Es la Primavera Árabe un fenómeno novedoso?

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¿Es la Primavera Árabe un
fenómeno novedoso?
Evolución política del mundo árabe
hasta las revueltas y evaluación
crítica del papel de Occidente
Francisco J. Ruíz González
Comité Consultivo de Funciva
Septiembre 2012
La Fundación Ciudadanía y Valores como institución independiente, formada por
profesionales de diversas áreas y variados planteamientos ideológicos, pretende a
través de su actividad crear un ámbito de investigación y diálogo que contribuya a
afrontar los problemas de la sociedad desde un marco de cooperación y concordia
que ayude positivamente a la mejora de las personas, la convivencia y el progreso
social
Las opiniones expresadas en las publicaciones pertenecen a sus autores, no
representan el pensamiento corporativo de la Fundación.
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Sobre el autor
Francisco J. Ruíz González es miembro del Consejo Consultivo de FUNCIVA. En 1992 se
graduó en la Escuela Naval Militar, en 2005-2006 cursó el Máster en Estudios
Estratégicos y de Seguridad del Naval War College de los Estados Unidos, y en 2010
obtuvo el Diploma de Estudios Avanzados en Ciencias Políticas y de la Administración
por la Universidad Nacional de Educación a Distancia, con la Tesina “La Política Exterior
y de Seguridad de la Federación Rusa en las presidencias de Yeltsin y Putin”. En el
periodo 2009-2012, como analista del Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE),
ha pronunciado más de 40 ponencias y publicado unos 80 trabajos y artículos
relacionados con temas de Seguridad y Defensa, y en la actualidad está completando
su Tesis Doctoral, con el título “Arquitectura de Seguridad Europea. Un sistema
imperfecto e inacabado”.
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¿Es la Primavera Árabe un fenómeno novedoso? Evolución
política del mundo árabe hasta las revueltas y evaluación crítica
del papel de Occidente
Aquel que desconoce la historia, está condenado a repetirla
Napoleón Bonaparte
Francisco J. Ruíz González
El 4 de enero de 2011 el joven vendedor de fruta Mohamed Bouazizi moría en Túnez,
como consecuencia de las heridas sufridas el 17 de diciembre de 2010 cuando
desesperado, frustrado, y sin horizontes, se echó encima el contenido de un bidón de
gasolina y se prendió fuego. Las protestas en su localidad natal de Sidi Bouzid se
extendieron a la totalidad del país, gobernado durante 23 años por Zine El Abidine Ben
Ali, hasta lograr su abandono del poder y huída a Arabia Saudí el 14 de enero de 2011.
Comenzaba de ese modo la llamada Primavera Árabe, denominación genérica de las
sucesivas revueltas populares que se han ido produciendo en el Oriente Medio y el
Norte de África (en adelante MENA, Middle East and North of Africa).
El Presidente Ben Ali visitando al moribundo Bouazizi en el hospital
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Sin embargo, los esfuerzos democratizadores en esta región no son nuevos, pero
siempre han estado condicionados por la situación geopolítica mundial y en ocasiones,
dependiendo del paradigma de las relaciones internacionales utilizado, se han
pospuesto para favorecer la estabilidad y seguridad de esa zona convulsa. En este
Documento se analiza esa evolución política del mundo árabe hasta el comienzo de las
revueltas, con especial atención a la influencia de Occidente en esos procesos,
mientras que en un Documento posterior se analizará la situación actual de las
mismas, sus consecuencias para la seguridad internacional, y se intentará establecer si
el anteponer los principios a los intereses es, en ocasiones particulares, una decisión
inteligente.
Los modelos tradicionales de las relaciones internacionales y los antecedentes de
democracia y extremismo en la región MENA
Según los paradigmas realistas y la prescripción hobbesiana de la conducta
internacional (1), la principal preocupación de los Estados es la guerra y la paz, por lo
que se deben ocupar principalmente de mantener su propia seguridad frente a
amenazas externas. Para los realistas, el componente militar de la seguridad conforma
la alta política, mientras que todos los demás instrumentos, incluyendo el económico,
se relegan a un nivel inferior. De ese modo, las Relaciones Internacionales serían una
situación de guerra de todos contra todos, un juego de suma cero en el que el interés
de cada Estado excluye el del resto.
