De la Primavera Árabe al Invierno Islamista.

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De la Primavera Árabe al
Invierno Islamista.
¿Está actuando Occidente
conforme a sus intereses?
Francisco J. Ruíz González
Comité Consultivo de Funciva
Octubre 2012
La Fundación Ciudadanía y Valores como institución independiente, formada por
profesionales de diversas áreas y variados planteamientos ideológicos, pretende a través
de su actividad crear un ámbito de investigación y diálogo que contribuya a afrontar los
problemas de la sociedad desde un marco de cooperación y concordia que ayude
positivamente a la mejora de las personas, la convivencia y el progreso social
Las opiniones expresadas en las publicaciones pertenecen a sus autores, no representan
el pensamiento corporativo de la Fundación.
2
Fundación Ciudadanía y Valores. C/Serrano, 27, 6º izq. 28001 Madrid.
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Sobre el autor
Francisco J. Ruíz González es miembro del Consejo Consultivo de FUNCIVA. En 1992 se graduó
en la Escuela Naval Militar, en 2005-2006 cursó el Máster en Estudios Estratégicos y de
Seguridad del Naval War College de los Estados Unidos, y en 2010 obtuvo el Diploma de
Estudios Avanzados en Ciencias Políticas y de la Administración por la Universidad Nacional de
Educación a Distancia, con la Tesina “La Política Exterior y de Seguridad de la Federación Rusa
en las presidencias de Yeltsin y Putin”. En el periodo 2009-2012, como analista del Instituto
Español de Estudios Estratégicos (IEEE), ha pronunciado más de 40 ponencias y publicado unos
80 trabajos y artículos relacionados con temas de Seguridad y Defensa, y en la actualidad está
completando su Tesis Doctoral, con el título “Arquitectura de Seguridad Europea. Un sistema
imperfecto e inacabado”.
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De la Primavera Árabe al Invierno Islamista ¿Está actuando
Occidente conforme a sus intereses?
Francisco J. Ruíz González
En un anterior Documento FUNCIVA1 repasamos los antecedentes históricos de la
Primavera Árabe, estudiándolos bajo los paradigmas de las corrientes clásicas del
pensamiento internacional, y con especial atención al papel de Occidente en los
procesos. Se llegó entonces a la conclusión de que las experiencias revolucionarias
contra gobiernos autocráticos, o el desarrollo de procesos políticos formalmente
democráticos no representan una novedad en los países islámicos, pero sus resultados
fueron por lo general negativos para nuestros propios intereses de seguridad, ya que
desembocaron en eventos como la formación de la república islámica en Irán en 1979,
el estallido de una cruenta guerra civil en Argelia en 1991, o la toma del poder de los
terroristas de Hamas en la Franja de Gaza en 2006.
En el presente Documento se pretende hacer un repaso de los nuevos procesos
revolucionarios ocurridos en la región del Oriente Próximo y Norte de África (en
adelante MENA, Middle East and North of Africa) a partir de enero de 2011, estudiar la
evolución de los sistemas políticos surgidos tras las revueltas, y llevar a cabo una
evaluación crítica del modo en que Occidente ha gestionado las sucesivas crisis, ya que
aunque la natural animadversión hacia los regímenes autoritarios condujo inicialmente
a un apoyo inequívoco a las revueltas, la incertidumbre sobre sus resultados prácticos
nos lleva a preguntarnos si todo lo ocurrido hasta ahora beneficia nuestros intereses o
por el contrario juega en contra de ellos, dado que parece que estamos más cerca de la
llegada de un Invierno Islamista que de la soñada Primavera.
1
“¿Es la Primavera Árabe un fenómeno novedoso? Evolución política del mundo árabe hasta las
revueltas
y
evaluación
crítica
del
papel
de
Occidente”,
disponible
en
http://www.funciva.org/uploads/ficheros_documentos/1348588625_120925._primavera_arabe.pdf.
