EL PROCEDIMIENTO DE INAPLICACIÓN DE LAS CONDICIONES DE TRABAJO O LA DESNATURALIZACIÓN DE LA AUTONOMÍA COLECTIVA Guerrero Vizuete, M. Esther Área de Derecho del Trabajo y la Seguridad Social Departamento de Derecho Público Universidad Rovira i Virgili [email protected] Taller al que se adscribe: Negociación colectiva y conflicto social Abstract La instrumentación del acuerdo de empresa como mecanismo flexibilizador de las condiciones laborales conlleva un importe avance en la adaptación de las organizaciones productivas a sus necesidades económicas. Sin embargo, esta circunstancia no debe llevarnos a desterrar el papel que la negociación colectiva debe tener en este proceso de inaplicación de aquellas condiciones laborales que han sido pactadas negociadamente. Ante la actual situación de crisis económica el legislador debe equilibrar la necesidades operativas de las estructuras productivas y las necesarias garantías que el proceso inaplicador de condiciones laborales debe revestir. Se trata de evitar con ello que el recurso al acuerdo de descuelgue empresarial se constituya en una vía de imposición unilateral de condiciones de trabajo y con ello de desnaturalización de la negociación colectiva. En la presente comunicación se abordan algunas de las cuestiones que, en relación al procedimiento de inaplicación de condiciones de trabajo, se derivan de la actual regulación legal. 1. La incidencia de la reforma laboral de 2012 en la negociación colectiva de las condiciones de trabajo 2. El nuevo régimen legal de la inaplicación de las condiciones de trabajo 3. La desnaturalización de la autonomía colectiva 4. Valoración final 1. La incidencia de la reforma laboral en la negociación colectiva de las condiciones de trabajo La negociación colectiva ha tenido y tiene un papel significativo en la determinación de los costes laborales, cumpliendo como indica MOLINA NAVARRETE (2012) una función de defensa de la competencia leal, evitando que las empresas puedan competir a través de precios bajos y descontrolados poniendo en peligro la racionalidad del sector. 1 La grave situación de crisis económica que asola el tejido productivo de nuestra economía ha llevado a la búsqueda de nuevos instrumentos, nuevos cauces, que permitan una mejor adaptación de las empresas a la realidad en la que se encuentran. El objetivo es, como reiteradamente se ha señalado desde los estrados públicos, la reactivación de la economía y el crecimiento del empleo. En este contexto, la negociación colectiva se postula como el mejor instrumento para favorecer la adaptabilidad de las empresas a las necesidades cambiantes de la situación económica y el encuentro de puntos de equilibrio entre la flexibilidad requerida por las empresas y la seguridad demandada por los trabajadores 1 . No obstante, esta instrumentalización de la negociación colectiva no puede llevarnos a esconder las deficiencias que la misma lleva adoleciendo desde hace tiempo. La separación del contenido de los convenios colectivos de la realidad productiva y social (FALQUERA BARÓ, 2011), la falta de modernización de la estructura negocial (POSE VIDAL, 2009) o la creciente ineficiencia económica y laboral del actual sistema (NAVARRO NIETO, 2010) han llevado al legislador a iniciar un proceso modificador, en el que al amparo de la implantación de medidas flexibilizadoras, se está propiciando un cambio en el propio modelo legal de negociación colectiva 2 . Se trata con ello de corregir las disfunciones que han ido lastrando la capacidad de adaptación de las normas convencionales al nuevo escenario económico, permitiendo un mejor ajuste de las mismas a las necesidades empresariales. De este modo, el reformador de 2011 incidió en la estructura de la negociación colectiva priorizando la aplicación del convenio de empresa sobre los de ámbito superior e incluyendo nuevas reglas de legitimación para favorecer tanto la propia negociación en sí como la flexibilidad interna negociada. Se produce así una “revitalización de los acuerdos de empresa” en el que se desplaza el espacio del convenio estatutario y se ensancha el poder empresarial (MARTÍNEZ ABASCAL, 1995) 3 .La importancia otorgada a los acuerdos de empresa, pone de relieve, en palabras de FERNANDEZ AVILÉS (2011), “una neta línea político-jurídica de descentralización de la negociación colectiva hacia la empresa como medida favorecedora y apta para la flexibilidad en la gestión de la mano de obra y la adaptabilidad de la misma a las cambiantes necesidades de la empresa” 4 . El II Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva 2012, 2013 y 2014, suscrito el 25 de enero del presente año, contienen la asunción por los interlocutores sociales de una serie de compromisos, entre los cuales , se hace 1 Exposición de