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La invención de Frida1
El cuerpo, el arte, la imposible maternidad
Vilma Coccoz
Psicoanalista. Miembro de la ELP - AMP
Madrid - España
En su texto sobre Leonardo explica Freud que la Patografía no pretende hacer
comprensible la obra de un gran hombre. También distingue la labor del analítico de
la del biógrafo quien, cautivo de la idealización del personaje, se ve obligado a
sacrificar la verdad y así renuncia a descubrir los “más atractivos secretos de la
naturaleza humana.” Anticipando las posibles críticas, advierte Freud: “En nada
disminuiremos su grandeza [la de Leonardo] estudiando los sacrificios que hubo de
costarle el paso de la infancia a la madurez y reuniendo los factores que imprimieron
a su persona el trágico estigma del fracasado.”2 El estudio freudiano se destinaba
pues, a descifrar los fantasmas inconscientes que comandaban los síntomas, rasgos de
carácter e inhibiciones del genial florentino.
1
En parte, un extracto del texto Las mujeres, el amor, el cuerpo. En VVAA, Mujeres, una por una.
RBA. Barcelona. 2009. Pág.
2
S. Freud, Un recuerdo infantil de Leonardo de Vinci. OC. Tomo II. Editorial Biblioteca Nueva. Pág.
1615
Un siglo más tarde, Jacques-Alain Miller se inspira en las Vidas de Plutarco, de
Vasari para escribir sobre Lacan. Esta elección se fundamenta en aquello en que se
diferencian de las biografías y de “psicobiografías” derivadas del texto de Freud. En
la Antigüedad, comenta Miller, la escritura de la Vida pertenecía al registro de la
ética,3 porque en la dimensión de la Vida lo público y lo privado confluyen.
En mi trabajo sobre Frida me he dejado guiar por esta orientación, intentando cernir la
cualidad de su deseo, el modo particular de arreglárselas con la existencia, así como la
construcción de su particular semblante femenino y la invención de su nombre como
artista. Es decir, valorando el asombroso hallazgo de una solución singular, el
sinthome, tal y como nos enseñó Lacan al estudiar a Joyce.
Antes del accidente
Guillermo Kahlo, el padre de Frida, se instaló en México a los 19 años, luego de verse
truncada su prometedora carrera en su país de origen, Alemania, a causa de los
ataques epilépticos que comenzó a sufrir como consecuencia de un accidente. Su
primera mujer mexicana falleció en su segundo parto, casándose luego con Matilde
Calderón, hija de un fotógrafo, quien persuadió a su esposo de dedicarse a la
fotografía.4 Al poco de nacer Frida, su madre enfermó pasando la niña a ser cuidada
y amamantada por una nana indígena5. A los siete años contrajo poliomielitis, por lo
que le quedó una pierna más delgada. Tiene sumo interés para la conformación de su
solución existencial, el modo en que reaccionó a este trauma infantil que le apartó de
los entretenimientos infantiles y le valió burlas por su “pata de palo”. Como defensa
a este forzoso aislamiento recurrió a una curiosa invención fantástica: “por entonces
“viví intensamente la amistad imaginaria con una niña de mi misma edad (…) Sobre
uno de los cristales de la ventana echaba vaho y con el dedo dibujaba una “puerta”.
Por esa “puerta” salía en mi imaginación con gran alegría y urgencia. Atravesaba todo
el llano hasta llegar a una lechería que se llamaba “PINZON”. Por la “O”6 entraba y
bajaba impetuosamente al interior de la tierra, donde “mi amiga imaginaria” me
esperaba siempre (…) Era ágil y bailaba. Yo la seguía y le contaba, mientras ella
bailaba, mis problemas secretos”7. En su diario figura este pasaje como la razón de su
célebre cuadro Las dos Fridas, de 1939, en el que pinta un autorretrato doble,
diferenciado por los vestidos, que constituye una notable figuración de la dimensión
especular del yo. Unidos ambos corazones por una misma arteria, otra sin embargo,
aparece cortada con una tijera que porta la mano de la imagen izquierda, vertiendo
sangre sobre el vestido blanco. La figura derecha exhibe entre sus manos un camafeo
con la imagen de Diego Rivera, el nombre del amor, el nombre del estrago.
Su padre, para quien Frida era la hija preferida debido a su inteligencia, la incitó a
practicar deportes, algo poco común en las niñas “respetables” de entonces. Jugaba al
3
J.A. Miller, Vida de Lacan. RBA. Barcelona.2011. Pág. 41
En 1936 Frida representó su lugar de nacimiento y su árbol genealógico en el cuadro Mis abuelos, mis
padres y yo.