De acuerdo con ese enfoque, al finalizar la II Guerra Mundial Estados Unidos y sus
aliados de Europa Occidental tejieron una red de regímenes amigos, autoritarios en lo
político cuando no abiertamente dictatoriales, molesto detalle que se obviaba con tal
de que sirvieran para oponerse a los movimientos revolucionarios impulsados por el
Bloque Soviético. El concepto subyacente podía ser el de “los enemigos de mis
enemigos son mis amigos” o el de “el fin justifica los medios”, pero existe una frase
1
( ) Para un estudio sobre la aplicación de los postulados de Hobbes y su Leviatan (publicado en 1651) en
la post-Guerra Fría, ver WILLIANS Michael C., “Hobbes and international relations: a reconsideration”,
International Organization, Vol. 50, No. 2, 1996, 213-236.
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mucho más expresiva, la famosa “he may be a son of a bitch, but he’s our son of a
bitch”, que nos permitiremos la licencia de no traducir (2).
El enfrentamiento entre bloques se reprodujo en la región MENA. Con los soviéticos se
alinearon la Argelia del “Frente de Liberación Nacional” (FLN) (independizado de
Francia en 1962), el Partido Baaz (“Renacimiento”) de carácter nacionalista árabe, laico
y socialista (que alcanzó el poder en Siria en 1963 y en Irak en 1968), o la Libia de
Muamar el Gadafi a partir de 1969. Por el contrario, las monarquías cuasi feudales y
ultrarreligiosas del Golfo Pérsico, el Marruecos Alauita, la Jordania Hachemita, la Persia
del Shah, o el Túnez republicano y laico (independizado de Francia en 1957) se
alinearon con Occidente.
Mención aparte merece el Estado más importante, por población y peso político, de
todo el mundo árabe, que no es otro que Egipto. El Presidente Gamal Abdel Nasser
dirigió un régimen populista entre 1956 y 1970, fue apoyado tanto por EEUU como por
la URSS en su guerra contra Francia y Reino Unido tras nacionalizar el Canal de Suez,
unificó Egipto y Siria entre 1958 y 1961 bajo la denominación de “República Árabe
Unida”, y lideró la causa árabe en defensa de Palestina, con la grave derrota en la
Guerra de los seis días de 1967 que enfrentó a Israel con Egipto, Jordania, Siria e Irak.
Tras una nueva derrota árabe en la Guerra del Yom Kipur en 1973, la década de los 70
presenció importantes eventos cuyas consecuencias han llegado hasta nuestros días.
De entrada, en represalia por el apoyo a Israel, los países árabes agrupados en la OPEP
(Organización de Países Exportadores de Petróleo) aumentaron los precios del barril de
crudo y decretaron un embargo contra Occidente. El precio del barril se cuadruplicó, la
economía mundial entró en recesión, y la exportación de petróleo saudí a EEUU llegó a
caer desde 1,2 millones de barriles diarios a tan sólo 19.000.
Aunque el Secretario de Estado Kissinger presentó entonces un programa para
alcanzar la independencia energética, el hecho es que EEUU continuó siendo
2
( ) Esa frase se atribuye al Presidente estadounidense Franklin D. Roosvelt en referencia al dictador
nicaragüense Anastasio Somoza, pero nunca estuvo claro que la hubiese pronunciado. El caso es que se
ha convertido en una cita tradicional para los mandatarios de EEUU más representativos del realismo
político, entre ellos Henry Kissinger, como un modo de reflejar que la razón de estado de Maquiavelo
está por encima de los principios a la hora de tomar decisiones en política exterior.
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fuertemente dependiente de las importaciones de crudo del Golfo Pérsico (que
cubrían un 20% de su consumo), ya que Arabia Saudita no sólo es el mayor productor
mundial, sino que además tiene capacidad de aumentarla para hacer frente a
eventualidades en otras zonas (3). Eso ocurrió con una nueva crisis petrolífera,
producto de la revolución islámica que derrocó al Sha Reza Palevi en enero de 1979: el
precio del petróleo se multiplicó por 2,7 desde mediados de 1978 hasta 1981, lo que
aumentó exponencialmente los beneficios del petróleo saudí, ante la imparable
demanda de Occidente en general y de EEUU en particular.
Estos eventos nos llevan a hacer referencia a la otra tendencia de las relaciones
internacionales que, tradicionalmente, se ha contrapuesto al realismo: el liberalismo.
