Sección B E X P R E S O UN ACTO HEROICO Miércoles 28 de Noviembre de 2007 Un cadete de la Policía Municipal logra salvarle la vida a un bebé 2B Editora: Angélica Uriarte Coeditor: Javier Quintero Coeditor gráfico: Iram Velarde Correo: [email protected] ◗ La comunicóloga Silvia Arvizu purga una condena de 20 años en el Cereso femenil de Hermosillo. Desde su encierro, con un talento extraordinario para captar las voces de su entorno, revela cinco testimonios de mujeres homicidas que EXPRESO lleva en exclusiva a sus lectores. ◗ Estos cinco textos se integran a otros nueve testimonios de homicidas hombres entrevistados por el periodista Carlos Sánchez. Los catorce textos forman el libro “Matar”, próximo a publicarse por la Universidad de la Ciudad de México. ◗ “Así es Lolita, directa” es la cuarta de las cinco historias que los lectores de EXPRESO encontrarán esta semana. ASI ita ES ol A T C E R I D YO SÉ CUÁNDO LA GENTE M ME TIENE I ED O ‘L e saqué gasolina al carro y la bañé con ella, luego le prendí fuego’, relata Por Silvia Arvizu No me da vergüenza decir que vengo por homicidio. Olvídate, corazón, yo te cuento todo, como cabronas que somos ¿qué no? No, mi amor, n’hombre qué esperanzas que yo oculte algo, jamás. Yo le pegué en su madre a una pinche vieja que ya me tenía hasta la madre y ni modo mi’jita, se lo merecía. Así es Lolita, clara, fuerte, directa, tiene los ojos más grandes que las manos y dura media hora en cada ojo para aplicarse sendas capas de rimel. Su estatura bajita no desentona con la fi gura curvilínea de sus caderas, con el pelo cortito como hombre y un fleco muy sexy en la frente. Atiende con una sonrisa amplia y muy limpia. Neta como ella sola, y directa, muy directa. -¿Por qué estás tan gorda, estás embarazada o así eres, panzona? ¿Te gustan las marimachas? Ah, yo pensé que sí -dice en tono de decepción después de la ametralladora de preguntas que le hizo a una interna que iba llegando. Perdóname mi’ja, pero es que así soy yo, no me gusta andar con rodeos, ni batallar, a lo que voy. Aquí algunas no ven bien eso, prefieren ser hipócritas, yo no, al grano, a veces hasta me tienen miedo por mi forma de ser. Yo sé cuándo la gente me tiene miedo, lo veo en los ojos y a veces hasta lo huelo, como ese día en que pasó todo lo que me trajo aquí. Yo estaba con mi bato, pues, en un hotel, dizque escondidos nosotros. Nos pusieron el dedo, yo sé, si pendeja no soy. Total, que llegó la esposa de él y nos agarró en la maroma, me insultó, me gritó un chingo de cosas y mientras yo me ponía la ropa, me agarró agachada y me zarandeó. Ah, pues no me hubiera tocado un pelo porque me prendió la mecha y la agarré yo también. Me puse como loca y le estrellé la cabeza contra el piso como cuarenta veces, te lo juro, y él nos separaba y yo la volvía a agarrar, en una de esas sí se me escapó y alcanzó a salir corriendo hasta el carro y se fue la muy méndiga y pues yo me subí al otro y la corretié. Aquel güey ya ni supe pa’dónde agarró. Total que yo la seguí, ella le metía la chancla al acelerador, como que quería llegar pronto al pueblo, pero le aplasté más duro y carro contra carro, como en las películas, le aventé el de ella en unos arbolitos de la orilla de la carretera y no tuvo más remedio que pararse. Me bajé en chinga y aunque quería meter reversa pa’irse, alcancé a agarrarla de los pelos y la saqué, mi niña, a punta de putazos, del carro. Tenía el pelo largo hasta la cintura y pues más pelada la tenía yo pa’ trapear con ella. Estaba bonita de la cara, morena clara, tal vez por eso cada vez que le veía el lunar junto a la boca, o la nariz respingadita, me daba más coraje y más le embarraba la cara en las piedras del monte donde estábamos. Aproveché que la vi medio desmayada ahí y, verás qué chistoso, como que me volví loca yo creo, porque me venían muchas cosas a la cabeza, muchas ideas muy extrañas, le hice caso solo a una: le saqué gasolina al carro y la bañé con ella y le prendí fuego. Se retorcía mi’ja, muy feo, en la tierra como queriendo apagarse y gritaba fuerte, fuerte, un grito así como desde adentro. Agarró vuelo Todas estábamos atónitas y con la piel chinita oyendo su relato. Aprovechando que no había clientela, agarró vuelo contándonos, pero al vernos amarillas con sus palabras, en tono serio, sin dejar de dibujar una sonrisa, nos dijo: -¿Qué, mi’jas, le sigo o ahí me quedo? ¿Mejor le paro, no? ¿Si no qué van a decir? Y luego mejor les cuento de cuando le puse una plancha caliente a una morra de aquí en la cara, está más curado porque me quiso ver la cara de pendeja, corazón. ¿Y cómo creen que me voy a dejar? Aquí entre más se agacha uno, más se lo pican, la neta mi’jita. Ángeles, absorta pero ansiosa de escuchar el final, le solicita continúe el relato anterior. -No manches pinche Lola, ¿te chingaste a la vieja o qué? -Sí, mi’ja, pero verás cómo batallé. Se quemó toda y todavía de pilón un ojo se le quedó abierto y me veía, mi’ja, con ese ojo me veía la culera. Se lo pisé dos o tres veces y nada, no lo cerraba, mi niña, la muy hija de su p... madre, no lo cerraba. Y luego que oigo un carro que viene en la carretera, era el pinche chivo de mi bato, bueno, el bato de la vieja que venía en el carro. ¿Adivina con quién mi’ja? Con mi apá, él mismo fue por mi apá, mi mismo apá me entregó ¿Qué loco, no? Sorprendidas aún por la naturalidad con la que Lolita cuenta su historia, tratamos de averiguar un poco más de su vida, de su niñez. -Lolita, pero, cuando eras niña, ¿alguien te hizo daño? ¿O que pasó? ¿Viste mucha violencia en tu casa? ¿O veías mucha tele? ¿Qué sentiste cuando hiciste eso? ¿No tienes remordimientos? -Mi niña, a mí no me vengas con esas preguntas de sicología y esas cosas, no me gustan esas mamadas, ni las siquiatras de aquí pudieron sacarme nada. Fui feliz de niña, nadie me pegó, nadie me violó, no tengo cargos de conciencia ni tengo pesadillas ni oigo voces ni esas pendejadas, simplemente a mí nadie me insulta y nadie me ve la cara, ¿cómo ves? Ah, atinamos a decir. Y luego siguió vendiendo. Una soda, unos cigarros sueltos, un puré de tomate y una cura de café de las de a peso. No fío (le dijo a una recién llegada), porque si te fío y no me pagas te voy a partir en tu madre y pa’ que yo te chingue, ¿tú jodida y yo en el hoyo? Así es Lolita, directa, sin rodeos, sincera a más no poder y tan real como el rimel, arriba de la hielera de la Pepsi que sirve como mostrador del puesto en el que trabaja.