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Asociatividad Empresaria Regional en el Ámbito del Mercosur
Los Primeros Pasos
Pablo Trucco
FLACSO Argentina
Al igual que los defensores del proceso de globalización productiva, los impulsores de la
integración regional en el ámbito del Mercosur vieron en el proyecto de unión aduanera una
formidable oportunidad para acelerar los procesos de desarrollo económico de los países que
la integran. La sana competencia entre los productores de los diferentes países derivaría en el
mediano plazo en una también saludable especialización de la oferta en base a las ventajas
comparativas. Esto último junto al incremento de la escala de producción y del número de
oferentes contribuiría a disminuir tanto los costos de producción como los precios de venta,
permitiendo satisfacer crecientemente las necesidades de los consumidores de un mercado
ampliado cuya demanda resultaría más dinámica y sostenida. Al mismo tiempo, el proceso
tendría un impacto positivo sobre la competitividad de las empresas de la región que las
ubicaría en una posición de mayor fortaleza para enfrentar a sus competidoras extraregionales.
La oportunidad trascendía a los grandes jugadores alcanzando también a las Pequeñas y
Medianas Empresas (PyMEs), quienes no solamente ampliaban las posibilidades para colocar
su producción sino que veían facilitado su primer paso de internacionalización en un entorno
cercano y “amigable”. Los cuatro gobiernos fundadores negociarían y consensuarían las reglas
de juego, los mecanismos de solución de controversias y los plazos diferenciales de la
integración en cada sector, en base a su respectivo grado de maduración/competitividad (y su
poder de lobby con sus gobiernos). A partir del conocimiento adquirido en esta primera
experiencia de internacionalización, las empresas se encontrarían en condiciones más
competitivas al momento de llevar adelante un nuevo paso en mercados localizados más allá
de la región. El mercado común se convertía así en una plataforma de lanzamiento de
empresas regionales hacia los campos de competencia globales.
Al facilitar la especialización productiva de cadenas de valor sectoriales y, fundamentalmente,
de eslabones dentro de cada cadena (especialización intrasectorial) entre los países del
bloque, el Mercosur abría el camino a la complementariedad productiva y ofrecía un entorno
propicio para la asociatividad empresaria. Los gobiernos establecerían los lineamientos para
configurar el marco de la integración productiva pero, en los hechos, la misma sería llevada
adelante por las empresas. Conscientes de ello, los gobiernos del bloque establecieron en su
decisión del Consejo Mercado Común 12/08 un Programa de Integración Productiva del
Mercosur que proponía, entre otros aspectos, la promoción de la cooperación interempresarial; el incremento de la asociatividad empresaria de una forma que trascendiera la
integración comercial (es decir, que comprometiera de manera creciente eslabones anteriores
de las cadenas de valor) así como el fomento de las estrategias asociativas de empresas PYMES
de un mismo sector productivo o de servicios y el estímulo de mecanismos de desarrollo de
joint ventures, clusters, entornos productivos locales, redes de proveedores y clientes, y
consorcios de exportación, entre otras formas asociativas.
El corolario de esa aproximación a la integración productiva y su respectiva planificación de
políticas para llevar adelante la integración regional es que la asociatividad empresaria en
general, y entre PyMEs en particular, ha sido identificada por gobiernos y académicos como un
factor central para el éxito de la integración y sus objetivos intrínsecos. Profundizar en el
conocimiento sobre este fenómeno, su grado de difusión y las características esenciales de su
desarrollo en el Mercosur constituye una condición necesaria para el diseño de políticas
orientadas a la promoción de la asociatividad entre empresas radicadas en los países del
bloque.
Con este espíritu, el Observatorio de Emprendimientos Empresariales e Integración Productiva
Regional1 de la Red LATN ha llevado adelante una investigación sobre la existencia y
consistencia de los Emprendimientos Empresariales Conjuntos en el Mercosur. La investigación
incluyó en una primera instancia el desarrollo de una metodología2 para definir, clasificar y
llevar adelante el relevamiento empírico de emprendimientos empresariales conjuntos a partir
de información tanto primaria como secundaria. Habiéndose definido las variables de interés,
se diseñó un formulario para implementar la recolección de información de manera
estandarizada, dejando campos abiertos para permitir la incorporación de cualidades no
estandarizables de las empresas (de manera de preservar y explotar en la mayor medida
posible la riqueza de la información). Sin duda alguna el trabajo de campo constituyó el mayor
desafío de la investigación, dada la escasez de registros u otros recursos que facilitaran la
detección de emprendimientos empresariales conjuntos entre empresas/empresarios de
diferentes países del bloque (cuyo universo ya representaba una proporción infinitesimal
dentro del universo de empresas de los países involucrados). A ello se sumó la dificultad para
lograr la atención y la disposición de los empresarios para recibir a los especialistas y
responder el cuestionario. Sin embargo, ninguno de estos contratiempos y dificultades logró
impedir la construcción de una base de datos de emprendimientos empresariales conjuntos en
el Mercosur3 que, aunque aún modesta en términos del número de casos, ha logrado allanar el
camino para el desarrollo de un campo de investigación escasamente explorado en la región.