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El mapa de las revueltas: desarrollo de la Primavera Árabe
Aunque la casuística es muy variada de un país a otro, existe un cierto patrón en las
revueltas populares que se han producido en la región MENA a partir de 2011. En
primer lugar, los Gobiernos locales eran inequívocamente autoritarios, con dirigentes
que, o bien se habían perpetuado en el poder (como Gadafi en Libia 42 años, Saleh en
Yemen 33, Mubarak en Egipto 30, Ben Alí en Túnez 24), o habían llegado al extremo de
instaurar repúblicas hereditarias (como en Siria, dónde tras 29 años de gobierno de
Hafez Al-Assad, a su muerte fue sustituido por su hijo Bachar). Otra característica
común es la presencia de grandes bolsas de población joven, cada vez mejor educada
pero sin perspectivas de futuro debido a la apropiación de la riqueza nacional por la
élite dirigente y la falta de oportunidades laborales. Sin embargo, existen también
notables diferencias en el desarrollo de los eventos, que se resumen a continuación 2.
La geografía de las revueltas árabes y su resultado
2
En todo lo referente a Egipto, se remite al lector al Documento FUNCIVA elaborado recientemente por
Miguel del Corral, “La clave del cambio en Oriente Medio. El Presidente Mursi y los desafíos de Egipto”,
disponible en http://www.funciva.org/uploads/ficheros_documentos/1348049907_egipto.pdf.
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Túnez
La República Tunecina es el más pequeño de los Estados en los que se ha producido un
cambio de régimen como consecuencia de las revueltas, con una extensión de 165.000
km2 y unos 10 millones de habitantes. Independiente de Francia desde 1957, en los
años 70 del pasado siglo se abrió a la inversión extranjera y permitió el desarrollo del
sector privado, sobre todo en el turismo por ser un país que carece de grandes
reservas de hidrocarburos. En el aspecto social, Túnez es un país muy cohesionado,
con el 98% de su población árabe y de religión musulmana-sunita, que en todo caso
tenía una presencia muy limitada en la vida pública hasta las revueltas. Además, los
tunecinos estaban especialmente abiertos a los intercambios culturales con el exterior,
con un estatus de derechos de la mujer mucho más avanzado que el de sus vecinos.
Inicialmente el Presidente Ben Alí ordeno reprimir las protestas, produciéndose
decenas de muertes. Poco después anunció que dejaría el poder en 2014 y prometió
una mayor apertura, pero de poco le sirvió ese postrer intento ya que el 14 de enero
de 2011 se vio obligado a partir al exilio en Arabia Saudita. Comenzó así un proceso de
transición hasta las elecciones a la Asamblea Constituyente del 23 de octubre de 2011.
El partido más votado fue el islamista Ennahda, seguido por los laicos “Congreso para
la República” (progresista), Ettakatol (socialdemócrata) y Partido Republicano
(centrista). El 10 de diciembre de 2011 se adoptó una constitución provisional y se
propuso como Primer Ministro a Hamadi Jebali, Secretario General de Ennahda, que
formó un gobierno provisional de coalición entre los tres principales partidos.
Libia
Libia dispone de un territorio enorme (1.759.540 km2), con una población de tan sólo
6,5 millones de habitantes, que además se agrupan en una estrecha franja en la costa
mediterránea. En 1969 el Coronel Gadafi encabezó un golpe militar contra el Rey Idris,
tras el cual se proclamó la República Árabe Libia. El país producía, antes de las
revueltas, 1,8 millones de barriles de petróleo diarios, y cuenta con las mayores
reservas probadas del continente africano (46.600 millones de barriles), además de
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54,7 billones de pies cúbicos de gas natural. A pesar de ello, y de tener una renta per
cápita de 13.500 dólares (muy por encima de la de sus vecinos), un tercio de la
población estaba en 2011 por debajo del umbral de la pobreza. Al comenzar las
protestas, y a diferencia de Túnez y Egipto donde el derrocamiento de sus líderes fue
rápido y relativamente pacífico, en Libia la situación degeneró en una guerra civil.
Así, las tribus de la Cirenaica al Este se alzaron contra el régimen, que mantuvo la
lealtad de las tribus de la Tripolitana al Oeste. Para muchos fue esta rivalidad tribal y la
lucha por el poder lo que motivó el conflicto, más que la demanda de reformas
democráticas. Gadafi lanzó una implacable campaña aérea y terrestre contra los
rebeldes, hasta ocupar la ciudad de Ajdabiya, último bastión antes de Bengasi. El día 17
de marzo Gadafi afirmó que la ofensiva sobre la capital rebelde comenzaría esa misma
noche y que “no habría piedad” con los que resistieran. Esas declaraciones sirvieron
como catalizador de la aprobación de la Resolución 1973 del Consejo de Seguridad de
la ONU, imponiendo una zona de exclusión aérea, un embargo de armas, la
congelación de los recursos financieros del régimen y la autorización de “tomar todas
las medidas necesarias” para proteger a los civiles bajo amenaza de ataque.
