Inmigración y Derechos Humanos

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ANUARIO DE LA ESCUELA DE PRÁCTICA JURÍDICA
“INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA: EL PRINCIPO DE IGUALDAD Y “NO
DISCRIMINACIÓN” DE LOS INMIGRANTES1
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
Profesor de Filosofía del Derecho
Universidad Nacional de Educación a Distancia
SUMARIO.I. Introducción
II. ¿Qué entendemos por derechos humanos?
III. Caracteres de los derechos humanos
IV. El reconocimiento del principio de no discriminación y el derecho a la
igualdad de todos los seres humanos en las declaraciones internacionales de
derechos
V. Las garantías de los derechos humanos en tratados y convenios
internacionales
VI. ¿Tienen derechos humanos los inmigrantes?
VII. ¿A qué derechos nos referimos?
VIII: El ejercicio de los derechos humanos es limitado para todos, también
para los inmigrantes e implica deberes correlativos
I. INTRODUCCIÓN
Antes de adentrarnos en la problemática de esta exposición me permitiré
formular algunos interrogantes:
- ¿Qué queremos decir con la expresión “Derechos Humanos”?
- ¿Tienen los inmigrantes los mismos derechos que los nacionales?
- ¿Por qué hablamos de “los derechos de los inmigrantes”?
- ¿Cuáles son las violaciones más graves de los Derechos Humanos por razón de
raza, etnia o extranjería?
- ¿De qué instrumentos específicos disponemos para garantizar la igualdad de
los derechos entre nacionales e inmigrantes, entre todos los hombres y mujeres?
-¿ Qué se necesita para que se deje de hablar de derechos de los inmigrantes?
Estos y otros muchos son interrogantes a los que es necesario dar una respuesta
adecuada. Evidentemente yo no voy a hacerlo. Ni el espacio me lo permite ni es el lugar
y momento adecuado Me limitaré, en el tiempo de que disponemos, a ofrecer algunos
elementos y razonamientos que nos permitan reflexionar y buscar cada uno su propia
respuesta. Veamos
II. ¿QUÉ ENTENDEMOS POR DERECHOS HUMANOS?
Podríamos afirmar que, en el momento presente de la historia que nos ha tocado
vivir, a casi ningún ciudadano se le oculta que los Derechos Humanos constituyen un
problema de plena actualidad del que se habla en la calle, se escribe en la prensa, se
discute en las aulas, se legisla en los Parlamentos y se decide en los Tribunales2. Lo que
1
El presente trabajo contiene las reflexiones realizadas por el ponente en la mesa redonda titulada
“Derechos de los extranjeros y dimensiones económica y familiar de la inmigración” celebrada el 19 de
enero de 2006 en el marco de las Jornadas sobre Inmigración y Extranjería organizadas por la Escuela de
Práctica Jurídica de la UNED.
2
Véase Narciso MARTÍNEZ MORÁN: “Los Derechos Humanos entre la utopía y la realidad” en “Utopía y
realidad de los Derechos Humanos en el cincuenta aniversario de su Declaración Universal”, Estudios de
la UNED, Madrid 1999, pg. 25.
UNED. Anuario de la Escuela de Práctica Jurídica. Nº 1. 2006. ISSN 1886-6328
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
demuestra que estamos ante una cuestión de vital importancia, tanto para el ser humano
individual como para toda la sociedad. Esto sucede porque su problemática no se limita
al campo de lo puramente especulativo (filosófico), en el que se configuran los
conceptos básicos, sino que se extiende al amplio terreno de la praxis en las relaciones
sociales, presididas por el Derecho (constitucional, penal, laboral e internacional).
Tal actualidad y trascendencia hace que nos encontremos ante un problema
polémico en el que los temas que se suscitan, lejos de resolverse en la paz de la ciencia,
avivan la polémica en el campo de la política, confundiendo, a veces, la pasión con la
razón.
Y no es fácil ponerse de acuerdo ni en el significado ni en el contenido de la
expresión “Derechos Humanos” dado que realmente resulta difícil encontrar autores que
traten el tema con objetividad. Son muchos los que construyen una teoría de los
Derechos Humanos con fines y desde posiciones predeterminadas, bien de carácter
político, o económico, o ideológico,… o religioso. De este modo las discusiones se
vuelven estériles, pues las respuestas preconcebidas, la pasión sin la razón, prestan un
ruin servicio a la ciencia.
Por ello debemos exponer con objetividad algunas ideas subyacentes en los
debates y controversias actuales acerca de los Derechos Humanos, dejando, en la
medida de lo posible, que el lector saque sus propias conclusiones.
Antes de cualquier análisis de los avatares históricos y de la situación actual en
que se encuentran los derechos de los inmigrantes, será necesario dar una respuesta
clara al siguiente interrogante: ¿qué son, qué entendemos por Derechos Humanos?. Para
obtener una respuesta acabada sería necesario analizar su génesis, sus caracteres y sus
diversas manifestaciones3. Es obvio que dicha tarea es imposible en el escaso tiempo de
que disponemos. Pero hagamos, al menos, algunas reflexiones imprescindibles para
situarnos en el problema que nos permitan a conocer a todos conocer los presupuestos
de los que partimos.
En efecto, los Derechos Humanos representan el conjunto de facultades e
instituciones que, en cada momento histórico, permiten realizar las exigencias de la
dignidad, la libertad y la igualdad de todos los seres humanos, los cuales han de ser
reconocidos positivamente y garantizados por todos los Ordenamientos jurídicos tanto
a nivel nacional como internacional.
III. CARACTERES DE LOS DERECHOS HUMANOS4
Universalidad de los Derechos Humanos.Desde que Kant aportara, por primera vez algunos de los caracteres de los Derechos
Humanos, es usual entre los tratadistas aceptar la existencia de tales caracteres como
imprescindibles para reconocer que estamos en presencia de uno de los Derechos
Humanos, es decir que corresponden a todos los seres humanos, sin excepción. Dichos
caracteres, asumidos hoy por la mayoría de los autores son los siguientes:
3
Para acercarse al conocimiento del concepto desde la perspectiva pluridimensional que presentan los
Derechos Humanos es recomendable el estudio de la obra dirigida por Benito DE CASTRO CID
“Introducción al estudio de los Derechos Humanos”, Editorial Universitas, Madrid 2003, en la que
participan expertos en el conocimiento y análisis de los Derechos Humanos como Ignacio ARA PINILLA,
Narciso MARTÍNEZ MORÁN, Iñigo DE MIGUEL BERIAÍN y Jesús AYLLÓN Díaz.
4
Sobre los caracteres de los Derechos Humanos véase Narciso MARTÍNEZ MORÁN,“Naturaleza y
caracteres de los Derechos Humanos” en <<Introducción al estudio de los Derechos Humanos >> de B.
DE CASTRO CID Y OTRO, CIT., PGS.107-130.
2
INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Y NO DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES
Se dice que los Derechos Humanos son innatos en cuanto que todos los seres
humanos nacen con ellos, es decir son titulares de los mismos desde su nacimiento.
Cosa diferente es la posibilidad de ejercitarlos o no, la cual depende de los avatares,
circunstancias y condiciones históricas de la propia existencia individual o de los
pueblos en que a cada uno le toca vivir.
Los Derechos humanos son también irrenunciables5, imprescriptibles6,
inalienables7. Pero cabe resaltar su carácter de universalidad, sin duda el más
importante a los efectos del tema que nos ocupa, y su limitabbilidad cuestión a la que
nos referiremos más tarde.
