DOMINGOS DEL CICLO “B” - Monasterio Benedictino Santa María

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DOMINGOS DEL CICLO “B”
ADVIENTO
DOMINGO 1º
«En aquel tiempo dijo Jesús: “Tengan cuidado y estén prevenidos,
porque no saben cuándo llegará el momento. Será como un hombre
que se va de viaje, deja su casa al cuidado de sus servidores, asigna
a cada uno su tarea, y recomienda al portero que permanezca en
vela. Estén prevenidos, entonces, porque no saben cuándo llegará el
dueño de casa, si al atardecer, a medianoche, al canto del gallo o
por la mañana. No sea que llegue de improviso y los encuentre
dormidos. Y esto que les digo a ustedes, lo digo a todos: ¡Estén
prevenidos!”» Mc 13,33-37
«Anunciamos la venida de Cristo, pero no solamente la primera, sino también la
segunda, más gloriosa que la primera. La primera lleva el signo de la paciencia,
en cambio la segunda lleva la corona del reino divino. Como en la mayoría de los
casos, en Nuestro Señor Jesucristo todas las cosas son dobles: hay un doble
nacimiento, el primero es el de Dios, antes de todos los siglos, y el otro el de la
Virgen, en la plenitud de los tiempos. Hay dos descensos: uno oscuro y callado,
como sobre lana; el otro manifiesto, que es el que va a venir. En la primera
manifestación, fue envuelto en pañales en el pesebre; en la segunda llevará la
luz como un manto. En la primera, soportó la cruz, sufriendo el desprecio y la
ignominia; en la segunda vendrá glorificado llevando como séquito el ejército de
los ángeles.
Por eso no nos detenemos en la primera venida, sino que esperamos la segunda.
Y si en la primera hemos dicho: “Bendito el que viene en nombre del Señor” (Mt
21,9), también en la segunda diremos lo mismo, para que saliendo al encuentro
del Señor con todos los ángeles, lo adoremos aclamando: “Bendito el que viene
en nombre del Señor”»1.
TIEMPO DE IMPREVISTOS
Sabemos que nuestro Dios es el Dios de los imprevistos. La muestra
más clara la tenemos en el acontecimiento de la Resurrección de
Jesucristo en la noche pascual. Pero estos imprevistos se suceden y
1
San Cirilo de Jerusalén, Catequesis XV,1 (trad. en: San Cirilo de Jerusalén. Catequesis, Buenos Aires, Eds.
Paulinas, 1985, p. 208 [Col. Orígenes cristianos, 2]). Se ignora la fecha de su nacimiento, probablemente en los años
314 ó 315. Cirilo debe haber nacido en la misma ciudad de Jerusalén o en sus alrededores. Pertenecía al clero de la
diócesis de Jerusalén. En el año 343 fue ordenado presbítero por Máximo, el obispo de Jerusalén que lo hizo su
colaborador. Desempeñaba su ministerio sacerdotal en la Iglesia de Jerusalén cuando en el año 348 fue elegido
obispo de esa misma Iglesia. Tres veces debió abandonar su sede episcopal para marchar al destierro. La primera vez
fue en el año 357, cuando un concilio reunido en Jerusalén por el obispo Acacio y compuesto por arrianos lo privó de
su sede y lo envió al destierro. Nuevamente fue desterrado en el año 360, pero también por poco tiempo. En el año
367 lo desterró el emperador Valente, y esta vez su alejamiento se prolongó por unos once años, regresando a
Jerusalén recién en el año 378. Después del retorno de su último destierro participó en el Segundo Concilio
Ecuménico, el II de Constantinopla. Murió en su sede en el año 386. Tanto la Iglesia de Oriente como la de Occidente
celebran su fiesta el 18 de marzo, que es el día de su fallecimiento. Además de las Catequesis, su obra principal, se
conservan una carta al emperador Constancio y una homilía sobre el paralítico de Juan 5 (Rivas, op. cit., pp. 5-6).
se seguirán sucediendo en nuestra historia y en la historia de la
humanidad.
Esto es lo que nos recuerda de manera especial, el texto evangélico
de este domingo, con el que se inicia el Tiempo de Adviento.
Hoy en día en nuestra sociedad, el tema de la vigilancia es
prioritario. Por eso, no nos cuesta mucho entender el mensaje que el
evangelio procura transmitir. Nos encontramos ante una actitud
fundamental de la espiritualidad cristiana, que podríamos ilustrar
con el viejo aforismo médico: “prevenir es curar”.
¿Qué significa para nosotros vigilar y estar despiertos?
En la Biblia el estar dormido, es sinónimo de embotamiento frente
los valores del espíritu y de insensibilidad ante el compromiso
concreto que ellos nos traen aparejados.
Se trata pues de curarnos en salud, es decir, de despertar y
recuperar la conciencia de sentirnos responsables de nuestra propia
interioridad, y de ese gran espacio libre, de esa casa de todos, que es
nuestra iglesia.
En el “alerta rojo” de las palabras del Señor en el monte de los
Olivos, encontramos expresado y resumido el mensaje del Adviento:
“¿Porqué están durmiendo? Levántense y oren, para no caer en la
tentación” (Lc 22,46).
El Adviento también es tiempo de visitas de profetas, que como
Isaías y Juan el Bautista, vienen a anunciarnos una nueva llegada del
Señor. Ellos, oportuna e inoportunamente, nos llaman con
insistencia a despertarnos, a convertirnos, a frotarnos los ojos para
poder contemplar con mirada transparente, el milagro de la
Navidad.
DOMINGO 2º
«Comienzo de la Buena Noticia de Jesucristo, el Hijo de Dios. Como
está escrito en el Libro del profeta Isaías: Voy a enviar a mi
mensajero delante de ti para prepararte el camino. Una voz grita
en el desierto: Preparen el camino del Señor, allanen sus senderos,
así se presentó Juan el Bautista en el desierto, anunciando un
bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la
gente de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él, y
se hacían bautizar en las aguas del Jordán, confesando sus
pecados.
Juan tenía una túnica de pelos de camello y un cinturón de cuero, y
se alimentaba con langostas y miel silvestre. Y predicaba, diciendo:
“Después de mí vendrá el que es más poderoso que yo, y yo ni
siquiera soy digno de ponerme a sus pies para desatar la correa de
sus sandalias. Yo los he bautizado a ustedes con agua, pero él los
bautizará con el Espíritu Santo”» Mc 1,1-8
«(...) El Señor quiere encontrar una senda por donde pueda entrar en sus
corazones y caminar por ellos. Prepárenle este camino del que se ha dicho:
tracen una calzada recta. La voz clama: En el desierto abran camino (Is 40,3).
Esta voz llega primeramente a los oídos y luego con ella la palabra penetra el
entendimiento. En este sentido fue Cristo anunciado por Juan.
Veamos pues lo que anuncia la voz a propósito de la Palabra. Abran, dice la voz,
un camino al Señor (Is 40,3). ¿Qué camino vamos a abrirle al Señor? ¿Es un
camino material? Pero, ¿acaso la Palabra de Dios puede servirse de tal camino?
¿No sería necesario más bien preparar al Señor un camino interior y trazar en
nuestro corazón sendas derechas y seguidas? Sí, ese es el camino por el cual
entra la Palabra de Dios para instalarse en el corazón humano capaz de
recibirla.
¡Qué grande es el corazón del hombre! ¡Qué anchura y qué capacidad, con tal
que sea puro! (...)
(...) Prepara un camino al Señor por medio de una buen conciencia, allana la
senda para que la Palabra de Dios marche por ti sin tropiezos y te conceda el
conocimiento de sus misterios y de su venida»2.
UNA GEOGRAFÍA ESPIRITUAL
Juan el Precursor fue un auténtico “fronterizo”. Pasó su vida en la
frontera del desierto, en los límites con la Palestina, al borde del río
Jordán, y viviendo una geografía espiritual. Desde ella bautizaba y
llamaba con insistencia a la conversión del corazón.
¿Pero qué es la conversión? La conversión es un viaje de vuelta, un
permanente retomar el seguimiento de Cristo.