motivos de la Ley 35/2010 de 17 de septiembre, apartado II 2 Recordemos que éste proceso de reforma de la negociación colectiva se inició por la vía del real decreto ley ante la falta de entendimiento de los interlocutores sociales. Los objetivos de la reforma eran favorecer una mejor ordenación de la negociación colectiva, introducir mayores niveles de dinamismo y agilidad en la negociación colectiva y adaptar el sistema de negociación colectiva a las nuevas realidades empresariales que actúan en el mercado de trabajo. Exposición de motivos del RDL 7/2011, apartado V. 3 En opinión del autor esta revitalización se inscribe en la tendencia legislativa a tratar de modo singular y autónomo el ámbito empresarial en detrimento del poder negocial y de la eficacia de los convenios colectivos estatutarios. Martínez Abascal, V.A., pp.223 4 “Se produce así una huida y desestructuración de la negociación colectiva supraempresarial con la consideración de que el declive de la negociación colectiva a niveles más amplios es una valiosa y sana evolución para la flexibilidad laboral en su vertiente normativa”, pp.13 2 referencia a la conveniencia de que los convenios incorporen como contenido mínimo la flexibilidad interna “como una potente herramienta para facilitar la adaptación competitiva de las empresas, favoreciendo una mayor estabilidad en el empleo”. La reforma de 2012 sigue esta senda y en aras de la agilidad negociadora y la adaptación de las condiciones laborales a las concretas circunstancias de las empresas se modifica, entre otros aspectos, el régimen de inaplicación de determinadas condiciones laborales establecidas en el convenio colectivo en vigor. Se pretende, así, facilitar la adaptación de los salarios y otras condiciones de trabajo a la productividad y competitividad empresarial. Sin embargo, este loable propósito no ha de derivar hacia una desnaturalización de la negociación colectiva, a cuyo tenor, es posible la inaplicación de condiciones laborales convencionalmente pactadas y su sustitución por otras individualmente negociadas. Decimos individualmente negociadas, porque, como tendremos ocasión de exponer en el presente trabajo, las modificaciones operadas en el artículo 82.3 del Estatuto de los Trabajadores (ET) han traído consigo no solo una desmesurada ampliación de materias que pueden ser objeto de inaplicación, sino, una desnaturalización de la negociación colectiva a través de una doble vía: por un lado, mediante el acuerdo de inaplicación de las condiciones laborales adoptado entre el empresario y, en los supuestos de ausencia de representación legal, una comisión de 3 trabajadores, los cuales no ostentan la condición de representantes (ni unitarios ni sindicales), lo cual hace presumible una menor oposición al acuerdo de inaplicación hasta casi hacer desaparecer a una de las partes (señaladamente la laboral). Por otro, y derivado de lo anterior, la determinación en ese acuerdo de empresa de las nuevas condiciones de trabajo, lo cual trae consigo un riesgo más que evidente de determinación “individual” de su contenido por parte del empresario. En definitiva, la ordenación de la inaplicación de condiciones laborales así configurada por la reforma de 2012 trae consigo una importante quiebra de la negociación colectiva en cuanto técnica de regulación normativa. Ello supone obviar que la negociación colectiva “constituye el escenario natural en el que pueden concretarse y tomar cuerpo las medidas de reforma del mercado de trabajo” 5 . Estos cambios, que a simple vista pudieran parecer una continuación de la tarea reformadora iniciada por la Ley 35/2010, puede que cumplan su finalidad flexibilizadora en aras de la rápida adaptación de las empresas a sus necesidades productivas. Pero de lo que no hay duda, es de que ésta nueva regulación, por su propia configuración, trae consigo una devaluación de las condiciones de trabajo, pues parte de la premisa de que toda empresa que no sea competitiva está abocada a la desaparición, y está consecuencia negativa desde muchas perspectivas, y especialmente desde el empleo, trata de ser corregida mediante la flexibilización (¿o deberíamos hablar de desregulación?) de la normativa laboral. 