóvil o el
impersonal ser necesario. Tampoco es un dios caprichoso y necesitado de culto. La
opción del cristianismo por el dios de los filósofos se debe a la natural tendencia
humana por la búsqueda de la verdad. “El hombre busca la verdad en cuanto tal y no lo
que no es tal verdad pero que puede ser indirectamente compatible con ella utilizando el
método de la interpretación”87. Es decir, el hombre tiene necesidad de saber por causas
y razones. No le bastan las explicaciones indirectas o alejadas de la realidad. En pocas
palabras, digamos que el hombre reclama el logos en el punto en que, por madurez, no
le satisface el mito.
¿Por qué necesita el hombre de la razón? Parece que, naturalmente, el hombre se
satisface intelectualmente con explicaciones que estén más apegadas a la realidad que a
las categorías humanas. Una vez, Aristóteles dijo que, por su conocimiento, el hombre
podía hacerse todas las cosas sin dejar de ser él mismo. ¿Por qué no retomar el
pensamiento aristotélico y atrevernos a decir que el hombre puede dejar de juzgar la
realidad sin sus solas categorías antropológicas y que puede ver la esencia de las cosas?
En mi opinión, diría que este deseo natural es prueba de que el hombre requiere del
conocimiento de la verdad para hacerse óptimo. Parece que el hombre tiende
naturalmente al conocimiento de la verdad. Pero el alcance de la verdad y las garantías
de ese logro son tema que revisaremos en el tercer apartado.
Ya hemos visto desde la teología que Ratzinger desarrolla, que Dios es razón
creadora y amorosa. También hemos visto que, por su amor creador, Dios tiene
presencia en el cosmos, pues “Todo ha sido hecho por y “en” el principio”88. Entonces
podríamos bien pensar que la naturaleza del cosmos participa con Dios de una lógica
que puede leerse.
Volvamos a los días de los primero siglos, en lo que el cristianismo debía decidirse
por un dios de los filósofos o un dios sólo de la religio. Al tender el cristianismo hacia
RATZINGER J. “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos” en Introducción al Cristianismo, Ed.
Sígueme, Salamanca: 2005, 121.
87
88
Jn. 1,2
64
el dios razonable por su natural deseo de verdad, adquiere una “cosmología peculiar”,
según el mismo Ratzinger la nombra. Una vez reconocido el dios de la razón amorosa,
el cosmos se desmitifica. Los astros ya no son dioses temibles, el universo no se origina
a partir de un caos sin sentido, sino que se reconoce la señoría metafísica de Dios sobre
el universo.
En el primer capítulo de creación y pecado, Ratzinger compara la propuesta de
creación del Génesis, frente al Enuma Elish babilonio. He aquí que la fe de Israel es
más razonable que los mitos mesopotámicos, pues su propuesta se abre a la ordenación
según un principio claro, donde es patente la organización jerarquizada.
“…frente a cualquier temor ante estas fuerzas demoníacas
(del Enuma Elish) se nos dice: sólo Dios, la eterna sabiduría
que es el eterno amor, ha creado el universo, que en sus manos
está (…) Es la osadía y la sobriedad de la fe la que, luchando
con los mitos paganos, pone de manifiesto la luz de la verdad
al enseñarnos que el universo no es una lucha de demonios,
sino que procede de la razón, de la Razón de Dios y descansa
en la palabra de Dios”89.
Con estas palabras, Ratzinger indica con claridad y elegancia que el mundo es
razonable gracias a la razón que recibe de Dios. La desmitificación del universo hace
posible el acercamiento a Dios sin tener que parar en obstáculos de superstición. De
hecho, podríamos decir que esta desmitificación promueve una ilustración del
pensamiento humano. El cosmos no es de temer, no es insondable y no es el último
principio explicativo de la realidad. Si la razón humana se sitúa en el punto de vista de
la razón creadora de Dios, entonces puede haber una adecuación entre el ser propio del
que conoce y de lo que es conocido, es decir, puede haber verdad.
Como Aristóteles, Buenaventura y Tomás de Aquino, Ratzinger es un atento
observador del mundo. Somete el cosmos a un juicio crítico y obtiene conclusiones con
un proceso deductivo. Por eso concluye acerca de la racionalidad del mundo que “el
89
RATZINGER J., Creación y…, 37.
65
universo no es producto de la oscuridad ni de la sinrazón. Procede del entendimiento,
procede de la libertad, procede de la belleza que es amor”90.
Podría pensarse que Ratzinger basa su cosmología sólo en las interpretaciones
patrísticas y medievales. Sin embargo, el Papa está al tanto de los recientes
descubrimientos científicos y toma en cuenta las opiniones de la física y la biología, a las
que considera “ciencias por excelencia.” De hecho, Ratzinger comenta una idea de
Einstein, piedra de toque de la física contemporánea, para puntualizar sobre la
ordenación del cosmos. “Albert Einstein dijo una vez que en las leyes de la naturaleza se
manifiesta una razón tan considerable que, frente a ella, cualquier ingenio del
pensamiento humano no es más que un pálido reflejo”91. Vemos cómo el Papa rompe
con la imagen del teólogo enfrascado en meditaciones metafísicas. Más bien, voltea al
cielo y ve orden en los astros. Echa un vistazo al microscopio y ve jerarquías de células
vivas. En cierta manera, Ratzinger recupera el tháumaxein aristotélico, pues descubre
una racionalidad que asombra. En última instancia, el Papa encumbra la razón amorosa
de Dios en el “trono” del cosmos al decir que “la razón de la creación procede de la
razón de Dios”92.
3) El hombre capaz de Razón. El logos humano
Para Joseph Ratzinger, la razón humana ocupa un lugar fundamental. Frente a la
filosofía posmoderna, que comenzó a dudar de la razón humana luego de dos guerras
mundiales, rescata esta facultad humana. Claro que no la hace el criterio único de
interpretación del mundo, como hicieron muchos modernos, sino que la enmarca en un
contexto de naturaleza cósmica y teológica.
El hombre no debiera dudar de su racionalidad. Debe saber que es falible y que no es
el principio rector del universo, pero que se puede adecuar a él. El hombre es ser capaz
de razón. El hombre es capaz de verdad. Cuando se le preguntó a Benedicto XVI por la
“dictadura del relativismo”, fundamentÓ su respuesta diciendo que el hombre es capaz
de verdad y que debe usar su razón para poseerla. “Yes, man must seek the truth: he is
capable of truth. It goes without saying that truth requires criteria for verification and
90
Ibid., 49.
EINSTEIN, Mein Weltbild. STUTTGART Seeling (ed.), 1953, apud: RATZINGER J., Creación y…
92 RATZINGER J., Creación y…, 40.
91
66
falsification. (…) That is why the humility to recognize the truth and to accept it as
standard has to be relearned and practiced again”93.
El hombre es capaz de razón, y por tanto, puede ser capaz de la verdad. Ya hemos
dicho que esto es posible, si la razón humana se sitúa en el punto de vista de la razón
creadora de Dios. El hombre debe estar “bien parado” en la razón creadora de Dios,
pues si no participa, en cierto modo del lugar privilegiado de Dios, no puede
contemplar la verdad. Es decir, sólo hay un verdadero momento de ilustración cuando
se comparten los criterios de amor y lógica que Dios tiene. Ratzinger es claro sobre
estas condiciones:
“Este relato de la creación resulta ser como la “ilustración”
decisiva de la Historia (…) Significa la liberación del universo
por la razón, el reconocimiento de su racionalidad y de su
libertad. Pero este relato también resulta ser como la verdadera
ilustración, porque sitúa la razón humana en el fundamento
originario de la razón creadora de Dios, para basarla así en la
verdad y en el amor, ya que sin esta ilustración sería
desmesurada y en última instancia necia”94.
Pero ¿cómo es que la razón divina toma a la razón humana en comunión para
contemplar la verdad? ¿No tiene Ratzinger que recurrir a una especie de rapto para que
la razón humana se ilumine? No. Ratzinger se atreve a postular que toda esta comunión
se da en el ámbito de lo natural. Dice que el hombre puede ser sujeto de esta relación
con la lógica divina gracias a la observación del mundo. Desde el ámbito teológico,
Ratzinger dice que el hombre es capaz de razón porque es “Imagen y Semejanza de
Dios” 95 . El hombre es connatural a Dios porque así ha sido creado. Este parecido
originario con Dios hace que el hombre pueda leer con su razón la lógica que Dios ha
inscrito en el cosmos.
Podría bien pensarse que Ratzinger da dos respuestas sobre el problema de la
adecuación de la razón humana a la razón cósmica. Digamos que ambas trabajan en
conjunto y se dan en el orden natural. La primera es la “ilustración” humana desde los
RATZINGER, J. “The dictatorship…, 51.
RATZINGER J., Creación y…, 37.
95
Ibid., 70
93
94
67
criterios de Dios: la razón eterna, la sabiduría y el amor. La otra es la simple
observación del cosmos que el hombre hace naturalmente. Esta capacidad de observar
es propia del intelecto humano, pero se perfecciona en la “ilustración” que Dios da
desde sus criterios. Es decir, el hombre da cuenta del orden del universo, pero el orden
cósmico no es el último principio explicativo de la realidad. Debemos remitirnos a Dios
para tener la verdad, pues Él es el sustentador de todo ser.
Dicho de otro modo, quien no se remite a Dios como la razón buena, creadora y
amorosa no puede poseer la verdad porque no está situándose en el último principio. A
esto se refiere Ratzinger metafóricamente cuando dice que el hombre debe estar situado
en el punto de vista de la razón creadora de Dios.
De esta manera, observamos que la razón humana es compatible con la razón divina,
pues puede “decodificar” la lógica con la que el cosmos ha sido principiado. Esta
adecuación de lógicas sólo es posible cuando el hombre reconoce a Dios como el
principio de la realidad y toma su óptica para interpretar plenamente la realidad y
poseer la verdad.
CONCLUSIONES
Conjunción de lógicas. El hombre es capaz de la verdad
Si recapitulamos lo que hemos examinado, veremos que Dios es razón creadora
amorosa y principio último de todo ser. Dios tiene una presencia en el mundo a través de
la ordenación del cosmos, pues él es la razón que ha dado el orden. El universo tiene
jerarquía y es razonable gracias a la razón que Dios infunde en él. “El mundo es el
templo que anuncia a Dios.” Por otra parte, el hombre es capaz de leer esa lógica del
universo gracias a su razón natural que le es dada por semejanza con Dios.
Es así que hay una lógica principal que es la de Dios. Ella comunica su naturaleza a la
lógica del cosmos y a la lógica del hombre. Si el logos de Dios es el principio último de
la realidad y en Dios no se puede dar falsedad dada su perfección, entonces el hombre es
capaz de poseer la verdad si se mantiene en las condiciones que Dios tiene para
contemplar la verdad. Estas condiciones son la aceptación de Dios como principio último
y como razón amorosa y creadora y el reconocimiento de que sólo en la lógica de Dios la
lógica del hombre se hace óptima y también el hombre como un todo. De este modo
68
podremos decir con Joseph Ratzinger que “La razón del universo nos permite reconocer
la razón de Dios”96.
96
Ibid., 40.
69
Bibliografía
RATZINGER, Joseph. Creación y pecado, EUNSA, Pamplona: 2005.
RATZINGER, Joseph. “The dictatorship of relativism” en The light of the world,
a conversation with Peter Seewald. Ignatius, San Francisco, EUA: 2010.
RATZINGER, Joseph. Homilías de Benedicto XVI, MANGLANO José (ed.),
Cobel, Madrid: 2009
RATZINGER, Joseph. “El Dios de la fe y el Dios de los filósofos” en
Introducción al Cristianismo, Sígueme, Salamanca: 2005.
70
LA CARIDAD EN LA ECONOMÍA PARA LOGRAR UN
DESARROLLO INTEGRAL
Andrea Oviedo Villasana
INTRODUCCIÓN
El mundo en el que vivimos se encuentra fuertemente afectado por una crisis de valores
de la que cada vez parece más complicado salir. En las últimas décadas, el desarrollo
tecnológico ha sido muy superior al que hubo previamente en toda la existencia del
hombre. El desarrollo económico de varios de los países de primer mundo y de ciertos
grupos de población de países en vías de desarrollo ha sido exponencial. La innovación
en sistemas de mejoramiento ambiental y el interés de la humanidad por la ecología es
cada vez mayor. Sin embargo, debido a la crisis de valores que padecemos, no ha sido
posible el desarrollo humano integral, que consiste en “promover a todos los hombres y
a todo el hombre” 97 .En su encíclica Caritas in Veritate, Benedicto XVI destaca la
necesidad de la caridad en la verdad como fuerza impulsora del desarrollo de la
humanidad, de apoyarse en Dios para que las micro y macro relaciones permitan
desarrollar a la sociedad en vías de globalización, siempre a través de la justicia y el
respeto a la libertad de todos para lograr el bien común. El énfasis de este texto en la
importancia de la caridad, el amor al prójimo y la verdad en los ámbitos social, jurídico,
cultural, político y económico, nos permite reflexionar acerca del verdadero por qué de
la crisis actual. Además, nos brinda la posibilidad de comprobar que la Iglesia Católica
no se encuentra rezagada en el tiempo, pues tiene un gran interés en comprender las
situaciones actuales y sobre todo, tiene el objetivo de lograr que el ser humano
comprenda los problemas que vive para que mediante el amor y la verdad logre
resolverlos.
97
Pablo VI, Populorum progressio, 15.
71
DESARROLLO
“El auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la
persona en todas sus dimensiones” 98 . Esta visión sólo puede ser entendida desde la
perspectiva de vida eterna que Dios nos da, buscamos nuestro perfeccionamiento y
desarrollo integral, porque deseamos parecernos a Dios para agradarle. Fuera de esta
perspectiva, como bien advierte Benedicto XVI, el desarrollo queda reducido al
incremento del tener material. “Así, la humanidad pierde la valentía de estar disponible
para los bienes más altos, para las iniciativas grandes y desinteresadas que la caridad
universal exige”99. El desarrollo no puede limitarse al tener, hemos centrado nuestras
vidas y fines en las riquezas materiales, en nuestro poder adquisitivo: los países más
ricos no son necesariamente los que tienen mayor calidad de vida, ni los de mayor
desarrollo tecnológico sufren en menor medida de la desigualdad social. Esto pone de
manifiesto que el desarrollo humano no es sólo material. “No es malo el deseo de vivir
mejor, pero es equivocado el estilo de vida que se presume como mejor, cuando está
orientado a tener y no a ser, y que quiere tener más no para ser más, sino para consumir
la existencia en un goce que se propone como fin en sí mismo” 100. Si bien es cierto que
es necesaria cierta estabilidad económica para poder resolver nuestros problemas y
mantener una calidad de vida, no debemos olvidarnos que lo espiritual es fundamental
para nuestro desarrollo y para la búsqueda de nuestra felicidad.
Las personas nos hemos vuelto muy egoístas, podemos observarlo en múltiples
situaciones de la vida cotidiana. El tránsito en las grandes ciudades es cada vez más
conflictivo, genera agresión en aquellos que lo sufren y estas personas, a su vez, son
causantes de que aumente el problema, pues por su falta de tolerancia y su deseo de
pasar primero que el otro, se obstaculiza por completo la vialidad y todos salen
perdiendo. Desde situaciones que parecen tan simples como ésta, hasta otras más
complejas, que incluyen fraudes, corrupción, trata de personas y todo tipo de delitos, el
98
Pablo VI, Populorum progressio, 14.
99
Gaudium et spes, 35.
Pablo VI, Populorum progressio, 19.
100
72
ser humano cada vez con mayor frecuencia pone su bien individual por encima del
resto; incluso atentando contra la dignidad de otras personas. La fraternidad entre
hombres y entre pueblos está en grave peligro, se ha convertido en un tema ajeno a
nuestra sociedad.
En la actualidad, encontramos un problema de falta de ética que lleva a los seres
humanos a pensar que si el fin que se persigue es bueno, los medios para alcanzarlo son
irrelevantes. Pareciera que si se logra el bien de la mayoría, el de la minoría no es tan
relevante, que si un negocio genera ganancias que beneficien a empleados y a
empresarios, la ecología pasa a segundo término, que si los padres de familia ocupan su
tiempo libre en más trabajo para darles una mejor calidad de vida a sus seres queridos,
la pérdida de integración familiar se justifica.
Por otro lado, se entiende que cuando los medios son razonables, el fin es bueno. Esto
es falso, pues existen algunos medios cuyo valor ético dependerá de la intención con la
que sean utilizados, del fin que se busque a través de ellos, por sí solos no son
necesariamente buenos ni malos. Algunos ejemplos de ello podemos encontrarlos en
temas tan actuales como tecnología, ciencia y globalización. Vemos adelantos en la
ciencia y la tecnología que benefician al ser humano en muchos aspectos. La esperanza
de vida ha aumentado y la calidad de vida ha mejorado gracias a los grandes adelantos
de la medicina. La tecnología reduce distancias, permite nuevas formas de comercio y
de entretenimiento, potencia las capacidades humanas y da un nuevo sentido a la
manera de socializar.
En contraparte, los inventos de la ciencia han llevado también a atentar contra la
dignidad humana. El humano ha adquirido por múltiples medios la posibilidad de
decidir si otro debe nacer o no, la forma en que debe hacerlo y el momento en que debe
morir. El internet y las telecomunicaciones nos han hecho más cercanos, pero no
precisamente más unidos, ahora es sencillo y económico comunicarnos con el primo
que vive en otro país, pero también es común alejarnos de nuestros padres y hermanos,
de los seres con los que vivimos, pero no convivimos realmente. El uso de videojuegos,
por ejemplo, además de una forma de entretenimiento, representa una posibilidad
atractiva para niños, jóvenes y adultos de desarrollar habilidades y ejercitar la mente. En
su justa medida podrían ser muy benéficos, mas cuando impiden la integración familiar,
73
la convivencia con otros y las formas de juego que también posibilitan la adquisición de
otras habilidades, frenan el desarrollo integral del individuo.
Además, la constante innovación tecnológica ha transformado las necesidades humanas
en algo completamente artificial. Cuando un teléfono celular o una computadora
aparecen en el mercado, pocas semanas después es lanzado un producto similar pero
con ciertas ventajas competitivas sobre su predecesor, despertando el deseo de los
consumidores en adquirir ese nuevo producto y disminuyendo la satisfacción que
sienten con el que previamente habían adquirido, pese a que poco tiempo atrás
aparentaba ser lo que más deseaban. Pablo VI desde hace varias décadas, advertía en la
carta Populorum progressio esta ambivalencia de la tecnología, del arma de doble filo
que representa, por una parte si se le confía completamente el proceso de desarrollo y
por otra, si se niega como utilidad para el desarrollo y es considerada antihumana y
degradante.
