Trayectorias de dolor y resistencia XXXV

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Trayectorias de dolor y resistencia
XXXV
Despertar la conciencia y construir la
Trayectoria de vida
¡Se da cuenta uno que el mundo es más horrible de lo que parece!
[...] yo creo que uno debe tratar de averiguar todo
lo que pueda y entender todo lo que pasa.
Entrevistada No. 22
La finca es la más grande y bonita de toda la vereda. Entre las colinas de
algún municipio de Santander, se divisa ese pedazo de tierra que su abuela ha
cuidado con tanto esmero, hasta convertirlo en lugar de referencia para los
habitantes de la zona. La finca se conserva en perfectas condiciones desde su
construcción y cada detalle en ella es objeto de admiración para los vecinos. Sin
embargo, hay algo que sobresale por su belleza inusual: el enorme y precioso
jardín, adornado con flores de innumerables colores y aromas, aquél que llama la
atención del más desprevenido transeúnte y que es precisamente el mayor orgullo
de su abuela.
La finca es para él un recuerdo ineludible de su infancia. Sus cuartos, sus
flores, el paisaje que se divisa, y sobre todo el cariño de su abuela, se convierten
en refugio para su madre y sus hermanos cada vez que la vida familiar al lado de
su padre, se hace insoportable. Allá llegan y pasan algunos días hasta que las
cosas se calmaban y tienen que volver a la tediosa rutina.
Mi abuela tenía un jardín gigante, que tenía, como,... unos cuatrocientos metros
cuadrados lleno de flores de todo tipo, y…Pues en ese entonces vivíamos allá
porque mis padres estaban peleados, entonces mi mamá salió casi huyendo de
la casa, y acabamos allá en la finca de mi abuela... Esa finca era muy grande
porque mi abuela tenía mucho dinero, porque en ese momento está el negocio
del café en su auge, Y sí, mi abuela ya tenía un territorio gigante, tenía muchos
cuartos, luego empezó a trabajar con cacao, cebolla, eso fue muy llamativo en el
sector, todos tenían que ver con mi abuela.
Ver las familias normales y... y resulta que mi familia no era normal
La relación de sus padres nunca es buena. Cuando se casan, su madre es
una jovencita y su padre en cambio un hombre mayor, viudo y con tres hijos. Ella
tiene que hacerse cargo del hogar y del cuidado de los tres niños huérfanos de
madre, mientras él trabaja y hace gala de su machismo cada vez que le es
posible. Prohibiciones, humillaciones y golpes se vuelven habituales en medio de
las dificultades económicas. En este contexto nacen tres hijos más. Él es el
segundo.
Mi mamá vivía de mi papá, dormían en cuartos separados, creo que mi papá
abusaba de ella, porque, sí, ella le tenía mucho asco, y siempre trataba de
dormir con nosotros para, como para sentirse protegida creo, hum, sí, mi mamá
siempre estuvo como alejada de él, y me parecía muy extraño porque era una
relación muy rara, uno todo peladito y papá y mamá, los papás que no se hablan
y se la pasa puteándose y diciéndose que se odian.
Desde aquella época, su imagen de lo que es una familia es negativa y
marca para siempre su distancia de sus padres y su preferencia por la soledad y
los desconocidos. Su padre y sus hermanos hacen parte de los recuerdos de
aquellos días nefastos de caos e incertidumbre y es por eso que siempre trata de
evitar el contacto con ellos, en un intento por negarse a sí mismo la posibilidad de
recordar y revivir viejos miedos y dolores. La finca es lo único bonito y feliz que
recuerda de su infancia, pero justamente esa finca marca el inicio de su contacto
con el conflicto armado.