Para los liberales, el principal foco de atención es la cooperación, consideran que la
seguridad es mucho más que la simple protección de un país frente a amenazas
militares externas, ya que debe incluir cuestiones como la seguridad económica,
energética y medioambiental, y es la teoría que ha contribuido a desarrollar los
campos de la prevención de conflictos y los sistemas de seguridad colectivos. Las
principales diferencias entre ambas tendencias se recogen en la siguiente Tabla:
Realismo
Liberalismo
Teóricos
Hobbes y Maquiavelo
Kant y Locke
Ejemplo
Henri Kissinger
Woodrow Wilson
Naturaleza humana
Avariciosa y agresiva
Cooperativa
Objetivos de la política
La seguridad
La paz
Medios de supervivencia
El poder
El orden
Estados-nación, además de ONG,
Actores primarios
Estados-nación
Organizaciones internacionales,
burocracias e individuos
Antagonistas
Grandes poderes
Regímenes autoritarios
Instrumento principal
Poder militar
Diplomacia
3
( ) En 1979 Arabia Saudita produjo una media de 9,8 millones de barriles diarios, de un total mundial de
66 millones de barriles. Además de esa condición de máximo productor mundial de petróleo, los Al-Saud
disfrutaban de la mayores reservas probadas del mundo, con un total de 168.000 millones de barriles,
para un total mundial de 683.000 millones. Cifras obtenidas del registro histórico de la British Petroleum
Statistical
Review,
disponible
en
http://www.bp.com/sectionbodycopy.do?categoryId=7500&contentId=7068481.
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Causas de conflicto
Hipótesis clave
Naturaleza humana y
Percepciones equivocadas y fallos
anarquía
de la diplomacia
Balance de poder
Paz democrática
Conflictos inevitables,
Conclusión
pesimismo
Base de las Relaciones
internacionales
El poder
Cooperación posible, optimismo
La cooperación
Fuente: Manual Strategy and Force Planning, Naval War College, USA, 2004
Aquel periodo 1979-1980 guarda grandes similitudes con la actual Primavera Árabe
(4). Por una parte, el descontento ante la mala situación económica, la corrupción de
las clases dirigentes, y la lentitud en las reformas políticas, condujeron a un creciente
movimiento popular contra el régimen autoritario del Sha. Entre los grupos de
oposición se incluían liberales, con arraigo entre las clases medias urbanas, por lo que
se generó una corriente de opinión favorable en Occidente hacia las protestas. Sin
embargo, el vacío de poder creado con la huída del Sha fue aprovechado por el ayatolá
Jomeini y el clero chiíta, fuertemente organizado e implantado en las zonas rurales, de
modo que en tan sólo tres meses se proclamó la República Islámica y se aprobó una
Constitución teocrática, desapareciendo todo vestigio de la oposición urbana y liberal.
Parece acreditado que la Administración Carter, a pesar del respaldo garantizado por
el Consejero de Seguridad Nacional Brzezinski al Sha, dejó finalmente caer a su
régimen, por considerar imparables las revueltas y estar imbuida de las ideas del
liberalismo, tanto en su antagonismo con los regímenes autoritarios como por su
preferencia por las herramientas diplomáticas. Sin embargo, las consecuencias fueron
que, además de la mencionada crisis energética, en noviembre de 1979 estudiantes
islámicos asaltaron la Embajada de EEUU, secuestrando a su personal. La operación
militar de rescate en abril de 1980 fue un fracaso, y finalmente los rehenes fueron
liberados tras 444 días de cautiverio, ya con Ronald Reagan en la Casa Blanca.
4
( ) La última similitud se ha producido, por desgracia, el mismo día que se completaba este documento,
al ser asesinado en Bengasi el Embajador de EEUU, a manos de los milicianos a los que Occidente ayudó
a derribar el régimen de Gadafi. Stevens es el primer Embajador estadounidense que es asesinado desde
1979 en Afganistán.
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Otro país favorecido por las convulsiones del bienio 1979-1980 fue Egipto, ya que en
septiembre de 1978 su Presidente Anwar el-Sadat suscribió los Acuerdos de Camp
David con Israel, por los que recuperó la península del Sinaí perdida en la guerra de
1967. El reconocimiento del Estado de Israel y la firma de la paz supusieron a Egipto su
expulsión de la Liga Árabe y a su Presidente el ser asesinado por radicales en 1981,
pero su sucesor Hosni Mubarak conservó la condición de aliado preferente de EEUU, y
Egipto ha sido desde entonces uno de los principales receptores a nivel mundial de
ayuda exterior estadounidense (5).