5
En un cuadro del año 1937, Mi nana y yo, pintó el ama de cría como la encarnación mítica de su
herencia mexicana y a sí misma como niña de pecho.
6
R. Tibol, Frida Kahlo. Una vida abierta. Universidad Autónoma de México. 2002. Pág. 36. En este
relato discernimos uno de los elementos vitales para su solución personal. La letra del nombre de la
lechería, que adquiere el valor imaginario de una puerta en la ensoñación infantil en la que el yo ideal
representado por la niña danzarina y divertida con la que regula su narcisismo herido.
7
H. Herrera Una biografía de Frida Kahlo. Planeta. Barcelona. 2007. Pág. 32/33.
4
fútbol, boxeaba, llegó a ser campeona de natación. Esta inducción a resolver el
defecto del ego con una identificación masculina se complementaba con el estímulo
intelectual. También su padre le inició en una variedad de lecturas e intereses, entre
ellos la pintura, le enseñó a usar la cámara, llevándola consigo en su excursiones
fotográficas en las que ella le socorría en caso de que él sufriera un ataque.
Al no tener hermanos varones “asumió la posición del hijo más prometedor, que
según la tradición, se prepararía para ejercer una profesión”8 En 1922 Frida fue una de
las pocas jovencitas que consiguió entrar en la Escuela Nacional Preparatoria, la
mejor institución docente de su país. Eligió un programa de estudios que le permitiría
pasar a la Facultad de Medicina. Enseguida destacó por la independencia de criterios,
su irreverencia, su destreza en los juegos de palabras y su acerado humor. Hizo
amistad con una pandilla formada sobretodo por muchachos (Los cachuchas), la
mayoría de los cuales se darían a conocer años después, como destacados
vanguardistas en diferentes ámbitos culturales.
El accidente
Estremece saber el accidente que cambiaría el rumbo de su vida se produjo cuando
contaba con la misma edad en que una caída truncó el de su padre. Espantosa
contingencia. Viajaba junto a su novio Alejandro Gómez Arias en un autobús urbano,
“el choque nos botó hacia delante y a mí el pasamanos me atravesó como la espada a
un toro. Un hombre me vio con una tremenda hemorragia, me cargó y me puso en
una mesa de billar hasta que me recogió la Cruz Roja”9 La vida de Frida, desde 1925
en adelante consistió en una dura batalla contra la progresiva decadencia física
derivada de este accidente brutal y de los tratamientos que recibió para paliar sus
secuelas. Fue sometida a 32 operaciones quirúrgicas, la mayoría en la columna
vertebral y el pie derecho. No pudo llevar a término ninguno de sus deseados
embarazos. Y así como después de la polio se impuso el movimiento con el fin de
curarse, después del accidente tuvo que aprender a mantenerse quieta para intentar
recomponer su columna echa añicos.
El cuerpo, la pintura
Postrada durante casi un año, inmovilizada y doliente, le pidió a su padre que le
prestara su caja de pinturas para “hacer algo” porque se aburría. Su madre diseñó un
caballete que fue sujetado a una especie de baldaquino porque Frida no podía
mantenerse sentada. Un espejo situado en la parte superior recogía su imagen en todo
momento. Así comenzó a escrutarse y a componer su rostro, su máscara, su
autocreación, que daría lugar a su pintura-espejo10, el pasaje de lo imaginario a la
escritura de lo real que supone la creación artística. En esas condiciones extremas la
más famosa pintora de su imagen de todos los tiempos pintó su primer autorretrato, en
1926, para su novio, a quien dedicaba unas conmovedoras cartas, súplicas de amor.
Relataba los suplicios infernales manifestando una fuerza y una vitalidad fuera de lo
común, un espíritu firme que no se rindió ante la adversidad, sin perder su sentido del
8
Ibidem, pág. 45
Idem. Pág. 72
10
Cuenta Diego Rivera que Picasso le había dicho que ninguno de ellos podría igualar el arte de Frida
para pintar retratos.
9
humor. Pero el novio se alejaría de ella a instancias de su familia. Según sus palabras,
fue a través de estas experiencias como pudo acceder, en un rapto de lucidez, “…al
conocimiento de repente, como si un rayo dilucidara la Tierra…”11 Frente a estas
desgraciadas contingencias, Frida decide vivir: “No estoy muerta, y además, tengo
una razón para vivir. Esta razón es la pintura”12.
El amor, la política, el traje
Frida encuentra a Diego Rivera a través de su amistad con Tina Modotti, una
fotógrafa italiana. Por entonces Diego tenía cuarenta y dos años, ha estado casado dos
veces y tenido cuatro hijos. Rivera consideraba a las mujeres superiores a los
hombres, sus amores y amantes fueron inmortalizadas en sus magníficos frescos.
