el universo y el sentido de la vida

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A los que buscan la verdad
Principio de incertidumbre filosófico:
“Ni siquiera sé si no sé nada”
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Al Sr. Anastasio y la Sra. Angelina (mis padres) que han sido los inspiradores de todas
las ideas que puedan tener alguna consideración en este proyecto.
A Nati que hizo posible que el proyecto tomase forma en tres dimensiones.
A Carmen que con su ayuda pude acabar el trabajo.
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Ha llegado el momento de darse cuenta de que toda interpretación,
incluso positivista, del Universo, debe, para ser satisfactoria, abarcar tanto
el interior como el exterior de las cosas. Lo mismo el Espíritu que la
Materia. La verdadera física será aquella que llegue algún día a
interpretar al Hombre total dentro de una representación coherente
del mundo.
Teilhard de Chardin
(El fenómeno humano)
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Índice
Prólogo…………………………………………………………………….. 6
Introducción....................................................................................................8
¿Qué podemos entender por infinito?.............................................................9
El tiempo....................................................................................................... 11
Materia-Energía-Luz.....................................................................................22
Concepción dimensional del Universo..........................................................35
La imagen del Creador..................................................................................68
Jesús: Mensaje evangélico............................................................................80
Infierno, purgatorio y gloria.........................................................................90
Oración-Comunión de los santos................................................................104
Muerte y resurrección.................................................................................111
Conclusiones...............................................................................................122
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PRÓLOGO
Me pregunto cómo se hace. ¿Cómo se escribe un prólogo sin defraudar las expectativas
del esfuerzo y el cariño puestos en el libro a prologar? Enci me pide unas palabras
introductorias para un trabajo en el que lo ha puesto todo, en el que se ha vaciado. He ahí
el reto al que me enfrento: que lo que yo pueda decir aquí no quede, por contraste con lo
que viene detrás, huero, artificial, sin alma. No sería justo. A fin de cuentas, Enci ha
puesto toda la carne en el asador, y creo que es de justicia corresponder (en alguna
medida) esa generosidad compartiendo los derroteros por los que transcurre su misma
búsqueda desde otra vivencia.
Verán. Cuando Enci me pidió que escribiera un prólogo para su libro, supe que era una
tarea muy honrosa y que denotaba una gran confianza. Pero tras leerlo de corrido una
primera vez, me di cuenta de que el honor y la confianza eran aún mayores, porque en
estas páginas se asoma lo más íntimo de él, y sé que mostrar eso, siquiera sólo por pudor,
requiere gran valentía. Por conversaciones que hemos tenido, sé lo importante que era
para Enci escribir este libro, para plasmar su visión de la verdad que da sentido a la vida
y, lo que es aún más encomiable, compartirla como regalo con otras personas que puedan
estar en busca de sentido y a quienes su interpretación y elaboración pueda serles de
ayuda.
Elaborar una reflexión con tanta coherencia y humanidad no se improvisa, no es cosa de
un día para otro. Cada página, diría incluso cada palabra o cada letra, respiran reflexión,
meditación, oración y lucha personal: cada letra es Enci. Con la perspectiva que da la
experiencia, llamémosle vivencias vitales o simplemente años, ha logrado depurar
muchas preguntas y encontrar respuestas razonables, aceptables, “vivibles” para él. Me lo
ha repetido infinidad de veces: “todo encaja”, las piezas del rompecabezas del sentido de
la vida se tornan sencillas y manejables en el relato.
Pero lo más hermoso es que no ha querido guardarse el fruto de su búsqueda. Al
escribirlo, o mejor, relatarlo pormenorizadamente, está dejando constancia de que una
búsqueda puede desembocar en encuentro. Da testimonio de la huella personalizada que
la pregunta por el sentido ha dejado en su vida. Hace suyas las preguntas, y da respuestas
trabajadas y peleadas desde su vida. Llega a conclusiones que pueden sorprender y hasta
escandalizar. Pero yo diría, si me lo permiten, que esas conclusiones son casi lo de
menos: lo más grande, lo que yo encuentro desgarradoramente bello, es el hecho de que
con su “todo encaja”, da testimonio de la Buena Noticia hecha vida en él, y con ello,
prueba de la actualidad plena del mensaje evangélico. Si en el siglo XXI llega el mensaje
evangélico al corazón y a la vida de un religioso profesor de física que exclama “todo
encaja”, también puede llegar a cada persona con sus propias circunstancias: desde el
astrónomo encerrado en su laboratorio, hasta la teleoperadora, el padre de familia o la
abogada jubilada. Por supuesto, también a sus queridos alumnos de bachillerato, público
preferido por él para su libro.
A grandes rasgos, el libro se estructura en dos bloques. El primero, que podríamos
llamar el científico o físico, se ocupa de cuestiones como el infinito, el tiempo, la materia,
la energía, la luz, la concepción dimensional del universo... Son las bases conceptuales
(aunque ya explicadas desde una interpretación personal) de la argumentación del
segundo bloque, que podríamos llamar espiritual o religioso. En esta segunda parte se
van explicando los elementos bíblicos, dogmáticos y tradicionales de la fe cristiana en
torno a las nociones físicas previamente explicitadas. Así, los capítulos dedicados a la
imagen del Creador, el mensaje evangélico de Jesús, infierno, purgatorio y gloria,
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oración y comunión de los santos y muerte y resurrección, son la traducción de la
experiencia de Enci aplicada a las preguntas universales sobre la trascendencia.
Es decir, Enci nos habla de la vida y su sentido. Para mí, buena parte de la respuesta a esa
crucial pregunta que tanto ha entretenido (y seguirá entreteniendo) a la humanidad se
encierra en la experiencia fundante de sentirse creatura y criatura, sentirse parte de una
Creación y criado por ella, creado y recreado. Nada más lejos de mí que insinuar un
creacionismo tontorrón. Y nada más lejos de la intención de Enci, a quien precisamente
le duele, como científico, la sentencia lapidaria de quienes hablan de una brecha
insalvable entre ciencia y fe. Cuando sitúo la experiencia fundante de sentirse creatura y
criatura como clave, me estoy refiriendo a una forma intuitiva de encajar vida y sentido
desde la fe: si no encuentro a Dios dentro de mí, difícilmente lo voy a encontrar fuera.
Con la osadía y la libertad que da asomarse a los textos bíblicos siendo lega en teología o
en exégesis, me atrevería a decir que ya en el relato de la Creación (Gen 1, 1-31) se
encuentran muchos elementos “vitales” que dan pistas sobre el sentido:
-
-
el aliento de vida como algo discreto (creador) y constante (re-creador), sin
nombre, silencio amigo que da vida y crea
el respeto divino por su creación, por sus creaturas, palpable en su unicidad desde
su creación, “cada una según su especie”
confianza de la Vida en la vida, en lo que crea, pues está dotada de mecanismos
para su autorregulación, ya desde la distinción del día y la noche. Con ello se
expresa una ligazón con el Creador basada en la libertad y en la dignidad, y no en
una dependencia tiránica
bendición (“vio que era bueno”) de la creación y sus creaturas, de las que no se
desentiende una vez creadas, sino que también las cría
orden, finalidad, no arbitrariedad… la Creación no es un capricho ni un
experimento, es fruto de un deseo, de un sueño, que contempla un orden lógico
con necesidades cubiertas por medio de una cadena trófica (en el relato bíblico,
Dios crea la hierba verde para que se alimente todo ser que respira; las semillas
para que se alimente el hombre, etc.)
Sería vanidad por mi parte entrar a desarrollar estas pistas, que por lo demás difícilmente
pueden relatarse si no se encarnan, si no se hacen carne desde la Palabra. Lo que he
pretendido poner de manifiesto es que todos, desde nuestra cotidianidad, estamos más o
menos explícitamente implicados en ese proceso de búsqueda de sentido, siquiera por
pura necesidad antropológica.
Enci ha escrito estas páginas con el alma en la boca. Además, ha empeñado toda su
meticulosidad en un proceso creativo preñado de numerosas versiones, modificaciones,
correcciones… El resultado es, en resumidas cuentas, el relato de una búsqueda. Cada
uno de nosotros tiene su búsqueda particular, y por ello este libro tiene tantas reacciones
como personas lo lean. Si el ejemplo de la búsqueda de Enci logra sembrar semillas de
eternidad en sus lectores, habrá dado fruto abundante.
Carmen Castañón Jiménez
Madrid, 3 de enero 2006
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1 – INTRODUCCIÓN
Se llama dimensión en Física a cada una de las magnitudes de un conjunto que
sirven para definir un fenómeno, siendo magnitud aquella propiedad física que puede ser
medida (por ejemplo, la longitud, la superficie, el volumen, la temperatura, etc.). Según
esto, podemos decir que la longitud o distancia entre dos objetos es una dimensión.
Teóricamente el concepto de dimensión se puede extrapolar a otros entes como
por ejemplo, la inteligencia, que se trata de medir en la actualidad con test, la movilidad o
desplazamiento relativo, que también es medible con unidades de distancia o de
velocidad, la capacidad de amar, la vida, etc. Aunque, evidentemente, en varios de estos
casos actualmente tengamos bastantes problemas para medirlos, nada impide que en el
futuro se descubran nuevas formas de hacerlo.
Si cruzamos dos dimensiones longitudinales aparece una superficie. El espacio
que se forma contiene a estas dos dimensiones, una longitudinal (largo) y otra transversal
(ancho).
Si cruzamos tres dimensiones perpendicularmente, obtendríamos el espacio real
en el que vivimos. La materia, único ente visible en el Universo, ocupa estas tres
dimensiones: largo, ancho y alto.
¿Qué sucedería si en lugar de cruzarse tres dimensiones fuesen cuatro o más?
Evidentemente la concepción de espacio sería distinta a la que conocemos y nos
resultaría difícil imaginar cómo podría ser. Sin embargo, en nuestro Universo existen,
probablemente, muchas dimensiones más que se cruzan entre sí y que dan como
resultado el Universo real o imaginario en que vivimos.
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2 - ¿Qué podemos entender por infinito?
El concepto filosófico de infinito, puede reducirse a un imposible.
En Matemáticas, este concepto es un término muy utilizado, y expresa cantidades
excesivamente grandes e imposibles de alcanzar. Sin embargo, en Física cambia bastante,
y el término infinito es muy relativo: por ejemplo, se supone que un trozo de hierro se
encuentra a una distancia infinita de un imán cuando las fuerzas de atracción no se ponen
de manifiesto, aun cuando el hierro y el imán estén a una distancia de algunos metros. Es
decir, que a esa distancia, resulta imposible que el imán atraiga al hierro.
El símbolo matemático que se emplea para expresar un valor mayor que cualquier
cantidad asignable es un signo en forma de un ocho tendido ().
El concepto de infinito podemos asociarlo al de dimensión de la siguiente forma:
Supongamos que una hormiga, por nombrar algún ser, sólo viviese en una
dimensión. Evidentemente solamente se podría mover en una línea y además recta.

 1 cm

¿Qué sucedería si esa hormiga tuviese que recoger un grano de trigo que se
encontrase fuera de la línea, a un centímetro de distancia, por ejemplo? Naturalmente la
hormiga no conseguiría jamás alcanzar el grano de trigo, puesto que para ella ese punto
se encuentra en un espacio al que no puede acceder. Esta distancia insignificante se
convierte para la hormiga en un infinito, y por tanto, un imposible. Sin embargo, si el
animalejo se pudiese mover en dos dimensiones, largo y ancho, ese infinito
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desaparecería, porque podría tener acceso a todos los puntos que forman el plano en el
que la vida para ella sería posible.
Similarmente sucede cuando sólo se conocen dos dimensiones y se quiere alcanzar un
objeto que se encuentra sobre la superficie.
Ancho
Largo
El objeto se encuentra a una distancia infinita, aunque prácticamente esté tocando
la superficie. Y, una vez más, este infinito se transforma en finito cuando se cambia de
dimensión; de dos a tres.
Por consiguiente, el infinito se encuentra en el límite de las dimensiones.
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3 – El tiempo
A lo largo de la historia se ha escrito bastante acerca de este concepto. Para
nosotros, el tiempo es algo que se nos escapa de las manos.
El científico lo considera como una magnitud que puede medir con una exactitud
de, como mínimo 10-14 s en los relojes atómicos, y que aunque esta precisión parezca
exagerada, los hombres de ciencia cuentan con ella para muchos de sus experimentos.
Es curioso cómo en la vida ordinaria nada se mueve sin el tiempo. Sin embargo,
¿dónde está? El pasado no lo tenemos ni lo podemos desplazar. El futuro no ha llegado, y
el presente, ¿dónde se encuentra?
Sería absurdo decir que no existe el tiempo, cuando todo el Universo se mueve en
torno a él.
Dado que el tiempo es una magnitud medible, podemos considerarlo como una
dimensión.
Ahora bien, siempre que esta dimensión se considere como un parámetro más, en
cualquier estudio matemático, para tratar de explicar alguna realidad física, deberá tener
las mismas posibilidades que el resto de las variables que lo representan. Es decir, si
sobre cada una de las variables que constituyen el espacio (x, y, z), nos podemos
desplazar en cualquier dirección, también lo debiéramos poder hacer en la otra variable
(t) al formar el espacio de cuatro dimensiones (x, y, z, t). Entendiendo el espacio, en
Matemáticas, como el conjunto de entes entre los que se establecen ciertos postulados.
Dado que la materia ordinaria no se puede desplazar por la dimensión temporal,
ya que es imposible regresar al pasado o introducirse en el futuro, el espacio representado
matemáticamente de esta forma (x, y, z, t), claramente no sería realidad para nosotros.
Corresponde a un espacio vacío de materia ordinaria.
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La entrada en esa dimensión temporal supondría hacer presente el concepto de
eternidad. Y, de hacerse realidad dimensionalmente el tiempo en nosotros, podríamos
desplazarnos por él hacia delante, hacia atrás y detenernos en él; de la misma forma que
lo podemos hacer en el espacio (entendiendo por espacio ahora el continente de todos los
objetos sensibles que existen), ya que no existen diferencias entre las variables que lo
representan. Si esto fuese así, sería maravilloso, pero de momento, para la materia, es un
imposible más. Lo siento por los partidarios de la Máquina del tiempo, pues mientras no
se consiga cambiar de dimensión permaneciendo vivos, resultará un poco complicado
construirla.
La Teoría de la Relatividad, que tanto ha marcado la ciencia en el siglo XX, da al
tiempo un significado especial, y deja de ser éste algo absoluto, único, y al menos, pasa
con diferente rapidez para un observador que se mueve que para otro que permanece en
reposo. Los éxitos comprobados de la Teoría de la Relatividad están en las ondas
electromagnéticas, (la luz) que éstas sí se pueden desplazar en el espacio, y como la
misma teoría predice, en el tiempo, también.
La Mecánica Cuántica, que es la teoría en la que se basa la ciencia
contemporánea, introduce la idea de tiempo “imaginario” para poder explicar los
fenómenos microscópicos. Esto es lo mismo que dimensionarlo, es decir, es considerar el
tiempo como una dimensión más, para tratar de explicar muchas de las cosas que suceden
en la naturaleza, en el nivel más pequeño que se conoce de la materia. Esto supone algo
sumamente importante para comprender un poco lo que sucede en el Universo Real.
En otras ocasiones, los científicos hablan de la “flecha del tiempo” para indicar el
sentido en el que transcurren los sucesos. Debido a que con el tiempo aumenta el grado
de desorden de las cosas en general, o lo que es lo mismo, la entropía en el Universo,
podemos distinguir el pasado del futuro dando un sentido a la “flecha del tiempo”.
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Es curioso cómo nosotros sólo recordamos el pasado y el presente, pero no el
futuro. Sin embargo en el tiempo dimensionado están escritos todos. Esto puede ser una
prueba más de que para nosotros, el tiempo no está dimensionado realmente.
Por otra parte, si la flecha del tiempo apuntase hacia el pasado, probablemente
recordaríamos el futuro y no el pasado, cosa que implicaría la inversión temporal, lo que
supondría un Universo invertido, en el que naceríamos de las tumbas, andaríamos hacia
atrás, y desapareceríamos en el vientre de nuestra madre.
Pero dado que la flecha del tiempo apunta hacia el futuro, ¿será una prueba
suficiente para justificar que el Universo se esté expandiendo en lugar de contrayendo, lo
que supondría volver al origen? Big Bang.
Aunque sería poco serio no tener en cuenta, sin justificar suficientemente esta
forma de concebir el Universo, pienso que hay, o al menos teóricamente puede haber,
otras concepciones del Universo que con el paso de los años puedan justificarse
convenientemente.
Lo que parece evidente es que no podemos prescindir del tiempo, en cualquier
encuadre que queramos dar a la vida misma.
En el libro Historia del tiempo, Stephen W. Hawking hace un estudio interesante
sobre la concepción temporal.
¿Qué piensa la ciencia del tiempo?
En Física, el tiempo no es tan fácil de definir como se podría creer; más aún si se
tiene presente la teoría de la relatividad, que demuestra que el tiempo no transcurre igual
para todos los observadores.
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Como ya he señalado anteriormente, algunos científicos utilizan la “flecha del
tiempo” para indicar que el tiempo puede transcurrir siempre en un mismo sentido, del
pasado al futuro.
Esta flecha se atribuye generalmente a la irreversibilidad de ciertos fenómenos
macroscópicos, ciertas reacciones químicas, la degeneración que sufren las cosas con el
paso del tiempo, etc.
Sin embargo, las leyes que rigen las interacciones entre objetos microscópicos
(partículas elementales, átomos, etc.) son simétricas con respecto a la inversión del
tiempo, esto es, no establecen distinciones entre el pasado y el futuro.
Y no faltan investigadores que tienden a pensar que la interrogación sobre la
naturaleza del tiempo es lo que hará surgir nuevas teorías físicas fundamentales.
De momento, para un científico, el tiempo es una dimensión, en el sentido
matemático de la palabra, con la que intenta explicar el universo en que vivimos.
Y además el tiempo que transcurre para un objeto que se mueve (cuanto mayor
sea la velocidad (v), mayor será la diferencia entre los tiempos transcurridos) debe ser
distinto del que transcurre para un observador en reposo. La relación entre ambos viene
dada por:
t´
t
1 v2 / c2
en la teoría de la relatividad restringida. Siendo c la velocidad de la luz en el vacío.
Además hay que destacar que las nociones de simultaneidad, de pasado y futuro
pierden igualmente su carácter absoluto. Un suceso determinado puede haberse
producido en el pasado de un observador y en el futuro de otro.
Por su precisión, los relojes atómicos han permitido y seguirán permitiendo
someter a prueba las leyes fundamentales, especialmente las de la teoría de la relatividad.
Uno de los mensajes más espectaculares de esta teoría, nacida en 1905, es la relatividad
del tiempo: dos observadores que se muevan uno con respecto al otro no tienen la misma
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escala de tiempo, es decir no transcurre para los dos de la misma forma. En particular, un
reloj en movimiento uniforme a la velocidad v, con respecto a un observador le parece a
éste que lleva un ritmo más lento que el ritmo propio (medido cuando el reloj está
inmóvil). La diferencia es totalmente imperceptible para las velocidades habituales pero
es tanto más importante cuanto más se acerca la velocidad a la de la luz. Por ejemplo,
para una velocidad de 240.000 km/s, el 80% de la velocidad de la luz, el ritmo aparente
es 5/3 más lento (1,6666...). Para un 90% de la velocidad de la luz, el factor de reducción
es aproximadamente 7. Para el 100% de la velocidad de la luz, límite inaccesible, este
factor sería infinito: el reloj en movimiento parecería marcar siempre la misma hora.
Para ilustrar el fenómeno de dilatación del tiempo, el físico francés Paul Langevin
explicó en una conferencia en 1911, una historia que se ha dado en llamar, algo
erróneamente, paradoja de los gemelos. Imaginemos a dos gemelos, uno de los cuales
permanece en la Tierra mientras que el otro, por medio de un cohete, efectúa un viaje de
ida y vuelta a muy alta velocidad – digamos que a 240.000 km/s – hacia una estrella que
dista 4 años luz. Visto desde la Tierra, el trayecto de ida y vuelta dura diez años. Pero
relativamente a la Tierra, los relojes embarcados en el cohete, y especialmente los relojes
biológicos, como el ritmo cardiaco o el ritmo metabólico, retardan en un factor 5/3. A su
regreso, el gemelo viajero no habría envejecido diez años como su hermano, sino sólo
3/5 x 10 = 6 años. El resultado es muy sorprendente, pero la paradoja no está ahí. Si
ahora, ingenuamente, se razona desde el punto de vista del viajero, es su hermano
terrestre quien ha efectuado un viaje a 240.000 km/h y por tanto es él quien tendría que
ser más joven en el momento del encuentro. La paradoja es puramente aparente porque la
situación no es simétrica: el gemelo viajero necesariamente ha sufrido aceleraciones; no
así su hermano, que ha permanecido en la Tierra. Pero el razonamiento simple esbozado
aquí se basa en las leyes de la relatividad restringida, que sólo se aplica en esta forma a
observadores en movimiento rectilíneo y uniforme (velocidad constante en magnitud,
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dirección y sentido) unos con respecto a otros. Un tratamiento riguroso del problema
permite llegar a la conclusión de que es efectivamente el gemelo viajero el que envejece
menos de prisa. Si partiera el año 2000 a la edad de 20 años, regresaría el 2010 a la edad
de 26; así pues, el viaje hacia el futuro es teóricamente posible en viaje de ida... Es decir,
que aunque el tiempo transcurre siempre en el mismo sentido, su ritmo, no es el mismo
para todos.
La dilatación del tiempo no es una mera construcción del espíritu; el fenómeno se
verifica cotidianamente en los aceleradores de partículas, donde éstas viajan a
velocidades próximas a la de la luz.
La relatividad restringida ha revelado así el carácter no absoluto del tiempo y su
relación con el movimiento y por lo tanto con el espacio. Por ello, se habla en la
actualidad de un “espacio- tiempo” de cuatro dimensiones más que de un espacio
tridimensional acompañado de un tiempo unidimensional independiente.
En 1915 Einstein extendió su teoría, que sólo se aplicaba a sistemas inerciales (no
acelerados), a sistemas acelerados dando lugar a la relatividad general, en ella aparece la
gravitación como una propiedad geométrica del “espacio-tiempo”. Construyó así una
teoría que describe cómo la presencia de materia y energía deforman el “espaciotiempo”.
Cuando la estructura del “espacio-tiempo” está descrita por las leyes de la
relatividad restringida, el “espacio-tiempo” equivale a una superficie plana. En tales
casos, los objetos materiales libres siguen trayectorias rectilíneas a velocidad constante.
En cambio, la presencia de masas deforma el “espacio-tiempo” (creando así un campo
gravitatorio), de manera que las trayectorias de los objetos en caída libre son geodésicas
de esta superficie, es decir, caminos de “longitud” mínima.
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En el marco de la relatividad general el Universo es, pues, un “espacio-tiempo”
curvado por la materia y la energía que contiene. Esta curvatura sólo es importante a gran
escala o cerca de grandes masas.
A escala de la Tierra, el “espacio-tiempo puede considerarse generalmente como
plano. Pero ya a escala del sistema solar, la curvatura del “espacio-tiempo” se traduce en
diversos fenómenos que han constituido otras tantas configuraciones de la relatividad
general, por ejemplo la desviación por el Sol de los rayos luminosos procedentes de
estrellas lejanas o el avance del perihelio de la trayectoria de Mercurio. (La rotación de
los ejes de esta trayectoria es más rápida de lo que preveía la mecánica celeste clásica).
Las consecuencias de la relatividad general son especialmente importantes para el
estudio de los agujeros negros y de la cosmología.
En 1916, inmediatamente después de la aparición de la relatividad general, el
astrofísico alemán K. Schwarzchil logró una solución de las ecuaciones de Einstein para
el caso de una masa de forma esférica. La solución matemática que describe el “espaciotiempo” en torno a masas de gran densidad corresponde a la noción de agujero negro.
Por otra parte, la simetría de las ecuaciones permite imaginar “agujeros blancos”,
especie de antiagujeros negros de donde la materia podría surgir en vez de desaparecer. A
su vez los agujeros de gusano serían los túneles de “espacio-tiempo” que unirían un
agujero blanco con otro negro y podrían conectar dos regiones bastante alejadas (en el
espacio-tiempo) del Universo.
La Cosmología, estudio del Universo en su conjunto, también está esencialmente
basada en la relatividad general. En el marco de esta teoría se ha propuesto el modelo de
un Universo en expansión, el big bang.
Un punto importante a señalar es que la cosmología relativista se funda en una
hipótesis llamada “principio cosmológico” que dice que el Universo es homogéneo e
isótropo; en otros términos, sus propiedades no varían de un punto a otro y son
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independientes de la dirección en la que se observa. Esto a gran escala parece que
funciona bien, sobre todo cuando se efectúan promedios sobre varios millones de años
luz. Este principio permite atribuir a todos los observadores un mismo tiempo medio,
llamado tiempo cosmológico, que deja sin efecto las pequeñas fluctuaciones locales
debidas a los movimientos relativos, a pequeña escala, de estrellas y galaxias.
Hay muchos científicos que piensan que la teoría de la relatividad no ha dicho la
última palabra sobre la naturaleza del tiempo. Sigue faltando una teoría sobre la
gravitación que resuelva la singularidad inicial del big bang a pesar de los esfuerzos de la
mecánica cuántica (el otro gran pilar sobre el que se sustenta la física moderna) y las
esperanzas despertadas por la teoría de cuerdas, que considera que las entidades
elementales no son entidades elementales, sino objetos unidimensionales o “cuerdas”.
Para conseguir las escalas de tiempo y de distancia, necesitamos una confluencia
de la teoría cuántica con la teoría relativista de la gravedad. Se obtienen por análisis
dimensional de las tres constantes fundamentales en Física: la constante de gravitación
universal G, la velocidad de la luz c y la constante de Planck h, esta última vinculada a la
mecánica cuántica.
Dado que estas constantes poseen dimensiones, es posible combinarlas entre sí
(por multiplicación, división o exponenciación) para obtener una magnitud con
dimensión de tiempo y que vale 10-43 segundos. Asimismo, se puede obtener una
combinación con dimensión de longitud del orden de 10-35 metros. Estas magnitudes
extremadamente pequeñas, llamadas respectivamente tiempo y longitud de Planck,
suelen contemplarse como las más pequeñas escalas para las cuales el “espacio-tiempo”
puede seguir considerándose como liso. A partir de este punto, los físicos esperan que el
espacio y el tiempo se presenten bajo un aspecto diferente, tal vez en forma discontinua,
y que por lo tanto las leyes de la Física sean también radicalmente distintas.
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Pero dado que el tiempo y la longitud de Planck son actualmente inaccesibles a la
experiencia, y lo serán sin duda todavía durante mucho tiempo, estas especulaciones
difícilmente pueden ser precisadas.
Por último, en cuanto a la “irreversibilidad del tiempo”, mencionar que se
observan constantemente evoluciones de sentido único: el envejecimiento de los seres
vivos o la evolución de los objetos inertes, la difusión del calor, etc. Estos ejemplos
demuestran que en el eje temporal hay una dirección privilegiada, una “flecha del
tiempo”. Pienso que esta es una sensación psicológica puesto que el sentido de la flecha
puede cambiar según se ponga el origen en el principio o en el final.
En el proceso de formación y envejecimiento de los seres vivos, el proceso es
simétrico respecto del punto central; lo demás es una sensación psicológica. Con el
mismo tratamiento anterior, un ser vivo se va “haciendo” y va “desapareciendo”.
Este problema aparece en los fenómenos macroscópicos puesto que en los
microscópicos, las leyes de la Física que describen el comportamiento de estos objetos
(átomos, partículas elementales, etc.) son simétricas respecto a la inversión pasado y
futuro.
La irreversibilidad en el tiempo está relacionada con los procesos termodinámicos
y es la esencia del segundo principio de la termodinámica, enunciado en forma casi
definitiva por Rudolf Clausius (1865). Según este principio, la entropía (magnitud que
caracteriza el estado termodinámico de un sistema, mide el grado de desorden) de un
sistema aislado no puede sino aumentar con el tiempo y alcanzar su valor máximo
cuando el sistema está en equilibrio termodinámico.
La irreversibilidad en tiempo no es un concepto absoluto sino subjetivo por
naturaleza, dependiendo de los sistemas considerados.
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No obstante, la demostración cuantitativa y rigurosa de la irreversibilidad
macroscópica a partir de un nivel microscópico reversible sigue siendo un problema no
resuelto.
En cualquier caso, la flecha del tiempo dada por la segunda ley de la
termodinámica, es un hecho de observación innegable. Generalmente se considera esta
flecha termodinámica la responsable de la flecha psicológica, es decir, del hecho de que
percibamos el tiempo en el mismo sentido siempre y que este sentido coincida con el de
la entropía.
Después de todo esto, todavía la Ciencia está lejos de entender qué es en el fondo
el tiempo, qué carácter revestirá en el marco de una teoría cuántica de la gravitación, por
qué el espacio-tiempo es cuadridimensional o por qué posee la geometría tan especial que
describe la relatividad, suponiendo que a estas preguntas se les pueda dar respuesta.
(Salvo comentarios: Extracto del dossier: Mundo científico Nº 143 volumen 14).