El resto de la historia es bien conocida: una coalición bajo liderazgo de Francia y Reino
Unido inició las acciones bélicas contra Gadafi el día 19 de marzo, con EEUU en
retaguardia proporcionando sus capacidades militares únicas. La OTAN asumió el
liderazgo de la operación el 27 de marzo, aunque sólo 14 de sus 28 miembros
participaban en la misma, a los que se sumaron países no-aliados como Suecia, Qatar o
Emiratos Árabes Unidos. Tras unos meses de incertidumbre, los rebeldes lograron
derrocar al gobierno y el Coronel Gadafi fue linchado por una turbamulta el 20 de
octubre de 2011 en su ciudad natal de Sirte.
El Consejo Nacional de Transición se hizo con el poder y las elecciones se programaron
para el 7 de julio de 2012. En los comicios resultó vencedora la pro-occidental “Alianza
de Fuerzas Nacionales”, liderada por Mohamed Yibril, logrando 39 de los 80 escaños,
mientras que el partido de la rama local de los Hermanos Musulmanes obtuvo sólo 17
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escaños. Una posible explicación es que la labor social que los islamistas realizan en
otros países en Libia era inexistente, debido a la represión del régimen gadafista.
Yemen
La República de Yemen surgió en 1990, tras la definitiva unificación del Norte y el Sur.
Con una extensión de 528.000 km2, Yemen tiene una población de 21 millones, una
renta per cápita de 2.500 dólares, y un 99% de sus habitantes profesan la religión
musulmana, aunque divididos entre un 53% de sunitas y un 47% de chiitas. Otra
división se produce entre las poderosas tribus del Norte, en particular entre los Hashid
(el principal apoyo del régimen de Alí Abdullah Saleh) y los Bakil. El 17 de enero de
2011 unos 16.000 manifestantes salieron a las calles de la capital Saná, convocados por
el “Partido de la Reforma Islámica”, el Partido Socialista y el Baaz, exigiendo que Saleh
no se presentara a la reelección.
El 18 de marzo la tensión subió un escalón, cuando la represión gubernamental
provocó 45 muertos y se declaró el estado de emergencia. Pero el momento decisivo
fue el bombardeo del palacio presidencial el 3 de junio tras el cual el Presidente Saleh,
gravemente herido, fue evacuado a Arabia Saudita para ser operado. Se inició
entonces un proceso de transición política, tutelado por el Consejo de Cooperación del
Golfo, que finalizó con la renuncia de Saleh el 22 de enero de 2012 y el nombramiento
en el cargo de su Vicepresidente, Abdo Rabo Mansur Hadi, vencedor en las elecciones
presidenciales del 22 de febrero en las que era el único candidato.
Los viejos actores de la región: Ben Alí (Túnez), Gadafi (Libia), Saleh (Yemen) y Al-Assad (Siria)
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Siria
La República Árabe Siria tiene una superficie de 185.000 km2 y 19,4 millones de
habitantes, cuya renta per cápita es de tan sólo 1.200 dólares, y aunque produce
hidrocarburos no lo hace en una cantidad suficiente para cubrir el consumo interno,
por lo que los importa de Irán. Su estructura étnica es especialmente compleja, con un
85% de árabes, un 9% de kurdos, y el resto de armenios, turcos y palestinos. En
términos de religión, el 74% son musulmanes sunitas, el 16% drusos y alauíes
(asimilables al chiismo), y el 10% restante cristianos. Bajo el régimen del partido único
Baaz, liderado por la familia de los Al-Assad, ha sido precisamente la minoría alauita la
que ha controlado los resortes del poder durante décadas, en alianza con Irán y
movimientos armados como Hizbullah en Líbano.