5 Declaración “El trabajo, fundamento de un desarrollo económico sostenible”, Revista de Estudios núm.4, junio, 2009 3 2. El nuevo régimen legal de la inaplicación de las condiciones de trabajo Frente a la proclamación contenida en el primer párrafo del artículo 82.3 ET a cuya virtud los convenios regulados por esta Ley obligan a todos los empresarios y trabajadores incluidos dentro de su ámbito de aplicación y durante todo el tiempo de su vigencia, se alza la más importante excepción a la autonomía colectiva, residenciada en la posibilidad de inaplicar las condiciones de trabajo previstas en el convenio colectivo aplicable, ya sea de sector o de empresa, cuando afecten a determinadas materias. Uno de los pilares en los que se asienta la actual reforma laboral es la primacía que se otorga al acuerdo de empresa en materia de descuelgue, superando la regulación anterior que atribuía a los convenios de sector ”la función de vertebración de la mecánica del descuelgue” (MERCADER UGUINA, 2010) 6 . A diferencia de la regulación anterior, en la que el régimen de inaplicación debía referirse a lo dispuesto en un convenio de ámbito superior a la empresa, la redacción actual del art. 82.3 ET permite al empresario acudir al descuelgue aun cuando no se disponga nada en el convenio de referencia, así como alterar el régimen salarial pactado en su propio convenio. Los últimos datos estadísticos indican que del total de convenios colectivos registrados el 74,6% son de empresa y afectan al 10,9% del total de trabajadores. El 25,4% restante corresponde a convenios de ámbito superior al empresarial e integran al 89,1% de los trabajadores 7 .El procedimiento de descuelgue que configura el legislador supone pasar a primer plano lo que antes era un régimen subsidiario, solo aplicable en defecto de previsión en el convenio de ámbito superior. Se establece, pues, un procedimiento de descuelgue directamente aplicable por ministerio de la ley. La necesidad de poner límites al constante incremento del desempleo y la adopción de medidas que permitiesen a las empresas adaptarse más rápidamente a los cambios productivos y estructurales, llevó al legislador a introducir cambios en este mecanismo de flexibilidad interna, cuya regulación hacía difícilmente operativa su aplicación como medio de adaptación de las organizaciones productivas a las nuevas circunstancias económicas. De este modo, en un intento de superar rigideces procedimentales pasadas, que desembocaban en una infrautilización del mecanismo de inaplicación, el ET recoge un procedimiento más dúctil, desvinculando su utilización del procedimiento fijado en los convenios de ámbito superior así como de toda conexión con la pervivencia económica de la empresa y el mantenimiento del empleo 8 . Es aquí donde reside la primera “concesión legislativa” al incremento del poder empresarial, que es en definitiva el gran logro de la reforma, pues donde antes se configuraba una técnica preventiva vinculada al mantenimiento del empleo, ahora se vislumbra un nuevo instrumento al servicio de la reducción de costes laborales. La operatividad de esta concesión tiene su centro de gravedad en dos aspectos concretos: por un lado, su régimen causal; 6 En su opinión la remisión al nivel de empresa de la definición, régimen y condiciones del descuelgue resulta una opción netamente favorable para impulsar una más flexible adaptación a la realidad económica de cada empresa. Pp. 190 7 Datos a 30 de abril de 2012. Disponible en www.wmplwo.gob.es/estadisticas 8 Pérez de los Cobos criticaba la “visión patológica del recurso al descuelgue que la negociación colectiva había hecho suya”, pues al imponer una aplicación restrictiva de la medida “hace oídos sordos a la necesidad de permitir la adaptación de las normas generales a la coyuntura y necesidades de la empresa”, pp. 4 del soporte informático 4 por otro, la extraordinaria ampliación de las materias susceptibles de inaplicación. Una ampliación que, sin embargo, el Acuerdo para el Empleo y la Negociación Colectiva justificaba en su mayor afectación a la flexibilidad interna. Respecto del régimen causal, la norma requiere simplemente la concurrencia “de causas económicas, técnicas, organizativas o de producción”, sin ninguna conexión con la preservación del capital humano. En la nueva redacción de las causas económicas, se alude a la mera existencia de unos resultados económicos negativos, cifrando como origen de los mismos bien la existencia de pérdidas actuales o previstas 9 , bien la disminución persistente del nivel de ingresos ordinarios o ventas. La cuantificación de esta disminución se realizará tomando como base de comparación dos trimestres consecutivos, en relación con el mismo periodo del año anterior. Se modifica pues, el criterio seguido en la primera versión de la reforma laboral de 2012, pasando a ser interanual el periodo de computo de los 2 trimestres, evitando así que se pudiera justificar las existencia de causa económica basada en el periodo de menor de actividad de la empresa. No se requiere como elemento necesario para aplicar el descuelgue que esta medida se dirija a la salvaguarda del nivel de empleo de la empresa. Ni tan siquiera que contribuya a la viabilidad de proyecto productivo. El legislador, lejos de corregir la indeterminación causal introducida en la