La necesidad del ser humano de ser y tener cada vez más no puede ser ignorada, sin
embargo, ese tener debe estar referido al conocimiento, a la experiencia, a los valores,
no únicamente a lo material, pues esto nunca nos va a satisfacer, especialmente con los
constantes cambios en el mercado. “Ser más” implica crecer como seres humanos en
todos los aspectos de nuestra vida. La ciencia y tecnología están al servicio del hombre
para ayudarle en este crecimiento, pero también deja en su poder la posibilidad de
usarlas para su propia destrucción. Benedicto XVI hace destacar estos temas para
enseñarnos que la Iglesia Católica tiene la misión de orientar al hombre para evitar la
destrucción de sí mismo, que no tiene el objetivo de juzgar los avances tecnológicos,
pero sí de motivar a la reflexión para el mejor uso de ellos evitando que se vuelvan
contra la humanidad.
El enfoque negativo de ciencia y tecnología, al generar daños severos a la ecología y la
integridad de la familia, ha sido una de las principales causas directas e indirectas de la
crisis mundial actual. Definitivamente, otra de las razones causantes de la crisis ha sido
el desigual desarrollo económico, que ha beneficiado solamente a ciertos sectores de la
sociedad. Es un fenómeno común, tanto en países desarrollados como en aquéllos en
vías de desarrollo, que las clases sociales altas sean aquellas que se enriquecen más, a
medida que el resto, siendo por mucho la mayoría, empobrecen. Por lo tanto, como
74
consecuencia del aumento de la riqueza se genera un crecimiento de la desigualdad.
Este problema no es exclusivo de los países menos desarrollados, se trata de un grave
conflicto de talla mundial. Mientras exista esta desigual concentración de la riqueza, el
desarrollo económico planteado por Pablo VI no va a lograrse, aquel desarrollo en el
cual el crecimiento es real y abarca a toda la población.
En el plano macroeconómico, muchas veces se entiende el bien común como el
aumento de la riqueza de la nación, y parece que cualquier medio es válido para llegar a
ella. Es inconcebible que estando en el siglo XXI, después de que se ha luchado tanto
por los derechos humanos, los derechos de los trabajadores sean violados con tanta
frecuencia.
La búsqueda de la maximización de la utilidad, ha llevado a las potencias mundiales a
realizar acciones que carecen de toda ética. Debido al nivel de subdesarrollo de otras
naciones, la mano de obra en ellas es mucho más barata y los recursos naturales
comúnmente son los más abundantes. Por estas razones, se ha procedido a aprovecharse
de los bajos costes y a explotar la naturaleza, negando la posibilidad de que estos países
puedan lograr el desarrollo, dejándolas incluso en peores condiciones de las que ya
tenían. Nuevamente nos encontramos con esas dos caras de la globalización, que nos ha
permitido el intercambio cultural y la producción de nuevas riquezas y formas de
negocio, pero a costa de enriquecer a una parte o partes, mientras que otras quedan
obstaculizadas en muchos sentidos.
Vivimos en un mundo en el que la felicidad, fin último del hombre, se ha confundido
con tener dinero, siendo que éste, en su debida proporción, sólo es un medio que nos
acerca a la felicidad. Además, parece que lo que importa es la felicidad propia, la cual
llega a incluir a amigos y familiares, mas no al resto de miembros de la sociedad. El
egoísmo del ser humano lo ha llevado a ver a su prójimo como una realidad ajena, de la
cual no es responsable. -¿Por qué tendría yo que preocuparme por los africanos si no
tengo nada que ver con ellos, si mi familia no vive en África y no tengo amigos ahí?-,
pareciera que es un pensamiento común entre una gran cantidad de empresarios. Por eso
es tan esencial el amor de Cristo, al ver en el prójimo la imagen de Dios, podemos
75
amarlo, y amarlo implica interesarnos en él, preocuparnos y trabajar por su bien, ser
justos con él y respetarle. Benedicto XVI nos transmite en su encíclica que el amor con
caridad va más allá de la justicia, pues la justicia es la medida mínima del amor. “La
caridad va más allá de la justicia, porque amar es dar, ofrecer de lo «mío» al otro; pero
nunca carece de justicia, la cual lleva a dar al otro lo que es «suyo», lo que le
corresponde en virtud de su ser y de su obrar”101. Se puede ser justo sin amar, pero el
amor necesariamente contempla a la justicia, nunca carece de ella. Así, podemos desear
el bien común, el cual es moralmente vinculante pues no sólo somos receptores, somos
contribuyentes, responsables de procurarlo.
Existen formas de esclavitud muy sutiles, pero de la misma forma atentan contra la
dignidad humana. En México, como en numerosos países más, el desempleo es un
problema gravísimo que genera muchos otros, tanto o más graves, uno de ellos es el
fuerte daño emocional y psicológico del que son víctimas los desempleados.
Los adultos mayores, e incluso personas que no violan los 60 años de edad, han sido
consideradas en el campo laboral como innecesarias, incluso improductivas, siendo que
son ellos quienes cuentan con la mayor experiencia y conocimiento, que los jóvenes aún
con la mejor preparación académica no pueden alcanzar. Quedan entonces reducidos a
una máquina que después de un periodo de tiempo no funciona óptimamente. Sienten
que en realidad ya no pueden aportar nada a la sociedad y todo su potencial, sus
capacidades, quedan desperdiciados, privando al mundo de un desarrollo real y mayor
al que existe actualmente. Al prescindir de los adultos mayores en una empresa se niega
la posibilidad de que colaboren en la resolución de problemas a través de su experiencia
y de que transmitan sus conocimientos a los empleados más jóvenes, no sólo en el
aspecto profesional, sino en muchos otros ámbitos.
Una de las formas sutiles de esclavitud más comunes tiene que ver con la necesidad de
conservar un empleo, la cual ha llevado también a muchos individuos a aceptar
condiciones de trabajo que exceden los reglamentos laborales, como trabajar horas
101
Benedicto XVI, Caritas in Veritate.
76
extras sin la debida remuneración, aceptar viajes prolongados o ir a vivir a otros lugares
alejándose de sus familias, evitar exigir el cumplimiento de sus derechos por temor a ser
despedidos, trabajar en condiciones insalubres o de alto riesgo en el campo de trabajo, e
incluso la pérdida de valores al verse obligados a ser cómplices o autores de acciones
que van en contra de toda ética.
Aceptar estas condiciones nos lleva innegablemente a la desintegración familiar,
problema causante de muchos otros. La familia, siendo la institución fundamental de
toda sociedad, no recibe la valoración que debería por su importancia. ¿Qué puede
esperarse de aquellos niños que han crecido sin la convivencia necesaria con sus padres,
sin la debida educación en los valores, sin ejemplos positivos tanto del actuar como del
carácter? La información sobre sexualidad que reciben y sus ídolos a seguir, con
frecuencia provienen de la televisión, o de lo que consultan en internet, pues sus padres
no están presentes para darles la orientación y el amor que necesitan porque son
esclavos del trabajo. No se puede concebir una sociedad en desarrollo donde los
principales problemas provienen del pilar que la fundamenta.
La compasión por nuestros semejantes y la caridad son necesarias para corregir estas
situaciones. La Iglesia se preocupa por dar vida a más asociaciones que defiendan los
derechos de los trabajadores, que establezcan acuerdos en el ámbito internacional y
local para que la generación de riqueza a través de la globalización sea posible, pero
generando un bien para todas sus partes. El primer capital que se ha de salvaguardar y
valorar es el hombre, la persona en su integridad, dice Benedicto XVI: “Pues el hombre
es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”102.
Las actividades humanas deben estar basadas en los valores, pues todas ellas han sido
creadas con la finalidad de lograr el bien del hombre. Por esta razón, las formas sutiles
de esclavitud que he mencionado son inaceptables. Se debe fortalecer la educación
moral, de la cual en gran medida es responsable la sociedad, pero el lugar en el que nace
y se fortalece es sin duda alguna la familia. Sólo a través de la formación de valores en
102
Id.
77
el pilar de la sociedad, la familia, es como se pueden superar los problemas actuales y
lograr una sociedad justa.
¿Es posible que en las relaciones económicas medie algo más que solamente la justicia?
La caridad nos remite de inmediato a relaciones particulares y familiares, pero
Benedicto XVI nos hacer verla como una parte fundamental en todas las relaciones
humanas, incluyendo las mercantiles, ¿cómo podría ser esto posible? Nuestro sistema
económico ha colapsado desde que lo único que se busca es la utilidad económica.
Después de todo, el sistema financiero está basado en algo que no pertenece al área de
la economía, está basado en la confianza. Una persona tiene un billete y cree que ese
billete vale. Trabaja porque confía en que su labor será retribuida. Cuando hay ausencia
de valores, no existe la confianza y la crisis es inevitable.
Uno de los ejemplos más evidentes de nuestro tiempo quizá sea la Crisis Europea103;
debido a las deudas adquiridas por parte del Gobierno de Grecia y su gasto desmedido,
se generó una fuerte desconfianza al creer que habría suspensión de pago de la deuda,
dando como resultado que los inversores exigieran tasas mucho mayores por prestarle
dinero el gobierno. El capital de la nación fue entonces insuficiente para cubrir los
gastos, viéndose en la necesidad de tomar medidas de austeridad tales como elevar los
precios, bloquear sueldos a funcionarios, aumentar impuestos e incrementar la edad de
jubilación. Estas medidas dieron origen a protestas y violentos conflictos. La crisis de
desconfianza ha llegado a afectar a los 16 miembros de la Unión Europea desde hace 2
años, y parece que salir de ella aún no es posible a pesar de las medidas empleadas.
Existe otra crisis económica mundial104 que inició en el año 2008 y persiste en nuestros
días. Para nuestra sorpresa, los más afectados han sido los países desarrollados, siendo
los Estados Unidos de América el país de origen. Una de las principales causas, fue una
Cfr. “State of the Union: Can the euro zone survive its debt crisis?” en:
http://pages.eiu.com/rs/eiu2/images/EuroDebtPaperMarch2011.pdf
103
104
Cfr. “The new inflation”, en http://research.cibcwm.com/economic_public/download/smay08.pdf
78
crisis de confianza en los mercados, en la cual se presentó un conjunto de caídas en el
mercado de valores mundiales, resultado del miedo a que la economía estadounidense
entrara en periodo de recesión por la crisis hipotecaria, que debemos destacar, fue
también producto de la desconfianza crediticia.
“El mercado es la institución económica que permite el encuentro entre las personas,
como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que
intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y
deseos”
105
, menciona Benedicto XVI. Podemos reflexionar entonces sobre la
importancia del mercado en la vida del hombre al ser tanto parte fundamental de su
proceso de subsistencia como de su desenvolvimiento social, en el cual la justicia juega
un papel primordial. El dar y recibir en el mercado, se asemeja con el dar y recibir
necesario en cualquiera de nuestras relaciones, y nos enseña a tener conceptos
ordenados de justicia conmutativa, distributiva y social, así como a identificar que la
solidaridad y confianza recíproca son estrictamente necesarias en el sistema económico,
de lo contrario, éste no puede cumplir realmente con su función.
La actividad económica, surgió en sus inicios por necesidades que al ser cubiertas de la
mejor manera permitirían el bien común. En cuanto se pierde esta visión, y su único fin
es la ganancia por la ganancia, el dinero por el dinero, el mercado adquiere un sentido
negativo y perjudicial, contrario al desarrollo humano, y no porque su naturaleza sea
mala, sino porque es un instrumento que puede ser mal utilizado por una persona
egoísta.
Juan Pablo II y Benedicto XVI hacen un énfasis especial en lo que representa una
inversión económica, que tiene sobre todo un significado moral. Invertir de manera
local, aumenta las posibilidades de crecimiento a quien ha trabajado esa tierra, ese
espacio, esas ideas. La inversión en el extranjero por simple búsqueda de la
maximización de la utilidad puede frenar esta posibilidad, pero cuando no es ésta la
intención, sino la de dar la oportunidad a otros de verse beneficiados, nos permite un
crecimiento mutuo y una verdadera contribución al bien común.
105
Benedicto XVI, Caritas in Veritate.
79
Debemos tomar en cuenta que política y economía deben trabajar en conjunto, aunque
en ocasiones resulta muy complicado lograr esto pues a causa de la globalización estas
dos áreas se han separado. Mientras que podemos comprar por internet en casi cualquier
lugar del mundo, las leyes que nos rigen son las de la nación y la entidad en las que
vivimos. Sin embargo, se debe procurar que la búsqueda del bien común y la generación
de la riqueza vayan de la mano, tomando también en cuenta a la justicia como parte de
cada una de sus etapas, en la definición de los derechos del hombre, no como un
apéndice que debe añadirse al final. Benedicto XVI nos indica la importancia de que
política y economía trabajen en conjunto. “Por tanto, se debe tener presente que separar
la gestión económica, a la que correspondería únicamente producir riqueza, de la acción
política, que tendría el papel de conseguir la justicia mediante la redistribución, es causa
de graves desequilibrios” 106.
En Centesimus annus, Juan Pablo II señala la necesidad del un sistema basado en el
mercado, el Estado y la sociedad civil, destacando la sociedad civil como el ambiente
óptimo para una economía que permita la justicia. La caridad en la verdad es necesaria
en las empresas privadas y públicas, con o sin fines de lucro, para que sin renunciar al
beneficio que persiguen, se logre aportar a la sociedad algo positivo y colaborar en el
bien común de todos los seres humanos.
Algunos sistemas modernos de recursos humanos enfocan sus esfuerzos en poner
atención a sus empleados, en fomentar actividades de integración, en proporcionarles
incentivos y reconocimientos por sus trabajos bien logrados y en crear un ambiente de
trabajo agradable. Estas medidas que normalmente representan la necesidad de realizar
una inversión que para muchos directores resulta innecesaria, posteriormente dan
resultados muy positivos, el rendimiento del personal mejora considerablemente y esto
se ve reflejado en mayores utilidades. No necesariamente buscar el beneficio de otros
implica una renuncia para nosotros, en ocasiones, cuando las ideas se trabajan y se
estructuran correctamente, se pueden lograr incrementos en los beneficios de ambas
partes, pero comúnmente parece más fácil creer que esto no es posible y que la única
106
Juan Pablo II. Centesimus annus, 32; Pablo VI. Populorum progressio, 25.
80
manera de lograr un bien individual es a costa de otro. Resulta que esta creencia puede
ser cierta en varias ocasiones, sin embargo, es común que el beneficio logrado es sólo
inmediato, pero la sostenibilidad a largo plazo no puede lograrse con esta forma de
pensar. “El ser empresario, antes de tener un significado profesional, tiene un
significado humano”107.
La posibilidad de superar fronteras que nos brinda la globalización, nos permite ahora
más que nunca, tener recursos materiales para sacar a los pueblos de la miseria. No es
válido que al tener esta oportunidad, sólo algunos países se aprovechen y exploten los
recursos para su beneficio propio, que en ocasiones no es siquiera el beneficio de una
nación, sino de ciertos grupos únicamente. Lo único que se logra de esta forma es
incrementar la pobreza y la desigualdad. Si los países subdesarrollados se volvieran más
productivos, tanto ellos como los desarrollados se verían beneficiados, es nuevamente
esta forma egoísta de interpretar el mundo y nuestros intereses particulares los que nos
impiden verlo, los que nos impiden crecer y desarrollarnos, los que nos impiden buscar
en el bien del prójimo nuestro propio bien.
CONCLUSIONES
Los estudiantes universitarios, como miembros de la sociedad y como empresarios
potenciales, tenemos la obligación de recibir una formación humana que nos permita
contribuir con el bien común. La palabra de Dios y el pensamiento de Pablo VI, Juan
Pablo II y Benedicto XVI resultan fundamentales para comprender lo que siempre ha
sido y lo que es ahora, para entender la misión de la Iglesia en su contribución para el
desarrollo humano integral.
Una sociedad en la que la institución de la familia se encuentra en una fuerte crisis,
deriva en múltiples problemáticas que incluyen crisis de valores, que a su vez generan
crisis económicas. Las crisis económicas impiden la integración de la familia y el
desarrollo humano de la persona.
107
Benedicto XVI, Caritas in Veritate.
81
Los avances tecnológicos han dado origen al daño ambiental más grande de toda nuestra
historia, mismo que en algunos casos ya es irreversible, la tecnología se ha puesto al
servicio del medio ambiente para solucionar dichos problemas, pero a su vez otros tipos
de innovación científica siguen dañando cada vez más a nuestro planeta.
Parece que la crisis mundial en la que nos encontramos desde hace más de tres años, es
un círculo vicioso del que sólo podremos salir si realizamos un ejercicio individual de
reflexión, análisis y concientización de la situación actual, para posteriormente trabajar
en conjunto en todas y cada una de esas partes del círculo. Nuestra meta es realizar
reformas para resolver los problemas de injusticia, lo cual sólo puede ser logrado a
través de la caridad en la verdad. Necesitamos recuperar la fraternidad entre los seres
humanos, lo cual solamente será posible a través del cambio de los procesos
económicos y sociales actuales hacia metas plenamente humanas, para lograr promover
a todos los hombres, y a todo el hombre.
82
Bibliografía
PABLO VI, “Carta encíclcia Populorum progressio”, consultado en:
http://bit.ly/ag6Xlo (08/03/2012).
“Gaudium et spes, sobre la Iglesia en el mundo actual”, consultado en:
http://bit.ly/as0llv (08/03/2012).
JUAN PABLO II. “Carta Encíclica. Centesimus annus”, consultado en:
http://bit.ly/x8t0ze (08/03/2012).
83
El bien, la verdad y la belleza en el mensaje de su santidad Benedicto
XVI para la Jornada Mundial de las comunicaciones sociales
Santiago de Jesús Seguí Cano
INTRODUCCIÓN
Desde poco antes de haber entrado a la carrera de comunicación que curso actualmente
en la Universidad Panamericana, he notado, y se me permitirá expresarme de esta
manera, me he entercado y empecinado con una idea: ¡Yo quiero comunicar el bien, la
verdad y la belleza! Al inicio, bien recuerdo, sólo quería estudiar esto porque un buen
día hice una lista de mis habilidades y defectos que compaginó casi perfectamente con
el perfil de un estudiante de comunicación en mi actual institución. Pues bien, estaba yo
entusiasmado pero nunca tanto hasta el momento en que, por cuestiones de trabajo,
fungí como chofer de una maestra que había presentado un nuevo libro suyo cerca de mi
casa. El camino fue muy largo, yo vivo en ciudad Satélite y tenía que llevarla hasta su
casa en Coyoacán. Durante el trayecto, atorados en el tráfico, ella me confesó que era
maestra de vocación y que sentía la necesidad imperiosa de enseñarme algo. Accedí a su
petición e inmediatamente me preguntó qué quería estudiar yo, a lo que respondí
“comunicación”. De facto me hizo otra pregunta: ¿Y tú qué quieres comunicar? Me
quedé pasmado, jamás en la vida me había hecho tal pregunta. Traté de responder
cualquier cosa, justificando mi decisión de ser un profesional de la comunicación pero
fue inútil, no tenía la más remota idea. Entonces la maestra me dijo que si iba a
comunicar algo tenía que ser, ¡Necesariamente el Bien, la Verdad y la Belleza! Que
estos eran los tres valores trascendentales que llevaban al hombre hacia su razón de ser.