Las protestas comenzaron el 15 de marzo de 2011, tras convocarse por Facebook el
“Día de la ira” en Damasco, de dónde se extendieron a otras ciudades como Daraa y
Homs. La creciente represión del régimen fue condenada en abril por Estados Unidos y
Francia, y en mayo la Unión Europea impuso sanciones económicas a los mandatarios
sirios, aunque el Consejo de Seguridad no logró aprobar una Resolución de condena
por la oposición de Rusia y China, ya que tras la experiencia de Libia no están
dispuestas a legitimar una nueva intromisión en los asuntos internos de un Estado
soberano3. En agosto de 2011 Al-Assad legalizó el multipartidismo, y en noviembre
aceptó el plan de paz de la Liga Árabe, que contemplaba el alto el fuego, la retirada del
Ejército de las ciudades, y la liberación de los detenidos, aunque la violencia continuó.
La misión de buenos oficios del ex Secretario General de la ONU, Kofi Annan,
nombrado el 23 de febrero de 2012 mediador de Naciones Unidas y la Liga Árabe para
el conflicto, no logró que ni el Gobierno ni el opositor “Consejo Nacional Sirio”
respetasen los seis puntos de su propuesta para pacificar el país4, por lo que el 3 de
3
Ver al respecto “¿Qué explicación tiene la postura de Rusia ante la crisis en Siria?”, disponible en
http://www.funciva.org/uploads/ficheros_documentos/1328786539_que_explicacion_tiene_la_postura
_de_rusia_ante_la_crisis_en_siria.pdf.
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1. Nombrará de un interlocutor válido gubernamental para negociar un plan de paz. 2. Cese de la
violencia armada en todas sus formas. 3. Asistencia humanitaria en las zonas afectadas por los
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agosto anunció su renuncia, siendo sustituido por el argelino Lakhdar Brahimi. Se
calcula en más de 12.000 los muertos producidos por los enfrentamientos.
La situación actual de la Primavera Árabe: ¿hacia un Invierno islamista?
En general, las revueltas árabes han sido percibidas de un modo positivo en Occidente,
al transmitirse a la opinión pública una imagen en blanco y negro de este fenómeno,
en el sentido de presentarlo como la lucha de los jóvenes urbanitas que, desesperados
por la opresión política, la corrupción rampante, y la falta de oportunidades de futuro,
se han movilizado a través de las redes sociales hasta lograr la caída de los Gobiernos
autoritarios. A ello se ha unido un cierto sentimiento de culpa, ya que los occidentales
habían contribuido en parte a la perpetuación de esos regímenes, al priorizar durante
décadas la estabilidad sobre la apertura política, y la vigencia de criterios como el de la
“Responsabilidad de Proteger”, por el que los Estados se consideran obligados a
intervenir en otros países para evitar crímenes de lesa humanidad.
Sin embargo, y como siempre ocurre, la realidad es cromáticamente mucho más rica
de lo que el análisis simplista, dirigido a las masas desinformadas, nos intentan
presentar algunos estrategas de salón, que no dudan en respaldar las intervenciones
militares en otros países con independencia de su resultado final, e incluso de que
respondan o no a nuestros propios intereses. Es evidente que, a largo plazo, la
democratización y el progreso del mundo árabe jugarían a favor de Occidente, ya que
contribuirían a fortalecer a los Estados de la región, a disminuir las causas subyacentes
que favorecen el fenómeno del terrorismo, e incluso a limitar el flujo de inmigrantes
ilegales que llegan a nuestras fronteras.
Pero también es verdad que el lograr esos objetivos demanda una fuerte implicación
en el proceso, inicialmente en forma de las citadas intervenciones militares, y luego
con un apoyo económico e institucional prolongado en el tiempo. La experiencia de
Irak parece desaconsejar los despliegues militares prolongados en tierra hostil, ya que
actúan como catalizadores de las acciones terroristas, mientras que la crisis económica
combates. 4. Liberación de las personas detenidas arbitrariamente. 5. Libertad de circulación de
periodistas. 6. Libertad de asociación y derecho a manifestarse pacíficamente.
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que nos asola desde 2007 hace dudoso que dispongamos de los fondos necesarios
para reconstruir Estados según el modelo occidental.
En ausencia de esa fuerte implicación prolongada en el tiempo, que permitiría a
Occidente capitalizar el resultado de las revueltas, son los actores locales los que
asumen el protagonismo, en especial los movimientos islamistas que aprovechan su
fuerte implantación en la sociedad. Por ello, existen una serie de consecuencias a corto
plazo que afectan a nuestra seguridad, y que son mayoritariamente negativas, como se
detalla a continuación dando algunos ejemplos por países.