2
Orígenes, Homilía 21 sobre san Lucas; PG 13,1855-1856; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo,
Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, A 21. Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo, a pedido
de su obispo, de la escuela catequética de Alejandría. En torno al 216, se instaló en Cesarea de Palestina, donde el
obispo del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años. Durante
la persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los tormentos
sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre los
escritores de lengua griega. Su producción literaria es abundante.
Muchos piensan ingenuamente, que uno se convierte por “decreto
ley” de “necesidad y urgencia”, y de una vez para todas. No sucede
siempre así.
Tenemos que tener en cuenta que la conversión es una gracia que
Dios nos regala. El desearla, el pedirla, y el recibirla es pura
gratuidad.
El espíritu de conversión, lo necesitamos todos cada día. No
podemos guardarlo celosamente como quien compra un paquete de
yerba.
Convertirnos significa volver a empezar a practicar las virtudes y a
combatir los vicios de nuestra débil naturaleza humana. Pero todo
esto, en un clima navideño de alegre expectativa, como cuando
preparamos la fiesta en la que recibiremos la visita de nuestro mejor
amigo.
DOMINGO 3º
«Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino
como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos
creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz.
Éste es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron
sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: “¿Quién
eres tú?”. Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: “Yo no
soy el Mesías”. “¿Quién eres, entonces?”, le preguntaron: “¿Eres
Elías?”. Juan dijo: “No”. “¿Eres el Profeta?”. “Tampoco”, respondió.
Ellos insistieron: “¿Quién eres, para que podamos dar una
respuesta a los que nos han enviado? Qué dices de ti mismo?”. Y él
les dijo: “Yo soy una voz que grita en el desierto: Allanen el camino
del Señor, como dijo el profeta Isaías”.
Algunos de los enviados eran fariseos, y volvieron a preguntarle:
“¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el
Profeta?”. Juan respondió: “Yo bautizo con agua, pero en medio de
ustedes hay alguien al que ustedes no conocen: Él viene después de
mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia”. Todo
esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan
bautizaba» Jn 1,6-8. 19-28
«Es difícil discernir entre la palabra y la voz; por eso se tomó a Juan por Cristo.
Se creyó que la voz era la palabra, pero, para no hacerle agravio, la voz reconoció
lo que era. Yo no soy, dijo, ni Cristo, ni Elías, ni el Profeta (Jn 1,20-21). Le
replicaron: “¿Quién eres, pues?”. Yo soy la voz del que clama en el desierto:
Preparen el camino del Señor. La voz del que clama en el desierto es la voz que
rompe el silencio. Preparen el camino del Señor, como si dijese: Mi sonido es
para introducirles la Palabra en el corazón. Pero no se dignará venir a donde yo
quisiera introducirla, si ustedes no preparan el camino. ¿Qué significa: Preparen
el camino, sino suplicarle como conviene? ¿Qué significa: Preparen el camino,
sino que tengan humildes pensamientos? Tomen a Juan por modelo de
humildad. Se le confunde con Cristo, pero él proclama que no es el que ellos
piensan; no acepta el error ajeno para su propia gloria. Si hubiese dicho: “Yo soy
Cristo”, le habrían creído fácilmente, pues antes de que él lo dijera ya creían en
ello. Pero no lo dijo; reconoce lo que es, dice lo que no es, se humilla a sí mismo.
Vio claramente dónde estaba su salvación: comprendió que era la lámpara y
temió que la apagase el soplo de la soberbia»3.
SEMÁFOROS DE DIOS
En las ciudades de nuestros días, resulta familiar contemplar en sus
calles y esquinas, los semáforos. Ubicados para regular el tránsito, y
con sus característicos colores: verde, amarillo y rojo, forman parte
3
San Agustín de Hipona, Sermón 293,3 (pronunciado en Cartago, el año 413); Obras completas de san Agustín, t.
XXV, Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1984, pp. 188-189 (BAC 448). Trad. en: Lecturas cristianas para
nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, N 23. Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año
354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año
387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el
pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su
coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
de la geografía urbana. Son signos orientadores, que alertan y
ayudan a conducir correctamente, evitando la posibilidad de
accidentes que afecten a los conductores y repercutan en terceros.
Juan Bautista el Precursor vino a ser testigo de la luz. A señalar los
caminos del Señor, en un mundo oscurecido y despistado, en el que
se necesitaba proclamar una serie de verdades que marcaran el
tránsito correcto de nuestro peregrinaje hacia Dios.
Su misión consistió en recordar a sus oyentes un código de conducta
moral y religiosa, sin el cual no era posible abrirse a la venida del
Mesías. Él venía a allanar el camino que desembocaba en el misterio
de la Navidad: una genuina experiencia de salvación.
Y este mensaje lo viene repitiendo hasta el día de hoy. No es posible
meditar seriamente en el clima espiritual navideño, sin un sincero
deseo de conversión.
El concepto superficial y sensiblero de una Navidad consumista,
puede en vez de ayudarnos, llegar a distraernos y a dificultarnos el
encuentro con el Niño con corazón de Dios.
Entonces, ¿cómo hacer nosotros para ir preparando el camino del
Señor, como otros Juan el Bautista?
Tendremos que asumir como él lo hizo, el rol de semáforos de Dios,
de testigos de Jesús, en un mundo errático y disperso.
Contribuiremos así con nuestras pequeñas luces verdes de
esperanza, a que un mundo que ha perdido el rumbo, por no haber
respetado la luz roja en el camino, recupere la alegría de la
salvación.
DOMINGO 4º
«En el sexto mes, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad
de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen que estaba
comprometida con un hombre perteneciente a la familia de David,
llamado José. El nombre de la virgen era María. El Ángel entró en
su casa y la saludó, diciendo: “¡Alégrate!, llena de gracia, el Señor
está contigo”. Al oír estas palabras, ella quedó desconcertada y se
preguntaba qué podía significar ese saludo. Pero el Ángel le dijo:
“No temas, María, porque Dios te ha favorecido. Concebirás y
darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús; él será grande y
será llamado Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de
David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre y su
reino no tendrá fin”. María dijo al Ángel: “¿Cómo puede ser eso, si
yo no tengo relaciones con ningún hombre?”. El Ángel le respondió:
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te
cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado
Hijo de Dios. También tu parienta Isabel concibió un hijo a pesar de
su vejez, y la que era considerada estéril, ya se encuentra en su
sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios”. María dijo
entonces: “Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que
has dicho”.Y el Ángel se alejó» Lc 1,26-38
«Hoy han oído al ángel hablar con una mujer sobre la redención del hombre.
Escucharon que se trataba de devolverle la vida al hombre, recorriendo aquel
mismo camino por el cual había caído en la muerte.
Y así, el ángel conversaba con María sobre la salvación, porque otro ángel había
hablado con Eva sobre la perdición.
Oyeron al ángel construir con un arte inefable el templo de la divina majestad
con el barro de nuestra carne.
Escucharon que Dios, en un incomprensible misterio, habita sobre la tierra,
mientras el hombre es colocado en el cielo.
Han oído cómo, de forma inexplicable, Dios y el hombre se unen en un solo
cuerpo.
Oyeron que por medio de una orden angélica, la frágil naturaleza de nuestra
carne recibe la fuerza necesaria para llevar, toda entera, la gloria de la divinidad.
En fin, para que la sutil arena de nuestro cuerpo no sucumbiese en María bajo
semejante peso, y para que en la Virgen, que debía llevar el fruto de todo el
género humano, no se rompiese la tierna vara, he aquí que el ángel, a fin de
alejar el temor, se presenta y dice: “No temas, María” (Lc 1,30)»4.
LA REINA DEL ADVIENTO
El Adviento nos visita al final de la primavera e inicios del verano,
con un trasfondo de flores, de perfumes y de rumor de pájaros, que
4
San Pedro Crisólogo, Sermón 142,1; PL 52, 579B-C. La vida de Pedro, arzobispo de Ravena (Italia), llamado desde
el siglo IX: Crisólogo (= Palabra de oro), permanece bastante oscura. Nació en Imola hacia 380. Entre 425 y 429, con
seguridad antes de 431, fue nombrado metropolita de Ravena. En 445 asistió al fallecimiento de Germán de Auxerre.
