El profesor y el estudiante: Un panorama histórico del vínculo Martha Fajardo Valbuena* Resumen. En el siguiente trabajo se realiza un recorrido histórico por algunas consideraciones occidentales sobre el vínculo maestro-estudiante. A partir de la reseña de dichas elaboraciones se implican los elementos que debiera tener un programa de formación docente para profesores de preescolar, primaria y bachillerato en un momento histórico en el que se hace necesario reflexionar sobre la formación afectiva en la escuela, en los niños, jóvenes y maestros. Palabras claves: afecto, educación, pedagogía, formación. La relación maestro-estudiante trasciende los límites de la escuela. Ésta es esencial a la organización social y a la necesidad de la especie humana de preservar y transmitir los conocimientos acumulados en la experiencia cotidiana. Antes del surgimiento de la escuela ya existe el vínculo profesor-joven. Esta relación funda la sociedad sobre el eje de los valores y su formación, y es además, esencial para el progreso de la cultura y la civilización. Es por ello que las consideraciones sobre el tema nos llevan a descubrir elementos cruciales de las sociedades y sus intereses sobre los individuos que las conforman. El tema sobre el vínculo maestro-estudiante es, también, el ideal de hombre y las maneras en que cada momento histórico ha considerado las más acertadas para formar a los seres humanos. Los antecedentes En la antigua Grecia, la responsabilidad de la educación de los niños, y luego de los jóvenes, se encontraba dividida en diferentes escalas que iban desde el pedagogo hasta el paidotriba. La figura del maestro implicaba, para este período histórico, una serie de comportamientos y valores que vale la pena analizar En sentido griego, pedagogo quería decir, el que conduce al niño en todos los momentos de la vida. “Generalmente era un esclavo o un hombre libre escogido por la excelencia de su carácter, de manera que fuera un verdadero prototipo, que formara más por la irradiación de su personalidad que por sus conocimientos“(Jaramillo,1980, *Martha Fajardo Valbuena es licenciada en Español Principal de la Universidad Pedagógica Nacional de Colombia. Especialista en enseñanza de literatura de la Universidad del Quindío, especialista en docencia universitaria de la universidad de la Habana y profesora del Programa de Humanidades de la Universidad de Ibagué. Es miembro del grupo de investigación EDAFCO del programa de Psicología de la misma universidad. [email protected] Notas Universitarias 19 Pág. 48). El mito de Quirón y su relación con los argonautas puede servir para profundizar sobre la forma como los griegos concebían, tanto la educación como la formación y, sobre todo, la relación entre maestro y discípulo. La naturaleza de la efebia, o período de la juventud dorada, incluía dentro de sí, lo típicamente heleno. En ella se combinaba la instrucción deportiva, militar e intelectual, y su objetivo era formar los hijos de los nobles: “Durante este período, el joven griego hacía una vida comunitaria con sus camaradas de armas y deportes, participaba en frecuentes torneos deportivos- sobre todo competencias de carros- y aprendía el manejo de las armas...” (Jaramilllo, 1980, 27). Para los helenos, la educación era acción. No existía la teorización pura. Se teorizaba con respecto a la vida, al mundo, pero no se concebía la teoría por la teoría. Existía en ellos una necesidad de ejecutar, ser y hacer. En estos principios, Quirón educó a los argonautas. El héroe era hombre de acción y reflexión, de planes y astucias. Un maestro, en este tiempo, era también un héroe, un modelo, un anciano que había actuado y estaba en capacidad de reflexionar. La luz que irradiaba del carácter del centauro era, en cierta medida, lo que en los últimos años se conoce como la empatía pedagógica, esa característica que poseen los maestros de éxito y que los lleva a lograr aprendizajes y formaciones profundas en sus estudiantes. En el mundo actual, esta empatía tiene sus fuentes en la actuación consecuente entre la práctica y la teoría, la capacidad moral, la reflexión, la bondad, el respeto y la claridad del proyecto que persigue el acto educativo. 