Conclusión
Dado que no nos podemos mover en el tiempo, ya que de ninguna manera nos
podemos desplazar ni hacia delante ni hacia atrás, ¿tendría sentido pensar que estamos
fijos en el tiempo como las plantas están fijas en el espacio?
¿Cuánto durará el tiempo que nosotros llamamos presente? ¿Coincidirá con el
tiempo que llamamos tiempo de Planck, 10-43 segundos? Si es así, en ese instante, todos
los estados de la materia deberían permanecer inmóviles.
Lo que sí parece claro es que considerar el tiempo como una dimensión de la
misma forma que consideramos las tres espaciales (largo, ancho y alto), no parece ser del
todo acertado, ya que en éstas nos podemos desplazar por ellas, e incluso detenernos o
retroceder, y en el tiempo no.
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Dado que no hay puntos fijos en el Universo, el movimiento de las plantas debe
ser relativo, es decir, referido a otros puntos que consideramos fijos. De igual forma, para
confirmar que avanzamos en el tiempo, hemos de referirlo a otro tiempo anterior.
Después de todo esto, la sensación psicológica que tenemos es que nos vamos
desplazando por la dimensión temporal punto a punto según la flecha del tiempo que
asegura un aumento de la entropía del Universo.
Dado que para tener la sensación de que nos movemos en el espacio, lo debemos
relativizar a un punto que consideramos fijo de ese espacio, de igual forma para tener la
sensación de que nos movemos en el tiempo, debemos referirlo a una determinada fecha,
la cual corresponderá a un determinado punto que consideramos fijo en la dimensión
temporal.
Según esto, tanto el movimiento en el tiempo como en el espacio, podríamos
decir que son relativos.
No hay puntos fijos en el espacio. Sí puntos fijos relativos.
No hay puntos fijos en el tiempo. Sí puntos fijos relativos.
Nos movemos en el espacio respecto de otros entes.
Nos movemos en el tiempo respecto de otro tiempo.
Todo sucede como si la materia sólo tuviese existencia real en un punto de la
dimensión temporal, y dado que la existencia de la materia y el espacio están
condicionados a la existencia del tiempo, las cuatro dimensiones (las tres espaciales y la
temporal) deberían formar una entidad única, es decir, un único espacio
cuadridimensional, espacio-tiempo.
Nos movemos en el tiempo al movernos en el espacio y para movernos en el
espacio necesitamos tiempo.
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4.- Materia – Energía - Luz
La materia es la agrupación de partículas elementales, como consecuencia de sus
interacciones energéticas.
Aunque hoy día los científicos intentan desentrañar la materia, todavía no se sabe
gran cosa de su estructura íntima, por más que se hayan descubierto cientos de partículas
elementales y muchas funciones de cada una de ellas.
Sin embargo, estas partículas tienen propiedades físicas y químicas que parecen
ser evidentes. La propiedad más clara de todas quizás sea que la materia ocupa espacio.
Otra propiedad de la materia es que representa una determinada energía. Por esto, cuando
se habla de partículas elementales, las unidades que frecuentemente se emplean son
unidades de energía (ev, Mev, etc.).
La magnitud que expresa el contenido en materia de un cuerpo es la masa del
cuerpo. Con frecuencia se identifican ambos términos (materia y masa).
Además debe existir una relación “materia – energía” tan estrecha que podríamos
definir la materia como la forma visible de la energía. De hecho, si la energía no está
transformada en materia es imposible que el ojo humano pueda verla. Ni siquiera
podemos ver la luz si no está transformada en materia.
Dimensionalmente podríamos decir que la materia está formada por tres
dimensiones espaciales. Sin embargo parece ser que hoy día se trata de concebir la
materia con un número superior de dimensiones para explicar las fuerzas que unen a las
partículas constituyentes.
Nada impide, desde luego, el considerar un número distinto, para el estudio que
aquí se pretende realizar. La teoría de las “supercuerdas” puede consolidar y desvelar
secretos profundos en la materia, que darán nuevas luces a la concepción global del
Universo.
22
Lo que sí podemos considerar es que, cuando la materia se transforma en energía
(hecho probado en muchas ocasiones), según E = mc2 supone un cambio de dimensiones
de la materia; y viceversa, cuando la energía se transforma en materia, la energía
adquiere las dimensiones espaciales. Donde c es la velocidad de la luz en el vacío.
La luz definida como radiación electromagnética, correspondiente al espectro
visible, cuyas longitudes de onda están comprendidas, aproximadamente entre 400 y 700
nm, capaz de producir el fenómeno de la visión, se puede considerar, bien como onda o
bien como partícula con masa nula. Por consiguiente podríamos decir que es energía
pura.
¿Qué dice la ciencia sobre la materia?
La Ciencia distingue entre masa gravitatoria o masa pesante y masa inercial o
inerte. La masa gravitatoria la define como aquella característica de la materia debido
a la cual todos los cuerpos ejercen entre sí fuerzas atractivas, dadas por la ley de
gravitación universal. Es proporcional a la masa inerte. Por otra parte define masa
inercial o inerte como la característica de la materia que representa la resistencia que
opone un cuerpo a ser acelerado. A velocidades elevadas, la masa de un cuerpo depende
de su velocidad, v, con respecto al observador, según la relación: m 
m0
v2
1 2
c
, siendo
m0 la masa en reposo, es decir la masa del cuerpo determinada por un observador en
reposo con respecto al cuerpo, y c la velocidad de la luz en el vacío.
Dado que la velocidad de la luz en el vacío se aproxima a los 300.000 km/s, el
término v2/c2 se acerca a cero frente al 1, con lo que a velocidades normales, se puede
23
despreciar. Por consiguiente, podemos concluir que, salvo a grandes velocidades, las dos
masas coinciden.
Todas estas definiciones de masa no nos llevan a ninguna parte para saber lo que
es la materia en sí. Los científicos suponen que la masa está constituida por materia; o al
menos los términos masa y materia son equivalentes.
Analizando un poco más, la ciencia nos dice que la materia está formada por
una serie de partículas unidas por un conjunto de fuerzas que la mantienen estable
al menos durante el tiempo de Planck 10-43 segundos. De esta forma, la materia puede
ocupar espacio-tiempo. Cosa evidentemente sin demostrar.
De todas las partículas que forman la materia se consideran como elementales
aquellas que no pueden descomponerse en otras. No obstante, hoy día se siguen
llamando partículas elementales a muchas de ellas que pueden sufrir desintegraciones.
Se pueden considerar cuatro familias de partículas que constituyen la materia.
a) La primera, en orden creciente de masa en reposo, sería la de los fotones, cuya masa
en reposo es 0 y que sólo están sujetos a interacciones electromagnéticas.
b) La segunda familia es la de los leptones formada por: neutrinos, antineutrinos,
electrones, positrones y muones. Están sujetos tanto a la interacción electromagnética
como a la interacción débil.
c) La tercera familia son los mesones (partículas de masa intermedia) formada por:
piones, k-ones, etc. Sujetos a interacciones fuertes, débiles y electromagnéticas.
d) Finalmente, la cuarta familia la constituyen los bariones, formada por: protones,
neutrones, lambda, sigma, etc. Que también están sujetos a las interacciones fuertes,
débiles y electromagnéticas.
Nota: La antimateria es la materia formada por antipartículas. Las antipartículas
son partículas elementales cuya masa en reposo, espín y módulo del isospín son iguales a
los de la partícula correspondiente, pero cuyos valores de carga, paridad y otras
24
magnitudes características son opuestos. Las antipartículas se designan anteponiendo el
prefijo anti- al nombre de la partícula correspondiente; por ejemplo, antineutrón,
antiprotón, etc. Se representan normalmente con el mismo signo de la partícula afectado
de una tilde, o bien con el signo + o – correspondiente. Cada partícula posee su propia
antipartícula, que es prácticamente idéntica a la primera, excepto que alguno de los
números cuánticos que la caracterizan es opuesto en signo o sentido. Así, la antipartícula
del electrón (e-) es el positrón (e+), que sólo difiere del primero en que su carga es
positiva.
Las partículas neutras, si tienen propiedades electromagnéticas, difieren de sus
antipartículas en que tienen momentos iguales y opuestos. Entendiendo por momento su
cantidad de movimiento; es decir, el producto de su masa por la velocidad que lleva en
ese instante.
En la actualidad ya se han conseguido formar miles de átomos de antimateria, lo
que supone que podría existir un universo hecho solamente de antimateria lejos del
material, ya que cuando una partícula material interacciona con su antipartícula éstas
desaparecen formando un rayo de luz.
Para poder entender el concepto de materia se debe contar con la fuerza
gravitatoria que va creciendo a medida que vamos uniendo más partículas elementales
entre sí, y las mantiene unidas, por lo menos, durante el tiempo de Planck 10-43 segundos,
que constituiría el presente real, tiempo en el cual, todos los estados de esas partículas
permanecerían fijos; ya que, en el momento en que cambie un estado cuántico de
alguna de ellas, la materia en cuestión sería diferente. Éste es el tiempo en el que la
materia ordinaria tiene existencia real; por eso, el tiempo de Planck debe constituir un
punto de la dimensión temporal.
25
Aunque está bastante bien estudiada su interacción macroscópica, la Ciencia no
tiene claro su origen microscópico. Por esto los científicos andan buscando una ley que
unifique todas estas fuerzas que hacen que la materia exista como la conocemos.
El proceso hacia la unificación de las fuerzas que intervienen en la constitución de
la materia sería el siguiente:
Gravedad celeste
Gravitación universal (Newton) (1686)
Gravedad terrestre
Fuerza eléctrica
Fuerza electromagnética
Unificación
Fuerza magnética
(1864) Maxwell
última
Fuerza electrodébil
( Steven Weinberg)
(Abdus Salam)
Fuerza nuclear débil
(1968)
Unificación
Posible
Fuerza nuclear fuerte
Después de todo esto, sabemos muchas cosas sobre la materia, pero falta lo
fundamental. ¿Qué es? ¿Por qué se comporta como tal? ¿Por qué aparece la gravedad en
la materia? ¿Cómo afecta esto a las partículas elementales que también tienen masa?
¿Cuál sería la partícula más pequeña que constituye la materia? Etc.
Por otra parte, la energía radiante puede convertirse en masa de reposo cuando
una radiación de alta energía (región de rayos gamma o en la de rayos X cortos, que
corresponden a longitudes de onda de 0.012 Å o menores) desaparece repentinamente,
bajo condiciones apropiadas, para formar un electrón y un positrón (un electrón con
carga positiva). Este proceso recibe el nombre de producción electromagnética de pares.
26
El proceso inverso también existe y se llama aniquilación del par. Ocurre cuando
un electrón y un positrón se combinan y desaparecen dando como resultado la formación
de radiación gama de alta energía, según: e+ + e- = nγ
Dado que el electrón y el positrón tienen la misma masa, si consideramos la
creación y aniquilación de pares cabe esperar que la masa y la energía resulten ser una
misma cosa en dos estados o dimensiones diferentes. Si queremos que la energía se haga
visible tiene que tomar forma de materia.
La famosa ecuación E = mc2 que Einstein nos dejó de su teoría de la relatividad
lo pone de manifiesto.
¿Qué dice la Ciencia sobre la energía?
Los libros elementales de Ciencia suelen definir la energía como: “La capacidad
de realizar trabajo”. Entendiendo por trabajo “el producto de la fuerza por el camino que
recorre su punto de aplicación, siempre que la fuerza esté actuando en la misma dirección
y sentido que el camino que recorre y si no habría que multiplicar también por el coseno
del ángulo que forma la fuerza con el desplazamiento o dirección y sentido del camino
recorrido”.
Aunque esta definición es descriptiva, es poco rigurosa. Primero, porque no
podemos esperar que la definición de una magnitud, como el trabajo, nos sirva también
como una descripción de ella, o que nos proporcione una visión intuitiva del concepto.
Más bien, nuestra comprensión debe derivarse de la práctica adquirida al aplicar una
definición rigurosa a situaciones diversas. Además la cantidad de tipos diferentes de
energías que contempla la Física hacen que la descripción de esta magnitud dificulte la
claridad del concepto.
27
La Ciencia nos dice que hay varios tipos de energías: mecánica, acústica,
eléctrica, nuclear, química, etc. No es el objetivo describir cada una de ellas, con sus
expresiones de rigor, sino establecer el concepto y las bases para justificar intuitivamente
las ideas que se describen a continuación.
La Ciencia ha ido descubriendo todos estos tipos de energías a lo largo del
tiempo. ¿Serán todas las que existen en el Universo? Probablemente no.
Sin embargo, los hombres de Ciencia aseguran que todas estas energías se
conservan en el tiempo. Para ello, los científicos han establecido el principio de
conservación de la energía. “Principio según el cual la energía no puede crearse ni
destruirse, aunque puede convertirse de una en otra de sus formas”. Nunca se ha
comprobado violación alguna del mismo.
Otra forma de enunciar este principio es: “La energía total de un sistema
aislado se conserva”. Entendiendo por sistema aislado todo sistema termodinámico
separado del resto de su entorno con el que no puede tener ningún intercambio de energía
ni de materia. Y entendiendo por energía total la suma de todos los tipos de energías
(interna, química, acústica, nuclear, etc.) que puedan variar en el tiempo, y que se
encuentren dentro del recinto aislado. Cada una de las contribuciones a la energía total
del sistema puede variar durante el desarrollo del proceso termodinámico,
transformándose en otra de otro tipo, pero su suma permanece constante.
La ley de conservación de la energía es una ley de la naturaleza. Simplemente
aceptamos su validez, en tanto no se observe su violación. Que se sepa, jamás esta ley ha
sido violada. En realidad, la creencia en la validez de la ley está tan arraigada en el
mundo científico, que cuando aparentemente se observa una violación, buscamos una
nueva forma de energía que previamente no habíamos identificado. Por ejemplo, de esta
forma se demostró la existencia del neutrino, una partícula subatómica.
28
Al descubrir nuevos fenómenos en Física, las leyes que no son inmutables pueden
sufrir variaciones, en respuesta al descubrimiento de esos nuevos fenómenos físicos. Así
por ejemplo, Einstein unió lo que hasta entonces habían sido dos leyes de conservación
separadas, la ley de conservación de la masa y la ley de conservación de la energía, en
una sola ley más general (Teoría de la relatividad).
Para tener en cuenta la conservación de la energía, debemos incluir cada una de
las formas de energía que puedan cambiar en un sistema. Einstein demostró que hay una
forma de energía asociada con la masa: E = mc2, esta es la energía de una partícula
cuando está en reposo, y se denomina energía asociada a la masa en reposo de la
partícula. La inclusión de la energía asociada a la masa en reposo dentro del balance total
de energía generaliza la ley de conservación de la energía, y esta forma generalizada se
denomina ley de conservación de la energía total.
Cuando un sistema no está aislado, su energía cambia, aumentando o
disminuyendo en una cantidad.
Si usamos la expresión:   mc2, podemos interpretar m  c2, como el
cambio en la masa del sistema. Esto es, aumentar la energía del sistema es equivalente a
aumentar la masa inercial del mismo. Este resultado se conoce a menudo como
equivalencia entre masa y energía. La energía asociada a la masa en reposo, mc2, es la
energía total de una partícula en reposo. Si la partícula se mueve su energía total es
mayor.
E
mc 2
1 v / c
2
2
 E   p 2c 2  m2c 4
¿Qué dice la Ciencia sobre la luz?
¿Qué es la luz? Esta es una pregunta que ha ocupado la mente de muchos grandes
científicos desde la antigüedad. Newton pensaba que la luz era un flujo de partículas, y
29
aunque reconocía que en algunos casos esta teoría presentaba dificultades, fue capaz de
explicar muchos fenómenos ópticos mediante esta teoría de partículas denominada teoría
corpuscular de la luz. Por otra parte, Cristian Huygens (1629-1695), contemporáneo de
Newton, creía que la luz estaba compuesta de ondas, y enunció una teoría ondulatoria de
la luz. Sin embargo, esta teoría fracasaba parcialmente porque suponía que las ondas de
luz eran longitudinales.
Maxwell suministró en 1864 la evidencia teórica definitiva de que la luz es una
onda transversal de los campos eléctrico y magnético. No obstante, antes de esta
demostración teórica, el comportamiento ondulatorio de la luz ya había quedado probado
experimentalmente en 1800 por Thomas Young (1773-1829). Así, los experimentos de
Young con la luz (experimento de la doble rendija) mostraban fenómenos que sólo se
podían explicar en términos de interferencias destructivas y constructivas. Estos
fenómenos sólo aparecen en las ondas.
De acuerdo con la teoría electromagnética, la luz es una radiación
electromagnética, correspondiente al espectro visible, cuyas longitudes de onda están
comprendidas, aproximadamente, entre 400 y 700 nm, capaz de producir el fenómeno de
la visión. Maxwell fue quien identificó este tipo de radiación con la luz.
Según esto podemos decir que la luz es una radiación electromagnética que
transporta energía y momento. Entendiendo por momento ahora, para una partícula sin
masa en reposo, como p = h/λ donde h corresponde a la constante de Planck y λ la
longitud de onda del fotón correspondiente.
Además de transportar energía y momento, toda onda electromagnética se debe
mover con una velocidad, v 
tendremos:
v
1
 0 0
que sustituyendo los valores para el vacío
1
(4 10 kg.m / s . A )(8.85.10
7
2
2
30
12
4
2
2
s . A / kg.m )
 3,00108 m / s
Esta velocidad tiene el mismo valor que el de la luz, c, en el vacío o espacio libre.
Y, más exactamente 299.792.458 m/s.
Además, mediante el experimento de Michel-Morley se dedujo que la velocidad
de la luz en el vacío es igual para cualquier sistema de referencia, es decir, es un
invariante.
Los rayos de luz son las líneas que señalan las direcciones de propagación de las
ondas luminosas; y la energía que transportan estas ondas es la energía luminosa.
Einstein propuso una teoría corpuscular, o de partículas, para la luz. Considerando
la luz como corpúsculos materiales pudo explicar el efecto fotoeléctrico. Propuso que la
luz monocromática de frecuencia  que se propaga en el vacío, consiste en un flujo de
partículas o cuantos a los que llamó fotones. Entendiendo por fotón la cantidad
indivisible de energía que interviene en los procesos de emisión y absorción de la
radiación electromagnética. Los fotones son sinónimos de “cuantos” de luz. Todos los
fotones viajan a la misma velocidad, cuyo módulo (valor absoluto) es c, y cada uno posee
un valor discreto de energía.   h, siendo h la constante de Planck.
Así pues, si para explicar el efecto fotoeléctrico (emisión de electrones libres por
determinadas sustancias al ser expuestas a la acción de luz visible, luz ultravioleta, rayos
X, o rayos γ), el efecto Compton (absorción de un fotón por un electrón, con emisión de
otro fotón de menor energía), etc. hay que suponer la luz como constituida por esa
especie de corpúsculos sin masa en reposo, llamados fotones, para explicar otros
fenómenos como las interferencias (superposición local de ondas de diferente fase, que
da lugar a variaciones en la amplitud del proceso resultante), difracción (fenómeno
debido a la desviación de la propagación rectilínea de ondas o de haces en un medio
homogéneo, cuando atraviesan una abertura o pasan próximos a un objeto opaco), etc.,
debemos considerar la luz como una onda. Luego no hay más remedio que considerar
31
que la luz presenta una doble naturaleza ondulatoria y corpuscular, manifestándose
preferentemente una u otra según las condiciones del fenómeno que se experimente.
Por otra parte, cuando la luz incide sobre un objeto u orificio de grandes
dimensiones comparados con la longitud de onda de la radiación incidente, se observan
las zonas de sombra y penumbra que cabría esperar si la luz fuera de naturaleza
corpuscular. Sin embargo, si el objeto u orificio es de dimensiones comparables a la
longitud de onda de la luz incidente se comporta como una onda, observándose entonces
los fenómenos de interferencia y difracción.
También la materia presenta este doble comportamiento ondulatorio y
corpuscular. Luis De Broglie propone en 1924, que si la luz presenta esta doble
naturaleza, también las partículas materiales, por simetría, han de tener esa doble
naturaleza, de modo que toda partícula en movimiento, cuyo estado viene caracterizado
por una energía E y una cantidad de movimiento
p , lleva asociado una onda cuya
longitud de onda viene dada por :

h
h

p mv
y la frecuencia  
E
h
Esta dualidad onda-partícula es una de las bases en las que se apoya la
mecánica cuántica.
Conclusión
Nuestra percepción del mundo físico está dominada por las diversas interacciones
de la luz con la materia. Una de estas interacciones se produce cuando la luz penetra en la
32
retina del ojo y genera lo que fisiológicamente llamamos sentido de la vista. Las
imágenes son el resultado de la interacción de la luz con la materia de los objetos.
Si no hay luz reflejada o emitida por un objeto, éste no se percibe. Luego
podemos concluir que sólo se ve la materia y no la luz, ni la energía.
La luz pertenece a una franja muy pequeña del espectro electromagnético. El ojo
humano es sensible a este tipo de radiación. Para poder percibir el resto de las
radiaciones electromagnéticas necesitamos aparatos especiales para cada zona del
espectro (radiofrecuencia, infrarrojos, ultravioleta, rayos X, rayos gamma ...).
Hoy día, nadie niega la existencia de las ondas de radio, por ejemplo, a pesar de
que el ser humano no las pueda ver, ni siquiera percibir, por sí mismo. Sin embargo, la
energía está asociada en cada una de las ondas que un aparato de radio pueda recibir.
Dimensionalmente, entre la luz y el resto del espectro electromagnético no hay
ninguna diferencia, ya que tanto la energía asociada a cada radiación del espectro, como
la frecuencia que la caracteriza, tienen la misma ecuación de dimensiones que la luz.
Por otra parte, del estudio realizado anteriormente podríamos concluir que tanto la
materia como la luz o el resto del espectro electromagnético representan una misma
magnitud física (la energía), en dos estados o formas diferentes ¿Serán dos dimensiones
distintas?
Es curioso observar que cuando la materia aumenta su velocidad, v 
h
más se
mv
va pareciendo a una onda (campo variable en el espacio y en el tiempo con transporte de
energía); o mejor dicho, los fenómenos ondulatorios se hacen más patentes. ¿Será en el
límite de v  c , cuando la materia tenga un único comportamiento, el ondulatorio?
Siendo c la constante de la velocidad de la luz para el vacío.
Por otra parte, la luz, que en el vacío se mueve con velocidad máxima c tiene un
33
comportamiento totalmente ondulatorio. Cuando choca contra superficies grandes o
densas, aparece en ella el comportamiento corpuscular, es decir, material. ¿Será porque
se frena de alguna forma y pierde su valor nominal? Claro que, la pérdida del valor
nominal no debe ser tan grande como para que podamos estimar la cantidad de materia
que ha tomado el corpúsculo y, por tanto, se puede seguir considerando de masa nula.
Es fácil comprender que las dimensiones que presenta la materia son distintas de
las que presenta la luz o el resto del espectro electromagnético. Sin embargo parece
evidente que puede haber un cambio de las dimensiones que presenta la materia a las
que presenta la luz.
¿Estará la clave de este cambio de dimensión de la materia en la velocidad
nominal de la luz c?
Esto supondría considerar que la velocidad c constituiría el límite entre los
espacios (x, y, z) y (x, y, z, t), de hecho por debajo de c la luz se comporta como materia,
es decir, se introduce en el espacio de materia ordinaria, y en c o por encima de c pasaría
al espacio (x, y, z, t), solamente habitado por ondas electromagnéticas.
Las teorías físicas y los hechos experimentales que las confirman nos llevan a
inclinar la balanza del pensamiento en esa dirección.
Dado que la luz y el resto de radiación electromagnética, en Física, se considera
como energía pura, el cambio de dimensión se daría entre la materia y la energía.
El día que la Ciencia llegue a dominar estos procesos a nivel macroscópico podrá
dar solución a los enigmas más trascendentales para la mente humana. ¿Qué hay más allá
del universo material? ¿Podrá existir el ser sin su soporte material, o con su soporte
material transformado en otra forma de existencia? ¿Habrá algún mundo paralelo al
nuestro donde todos sus entes viajen a la velocidad de la luz o más? Etc.
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5.- Concepción dimensional del universo
Muchos hombres de ciencia intentan explicar los fenómenos naturales mediante
experimentos o teorías representadas con fórmulas matemáticas que generalicen los
fenómenos, y a través de estas fórmulas poder conocer mejor las manifestaciones
materiales que se dan en la naturaleza. Para ello se dan leyes, se enuncian postulados, etc.
Las teorías de unificación de la Física tratan de explicar los fenómenos materiales
a escala microscópica y macroscópica con el fin de conseguir una ley que gobierne el
Universo entero.
Generalmente, la mayor parte de los científicos sólo experimentan con la Materia
y la Energía, y al ser equivalentes, probablemente sólo intenten estudiar una única cosa.
Sin embargo, hay otras realidades, por ejemplo, cualquier acto de la voluntad,
que los que dedican parte de su tiempo a elaborar la Ciencia no los consideran.
Estos actos volitivos pueden ser positivos (buenos) y negativos (malos) y ambos
derivan o están relacionados con la materia y la energía y también existen en el Universo.
Por consiguiente, para poder obtener una concepción global del universo, sería
necesario contar con todas las manifestaciones existentes en él, como por ejemplo, las
realidades psíquicas, intelectuales, sentimientos, etc; que están íntimamente relacionados
con la materia y la energía.
Por todo esto, cualquier interpretación, incluso positivista, del Universo, debe,
para ser satisfactoria, abarcar tanto el interior como el exterior de las cosas. Es decir, que
cualquier teoría que intente explicar los fenómenos naturales, además de contar con la
materia y la energía, tendrá que tener en cuenta los actos y hechos que de alguna forma
estén relacionados con ellas. De no ser así, estaríamos interpretando solamente una parte
del Universo.
35
Para tratar de describir las cosas que suceden en el Universo, los científicos han
tenido que recurrir al concepto de dimensión (cada una de las magnitudes de un conjunto
que sirven para definir un fenómeno; entendiendo por magnitud, aquella propiedad física
que puede ser medida).
Así, la teoría de la relatividad emplea cuatro dimensiones para tratar de explicar
algunos de los hechos observados en el mundo físico. La teoría de las supercuerdas
utiliza diez dimensiones, etc.
En realidad, el número de dimensiones sólo cuenta para hacer los cálculos
matemáticos, que en este momento no es de nuestro interés. Lo que tratamos de
conseguir es dar una visión general del fenómeno.
El concepto de dimensión va asociado a la idea de espacio o lugar que ocupan las
cosas que existen y a la idea de conjunto dotado de unas estructuras que, en algunos
aspectos, representan abstracciones de hechos observables en el universo.
Así un espacio con una dimensión correspondería al conjunto de todos los puntos
alineados en una recta infinita. Además, este espacio estaría asociado a un mundo propio
en el que los elementos que lo constituyen estarían condicionados a existir según las
características propias marcadas por el espacio. Es decir, los seres pertenecientes a este
mundo sólo podrían existir en una línea recta.
De igual forma, un espacio con dos dimensiones, estaría asociado con un mundo
completamente plano. Los seres que existiesen en él sólo podrían moverse en el plano
formado por las dos dimensiones. Algo parecido a lo que sucede en las pantallas de cine
o televisión, sus personajes para poder salir de la pantalla necesitan tomar forma en tres
dimensiones.
El mundo material en el que vivimos está asociado a un espacio formado por tres
dimensiones lineales que se cruzan perpendicularmente entre sí. Parece ser que toda la
materia ordinaria que se encuentra en el Universo pertenece a este espacio.
36
Un espacio formado por cuatro dimensiones estaría asociado a un mundo distinto
del formado por toda la materia inorgánica que conocemos en el Universo.
La teoría de la relatividad utiliza como cuarta dimensión el tiempo.
Dado que no hay ninguna diferencia, en el tratamiento matemático, entre las
dimensiones espaciales y la dimensión temporal, si nosotros perteneciésemos a este
espacio, de la misma forma que nos movemos en las dimensiones espaciales lo
debiéramos poder hacer en el tiempo. Dado que la materia ordinaria no se puede
desplazar en el tiempo, el espacio (x, y, z, t) está vacío de materia ordinaria.
Cuando la materia adquiere altas velocidades relativas, la teoría relativista predice
desplazamientos relativos en el tiempo, de ahí que aparezcan las famosas paradojas sobre
el tiempo (la paradoja de los gemelos).
Parece ser que la materia que consiga altas velocidades y con ello el
desplazamiento relativo en el tiempo, no se puede volver atrás, pues en el momento que
descienda su velocidad o se detenga, condiciona su existencia a un punto de la
dimensión. Las partículas elementales experimentan este fenómeno físico cuando
alcanzan grandes velocidades.
La velocidad a la que deben suceder todos estos procesos coincide con la
velocidad de la luz en el vacío, cuyo módulo representamos con la letra c = 299.792.458
m/s.
A esta velocidad la masa en reposo difiere enormemente de la masa que se
encuentre en movimiento relativo: m 
m0
1 v2 / c2
Donde m representa la masa que se está moviendo con velocidad v , y m0 la
masa en reposo; siendo c la velocidad de la luz.
Si queremos que la masa m0 adquiera la velocidad c tendremos que dar energía a
m0 para que vaya aumentando su velocidad hasta que v y c sean iguales. En este
37
momento m se hace infinito. ¿Habrá suficiente energía en el Universo para llevar a cabo
este proceso? Esta es la razón por la que se mantiene que cualquier partícula material no
puede alcanzar la velocidad de la luz. Únicamente las partículas con masa en reposo nula
pueden moverse a esta velocidad.