Tres o cuatro años después escribió a Eutiques (+ 454?), archimandrita de Constantinopla, que había acudido a él
después de su condena por parte de Flaviano (+ 449), y lo invitó a someterse a las decisiones del papa León Magno
(440-461). Falleció entre 449 y 458, probablemente el 3 de diciembre de 450, tal vez en Imola. Se le atribuyen
actualmente una Carta y unos ciento ochenta y tres Sermones.
prestan el marco adecuado para celebrar en la alegría, una
verdadera liturgia de la vida.
Adviento es un tiempo femenino. En las lecturas bíblicas previas a la
Navidad, desfilan distintas mujeres que se preparan a ser madres.
Algunas de edad avanzada, como Isabel; otras estériles, como las
madres de Sansón y de Samuel.
Es todo un entorno femenino, que con fragancia a jazmines
florecidos, centra la escena en la figura de María, la reina del
Adviento. Aquella que le dijo al indio Juan Diego: “Acaso, yo no soy
tu madre, ¿no soy la fuente de tu alegría?; ¿tienes necesidad de
alguna otra cosa?”.
Esta dimensión femenina, le da a esta última semana una dimensión
muy especial, la de una madre que está por dar a luz. Después
vendrá el tiempo navideño, en que nuestra atención se desplazará
hacia el Niño recién nacido.
En nuestras latitudes, llegando al fin del año, un ambiente de
cansancio y nerviosismo conspira contra el espíritu del Adviento.
Tendremos que rescatar su dimensión contemplativa.
En medio de sueños, silencios y misterios, como los que vivieron
José y María, la esperanza lo madura, y lo convierte en tiempo de
acogida y de escucha receptiva al don de un Dios que salva.
NAVIDAD
NATIVIDAD DEL SEÑOR
NOCHEBUENA
«Apareció un decreto del emperador Augusto, ordenando que se
realizara un censo en todo el mundo. Este primer censo tuvo lugar
cuando Quirino gobernaba la Siria. Y cada uno iba a inscribirse a
su ciudad de origen.
José, que pertenecía a la familia de David, salió de Nazaret, ciudad
de Galilea, y se dirigió a Belén de Judea, la ciudad de David, para
inscribirse con María, su esposa, que estaba embarazada.
Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; y
María dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo
acostó en un pesebre, porque donde se alojaban no había lugar
para ellos.
En esa región acampaban unos pastores, que vigilaban por turno
sus rebaños durante la noche. De pronto, se les apareció el Ángel
del Señor y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Ellos
sintieron un gran temor, pero el Ángel les dijo: “No teman, porque
les traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo:
Hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el
Mesías, el Señor. Y esto les servirá de señal: encontrarán a un niño
recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre”. Y
junto con el Ángel, apareció de pronto una multitud del ejército
celestial, que alababa a Dios, diciendo: “¡Gloria a Dios en las
alturas, y en la tierra paz a los hombres amados por Él!”» Lc 2,1-14
«Dios en la tierra, Dios entre los hombres. Ya no es aquel que proclama su ley
en medio de relámpagos, al son de trompetas sobre la montaña humeante,
desde el interior de la oscuridad de una terrible tormenta, sino el que con
dulzura y bondad en cuerpo humano conversa con sus hermanos de raza. ¡Dios
en la carne! Ya no es el que actúa en ocasiones, como con los profetas, sino el
que asume plenamente la naturaleza humana y, por medio de su carne que es la
de nuestra raza, eleva a sí a toda la humanidad.
(...) Llénate de este misterio: Dios vino en carne para matar a la muerte que se
oculta en ella. De la misma manera que los remedios y las medicinas triunfan de
los factores de corrupción, cuando son asimilados por el cuerpo, y de la misma
manera que la oscuridad que reina en una casa se disipa con la entrada de la luz,
así la muerte que tenía en su poder a la naturaleza humana fue aniquilada con la
llegada de la divinidad. Lo mismo que en el agua el hielo se forma a costa de ella
mientras es de noche y se extiende la oscuridad, pero se disuelve al salir el sol,
por el calor de sus rayos: así la muerte reinó hasta la llegada de Cristo; pero
cuando apareció la gracia salvadora de Dios y se elevó el Sol de justicia, la
muerte fue absorbida por esta victoria, no habiendo podido soportar la
coexistencia con la vida verdadera. ¡Oh profundidad de la bondad de Dios y de
su amor a los hombres!...
Cantemos gloria con los pastores, bailemos a coro con los ángeles porque hoy
nos ha nacido un Salvador, que es Cristo Señor (Lc 2,11). Es el Señor que se nos
apareció, no en su condición divina, para no espantar nuestra debilidad, sino en
la condición de esclavo, para liberar al que estaba reducido a servidumbre.
¿Quién tendrá un corazón tan bajo y tan ingrato como para no gozar y saltar de
alegría por lo que sucede? Es una fiesta común de toda la creación... Nosotros
también proclamamos nuestra alegría; a nuestra fiesta le damos el nombre de
teofanía. Festejemos la salvación del mundo, el día en que nace la
humanidad»5.
NOCHE DE REGALOS
Hoy nos ha nacido un Salvador, que nos sonríe con: ¡rostro de Niño
y corazón de Dios!
La Nochebuena es la noche de los niños y de los que han venido
esperando su llegada con corazón de niños.
Es la noche de los que hemos venido preparando el pobre pesebre de
nuestro corazón. No teniendo otra cosa que ofrecerle más que pasto.
Por eso, es la noche de los pobres, que agradecen recibiendo la
salvación; porque saben que la gloria de Dios es el pobre.
Es la noche de los que vigilan despiertos, porque no pueden dormir.
De los niños de la calle, de los enfermos, de los presos, de los
desesperados y de los marginados.
Pero, sobre todo, la Nochebuena, ¡es la noche de los regalos! “¡Dime
qué regalas, y te diré quién eres!”.
Cada uno de nosotros se manifiesta por lo que regala. A Dios le pasa
lo mismo. No solo nos hace un gran regalo, sino que se nos regala en
la persona de su Hijo muy querido, que se nos presenta como un
niño envuelto en pañales y con aroma de pesebre.
Es un regalo difícil de rechazar. ¡Quién rechaza a un niño, por más
que sepa que ese Niño le cambiará la vida!
DÍA DE NAVIDAD
«Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y
la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no
se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina
a todo hombre.
5
San Basilio Magno, Homilía para el nacimiento de Cristo, 2.6; PG 31,1459-1462. 1471-1474; trad. en: Lecturas
cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, B 14. Nació Basilio hacia el 329/330.
Realizó luego brillantes estudios en la ciudad de Cesarea y, más tarde, en Constantinopla y Atenas. En esta última
conoció al que será el amigo de su vida: Gregorio, hijo del obispo de Nacianzo. Bastante probablemente hacia el 356
efectuó un viaje de reflexión y estudio por los centros monásticos de Egipto y Siria, donde se hallaba en plena
formación “el fenómeno” monástico. En el 358 recibió el bautismo y se retiró a un lugar apartado del Ponto. En 370
el pueblo fiel lo proclama obispo de Cesarea de Capadocia, a pesar de la oposición de algunos obispos de la región y
de una buena parte del clero. Despliega entonces una intensa actividad caritativa, recurriendo incluso a sus bienes
personales y familiares. Murió el 1º de enero del año 379. Se lo llama Magno, el Grande, para distinguirlo de otros
“Basilios” de su tiempo que no tuvieron su sabiduría de doctrina y mérito de vida.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y
el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que
la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de
llegar a ser hijos Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la
voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros
hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo
único, llena de gracia y de verdad» Jn 1,1-5. 9-14
«(...) La fiesta de este día renueva en nosotros la venida al mundo de Jesús,
nacido de la Virgen María. Mientras adoramos el nacimiento de nuestro
Salvador, celebramos a la vez nuestros propios orígenes. El nacimiento de Cristo
constituye realmente el origen del pueblo cristiano, y el aniversario del
nacimiento de la cabeza es también el aniversario del cuerpo. Es verdad que
cada uno es llamado a su debido tiempo y que todos los hijos de la Iglesia se
suceden en épocas diferentes. Sin embargo, la totalidad de los fieles, nacida de
la fuente bautismal -crucificada también con Cristo en su pasión, resucitada en
su resurrección, colocada a la derecha del Padre en su ascensión- ha nacido
también con Cristo en su natividad. Todo creyente regenerado en Cristo,
cualquiera que sea la región del mundo en que habita, rompe con el hombre
viejo y, renaciendo, se convierte en un hombre nuevo. En adelante no forma ya
parte de la descendencia de su padre según la carne; pertenece a la raza del
Salvador, que se ha hecho hijo del hombre para que nosotros podamos ser hijos
de Dios. Si Él no hubiera bajado hasta nosotros por su humillación, nadie
hubiera sido capaz de llegar a Él por propios méritos.
