benedicto xvi: un papa preocupado por américa latina

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BENEDICTO XVI:
UN PAPA PREOCUPADO POR AMÉRICA LATINA
Leonidas Ortiz L. Pbro.
Secretario General Adjunto del CELAM
La última vez que el Santo Padre Benedicto XVI recibió en audiencia a la
Presidencia del Consejo Episcopal Latinoamericano y del Caribe-CELAM fue
en el mes de Octubre de 2011. Con la lucidez y amabilidad que lo
caracterizan, escuchó las intervenciones de todos los miembros de la
Presidencia. Naturalmente, debido al paso de los años, ya se notaba su
fragilidad física. Pero conservaba su claridad mental, su espíritu jovial y su
permanente interés por lo que estaba pasando en la Iglesia en América Latina
y El Caribe. A su lado izquierdo estaba Monseñor Fernando Chica, su
traductor español-italiano, cuyo servicio no fue necesario en el transcurso de
la conversación, porque el Papa comprendía muy bien nuestra lengua.
Su renuncia no deja de ser sorpresiva y de causar impacto, tanto al interior de
la Iglesia como en la sociedad. Así como Juan Pablo II manifestó su valentía
permaneciendo en el Pontificado hasta el final de sus días, aunque su deterioro
físico era evidente, Benedicto XVI da muestras de carácter, de independencia
y de amor por la Iglesia presentando su renuncia cuando siente que su vigor ha
disminuido en los últimos meses, reconociendo su incapacidad para ejercer
bien el ministerio que le fue encomendado. Es un acto de responsabilidad, de
humildad y amor profundo por la causa de la evangelización.
Ya el Papa le había respondido, dos años antes, en una entrevista al periodista
Peter Seewald que lo interrogaba sobre el tema: “Cuando un Papa alcanza la
clara conciencia de que ya no es física, mental y espiritualmente capaz de
llevar a cabo su encargo, entonces tiene en algunas circunstancias el derecho,
y hasta el deber, de dimitir". Y eso es lo que ha hecho el Santo Padre.
América Latina y El Caribe nunca olvidará a un Papa que se preocupaba por
su destino. Sus visitas a Brasil, México y Cuba así lo demuestran. Antes de
hacer su viaje a Brasil, Benedicto XVI expresaba su preocupación por el
cambio cultural que se estaba
dando en el continente; por los
flujos migratorios, con tantas
repercusiones en la vida familiar
y en la práctica religiosa; por la
reaparición de interrogantes
sobre cómo los pueblos han de
asumir su memoria histórica y su
futuro democrático; y por otros
fenómenos
como
la
globalización, el secularismo, la
pobreza creciente y el deterioro
ecológico, sobre todo en las
grandes ciudades, así como la violencia y el narcotráfico.
Frente a todo esto, el Papa veía la urgente necesidad de una nueva
Evangelización, que fuera capaz de llegar hasta los más alejados e impulsar la
renovación de la sociedad latinoamericana y caribeña a través de la promoción
de los verdaderos valores del Evangelio, de tal manera que la justicia, la
solidaridad y la equidad, fueran parte de la identidad de nuestros pueblos.
Tal vez el mayor legado de Benedicto XVI para América Latina y El Caribe
ha sido la joya preciosa que nos entregó en Aparecida, Brasil, para la
transformación de nuestras comunidades. Se trata de la exhortación que nos
hizo a ser “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos
en Él tengan vida”; y del lema bíblico que iluminaba esta exhortación: “Yo
soy el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6). A este Papa se le va a recordar
por su presencia en América Latina dándonos este impulso encaminado al
seguimiento de Jesucristo, expresado en el Tríptico en sus escogidas escenas
evangélicas y concretado en la Misión Continental.
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