Por este camino, si la materia no puede conseguir la velocidad de la luz, tampoco
puede conseguir la movilidad en el tiempo, y tendrá que conformarse con condicionar su
existencia a un punto de esta dimensión. ¿Habrá otros caminos por los que se pueda
conseguir que la materia consiga desplazarse en el tiempo?
Si la masa se transformase en energía, posiblemente por esta vía, podía conseguir
cierto desplazamiento relativo en el tiempo, pues conseguiría alcanzar la velocidad de la
luz. Y con ello, hacer que el tiempo transcurra de distinta forma que para esa misma
masa permaneciendo en reposo. Pero para ello tiene que desaparecer como materia de
reposo. Es decir, cambiar de dimensión.
En todos los cambios de dimensión se involucra la energía como elemento
necesario para el proceso de transformación.
Todos los fenómenos extraños observados (dilatación de los tiempos, contracción
de longitudes, paradoja de los gemelos, etc.), suceden a velocidades muy altas. Justo en
el límite c donde la materia deja de existir como tal, y desaparece en forma de energía, es
donde más se ponen de manifiesto.
Si aceptamos que la materia sólo tiene existencia en un punto de la dimensión
temporal, tendría sentido pensar que para adquirir la dimensión temporal y poderse
desplazar en el tiempo hacia delante o hacia atrás o detenerse en un punto de ella, tendría
que desaparecer como materia y transformarse en radiación electromagnética, luz, etc. o
en alguna forma de energía. Este proceso es viable y se puede hacer. Supondría cambiar
de dimensión, lo que lleva consigo condicionar la existencia en mundos asociados a
espacios completamente distintos.
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Si observamos un poco, en la actualidad, muchos de los adelantos técnicos están
jugando con esto. Si queremos desplazar en el tiempo cualquier acontecimiento material
tenemos que transformarlo en radiación electromagnética, o en luz que se mueven en
distintas dimensiones que la materia. Para que esta radiación la podamos volver a ver en
forma material, necesitamos soportes materiales que pertenezcan al espacio en que es
realidad la materia. Así, podremos desplazar en el espacio y en el tiempo cualquier
partido de fútbol que se esté jugando, o se haya jugado en cualquier punto del planeta.
Por consiguiente, podríamos decir que la materia ocupa tres dimensiones,
aunque nada impide que se utilicen más. El problema surge cuando tratemos de imaginar
un espacio de más de tres dimensiones, porque para nosotros que estamos acostumbrados
a ver o imaginar las cosas en tres dimensiones, nos resulta relativamente fácil imaginar
cómo sería un espacio de dos, o de una, simplemente un plano o una línea.
Recordando que entre una dimensión y otra hay un infinito de diferencia, y que
este infinito desaparece cuando consideramos un espacio de una dimensión más,
¿tendría sentido considerar que la materia ocupe tres dimensiones (largo, ancho y
alto) y la materia viva al menos una más, que sería la vida, por llamarla de alguna
forma?
Si consideramos que ciertas partículas materiales se juntan, en el espacio de tres
dimensiones, bajo las condiciones que necesiten, en cualquier punto del Universo, y
adquieran una fuerza o actividad interna sustancial que las permita obrar, crecer,
multiplicarse y desaparecer, estaríamos frente a un espacio o mundo asociado
completamente distinto del que constituye la materia.
La vida la podemos entender como una dimensión más, ya que se puede
considerar como una magnitud medible (años, días, horas, segundos... de vida vividos),
que nos puede servir para explicar los fenómenos que existen en el Universo.
39
Además, para poder entrar en este espacio, la materia no viva debe sufrir una
transformación y desaparecer como tal en el espacio de tres dimensiones. Esto hace que
entre los dos mundos asociados exista un infinito de diferencia.
Por ejemplo, un árbol tiene las tres dimensiones espaciales dentro de sí, y
además posee, al menos, una dimensión más, que lo diferencia de una piedra lo suficiente
para que entre ambos exista, por lo menos, un imposible de diferencia.
Para que una sustancia sin vida consiga una dimensión más tiene que desaparecer
como identidad propia y transformarse. El árbol puede realizar esta transformación y ser
capaz de hacer que la materia inorgánica (savia bruta) adquiera vida.
Siguiendo con el mismo razonamiento, dentro de los seres con vida, habría que
distinguir entre los que pertenecen al reino vegetal (las plantas en general con posición
fija en el espacio), y el reino animal (seres que se puedan desplazar en el espacio, aunque
no en el tiempo). Entre ellos debe de existir, como mínimo, una dimensión de diferencia,
y como consecuencia, un infinito. Esta dimensión, que es común para todos los animales,
la podríamos denominar “movilidad” o “desplazamiento relativo”.
Considerar la movilidad como una dimensión sería coherente ya que puede ser
una magnitud que podemos medir perfectamente en m/s, y serviría para explicar muchos
de los fenómenos que van surgiendo en el conjunto del Universo.
Por ejemplo, ¿tendría sentido pensar que entre un árbol (por poner un
representante típico de las plantas) y un perro (que represente a los animales), por muy
cerca que se encuentren uno del otro, estén a un infinito de distancia? Efectivamente,
para el árbol, un perro que se encuentre bajo su sombra nunca podrá alcanzarlo porque no
se puede mover de donde está plantado. Carece de la movilidad en el espacio. Por lo
tanto, hay una distancia infinita entre ambos, y jamás podrá el árbol alcanzar al perro,
aunque éste se encuentre a menos de un centímetro de aquél. Sin embargo, para el animal
que posee una dimensión más, y que da como resultado vivir en un mundo totalmente
40
distinto, el alcanzar el árbol, por muy lejos que esté de éste, poseyendo la movilidad en el
espacio, es cuestión de tiempo. Pero siempre podría alcanzarlo.
Ambos seres pertenecen a mundos diferentes que están asociados con espacios
físicos de distintas dimensiones.
¿Qué tendría que hacer una planta para adquirir la movilidad en el espacio? En
principio debería cambiar de dimensiones. Para ello sería indispensable desaparecer del
mundo en que se encuentra, y tomar las propias del reino animal. ¿Qué seres podrían
realizar esta transformación? Bueno, pues podríamos pensar que cualquier animal que se
alimente de vegetales, que en principio deberían ser la mayoría, pueden encargarse de tal
transformación. Por ejemplo, si una oveja se come una lechuga, ésta desaparece de su
mundo vegetal, pero los mecanismos internos que posee el animal, hacen que la lechuga
se transforme en carne de la oveja, y por consiguiente, la parte de lechuga transformada
en carne ha conseguido la movilidad en el espacio, siempre a expensas de desaparecer en
las dimensiones propias de la lechuga
¿Tendría sentido pensar que una dimensión superior engloba intrínsecamente
todas las anteriores? Así parece ser. Un animal posee las de los vegetales, más, por lo
menos, una más; un vegetal, las de la materia, más la vida; la materia, las tres espaciales,
que comprenden el plano y la línea; el plano, dos líneas que se cruzan, y la línea, una
única dimensión. El punto, cero dimensiones.
Y ¿qué diferencia existe entre cualquier animal y el hombre? Podríamos señalar
algunas como la inteligencia, la capacidad de pensar, el razonar, etc.; pero muchas de
ellas podrían ser discutidas. Sin embargo, y dado que según los hombres de ciencia
todos los animales se guían por sus instintos, la característica esencial que diferencia a
la especie humana del resto de los animales es la capacidad de salir de lo que el
instinto le marque. Es decir, el hombre puede hacer cosas que no sean por instinto. Por
consiguiente, el hombre no puede pertenecer al mismo mundo que los animales que se
41
guían sólo por el instinto. De forma que, todos los seres que pertenezcan a este espacio
(mundo) deben tener las mismas posibilidades. La capacidad de amar a los demás sin
esperar recibir nada a cambio es algo que sólo los seres humanos pueden realizar.
Si esto es así, efectivamente, entre un animal y el hombre debe existir, como
mínimo, una dimensión más, y por tanto un infinito de diferencia. Evidentemente,
debemos entender esta capacidad de amar, como lo entendió, por ejemplo, la madre
Teresa de Calcuta, y otros muchos hombres y mujeres que han pasado por este mundo
haciendo el bien.
El considerar la capacidad de amar como una dimensión, desde el punto de vista
físico y matemático, cumple con los requisitos exigidos. Se puede considerar una
magnitud del conjunto global que sirve para explicar muchos fenómenos que existen en
el Universo y además puede ser medida si contamos el número de intenciones favorables
que se realizan a lo largo de la vida. Además es posible establecer una escala de valores
que nos permita relacionar unos actos y otros. Por ejemplo, podríamos decir que: nadie
tiene mayor amor que el que da la vida por sus amigos. En el extremo opuesto,
podríamos poner que: nadie tiene menor amor que el que da su vida para matar a sus
amigos. Entre estos dos extremos existe una escala infinita de posibilidades que la
conciencia humana debe valorar y decidir si los actos que realiza son buenos o malos. De
todas formas, el juzgar si una acción es mejor o peor que otra, no nos toca a nosotros
hacerlo. El Ser Supremo, que es Justo Juez, se encargará de ello.
De todo esto habría que resaltar dos cosas: una que el amor y el odio o desamor se
encuentran en la misma dimensión y otra que el amar fuera de lo que es puro instinto
conlleva sufrimiento. Dar la vida por un amigo supone sufrimiento, lo que significa que
la intensidad del amor está relacionada con el grado de sufrimiento que ello conlleva. El
padre de familia empieza a amar a sus hijos cuando tiene que sufrir por ellos. Y nosotros
42
creceremos en esta dimensión cuando nos toque sufrir por ayudar a quienes viven con
nosotros.
Un niño recién nacido y cualquier animal al nacer no se diferencian prácticamente
en nada. A medida que van creciendo, ambos empiezan a diferenciarse según sus
entornos ambientales, sociales, climáticos, etc. Los dos van aprendiendo según sus
capacidades, marcadas por los instintos. Llega un momento en que el animal no puede
progresar más, probablemente porque su cerebro no se lo permita. Sin embargo, el niño
sigue avanzando y aprende a razonar, con lo que cada vez se va separando más de los
animales, probablemente porque vaya adquiriendo una dimensión más, lo que le
introduce en mundos asociados completamente distintos. A través del razonamiento va
desarrollando la inteligencia y empleando la inteligencia debe conseguir el amor.
Porque, ¿dónde está la inteligencia que demuestra un padre que abandona a su mujer e
hijos, sin ninguna justificación, simplemente por capricho o por egoísmo, por muy
científico o inteligente que se crea?; o ¿qué inteligencia tiene aquél que la emplea para
engañar a los que trabajan o viven con él?; o ¿la del que la emplea para maltratar a los
demás, en ridículo y miserable beneficio propio? El ser humano que emplea su
inteligencia para hacer el mal, no recibe el nombre de persona inteligente, se le suele
llamar malvado.
Por desgracia, en esto el hombre sí que se diferencia de los animales. No creo
recordar que entre todas las especies animales haya alguna que haga el mal por el simple
hecho de hacer daño, o por disfrutar haciendo el mal a los de su misma especie o a los
entornos donde desarrollan su existencia. Si en algún caso se hace el mal es por instinto o
supervivencia.
Albert Einstein solía decir: No es el poder destructivo de la bomba atómica lo
que me espanta, sino el poder destructivo del corazón humano.
43
Utilizar la inteligencia para destruir el mundo en que vivimos no tiene ningún
sentido. Es una auténtica contradicción, un absurdo total.
La inteligencia del hombre se demuestra dando sentido a su propia vida, tratando
de conseguir la paz, en un mundo cada vez más justo, más humano, donde no haya tanto
egoísmo, tanto engaño, tanta mentira, tantos abusos sociales, y poder desarrollar su
propia existencia en un ambiente de paz, justicia y amor, que son el fundamento de su
propia felicidad. Porque, ¿de qué le sirve al hombre toda su inteligencia si no la utiliza
para tratar de ser feliz, por más ingeniero, investigador o científico que sea?
Utilizar la inteligencia para que los que conviven con nosotros puedan disfrutar de
las cosas que nos ofrece la vida es un síntoma de madurez del ser humano, y ayudar en lo
que uno pueda a los otros va marcando la personalidad propia de cada individuo.
Amar supone hacer el bien a los demás sin esperar recibir nada a cambio. En este
sentido, un hombre o una mujer consiguen adquirir esta dimensión cuando tienen la
capacidad de ayudar a los que están viviendo con ellos.
Si uno es tan egoísta que no quiere más que todo para sí, no se diferencia en nada
de los animales, se sigue guiando por el instinto animal que existe en el hombre, debido,
probablemente, a que dimensionalmente tienen un origen común. Es curioso, pero
cuando nos encontramos con alguien así, instintivamente nos sale de dentro el decir: esto
no es un hombre, es un animal.
Un niño pequeño también sigue por sus instintos de querer todo para sí, al igual
que lo hace cualquier animal. Para que este niño pueda alcanzar esta dimensión debería
salir de su egocentrismo y ocuparse un poco de las personas que viven con él. En ese
momento el niño dejaría de ser niño y se transformaría en persona.
El hombre para transformarse en ser humano tiene que ir haciendo evolucionar
positivamente al niño que lleva dentro de sí.
44
Dado que el ser humano emerge del mundo donde el niño desarrolla su existencia,
el hombre tendrá que contar siempre con las características que le marca el espacio o
mundo asociado al que pertenece el niño.
Cualquier cambio de dimensión supone una transformación que obliga a
desaparecer en la anterior para conseguir la siguiente.
El niño para llegar a ser hombre tiene que desaparecer como niño.
Desde la dimensión del hombre desaparecen muchos de los infinitos que hay
entre los seres que se mueven en dimensiones inferiores. Y por supuesto, se supone que
entre el ser humano y su Creador existirán muchas dimensiones más.
Una vez que el hombre ha llegado a la madurez de su personalidad, conseguida a
base de luchar contra corriente, sólo le queda en este mundo perpetuarla para siempre. Es
decir conseguir la eternidad o, lo que es lo mismo, adquirir la dimensión temporal.
Para ello tiene que deshacerse de la materia que le ha ido acompañando todo el camino,
pero que si quiere desplazarse en el tiempo, no le es útil, no le sirve y por tanto necesita
librarse de ella.
La materia ha servido al hombre para formar su propio ser. Es decir, ha sido su
soporte para percibir y manifestar sus sentimientos, para formar su conciencia, para
elaborar sus pensamientos, para fortalecer o debilitar su voluntad, para utilizar su
inteligencia, para ejecutar sus obras buenas o malas, para albergar su espíritu, ... en
definitiva, para realizar todo lo que caracteriza su personalidad que le hace ser único e
irrepetible en este mundo donde ha desarrollado su existencia.
La materia no puede moverse en el tiempo, pero la energía parece ser que sí, o al
menos esa es una de las conclusiones a las que llega la teoría de la relatividad. Por
consiguiente, si el ser humano quiere entrar en esa dimensión, no lo puede hacer con
soporte material, tendrá que hacerlo con algún soporte energético. Esto supondría
45
considerar que el alma del hombre tendría como soporte algún tipo de energía que en la
actualidad no sabemos detectar.
Si esta energía fuese de alguno de los tipos conocidos, podríamos detectar su
presencia con cualquiera de los aparatos de medida que tenemos hoy. ¿Se llegará algún
día a construir algún equipo que pueda detectar la presencia de nuestros antepasados?
El decir que el alma tenga un soporte energético no quiere decir que el alma sea
energía, sino que lo que es en sí, el ser, necesita la energía para poder mantener su
existencia. Lo mismo pasa con el hombre al decir que el hombre es materia, es negar
todas las funciones vitales que se desarrollan en él. Dicho de otra forma, lo que es el ser
humano, la conciencia, la voluntad, la inteligencia, las intenciones buenas o malas ...
todo lo que constituye su personalidad propia y que lo distingue de los otros seres puede
tener existencia con soporte material, y entonces carece de movilidad en el tiempo, o con
soporte energético y entonces se puede desplazar por la dimensión temporal.
Para justificar esto debemos recurrir al principio de conservación de la energía
total y a la teoría de la relatividad.
Energía es la capacidad para realizar trabajo.
Conservación de la energía. Principio según el cual la energía no puede crearse
ni destruirse, aunque puede convertirse de una en otra de sus formas. Nunca se ha
comprobado violación alguna del mismo.
La teoría de la relatividad establece la equivalencia entre masa y energía, de
forma que la conservación de la energía total es equivalente a la conservación de la masa
relativista (masa de una partícula en movimiento que se desplaza a una velocidad mayor
que la décima parte de la velocidad de la luz. Esta masa es considerablemente mayor que
la de la partícula en reposo. La relación entre la primera m y la segunda m0 es: m = m0/(1v2/c2)1/2, siendo v la velocidad de la partícula y c la velocidad de la luz).
46
Esta equivalencia entre masa y energía hace que en la práctica para medir ambas
se empleen indistintamente unidades de masa o energía. Por ejemplo, para referirnos a la
masa en reposo que posee un electrón, lo hacemos con unidades de energía en lugar de
unidades de masa (0.51 Mev), en lugar de 9.1091.10-31 kg. De la misma manera, a las
partículas de masa cero en reposo (por ejemplo, los fotones), puede asignárseles una
masa efectiva equivalente a su energía. De hecho, la masa que asociamos a varias formas
de energía tiene realmente todas las propiedades que hasta ahora habíamos dado a la
masa, propiedades tales como inercia, peso, influencia en la localización del centro de
masa del sistema, etc.
La ecuación E = mc2, es una de las ecuaciones más conocidas de la Física. Esta
ha sido confirmada con numerosas aplicaciones prácticas y consecuencias teóricas.
Einstein elaboró la audaz hipótesis de que era aplicable universalmente. La
consideró como la consecuencia más importante de su teoría especial de la relatividad.
Si se considera la energía cinética de un cuerpo como una forma de energía
externa, entonces la energía de la masa en reposo puede considerarse como la energía
interna del cuerpo. Esta energía interna consta, en parte, de cosas tales como el
movimiento molecular, que cambia cuando el cuerpo absorbe o desprende energía
calorífica, o la energía potencial intermolecular, que cambia cuando suceden reacciones
químicas (por ejemplo, la disociación o la recombinación). O bien la energía interna que
puede tomar la forma de energía potencial atómica, que puede cambiar cuando un átomo
absorbe radiación y se excita, o emite radiación y se desexcita, o bien energía potencial
nuclear, que puede cambiar mediante reacciones nucleares. Sin embargo, la contribución
mayor a la energía interna es la energía total de masa en reposo por contribución de las
partículas “fundamentales”, la cual se considera como la fuente primaria de la energía
interna. Esta también puede cambiar, como por ejemplo, en la creación y aniquilación de
electrones y positrones. La masa de reposo (o masa propia) de un cuerpo, no es, por lo
47
tanto en general una constante. Pero la energía total asociada a esa masa debe
conservarse.
Cuando una persona muere parte de su energía interna se le va. La capacidad para
realizar trabajo la pierde completamente. Las reacciones internas que mantienen la
actividad cerebral desaparecen repentinamente. La energía que provoca estas reacciones,
¿dónde se va? O, ¿en qué se transforma? ¿Podríamos aislar el sistema, o cerrarlo de
alguna forma para que el espíritu del ser humano no se escape?
¿No es más fácil admitir que esa capacidad de trabajo que desaparece en el
hombre, en el momento de su muerte, constituye la cantidad de energía que necesita el
sistema del ser humano para que la energía total antes de la muerte coincida con la que
tiene después de muerto y así se siga conservando la energía total del sistema?
Por otra parte, en un documento titulado “¿La Inercia de un Cuerpo, depende de
su Contenido de Energía?”, Einstein escribe:
“Si un cuerpo cede una cantidad de energía E en forma de radiación, su masa
disminuye E/c2 ”. Los experimentos han confirmado abundantemente la teoría de
Einstein.
De ser cierto el hecho de que en el momento de la muerte el hombre pierda algo
de su peso, sugiere la posibilidad de que el soporte energético que acompañaría al ser
humano en la otra vida fuese energía radiada.
Ahora bien, dado que hoy en día la energía radiada se puede detectar en todos los
niveles del espectro electromagnético, incluso los neutrinos, de existir este tipo de
radiación, su frecuencia debería estar por encima de la de los neutrinos: 1028, 1030 ...
Espectro electromagnético
0
Hz
10
Infrasonidos
102
Sonidos
48
103
Ultrasonidos
104
VLF
105
LF
106
MF radio-difusión estándar
107
HF
108
VHF TV, FM
109
UHF Bandas de radar
1010
SHF
1011
EHF
1012
Fin de las microondas
1013
Infra-rojo
1014
Luz visible
1015
Violeta
1016
Ultravioleta
1017
Rayos X
1018
Rayos X
1019
Rayos X
1020
Rayos γ
1021
Rayos γ
1022
Rayos γ
1023
Neutrinos
1024
Neutrinos
1025
Neutrinos
1026
...
1027
...
........................
49
Para detectar los neutrinos con soportes materiales, los científicos han tenido que
idear equipos de detección muy extraños y voluminosos. El tamaño del neutrino es tan
pequeño, del orden de 10-16, 10-18, 10-20... m, que se cree que podría atravesar la Tierra
entera, sin interaccionar con un solo átomo.
Es evidente que los cortes en las distintas zonas del espectro no son exactas, pero
sí suficientes para darnos una idea de lo que se pretende aclarar.
Dado que en el Universo en que vivimos parece ser que no existe ningún límite
superior para la frecuencia, no tiene sentido pensar que a frecuencias superiores no
puedan existir otras cosas que lógicamente no podamos detectar. Por la misma razón, no
creo que hoy día alguien niegue la existencia de las ondas de radio, a pesar de que
nuestros antepasados no muy lejanos no sabían detectarlas.
Debido a que los neutrinos son difíciles de detectar por su escasa interacción con
la materia, pudiendo atravesar la tierra entera sin tocar un solo átomo, radiaciones
superiores se hacen imposibles de detectar con instrumentos materiales. Por este motivo,
detectar el alma de un antepasado con un soporte material es imposible. Sin embargo, no
tendría que ser imposible mediante un soporte energético, ya que se encontrarían en el
mismo mundo, es decir, en un espacio con las mismas dimensiones.
Cuando la materia se encuentra con la materia en su espacio común, manifiestan
sus interacciones. Chocan, desvían sus trayectorias, se transmiten sus energías, sus
momentos, etc. ¿Por qué no puede hacer lo mismo la energía? O, ¿es que cuando dos
ondas de radio, que tienen el mismo soporte energético, se encuentran no producen
interferencias? Y, de esa forma, nos damos cuenta de su interacción.
A través de la meditación profunda el hombre puede reconstruir imágenes de sus
antepasados y encontrar alguna vía de comunicación con ellos. Esto es posible porque la
mente humana necesita un soporte energético para poder realizar sus actividades y
50
transmitírselas al soporte material para que las ejecute en el espacio en el que se
desarrolle la materia.
A través de la mente el ser humano puede desplazarse en la dimensión temporal,
porque la mente del hombre trabaja con un soporte energético que le permite realizar
todas las actividades en esta vida. Sin ese soporte energético el hombre no puede realizar
ningún trabajo.
Por otra parte, si consideramos el movimiento relativo que posee una planta en el
espacio, tiene que estar siempre provocado por agentes externos. Por ejemplo, un árbol
puede mover sus hojas o sus ramas por la acción del viento, y entonces adquiere un cierto
desplazamiento en torno a él, pero sin embargo éste no se puede desplazar en el espacio.
Algo parecido nos debe de pasar a nosotros con el tiempo, probablemente: debido a la
inercia tan grande que llevamos en el desplazamiento por el espacio, la sensación
psicológica de presente que tenemos en el tiempo se dilata en torno a cada punto de la
dimensión temporal. Así tenemos la impresión de que avanzamos en la dirección, de
pasado a presente y de éste al futuro.
Para entender un poco mejor lo que aquí quiero decir, debiera definir los
siguientes términos:
Presente real: Tiempo en el que todos los estados cuánticos de la materia
permanecen fijos.
Presente psicológico: Tiempo que necesita el cerebro para procesar cualquier
cambio detectado.
Si entendemos por presente el instante en el que todos los estados cuánticos de la
materia que constituye el Universo permanecen fijos, entonces este presente representaría
el tiempo en el cual la materia tiene existencia real, ya que, en el momento en el que se
cambie uno de sus estados, automáticamente se pasaría a otra materia distinta de la
anterior.
51
Este instante de tiempo, en el que la materia da la sensación de que permanece
inmóvil, es lo que podíamos considerar como un punto de la dimensión temporal. Pues
el punto debe ser algo distinto de la nada. Ya que, la suma de infinitos ceros da como
resultado cero; mientras que, infinitos puntos sumados, dan como resultado algo muy
distinto de cero. Una recta, una línea, una dimensión. Algo medible, pesable, etc.
La materia en esta situación carece de movilidad en el tiempo, porque aunque
automáticamente se desplazase, a velocidad de vértigo, al punto siguiente de la
dimensión, ya sería otra materia distinta, porque en ese momento, alguno de sus estados
cuánticos habría cambiado y nunca la podríamos hacer volver hacia atrás, ni detener, ni
adelantar en el tiempo, es decir, que aunque nos dé la sensación de que se mueve en el
tiempo, sigue permaneciendo fija en cada punto de la dimensión, en el que la materia
tiene existencia real. Por esta razón podríamos decir que la materia sólo existe en un
punto de la dimensión temporal, y no en toda la dimensión del tiempo.
¿Coincidirá este tiempo, en el que la materia da la sensación de que permanece
inmóvil, con el tiempo de Planck, 10-43 segundos? O ¿resultará ser más pequeño todavía?
La sensación psicológica de presente que tenemos nosotros es un tiempo
muchísimo mayor que el presente real, porque a escala individual, los estados cuánticos
de la materia que constituye el individuo pueden permanecer fijos muchísimo más
tiempo que el resto de la materia total que forma el Universo en general, siempre y
cuando los estados cuánticos que conforman la materia no cambien todos a la vez. A
pesar de todo, el presente es tan corto que se nos escapa de las manos en cada momento.
Este presente psicológico es al que nos referimos cuando decimos que estamos
trabajando en tiempo real en el que dejamos que transcurran los acontecimientos. Así,
siempre que deseemos desplazar en el tiempo algún hecho acaecido con anterioridad,
tenemos que transformarlo en energía, o mejor dicho, buscar un soporte energético que
nos permita mover el presente real de la materia por la dimensión temporal.
52
En un partido de fútbol tomamos como soporte energético las ondas
electromagnéticas (recordamos que las ondas transportan energía pero no materia). Es
decir, las ondas son el soporte energético de las jugadas realizadas por el soporte material
y energético de los jugadores. A través de estas ondas podemos desplazar el partido en el
espacio y en el tiempo y hacerlo presente cuando nosotros deseemos.
Ahora bien, debido a que nosotros para poderlo percibir necesitamos nuestro
soporte material que se va desplazando punto a punto por la dimensión temporal, sólo
podremos desplazarlo del pasado al presente real al que hayamos llegado en ese instante.
Si nos hubiésemos librado de la materia que compone nuestro ser, estaríamos en
condiciones de poder percibir las jugadas realizadas en cualquier tiempo y lugar, ya que
nuestro soporte energético no necesitaría de soporte material alguno y la energía se puede
desplazar en el espacio y en el tiempo.
El hecho de que haya infinidad de estrellas, que ya no existen, y sin embargo
estemos percibiendo su luz, justificaría un poco más este cambio constante de dimensión
de la materia en el espacio-tiempo.
La luz es también una radiación electromagnética que puede interaccionar con los
observadores, porque su tamaño (longitud de onda) es lo suficientemente grande para no
poder atravesar los cuerpos opacos, pero, ¿hasta dónde llegará ese rayo de luz que incide
sobre nosotros? ¿Seguirá su camino más allá de los confines del Universo? Nos costará
entenderlo siempre que la luz esté en una dimensión diferente a la de la materia, ya que
entre ambas debe haber, por lo menos, un infinito de diferencia.
Por lo tanto, un ente que existiese en la dimensión temporal debería poder
desplazarse por la dimensión hacia delante, hacia atrás e incluso detenerse en esa
dimensión, de la misma forma que lo podemos hacer en las dimensiones espaciales.
53
También podríamos considerar que si nuestra mente funciona con energía, sería
fácil comprobar que a través de ella, nos podemos desplazar en el tiempo hacia delante y
hacia atrás, mientras que al soporte material no le está permitido físicamente.
Einstein, en su teoría de la relatividad, trató de dar una solución a esta relación
materia-tiempo tomando para la materia tres dimensiones y una cuarta para el tiempo.
Todas con la misma categoría, lo que querría decir que si en una de ellas, nos podemos
desplazar, hacia delante o hacia atrás, en todas las dimensiones tendríamos que poder
hacer lo mismo. Cosa que no sucede en el tiempo; la materia está fija en un punto de
la dimensión y no se puede mover ni hacia delante ni hacia atrás en la dimensión
temporal. Y no cabe duda científica que obtuvo unos resultados muy plausibles acerca de
esta realidad; pero, sin embargo, las paradojas obtenidas radican en la hipótesis de
considerar que la materia pueda moverse en toda la dimensión temporal y no sólo en
un punto de esa dimensión.