Desde entonces me quedé con una inquietud inmensa. Voy en cuarto semestre, he
investigado y platicado el tema con diferentes profesores y personas de confianza dentro
de mi escuela y la universidad. De entre todos, sólo dos hombres me han sabido dar
razón o se han interesado en lo que me propongo, uno de ellos era un invitado de Roma
(con esto no quiero decir que estoy rodeado de negligentes o incompetentes. Hasta
ahora, en realidad tampoco me había abierto tanto). Cuando vi publicada la
84
convocatoria al IV FORO UNIVERSITAS que consistía en crear un ensayo o un video
que abordara el pensamiento del Papa Benedicto XVI a través del análisis de cualquiera
de sus textos y homilías. Sabiendo de antemano que a este Papa lo precede su
reputación de colaborador infalible de la verdad, que es algo de lo que “yo pido mi
limosna”, y habiendo leído ya el último de sus mensajes para la Jornada Mundial de las
Comunicaciones Sociales, decidí abrirme, como comunicador interesado, las puertas a
todos sus mensajes anuales para dicha Jornada desde que empezó su pontificado,
entender el mensaje completo, encontrar (de ser posible) algo sobre el bien, la verdad y
la belleza en ellos y finalmente comunicarlo todo a través del mejor ensayo. Así lo hice.
PALABRAS CLAVE: 1.- Cristo. 2.- Comunicación. 3.- Comunión. 4.Cooperación. 5.- Integridad. 6.- Bien. 7.- Verdad. 8.- Belleza.
Para entrar en contexto, ya he escrito sobre las Jornadas Mundiales de las
Comunicaciones Sociales (JMCS) pero muchos se han de preguntar ¿qué es esto?
¿Acaso es como la Jornada Mundial de la Juventud que se da en un lugar específico del
mundo donde se reúnen jóvenes de todos lados para recibir un mensaje del Papa? La
respuesta es sí y no. En cuanto al no me refiero a que las JMCS no se dan en un lugar en
específico sino que es una celebración eclesiástica mundial irradiada que se viene
realizando cada año a partir del primer domingo después de la fiesta de la Ascensión de
1967. Y sí en cuanto a que, a parte de los objetivos generales con que nació la JMCS
(que son la formación de conciencias, la exhortación a la oración y la colaboración de
los cristianos, incluso en materia económica para la causa), los objetivos particulares
son los que proponga el Papa en los Mensajes (mi objeto de estudio) para las distintas
Jornadas de cada año.
Pues bien, como todos sabemos, entre 1967 y 2012 existe una línea de tiempo de varios
años y cuatro pontificados: Pablo VI, Juan Pablo I, Juan Pablo II, hasta el actual de
Benedicto XVI que inició el 19 de abril de 2005. Es importante hacer este recuento
porque los objetivos particulares en los conjuntos de los mensajes para la JMCS de cada
representante de la Iglesia deben ir por líneas diáfanamente distintas. Es decir, cada cual
fue y es una persona distinta con visiones distintas dentro de la principal e inamovible
de la Iglesia misma que ellos representan.
Dicho esto, ahora comienzo a abordar cada uno de los siete Mensajes que Benedicto
XVI ha tenido oportunidad de enviar a la JMCS desde el año 2006 hasta el 2012.
85
Empezaré desde el más actual, con la inocente creencia de que los mensajes más
recientes son más aplicables al momento justo que estamos viviendo, hasta el más
antiguo, teniendo la esperanza de que sea el punto clave para entender el mensaje
completo que el santo padre ha ido desarrollando.
“Silencio y Palabra: camino de evangelización” es el título de su cuadragésimo sexto
Mensaje. Silencio y palabra son elementos esenciales e integrantes de la acción
comunicativa de la Iglesia, y no sólo de la Iglesia sino de la acción comunicativa en
general, puesto que con ellos se obtiene el “auténtico diálogo y una profunda cercanía
entre las personas”108. Gracias a los cuales se abre un espacio de escucha recíproca y se
hace posible una relación humana más plena. Pues con la palabra se transmiten
imágenes conceptuales o conceptos solos, y en cambio con el silencio se puede expresar
lo mismo o más de una forma particularmente intensa, especialmente las emociones
como la alegría, las preocupaciones o el sufrimiento mismo. Con él se potencia el
significado de la palabra porque es una pausa que invita a la reflexión, a profundizar en
lo que se dice o se va a decir, y sobre todo con lo que se escucha de nuestro interlocutor.
Todo ello se aplica perfectamente para un “renovado anuncio de Cristo en el mundo
contemporáneo”. Si nosotros, los actores en los medios masivos de comunicación,
propiciamos los momentos de silencio y de palabra estratégicos para que las personas
que nos leen, que ven o escuchan nuestros programas y series televisivas y radiofónicas,
o que vivan nuestras campañas de comunicación o incluso que vean una “simple”
película en el cine, sean motivadas a su razón de ser, que encuentren las respuestas a la
inquietud de su corazón o bien se despierte en ellas la necesidad de tomarse un
momento en su vida ajetreada para reflexionar sobre su sentido de vida. De esta manera
se les abrirá el horizonte hacia la libertad de los hijos de Dios, de ser hijos de Dios. Yo
pienso, para esto, no necesariamente tenemos que ser explícitos en el “evangelio” que
comuniquemos, sino guiar a las personas de manera implícita y sólo dar los fogonazos
expresos en el momento indicado, y sobre todo, dar esos fogonazos con nuestro modus
vivendi, con nuestro agere, en donde demos testimonio de católicos con nuestra palabra
y con nuestros actos, como muy bien lo dijo su santidad en el párrafo seis de su Mensaje
dirigido a la cuadragésima quinta JMCS: “Comunicar el Evangelio a través de los
108
Benedicto XVI. Mensaje para la XLII Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales: “Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la
Verdad para compartirla” (4 de mayo de 2008).
86
nuevos medios significa no sólo poner contenidos abiertamente religiosos en las
plataformas de los diversos medios, sino también dar testimonio coherente (…)”109.
En “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital”, las reflexiones que hace el
Papa van motivadas por la propagación de la comunicación a través de Internet. Para él
las nuevas tecnologías han modificado la comunicación en sí misma que conlleva una
transformación cultural, pues con ella nace un nuevo modo de aprender y de pensar. Y
esto es evidente puesto que ahora para comunicarnos nos valemos de imágenes, videos,
sonidos y otras ínfimas herramientas que ha proporcionado la tecnología y que se
integran a la red global. Gracias a ello podemos comunicarnos más fácilmente, pero sin
duda se conserva nuestra naturaleza comunicadora en la que sigue y seguirá existiendo
una persona como transmisor, otra como receptor y un mensaje que se comunica dentro
de un canal. Sí, los medios de comunicación son herramientas. Junto con todo el bien
que los medios representan también viene una urgente reflexión sobre su sentido
mismo. Las nuevas tecnologías deben ponerse al servicio del bien integral de la persona
y de la humanidad entera, pueden y deben contribuir al deseo del sentido de verdad y de
unidad que sigue siendo la aspiración más profunda del ser humano. De aquí viene un
contraste importantísimo que se presenta en la utilización de los medios de
comunicación, por un lado estos ayudan al diálogo, al intercambio, la solidaridad, y
creación de relaciones positivas; y por el otro, debido al perfil público que creamos de
uno mismo ahí dentro, se puede caer en la autocomplacencia.
Por ejemplo, en cuanto una persona incide más en el espacio público digital (y
honestamente también en cualquier otro espacio público) establece nuevas formas de
relación interpersonal que influyen necesariamente en su imagen propia. Esto nos lleva
a pensar reflexiones como: “Yo actúo, hago cosas y escribo cosas en Internet… ¿todo
esto es igual a como me comporto con las personas que conozco y que tengo cerca
físicamente hablando? ¿Somos lo mismo, auténticos y transparentes en la vida real
(análoga) y en la Internet?”. No debemos olvidarlo, la comunicación implica también
mucho más que los datos y las herramientas que pudiéramos utilizar en la red, implica
109
Benedicto XVI. Mensaje para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales: “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital” (5 de junio de
2011).
87
un lenguaje corporal, de presencia táctil, de ejemplo, entre otras cosas. De ahí la
importancia de no perdernos en el ciberespacio.
Sin embargo, quiero aclarar que después de advertir sobre este “riesgo” que planteó
Benedicto XVI, el Santo Padre no se queda con esa visión pura y aparentemente
distópica de las nuevas tecnologías. “He de compartir que en cuanto a ellas se refiere,
dentro del mundo de la comunicación se tienen dos visiones, la utópica: que enfatiza en
las enormes capacidades de la tecnología de la computación para la conectividad global,
y todos los atributos positivos que se le pudieran otorgar; y la distópica, que se preocupa
por la gente esclavizada por la tecnología digital, su creciente dependencia y la ruptura
de las estructuras de comunicación cara a cara y los valores sociales” 110. En realidad él
no tiene ni una visión ni la otra, sino que advierte ambas y prefiere aprovechar las
tecnologías para tomar la verdad que deseamos, y que debemos, compartir los cristianos
y convertirla en alimento cotidiano de todos aquellos que entren en contacto con
nosotros a través de Internet, sin desvirtuarla, sin transformarla en atracción de un
momento y, sobre todo, siendo congruentes con ella, aplicando lo que digamos en
nuestra vida diaria con las personas que tenemos más cerca, también siendo auténticos
en todo momento, siendo nosotros mismossin caer en el llamado bluff.
Previo a la carta posterior, cuyo tema he tratado, continúo con el mensaje para la
cuadragésima cuarta JMCS dirigido especialmente a los sacerdotes, por el año
sacerdotal (2010). Aquí el Santo Padre enfatiza en el mundo digital como nueva
posibilidad para los sacerdotes de realizar su servicio a la palabra y de la Palabra, insiste
en que la reciente y amplia difusión hace más importante y útil su uso en el ministerio
sacerdotal. Queda claro que lacarta va dirigida expresamente a los presbíteros, pero yo
quiero extender su mensaje y aplicarlo para a aquellos que si bien no somos presbíteros,
sí somos sacerdotes laicos, porque Jesús comparte su sacerdocio eterno con nosotros, el
pueblo de la Iglesia en el Bautismo111. Pero tampoco se trata de dejar el mensaje sólo en
110
ARÁMBURU Priscila. La comunicación interpersonal mediada por computadora:
un caso de investigación sobre los usos y gratificaciones de MSN messenger percibidos
por mujeres adolescentes de un colegio privado (Tesis de licenciatura). Escuela de
Comunicación, Universidad Panamericana. México: 2007, 6.
111
Cfr. TRESE J. Leo. La Fe explicada. Editora de Revistas S.A. de C.V. México:
1983, 177.
88
la Iglesia, puesto que sirve también a aquellos que están cerca de la verdad. El Papa nos
exhorta a que pongamos los medios al servicio de la palabra y nos recuerda, además,
que si Dios da más, va a exigir más y por lo tanto, si da mejores medios, más
inmediatos, de mayor alcance, entonces los tenemos que aprovechar más. Después,
como suele hacer, nos recuerda de algún riesgo que ronda por el uso de las nuevas
tecnologías, y no sólo la Internet. Nos comenta que ese no es el único canal, que no
tenemos que usar los medios sólo porque todos lo hacen y como todos lo usan, sino que
debemos tener el verdadero propósito de comunicar la catequesis y evangelizar a través
de estos instrumentos. Con esto se trata de transparentar el “corazón de consagrado” del
sacerdote al continuo flujo comunicativo de “la red”. Yo agrego, recordemos que todos
los bautizados somos sacramento salvífico de salvación para los demás (pero tampoco
hay que ser soberbios).
Tocado el tema de la soberbia que conlleva al egoísmo, quiero empezar el mensaje
previo para la cuadragésima tercera JMCS, “Nuevas tecnologías, nuevas relaciones.
Promover una cultura de respeto, de diálogo, de amistad.”, en donde Benedicto nos
recuerda que uno de los riesgos, aunados a los ya vistos anteriormente, se encuentra
dentro de la industria de los medios que, por dinero, ven en las personas a consumidores
dentro de un mercado de posibilidades indiferenciadas, a quienes presentan la elección
misma de algo como el bien, la moda como la belleza y la experiencia subjetiva como la
verdad, todo ello sólo para vender más productos. Lo cual es un error garrafal (y aquí es
donde mi incansable búsqueda en los mensajes de Benedicto XVI es finalmente
respondida), pues, dice, “la vida es la búsqueda de la verdad, del bien, de la belleza,
fines a los que se encaminan nuestras decisiones y el ejercicio de nuestra libertad, y en
ellos –la verdad, el bien y la belleza- encontramos felicidad y alegría”. Aquí yo quiero
agregar algo que he reflexionado y que, me parece, podría ayudar a diferenciar mejor lo
que proponen los medios egoístas sobre los tres valores trascendentales y la realidad.
Estos tres valores representan algo trinitario, están unidos entre sí, siempre que tengas
uno, ese uno necesariamente vendrá acompañado de los otros dos. Si buscas la verdad,
la encuentras junto con el bien y la belleza; si buscas el bien, lo encuentras junto con la
belleza y la verdad; y si buscas la belleza, la encontrarás junto con la verdad y el bien.
Dentro de este Mensaje Benedicto XVI planteó otros dos puntos importantísimos. Nos
recuerda que, dentro de la comunicación, el hombre también es a imagen y semejanza
de Dios, por su deseo fundamental de entrar en relación con otros, que tiene su raíz en la
89
naturaleza humana propia y que ha de entenderse como reflejo de nuestra participación
en el amor comunicativo y unificador de Dios, el Dios de la comunicación y de la
comunión, que quiere hacer de toda la humanidad una sola familia. El tercer punto que
trata es un llamado a todos para que procuremos que todos tengan acceso a la misma
tecnología, para que todos alcancemos los mismos beneficios.
En cuanto a que todos tengamos acceso a los mismos beneficios que las nuevas
tecnologías nos proveen y por lo que significa ser un usuario dentro de muchas de las
redes sociales, todos nos convertimos, de alguna forma, en protagonistas de los
contenidos que se manejan dentro de ellas. Es así como el Mensaje previo de la
cuadragésima segunda JMCS “Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y
servicio. Buscar la Verdad para compartirla”, cobra vital importancia para nosotros que
tenemos acceso, y sobre todo para los comunicadores que se convierten en principales
responsables de lo que transmiten en los medios, llámense redes, televisión, radio,
etcétera. Solicita la presencia de comunicadores valientes y testigos auténticos de la
verdad que, fieles al mandato de Cristo y apasionados por el mensaje de la fe, se hagan
intérpretes de las actuales exigencias culturales, comprometiéndose a vivir esta época de
la comunicación no como tiempo de alineación y extravío, sino como tiempo oportuno
para la búsqueda de la verdad y el desarrollo de la comunicación entre las personas y los
pueblos. Cuando Benedicto XVI escribe sobre el protagonismo se refiere a que a veces
los medios se ocupan en “crear realidades” no ciertas para aumentar su raiting y se
olvidan del servicio social que deben realizar, imperiosamente, con el poder que
manejan, el poder de la información, la verdad.
Así como aquel Mensaje especialmente dirigido a los sacerdotes, el cuadragésimo
primer Mensaje a la JMCS tiene un público objetivo muy específico. – “Los niños y los
medios de comunicación social: un reto para la educación”– En efecto, se ocupa
especialmente de la formación de los niños, y de la formación de los medios mismos,
para que puedan ayudar en la de los primeros. El santo padre comenta que algunas
personas afirman que la influencia formativa de los medios se contra pone a la de la
escuela, de la Iglesia e incluso a la del hogar, que para muchas personas la realidad
corresponde a lo que los medios de comunicación definen como tal. Pero también ha de
verse, aclara, que la influencia de los medios en los niños depende tanto de los mismos
medios como de los niños, que tengan una formación previa adecuada para enfrentarse a
ellos. En esa formación previa los padres tienen el derecho y la obligación de preparar a
90
sus hijos, con el apoyo de las escuelas y de las iglesias, para que los niños tengan la
facultad y las habilidades específicas para expresar juicios serenos y objetivos que
después les guíen en la elección o rechazo de los contenidos propuestos. Recuerda
nuevamente el tema de la belleza, que es como un espejo de lo divino que inspira y
vivifica los corazones y mentes jóvenes, mientras que la fealdad y la tosquedad tienen
un impacto deprimente en las actitudes y comportamientos. Ve la belleza reflejada en
los clásicos de la literatura y sugiere que se introduzcan en los jóvenes. De nueva cuenta
recuerda a los operadores de los medios, los exhorta a ser valientes frente a las múltiples
exigencias y dilemas éticos que se les presentan frente a la competencia comercial, a
salvaguardar el bien común, preservar la verdad, proteger la dignidad humana
individual y promover el respeto por las necesidades de la familia, sólo que en este caso
hace extensiva esta responsabilidad a los padres y educadores.
Finalmente (y ya de buena vista hacia la conclusión) presento el primer Mensaje que
Benedicto XVI dirigió a la JMCS: “Los medios: red de comunicación, comunión y
cooperación”. El Santo Padre deja en claro desde el inicio que los medios de
comunicación son herramientas que ya forman parte de nosotros, de nuestra forma de
comunicarnos, pero que deben ayudar al bien de la humanidad, como una red que
facilite la comunicación, la comunión y la cooperación. Comenta por vez primera que la
inmediatez de la comunicación no necesariamente se traduce en la construcción de la
cooperación y la comunión en la sociedad. Nos recuerda que la comunicación auténtica
demanda valor y decisión radicales, que requiere determinación y que necesita tanto de
la búsqueda como la transmisión de lo que es el sentido y el fundamento último de la
existencia humana (no olvidemos que quienes están detrás de los medios de
comunicación también son humanos). Habla de las dos facetas, positivas y negativas, de
los medios: la negativa en cuanto a la “mono cultura” (que significa la pérdida de
cultura y tradiciones propias de los diferentes territorios y sociedades, invadidas por una
sola, generalmente occidental, promovida gracias a la globalización), la desestimación
de las prácticas culturales que a veces promueven guiados por el lucro; y la faceta
positiva que representa todo lo bueno, todos los avances que ya he tratado
anteriormente.
Como hemos visto, el Papa Benedicto XVI, desde que empezó su pontificado,
emprendió un viaje junto con la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, un
viaje de siete años en los que ha desarrollado un tema, partiendo de lo general, donde
91
expresa las bases específicas de aquello que iría a desarrollar, hacia lo particular, en
donde se aventura, en el año 2012, a platicar sobre el silencio y la palabra como
instrumentos integrantes de la acción comunicativa. Los medios de comunicación deben
aprovechar y ejercer las grandes oportunidades que les brindan la promoción del
diálogo, el intercambio de conocimientos, la expresión de solidaridad y los vínculos de
paz. Ellos se transforman en recursos incisivos y apreciados para la construcción de la
civilización del amor que toda persona anhela. Cristo es la respuesta plena y auténtica a
ese deseo humano de relación de comunión y de sentido que se manifiesta también en la
participación masiva en las diversas redes. Los creyentes deben animar a todos a
mantener vivas las cuestiones eternas sobre el hombre, que atestiguan su deseo de
trascendencia y la nostalgia por formas de vida auténticas, dignas de ser vividas. Quiero
expresarles que personalmente tengo un nuevo sentir, al inicio del ensayo yo me atreví a
nombrarme, sutilmente, como un comunicador interesado y ahora no me creo sólo eso,
sino también uno comprometido. Yo buscaba algo cuando inicié esta investigación, y
encontré poco de eso, pero me llevo mucho, muchísimo más de lo que esperaba.
