Adolescentes y responsabilidad penal Las cada vez más frecuentes

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Adolescentes
y responsabilidad penal
Las cada vez más frecuentes m
i ágenes o noticias de ad
y jóvenes que cometen delitos han causado n
iqueitud so
nos exigen mayor dureza en el trato de estos delincuen
abogan por un sistema que respete los derechos propios
menores. Este artículo se refiere al proyecto de un nuev
de justicia penal que considera al adolescente una person
ponsabel y sujeto de derecho.
t n Chile, al igual que en la mayoría do
los países de América Latina, se ha generado un amplio debate público sobre los delitos cometidos por adolescentes. Diversos
estudios de alcance mundial señalan que
este fenómeno es una característica de las
sociedades modernas altamente urbanizadas y sometidas a intonsos procesos de transformación económica y social. Como consecuencia, en los últimos años, se han desarrollado nuevos sistemas de respuesta ante
el delito juvenil 1 .
Asimismo la consideración jurídica y social de los niños y adolescentes ha experimentado importantes cambios, que se reflejan en la aprobación que hace la Asamblea General de Nai iones Unidas, en 1 l)iilK
de la Convención Internacional sobre los
Derechos del Niño. Este instrumento que fue
ratificado por Chile en 1990, constituye uno
de los pasos decisivos en la expansión del
movimiento en favor del respeto y protección de los derechos humanos de todas las
personas.
El problema de la reacción ante la delincuencia de los adolescentes es un asunto complejo y donde subsisten malos entendidos y estereotipos. Algunos afirman que
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existe impunidad para los adolescentes,
mientras que otros sostienen que en Chile
el sistema de menores es excesivamente represivo y no respeta ni siquiera los límites
que se le reconocen a los adultos (derecho
al juicio, a la defensa y a la libertad personal) y menos los derechos que adicionalmente les corresponderían por ser personas en desarrollo.
Para unos la prueba de su tesis es la
prontitud con que los adolescentes imputados de delitos salen en libertad; los otros
pueden argumentar que los recintos privativos de libertad para menores se encuentran siempre con un número mayor de ocupantes que los previstos y que cerca de un
quinto de las aprehensiones policiales tienen como fundamento la protección y no
la comisión de algún delito.
El debate llegó nuevamente a los medios de comunicación a través de la difundida exhibición "en vivo" de un vídeo en
que dos adolescentes amenazaban con un
cuchillo a un chofer de un microbus para
robarle. Esto atrajo el interés de muchos y,
sin duda, conmocionó a la mayoría, generando alarma y preocupación social.
Incluso se llegó a cuestionar que abo-
Miguel Cillero*
Abogado, Consultor del
Fondo de Naciones Unidas
para la Infancia (UNICEF)
Ver, por ejemplo, el
"Informe del Octavo
Congreso de Naciones
Unidas sobre la Prevención
del Delito y Tratamiento
del Delincuente", Versión
Oficial de Naciones
Unidas, N.York, 1990, p.
263; y Panorama Sucia! de
América Latina 1997,
Comisión Económica para
América Latina, Santiago,
1998, p. 103 yss.
gados del Hogar de Cristo defendieran en los Tribuno les a los imputados, como si haber participado en
hechos tan reprochables privara a los adolescentes
del derecho a la defensa jurídica; o, que al defenderlos, la institución se hiciera copartícipe de los
hechos delictivos.
La opinión pública ha sido testigo de una serie
de propuestas que polarizan el debate en discursos
basados en una política de "Ley y Orden" a cualquier costo, proponiendo la rebaja de la edad de
entrada al sistema penal de adultos, la ampliación
del control policial y judicial hacia conductas "irregulares" que no constituyen delitos, la aplicación
de tratamientos reeducativos compulsivos y el uso
relativamente indiscriminado de sistemas de encierro. Para este tipo de ¡deas el foco exclusivo de la
acción del Estado es el control de la delincuencia y
actuar en atención a la eventual peligrosidad del
sujeto, más que según los hechos concretos que ha
cometido.
NECESIDAD DE REFORMAR
LA JUSTICIA DE MENORES
Aunque esta discusión tiende más a confundir
los conceptos que a orientar la construcción de po-
líticas públicas para la infancia, rila refleja la insatisfacción social ante el actual sistema de justicia
de menores, que no sólo se encuentra atrasado sino
que, incluso, vulnera derechos básicos de los niños
y adolescentes.
En una breve síntesis, se puede señalar que el
sistema de administración de justicia de menores
vigente en Chile se funda en dos corrientes bastante antiguas y que ya han sido superadas en gran
parte del mundo, hn primer lugar, la doctrina del
discernimiento, propia de los códigos penales del
siglo XIX, por la cual a los adolescentes se les puede juzgar como adultos si tienen capac IÓMI de distinguir lo lícito de lo ilícito y de adecuar su voluntad y acciones según esa distinción.