Una de las paradojas consiste en que las longitudes se pueden contraer o dilatar,
según que se encuentren en un sistema de referencia en reposo u otro animado con
velocidad relativa v.
La masa en reposo aumenta a medida que su velocidad relativa v se hace mayor,
y cuando la velocidad v coincida con c se hace infinita. En ese momento, entre la masa
en reposo y la masa en movimiento hay un infinito de diferencia: ¿será que la masa ha
cambiado de dimensión? Habría que darle tal cantidad de energía a esa masa que al final
hasta ella misma se transformaría en energía. Y en este estado sí que podría haber
adquirido la dimensión temporal.
Otra de las paradojas que contempla la teoría de la relatividad es la dilatación del
tiempo para un sistema que se mueve a altas velocidades respecto de otro que se
encuentre en reposo.
54
Los tiempos sólo se podrían dilatar o contraer cuando están dimensionados,
mientras que un punto, al no tener dimensiones, no se puede dilatar ni contraer. Esto
parece ser que sucede a la materia en la vida real.
No hay duda en que la teoría de Einstein es perfectamente válida para el estudio
de un espacio de cuatro dimensiones. Los entes que existan en ese espacio deberán poder
realizar todos las mismas cosas, los mismos movimientos, etc., ya que todos pertenecen
al mismo mundo asociado a ese espacio.
Debido a que el tratamiento matemático y físico no distingue entre cualquiera de
las coordenadas espaciales y el tiempo, lo que suceda en la coordenada x, y o z, debe
suceder en la coordenada t. Por esta razón la materia no puede pertenecer a este espacio,
pues si bien se puede desplazar relativamente sobre las coordenadas x, y, z, no le está
permitido hacerlo sobre la coordenada t, al menos de la misma forma. Sólo lo puede
hacer punto a punto en un único sentido (de pasado a presente y de presente a futuro), y
probablemente a una velocidad fija y constante, por lo que nos da la impresión de que no
se mueve. Para percatarnos de su movimiento necesitaríamos establecer un punto de
referencia en esta dimensión al que tendríamos que considerar fijo, y que al moverse por
ella a velocidad constante, ni siquiera nos daríamos cuenta de que nos estamos moviendo.
Constituiría un sistema inercial perfecto.
Algo similar nos sucede a nosotros en el espacio: para percibir el movimiento
relativo tiene que ser acelerado; si el movimiento es uniforme y rectilíneo, no lo podemos
distinguir de una situación de reposo.
Para que algo de materia pueda existir en la dimensión del tiempo debería
transformarse en algún tipo de energía, y así poderlo desplazar de igual forma por el
espacio que por el tiempo. Todos los experimentos que confirman la teoría de la
relatividad nos sugieren que de existir algún ente en este espacio de cuatro dimensiones,
lo debe hacer con un soporte energético. Por esto el tiempo y la energía están tan
55
asociados que forman una pareja inseparable siempre que se trate de analizar cualquier
fenómeno físico. Además todos los éxitos de la teoría de la relatividad se encuentran en
el tratamiento de las ondas electromagnéticas (la luz), o en las partículas que se mueven
en la frontera del espacio x, y, z. Es decir, cerca del cambio de dimensión.
Tanto el tiempo como la energía están presentes en todos los cambios de
dimensión; y por supuesto también lo están en el cambio de dimensión de la materia
inorgánica a la orgánica (la vida). El día que descubramos todos los secretos que tiene un
árbol para transformar el agua y las sales minerales en su propia materia orgánica
habremos descubierto uno de los misterios más profundos que preocupan al ser humano,
la vida. Sin necesidad de realizar tantos viajes de millones de kilómetros en busca de
ella, para seguir preguntándonos lo mismo.
Parte de esta materia que ha adquirido la vida accionada por agentes externos (el
agua, el viento, las condiciones atmosféricas, etc.) consigue el desplazamiento relativo en
el espacio, y las condiciones externas, climáticas o ambientales le obligan a adaptarse
para sobrevivir. Y de esta materia que ha conseguido la vida y además sobrevivir en el
desplazamiento relativo, se origina el ser humano, siempre y cuando consiga la capacidad
de amar; en caso contrario, será un ser, pero no humano. Y por último, si este ser quiere
conseguir la dimensión temporal tendrá que deshacerse de su soporte material.
Cualquier ser que tenga existencia en el mundo asociado al espacio formado por
las dimensiones (vida –desplazamiento relativo en el espacio- capacidad de amardesplazamiento relativo en el tiempo), podrá realizar, por lo menos, las siguientes
funciones:
Por tener vida, podrá sentir, comunicarse, sufrir, gozar,...
Por poseer el desplazamiento relativo en el espacio, podrá moverse sin ninguna
dificultad por cualquier punto del Universo. Podrá detenerse donde desee. Si el soporte
energético se encuentra por encima de la frecuencia que corresponde a los neutrinos, le
56
resultará muy fácil atravesar la materia e introducirse en cualquier recinto por muy
cerrado que lo tengamos. Etc.
Por poseer la capacidad de amar, podrá sentir el gozo del espíritu que uno siente
en esta vida cuando ama de verdad.
Por poseer la movilidad en el tiempo, el ser se podrá desplazar hacia el pasado,
detenerse en el presente y adelantarse al futuro sin ninguna dificultad.
Un mismo ser no puede pertenecer a dos espacios o mundos asociados distintos.
Además, desde un espacio o mundo asociado de más dimensiones, podremos saber lo que
pasa en los mundos asociados a espacios de menos dimensiones, siempre y cuando el
espacio con más dimensiones esté constituido por las dimensiones de los espacios
inferiores. Por ejemplo, desde un espacio de tres dimensiones (volumen), podemos saber
cómo es el de dos (plano), o el de una (línea). El volumen está constituido por el plano
más la línea.
Los seres que desarrollasen su existencia en el plano, para poder saber lo que
sucede en el volumen, tendrían que analizar lo que sucede en la frontera de los dos
espacios. Algo parecido nos sucede a nosotros entre el espacio que conforma la materia
(3 dimensiones) y el espacio de cuatro dimensiones que incluye una más, el tiempo (4
dimensiones). Gracias a Einstein, que nos dejó el estudio de lo que sucede en la frontera
(cuando la materia se mueve a la velocidad de la luz), se puede intuir lo que debiera
suceder dentro de ese mundo o espacio asociado de cuatro dimensiones.
Ahora bien, un ser que pertenezca al espacio de cuatro dimensiones no puede
pertenecer al de tres a la vez. Por este motivo, la materia tiene que desaparecer del
espacio de tres dimensiones y transformarse en energía.
Resumiendo lo dicho hasta aquí:
A un espacio de cero dimensiones, le correspondería un mundo físico asociado a
un punto.
57
A un espacio de una dimensión, le correspondería un mundo físico asociado a
una línea.
A un espacio de dos dimensiones, le correspondería un mundo físico asociado a
un plano.
A un espacio de tres dimensiones, le correspondería un mundo físico asociado a
un volumen. Ser que lo habita: la materia inorgánica. El mundo mineral.
A un espacio de cuatro dimensiones, le correspondería un mundo físico asociado
a la vida. Ser que lo habita: la materia orgánica. El mundo vegetal.
A un espacio de cinco dimensiones, le correspondería un mundo físico asociado
al desplazamiento relativo en el espacio. Ser que lo habita: el mundo animal.
A un espacio de seis dimensiones, le correspondería un mundo físico asociado a
la capacidad de amar. Ser que lo habita: el ser humano.
A un espacio de siete dimensiones, le correspondería un mundo físico asociado al
desplazamiento relativo en el tiempo. Seres que lo habitan: nuestros antepasados.
¿Qué dice la ciencia sobre el Universo?
Aunque la ciencia no tiene todavía nada claro el origen del Universo, supone que
éste se produjo con una Gran Explosión inicial en la que el Universo comienza a
expandirse de pronto.
La temperatura era de 1032 grados Kelvin y la densidad 1094 gramos por
centímetro cúbico. Estos valores alcanzan los extremos de algo que tenga noción física.
Se produce justo en la fracción de tiempo que se ha denominado barrera de
Planck.
A partir de aquí la teoría puede funcionar, es decir, a partir de los 10 -44 segundos
del origen.
58
Y desde cero hasta este tiempo, la Ciencia se sigue preguntando si aquel estallido
inicial fue efectivamente el momento cero absoluto, fecha de arranque de la cronología
cósmica ¿O se trató sólo de una burbuja inmersa en un megauniverso todavía mayor? Y
en cualquier caso, ¿cuál será su final?
Existen otras teorías, menos difundidas, que sostienen que el Universo no necesita
tener un origen ni tampoco un final, sino que una especie de efecto rebote hace que el
universo haya existido siempre.
Según la teoría de la Gran Explosión, a partir de la barrera de Planck se empieza a
diferenciar entre el espacio-tiempo y la materia, y en la barrera de Planck (1032 0K y
densidad 1094) se escinde la gravedad.
La Ciencia cree que, a partir de aquí, la fuerza interactiva fuerte (interacción de
corto alcance y gran intensidad que ocurre entre nucleones u otras partículas elementales.
Explica las fuerzas nucleares y la creación de partículas en procesos nucleares de alta
energía) se separa también dando lugar a la diferenciación de las primitivas partículas
elementales de las que se compondrá toda la materia posterior: quarks, leptones,
electrones y neutrinos.
Después de esto aparece el estado de falso vacío, inflación cósmica, sobrepeso de
la materia, la escisión de las fuerzas electromagnéticas y de interacción débil y por fin
aparecen los primeros nucleones. Todos estos procesos tendrían que pasar en menos de
un segundo de tiempo.
A continuación se daría la aniquilación de la antimateria, la liberación de
neutrinos, la aniquilación de pares de leptones y la síntesis de los primeros elementos.
Después viene un período en el que la materia se encuentra en estado de plasma.
El Universo se va enfriando lentamente y los electrones son atrapados por los
núcleos formando los átomos. Los fotones permanecen libres por el Universo
constituyendo el fondo cósmico o radiación de microondas.
59
Se desarrollan irregularidades en el gas cósmico, especie de cúmulos a partir de
los cuales se forman cuásares y galaxias. En los núcleos se originan agujeros negros
supermasivos. Después aparecen las estrellas y a partir de éstas los planetas -la vida-.
A continuación vendría la muerte del sol pasando antes por una estrella gigante
roja
enana blanca
enana negra.
El resto de las estrellas también irán pasando por esos mismos procesos.
El cosmos se oscurece al extinguirse las estrellas. Las galaxias se colapsan en
gigantescos agujeros negros. Aquí la materia se desintegra y a causa de un efecto
cuántico, los agujeros negros también comienzan a emitir energía colapsándose hasta que
finalmente explotan evaporándose. Última deflagración antes del frío mortal del cosmos.
De todos estos procesos que asegura la Ciencia, algunos están comprobados;
otros, lógicamente, no.
Quizás el mejor punto de apoyo de esta teoría lo dio Hubble cuando observó que
las galaxias se alejaban unas de otras.
A partir del efecto Doppler se ha encontrado que existe un movimiento general de
alejamiento de las galaxias respecto a nosotros y que la velocidad v de alejamiento es
proporcional a la distancia d a la que se encuentran.
v=Hd
donde la constante de proporcionalidad H se llama constante de Hubble. El valor de esta
constante presenta actualmente bastante controversia, porque de su exactitud depende la
edad que se atribuya al Universo.
Como las galaxias no sólo se alejan de nosotros sino también entre sí, entonces
todo el Universo está en expansión y la constante de Hubble caracteriza este ritmo de
expansión.
De acuerdo con el valor que se atribuye en la actualidad a H = 1´6.10-18 s-1 se cree
que el Universo tendría unos 20.000 millones de años.
60
Debido a las fuerzas gravitatorias no se puede pensar que el ritmo de alejamiento
sea siempre el mismo, sino que sucede como cuando tiramos una piedra en un campo
gravitatorio; ésta unas veces va más rápida y otras más despacio, e incluso puede regresar
al punto de lanzamiento. Por esto, cabe preguntarnos si el Universo seguirá siempre en
expansión o algún día volverá a contraerse sobre sí mismo y cambiará el sentido de la
velocidad de las galaxias y de los demás objetos móviles.
Existe la posibilidad de que el ritmo de expansión del Universo sea tan grande, o
que su densidad sea tan pequeña, que haga imposible la inversión de la tendencia
expansiva. En este caso, su velocidad será mayor que la velocidad de escape, como
ocurriría a una piedra que se lanzara tan fuerte que nunca volviese a la Tierra (o al campo
gravitatorio correspondiente). El valor aceptado actualmente de la densidad del Universo
indica que éste no se contraerá sino que se expandirá indefinidamente. Sin embargo, este
valor es bastante cercano al valor crítico necesario para la contracción y fácilmente
podría ser menor que el valor real. La razón de que el valor calculado de la densidad sea
inferior al real radica en que la cantidad de materia oscura del Universo es muy difícil de
calcular. Por otra parte, el Universo contiene un número enorme de neutrinos. Y como la
masa del neutrino es tan pequeña, resulta complicadísimo saber su valor exacto. Podría
darse que la suma de la masa de todos los neutrinos que existen en el Universo inclinasen
la balanza de los cálculos, hacia los valores que debe tener la densidad del Universo para
la contracción en lugar de la expansión.
Otro de los apoyos importantes que sostienen esta teoría cosmológica del
Universo lo dieron A. Penzias y R. Wison al detectar en 1964 la radiación remanente, o
de fondo, característica de una emisión térmica a 3 ºk, que constituiría una radiación
electromagnética remanente de la Gran Explosión. En la actualidad se ha conseguido
realizar un estudio simulado de todo el Universo a partir de esta radiación. Esto nos da
una idea de cómo fue nuestro Universo en su juventud.
61
Por termodinámica sabemos que la temperatura de un sistema en expansión
disminuye. Por tanto, dando marcha atrás al tiempo, nos encontramos que la temperatura
del Universo aumenta (cuanto más atrás en el tiempo mayores serán la presión y la
temperatura). De forma que cerca del comienzo, debió de haber un tiempo en que el
Universo era tan caliente que las moléculas no podrían existir, ya que la energía cinética
de los átomos era tan grande que no podrían juntarse para formar una molécula estable.
En un tiempo aún más cercano al comienzo, las energías cinéticas debieron ser
tan grandes que los átomos no podrían retener a sus electrones y la materia estaría
formada por un plasma de electrones y núcleos desnudos.
Antes aún los núcleos se encontrarían disgregados en sus protones y neutrones, y
antes aún los protones y neutrones en sus quarks. ¡Quién sabe lo que pudo pasar antes
aún!
Conclusión
A pesar del esfuerzo que la Ciencia está haciendo por resolver los enigmas del
Universo, tiene todavía infinidad de preguntas sin aclarar. Por ejemplo, si existe algún
límite al tamaño del Universo. Si es finito o infinito. Si es finito, ¿qué habrá más allá del
límite?
En cuanto al origen, no se sabe nada y, por supuesto, del final nos queda mucho
que aprender, para saber poco.
Por otra parte, si la constante de Hubble coincidiese con el valor crítico habría
que pensar que el Universo ni se expandirá ni se contraerá, sino que se moverá sobre sí
mismo.
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Y no digamos nada si pensamos en los seres vivos que habitan alguna parte del
Universo, ¿estaremos solos? La vida, ¿qué es? La mente del hombre, ¿de qué está
hecha?, ...
La vida, entendida como fuerza o actividad interna sustancial mediante la que
obra el ser que la posee, crece, o aumenta su actividad interna a medida que forma parte
de las dimensiones que componen los espacios o mundos asociados con más
dimensiones. Por ejemplo, el estado de actividad interna en el reino mineral (tres
dimensiones) es mucho menor que la actividad en el reino vegetal, por eso decimos que
las piedras no tienen vida.
La actividad interna de las plantas (4 dimensiones) es menor que la que parece
ser que tienen los animales (5 dimensiones).
La capacidad de sentir, o de experimentar sensaciones por causas internas o
externas, y que constituye una de las características esenciales de los seres que posean
esta dimensión, la vida, crece a medida que asciende de una dimensión a otra. Si
cortamos una rama a un árbol, “llora” hasta que cicatriza la herida; si tratamos mal a un
animal, se queja o incluso utiliza todo lo que esté a su alcance para defenderse; si lo
tratamos bien, suele manifestar su agradecimiento según sus posibilidades, con su
compañía, etc.
La forma de sentir sigue creciendo en el espacio de 6 dimensiones cuando los
seres que lo habitan adquieren la capacidad de amar.
En este espacio el ser no solamente goza o sufre por causas que le conciernen a él
sólo, como parece ser que les sucede a los seres que desarrollan su existencia en espacios
con menos dimensiones, sino que puede sufrir, gozar o experimentar sensaciones
producidas por causas internas o externas que hayan sucedido a otros seres que
pertenecen a su mismo espacio o mundo asociado.
63
Los sentimientos normalmente los clasificamos en agradables (cuando permiten
gozar al espíritu o a la carne, cuerpo, soporte material) y desagradables (cuando hacen
sufrir al espíritu o a la carne, soporte material). Cualquier ser que pertenezca a este
espacio, utilizando los medios que estén a su alcance puede transmitir cualquiera de estos
sentimientos al resto de los seres que conviven en el mismo mundo.
De todo esto podíamos concluir que la vida se proclama cuando hay sentimientos.
Los seres humanos, los animales, las plantas cuando mueren dejan de manifestar sus
sentimientos en este mundo.
La vida llegará a su plenitud cuando los seres que la posean adquieran la
dimensión temporal. Por esto será trascendental la situación en la que se encuentre el
ser cuando consiga entrar en el tiempo. Si al morir uno se encuentra en una situación de
paz, justicia y amor podrá seguir desarrollando los sentimientos agradables y gozar su
espíritu en el tiempo. El gozo del cuerpo no cuenta porque la carne tiene que desaparecer
y quedarse en el espacio que le corresponde. Si la situación en el momento de la muerte
es un sentimiento de odio, venganza, rencor, envidia, en definitiva desamor, tendrá que
seguir sufriendo esta situación al conseguir entrar en el tiempo.
De la misma forma sucede con la movilidad o desplazamiento relativo. Los seres
que se encuentran en este espacio pueden ir aumentando su movilidad a medida que van
aumentando el número de dimensiones en los espacios siguientes. Por ejemplo, en los
animales (5 dimensiones) su capacidad para moverse en el espacio está limitada
generalmente por sus condiciones físicas. En el hombre (6 dimensiones) esta capacidad
de moverse en el espacio estaría limitada por las condiciones físicas (materiales) y
psíquicas (intelectuales).
Si consideramos que el punto de partida de un ser humano son los átomos de
carbono, oxígeno, hidrógeno, etc., que forman los espermatozoides y óvulos, y que su
estancia en el vientre materno corresponde al espacio en el que el ser carece de
64
desplazamiento relativo y que para poderse mover o adquirir esta movilidad tiene que
salir del vientre de su madre, y que al pasar por la adolescencia puede entrar en el espacio
en el que puede desarrollar su capacidad de amar, y que al morir puede adquirir la
dimensión temporal, podríamos asegurar que el ser humano pasa por todas las
dimensiones descritas.
En la teoría del Universo que ha ido desarrollando la Ciencia, y descrita
anteriormente, para que puedan tener sentido las cosas que se describen, se necesita
contar con la materia o energía oscura (materia o energía no luminosa de naturaleza
desconocida) que sería aproximadamente de un 95%. Es decir, que la materia que
podemos observar tan sólo constituye un 5%, si llega. Si mantenemos la conclusión de
Eintein “Si un cuerpo cede una cantidad de energía en forma de radiación, su masa
disminuye E/c2”, ¿no estará la materia oscura compuesta por radiación con frecuencias
superiores a la de los neutrinos, imposible de detectar con instrumentos materiales? O, no
será que, al hacer todos los cálculos en el espacio (x, y, z, t) sólo el 5% de la materia
quepa en ese espacio, por el hecho de que la materia ordinaria sólo puede existir en un
punto de t.
Quizás uno de los problemas gordos que tienen los científicos en el estudio del
Universo es que no ven más que materia y energía. Incluso ésta, algunas veces, no la
quieren ver por miedo a quedar en ridículo ante los demás hombres de ciencia. Por eso,
investigar sobre el espíritu del hombre, o el alma del ser humano lo consideran como
algo ridículo, y que es sólo cosa de curas y frailes, o de gente inculta e incapacitada. Y
que sólo ellos, los científicos, tienen la verdad absoluta, porque están en grandes
laboratorios, donde todo se comprueba y se experimenta, excepto cualquier cosa que esté
relacionada con la energía que posee el espíritu o el alma del ser humano, sin darse
cuenta de que “al final de la jornada aquél que se salva sabe y el que no, no sabe nada”.
65
Recuerdo que cuando utilizo los conceptos soporte material y soporte energético
me refiero a lo siguiente:
Soporte material: cantidad de materia inorgánica que contiene o alberga al ser humano.
Soporte energético: cantidad de energía sobre la que se mantiene la conciencia, la
mente, el espíritu, la inteligencia, las intenciones, ¿el alma? Por ejemplo, las ondas
electromagnéticas son el soporte energético de las jugadas, gestos, acciones, etc.
realizadas por los jugadores, en la retrasmisión de un partido de fútbol.
66
El que ama está dando vida a la fe
“La fe si no tiene obras está realmente muerta”. St (2, 17)
“...pruébame tu fe sin obras y yo por las obras te probaré mi fe”. St (5, 18)
Pero, ¿qué tipo de obras serán las que justifiquen nuestra fe?
El joven rico le preguntó al Maestro, ¿qué he de hacer yo de bueno para conseguir
vida eterna? Jesús le contestó: ...si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.
¿Cuáles? – replicó él. Y Jesús le dijo: “No matarás, no cometerás adulterio, no robarás,
no levantarás testimonio falso, honra a tu padre y a tu madre, y amarás a tu prójimo
como a ti mismo.” Mt 19 16-22, Mc 10 17-22 , Lc 18 18-23, Lc 10 25-28.
“Como a ti mismo”. Esto sugiere la idea de que todos llevamos impreso en
nuestro ser la ley del amor y que debemos actuar según nos dicte ella; porque, ¿a quién le
gustaría que le hiriesen o le matasen, que la persona a quien ama se vaya con otro, que le
roben, que hablen mal de él, que sea maltratado por sus propios hijos...?
Si alguno dice: “Amo a Dios” y aborrece a su hermano, es un mentiroso; pues
quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quién no ve. 1 Jn 4 20.
Sólo amando a las personas que viven con nosotros demostraremos que amamos
a Dios.
El que ama comparte, ayuda, perdona, respeta, olvida, cede, no habla mal de
nadie, etc.
Es realmente desarrollando la capacidad de amar, creciendo en esta dimensión,
cuando se va descubriendo al Ser Supremo.
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6 – La imagen del Creador
Hacer una imagen o representación de algo o alguien que nadie ha visto jamás
puede resultar un tanto complicado. La Ciencia está acostumbrada a ello y no tiene
ningún reparo, por ejemplo, en hacer modelos atómicos, sin haber visto los átomos
nunca. Si bien es sabido que en el presente se consigue ver los átomos aislados, todavía
no se puede ver nada de lo que contienen en su interior. Y no digamos nada sobre hacer
una imagen, o una representación, o una semejanza del Universo entero, de cómo fue
hace casi 20.000 millones de años, empleando para ello la radiación remanente de
microondas.
Para realizar estas representaciones, la Ciencia observa los fenómenos físicos que
existen a nivel macroscópico y según se manifiesten éstos, va sacando sus conclusiones
de cómo tiene que estar constituida la materia a nivel microscópico para que a nivel
macroscópico suceda lo que sucede.
Cuando estas representaciones o modelos no satisfacen todas las exigencias
planteadas, los científicos los ha ido sustituyendo por otros más convincentes, sin más.
De igual forma, la imagen, o la representación, o el modelo intelectual, que el
hombre ha tenido de Dios, ha ido evolucionando a lo largo de la historia de la
humanidad.
El hombre primitivo hacía sus dioses de piedra, roca, montaña, etc. En el
momento que estos dioses no satisfacían las exigencias impuestas por el hombre, se
abandonaban sin más, y se sustituían por otros que fuesen más convincentes. Así fueron
famosos entre los egipcios los dioses sol, luna, etc. Tan sólo una relativamente pequeña
parte de la humanidad fue perfilando la imagen de un Dios único, creador de todas las
cosas.
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Seguramente, ni siquiera los monoteístas tendrían una única imagen de su Dios. Y
nosotros, recordando que “a Dios nadie lo ha visto jamás”, podemos imaginarlo o
representarlo cada cual como puede. La imagen que cada cual se hace de Dios, tendrá
mucho que ver con su cultura, sus costumbres y en general con la convivencia de las
personas.
Por otra parte, los que niegan la existencia de Dios, probablemente sea porque la
imagen que ellos tienen, o que les han presentado, o que han ido adquiriendo a lo largo
de su vida de Dios, no les convenza para nada.
La idea que nosotros nos podamos hacer de Dios debe estar de acuerdo con
nuestros conocimientos, y si se trata de un Dios creador de todas las cosas, como
mínimo, tendrá que estar de acuerdo con las cosas que podamos observar, percibir, sentir
o intuir en el Universo, para que satisfaga completamente las exigencias de nuestro ser.
Para ello, lo lógico sería recurrir a un espacio de infinitas dimensiones, pero
evidentemente, a la mente humana le falta capacidad para representar un espacio así.
Además, resulta ya difícil para los especialistas representar gráficamente un espacio de
cuatro dimensiones, de forma que sería inútil emplear infinitas. Sin embargo, imaginar un
espacio de tres dimensiones nos tiene que resultar familiar, porque la materia tiene su
existencia en él, y es el espacio en el que nosotros nos movemos.
Pero, ¿qué dimensiones deberíamos representar en este espacio, que englobe la
mayor parte de las cosas conocidas, por no decir todas, o por lo menos las suficientes,
para poder satisfacer completamente las exigencias de nuestra imaginación?
1ª- La materia de la misma forma que ha sido tratada anteriormente, es decir, que
dentro de sí debería encerrar las tres dimensiones espaciales: largo, ancho y alto. Creo
que no hay nadie que niegue su existencia. Además, es una magnitud que podemos medir
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perfectamente, para que pueda cumplir sin ningún problema las exigencias de la Ciencia
para considerarla como una dimensión.
2ª- La energía en todas sus diferentes manifestaciones, que conozcamos o que
todavía no hayamos descubierto. Otro parámetro, que aun los más escépticos, sigo sin
creer que nieguen su existencia. Y por supuesto, es una magnitud perfectamente medible,
con lo que la podemos considerar como una dimensión sin más.
3ª- El amor, definido como “sentimiento que mueve a desear que la realidad
amada, otra persona o un grupo humano, alcance lo que se juzga su bien, a procurar que
ese deseo se cumpla y a gozar como bien propio el hecho de saberlo cumplido” o dicho
de otra forma, “la capacidad que hay en el hombre de poder hacer el bien (o el mal) a sus
semejantes conscientemente”. Parece ser que esta capacidad solamente es propia del
hombre. Y sigo pensando que nadie negará que existe en el ser humano.
Para que este parámetro lo podamos considerar como dimensión y tenga algún
rigor científico tendríamos que analizar las dos exigencias que la Ciencia nos impone, es
decir, comprobar que corresponda a una magnitud y que además la podamos medir.
Si magnitud es una propiedad física, y consideramos como propiedad física, por
ejemplo, el que dos cargas eléctricas se atraigan o se repelan entre sí, ¿por qué no
podemos considerar como propiedad física que dos personas se sientan atraídas entre sí
cuando se aman de verdad, o que se repelan cuando se odian a muerte? Desde el punto de
vista de la Física no hay ninguna diferencia. Otra cosa es que el primer proceso se tenga
controlado y el segundo quede mucho que estudiar para llegar a conclusiones fiables.
En cuanto a que se pueda medir, si medir la inteligencia, hoy día, no resulta
mucho problema, a través de test, ¿por qué no se puede medir el amor a través del
número de obras buenas o malas que vamos haciendo en la vida? Ya que “obras son
amores y no buenas razones”. Además, como he señalado anteriormente, entre dar la vida
por los amigos y dar la vida para matar a un amigo, existe una infinidad de situaciones
70
que la conciencia del hombre debe juzgar si corresponden a acciones positivas o
negativas.
En cuanto a la fiabilidad de la medida, cualquier magnitud que deseemos medir
establece su riesgo, y la incertidumbre se hace presente en todas las medidas.
Con estas tres dimensiones podríamos formar un espacio que encerrase dentro de
sí todo lo humanamente conocido en el Universo.
De forma que este espacio podría quedar así:
Amor
Energía
Materia
Dado que el hombre está constituido por un soporte de materia, el cual se
mantiene gracias a la energía que contiene en su interior, dígase energía calorífica,
química, mental, etc. y además todo ese conjunto adquiere la capacidad de desarrollar
actos de la voluntad positivos o negativos, es capaz de poder hacer el bien o el mal, o
dicho de otra forma, la capacidad de amar u odiar, entonces podríamos asegurar que el
hombre, como tal, pertenece a este espacio, o mejor dicho constituye un punto de este
espacio.