Además, la revolución iraní coincidió en el tiempo con la invasión soviética de
Afganistán, que comenzó en diciembre de 1979. La reacción estadounidense es otro
ejemplo de pragmatismo y de adopción de decisiones pensando a corto plazo, aunque
sus consecuencias a largo plazo puedan ser mucho peor que el problema que se busca
solucionar. En el marco de la Guerra Fría, EEUU hizo frente a la invasión usando a los
mujaidines que se oponían al régimen comunista de Kabul, a los que financió junto con
Arabia Saudita hasta con 40.000 millones de dólares (6) y suministró grandes
cantidades de equipamiento militar (incluidos los célebres misiles antiaéreos Stinger).
Estos radicales islamistas eran reclutados entre los refugiados afganos en Pakistán, y
reforzados por miles de voluntarios llegados de otras zonas, entre ellos el joven saudí
Osama Ben Laden. Cuando los soviéticos se retiraron en 1989, los victoriosos
mujaidines, fuertemente fanatizados, regresaron a sus países y desestabilizaron a los
gobiernos locales. Un ejemplo paradigmático es el de Argelia, dónde el “Frente
Islámico de Salvación” (FIS) logró la victoria en las legislativas de 1991, tras lo cual el
FLN declaró el estado de emergencia e ilegalizó los partidos islamistas. Se suele criticar
esa decisión por ser contraria al resultado democrático de unas elecciones libres, pero
5
( ) Sólo en 2010, último año de Mubarak en el poder, EEUU ayudó a Egipto con un total de 1.698,9
millones de dólares, 397 de ellos en ayudas económicas y el resto en asistencia militar. Datos oficiales
de la United States Agency for International Development (USAID), disponibles en
http://gbk.eads.usaidallnet.gov/.
6
( ) Ver “The cost of an Afghan victory, The Nation (28.1.1999), disponible en
http://www.thenation.com/article/cost-afghan-victory?page=0,1.
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no se recuerdan tan a menudo los propósitos del FIS de acabar con la incipiente
democracia una vez en el poder, e imponer la Sharia como único código legal (7).
Por otra parte, en agosto de 1990 Saddam Hussein decidió invadir Kuwait. Esa agresión
fue especialmente inoportuna en el tiempo, ya que entonces EEUU y la URSS estaban
diseñando un nuevo orden mundial, tras la caída del Muro de Berlín, por lo que se
generó una reacción unánime de la comunidad internacional. Una de las
consecuencias de la guerra, tras la que Saddam siguió en el poder, fue que Irak
permaneció en el subconsciente estadounidense como un Estado gamberro (rogue
state) al que había que contener (8). Por su parte, Arabia Saudita y el resto de las
monarquías del Golfo estrecharon sus relaciones con EEUU, permitiendo el
establecimiento de bases permanentes en sus territorios.
Sin embargo, el Irak arruinado de los años 90 no era la verdadera amenaza para
Occidente: Ben Laden había regresado a Arabia en 1990, como un héroe de la Yihad
(guerra santa) contra los soviéticos en Afganistán, y al producirse la invasión de Kuwait
ofreció a los Al-Saud desalojar a los iraquíes liderando un ejército de mujaidines,
coordinados por la organización Al Qaeda (“la base”), fundada en agosto de 1988. El
rechazo de Riyadh, unido a la permanencia de tropas infieles en las tierras más
sagradas del Islam tras la guerra, llevaron a Ben Laden a iniciar su particular cruzada
contra EEUU, con una sucesión de atentados terroristas (9) que culminaron el 11 de
septiembre de 2001 (en adelante 11-S).
El 11-S, la reacción estadounidense, los cambios de régimen, y los esfuerzos
democratizadores en la región MENA
No es necesario recordar los eventos del 11-S de 2001 en Nueva York y Washington, ya
que están grabados a fuego en nuestra memoria colectiva. Pero sí hay que reseñar que
7
( ) El Vicepresidente del FIS, Ali Belhadj, en febrero de 1989 declaraba que “No hay democracia porque
la única fuente de poder es Alá a través del Corán, y no el pueblo. Si el pueblo vota contra la ley de Dios,
no es nada más que blasfemia. En este caso es necesario matar a los no-creyentes por la buena razón de
que desean sustituir la autoridad de Dios por la suya propia”. En la guerra civil argelina, desarrollada a
pocas millas de la costa mediterránea española, murieron unas 200.000 personas.
8
( ) A ello también contribuyó la herencia de la Guerra Fría, por haber apoyado al Bloque Soviético, y el
intento de asesinar al ex Presidente George H. W. Bush durante un viaje a Kuwait en abril de 1993.