Con el carácter de universalidad se quiere resaltar que todos los derechos
calificables de “humanos” son poseídos por todos los seres humanos (hombres y
mujeres) de todos los tiempos, de todas las etnias y de todas las latitudes, por la razón
de que todos los seres humanos son iguales por naturaleza. No existen diferentes tipos
de naturaleza humana a los que correspondan derechos también diversos. “Un ser es lo
que es de manera total; no caben gradaciones a la hora de poseer una naturaleza”.
Ya en el siglo V antes de Cristo Alcidamas, filósofo perteneciente a los sofistas,
afirmaba que “la naturaleza no ha hecho a nadie esclavo”. Y otro sofista de la misma
5
La irrenunciabilidad significa que, quien posee estos derechos no puede desprenderse de ellos,
ni siquiera por propia voluntad, no puede renunciar a su titularidad sin renunciar al mismo tiempo a su
propia condición de persona. Ello sucede porque son derechos inherentes a la propia naturaleza humana.
Siendo los Derechos Fundamentales emanación o derivación de la propia naturaleza humana, tales
derechos han de acompañar siempre a su titular, sin que nadie pueda quitárselos y, ni siquiera él mismo
pueda desprenderse de ellos. Hay que advertir, no obstante, que la irrenunciabilidad se refiere a la
posesión o titularidad del Derecho. El titular no puede renunciar a su derecho pero puede no ejercitarlo,
puede renunciar a su ejercicio en atención a un fin moral prevalente o para cumplir un deber superior, o
por un acto heroico en favor de alguna persona o de toda la sociedad. En este sentido existe una clara
diferencia entre los Derechos Fundamentales y otros derechos subjetivos nacidos de las normas jurídicopositivas, los cuales son renunciables en mayor o menor grado y en las condiciones que establezcan las
leyes
6
Si por prescripción entendemos la pérdida de los derechos por haber dejado transcurrir determinado
tiempo sin ejercitarlos o demandarlos diríamos que la imprescriptibilidad significa que a los Derechos
Fundamentales no les afecta la prescripción jurídica, es decir, son derechos que no se adquieren ni
desaparecen o se pierden por el transcurso del tiempo. Aunque alguien no los ejercite nunca, no por ello
pierde la titularidad y la posibilidad de ejercitarlos en el momento que lo desee. Hay que tener en cuenta
que también esto constituye una diferencia importante con los derechos subjetivos en general (los
derechos no fundamentales) los cuales sí son prescriptibles.
7
La enajenación es un acto jurídico en virtud del cual una persona transmite a otra el dominio de algo que
le pertenece, bien sea una cosa o un derecho. Lo que significa que, al ser inalienables, los Derechos
Humanos no pueden ser transferidos a otro titular, no pueden ser enajenados. Su titular no puede ejercitar
sobre ellos ningún acto de disposición que pueda impedir en el futuro el ejercicio de un derecho. Por
tanto, a los titulares de estos derechos no les está permitido privarse de ellos ni siquiera por su propia
voluntad. Esta afirmación es lógica si pensamos que los Derechos Humanos son inherentes a la persona y
acompañan a todo ser humano dotándolo de una especial dignidad, pues la dignidad humana se identifica
con (y es inseparable de) la condición de la persona. Kant utilizaba los términos de “dignidad” y
“personalidad” como sinónimos. En este sentido la inalienabilidad lleva incorporada, además de la
imposibilidad de transferencia o disposición del propio derecho, una buena dosis de obligatoriedad
respecto al propio derecho. Sería interesante abordar este aspecto de la obligación , no sólo de exigir ,
sino de exigirse a sí mismo las obligaciones personales para la efectiva realización y garantía de los
Derechos Humanos. Todos estamos facultados a exigir del Estado y de los demás el respeto a nuestros
Derechos Humanos básicos. Pero al mismo tiempo estamos obligados a respetarnos a nosotros mismos y
a trabajar por la realización de tales derechos que nos permita alcanzar la máxima dignidad como
personas. He aquí otra diferencia con el resto de los derechos subjetivos en los que la regla general es la
alienabilidad, si bien se dan ciertas excepciones a la misma, como por ejemplo, en los bienes de dominio
público.
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
época, Antifón, completa el pensamiento de Alcidamas afirmando que “todos somos
iguales por naturaleza”.
La misma idea se repite constantemente entre los estoicos (filósofos que surgen
en el siglo III a. de Cristo y prolongan su pensamiento hasta el siglo V después de
Cristo, con una influencia ética que perdura, a lo largo de la historia, hasta nuestros
días). Ellos elaboraron la teoría de la “fisis coiné” (naturaleza común) o igualdad de
naturaleza de todos los hombres, Y la doctrina de la filantropía o amor fraternal entre
todos los seres humanos y la filosofía política del cosmopolitismo universal, según la
cual todos somos ciudadanos del mundo, por lo que no debe hablarse de nacionales y
extranjeros. Al ser preguntado de donde era Marco Aurelio, Emperador romano,
procedente de Hispania, contestó: “Por ser de la familia de los antoninos mi patria es
Roma, por ser hombre mi patria es el mundo”8.
Ellos influyeron en el iusnaturalismo cristiano y su pensamiento está hoy
presente en muchos Filósofos del Derecho, especialmente en los tratadistas de los
Derechos Humanos y la presencia de su pensamiento puede constatarse en las modernas
Declaraciones de Derechos Humanos.
Podríamos afirmar entonces que todos los seres humanos poseen una igualdad
jurídica básica, en cuanto que todos son poseedores de los derechos naturales, como
fundamento de cualquier otro derecho sobrevenido. Dicho en otras palabras: Los
Derechos Humanos son universales.
Por ello no debemos olvidar “nunca” que los Derechos Humanos son de
“todos”9. Lo que quiere decir que, cuando hablamos de derechos de los inmigrantes nos
referimos a los mismos Derechos Humanos que poseen todos los hombres y mujeres
nacionales del país receptor, de los que, por diferentes causas, tienen que colocarse en
la situación de ser inmigrantes fuera de su tierra, desarraigados de su familia y su
cultura, sus hábitos, su “modus vivendi”.
Y es en este contexto donde tiene pleno sentido el análisis exhaustivo del
“derecho a la igualdad” y a la “no discriminación por razón de raza, etnia,
procedencia, condición de inmigrante ….”.
Sin embargo es un hecho que la inmigración ha existido desde los albores de la
historia y en la actualidad constituye un problema de difícil solución10 y es también un
hecho que los inmigrantes han sido -y siguen siéndolo- históricamente discriminados
en todos los países del mundo. Por ello, constatada la existencia de la discriminación
histórica de los inmigrantes en la protección real sus derechos, analizaremos la
legislación específica para eliminar las diferentes manifestaciones de tal discriminación,
legislación que, en ocasiones ha supuesto una “discriminación positiva” a veces
necesaria.
8
Para comprender mejor el alcance de estas teorías sobre la igualdad de la naturaleza humana, ya
concebidas y defendidas en los albores de la filosofía jurídica en el mundo griego, es aconsejable leer la
extraordinaria obra “Paideia” de Werner JAEGER editada por el Fondo de Cultura Económica, Madrid y
México. 1957, de la que existen múltiples reimpresiones. A nivel más sencillo y sintético véase
FERNÁNDEZ GALIANO FERNÁNDEZ, Antonio en “Lecciones de Teoría del Derecho y Derecho Natural”,
Editorial Universitas, Madrid 1993, pgs. 307-325.
9
Así lo reconocen, como veremos todas las Declaraciones modernas y contemporáneas de Derechos
Humanos.
10
Baste contemplar en España el espectáculo macabro que contemplamos a diario en la prensa y en la
televisión de los miles de emigrantes saltando las vallas en las fronteras de Ceuta y Melilla , las pateras
naufragando en el Mediterráneo y varios cientos de muertos en su intento de arribar a las Islas Canarias
mediante largas y peligrosas travesías en cayucos a través del Atlántico. Son muchos –demasiados- los
emigrantes que mueren <<in itinere>> , en su intento de alcanzar un lugar más habitable, tal vez la
“tierra prometida”, que para algunos nunca llegará.
