COMER TEZONTLE Traducción de María Julia De Ruschi PAOLO ROSSI COMER FONDO DE CULTURA ECONÓMICA México - Argentina - Brasil - Colombia - Chile - España Estados Unidos de América - Guatemala - Perú - Venezuela Primera edición en italiano, 2011 Primera edición en español, 2013 Rossi, Paolo Comer. - 1a ed. - Buenos Aires : Fondo de Cultura Económica, 2013. 160 p. ; 21x14 cm. - (Tezontle) Traducido por: María Julia De Ruschi ISBN 978-950-557-957-0 1. Historia de la Alimentación. 2. Antropología. I. María Julia De Ruschi, trad. CDD 306 Diseño de tapa: Juan Pablo Fernández Imagen de tapa: The fairy tales of Charles Perrault de Harry Clarke Título original: Mangiare ISBN de la edición original: 978-88-15-15066-0 © 2011, Società Editrice Il Mulino, Bolonia D.R. © 2013, Fondo de Cultura Económica de Argentina, S.A. El Salvador 5665; C1414BQE Buenos Aires, Argentina [email protected] / www.fce.com.ar Carr. Picacho Ajusco 227; 14738 México D.F. ISBN: 978-950-557-957-0 Comentarios y sugerencias: [email protected] Fotocopiar libros está penado por la ley. Prohibida su reproducción total o parcial por cualquier medio de impresión o digital, en forma idéntica, extractada o modificada, en español o en cualquier otro idioma, sin autorización expresa de la editorial. Impreso en Argentina – PRINTED IN ARGENTINA Hecho el depósito que marca la ley 11.723 Índice Evocaciones ...................................................................................... I. II. III. IV. V. VI. VII. VIII. IX. X. XI. XII. XIII. XIV. XV. XVI. XVII. XVIII. XIX. Acerca de este libro .......................................................... Ideas ...................................................................................... Naturaleza........................................................................... Cultura ................................................................................. Comer: entre la naturaleza y la cultura ................... El ayuno ............................................................................... El ayuno y la santidad ................................................... El hambre ............................................................................ Las huelgas de hambre ................................................... Caníbales ............................................................................. Vampiros .............................................................................. La obsesión por la comida ............................................ Apocalípticos de la globalización ............................... Primitivismo ....................................................................... ¿En una época la comida era genuina? .................... El cerebro goloso y la obesidad .................................... Las enfermedades a lo largo de la historia ............. El culto de Ana .................................................................. La moda y la delgadez ................................................... 9 15 19 21 25 31 37 47 55 69 73 87 97 103 111 117 123 131 135 145 Índice de nombres.......................................................................... 155 7 Evocaciones A principios de la década de 1930, cuando asistía a la escuela primaria, mientras esperaba a mi hermana presenciaba la salida de varios grupos de compañeros. Recuerdo que en cada uno de esos grupos se destacaban dos o tres niños de aspecto agradable. Los demás eran vivaces, bulliciosos y alegres, como corresponde, pero, a decir verdad, más bien feos: bajos, un poco desnutridos, con las rodillas huesudas que sobresalían de las piernas delgadas y débiles. Ahora, a setenta años de distancia, en los primeros años de este nuevo milenio, a fines de la primavera y durante el verano cuando estoy en la Umbría, a veces veo alguno de esos grupos de niños de jardín de infantes que amables maestras llevan de paseo por las calles de Triestina. En tales oportunidades pienso que en el curso de mi vida, al igual que unas cuantas realidades más, la situación se ha invertido por completo. Hoy en día, en cada uno de esos grupos hay a menudo sólo dos o tres niños que no podríamos definir como “lindos”. Todos los demás parecen los gloriosos vencedores de un campeonato de belleza infantil. Esta situación está ligada al hecho de que vivimos en una parte del mundo y en un país en el cual existe, para la mayoría de las personas, una sobreabundante disponibilidad