Túnez
La victoria de los islamistas de Ennahda5 representó una relativa sorpresa en un país
como Túnez, tras décadas de separación de Estado y religión y con el sistema social y
las costumbres más próximas a las occidentales en toda la región MENA. No obstante,
el Primer Ministro Jebali se apresuró a declarar que el nuevo Gobierno no aboliría el
sistema bancario existente para universalizar los bancos islámicos (que rechazan la
imposición de intereses, por ser contraria a la ley islámica o Sharia), y que se respetaría
la libertad de los turistas para vestirse como quieran y consumir bebidas alcohólicas.
Como es evidente, el motivo es que si las inversiones extranjeras se retiraran y el
turismo dejase de llegar al país su economía caería en picado de inmediato.
De ese modo Ennahda parece seguir la senda del “Partido de la Justicia y el Desarrollo”
(AKP) turco, al que dicen tener por modelo, pero no podemos olvidar que desde su
primera victoria electoral en 2002 el AKP ha ido acumulando más y más poder,
llevando a cabo una islamización progresiva de la sociedad turca, y no ha logrado
avanzar en la resolución del conflicto del Kurdistán. Por otra parte, la mayoría de la
antigua cúpula militar ha sido procesada y encarcelada, y en la actualidad hay más
5
El experto tunecino en el Islam Mohamed Talbi ha afirmado del líder de Ennahda Rachid Ghanuchi, que
“Se dice que este hombre ha evolucionado, pero tengo dudas al respecto. Ha evolucionado del rechazo
total a la democracia a apelar a la democracia. Considero que no es sincero, porque es un salafista. Y el
salafismo y la democracia no se reencuentran jamás”. Ver http://www.kapitalis.com/fokus/62national/12236-tunisie-lghannouchi-est-salafiste-et-le-salafisme-et-la-democratie-ne-se-rencontrentjamaisr-mohamed-talbi.html.
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periodistas prisioneros en Turquía que en la propia China, represaliados por
supuestamente actuar contra el interés del Estado6.
Libia
La victoria en verano de 2012 de la pro-occidental “Alianza de Fuerzas Nacionales”
frente a los Hermanos Musulmanes fue una buena noticia, pero la compleja
composición del Parlamento libio, con 120 candidatos independientes que se suman a
los ya mencionados 80 elegidos en las urnas, ha dificultado hasta la fecha la formación
de un Gobierno. Abu Shagur fue designado el 12 de septiembre de 2012 por la
Asamblea como Primer Ministro, pero no ha logrado aunar todas las sensibilidades de
un país profundamente dividido entre las distintas regiones y con una estructura tribal,
por lo que el 7 de octubre de este año se ha visto obligado a renunciar.
Mientras tanto, la situación de seguridad es francamente preocupante. Las Fuerzas
Armadas y la Policía no logran imponer su autoridad a las milicias que protagonizaron
la rebelión contra Gadafi, entre las que parece que se han infiltrado elementos
salafistas radicales, como los que llevaron a cabo el 12 de septiembre el ataque contra
el Consulado estadounidense en Bengasi, asesinando al Embajador Stevens 7. Diez días
más tarde el Gobierno de Trípoli ordenó la disolución de todas las milicias, pero está
por ver que sea capaz de imponer la medida. Por otra parte, parece acreditado que en
el caos de la guerra civil ex milicianos de Gadafi y mercenarios subsaharianos cruzaron
las fronteras de los países vecinos con gran cantidad de armamento, y han tenido un
papel importante en la revuelta de los Tuareg y los islamistas radicales en el Norte de
Mali, desestabilizando toda la zona del Sahel.
6
Ver al respecto “Turkey’s Middle East policy challenged by Arab Spring”, disponible en
http://www.cidob.org/en/publicacions/opinio/mediterraneo_y_oriente_medio/turkey_s_middle_east_
policy_challenged_by_arab_spring.
7
El desconcierto de la administración Obama ante este incidente se manifestó en las palabras de la
Secretaria de Estado Hillary Clinton, cuando afirmaba compungida que “¿Cómo pudo pasar esto en un
país que ayudamos a liberar, en una ciudad que ayudamos a salvar de la destrucción?”.