1
Proyecto de la Red LATN, financiado por el Banco Interamericano de Desarrollo en el marco de su
programa para la Promoción de Bienes Públicos Regionales.
2
La metodología fue desarrollada por Ariel Melamud (2012). Posteriormente se implementaron ajustes
con importantes aportes de Natalia Dos Santos y Joon Hee Bang.
3
Para ingresar a la base de datos de acceso libre y público del Observatorio, por favor, dirigirse a:
http://admin.sistemarrii.flacso.org.ar/consulta/
El trabajo de campo fue realizado por cuatro especialistas, cada uno de ellos radicado en uno
de los países fundadores del Mercosur,4 quienes luego de recabar la información delinearon
las primeras conclusiones. Éstas últimas han quedado plasmadas en artículos pensados para
servir de referencia a funcionarios con responsabilidades en la materia y a futuras
investigaciones sobre el desarrollo de la asociatividad intraregional. Así, el presente artículo
intenta ofrecer una síntesis entre las conclusiones derivadas de los trabajos de investigación de
Natalia Dos Santos en Argentina, Uallace Moreira Lima en Brasil, Juan Jung en Uruguay y Gilda
Arrellaga en Paraguay, de manera de contar con un abordaje a la temática que englobe las
realidades observadas en cada país del Mercosur.5 Con ello en mente, en la segunda sección
del artículo se presentan de manera sintética algunas consideraciones teóricas acerca del
impacto económico y tecnológico de la asociatividad empresaria. La sección tercera, que
constituye el núcleo del artículo, desarrolla de manera comparativa los hallazgos obtenidos en
las investigaciones realizadas en cada país así como las conclusiones que se derivan de ellas.
Finalmente, en la última sección se ofrecen algunas reflexiones finales.
Consideraciones Teóricas del Asociativismo Empresario: La microeconomía del desarrollo en
el marco de la integración productiva.6
Sumado a las claras motivaciones políticas y estratégicas, el objetivo subyacente de los
procesos de integración económica en general, y del Mercosur en particular, es la aceleración
del crecimiento económico. Al igual que en las economías del resto del mundo, los procesos de
producción en los países de la región tienen lugar en contextos específicos en materia política,
tecnológica, institucional (en el sentido amplio del término – instituciones formales e
informales), de infraestructura, de capacidades promedio de la mano de obra, etc, que, al
menos en el corto plazo, determinan el potencial de producción de cada una de las economías
y de la región como un todo. Al mismo tiempo, este contexto regional (heterogéneo) opera en
el marco de un contexto productivo a escala global de carácter exógeno, caracterizado por la
emergencia de un nuevo paradigma tecnológico-productivo (Dosi, 1982) apuntalado por el
proceso de globalización de las fuerzas productivas (outsourcing, subcontratación, redes de
proveedores) (Williamson, 1985). El nuevo paradigma se encuentra inherentemente marcado
por el surgimiento y la difusión de las tecnologías de la información y las comunicaciones que
han tenido un impacto decisivo en la organización de las empresas y su producción, al igual
que la propagación del uso de nuevos materiales y el desarrollo de la biotecnología.
Ante estos cambios estructurales en la organización productiva global, los países en desarrollo
no pueden ni deben aplicar las viejas recetas de contextos pasados ante nuevos desafíos que
ocurren en escenarios marcadamente distintos. La concentración de las actividades
productivas en aquellos sectores con ventajas comparativas estáticas en función de la dotación
4
Al momento de iniciarse esta investigación la República Bolivariana de Venezuela no era aún miembro
pleno del Mercosur y, en consecuencia, no fue incluida en el análisis.
5
La versión original de los artículos de referencia elaborados por los especialistas se encuentra
disponible en el sitio web del Observatorio.
6
Se agradece a Alejandro Naclerio por sus valiosas contribuciones para la elaboración de este apartado.
factorial, que comúnmente para los países en desarrollo se traduce en la explotación de
recursos naturales (en caso de existir) y mano de obra de bajo costo, resulta inconducente a un
proceso de desarrollo sostenido en el mediano y largo plazo. La inserción exitosa en la
economía regional y global en el marco del nuevo paradigma tecnológico demanda tecnologías
de producción más flexibles que en el pasado y mano de obra con mayor calificación y
capacidad de rápido aprendizaje (frecuentemente con remuneraciones medias o altas),
cualidades indispensables para afrontar la necesidad de continuos cambios en procesos y
productos. En efecto, las capacidades de aprendizaje, de interacción con el ambiente y de
incorporación de innovaciones tecnológicas, se han convertido en las fuentes de las ventajas
competitivas en un entorno productivo intensivo en capital humano y en conocimiento
(Naclerio, 2010). La competitividad sistémica está fundada sobre “ventajas competitivas
dinámicas” basadas en el esfuerzo innovativo, en contraposición con las ventajas comparativas
estáticas basadas en la dotación factorial.