4
INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Y NO DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES
Es cierto que el siglo XX ha supuesto un gran avance para los inmigrantes en el
reconocimiento de sus derechos. Y también se ha producido un importante progreso en
el ejercicio y garantías de los mismos, gracias a los numerosos movimientos a favor del
respeto a los Derechos de los inmigrantes. A pesar de todo, los derechos de los
inmigrantes se siguen violando. Unas veces simple y llanamente por puro racismo y
xenofobia, otras muchas amparándose en el choque de las tradiciones, de la historia y
la cultura de los pueblos. Pero la cultura no debe ser jamás un obstáculo a la libertad, a
la dignidad y a la igualdad.
Por ello, tenemos que mirar al futuro y contemplar el siglo XXI con esperanza,
convencidos de que en él conseguiremos la absoluta igualdad entre los hombres y
mujeres de todos los pueblos de la tierra, donde todos nos respetemos y convivamos en
paz, para que nunca más tenga que hablarse de los “derechos de los inmigrantes” sino
solamente de “Derechos Humanos”porque todos nos reconozcamos los mismos
derechos y los respetemos.
Hay que advertir, no obstante, que una cosa es la “posesión de un derecho”
(todos los hombres poseen, son titulares, de unos derechos naturales), y otra muy
distinta la “posibilidad de su ejercicio”. Existen a veces circunstancias personales, o
fuerzas externas, ajenas al propio individuo, unas veces de carácter físico-cósmico, otras
de carácter social o económico e incluso de carácter político, que imposibilitan el
ejercicio de un derecho. Pero ello, no impide la titularidad de tal derecho. Esta es la
razón que nos permite afirmar que todos los seres humanos son poseedores, son
titulares de todos los derechos humanos fundamentales, aunque no todos pueden
ejercitar sus derechos en cualquier situación.
IV. EL RECONOCIMIENTO DEL PRINCIPIO DE NO DISCRIMINACIÓN Y
DERECHO A LA IGUALDAD DE TODOS LOS SERES HUMANOS EN LAS
DECLARACIONES INTERNACIONALES DE DERECHOS
En este epígrafe nos referimos al reconocimiento del derecho a la igualdad y a
la no discriminación por razón de sexo, raza, color, orígenes étnicos o sociales,
características genéticas, lengua, religión, convicciones y opiniones políticas, origen
nacional o social, nacimiento o cualquier otra condición y,
por supuesto,
independientemente del lugar donde residan. Lo que quiere decir que los emigrantes
que se desplazan de su lugar de origen, mientras perdura su travesía (emigrantes in
itinere) hasta el lugar de acogida y los inmigrantes ya asentados en otro país diferente al
suyo son iguales en derechos –me refiero a los Derechos Humanos- que los habitantes
de los países que atraviesan y que los del país que les acoge. Por todo ello no existe
razón alguna para ser discriminados
Ello sucede porque hablar de Derechos Humanos implica que todos los seres
que tienen la categoría de “humanos” son por igual titulares de tales derechos
inherentes a la condición misma de “persona”. Es decir, todos los hombres y mujeres de
la tierra, de todas las latitudes y todos los tiempos, son iguales en razón de sus derechos.
Este reconocimiento de la igualdad de todos los hombres se proclama
solemnemente en todas las Declaraciones Internacionales de Derechos Humanos11.
11
En efecto, la igualdad de todos los seres humanos, sin ningún tipo de discriminación aparece ya en las
primeras Declaraciones de ámbito universal y es un principio constate de todas ellas hasta las aprobadas
más recientemente. Véanse, por ejemplo, la “Declaración de Derechos del Buen Pueblo de Virginia” de
1776, la “Declaración de Independencia de los Estados Unidos” de 1776, la “Declaración Francesa de
Derechos del Hombre y del Ciudadano”de 1789, la “Carta de San Francisco” de 1945, la “Declaración
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
En efecto, desde que la “Declaración de Derechos del Buen Pueblo de
Virginia” proclama que “todos los hombres son por naturaleza igualmente libres e
independientes y tienen ciertos derechos innatos….” 12, formulando, por primera vez,
una Declaración Universal de Derechos, se inició un largo camino en el proceso de
reconocimiento internacional de los Derechos fundamentales que culminaría con la
“Declaración Universal de los Derechos Humanos” de 1948, cuyos derechos se han
consolidado y desarrollado progresivamente hasta nuestros días.
Es indudable que todas las Declaraciones Universales de Derechos Humanos
han supuesto un paso trascendental en el desarrollo histórico de los pueblos y han
contribuido a la configuración moderna de una sociedad más justa y más igual en la que
todos los individuos (hombres y mujeres) puedan desarrollar con mayor eficacia sus
propias cualidades y aspiraciones y en la que la dignidad humana se respete tanto por
los poderes del Estado como por los propios individuos.
Aunque el proceso de elaboración y aprobación de las Declaraciones, Pactos y
Convenios ha sido lento, es obvio que éstos han ejercido una presión constante sobre los
poderes públicos nacionales e internacionales provocando incluso, en muchos países,
cambios políticos, sociales y culturales de extraordinaria importancia.
Por otro lado, es evidente que, a nivel popular, se ha creado una conciencia
generalizada de exigencia y de lucha en defensa de los Derechos Humanos, tanto
individuales como económicos, sociales y culturales. Esta conciencia de lucha y de
respeto se ha incrementado en las últimas décadas con uno de los problemas que mayor
interés y a la vez preocupación han despertado en todo el mundo, y de manera especial
en España: la inmigración.
En las primeras declaraciones, en todas ellas, que son de carácter programático,
está presente, desde el primer momento el principio de no discriminación y el derecho
de igualdad de todos los seres humanos.
A este tipo de declaraciones programáticas pertenece la “Declaración de
Derechos formulada por los representantes del Buen Pueblo de Virginia”. Claramente
influenciada por el pensamiento iusnaturalista del racionalismo, especialmente de
Pufendorf y de Locke, tiene gran relevancia respecto del tema que nos ocupa, dado que
es, como hemos visto, la primera Declaración que proclama, a nivel universal, el
principio de igualdad de todos los hombres, es decir, de todos los seres humanos, sin
discriminación alguna: Todos los son por naturaleza iguales y libres.
En el ámbito de las declaraciones programáticas que establecen el “principio de
igualdad” debe incluirse también la “Declaración de Independencia de los Estados
Unidos”13 al mantener: “como verdades evidentes por sí mismas que todos los hombres
nacen iguales”.
El “principio de igualdad” entre todos los seres humanos se proclama también
en “Declaración Francesa de Derechos del Hombre y del Ciudadano”, de 26 de agosto
de 1789, en la que se afirma que “los hombres nacen y permanecen libres e iguales en
derechos. Las distinciones sociales sólo pueden fundarse en la utilidad común”14.
Pero de nada servían tales declaraciones de derechos en las que se patentiza la
igualdad de todos los hombres si los derechos no se concretaban y se hacían efectivos y
exigibles, incluso jurídicamente, frente a los poderes públicos y frente a los individuos.
Universal de los Derechos Humanos” de 1948, o la más reciente “Carta de los Derechos Fundamentales
de la Unión Europea” de 18 de diciembre de 2000.
12
Número I de la “Declaración de Derechos formulada por los representantes del Buen Pueblo de
Virginia” el 12 de junio de 1776.
13
Tal declaración tuvo lugar el 4 de julio de 1776.
14
Véase el Art. 1º.