Cuando nosotros íbamos en vacaciones normalmente no había nada, siempre
era muy tranquilo, de hecho en las fincas aledañas estaban tíos, familiares así,
que vivían muy cerca, eh sí, todos los grupos armados iban allá, me acuerdo que
mi abuela dijo, una vez, que ella recibía a los guerrilleros les daba agua,
almuerzo, de todo, les cocinaba de todo eso, ellos acampaban una o dos noches
y ya no pasaba nada y se iban. Y luego llegaba el Ejército y la misma terapia, mi
abuela los recibía los, les daba almuerzo y todo, [Risa] me pareció muy curioso
que una vez me dijo que, que hizo eso, primero la guerrilla, luego al Ejército y la
guerrilla se dio cuenta. Entonces llegaron al día siguiente cuando el Ejército se
había ido y cogieron la casa de mi abuela a piedra, como niños molestos y
celosos porque les habían dado también habían ayudado a los otros y tales, el
Ejército también, de hecho, mi abuela tenía unos patios grandes que eran para
extender el café y el cacao, grandísimos y el Ejército lo usaba de helipuerto y la
policía también llegaba allá. Pero… cuentos de balaceras y cosas así en el
monte y no. Jamás supe de eso. Era como un paso nada más del, de los, de la
guerrilla y el Ejército.
Sin embargo, a medida que pasa el tiempo, el interés por la finca crece. Su
extenso terreno, la bonanza económica por la que pasa y el lugar privilegiado
donde se encuentra, empiezan a llamar la atención de los actores armados que
tratan de convencer a su abuela de venderla. Ante su férrea negativa, empiezan
las amenazas, hasta que finalmente terminan por asesinar a un primo suyo, uno
de los nietos que vive cerca de la abuela, en una finca aledaña y que no tiene más
de veinte años.
Llegaron a la casa… de… mis tíos eh… como si fuera una requisa así militar, se
lo llevaron y lo mataron por allá, y lo encontraron muerto en la carretera. O sea,
llegaron a la casa y los requisaron todo, no sé, la cosa yo creo que el sentido de
eso era intimidarlos para que se fueran todos porque a mi abuela también la
estaban echando de allá, a mi tía, que vivía más arriba de mi abuela, entonces
después de eso ya mi abuela salió volando de allá y se vino a vivir aquí a la
ciudad, pues, en la miseria.
Este asesinato a sangre fría, es la razón definitiva para que su abuela ceda a
los actores armados, y termine por vender la finca a un precio ínfimo. Sin nada
más que la finca que se ve forzada a vender, ella tiene que llegar a la ciudad a
vivir en un pequeño apartamento y padecer la pobreza de la que tantos años se ha
mantenido alejada gracias a su trabajo en el campo. La separación abrupta de su
tierra y de sus cosas significa para su abuela no solo el deterioro de sus
condiciones de vida materiales, sino también de su salud física y su estado de
ánimo. Aquella mujer enérgica, saludable y trabajadora incansable, empieza a
enfermarse cada vez más, aquejada por dolores que nunca antes había sentido.
El llanto y la tristeza inundan permanentemente su rostro. La nostalgia de haberlo
perdido todo, de verse en aquella situación, tan diferente a lo que suele ser su vida
en el campo, la convierten en una persona completamente diferente.
Pues de pasar a estar en una finca tan grande a vivir en un cuarto en un
apartamento... un apartamento chiquito, mi casa. Mi mamá fue la primera que le
dio posada. Llegó con todas sus cosas, y…tuvo que vender muchas.
Eh...Horrible, siempre la veía llorando, deprimida.... Y a partir de eso empezaba
como a enfermarse mucho, siempre padecía de algo, a veces hasta daba la
impresión de que como que era una enfermedad psicológica o algo así, que se
estaba quejando por sentirse…no sé... ella siempre fue como muy fuerte, como
muy “Yo muevo esto: ¡esto es mío!” [risa], “Esta es mi tierrita” y nunca la veía
pidiendo favores, siempre le gustaba hacerlo todo, se levantaba muy temprano,
ella misma le cocinaba a los obreros con la muchacha que tenía contratada y
después no, en la ciudad fue completamente diferente, se sintió como
mucho…ya también los años la estaban desgastando pero parecía como más
resignada, más…mucho más delicada, todo le daba miedo, siempre pedía ayuda
para las cosas, compañía, incluso a mí me ponían a acompañarla, no sé, a
caminar en las mañanas, a ir a la tienda, a hacer cualquier cosa que fuese a
hacer. Esa -¿cómo le digo?- esa autonomía la perdió.