reforma anterior al permitir que la mera disminución de beneficios fuera causa justificativa del descuelgue empresarial, amplia aún más su repercusión al eliminar la conexión de la misma con el mantenimiento del empleo o la viabilidad futura de la empresa 10 . Se protege así, mas que al capital humano, al beneficio económico, haciendo de éste mecanismo un instrumento unilateral de ajuste del rédito empresarial en tiempos de crisis. Las necesidades de la empresa prevalecen sobre las del trabajador, el cual pasa a asumir parte del riesgo empresarial 11 . En relación a las demás causas legales, bastará un cambio en los instrumentos o medios productivos, en la organización de la producción o en la demanda del mercado para que el empresario pueda poner en marcha el mecanismo de inaplicación ex art. 82.3 ET. Se conciben pues, como causas desconectadas de la situación patológica de la empresa 12 , lo cual permite caracterizarlas como instrumentos preventivos, pues a diferencia de la causa económica, aquellas inciden sobre la eficiencia de los factores productivos de la empresa. Consecuencia de la desconexión aludida, éstas causas pueden operar al margen de toda situación económica negativa de la empresa e incluso en una situación de beneficios sostenidos, pues bastará con la concurrencia de un 9 En el año 2009 una de las causas de la falta de acuerdo entre los sindicatos y la patronal en el Acuerdo para la negociación colectiva era el rechazo frontal de los sindicatos a la inaplicación salarial basada en la previsión de pérdidas. 10 Una conexión a la que se hacía expresa referencia en el Acuerdo para el Empleo y la Negociación colectiva los interlocutores sociales, en el cual se atribuía al convenio sectorial la justificación de las causas de inaplicación. En todo caso, la inaplicación debía estar conectada al mantenimiento del empleo. (Capítulo IV) 11 Martín Jiménez y Alzaga Ruíz advierten que con ello se produce una clara subordinación del contrato de trabajo y del derecho de estabilidad en el empleo del propio trabajador a las necesidades de índole económica, técnica, organizativa o de producción. Pp. 380 12 Costa Reyes, pp. 24 5 cambio basado en alguna de esas causas para consagrar su legalidad, sin necesidad de que el empresario lleve a cabo conducta antijurídica alguna fundada en la existencia de fraude, dolo, coacción o abuso de derecho, dado el grado de asimetría pro domine consagrado en el régimen causal del descuelgue. Elemento común a todas ellas es la ausencia de una relación bidireccional directa entre la causa, la medida aplicada y el objetivo pretendido. Es decir, esta coligación solo se percibe respecto de una de las partes, la empresarial, en la que es manifiesta la relación entre la causa que aduce, la medida que adopta y el objetivo que persigue. ¿Y para el trabajador? Esta relación no conlleva garantía alguna en la regulación actual, pues el mantenimiento del nivel de ingresos o beneficios no está directamente conectado con el sustento del volumen de empleo. Circunstancia ésta que la realidad nos ha mostrado en no pocas ocasiones. Se descontextualiza, pues, la alegación de las causas económicas, técnicas, productivas o de organización, quedando suprimida la presunción de que con el descuelgue empresarial se va a contribuir a prevenir una evolución negativa de la empresa o a mejorar la situación de la misma, favoreciendo su posición competitiva en el mercado o una mejor respuesta a las exigencias de la demanda. A lo anterior se ha de añadir que la flexibilidad causal va acompañada de un aumento significativo de las materias susceptibles de inaplicación, reveladoras de la verdadera finalidad de la modificación operada en el régimen de descuelgue, que no es otra que “facilitar la adaptación de los salarios y otras condiciones de trabajo a la productividad y competitividad empresarial” 13 . La relación de materias que pueden ser inaplicadas mediante acuerdo de empresa conlleva un importante aumento de la esfera organizativa del empresario. De este modo, a la tradicional inaplicación del régimen salarial se añaden ahora las materias relacionadas con el tiempo de trabajo (jornada, horario, distribución del tiempo de trabajo) el modo de ejecución (régimen de trabajo a turnos, sistema de trabajo y rendimiento), las funciones pactadas y las mejoras voluntarias de la acción protectora de la Seguridad Social. El contenido de la actual redacción del art. 82.3 ET se equipara a las materias que, con carácter ejemplificativo, pueden dan lugar a una modificación sustancial de las condiciones laborales señaladas en el art. 41 del mismo cuerpo legal (a excepción de las mejoras voluntarias de la acción protectora). Con ello el legislador quiere dejar clara la existencia de dos regímenes