6
INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Y NO DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES
Por ello se produjo un cambio de planteamiento y las declaraciones universales
abandonaron su carácter meramente programático para convertirse en “declaraciones
catálogo”. En el proceso constante de determinación y defensa de los Derechos
Humanos las declaraciones programáticas constituyen un paso previo para las
declaraciones catálogo. Nos referimos a aquellas que, ya en nuestro siglo XX, contienen
una enumeración o “catálogo”, más o menos extenso y minucioso, de derechos
concretos y diferenciados. Estas declaraciones catálogo mantienen el planteamiento
típico de las declaraciones-programa, haciendo una declaración solemne de principio y
añadiendo inmediatamente una enumeración detallada de derechos y asumiendo además
un compromiso de defensa real de los Derechos Humanos desde el ámbito del Derecho
Internacional.
Por cuanto se refiere al tema que nos ocupa, sobre la igualdad de derechos de los
emigrantes, el primer paso en su defensa lo dieron las Naciones Unidas, al establecer en
la Carta de San Francisco de 26 de junio de 1945 el “principio de igualdad de todos los
seres humanos”. En el preámbulo se proclama solemnemente la resolución de las
Naciones Unidas “a reafirmar la fe en los Derechos Fundamentales del hombre, en la
dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos”15.
La propia Carta de San Francisco, en el artículo 55 prohíbe la discriminación al
establecer “el respeto universal” a los derechos humanos y a las libertades de todos, sin
hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión, y a la efectividad de tales
derechos y libertades.
A partir de este momento la igualdad, o la no discriminación se pactará en los
textos como un derecho en sí mismo, pero, en todo caso se configura como un principio
inspirador de todos los derechos fundamentales.
Esto es lo que sucede precisamente en la “Declaración Universal de los
Derechos Humanos”16. Se trata de un documento trascendental para la cuestión que nos
ocupa, en cuyo preámbulo se proclama explícitamente el “principio de la igualdad de
derechos para todo el género humano”. Se reconocen “la dignidad intrínseca y los
derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana” y se
reafirma la fe de los pueblos de las Naciones Unidas “en los derechos fundamentales del
hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana”.
Y para que no exista la menor duda de la firmeza del principio de la igualdad de
derechos de todos los hombres expresada en el preámbulo de la Declaración Universal
de Derechos Humanos, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclama17 que
“todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos….”. Esta
afirmación de la igualdad como presupuesto básico de todo derecho se refuerza con la
afirmación de que “toda persona tiene todos los derechos y libertades proclamados en
esta Declaración, sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión
política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica,
nacimiento o cualquier otra condición”18 añadiendo a continuación que “No se hará
distinción alguna fundada en la condición política, jurídica o internacional del país o
territorio de cuya jurisdicción dependa una persona…19”
Los textos citados manifiestan con toda claridad el indiscutible sentido de
universalidad que la Declaración pretende infundir al principio de igualdad. Todos los
15
Véase el preámbulo de la “Carta de San Francisco” , aprobada por las Naciones Unidas el 26 de junio
de 1945.
16
Aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 10 de diciembre de 1948
17
Artículo 1º de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
18
Artículo 2º, nº 1 de la misma Declaración.
19
Artículo 2º, número 2 de la Declaración Universal.
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
derechos en ella proclamados son universalmente (para todos los seres humanos)
iguales. Es decir, que la igualdad no admite excepciones en lo que se refiere a la
posesión o titularidad de los derechos en ella proclamados.
Pero la Declaración Universal añade un matiz importante. Junto a la
consideración de “la igualdad como principio” informador de todos los derechos,
consagra ahora la “igualdad como derecho” al proclamar en su artículo 7 que “todos
son iguales ante la Ley, y tienen, sin distinción, derecho a igual protección contra toda
discriminación que infrinja esta Declaración y contra toda provocación a tal
discriminación”.
Y en la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea20, en el capítulo
III*, dedicado a la igualdad se reconoce la igualdad ante la ley (art. 20), la no
discriminación (art. 21) y la diversidad cultural, religiosa y lingüística (art.22).
En idéntico sentido se pronuncia el Proyecto de Constitución para Europa que,
después de establecer, en el artículo I-3, como finalidad el promover la paz y el
bienestar de los pueblos, y una vez afirmado en el mismo artículo que combatirá la
exclusión social y la discriminación, en el artículo I-4 “prohíbe toda discriminación por
razón de nacionalidad”. A partir de ahora las dudas y objeciones a la “igualdad de
derechos” y a la “no discriminación” por razón del color, etnia o nacionalidad,
procederán, en todo caso, de intereses particulares de los individuos, de los grupos o de
los pueblos.
También, y con mayor motivo y detalle, se recoge el principio de <<no
discriminación>> y la igualdad de derechos en otros muchos documentos, algunos de
carácter específico, dedicados a las minorías étnicas y a los inmigrantes21. En ellos se
reconoce el principio de no discriminación y el derecho a la protección de los derechos
sin hacer distinción por motivos de raza, sexo, idioma o religión. Y se reconoce
igualmente el derecho de las minorías a disfrutar de su propia cultura y practicar su
propia religión.
V. LAS GARANTÍAS DE LOS DERECHOS HUMANOS EN TRATADOS Y
CONVENIOS INTERNACIONALES
Desde que la Declaración Universal de Derechos Humanos dejó patente el
principio de igualdad, todos los documentos de ámbito internacional, promulgados para
la defensa de los derechos y libertades fundamentales del ser humano, incorporan el
principio de igualdad y la prohibición de discriminación por razón de raza, color, lugar
de procedencia, nacionalidad etc. Pero los Tratados y convenios dan un paso más. No
se conforman, como las simples Declaraciones, con el mero reconocimiento sino que
proporcionan garantías a los derechos ya reconocidos.
1. Tratados internacionales: En el marco de las Naciones Unidas destacan
Tratados, Pactos y convenios que garantizan en general todos los Derechos Humanos.
20
En la cumbre de Niza, el 7 de diciembre de 2000 se aprobó una Carta de Derechos Fundamentales,
publicada el 18 de diciembre del mismo año, en la que se recogen una serie de derechos, la mayoría ya
reconocidos en otras declaraciones y algunos nuevos, que tendría vigor. en el ámbito de la Unión
Europea. Pero dicha Carta tiene tan sólo un valor declarativo, no jurídico. Una vez más razones políticas
han impedido que la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea pueda ser ratificada como un
Convenio de carácter obligatorio. El contenido de la Carta ha sido incorporado al, de momento frustrado,
Proyecto de Constitución para Europa.
21
Por recordar algunos podemos citar: La “Declaración contra el racismo y la xenofobia proclamada por
el Parlamento Europeo” (11 de junio de 1986). Y la “Declaración sobre los Derechos de las personas
pertenecientes a minorías nacionales o étnicas, religiosas y lingüísticas”, (aprobada por las Naciones
Unidas en su Resolución 47/135, de 18 de diciembre de 1992.
8
INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Y NO DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES
Otros muchos garantizan, en concreto, el trabajo y las condiciones dignas del mismo,
prohíben la tortura, protegen a la mujer o a la infancia. Y algunos se refieren, de
manera los que de manera específica se refieren a la eliminación de todas las formas de
discriminación racial y a la protección de los derechos de las minorías22.
En efecto, estos Pactos suponen un progreso importante sobre la Declaración
Universal pues, abandonando el ámbito de las simples declaraciones, pretenden ya
avanzar al terreno de las garantías.