20 También es innegable el papel de la preparación intelectual del maestro que genera el respeto de sus estudiantes y provoca en ellos, sentimientos de aceptación que se traducen en atención hacia los temas de estudio. Rousseau y el contrato social Rousseau vivió una época donde las ideas ilustradas dominaban el mundo. La Revolución Francesa permite a todas las naciones vislumbrar una nueva forma de relaciones entre el gobierno y los sujetos. El auge de las ideas racionales, los discursos de fe en el progreso y la tecnología, que cada vez se evidenciarán más, así como la ciencia que comienza un desarrollo vertiginoso, constituyen el clima que alentará las ideas formativas de Rousseau. La escuela, en sí, cobra un papel fundamental ya que ella será la encargada de moldear las nuevas mentes para países diferentes. Durante el siglo XVIII, Rousseau plantea un proyecto pedagógico-político. El contexto de la obra roussoniana es la formación de un ciudadano, explicable, en tanto todas sus ideas se encuentran influenciadas por la lógica emancipatoria de la Ilustración. Por tal razón, la base de sus planteamientos se inscribe en la formación de un sujeto autónomo y se entiende por autonomía el gobierno de sí mismo. El contrato social reconoce el poder del ciudadano como una manifestación concreta del hombre político. “Sólo a quienes se asocian corresponde regular las condiciones de la sociedad”, asegura Rousseau. (Jouvenet,1989, Pág. 31) En el fondo del planteamiento roussoniano actúa el principio de legitimidad que se define como un compromiso recíproco de lo público con los individuos: Cada quien es, al mismo tiempo, miembro del soberano para con los individuos y del Estado para con el soberano, que es el pueblo. Años después, Simón Rodríguez, pupilo de Rousseau y maestro de Bolívar, condensará en uno de sus escritos esta idea acerca de la educación de los nuevos hombres. Se ha de educar a todo el mundo sin distinción de razas ni colores. No nos alucinemos: sin educación popular, no habrá verdadera sociedad. Instruir no es educar. Enseñen, y tendrán quien sepa; eduquen y tendrán quien haga. Mandar recitar de memoria lo que no se entiende es hacer papagayos. No se mande, en ningún caso, hacer a un niño nada que no tenga su «porque» al pie. Acostumbrado el niño a ver siempre la razón respaldando las ordenes que recibe, la echa de menos cuando no la ve y pregunta por ella, diciendo: «¿ Por qué?». Enseñen a los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el por qué de lo que se les manda a hacer, se acostumbren a obedecer a la razón: no a la autoridad, como los limitados ni a la costumbre como los estúpidos. (Galeano, 1995, Pág. 161) En los pensadores ilustrados domina la idea de establecer un nuevo orden y, por tanto, ellos sienten que deben dejar todo claro. Rousseau, por medio de “Emilio”, su novela reflexiva sobre la pedagogía, establece lo que debe ser la nueva relación estudianteprofesor-conocimiento. Allí hablará sobre autonomía, una idea que determinará los siguientes siglos de educación y que dará origen a muchos de los planteamientos psicológicos que, hasta hoy, han dominado la Notas Universitarias pedagogía. Desde el “Emilio” se puede deducir que para el pensador francés “hay contrato pedagógico en la medida en que dos partes se comprometen a establecer y, luego, a vivir una relación educativa, es decir, un recíproco compromiso de educación”. (Jouvenet. 1989, Pág. 31) Las condiciones que posibilitan el contrato son básicamente dos: ser el maestro y ser el estudiante. Comunicativamente hablando, esta mirada del acto educativo es crucial. Por un lado, reconoce la importancia de la personalidad del maestro como opción de adulto, ya hecha por los griegos, y por el otro, avala la teoría de roles que pide a cada parte ejercer su papel para establecer una relación donde cada quien aporte a un fin común: la educación. El adulto se compromete a comportarse como maestro y el joven, en igualdad de condiciones, deberá conducirse como estudiante; tendrá derechos y deberes y determinará, él mismo, las funciones de su profesor, pues las podrá exigir bajo la base del contrato. Así, la influencia y el control son recíprocos e internos. En otras palabras, dos siglos antes del planteamiento de los llamados ambientes educativos y formativos, Rousseau ya aseguraba que la formación se vive en la relación educativa a través de la vivencia y la práctica y que la democracia se aprende en la cotidianidad, pues la política es intrínseca a la humanidad. Para Rousseau existe la posibilidad de perfectibilidad del ser humano, es decir que comprende la educación como un proceso de humanización. El estudiante se hace hombre y ciudadano al entrar en contacto con otro hombre y ciudadano.; el alumno no es un 21 hombre por derecho propio sino que aprende a serlo. En la lógica roussoniana, la humanidad es una categoría superior que implica el contacto con las normas, leyes, deberes y derechos sociales y, por supuesto, con