de comida. La palabra “comer”, en apariencia tan neutra e inofensiva o agradable (cuando todo va bien), se ubica en el centro de los 9 10 COMER pensamientos cotidianos y de la vida de todos aquellos que no tienen la posibilidad de comer lo suficiente. La dificultad para conseguir comida y para dar de comer a los propios hijos ha transformado y continúa transformando a innumerables existencias en un infierno. Incluso allí donde “todos tienen para comer” es posible encontrar personas que, para comer algo, hurgan en la basura, y sucede asimismo que hay jóvenes para quienes comer se ha convertido en un enemigo y en una obsesión a toda hora del día, algo que obstaculiza la vida en vez de beneficiarla, algo que hace crecer en su interior una ciega obstinación y un tenaz y destructivo deseo de un control total. Sucede también que existen personas mayores y desesperadas que no pueden aceptar que un hijo suyo elija dejarse morir en vez de contentarse con vivir. No pocos europeos pertenecientes a mi generación se han muerto de hambre o han sufrido hambre durante más o menos tiempo en lugares donde se comía prácticamente sólo cáscaras de papas. Incluso aquellos que, como yo, no tuvieron que pasar por tales experiencias, recuerdan cosas que salvo excepciones no pertenecen al repertorio de recuerdos de quienes nacieron después de la década de 1950. En mi caso, por ejemplo, conservo vivo el recuerdo de mi padre que, durante los años de la guerra, se levantaba a las cuatro de la mañana para estar seguro de no encontrar una cola demasiado larga delante de la carnicería y lograr traer a casa medio kilo de bofe o de ubre. Recuerdo los sellos de los cupones para el pan y recuerdo también que mis hermanas y yo presenciábamos con total inconsciencia la transformación de mi madre (que renunciaba a su ración de pan para dársela a sus hijos) de señora con un poco de sobrepeso en una persona decididamente delgada. Sobre todo recuerdo que toda mi familia consideró como el fin de una pesadilla el traslado a la Umbría, pues allí no era difícil conseguir pollos, huevos, queso y otros alimentos preciosos. EVOCACIONES 11 Sé que existe una retórica de la memoria. Leí “Funes el memorioso” de Jorge Luis Borges y sé que es una verdadera fortuna no poder recordarlo todo. Sé también que memoria y olvido están firmemente entrelazados y que en la memoria están presentes esos aspectos inquietantes que, 1.500 años atrás, le hicieron exclamar a Agustín: “Grande es la fuerza de la memoria, algo que me causa horror, Dios mío, una profunda y casi infinita multiplicidad”.1 He dedicado dos libros a las artes de la memoria y a los vínculos entre la memoria y el olvido. Aun a riesgo de adentrarme en el terreno siempre un poco resbaladizo de lo autobiográfico, deseo de algún modo justificar mi interés por el tema que voy a tratar aquí. A principios de la década de 1970 frecuentábamos la que entonces se llamaba villa Dragoni, en las cercanías de Città di Castello, mi esposa, mis hijos y yo, además del conjunto bastante ruidoso (y políticamente insoportable) de mis cinco deliciosas sobrinas compuesto por las hermanas Flaminia, Sandra, Paola, Giovanna y Carla Bizzarri. Formaban también parte del grupo mi hija Ana y Laura Dalla Ragione, hija de Livio (1922-2007), partisano en Umbría y luego voluntario de la División Cremona, uno de los padres fundadores de la arqueología arbórea.2 Él fue desde los años de la guerra uno de mis más queridos amigos. Laura leía muchos más libros que otros jóvenes de su edad y ya entonces estaba firmemente decidida a estudiar medicina y especializarse en psiquiatría. Trabajó durante muchos años en los servicios psiquiátricos de la Umbría y en 2004 creó en el palacio Francisci di Todi el primer centro público, residencial y extrahospitalario dedicado al tratamiento de los trastornos del comportamiento 1 Agustín, Confesiones, x, 17. Livio Dalla Ragione e Isabella Dalla Ragione, Arboreal Archeology. A Diary of Two Fruit Explorers, Perugia, Ali&No, 2008. 