A pesar de haber vivido en una zona de conflicto, donde el paso de personas
armadas y vistiendo uniformes es algo normal, su familia nunca logra identificar el
grupo responsable del asesinato de su primo y del desplazamiento de su abuela, y
estos crímenes se quedan sin castigo e incluso sin registro porque nunca son
denunciados. Su familia, bastante temerosa por posibles represalias, opta por el
silencio y el tema del primo asesinado se convierte en tabú, algo de lo que no se
habla ni mucho menos se pregunta.
No obstante el desplazamiento y el silencio impuesto tras estos primeros
hechos de violencia, esta no es la única muerte que su familia tiene que vivir.
Pocos años después, se enfrentan a otro hecho trágico: la misteriosa muerte de
uno de sus tíos junto con sus dos pequeños hijos en un incendio. El tío, vinculado
a alguna organización política de izquierda y quien ha sido enviado incluso a la
entonces Unión Soviética a recibir formación, viene siendo amenazado por
paramilitares que lo identifican por su notable actividad política, algo que su familia
le recrimina permanentemente y que es la causa de fuertes discusiones con sus
hermanos, quienes ven en aquel comportamiento la antesala a una tragedia.
Mi tío era muy psicorrígido, siempre llegaba... a poner orden allá en la finca de
mi abuela. Era muy amargado [Risa] pero, también muy reservado con todo, era
casi paranoico, siempre se encerraba a pelear con mis tíos, O sea, en la finca,
en la finca tenía como el cuarto de las peleas [Risa] El cuarto del fondo. Uno iba
pasando por ahí y siempre se escuchaban los gritos de los tíos por ahí. Mi mamá
me decía que era que ellos le echaban mucha cantaleta para que se saliera de
todas esas cosas pero él no, no sé, a pesar de que era uno de los más jóvenes
siempre fue como el más maduro de todos mis tíos. Entonces los consejos que
le daban ellos es como si se los estuviera dando alguien menor.
Un día en el 99, pues llamaron a la casa como a las cuatro de la mañana
diciendo que, que “había habido un incendio en la casa y que se habían muerto
los niños y mi tío”, y coincidencialmente la esposa de mi tío había salido a una
reunión a esa hora de la madrugada, entonces ella no había muerto. Hum,
después de eso mi mamá y todos mis tíos me iban contando a pedazos, mi
abuela también,... que mi tío cuando estuvo en la Universidad pues pertenecía a
movimientos estudiantiles, luego se fue incorporando ya con la guerrilla – no
tengo muy claro con qué grupo, con qué guerrilla-. Y… hasta que terminó en
eso.
La muerte de su tío junto con sus dos hijos de nueve y cinco años es
presentada por la policía como un suicidio, sustentando su versión con el hallazgo
de extrañas notas escritas por los niños en donde confiesan las intenciones de
acabar con sus vidas, algo que llena de dudas a la familia al tratarse de niños tan
pequeños. Desde aquel entonces, las sospechas sobre lo que pudo suceder en
realidad, inundan los pensamientos de tíos y primos, pero se quedan convertidas
en susurros y nuevamente el silencio se impone como alternativa al temor. El
crimen nunca es denunciado; la versión inicial del suicidio se establece como
oficial y las dudas y el dolor son disimulados por el tiempo y el olvido impuesto.
Aquellos hechos son vividos por él como historias ajenas, como
acontecimientos que observa desde la distancia y que no entiende. Es solo hasta
cuando se hace un poco mayor y tiene que vivir el conflicto mucho más de cerca,
que empieza a entender y a sentir como propios estos actos de violencia. A pesar
del silencio impuesto por su familia, él ha logrado revivir recuerdos remotos en su
mente y ha vuelto a pensar en su tío y en sus primos, en la finca y en la abuela
fuerte y orgullosa que ahora, con más de noventa años encima, pasa sus días en
medio de la soledad y recluida en un ancianato.