la libertad y autonomía. Esta idea es la que internamente sustenta cualquier planteamiento sobre educación. De no existir la creencia en que el hombre puede ser educado, y transformado, el aparato escolar desaparecería y, con él, todo un proyecto social que ha dejado en manos de la escuela la formación de los sujetos que requiere para permanecer. La claridad sobre la ejecución de los roles es uno de los puntos álgidos del planteamiento roussoniano. La mayoría de las reflexiones sobre autoridad y autoritarismo, planteadas desde las diversas teorías psicológicas, pusieron en evidencia las fallas en el manejo de la autoridad por parte de los maestros. En muchas ocasiones, las llamadas pedagogías tradicionales sobrevaloraron el poder del maestro hasta reproducir esquemas de sujeción y sometimiento en los que el conocimiento no era lo primordial. Sin embargo, en aras de subsanar errores, los comportamientos se fueron al extremo. Incluso, al interpretar mal los planteamientos de Rousseau, el concepto de libertad dio origen al de laissez faire y de ahí, surgió una especie de anarquía en la que era más importante el querer aquí y ahora del sujeto, que su papel posterior como hombre y ciudadano. El proyecto escolar se concentró en el presente y en el individuo, y el concepto de autoridad, así como su rol, se disolvieron en un mar de incertidumbres. Dentro de los planteamientos de la pedagogía del contrato, el maestro es una 22 autoridad en un contexto de instrucción e iniciación a la vida. Sin embargo, la autoridad establecida de hecho y de derecho no representa el instrumento educativo que es, sobre todo, la libertad. “Preciso es que dependa más no que obedezca; es menester que solicite, más no que ordene...”, (Jouvenet,1989, Pág. 61) sentenciará Rousseau al reflexionar sobre su pupilo Emilio. La necesidad de semejante relación de dependencia y petición excluye la sujeción a una orden, al temor y al capricho. Todo, debido a que el estudiante debe amar a su maestro y desear el conocimiento; estos dos elementos se constituyen en mitigadores de una posible autoridad demoledora o aniquiladora del otro. “Ello es posible sometiéndose a una institución que es la función del preceptor. Función necesaria, porque la ‘institución de los niños es un oficio’. Ahora bien, crear un ciudadano, un sujeto de derecho, implica una pedagogía de la negatividad. La autoridad del maestro, al utilizar la función instrumental de la libertad, construye la positividad del súbdito. Dicho en otras palabras, el súbdito no constituye su ser sino que está implicado en una problemática de alteración ontológica. Así, la autoridad fundamenta el reconocimiento de la libertad, de la voluntad del alumno que no adquirirá ningún hábito que sea negativo. Para la libertad, el ciudadano adquiere un derecho, es decir, el de contar consigo mismo”. (Jouvenet,1989, Pág. 60) Para Jovenet (1989) la representación de esta pedagogía elimina la imagen del niño-objeto reprimido, lo mismo que la del niño sujeto-rey. El objetivo de la acción pedagógica no se centra en los sujetos sino en el conocimiento y en la inclinación natural que, según Rousseau, tiene el ser humano por el conocimiento. La meta de la pedagogía del contrato es integrarse a la humanidad por vía social. Ser educado implica cambiar. En la relación pedagógica, el maestro debe poseer autoridad, a fin de evitar los conflictos de poder. Pero ésta depende de la adhesión del estudiante, o sea, del reconocimiento. La autoridad es necesaria y significa ser amado y respetado por el alumno, a condición de que el maestro se entregue y ame a los demás. El contrato, entonces, se convierte en una magnifica posibilidad formativa pues genera un espacio democrático donde las normas están al servicio del bienestar social e individual. El concepto anárquico de libertad, entendida como inexistencia de reglas o lazos, da paso a un constructo concertado en el que prima la autonomía y por tanto, la posibilidad del bienestar es mayor. El individuo cuenta con él mismo para tomar sus decisiones, es parte de sí y de la sociedad y entiende las implicaciones de sus actos. Todo ello, enmarcado en un ámbito público y político. Pestalozzi: el vínculo del amor, hablarle al corazón y a la razón La pedagogía de Pestalozzi (1746-1827), su práctica como maestro y su teorización está inspirada, como la de Rousseau, en la revolución francesa. Sin embargo, Pestalozzi será un pedagogo ya que reflexionará exclusivamente sobre la educación como “el factor principal de mejoramiento del pueblo”. La obra pedagógica de Pestalozzi es, sin duda