(...) La gracia del Padre no ha adoptado como herederos a los hombres de la
discordia, sino a los que participan de los mismos sentimientos y del mismo
amor. Los que han sido modelados de nuevo según la única imagen, deben tener
un espíritu unánime. El nacimiento del Señor es el nacimiento de la paz»6.
LUZ Y SONIDO
Cuando uno se encuentra sumergido en un ambiente oscuro, pierde
la noción de la distancia y la del tiempo. Pero al accionar la llave
eléctrica e iluminarse el recinto, todo cambia con la luz. En realidad,
nada ha cambiado, las cosas siguen siendo las mismas, pero han
adquirido una nueva dimensión.
Esto mismo se puede comprobar en los espectáculos llamados: “luz y
sonido”. Con la iluminación y comentarios vocales y musicales, se
recrean ambientes geográficos, históricos y culturales.
6
San León Magno, Sexto sermón de Navidad, 1. 2. 5; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed.
Apostolado de la Prensa, 1972, B 3. León, que ostenta el título de Grande (Magno), sobre todo por su contribución
teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de Roma entre 440 y 461, en
el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje de las invasiones bárbaras.
León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo de Roma ocupó una
posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de Roma y, por medio de
sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su comunidad en la celebración de
los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la vez que procuró preservar a sus
fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún años de pontificado arduo y
difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas.
Todo esto resulta una vaga y pálida imagen, de lo que nos viene a
narrar en esta Navidad, el prólogo de san Juan.
El prólogo de san Juan, es un grandioso espectáculo cósmico de “luz
y de sonido”. Nos quiere hacer reinterpretar la historia de la
humanidad, desde Cristo, la Palabra encarnada y Luz del mundo.
Por eso, al celebrar el misterio de la Encarnación y al recibir su
luminoso mensaje, nuestra vida entona con vibrante tono festivo, un
cántico nuevo. Porque:“Por la entrañable misericordia de nuestro
Dios, nos visita el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que
viven en tinieblas y sombras de muerte”.
DOMINGO DENTRO DE LA OCTAVA DE NAVIDAD
SAGRADA FAMILIA DE JESÚS, MARÍA Y JOSÉ
«Cuando llegó el día fijado por la Ley de Moisés para la
purificación, llevaron al niño a Jerusalén para presentarlo al
Señor, como está escrito en la Ley: “Todo varón primogénito será
consagrado al Señor”. También debían ofrecer en sacrificio un par
de tórtolas o de pichones de paloma, como ordena la Ley del Señor.
Vivía entonces en Jerusalén un hombre llamado Simeón, que era
justo y piadoso, y esperaba el consuelo de Israel. El Espíritu Santo
estaba en él y le había revelado que no moriría antes de ver al
Mesías del Señor. Conducido por el mismo Espíritu, fue al Templo, y
cuando los padres de Jesús llevaron al niño para cumplir con él las
prescripciones de la Ley, Simeón lo tomó en sus brazos y alabó a
Dios, diciendo: “Ahora, Señor, puedes dejar que tu servidor muera
en paz, como lo has prometido, porque mis ojos han visto la
salvación que preparaste delante de todos los pueblos: luz para
iluminar a las naciones paganas y gloria de tu pueblo Israel”. Su
padre y su madre estaban admirados por lo que oían decir de él.
Simeón, después de bendecirlos, dijo a María, la madre: “Este niño
será causa de caída y de elevación para muchos en Israel; será
signo de contradicción, y a ti misma una espada te atravesará el
corazón. Así se manifestarán claramente los pensamientos íntimos
de muchos”. Había también allí una profetisa llamada Ana, hija de
Fanuel, de la familia de Aser, mujer ya entrada en años, que,
casada en su juventud, había vivido siete años con su marido.
Desde entonces había permanecido viuda, y tenía ochenta y cuatro
años. No se apartaba del Templo, sirviendo a Dios noche y día con
ayunos y oraciones. Se presentó en ese mismo momento y se puso a
dar gracias a Dios. Y hablaba acerca del niño a todos los que
esperaban la redención de Jerusalén. Después de cumplir todo lo
que ordenaba la Ley del Señor, volvieron a su ciudad de Nazaret, en
Galilea. El niño iba creciendo y se fortalecía, lleno de sabiduría, y
la gracia de Dios estaba con él» Lc 2,22-40
«No sólo los ángeles y los profetas, los pastores y los parientes, sino también los
ancianos y los justos aportan su testimonio en el nacimiento del Señor. Toda
edad, uno y otro sexo, los acontecimientos milagrosos dan fe: una Virgen
engendra, una estéril da a luz, un mudo habla, Isabel profetiza, el mago adora, el
niño encerrado en el seno materno salta de gozo, una viuda da gracias y un justo
espera. Con razón se le llama justo, pues no aguardaba su propia gracia, sino la
del pueblo, deseando por su parte ser librado de los lazos de este cuerpo frágil,
pero esperando ver al Mesías prometido; pues él sabía que eran dichosos los
ojos que lo verían (Lc 10,23).
Considera a este justo, encerrado, por así decirlo, en la prisión de este cuerpo
pesado y que desea librarse de él para comenzar a estar con Cristo: pues es
mucho mejor ser librado de él y estar con Cristo (Flp 1,23). Pero el que quiere
ser librado ha de venir al templo, ha de venir a Jerusalén, esperar al Ungido del
Señor, recibir en sus manos la Palabra de Dios y como estrecharla en los brazos
de su fe. Entonces él será liberado y no verá la muerte, habiendo visto la vida.
Considera qué abundancia de gracias ha derramado sobre todos el nacimiento
del Señor y cómo la profecía ha sido negada a los incrédulos, pero no a los
justos. He aquí que Simeón profetiza que nuestro Señor Jesucristo ha venido
para la ruina y resurrección de muchos, para hacer entre los justos e injustos el
discernimiento de los méritos y, según el valor de nuestros actos, como juez
verdadero y justo decretar suplicios y premios»7.
EVALUANDO MISTERIOS
El Adviento nos ha contado la historia de una madre embarazada y
nos ha hablado de un esposo fiel que estuvo firme junto a ella. En la
Navidad acabamos de celebrar el nacimiento de un niño que es el
Hijo de Dios. Ahora, la liturgia de la iglesia, los reúne a los tres en
esta fiesta de la Sagrada Familia.
Ellos se han constituido en figura emblemática para las familias
cristianas, que siguiendo su ejemplo, tendrían que convertirse en
célula vital de la sociedad y en verdadera reserva espiritual de la
humanidad.
Pero no hay que confundir esta celebración, con “los posters”
edulcorados y artificiales, con que se nos ha querido presentar
muchas veces a la Sagrada Familia.
Nada de eso. Nos encontramos frente a tres protagonistas que
comparten un misterio de salvación, que a la luz de las profecías de
los ancianos Simeón y Ana, no excluye la incomprensión y la
contradicción. Aceptado todo desde la libertad y desde el respeto por
el misterio del otro, y dentro de un espacio de íntima comunión con
Dios y de estrecha participación entre ellos.
Contemplemos brevemente algunas características de esta singular
familia.