9
Acciones contra intereses estadounidenses, como los atentados de las torres Khobar de Arabia Saudita
(1995), las Embajadas en Kenia y Tanzania (1998), y el destructor USS Cole en Yemen (2000).
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los atentados fueron ejecutados por suicidas islamistas (casi todos saudíes), miembros
de una organización dirigida por otro saudí y establecida en el Afganistán de los
talibán, a su vez radicales que habían sido adoctrinados en Pakistán por las escuelas
coránicas financiadas con capital saudí, para promover su versión wahhabi del Islam.
Por su parte, el gobierno de Pakistán consideraba a los radicales un instrumento útil,
ya que si alcanzaban el poder Islamabad obtendría la profundidad estratégica
necesaria en su enfrentamiento con la India, por lo que fue el todopoderoso ISI (Inter
Services Intelligence) el que promovió la instalación de campamentos terroristas.
La reacción inicial estadounidense siguió una secuencia lógica: ultimátum a Kabul para
que desmantelase los campamentos terroristas y entregase a los líderes de Al Qaeda a
la justicia; amenaza del Subsecretario de Estado Richard Hermitage al Director del ISI
de devolver a Pakistán “a la edad de piedra” si no colaboraba en la inminente campaña
y rompía sus vínculos con los talibán; y comienzo el 7 de octubre de 2001 de la
operación “Libertad Duradera”, con la caída de Kabul el 13 de noviembre. Sin
embargo, y como había anunciado el Presidente Bush, la campaña de Afganistán no
sería el final sino tan sólo el principio de la “Guerra Global Contra el Terror” (conocida
por las siglas en inglés GWOT, Global War On Terror).
Lo extraño es que a partir del discurso sobre el Estado de la Unión en enero de 2002
(10) se pusiera el foco de la GWOT en el llamado “Eje del Mal”, formado por Corea del
Norte, Irán e Irak, acusándoles de ser regímenes totalitarios y de desarrollar armas de
destrucción masiva que podían acabar en manos de los terroristas. De ese modo, y una
vez establecida la “Doctrina Bush” en la Estrategia de Seguridad Nacional de
septiembre de 2002 (con la opción de ejecutar acciones militares preventivas antes de
que las amenazas se materializasen), se sentaron las bases para la invasión de Irak,
finalmente iniciada en marzo de 2003.
No deja de ser paradójico que la reacción a unos atentados terroristas ejecutados por
radicales islamistas acabase con el derrocamiento del régimen laico del Baaz. Aparte
de la polémica por la inexistencia de las armas de destrucción masiva, cabe destacar la
10
( )
“State
of
the
Union
address”,
BBC
http://news.bbc.co.uk/2/hi/americas/1790537.stm.
News
(30.1.2002),
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disponible
en
completa falta de vínculos entre Saddam Hussein y Al Qaeda, mientras que está más
que acreditado que las donaciones supuestamente caritativas en los países del Golfo
sirven para financiar las redes de terrorismo internacional (11). El resto es bien
conocido: una desastrosa postguerra, 4.474 soldados estadounidenses y decenas de
miles de iraquíes muertos, un billón de dólares de coste, y un crecimiento exponencial
del terrorismo islamista (con el nacimiento de franquicias como Al Qaeda en Irak, Al
Qaeda en la Península Arábiga o Al Qaeda en el Magreb Islámico).
Merece la pena hacer otro alto para estudiar, bajo el prisma de la Teoría de las
Relaciones Internacionales, como se desarrollaron los procesos de la decisión en la
Administración Bush que llevaron a la “Doctrina Bush” y a la invasión de Irak.
Inicialmente, la política exterior de George W. Bush respondía a un modelo puramente
realista, en contraposición a las posiciones liberales de la Administración Clinton. En lo
relativo a la “Gran Estrategia” a adoptar, y frente al modelo Clinton de seguridad
cooperativa, en 2001 los republicanos oscilaban entre el aislacionismo (al que tendía el
propio Presidente, poco versado e interesado en política exterior) y la implicación
selectiva, propia del equilibrio de poder realista (tendencia principalmente
representada por la Consejera de Seguridad Nacional Condoleezza Rice).
