Octubre en el espejo

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Efemérides y accidente
El 17 de octubre suele ser revelador de escenarios políticos. Relato y
realidad a la hora de la alimentación y el transporte.
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Por Maristella Svampa | 20/10/2013 | 02:29
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Lealtad General Juan Domingo Perón | Foto: PABLO TEMES
Aun si la temporalidad argentina ya nos tiene acostumbrados, nadie podrá dudar que
ésta fue una semana cargada de vértigo político, con un plus que la hace más
surrealista, pura adrenalina, debido a la inminencia de las elecciones legislativas. Así,
transitamos de las noticias acerca de la progresiva recuperación de la Presidenta y el
silencio forzado del vicepresidente, al gravísimo atentado narco contra el gobernador
santafesino. Del accidente del gobernador de San Juan, aliado incontestable de la
Barrick Gold, a la re-confirmación del incremento de la producción de la pastera
Botnia, lo cual augura una exacerbación del discurso nacionalista, de ambos lados
del río. Del megaescándalo Cabandié, replicado en todos los medios y redes
sociales, al ruidoso debate televisivo entre los candidatos a senadores.
En medio de todo, transitamos dos efemérides importantes, uno harto celebrada a
nivel vernáculo, la otra, casi ignota para nuestro calendario nacional. Nos referimos al
Día de la Lealtad, celebrado el 17 de octubre, y al Día Mundial de la Soberanía
Alimentaria, conmemorado a nivel global el 16 de octubre. Ambos nos obligan a
detenernos en el presente argentino, pues aluden nada menos que a dos tópicos
centrales: peronismo y alimentación. O para decirlo en términos más realistas:
sistema de dominación y agronegocios.
Desde hace años, el 17 de octubre encuentra tantos festejos como corrientes y
expresiones tiene el peronismo. Los actos han servido para dividir aguas y establecer
posición acerca de quién representa el auténtico peronismo, y por ende, quién es el
heredero y jefe del mismo. Y en esto siempre hubo dos alineamientos. Para retomar
libremente a uno de nuestros máximos peronólogos, el investigador Juan Carlos
Torre, diremos que uno reivindica la épica fundacional del “peronismo permanente”, y
apuesta a honrar la memoria del creador, considerado como único líder del
movimiento, Juan Domingo Perón. El otro es representado por aquellos que apelan a
la épica del “peronismo contingente” y honran la figura del líder entronizado en el
presente: Menem, Duhalde, Kirchner, ahora Cristina (a la que muchos quisieran
menos contingente y más eterna).
Los momentos y los cruces siempre fueron complejos porque el peronismo es un
partido-movimiento esencialmente pragmático y versátil. Así, puede haber muchas
interpretaciones, desde el pejotismo puro hasta los que reivindican la esencia popular
del peronismo, citando la archiconocida frase acerca que “mi único heredero es el
pueblo”. Para estos últimos, bien vale apelar a la memoria histórica y recordar que,
con el triunfo de Perón, en 1946, el 17 de octubre, que iba a ser declarado Día del
Pueblo, finalmente fue consagrado por el Congreso de la Nación como Día de la
Lealtad. Y este pasaje del laborismo al peronismo devela el porvenir del movimiento,
con la figura del líder como clave de bóveda. En esta línea, este 17 de octubre fue
peculiar. Con la actual líder en convalecencia, augurando un fin de ciclo no querido,
pero inevitable, el ritual tuvo un carácter excepcional, pues parece haber servido para
ungir al líder-contingente sucesor del oficialismo en la figura de Scioli, colocando aun
más en el tembladeral las lealtades políticas, así como la pregunta indefectible sobre
cuál será el futuro del kirchnerismo y si éste logrará sobrevivir –y cómo– a la pérdida
de la jefatura del movimiento.
El otro aniversario tiene que ver con el día de la soberanía alimentaria, y es
conmemorado por militantes ambientales de todo el mundo. Este año el lema fue
“Nada que festejar”. Con mil millones de personas en el mundo que padecen hambre
crónica y otros mil millones de obesos, el actual modelo alimentario desnuda toda su
perversidad. Estamos malnutridos o, como titula su excelente libro la periodista
Soledad Barruti, Malcomidos. En nuestro país, pródigo en modelos de maldesarrollo,
hay cada vez más militantes de la soberanía alimentaria: vecinos, asambleas y
organizaciones sociales que reivindican un modelo alimentario fundado en la
soberanía productiva y nacional y no en la dependencia de la exportación de
commodities y de las transnacionales. La soja está en el centro de las críticas, y
éstas apuntan a corporaciones como Monsanto, Syngenta, Cargill, entre otras. Es así
que esta efeméride encontró a muchos vecinos y militantes en alerta y movilización
en uno de los principales centros del modelo sojero: Córdoba, barrio Malvinas
Argentinas, donde desde hace un mes se lleva a cabo un acampe en contra de la
instalación de una planta de producción de semillas de Monsanto, la más grande del
mundo, cuya construcción fue anunciada por la propia Presidenta. Semanas atrás
hubo un episodio de represión que incluyó detenidos y envió al hospital a Sofía
Gatica, una de las conocidas Madres del Barrio Ituzaingó. No hay licencia social y los
vecinos exigen estudios de impacto ambiental y la realización de una consulta
pública que garantice su derecho a decidir sobre el emplazamiento de dicha planta.
Hace unos días, Monsanto se mostró “disponible” a realizar una audiencia pública
“para informar a la población” mientras el municipio de Malvinas Argentinas y el
gobernador rechazan la posibilidad de que se aplique un derecho básico, la consulta,
previsto por nuestra Constitución.
Cuando estábamos cerrando esta nota, ayer, se registró un nuevo accidente de tren
en la Estación de Once, dejando un saldo de cuantiosos heridos. Aun si su magnitud
es mucho menor, lo sucedido nos remite al recuerdo del crimen social del 22 de
febrero de 2012, que costó la vida a 52 personas, y refrenda el hecho de que la
política del kirchnerismo en transporte, como en otros ámbitos, luego de diez años de
gobierno y después de haber alimentado las arcas de los empresarios amigos,
continúa siendo espasmódica, cosmética y de corto alcance. Una vez más, la
realidad contradice el relato progresista y volvemos a experimentar lo que significa
vivir en la precariedad, en una condición de incertidumbre constante, que de un
momento a otro, puede transformarnos en cuerpos sacrificables o desechables.
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