Cualquier persona que diga algo en contra, “¡guerrillero!” balazo y pal río
Por aquella época, la situación en su hogar y el conflicto entre sus padres
continua, hasta que finalmente en el 2003, tras establecer una relación con un
hombre vecino, su madre anuncia la separación y con sus tres hijos y su nuevo
esposo, deja todo atrás y emprende un viaje hacia tierras desconocidas.
En principio nos habíamos ido solo de vacaciones. Entonces... no llegamos al
pueblo, llegamos fue a una vereda que quedaba en la entrada y allí vivía... el
marido de mi mamá, entonces pues después de un tiempo; las vacaciones
duraron un mes y mi mamá al final decidió quedarse. Me consiguió un cupo en la
escuela y ya, mi mamá fue la que tomó la decisión de quedarse ahí, no tuve
tiempo de decir nada. Entonces ahí se quedaron mi mamá, mi hermana menor y
yo, nos quedamos.
El pueblo, ubicado en el sur del departamento de Bolívar, es para aquel
entonces escenario de la más cruel violencia. Los grupos paramilitares, que tienen
fuerte presencia en la región, controlan desde el negocio del narcotráfico, hasta la
propiedad y actividad de las tierras y el comportamiento de los habitantes. Su
poder, está marcado por acciones de violencia que han atemorizado a toda la
comunidad hasta el punto de convertirlos a la fuerza en testigos pasivos de su
propia miseria y destrucción. La oposición abierta a la actividad paramilitar es
castigada
duramente
mediante
el
asesinato,
que
muchas
veces
viene
acompañado de actos de sevicia y vejámenes que son expuestos a todos, como
forma de castigo colectivo y buscando evitar mediante el terror, futuras muestras
de disidencia.
Este es el panorama que se vislumbraba para sus próximos años. Él, que
para entonces entra a la adolescencia, se encuentra de pronto con cadáveres en
la calle, toques de queda, reclutamiento forzado, hombres armados e historias de
terror contadas en voz baja. Poco a poco va descubriendo ese miedo que inunda
cada esquina y que se ve en los ojos de los amigos y vecinos.
Una vez llegaron unos tipos a una finca, pues con pinta de acampar, llegaron y
dejaron una olla y le dijeron a la señora que se la cuidara que pues ellos iban a
hacer el asado y todo ahí, que se les quedó la carne que ellos venían a
recogerla. Se fueron y nunca volvieron, al final la señora toda asustada y pues
creo que estaba oliendo a feo, entonces destapó la olla y se encontró al hijo
descuartizado y la cabeza mirando hacia arriba.... esa era una de las historias
más tétricas de allá del pueblo.
Las historias que escucha y las escenas que observa durante los años que
está en aquel lugar se quedan grabadas para siempre en su mente. A pesar de
que años después regresa a la ciudad, nunca olvida la violencia y los impensados
niveles de crueldad de que son capaces esos empeñados en dominar por
completo la vida y los bienes de aquella comunidad. En especial, la historia de la
de la madre que descubre el cadáver descuartizado de su hijo dejado al interior de
una olla en su casa, ha dado vueltas en su cabeza durante años. Algunas veces la
ha compartido con sus amigos, personas jóvenes que ven el conflicto como algo
lejano, como un cuento cuyos protagonistas no son más que espectros
desconocidos y difusos. Las caras de horror no se hacen esperar y es entonces
cuando algunos de ellos descubren que en realidad el conflicto colombiano es más
cercano y horrible de lo que jamás imaginaron.