Estos cambios estructurales que se reflejan tanto a nivel sectorial como macroeconómico son,
en los hechos, cambios microeconómicos, dado que operan en las formas organizacionales al
interior de las empresas. El nuevo paradigma tecnológico exige a las empresas un mayor
esfuerzo en innovación de procesos y productos a través de la implementación de nuevas
tecnologías y mejora de las existentes. De hecho, el surgimiento de innovaciones ocurre
solamente cuando existe esfuerzo para mejorar y adaptar la tecnología incorporada. La
incorporación al proceso productivo de un paquete tecnológico cuyo funcionamiento se
desconoce o se comprende solo parcialmente resulta desfavorable para el surgimiento de
innovaciones ya que comprime el espacio para la realización de ajustes orientados a la
continua mejora en la producción. La innovación se funda necesariamente en la comprensión y
el conocimiento, y la incorporación de ese conocimiento exige un esfuerzo de aprendizaje
tecnológico basado en la aplicación práctica del conocimiento. El conocimiento no se trata
únicamente de información transferible. Puede ser codificado pero en una proporción muy
significativa es tácito (Nelson y Winter, 1982). Requiere experiencia práctica, contacto con la
realidad.
La innovación es el resultado de un trabajo acumulativo muy difícil de conseguir de manera
aislada (OCDE, 1999). La idea arquetípica del lúgubre investigador solitario trabajando
encerrado en un laboratorio de I&D, o investigando con un núcleo cerrado de colaboradores
sin interacción con el día a día del sistema productivo, con los otros estamentos de la empresa,
con equipos de investigación de otras firmas, instituciones de ciencia y tecnología, etc. (ligada
a un entendimiento lineal de la cadena de innovación que pasaba por alto la interacción y el
reforzamiento sistémico) se ha desvanecido ante la arrolladora irrupción de la globalización
productiva cuyo modo de estructuración en redes trastocó la vieja lógica fordista de
organización empresaria. Así, el hito trascendental que fundamenta las ventajas de los
procesos asociativos es el pasaje de la concepción lineal de innovación a su concepción
interactiva (Naclerio, 2010). Las empresas tienden a innovar en conjunto en base a su
participación en redes productivas (Kline y Rosenberg, 1986) articuladas a partir de rutinas que
regulan las relaciones de intercambio de información y conocimiento (Johnson y Lundvall,
1994). De hecho, los acuerdos de cooperación entre empresas han marcado el paso de la
organización industrial en los países más industrializados desde la década de 1980 (Chesnais,
1988).
Así, las diversas formas asociativas estimulan la innovación, la transferencia y absorción de
conocimientos y, en definitiva, el aprendizaje interactivo (fundamentalmente cuando la
asociatividad involucra eslabones en la cadena de valor relacionados con la producción y la
investigación). La sinergia derivada de la asociatividad ofrece al conjunto de empresas
capacidades para alcanzar mejores y mayores resultados que aquellos posibles de alcanzar en
forma individual, en consonancia con la máxima aristotélica de que “el todo es mayor que la
suma de las partes”. El desarrollo de la asociatividad empresaria resulta crucial para alimentar
el proceso acumulativo de aprendizaje en la práctica que posibilita el surgimiento de la
innovación, ya que el mismo es catalizado por la interacción (Meyer-Stamer y Harmes-Liedtke,
2005). De ello se deriva que el incremento de la participación de las empresas en redes
productivas cada vez más sofisticadas constituye un factor de vital importancia para impulsar
el desarrollo económico y reforzar el dinamismo de la economía a partir del crecimiento de la
competitividad sistémica. Y la integración regional ofrece a las empresas una valiosa
oportunidad para ampliar su horizonte en materia asociativa dado que les abre un inmenso
abanico de nuevos socios potenciales con quienes llevar adelante su proceso innovativo y de
constante reinvención y reajuste de procesos y productos.
Partiendo de esa idea, en el siguiente apartado se pone la lupa sobre la asociatividad
empresaria en el Mercosur y se lleva adelante un análisis de sus características particulares,
manteniendo como hilo conductor el siguiente interrogante: ¿En qué medida las empresas de
la región están aprovechando al Mercosur como un espacio de crecimiento basado en la
innovación, a partir de la asociación con empresas competidoras o complementarias radicadas
del otro lado de la frontera?