José: el padre adoptivo de Jesús. Hombre cabal y soñador. No lo
engendró. Pero desde su elocuente silencio, lo reconoció y le otorgó
a Jesús identidad de hijo. Y esto, asumido desde el evangelio de su
vida, expresado en gestos y en palabras de amor.
Jesús: el portador del insondable misterio de nuestra salvación.
Pasó toda su vida en función del proyecto y la voluntad su Padre,
creciendo en el libre compromiso de una obediencia madura.
María: reflejo del rostro materno de Dios, aportó como toda madre,
la cercanía de un Dios que había realizado maravillas en su vida.
Acariciando con su sonrisa luminosa, el alma de sus seres queridos,
y recorriendo con la fortaleza de la fe, una vida que fue: ¡un rosario
de misterios!
7
San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, 2,58-60 (trad. en: Obras de san Ambrosio, I,
Madrid 1966, p. 120 [BAC 257]). San Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la
carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente
para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió la ordenación episcopal, probablemente, el 7 de diciembre de 374 (o
el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Fue un modelo de pastor solícito
totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
OCTAVA DE NAVIDAD
SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS
«En aquel tiempo, los pastores fueron rápidamente y encontraron a
María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. Al verlo,
contaron lo que habían oído decir sobre este niño, y todos los que
los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.
Mientras tanto, María conservaba estas cosas y las meditaba en su
corazón. Y los pastores volvieron, alabando y glorificando a Dios
por todo lo que habían visto y oído, conforme al anuncio que
habían recibido.
Ocho días después, llegó el tiempo de circuncidar al niño y se le
puso el nombre de Jesús, nombre que le había sido dado por el
Ángel antes de su concepción» Lc 2,16-21
«Mientras morabas en mí,
estuviste dentro de mí y fuera de mí;
luego que te di a luz,
tu poder escondido
fue visible cerca de mí.
Estás en mí y fuera de mí:
asombras a tu madre...
Tú, ¡Niño!, no eres sólo hombre,
y no me atrevo a cantarte una canción simple y común;
pues tu concepción
es como ninguna otra,
y tu nacimiento es un milagro,
¿quién, sin inspiración, puede alabarte con cantar de salmos?
una nueva canción bulle en mí.
¿Cómo he de nombrarte,
-¡oh Peregrino!Tú que te has hecho igual a uno de nosotros?
¿Te llamaré Esposo,
o te llamaré Dueño?...
Pero soy hermana tuya,
de la casa de David
que es padre de nuestro linaje común.
Soy tu madre, por tu concepción,
y esposa prometida por tu santidad,
sierva e hija, por la sangre y el agua,
por ti rescatada y bautizada»8.
8
San Efrén de Nisibi o Nísibe), Canciones en homenaje de la Encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Canción XI
(la Virgen María habla al Niño Jesús), 1. 4; trad. (adaptada); cf. S. Huber, Los Santos Padres, Buenos Aires, Ed.
Desclée de Brouwer, 1946, tomo II, pp. 452 y 454-455. Efrén nació en Nisibi (o Nísibe) de padres cristianos hacia el
año 306. Creció bajo la tutela del obispo Jacobo (303-338), que estuvo presente en el concilio de Nicea. Con él fundó
la escuela teológica de Nisibi. Efrén, una vez diácono, fue su principal animador bajo los sucesores de Jacobo, Babu
(desde el 338), Vologese (346-349) y Abrahán (desde el 361). Hacia 363 Efrén tuvo que trasladarse a Edesa, en
donde siguió con su obra de predicación, de enseñanza y de controversia hasta la muerte que le sobrevino en el 373
según la crónica de Edesa. Varios estudiosos han demostrado que sería anacrónico hacer de Efrén un monje o un
MADRE DEL SEÑOR Y REINA DE LA PAZ
Cierta espiritualidad mariana, ha enfatizado de manera machacona
y unilateral, la virginidad de María, sin completarla y enriquecerla
con el título máximo que le otorga la iglesia, es decir la de Madre de
Dios.
En el plano humano, toda criatura nace virgen, pero esa virginidad
está en función de algo y de alguien. Ese algo es el matrimonio y ese
alguien es la persona amada. Por tanto con el matrimonio la
virginidad no se pierde, sino culmina y se realiza plenamente.
Si la virginidad está habitualmente abocada al matrimonio. El
matrimonio lo está en función de la maternidad, en donde fructifica.
La virginidad sin matrimonio puede resultar frustrante; el
matrimonio sin fecundidad, suele ser signo de esterilidad.
Análogamente en el plano de la fe, la Virgen María, cubierta por el
manto del Espíritu, quedó grávida de Cristo. Llegando a ser la Madre
del Señor y Madre de la Iglesia. Dice san Agustín: “Imita a María,
que alumbró al Señor. ¿No era virgen María, y dio a luz,
permaneciendo virgen? Así también la iglesia da a luz y es virgen. Y
si lo consideras bien, da a luz al mismo Cristo, pues los que nos
bautizamos somos miembros suyos”.
Celebrando a María en el misterio de su maternidad, en este primer
día del Año Nuevo, no debemos olvidar otra advocación mariana,
vinculada con el tema de la jornada mundial de oración por la paz
del mundo. Es el de María Reina de la Paz, que conmemoramos el 24
de enero de cada año.
Sabemos que el fruto de la justicia es la paz. Ser constructores de la
paz, significa convertirnos a Cristo nuestra paz, el Hijo de María y el
Príncipe de la Paz.
anacoreta. No era más que un «hijo del pacto», o sea, miembro plenamente de la comunidad cristiana o, mejor dicho,
de su élite, habiendo consagrado su vida a Cristo en la abstinencia y en la virginidad.
DOMINGO 2° DESPUÉS DE NAVIDAD
«Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y
la Palabra era Dios.
Al principio estaba junto a Dios.
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no
se hizo nada de todo lo que existe.
En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres.
La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron.
La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina
a todo hombre.
Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y
el mundo no la conoció.
Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que
la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de
llegar a ser hijos Dios.
Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la
voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios.
Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros
hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo
único, llena de gracia y de verdad» Jn 1,1-5. 9-14
«La Palabra de Dios, más antigua que todas las edades, invisible,
incomprensible, incorporal, principio nacida del principio, luz nacida de la luz,
fuente de vida y de inmortalidad, molde del divino modelo, sello inmutable,
imagen perfecta y palabra definitiva del Padre, se acerca a su propia imagen, se
reviste de carne para salvar la carne, une a esta carne un alma racional a causa
de mi alma para purificar lo semejante con lo semejante, y asume todo lo que es
humano, excepto el pecado. Concebido de la Virgen, que había sido purificada
por el Espíritu en cuerpo y alma, el Dios verdadero asume al hombre hasta el
punto de formar un solo ser nacido de dos elementos contrarios, la carne y el
espíritu; uno de ellos divinizaba, mientras que el otro era divinizado.
¡Singular unión y paradójico intercambio! El que ya es, se hace. El increado se
deja crear. Aquél, a quien nada puede contener, es contenido en el seno de un
alma racional, que constituye el medio entre la divinidad y la rudeza de la carne.
El que da la riqueza se hace mendicante, mendigando mi carne para
enriquecerme con su divinidad. El que es plenitud se vacía; se vacía por un
momento de su gloria, para que yo tome parte en su plenitud.
¿Qué gran bondad es ésta? ¿Qué clase de misterio es éste que me atañe tan de
cerca? Había recibido yo la imagen, pero no la había conservado; y él recibe mi
carne para salvar esta imagen y devolver la inmortalidad a la carne. Él ofrece
una segunda repartición mucho más rica que la primera. Antes había
compartido aquello que es más excelso en él; ahora viene a tomar parte en
aquello que es más endeble. Este segundo gesto es aún más divino que el
primero, mucho más sublime para todo el que tiene un poco de inteligencia”9.
