1 La Nación, 25 de octubre de 2011 El secreto del éxito electoral

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La Nación, 25 de octubre de 2011
El secreto del éxito electoral
¿Cuál es el secreto de los reiterados exitos electorales del peronismo? Probablemente
en que el peronismo es uno y muchos a la vez: en cada momento contiene al grupo
gobernante, a su oposición y hasta a una tercera opción. También ha sido muchas
cosas diferentes a lo largo de su rpolongada existencia, lo que lo hace irreductible a
las definiciones. Sabemos qué son “los” peronismos, pero no es claro que cosa es “el”
peronismo.
Puedo señalar algunos poco rasgos comunes. Siempre ha sido un movimiento popular,
o mejor “del pueblo”. Contiene a los sectores populares, pero también a empleados,
comerciantes, profesionales, empresarios o banqueros. Solo excluye a la “oligarquía”,
o a las “corporaciones” -como se dice hoy-, que son definidos en términos políticos:
los “contreras” o “destituyentes”. Basta apoyar al peronismo para que una
corporación ingrese al campo del pueblo.
Las otras marcas distintivas son centralmente políticas. El peronismo siempre ha
tenido poco aprecio por las instituciones, las formas. Las contrapuso con lo “real”, lo
sustantivo, a lo que las reglas deben amoldarse. “Salvo la ley de la gravedad, todo se
arregla”, suele decirse.
El peronismo es un movimiento democrático de líder. La soberanía popular es
entendida como un delegación del pueblo en su jefe, y una periódica ratificación, que
puede realizarse por la vía del sufragio o de la aclamación. Esa delegación transfiere al
líder la totalidad del poder, aunque la Constitución diga otra cosa. Reclamar por la
división de poderes o el control de gestión es “poner palos en la rueda”.
En el peronismo no se valora al individuo. No se integra de peronistas singulares, sino
de grupos de peronistas, organizados en cuerpos: sindicales, barriales, profesionales,
estudiantiles, de género. La “comunidad organizada” aspira a la articulación armónica
de esos cuerpos, diferentes pero no enfrentados, unidos por la doctrina y por el jefe.
El principio de jefatura se extiende a todos los niveles del movimiento. Quien ingresa
en la política empieza proclamando su voluntad de conducir. No valen ni antecedentes
familiares, ni cursus honorum. Al igual que entre los pastores evangelistas, la única
prueba requerida es la capacidad de ejercer ese liderazgo. Una suerte de
desregulación de la política, o quizás una versión del ideal decimonónico de la
“carrera abierta al talento”.
Por último. Quien ingresa a la vida política a través del peronismo aspira
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legítimamente a combinar el servicio público con el beneficio personal. Ciertamente,
no es el único movimiento político en que esto ocurre, pero lo que en otros se
practica en un contexto de censura o limitación moral, en el peronismo puede hacerse
dignamente. “Hacer una diferencia” no solo es un derecho, sino una prueba de su
eficacia como jefe, y una condición para sobrevivir en un contexto que, pese a la
proclamación de la lealtad, está dominado por el principio de la lucha por la vida.
Nos queda por averiguar si esta concepción de la política -respaldada una y otra vez
por amplias mayorías electorales- expresa el”ser nacional”, como sostienen sus
defensores, o resulta una cultura política que puede ser modificada. Muchos no
llegaremos a averiguarlo.
Luis Alberto Romero
Historiador
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