alguna, una de las más grandes empresas sociales de su tiempo. Pretender la readapta- Notas Universitarias ción social de los niños indigentes mediante el estudio y el trabajo, un propósito vigente en nuestros días. (Reza Becerril, 2005.) El entorno de la escuela que vive Pestalozzi es deprimente. En su época el maestro plenipotenciario puede agredir al estudiante, humillarlo, castigarlo físicamente. El maestro es visto como fuente de poder y conocimiento indiscutible y el estudiante es un alma ignorante que no puede más que someterse. Rousseau respondió a estas prácticas inhumanas de la escuela con su propuesta del Emilio, una educación para la autonomía. Pestalozzi se concentrará en preguntarse acerca de las relaciones afectivas como elemento de motivación del aprendizaje y como eje de la formación de nuevos seres humanos. Sus planteamientos estarán siempre dirigidos a los más necesitados pues su consigna acerca de la educación como factor de desarrollo social y humano atravesará toda la práctica. En las primeras escuelas a su cargo, Pestalozzi mezclará la teoría con la práctica y enseñará a leer y a escribir, al tiempo que a manejar telares y a realizar labores agrarias. Esta mezcla de actividades, plantea Pestalozzi, es la esencia del quehacer del maestro quien deberá reconocer el contexto y aprovecharlo para la enseñanza que se hará siempre a partir de lo que el estudiante sabe o intuye. La vida es la que educa; por consiguiente, el educador deberá tratar de encontrar a su alrededor los temas de sus lecciones. La naturaleza construye siempre sobre una base sólida; desde lo que ya sabe, el estudiante avanzará hacia la conquista de conocimientos nuevos. Así pues, la fuente 23 de toda nuestra enseñanza se halla en la observación, que culmina en la intuición o idea clara, precisa y directa de las cosas. (Piaton, 1989; pág. 5) En 1799 Pestalozzi entrega al mundo su gran legado didáctico al poner en práctica su nuevo método de enseñanza de la lectura que ahorraba casi cuatro años a los antiguos métodos de alfabetización. Antes de Pestalozzi un niño aprendía a leer en tres o cuatro años, con su método lo hacía en seis meses. El método partía del principio de ir de lo simple a lo complejo, primero con combinación de vocales hasta llegar a la palabra y luego a la oración. Este método cruzó todas las acciones y dio gradación a los conocimientos que el niño recibía en la escuela. Esta gradación genera una especie de confianza en los niños ya que ellos son conscientes de que progresan y ese progreso evidente los anima y motiva para continuar aprendiendo y desarrollando sus capacidades. La pedagogía pestalozziana consiste en tener fé en la mejoría del hombre por medio de la educación y en el convencimiento de que existe siempre una opción para hacer del hombre algo mejor. El aporte pestalozziano es reconocer etapas de desarrollo en el niño que el maestro debe identificar para graduar la enseñanza. Así mismo, Pestalozzi plantea que la individualidad de los niños es sagrada, por ello el desarrollo espiritual y del carácter es la meta de los profesores. La propuesta del entorno como formador lleva a Pestalozzi a creer que el trato amoroso de los maestros es esencial para lograr la disciplina y el aprendizaje. El juego, un trato amable, compartir espacios académicos y no académicos, reunirse al- 24 rededor de actividades festivas, artísticas o deportivas genera vínculos que permiten al estudiante y maestro establecer conocimientos personales y vínculos afectivos, cruciales para la enseñanza. Es importante destacar que Pestalozzi reconoce el papel formador de los padres y las madres y escribe manuales para ayudarlas en el acompañamiento de los procesos de desarrollo cognitivo-emotivo de sus hijos. De igual forma, Pestalozzi se dedica a dejar su legado en cartillas que involucran a todos lo actores de la educación, desde la directivas a los maestros, padres y a las instituciones gubernamentales. En este sentido, Pestalozzi entiende a la escuela como un ente extendido que está más allá de las paredes físicas. Además, otorga una gran relevancia a la escritura como medio de comunicación entre adultos vinculados en el proceso de formación de los niños. El desarrollo entero, físico, intelectual y espiritual del niño, si bien procede interiormente del propio niño, procede exteriormente de los cuidados que le proporciona el padre y la madre. Es evidente, pues, que el hogar familiar debe considerarse el instrumento privilegiado de una auténtica educación en materia de humanidad. Allí donde es lo que debe ser. La vida familiar constituye