Benedicto XVI entiende la labor de los comunicadores, que tienen en sus manos
potencializar las facultades de la persona, inteligencia y voluntad, que a través de los
medios de comunicación pueden llevarla a conocer la verdad, el bien y la belleza que la
guiarían hacia el encuentro de la alegría y el sentido de su razón de ser.
92
Bibliografía
Benedicto XVI. Mensaje para la XLII Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales: “Los medios: en la encrucijada entre protagonismo y servicio. Buscar la
Verdad para compartirla” (4 de mayo de 2008).
Benedicto XVI. Mensaje para la XLV Jornada Mundial de las Comunicaciones
Sociales: “Verdad, anuncio y autenticidad de vida en la era digital” (5 de junio de
2011).
ARÁMBURU Priscila. La comunicación interpersonal mediada por
computadora: un caso de investigación sobre los usos y gratificaciones de MSN
messenger percibidos por mujeres adolescentes de un colegio privado (Tesis de
licenciatura). Escuela de Comunicación, Universidad Panamericana. México:
2007.
TRESE J. Leo. La Fe explicada. Editora de Revistas S.A. de C.V. México:
1983.
93
El pensamiento de Ratzinger como solución al nihilismo moral:
Creación, Verdad, Conciencia y Libertad
Daniel Ulises Rocha Argudín
«Nihilismo: falta el fin; falta la respuesta al “¿por
qué?”; ¿Qué significa nihilismo: que los valores
supremos se desvalorizan».
F. Nietzsche, Fragmentos póstumos
«El deseo de verdad pertenece a la naturaleza misma
del hombre»
Benedicto XVI, Discurso 5 de junio de 2006.
INTRODUCCIÓN
El siguiente ensayo tiene como objetivo principal demostrar que las tesis formuladas
por Joseph Ratzinger referentes a la Creación, a la verdad, a la conciencia y a la libertad
sirven como fundamento para solucionar el nihilismo moral del ser humano actual. Para
lograr dicha finalidad, el ensayo se divide en dos partes: la primera pretende ser una
reflexión de varios aspectos sociales actuales para identificar signos de un nihilismo
moral; la segunda, corresponde al análisis de las tesis de Ratzinger que, a mi parecer,
son puntos de referencia para erradicar el nihilismo moral. Asimismo, tengo como
objetivo secundario mostrar que los planteamientos de Ratzinger, además de ser
religiosos, son también sociales y políticos.
Las pantomimas de una sociedad nihilista
Vivimos en una época en donde la tecnología y el avance abrazan al mundo casi en su
totalidad. La ciencia progresa sin cesar, la decisión de la mayoría tiene al Estado en sus
manos, el erotismo se ha deformado y la bolsa de valores morales está en crisis. Es claro
que debemos preguntarnos: ¿Atravesamos una época nihilista? ¿Dudar de la verdad es
el camino correcto? Analizaremos tres sectores importantes de nuestra sociedad con la
94
finalidad de encontrar señales de un nihilismo latente, y así, dar una respuesta a nuestras
preguntas.
Ciencia, la negación del primer principio.
La ciencia, investigadora de los principios y portadora del saber, se ha transformado en
puro progreso. ¿Cuál es el problema con querer avanzar? ¿En qué afecta el avance o los
descubrimientos de la ciencia? En Joseph Ratzinger encontramos una primera respuesta
del problema: “El concepto de verdad ha sido prácticamente abandonado y sustituido
por el de progreso. El progreso «es» la verdad. Mas con esta aparente elevación se
desmiente y anula a sí mismo, pues cuando no hay dirección, la misma cosa puede ser
tanto progreso como retroceso”112. Es claro que el error no está en el avance científico,
sino en creer que es el único que existe. Reducir la razón del ser humano a un carácter
meramente científico tiene como consecuencias la negación de otros aspectos en los que
la razón también cuenta con un papel importante, por ejemplo: el ámbito espiritual del
ser humano pasa a segundo plano. De este modo, la ciencia se convierte sólo un “medio
para liberarse de la gran esclavitud de la existencia humana respecto de los «ideales»,
para escapar al dominio de la religión, de la metafísica y la moral”113. Ya no hay verdad
absoluta; tal y como nos dice Ratzinger: “La verdad, lo absoluto, el punto de referencia
del pensamiento ha dejado de ser evidente”114. El progreso ya no está atado a la verdad,
ahora “lo que consideramos dirección no descansa en una medida verdadera, sino en
una decisión nuestra y, en última instancia, en el punto de vista de la utilidad”115. La
negación de una verdad absoluta provoca un escepticismo ante aquello que no es
comprobable; en consecuencia, la contemplación es sustituida por mera transformación.
De esta forma, la negación de la verdad y la falta de contemplación son síntomas de un
nihilismo latente en la ciencia. Pasemos a reflexionar acerca del siguiente sector
importante para el desarrollo de nuestra sociedad: los medios de comunicación.
Una contradicción en los medios de comunicación
112
RATZINGER J., Verdad, Valores, Poder: piedras de toque de la sociedad pluralista. RIALP, Madrid: 20066, 61.
FINK E., La Filosofía de Nietzsche. Alianza, Madrid: 1989, 62.
114
RATZINGER J., op. cit., 61.
115
Ibid., 61-62.
113
95
“¿Si nosotros los inmoralistas hacemos daño a la virtud? —Tan poco como los
anarquistas a los príncipes. Sólo desde que se dispara contra éstos vuelven a estar
firmemente asentados en su trono. Moraleja: hay que disparar contra la moral”116. Tal
parece ser el lema de los medios de comunicación. Cabe preguntarnos: ¿Hay moralidad
en los medios de comunicación? ¿Dónde estriba el problema de la difusión de
información? En primer lugar debemos mencionar que los medios de comunicación
sirven como influencia para la educación de los jóvenes, por consiguiente, preguntarnos
acerca de su material educativo es pertinente. Mas aquí se presenta el siguiente
problema señalado por Ratzinger: “En la actualidad, un obstáculo particularmente
insidioso para la obra educativa es la masiva presencia, en nuestra sociedad y cultura,
del relativismo, que al no reconocer nada como definitivo, deja como última medida
sólo el propio Yo con sus caprichos”117, como consecuencia ya no se busca la verdad
definitiva, porque no la hay. Así la finalidad de la información ya no es comunicar la
verdad, sino simplemente entretener al público. Lo anterior es claro con el ejemplo de la
tergiversación del amor erótico que ya no se busca mediante la contemplación, sino por
medio del placer; erotismo se ha confundido con pornografía. No obstante, hemos visto
que los medios pretenden fomentar valores en varios de sus contenidos, y es ahí donde
se halla una contradicción, pues si los valores son meros puntos de vista no se pueden
fomentar porque ninguno es definitivo; cada persona tiene su propio referente moral.
Desde este punto de vista la libertad de expresión en realidad se basa en un
individualismo que funge como regidor de un relativismo social. Por eso, a estas alturas
de nuestra reflexión, podemos señalar que en los medios de comunicación los valores
morales han sido disgregados y, en consecuencia, su influencia en los jóvenes puede ser
dañina. No se puede buscar una moralidad basada en un relativismo, en un utilitarismo
o en un pragmatismo sin llegar a un nihilismo. Falta de contemplación, tergiversación
de valores, influencia poco educativa, todos son caminos que llevan al nihilismo si no
hay una búsqueda de la verdad.
116
NIETZSCHE, Friedrich. “Sentencias y flechas: Aforismo 36” en El Crepúsculo de los ídolos. Alianza, Madrid:
1993, 35.
117
Discurso del Santo Padre Benedicto XVI a los participantes en el Congreso eclesial de la diócesis de Roma sobre
"Familia y comunidad cristiana: formación de la persona y transmisión de la fe" (06/06/2005).
96
La decisión mayoritaria y su carácter nihilista
La democracia es un tema de gran importancia para nuestra reflexión, pues aunque
parece ser el mejor sistema para asegurar la libertad no escapa del peligro nihilista. Por
eso debemos preguntar: ¿Hay nihilismo en la democracia? ¿Qué consecuencias trae
consigo la decisión de la mayoría? Utilizo el texto The Closing of the American Mind de
Alan Bloom para identificar la raíz del problema democrático. Bloom identifica el
relativismo de los valores como el reflejo de un nuevo punto de vista que constituye
nuestro pensamiento moral y político 118 . Asimismo, debido a que la ciencia ha
desmitificado y desencantado las palabras «bueno» y «malo», pues la naturaleza no sabe
de bien y mal, el relativismo de los valores les da un nuevo significado muy alejado de
contextos metafísicos, por tanto, los valores ya no tienen más fundamento que el que
nosotros le demos.
Para dejar aún más claro el problema primero debemos señalar el gran peligro de
la democracia: la esclavitud a la opinión pública119. Cada hombre tiene la libertad de
elegir por sí mismo lo que para él es bueno o malo, verdadero o falso. No hay ninguna
autoridad intelectual. Todos somos iguales. De esa manera la democracia rompe con la
tradición, que en otros regímenes constituye la fuente de decisión, y convierte a la
opinión pública en su única guía. Aunque la igualdad de derechos permite el libre
ejercicio de la racionalidad, al final, no hay más autoridad que la creencia común; la
liberación de la razón tiene los pies atados a la bola metálica de la opinión pública120. La
decisión de la mayoría elige lo que es «bueno» y «malo», ya no se basa en la verdad
sino en las creencias comunes. Joseph Ratzinger permite ver con más claridad el
problema aquí planteado con las siguientes palabras: “es difícil ver como puede la
democracia, que descansa sobre el principio mayoritario, mantener la vigencia de
valores morales no apoyados por la convicción de la mayoría sin introducir un
dogmatismo que le es esencialmente extraño”121. Ahora bien, el problema de la decisión
mayoritaria estriba de nuevo en el olvido de los valores morales universales, es decir, en
el olvido del fundamento de la verdad. Además, la democracia presenta otro problema
digno de señalar: una libertad vacía que ya no es colaboradora de la verdad, sino de lo
118118
Cfr. BLOOM, Alan. The Closing of the American of the American Mind. Touschstone Books, New York City:
1988, 141.
119
Cfr. Ibid., 246.
120
Cfr. Ibid., 247.
121
RATZINGER J., Verdad…, 35.
97
útil. Además, en ocasiones la decisión de la mayoría puede derogar la libertad. “El
positivismo estricto, que se expresa en la absolutización del principio mayoritario, se
transforma inevitablemente antes o después en nihilismo”122. La libertad queda reducida
“tan sólo a la posibilidad de hacer todo lo que en algún momento pueda considerarse
interesante y entretenido, una libertad vacía”123. El olvido de la verdad y la libertad sin
fundamento son signos de un nihilismo oculto en la democracia.
Creación, Verdad, Conciencia y Libertad
Una vez señalados los signos latentes del nihilismo moral en un nuestra sociedad,
pasaremos a examinar las tesis de Joseph Ratzinger que nos sirven como fundamento
para encontrar una solución a los síntomas nihilistas. Primeramente, analizaremos su
tesis sobre la Creación.
Joseph Ratzinger presenta en su libro Creación y Pecado una tesis muy
importante para la finalidad de este ensayo: la Creación no debe ser olvidada, aún es
válida. ¿A qué se refiere la tesis de Ratzinger? ¿Por qué es tan importante para luchar
contra el nihilismo? ¿Es válida aún para aquellos que no sigan religión alguna? Tales
son las interrogantes necesarias para abordar la tesis sobre la Creación. El libro
Creación y Pecado es, en primera instancia, un análisis de los pasajes de la Creación,
sin embargo, es el análisis el que contiene varios puntos a señalar. En primer lugar,
Ratzinger señala que la Escritura no se debe leer en su “desnuda literalidad”, sino como
una totalidad; no es una novela con introducción, desarrollo, clímax y final, es más bien
un avance progresivo de la comprensión de Dios124. Por tanto, cada pasaje debe ser
leído como parte de una totalidad y no como un fragmento separado. La unidad de la
Escritura como criterio de interpretación permite que la Creación sea aún válida, ya que
“la Escritura no pretende contarnos cómo progresivamente se fueron originando las
diferentes plantas, ni como se formaron el sol, la luna y las estrellas, sino que en última
extremo quiere decirnos sólo una cosa: Dios ha creado el Universo”125. No obstante, en
la actualidad “la Creación creada no cuenta; es el hombre el que debe producir la
verdadera Creación que luego le será útil. De ahí la transformación del mandato
122
Ibid., 36.
Ibid., 37.
124
RATZINGER J., Creación y Pecado. EUNSA, Navarra: 1992, 31.
125
Ibid., 27.
123
98
fundamental del hombre, de ahí que el progreso sea la auténtica verdad y la materia el
material a partir del cual el hombre crea el Universo que lo hará digno de vivir en él”126.
Pero progreso sin verdad puede ser retroceso, pues sin una base no se puede distinguir
ningún punto de referencia. La Creación es, en última instancia, un fundamento esencial
para el ser humano.
El siguiente punto a remarcar consiste en el papel del hombre dentro del
Universo creado. En la sociedad científica en la que se vive hoy en día se ha
“desmentido” la Creación, es decir, descubrimientos científicos como: la evolución y la
teoría de la relatividad han probado que el mundo no fue creado en siete días, y por lo
tanto, creer en la Creación ya no es válido. No suena totalmente alarmante, por eso hay
que plantearlo de la siguiente manera: la evolución establece que el ser humano no fue
creado como tal desde el origen del universo, sino que es parte de un avance evolutivo,
por tanto, el universo no es inmutable sino completamente mutable; la hipótesis del
Bosón de Higgs supone que el universo fue creado por un choque de partículas lo que
hace que suene innecesario hablar de un Dios creador; por último, algunas teorías
afirman que la vida humana es simplemente pura casualidad, lo que quiere decir que la
existencia del ser humano no es necesaria, por tanto, el hombre ya no es el culmen de la
Creación. La vida del ser humano deja de ser vista como un regalo, como un don, para
ser vista como producto de un azar, “Y de hecho si solamente es la ciega casualidad la
que nos ha arrojado en el mar de la nada, entonces existen motivos más que suficientes
para considerarlo una desgracia”127. Los ejemplos mencionados son un claro indicio de
que el ser humano ha sido segmentado, es decir: ya no se ve como una totalidad y
menos aún como parte de una totalidad. Los ámbitos del hombre han sido disgregados;
ya no está clara la relación entre Física y Moral, entre Política y Ética, sino que el
hombre queda reducido a diferentes ámbitos sin una conexión entre sí, de tal manera
que queda hundido en un total relativismo en donde se piensa que los planteamientos
biológicos desmienten a los espirituales, o que las teorías físicas desmienten la
existencia de una ley moral natural. Por eso es tan importante regresar al planteamiento
de la Creación, porque, abordada desde la interpretación de Ratzinger, da sentido a la
vida humana pues “sólo si sabemos que existe alguien que no nos ha arrojado a un
destino ciego, y sólo si sabemos que no somos casualidad sino que procedemos de la
126
127
Ibid., 60.
Ibid., 79.
99
libertad y del amor, sólo entonces podemos nosotros, los no-necesarios, estar
agradecidos por esta libertad y saber, agradeciéndolo, que no es sino un don el ser
hombre”128.
Ahora bien, se puede poner como objeción que la creencia en la Creación sólo es
para aquel que crea en la religión, a lo que responderemos con el siguiente
planteamiento: la tesis de Ratzinger va allá de un ámbito religioso. El criterio de
interpretación de Ratzinger, la Escritura vista como unidad, también se aplica al ser
humano, es decir, el ser humano es una totalidad no la suma de los ámbitos que lo
conforman. La tesis de la Creación nos invita a ver al ser humano como una totalidad y
como la parte de un todo, lo que permite la interdisciplinaridad de todos los ámbitos
humanos. De tal manera que la fe no esté en desacuerdo con la ciencia, y que la
evolución sea una prueba más del milagro de la vida, pues “es tarea de la ciencia aclarar
cuáles son los factores que determinan el crecimiento del árbol de la vida y la aparición
de nuevas ramas. Esto no es cuestión de fe. Pero […] los proyectos de la vida no son
producto de la casualidad ni del error” 129 . Desde una visión unitaria del hombre el
Bosón de Higgs es compatible con la razón de Dios, porque “cuanto más sabemos del
Universo más nos sale al paso, procedente de él, una razón cuyos caminos sólo con
asombro podemos considerar”130. La ciencia, con una visión unitaria del hombre, es
capaz de dirigir sus proyectos al descubrimiento de la verdad, fundamento del progreso,
sin olvidar la existencia de una razón que va más allá de lo empírico. La Tesis sobre la
Creación nos brinda un fundamento muy importante para luchar contra el nihilismo: la
visión unitaria del hombre.
Verdad y Conciencia
Nuestro siguiente punto de reflexión es la verdad, puesto que hemos dicho que es el
marco de referencia del progreso. El tema de la verdad recorre todo el pensamiento
Ratzinger. No obstante, quisiera atenerme a la segunda parte de su libro Verdad,
Valores, Poder titulada: Conciencia y verdad, en donde analiza el concepto de
conciencia en relación con la verdad. En este punto debemos preguntarnos: ¿qué
relación hay entre la verdad y conciencia? Además, ¿si la conciencia es subjetiva cómo
128
Ibid., 79.
Ibid., 82.
130
Ibid., 47.
129
100
puede darnos una verdad objetiva? Para dar un primer indicio de la respuesta,
analicemos qué es la conciencia errónea.
Ratzinger establece: “es incuestionable que debemos seguir siempre el veredicto
evidente de la conciencia, o al menos no contravenirlo al obrar. Cosa muy distinta es
saber si el fallo de la conciencia, o lo que consideramos como tal, tiene razón siempre,
si es infalible”131. Lo anterior es un reflejo de la problemática a la que se enfrenta la
conciencia, pues si se dice que el fallo de la conciencia es infalible muchas atrocidades
humanas quedarían justificadas, por ejemplo: Hitler que estaba profundamente
convencido de lo que hacía, no podía actuar de otro modo, porque su conciencia le decía
que sus acciones eran correctas; en pocas palabras, si se dice que el fallo de la
conciencia es infalible, Hitler actuó moralmente bien132. Además, dado que los juicios
de conciencia de las personas se contradicen entre sí la verdad del sujeto queda reducida
a su propia veracidad, es decir, no hay una verdad universal, sino que cada hombre tiene
su propia verdad. En este punto de nuestra reflexión podemos sacar la siguiente
conclusión: ver como infalible el fallo de la conciencia es escudar la subjetividad, de tal
manera que “desaparece el deber buscar la verdad […] Basta el conocimiento logrado
por uno mismo y la adaptación a los demás. El hombre queda reducido a su convicción
superficial, y cuanta menos profundidad tenga tanto mejor para él”133.