Una vez se metieron unos ladrones a una finca y mataron al finquero, lo malo era
que el finquero era familiar de un paramilitar, entonces, antes de que huyeran
todos los ladrones a uno le alcanzaron a dar un tiro en una pierna y quedó tirado
en el suelo, entonces yo vivía en la salida del pueblo y vi bajar como tres, cuatro
camiones así llenos de paracos que se dirigían a, a la finca. Entonces un amigo
que fue allá me dijo que: “al ladrón cuando lo encontraron estaba en el piso, ya
estaba bien, estaba a punto de incorporarse y huir, y los paracos lo tiraron al
piso, con una escopeta de esas que tienen muchísimos balines le dispararon en
la pierna, entonces se le desprendió la pierna, y empezaron después de
dispararle. Le preguntaron que con quien más estaba, lo interrogó, los interrogó,
el interrogatorio normal de los paracos, eh, le golpeaban las heridas y todo hasta
que el tipo confesó y murió”, y yo vivía al lado de la morgue allá... que era el
mismo hospital. Entonces llegó la camioneta con el tipo ahí con la pierna
colgando, eso sí lo vi, ese fue uno, el otro más tétrico fue el de los tipos que
amanecían tirados. Los muertos aparecían como te digo siempre por fuera de la
ciudad, del pueblo, y este apareció en calzoncillos, con la boca cosida y los ojos,
y los oídos.
Cuando aparecían cosidos decían que era la frase de ellos, decían: “él no vio
nada, él no oyó nada y él no dijo nada”, a veces les ponían una cartulina con ese
letrerito. Pues los sapos, los que cantaban cosas, le pasaban información a la
policía que al fin y al cabo no hacía nada allá porque había presencia, había un
CAI de la policía en el centro de la ciudad pero trabajaban de la mano con los
paracos porque no pasaba absolutamente nada. Ellos sabían que los paracos
estaban ahí y lo que hacían y todo, y por ejemplo ese día pasaron los camiones
de los paracos, después de cómo una hora bajaron dos camiones del Ejército y,
y como a la media hora pasó una camioneta de policías, o sea, siempre era
como que los dejaban trabajar y luego iban ellos, como a tomar notas y el
registro de todo.
El escenario es complejo. Al ser un jovencito criado en la ciudad, le es difícil
comprender que la policía no actúe frente a los criminales y que por el contrario
sean cómplices en acciones tan repugnantes como las que suceden en el pueblo.
Pronto entiende el silencio temeroso de los vecinos y el actuar sigiloso de cada
uno de los habitantes. Ese temor ha sido forjado con el tiempo, con cada muerto,
con cada acción violenta que no tiene castigo, con cada terrible historia contada y
traída desde las veredas. La gente va comprendiendo poco a poco que el poder
paramilitar ha llegado para quedarse y que el Estado, no solo lo sabe, sino que
está completamente de acuerdo. Ante esta situación no hay nadie a quien acudir y
solo queda callar y soportar.
Al ser lugar de asentamiento paramilitar, los combates son escasos y se
respira una tensa calma. Los paramilitares tienen al pueblo como su base de
operaciones y son dueños y señores incuestionables. Intentando sobrevivir, su
padrastro que siempre ha sido camionero, encuentra trabajo en la principal
actividad económica de la zona: se dedica al transporte de cocaína.
Resulta que un día yo estaba limpiando mi cuarto cuando metí la escoba por
debajo de la cama salió una caja, entonces yo: “Esto no es mío”, la destapé y
encontré una panela de cocaína grandísima. Entonces ahí fue cuando “¿mamá
que pasa ahí?”, me contó que eso era de él pero me restringía el tema. Sólo me
decía como: “Ya lo sabe, no opine, no diga nada”. [Silencio] Ella era muy
alcahueta con eso con él.
Pero al poco tiempo su actividad empieza a generar sospecha entre los
paramilitares, ya que al parecer la droga que está transportando no está bajo su
control. Las amenazas e intimidaciones no se hacen esperar.
En sí nosotros no sabíamos nada en la casa porque a la casa no llegaba nada.