En el Pacto de Derechos civiles y políticos, los Estados partes “se comprometen
a garantizar a todos los hombres y mujeres la igualdad en el goce de todos los derechos
civiles y políticos enunciados” (art. 3), “sin distinción alguna de raza, color, sexo,
idioma, religión, opinión política o de otra índole, nacimiento o cualquier otra
condición social” (art. 2.1): el derecho a la vida, a la seguridad personal, sin que nadie
pueda ser sometido a torturas o tratos crueles, inhumanos o degradantes. Del mismo
modo se garantizan el derecho a la libertad y a la igualdad de derechos, que tienen por
base el reconocimiento de la dignidad inherente a todos los miembros de la familia
humana. Adviértase que ya no hablamos de un mero reconocimiento de la titularidad de
los derechos. Con los Pactos se ha dado un paso más pues se han aprobado para
garantizar el ejercicio de los mismos, obligando a todos aquellos que los suscriben.
En el “Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales”, los Estados
partes “se comprometen a garantizar los derechos que en él se enuncian sin
discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión
política, origen nacional o social, nacimiento o cualquier otra condición social” (art.
2.2). Y, de manera explícita se reconoce el derecho al trabajo, a la seguridad social, a la
protección contra en hambre, al pleno desarrollo de la personalidad etc. Se reconocen
además, los derechos a la familia y a la libertad para contraer matrimonio, así como una
especial protección a la maternidad antes y después del parto. Y se reconocen
igualmente el derecho a la educación y a la participación en la vida cultural de todas las
personas.
Y en un texto ya específico como es la “Convención internacional sobre la
eliminación de todas las formas de discriminación racial” en su preámbulo, las
Naciones Unidas asumen que “toda doctrina de superioridad basada en la diferenciación
racial es científicamente falsa, moralmente condenable y socialmente injusta y
peligrosa” y reafirma que “la discriminación entre seres humanos por motivos de raza,
color u origen étnico constituye un obstáculo a las relaciones amistosas y pacíficas entre
las naciones y puede perturbar la paz y la seguridad entre los pueblos, así como la
convivencia entre las personas, aun dentro de un mismo estado” por lo que “la
existencia de barreras raciales es incompatible con los ideales de toda la sociedad
humana”. A continuación la Convención dedica todo el articulado a la defensa y
garantía de los derechos en igualdad de todos los seres humanos sin discriminación de
ningún tipo, especialmente los recogidos en su artículo 5º.
2. Convenios Europeos para la garantía de los Derechos Humanos: En la misma
línea de garantías que los Convenios, Pactos Tratados internacionales se pronuncian los
Convenios europeos para la protección de los Derechos Humanos23. Baste referirnos al
22
Cabe resaltar entre ellos: - “La Convención Internacional sobre la eliminación de todas las formas de
discriminación racial” (de 21 de diciembre de 1965). – El “Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales” (de 1966). – El “Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos” (de 1966). La “Convención sobre los Derechos del Niño de Naciones Unidas” (de 1989).
23
- “Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales” (4 de noviembre de 1950). – “Carta Social Europea” (18 de octubre de 1961 –entró en
vigor el 26 de febrero de 1965- ). – “Convenio europeo sobre el estatuto jurídico del trabajador
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
“Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las Libertades
Fundamentales”, aprobado en Roma el 4 de noviembre de 1950, en el que se garantizan
los derechos y libertades reconocidos “sin distinción alguna por razones de raza,,
color, lengua, religión, pertenencia a una minoría nacional, nacimiento o cualquier
otra situación” (art. 14).
Existen en el ámbito europeo otros muchos documentos24 destinados a garantizar
la igualdad de trato y protección a todos los ciudadanos, nacionales o extranjeros sin
distinción de ningún tipo, siendo las únicas limitaciones, para todos por igual, las
establecidas en las leyes.
3. Legislación española: in perjuicio de la vinculación española a la legislación
internacional de los pactos ratificados por España en relación con el artículo 10.2 de
nuestra constitución existe una legislación muy detallada tendente a la salvaguarda de
los Derechos de los inmigrantes25y que por razones te espacio no vamos a desarrollar en
este lugar. También existen varias sentencias26 , tanto del Tribunal Supremo como del
Constitucional, declarando la ilegalidad de algunos artículos lo que demuestra la
dificultad a la hora de afrontar y resolver, incluso en el marco legal, el problema de la
emigración. Y no faltan sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos en
defensa de los derechos de los inmigrantes.
Realizada esta incursión por las Declaraciones, Pactos y Convenios más
representativos, es el momento de formular la pregunta clave de esta ponencia
VI. ¿TIENEN DERECHOS HUMANOS LOS INMIGRANTES?
Después de este recorrido estoy seguro de que todos Vds. tienen ya una
respuesta. La mía es clara y rotunda: Sí, los inmigrantes tienen los mismos derechos
humanos que todos nosotros. La respuesta no puede ser otra, a no ser que por ser
inmigrantes les neguemos la categoría de seres humanos, de personas. Y es que,
inmigrantes o no, todos somos seres humanos, todos poseemos los mismos derechos.
Sin excepción somos titulares de una dotación de derechos que emergen de nuestra
propia naturaleza, de nuestra estructura racional, como exigencias indispensables de
obligado respeto para conseguir el pleno e integral desarrollo de nuestra propia
personalidad.
Esta afirmación está presente en todo el pensamiento filosófico de nuestro
tiempo y, como acabamos de ver, en todas las Declaraciones Internacionales de
migrante” (24 de noviembre de 1977). – “Convenio marco para la protección de las minorías
nacionales” (1 de febrero de 1995).
24
Otros Documentos Europeos que garantizan la Protección de los Derechos Humanos: “Consejo
Europeo de Tampere”. Conclusiones de la presidencia. “Directiva 2000/43/CE del Consejo relativa al
principio de igualdad de trato de las personas independientemente de su origen racial o étnico”.
“Directiva 2003/86/CE, de 22 de septiembre, del Consejo sobre el Derecho a la reagrupación familiar.
“Decisión marco del Consejo de 28 de noviembre de 2002”. “Cooperación en materia de justicia y
asuntos de interior”.
25
En primer lugar debe tenerse en cuenta el artículo 13 de la Constitución. La “Ley orgánica 4/2000, de
11 de enero, sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración social”. “Ley
Orgánica 8/2000, de 22 de diciembre, de reforma de la LO 4/2000, de 11 de enero, sobre derechos y
libertades de los extranjeros en España y su integración social”. “Ley Orgánica 14/2003, de 20 de
noviembre, de reforma de LO sobre derechos y libertades de los extranjeros en España y su integración
social”. “Reglamento de ejecución de la L.O. 8/2000 sobre derechos y libertades de los extranjeros en
España y su integración social” ( Real Decreto 864/2001, de 20 de junio).
26
Véase, por ejemplo la Sentencia de la Sala 3ª del Tribunal Supremo de 20 de marzo de 2003 por la que
se declaran ilegales 13 artículos del Reglamento de Ejecución de la L. O. 8/2000.
10
INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Y NO DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES
Derechos Humanos. No existe razón alguna ni filosófica, antropológica o moral, ni
jurídica, como acabamos de ver incluso en los textos de ámbito internacional, que nos
permitan realizar la mínima distinción o discriminación de una parte de los seres
humanos. Todos somos iguales ética y jurídicamente. No hay duda, a los inmigrantes se
les reconoce la titularidad de los Derechos Humanos. Más aún, en los Pactos y
Convenios Internacionales se establecen garantías para esos derechos. Pero es también
un hecho evidente, constatado por todos los analistas del fenómeno de la inmigración,
que los derechos de los inmigrantes se violan constantemente, se conculcan con mayor
facilidad y frecuencia que los derechos de los ciudadanos nacionales. Con demasiada
frecuencia a los inmigrantes les resulta muy difícil el ejercicio de sus propios derechos.