9
San Gregorio de Nacianzo, Discurso 45 para la Santa Pascua, 7-9; PG 36,631-635. Trad. en: Lecturas cristianas
para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, B 6. Gregorio nació hacia el año 330. Tras cursar
brillantemente sus estudios en Cesárea de Capadocia, en Cesárea de Palestina, Alejandría y Atenas, recibió el
bautismo hacia el 358 y decidió consagrarse a la “filosofía monástica”, pero sin decidirse, contra lo que había
prometido, a dejar su familia para unirse a Basilio, con excepción de breves períodos, en los que se dedicó con su
amigo al estudio de la obra de Orígenes. Por navidades del 361 fue ordenado sacerdote por su padre; en el 372, san
Basilio, como parte de su plan de política religiosa, lo obligó a aceptar la sede episcopal de Sásima, una estación
LA NAVIDAD: SACRAMENTO DE SALVACIÓN
Hace pocos días oí decir a un amigo: “Llego a la Navidad con el
canasto = corazón vacío”. Y alguien le respondió: “Mejor, así Dios te
lo puede llenar”.
Es posible que Dios no lo colme con los tradicionales regalos de una
sociedad de consumo, que consume los valores morales, pero sí
puede llenarlo con una sencilla “tarjeta navideña”. La Biblia, nos
enseña que una buena palabra, vale más que el mejor regalo.
Esta tarjeta navideña, dirigida a cada uno de nosotros, está
rubricada por Dios con su Palabra hecha tinta y hecha letra. En ella
nos desea una ¡Feliz Navidad!, recordándonos entre muchas otras
cosas, que:
La Navidad es claridad. Cristo es la Luz del mundo; su Palabra todo
lo ilumina, dando sentido a nuestra vida, y las tinieblas jamás
podrán apagarla.
La Navidad es gratuidad. Dios no solamente regala, sino que se
regala en la persona de Jesús. “De su plenitud hemos recibido gracia
sobre gracia”.
La Navidad es solidaria. Porque: “La Palabra se hizo carne”, y habitó
entre nosotros manifestándose en la ternura de un niño con corazón
de Dios.
¿Cómo debemos nosotros responder a este mensaje de la Navidad?
Compartiendo lo que somos, lo que tenemos y lo que creemos.
Somos hombres y no podemos desentendernos de nuestros
hermanos, “cerrándonos a nuestra propia carne”. La iglesia debe ser
experta en humanidad.
Tenemos deseos de paz y de justicia, por lo tanto debemos luchar por
la verdad y la transparencia. La Palabra de Cristo, que es la Verdad,
ha de ser siempre nuestro gran referente.
Creemos que Cristo es el Señor de la historia, y por eso
anunciaremos, que a quienes confiesen su Nombre, se les ha
regalado el poder llegar a ser hijos de Dios.
postal a la que Gregorio se negó luego a trasladarse. El 374, tras la muerte del padre, gobierna por poco tiempo la
diócesis de Nacianzo, pero se retira en seguida a Seleucia de Isauria. Cuando a la muerte del emperador Valente (378)
los nicenos cobran nuevas esperanzas de prevalecer, la sede de Constantinopla estaba en manos de los arrianos (desde
el 351); para reagrupar la pequeña comunidad ortodoxa según la línea trazada por Basilio (que ya había fallecido) se
recurre a Gregorio, que implanta su sede en casa de un pariente (capilla de la Anástasis). Las dotes humanas y
religiosas de Gregorio y los 22 memorables discursos que pronuncia durante estos años le granjean una espléndida
notoriedad, no exenta sin embargo de críticas de una y otra parte. En 381, se convocó un concilio en Constantinopla
(el concilio que luego será catalogado como segundo ecuménico). Tras la muerte repentina de Melecio, Gregorio,
elegido como presidente del concilio, mostró su desacuerdo con la fórmula de fe que se proponía. Gregorio
propugnaba una declaración inequívoca de la divinidad y de la consubstancialidad del Espíritu santo. Hubiera
querido, por otra parte, satisfacer los deseos de los occidentales que lo querían sucesor de Melecio, pero no logró sino
disgustar a unos y otros. Gregorio no tardó en comunicar con gran amargura su dimisión al emperador y, al cabo de
dos años pasados en Nacianzo, hizo elegir como obispo de esta sede a su primo Eulalio (383) y se retiró a su
propiedad de Arianzo. Murió en el año 390.
EPIFANÍA DEL SEÑOR
«Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de
Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y
preguntaron: “¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer?.
Porque vimos su estrella en Oriente y hemos venido a adorarlo”.
Al enterarse, el rey Herodes quedó desconcertado y con él toda
Jerusalén. Entonces reunió a todos los sumos sacerdotes y a los
escribas del pueblo, para preguntarles en qué lugar debía nacer el
Mesías. “En Belén de Judea, le respondieron, porque así está escrito
por el Profeta: 'Y tú, Belén, tierra de Judá, ciertamente no eres la
menor entre las principales ciudades de Judá, porque de ti surgirá
un jefe que será el Pastor de mi pueblo, Israel'”.
Herodes mandó llamar secretamente a los magos y, después de
averiguar con precisión la fecha en que había aparecido la estrella,
los envió a Belén, diciéndoles: “Vayan e infórmense
cuidadosamente acerca del niño, y cuando lo hayan encontrado,
avísenme para que yo también vaya a rendirle homenaje”.
Después de oír al rey, ellos partieron. La estrella que habían visto
en oriente los precedía, hasta que se detuvo en el lugar donde
estaba el niño. Cuando vieron la estrella se llenaron de alegría y, al
entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y
postrándose, le rindieron homenaje. Luego, abriendo sus cofres, le
ofrecieron dones: oro, incienso y mirra. Y como recibieron en
sueños la advertencia de no regresar al palacio de Herodes,
volvieron a su tierra por otro camino». Mt 2,1-12
«Habiendo decidido la Providencia misericordiosa de Dios venir al final de los
tiempos para socorrer al mundo en trance de perecer, determinó que la
salvación de todos los pueblos habría de realizarse en Cristo. Estos pueblos son
la numerosa descendencia prometida en otro tiempo al Santo Patriarca
Abrahán. Esta descendencia no había sido engendrada por la carne sino que era
fruto de la fecundidad de la fe, para dar al padre de las naciones la esperanza de
una posteridad, no terrena, sino celestial... Que esta totalidad de las naciones
entre, pues, a formar parte de la familia de los patriarcas, y que los hijos de la
promesa reciban la bendición de la raza de Abrahán. Que todos los pueblos,
personificados en los tres magos, adoren al Autor del universo, y que Dios sea
conocido no sólo en Judea, sino también en todo el mundo a fin de que en todas
partes sea grande su nombre en Israel (cf. Sal 75,2)...
David había anunciado este día en el salmo, cuando dijo: Vendrán todas las
naciones a postrarse ante ti y a dar Señor, gloria a tu nombre (Sal 85,9). Y en
otro lugar: El Señor ha dado a conocer su salvación; a los ojos de las naciones
ha revelado su justicia (Sal 97,2). Nosotros sabemos que estos vaticinios se han
realizado desde el momento en que una estrella hizo partir a los magos de sus
lejanos países y los condujo para que conocieran y adoraran al Rey del cielo y
tierra. La docilidad a esta estrella nos invita a imitar su obediencia y nos
impulsa, en la medida de nuestras posibilidades, a servir a esta gracia que llama
a todos los hombres a Cristo...»10.
10
San León el Grande, Sermón 3 para la Epifanía, 1. 2. 3. 5; PL 54,240 ss. Trad. en: Lecturas cristianas para nuestro
tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1971, C 1. León, que ostenta el título de Grande sobre todo por su
contribución teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de Roma entre
UNA TEOLOGÍA DE RODILLAS
Después de haber meditado en la “teología del pesebre”, sobre la que
nos hablan las lecturas bíblicas del tiempo navideño, alzamos
nuestra mirada de fe hacia el horizonte del firmamento, para
contemplar admirados la lluvia de estrellas que lo pueblan.
Todos tenemos una estrella que marca un rumbo y da un sentido a
nuestra propia existencia, a nuestro peregrinar por la vida.
En el Antiguo Testamento se nos habla de un personaje muy
simpático, medio adivino y medio charlatán, a quien Dios convirtió
en profeta de la esperanza; se llamaba Balaam. Con mirada
penetrante y contemplativa, vio surgir el lucero brillante de la
mañana, presencia anticipada del Mesías esperado.