De vez en cuando llegaba un tipo extraño en una moto pero era normal... que
llegara gente así a buscarlo. Pero un día sí pasó que iba entrando al colegio y un
tipo negro grandísimo que le decían “el gorila”, que todos conocían allá en el
pueblo, dijo “que le dijera... que tuviera mucho cuidado con lo que andaba
haciendo”, entonces cuando yo llegué le conté eso, él se puso pálido y resulta
que iba a viajar con mucha mercancía, y lo que querían era asustarlo para que
no lo hiciera. El tipo al fin sí lo hizo y lo cogieron en el Magdalena y lo tuvieron
preso como una semana.
Reconociendo lo peligroso de la situación en la que se encuentran inmersos,
su madre y su padrastro deciden finalmente salir del pueblo, no sin antes tomar
una inexplicable decisión: dejarlo a él solo, viviendo allí. Al parecer su madre
quiere que él termine el año escolar, así que lo deja al cuidado de una profesora
del colegio donde estudia. Una decisión que hasta el día de hoy, él no logra
entender, dadas las amenazas y persecución a las que han sido sometidos en el
pueblo y el inminente peligro que esto representa para su vida.
Pues a él lo retuvieron en el Magdalena,... los paramilitares siempre hacían reten
en el río. Pasaban en chalupas y le decían a los ferris y a las chalupas, de
transporte que se detuvieran y los hacían bajar en una isla a todos, pero en ese
caso no, o sea, sí, fue todo raro porque se subieron al ferri, llegaron
directamente al camión…, él estaba durmiendo en una hamaca debajo del
camión y fue como “ya, me cogieron”. Entonces lo hicieron bajar y el camión lo
dejaron tirado por allá... y a él se lo llevaron y lo mantuvieron en una finca
encerrado en una jaula, en una celda y ya, lo dejaron ir, no sé, creo que porque
la persona con la que estaba trabajando tenía influencias o era amigo de ellos o
porque no representaba nada y simplemente querían quitarle el cargamento. La
cosa es que el tipo vuelve a la semana a la casa normal, pero después de eso ya
se quedó quieto, dejó de trabajar como camionero, eh, además divulgaban en el
pueblo lo que él estaba haciendo entonces nadie le daba trabajo, y empieza la
presión para que se vaya. Mi mamá me decía que a cada rato que él iba a salir
del pueblo pum lo retenían “¿Y qué pasó?, ¿qué pasa que usted no se ha ido?,
usted se tiene que ir ya” y ta, ta, y al final acaban yéndose mi mamá, mi hermana
y él, y yo quedé solo en el pueblo terminando el bachillerato, terminando octavo.
Siempre sentí que mi mamá me había dejado tirado
El tiempo que pasa solo en el pueblo, permanece embargado por el temor.
Sus actividades se reducen a ir y regresar del colegio, evitando hablar con la
gente. Solo mantiene relación con la profesora que lo albergaba en su casa, y con
un amigo, un chico que ha conocido tiempo atrás. Es precisamente a través de él
que conoce del reclutamiento forzado de jóvenes que hacen los paramilitares en el
pueblo.
Él tenía mi misma edad, estábamos, bueno apenas yo llegué empecé a
pasármela con él porque pues era un adolescente, teníamos la misma edad, y
un día llegó a decirme que los paramilitares estaban reclutando escoltas, o sea,
porque era así como les llamaban. Primero se los llevan los ponen a raspar
cocaína, luego ya los entrenan, les dan armas, los rapan y luego ya los ponen a
escoltarlos en el pueblo y ya, les empiezan a pagar bastante. Y mi amigo se fue
y apareció como, que, unos siete meses después y parecía un robot, rapadísimo
y todo agresivo, ya no era un adolescente.