Por otra parte, el amor necesita de la energía para poderse manifestar, y de la
materia para realizarse. Un ser que perteneciese a este espacio necesita de las tres
dimensiones para existir. Y no podrían existir unas sin las otras, es decir, las tres deben
formar un único ser con identidad propia y diferente a los demás, que es el hombre.
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Además de todo esto, la especie humana juega con otros parámetros que
condicionan su destino y que influyen en el desarrollo total de su vida. Uno de estos
parámetros es la fe. Ahora bien, dado que la fe sin obras de caridad o amor es una fe
muerta, se podría considerar como algo que contribuye a crecer en la dimensión del
amor. Lo mismo con la justicia, la paz, la esperanza y el resto de las virtudes que
favorecen el desarrollo de la personalidad humana.
La mayoría de las religiones que existen en la tierra, tiene parecidas pretensiones,
buscar la felicidad de sus militantes, aunque sea por caminos diferentes.
El sentido de justicia, de amor y de paz lo llevamos inscrito en nuestro interior
todos los seres humanos. Cuando se trata de hacer justicia, solemos aplicar las leyes de
diferente forma a las personas que queremos y a las que odiamos.
Para el cristiano, esa fe debe estar fundamentada en el mensaje evangélico, que le
debe marcar una forma de vivir completamente distinta a otros que tengan creencias
diferentes. Así por ejemplo, un cristiano y un budista, aunque en el fondo ambos persigan
los mismos objetivos, viven en “mundos” distintos.
Para el que cree en el evangelio, le puede resultar fácil identificar el Amor con la
imagen que el evangelio hace de Dios Padre. Basta recordar la parábola del Hijo
Pródigo, por ejemplo (Lc 15, 11-32).
En esta parábola, el evangelio cuenta cómo un padre que tenía dos hijos reparte su
hacienda entre ambos, y uno de ellos se marcha a tierras lejanas y malgasta todo viviendo
como un libertino. Cuando arrepentido se quiere volver a su casa, el padre se alegra
tanto de verle de nuevo, que no sólo le abraza y le perdona sino que le prepara una fiesta
en su honor porque el hijo perdido había sido hallado; estaba muerto y había vuelto a la
vida.
Cuando se quiere a alguien de verdad se ven sus fallos de forma diferente, se le
disculpa todo, se le perdona todo.
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San Juan, en el capítulo 1º dice entre otras cosas: “En el principio la Palabra (El
Verbo, El Hijo) existía y estaba con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo nada
de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres...Y la Palabra
se hizo carne...”. Es decir, tomó forma material, en el Hijo, Jesús de Nazaret. Luego,
¿tendría sentido identificar la dimensión que constituye la materia con Dios Hijo?
Si el hombre, de la forma que está constituido, quiere recibir información de otra
realidad distinta, uno de los medios más contundentes es hacerlo a través de la palabra. El
Hijo del Hombre sería la forma material mediante la cual el Padre podría transmitir al
hombre el mensaje evangélico.
La energía, en el interior del hombre, es la que se encarga de elaborar todos los
procesos internos que se producen en el ser humano. De ella dependen las ideas buenas o
malas que nacen en nosotros, así como toda la fuerza interior que puede tener una
persona. Sin ella, no pueden existir actos de la voluntad, porque no existiría la vida, y por
consiguiente el hombre desaparecería.
Por otra parte, si analizamos un poco las imágenes que aparecen en el mensaje
que el Padre nos quiere transmitir a través del evangelio (el fuego, la fuerza del viento,
las llamas, etc.), creo que coinciden bastante con lo que los humanos llamamos energía.
Así que, ¿tendría sentido identificar la energía con el Espíritu? El mismo S. Juan en el
capítulo 14 versículo 17 señala: “el Espíritu de la verdad, a quien el mundo no puede
recibir, porque no le ve ni le conoce”. ¿Será una coincidencia, que le pase lo que a la
energía, que no se puede ver, sólo se puede sentir?
Lo mismo sucede con la fuerza del Espíritu, sólo se pude sentir. El cristiano que
vive el evangelio puede constatarlo.
Según todo esto, podríamos continuar representando el espacio que hemos
empezado anteriormente de la siguiente forma:
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Amor = Dios Padre
Actos de voluntad positivos
cielo
Energía = Dios Espíritu
Materia = Dios Hijo
infierno
Actos de voluntad negativos
Estas tres dimensiones forman un único espacio que encierra dentro de sí
prácticamente todo lo que buenamente el ser humano pueda imaginar.
Cada dimensión corresponde a una coordenada infinita del Dios Global,
perfectamente caracterizada, que hace que el espacio tenga dimensiones infinitas.
¿Tendría sentido identificar este espacio con el Ser Supremo? Estaría formado
por tres personas distintas en un único Dios verdadero. Así, sería imposible que existiera
el Ser Supremo sin una de sus dimensiones. Ya que por la revelación sabemos que no
puede existir el Padre sin el Hijo, ni el Padre sin el Espíritu, ni el Hijo sin el Espíritu.
El ser humano, participa de estas tres dimensiones, el soporte material que lo
contiene alberga dentro de sí el espíritu que le mueve a realizar actos positivos (o
negativos) en la dimensión del amor. Luego el ser humano pertenece a este espacio.
Ahora bien, dado que ninguna de las tres dimensiones se hace infinita en el
hombre, tendríamos que introducirlo dentro del espacio, como un punto de él.
Al estar dentro del espacio nos puede resultar fácil entender lo de “a Dios nadie lo
ha visto jamás”, porque nos puede suceder lo mismo que le sucede a un glóbulo de
nuestra sangre que jamás podrá ver al hombre al que pertenece. Sin embargo, al Hijo, al
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Padre y al Espíritu sí que se han podido ver. El Padre y el Hijo son una misma cosa.
Quién ve al Hijo está viendo al Padre. Y el Espíritu se sigue sintiendo en el interior de
cada uno de los seres humanos que lo invocan.
Por otra parte, el hombre podría participar de distinta forma de cada una de estas
tres dimensiones, según el punto de la dimensión en que se encuentre. Esto podría
justificar el porqué no se encuentran dos personas iguales, por más que se parezcan o se
intente clonarlos. Es prácticamente imposible que en el mundo haya en la actualidad o
haya habido en tiempos pasados, dos cerebros completamente iguales. Lo que querría
decir que cada individuo sería único en el espacio del Ser Supremo, y además,
irrepetible. Somos puntos diferentes todos.
Por supuesto, dentro de cada dimensión, en este espacio se podrían introducir
otras que correspondiesen a seres distintos al ser humano. Por ejemplo, en la dimensión
material habría que introducir las tres que corresponden a la materia; en la dimensión del
amor, la vida, el desplazamiento, el tiempo, etc. Esto sería complicar tanto el espacio que
al final resultaría imposible imaginarse nada.
¿Qué piensa la mística del Ser Supremo?
Dios más grande
No es posible decir simplemente, “sin más”, que Dios está ahí. Él es para nosotros
una cuestión de absoluto, de verdad, de infinito. Es alguien o algo no determinable, que
no puede ser detenido, que no es “superable”. Por esta razón podemos llamarlo también
el “más allá”, pero este más allá no está ni más arriba, ni más abajo, ni más a la derecha,
ni más a la izquierda.
Él está más allá porque está siempre más lejos de allí donde Lo buscamos.
No podemos aprehenderlo en ninguna parte, pero aprendemos que Él es infinito
gracias al procedimiento indefinido que Lo busca después de haberlo recibido o que Lo
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llama después de haberlo percibido. El infinito para nosotros es el espíritu de este
itinerario indefinido. Nunca podemos circunscribirlo en nuestros conceptos, en nuestra
afectividad, en nuestra experiencia común o solitaria a aquél, que por definición está más
allá.
La manera en que el infinito se nos aparece (expresión sin duda contradictoria,
pues el infinito no se puede aparecer, sólo un objeto se aparece y Dios no es un objeto) se
insinúa en nosotros a través de la tensión interna y del trabajo de aquello que recibimos a
la vez en las fracturas de nuestro tiempo y en la lentitud de nuestros procesos, en la
sorpresa de momentos privilegiados y en los itinerarios silenciosos de una aparente
repetición.
Lo que caracteriza entonces la experiencia de un “infinito” (dejando el término
entre comillas, como aquello que no cesa de escapársenos en el instante en que hablamos
de él) es que el infinito nos es necesario precisamente en la medida en que se nos escapa.
En el fondo, a Dios se le percibe en la experiencia como aquello sin lo que un hombre no
puede vivir, aquello sin lo que una comunidad, un grupo de hombres no puede existir. Es
algo tan fundamental, que ser privado de ello significa perecer. Y sin embargo, no
podemos ni aprehenderlo ni apresarlo. Por eso se llama in-finito. (La experiencia
espiritual, de Michel de Certeau, traducido del francés por Carmen Castañón y Pablo
Mella).
Así describe la “mística” la percepción individual del Ser Supremo, a través de la
experiencia espiritual de cada persona.
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Conclusión
Por supuesto que Dios no es el Universo, ni la energía, ni las dos cosas a la vez.
Dios debe de ser bastante más y muy diferente a lo que la mente humana puede llegar a
comprender, de hecho nadie lo vio jamás. Pero si la imagen que hemos intentado hacer
del Ser Supremo satisface todas las exigencias de nuestra mente, nos podemos dar por
satisfechos, ya que ése era nuestro objetivo.
Dentro de un ser humano no está alojada toda la materia que compone el
Universo, ni tampoco contiene toda la energía, y por supuesto tampoco puede contener
todo el amor que nos ha tenido el Padre. Nosotros participamos de cantidades
infinitesimales comparadas con las dimensiones infinitas del espacio.
El punto, aunque represente una cantidad pequeña, tiene que ser algo distinto de
la nada, porque infinitos puntos juntados dan una dimensión, algo distinto de cero, que es
medible e incluso puede tener distancias infinitas, mientras que cantidades infinitas de
“nada” dan como resultado cero.
Según esto, para pertenecer al espacio del Ser Supremo tendríamos que ser un
punto de ese espacio, es decir, participar de las tres dimensiones (materia, energía, amor).
No es lo mismo ser un punto de una dimensión, por ejemplo, de materia, que
carecería de vida, que ser un punto del espacio (materia, energía, amor), en el que al
participar de las tres dimensiones, el ser que pertenezca a este espacio adquiere otras
posibilidades, por ejemplo, la vida.
Por todo esto, podemos pensar que el ser humano constituye un punto del espacio
del Ser Supremo. Negar la existencia del Ser Supremo lleva consigo negar nuestra propia
existencia. Porque estaríamos negando la materia que constituye nuestro ser, la energía
que da vida a la materia y los sentimientos de gozo que experimenta el corazón humano
cuando el dueño que lo transporta, ama de verdad.
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Desde este punto de vista, el cristiano ahora podría entender mejor muchas de las
expresiones que aparecen en la Biblia, como por ejemplo, “sois como dioses”, es decir,
que el hombre es parte del Ser Supremo, participa de sus dimensiones y está hecho de los
mismos elementos constituyentes. O “el hombre está hecho a imagen y semejanza de
Dios”, lo que supondría participar de su misma naturaleza, es decir, constituiríamos,
parte del soporte material donde se manifiesta la energía y se hace realidad el amor. San
Pablo en la primera carta a los Corintios en el capítulo 3 versículo 16 dice: “¿No sabéis
que sois santuario de Dios y que el Espíritu de Dios habita en vosotros?” Efectivamente,
la fuerza interior que arrastra al cristiano a hacer el bien, y que procede del amor que el
Padre nos tiene para avanzar en esa dimensión sería el Espíritu de Dios. Etc.
La fe en el evangelio es la clave para que el hombre pueda entrar y avanzar en la
dimensión del Amor. Ya que no se puede creer y no amar. El que dice creer y no ama,
miente; es imposible creer y odiar a alguien. La fe sin obras de amor es una fe muerta.
Nadie puede dar lo que no tiene, ni en esta vida ni en la otra. Por esta razón,
transmitir la fe de padres a hijos es la mejor herencia que un padre puede dar a su
hijo. Supone introducir al hijo en el camino de la paz, la justicia y el amor que son el
fundamento del gozo del espíritu donde radica la felicidad del hombre. Dejar a un hijo en
manos de la sociedad, corrompida por el ansia del poder, la codicia del dinero, las
injusticias sociales que acaban en guerras fraticidas, el afán por la fama que construye
ídolos de barro, el deseo de venganza que fomenta el odio entre los semejantes, etc. es
como dejar un barco a la deriva, sin ningún control, queriendo que llegue a buen puerto.
Sólo la vivencia profunda de la fe puede liberar al ser humano de todas estas
calamidades, aunque tenga que realizar su existencia dentro de esta sociedad.
Por otra parte, el pensar que el Padre nos quiere sería lo más razonable del
mundo, dado que si formamos parte de Él no puede hacer otra cosa. Sería equivalente a
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que una persona no quisiese, por ejemplo, un riñón que le pertenezca, y que forme parte
de su cuerpo.
De todo esto podríamos deducir, también, que cada uno de los seres que forman
este espacio tienen una misión concreta, que deben ir realizando a lo largo de su
existencia, como, por ejemplo, en el cuerpo humano el riñón, tiene que realizar su
función.
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7 – Jesús: Mensaje evangélico
“En el principio la Palabra existía y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra
era Dios. Ella estaba en el principio con Dios. Todo se hizo por ella y sin ella no se hizo
nada de cuanto existe. En ella estaba la vida y la vida era la luz de los hombres, y la luz
brilla en las tinieblas y las tinieblas no la vencieron ... La Palabra era la luz verdadera
que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba, y el mundo fue
hecho por ella, y el mundo no la conoció. Vino a su casa y los suyos no la recibieron.
Pero a todos los que la recibieron les dio poder de hacerse hijos de Dios, a los que
creen en su nombre; la cual no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de
hombre, sino que nació de Dios. Y la Palabra se hizo carne y puso su Morada entre
nosotros…La gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. A Dios nadie le ha
visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre él lo ha contado”.
Uno de los obstáculos que encuentra bastante gente para incorporarse a la iglesia
católica es el tener que admitir que el nacimiento de Jesús tuvo que suceder de la forma
fantástica que narran los evangelios de San Lucas y San Mateo.
Por supuesto que Jesús era Dios y podía venir a este mundo de la forma que
juzgase conveniente, y que hizo milagros, que aunque no prueban la divinidad de Jesús,
pudo realizarlos. Pero en absoluto es necesario tener que emplear esa forma fantástica, e
inverosímil, que utilizan Lucas y Mateo para admitir la Buena Nueva.
El mantener ciertos dogmas de fe en la actualidad impide que muchas personas
acojan el mensaje evangélico, por las dudas que provoca en ellas ciertas doctrinas faltas
de fundamento lógico, completamente innecesarias para poner en práctica la Palabra o la
Sabiduría que encierran los evangelios.
80
Por otra parte, el Ser Supremo le sometió incluso a la muerte (como a el resto de
los hombres) y una muerte de Cruz. ¿Por qué el nacimiento tenía que ser de una forma
fantástica, espectacular y no ser sometido a nacer como el resto de los humanos?
Si admitimos que en Jesús de Nazaret existían dos naturalezas, una humana y otra
divina, ¿por qué no pensar que la humana fue tomando cuerpo como el resto de los
hombres y la divina desarrollando plenamente la capacidad de amar y así formar parte
del espacio del Ser Supremo descrito en el capítulo anterior? O, ¿no es cierto que Dios es
Amor?
Por otra parte, sabemos que el evangelio no es dogma de fe, y sin embargo la
virginidad de María sí, ¿es que es más importante para la iglesia católica creer en esto
que intentar siempre hacer el bien a los que están viviendo con nosotros? Además,
sabiendo que en aquel tiempo se consideraba como castigo de Dios que una mujer no
pudiera tener hijos. O, ¿es que, con o sin virginidad, la madre de Jesús no va a seguir
siendo nuestra madre del Cielo?
Es un tanto extraño que, un acontecimiento tan sorprendente, San Marcos y San
Juan no lo consideren en sus narraciones.
La forma fantástica que tienen S. Lucas y S. Mateo de narrar el nacimiento de
Jesús suena a apócrifo, lo que sugiere la idea de que en algún momento dado, la iglesia
tuvo que hacer un añadido apócrifo a sus textos canónicos, pero que para nada interfieren
en la idea central del mensaje evangélico.
Creo que todos los honores que se puedan dar a nuestra madre del Cielo serán
pocos por el hecho de aceptar ser la madre de Jesús de Nazaret, al margen de la
virginidad.
A medida que Jesús iba creciendo y desarrollando su naturaleza humana también
crecía en Sabiduría y gracia delante de Dios (naturaleza divina) y de los hombres.
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La Palabra (la Sabiduría que encierra el mensaje evangélico) procede del Ser
Supremo, de Dios (por obra y gracia del Espíritu), tomó soporte material en Jesús de
Nazaret, se hizo hombre (carne) y estuvo con nosotros.
Este fragmento, que corresponde al prólogo del evangelio de S. Juan, creo que
nos puede aclarar la misión que tuvo Jesús aquí en la Tierra.
Para que la humanidad pueda captar las ideas del mensaje evangélico, la forma
más habitual de hacerlo, sería que estas ideas fuesen contadas por alguien que participe
de las mismas dimensiones que los seres humanos. Dicho de otra forma, el Padre para
guiarnos por esta vida, utiliza las insinuaciones de nuestros semejantes, además de las
inspiraciones que la mente humana recibe constantemente del Creador para hacer las
cosas que, en cada instante, cada individuo tiene que hacer.
Cuando S. Juan dice: y la Palabra se hizo carne, podríamos entender que el
mensaje evangélico (conjunto de ideas y formas de vida que Jesús nos transmitió) tomó
las dimensiones de los seres humanos, es decir, que algo que antes estaba en otra
dimensión, tomó soporte material y a través de Jesús de Nazaret, pudo trasmitirnos el
mensaje.
Pero, ¿con qué fin iba a hacer esto el Padre? Pues, según el prólogo de S. Juan,
para hacernos hijos de Él, ya que a todos los que reciben el mensaje, la Palabra, les da
poder para hacerse hijos de Dios, porque quien acepta el mensaje de Jesús va creciendo
en la dimensión del Amor. Recordamos aquello que decía: “Un sólo mandato os doy: que
os améis unos a otros como yo os he amado”.
En definitiva, Jesús vino a este mundo a enseñarnos a amar, no sólo con la
palabra, que muy bien habría podido transmitirnos, por inspiración, el Padre, sino con el
ejemplo. Para ello tenía forzosamente que tomar forma en las dimensiones del ser
humano.
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El término amar en nuestro lenguaje tiene distinta connotación que el término
querer. Por ejemplo, para indicar que las cosas nos interesan, solemos emplear el
termino querer, y no el amar, pues a nadie se le ocurre decir “amo una mesa”, por
ejemplo, sino “quiero una mesa”. Por eso, en el lenguaje ordinario cuando queremos
indicar algo que nos interesa empleamos el verbo querer, y dejamos el verbo amar para
cuando nos referimos a las personas de una forma especial.
En el lenguaje original en el que fueron escritos los evangelios, parece ser que el
verbo amar tenía hasta cinco connotaciones distintas, es decir, no se empleaba el mismo
término para indicar el amor que los padres tenían a sus hijos, el amor a los enemigos, el
amor entre los esposos, el amor entre los amigos, etc. Sin embargo, al traducirlo al
castellano, tan sólo se han empleado dos verbos y se han equiparado todos los
significados. Lo cual conlleva una cierta confusión, al igualar el amor a los enemigos,
que probablemente con rezar por los que nos maltraten y calumnien y no devolver mal
por mal sería suficiente, con el amor que los padres deben tener a sus hijos, que supone
dar la vida por ellos.
Aclarado un poco este asunto, vamos a analizar qué debe suponer para nosotros
avanzar en la dimensión del Amor, según el mensaje evangélico.
En un principio, la naturaleza nos lo pone bastante fácil, ya que para empezar a
amar según el mensaje evangélico hay que empezar a ser hombre y para ello es necesario
pasar de niño a adulto, transformación que pasa por una serie de cambios tanto físicos
como psíquicos que van matando (en sentido figurado) al niño y formando a la persona
adulta (cambio de dimensión). Para ello la naturaleza nos hace pasar por la adolescencia,
proceso en el cual el hombre suele enamorarse con facilidad. En esta situación es muy
fácil salir de uno mismo y empezar a hacer cosas por la persona que se quiere. Aunque
sin olvidar que es muy fácil quererse a uno mismo en el otro.
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El mensaje del evangelio nos invita a dejar nuestro egoísmo saliendo de nosotros
mismos y empezar a pensar un poco en los que viven con nosotros. Este trabajo nos irá
dando un grado de satisfacción que hará que se vaya estabilizando nuestra personalidad y
a la vez creciendo en madurez hasta que el cambio de dimensión de animal a ser humano
sea una realidad.
Si este proceso continúa, puede llegar un día en que se constituya una familia, en
la cual, tanto el padre como la madre deben salir del amor mutuo que se tengan y hacerlo
extensivo a los hijos.
El mayor sufrimiento que puede experimentar una persona viene de las faltas
contra el amor. Ellas generan el odio, que nace en nuestro interior, y que nos puede llevar
a atentar contra la vida.
Si algo queda claro en el evangelio, es la defensa de la vida. Jesús trató en todo
momento de dignificarla. Por eso, atentar contra ella supone la mayor agresión que se
puede hacer contra el amor
Si suponemos que querer es un acto instintivo, es decir, algo que nos satisface,
que nos agrada, o que utilizamos en beneficio propio, amar debe ser un acto de la
voluntad, lo que exige un cierto esfuerzo en nuestro interior para realizarlo. De forma que
cuando dos personas se quieren y no son capaces de salir de lo que el instinto les
proporciona, no avanzan en la dimensión y normalmente la relación acaba rompiéndose.
Por desgracia es lo que está sucediendo actualmente en nuestras familias. Los momentos
más felices de mi vida los recuerdo viviendo en armonía los diez hermanos juntos con
nuestros padres (hoy difuntos) en familia.
La misión que Jesús tuvo en la Tierra fue la de enseñar a la humanidad cómo
encontrar la felicidad, no sólo con la Palabra sino también con las obras. De hecho
quienes vivieron con Él lo atestiguaron : “Todo lo ha hecho bien”.
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La Sabiduría que encierra el evangelio es la mejor prueba para garantizar la
divinidad del Hijo del Hombre. Quien la posea debe estar absorbido completamente por
el Espíritu. Además de la doctrina, Jesús de Nazaret, sabía cómo curar a los enfermos sin
intervenirles quirúrgicamente y sin ninguna medicina especial; aplicaba sus
conocimientos hasta para resucitar a los muertos, conocía los secretos para desafiar la ley
de la gravedad terrestre y sobre todo sabía cómo introducirse en el interior de la mente
de las personas para adivinar sus pensamientos o hacerles cambiar de actitud.
¿Pero vivió realmente Jesús de Nazaret?
Nuestras principales fuentes de información sobre Jesús son cuatro relatos
escritos, que conocemos con el nombre de evangelios. El valor de tener cuatro relatos
diferentes es que se confirman unos a otros en un retrato global de la vida de Jesús. En
cualquier tipo de investigación que se lleve a cabo hoy día, se pide a los testigos
presenciales que den su punto de vista, para poder tener una visión más clara de lo que
realmente ha pasado. Estos testigos difieren en los detalles que aportan, pero básicamente
todos informan del mismo acontecimiento y conjuntamente dan una visión más amplia.
Por tanto, los cuatro evangelios nos dan una descripción más detallada de las palabras,
acciones y personalidad de Jesús.
Además de los evangelios, otros autores de la época hacen referencia a Jesús. Dos
de ellos, que escribían en el mismo siglo en el que nació Jesús, son especialmente
interesantes. Flavio Josefo fue probablemente el historiador judío más grande de su
tiempo, y era ciertamente poco amigo de la floreciente fe cristiana. En su libro Las
Antigüedades de los judíos, registra la información siguiente sobre Jesús:
“En aquellos tiempos había un hombre sabio llamado Jesús. Su comportamiento
era bueno y se le conocía como hombre de virtud. Y mucha gente entre los judíos y otras
naciones se hicieron sus discípulos. Pilato le condenó a ser crucificado y morir. Aquellos
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que se hicieron sus discípulos no abandonaron su discipulado. Informaron de que se les
había aparecido tres días después de la crucifixión y que estaba vivo”.
Este relato está básicamente de acuerdo con el que narran los evangelios. El
historiador romano Cornelio Tácito habla en uno de sus primeros escritos de la ejecución
de Jesús por orden de Poncio Pilato.
Mediante los escritos de los primeros cristianos y otros autores no cristianos
podemos saber cosas de las palabras y de la vida de Jesús. Lejos de ser poco sólido o
incierto, nuestro conocimiento de Jesús es más completo y detallado que el de la mayoría
de los personajes de la Antigüedad. (Tomado del texto: “Jesús, El hombre que creías
conocer”).
Jesús, con su palabra, quiso transmitirnos su doctrina, su conocimiento profundo
de la realidad de la vida, su experiencia cotidiana en los acontecimientos diarios, en
definitiva, toda la Sabiduría que había recibido del Padre, y que en aquel momento de la
historia, la gente humilde y sencilla era capaz de recibir y asimilar.
Jesús centró todo su mensaje en el Reino de Dios. Por eso, en los evangelios
aparecen hasta cinco sumarios (Mc 1, 15; Mt 4, 23; 9, 35; Lc 4, 43; 8,1), en los que se
sintetiza lo que dijo y lo que hizo Jesús. Ahora bien, lo importante aquí es comprender
que el Reino de Dios es la expresión que utilizó Jesús para decir dónde y cómo podemos
los seres humanos encontrar a Dios, que es lo mismo que decir: dónde y cómo encontrar
el sentido de la vida y el destino de la vida.
A Dios se le encuentra en la vida. La vida que es común a todos los seres
humanos. Y la vida entendida, no ya como el simple hecho de no estar muerto, sino la
vida en todo lo que implica para una persona: vivir en plenitud, con dignidad, con las
garantías suficientes para vivir con seguridad, y hasta el hecho de gozar y disfrutar de la
vida.
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Cuando los evangelios hablan de la vida, bien sea utilizando el verbo “vivir” o el
sustantivo “vida”, algunas veces se refieren inequívocamente a “esta” vida (Mt 9, 18;
27.63; Mc 5, 23; Lc 2, 36; 12, 15; 16, 25). Pero el uso más frecuente de los términos
“vivir” y “vida”, en los sinópticos, nos remite a la “otra” vida, es decir, a la plenitud de la
vida más allá de la muerte (Mt 18, 8.9; 19, 16.17.29; 25, 46; Mc 9, 43.45; 10, 17.30; Lc
10, 25.28; 18, 18.30; 24, 5.23).
Por otra parte, los textos que utilizan el término “vida” en relación con el Reino
de Dios, se refieren a la vida en el más allá. Por ejemplo, en el relato del hombre rico,
que preguntó a Jesús lo que tenía que hacer para heredar la vida eterna (Mc 10, 17).
Sin embargo, en cuanto se lee la amplia documentación de los evangelios
sinópticos sobre el Reino de Dios, enseguida se advierte que, por más que el Reino tenga
su consumación definitiva en la plenitud de la vida, más allá de la muerte, lo más claro y
lo más inmediato es que el Reino, tal como lo presentó Jesús, es una realidad presente y
operante en esta vida. De ahí que las “proclamaciones explícitas” de los evangelios
afirman que el Reino es una realidad que está, desde que lo anunció Juan Bautista, “a
mano” (Mc 1, 15), “ha llegado a vosotros” (Mt 12, 28) y está “en medio de vosotros” (Lc
17, 20-21), que según la nota explicativa que presenta la Edición Española de la Biblia de
Jerusalén de 1967, también se puede traducir por “dentro de vosotros” está. No cabe
duda. El Reino de Dios es algo que, se explique como se explique, está ante todo en este
mundo y actúa en la vida presente.
Pero, ¿en qué consiste o cómo se manifiesta el Reino de Dios? San Pablo dice
que “el Reino de Dios no consiste en comida ni bebida, sino en justicia, paz y gozo del
Espíritu Santo” (Rm 14, 17). Creo que esta situación la podemos experimentar en la vida
presente. ¿Quién en un ambiente de justicia, de paz consigo mismo y con los demás,
sintiéndose querido por los que viven con él, no ha sentido el gozo de su espíritu que le
ha llenado de felicidad? El gozo del espíritu en el hombre se hace presente siempre que
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nos encontramos en un ambiente de justicia, paz y amor, entonces el Reino de Dios está
entre nosotros y dentro, en el interior de cada uno, porque el gozo del espíritu, aunque
puede afectar al grupo entero, normalmente está relacionado con el estado de justicia, de
paz interior y de amor en el que se encuentra cada individuo perteneciente al grupo. En
este ambiente el Reino de Dios está ya entre nosotros.
Por otra parte, si tenemos en cuenta que para pasar al más allá, y adquirir la
dimensión temporal no tenemos que deshacernos de ninguna de las dimensiones, que
mantienen la vida, solamente tenemos que dejar aquí la materia, por un tiempo, los que
consigan entrar en el Reino de Dios en esta vida podrán continuar gozando del espíritu en
el más allá sin ningún problema. Por eso al hablar del Reino, Jesús, unas veces lo sitúa en
“esta” vida y otras veces en la “otra”.