Los Emprendimientos Empresariales Conjuntos (EECs) en el Mercosur7
El relevamiento llevado adelante por los especialistas radicados en los cuatro países
fundadores del Mercosur resultó en la detección, investigación y posterior análisis de 90
Emprendimientos Empresariales Conjuntos entre países del bloque.8 A partir de esta fuente de
7
Este apartado se basa en los trabajos de investigación realizados por especialistas contratados para el
trabajo de campo de este proyecto y en la base de datos sobre emprendimientos empresariales
conjuntos del Observatorio. Dado que la inclusión de los casos de EECs en la base de datos es resultado
de una metodología de bola de nieve que no tiene un final definido, la incorporación de nuevos casos
puede llevar a que las estadísticas que aquí se mencionen difieran (aunque difícilmente modifiquen la
tendencia en el corto plazo) de aquellas que aparecen en el Observatorio al momento en que el lector
ingrese a la base.
8
Este relevamiento incluye a un subconjunto del universo de EECs en el Mercosur dado que, por un
lado, algunos de los emprendimientos contactados se negaron a proporcionar información y en
consecuencia no pudieron ser incluidos en la base de datos, mientras que por otro lado la inexistencia
de registros administrativos oficiales de emprendimientos conjuntos imposibilita contar con la certeza
de que los EEC detectados son los únicos existentes. Ello implica que las conclusiones derivadas de este
información y de los análisis mencionados, en este apartado se ensayarán algunas
conclusiones preliminares para ir delineando un panorama de la asociatividad empresaria
regional en el ámbito del Mercosur. Para ello se llevará adelante un análisis comprehensivo
que englobe a las diferentes características que adoptan los EECs en cada país y, a partir de las
principales tendencias en común, se podrá ir echando luz sobre el rumbo que están
transitando los emprendimientos empresariales conjuntos regionales.
En este sentido, la cuestión medular y punto de partida obligado para abordar el análisis es la
motivación de las empresas para llevar adelante una asociación con sus contrapartes del otro
lado de la frontera. ¿Por qué las empresas encuentran conveniente asociarse para un proyecto
determinado? ¿Qué buscan? La respuesta a estas preguntas varía en función de varias
cuestiones, como el sector de actividad, el tipo de acuerdo legal utilizado en el
emprendimiento conjunto e, inclusive, el sentido en el que tiene lugar la asociación (vertical –
a lo largo de la cadena de valor– u horizontal –dentro del mismo eslabón).
Una primera aproximación al conjunto global de emprendimientos relevados indica que la
mayor parte de los EEC están orientados a actividades comerciales, seguidos por
emprendimientos productivos y, muy lejos de ellos, por emprendimientos tecnológicos.9
Figura 1. Distribución de Emprendimientos Empresariales Conjuntos en el Mercosur según
Tipo de Actividad
apartado deben ser utilizadas a modo indicativo, sin ser extrapoladas en forma directa y concluyente al
total del universo de EECs en el bloque.
9
Los emprendimientos comerciales hacen referencia a los EEC que tienen como finalidad alguno de los
siguientes objetivos: acuerdo comercial per se, acuerdo de distribución (aprovechamiento de canales de
distribución) y/o representaciones (mercados externos, franquicias, etc.). Por su parte, los
emprendimientos productivos son los que se enfocan en alguno de los siguientes objetivos:
participación accionaria; complementación productiva y/o ampliación de la capacidad productiva.
Adicionalmente, con emprendimientos tecnológicos se hace referencia a los EEC que tienen como
finalidad alguno de los siguientes objetivos: intercambio tecnológico (incorporación o abastecimiento),
cooperación en investigación y desarrollo y/o asistencia. Finalmente, se existe la posibilidad de que los
emprendimientos tengan OTRA finalidad diferente de las anteriores.
En el caso de los emprendimientos comerciales, las motivaciones principales para realizar la
asociación se relacionan con la expansión en nuevos mercados y explotación de marcas, no
solamente para la venta de bienes sino también de servicios. Las actividades económicas
terciarias con mayor frecuencia entre las empresas que participan en los EECs son Comercio al
por Mayor y Menor (CIIU 50 al 52); Hoteles y Restaurantes (CIIU 55); Actividades Inmobiliarias,
Empresariales y de Alquiler (CIIU 70 al 73) y Enseñanza (CIIU 80).10 Estos cuatro rubros
concentran el 71% de las actividades terciarias incluidas en la muestra y el 39% del total de
EECs relevados.
Si bien los casos de emprendimientos conjuntos en el sector de comercio y servicios forman
parte del proceso de integración regional, constituyen fundamentalmente un indicador de la
integración comercial. Su impacto específicamente en la integración productiva, sin embargo,
no se aprecia de manera directa. En efecto, el hecho de que se hallara una importante
concentración de emprendimientos conjuntos en los últimos eslabones de las cadenas de valor
estaría indicando que, a primera vista, el asociativismo entre empresas de la región no estaría
orientado en forma sustancial hacia la integración productiva. Ello es de particular importancia
dado que el proceso de aceleración del crecimiento económico basado en el aprendizaje
tecnológico y en la innovación requiere que los beneficios de la integración regional se
concentren fundamentalmente en los eslabones de la cadena relacionados con la producción.