Sin embargo, otra tendencia alcanzaría una gran relevancia, la de neoconservadores
como el Subsecretario de Defensa Paul Wolfowitz. El neoconservadurismo, que
curiosamente tiene su origen en el ámbito del Partido Demócrata, aboga por intervenir
militarmente en el exterior para cambiar los regímenes políticos y construir nuevas
instituciones en base a los valores occidentales. Tras los atentados del 11-S, ambas
tendencias se unificaron en una gran estrategia decididamente primacista, en base a
un desprecio común de las leyes e instituciones internacionales, frente a las que
ponían su fe no en la diplomacia y en los tratados, sino en el poder militar y en la
solución de usarlo (12). En el siguiente cuadro se comparan las principales
características de las diversas Grandes Estrategias mencionadas:
11
( ) Ver “EEUU acusa a donantes saudíes de financiar el terrorismo islamista”, El País (5.12.2010),
disponible en
http://internacional.elpais.com/internacional/2010/12/05/actualidad/1291503606_850215.html.
12
( ) En esa etapa, los mandatarios estadounidenses consideraban que América no debía conformarse
con la ausencia de guerra, ya que se encontraba ante la oportunidad de imponer una paz justa,
reemplazando pobreza y represión en el mundo por esperanza de un futuro mejor. Estos últimos
conceptos están claramente alejados de los tradicionales postulados del realismo, y responden a la
mezcla propia del idealismo de los neoconservadores con una gran estrategia de primacía, lo que Pierre
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Primacía
Referente
Realismo extremo,
analítico
unilateralismo
Mayor problema
Desafío de otras
de las RRII
Orden mundial
preferido
Seguridad
Implicación
Cooperativa
Selectiva
Aislacionismo
Balance de poder
Realismo
del realismo
defensivo
Indivisibilidad de la
Paz entre grandes
No implicarse
grandes potencias
paz
potencias
en el exterior
Hegemonía
Interdependencia
Balance de poder
Amplia
Transnacional
Restringida
Liberalismo
Balance sin
implicarse
Concepción de
los intereses
Estrecha
nacionales
Contenerlos. Si se
Conflictos
producen,
regionales
intervenir
Contenerlos. Si se
Intervenir
selectivamente
Conflictos
Contenerlos
étnicos
producen,
intervenir
Abstenerse
selectivamente
Casi indiscriminada
intervención
Contenerlos
Intervenciones
Intervenir
Casi indiscriminada
Intervenir
humanitarias
selectivamente
intervención
selectivamente
Uso de la fuerza
A voluntad
Frecuente
Discriminado
Abstenerse
Abstenerse
En autodefensa
Fuente: Manual Strategy and Force Planning, Naval War College, USA, 2004
La traumática experiencia de la postguerra iraquí demostró a EEUU que ni siquiera su
condición de única superpotencia le permitía ejercer una primacía global, y los costes
humanos y económicos de los conflictos de Irak y Afganistán convencieron a la
Administración Bush de la necesidad de adoptar un enfoque más pragmático en su
política exterior por el cual, sin abandonar los principios, los cambios de régimen no se
impusieran militarmente, sino que los procesos democratizadores se adaptaran a las
características de cada región, como se refleja en el siguiente párrafo de la Estrategia
de Seguridad Nacional de 2006 (13):
“Tenemos una responsabilidad de promover la libertad humana. Pero la libertad
no puede ser impuesta, debe ser elegida. La forma en que la libertad y la
Hassner definió como “wilsonismo con botas militares”, en referencia a los principios internacionalistas
del Presidente demócrata Woodrow Wilson.
13
( ) The National Security Strategy of the United States of America, marzo de 2006, disponible en
http://georgewbush-whitehouse.archives.gov/nsc/nss/2006/.
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democracia se asientan en cada territorio reflejará la historia, cultura, y hábitos
únicos de su pueblo [...] Aunque nuestros principios son consistentes, nuestras
tácticas variarán […] Conforme consideramos que enfoque adoptar, nos
guiaremos por cual será el más efectivo para avanzar en la causa de la libertad
mientras tomamos en consideración otros intereses que son también vitales para
la seguridad y bienestar del pueblo americano”.
Esos conceptos representaron el regreso del Partido Republicano a los postulados del
realismo y a una gran estrategia de implicación selectiva, y acabaron con la influencia
de los neoconservadores, expulsados de la Administración (Wolfowitz en 2004, y su
jefe Donald Rumsfeld en 2006). Una de las nuevas iniciativas fue el programa del “Gran
Oriente Medio y Norte de África”, impulsado por EEUU en el G-8, que aspiraba a
cambiar esa región política y económicamente, en aras a una transformación
democrática que socavase las causas profundas del radicalismo y el terrorismo (14).
Sin embargo, este programa tuvo poca incidencia, dada la inmediata protesta de los
regímenes árabes y los importantes intereses de EEUU en la zona (15), que le hicieron
atemperar esa promoción de sus valores en la región.