Nosotros también debemos otear el horizonte de la vida, para poder
como los reyes magos del evangelio, discernir los signos de los
tiempos, y adorar de rodillas, el misterio de un Dios encarnado, que
se nos manifiesta en la debilidad de un niño.
Dios habría podido entrar en la historia de muchas maneras. Como
un gran sabio, un político triunfador, un gran hombre de ciencia, un
artista o deportista famoso. Esto le habría suscitado admiradores,
pero también detractores.
En cambio, qué hombre de buena voluntad, pobre o rico, puede
rechazar la presencia de un Niño, que con sus sonrisas y lágrimas,
sin lugar a dudas cambiará nuestra vida y nos conducirá a partir de
ahora, ¡por otro camino!
440 y 461, en el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje de las
invasiones bárbaras. León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo de
Roma ocupó una posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de Roma
y, por medio de sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su comunidad en
la celebración de los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la vez que procuró
preservar a sus fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún años de
pontificado arduo y difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas.
CUARESMA
DOMINGO 1º
«El Espíritu llevó a Jesús al desierto, donde estuvo cuarenta días y
fue tentado por Satanás. Vivía entre las fieras, y los ángeles lo
servían.
Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí
anunciaba la Buena Noticia de Dios, diciendo: “Ya ha llegado el
tiempo. El Reino de Dios está muy cerca: conviértanse y crean en la
Buena Noticia”» Mc 1,12-15
«(...) Como el Señor todo lo hacia y sufría para nuestra enseñanza, quiso
también ser conducido al desierto y trabar allí combate contra el diablo, a fin de
que los bautizados, si después del bautismo sufren mayores tentaciones, no se
turben por ello, como si fuera cosa que no era de esperar. No, no hay que
turbarse, sino permanecer firme y soportarlo generosamente como la cosa más
natural del mundo. Si tomaste las armas, no fue para estarte ocioso, sino para
combatir. Y ésa es la razón por que Dios no impide que nos acometan las
tentaciones. Primero, para que te des cuenta que ahora eres ya más fuerte.
Luego, para que te mantengas en moderación y humildad y no te engrías por la
grandeza de los dones recibidos, porque las tentaciones pueden muy bien
reprimir tu orgullo. Aparte de eso, aquel malvado del diablo, que acaso duda de
si realmente le has abandonado, por la prueba de las tentaciones puede tener
certidumbre plena de que te has apartado de él definitivamente. Cuarto motivo:
las tentaciones te hacen más fuerte que el hierro mejor templado. Quinto: ellas
te dan la mejor prueba de los preciosos tesoros que se te han confiado. Porque,
si no te hubiera visto el diablo que estás ahora constituido en más alto honor, no
te hubiera atacado. Por lo menos al principio, si acometió a Adán, fue porque le
vio gozar de tan grande dignidad. Y, si salió a campaña contra Job fue porque le
vio coronado y proclamado por el Dios mismo del universo. Entonces, ¿por qué
dice más adelante el Señor: Oren para que no entren en tentación (Mt 26,41)?
Por la misma razón que el evangelio no te presenta simplemente a Jesús camino
del desierto, sino conducido allí conforme a la razón de la economía divina. Con
lo que nos da a entender que no debemos nosotros adelantarnos a la tentación;
pero, si somos a ella arrastrados, mantenernos firmes valerosamente»11.
EL SACRAMENTO DE LA CUARESMA
La cuaresma es un tiempo de cuarenta días en el que peregrinamos,
impulsados por el Espíritu de Jesús, hacia la meta de la Pascua. No
es un fin absoluto, sino un trampolín que nos zambulle en la alegría
de la resurrección y en la comunión con el resucitado.
11
San Juan Crisóstomo, Homilía 13 sobre san Mateo, 1; trad. en: Obras de San Juan Crisóstomo. Homilías sobre el
Evangelio de San Mateo, Madrid, La Editorial Católica, 1955, vol. I, pp. 234-235 (BAC 141). San Juan Crisóstomo
(nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en
Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le
llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte
(14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se
le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en
el siglo VI.
Aunque nos cueste comprenderlo, la cuaresma es un sacramento, es
decir una fuente de bendiciones y de gracias, que nos introduce de
forma gradual, en un mejor conocimiento del misterio de Cristo. Y
desplazando el pecado de nuestras vidas “gota a gota”, nos va
humanizando y cristianizando.
Este caminar cuaresmal presenta una dimensión comunitaria y
solidaria. Son cuarenta días dedicados a aprender a amar, amando a
nuestros hermanos.
Iniciando el entrenamiento de la cuaresma, los tres evangelios
sinópticos nos muestran a Jesús acosado por el demonio de las
tentaciones (Mt 4,1-11; Mc 1,12-13; Lc 4,1-13).
En la primera tentación, frente a un mesianismo barato y muchas
veces demagógico, el Señor nos invita a alimentarnos con el pan de
la palabra de Dios, para convertirla así en pan de la solidaridad.
En la segunda tentación, asediado por un triunfalismo fácil y barato,
Jesús apuesta con su vida a un Dios que no defrauda; misterioso
pero no mágico.
En la tercera tentación, en lugar del servilismo obsecuente de
aquellos que venden su alma a cualquier precio, el Señor nos
propone la actitud abnegada del servidor sufriente, que no vino a ser
servido, y tampoco a servirse de un Dios de bolsillo.
“Dios todopoderoso, concédenos que el sacramento anual de la
Cuaresma nos conduzca a un mejor conocimiento del misterio de
Cristo y a una vida cristiana más digna”.
DOMINGO 2º
«Seis días después, Jesús tomó aparte a Pedro, Santiago y Juan, y
los llevó a ellos solos, a un monte elevado. Allí se transfiguró en su
presencia. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan
blancas como nadie en el mundo hubiera podido blanquearlas. Y se
les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Pedro dijo a
Jesús: “Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres carpas, una
para ti, otra para Moisés y otra para Elías”. Pedro no sabía qué
decir, porque estaban llenos de temor. Entonces una nube los
cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: “Este es mi Hijo muy
querido, escúchenlo”. De pronto miraron a su alrededor y no vieron
a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que
habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los
muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué
significaría ‘resucitar de entre los muertos’» Mc 9,2-10
«¿Tú también quieres ver a Jesús en la transfiguración que tiene lugar
únicamente ante quienes escalan solos y retirados con él, la alta montaña?
Entonces, medita esto con atención: es verdad que el Jesús de los evangelios es
conocido por todos aquellos que son incapaces de trepar la alta montaña, de
escalarla con su acciones o con sus pensamientos, pero es entonces conocido de
modo general, “según la carne”, podríamos decir. Por el contrario, todos
aquellos que escalan la montaña, no conocen a Jesús “según la carne”: los
evangelios le muestran entonces como objeto de teología, le proponen para ser
contemplado “en su forma de Dios”...
Además, no es solamente la persona de Jesús la que se transfigura ante los
discípulos que condujo aparte con él a la alta montaña, ni su transfiguración
consistió exclusivamente en que su cara se volviese brillante como el sol; sus
vestiduras también se volvieron resplandecientes como la luz. Ahora bien, las
vestiduras de Jesús son las Escrituras y la letra de los evangelios de que está
revestido. También los escritos de los apóstoles, donde exponen la verdad
acerca de Jesús, son vestiduras de Jesús que, para quienes han escalado la
montaña con él están dotados de una blancura deslumbradora... Así, pues, si en
tu caminar te encuentras con un hombre que sea capaz, no sólo de hacer
teología sobre Jesús, sino también de esclarecer todos los textos evangélicos, no
dudes en decirle: un hombre tal ve que las vestiduras de Jesús resplandecen
como la luz»12.
MUERTE Y TRANSFIGURACIÓN
Los amantes de la música clásica, tal vez hayan escuchado un
hermoso poema sinfónico titulado: “Muerte y transfiguración”. En
esta partitura, el autor se identifica con el drama de un artista, que
12
Orígenes, Comentario sobre san Mateo, XII,37-38; PG 13,1067-1070 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro
tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1971, K 22). Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo,
a pedido de su obispo, de la escuela catequética de Alejandría. Hacia el 216, se instaló en Cesarea de Palestina, donde
el obispo del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años.