En ese sentido es preciso resaltar que una minoría del 40% de los EEC tiene una actividad de
tipo productivo. De éstos últimos, algo más de la mitad (58%) están relacionados directamente
con la Industria Manufacturera, el 11% con Agricultura, Ganadería, Caza o Silvicultura, y el 17%
se vinculan con el Suministro de Electricidad, Gas y Agua. En línea con el argumento expuesto
en el apartado anterior, el escenario más auspicioso sería la existencia de una importante
concentración de emprendimientos conjuntos vinculados con la industria manufacturera, ya
que es en esa fase de la cadena donde se encuentra el mayor potencial para el aprendizaje
tecnológico y la generación de nuevos desarrollos (aunque sea de manera incremental y en
pequeña escala) capaces de mejorar la competitividad sistémica en línea con el nuevo
paradigma tecnológico-productivo. Si bien se han logrado detectar algunos emprendimientos
de gran potencial en términos de aprendizaje y desarrollo tecnológico, tales como el
emprendimiento para la construcción de aviones KC390 entre la Fábrica Argentina de Aviones
(FAdeA) y EMBRAER; la construcción de buques y plataformas off-shore (Torre Vega Pláyade)
entre TANDANOR, AESA de YPF y Oderbrecht de Brasil; la construcción de parques eólicos en
Rio Grande do Sul entre IMPSA y CHUI Holding S.A.; entre otros emprendimientos relevantes,
los emprendimientos productivos conjuntos relacionados con la industria manufacturera no
parecerían aún suficientes, a primera vista, para conformar una masa crítica que alimente el
círculo virtuoso conducente a un incremento de la competitividad sistémica.
10
Actividades a nivel de división (dos dígitos) de acuerdo a la Clasificación Industrial Internacional
Uniforme (CIIU) de las Naciones Unidas, Revisión 3.1. Los relevamientos incluidos en la base de datos
alcanzan hasta el nivel de clase (cuatro dígitos).
Por otro lado, los emprendimientos productivos no ligados a la industria manufacturera, tales
como aquellos relacionados con el Suministro de Electricidad, Gas y Agua, están fuertemente
vinculados a represas hidroeléctricas binacionales. En estos emprendimientos los estados
nacionales son el actor principal, dado que los astronómicos niveles de inversión requeridos
para llevar a cabo este tipo de obra, así como cuestiones jurídicas que implican la firma de
tratados internacionales, expropiaciones de zonas inundadas, etc, dificultan en la práctica el
surgimiento de iniciativas de este tipo por parte de la gran mayoría de las empresas del sector
privado. El sector privado puede tener participación como contratista, pero no participa en
términos de la iniciativa de integración productiva. Si bien requieren complejos niveles de
conocimiento de ingeniería y de la utilización de equipos y tecnologías avanzadas, parece
improbable (aunque ciertamente no imposible) el surgimiento de mejoras tecnológicas a partir
de la implementación de un emprendimiento de este tipo dado que los mismos están
diseñados desde el comienzo para cumplir con estándares internacionales que limitan el
margen de maniobra para introducir innovaciones. Es decir, resulta innegable que se trata de
emprendimientos conjuntos con un efecto muy positivo en el sistema productivo, dado que
permiten incrementar la provisión de energía para la producción a un costo menor que otras
fuentes energéticas (como por ejemplo el petróleo), pero su impacto sistémico en términos de
desarrollos tecnológicos que deriven en innovaciones es, en el mejor de los casos, indirecto.
Asimismo, trayendo a colación los objetivos de esta investigación, cabe resaltar que estos
emprendimientos son independientes y en la mayoría de los casos también anteriores al
establecimiento del Mercosur. Por lo tanto, no estarían relacionados con una integración
productiva orientada a maximizar los beneficios potenciales del mercado común.
Algo similar ocurre con otros emprendimientos relevados relacionados con la minería y la
explotación de otros recursos energéticos. Los estados llevan la delantera en estas iniciativas
de naturaleza productiva que son consideradas estratégicas por los gobiernos y que requieren
una importante movilización de recursos. Así, la explotación conjunta de recursos naturales en
general y particularmente aquellos vinculados a la explotación de fuentes de energía
constituye una importante motivación para llevar adelante emprendimientos conjuntos de
largo plazo motorizados (y generalmente implementados) por el sector público.