Quedó fascinado con la audaz joven que le pidió inmediatamente una opinión sobre
su pintura. “Sus cuadros, su habitación y su vivaz presencia me llenaron de
asombroso júbilo” confesó más tarde el gran muralista.13
“Prudentemente, Rivera se limitó a aconsejar a Frida, pero se abstuvo de enseñarla: no
quiso echar a perder su innato talento. Ella lo adoptó como mentor, aprendía viéndolo,
escuchándolo. Aunque Frida observaba las cosas de modo distinto a Diego. Evitando
teorías generales, penetró en lo particular de la ropa y de los rostros, en un intento de
capar la vida individual, las emociones, los estados de ánimo. […] Rivera abarcaba
toda la extensión del mundo visible: poblaba sus murales con toda la sociedad y el
11
Idem. Pág 104
J.M.G. Le Clézio, Diego et Frida. Folio. Gallimard. París 1993
13
Citado por Le Clézio. Op.cit. pág. 96
12
desfile de la historia”14. Se casaron en 1929 y desde entonces fueron sus vidas -unidas
para siempre- y sus acciones, un foco de atención, una obligada referencia para sus
contemporáneos. Eran dos personas de una extraordinaria vitalidad, que se
comprometieron en la realización de sus convicciones políticas y estéticas.
El vestido, el aborto
En los primeros años de matrimonio, mientras Rivera trabajaba de sol a sol, Frida se
mostraba contenta con ser la joven esposa del genio, del gran hombre. Por esas
fechas, un paréntesis en su quehacer artístico, Frida adoptó un semblante nuevo que le
otorgaría una sustancial distinción, el traje de tehuana.15 Para Frida vestirse era un rito
y un acto de creación de la imagen que cada día quería presentar al mundo, por eso se
dedicaba a ello con perfeccionismo y precisión, complementándolo con el arreglo del
cabello, adoptando modelos típicos o inventando modos de decorarlo y trenzarlo.
Consumaba esta obra diaria con joyas, se vestía como para una fiesta incluso en los
últimos días de su vida16. Aunque por una parte, el vestuario nativo portaba un
mensaje político que convenía a su condición de esposa de Rivera, también daba
consistencia a una persona en la que dramatizar su carácter decidido, a tal punto que
el traje “retenía algo de su ser cuando se lo quitaba”. 17
La delicada situación que vivía Rivera en el convulso México de aquellos años18
propició que aceptara la oferta que se le hizo en EEUU en la que el muralismo
mexicano se volvió célebre y él mismo, un personaje mítico. Políticos, grandes
hombres de negocios, artistas se disputaban su compañía y sus trabajos.
Durante la estancia en EEUU Frida trabó amistad con Leo Eloesser, un famoso
cirujano torácico, a quien confiaría, durante el resto de su vida, sus más íntimos
sentimientos. Podemos reconocer en las cartas los signos de una verdadera
transferencia en sentido analítico. El 26 de mayo de 1932 Frida le dirige una demanda
perentoria, le pide consejo acerca de lo que sería mejor para ella, teniendo en cuenta
su debilidad física. Está embarazada de dos meses. Y en esta misiva describe el
desgarro de su debate interior. En el Hospital Henry Ford la atiende el Dr. Pratt a
quien ella había pedido suministrarle sustancias abortivas en la creencia de que, en su
estado físico, muy delicado, era mejor interrumpir el embarazo.19 Luego de sufrir unas
débiles hemorragias se comprueba que la gestación continúa y el mencionado doctor
le aconseja continuar y dar a luz mediante cesárea. Las dudas arrecian su espíritu,
piensa que Rivera no tiene muchas ganas de tener otro hijo. Ella baraja las
consecuencias: no podrá seguir a Diego en sus viajes, debiendo hacer reposo hasta el
nacimiento y trasladarse a México, junto a su familia. Sin él, algo que la subleva.
14
H. Herrera, op.cit. págs. 129 a 131.
“Al vestirse de tehuana estaba eligiendo una nueva identidad, y lo hizo con el fervor de una monja
que toma el velo (…) desde que se casó el vínculo intrincado entre la vestimenta y la imagen de sí
misma, entre su estilo personal y su pintura se convirtió en una de las tramas secundarias del drama…”
H. Herrera, op.cit pág 147
16
Durante su estancia en París apareció en la primera página de Vogue. La célebre diseñadora Elsa
Schiaparelli creó el modelo Madame Rivera inspirado en los atavíos mestizos que la pintora lució en su
estancia en París.
17
Queda patente en el cuadro Mi vestido cuelga ahí.
18
Se llegó a difundir la intriga de su participación en el intento de asesinato de Trotski.