Ratzinger encuentra la solución al problema de la conciencia errónea en el
sentimiento de culpa, que rompe con la falsa tranquilidad de la conciencia. Debido a
que la conciencia errónea no exculpa al ser humano, aquel que no sea capaz de sentir
culpa está espiritualmente enfermo134. Para aclarar este punto pongamos el siguiente
ejemplo: los soldados falangistas que seguían con fanatismo a Franco estaban
convencidos que perseguir y asesinar a los opositores era lo correcto, de esta manera,
nublaban su capacidad de sentir culpa al apretar el gatillo. Podríamos decir que el
sentimiento de culpa es esencial para poder discernir si el fallo de la conciencia es
correcto o no. Además, sentir culpa es una señal de la existencia de una verdad que va
más allá de un campo subjetivo; no atada a los requerimientos de un régimen; no
susceptible a difuminarse en lo relativo, pues si no existiera una verdad así los
131
RATZINGER J., Verdad…, 45.
Cfr. Ibid., 50.
133
Ibid., 49.
134
Ibid., 51.
132
101
parámetros de lo «bueno» y lo «malo», que se dicen meros puntos de vista, no podrían
distinguirse y no podrían cambiar.
Debemos mencionar que, para Ratzinger,
la conciencia es un hábito, es
perfectible, no es un acto consumado. Asimismo, tiene dos estratos ontológicos: el
primero de ellos es la anamnesis y corresponde al recuerdo primordial de lo bueno y lo
verdadero (en Ratzinger son idénticos)135, este estrato no quiere decir que el hombre
tenga toda la verdad, sino que tiene un recuerdo de ella que le permite buscarla. El
segundo estrato es la conscientia definido como el pleno juicio de la conciencia en
situaciones concretas, este estrato depende del talante moral de antemano, que se
deforma o purifica progresivamente136. Escuchar sólo a la conscientia puede llevarnos
al error, pues su fallo no es infalible, ya que puede ser modificado por las convicciones
del medio en el que se vive, por eso necesita la anamnesis para recordar que la verdad
debe ser buscada más allá de los requerimientos de una sociedad. La comunión de los
estratos ontológicos es necesaria para que la conciencia sea utilizada de manera
correcta, porque, como señalamos al principio de este apartado: “es cierto que seguir la
convicción alcanzada no es culpa nunca […]. Pero sí puede ser culpa adquirir
convicciones falsas y acallar la protesta de la anamnesis del ser”137. Los dos estratos
ontológicos mencionados permiten a la conciencia ir más allá de la subjetividad, y
buscar el rastro de una verdad esencial. Abordemos ahora el problema de los medios de
comunicación a partir de la conciencia.
Los medios de comunicación, al igual que todos los sectores de la sociedad,
deben escuchar la demanda de la conciencia y comprender que no porque muestren en
su contenido temas polémicos significa que fomenten la reflexión acerca de ellos, sino
que el bombardeo de noticias homogeneizadas no permite distinguir lo bueno de lo
malo, es decir, al no haber jerarquías en la información podemos ver violencia, respeto,
sexualidad, amor, odio, amistad y traición, casi al mismo tiempo sin poder detenernos a
reflexionar acerca de cada tema. Con el tiempo esta falta de reflexión provoca que lo
mismo dé ver una matanza que la venta de un perfume nuevo. Es por eso que la
conciencia debe jugar un papel muy importante en los medios de comunicación, pues
para poder fomentar valores se necesita el conocimiento de la existencia de una verdad
135
Cfr. Ibid., 67.
Cfr. Ibid., 71-72.
137
Ibid., 73-74
136
102
esencial y permanente, no sujeta a los cambios sociales. El problema es que en una
sociedad relativista hay más cabida para una conciencia errónea porque no se acepta una
verdad universal. No obstante, aceptar la verdad es lo primero que deben hacer los
medios de comunicación para lograr fomentar los valores, y poder así escapar del
nihilismo; además, deben buscar la verdad y ayudar a formar las conciencias jóvenes de
un modo correcto. Con este fin, la tesis propuesta por Ratzinger permite entender que el
ser humano es capaz de hallar el indicio de una verdad universal desde su interior, a
través de la conciencia. Fomentar la conciencia es esencial para la solución del
nihilismo moral.
Libertad
Dirijamos ahora nuestra reflexión a resolver la siguiente problemática: si en una
democracia la decisión de la mayoría es la autoridad ¿cómo defender las evidencias
morales esenciales sin que sean vistas como límites de la libertad de decisión? ¿Cómo
establecer la existencia de una verdad universal sin coacción alguna? Ratzinger nos
ofrece una primera respuesta al establecer que el Estado no es absoluto, no puede
producir la verdad por sí mismo, cuando se piensa lo contrario y su ideología —que
puede estar basada en el pueblo, la raza, la mayoría o cualquier otra dimensión—
intenta ser la última palabra acerca de la verdad, el Estado tiende a absolutizarse138. En
el caso concreto de la democracia, la participación de todos en el poder es la expresión
de la libertad y la igualdad de todos. La decisión mayoritaria es la base democrática,
pero, como ya hemos señalado, hay ocasiones en que la decisión de la mayoría sirve
para derogar la libertad. Además, existe otro factor sin el cual la mayoría no puede
funcionar: la libertad del individuo. De ese modo la comunidad “existe únicamente para
permitir al individuo que sea él mismo. Pero la libertad individual sin contenido, […] se
anula a sí misma, pues sólo puede subsistir en un orden de libertades” 139. Es aquí en
donde ya se deja ver la raíz del problema: una libertad vacía. Actualmente, nadie niega
que la libertad sea un bien del hombre. No obstante, esta libertad se presenta como una
libertad vacía, pues se cree que si tuviera contenido estaría limitada, y por tanto, no
sería libertad. De esta manera la libertad fracasa y se convierte en libertinaje al no
comprender que no puede ir sola, y si se le llena de contenido es para dirigirla
138
139
Cfr. Ibid., 103.
Ibid., 82.
103
correctamente, no para limitarla. Ratzinger nos dice: “el concepto libertad reclama, por
su misma esencia, un complemento que le proporciona estos dos conceptos: lo justo y lo
bueno”140. Lo malo es que mientras no se duda que la libertad sea un bien del hombre, sí
se duda de su contenido, es decir, lo justo y lo bueno pueden ser relativos, pero la
libertad no. Por todo lo anterior, la demanda de conciencia es tan importante para
nuestros tiempos, porque a partir de ella cada ser humano tiene la capacidad de
reconocer en su interior los valores fundamentales que sostienen a la humanidad entera.
La anamnesis de la conciencia nos permite distinguir entre los abusos de un Estado
totalitario y uno verdaderamente justo. En este punto ya es evidente que el Estado no
puede garantizar la libertad sin contenido, necesita un grado de conocimiento de la
verdad y el bien (ambos son idénticos) para asegurar la convivencia razonable,
conocimiento que le viene desde afuera141. Este conocimiento no puede proceder de
una evidencia empírica, porque estaría sujeto a ser visto como ventaja y desventaja, lo
que justificaría a los Estados totalitarios. Entonces, podríamos decir que la visión
unitaria del ser humano, al relacionar todos los ámbitos humanos, permite que el Estado
no sea visto como la fuente de verdad. Asimismo, la conciencia nos da la capacidad
para reconocer la existencia de una verdad fundamental esencial que no es una
imposición, sino que es necesaria para poder asegurar la libertad. “Cultivar las
evidencias morales esenciales, defenderlas y protegerlas como un bien común sin
imponerlas por la fuerza, constituye […] una condición para mantener la libertad frente
a todos los nihilismos y sus consecuencias totalitarias”142. Si una democracia se basa en
la verdad y es capaz deber al ser humano más allá de un ámbito judicial, será una
democracia que escape al peligro de la decisión mayoritaria, pues cada individuo será
capaz de reconocer la verdad como el fundamento de su libertad. Una vez más, la
búsqueda de la verdad es la solución al nihilismo moral.
CONCLUSIONES
Para finalizar este ensayo quisiera señalar de nuevo, de forma resumida, los
planteamientos de Joseph Ratzinger que ofrecen fundamentos para solucionar el
nihilismo moral: en primer lugar, el planteamiento de la Creación nos sirve para unificar
todos los ámbitos del ser humano, unificación que permite la convivencia pacífica para
140
Ibid., 33-34.
Cfr. Ibid., 103.
142
Ibid., 39.
141
104
la búsqueda de la verdad. De tal manera que la ciencia y la religión puedan convivir
pacíficamente y aceptar que así como hay verdades empíricas, también hay una verdad
que trasciende más allá de la física; en segundo lugar, la conciencia, con sus dos
estratos, nos permite identificar la existencia de una verdad esencial. Fomentar a las
personas a escuchar su conciencia, no manipularlas, debe ser la labor de los medios de
comunicación, sólo así lograrán su verdadero fin: comunicar; por último, la libertad sin
verdad está vacía, El Estado debe comprende que la verdad unida a la libertad es el
fundamento de una democracia. Joseph Ratzinger nos enseña, con sus planteamientos,
que cuando se vive en una época que duda de la verdad, es cuando más hay que
defenderla, porque no hacerlo es dejar el camino abierto al nihilismo. Es mirar al
abismo de frente.
105
Bibliografía
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REALE, Giovanni. La Sabiduría Antigua. Terapia para los males del hombre de
hoy. Herder, Barcelona: 20002.
106
SIGNIFICADO DEL CUIDADO COMO COMPROMISO,
INTENCIÓN Y META HACIA EL SER HUMANO, EN SU
CONDICIÓN DE VULNERABLE
Mercedes Lobato
INTRODUCCIÓN
Actualmente nos encontramos en una época de evolución, con numerosos y excitantes
cambios: tecnológicos, científicos, culturales y sociales. Vivimos un mundo
radicalmente distinto del de hace unas décadas. Cada día esperamos novedades
cibernéticas, tecnológicas, médicas. La pregunta es si esos cambios y descubrimientos
valen la pena desde la perspectiva del mayor bien del hombre. Si se está hablando de
una evolución tecno-científica y social, habría que preguntarse si es para que el hombre
(todos los hombres) llegue a ser una mejor persona, alguien dispuesto a trascender su
mundo exclusivamente personal, para llegar hacia los otros, dejando huella. Verse como
un ser ejemplar. En una dimensión que se proyecta a lo social y más humano del
hombre.
Comenta Benedicto XVI en su Encíclica Caridad en la Verdad, “en el contexto social y
cultural actual, en el que está difundida la tendencia a relativizar lo verdadero, vivir la
caridad en la verdad lleva a comprender que la adhesión a los valores del cristianismo
no es sólo un elemento útil, sino indispensable para la construcción de una buena
sociedad y un verdadero desarrollo humano integral…”143.
Es aquí cuando el hombre parece haber perdido la brújula en muchas de sus actividades,
de un marco de referencia ético y se vuelve confuso el cómo. En muchos ambientes se
olvida la esencia del hombre y el cuestionarse por qué y para qué está aquí, cambiando
prioridades e intereses: familia por dinero; tener hijos y una familia por éxito personal;
diversión por dignidad; pretender que no vemos las necesidades de los otros por abrir
los ojos al mundo.
143
Carta Encíclica Deus caritas est, 18.
107
No está mal aspirar a ser una persona con más conocimientos o más medios, llegar a
conseguir algunos ideales. Pero se torna arduo cuando no se tiene la costumbre de
volver la mirada hacia el otro, que queda en un segundo plano. El yo toma el
protagonismo y simplemente se vuelve indiferente al bien ajeno, a sus aspiraciones a
sus necesidades, a su dolor, “esta circunstancia no significa que la persona esté bien;
cuando se encierra en sí misma, cuando como individuo se transforma en un fin en sí
mismo”144 y por lo mismo, se cree invencible y autosuficiente, se deshumaniza, se hace
incapaz para pedir ayuda y para brindarla, por miedo, por orgullo, por egoísmo.
Al final le queda tan solo un sentimiento de vacío, de insatisfacción, sin estar abierto al
más profundo sentido del hombre que es el amor. Con todas las dimensiones de la
verdadera caridad: el compañerismo, la honestidad, la verdad, la amabilidad, la
preocupación por el otro, el cuidado. “La condición de ser relacional es inherente de la
persona…(…)…así pues, la relación de la persona es, en primer lugar, interpersonal,
pero también ha sido configurada como una relación hacia lo Infinito, hacia la Verdad,
hacia el Amor” 145 . El hombre no puede permanecer simplemente como parte del
desarrollo, sino como sujeto a trascender, para ello, necesita de los demás.
Es que la caridad implica mucho de racionalidad, “sin verdad se cae en una visión
empirista y escéptica de la vida, incapaz de elevarse sobre la praxis, porque no está
interesada en tomar en consideración los valores —a veces ni siquiera el significado—
con los cuales juzgarla y orientarla”146. Es una relación estrecha la que existe entre el
cuidado y ciertas cualidades como la comprensión profunda de los modos de ser del
hombre, la atención oportuna, la auténtica humildad, la honestidad. “La verdad abre y
une el intelecto de los seres humanos en el logos del amor” 147 . Es más fácil la
convivencia con el otro si se encuentran puntos en común y al encontrar esa
coincidencia entre las partes se obtiene un punto de vista mucho más fuerte.
144
RATZINGER J., Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald. Galaxia Gutenberg;
Alemania: 2005. P.104.
145 Id.
146 Carta encíclica Deus caritas est, 18.
147 RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios Existe? Espasa Fórum, España: 2008, p. 29.
108
Impacto del cuidado
La experiencia sigue siendo muchas veces negativa, “el riesgo de nuestro tiempo es que
la interdependencia de hecho entre los hombres y los pueblos no se corresponda con la
interacción ética de la conciencia y el intelecto, de la que pueda resultar un desarrollo
realmente humano. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de la fe, es
posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y
humanizado”148, es preciso entender la importancia del cuidado, del interés por el bien
del otro. El carácter universal de la caridad que humaniza en este proceso. Se trata de un
servicio para cualquier hombre. Porque todo hombre pasa por etapas más o menos
difíciles en las que requiere de la ayuda de los otros. Es una criatura que se realiza en su
condición de vulnerable. Requiriendo un cuidado que lo humaniza. Un alguien que
atienda a sus necesidades, en cualquier cultura y en toda época. Sin dejar claro quien
queda con mayor sentimiento de plenitud.
No se puede dar el cuidado por sí solo. Es el resultado de una conjunción de virtudes y
valores en la persona. Debe “haber convicciones fundamentales sobre los valores que
dan sentido a la vida y hacen posible una convivencia digna en este mundo”149. Estos
valores humanos son reconocidos como valores por los cristianos y por los no
cristianos. No se necesita ser cristiano ni profesar alguna religión para reconocer que
existen unos valores que deben respetarse, en cualquier época y bajo cualquier creencia:
el valor de la vida, de la paz, de la belleza, del servicio, del cuidado, de la alegría, de la
libertad. Es verdad que para que estos valores tengan sentido, se debe tener una
experiencia humana de ellos. Una sociedad sin valores, va camino de deshumanizarse.
Fortaleza e independencia del hombre
El hombre no es un ente aislado, ni se construye a sí mismo sin los demás. Necesita de
otros para vivir, desde lo que aportan los padres, la familia, la escuela, la sociedad,
todos estos factores hacen al ser humano. El entorno nos educa para ser independientes,
es cierto, pero a la vez nos hace dependientes de los otros. Está en nuestra naturaleza. El
148
149
Carta encíclica Deus caritas est, 18.
RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios…, p. 40.
109
ser humano no puede ser absolutamente independiente. El Robinson Crusoe es un mito.
El hombre siempre necesita del hombre. Aunque no quiera reconocerlo. La
independencia, que significa entereza, firmeza de carácter para poder decidir por uno
mismo, tiene límites.
El error está en pensar, que con esa fuerza de carácter podemos hacer solos las cosas,
sin voltear a ver a los otros, sin atenderlos y sin recibir ayuda. “Ahí está el gusto por la
contradicción, la comodidad de la mentira, la tentación de la desconfianza- todo eso
también existe en el ser humano por una tendencia a la destrucción, por la voluntad del
no”150. Tener entereza es aceptar y lidiar con las situaciones difíciles. Aunque en ningún
momento nos dicen que es posible y más humanizado hacerlo con ayuda de otras
personas, ya que como muchas veces escuchamos y repetimos “Dos cabezas piensan
mejor que una”.
Lo difícil es que hay corrientes de pensamiento que nos dicen que no se puede aceptar
la ayuda de alguien más, porque podrían tomar la idea maestra y robarla. No ayudamos
a cruzar a una persona discapacitada la calle, por temor a un asalto, o incluso por sentir
repulsión y llegar al desprecio de aquella otra persona, a la que se puede ayudar con
solo extender la mano y hacer una gran diferencia en la vida de aquel ser y en la nuestra.
Merece la pena reflexionar en lo que nos orilla a ignorar a quien nos necesita. Es
indispensable fomentar la idea de que “la convicción y también el compromiso a favor
de valores de la humanidad y de la dignidad humana, dependen en definitiva de una
presencia oculta de todo aquello que nosotros no podemos manipular”151. Es algo más
profundo y con mayor impacto en la conciencia.
Momentos en los que el cuidado se vuelve relevante
Pero qué
pasa cuando hay enfermedad o un momento difícil. Es ahí cuando
comprendemos que es en ese momento de fragilidad y vulnerabilidad que necesitamos
150
151
RATZINGER J., Dios y el mundo…, p. 44.
RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios…, p. 40.
110
del otro para sentirnos mejor, o por lo menos acompañados y en esa compañía viene la
tranquilidad, el agradecimiento y una visión totalmente diferente de lo que vivíamos
anteriormente. Y darle valor a esa persona que quizá antes no habíamos ayudado
cuando así lo necesitaba. Es importante comprender en qué momento surge esa
necesidad de ayudar al otro y la descubrimos cuando nosotros mismos nos sentirnos
vulnerables para voltear hacia el otro y sentir el verdadero significado de la necesidad,
la ayuda y el cuidado. Dice la Encíclica: es imprescindible para hacer conciencia del
don como realización, que madure en los países ricos una conciencia solidaria152. Una
conciencia no sólo de manera personal sino en las instituciones y gobiernos.
Mucha gente ve la caridad como algo para débiles, o solo para gente “buena”. Porque es
algo que requiere de mayor esfuerzo, al atender también las necesidades de los demás, a
veces, por encima de las nuestras. Es importante aclarar la relación que existe entre
caridad, verdad, entrega y cuidado. De alguna manera, no puede haber una sin las otras
tres. Actualmente se ha restado importancia y sentido a la caridad, porque no hay
suficiente tiempo, porque eso es para personas que no tienen más que hacer, o que tratan
de redimir sus culpas mediante la atención a los demás. El límite entre el egoísmo y la
humildad es aparentemente claro, pero deja en duda un par de cosas: se puede ayudar a
alguien más sin gritarlo o ayudar y decirle a las personas que pasan junto a nosotros. La
humildad no busca reconocimiento, solo sentimiento. En cambio el egoísmo se
caracteriza por buscar algo que enriquezca el ego.
Cuando la gente habla de cuidado, cree que es algo desagradable, devaluado e inmoral.