El resto de los emprendimientos ligados a actividades productivas se encuentran en manos del
sector privado, sobresaliendo por su cantidad los emprendimientos ligados a la industria
alimenticia en diversos eslabones productivos y varios casos de emprendimientos en la
industria del cemento. En el caso de algunos emprendimientos en los que participan empresas
brasileñas se incluyen motivaciones relacionadas con el incremento en la capacidad productiva
y de distribución para atender la demanda del Mercosur a partir de adquisiciones parciales de
empresas en los países socios del bloque (fundamentalmente en Argentina y Uruguay), tanto
como un mercado estratégico y primordial en sí mismo así como un paso previo (para la
acumulación de recursos, aprendizaje y maduración) en las estrategias empresarias de
internacionalización en mercados extra-regionales (Moreira Lima, 2014). En este sentido,
parecería que estos emprendimientos productivos estarían más relacionados con integrar una
estrategia de avance de empresas brasileñas con mayor capacidad de financiamiento sobre
competidores de menor tamaño radicados en los otros países del bloque, en lugar de una
estrategia asociativa-cooperativa capaz de inducir mejoras en la competitividad sistémica a
partir del aprendizaje tecnológico.
Son los emprendimientos conjuntos de naturaleza comercial, sin embargo, quienes dominan
por mayoría. Y dentro de los emprendimientos conjuntos comerciales, las estrellas de la
integración asociativa son, de acuerdo al relevamiento, las franquicias (uno de cada 3
emprendimientos conjuntos en el Mercosur ha adoptado esa forma de acuerdo). Las empresas
de Argentina son quienes sin lugar a dudas han explotado esta forma de integración de
manera más intensa como una vía de expansión en nuevos mercados. Su principal propósito
ha sido incrementar sus ingresos a través de la percepción de regalías a cambio de autorizar a
otras empresas la utilización de su marca, logrando una gran penetración en Uruguay y
Paraguay. Por su parte, las empresas franquiciatarias en esos dos países adquieren el derecho
a explotar la imagen de empresas Argentinas de renombre y, dependiendo del caso, acceden
también a transferencias de estándares y know how de procesos.11 Argentina tiene entonces
una posición de exportador neto de marcas relacionadas fundamentalmente con empresas
gastronómicas y de textil-indumentaria, calzado y artículos de cuero, así como de algunas
empresas de capacitación.
El hecho de que dentro de los emprendimientos conjuntos comerciales exista una marcada
preeminencia de las franquicias como modalidad de asociatividad empresaria (el 69% del total
de emprendimientos comerciales) tiene implicancias que no son alentadoras para la
integración productiva. Se trata de la forma asociativa que involucra el menor compromiso
entre las partes, limitándose a una autorización para explotar una marca a cambio del
cumplimiento con los estándares de la casa matriz y del pago del canon correspondiente. No
existe sin embargo un proyecto en común a largo plazo que implique una gobernabilidad
compartida del emprendimiento conjunto. Ambas partes continúan siendo independientes
aunque sujetas a un acuerdo en el que una de las partes contribuye con la marca, la imagen, el
procedimiento operativo y en ocasiones también productos e insumos, y la otra parte
contribuye con capital, trabajo, el mantenimiento de estándares y asume la totalidad del
riesgo. En esta modalidad asociativa con tenues lazos de compromiso entre las empresas
resulta improbable (aunque no imposible) que los emprendimientos comerciales constituyan
la punta de un ovillo que con el tiempo avance hacia una integración localizada en los
eslabones productivos.
Siguiendo la pirámide de clasificación de marcos legales para la asociación entre empresas
elaborada por Dos Santos (2014)12 que ubica a las franquicias en la base en términos del nivel
de compromiso entre las partes, el plazo de la asociación y el riesgo compartido) se observa
que, con excepción de las sociedades (que agrupan al 38% del total de los emprendimientos
conjuntos y que son el peldaño inmediatamente superior a las franquicias (38%) en términos
de compromiso), a medida que se incrementa el compromiso y los riesgos compartidos (hacia
una Unión Transitoria de Empresas –UTE– 10% del total y, como asociación más
11
12
Ver Dos Santos, Natalia, pp 22 y 23.
Ver Dos Santos, Natalia, pp 24 y 25.
comprometida, la Agrupación de Colaboración Empresaria –ACE– 3% del total) disminuye el
número de emprendimientos conjuntos. Lo interesante de este resultado es que los
emprendimientos que se encuentran al final de las cadenas de valor (comercio y servicios)
tienden a concentrarse en la base de la pirámide, mientras que los emprendimientos
productivos y tecnológicos tienden a ubicarse en la cima. Por ejemplo, el emprendimiento para
la construcción de aviones KC390 está basado en un acuerdo de tipo ACE; o el
emprendimiento de la Torre Vega Pléyade se basa en un acuerdo de tipo UTE, por mencionar
algunos de los más notables. Ello resulta consistente con las necesidades del nuevo paradigma
tecnológico en el sentido de que es necesario que los emprendimientos conjuntos de
naturaleza productiva permanezcan en el tiempo y que involucren grados significativos de
compromiso por parte de las empresas socias para abrirle el camino a la innovación. Por otro
lado, el hecho de que en términos cuantitativos (sobre el total de EECs) prevalezcan las formas
asociativas que implican lazos más endebles entre las empresas que llevan adelante los
emprendimientos conjuntos (fundamentalmente emprendimientos de tipo comercial) dificulta
el paulatino desplazamiento hacia eslabones de la cadena productiva que resultan más
permeables al aprendizaje tecnológico.