Y me pregunto: ¿No es un contrasentido reconocer la titularidad de derechos y
luego dificultar su ejercicio? ¿Por qué sucede? ¿Cuáles son las causa de tal
discriminación real?.
No es mi cometido contestar tales interrogantes descendiendo al análisis
sociológico de la realidad. Supongo que en el transcurso de estas jornadas otros
ponentes lo harán. Pero la discriminación de la emigración es un hecho dramático que
en los próximos años puede acarrear graves consecuencias. Que hemos de tratar de
evitar, cada cual en la medida de sus posibilidades y responsabilidades.
VII. ¿A QUÉ DERECHOS NOS REFERIMOS?
Cuando afirmamos que los emigrantes e inmigrantes tienen derechos, dando un
paso más, podemos formular otro interrogante: ¿Qué derechos?
Estamos hablando de todos los Derechos Humanos que tengan la categoría de
innatos, universales, inalienables, imprescriptibles e irrenunciables y que están
reconocidos en las Declaraciones, Pactos y Convenios citados o en las Constituciones
democráticas de los Estados
Evidentemente los Derechos Humanos constituyen una categoría unitaria aunque se
manifiestan de diferente forma en función de la pluralidad de los bienes y valores que
deben tutelar. En razón de su contenido y finalidad los Derechos Humanos, a que
venimos refiriéndonos pueden clasificarse, como es sabido, en dos grandes grupos, que
responden a lo que, en el proceso histórico de su desarrollo suelen conocerse como
Derechos de primera generación y Derechos de segunda generación. Un primer grupo
integrado por los “derechos de libertad” y un segundo grupo al que pertenecen los
llamados “derechos económicos, sociales y culturales”. Pues bien, cuando afirmamos
que los emigrantes poseen derechos que le pertenecen por ser humanos nos referimos a
todos estos derechos:
1 - Los derechos de libertad27 : Son aquellos que afectan a los aspectos más íntimos
del ser humano en cuanto persona individual. Si atendemos al objeto o bien tutelado
hemos de decir que la finalidad de estos derechos se centra en la protección y garantía
de la libertad en todos los ámbitos y dimensiones de la vida humana. Son derechos que
afectan al ámbito individual y se caracterizan por otorgar a sus titulares un espacio de
libertad, un señorío o autonomía de la voluntad que no puede ser perturbada ni por el
poder público, ni por otros grupos, ni por los particulares.
Entre los derechos de libertad podemos distinguir dos grandes grupos: En primer
lugar los llamados “derechos civiles” y, en segundo lugar, los “derechos políticos”.
27
Para un análisis más amplio de los “Derechos de libertad” véase Narciso MARTÍNEZ MORÁN: “Los
Derechos de Libertad” en <<Problemas básicos de Filosofía del Derecho>> de Benito DE CASTRO CID y
OTROS, Editorial Universitas , tercera edición, Madrid, 1997, pgs. 239 -262.
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
1º) Los Derechos civiles: Son los primeros que se reconocen en la historia, por
lo que se identifican como “derechos de primera generación”. Protegen la vida personal
e individual y tienen como finalidad tutelar determinados ámbitos de la libertad
personal de cada individuo frente a los demás individuos, frente a los grupos o frente al
Estado. Diríamos que son libertades ineludibles para que el hombre pueda alcanzar el
pleno desarrollo de su personalidad auténticamente humana (la vida, la libertad, la
dignidad, …).
Dentro de los “derechos civiles” un primer grupo lo integran los llamados
“derechos de autonomía”. Son aquellos cuyo contenido esencial consiste en la
abstención, por parte de los individuos, los grupos o el Estado, de ingerencia en la
autonomía de las personas, es decir, la abstención de conductas atentatorias contra la
libertad personal.
Algunos de estos derechos tienen como función prioritaria garantizar la vida
humana, la integridad física y todos los derechos dirigidos a la conservación del propio
ser. Son los “derechos de integridad física”.
Otros afectan más directamente a aspectos morales de la persona y su contenido
consiste en garantizar, no ya la vida puramente biológica del individuo, sino una vida
“auténticamente digna como vida humana”. Estos derechos, cuya pretensión es la
defensa de los valores que integran la dignidad humana, adquieren la denominación de
“derechos de integridad moral”.
Un segundo grupo de “derechos civiles” son los llamados “derechos
individuales de crédito” o “derechos prestacionales” cuyo contenido se manifiesta en
la exigencia de un deber de actuación positiva, lo que hace que el titular del derecho
pueda exigir del Estado, de los grupos sociales o de los individuos concretos,
prestaciones o créditos en el ámbito jurídico. Se incluyen entre ellos el derecho a la
nacionalidad, el derecho de asilo, derecho a la no discriminación, a la igual protección
ante la ley, a las garantías procesales, etc.
2º) Los Derechos Políticos o de participación: son derechos cuya función
consiste también en posibilitar el desarrollo personal del hombre, pero, en este caso, no
ya como ser individual sino como ciudadano, es decir, miembro de una colectividad
política. Los “derechos políticos” implican, como sucede en los “derechos civiles
prestacionales”, una obligación que consiste siempre en una obligación positiva, una
obligación por parte del Estado, pero al mismo tiempo suponen un deber por parte de su
titular, es decir, un compromiso activo y de participación, si se quiere satisfacer
plenamente el derecho. Por ello Jellineck entendía que estos derechos están integrados
en el “status activae civitatis”.
Se denominan “derechos de participación política” porque son derechos que se
caracterizan por tutelar la libre participación del individuo, en su calidad de ciudadano,
en la vida y actividad política de su país, posibilitando el desarrollo del principio de
soberanía popular.
Entre los “derechos políticos” se encuentran el derecho al sufragio (derecho a
elegir y ser elegido), a participar en la vida política, a la libertad de reunión y
asociación, etc.
Hay que advertir que algunos de estos derechos sólo podrán ejercitarse en
función del nivel de integración de los inmigrantes en el país donde se encuentran en
calidad de inmigrantes, pues, en tanto no adquieran la nacionalidad deberán ejercer
algunos derechos como el derecho al voto en el país al que pertenecen. En todo caso
respecto a estos derechos deben atenerse a las condiciones establecidas por el Estado al
que emigran.
12
INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Y NO DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES
2 - Derechos económicos, sociales y culturales28: Se ha afirmado que así como
los“derechos de libertad” garantizan el valor “libertad”, los “derechos económicos,
sociales y culturales” surgieron para proteger el valor “igualdad” ante los grandes
desequilibrios que había llegado a provocar la incontrolada acción de una autonomía
individual ilimitada en la etapa liberal. Pero no parece posible que podamos identificar
los derechos económicos, sociales y culturales con los “derechos de igualdad” en
contraposición a los “derechos de libertad”, pues, en última instancia, todo derecho
implica el ejercicio de una libertad y el ejercicio de las libertades es el único camino
para llegar a la igualdad. Es decir, los “derechos de libertad” no se limitan a la
realización de ésta, sino que tienen presente también, en muchas ocasiones, la
realización de la igualdad.
Asegurados los derechos individuales las aspiraciones se centran en el
reconocimiento y garantía de los derechos sociales, es decir, aquellos derechos que
corresponden a los seres humanos por su pertenencia a una sociedad. Son los “derechos
de tercera generación” que se identifican como “derechos económicos, sociales y
culturales”.
Bajo esta denominación se integran un conjunto de derechos cuyo contenido
fundamental consiste en la realización de determinadas prestaciones por parte del
Estado para satisfacer las legítimas aspiraciones de los miembros de la sociedad, en
aspectos de materia económica, de acceso a la cultura y al bienestar social. Dado que
todos ellos requieren prestaciones del Estado se les ha llamado también “derechos
prestacionales”. No obstante la denominación no es exclusiva de esta tipología de
derechos pues, como hemos visto, en realidad, en la efectividad de todos los derechos
está implícita la acción del Estado.