Se ha perdido esa vocación de servicio a la gente, ese es el trabajo que se le deja a la
gente que, se piensa, tiene menor rango social en un lugar. Hay que remarcar que: “La
vocación es una llamada que requiere una respuesta libre y responsable”153. Solo hasta
que alguien vive una experiencia que requiere del cuidado, que comprenden la
importancia de éste y sorprendentemente, llegan a admirarlo y repiten que es algo que
ellos no podrían hacer y que es algo que requiere nada más y nada menos, que vocación.
Hay veces que se cree que el dedicarse al cuidado es por falta de capacidad intelectual o
falta de visión en la vida. Normalmente es algo que no se considera en la educación de
152
153
Cfr. Carta encíclica Deus caritas est, 18.
Id.
111
las personas, por eso se ve como malo e inútil. O únicamente ayudar al conocido y dejar
al desconocido aparte.
Un enfoque distinto a la sociedad, es una necesidad que tienen las personas hoy en día;
ser atendidas, ser escuchadas, ser cuidadas. Hemos abandonado a esa parte en nosotros
que requiere atención y reconocimiento espiritual. Hemos olvidado quiénes somos y
qué es lo que hacemos en esta vida. No son solo reconocimientos, ascensos y gerencias,
“Esta falsa seguridad se convierte en debilidad, porque comporta el sometimiento del
hombre, reducido a un medio para el desarrollo, mientras que la humildad de quien
acoge una vocación se transforma en verdadera autonomía, porque hace libre a la
persona”154; sino conocernos, querernos y darnos la oportunidad de conocer al otro y
reconocer en él a un compañero, no a una amenaza. Comprender que ayudar no es
denigrante, sino una clave muchas veces esencial en el tratamiento del enfermo y en la
prevención de la enfermedad en aquel que goza de buena salud.
Agradecer por atender o atender porque agradecen
Hay que remarcar el honor que es atender a aquellos que se encuentran más vulnerables
que otros. Es preciso utilizar esta palabra porque es una oportunidad para conocer a esa
persona, aprender de ella y es una gran oportunidad para crecer intelectualmente. No es
solo lo que te deja saber de la patología, sino vivir el impacto que esta tuvo en el
paciente y su entorno, qué enseñanzas deja al enfermo y la forma de solidarizarse de la
familia. Es en momentos como éste que cae la cuenta de la importancia que tiene echar
semillas y cuidarlas y así poder vivir el verdadero valor que tiene la familia y una
verdadera amistad.
Nos hemos dejado envolver por el materialismo y dejado aparte el altruismo. “…éstas
han de buscarse, a la vez, en el respeto de las leyes propias de cada cosa y a la luz de
una visión integral del hombre que refleje los diversos aspectos de la persona humana,
154RATZINGER
J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios…, p. 42
112
considerada con la mirada purificada por la caridad” 155 . Es preciso observar para
obtener datos exclusivos de una cosa. Se requiere mucho más que observación para
conocer a una persona, aunque la atención que brindemos a los demás, nos puede hablar
de que la persona necesita algún tipo de ayuda y es ahí donde reacciona la voluntad para
poder brindar ayuda a quien así lo quiera.
Muchas veces es difícil ayudar a los enfermos, ya que son vistos como un grupo
renegado y apartado del resto de la sociedad, porque dejan de ser productivos en
muchos sectores y por lo tanto, son abandonados. Como ejemplo, un desastre natural.
Es sabido que mucha gente lo perdió todo, y por lo mismo, se vuelven vulnerables.
Necesitan de los demás. Es evidente que por muchas razones no nos es posible llegar al
lugar de los hechos y brindar ayuda a la gente, aunque hay muchas formas de llegar
hasta los más necesitados, siempre y cuando se haga de manera consciente. No es solo
depositar y esperar que los encargados se ocupen y listo. Sino donar, y estar al
pendiente de las cosas que los demás pueden necesitar. Y la misma evolución después
del desastre. Es ver más allá de la tragedia y confiar en que nuestro aporte dio fruto a
algo mejor. No es solo dar dinero, sino la intención con que se da y la huella que deja en
nosotros. De eso se trata el cuidado, la ayuda. De cambiar la manera de verlo y
encontrar, en esos momentos de carencia, una gran oportunidad para ayudar a los
demás. Y no exigir a quienes están “obligados” a ayudar a los afectados y hacerlo con la
mejor intención.
Ya es reconocido que esos desastres son tragedias, y es en esos momentos donde
podemos demostrarnos y convencernos de que somos mucho más que un ser inteligente,
sino también sentimental y lógico. Una persona que puede entregarse según las
cualidades que cada uno posea.
Muchas veces, con solo escuchar a una persona se puede volver un cuidado. ¿A qué? O
¿Cómo? Cuidar esas palabras que nos acaban de confiar para no hacer daño, tratar de
entender la situación en que se vive, brindar apoyo y tal vez algún consejo o probable
155
Carta encíclica. Deus caritas est, 18.
113
solución al problema. La gente piensa que el cuidado es simplemente físico hacia un
enfermo. Pero no lo es. Es un compromiso que se tiene primero consigo mismo para
después brindarlo a los demás. El papa lo explica brillantemente en Dios y el Mundo:
“La persona debe actualizar y aprender las posibilidades que le han sido dadas, tiene
que hacer algo en este mundo. En este sentido, el aprendizaje de la profesión y trabajar
por ello, en absoluto se oponen al cometido fundamental del amor. Sino que es su
concreción. Yo no cumplo plenamente mi misión como amante, hasta que no me
convierto del todo en lo que puedo ser. Hasta que doy todo lo que puedo dar. Hasta que
abro en la creación y en el tejido de las relaciones humanas las posibilidades que nos
ayudan a arrostrar juntos la vida y a configurar la fertilidad del mundo hasta convertirlo
en un vergel en el que hallemos al mismo tiempo, seguridad y libertad”156.
Es cuestión de aunar
El cuidado requería cierta combinación de valores: La caridad, la verdad, la entrega, el
cuidado; sin mencionar la solidaridad, honestidad, empatía, etc. Caridad –Siempre es en
relación a alguna religión, especialmente la cristiana. Es darse a los más necesitados.
Compartir lo que se tiene para un bien. Verdad –Para dar un cuidado de calidad, se
necesita la verdad, “la verdad no es la propiedad privada de alguien, sino que ha de ser
compartida, ha de ser conocida”157, no engañar ni brindar falsas esperanzas al enfermo.
Se vuelve cruel y deshonesto. Entrega – hemos tocado mucho el tema de la entrega. Es
darse en cuerpo y alma a alguien más, habla de forma física y espiritual, por ejemplo:
Ayudar a cruzar la calle a una persona, escuchar a un enfermo. Cuidado –La
importancia de la atención de forma holística a una persona, sea enfermo o sano.
Siempre se necesita de alguien más para estar bien. Empatía – La capacidad de ponerse
en el lugar del otro y entender lo que está sintiendo.
156
157
RATZINGER, J. Dios y el mundo…, p. 177
RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios…, p. 29.
114
Esta combinación de valores, brindan una idea completa acerca del cuidado. Capacidad
de compartir (dar y recibir) experiencias por medio de la entrega al vulnerable. Es
importante entender claramente el término de vulnerabilidad, porque el vulnerable no es
solamente una persona enferma. Lo somos todos nosotros, en distintos ámbitos de
nuestra vida. Se vuelve un hecho la existencia de personas más vulnerables que otras, y
eso no le resta importancia a las que no lo están.
Actualmente hay carreras que se dedican a la enseñanza del cuidado a cierto sector
vulnerable de la sociedad. Una de ellas es la enfermería, que se caracteriza
principalmente por el cuidado y la especial vocación que se debe tener para abordar a
los pacientes como lo hacemos y para enfrentar las situaciones que se presentan con los
familiares. Ese abordaje al paciente es atención y con mucha precisión hacerse cargo de
que se proporcione el medicamento a la hora indicada, que no se terminen soluciones,
que se haya bañado, que su cama esté limpia, en fin, un conjunto de acciones en un
cuarto que hacen que el paciente se sienta mejor, y por lo tanto, la relación con el
familiar del paciente, más que soportable, se vuelve cordial, amable y se percibe en
lugar de un ambiente hostil, un ambiente de agradecimiento por haber atendido al
enfermo. A esto hay que sumar el trabajo con el equipo médico: con los superiores y su
dinámica.
Es verdad, la posición que la enfermera tiene es una situación de privilegio con el
paciente, si la consideramos desde el contexto que hemos venido manejando del
cuidado a plenitud y relacionado con la verdad. Pero es una posición difícil de
comprender y valorar, por los demás. La enfermera la hace parte de su esencia o se
frustra. Como lo plasma de Benedicto XVI: “el ser humano ha sido creado por una
tendencia privada hacia el amor, hacia la relación con el otro. No es un ser autárquico,
cerrado en sí mismo, una isla en la existencia, sino por su naturaleza es relación. Sin esa
relación, en ausencia de relación, se destruiría a sí mismo”158. Así con otros ámbitos de
servicio.
Devaluación innecesaria
158
RATZINGER, J. Dios y el mundo…, p. 104
115
El cuidado muchas veces se puede ver devaluado porque mucha gente llega a ocupar
esos trabajos por necesidad y no por vocación, y al estandarizar cierta atención, se
puede ver de dos maneras: perder la esencia misma del cuidado como capacidad de
amar y reducirlo a una obligación económica o social, sin ninguna relación esencial solo
con el paciente.
“La caridad en la verdad pone al hombre ante la sorprendente experiencia del don. La
gratuidad está en su vida de muchas maneras aunque frecuentemente pasa desapercibida
debido a una visión de la existencia que antepone a todo, la productividad y la utilidad.
El ser humano está hecho para el don, el cual manifiesta y desarrolla su dimensión
trascendente159”. Esto no es fácil de entender y vivir en una sociedad consumista que se
detiene poco a atender las necesidades del prójimo. Pero aunque este desacreditado el
hecho de procurar el bien de otros, sigue siendo lo que más nos llena como personas.
Además, en cualquier momento una persona fuerte, sana e autosuficiente, se puede
venir abajo: sufrir un accidente una enfermedad, un revés en su fortuna. Entonces es
cuando requiere de los otros y se da cuenta, si es sencilla y humilde, lo indispensable
del cuidado y la compañía y ayuda de alguien más. No importa si no se haya preparado
para ello. Muchas veces la simple compañía de alguien familiar puede tranquilizar al
paciente en lo que llega alguien preparado especialmente para atenderlo.
El cuidado como cualidad
Requiere estar conscientes de lo que pasa a nuestro alrededor, los problemas que la
gente tiene y a poder valorar las virtudes que hay en ellos. Es difícil que se noten las
virtudes en una persona debido al ruido que presenta el ambiente y nuestras falsas
enseñanzas. Es constante la necesidad del hombre por trascender. Y la persona se
empeña en buscar la manera, solo que es una idea que puede estar equivocada de la
manera en que se logra. Por medio de puestos importantes, dinero, compras y prestigio.
El hombre trasciende mediante dones, los cuales se reflejan en acciones y esas acciones
dejan gratitud y satisfacción en ambas partes.
159
Id.
116
Se necesita quitar todo el ruido que está alrededor de nosotros, al decir ruido significa
eliminar todos aquellos distractores que nos alejan de la posibilidad de descubrir el
verdadero don que tiene el hombre pero que no está desarrollado porque se espera,
generalmente, que este don sea de fácil acceso y que no requiera sacrificio o esfuerzo
alguno. El cuidado, al parecer, es uno de los dones más preciados que posee la
humanidad. Solo que a causa de todos aquellos mensajes erróneos, desviamos la
atención de las cosas realmente importantes a cosas superficiales, que no enriquecen la
vida en absoluto. Un ejemplo muy claro, es pensar y creer que hay gente especialmente
educada para ayudar a los demás, cuidado, escuchando, etc. Y que al hacerlo y ser
vistos por los demás transmite un mensaje de debilidad, incluso se llega a decir que esas
actividades son propias de un sector de la sociedad.
No se puede hablar de la posesión de un don sin haberlo descubierto y utilizarlo para
algo bueno, para trascender. Un ejemplo muy burdo podría ser el papel tan importante
que tienen las pinceladas para crear una obra de arte. Es verdad, se ve maravillosa,
puede transmitir diferentes emociones y dejar una gran huella en los demás. Por lo
general a nadie le importa cuánto tiempo tomó la creación de tal obra, sino del
impresionante resultado. El don, en sí, es una pincelada que, poco a poco, creará una
gran obra, una gran acción y podrá dejar esa semilla en otra persona y ahí habrá dos
posibilidades: que la persona lo valore o que pase desapercibido.
Actualmente nos presentamos en la actitud de pasar de largo los demás y si se llegara a
hacer una obra de caridad, se desea que el mundo entero se entere para que vean lo
buena que es la persona. Es una acción equivocada. Importa el resultado, es verdad, más
no cómo se logra. En este punto se debe ser humilde y es con esa actitud de humildad
que entendemos el sentido excepcional del don y como enriquece nuestras vidas, que
no es algo que cause vergüenza ni mucho menos, sino que engrandece. Darse acrecienta
el valor de las personas, las ayuda a trascender con pequeños actos realizados con
constancia. Trascender no es algo sido fácil, requiere de lucha, de decisión y también de
capacidad de sacrificio. La caridad es la que nos permite trascender lo meramente
117
ordinario, lo sentimental, lo que parece sin valor, para llegar a rescatar “a los hombres
de las opiniones y de las sensaciones subjetivas, les permite llegar más allá de las
determinaciones culturales e históricas y apreciar el valor y la sustancia de las cosas”160.
El cuidado, para ser integral, necesita de la verdad, la humildad y la caridad. La
necesidad del ser humano de descubrir su vocación al cuidado lo lleva a encontrar
también la llave de su felicidad y plenitud- Es preciso estar convencidos y ser
conscientes de que es un don latente en todos. Existen numerosas maneras de ayudar.
Recibir ayuda no es un símbolo de debilidad sino de grandeza y de auténtico
crecimiento en lo que tenemos de más humano. Es verdad que hay sectores mucho más
vulnerables que otros, pero el hombre, por su condición de hombre, no es perfecto, por
lo tanto es vulnerable en distintas áreas y requiere de los otros para trascender.
Después de estas reflexiones, hemos de estar más conscientes de la responsabilidad de
lo que vivimos. Entender la influencia que pueden tener esos dones en la vida de los
demás, para regresar a nosotros y ayudarnos a crecer, a trascender. Es un reto para
ponerlo en práctica diariamente., como nos dice Benedicto XVI “lánzate a la realidad,
haz el intento, el experimento y luego verás la lógica que hay dentro”161.
160
161
Carta encíclica Deus caritas est, 18.
RATZINGER, J. Dios y el mundo…, p. 54
118
Bibliografía
RATZINGER J., Dios y el mundo. Una conversación con Peter Seewald.
Galaxia Gutenberg; Alemania: 2005.
RATZINGER J., FLORES D’ARCAIS P. ¿Dios Existe? Espasa Fórum, España:
2008.
Carta encíclica Deus caritas est.
119
JUVENTUD UNIVERSITARIA Y MISIÓN DE VIDA
Deyanira Montserrat Hernández Alvarez
INTRODUCCIÓN
Cada dos años, se realiza la Jornada Mundial de la Juventud. Una peregrinación de
jóvenes en donde mediante la Oración y la celebración de la Misa se promueve la nueva
evangelización. Para esta jornada, el Papa se dirige especialmente a los jóvenes para
guiarlos espiritualmente y encaminarlos en su misión de vida.
Tanto para la XXV como para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud, el Papa
Benedicto XVI enfoca su discurso hacia la búsqueda de una misión de vida de acuerdo a
la voluntad de Dios y también enfatiza la importancia de buscar una vida encaminada a
la fe y a la cristiandad.
Existe también otro mensaje a los profesores en el Encuentro con Profesores
Universitarios en agosto de 2011 en Madrid, en el cual el Papa Benedicto XVI cuestiona
el enfoque que se le da actualmente a la educación universitaria y llama a los docentes a
aplicar un sistema de educación basado en la verdad y en la formación de la persona de
una manera íntegra y espiritual.
El Papa enfatiza la importancia de que estos temas sean comprendidos y aplicados sobre
todo en el contexto histórico y cultural que vivimos actualmente, y el hecho de que sean
jóvenes y profesores los receptores principales del discurso es de suma importancia, ya
que son las generaciones jóvenes las que llevan en sus manos el futuro del mundo, y a
las que deben estar encaminados los esfuerzos de evangelización y de formación.
Benedicto XVI es teólogo y fue además profesor universitario, por lo que conoce de
primera mano el sistema educativo moderno tanto sus virtudes como sus deficiencias y
además lo compromete a otro nivel para con los jóvenes. En sus mensajes se puede
reconocer esa tendencia hacia la enseñanza y la importancia que da a la formación
universitaria, aunque él mismo nos reitera que no existe mejor mentor que Dios, que
mediante sus enseñanzas podremos alcanzar un estado de felicidad verdadera.
120
Gracias a su naturaleza de profesor y como Sumo Pontífice, ha podido difundir con
elocuencia y autoridad, pero al mismo tiempo con paciencia y ternura la palabra de Dios
y logra darnos estos grandes discursos acerca de la naturaleza del hombre y el propósito
de la vida, temas sobre los cuales se fundamentan los mensajes elegidos para el presente
ensayo.
Siendo el tema de este IV Foro Universitas “Benedicto XVI colaborador de la Verdad”,
veo muy conveniente el hacer este ensayo sobre uno de los temas que más preocupa al
Vaticano, el descubrimiento de la verdad y la difusión del mensaje divino hacia las
generaciones jóvenes para el descubrimiento acertado de su misión en este mundo.
Juventud Universitaria y Misión de Vida
Como universitarios y jóvenes que somos, nos encontramos ante infinitas posibilidades
de realización que la vida nos ofrece, y estamos en un momento de la vida el cual,
citando a Benedicto XVI “es tiempo privilegiado para la búsqueda y el encuentro con la
verdad”162. Pero debemos estar conscientes de que no todas las opciones que se nos
presentan en nuestra vida, son buenas.
Para llegar hasta donde estamos ahora, estudiando en esta universidad, tuvimos que
hacer una elección de carrera de acuerdo a nuestro plan de vida en ese momento y a
nuestras aspiraciones tanto profesionales como humanas. Ese momento de decisión tan
crucial debió de responder las interrogantes ¿Quién soy?, ¿Qué es lo que espero de mi
vida?, ¿Por qué elegir este camino?
Pero, ¿fueron en verdad acertadas nuestras respuestas?, esto no significa que tengamos
que dudar de nuestra elección, sino reflexionar sobre si nuestra principal motivación
para elegir fue una en comunión con la verdad y encaminada hacia un bien superior.
En el mensaje de Benedicto XVI a los jóvenes en la XXVI Jornada de la Juventud, nos
dice el Santo Padre que es natural para nosotros el querer buscar algo más grande para
nuestra vida de lo que nos es planteado, no nos conformamos con sólo tener un empleo
para subsistir, nos llaman las cosas más grandes, más trascendentes, más importantes.
162
BENEDICTO
XVI.