distintos en la modificación de las condiciones de trabajo: por un lado, se encontrarían las que refiriéndose a las materias antes señaladas se contengan en contrato de trabajo, pactos extraestatutarios o decisiones unilaterales del empresario de efectos colectivos, las cuales se someten al procedimiento del propio art. 41 ET (art. 41.2 ET); por otro, la modificación de las condiciones laborales contenidas en convenios estatutarios, las cuales se someten al procedimiento previsto en el art. 82.3ET (art. 41.6 ET) 14 . En este caso, si bien no se trata 13 Exposición de motivos del RDL 3/2012 de 10 de febrero, apartado IV 14 El art. 41.6 ET, en la redacción dada por la Ley 35/2010, contemplaba la posibilidad de modificar las condiciones laborales establecidas en convenios sectoriales o de empresa, en cualquier momento, debiendo cumplir el procedimiento prescrito en el propio articulo. La reforma operada por el RDL 3/2012 incide en el contenido del apartado 6º remitiendo la 6 técnicamente de una modificación, lo es materialmente pues, por un lado, la inaplicación deja en suspenso condiciones de trabajo y mejoras pactadas en el convenio aplicable; de otro, porque si bien la inaplicación tiene como límite temporal la duración del convenio aplicable, obsérvese que nada impide que bajo la vigencia de un nuevo convenio vuelva a pactarse otro acuerdo de descuelgue con igual o distinta extensión e intensidad que el anterior. En esta ampliación de las materias llama la atención la amplitud con la que tras la reforma se ha configurado el régimen de inaplicación respecto de la materia salarial. A diferencia de la regulación anterior, en la que existía una separación entre la modificación sustancial de las condiciones de trabajo y el descuelgue empresarial circunscribiendo la primera al sistema de remuneración y la segunda al régimen salarial, la actual redacción del art. 82.3 ET extiende el mecanismo de la inaplicación tanto a uno (sistema de remuneración) como a la otra (cuantía salarial). De este modo, en la redacción anterior la referencia al régimen salarial se centró en la determinación de los límites del descuelgue salarial, es decir, en su restricción más allá o no de los incrementos pactados en el convenio. La doctrina (SEMPERE NAVARRO-MORILLO-VELARDE, 2009) venía a considerar coherente permitir cualquier clase de inaplicación, sea de los incrementos, sea de la globalidad del régimen salarial pactado 15 . De este modo se entendía que la expresión “régimen salarial” comprendía cualesquiera conceptos salariales, incluida la estructura salarial 16 . Sin embargo, en la redacción actual se específica claramente como objeto de la inaplicación no solo “el sistema de remuneración” sino también la “cuantía salarial”. El sistema de remuneración hace referencia a la forma de retribuir el trabajo, a los diversos procedimientos de cuantificación del montante salarial 17 . Por su parte la cuantía salarial es el resultado de la aplicación del sistema y estructura salarial, es decir, la suma total de cada uno de los componentes de la estructura salarial, lo cual da como resultado la cuantía final del salario. LORENTE RIVAS (2009) apuntaba que ante la falta de competitividad de las empresas solo cabían dos posibilidades: dejar que el mercado actuase, haciendo desaparecer a aquellas organizaciones improductivas con la consiguiente destrucción de empleos o flexibilizar la aplicación de la normativa laboral, permitiendo la modificación de las cuantías salariales sin necesidad de modificar el sistema de remuneración 18 . La alternativa es reduccionista porque la reforma de 2012 favorece precisamente la continuidad de las empresas improductivas, obsequiándoles con un abanico de posibilidades de flexibilidad laboral sin exigir a cambio una objetiva y verificable reconstitución de su modificación de las condiciones de trabajo establecidas en convenios estatutarios al trámite del art. 82.3 ET. 15 Señalan los autores que si el legislador hubiera querido limitar la inaplicación al incremento salarial lo hubiera establecido directamente ”previendo a través de la cláusula de descuelgue la posibilidad de no aplicar a las empresas con dificultades económicas el porcentaje de subida salarial”, pp. 39 16 La expresión estructura salarial se refiere a la distribución del salario entre sus diferentes componentes, como son el salario base y los diversos complementos salariales aplicables. 