Hablar de justicia y amor es hablar de lo mismo. No se puede decir que se ama a
alguien si no se es justo con él. Y en un ambiente que no haya paz es imposible que reine
el amor.
Pero, ¿cómo se puede entrar en el Reino? Jesús nos lo dijo bien claro: Yo soy el
camino, la verdad y la vida. La entrada en el Reino implica y exige el interés por la
persona, su salud, su dignidad, su vida entera. Las pistas para la entrada en el Reino las
encontramos en el sermón del Monte: “las Bienaventuranzas” (Mt 5, 2-12 y Lc 6, 20-23).
De todas formas, desde el instante en que empecemos a vivir los consejos evangélicos
empieza a tener sentido la vida. Y el Reino de los Cielos se hace presente en nosotros.
S. Juan en el capítulo 18 versículo 37 dice: “Entonces Pilato le dijo: ¿Luego tú
eres Rey? Respondió Jesús: Sí, como dices, soy Rey. Para esto he nacido yo y para esto
he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad. Todo el que es de la verdad,
escucha mi voz”. Efectivamente, creo que, para descubrir esto, es necesario vivirlo. No
por mucho estudiarlo se entiende y se aprende. Con la puesta en práctica de los consejos
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que nos da el evangelio podemos descubrir lo que supone la paz, la justicia y el amor
para la vida, es decir, para entrar en el Reino de Dios, y de esta forma crecer en el amor.
¿Tendrá sentido la vida entonces? Probablemente, vivir el evangelio sea lo único
que merezca la pena en esta vida. Como fruto de hacer presente el evangelio en nuestra
vida sacaremos paz interior, alegría interna, estabilidad emocional, etc. Todo ello en
beneficio de la persona. Ya que, el amor es lo único en esta vida que cuanto más se da
más se tiene.
Nota: Para conseguir más información acerca del Reino, consultar “El Reino de Dios”
(Por la vida y la dignidad de los seres humanos de José Mª Castillo).
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8 – Infierno, purgatorio y gloria
El Reino de los Cielos es un reino donde habitan la paz, la justicia y el amor.
Donde existan estas tres cosas juntas, el ser humano puede sentir el gozo del espíritu,
del alma, del ser. En realidad las tres cosas juntas se reducen a una, el amor, ya que no
puede haber paz donde no exista justicia, ni justicia donde la desigualdad y las
diferencias sociales provoquen odio y envidias entre las personas. La verdadera justicia
nace del amor que traerá como consecuencia la paz entre los hombres.
Para que un niño llegue a conseguir las dimensiones del ser humano, tiene que
cambiar de dimensión, es decir, tiene que adquirir la capacidad de amar.
Para conseguir amar de verdad necesita aprender a hacerlo. Es decir, necesita
saber cómo debe respetar y querer a los que viven con él, cómo debe ayudar a sus
semejantes, cómo debe perdonar a los que le ofenden, qué formas de justicia debe seguir
para que reine la paz a su alrededor, ... Una vez que caminando por la vida terrena
consigue entrar y permanecer en el Reino de Dios, para llegar a la Gloria sólo tiene que
deshacerse del soporte material que le ha acompañado durante su recorrido por este
mundo y que necesitaba para poder hacer el bien o (el mal) en esta vida.
Si la Gloria es un espacio formado por las dimensiones de la vida, el
desplazamiento en el espacio, la capacidad de amar y el tiempo, los seres que estén en el
Cielo podrán vivir el gozo del espíritu desplazándose en el espacio y en el tiempo. Lo que
supone que cualquier acontecimiento que hayamos querido ocultar en esta vida podrá ser
descubierto en la otra, sin más que retroceder en el tiempo y desplazarnos en el espacio
hasta el lugar donde ocurrieron los hechos, acciones totalmente permitidas a un ser que se
encuentre en este espacio. Por eso en el evangelio de Mateo 10-26 dice: “No les tengáis
miedo. Pues no hay nada encubierto que no haya de ser descubierto, ni oculto que no
haya de saberse” y Lucas 8-17 y Marcos 4-22, reinciden en la misma idea.
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El gozo de la carne es necesario en esta vida, ya que está asociado al instinto de
conservación de la especie humana, y no tiene por qué ser nada malo disfrutar de los
sentidos, siempre que este gozo no presente ningún obstáculo al amor que debe reinar
entre unos y otros.
Como la carne, por estar hecha de materia, no puede adquirir la dimensión
temporal, se tiene que quedar en este mundo. Por ello, después de esta vida, el gozo de la
carne desaparece, y con él la necesidad de tener que comer, beber, oler, presumir, etc.
Por el contrario si a un niño, en lugar de enseñarle a amar, se le enseña a hacer el
mal, a odiar, a guardar rencor, a mentir, a robar, a ser egoísta, a calumniar, a ser soberbio,
a ser lujurioso, a tener ansia de poder, de dinero, a amar la injusticia, a tomar drogas, etc,
estamos haciendo lo posible para que no entre en el Reino de Dios. No le ofrecemos ni
siquiera una oportunidad para ser feliz. Este niño ya vive en el infierno en este mundo, y
si le sorprende la muerte en este estado, continuará en el otro infierno, sin soporte
material, donde todo lo que afecte al espíritu del hombre se podrá sentir: la angustia, el
odio, el rencor, la avaricia, la violencia, el sufrimiento, las pasiones, las injusticias, el
horror, etc.
Probablemente, todas estas sensaciones y sentimientos que constituyen la vida, el
gozo del espíritu, la paz, la justicia, el sufrimiento, el odio, etc. se perciban con mayor
intensidad en el “otro mundo” (cielo o infierno) que aquí en la tierra, porque entraríamos
en una dimensión superior. Ya que, según se puede observar en el universo, los
sentimientos y sensaciones que experimentamos en la vida, aumentan su intensidad a
medida que los seres que desarrollan su existencia en los distintos espacios asociados a
mundos distintos van adquiriendo dimensiones superiores.
Los seres que se encuentren en el cielo o en el infierno no podrán disfrutar del
gozo de la carne, porque la materia no se puede desplazar en el tiempo; sin embargo, el
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ansia o el deseo de gozar de la carne permanece porque forma parte del espíritu, del ser
inmaterial dotado de razón, del alma.
Dado que escandalizar es realizar acciones o decir palabras que induzcan a otro a
hacer el mal, se puede entender que Jesús fuese tajante cuando en Marcos 9- 42, Mt 18
6-9, Lc17 1-2 dijese: “Y el que escandalice a uno de estos pequeños que creen (en mí),
mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y
que le echen al mar”. Por desgracia para la sociedad hoy tenemos muchos niños
profundamente heridos y escandalizados por la violencia de los adultos: abusos sexuales,
instigación a la prostitución, al tráfico y uso de drogas, niños enrolados para combatir,
inocentes marcados para siempre por la disgregación familiar, niños pequeños víctimas
del infame tráfico de órganos y personas. ¿Y qué decir de la tragedia del SIDA? Millones
de niños condenados a vivir en un infierno en este mundo, la mayoría de las veces
causado por el egoísmo, la avaricia, el deseo de poder, el afán por el dinero y la miseria
que invade el corazón de los adultos. El mundo, la sociedad es el mayor enemigo del
hombre.
Pero ¿cuál es la clave para entrar en el Reino de los Cielos? Jesús en los años
de su vida pública, repitió con insistencia que solamente aquellos que se hacen como
niños pueden entrar en el Reino de los Cielos (Mt 18,3; Mc 10,15; Lc 18,17; Jn 3,3).
Y ¿qué significa hacerse como un niño? Un niño no conoce la maldad. En el
momento en que empiece a tener malas intenciones, está dejando de ser niño. El niño es
inocente, es humilde, no tiene ansias de poder, ni afán por el dinero, no sabe odiar, pero
tampoco amar, porque todo esto, el niño lo hace inconscientemente, simplemente por
naturaleza. Para aprender a amar o a odiar tiene que dejar de ser niño. Es decir, hacer
cosas que salgan fuera de lo que le marca el instinto, y entonces irá entrando en el cielo o
en el infierno.
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Los seres que se encuentren en el Cielo o en el Infierno, después de la muerte,
podrán comunicarse entre ellos mediante el soporte energético, que identifica a cada ser,
a cada individuo sin soporte material. Todos estarían en el mismo espacio, pero en dos
regiones diferentes.
Creo que es constatable que en este mundo no existen dos cerebros exactamente
iguales. Es muy probable que cada ser humano tenga adjudicada una frecuencia de
trabajo que determina toda su capacidad intelectual. El cerebro moviéndose con esta
frecuencia queda caracterizado y se hace único. Además, puede procesar a la velocidad
de esta frecuencia todos los datos que recibe del exterior, o que genera en su interior,
como pueden ser las buenas o malas intenciones, los deseos, los odios, los rencores, los
malos y buenos pensamientos, los sentimientos de gozo, de alegría, los sufrimientos, etc.
Por física, sabemos que cuando dos ondas son de la misma naturaleza pueden
interferir ambas y de esta forma interaccionar o “comunicarse” entre ellas. Para
comunicarnos en este mundo necesitamos interaccionar de una forma o de otra unos con
otros. Así por ejemplo, una onda sonora no puede interferir con las ondas de radio porque
son de distinta naturaleza. Sin embargo, todos hemos observado que cuando dos ondas de
radio están muy próximas en frecuencia, las interacciones (interferencias) entre ambas
nos impiden oír bien las emisoras.
La mente humana trabaja con frecuencias que pueden interferir con las de sus
semejantes porque son de la misma naturaleza y por consiguiente la “comunicación”
entre los espíritus de los hombres es físicamente posible. De la sensibilidad que tengamos
en adaptar nuestra mente a la de nuestros semejantes depende lo fácil o difícil que nos
puede resultar el adivinar las intenciones que podemos tener unos y otros.
En el momento en que desaparezca el soporte material donde se cobija nuestro
espíritu, la comunicación entre los seres que habitan en el mismo espacio puede resultar
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más fácil y completa porque la interferencia se podría producir en el punto y el momento
del espacio y tiempo que nos interese.
De forma similar a como se hace con los aparatos de radio, entrando en
resonancia (poniendo en fase las ondas) con uno u otro ser se podrían comunicar los
pensamientos, sentimientos, intenciones o deseos entre unos y otros. De hecho, cuando
dos personas se conocen lo suficiente para compenetrarse bien, no les resulta complicado
adivinarse sus intenciones. Jesús de Nazaret conocía perfectamente el proceso psicofísico
que le permitía “introducirse” en el interior de las personas para adivinar sus
pensamientos.
Esta comunicación, que puede ser físicamente posible realizarla a través de la
mente, puede descubrir todas y cada una de las intenciones que pasen por nuestras
cabezas. Por esto, cualquier ser que tenga malas intenciones no podrá vivir entre seres en
donde no puede existir la mentira y el engaño. Ni el que engañe podrá soportar la
presencia del ser al que se pretende engañar. Y mucho menos convivir con alguien al que
intencionada y conscientemente se le ha hecho cualquier barbaridad y no se ha
arrepentido de ello.
Las cosas que hacemos sin darnos cuenta tienen un matiz diferente. “Padre,
perdónalos porque no saben lo que hacen”.
La sinceridad en el arrepentimiento en esta vida es fundamental para entrar en el
cielo, porque no se puede entender el amor sin que el que diga que ama no sea capaz de
perdonar a un arrepentido. Luego los que estén en el cielo no pueden negar el perdón a
los arrepentidos, y por consiguiente, la reconciliación.
Es difícil pensar que uno se salva o se condena por un solo acto. Además, la
libertad del hombre está tan condicionada, que uno se pregunta en qué punto de las
dimensiones del ser humano la podríamos encajar.
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Para empezar, uno no nace donde quiere, lo que supone un condicionamiento casi
absoluto de la cultura, costumbres, y formas de vida que marcan contundentemente las
creencias y los actos de las personas.
Por otra parte, diremos que, ¿cuántas veces hemos querido hacer algo y no hemos
podido? ¿Dónde está la libertad? Ni siquiera para hacer el bien. ¿A quién no le ha
sucedido alguna vez que ha querido hacer el bien y ha hecho el mal? Tenemos cantidad
de ejemplos en la actualidad de personas que creyendo que hacen un bien, son capaces de
inmolarse atentando contra su propia vida y la de sus semejantes. De todo esto podríamos
deducir que la libertad del hombre no se encuentra en los hechos en sí; ¿cuántas veces
sacamos la conclusión de que hay cosas que suceden porque tienen que suceder? O al
menos, es la única explicación que encontramos.
Sin embargo, todavía queda un punto en el que podríamos considerar que el
hombre es libre. Este punto podría ser la actitud (o intención remota) de hacer una cosa
u otra; una vez decidido, la realización de los hechos no siempre depende de nosotros.
Por otro lado, las limitaciones del espíritu en el hombre, por pertenecer al espacio
descrito anteriormente, en un solo punto de la dimensión y no en toda la dimensión y la
debilidad de la carne, que busca para nosotros aquello que resulte más fácil de conseguir
y que nos aporte más placer, condicionan más aún la libertad de hacer el bien o el mal.
La comodidad obedece siempre a una ley impuesta por la naturaleza asociada al
principio de mínima energía, es decir, que las cosas buscan la posición más cómoda o
que el aporte energético sea menor; por ejemplo, las aguas de un río transcurrirán
siempre en la dirección que suponga para el sistema un aporte de energía mínimo; (en el
hombre es más cómodo dejarse llevar por los instintos que estar luchando contra ellos
constantemente). Por otra parte, ¿a quién de nosotros nos gusta que cualquiera de
nuestros compañeros nos la juegue, nos fastidie, nos moleste, nos haga daño, etc.? ¿Es
que le damos libertad para hacernos mal? ¿Qué esperamos de los que viven con
95
nosotros? ¿Puedo yo hacer mal a alguien de los que están viviendo conmigo? ¿Me dejan
libertad para hacerles daño? Creo que no hay nadie en este mundo que diga que sí. El
hacer uso de esta posibilidad no es ser libres en el sentido que todos entendemos. De lo
que se deduce que la única libertad que el hombre debe poseer es la de hacer el bien
constantemente a los que nos rodean. Es decir, somos libres solamente para amar a los
que viven con nosotros.
El uso de la libertad indebidamente realizada se llama libertinaje y no aporta
ningún sentido a la vida. Solamente viviendo la libertad desde el amor se puede dar
sentido a la vida.
Según esto, se podía pensar que las cosas (buenas o malas) se hacen porque había
que hacerlas, sin poderse evitar. Pero dado que el acto volitivo debe ser consciente, sería
más acertado de hablar de actitudes o intenciones buenas o malas, que al derivarse de
actos conscientes responsabilizan al individuo, y algunas malas o buenas intenciones sí
podrían evitarse.
Es decir, cuesta trabajo creer que los asesinos se hagan de repente. O que uno
atente contra la vida de otro, sin más. Creo que para llegar a ese extremo se necesita un
proceso continuado de pequeñas “intenciones malas” que van formando en el individuo
una predisposición para atentar contra la vida de los otros. Esta predisposición para hacer
el mal se transformaría en una actitud negativa, o dicho de otra forma, sería lo mismo
que ir creciendo en la dimensión negativa del amor, el odio. Lo mismo le sucede al
ladrón que necesitará ir robando poco a poco, para ir adquiriendo un hábito de robar cada
vez más acendrado, que le conducirá a una disposición, en la que le parecerá normal lo
que está haciendo, e incluso hasta creerá que está haciendo bien, cuando roba.
De igual forma, una persona amable y generosa no se hace, normalmente, de la
noche a la mañana, sino que necesita una serie de “intenciones” continuadas en esa
dirección que llevan consigo un cierto esfuerzo interior de la persona que le hacen ir
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creciendo en la dimensión del amor o de lo que entendemos nosotros por el bien. El niño
no es nunca generoso. Es siempre egocéntrico. Si con el paso del tiempo se transforma en
una persona generosa, es porque poco a poco, al menos intencionalmente, a base de ir
saliendo de sí mismo, para darse a los demás, puede encontrarse en una disposición de
actitud generosa que le irá caracterizando como persona madura, amable, equilibrada. Es
decir, ha ido creciendo en la dimensión del amor. Ya que para que un niño se diferencie
dimensionalmente de un animal, debe ir adquiriendo la capacidad de amar
voluntariamente a los que viven con él.
Representando de nuevo el espacio del Ser Supremo tendríamos:
Amor
Espíritu del bien
Cielo
Materia
Materia
Infierno
Espíritu del mal
Odio
Cuando una persona muere, el soporte material desaparece, o se separa de lo que
es el ser en sí. Es decir de la energía mental, de la capacidad de realizar trabajo, de la
actividad intelectual, de la capacidad de hacer el bien o el mal, etc. En definitiva, de lo
que la gente entiende por alma. Para que esto suceda, es necesario que haya un cambio de
dimensión. Lo que supone que si la dimensión de la materia desaparece, el ser podría
seguir teniendo existencia en las dos dimensiones del Ser Supremo restantes: el Amor y
el Espíritu. Por supuesto que si el ser existe debe tener vida, y poder desplazarse en el
espacio y en el tiempo. Lo que supondría estar en un universo sin materia, en el que no
tendría sentido ni el dinero, ni el sexo, ni la codicia, ni nada de lo que necesitamos en este
mundo para vivir.
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Según cuenta el Nuevo Testamento, el Reino de Dios no es comida ni bebida,
sino justicia y paz y gozo en el Espíritu Santo (Rm 14,17), en el que para poder entrar
debemos vivir el mensaje del evangelio.
No debemos confundir nunca hacer justicia con aplicar la ley. Por ejemplo, según
están las cosas, parece ser que cuando hay una separación de un matrimonio, las leyes
establecidas dan normalmente a la mujer, la custodia y patria potestad de los hijos.
Además le permiten seguir viviendo en el mismo domicilio, aun cuando la casa haya sido
adquirida por los dos, y si es del hombre sólo, la mujer puede estar ocupando el
domicilio familiar mientras los hijos sean menores de edad; y por si fuera poco, el marido
tiene que pasarle a la mujer una parte de su sueldo durante el tiempo que se haga cargo
de los hijos.
En situaciones en que la economía va justa, ¿qué solución le queda al hombre
para seguir viviendo? ¿Se ha hecho justicia? En principio, se ha aplicado la ley. Si en el
reparto sólo existe el odio, lo normal es que se acabe mal. ¿Aplicaríamos la misma ley de
la misma forma a alguien que queremos que a quien odiamos? ¿Cómo podríamos hacer
justicia a unos y a otros?
El sentido de justicia que cada uno de nosotros lleva impreso en su interior va tan
asociado con el amor, que en el momento en el que se percibe un atisbo de egoísmo por
cualquiera de las partes implicadas, esta actitud egoísta es motivo de discordia que va
alimentando el odio de forma incontrolada, hasta que en casos extremos puede llegar a
atentar contra la vida.
Cuando el sentido de la justicia va de acuerdo con el amor, en nuestro interior
aparece la paz y la entrada en el Reino de los Cielos es inminente. Por eso no nos
tenemos que extrañar de que en el Nuevo Testamento leamos que: “el Reino de los
Cielos dentro de nosotros está”. De forma que, el que en esta vida luche por la justicia
basada en el amor, encontrará como consecuencia la paz, y en ese momento estará
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disfrutando del cielo, que se le hará pleno y definitivo cuando adquiera la dimensión
temporal (eternidad), el día de su muerte, en el que la materia se separe de su ser, para
cambiar de dimensión y poder vivir en el más allá. Porque ¿hay mayor felicidad, en esta
vida, que la que se consigue amando de verdad? El corazón del hombre, quedaría saciado
completamente.
De la misma forma, el que durante su vida va realizando constantemente actos
negativos intencionadamente, puede llegar a adquirir una actitud negativa que le
conduzca a situaciones desesperantes, en las que el sufrimiento interior se va haciendo
mayor y de permanecer en esta situación, cada vez se irá metiendo en mayores
conflictos, los cuales darán como resultado la intranquilidad y el sufrimiento constante.
Cualquier ser humano puede llegar a situaciones desesperantes cuando se deja
llevar por la comodidad, la ira, el odio, la lujuria, el ansia de poder y de dinero, etc. En
esta situación, la persona se encuentra ya viviendo en el infierno en esta vida, y de
sorprendernos la muerte en estas circunstancias, pasaremos a la eternidad, continuando
nuestra existencia en un mundo dominado por el odio, el egoísmo, la envidia, el rencor,
el sufrimiento, etc.: las fuerzas del mal.
El arrepentimiento sincero, y el perdón del Padre, serán los que hagan posible el
cambio de una región a la otra, cosa que tendría que suceder antes de separarse el ser de
su soporte material (la muerte). Jesús con su doctrina nos lo advierte varias veces para
que estemos alerta y no seamos sorprendidos por la muerte en estado de pecado. (La
parábola de las diez vírgenes, S. Mateo 25, 1-13 ; S. Lucas 12, 35-38 ).
En esta vida el sufrimiento mayor que solemos tener es el derivado de las faltas
que cometemos contra el amor: el odio, el desprecio, las humillaciones, la indiferencia, el
olvido, etc. que llevamos con nosotros a todas partes adonde nos desplacemos.
El dolor físico tiene una misión clara, y es el avisarnos de que hay algún órgano
de nuestro soporte material que funciona mal. Normalmente, en la mayoría de los casos,
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este dolor físico lo podemos corregir; mientras que, el dolor causado por el desamor o
por el otro, sólo se puede arreglar mediante el arrepentimiento sincero por parte del que
ha ofendido, y el perdón de las ofensas por parte de quien se ha sentido ofendido, para
llegar a la reconciliación entre las personas implicadas.
Generalmente sentimos más el dolor que provocan en nosotros las humillaciones,
los desprecios, los insultos, las ofensas de todo tipo, que los propios dolores de cabeza,
estómago, etc., por muy intensos que sean éstos, aunque estas comparaciones quizás no
sean muy acertadas.
Toda falta contra el amor necesita además del perdón, la reconciliación en este
vida o en la otra.
Cada pecado cometido nos persigue durante todo el recorrido por este mundo.
Después de ofender gravemente a alguien, aun estando arrepentido de ello y haber
pedido perdón, las cosas no suelen ser iguales que antes de cometer la falta. Cada pecado
que cometemos genera desconfianza porque no se cree en la sinceridad del
arrepentimiento y se necesita de la dimensión temporal para comprobarlo; es decir,
alcanzar el desplazamiento en el espacio y en el tiempo para poner al descubierto todas
nuestras intenciones y poder perdonar de corazón, comprobando que el arrepentimiento
ha sido sincero.
Por esto, el purgatorio empieza en esta vida, pero tenemos que alcanzar la otra
para salir de él.
Conocí a un hombre de unos 55 años que había abandonado a su mujer y a su hijo
de un año por irse con otra mujer. Su primera mujer había conseguido todos los papeles
de la separación, los cuales le adjudicaban la patria potestad de su hijo, su custodia y
todos los derechos sobre el niño. Con el paso de los años, este hombre se quedó solo de
nuevo e intentó recuperar a su hijo, con la intención de dejarle en herencia las cosas que
en ese momento poseía, a cambio de que el hijo le reconociese como padre y le hiciese
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alguna compañía. Por supuesto, que la madre del muchacho se opuso rotundamente, en
ningún momento se fió de la sinceridad del arrepentimiento de aquel hombre, que quería
recuperar a su hijo y a su primera mujer. Que yo sepa, todavía no ha habido
reconciliación. Este hombre tendrá que esperar a poder desplazarse en el tiempo para
demostrar a su primera mujer y a su hijo que su arrepentimiento fue sincero. Mientras
tanto, tendrá que permanecer en el purgatorio en esta vida y esperar encontrarse con la
persona ofendida en la otra, para demostrarle la sinceridad de su arrepentimiento,
conseguir la reconciliación y así poder salir de su purgatorio particular. Recordamos que
en el Cielo no caben la mentira, ni el odio, ni la venganza, sólo reinan la justicia, la paz y
el amor.
Para poder entrar definitivamente en el Reino de los Cielos es indispensable
arreglar las cosas con todos y cada uno de los que nos ha tocado convivir en este mundo.
Por otra parte, y debido a nuestras debilidades, aun siendo buenos, tenemos
nuestros defectos que dificultan el avance cotidiano por el camino del bien. Estos
defectos, que se corresponden con los pecados capitales, nos hacen pasar momentos
desagradables a lo largo de nuestra existencia. Esos tiempos que nos fastidian, tienen su
origen en nuestro egoísmo, nuestra soberbia, etc; constituyen nuestro purgatorio
cotidiano. Pero que, a la vez, de alguna forma van construyendo nuestra personalidad.
Dado que es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el nuestro, si nos
fijamos en la gente que ha vivido con nosotros, ¿cuántas veces les hemos visto pagar con
la misma moneda que han cobrado ellos? Y, como cerrar los ojos a la realidad es de poco
inteligentes, no olvidemos que a nosotros nos puede pasar lo mismo. Aquí sí que la vida
no perdona y el que la hace conscientemente, tarde o temprano, se dará cuenta de que, de
una forma o de otra, le toca pagar.
101
Para que cada uno pague lo que le corresponda, la vida nos da todo el tiempo que
necesitemos. Esta es una prueba de que el Ser Supremo hace justicia con cada uno de
nosotros, aunque nosotros no lo veamos.
Bueno, pues esta podría ser nuestra forma de entender en qué consiste nuestro
purgatorio diario, que si reparamos un poco en nuestra forma de vivir, seguro que más de
un caso semejante y más de dos encontraremos.
En esto es importante señalar que no se trata de ninguna revancha, sino de pagar
por una cosa mal hecha; generalmente, las faltas de orgullo se suelen satisfacer con
humillaciones, las faltas contra el amor con egoísmos o la indiferencia por parte de las
personas que uno quiere, etc. En fin, Dios es justo y sabe cómo.
Después de todo esto, ¿seguirá teniendo sentido vivir según las pautas que
encontramos en el evangelio? Vistas así las cosas pueden merecer la pena los esfuerzos
que diariamente tendremos que hacer. Y no olvidar que el mensaje evangélico fue
revelado al hombre para ser “vida” aquí en la Tierra. Lo que nos espere en el más allá,
ya lo veremos.
Conclusión
Teniendo siempre presente que el evangelio fue escrito para vivirlo en este
mundo, y de esta forma poder alcanzar el Reino de los Cielos, no tendría mucho sentido
pensar que sólo fue escrito para ser vivido en la otra vida, a la cual todavía no hemos
accedido.
Negar la existencia del infierno supone olvidarse de que existió el 11- S (Torres
Gemelas), 11-M (Madrid), la guerra de Irak, Hiroshima, Holocaustos Nazis, en general,
todas las situaciones de guerras que existen, han existido, y existirán en este Mundo,
provocadas por la ambición, las ansias de poder o de dinero, las injusticias sociales o la
soberbia y barbaridad del corazón del hombre. Sin olvidarnos de las situaciones
102
infernales que se viven en nuestros hogares cuando el odio, el rencor, la envidia, el
egoísmo y el desamor se apoderan de nosotros.
Negar la existencia del cielo supone no tener presente que existen situaciones de
paz, en un ambiente de justicia, y en presencia del amor, que produce en nosotros una
situación de alegría, y gozo interno que llenan nuestro corazón de felicidad.
Cada una de estas situaciones puede ser constatable cada día por cada uno de
nosotros sin necesidad de disponer de grandes laboratorios para justificar su existencia.
Negar su existencia en el más allá supone no tener presente varias de las leyes
impuestas por el Ser Supremo a la Naturaleza. Y dado que el hombre está en este mundo
para ser feliz, creo que aún sin considerar la transcendencia merece la pena luchar en este
mundo por conseguir la felicidad, es decir por entrar en el Cielo.
Si después de esta vida nos encontramos con lo que esperamos en la otra, el
haberla vivido según el evangelio nos llenará de gozo porque habremos sido felices aquí
en este mundo y tendremos la esperanza de seguir siéndolo en la otra vida. De nada nos
tendremos que arrepentir.
Para el que no espera nada después de esta vida, si al final de sus días se siente
feliz, será porque en esta vida ha vivido el amor de verdad, y ha encontrado el sentido de
su vida, ha entrado en el Reino de los Cielos. Creo que todos los seres humanos
queremos lo mismo: la paz, la justicia, que nos respeten, que nos ayuden cuando
necesitamos algo de alguien, en definitiva, que nos quieran los demás. Nada de esto se
podrá conseguir si desde nuestro interior cada uno de nosotros no lucha constantemente
por conseguir la paz, no se esfuerza por hacer justicia con los que tiene a su alrededor, no
respeta a los que viven con él, no está dispuesto a colaborar con los que está trabajando, o
en definitiva no es capaz de amar de corazón a aquellas personas con las que desarrolla
su existencia.
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9 - Oración – Comunión de los santos
Siempre nos han dicho que orar es hablar con Dios. Pero si a Dios nadie le ha
visto jamás, si de ordinario no lo vemos, e imaginárnoslo resulta imposible, ¿cómo puede
uno comunicarse con Él? Según el evangelio, para comunicarnos con el Padre tenemos
que hacerlo por medio del Hijo. Por eso para los apóstoles y la gente con la que convivió
Jesús debió de resultar relativamente fácil imaginarse al Padre, por lo de que el Padre
está en mí y yo en el Padre (S. Juan 10-38), y en S. Juan 14-8-11 dice: Le dice Felipe:
“Señor muéstranos al Padre y nos basta”. Le dice Jesús: ¿Tanto tiempo estoy con
vosotros y no me conoces, Felipe? El que me ha visto a mí, ha visto al Padre. ¿Cómo
dices tú: Muéstranos al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre está en
mí? Las palabras que os digo no las digo por mi cuenta; el Padre que permanece en mí
es el que realiza las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre está en mí. Al
menos creedlo por las obras. Y en el versículo 13 continúa diciendo: Y todo lo que
pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Y por si
fuera poco, en S. Juan 10-30 dice: “El Padre y yo somos una sola cosa”.