Por último, cabe resaltar una tendencia generalizada en los emprendimientos, válida tanto
para las empresas estatales como para las mixtas y privadas, e independiente de la forma
jurídica que adopten en sus acuerdos y del tipo de actividad que realicen conjuntamente: la
utilización de la asociatividad siguiendo un criterio fundamentalmente intrasectorial. El
predominio de emprendimientos conjuntos entre empresas que operan en el mismo sector de
actividad (comparten el mismo CIIU) estaría indicando que la integración a través del
asociativismo empresario no pasaría por las cadenas de valor en el sentido tradicional (división
del trabajo vertical), dado que la integración ocurre en el mismo eslabón de la cadena. Ello
refuerza las anteriores conclusiones en relación a la motivación de las empresas para
asociarse, en el sentido de que por encima de las ventajas comparativas en el sentido
ricardiano (sectorial) y de la búsqueda de complementariedades productivas dentro de una
cadena de valor, la motivación de las empresas para llevar adelante emprendimientos
conjuntos regionales estaría ligada al aprovechamiento de otro tipo de ventajas, tales como la
explotación de recursos energéticos o la búsqueda de beneficios a partir del acceso a activos
intangibles (marcas, posicionamiento en el mercado/inserción en el mercado). Inclusive se han
relevado emprendimientos cuya motivación principal es la participación conjunta en
licitaciones para la construcción de hoteles (como el consorcio Narampark integrado por el
grupo uruguayo ICM y la empresa argentina Boldt para restaurar el Salto Hotel y Casino; o el
consorcio Manteo integrado por las mismas empresas para la construcción de un hotel en la
ciudad de Rivera). A ellos se suman otros emprendimientos como el desarrollado por la
empresa CIE de Paraguay y ABB de Brasil, quienes se presentaron conjuntamente a la licitación
para la construcción de una línea de transmisión y subestaciones de 500/220/66 KV, así como
la producción de diversos equipos para centrales eléctricas.
Es preciso mencionar en éste sentido un caso particularmente interesante en el que un EEC
horizontal se origina motivado principalmente por la búsqueda de realizar mejoras en la
integración vertical de su cadena de valor a partir de la transferencia de tecnología.
Específicamente, la asociación entre Carne Hereford S.A. de Argentina y la Sociedad de
Criadores de Hereford del Uruguay (Jung, 2014; Dos Santos, 2014), dio lugar a un
emprendimiento conjunto para incrementar el valor de las carnes a partir de un mejoramiento
en la integración vertical de la cadena cárnica, aplicación de programas de calidad y control de
la producción, todo ello complementado con enfoques de marketing innovadores.
Reflexiones Finales: Un largo camino por andar
El horizonte de la integración productiva está aún distante. Queda todavía mucho por andar
para capturar los beneficios de las sinergias derivadas de la asociatividad empresaria de una
manera que tenga impacto, aunque sea de manera meramente incipiente, en la
competitividad sistémica de la región. En base a los datos relevados y a las conclusiones de las
investigaciones desarrolladas por especialistas en los cuatro países fundadores del Mercosur,
el exiguo número de emprendimientos conjuntos regionales y la naturaleza de los mismos han
obstaculizado la conformación de una masa crítica capaz de alimentar el círculo virtuoso
conducente a un incremento de la competitividad sistémica a través de la integración
productiva regional. El aprendizaje tecnológico y la innovación productiva se producen
fundamentalmente en los eslabones de las cadenas de valor vinculados con la producción, que
abarca a apenas cuatro de cada diez emprendimientos empresariales conjuntos en el
Mercosur.
De éstos últimos, los más significativos en términos de volúmenes de inversión y solidez de los
acuerdos asociativos están vinculados a la explotación de recursos energéticos por parte de los
Estados en base a estrategias más ligadas a una mentalidad extractiva (en muchos casos de
recursos renovables) que a estrategias orientadas a incrementar los niveles de productividad
conjunta fundada en mejoras tecnológicas. En otros casos, como la expansión de empresas
brasileñas a partir de adquisiciones parciales de competidores en los otros países del bloque,
se constituirían emprendimientos productivos de capitales mixtos pero motivados
fundamentalmente por una estrategia de avance de empresas brasileñas que persiguen
incrementar su capacidad productiva y dar sus primeros pasos en los mercados externos, muy
distante de una asociatividad fundada en la cooperación entre las partes con capacidad para
alimentar las sinergias positivas. De esta manera, el impulso a la integración productiva por
parte de los Estados, que tiene lugar tanto en forma indirecta (a través de políticas públicas)
como directa (a través de las acciones de las empresas estatales o mixtas) es muy relevante y
trae aparejados innegables beneficios pero, por la propia naturaleza de los EECs en los que
dichos Estados participan, tienen un impacto limitado sobre el aprendizaje tecnológico.