Resaltamos entre los “derechos económicos” el derecho al trabajo, a un salario
justo, a la igualdad de salario por igual trabajo, a unas dignas condiciones laborales,
vacaciones retribuidas, al descanso por enfermedad o maternidad, etc.
Entre los “derechos sociales” se encuentran el derecho a la protección de la salud,
el derecho a la asistencia médica, a los servicios sociales, los derechos sociales
asistenciales (derecho a las prestaciones sociales en caso de enfermedad, desempleo,
invalidez, viudedad, vejez, …)
Son “derechos culturales” el derecho a la educación, a la igualdad en el acceso a
la misma en todos sus ámbitos y el derecho a la cultura en todas sus manifestaciones.
VIII. EL EJERCICIO DE LOS DERECHOS HUMANOS ES LIMITADO PARA
TODOS,
TAMBIÉN PARA LOS INMIGRANTES E IMPLICA DEBERES
CORRELATIVOS
¿Tienen los Derechos Humanos el carácter de absolutos? No debe sorprendernos
la formulación interrogativa que planteamos, por cuanto el problema ha suscitado un
largo debate en la doctrina y cuya solución no resulta fácil. Veamos:
Por absoluto entendemos ilimitado. El problema planteado es el siguiente:
¿Puede existir algún tipo de Derecho que, por ninguna razón y bajo ningún concepto
deba ser limitad?. Si esto fuera posible diríamos que tales derechos han de calificarse
como absolutos.
Refiriéndonos a los Derechos Humanos Fundamentales parece que resultaría
contradictorio concebirlos como limitados, puesto que, al ser naturales, afectan a las
28
Sobre los Derechos Económicos, Sociales y Culturales véase Benito DE CASTRO CID: “Los derechos
económicos, sociales y culturales. Análisis a la luz de la teoría general de los derechos humanos”.
Universidad de León, 1993.
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
dimensiones más básicas de la persona, y, por ello, deberían ser considerados como
absolutos (ilimitados), pues al tener su raíz y fundamento en la misma naturaleza
humana, el Estado no puede desconocerlos, desoirlos o limitarlos.
Esta fue la postura del pensamiento filosófico del siglo XVIII, concepción
doctrinal que se plasmaría en los textos de la época. No olvidemos que se partía de la
fundamentación iusnaturalista que inspiró los textos de las primeras declaraciones, y
que se apoyaba básicamente en el concepto racionalista del Derecho Natural,
especialmente en el pensamiento de Locke. Según la tesis racionalista, cualquier
restricción de los Derechos Humanos resultaba “contra natura”.
En la actualidad tal concepción es insostenible, pues los Derechos
Fundamentales, al menos en su ejercicio están afectados de ciertos límites a los que más
adelante nos referiremos.
Por otra parte podemos afirmar que los Derechos Humanos exigen a sus titulares
determinados deberes, tanto en relación con los derechos propios como con los ajenos.
Por ello entendemos que los Derechos Humanos no son absolutos en su ejercicio. Es
decir no se pueden ejercitar siempre y de manera ilimitada. Su ejercicio está sometido a
determinados requisitos y límites. Recordemos que uno de los caracteres de estos
derechos es precisamente su limitabilidad. Y es que la exigencia de los Derechos
Humanos también engendra obligaciones y límites.
Así se corrobora en las
Declaraciones y Pactos generales de Derechos Humanos y en legislaciones específicas
(sobre los inmigrantes) de ámbito internacional.
La “Declaración Universal de Derechos Humanos”29 declara como último fin del
ejercicio de los derechos y del disfrute de las libertades el “asegurar el reconocimiento
y el respeto de los derechos y libertades de los demás, y de satisfacer las justas
exigencias de la moral, el orden público y el bienestar general en una sociedad
democrática”.
Se aportan, por tanto, algunas exigencias que actúan como límites de los
Derechos Humanos. Pero tales límites afectan tan sólo al ejercicio de los derechos. En
ningún caso pueden suponer una restricción de la titularidad o posesión de los mismos,
pues en ningún caso el Estado puede restringir derechos naturales que son el
fundamento de todo derecho político. Evidentemente se exige que las limitaciones sean
establecidas por ley.
La doctrina actual niega que los Derechos Humanos tengan carácter absoluto,
afirmando que el ejercicio de tales derechos debe estar sometido a ciertas limitaciones
pues, dada la existencia de la comunidad estatal y las necesidades que se derivan de su
funcionamiento armónico, es inevitable la existencia de ciertos límites en el ejercicio de
los Derechos Humanos para hacer posible la coexistencia pacífica del ejercicio de
derechos, a veces, enfrentados. Partiendo del supuesto de que los Derechos Humanos
están sometidos a ciertos límites, al menos en su ejercicio, podría preguntarse ¿Cuáles
son esos límites? 30.
Cabe afirmar en primer lugar la existencia de una primera limitación genérica.
Dado que los Derechos Humanos son proyecciones de la propia personalidad humana y
toda persona es limitada, la misma limitación afectará a los derechos que emanan de
ella. Así lo reconocen autores prestigiosos en el análisis de la teoría de los Derechos
Humanos como De Castro Cid, Fernández Galiano, Peces-Barba y Pérez Luño, entre
otros, que coinciden en señalar la existencia de “límites internos” y “límites externos”.
29
Véase el artículo 29, punto 2 de la Declaración.
Un estudio breve pero clarificador de los límites en el ejercicio de los Derechos Humanos puede verse
en Benito DE CASTRO CID, “Problemas básicos de Filosofía del Derecho”, Editorial Universitas , tercera
edición, Madrid, 1997, pgs. 289-298.
30
14
INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Y NO DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES
1 - Límites internos o intrínsecos: Son aquellos que emanan de la propia
naturaleza o estructura de los derechos. Hay que advertir que cada derecho fundamental
posee un contenido esencial y tiene una finalidad. Por consiguiente, su ejercicio sólo se
justifica en la medida en que persiga la función o finalidad que le es propia. Cuando se
ejerce un derecho al margen del contenido que le corresponde, se incurre en un “uso
fraudulento del propio derecho. Lo mismo sucede cuando el ejercicio del derecho se
realiza excediéndose en la finalidad que tiene asignada, o cuando, olvidándose del
interés del propio titular del derecho, al ejercitarlo, se causa un daño, con intención o
sin ella; en tales circunstancias estamos ante un supuesto típico de los que la doctrina
actual califica como “abuso del derecho”.
2 - Límites extrínsecos: Existen situaciones en que el ejercicio de un derecho
fundamental encuentra su limitación en circunstancias o realidades ajenas al propio
derecho, es decir, que provienen del exterior. Suelen señalarse como límites externos
del ejercicio de los Derechos Fundamentales los derechos de los demás individuos, la
moral, el orden público y el bien común.
1º - Los derechos de los demás: Aceptando el carácter social que posee todo lo
jurídico podemos afirmar que el Derecho tiene una estructura relacional representada
por la característica de la alteridad o la bilateralidad. Por esta razón el ejercicio de
cualquier derecho (sea o no fundamental) puede colisionar con igual o diferente derecho
de otro titular, produciéndose un conflicto de derechos, que impone necesariamente
determinadas limitaciones, en función de la jerarquía de los derechos en conflicto o de
la importancia de los bienes protegidos por cada derecho fundamental. En este sentido,
los derechos de los demás actúan como límite al ejercicio del propio derecho. Se trata,
como diría Kant, de hacer posible la coexistencia de las libertades de todos los
individuos dentro de la sociedad.