2 12 COMER alimentario. Se ha convertido en una de las más estimadas y consultadas expertas en esos trastornos y ha organizado otros centros de atención en Basilicata y en Lombardía. Me dio a leer el original mecanografiado de su primer libro titulado La casa delle bambine che non mangiano: identità e nuovi disturbi del comportamento alimentare3 [La casa de las niñas que no comen: identidad y nuevos trastornos del comportamiento alimentario] y me pidió que le escribiera un prólogo. Escribí una veintena de páginas, una historia de las ideas acerca del tema de la comida. Las he intercalado en el texto que sigue y no he atenuado el tono polémico presente en algunos puntos. En particular, estuve tentado de hacerlo en el caso de la teóloga y poeta Adriana Zarri cuando en noviembre de 2010 me enteré de su muerte. En esa oportunidad leí estos conmovedores versos que cancelaron aquella tentación: “Sobre mi tumba / no coloquen un frío mármol / con las mentiras de costumbre / para consolar a los vivos. / Dejen sólo tierra / para que escriba en primavera / un epígrafe de hierba”. Ya en la época en que frecuentaba a Enzo Paci y a Franco Fornari en Milán leía muchos libros de psiquiatría: pero una cosa es leer libros y otra aproximarse a los seres humanos. Entre las personas que me ha tocado conocer o que he visto crecer, encontré a algunas de las que se había apoderado la tentación de un total dominio del propio cuerpo y que no lograron liberarse de la trágica experiencia de la anorexia. Quizá por este motivo, por haber sido rozado por el ala de una muerte buscada por criaturas jóvenes e inconscientes, escribí aquel prólogo y acepté ocuparme del tema en este libro. Quizá por este motivo estuve dos veces en el centro de Todi. Me encontré con un ambiente 3 Laura Dalla Ragione, La casa delle bambine che non mangiano: identità e nuovi disturbi del comportamento alimentare, Roma, Il Pensiero Scientifico, 2005. EVOCACIONES 13 capaz de recibir a una persona que reconoce que se encuentra profundamente herida incluso cuando se rehúsa con energía a aceptarlo. Muchos pacientes consideran la preocupación de los demás como una injerencia indebida en una elección de vida que encuentran válida, consciente y no negociable: a menudo reaccionan con dureza, transformando el sufrimiento en agresividad y escondiendo detrás de una actitud arrogante una profunda incertidumbre acerca de su identidad. De todos modos, con bastante frecuencia sucede que se dan cuenta de la existencia de un problema y de la correspondiente necesidad de ayuda. A veces llegan a pedir esta ayuda, y piden también que no se los deje solos. El proyecto terapéutico, que exige el compromiso de muchos y una colaboración continua y efectiva entre diversas disciplinas, se basa en la existencia de una especie de contrato entre la institución y el (o la) paciente. Es un mundo donde todo es delicado y difícil, donde hay mucho dolor oculto y donde es necesario, para aquellos que trabajan allí, aprender a hacer frente, día a día, a la angustia que surge del contacto con el sufrimiento de personas a menudo muy (pero querría decir demasiado) jóvenes. Dedico este libro a la memoria de Livio, a Laura y a sus colaboradores de Città di Castello y de Todi. I. Acerca de este libro Acabo de referirme a los distintos significados que puede adoptar la palabra comer, o mejor dicho la idea de comer. Los mejores diccionarios (y aquí me remito al Dizionario italiano de Tullio De Mauro) registran diferencias y variaciones en el significado. Ingerir elementos sólidos o semisólidos masticándolos o deglutiéndolos, consumir una comida, utilizar habitualmente como alimento, consumir un plato preparado de determinada manera, morder o roer como cuando se dice que las polillas se comen un pulóver, corroer (el óxido se come la reja), consumir un combustible,* disipar (se comió la herencia de su tía); se usa comer incluso en los juegos de mesa como la dama y el ajedrez, y también en relación con el conocimiento de algo.** Si no podemos ingerir líquidos ni comida, estamos condenados a muerte. El uso continuo e insistente de metáforas alimentarias les pareció a muchos una señal de que esas metáforas, tanto si se refieren a objetos de nuestro más tierno amor como * En italiano, la Cinquecento mangia poca benzina. En español no se dice que el automóvil “come gasolina”, pero suele decirse, por ejemplo, “mi automóvil es una máquina de tragar gasolina”. [N. de la T.] ** En italiano, non mangiava o non masticava molta matematica [no comía o no masticaba mucha matemática]. En Argentina, se dice “es un traga” para decir “es una persona muy estudiosa”. [N. de la T.] 15 16 COMER si aluden a objetos de nuestro odio más implacable, esconden deseos arraigados y emociones profundas. Es interesante darse cuenta de la multiplicidad y de la variedad de sentimientos que subyacen en las expresiones relacionadas con el hecho