Algo similar ocurre con las asociaciones entre empresas de la región para presentarse
conjuntamente en licitaciones de construcción de obras. Si bien pueden existir derrames de
aprendizaje tecnológico, desde la intencionalidad misma de la asociación empresaria se
priorizan objetivos que nada tienen que ver con lograr mejoras productivas (en productos o
procesos) e incrementos de productividad.
Más lejos aún de lograr un impacto en la competitividad sistémica, los emprendimientos
conjuntos localizados en los últimos eslabones de las cadenas de valor (comercio y servicios)
constituyen la mayoría de los casos relevados (57%). Los emprendimientos comerciales están
copados por el sector privado en búsqueda de expansión en nuevos mercados y la
comercialización de marcas de bienes y servicios con buena imagen y aceptación en el
mercado regional. Hacia el interior de los emprendimientos conjuntos con finalidades
comerciales prevalece el sistema de franquicias como la forma jurídica de acuerdo más
utilizada, seguida por sociedades de diferente tipo. Entre ambos tipos de acuerdo cubren el
86% de los emprendimientos conjuntos de naturaleza comercial. Ello es muy significativo ya
que la prevalencia de las formas asociativas que implican lazos más endebles entre las
empresas dificulta (aunque no impide) el paulatino desplazamiento hacia eslabones de la
cadena productiva que resultan más permeables al aprendizaje tecnológico.
Independientemente de que los emprendimientos se encuentren focalizados en actividades
productivas, comerciales, etc, se observa un predominio de asociación entre empresas que
operan en el mismo sector de actividad (comparten el mismo CIIU). Ello resulta consistente
con las conclusiones anteriores en el sentido de que por encima de las ventajas comparativas
ricardianas (sectoriales) y de la búsqueda de complementariedades productivas dentro de una
cadena de valor, la motivación de las empresas para llevar adelante emprendimientos
conjuntos regionales estaría predominantemente ligada al aprovechamiento de otro tipo de
ventajas, tales como la explotación de recursos naturales vinculados con la energía o la
búsqueda de beneficios a partir del acceso a activos intangibles (marcas,
posicionamiento/inserción en nuevos mercados).
Por último, del relevamiento realizado se desprende que las empresas de Argentina son las
más proclives a llevar adelante emprendimientos conjuntos con sus pares del Mercosur, dado
que constituye el socio principal (en términos cuantitativos) de las empresas radicadas con
base en cada uno de los otros tres países. Una de las posibles causas de ello obedecería al
éxito de algunas marcas de productos textiles y de indumentaria, artículos de cuero y calzado,
hoteles, bares y restaurantes, con gran aceptación en sectores de consumidores medios y
medios altos en los países que conforman el bloque. Otra causa posible es el tamaño de la
economía Argentina y su número de PyMEs con capacidad de llevar adelante los primeros
pasos de su internacionalización la afinidad, conjuntamente con afinidades culturales con los
socios de menor tamaño en el Mercosur. Esta segunda causa, en realidad, estaría reforzando la
primera. Y una tercera causa posible podría obedecer a la búsqueda por parte de empresas
argentinas de acceder a mercados externos cercanos que les permitan amortiguar la
volatilidad en sus flujos de ingresos derivada de la mayor volatilidad del mercado argentino.
Es innegable que se han dado pasos importantes. Tanto el sector privado como el público han
realizado esfuerzos en la dirección de la integración regional general y también de la
integración productiva. Estos pasos les han traído beneficios a los actores participantes y, en
algunos casos, como por ejemplo la explotación de recursos energéticos, han tenido derrames
positivos sobre muchos otros actores y en general sobre la economía de los países de la región.
Sin embargo, la naturaleza y motivación de los EECs analizados han tenido, con excepciones,
limitaciones sobre el impacto potencial de estas asociaciones sobre el desarrollo tecnológico y
la innovación productiva. Es menester que los encargados de diseñar e implementar políticas
públicas relacionadas con la integración productiva y particularmente con la asociatividad
empresaria regional pongan especial atención sobre los efectos de las políticas bajo su
responsabilidad sobre la particular naturaleza de las asociaciones empresarias y sus efectos
sobre el aprendizaje tecnológico, la innovación productiva y, a fin de cuentas, la
competitividad sistémica.
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