Hacia comien7os del siglo XX, el sistema de discernimiento fue reemplazado por un sistema correccional de menores que contempla medidas de protección que se aplican indistintamente para los
infractores de la ley penal y para los que presenten
"irregularidades de conducta", se encuentren abandonados o estén en "peligro material o moral".
En todo el mundo las leyes de menores sustituyeron el sistema de discernimiento. En Chile, en
cambio, al promulgarse en 1928 la Ley de Protección de Menores se mantuvo vigente el sistema de
Para la adecuada
integración social, el
adolescente debe
adquirir la capacidad
de actuar respetando
los derechos y libertades de los demás y
asumiendo su responsabilidad por infracciones a la ley.
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u s ti c ia
discernimiento.
En la actualidad, bajo los dieciséis años se aplican las leyes de menores y entre los dieciséis y los
dieciocho se utiliza el examen de discernimiento.
Así, dependiendo de una decisión judicial, los adolescentes pueden ser juzgados y sancionados como
adultos, aunque con una rebaja de la pena.
La vigencia simultánea de estas dos corrientes
permite explicar parte de los principales problemas de la actual justicia de menores: aplicación
del sistema penal de adultos a menores de edad;
desresponsabilización de los adolescentes al ser
tratados como incapaces de distinguir lo justo de
lo injusto; aplicación de las mismas medidas y procedimientos judiciales a infractores y a no infractores; ineficiencia de los mecanismos de control y
sanción de la criminalidad violenta; uso poco racional de la privación de libertad; excesiva discrecionalídad judicial e insuficiencia de garantías
procesales.
U N ENFOQUE NUEVO
Frente a esta situación ha surgido progresivamente una corriente que se estructura a partir de
dos principios: el adolescente es una persona responsable y un sujeto de derecho. Se parte del reconocimiento del adolescente como un sujeto distinto al adulto ante el derecho penal. El adolescente no es simplemente un no-adulto, o un adulto en pequeño; es un sujeto responsable considerado en su peculiar condición social y jurídica de
persona en desarrollo y dotado de una autonomía
en permanente evolución.
Los adolescentes no pueden ser simplemente
equiparados ante el derecho penal con un enajenado mental. Tampoco el Estado puede ejercer funciones de tutela a través de medidas de protección
o seguridad de carácter compulsivo, fundadas en
la supuesta peligrosidad del agente. Para lograr la
adecuada integración social, el adolescente debe
adquirir progresivamente la capacidad de actuar
respetando los derechos y libertades de los demás
y asumiendo su responsabilidad por las infracciones a la ley penal que cometa.
Esta posición es tributaria de la aplicación de
la doctrina de los derechos humanos a los asuntos
de la infancia y la adolescencia y su fundamento
último es la consideración de la igual dignidad de
la persona con independencia de su edad, aunque
atendiendo a la especial situación del adolescente como sujeto en desarrollo.
Siguiendo esta posición, el Ministerio de Justi-
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cia anuncia la creación de un
nuevo sistema de justicia penal
para adolescentes que se estructura sobre los conceptos de
responsabilidad, sanciones especiales y procedimientos judiciales limitados por las reglas
del debido proceso en materia
penal. Este tipo de reformas han
sido puestas en funcionamiento en diversos países de America Latina y Europa y se inspiran en las disposiciones contenidas en la Convención Internacional sobre los Derechos
de! Niño.
El a d o l e s c e n t e
simplemente
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es
no-
adulto, o un adulto e n
pequeño; es un
sujeto
responsable considerad o e n su peculiar c o n d i ción social y jurídica d e
p e r s o n a en desarrollo y
dotado de una autonomía
en
permanente
L A S CIFRAS DE
LA DELINCUENCIA JUVENIL
no
evolución.
Para comprender la reforma,
es necesario conocer la magnitud y características del problema de la delincuencia de ¡os adolescentes en períodos relativamente
largos de tiempo, porque los dalos revelan cambios
bruscos de un año a otro. Hay que considerar, sin
embargo, que existe un déficit de información sobre el tema y la mayoría de los registros se basan en
cifras policiales, ya que no se encuentran disponibles datos judiciales y administrativos consistentes.
En un reciente estudio de la División Social del
Ministerio de Justicia, basado en las estadísticas de
Carabineros, se comparan cifras de aprehendidos
entre los años 1980 y 1999, comprobándose que
las aprehensiones totales han tenido un crecimiento real de un 10 % para el período. La trayectoria,
sin embargo, muestra bastante variabilidad y hasu
el año 1998 el aumento del número de aprehendidos era inferior al crecimiento de la población de
adolescentes, aunque en los años 1984, 1991, 1992
y 1999 se superó dicho crecimiento.