17 Lorente Rivas señala que los conceptos sistema de remuneración y estructura salarial se encuentran profundamente imbricados y confundidos en la práctica, usándose indistintamente como sinónimos. Pp. 196 18 Lorente Rivas, pp. 201 7 actividad económica, traducible en términos de mantenimiento o recuperación del empleo. Y ha sido ésta la opción legislativa del reformador de 2012. De ahí que se consigne expresamente en el art. 82.3 ET esta doble posibilidad de inaplicación, bien referida a los componentes de la estructura salarial, bien referida a la cuantía de cada uno de ellos. En definitiva, el legislador permite que la concurrencia de causas económicas, técnicas, organizativas o de producción dé lugar a la inaplicación no solo del sistema de remuneración sino de la propia cuantía salarial fijada convencionalmente. Además conforme a la redacción actual, es posible la alteración del sistema de remuneración y la cuantía salarial establecidos no solo en convenio de empresa o de sector sino también en contrato de trabajo, acuerdos o pactos colectivos o por virtud de decisiones empresariales de efectos colectivos (art. 41.2 ET). Hete aquí un importante elemento de flexibilización introducido por la reforma actual, pues conforme a la redacción legal es posible inaplicar en la empresa las condiciones salariales previstas en el convenio colectivo aplicable, sea de sector o de empresa o modificar sustancialmente estas mismas condiciones señaladas en contrato, pacto o decisión unilateral del empresario de efectos colectivos. Con la nueva regulación se permite que el empresario, vía modificación sustancial de carácter colectivo, pueda incidir directamente in peius en la cuantía salarial 19 y demás condiciones de trabajo señaladas en el art. 41 ET que han sido pactadas en instrumentos no estatutarios. Ello, ¿no supone sustraer a la negociación colectiva un importante elemento de homogeneización de las condiciones laborales? No será más “provechoso” para el empresario establecer en épocas de bonanza, a través del contrato de trabajo o de las condiciones más beneficiosas, determinadas condiciones laborales a sabiendas que en época de vacas flacas podrá modificarlas sin sujeción a plazo de duración alguno? ¿Se favorece con esta regulación la autonomía individual en detrimento de la autonomía colectiva? En nuestra opinión no cabe más que una respuesta afirmativa. La equiparación de las materias que pueden ser objeto de inaplicación y de modificación sustancial junto a la previsión de los arts. 41.2 y 41.6 ET juega en detrimento de la negociación colectiva, pues frente a la limitación temporal que se establece en el mecanismo de inaplicación de las condiciones laborales, se alza la “libertad” que se concede al empresario para modificar sustancialmente esas mismas condiciones, pues a tenor del art. 41.5, “la decisión sobre la modificación colectiva de las condiciones de trabajo será notificada por el empresario a los trabajadores una vez finalizado el periodo de consultas sin acuerdo y surtirá efectos en el plazo de los siete días siguientes a su notificación “. En definitiva, con la nueva regulación “resulta tremendamente afectada la eficacia normativa de la negociación colectiva” pues a su través “no solo se permite alterar lo pactado en un convenio de empresa” sino que permite que “sujetos 19 Con anterioridad a la reforma de 2012 la modificación sustancial en materia salarial quedaba restringida al sistema de remuneración. Ello suponía que la cuantía salarial solo podía ser modificada indirectamente al variarse la estructura salarial. La reforma actual admite una modificación directa de la cuantía salarial al recoger expresamente esta posibilidad en el art. 41. 1. d) ET. 8 negociadores de ámbitos inferiores (empresa) puedan disponer de lo negociado en ámbitos superiores” 20 . 3. La desnaturalización de la autonomía colectiva La desnaturalización de la autonomía colectiva viene plasmada a raíz de la reforma de 2012, entre otros, por un elemento de especial significación: la posibilidad contemplada en el art. 41.4 ET, al que se remite en este punto el art. 82.3 del mismo texto normativo, de negociar la inaplicación de condiciones laborales establecidas en convenios estatutarios con una comisión integrada por tres trabajadores de la propia empresa, a falta de representación legal. La regulación del art. 82.3 ET cifra en primer término la aplicación del descuelgue empresarial en el acuerdo entre la empresa y los representantes de los trabajadores legitimados para negociar un convenio colectivo conforme a lo previsto en el art. 87.1. A falta de representación legal en la empresa, el acuerdo podrá ser alcanzado a través de una vía alternativa: mediante la constitución de una comisión ad hoc integrada por tres trabajadores de la empresa designados democráticamente o bien mediante una comisión integrada, también por tres miembros, designados por los sindicatos más representativos y representativos del sector al que pertenezca la empresa y que estuvieran legitimados para formar parte de la comisión negociadora del convenio aplicable a la misma. La