sional responde de las obligaciones derivadas de la acti

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sional responde de las obligaciones derivadas de la actividad con todos sus bienes presentes y futuros, privativos y
gananciales, incluso los no afectos a la actividad, el profesional-socio limita su responsabilidad patrimonial al capital aportado a la sociedad.
Obviamente, la importancia que daremos a este criterio
será tanto mayor cuanto mayor sea el importe de las obligaciones asumidas en la actividad y cuanto peor sean las
perspectivas del negocio. Por otra parte, la limitación de la
responsabilidad del profesional-socio no alcanza a la responsabilidad civil, mercantil o penal del profesional en su
condición de administrador de la sociedad cuando su conducta al frente de la sociedad infrinja algún precepto del ordenamiento jurídico. Pero esto ya quedaría fuera del
ámbito de este Apunte.
Coste fiscal
El criterio del coste fiscal suele ser el detonante para comenzar a plantearse un cambio en la forma jurídica de la
actividad del profesional, generalmente por la percepción
de estar pagando más impuestos que compañeros o conocidos con un nivel de actividad supuestamente similar al
nuestro.
En teoría, la tributación empresarial en España está diseñada para actuar de forma neutral respecto a la forma jurídica de las empresas, es decir, que el nivel de tributación
de una actividad debería ser el mismo con independencia
de la forma jurídica bajo la que se ejerza y, por tanto, con
independencia de que se deba tributar por el IRPF –en el
caso del profesional-autónomo– o por el Impuesto sobre Sociedades. Esto, que es cierto a nivel de la base imponible,
queda trastocado cuando se aplica el tipo de gravamen
del impuesto, puesto que, en el IRPF se aplica una tarifa
progresiva, mientras que en el Impuesto sobre Sociedades
se aplica un tipo proporcional. Es en este punto donde la
tributación empresarial se desvía de la neutralidad, permitiendo la existencia de economías de opción y justificando
la relevancia del criterio del coste fiscal a la hora de decidir la forma jurídica de nuestro negocio.
Desde un punto de vista práctico el criterio del coste fiscal
señala que cuanto mayores sean los ingresos anuales del
profesional, más indicada estará la opción de interponer
una sociedad que permita graduar el traspaso de ingresos
al profesional-socio, limitando la progresividad de la tarifa.
Sin embargo, no es posible señalar con carácter general un
nivel de ingresos determinado que marque la frontera entre
ambas alternativas, fundamentalmente porque el gravamen
efectivo en el IRPF de los rendimientos profesionales depende de muchas otras circunstancias personales del contribuyente (existencia de otras rentas, descendientes con
derecho a deducción, deducción por vivienda habitual,
etc.) ajenas a la propia actividad que no permite hacer
comparaciones entre contribuyentes sin disponer de toda
la información personal.
Costes inherentes a la forma jurídica
El tercer y último criterio que proponemos es el del coste
del mantenimiento inherente a la forma jurídica elegida.
Aquí la ventaja es claramente para el profesional autónomo, puesto que sus obligaciones formales de carácter
fiscal y mercantil son muy inferiores a las de una sociedad.
Desde el punto de vista mercantil, tanto la propia constitución de las sociedades como las modificaciones estatutarias posteriores deberán formalizarse en escritura pública e
inscribirse en el Registro Mercantil, estando sujetas estas
operaciones, en ciertos casos al Impuesto sobre Transmisiones. Además, anualmente deberán efectuar la legalización de los libros de contabilidad y el depósito de cuentas.
El profesional autónomo no cuenta con ninguna de estas
obligaciones, por lo que existe un ahorro de costes que,
en función del volumen de la actividad, puede ser de gran
relevancia.
Conclusión
La elección de la forma jurídica óptima para nuestra actividad profesional debe ser un objetivo de la gestión de
nuestro negocio que puede permitir aumentar la rentabilidad a corto, medio y largo plazo. Las dos formas jurídicas
básicas son las del profesional-autónomo y la interposición
de una sociedad que ostente la titularidad de la actividad.
Los factores que hay que tener en cuenta en la elección son
la responsabilidad patrimonial que se quiere asumir frente
a terceros en el ejercicio de la actividad, el coste fiscal y
los costes inherentes a la forma jurídica.
Por los motivos que hemos comentado con anterioridad, no
existen reglas ni límites fijos para realizar esta elección,
puesto que en ella intervienen circunstancias ajenas al desarrollo de la propia actividad. Desconfíe de opiniones generalizadoras y taxativas en este sentido y sobre todo,
¡consulte a su asesor!!
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