el medio perfectamente preparado que pueda imaginarse, o inclusive soñarse, para la educación del género humano. (Piatón 1989, pág. 58) Esta idea plantea la posibilidad de hacer de la educación un elemento terapéutico. En este sentido, el sí mismo del niño parte de la emotividad y afectividad de los otros: padres y profesores. El valor personal que cada niño asume depende de estos otros. La vida en la familia y en la escuela tienen una influencia significativa en la formación del niño como persona, pues ofrecen muchas situaciones para recibir alabanza o rechazo, para sentir orgullo o vergüenza, para ser aceptado o rechazado,lo anterior se constituye en la aportación fundamental de Pestalozzi sobre los sentimientos y la educación. (Reza Beceril, 2006) En relación con los profesores, el niño manifiesta su emotividad y afectividad. Tal manifestación no sólo implica a la situación presente, sino también a la vida que ha llevado en su propia familia. El conocer estos aspectos permite al profesor dar cauces a la emotividad y afectividad del niño. Al proceder de esta manera, se posibilitará que el niño se identifique con él en los aspectos de tolerancia y flexibilidad emocional y afectiva (Reza Becerril, 2006). Esta idea es tan importante que aún hoy en día rige la mayoría de las disquisiciones sobre la relación maestroestudiante en la que se reconoce el valor del componente afectivo tanto para la motivación como para el aprendizaje mismo. El gran valor de Pestalozzi es enfocar la educación a medida del niño y de su proceso de desarrollo, con Rousseau se inicia este proceso que permite entender que los niños no son adultos pequeños y están formándose. En este sentido Pestalozzi establece prioridades de la educación y del modo como ésta debe llevarse a cabo. El método Pestalozzi deja de lado el interés por los resultados y comienza a adentrarse en el proceso y en las condiciones propicias para el mismo:”El niño antes de pensar y actuar, ama y cree (...) El pensamiento y la acción no se organizan sino Notas Universitarias sobre la base de una seguridad emotiva ya conseguida, de una cierta solidez en las relaciones afectivas”. (Citado por RezaBecerril. 2006) Por otro lado, Pestalozzi insinúa que un entorno falto de amor puede ser el responsable de sujetos que causaran malestar a ellos mismos, a sus familias y a la sociedad en general. El valor del enfoque Pestalozzi para la historia de la pedagogía es inmenso, especialmente por la nueva visión que él plantea del maestro como acompañante, apoyo, guía, animador de la voluntad del niño y promotor de conductas orientadas orientadas hacia la creación de la autodisciplina y autonomía. Casi todos los planteamientos posteriores sobre el tema del vínculo retomarán y desarrollarán ideas de este pedagogo. “No hay educación verdadera sin amor y no hay amor verdadero que no esté al servicio del otro” (Pestalozzi. Citado por Piaton, 1989. pág. 7), así lo afirmó siempre. El siglo XX: Vigotsky Bruner y Maturana: el lenguaje, la biología y las emociones Vigotsky se adentrará en el asunto de las emociones y cómo éstas determinan los procesos de aprendizaje. En este sentido, Vigotsky enmarcará la relación profesorestudiante dentro de intereses estrictamente pedagógicos. El maestro será el adulto que acompañará los procesos cognitivos del estudiante y dispondrá las estructuras, o andamios, necesarios para ayudar a alcanzar la zona de desarrollo próximo. El lenguaje será el énfasis de un aula según el enfoque cultural de Vigotsky y el trabajo en equipo, regulado por el maestro, se convertirá en 25 elemento esencial para la consolidación del aprendizaje. Según el investigador ruso, el maestro interviene en el proceso de aprendizaje; a mayor intervención en cuanto a la disposición de apoyos, mayor consolidación del aprendizaje. Hay entonces una naturaleza intersubjetiva del aprendizaje donde el vínculo está determinado, por un lado, por el interés cultural del maestro de enseñar conociendo las particularidades de su estudiante y potenciándolas y, por el otro, por el estudiante quien realiza sus procesos de aprendizaje de modo voluntario y consciente, en un entorno dispuesto para que el proceso sea exitoso. En este vínculo no sólo el maestro enseña, los compañeros, el entorno y la cultura también juegan un papel importante y se convierten en oponentes y facilitadores del proceso. A la vez, las emociones son reguladas en el aula de acuerdo a su conveniencia o no para los procesos de aprendizaje. Vigotsky reconoce que el temor, la ira o la frustración se convierten en impedimentos para el