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Los nuevos actores: Jabali (Túnez), Shagur (Libia), Hadi (Yemen), y Sieda (Siria)
Yemen
En Yemen, ocho meses después de las elecciones presidenciales la situación de
seguridad sólo se puede calificar de pésima: la franquicia local de Al Qaeda, llamada
“Al Qaeda en la Península Arábiga” (AQPA), domina amplias zonas del Sur y del Este
del país, en lo que se ha convertido en el mayor santuario del terrorismo internacional,
obligando a EEUU a llevar a cabo ataques selectivos con el uso de aviones notripulados. A la vez, los chiitas del Norte se rebelan contra el Gobierno de Saná, y por
todo ello el Presidente Hadi no ha dudado en pedir apoyo internacional para impulsar
un diálogo nacional y evitar la inminente guerra civil.
Siria
La situación en Siria está estancada, con todas las iniciativas internacionales
fracasando ante la realidad de la violencia sobre el terreno, y una implicación
internacional cada vez mayor, en modo de apoyo a uno u otro bando, que hace prever
una escalada de la crisis. Las monarquías autocráticas del Golfo Pérsico, que no
dudaron en reprimir militarmente las protestas de la mayoría chiita en Bahréin, apoyan
con dinero y armas a los rebeldes sunitas sirios, mientras que el régimen de Damasco
continúa siendo respaldado por su aliado chiita Irán.
En el Nordeste de Siria, la minoría sirio-kurda ha aprovechado los combates para
asumir el control de su territorio, lo que preocupa especialmente a Turquía por el
hecho de que el PKK puede lograr una nueva base de operaciones. Además, Ankara ha
apoyado inequívocamente a los rebeldes, y se producen frecuentes incidentes
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armados en la frontera, como cuando un avión militar turco fue derribado 8, o más
recientemente con la muerte de cinco civiles turcos como consecuencia de un
bombardeo sirio. Por último, en el siempre inestable Líbano se reproducen las
tensiones interétnicas de Siria, rememorando la guerra civil que duró de 1975 a 1989.
Evaluación del papel de Occidente y conclusiones
En un reciente artículo el tantas veces citado como paradigma del realismo político, el
ex Secretario de Estado estadounidense Henry Kissinger, advertía que la postura de la
Liga Árabe sobre Siria no la marcan países que se distingan por la práctica o la defensa
de la democracia (en una velada referencia a las monarquías sunitas del Golfo), sino
que sólo refleja el milenario conflicto entre chiitas y sunitas. Añadió que cuanto más se
destruya el orden existente más difícil resulta establecer una autoridad nacional, y
cuanto más se fragmente una sociedad más fácil es que se alimente la unidad de los
ideales islamistas en contra de los valores y objetivos de Occidente.
Resulta evidente que en las actuales revueltas de la Primavera Árabe se reproducen los
patrones de eventos previos como la revolución islámica de Irán: unos movimientos
heterogéneos, en los que inicialmente las fuerzas liberales y urbanas desempeñan un
papel predominante, pero que tras el derrocamiento del poder establecido
desaparecen para dejar paso a las fuerzas del islamismo, moderado o radical,
fuertemente arraigadas en la sociedad rural y en las clases populares, para las que
representan el único actor fiable en la gestión de la economía y en la lucha contra la
lacra de la corrupción.
Ante esa realidad, los países occidentales se han movido en el difícil punto de
equilibrio entre la salvaguarda de sus intereses nacionales de seguridad, propia del
pragmatismo realista, y la defensa de los valores y principios, propia del idealismo
constructivista. Así, Francia y el Reino Unido, a los que se había acusado de cierta
pasividad ante las revueltas tunecina y egipcia, asumieron una postura especialmente
beligerante contra la Libia de Gadafi, que probablemente no hubiese contado con el
8
Ver al respecto “El derribo del avión turco y el aumento de tensión en torno a Siria”, disponible en
http://www.funciva.org/uploads/ficheros_documentos/1340703127_el_derribo_del_avion_turco.pdf.
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respaldo de otros Estados europeos y de EEUU de no ser por la amenaza del 17 de
marzo de 2011 de provocar una masacre en Bengasi.