Al desglosar estas cifras para el período 19951999 (sólo desde 1995 es posible hacer este ejercicio porque las estadísticas desagregaron los distintos tipos de robo), se encuentra que en el 21.5 % se
trata de aprehensiones de niños y adolescentes por
"necesidades de asistencia o protección" según lo
dispone la actual Ley de Menores. En el 72 % de los
hechos que motivan la aprehensión policial no concurre violencia contra las personas y sólo el 6.5 %
del total de detenciones promedio para cada año
del período, corresponde a delitos en que se ha incurrido en violencia o intimidación contra las per-
justicia
sonas (homicidios, robo con violencia e intimidación, violación y lesiones).
Este diagnóstico mostraría que en los últimos
20 años no ha habido un cambio muy significativo, aun cuando se observa un mayor aumento de
la participación de adolescentes en hechos violentos. Pese a ello, todavía la inmensa mayoría de
las aprehensiones se deben a hechos que o no constituyen delito o falta para los adultos o no han generado daño o amenaza a la integridad física de
las personas.
Más allá de que las estadísticas de aprehensiones no son un mecanismo óptimo para medir tendencias sobre actividad delictiva, ellas permiten
extraer algunas importantes orientaciones para la
elaboración de las políticas públicas relativas a los
adolescentes infractores de ley penal, las que han
sido consideradas por el Proyecto del Ministerio
de Justicia.
Existe una confusión entre protección de niños
vulnerados en sus derechos y control de la delincuencia, que se refleja en la alta proporción de
niños aprehendidos por necesidades de asistencia
y protección, muchos de los cuales son internados
posteriormente en recintos cerrados para su "observación" y derivación a algún sistema asistencial.
I as más modernas tendencias en América Latina y Europa recomiendan terminar con esta confusión concentrando la actuación policial y judicial
en el control de la actividad delictiva y fortaleciendo las políticas y programas sociales para apoyar y
proteger a los niños y adolescentes vulnerados en
sus derechos. Esto exige que junto a las reformas
en materia de justicia pena! de adolescentes se desarrollan amplios programas de promoción y protección de los derechos y el desarrollo de niños y
adolescentes.
S I S T E M A S DE RESPUESTAS
ANTE EL DELITO JUVENIL
Asimismo, se propone crear sistemas específicos de control y sanción de la actividad delictual
de los adolescentes que se focalicen en la respuesta ante la criminalidad violenta. Se busca evitar el
uso intensivo del sistema represivo estatal (policía,
juzgados, recintos privativos de libertad) para los
casos de delitos de baja íesividad social, promoviendo formas alternativas de sanción y reparación.
Diversos estudios demuestran que el contacto con
la policía y el sistema judicial, así como su calificación como "delincuente" o "irregular", de niños
y adolescentes contribuye a que desarrollen pau-
•
tas permanentes de comportamiento transgresor',
algo que en Chile forma parte del sentido común,
al afirmarse que la cárcel es la escuela para el
aprendizaje del delito.
En estos casos se promueven acuerdos
reparatortos entre la víctima y el autor, que fortalezcan el sentido de responsabilidad personal y la
integración social del adolescente, evitando procedimientos judiciales excesivamente largos y la
aplicación de privación de libertad para sancionar delitos menores.
Hacerse cargo del problema de los adolescentes infractores de ley penal exige reconocer que
las causas profundas de la aparición de la violencia en adolescentes se encuentran tanto en la sociedad como en lo sujetos, y que no es posible
abordarlas simplemente con políticas dirigidas al
castigo, la vigilancia y la represión. Paralelamente,
también hay que concordar que es necesario regular y ordenar la respuesta judicial ante la ocurrencia de los hechos delictivos de un modo racional y justo, acogiendo los legítimos intereses
de seguridad y reparación de las víctimas y los
derechos de los autores.
Ver Directrices
de Naciones
Unida» para la
Prevención de ia
Delincuencia
Juvenil (Directrices de Riad, UN
1990, N n 5 0.
El problema del control de la delincuencia y
los límites del poder de castigar del Estado se encuentra en la raíz de los procesos de positivización
de los derechos humanos y de la ética democrática. Hoy día no se puede concebir un sistema de
control de la delincuencia que no se oriente y limite por los derechos humanos de las víctimas y
de los acusados. Sin embargo, en el ámbito de los
adolescentes, este aspecto sólo en los últimos años
ha ido adquiriendo relevancia entro los círculos
especializados, pero parece encontrarse ausente
del debate de los medios de comunicación social.
Al parecer el estereotipo del adolescente infractor de ley penal, como un sujeto peligroso y
marginal, ha orientado la discusión hacia las formas de "combate de la delincuencia" en que la
represión y el encierro son los mecanismos de solución del problema, y no una sanción excepcional y de último recurso. El proyecto del Ministerio
de Justicia, en cambio, reserva esta sanción para
delitos de particular gravedad, asegurando un proceso judicial que se rija estrictamente por las reglas del debido proceso y en que el adolescente,
como lodo imputado, tenga derecho a un juicio
justo.
Disminuir la violencia y consolidar una convivencia social pacífica son tareas propias del desarrollo democrático del país que no pueden abordarse desde la política c r i m i n a l . ^
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