cuestión a este respecto se plantea por sí sola. En los supuestos de falta de representación legal en la empresa, la designación de tres trabajadores de la empresa para acordar con el empresario la inaplicación temporal de condiciones pactadas en convenio colectivo estatutario ¿no supone una vulneración del carácter normativo del convenio? En nuestra opinión sí. A diferencia de la previsión que a este respecto contenía el RDL 10/2010 en la que se atribuía la composición de la comisión únicamente a los sindicatos más representativos y representativos del sector al que perteneciera la empresa, la Ley 35/2010 dio entrada en la adopción del acuerdo de inaplicación a los trabajadores de la empresa, de tal forma que éstos pudieran intervenir directamente en el acuerdo de inaplicación mediante la designación de tres representantes. Como bien indica GORELLI HERNÁNDEZ (2011) se ha pasado de una regulación en la que alterar lo dispuesto en convenio colectivo de carácter estatutario solo era posible a través de la negociación colectiva a una situación en la que es posible alterar lo previsto en un convenio por una comisión de trabajadores. Asimismo, se han de poner de relieve los enormes riesgos que existen, a raíz de esta regulación, de devaluación del procedimiento de inaplicación de condiciones laborales, pues ¿cómo es posible proteger a los trabajadores designados del poder de decisión del empresario? ¿negociarán el acuerdo de descuelgue en una situación de paridad?. No se arbitra en la norma ningún mecanismo tendente a evitar las consecuencias que una acción de control desmesurada del empresario pudiera generar en pro de la rápida consecución 20 “Queda así afectada la regla de la legitimación para negociar, que es, justamente la base de la eficacia normativa de la negociación colectiva la facilitarse la asimetría entre sujetos legitimados y ámbitos de negociación”. Gorelli Hernández, pp. 2 9 del acuerdo de descuelgue. Las escasas garantías no conducen más que al debilitamiento del derecho a la negociación colectiva y la fuerza vinculante de los convenios. Hubiera sido más acertado, a falta de representación legal en la empresa, atribuir dicha función a los sindicatos más representativos y representativos del sector en el que se inserta la empresa, tal y como establecía el RDL 10/2010. Con ello se evitarían dos circunstancias concurrentes en nuestro modelo de negociación colectiva: por un lado, se debilitaría la tradicional resistencia de las pequeñas y medianas empresas a la celebración de elecciones sindicales, pues ante la necesidad de descolgarse del convenio, preferirán negociar el acuerdo con los representantes legales de la propia empresa en lugar de hacerlo con “representantes externos”. Por otro, al “imponer” la norma la intervención en la negociación del acuerdo de descuelgue de las organizaciones sindicales con representatividad en el sector, se daría entrada a las mismas en un ámbito que, debida a aquella oposición, tenían en cierta medida vetado. A lo anterior debe unirse la presunción de veracidad de la causa económica, técnica, organizativa o de producción que se contiene en la redacción legal cuando el periodo de consultas finalice con acuerdo. Es decir, mediando el acuerdo entre el empresario y la comisión formada por tres trabajadores, la Ley presume que concurre la causa aducida por aquel, siendo impugnable el acuerdo tan solo cuando exista fraude, dolo, coacción o abuso de derecho. No se arbitra ninguna medida que tienda a comprobar o que obligue a justificar la veracidad de la causa económica, técnica, organizativa o productiva alegada. La impugnación basada en cualquier forma de coacción ejercida por el empresario se residenciará ante la jurisdicción social. Nuevamente se plantea aquí la cuestión de la protección que se dispensa a los trabajadores designados para llevar a cabo esta negociación, pues en el caso de que el empresario les “fuerce” a adoptar el acuerdo ¿es previsible en el actual contexto económico que cualquiera de los miembros de la comisión ad hoc denuncie al empresario por este motivo? Debe tenerse en cuenta que estos trabajadores no están revestidos de las garantías que se le atribuyen a los representantes sindicales en el ejercicio de sus funciones. En estas circunstancias ¿qué trabajador querrá ser elegido para desempeñar esta función?. En relación con esta cuestión LÓPEZ ANIORTE (2011) hace notar que el control empresarial sobre la comisión ad hoc facilitará el acuerdo, concurra o no la causa justificativa; un acuerdo “que no se podrá impugnar por incumplimiento de los requisitos objetivos” de ahí que concluya, en opinión que suscribimos, que “la reforma laboral ha abierto el camino, peligrosamente, a la negociación individual de las condiciones