Por otra parte, en el caso de Siria hay una práctica unanimidad de las capitales
occidentales en la condena del régimen de Damasco y en la exigencia de que Bachar
Al-Assad abandone el poder. Siendo totalmente reprobable el uso de la fuerza armada
contra la población civil, la evidente presencia de elementos terroristas islámicos entre
las filas de los rebeldes parece aconsejar el ser más prudente, sobre todo por el
destino que se pueda dar a las armas que fluyen hacia Siria. El simple hecho de que el
líder de Al-Qaeda, Ayman al-Zawahiri, haya apoyado públicamente a la oposición
sunita, mientras que los cristianos sirios han manifestado su apoyo al régimen, ante la
perspectiva de una islamización forzada y de ataques contra las minorías similares a los
que se producen en Irak o Egipto, debería llevar a Occidente cuando menos a meditar
sobre la política a seguir frente a esta grave crisis.
Esa prudencia es la que manifiesta el Estado de Israel que, a diferencia de los que
opinan desde la distancia, se juega permanentemente su propia existencia, al ser una
pequeña democracia de 6 millones de judíos rodeada de cientos de millones de árabes
hostiles. El Gobierno de Jerusalén ha asistido con preocupación a las revueltas, por
preferir la estabilidad que proporcionaban regímenes autoritarios como el de Mubarak
a las incertidumbres que se abren con los procesos revolucionarios y supuestamente
democratizadores. Los Hermanos Musulmanes, triunfantes en Egipto, siempre han
mantenido una posición antiisraelí, siendo contrarios al tratado de paz firmado en
1979 por ambos países, por el cual Israel devolvió la península del Sinaí a Egipto con la
condición de mantenerla desmilitarizada. Precisamente desde la caída de Mubarak se
han multiplicado los incidentes en la frontera, dónde las milicias campan a sus anchas y
prestan apoyo al gobierno islamista de Hamas en la Franja de Gaza.
En el caso de Estados Unidos, desde la revolución iraní de 1979 el régimen de los
ayatolás ha permanecido como un desafío permanente a la política exterior de
Washington, algo que no ha hecho sino aumentar con el actual desarrollo de su
programa nuclear. Es por ello que el Gobierno estadounidense está siendo
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especialmente activo en la crítica a Siria, ya que Damasco es el único gran aliado que
tiene Teherán, y además es su enlace con las milicias chiitas de Hizbullah que dominan
gran parte de Líbano. A identificar como su enemigo en la región el eje Irán-SiriaHizbullah, EEUU no duda en alinearse con los enemigos de Irán en la región, en
especial los sunitas de las monarquías del Golfo, inmiscuyéndose de ese modo en la
guerra civil latente en el mundo musulmán entre sunitas y chiítas.
Eso explica el doble rasero que lleva a condenar la represión en Siria mientras se hizo
la vista gorda ante la intervención militar en Bahréin para acabar con las protestas de
la mayoría chiita reprimida por la monarquía sunita. Sin embargo, ha sido el terrorismo
islamista-sunita de Al-Qaeda el que ha golpeado a Occidente, incluyendo los atentados
del 11-S de 2001, y la mayoría de sus militantes son saudíes, kuwaitíes o jordanos, que
reciben financiación de organizaciones supuestamente caritativas respaldadas por
organismos gubernamentales, y son adoctrinados en las doctrinas más radicales como
el wahhabismo en escuelas coránicas promovidas por Riad.
Por ello, es conveniente no engañarse respecto al previsible resultado de las revueltas,
para poder así hacer frente a sus consecuencias. Un viejo proverbio árabe afirma que
“son preferibles cien años de tiranía que una noche de caos”; el hecho es que ese paso
de la tiranía al caos ya se ha producido, y en el río revuelto resultante son los islamistas
los únicos con la organización y grado de implantación suficientes para recoger las
ganancias.
Por tanto, son los musulmanes iraquíes o egipcios los que deben valorar si vivían mejor
bajo los regímenes autocráticos que en la actualidad, pero los cristianos de esos países
ya saben que, mientras antes vivían sin libertad, ahora son libres para exiliarse o
arriesgarse a ser asesinados por los radicales. En el caso de Israel y Occidente, y
asumiendo el componente de cinismo propio del realismo político, no cabe duda de
que a corto plazo la relativa estabilidad de la región MENA hasta 2011 servía mejor
nuestros intereses de seguridad que la incertidumbre ahora reinante. Eso debe servir
de referente a la hora de adoptar políticas de alto riesgo, como apoyar con armas a
unos rebeldes que en pocos años pueden volverlas contra nosotros, como hicieron los
muyahidines que lucharon contra la URSS en Afganistán.
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