En un pueblo donde las opciones laborales son mínimas, para cualquier
adolescente que ha crecido con los paramilitares como modelo, ejerciendo un
poder desmedido y sin consecuencias, aquella es la oportunidad de conseguir
algo de dinero y prestigio. Sin embargo, él no se deja seducir por aquella
posibilidad. Ni la influencia de su amigo, ni la probabilidad de una fuente de dinero,
lo persuade. Las armas, la muerte y esa ostentación de poder, tan comunes en su
entorno, nunca lo seducen; más bien, producen en él repugnancia y solo desea en
aquel momento irse del pueblo.
A la violencia, se suman los escasos espacios culturales para jóvenes que
como él, se muestran inquietos por conocer de cine, literatura o música, y los
pocos espacios de integración de la comunidad son las ferias organizadas por la
administración municipal, con la clara influencia de los paramilitares.
Ese pueblo, no sé, lo único que hacían era enfarrarse. Les gustaba mucho
tomar, tomar, era lo único que hacía la alcaldía y los paracos. Pues los paracos
pagaban conciertos de artistas famosos y todos los llevaban allá en las ferias,
ferias todas clandestinas, pero no, en cuanto a cultura era muy pobre el pueblo.
Finalmente, apenas culmina su año escolar, puedo regresar a la ciudad de la
que ha salido. Con sus recuerdos y el sin sabor de haberse sentido abandonado
por su madre, se enfrenta a una nueva etapa de su vida. Para ese momento su
mamá se encuentra viviendo fuera de la ciudad y él tiene que vivir con su abuela y
su hermana menor en una pequeña casa.
Ella [su abuela] se preocupaba mucho por nosotros y era más bien como se
comportaba como mamá,... en ese entonces, yo tenía una relación pésima con
mi mamá, creo que fue por eso también, tenía quince años y estaba en la etapa
rebelde y siempre sentí que mi mamá me había dejado tirado.... Entonces sí tuve
una mala relación con ella, ella bajaba todos los domingos que a un día y el
lunes se devolvía..., tonces ese domingo era, el domingo de pelea con mi mamá
[risas], me agarraba a pelear con ella todos los días, ps todo el domingo [Risa]
y… no nunca tuve una buena relación con ella después de eso, hasta que he me
fui a vivir solo. Cuando me fui a vivir solo ya todo cambió y mejoré con mi mamá,
creo que ese era el problema [risa] que me estuviera manteniendo.
Desde el día que sale de su casa, con sus dieciocho años recién cumplidos,
comprende que a partir de ese momento su sostenimiento depende solamente de
su trabajo. La distancia con su familia crece cada vez más y él tiene que soportar
las penurias propias de la soledad. En la ciudad ha terminado el colegio, cuando
aún vive con su abuela y es en aquella época que conoce a sus amigos, a la gente
que escoge para ser su familia. La música se convierte en su pasión y en el
colegio puede conocer otros jóvenes que como él, solo quieren estar bien y hacer
lo que les gusta. En un cuartito arrendado, con unas cuantas fotos pegadas en la
pared y su música presente en cada rincón, enfrenta cada día como quien sabe
que la vida no es fácil, como quien ha experimentado el sabor agridulce de la
soledad y el abandono, la tristeza y el miedo más profundos, pero también la
satisfacción, la alegría y la amistad.
Hoy sin embargo, reconoce que la relación con su familia se resquebraja de
tal forma, que es muy difícil que pueda componerse. Le cuesta trabajo estar cerca
de sus padres y sus hermanos, y aunque reconoce cierto resentimiento hacia
ellos, al final de cuentas concluye que lo que siente al tenerlos cerca es
principalmente “incomodidad”. Las malas experiencias que vive a su lado siendo
tan joven y los sentimientos de impotencia y soledad con que los relaciona, dejan
una huella imborrable en su memoria, una huella que se ha convertido en un muro
difícil de romper.
No me apetece verlos. Es muy extraño. Cuando voy disfruto mucho con mis
sobrinos, los niños siempre me hacen sentir muy... feliz. Pero... pero no sé, me
generan como... no sé, una sensación incomoda... Es más, llevo por ejemplo tres
meses de no visitar a mi mamá.
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