“Encuentro
con
profesores
universitarios”,
consultado
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_benxvi_spe_20110819_docenti-elescorial_sp.html (03/03/2012).
en:
121
Todo esto es porque en nuestra condición humana, estamos siempre llamados a la
grandeza, a lo infinito. Aún así, casi siempre la grandeza que imaginamos no es la
verdadera, no está mal querer ser más famoso, más próspero o más poderoso, pero un
principio noble y bueno debe ser el motor y el fin de estos deseos así como la
conciencia de que el fin supremo está mucho más allá de lo que podamos tener en este
mundo, está en Cristo.
Cuando no tenemos conciencia de este fin superior, nunca estaremos satisfechos y
entonces podemos volvernos avaros, depresivos y perdernos en el camino. Respecto a
esto, en su mensaje a los jóvenes encontramos esta frase de San Agustín: “nuestro
corazón está inquieto, hasta que no descansa en Ti”163. Debemos considerar esto último
para darle un sentido correcto a nuestro proyecto de vida, para encontrar esa motivación
verdadera que nos impulsará a lograr grandes cosas, que tal vez la grandeza de estas
cosas no caigan en la definición que entendemos comúnmente de la palabra grandeza,
pero que ciertamente lo son dentro de la grandeza verdadera y suprema. Se trata de
encaminar nuestro anhelo de grandeza hacia la vida eterna.
Hablamos sobre descubrir nuestra misión en la vida, y enfatizo la palabra “descubrir”,
no idear ni crear. La Iglesia católica nos enseña que Dios ya tiene de antemano un plan
para todos nosotros, una misión que al ser creada por Dios, es perfecta y
está
encaminada hacia el bien común y objetivo, teniendo como fin el poder alcanzar la vida
eterna. Es nuestro deber encontrar esta misión y seguirla de acuerdo a la voluntad de
Dios.
Pero antes hay que reconocer todas nuestras limitaciones, tanto internas como externas,
conocer la situación en la que vivimos (como individuos y como comunidad), conocer
nuestra Fe y replantear nuestras motivaciones, para así, comenzar a dirigirlas hacia un
mejor futuro.
Nos invita Benedicto XVI a hacernos entonces las siguientes preguntas: ¿Qué es una
vida plena?, ¿Qué he de hacer para que mi vida tenga pleno valor y pleno sentido? , son
163 SAN AGUSTÍN. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVI Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20100806_youth_sp.html
(04/03/2012).
122
preguntas cuyas respuestas nos han de guiar a “cultivar deseos grandes de fraternidad,
justicia y paz”164.
Así, Benedicto XVI nos dice que amemos al mundo y nos dediquemos a su desarrollo,
pero fundando nuestras acciones en la fe, que ésta junto con la esperanza, nos provee de
la libertad y la alegría que nos ayudan a ver más allá de las realidades terrenas y estar
más en contacto con el bien ulterior, haciendo de nuestras acciones terrenales un medio
para llegar a este fin.
No así debemos confundirnos y pensar en nuestro trato con otras personas o nuestros
actos de bondad como medios, ya que el mismo Dios nos habla de la dignidad
inquebrantable de la persona humana y la necesidad de hacer el bien por el bien mismo.
Si pensáramos cada vez que hacemos algo bueno o ayudamos a alguien que ya estamos
un paso adelante en nuestro camino al paraíso, en realidad damos diez pasos hacia atrás.
Al pensar esto nos delatamos en un actuar por conveniencia, el fin de nuestras acciones
ya no es la bondad sino el beneficio.
La Iglesia Católica nos invita a practicar entonces la fe en toda su dimensión, para que
nuestros actos bondadosos sean intrínsecos de nosotros y basados en la voluntad de
Dios. Así, aunque nuestro fin esté en alcanzar la vida eterna, no será su alcance nuestra
motivación para nuestros actos, sino nuestra tendencia y podremos poner como motor y
fin al bien y a la verdad en cuanto a sí mismos.
Toda esta reflexión sobre los fines y los medios es necesaria al querer plantear nuestro
propósito y nuestro proyecto de vida, debemos discernir bien entre fin y medio para
poder responder a las preguntas que hemos mencionado con anterioridad. Tal vez nos
preguntemos ¿Esto me hará realmente feliz? Puede que al reflexionar y al tener en
verdad un diálogo más profundo con Dios (Benedicto XVI nos anima a dialogar con el
Señor frecuentemente) nos demos cuenta de que la misión que Él quiere para nosotros
no satisface nuestros deseos del todo, o no nos parece tan atractiva como otras opciones
de vida, pero debemos tener siempre presente que en cuanto nuestra relación con Dios
164 BENEDICTO XVI. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXV Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20100222_youth_sp.html
(04/03/2012).
123
crezca y se arraigue en nuestro corazón, comprenderemos que Su camino es el que
verdaderamente nos llevará a la felicidad y esa nube de dudas desaparecerá.
El mismo Benedicto XVI nos relata que pasó por momentos de sufrimiento al haber
decidido ser sacerdote ya que tuvo que volver a conquistar su convicción al haber caído
en un momento de duda, pero gracias al Señor pudo tener la certeza de que su decisión
era la correcta y que el ser sacerdote era la misión que Dios le había dado. Nos dice que
puede haber sufrimiento en el momento de la decisión, pero que al rechazar nuestros
propios deseos y hacer Su voluntad, la vida se vuelve verdaderamente auténtica.
Otro aspecto que toca el Papa y que es de suma importancia para darle dimensión a todo
lo antes visto, es el tema del bien común. Es necesario “servir de modo competente y
generoso al bien común”165, en esta frase, Benedicto XVI le da importancia tanto a la
educación como a la sociedad, ya que la primera ayuda al desarrollo de la segunda.
Prestarse mucha atención de que no se usó la palabra “sirve” o “es útil para”. Es verdad
que la educación le es útil a la sociedad, pero no es solo éste su propósito, la educación
y el conocimiento nos forman como seres humanos, y es el deber de nuestros mentores
el formarnos con valores fundados en la verdad. Al ser educados en la fe podemos
afrontar y resolver los problemas y dificultades que se nos presenten de la mejor manera
posible.
En su encuentro con los profesores universitarios en agosto de 2011, Benedicto XVI
hizo una denuncia: “A veces se piensa que la misión de un profesor universitario sea
hoy exclusivamente la de formar profesionales competentes y eficaces que satisfagan la
demanda laboral en cada preciso momento” 166 . Lamentablemente, este tipo de
pensamiento se está extendiendo cada vez más en todas las universidades, no importa
qué tantas materias de filosofía y humanidades tenga una carrera, los mensajes que
recibimos cada vez con más frecuencia son “si no produces no sirves”, “debes de quedar
bien posicionado en una buena empresa”, “perderás la beca si no cuidas tus
calificaciones”. Casi nunca escuchamos a profesores dando materias por el simple valor
del conocimiento, nuestra sociedad y nuestra cultura se han vuelto consumidoras de
165
BENEDICTO XVI. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXV Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20100222_youth_sp.html
(03/03/2012).
166 BENEDICTO XVI. “Encuentro con profesores universitarios”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-elescorial_sp.html (04/03/2012).
124
personas, no por nada se le llama mercado laboral. Incluso existe la expresión “tienes
que venderte a ti mismo para conseguir empleo”.
Quisiera por un momento hacer énfasis en la frase anterior “perderás la beca si no
cuidas tus calificaciones”. Aquí debemos cuestionarnos muchas cosas ¿Por qué debería
costar la educación y el conocimiento?, ¿Cuál es la finalidad de elegir una universidad
privada sobre una pública? ¿Qué es lo más importante, mi integridad o mi beca? Estas
preguntas más que atacar a la universidad en sí y entrar en temas como los salarios o el
sistema y estado económico actuales, promueven un punto de reflexión hacia el alumno,
ya que muchos jóvenes pudieron llegar pensar en cierto punto de su experiencia
universitaria que el asistir a una privada les aseguraría un mejor empleo o que recibirían
una mejor educación. Es verdad que los valores y la filosofía de vida son diferentes en
diferentes universidades y que el nivel de exigencia académica también lo es, haciendo
que las personas a las cuales se les exige más se acostumbren al trabajo duro y bien
hecho. Esto constituye una gran ventaja, pero volvemos a lo anterior, constituye una
ventaja para el mercado laboral. El caso es que muchos chicos sufren de estrés
constante, y más aún cuando tienen una beca que mantener. En gran parte le estamos
quitando el fin principal al hecho de esforzarse en los estudios, el cual es el
conocimiento y la formación personal en cuanto a sí mismos. En vez de eso, los jóvenes
solo buscan no perder su beca, distorsionando así el propósito de la universidad y
dejando de lado el objetivo principal de vivir la experiencia universitaria.
Dejándose llevar por esta visión utilitarista, se dejan ver entonces emociones tan
pecaminosas como la envidia y la competencia maliciosa, la ira e incluso hasta la
indiferencia, no solo de los jóvenes becados, sino de la comunidad universitaria en
general, ya que es como puede llegar a sentirse, como una gran competencia laboral.
Esto sucede tanto en universidades públicas como privadas.
Debemos considerar
que la Iglesia
fue sin duda, quien promovió la educación
universitaria tomando en cuenta que “Dios es el Logos por quien todo fue hecho (…)
descubre una racionalidad en todo lo creado y contempla al hombre como una criatura
que participa y puede llegar a reconocer esa racionalidad” y que por lo tanto la
Universidad encarna un ideal y debe deslindarse del sentido utilitarista que se le da y
que ve al hombre como un simple consumidor y peor aún, como un producto.
125
En vista de darle solución a este problema, el Papa se dirige a los profesores
universitarios con la esperanza de que lleven dentro de sí el “anhelo más elevado que
corresponda a todas las dimensiones que constituyen al hombre”. 167 Enfatiza los
peligros de llevar un criterio pragmático en la educación universitaria y hace referencia
al “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVI Jornada Mundial de la
Juventud” la cual llevó por tema principal y título “Arraigados y Edificados en Cristo,
firmes en la fe” en cuanto a que una de las dimensiones que constituyen al hombre y tal
vez la más importante, es la espiritual, y que su misión como profesores es guiarnos a
los jóvenes a encontrar este sentido último de la vida, a confiar en Cristo y arraigarnos
sólidamente en él. Los llama también a transmitir ese ideal universitario de
conocimiento y diálogo, no solo a enseñarlo, sino a vivirlo. Es su responsabilidad no
hacer de la educación una simple comunicación de contenidos y técnicas y transmitir
ese amor por la verdad que buscamos todos.
Este camino hacia la verdad requiere de una completa entrega tanto de los mentores
como de los alumnos, ya que citando el mensaje: “No podemos avanzar en el
conocimiento de algo si no nos mueve el amor; ni tampoco amar algo en lo que no
vemos racionalidad (…) Si verdad y bien están unidos, también lo están conocimiento y
amor” 168 . Dado a que somos seres que aprendemos del ejemplo, se necesitan de
maestros cuyo estilo de vida y pensamiento estén en armonía, lo cual deriva de esta
unidad entre conocimiento y amor. Debemos buscar la verdad, amar la verdad, vivir la
verdad y hacer de su encuentro nuestro mayor anhelo.
Otro punto muy importante de este mensaje de Benedicto XVI a los profesores es el de
la verdad como elemento que va más allá de nuestro alcance, podemos acercarnos a ella
pero nunca poseerla del todo
“es ella la que nos posee a nosotros y la que nos
motiva” 169 . Al comprender este principio, nos queda claro que como profesores, no
pueden vanagloriarse delante de sus alumnos, la humildad es una virtud esencial para
ser un buen maestro y gracias a la que pueden encaminar a sus discípulos en el rumbo
correcto para encontrar la verdad, la cual ellos también buscan, pues como ya hemos
dicho, nunca puede encontrarse y poseerse del todo, ya que solo Dios la posee.
167
BENEDICTO XVI. “Encuentro con profesores universitarios”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documents/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-elescorial_sp.html (04/03/2012).
168 Id.
169 Id.
126
Los profesores también deben de encontrarse en un viaje espiritual personal hacia su
propia felicidad, es en el camino en donde ganan la facultad de transmitir su
conocimiento, pero no significa que su viaje haya terminado.
Nosotros como alumnos debemos tener también una mente abierta para poder comparar
puntos de vista y reflexionar sobre el mejor camino para encontrar nosotros la verdad y
también ser capaces de recibirla de otros.
Ser conscientes de que Dios es el principio de todas las cosas, que sin el creador todas la
criaturas colapsan, nos ayuda a comprender que el excluirlo de la sociedad como
muchos lo hacen, es un error garrafal. Quien no cree en Dios cree en cualquier cosa por
más tonta que sea, por ello hoy existen seres humanos que ponen toda su fe en simples
objetos como en los tiempos antiguos. Incluso muchos cristianos recurren a amuletos y
“limpias” que utilizan la imagen de Dios en vano y confían más en este tipo de
artefactos que en ir a Misa y tener un diálogo más directo con Dios. Esto se genera ya
que en estas personas, su fe no se arraigó con la fuerza necesaria. Estar seguros y
mantenernos firmes en nuestra fe, confiar totalmente en Cristo y encomendar nuestra
vida a Él es el punto principal del mensaje que dio Benedicto XVI a los jóvenes en la
XXVI Jornada Mundial de la Juventud.
También nos invita a alejarnos de tipos de pensamiento laicistas y relativistas en donde
no se da importancia al papel que la fe juega dentro de la sociedad.
CONCLUSIONES
Recapitulemos los puntos principales a tratar en este ensayo: la búsqueda de una misión
de vida basada en la verdad, el enfoque pragmático de la educación universitaria actual
y el arraigo de la fe en los jóvenes.
Tomando elementos de todo lo escrito podemos afirmar que Benedicto XIV nos brinda
soluciones basadas en la verdad para afrontar estos asuntos.
Nuestro propósito en la vida debemos buscarlo confiando en el Señor y reconociendo lo
que es bueno, pero un bien objetivo es el que debemos buscar, un bien que sea tanto
personal como común. El Santo Padre nos dice “[en cuanto a lo que debe hacer los
jóvenes] hacer fructificar los propios talentos y las propias responsabilidades
127
empeñándose en progresar constantemente en la fe y el amor”170. Debemos encontrar la
verdadera misión que Dios nos ha encomendado, alejando nuestros pensamientos de
ideales materialistas y egoístas, aunque éstos nos parezcan atractivos, pero entonces
debemos comenzar por cambiar nuestro concepto de grandeza hacia uno más altruista y
verdadero.
En cuanto a la educación, debemos tener muy en claro que si escogemos una
universidad, es porque estamos en comunión con que lo que predican y su modo de
pensar es la verdad, y tener en cuenta que lo que buscamos es un acercamiento al
conocimiento de la verdad y la superación de nuestra persona, entender que al formaros
íntegramente en el ámbito espiritual y humano, las oportunidades pasarán a segundo
plano. Es necesario dejar de vernos como un producto que necesita venderse, y empezar
a pensar en nosotros como seres únicos enviados para servir a la sociedad dentro de
todo lo que bueno teniendo la verdad y la vida eterna como fin último.
Desde antes de ser Papa, el Cardenal Joseph Ratzinger se encargaba de trazar la línea
sobre lo que es verdadero y lo que es falso dentro de la religión católica, fue el gran
amigo Juan Pablo II y junto a él, se encargaba de que los mandamientos no fueran
malentendidos, de proteger y difundir los dogmas en cuanto su verdad, no admitía
flexibilidades dentro de lo dicho por Dios, y fue y es un gran conservador. Esto hace
que no todas las personas simpaticen con lo que predica, especialmente en una sociedad
como la nuestra, en donde el libertinaje y el relativismo se plantean contra la autoridad,
aunque ésta venga del mismo Dios. Aún así, Benedicto XVI no cede en predicar la
verdad absoluta, sin adornos ni permisividades, porque es solo ésta la que nos llevará a
todos a la vida eterna, y nos invita a que nosotros como jóvenes la entendamos, la
practiquemos y la prediquemos.
Bases sólidas en la instrucción de la fe, garantizan un arraigo aún más fuerte con Dios
desde el principio y disminuirán las dudas que suelen suscitarse cuando las bases no son
tan fuertes.
Toda esta formación en la fe no puede suceder en un mejor momento que durante
nuestra formación universitaria, aún si desde pequeños tenemos bases sólidas dentro de
nuestra religión católica, es en esta fase de nuestra vida en donde la religión se arraiga
170
BENEDICTO XVI.”Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXV Jornada Mundial de la Juventud”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_ben-xvi_mes_20100222_youth_sp.html
(03/03/2012).
128
con más fuerza para nunca dejarnos ir. Dios ya no se convierte en solamente un
recuerdo de nuestros días tomando catequesis, que desgraciadamente es el estado al que
queda relegado en la mente de muchos chicos y chicas actualmente. Pero sí logramos
crecer en la fe y sentimos ese amor para encontrarnos a nosotros mismos dentro de la
verdad y confiamos en el Señor y en la palabra del Santo Padre Benedicto XVI,
podremos encontrar un propósito digno en la vida y convertirnos, como el Papa en
colaboradores de la verdad.
129
Bibliografía
Benedicto XVI. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXV Jornada
Mundial de la Juventud”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_
ben-xvi_mes_20100806_youth_sp.html (03/03/2012).
Benedicto XVI. “Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para la XXVI Jornada
Mundial de la Juventud”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/youth/documents/hf_
ben-xvi_mes_20100222_youth_sp.html (03/03/2012).
Benedicto XVI. “Encuentro con los jóvenes profesores universitarios”,
consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/speeches/2011/august/documen
ts/hf_ben-xvi_spe_20110819_docenti-el-escorial_sp.html (03/03/2012).
“Biografía de su Santidad”, consultado en:
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/elezione/biografia_sp.html
(01/03/2012).
130
La caridad: don excelso de Dios
Luis Alfredo Osorio De la Mora
INTRODUCCIÓN
Es cierto que en nuestros días hablar de espiritualidad nos parece tan difícil, sobre todo
a nosotros los jóvenes; la percibimos como algo tan etéreo que muchas veces no nos es
posible aplicarlo a nuestra realidad. Cuando decidí participar en el IV Foro Universitas:
“Benedicto XVI, colaborador de la Verdad”, pensé en leer algo escrito por el Santo
Padre, hacer mi resumen y exponer mi punto de vista solamente, ya que creí que los
textos eran básicamente de contenido religioso y que difícilmente podría extrapolarlos a
mi vida diaria y mucho menos a la vida social y económica actual. También subestimé
mi formación al no haber dedicado mucho tiempo de mi vida al estudio teológico;
seguramente, pensé, entenderé parcialmente el contenido y haré un esfuerzo
sobrehumano para encontrar algo que pueda aplicarse en mi vida.
Escogí la Encíclica Caritas in Veritate, traducida como “Amor en la Caridad”, al
reconocer que era una publicación reciente y, que por lo tanto, estaría cumpliendo con
el requisito de contemporaneidad que buscaba. Efectivamente, al ser publicada en junio
de 2009, respondía vivamente al momento económico, social y político por el que la
humanidad estaba pasando: una gran crisis económica que agravaba la pobreza de los
países y que ponía en duda la efectividad de los sistemas capitalistas que habían sido
considerados durante mucho tiempo casi perfectos.