Hasta el comienzo de las revueltas a finales de 2010, cabe mencionar otro proceso
político impecablemente democrático, pero de consecuencias preocupantes para la
seguridad global. La Autoridad Nacional Palestina, controlada por la organización
liderada por Yasser Arafat (Al Fatah) venía gobernando la Franja de Gaza y gran parte
de Cisjordania desde los Acuerdos de Oslo de 1993. Hacia la zona fluyó una gran
cantidad de ayuda internacional, incluyendo la de la Unión Europea y la propia España,
que financió la construcción del Aeropuerto de Gaza en 1998 (16). Israel, por su parte,
intentó rebajar la tensión retirando todos sus asentamientos en la Franja.
14
( ) La iniciativa se presentó en la Cumbre del G-8 de junio de 2004. Ver OTTAWAY Marina & CAROTHERS
Thomas, “The Greater Middle East initiative: Off to a false start”, Carneguie Policy Brief, No. 29, 2005,
disponible en http://www.carnegieendowment.org/files/Policybrief29.pdf.
15
( ) “Los dirigentes estadounidenses están todavía paralizados por un viejo problema: el choque entre su
declarado deseo de transformar la región y su interés subyacente de mantener las útiles relaciones que
tienen con los actuales gobiernos de muchos Estados no-democráticos allí […] Egipto y Arabía Saudí han
tomado el liderazgo en rechazar el plan como un intento de imponer los valores occidentales y su visión
del mundo árabe”. Ibid., 2.
16
( ) El aeropuerto fue destruido por Israel en 2001 y nunca ha vuelto a entrar en servicio.
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La situación cambió tras las elecciones de enero de 2006, impecablemente
democráticas en sus formas y desarrollo. Las listas respaldadas por Hamas
(organización considerada terrorista por la UE y EEUU) obtuvieron la mayoría absoluta,
ante el descontento popular por la corrupción extrema de la clase dirigente. El
gobierno paso a las manos del Primer Ministro Ismail Haniya, mientras que la
presidencia del Estado continuó en manos del sucesor de Arafat, Mahmud Abbas. A
principios de 2007 se desataron fuertes combates entre las milicias de los Mártires de
Al-Aqsa (afines a Abbas) y los milicianos de Hamas, de modo que la ANP quedó dividida
en dos: Cisjordania bajo control de Al-Fatah y la Franja de Gaza bajo control de Hamas.
El resultado final de ese proceso democrático es bien conocido: ataques masivos con
cohetes y morteros contra civiles indefensos en las ciudades israelíes vecinas de Gaza,
operación de represalia israelí “Plomo Fundido” en el invierno de 2008, que causó
1.400 muertes palestinas, y bloqueo marítimo y terrestre de la Franja para evitar la
llegada de armas a Hamas, lo que ha ocasionado grandes penurias a la población civil.
Ataques israelíes a Gaza durante la operación “Plomo Fundido”
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Conclusiones
De los antecedentes históricos de la evolución política del mundo árabe se extraen
importantes lecciones, a tener en cuenta a la hora de plantear cual es la respuesta más
adecuada de Occidente la Primavera Árabe.
Durante la Guerra Fría la totalidad de las relaciones internacionales se abordaban bajo
el prisma del enfrentamiento bipolar entre los bloques occidental y comunista. El
riesgo de la destrucción mutua asegurada, debido a la existencia de armas nucleares,
convirtió esa lucha en un riesgo vital, ante el cual sobraba toda consideración sobre el
carácter más o menos democrático de los regímenes que se alineaban con Occidente y
contra la URSS, incluidos los del mundo árabe.
A finales de los años 70, con la Administración demócrata de Carter en la Casa Blanca,
la influencia de los paradigmas del liberalismo fue decisiva en la decisión de dejar caer
al Sha de Persia. Pero el gobierno de Teherán no fue ocupado por las clases medias
que promovían un sistema de corte occidental, sino por un régimen teocrático dirigido
por los ayatolás, que desde el mismo momento de su creación ha representado una
amenaza para Occidente, hasta llegar a su actual programa nuclear.