19
Dos años antes había sufrido una interrupción quirúrgica de su primer embarazo.
15
El 4 de julio de 1932 Frida tuvo un segundo aborto; le escribe a Eloesser el día 29. En
esa carta le explica que ya había tomado la decisión de guardar el bebé cuando la
respuesta de él a la carta anterior, animándola, había llegado. Está destrozada: “En el
momento de escribirle yo no sé por qué lo he perdido y por qué razón el feto no se
había formado...”20
Luego del doloroso suceso le pidió al doctor un libro médico con ilustraciones sobre
el tema, pero éste se negó a concederle tal cosa. Rivera se lo trajo, y con esa lectura
comenzó a fraguarse el cuadro Henry Ford Hospital. En él Frida yace desnuda en la
cama de hospital, su sangre tiñe las blancas sábanas. Una gran lágrima blanca recorre
su mejilla. Su vientre todavía está hinchado. Por sus manos pasan seis lazos rojos, uno
de ellos está atado a un feto que muestra los genitales de un varón (el Dieguito que
esperaba). Los otros hilos se enlazan a un torso, una pelvis, un caracol, una orquídea
y a una extraña máquina que se ha interpretado como las caderas de Frida, o al terrible
asimiento del dolor.
En el óleo Frida y la cesárea también fechado en 1932, aparece su figura yacente en
una cama de hospital. Una silueta informe se dibuja en el vientre. Los ojos cerrados
parecen indicarnos el sueño del bebé cuya figura se vincula, con débiles trazos, al
rostro de Rivera, ambos a la izquierda. A su derecha, en la parte superior, se muestra
un grupo de médicos ocupados en una intervención. Más abajo, el retrato de una
mujer con los ojos bien abiertos, una nube blanca parece su vestido que se une una
sábana sugerida, a unos frascos de análisis químicos.
A esa época pertenece también la impresionante litografía Frida y el aborto en la que
se representan las distintas etapas de un embarazo, desde lo informe a la forma
humana de un varón, conectado su ombligo con el feto situado en el interior de su
vientre mediante un hilo. Las lágrimas cubren su rostro y la sangre de la hemorragia
cae en forma de gotas hasta tocar la tierra desde donde se yerguen las raíces de tres
plantas coronadas por cuatro espermatozoides. Su cuerpo se divide en dos mitades,
una clara y una oscura, a la derecha. En esta parte se ve surgir, desde el hombro, un
tercer brazo asiendo una paleta. Y, en la parte superior, la oscura luna llora.
Aun habiendo conseguido una prodigiosa sublimación del duelo en la pintura, la
tristeza por estas pérdidas permanecería siempre. “Mi pintura lleva dentro el mensaje
del dolor (…) Perdí tres hijos y otra serie de cosas (…) Todo eso lo sustituyó la
pintura. Yo creo que trabajar es lo mejor”21.
20
21
Frida Kahlo par Frida Kahlo. Cristhian Bourgois Éditeur. France. Pág.124.
H. Herrera, op.cit. pag. 195
A partir del aborto y a pesar del bienestar del que gozaban en EEUU, Frida insistía en
regresar a México por el que sentía una profunda nostalgia. El deseo de abandonar
New York queda patente en la complejidad del cuadro Mi vestido cuelga ahí. Una
imagen de Manhattan, sede del capitalismo y de la protesta durante la Depresión. En
el centro cuelga el vestido de tehuana, exótico, delicadamente femenino. Contrasta
con el gris frío de los rascacielos y con los símbolos de la fatuidad de “gringolandia.”
Esta pintura constituye un exponente de la discordancia entre el cuerpo y el semblante
que llega a alcanzar, ante lo real del aborto, una dimensión trágica. A la vez, es la
expresión de una punzante crítica al señalar otro tipo de discordancia, la referida a la
imagen de la mujer en la cultura que figura el vestido y los demás símbolos del
cuadro, vinculados todos ellos al dinero y a los despojos de las masas enajenadas que
ella percibía en la sociedad americana.
El arte de Frida ha suscitado tanta admiración y comentarios que hoy en día nadie
duda en situarla en el Olimpo de la pintura del siglo XX. Sus sangrantes y dolientes
autorretratos en nada invocan a un Dios que se ha alejado, son poderosas imágenes de
un barroco profano en el siglo durante el cual lo real sin ley sacude el cuerpo con su
estrepitosa emergencia. “...Frida, sola en un espacio maquinizado, tendida sobre un
catre, desde donde ve llorando que la vida-feto es flor-máquina, caracol lento,
maniquí y armadura ósea en su apariencia pero en su realidad esencial (...) viaja más
de prisa que la luz.”22
***
22
D. Rivera. En Frida. Landucci. México. 2007. Pág.233
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