logro de conocimientos, por tanto, el maestro debe regular los climas en el aula y generar ambientes adecuados. Con Vigotsky comienza una reflexión que se centra ya no en la formación de un ciudadano o en un proyecto social sino en un proyecto de desarrollo intelectual del sujeto. En el caso de Bruner el énfasis está puesto en la interacción como la naturaleza del vínculo pedagógico. Es el profesor quien dispone y organiza los elementos de la enseñanza para el aprendizaje. El maestro debe saber las etapas y no debe enseñar algo que no esté de acuerdo con ellas ya que el estudiante no está biológicamente determinado 26 para saltar etapas. El respeto mutuo y la comunicación son la esencia de la relación pedagógica en la que Bruner reconoce como eje principal la disposición del estudiante para aprender. El papel del profesor es cooperar con el alumno para que éste pueda descubrir las dificultades, analizar posibles causas de error y evaluar consecuencias de sus acciones, sin sentirse culpable o ignorante. Bruner aporta un elemento muy importante a la mirada sobre el vínculo: la narratividad. Para Bruner la capacidad narrativa del maestro determina la relación del estudiante con el conocimiento y la cultura. Este punto, también señalado por autores como Prieto Castillo (1992,) determina elementos comunicativos en el aula y sobre el abordaje del conocimiento en la escuela. Bruner apuesta por un maestro que esté en capacidad de permitir un diálogo, activo y natural pero que traduzca la información de modo que esta se adecue a la etapa cognitiva del estudiante, a su estado actual de comprensión. Con Maturana el asunto de los sentimientos y las emociones se retoma desde una perspectiva interesante: la biológica. Para él, el amor y el juego son los dos elementos esenciales para el aprendizaje humano. Desde esta perspectiva el asunto es un tema de conviviencia necesario para la superviviencia de la especie. Maturana, al igual que Vigotsky y Bruner, reconocerá el lenguaje como el vehículo del aprendizaje y del proceso mismo de humanización. Para este biólogo chileno el amor, la conviviencia y el aprendizaje surgen en el lenguaje como acción. La definición de amor de Maturana apunta a conceptos que tienen que ver con la paradoja de la indivi- dualidad humana: “Cuando vemos conductas relacionales a través de las cuales el otro, la otra, o uno mismo, surge como legítimo otro en convivencia con uno, decimos que vemos amor”. (Maturana 2006) Desde este enfoque el ser humano es uno, pero compuesto de muchos. La naturaleza interrelacional es condición biológica y además determina los procesos de aprendizaje. Con respecto a la relación maestroestudiante, Maturana considera que ésta se da en lo que él llama lenguajear. De acuerdo a Maturana, cuando lenguajeamos nuestras emociones y las de los otros, cambian como resultado de nuestras palabras; y nuestras palabras cambian como resultado del cambio en nuestras emociones. Aprender a emocionar a través de la palabra, que tiene poder en sí misma, implica entonces una práctica profesoral centrada en los aspectos conversacionales del enseñar. El profesor tiene, desde esta perspectiva, un compromiso con la elaboración de una relación lingüística transparente, clara y respetuosa que facilite la participación y enseñe, por sí misma, una valoración desprejuiciada del mundo. La relación profesor-estudiante se sitúa de nuevo en el terreno de las emociones. La educación (incluida la preescolar), es un proceso de transformación humana en la convivencia, que ocurre en todas las dimensiones relacionales del vivir del niño, tanto en los espacios privados de la familia o del jardín infantil, como en los espacios públicos de la calle y el barrio. La experiencia humana se establece en el espacio relacional de la conversación. Para Maturana la cultura es una red cerrada de conversaciones, acotan- Notas Universitarias do que el cambio cultural ocurre cuando se produce un cambio de conversaciones en esa red; cambio que surge, sostiene y mantiene la emoción de los miembros de la comunidad. De ello se infiere que lo humano es cultural y lo cotidiano es determinante en el proceso formativo. (De la Fuente, 2006) Para Maturana educar es convivir con otro en un proceso continuo que dura toda la vida. Según como vivimos, educamos. Para educar hay que vivir lo que educamos. Y no sólo basta hacerlo con afecto, sino educar al afecto porque las emociones también se aprenden. Desde la perspectiva del autor chileno, la educación es un proceso en el que tanto los niños como los educadores cambian juntos de forma