2º) - La moral: Todo ser humano está sometido al orden moral que es previo al
orden jurídico. Esta prioridad hace que las prescripciones morales constituyan un límite
al ejercicio de los Derechos Humanos. Pero ¿de qué moral se trata?. Porque
evidentemente no nos referimos a códigos morales concretos, adscritos a algunas
ideologías o religiones y que son asumidas tan sólo por determinadas minorías.
La moral que ha de tomarse en cuenta es una moral colectiva de carácter
universal. En todas las sociedades existe un contenido mínimo ético que suele ser
permanente, un conjunto de reglas éticas que se reconocen por casi todos como
obligatorias. Entre los principios básicos de dicha moral cabe señalar la regla del
respeto al derecho legítimamente establecido, la tolerancia, el respeto a la libertad y la
igualdad, la solidaridad, etc. Ninguna actividad humana podrá invocar un Derecho
Fundamental si, en su ejercicio, lesiona alguno de los valores morales compartidos por
toda la comunidad.
3º) - El orden público: Cuando hablamos de orden público no debemos reducir
su significado a una visión puramente estática de la seguridad y la paz, identificada con
el mantenimiento del orden externo o tranquilidad de calles y plazas, propias de los
sistemas represivos y totalitarios.
Por orden público entendemos el conjunto de condiciones organizativas y de
funcionamiento de la vida en convivencia, que hacen posible un desarrollo armónico de
la vida social y garantizan que los individuos y los grupos puedan alcanzar la
realización de los derechos que le corresponden, en un ambiente de orden, seguridad y
paz social31.
31
Véase DE CASTRO CID: “Problemas básicos de Filosofía del Derecho…” cit., pag. 294 .
NARCISO MARTÍNEZ MORÁN
El orden público, así entendido, puede constituir, en determinadas situaciones,
un límite al ejercicio de los derechos y libertades fundamentales. Pero no es fácil
determinar la frontera entre el libre ejercicio de los derechos y las exigencias del orden
público. En todo caso cualquier límite establecido por razones de orden público “debe
respetar los valores básicos del orden social: cumplimiento del Derecho, seguridad
física y jurídica, funcionamiento de los servicios públicos básicos, independencia de las
instituciones, etc.”32
Cabe el riesgo de exagerar el orden público hasta el punto de que la invocación
desmesurada de lo comunitario lesione derechos individuales. Por esta razón se
imponen también determinadas restricciones al orden público como límite. Estaremos
ante lo que puede configurarse como “limites a los límites de los Derechos Humanos”.
Esto quiere decir que la aplicación del orden público como límite al ejercicio de los
Derechos Humanos está sometida a ciertas exigencias básicas:
a)
Para la aplicación del orden público como límite, se requiere que la
organización de la sociedad en la que éste actúa sea democrática.
b)
Los límites de los Derechos Fundamentales por razones de orden público
deben estar taxativamente regulados por la Ley.
c)
Los medios utilizados para garantizar el orden público no han de ser
desproporcionados ni restringir los Derechos Fundamentales más allá de lo
estrictamente necesario.
d)
Que en el balance final el ejercicio generalizado de los derechos, por parte de
los ciudadanos, haya salido reforzado. En caso contrario la apelación al
orden público podría constituir un abuso por parte del Estado, que podría
servirse de él para restringir o eliminar el ejercicio de algunos derechos.
4º) - El bien común: También puede apelarse al bien común como límite al
ejercicio de los Derechos Fundamentales. En efecto, suele afirmarse que, si el ejercicio
de los Derechos Humanos perturba o impide la realización del bienestar general, el
interés privado debe ceder ante las exigencias de los intereses colectivos.
Hay que tener en cuenta, no obstante, el peligro que supone primar valores
comunitarios en detrimento de los individuales pues, en definitiva, difícilmente
podemos conseguir el bien común si, al mismo tiempo, no se traduce en el bienestar de
cada uno de los individuos que forman parte de la sociedad. En necesario, por tanto,
alcanzar el equilibrio entre una concepción transpersonalista o colectivista y una
concepción individualista para que los intereses sociales resulten coincidentes con los
individuales y no contrarios.
Por bien común entendemos el conjunto de bienes, circunstancias o realidades
fácticas de que disfruta la comunidad, permitiendo, al mismo tiempo, el desarrollo
integral de todos los individuos que la integran: justicia, educación, cultura, servicios
sanitarios, transportes, trabajo, guarderías, residencias, servicios sociales, seguridad,
paz, libertad, igualdad, solidaridad, etc. El Papa Juan XXIII en la Encíclica “Pacem in
terris” definía el bien común como “el conjunto de condiciones sociales que permiten a
los ciudadanos el desarrollo expedito y pleno de su propia perfección”.
Sólo así entendido puede invocarse el bien común como límite del ejercicio de los
Derechos Fundamentales. Pero, en todo caso, “para que las exigencias del bien común
actúen legítimamente como límites del ejercicio individual de los derechos humanos se
requiere que respondan a las siguientes premisas33:
32
33
DE CASTRO CID, cit. pag. 295.
DE CASTRO CID, cit. Pag. 298.
16
INMIGRACIÓN Y EXTRANJERÍA. EL PRINCIPIO DE IGUALDAD
Y NO DISCRIMINACIÓN DE LOS INMIGRANTES
a)
Que el bien común que se defienda sea concretamente preferible a los bienes
o intereses individuales en cuyo disfrute interfiere.
b)
Que sea verdaderamente común, es decir, que beneficie a todos (o al mayor
número de) los miembros de la comunidad y que sea determinado por la
decisión, directa o indirecta, de todos (o la mayor parte de) estos miembros”.
Se atenta contra los derechos de los demás o del orden público cuando el fin de la
inmigración no es el de la búsqueda honesta de mejores condiciones de vida mediante el
trabajo regulado en el país receptivo
Se atenta contra el orden público y el bien común cuando los inmigrantes
trabajan clandestinamente no sometiéndose a la regulación laboral del país, y no
pagando impuestos para contribuir al progreso social se la sociedad que les acoge.
Cuando con ello se perjudica el orden económico y el normal desarrollo y progreso.
Cuando individual o colectivamente se hace del delito y la delincuencia el medio
de vida, creando bolsas de delincuencia, a veces organizada.
Cuando no se tiene ánimo de integración y de sometimiento a la legislación
correspondiente, o cuando se pretendan ejercitar supuestos derechos que atentan contra
la integridad física y moral de los nacionales.
3- Los deberes correlativos: El ejercicio de los derechos implica deberes
correlativos. En las situaciones descritas y otras muchas el enfrentamiento entre
derechos produce automáticamente la restricción del ejercicio de alguno de ellos. Y es
que del mismo modo que defendemos los derechos de los inmigrantes afirmamos unos
deberes correspondientes que supongan el respeto de los derechos de los nacionales y de
la sociedad que les acoge. Ello les impone unos deberes concretos que pueden fijarse en
los siguientes:
1º) El deber de acatar y respetar las leyes del país que les acoge.
2º) Ánimo y disponibilidad para la integración respetando las costumbres y la
cultura del país al que emigran.
3º) Colaboración y cumplimiento de las obligaciones cívicas (sociales, políticas,
sanitarias, fiscales…) para contribuir al progreso y no al retroceso en las conquistas
sociales de los países de acogida.
Concluyendo, a la cuestión de si tienen derechos los inmigrantes, responderemos
afirmativamente. Por lo que respecta a Derechos Humanos los mismos que los
individuos del país que les acoge – no puede haber diferencias-, pero sometidos siempre
a los límites que el propio ejercicio de los Derechos Humanos lleva consigo. Y también
sometidos al deber de respeto a las leyes y cultura del país al que emigran.
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