de comer: comer a besos, comer con los ojos, te comería; pero también: no lo puedo tragar, de esta agua no beberé, tragarse un sapo, ser pan comido, tragar veneno, no está el horno para bollos, tener sed de saber, tener hambre de conocimientos, alimento espiritual, devorar un libro, digerir un concepto, ese libro tiene descripciones picantes, este otro en cambio es por completo insípido, hace comentarios ácidos, hace uso de exquisitas metáforas, es una persona insulsa, los enamorados se susurran palabras dulces, el autor desarrolla amargas consideraciones, su artículo es un bodrio,* ésa no me la trago, se cocina a fuego lento, saltó de la sartén y cayó en las brasas, tener la sartén por el mango, a falta de pan buenas son tortas, la sal de la vida, estar hecho un flan, ser un pan de Dios, pan para hoy y hambre para mañana, salió a pedir de boca, contigo pan y cebolla, en todas partes se cuecen habas, más largo que un día sin pan, vomitar injurias, escupe en la mano de quien le da de comer, me quedó atravesado, esa muchacha es un bomboncito, es un trago amargo, beber el amargo cáliz, esa conclusión es la frutilla del postre, le hice morder el polvo. Muchas de estas metáforas y expresiones no tienen que ver con el placer de una buena comida, sino con juicios de una aspereza a veces sorprendente. La idea de comer oscila entre la placentera obviedad cotidiana (que puede configurarse como un goce refinado o refinadísimo) y la trágica obsesión que la escasez o la ausencia de comida provocó y provoca en muchísimos seres humanos. Y existen quienes conscientemente eli* El bodrio es un guiso mal hecho. [N. de la T.] ACERCA DE ESTE LIBRO 17 gieron dejarse morir de hambre. En nuestra gran tradición cultural y artística no sólo encontramos a Dioniso devorado por los titanes o el cuadro de Goya Saturno devorando a un hijo. En nuestro pasado abundan las fábulas pobladas de ogros antropófagos que han atemorizado y fascinado a muchísimos niños. También en este pequeño libro me muevo en el terreno de la historia de las ideas, como lo he hecho siempre desde mediados del siglo xx. La historia, o mejor dicho, las muchas historias que quiero contar aquí están llenas de cosas agradables pero también de horrores que se configuran a veces de un modo inimaginable. Resultan de una terrible combinación de elementos que no deberían conjugarse, que no querríamos ver mezclados y en cambio desgraciadamente se mezclan. No nos enfrentamos sólo a los rostros de niños muertos de hambre que parecen extraños y trágicos viejitos, nos enfrentamos también a los asesinos seriales que comen los cuerpos de sus víctimas, a los ayunos de las santas que llegan al paroxismo, al actual, extraordinario éxito de las historias de vampiros en las jóvenes generaciones, a los cuerpos repletos de grasa de los obesos y a los cuerpos emaciados y reducidos casi a esqueletos vivientes de las muchachas (y de las modelos) anoréxicas. Junto con la filosofía hedonista de la slow food, que dicta las reglas del buen tono en cuanto a alimentación, se ha difundido como una sombra negra el culto de Ana, esa monstruosa divinidad que presenta a la anorexia como una elección heroica, como una forma superior de vida, y se va afirmando el mito de una alimentación absolutamente correcta que distingue (de una manera exagerada y obsesiva) entre alimentos legítimos, sanos y positivos y alimentos peligrosos. A propósito de esta terrible vinculación, recuerdo que en 1998 me llamó poderosamente la atención una observación presente en 18 COMER el libro de Eleonora De Conciliis sobre la cucaña:1 cuando estamos comiendo, la palabra “matar” nos parece por completo fuera de lugar, inoportuna y básicamente “incorrecta”, como si no tuviese nada que ver con lo que estamos haciendo con toda tranquilidad cada vez que comemos carne. En esos momentos (como lo expresó de manera eficaz Marguerite Yourcenar) serena y pacatamente “digerimos las agonías” de seres vivientes. Agradezco las sugerencias de mi mujer Andreina, Mario Rossi Monti, Stefania Nicasi, Mirella Brini, Giorgio Bartolozzi y Marco Segala. Un agradecimiento especial a Alessia Graziano y a Roberto Bondì (que se graduaron conmigo cum laude en otros tiempos) por su aporte para mejorar mi texto. 1 “Nutrirsi dell’altro. Viaggio antropologico nell’inconscio alimentare”, en Bruno Coppola, Paola D’Alconzo y Eleonora De Conciliis, L’albero della cuccagna. Il cibo e la mente, Nápoles, Cuen, 1997, pp. 93-166.