Nosotros que no hemos tenido la suerte de haber visto a Jesús en persona tenemos
que recurrir a las imágenes que de Él nos han llegado por tradición y que probablemente
no se parezcan en nada a las de la realidad de Jesús, pero la fe debe ser la encargada de
transformarlas, para que en nuestro interior se hagan patentes las imágenes de Jesús y a
través de Él podernos comunicar con el Padre.
Para poder formar una imagen de algo o de alguien, el ser humano necesita
emplear la mente, la imaginación, la energía interior, es decir, todo lo que constituye el
espíritu del hombre, algo que puede permitirse el lujo de desplazarse por la dimensión
temporal sin ninguna clase de problemas, y que constituye el camino más corto para
comunicarnos con el más allá, sin necesidad de que desaparezca el soporte material.
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Por otra parte, a través de la mente se construyen todos los pensamientos y las
intenciones buenas o malas que van formando el espíritu de la persona, y que parece ser
que es la dimensión, la vía o el camino que tiene el hombre para comunicarse con el
Padre. Por eso S. Juan en el capítulo 4 versículos 23 y 24 dice: “Pero llega la hora (ya
estamos en ella) en que los adoradores verdaderos adorarán al Padre en espíritu y en
verdad, porque así quiere el Padre que sean los que le adoren. Dios es espíritu, y los que
adoran, deben adorarle en espíritu y verdad”. La disposición de la persona que hace
oración es otro elemento fundamental para que salga confortada de ella. Por eso S. Mateo
en el capítulo 6, versículos 5-13, nos dice: “Y, cuando oréis, no seáis como los hipócritas,
que gustan de orar en las sinagogas y en las esquinas de las plazas bien plantados, para
ser vistos de los hombres; en verdad os digo que ya recibieron su recompensa. Tú, en
cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu
Padre que está allí en lo secreto; y tu Padre, que ve en lo secreto, te recompensará”.
Y al orar no charléis mucho, como los gentiles, que se figuran que por su
palabrería van a ser escuchados.
Vosotros, pues, orad así: Padre nuestro, que estás en los cielos, santificado sea tu
nombre; venga a nosotros tu Reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
El pan nuestro de cada día dánosle hoy; y perdona nuestras ofensas, así como
también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y
líbranos del mal”.
Como podemos observar, la forma de hacer oración la tenemos bastante bien
descrita en los evangelios. Y nadie mejor que Jesús para decirnos cómo lo tenemos que
realizar.
En el Padre nuestro hay una expresión que no cuadra con el sentido del resto del
mensaje: Perdónanos nuestras ofensas, así como nosotros perdonamos a los que nos
ofenden. Es de extrañar, cómo Jesús, conociendo la debilidad humana, no pide al Padre
105
que nos dé fuerzas para perdonar a los que nos han ofendido. Porque el sentido general
de la oración parece que lo exige así. Pienso que, el perdonar de verdad a los que nos han
ofendido, es una gracia tan especial, que de no recibirla del Padre, nada podríamos hacer
por muy valientes que nos creamos. Dado que todos hemos faltado alguna vez, la
reconciliación de corazón, es la base fundamental en la que se tiene que apoyar la
amistad y en definitiva el amor.
Por otra parte, S. Juan en 6, 44 dice: “Nadie puede venir a mí si el Padre que
me ha enviado no le atrae”. Ir a Jesús supone practicar el mensaje evangélico, es decir,
avanzar en la dimensión del amor. Por eso, ¿no tendría más sentido para nuestra vida
diaria pedir al Padre fuerzas para perdonar a los que nos han ofendido? Una de las cosas
que más suele costar al ser humano es disculparse ante los demás, sobre todo cuando está
involucrado el orgullo y el amor propio. ¿Tendría sentido decir: Perdónanos nuestras
ofensas y danos fuerzas para perdonar a los que nos ofenden?
Si debemos hacer lo que podemos y pedir lo que no podemos, ahí tenemos una
buena intención.
La oración en común está muy bien vista en el evangelio: “Yo os aseguro que si
dos de vosotros se ponen de acuerdo en la tierra para pedir algo, sea lo que fuere, lo
conseguirán de mi Padre que está en los cielos. Porque donde están dos o tres reunidos en
mi nombre, allí estoy en medio de ellos” ( Mt 18, 19-20 ).
Ahora bien, para que el Padre atienda nuestras plegarias, deberá tener algún
sentido lo que pidamos; ya que cuando rezamos por los demás, o por nosotros mismos, la
mayoría de las veces no sabemos lo que pedimos. Por ejemplo, si tenemos un ser querido
con cáncer o a punto de morir, lo primero que se nos ocurre es pedir para que se cure o
para que no se muera, como si el sufrimiento físico o la muerte fuesen dos cosas que no
tienen ningún sentido en este mundo.
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Para empezar, el dolor físico tiene la misión de avisarnos constantemente de que
algún órgano de nuestro soporte material no se encuentra en condiciones y funciona mal,
y además la muerte es una necesidad para que el ser humano cambie de dimensión y se
libere totalmente del sufrimiento físico.
Y sin embargo, nos cuesta trabajo pedir al Padre:
1º- Para que se cumpla su voluntad.
2º- Por la paz interior que necesita el enfermo para continuar viviendo.
3º- Por la fuerza que necesita para seguir amando en ese estado a los que están
con él.
4º- Por la felicidad, que nace de la justicia, del amor y de la paz. Etc.
Por otra parte, el dolor físico o moral, en esta vida, sirve para darnos la
oportunidad de aumentar la capacidad de amar. “Vivir sin sufrir es vivir sin amar”, decía
la santa Madre Genoveva Torres, fundadora de las Hermanas del Sagrado Corazón de
Jesús y de los santos ángeles (Angélicas).
Creo que la muerte no puede ser ningún castigo para nadie. Es una ley natural
que el soporte material de los seres vivos se transforme y desaparezca con el tiempo. Para
el que no crea en la vida futura (ya está muerto en ésta) debe aceptarlo como una
necesidad fisiológica más, que necesitan tener todos los seres que se muevan en las
dimensiones propias del ser humano. Sin embargo, para el que cree: ¡Qué decir! ¡Es la
vida! Ni Jesús pidió al Padre que le liberara de la muerte física, sino que se cumpliera su
voluntad. Es decir, que las leyes impuestas por el Ser Supremo sigan su camino.
Otras veces pedimos por los demás, porque nos interesan a nosotros mismos y no
porque nos interese el bien del otro. Por ejemplo, pedimos por la salud del enfermo
porque es el padre de tres hijos y ¿quién los va a cuidar si éste se muere? Y no pensamos
que el bien de él, a lo mejor no está en la salud, o ni siquiera en la vida. Y así
sucesivamente... “¿Cómo si un hijo pide piedras, el Padre se las va a dar?”.
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La experiencia personal me dice que siempre que uno, con buena disposición,
pida al Padre por la paz interior y la fuerza necesaria para afrontar ciertas situaciones
comprometidas, sale de la oración reconfortado, sintiéndola útil y necesaria. Y ¿quién
mejor que Jesús para enseñarnos a rezar como el Padre quiere?
El resto de las cosas, si las necesitamos, se nos darán por añadidura.
Decíamos al principio del capítulo que para dirigirnos al Padre nuestra mente
necesitaba formar una imagen suya para comunicarnos con Él. La Iglesia autoriza a sus
fieles a tomar como intermediarios entre el Padre y nosotros, cualquiera de los santos de
nuestra devoción que hayan existido a lo largo de la historia.
De la misma forma que para comunicarnos con el Padre a través de la mente
necesitamos formar su imagen (la de Jesús de Nazaret) en nuestro cerebro, para
comunicarnos con los santos necesitamos formar una imagen de éstos en nuestra mente.
De esta forma, y a través de la oración o la meditación profunda, podemos transmitirles
nuestros pensamientos, nuestros deseos, nuestros sentimientos, nuestras intenciones,
nuestras necesidades. Si el antepasado se encuentra en el Cielo nos inspirará sentimientos
de paz interior, nos transmitirá deseos de justicia, ganas de ayudar a los demás y
sentiremos el gozo de nuestro espíritu, que nos impulsa a obrar el bien; si por el
contrario, el antepasado se encuentra en un estado de turbación, intranquilidad o
desesperación nos inspirará odio, rencor, ganas de venganza, etc. y en nuestro interior
sentiremos un impulso que nos puede llevar a obrar el mal, a llegar a situaciones
desesperantes y comprometidas. Nadie da lo que no tiene ni en esta vida ni en la otra.
Dado que todos tendremos alguna persona querida que haya muerto, ¿quién mejor
que un padre, una madre, cualquiera de los abuelos, tíos, etc. que saben de sobra las
necesidades que tenemos, para que sean los intermediarios entre Jesús y nosotros? ¿No es
en esto en lo que consiste la comunión de los santos? A través de la mente, la
imaginación y todo lo que constituye el espíritu del hombre, nos podemos comunicar con
108
nuestros antepasados, ya que es la dimensión que tenemos en común. ¿Quién no puede
recordar a alguien que haya vivido con nosotros y que su imagen esté clara en nuestra
mente para que sea nuestro intercesor? ¿No resultará más fácil formar una imagen en
nuestro espíritu a través de alguien conocido, que de alguien que haya vivido hace
muchos años? O ¿es que para Dios hay categorías entre los santos? ¿No celebra la Iglesia
el día de todos los santos, en memoria de todos sus fieles?
Si en la vida tenemos que buscar la felicidad, la oración y la religión tienen que
servirnos para encontrarla; si no, están de sobra. Es decir, tanto una como otra nos tienen
que servir para dignificar y dar sentido a la vida humana. Todas las religiones, de una
forma o de otra, buscan lo mismo: tratar de dignificar y dar sentido a la vida, aunque a
veces los caminos seguidos para conseguirlo no sean los más acertados.
Ahora bien, creo que es un error el considerar que la fe y la religión consisten en
una serie de prácticas religiosas y que cuando éstas desaparecen o se transforman ya no
hay ni fe ni religión. Esto no debe ser así, los actos religiosos deben servirnos para vivir
con mayor profundidad el mandamiento del amor. Un cristiano debe ir a misa porque
necesita sentir en su interior la presencia real de Jesús a través del soporte material del
Pan Eucarístico, y llenar su interior con la Sabiduría que sale del Padre y que nos ha sido
transmitida por el Hijo a través del mensaje evangélico, y sentir el gozo del Espíritu que
nace en nosotros y nos impulsa a obrar el bien. Además, hay muchos a su alrededor que
necesitan que él vaya y al salir reparta con ellos, con los que no van, lo poco o mucho
que allí ha conseguido, en paz, fortaleza interior, paciencia, fe, etc., como en la
multiplicación de los panes. Si en el transcurso de la misa, se ha conseguido sacar del
bolsillo 1 euro destinado a otro que tenga más necesidad que nosotros de él, puede que a
nosotros no nos haya servido para nada el ir a misa, pero para el que reciba el euro,
aunque no haya ido, ¡ya lo creo que le ha servido que nosotros hayamos ido a misa!
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Para nosotros, los cristianos, la misa tendrá sentido en la medida que nos
pongamos en actitud de comunión con Jesús, saliendo de nosotros mismos (ofrecer
nuestros pocos panes) y repartiendo con los demás (no sólo en materia, sino en espíritu,
amor y paz) y además sigue habiendo para todos, sobraron 12 canastos.
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10 – Muerte y resurrección
Si es cierto que detrás de un agujero negro (lugar del espacio cósmico donde va
desapareciendo la materia) debe darse un agujero blanco (lugar del espacio cósmico en el
que la materia emerge en forma de radiación), ¿tendría sentido pensar que también la
materia inorgánica tiene su muerte y su resurrección, es decir, un cambio de dimensión
definitivo? De ser esto cierto, el espectáculo tendría que ser descomunal.
Nosotros, el principio lo tenemos cuando nacemos y el final, ¿será continuación
de la vida en este mundo o será algo definitivo lo que nos espere en el más allá?
Así como la materia inorgánica tiene un periodo de tiempo de existencia
relativamente largo si la comparamos con la materia orgánica, parece ser que todo lo que
tiene vida lleva incrustado, dentro de sí, la fecha de caducidad. Las escalas de tiempo
para un tipo de materia y otro en nada se tienen que parecer. Lo que sí parece evidente es
que si la materia orgánica quiere perdurar en el tiempo debe transformarse. Y
transformarse significa desaparecer de su mundo, y para ello tiene que morir.
Nosotros, que estamos constituidos de materia orgánica y por consiguiente con
fecha de caducidad, si queremos conseguir perdurar en el tiempo no nos queda más
remedio que desaparecer del mundo en que vivimos, como hace un hombre cuando se
transforma de niño en adulto: el niño, en todos los sentidos, tiene que desaparecer, o
como le pasa al grano de trigo: si quiere adquirir vida, debe desaparecer como grano.
Ahora bien, cuando el hombre desaparece de este mundo, ¿qué le puede suceder?
¿Por qué no pensar en que debe sufrir una transformación? Al fin y al cabo las leyes que
gobiernan la naturaleza deben seguir su curso y si sucede lo mismo que con el grano de
trigo, para conseguir vida es necesario desaparecer o transformarse. ¿Por qué no pensar
que el hombre al transformarse puede conseguir vida también? ¿O seguir con los
elementos vitales que le constituyen, pero viviendo en otra realidad diferente?
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Según esto, si observamos un poco nuestro organismo nos podemos dar cuenta de
que no es carrocería suficiente para albergar por mucho tiempo nuestra mente,
imaginación, inteligencia, nuestra personalidad, energía interior, nuestro espíritu, etc. En
definitiva, todo lo que constituye nuestro ser en sí, y que comúnmente llamamos alma. Y
que se mueve en un mundo diferente al de la materia, ya que se puede desplazar por el
tiempo sin ninguna dificultad.
Al morir el hombre, la transformación que sufre es la separación del soporte
material, de lo que es el ser en sí, es decir, el alma. Si esto es así, lo que ha sucedido ha
sido un cambio de dimensión. En este cambio, el ser humano ha podido conseguir la
eternidad, o lo que es lo mismo, la dimensión temporal, de forma que un ser que se
encuentre viviendo en ella podrá desplazarse en el tiempo hacia delante, hacia atrás o
incluso detenerse cuando le apetezca; cosa que la materia lo tiene prohibido.
Hay opiniones filosóficas que sostienen que eternidad es hacer el tiempo cero. Me
parece una idea totalmente absurda, porque hacer el tiempo cero supone aniquilar
físicamente todo lo que existe: materia, energía, etc. Por otra parte, cero de tiempo no es
ninguna realidad. Sin embargo, un infinito de tiempo es una eternidad y en ella caben las
cosas que vemos (la materia) y las que no vemos (energía, inteligencia, capacidad para
amar, la imaginación, etc.), todas las cosas que tienen existencia en este mundo en que
vivimos. Además, si es cierto físicamente el principio de conservación de la energía, ésta
debe de estar siempre, no se puede crear ni destruir pero sí transformar.
Por consiguiente, si el ser humano quiere seguir viviendo en el tiempo, no le
queda más remedio que hacerlo en otra dimensión. Lo que supone para el hombre
desaparecer como ser humano y transformarse en otro ser sin materia, que puede tener su
existencia entre nosotros y que no lo podemos ver, porque los ojos humanos sólo pueden
ver la materia. Los espíritus de nuestros antepasados no los podemos ver, porque se
mueven en dimensiones diferentes a las nuestras. Sin embargo, a través de la mente
112
humana se podría conectar con ellos y en ocasiones sentirlos como sucede con todas las
visiones o revelaciones que han tenido los santos a lo largo de la historia. Una de ellas
nos la cuenta S. Mateo en el relato de la Transfiguración capítulo 17 versículos 1-8, o S.
Lucas en el capítulo 9 versículos 28-36 que entre otras cosas dice: ..., tomó consigo a
Pedro, Juan y Santiago y subió al monte a orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su
rostro se mudó, y sus vestidos eran de una blancura fulgurante, y he aquí que
conversaban con él dos varones, que eran Moisés y Elías; los cuales aparecían en
gloria, y hablaban de su partida, que estaba para cumplirse en Jerusalén. Pedro y sus
compañeros estaban cargados de sueño, pero permanecían despiertos, y vieron su gloria
y a los varones que estaban con él. Y al separarse ellos de él, dijo Pedro a Jesús:
“maestro, es bueno quedarnos aquí; vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para
Moisés y otra para Elías ¡Pobrecito! debía de estar tan asustado que se le ocurre preparar
tiendas para los que menos las necesitaban, y se olvida de sus compañeros.
¿Qué nos querría decir S. Lucas con que Pedro y sus compañeros estaban
cargados de sueño? Si pensamos que para ellos fue “como un sueño”, la experiencia
cuadra perfectamente con todo lo expuesto anteriormente, ya que la posible
comunicación con nuestros antepasados sólo se puede realizar a través del espíritu o la
mente y que para los apóstoles fue tan real que les hacía permanecer despiertos; por eso
parece imposible que se tratase de un simple sueño de los que estamos acostumbrados.
En nuestros sueños la mente está trabajando en unas dimensiones que no pertenecen a la
materia, en ellos se pueden sentir las cosas con la misma intensidad que en la vida real.
Se puede sufrir y se puede gozar de forma parecida a cuando estamos despiertos, sólo
que para ello es necesario estar dormido. Por esto todas las experiencias con el otro
mundo pueden realizarse por ese camino (vía-mente-espíritu), pero estando despierto,
que sería la diferencia entre una experiencia extrasensorial y un sueño.
113
Todas las visiones sobrenaturales que han existido a lo largo de la historia se han
tenido que realizar a través de esta dimensión (mente-espíritu) que tenemos en común
con todos nuestros antepasados.
Para los que creemos en el evangelio, podemos entender que las visiones del
Resucitado se hacían de esta forma. Las descripciones de Jesús resucitado, por los
testigos que lo presenciaron, coinciden en que el cuerpo de Jesús estaba transformado y
que cada vez que se aparecía a alguien, parece ser que tomaba una forma material
diferente. Así S. Marcos en el capítulo 16 versículo 12 dice: “Después de esto (después
de la aparición a María Magdalena, en la figura del hortelano) se apareció bajo otra
figura, a dos de ellos cuando iban de camino a una aldea”. Es decir, que
cuando se aparecía a sus discípulos, por la forma de contarlo, da la impresión que tomaba
el soporte material de otra persona. Así se podía hacer visible a los ojos materiales de los
que le habían conocido, y de este modo se podía comunicar con ellos.
Lo mismo les sucedió a los apóstoles que se fueron a pescar a orillas del lago de
Tiberíades, al principio no le reconocían. Fue después del milagro cuando el discípulo a
quien Jesús amaba dice a Pedro: “Es el Señor” (S. Juan 21, 1-23).
Si Jesús había resucitado se tenía que encontrar en otra dimensión, con su cuerpo
material transformado en energía radiante, con su mente, inteligencia, capacidad de
amar, espíritu, etc. Es decir, todo lo que constituía su “Ser”, incluido su soporte material
transformado, que lógicamente era invisible, y que para hacerse visible a los ojos
humanos tenía que tomar un soporte material que lo contuviera. Algo parecido sucede
con una fotografía. En ella, para poder ver la imagen necesitamos algún soporte material,
bien el papel o bien cualquier otro sistema electrónico, un disco, una memoria, etc. Esto
sucede, como si en el momento en el que hicimos la foto, hubiésemos cogido toda la
materia que cabe en la fotografía y la hubiésemos transformado en energía reteniéndola
con un soporte material y obligando a la materia a cambiar de dimensión.
114
Vistas así las cosas, se puede entender que los discípulos de Emaús no le
conociesen (Lucas 24, 13-35), y que en el resto de las apariciones tuviesen problemas
para creer que era Él (Juan 21, 1-18, Lucas 24, 36-43, etc.). Al final lo reconocían
probablemente por su forma de ser, de saber estar, de pensar, de decirles las cosas, de
comunicarse con ellos, de sus gestos al hablar, etc; en definitiva, de coincidir su
personalidad con la del que días antes habían estado conviviendo. Porque, de no ser así,
¿cómo entender que María Magdalena, que probablemente estuviese enamorada de Jesús,
no le reconociese a la primera? ¿O Pedro, Juan, Santiago y los demás apóstoles, que
habían estado viviendo con Él los tres años anteriores tuviesen tantas dudas en
reconocerle? Es curioso que sólo se apareció a los que le podían reconocer. Y fue tal su
convicción de que le habían visto, que entregaron su propia vida por ello.
De igual forma, para quedarse en la eucaristía eligió como soporte material el pan
y el vino y así hacerse visible a los que le conocen, es decir, a los que tienen fe en Él.
Porque el que tiene fe está capacitado para verle. El que no tiene fe en Él no puede
verle, porque no está capacitado para ello.
Algo parecido le sucede al que está viendo una estampa o cualquier estatua que le
represente, puede ver en ellas la cara de Jesús; el que no le conozca, porque desconoce el
evangelio o no lo vive, le resulta imposible imaginarse que aquello que está viendo pueda
representar algo más de lo que allí se ve.
La fe es la que realiza el milagro. Y, el que cree en Jesús de Nazaret, al recibir la
comunión, va experimentando dentro de sí la paz y la fuerza interior que necesita, cada
día, para poder perdonar a los que le han ofendido, intentar ayudar a los demás en lo que
pueda, y dar sentido a su vida avanzando en la dimensión del amor, haciendo presentes
las palabras de Jesús: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en
él” (Juan 6, 56), y “El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo le
resucitaré el último día”( Juan 6, 54).
115
Pero, ¿cuándo será el último día? ¿Coincidirá con el día de nuestra muerte o habrá
que esperar a que la vida desaparezca de la Tierra?
Aquí tendríamos que distinguir entre el soporte energético (alma-espíritu) y el
soporte material (cuerpo-carne). En el momento de la muerte se separan ambos. El almaespíritu puede continuar viviendo en la otra vida de la forma indicada en los capítulos
anteriores. Sin embargo el cuerpo-carne necesita una transformación para poder seguir
existiendo en la eternidad.
Podría ser posible físicamente que el soporte material del ser humano consiguiese
la dimensión temporal si se transformase en energía radiada, o algún otro tipo de energía
que todavía hoy desconocemos y constituyese la “portadora” del espíritu, del alma, del
ser. Similar a como en la actualidad hacemos para transmitir la música a través de la
radio. Las ondas sonoras transformadas en ondas electromagnéticas (lo que es en sí la
canción) necesitan de una onda de frecuencia muy superior que haga de portadora de la
señal que corresponde a la canción en sí y de esta forma poderla transportar en el espacio
o en el tiempo.
En la actualidad conocemos al menos tres procesos físicos para hacer desaparecer
la materia y transformarla en energía, y que no tienen porqué ser los únicos que existan.
Es muy probable que con el paso del tiempo se llegue a conocer otros diferentes.
Quizás los procesos más conocidos sean los de fisión nuclear (reacción nuclear en
la que tiene lugar la rotura de un núcleo pesado, generalmente en dos fragmentos
liberando neutrones, radiaciones y una gran cantidad de energía) y fusión nuclear
(reacción entre núcleos ligeros, que produce un núcleo más pesado liberando partículas y
energía). Además, los científicos nos dicen que existe otro proceso en el que la
antimateria y la materia pueden recombinarse y desaparecer en forma de radiación
electromagnética.
116
Si nuestras cenizas algún día se tienen que convertir en la “portadora” de nuestro
espíritu, nuestro ser, nuestro alma, cualquiera de estos caminos hacen viable el proceso
físicamente.
Si el último día se refiere al instante en que la Tierra desaparezca, según
mantienen los astrofísicos, de no destruirla antes un asteroide gigante, la Tierra dejará de
existir justo en el momento en que el Sol agote el combustible de hidrógeno de su núcleo
y entre en una agonía que lo transformará en un tipo de estrella fría, grande y altamente
luminosa. En su proceso de expansión, el Sol posiblemente abarcará hasta la órbita de la
Tierra, o quizás la de Marte, engullendo los planetas intermedios como Mercurio, Venus,
y la misma Tierra, que si se libra de ser engullida quedará desestabilizada
completamente. Este cataclismo ocurrirá dentro de aproximadamente 4.500 millones de
años.
Casi con toda seguridad, para entonces la vida terrestre se habrá extinguido. Pero
nuestro espíritu estará descansando en el seno del Ser Supremo, y como dice el salmo 89
que “mil años en tu presencia son un ayer que pasó”, no se nos hará larga la espera. Es la
ventaja de estar en la dimensión temporal.
Dado que en el interior del Sol las reacciones más significativas que se observan
son las de fisión y fusión, la forma en que nuestras cenizas se transformen en
“portadoras” de nuestro espíritu, nuestro ser, las reacciones de fisión y de fusión para este
proceso son las más probables.
De todas formas, el evangelista S. Lucas, refiriéndose al fin del mundo dice así:
“Habrá señales en el Sol, en la Luna, y en las estrellas; y en la Tierra angustia de las
gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de
terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de
los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con
117
gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la
cabeza, porque se acerca vuestra liberación” (Lucas 21, 25-28).
Siguiendo con lo que dice la Ciencia sobre el fin de la Tierra que podrá llegar
cuando el Sol, después de haber gastado la parte del combustible que le queda, pase a la
siguiente fase en la teoría de la evolución de una estrella, que por cierto parece ser que es
un proceso que se puede observar constantemente en otras partes del Universo, el paso a
gigante roja. En esta fase el Sol debe adquirir un tamaño enorme. Su diámetro aumentará
lo suficiente para dejar dentro de sí varios planetas, y en la Tierra, a pesar de que cálculos
muy recientes la dan una posibilidad de que se libre de ser engullida, la influencia del sol
hará que desaparezca completamente la materia orgánica y por consiguiente la vida
sobre ella.
Por otra parte, la influencia de la Luna sobre la Tierra es fundamental para la vida,
ya que para que ésta pueda desarrollarse necesita agua, que el hombre obtiene de los
mares.
Los mares y los océanos están controlados por nuestro satélite, pues gracias a él,
dada la velocidad a la que nos movemos en el espacio, el agua que contienen los océanos
apenas se mueve unos metros al subir y bajar las mareas. Tarea que tiene que hacer la
Luna además de estabilizar los equinoccios (cada uno de los puntos de intersección de la
eclíptica con el ecuador. Su posición varía con el tiempo a causa de los fenómenos de
precesión y nutación).
Sin la Luna el mar estaría mucho más furioso y completamente descontrolado, los
maremotos serían tan enormes que probablemente taparían toda la superficie terrestre.
Por estas razones, los astrofísicos cuando buscan vida como la nuestra, basada, en el
carbono y en el agua, en otros planetas, les exigen que tengan un satélite similar al
nuestro. Este mínimo detalle que, en principio pasa desapercibido por la mayoría de la
gente, nos podría hacer pensar que el fin del mundo del que habla el evangelio se refiera
118
al fin de la materia viva sobre la Tierra y no al fin del Universo total, a no ser que antes
de que esto suceda, la humanidad haya conseguido huir de la Tierra y del sistema solar a
otro más seguro, que pueda encontrar y siga siendo idóneo para desarrollar su existencia;
ya que, dadas las tremendas distancias que nos separan de otras estrellas, para
conseguirlo no nos queda más remedio que encontrar algún sistema de eludir las leyes de
la física y sobre todo las de la relatividad para poder viajar más rápido que la luz por
algún camino. ¿Podría ser alguna cuerda cósmica, algún agujero de gusano, alguna puerta
o ventana en el espacio-tiempo, o algún cambio de dimensión sin que nuestro soporte
material sufra ninguna trasformación? El tiempo podrá decirlo. Porque catástrofes
cósmicas locales de este estilo, en una zona del Universo se pueden observar desde la
Tierra y el resto del Universo tarda en enterarse.
Jesús desde la cruz le dijo al ladrón arrepentido: “Yo te aseguro que hoy estarás
conmigo en el Paraíso”. Y poco más tarde, dando un fuerte grito, exclamó: “Padre, en
tus manos encomiendo mi espíritu” y, dicho esto, expiró (Lucas 23, 39-46). Los espíritus
(los soportes energéticos, los seres, las almas) del buen ladrón y de Jesús no tenían
ningún problema para encontrarse en el Cielo, porque Jesús vio la sinceridad con que
pedía perdón el ladrón arrepentido. Hasta aquí, se hizo en todo igual a nosotros menos en
el pecado, por eso Dios lo resucitó al tercer día, es decir, no dejó que su cuerpo sufriese
la corrupción, hizo desaparecer su soporte material (cuerpo-carne), transformándolo en
“la portadora”, por así decir, de su Ser. Proceso que a los científicos que están trabajando
con antimateria, no les debiera sorprender excesivamente, pues, si han conseguido que
50.000 átomos de materia desaparezcan al reaccionar con otros tantos de antimateria,
conseguir que el soporte material de un hombre desaparezca es cuestión de tiempo. Y si
tenemos presente que la sabiduría se encuentra en el Ser Supremo, seguro que conocerá
el proceso físico para hacer desaparecer el soporte material de un ser humano sin ningún
problema.