congruente, en tanto permanecen en interacciones recurrentes. De modo que los niños aprenden a vivir en cualquier dominio de vida donde sus maestros los encaminen. (Butlleti 2006) Esta mutua influencia significa que cada vez que se enseña a un niño se establece una relación única que tiene sus propias expresiones tanto para el adulto como para el niño o joven. En este proceso es esencial la confianza que el educando deposite en el profesor pues de ella dependerá el grado de compromiso tanto en los aprendizajes evidentes como en aquellos que no lo son. Desde el punto de vista de Maturana existe una dimensión sutil del aprendizaje: el ser humano aprende a ser humano en convivencia con otros de su especie. Esto implica que los valores de una sociedad se aprenden desde lo más sutil. Los valores deben ser vividos en todo instante en el proceso educativo, y no ser enseñados como nociones abstractas o acciones independientes. Los 27 valores tienen que ver con el dominio de las emociones, no de la razón; y en particular, con el dominio del amor, la emoción que hace posible la convivencia social. (Butlleti.2006) Transformar el clima escolar y las relaciones a través de la palabra tendría lo que Maturana llama “efecto terapéutico” en la escuela ya que la palabra es una acción que se educa. Esa palabra, y el lenguaje en general, es lo que él denomina lo sutil. Conclusiones y recomendaciones: hacia una formación del profesor El recorrido teórico presentado anteriormente posee puntos en común que se diferencian, básicamente, por las intenciones sociales presentes en cada una de las posiciones reseñadas. Así para los griegos se trata de formar un ideal de hombre griego, para Rousseau la meta es educar al republicano y al hombre político, para Pestalozzi la consecución de un hombre libre y autónomo capaz de salir de la pobreza y para Vigotsky se trata de un sujeto participe de un entramado cultural al que se debe como miembro de la comunidad humana. Por otra parte, el énfasis de Maturana es el concepto biológico de especie y de organismo y su propuesta tiende a reconocer en la relación maestro-estudiante un elemento fundamental para la preservación de la información que sostiene las relaciones sociales. Desde los puntos de vista mencionados hay un factor común: la afectividad, entendida ya como confianza, admiración, amor o inclinación. Este sentimiento o emoción liga al maestro con el estudiante y determina el deseo por aprender. En este sentido, 28 la relación pedagógica está compuesta por la voluntad del estudiante quien se inclina favorablemente hacia las sugerencias de su maestro. Esta afirmación tiene una implicación inmediata en la formación de los futuros docentes quienes, además de tener una formación sólida en el área teórica de su desempeño, necesitan una formación muy fuerte que les ayude a entender el valor afectivo de su rol y comprender que el vínculo afectivo es un elemento más de los procesos de enseñar y aprender. Igualmente, se observa que todas las teorías reconocen el papel de la comunicación verbal y no verbal y del currículo oculto como condicionantes del proceso de enseñanza. Así, los griegos mencionan al Pathos, Rousseau la actitud, Pestalozzi la bondad, y Vigotsky y Maturana el lenguaje y el lenguajear como formadores sutiles y poderosos. Es esencial en la formación del maestro propiciar espacios de conocimiento de sí y de preparación para el diálogo como herramienta pedagógica. El lenguaje no verbal debe ser un tema presente en la preparación del maestro ya que éste es determinante en la formación de valores como lo anota Maturana. Desde esta perspectiva, el cuerpo del maestro también educa y habla y él debe ser consciente de todo el potencial que maneja su corporalidad en un aula de clase. Igualmente, el reconocimiento de sí, lo que Freire llamó la concienciación, el ser plenamente maestro en tanto se entiende que la educación incluye factores emocionales que deben traslucirse en comportamientos, posturas, modulaciones, reelaboración de espacios y de relaciones es un proceso que implica también intencionalidad, vivencia y reflexión y que puede garantizar el éxito de muchos proyectos de “formación escolar”. En este sentido, el maestro debe tener la oportunidad y el espacio para estar en un continuo trasegar por su interior que le permita saber quién es y qué enseña todo su ser. Referencias Axtell, R. E. (1993) Gestos, Editorial Iberia, S.A. Barcelona. Berman, M. (1987) El Reencantamiento del mundo. Argentina: Editorial Cuatro Vientos. Butlleti. H. 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