salariales” 21 , así como a “la progresiva debilitación del sujeto sindical que ve que lo negociado en convenio colectivo puede ser sistemáticamente inaplicado empresa por empresa” 22 . Por último, la regulación legal prescribe que el acuerdo de inaplicación adoptado entre la empresa y la comisión ad hoc deberá determinar con exactitud las nuevas condiciones de trabajo aplicables. No hace referencia el legislador a la necesidad de que el acuerdo recoja el programa de 21 López Aniorte, M.C., pp. 8 del soporte informático 22 “Existiendo el riesgo de que un posible “minifundismo “ convencional reemplace al ilícito fenómeno de la individualización "en masa” de las relaciones laborales en la empresa”, Fernández Avilés, pp. 13 del soporte informático 10 recuperación de las condiciones laborales. Tampoco menciona “la exigencia de un reparto equitativo de los sacrificios requeridos para el restablecimiento del equilibrio empresarial” 23 . Un elemento éste que debiera estar expresamente recogido en la dicción de la norma, en aras de evitar, como anteriormente se puso de manifiesto, que al fin y a la postre esta medida flexibilizadora no sirva más que para que el trabajador se vea abocado a soportar parte del riesgo empresarial. 4. Valoración Final La situación de crisis económica exige, indudablemente, esfuerzos colectivos para intentar su superación siendo evidente que en esta tarea hemos de contribuir todos los integrantes de la estructura social. La necesidad de evitar la imparable corriente de despidos ha llevado al legislador a adoptar una serie de reformas en aspectos estructurales de nuestro sistema de relaciones laborales. Unas reformas que han puesto el acento en el abaratamiento del despido y en la supresión de la necesaria conexión que ha de existir entre el mantenimiento del volumen de empleo y el poder modificativo, suspensivo y extintivo de la relación contractual de trabajo. Se trata con ellas de sostener o recuperar tasas de beneficio a costa de reducir o inaplicar condiciones de trabajo, o en último término, suprimir empleos mediante despidos colectivos. Sin embargo en esta ”aceleración reformadora” derivada tanto de convicciones internas como de imposiciones externas, se ha olvidado de introducir una serie garantías jurídicas, evitando que el gran perjudicado de la situación actual sea el sujeto más débil, el trabajador, el cual a raíz de la nueva regulación, pasa a ser cosustentador del riesgo empresarial. Este “olvido” de garantías se manifiesta en muchos pasajes de la actual reforma laboral. En este trabajo, nos hemos centrado en un aspecto que incide directamente en el sistema de negociación colectiva: la inaplicación de condiciones laborales fijadas en convenios estatutarios. El legislador ha soslayado la necesaria participación de los sujetos sindicales en el proceso negociador de la inaplicación atribuyendo la misma a una opción de los propios trabajadores en aquellas empresas carentes de representación legal. Ello conduce a considerar que el reformador no ha equilibrado el instrumento del descuelgue empresarial, pues con su regulación ha reforzado notablemente el poder de organización del mismo. Ello se muestra palpablemente en la cualitativa ampliación de la materias que pueden ser objeto de inaplicación y en su propio procedimiento de negociación. En este sentido, podemos afirmar que el legislador, en aquellas empresas que carecen de representación legal, ha hecho recaer sobre los trabajadores una responsabilidad adicional pues ante la previsible presión del empresario para que no designen a una comisión sindical, los hace partícipes directos en un pacto en el que siguen ostentando la posición de parte débil, y en la que so pena de “provocar” el despido de sus compañeros, se verán abocados a ser convidados de piedra en la inaplicación unilateral de sus condiciones de trabajo. Es por ello que hubiera sido más 23 Los problemas productivos, de competitividad o de mercado exigen, para su superación, algo más que la simplista medida de abaratar el coste del factor trabajo, medida que, por otro lado, tiene el reverso de su efecto desincentivador del trabajador”, Fernández Avilés, pp. 28 del soporte informático 11 conveniente seguir el criterio del RDL 10/2010 y atribuir directamente a los sindicatos más representativos y representativos del sector la tarea de acordar con el empresario la flexibilización de las condiciones laborales establecidas en el convenio colectivo. BIBLIOGRAFÍA COSTA REYES, A., (2011) “Las causas económicas, técnicas, organizativas y de producción en el despido objetivo tras la Ley 35/2010”,Temas Laborales núm. 109 DEL REY GUANTER, S. (2010), “Las medidas sobre flexibilidad interna en la Ley 35/2010. 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