Ya con los republicanos de vuelta en la Casa Blanca en 1981, la amenaza soviética llevó
a intentar desalojar al Ejército Rojo de Afganistán, usando a islamistas a los que se
proporcionó adiestramiento, financiación y armas. A principios de la década de los 80
Arabia Saudita era un aliado clave para EEUU: le garantizaba el petróleo necesario para
su economía, y reclutaba a mujaidines radicalizados en escuelas coránicas. Por su
parte, el Egipto militarizado de Hosni Mubarak garantizaba la estabilidad y la paz con
Israel, objetivo prioritario para Washington. Cuando Irak desafió a la comunidad
internacional invadiendo Kuwait en 1990, Arabia Saudita y Egipto se alinearon sin
fisuras con los estadounidenses, a los que en la época no preocupaba en absoluto su
autoritarismo y falta de libertades democráticas.
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Esa mezcla de pragmatismo, decisiones pensando en el corto plazo, dependencia
energética, renuncia a los principios cuando se percibían contrarios en la práctica a los
intereses, o aplicación de los mismos en el momento más inoportuno, conformó un
explosivo cóctel que se manifestó con toda crudeza el 11 de septiembre de 2001. Una
vez desaparecida la amenaza soviética, la nueva amenaza vital para la seguridad de
Occidente era el terrorismo internacional de raíz islamista radical, pero EEUU se dedicó
en los años 90 a contener al régimen baazista de Saddam Hussein, que tras la Guerra
del Golfo sólo representaba una amenaza para su propia población.
Aunque el terrorismo islamista carece de justificación, no cabe duda de que existen
unas condiciones subyacentes que favorecen su desarrollo, en particular por fomentar
la capacidad de reclutamiento de nuevos activistas: una población mayoritariamente
joven, sin perspectivas de futuro, consciente del saqueo de los recursos energéticos
por la oligarquía dirigente, y en una situación límite ante la falta de libertades civiles.
En consecuencia, muchos jóvenes comenzaron a refugiarse en el Islam, en particular
en su versión más radical del wahhabismo promocionado por la monarquía saudí con
los enormes beneficios del petróleo. El proselitismo saudí y la caridad obligatoria
(zakat) que constituye el tercer pilar del Islam no son la causa del terrorismo islamista,
pero está fuera de toda duda que han sido aprovechados por los radicales para
reforzarse, sin que debamos olvidar que la inmensa mayoría de las víctimas de AlQaeda y sus acólitos han sido precisamente árabes.
Ese análisis debía haber estado presente entre los decisores estadounidenses a la hora
de reaccionar ante el 11-S, pero tras la expulsión de los talibán de Afganistán, el foco
de la acción exterior de parte de Occidente se mantuvo en Irak, una férrea dictadura
en lo político, pero mucho más avanzada en términos de separación de religión y
Estado, respeto a la libertad de credo de las minorías (17), o reconocimiento de los
derechos de la mujer, que cualquiera de las monarquías del Golfo Pérsico.
17
( ) Antes de 2003, la minoría cristiana de Irak (un millón de personas) vivía sin libertades políticas, pero
era respetada por el régimen e incluso ocupaban algunos puestos clave, como el Ministro de Exteriores
Tareq Aziz. Tras la invasión, los cristianos iraquíes disfrutan de libertad política, pero sólo pueden hacer
uso de ella para elegir entre ser asesinados por los islamistas en sus casas o iglesias, o exiliarse y salvar la
vida (medio millón de ellos se refugiaron en Siria).
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Tras el fracaso de la postguerra iraquí, los tímidos intentos de la Administración Bush
para democratizar el mundo árabe y atacar la raíz de las causas del terrorismo (como
el programa “Gran Oriente Medio y Norte de África”) fueron abandonados ante las
airadas protestas de Egipto y Arabia Saudita, que acusaron a EEUU de intentar
inmiscuirse en sus asuntos internos. Sin embargo, ni desde el pragmatismo del
realismo, ni desde el idealismo liberal, era oportuno perpetuar el status-quo de la
región, y la inacción de Occidente ha conllevado, en gran parte, que la Primavera
Árabe resultase una sorpresa, y ha dificultado que se pudiesen capitalizar los posibles
beneficios políticos del componente reformista de las mismas.
Por último, cabe destacar que las experiencias revolucionarias contra gobiernos
autocráticos (como la de Irán) o incluso los procesos democráticos (como los de Argelia
o Palestina) ocurridos en el mundo islámico antes de las actuales revueltas no ofrecen
un resultado muy alentador, ya que tuvieron por resultado la formación de la república
islámica de los ayatolá, la cruenta guerra civil argelina, o la toma del poder por Hamas.
El modo en que estos patrones podrían reproducirse con ocasión de las actuales
revueltas será objeto de estudio en un futuro Documento.
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