Durante muchos años nuestro propio medio social, económico y por supuesto político,
ha cultivado la idea de que todo lo relacionado con los valores espirituales es
únicamente válido en el terreno religioso y totalmente anacrónico con nuestra realidad.
El reto para mí, en este ensayo, es demostrar que no hay nada más equivocado que estas
afirmaciones, tomando en cuenta tres variables importantes: la verdad, la caridad y el
desarrollo económico.
Asimismo, es importante mencionar que, independientemente de la religión que se
practique, hay verdades y valores absolutos, aplicables a la vida individual y colectiva.
En la medida en que apliquemos dichos valores, seremos capaces de obtener y
131
proporcionar un bienestar que nos
permita ser personas más compartidas, más
generosas, más caritativas, más amorosas y, por ende, más felices.
La caridad en la verdad, considera el Papa Benedicto XVI, es la principal fuerza
impulsora del desarrollo de cada persona y de toda la humanidad. Haciendo una
división de este término, tenemos que caritas, es decir, amor, es una fuerza que tiene
origen en Dios, Amor eterno y Verdad absoluta. Las formas de caridad están basadas en
la verdad: protegiéndola, proponerla con humildad y testimoniarla; por lo tanto siempre
tenemos que manifestar la verdad a los demás pues es una manera de llegar a ser
caritativos. La caridad es la vía maestra de la doctrina social de la Iglesia, por lo tanto,
considera a la relación personal con Dios y con el prójimo. Se puede decir que la
caridad es el don más grande que Dios ha a dado a los hombres171.
Por otro lado, hablando de la verdad, debemos contribuir a dar fuerza en ella, mostrando
su capacidad de autentificar y persuadir en la concreción de la vida social. Ahora bien,
viendo la relación de la verdad con la caridad, se determina que es la expresión
auténtica de humanidad así como un elemento de importancia fundamental en las
relaciones humanas. La verdad actúa como luz que da sentido y valor a la caridad. Ésta
también crea comunicación y comunión, abre y une el intelecto en el logos del amor.
Pero hay un problema serio en la actualidad: el amor se ha vuelto una presa fácil de
emociones y las opiniones de las personas abusan y lo distorsionan; por lo que ya no se
habla de un amor puro y verdadero, sino de algo torcido y creado por el hombre que
también afecta a la verdad172.
La adhesión a los valores del cristianismo, como es la fe, la caridad, el amor, el respeto,
entre otros, es indispensable para la construcción de una sociedad equilibrada y un
verdadero desarrollo humano integral. Si la humanidad adoptara esos valores,
hablaríamos de una sociedad realizada, estable y feliz. Dios le otorga al hombre caridad,
para que éste a su vez la difunda a los demás, siendo así una especie de profeta que da a
conocer la caridad a la humanidad. La verdad preserva los acontecimientos nuevos de la
historia; sin verdad, no hay conciencia ni responsabilidad social, y la actuación social se
Cfr. Benedicto XVI. “Caritas in veritate”, en
http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/encyclicals/documents/hf_benxvi_enc_20090629_caritas-in-veritate_sp.html (03/03/ 2012).
171
2 Id.
132
deja en manos de intereses privados y de lógicas de poder, con efectos disgregadores
sobre la sociedad. Es lo que está pasando hoy en día, la sociedad ha sido separada pues
esa responsabilidad y conciencia se está dejando en manos de empresas y gobierno que
solo velan por intereses personales y no por el bien común. A largo plazo, esto daría
lugar a un desequilibrio social y moral que desencadenaría en una crisis social173.
Para alcanzar un desarrollo de la sociedad en vías de globalización es necesario que
exista la justicia y el bien común, dos principios fundamentales aplicados en el
cristianismo. La justicia se define como dar a cada quien lo que le corresponde; es
inseparable de la caridad pues es la primera vía para llegar a ésta. Debe haber un sentido
de gratuidad, misericordia y de comunión para que haya justicia plena. El bien común,
en cambio, es querer el bien para una persona y trabajar eficazmente en conjunto por él.
Trabajar por el bien común es cuidar y utilizar la vida social para que se configure como
ciudad o polis, puesto que somos la unión de personas con los mismos intereses y, por
lo tanto, queremos llegar al bienestar. El compromiso con el bien común tiene un valor
superior al compromiso meramente secular y político, pues es una responsabilidad muy
grande no solo con un pequeño grupo político o secular, sino con toda la sociedad. En
una sociedad en vías de globalización, el bien común y el esfuerzo por él han sido el
principal objetivo de pueblos y naciones porque al ver a los países globalizados,
presentan sentimientos de mejora y superación174.
El amor en la verdad es un gran desafío para la Iglesia en un mundo en progresiva y
expansiva globalización ya que las tendencias están cambiando constantemente y es
muy difícil seguir su marcha. Sólo con la caridad, iluminada por la luz de la razón y de
la fe, es posible conseguir objetivos de desarrollo con un carácter más humano y
humanizador. Esto es lo que les hace falta a países desarrollados y altamente
industrializados. Quizá tengan mucha riqueza material, pero sólo con la caridad pueden
alcanzar ese desarrollo humano pleno ayudando a otras naciones más desprotegidas o
necesitadas175.
173 Cfr.
Id.
Id.
5 Cfr. Id.
4 Cfr.
133
La Iglesia tiende a promover el desarrollo integral del hombre, el problema es que no
todos practican el cristianismo que forja en la persona ese sentido de espiritualidad. El
auténtico desarrollo del hombre concierne de manera unitaria a la totalidad de la
persona, por lo que necesita lo social, lo político, lo biológico, lo moral y lo espiritual o
religioso. Sin la perspectiva de una vida eterna, el hombre queda expuesto al riesgo de
reducirse sólo al incremento del tener y del consumismo; así, la humanidad pierde la
valentía de estar disponible para los bienes más altos. Este tema es sumamente
importante, porque hoy en día se está viviendo muy fuerte: el consumismo. Las
personas, por la globalización, tienen acceso a más productos de otras partes del mundo,
por lo que la mercadotecnia de las empresas “hipnotiza” a la población para que creen
una necesidad que no tienen. Por ejemplo, hace algunos años no era necesario un iPad,
pero ahora han creado esa necesidad en donde tienes que comprar un iPad. Esto
desencadena el consumismo, en donde las personas quieren lo nuevo y desechan lo
viejo de manera acelerada. La ideología tecnocrática actualmente está arraigada y confía
todo el proceso del desarrollo sólo a la técnica. Es decir, el desarrollo está basado en la
tecnología, en lo material y no en lo que realmente es importante y trascendental para el
hombre: la espiritualidad, porque sin ésta, no podríamos ser hombres íntegros y nos
faltaría esa parte religiosa176.
Voy a hacer más hincapié el capítulo tercero denominado fraternidad, desarrollo
económico y sociedad civil pues es la base de la tesis que sostengo. Actualmente, la
gratuidad pasa desapercibida pues se antepone la productividad y la utilidad. A las
empresas no les importa la parte humana incluidos los valores de solidaridad y
gratuidad, sino que sólo les interesa cumplir los objetivos personales basados en
ingresos y utilidades177.
Todos y cada uno de nosotros, no debemos olvidar que tenemos el pecado original, por
lo que el hombre se inclina al mal y da lugar a graves errores en el dominio de la
educación, de la política, de la acción social y de las costumbres. Creerse autosuficiente
y capaz de eliminar por sí mismo el mal ha inducido al hombre a confundir la felicidad
y la salvación con bienestar material y de actuación social. Gracias a esto, como lo
mencioné anteriormente, nos hemos transformado en una sociedad a la que sólo le
176
Cfr. Id.
7 Cfr.
Id.
134
interesa tener más que el otro y lo nuevo, mientras que se olvidan de la parte espiritual.
El hombre ha llegado a abusar de los instrumentos económicos incluso de manera
destructiva, esto ha desembocado en sistemas económicos, sociales y políticos que han
tiranizado la libertad y no han sido capaces de asegurar la justicia. Por eso, es necesario
que las personas empecemos a preocuparnos por la parte espiritual para que haya un
equilibrio en su nosotros podamos actuar a favor del bien común, para que haya justicia
y libertad y sobre todo, para que haya un equilibrio social caracterizado por valores
sociales, morales y religiosos178.
Dice el Papa Benedicto XVI: “La esperanza sostiene a la razón y le da fuerza para
orientar la voluntad”179. Tiene mucha razón al decir que a través de la fe y la esperanza,
podemos plantearnos un objetivo a futuro y lo podemos lograr.
La caridad es un don absolutamente gratuito de Dios. El don supera al mérito; el alma
de cada uno de nosotros es el signo de la presencia de Dios y de sus expectativas para
con nosotros. La caridad en la verdad es una fuerza que funda la comunidad pues
unifica a los hombres en pueblos y sociedades. Esta unidad del género humano, nace de
la palabra de Dios-Amor que nos convoca. Es necesario el principio de gratuidad como
expresión de fraternidad para ayudar al necesitado en momentos de dificultad.
Si hay confianza recíproca y generalizada, el mercado es la institución económica
que permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que
utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y
servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos. Está sujeto a los
principios de la justicia conmutativa donde se regula la relación entre dar y recibir
entre iguales; también son necesarias la justicia distributiva y la justicia social
porque si no estuvieran incluidas, el mercado no llega a producir cohesión social
que necesita para su buen funcionamiento. Sin formas internas de solidaridad y
confianza recíproca, el mercado no puede cumplir plenamente su propia función
económica. Hoy, esa confianza ha fallado y esta pérdida de confianza es algo
grave.180
Con esta frase de Benedicto XVI, podemos decir que esta definición del mercado esta
dada en términos morales; este significado se ha ido transformando en otra más egoísta
y consumista. Esto provoca que haya una falta de solidaridad y confianza recíproca que
desencadena las diferencias marcadas entre países desarrollados y en vías de desarrollo.
8 Cfr. Id.
9
Id.
10
Id.
135
Es cierto, que es necesario hacer un cambio en la ideología de las personas para que esta
definición dada por el Papa supla a la que se está viviendo hoy en día; dando prioridad a
valores morales para que el mercado pueda ayudar y no perjudicar a la sociedad181.
Desde el punto de vista económico, no se deben considerar a los países pobres como
subvaluados sino como una riqueza. Debe haber igualdad y sobre todo un poco más de
solidaridad y gratuidad. Es equivocada la visión de quienes piensan que la economía de
mercado tiene necesidad estructural de una cuota de pobreza y subdesarrollo para que
pueda operar bien. La actividad debe estar ordenada a la consecución del bien común;
por tanto, no se debe separar la gestión económica de la acción política pues causaría
graves desequilibrios. Entonces, la actividad económica no debe considerarse antisocial,
pues siempre va dirigida al desarrollo y bienestar de la sociedad182.
La doctrina de la Iglesia indica que dentro de la actividad económica se necesitan
relaciones de amistad, de sociabilidad, de solidaridad y de reciprocidad. No sólo no se
pueden olvidar o debilitar los principios tradicionales de la ética social, como la
transparencia, la honestidad y la responsabilidad, sino que en las relaciones mercantiles
el principio de gratuidad y la lógica del don, pueden y deben tener espacio en la
actividad económica ordinaria183.
La justicia afecta a todas las fases de la actividad económica, por lo que éstas tienen
implicaciones morales. La economía se encarga de la producción de riqueza mientras
que la política de su distribución; depende una de la otra para que pueda haber un
equilibrio. El problema, por lo menos en México, es que la economía y el gobierno no
están en sintonía y organización, por lo que quizá se produzca riqueza pero no se
distribuye bien o ni produce riqueza ni se puede distribuir. Pero ahora resulta más difícil
por la globalización porque las actividades económicas no se limitan a territorios
definidos, mientras que las autoridades gubernativas siguen siendo locales184.
El comportamiento económico y empresarial tiene en común el respeto de la justicia
conmutativa. La vida económica necesita del contrato, de leyes justas y formas de
181
Cfr. Id.
12 Cfr.
13 Cfr.
Id.
Id.
136
distribución guiadas por la política, además de obras caracterizadas por el espíritu del
don. La sociedad civil era apropiada para una economía de gratuidad y de fraternidad
para llegar a una democracia económica, pero ahora, no se puede hablar de democracia
económica; la crisis económica, fue resultado de una economía sin valores. Sin esta
gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia. Se requiere un mercado en el cual puedan
operar libremente empresas que persiguen fines institucionales diversos. En términos
económicos, la caridad en la verdad significa dar la necesidad de dar forma y
organización a las iniciativas económicas que quieren ir más allá de la lógica del
intercambio de cosas equivalentes y del lucro como fin en sí mismo. Se busca un
compromiso para promover un mundo más humano para todos. La caridad en la verdad
tiene un significado humanizador en cuanto a la actividad económica, que no solo se
reduce a ganar utilidades, sino que se debe formar a empleados, proveedores, clientes,
entre otros:
La lógica del mercado y la lógica del Estado al ponerse de acuerdo, a la larga, la
solidaridad se debilita en las relaciones entre los ciudadanos, la participación, el
sentido de pertenencia y el obrar gratuitamente, que no se identifican con el dar
para tener, propio de la lógica de la compraventa, ni con el dar por deber, propio
de la lógica de las intervenciones públicas, que el Estado impone por ley185.
Debe haber una apertura progresiva en el contexto mundial a formas de actividad
económica caracterizada por ciertos márgenes de gratuidad y comunión. El mercadoEstado corroe la sociabilidad mientras que la economía solidaria crea sociabilidad, el
problema es que el mercado-Estado es una forma arraigada que será difícil de sustituir
por la economía solidaria. La empresa responde exclusivamente a las expectativas de
los inversores, pero debería responder a las expectativas de clientes y trabajadores que
dependen de ella. Por eso, la gestión de la empresa no puede tener en cuenta únicamente
el interés de sus propietarios, sino también el de todos los otros sujetos que contribuyen
a la vida de la empresa. Se tiene que evitar a toda costa que el empleo de recursos
financieros esté limitado a buscar un beneficio inmediato, en vez de la sustentabilidad
de la empresa a largo plazo. También es necesario que las empresas, tengan
responsabilidad social, para que no sea sólo una “máquina de dinero” sino también un
sistema reformador y forjador de personas186.
14 Cfr.
15
Id.
Id.
137
Es importante decir que la iniciativa empresarial tiene un significado polivalente, en
donde tiene que destacar lo humano. También la autoridad política tiene un significado
polivalente; se debe promover una autoridad política repartida y que ha de actuar en
diversos planos187.
La ayuda internacional es un proyecto inspirado en la solidaridad para solucionar los
actuales problemas económicos, debería ayudar a la consolidación de los sistemas
constitucionales, jurídicos y administrativos en los países que todavía no gozan
plenamente de estos bienes. Es decir, países como Estados Unidos, Alemania,
Inglaterra, entre otros, deberían ayudar a países africanos, con dificultades o con
deficiencias, para que crecieran. Así, el mundo podría salir adelante en conjunto
destacando valores como solidaridad y fraternidad188.
La globalización es un proceso socioeconómico en donde hay una superación de
fronteras. La verdad de la globalización como proceso y su criterio ético fundamental
vienen dados por la unidad de la familia humana y su crecimiento en el bien. Hay que
esforzarse para favorecer una orientación cultural personalista y comunitaria, abierta a
la trascendencia, del proceso de integración mundial. Oponerse ciegamente a la
globalización sería incorrecto porque sería ignorar los aspectos positivos que ésta
produce como mayor comunicación, productos y servicios de distintos países, entre
otros. La globalización ofrece la posibilidad de una redistribución de la riqueza a escala
mundial pero si se gestiona mal, puede incrementar la pobreza y la desigualdad,
cayendo en una crisis. Por eso, se debería implementar un organismo o institución que
pudiera distribuir la riqueza de manera justa y equitativa a nivel mundial, para que
hubiera una estabilidad económica, política y social189.
Los recursos materiales para sacar a los pueblos hundidos en la pobreza son hoy
mayores que antes, pero los países desarrollados se han servido y aprovechado de ellos.
La difusión de ámbitos de bienestar en el mundo no debería ser obstaculizada con
proyectos egoístas, proteccionistas o dictados por intereses particulares, sino que debe
haber una conciencia de espíritu antropológico y ético que impulse la globalización
16 Cfr.
Id.
Cfr. Id.
18 Cfr. Id.
17
138
hacia
metas
de
humanización
solidaria.
La
globalización
es
un
término
multidimensional y polivalente, pero aplicado a la humanidad, se debe orientar en
términos de relacionalidad, comunión y participación190.
Después de haber visto todos estos argumentos de la Carta Encíclica Caritas in veritate,
puedo decir que muchos postulados se aplican al mundo contemporáneo. Es cierto que
cambiar esta ideología de los países, empresas y sociedad es muy difícil, pero podemos
apoyar la idea de que hay que aplicar la ética y la moral en todos los actos que
desempeñemos, para que así haya justicia, caridad, gratuidad, fraternidad y solidaridad
para poder crecer juntos como país, continente y mundo.
Hablando de la caridad, no puede quedarse en sólo recibirla por parte de Dios, sino que
es importante proyectarla hacia los demás cuidando que esta caridad siempre esté
acompañada de la verdad, para que pueda conseguirse con ella el bien común. No sólo
las personas en lo individual deben practicar la caridad, sino que se debe extrapolar a
instituciones gubernamentales y económicas para tener un alcance global.
El Papa Benedicto XVI, hace hincapié sobre todo en la sociedad, economía y política
donde
existe una crisis de valores. Necesitamos que haya un sistema económico
moralizado y humano, en donde se tome en cuenta a todo el mundo y no sólo a algunos
privilegiados. Necesitamos de una espiritualidad, para conseguir una integridad como
personas y para estar cien por ciento convencidos que lo importante es lo trascendental
y no lo material y consumista. A través de esta religiosidad, se llega a la caridad en la
verdad.
El sistema económico actual ha provocado severas crisis en todos los ámbitos derivado
de que se han antepuesto todos los planes y programas a la ética. Si la ética es
considerada para la toma de decisiones es posible obtener una transparencia total de la
política, de las instituciones y las empresas. En cada país, debe haber una economía y
un Estado que estén en constante sintonía y organización para que se convierta en una
Nación estable y equilibrada.
Cada vez es más común que la sociedad se vaya desapegando de la religión, sobre todo
del cristianismo. Para lograr todo lo expuesto por el Santísimo Padre, es necesario que
19 Cfr.
20 Cfr.
Id.
Id.
139
tengamos bases cristianas fundadas en el amor, en la verdad y gratitud. Esto quiere decir
que estos valores no son anacrónicos, sino que están presentes en la vida económica,
política y social.
Así, podemos concluir que la caridad en la verdad siempre estará presente en el mundo
contemporáneo, ayudando a que haya personas íntegras, un desarrollo importante y
decisiones que velen por el bien común y la justicia; por eso se dice que la caridad es el
don excelso de Dios.
140
Bibliografía
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Cultura Económica, México: 19992.
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veritate”,
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RUBIALES, Francisco. “Caritas in Veritate: el papa denuncia un mundo sin
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