119
S. Lucas sigue diciendo en el capítulo 23, versículos 50 y siguientes, que José de
Arimatea pidió a Pilato el cuerpo de Jesús y, después de descolgarlo de la cruz, lo
envolvió en una sábana y lo puso en un sepulcro excavado en la roca en el que nadie
había sido puesto todavía.
Para que el soporte material de Jesús de Nazaret formase “la portadora” de su Ser,
de su Espíritu, se debería hacer en forma de radiación. Para que este tipo de radiación
pueda interaccionar con los átomos de la materia de la que está hecha la sábana, debe
tener frecuencias por debajo de los neutrinos.
Los hombres de ciencia dicen que cuando la materia reacciona con la antimateria
ambas desaparecen formando un tipo de radiación cuya frecuencia está comprendida
entre la de los rayos x y los rayos γ (para el electrón y el positrón). ¿Será la misma
frecuencia para cuando se trate de aniquilar los átomos y moléculas que forman el
soporte material del ser humano? Este tipo de radiaciones sí podrían interaccionar con el
lino y quemarlo formando imágenes. Porque los rayos x y rayos γ producen quemaduras
en la materia orgánica.
¿Tendrá algo que ver la Sábana de Turín, con la sábana de José de Arimatea?
¿Será la Sindone un testigo material de la resurrección de Jesús de Nazaret?
Si descartamos la fiabilidad de la prueba de datación con el carbono 14, que
parece ser que los resultados obtenidos no son fiables por haber estado sometido el lienzo
a altas temperaturas, en los incendios que ha sufrido la sábana a lo largo de la historia, la
probabilidad de que sean la misma aumenta. Y el día que lleguemos a dominar la
antimateria lo suficiente para poder formar imágenes con la radiación que se obtiene por
la recombinación con la materia podremos descartarlo o reafirmarlo, a no ser que exista
algún otro método desconocido por el momento de aniquilar el soporte material orgánico
de una persona.
120
Por otra parte, ¿qué interés podrían tener los apóstoles y los discípulos en
transmitirnos algo falso que les costara la vida? Si la tumba no hubiera estado vacía, las
autoridades sólo habrían tenido que enseñar su cuerpo. ¡No lo hicieron! Si los discípulos
robaron el cuerpo ¿cómo es que estaban dispuestos a morir por el convencimiento de que
Jesús se había levantado de la muerte? Si la afirmación de que los discípulos habían visto
a Jesús resucitado era tan sólo una alucinación ¿cómo se puede explicar que la tumba
estuviera vacía? ¿Cómo es que un grupo de gente que había sido vencida y abatida,
siendo testigos de la muerte de su líder, se levantara poco después allí donde Jesús había
sido ejecutado afirmando a viva voz que Jesús había vencido la muerte?
La resurrección es importante porque implica que Jesús está vivo. No se le
recuerda como un maestro muerto o alguien que explicaba historias interesantes, sino
como una persona viva que trabaja a través de aquellos que le siguen. La fe cristiana
ofrece vida plena a todo aquel que acepta que Jesús es el Señor, es decir, aquel que está
dispuesto a darle el primer lugar en su vida. Jesús dijo de sí mismo “Yo he venido para
que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10, 10). Esta vida plena no se acaba
nunca, porque tenemos también la esperanza de la vida eterna, una esperanza basada en
la promesa de Jesucristo. “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque
muera, vivirá” (Juan 11, 25).
121
11 – Conclusiones
Dar sentido a nuestra vida es la tarea más importante que tenemos los seres
humanos en nuestro cotidiano caminar por este mundo, para que, a través de ello,
descubramos la dignidad de la persona que nos encamine hacia la felicidad: objetivo
prioritario de todos los hombres. Por lo que:
1- Si la fe y la religión no nos sirven para encontrar ese objetivo, están de sobra
en nuestras vidas. Es decir, si la fe y la religión no nos ayudan a encontrar la paz, la
justicia y el amor (que son la base de la felicidad del hombre) no sirven para nada. Y
cualquier sistema educativo o ley de educación que no tenga como principio fundamental
básico el sentido de la justicia, basado en el respeto, la convivencia pacífica, el perdón
(indispensable para poder vivir en sociedad) y en definitiva, el amor de verdad entre los
humanos, está condenado a generar toda clase de abusos sociales, desórdenes, egoísmos,
traiciones, venganzas, violencias, gente sin escrúpulos y el mayor de los fracasos.
La educación debe consistir en enseñar a querer y amar a las personas.
No podemos confundir educar con transmitir conocimientos, que suele ser el error
más generalizado en nuestra sociedad. Porque, enseñar matemáticas, física, literatura,
filosofía…, sin más, no es educar. Ni siquiera enseñar religión o ética, si no están de
acuerdo con los principios del mensaje evangélico, hartamente probados por multitud de
personas que han conseguido ser felices a través de ellos llegando a su plenitud humana,
dando completo sentido a sus vidas. Porque, de nada le sirve al matemático, físico,
filósofo…, todo su saber, si no ha aprendido a respetar, perdonar, querer y amar a los que
están a su alrededor y conviven con él, que van a ser los que le van a ayudar a realizarse
en la vida y encontrar su propia felicidad.
Los valores éticos y morales que dan sentido a nuestras vidas y nos permiten
realizarnos como personas, se encuentran en los Evangelios, y, sin duda, la escuela es el
122
lugar más adecuado para transmitir estos conocimientos. Porque a medida que el niño va
creciendo, puede ir ejercitándose en el respeto, la tolerancia, el perdón y, en definitiva,
crecer en la dimensión del amor, que es donde va a encontrar la plenitud de su vida y, a
través de ella, su propia felicidad.
Una educación completa de ninguna manera puede prescindir de este camino.
Es una torpeza, muy grande, querer hacer personas honradas, íntegras,
equilibradas, etc., prescindiendo completamente de esta labor educativa. Por eso, la
enseñanza del Evangelio en la escuela debe ser la primera tarea que todo educador
debiera realizar.
2- Si en la vida social o comunitaria no existe un ambiente de paz y gozo fraterno
donde pueda desarrollarse la capacidad de amar, vivir juntos, tanto hombres como
mujeres, no tiene sentido. Porque el odio y el rencor no dan más que sufrimiento interno
a los individuos que constituyen la comunidad, y que pueden acabar mal. Por el
contrario, vivir en grupo aporta
cantidad de oportunidades para hacer realidad la
dimensión del amor. El roce cotidiano de unos con otros puede mejorar nuestra
personalidad, puliendo nuestros defectos y dándonos la oportunidad de ayudar a los
demás. Para ello, la oración personal y comunitaria deben ser la mejor herramienta de
trabajo. Es entonces cuando tiene sentido la lucha por la vida, porque el sufrimiento se
transformará en gozo y alegría, al igual que un padre cuando sufre por su hijo, siente
menos ese sufrimiento porque quiere a su hijo. Así entre personas que se quieren de
verdad el sufrimiento es mucho más llevadero. La capacidad de amar que tiene una
persona se mide por la capacidad de sufrir que ésta tiene. Porque vivir sin sufrir es vivir
sin amar.
3- Si en la vida de familia se fomenta el egoísmo, se produce una desconfianza tal
que con el tiempo acaba por romperse esta vida familiar; y la permanencia en ese estado
123
origina un auténtico infierno para los que conviven, donde al final sólo reina el odio y el
rencor. Porque vivir la vida de esta forma no tiene ningún sentido.
4- Si en el sexo no hay un poco de cariño, a pesar de ser una necesidad fisiológica
en el hombre, el sexo pierde todo su sentido. Ya que, como alguna vez le he oído decir a
mi amigo Javi, es una trampa que la naturaleza ha puesto en todos los seres vivos para
conseguir sus fines. De forma que una pareja que en sus relaciones sólo se queden en lo
que el instinto les pide, y no transciendan saliendo de cada uno hacia el otro, donde se
exijan mutuamente respeto y amor de verdad, acabará deshaciéndose como la espuma.
Porque el sexo sin más, tarde o temprano, de una forma o de otra, siempre pasa factura.
Hace unos meses, leí en un artículo de divulgación, redactado por gente de una
universidad de Barcelona, que el 100 por 100 de las mujeres que durante 10 años
seguidos habían tomado la píldora acababan con cáncer de útero. ¿Estará relacionado el
que cada vez aparezcan cánceres de mama, en mujeres más jóvenes con la utilización
antes de lo habitual de este tipo de anticonceptivos? Cuando en la pareja existe amor de
verdad las cosas resultan bastante más fáciles, pero el egoísmo va complicando tanto las
cosas que al final lo rompe todo.
5- La manipulación del mensaje evangélico a lo largo de la historia ha conseguido
deformar las conciencias de la gente. Por ejemplo, cuántas angustias y sufrimiento
interior han provocado la doctrina del miedo al infierno y la condenación, cuando Jesús
no condenó a nadie, ni siquiera a la mujer pecadora. O la confesión en las personas, por
hacernos creer que si no nos acercábamos a ella no se nos perdonaban nuestros pecados.
Y lo que tiene menos sentido todavía es salir de la confesión creyendo que, con decir las
faltas al cura, ya está todo arreglado; cuando S. Mateo en el capítulo 18, versículos 2122, dice: Pedro se le acercó entonces y le dijo: Señor, ¿cuántas veces tengo que
perdonar las ofensas que me haga mi hermano? ¿Hasta siete veces? Dícele Jesús: No te
digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.
124
Sacar la conclusión de que para quedar perdonado tengo que ir a contárselo a una
tercera persona sin reconciliarme con mi hermano, no tiene absolutamente ningún
sentido. Confesándose, normalmente no se consigue la reconciliación con el hermano, y
sin reconciliación no hay paz, condición indispensable para entrar en el Reino de los
Cielos aquí en la Tierra y por supuesto en el del más Allá, y menos creer que nos
reconciliamos con Dios, porque en Mt 6, 14-15 , se puede leer: “ Si vosotros perdonáis a
los hombres sus ofensas, os perdonará también a vosotros vuestro Padre celestial; pero
si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras ofensas”. Es
decir, que si no nos reconciliamos con nuestro hermano al que vemos, ¿cómo lo vamos a
hacer con Dios al que no vemos? No en vano, en Mt 5, 23-24, Jesús nos dice: Si, pues, al
presentar tu ofrenda en el altar te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo
que reprocharte, deja tu ofrenda allí, delante del altar, y vete primero a reconciliarte
con tu hermano; luego vuelves y presentas tu ofrenda. Por otra parte, se pierde
completamente el gozo y la tranquilidad que se experimenta cuando uno sabe que ha sido
perdonado. O, en caso contrario, ser consciente de que, aún estando arrepentido de la
falta cometida contra el hermano, no haber conseguido el perdón para que, en sucesivas
veces, el cuidado para no ofenderle sea mayor. Conseguir la reconciliación resulta difícil
cuando el orgullo se pone de manifiesto. Pero recurriendo a la oración, para Dios nada
hay imposible.
6- Creer que la fe y la religión consisten en realizar metódicamente un conjunto
de prácticas religiosas, sin tener en cuenta el desarrollo de la justicia, la paz y el amor de
verdad es equivalente a decir “Señor, Señor” y querer entrar en el Reino de los Cielos sin
hacer la voluntad del Padre. Porque algunos espiritualismos basados en una falsa
religiosidad, sólo nos pueden conducir a ciertos fanatismos que, lejos de dignificar la
vida del hombre, le llevan la mayoría de las veces a atentar contra ella.
125
Para Jesús, antes que la religión es la vida. Por eso, cuando preguntó en la
sinagoga a los fariseos “¿Qué está permitido en sábado, hacer el bien o hacer el mal,
salvar una vida o matar?” (Mc 3, 4), eligió curar la mano paralizada de aquel hombre, en
contra del parecer de los fariseos. Aunque esto fue el comienzo de su condena a muerte
(Mc 3, 6).
La entrada en el Reino de Dios debe plantearse, por lo menos, a partir de estos
tres principios: El respeto a la vida, la defensa de la vida y la dignidad de los seres
humanos. Y no podemos estar hablando a todas horas de generosidades y heroísmos, de
identificación con Cristo crucificado y de amores desinteresados a todo el mundo, y al
mismo tiempo, faltar al respeto con demasiada frecuencia, humillar y despreciar a los que
viven con nosotros, ser incapaces de reconocer nuestros propios fallos, desentendernos
del sufrimiento de los más desgraciados, y hasta atropellar con toda tranquilidad los
derechos más elementales de la gente con la que vivimos. Por desgracia, todo esto ocurre
todos los días y a todas horas en ambientes muy cristianos, entre gentes muy religiosas y,
por supuesto, es práctica habitual de bastantes profesionales de la religión. Vivir así no
tiene mucho sentido.
7- Dicen los entendidos que la depresión es la enfermedad más grave de nuestro
tiempo. Parece ser que coinciden con lo que decía Teilhard de Chardin que la más grave
enfermedad del mundo contemporáneo es “la pérdida del gusto por la vida”.
El individualismo, el paro, el divorcio, la inseguridad, la ausencia de una real
educación, la falta de transmisión del saber, de cultura, de moral y de vida religiosa, y la
negligencia de normas objetivas, hacia el relativismo ético, no pueden sino debilitar y
romper las personalidades por falta de arraigo y de estabilidad en la existencia.
La desnaturalización del trabajo, la muerte de la amistad y el primado de lo
efímero, que cierra los ojos a la sagrada dignidad de toda persona humana, generando el
falso progreso de una ciencia a espaldas de la verdad, fruto todo ello de ese drama de
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nuestro tiempo que es la suicida separación de la fe y la razón, dejan al hombre a merced
del vacío y de la nada.
Convertido el trabajo en mero instrumento del dinero que la polilla y la herrumbre
corroen; el amor y la amistad -exigencia ineludible de todo corazón humano-aniquilados
en la soledad que convierte al otro en puro objeto de interés egoísta; y el deseo de infinito
-que sólo tiene respuesta en una felicidad eterna- reducido al instante, que hoy es y
mañana es arrojado al fuego; en un mundo así ¿cómo podrá nadie librarse de la depresión
en cualquiera de sus formas?
El primer síntoma que padece una persona que se encuentra en estado depresivo
es la tristeza profunda que inunda su interior. El recurso a la droga entre las jóvenes
generaciones llega a ocultar esta problemática cuando buscan calmarse interiormente con
el cannabis, estimularse con la cocaína y sentirse superhombres con el éxtasis. Luchan
contra una depresión existencial, que proviene del rechazo de aceptar y de entrar en la
vida. El hombre de hoy, como el de ayer, está comprometido por el mismo interrogante:
“¿Cómo aprender a amar la vida para realizarse en su humanidad y descubrir el sentido
de la existencia?”. El mal del siglo XXI ya lo tenemos delante: el desamor. Hemos
pasado de la era de la ansiedad a la era de la depresión y del desamor.
Frente a toda esta angustia existencial al ser humano sólo le queda una salida que
merezca la pena: la fe. En ella puede encontrar respuesta a muchas preguntas
existenciales que los científicos no tienen el valor de explicar por miedo a quedar
comprometidos o en ridículo. Para ellos, lo que no son capaces de experimentar, lo que
no se puede razonar en el plano material, lo que no se puede ver ni tocar, no existe, sin
más. Se enfadan con los que creen, no los soportan y procuran a toda costa que no
aumente su número. Me produjo cierta indignación y una pena profunda cuando leí en un
artículo publicado en El País el 21 de abril de 2004 que Francis Crick, codescubridor de
la doble hélice del ADN y premio Nobel por ello en 1962, con 87 años y un cáncer
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avanzado, se sentía satisfecho con eliminar cualquier idea de que existe vida en el más
allá. La religión para ellos es incultura, engaña, manipula y, por tanto, hay que acabar
con todo vestigio de ella. Pero siguen sin ser capaces de aportar razones científicas para
explicar nuestra existencia, quién nos ha creado y a dónde vamos.
Para creer hay que pensar, hay que reflexionar, hay que crecer dentro de uno
mismo, conocer poco a poco las verdades de nuestra existencia, ser humildes, que es
tanto como decir amantes de la verdad, de una verdad que nos sitúa ante nuestras
limitaciones. Hay que creer que el amor, aunque no se puede tocar, existe y es más real
que cualquier verdad material, y el amor de verdad no se acaba nunca..., y además es lo
único que cuanto más se da más se tiene.
Sólo la fe en el evangelio puede dar sentido a nuestra vida, y a partir de aquí, la
oración profunda es la mejor receta que se puede dar a una mente depresiva: “Venid a mí
todos los que estáis fatigados y agobiados (rendidos, deprimidos o abatidos) y yo os
aliviaré” S. Mateo 11, 28.
8- Hay bastante gente que cree en la vida extraterrestre, y están esperando que
éstos se manifiesten y den respuesta científica a todos los interrogantes de la vida y así
creer en lo que ellos nos digan. Creo que son posturas totalmente absurdas; porque, 1º la
probabilidad matemática de que exista vida inteligente como la nuestra en el resto del
Universo es tan sumamente pequeña, que en la práctica, bien nos podemos considerar
solos en el Universo. 2º En el caso de que apareciesen formas extrañas de vida, si su
fundamento psicológico y social no se basan en el amor, no tiene ningún sentido para
nosotros su vida porque el corazón humano sólo puede ser saciado con el amor de
verdad. Y para aprender a amar ya tenemos el evangelio, y no necesitamos
extraterrestres. Esto no nos exime de disfrutar de la dignidad de nuestra vida aquí en la
tierra, que ésta sí que existe y tiene sentido vivirla.
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9- No olvidemos que existen estructuras sociales, políticas, y en ocasiones
religiosas que buscan hacer personas embrutecidas e infelices, empleando para ello todos
los medios que están a su alcance, como por ejemplo la TV basura que consigue hacer
ídolos de masas, sin ningún tipo de respeto al resto de la sociedad en la que la dignidad
del ser humano queda arrastrada por los suelos, y cuyo ejemplo de vida no tiene
absolutamente ningún sentido seguirlo.
Es incomprensible, desde el punto de vista del evangelio, que teniendo todos los
cristianos, el mismo origen y partiendo de la misma doctrina, nos encontremos tan
divididos. Si cada una de las iglesias, no cede parte de sus costumbres y su doctrina para
hacer algo por la unión, será muy difícil que algún día se pueda conseguir. Ojalá que
estas reflexiones nos ayuden a hacerlo realidad en un futuro próximo.
10- Después de todo esto, decir que el mal en sí no existe puede ser duro de
comprender, máxime viendo tantas traiciones, injusticias, venganzas, guerras, odios, etc.,
a nuestro alrededor. Sin embargo, si analizamos su origen tendríamos que aceptar que el
mal surge cuando desaparece el amor; o lo que es lo mismo, cuando Dios no se hace
presente.
Es curioso observar, cómo en el espacio donde se desarrolla la vida de las plantas
(4 dimensiones) no existe el mal y es difícil encontrarlo en el mundo de los animales (5
dimensiones). Sólo en el espacio habitado por el hombre (6 dimensiones), se manifiesta,
al utilizar el hombre su libertad mal empleada. Recuerdo que sólo somos libres para
hacer el bien a los demás.
Las desgracias naturales no lo son tanto, cuando los que las padecen se aman de
verdad.
El mal, suele ser muy subjetivo y relativo. En la idea que tengamos de él, influyen
considerablemente las religiones, las costumbres, las tradiciones y por supuesto el punto
de la dimensión temporal en el que nos toca vivir. Un mismo hecho, que unos consideran
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como bueno puede resultar malo para otros y algo que para nosotros puede ser bueno
hoy, en el futuro lo pueden considerar como algo horrible. De ahí que una acción se
puede considerar más o menos buena, según la intención con que se quiera realizar en
cada uno de los infinitos grados de maldad o de bondad que existen en la dimensión del
amor en el instante de tiempo que se decide ejecutarla.
En la intención con que se realicen los actos hay infinitos niveles diferentes, que
nuestra conciencia debe juzgar, y clasificar como mejores o peores. El más bajo de todos
sería dar la vida para matar a sus amigos. Por debajo de este punto desaparece todo
sentido moral, ético y lógico de la realidad humana. Correspondería al -∞ de nuestra
dimensión, o el equivalente al cero absoluto de temperatura (0ºK). A partir de esto, se
admite todo, desde clavar con un cuchillo a los amigos, pasando por la indiferencia,
darles lo que uno necesita para vivir, o ceder un riñón a alguno de ellos que lo necesite
para sobrevivir, que sería el equivalente a dar la vida por los amigos que dijo Jesús, ya
que en su tiempo, dar un riñón a un amigo para que pudiesen vivir los dos era lo mismo
que dar la vida. Señalo lo de los amigos porque dar la vida para matar a los enemigos,
todavía puede tener algún sentido lógico, ético o moral.
Con todas estas consideraciones, ahora sí podríamos decir que efectivamente el
mal no existe, sino que es carencia de bien, nivel bajo de caridad, de amor, como
decimos del frío que es nivel bajo de energía calorífica. Por esto Dios no ha creado el
mal, sino que surge cuando el hombre, haciendo uso de su libertad, elige
intencionadamente, un nivel u otro en la dimensión del amor; porque el mal es
impaciente, no es servicial, es envidioso, es jactancioso, se engríe y se enfada con
facilidad; es indecoroso, busca siempre su interés; se irrita; guarda memoria del mal
hecho con anterioridad para vengarse; se alegra de las injusticias, disfruta con la mentira.
No excusa nada. Sospecha de todo. En nada espera y nada soporta. El mal cuanto antes
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acabe menos daño y dolor produce. El mal empieza a sentirse, cuando el nivel de cariño,
se encuentra por debajo de la indiferencia y va aumentando sus efectos a medida que
desplaza de la mente humana las intenciones de ayudar a los amigos. Algo similar
sucede con el frío cuando el nivel térmico no coincide con el de nuestro cuerpo. El mal se
transforma en pecado cuando la intención con la que queremos realizar un acto
cualquiera, tiene un nivel de caridad, o de amor tan bajo que ofende, molesta, daña,
perjudica nuestra vida o la de nuestros hermanos, amigos, compañeros, etc.
En la vida, esperar algo de los demás y no ser correspondido, suele ser el origen
de cantidad de enfados infundamentados. El esperar algo a cambio es como recibir la
recompensa en este mundo y que poco tiene que ver con lo que nos dice S. Pablo en la
primera carta a los corintios, capítulo 13 versículos 4-8: “El amor es paciente, es
servicial, no es envidioso, no es jactancioso, no se engríe; es decoroso, no busca su
interés; no se irrita; no tiene en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra
con la verdad. Todo lo excusa. Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta. El amor
no acaba nunca”. Vivir esto sí que da sentido a nuestras vidas, porque como dice S. Juan
en 6, 63, “El espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que
os he dicho son espíritu y son vida”. Y en su primera epístola 4, 7-8 Queridos,
amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de
Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque
Dios es Amor.
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Mi agradecimiento especial a José Luis Marquínez Arróniz, por haber sacrificado
parte de sus merecidas vacaciones en pasar a ordenador un primer borrador allá por el
verano de 1991. Y por supuesto a su hermano Francisco Javier (Javi) por haber tenido
paciencia para corregir un poco los muchos errores lingüísticos y gramaticales que han
aparecido a medida que he ido redactando el trabajo, a lo largo del 2004. Y además, a
todos los que de una forma u otra han colaborado en la realización del trabajo.
Mi agradecimiento póstumo, cómo no, a Albert Einstein por su “Teoría de la
Relatividad”, y todos los que contribuyeron a la elaboración de la “Mecánica Cuántica”.
Sin sus aportaciones nada de esto habría tenido sentido.
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Lecturas recomendadas:
ALONSO, Marcelo, FINN, Edgard J., Física, Pearson educación, México, 2000.
ASIMOV, Isaac, Nueva guía de la ciencia, Plaza & Janés editores, Sant Vicenç dels
Horts (Barcelona), 1991.
EINSBERG, RESNICK, Física Cuántica, Noriega-Limusa, 2004.
FEYNMAN, Richard, LEIGHTON, Robert, SANDS, Matthew, Vol.I: Mecánica,
Radiación y Calor. Vol. II: Electromagnetismo y materia. Vol. III: Mecánica cuántica,
Pearson educación, México, 1998.
FIDALGO, J. A., FERNANDEZ, M.R., Física General, León, 1996.
GETTYS, W. Edward, J. KELLER Frederck, J.SKOVE Malcolm, Física clásica y
moderna, McGraw-Hill, Aravaca (Madrid), 1991.
HAWKING, Stephen, El universo en una cáscara de nuez, Crítica y Planeta, Barcelona,
2002.
HAWKING, Stephen, Historia del tiempo, Editorial Crítica, Barcelona, 1989.
JACKSON, John David, Electrodinámica clásica, Alambra, Madrid, 1980.
KITTEL, Charles, KNIGHT, Walter, RUDERMAN, Malvin, Mecánica, Editorial
Reverté, Barcelona, 1973.
LOGUNOV, A.A., Curso de la teoría de la relatividad y de la gravitación, Editorial Mir,
Moscú, 1998.
REITZ, MILFORD, CHRISTY, Fundamentos de la teoría electromagnética, Pearson
(Adison-Wesley), México, 1996.
RESNICK, Robert, Conceptos de Relatividad y Teoría Cuántica.
SERWAY, Raymond A., Física, McGraw-Hill, Madrid, 1989.
TIPLER, Frank, La física de la inmortalidad, Alianza editorial, Madrid, 1996.
WICHMANN, Eyvind H., Física cuántica, Editorial Reverté, Barcelona, 1972.
133
“El que ama está dando vida a la fe”
LA BIBLIA
CASTILLO, José María, EL REINO DE DIOS. (Por la vida y la dignidad de los seres
humanos), Desclée de Brouwer, Bilbao, 2001.
DE MELLO, Anthony, El canto del pájaro, Sal Terrea, Santander, 1982.
DE MELLO, Anthony, Medicina del alma, Editorial Lumen, Buenos Aires, 1998.
DE SANTOS, Aurelio, Los Evangelios Apócrifos, Biblioteca de Autores Cristianos,
Madrid, 1996.
GONZALEZ-BALADO, José Luis, El desafío de Taizé, Ediciones Paulinas, Madrid,
1978.
GONZÁLEZ-BALADO, José Luis, Madre Teresa de Calcuta, Editorial Planeta,
Barcelona 1997.
JAVIERRE, José María, Madre coraje, Sociedad de Educación Atenas, Madrid, 1995.
PAPINI, Giovanni, Jesús de Nazaret, (Historia de Cristo), Ediciones Folio, Barcelona
2003.
SALAS, Antonio, BIBLIA Y CATEQUESIS. Vol. I: De Adán a David. Vol. II: De David
a Jesús. Vol. III: Los Evangelios. Vol. IV: El Hecho Cristiano., Ediciones Biblia y fe,
Madrid, 1984.
TEILLARD DE CHARDIN, Pierre, Le coeur de la matière, Éditions du Seuil, Paris,
1976.
VIDAL, César, El testamento del pescador, Ediciones Martínez Roca, Madrid, 2004.
VILLAPALOS, Gustavo, LÓPEZ QUITÁS, Alfonso, El libro de los valores, Editorial
Planeta, Barcelona, 1996.
134
Artículos de interés:
Cómo funciona la mente de Dios, Conocer.
Cronología del Universo, Muy Interesante.
El tiempo en física, Mundo Científico.
Origen de la vida, Investigación y Ciencia.
La experiencia espiritual de Certeau, Christus.
El Antídoto de la nada, Alfa y Omega (ABC)
Asombro de una alegría, Carta de Taizé.
Jesús – El Hombre que creías conocer, Agape.
Para descubrir a la auténtica Madre de Jesús de Nazaret y admirar su valor, su
generosidad, su capacidad de sufrimiento, su disponibilidad para amar de corazón y
conocer la verdad que se oculta tras el mito religioso, puede ser interesante el libro
titulado: María, una virgen de carne y hueso, LESLEY HAZLETON. Ediciones
Martínez Roca, Madrid, 2005.
Y por último, para poder entender que es posible comunicarse con nuestros
antepasados y cómo se debe hacer, nos puede ayudar el libro: Alma de color salmón,
BEJANO DOMINGUEZ, Olga. Libroslibres, Madrid, 2004.
135
Una exigencia matemática y física en el espacio-tiempo
(x, y, z, t) pone en entredicho y contra las cuerdas la Teoría de
la Relatividad y la aplicación del Principio de Conservación de
la energía total en el punto entre la vida y la muerte, hace
necesaria y evidente la vida en el “más allá” para que pueda
existir vida en el “más acá”.
La especie humana consigue su plenitud en esta vida,
en la dimensión del amor y el que ama de corazón está dando
vida a la fe. Por lo que aquí, la Ciencia y el Evangelio caminan
juntos en busca de la verdad.
“Enci”
Reguera
Lozano
Villamarco
(León)
1953.
Religioso Corazonista, Maestro Nacional y Licenciado en
Ciencias Físicas por la Universidad Autónoma de Madrid.
Treinta años intentado educar a los jóvenes y toda una
vida queriendo vivir la Buena Nueva avalan el resto.
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