Durante la persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los
tormentos sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre
los escritores de lengua griega. Su producción literaria es abundante.
recién durante su agonía y a última hora, alcanza a percibir la
realización del ideal por el que había luchado toda su vida.
Esto puede ayudarnos, salvando distancias, a meditar en el misterio
de la Transfiguración del Señor; sin olvidarnos que los misterios son
más para ser contemplados que para ser penetrados.
Jesús, no les ocultó a sus discípulos el anuncio de la cruz; que
asumió hasta las últimas consecuencias. Pero quiso en un cuarto
intermedio, transmitirles un mensaje de consuelo; es decir,
garantizarles que el fin no sería la cruz sino la luz. Avanzada del
triunfo de Jesús sobre la muerte, y promesa de resurrección para los
que aún peregrinamos.
Nosotros en el camino de la vida hemos tenido chispazos de luz o nos
hemos sentido iluminados por personas que se nos han cruzado en
diversas circunstancias. Ellas se convirtieron en mojones
preferenciales de nuestra historia.
Cuentan que un joven novicio fue a visitar a un viejo monje para
preguntarle qué debía hacer para progresar en la virtud. El anciano
le habló largamente de las exigencias y sacrificios que tendría que
asumir.
El novicio estuvo conforme con el desafío, pero le pidió un signo que
lo motivara y le asegurara que valía la pena jugarse la vida. El monje,
poniéndose de pie, y guardando silencio, abrió sus brazos en cruz, y
abrazando el horizonte, se fue convirtiendo en una antorcha de
fuego, radiante de luz. El joven entonces comprendió, que: “El Señor
es como llama de fuego, que arde en la zarza sin consumirla”.
DOMINGO 3º
«Se acercaba la Pascua de los judíos. Jesús subió a Jerusalén y
encontró en el Templo a los vendedores de bueyes, ovejas y palomas
y a los cambistas sentados delante de sus mesas. Hizo un látigo de
cuerdas y los echó a todos del Templo, junto con sus ovejas y sus
bueyes; desparramó las monedas de los cambistas, derribó sus
mesas y dijo a los vendedores de palomas: “Saquen esto de aquí y
no hagan de la casa de mi Padre una casa de comercio”. Y sus
discípulos recordaron las palabras de la Escritura: El celo por tu
Casa me consumirá. Entonces los judíos le preguntaron: “¿Qué
signo nos das para obrar así?”. Jesús les respondió: “Destruyan
este templo y en tres días lo volveré a levantar”. Los judíos le
dijeron: “Han sido necesarios cuarenta y seis años para construir
este Templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?. Pero él se refería
al templo de su cuerpo. Por eso, cuando Jesús resucitó, sus
discípulos recordaron que él había dicho esto, y creyeron en la
Escritura y en la palabra que había pronunciado.
Mientras estaba en Jerusalén, durante la fiesta de Pascua, muchos
creyeron en su Nombre al ver los signos que realizaba. Pero Jesús
no se fiaba de ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba que
lo informaran acerca de nadie: él sabía lo que hay en el interior del
hombre» Jn 2,13-25
«Verdaderamente uno y otro, el templo y el cuerpo de Jesús, según una misma
acepción, son para mí tipos de la Iglesia, porque ésta está construida con
piedras vivas, es una mansión espiritual para un sacerdocio santo (1 P 2,5), y
está construida sobre el fundamento de los apóstoles y de los profetas, cuya
piedra angular es Cristo Jesús (Ef 2, 20), y bien merece el nombre de templo.
Según estas palabras: Ustedes son el cuerpo de Cristo y, cada uno por su parte,
miembros de Cristo (1 Co 12,27), incluso si la buena ordenación de las piedras
viene a ser destruida, incluso si todos los huesos de Cristo, como está escrito en
el salmo 21 (v. 15), son estrangulados por los cepos tendidos por las
persecuciones y por los tormentos que les infligen aquellos que combaten la
unidad del templo en esas persecuciones, el templo será reconstruido y el
cuerpo resucitará al tercer día, después del día de la malicia que se acerca a él y
del día de la realización que debe seguirle. Porque despuntará el tercer día en el
nuevo cielo y en la nueva tierra cuando aquellos huesos, toda la casa de Israel
(Ez 37,11), resucite en el gran Día del Señor, después de la victoria sobre la
muerte. De forma que la resurrección de Cristo, ocurrida después de la pasión y
la cruz, encierra en sí el misterio de la resurrección de todo el cuerpo de Cristo
(cf. 1 Co 15, 54)»13.
BAJO EL ALERO DE DIOS
13 13
Orígenes, Comentario sobre san Juan, X,20 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed.
Apostolado de la Prensa, 1971, L 63). Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo, a pedido de su
obispo, de la escuela catequética de Alejandría. Hacia el 216, se instaló en Cesarea de Palestina, donde el obispo del
lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años. Durante la
persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los tormentos
sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre los
escritores de lengua griega. Su producción literaria es abundante.
En la antigüedad pagana, para celebrar las ceremonias religiosas,
únicamente un selecto y reducido número de sacerdotes tenía
derecho a ingresar en el santuario de las divinidades. El pueblo
permanecía expectante y excluido del recinto sagrado.
En el Antiguo Testamento, probablemente influenciado por las
religiones vecinas, ocurrió otro tanto. Hasta el punto de que solo el
Sumo Sacerdote podía penetrar una vez al año en el Santo de los
Santos, donde estaba depositada el Arca de la Alianza, para ofrecer
allí el sacrificio expiatorio. Las otras categorías sacerdotales,
solamente se acercaban al Santo, para la ofrenda del incienso.
Todo lo contrario sucedió con el cristianismo. Las asambleas
litúrgicas, centradas en la Eucaristía, se celebraron habitualmente
dentro del recinto del templo. El misterio escondido desde la
eternidad, había sido ya revelado, y no se necesitaban más los
sacrificios cruentos de animales afuera del Santuario.
Cristo nuestra pascua, es el cordero inmolado y resucitado. A partir
de la Resurrección, su cuerpo se ha convertido en el Templo pascual,
que acoge bajo el inmenso alero de Dios, a toda la humanidad. “No
vi ningún templo en la Ciudad, porque su Templo es el Señor Dios
todopoderoso y el Cordero” (Ap 21,22).
La iglesia, como cuerpo de Cristo, participa de la santidad de su
cabeza. Pero, por el hecho de ser humana, también está sujeta al
pecado. Esta es la razón por la que, lastimosamente, puede llegar a
convertirse en una casa de comercio, desvirtuando su mensaje y
traicionando su misión.
De igual manera, nosotros los cristianos estamos llamados a ser
templos del Espíritu. Nuestro fundamento es Cristo. Sobre él,
tendremos que ponernos a edificar con diferentes materiales
espirituales. Pero llegará el día en que estos serán los que
manifiesten, la calidad y la autenticidad de nuestras intenciones.
DOMINGO 4º
«Dijo Jesús: “De la misma manera que Moisés levantó en alto la
serpiente en el desierto, también es necesario que el Hijo del
hombre sea levantado en alto, para que todos los que creen en él
tengan Vida eterna. Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su
Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga
Vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar al mundo,
sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está
condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de
Dios. En esto consiste el juicio: la luz vino al mundo, y los hombres
prefirieron las tinieblas a la luz, porque sus obras eran malas. Todo
el que obra mal odia la luz y no se acerca a ella, por temor de que
sus obras sean descubiertas. En cambio, el que obra conforme a la
verdad se acerca a la luz, para que se ponga de manifiesto que sus
obras han sido hechas en Dios”» Jn 3,14-21
«... La imagen se ha convertido en realidad, la profecía en manifestación, la Ley
en Evangelio. Has atraído todo hacia ti, Señor, para que el culto de todas las
naciones del universo celebrase por medio de un sacramento pleno y manifiesto
lo que se venía haciendo bajo la sombra de las imágenes en el templo único de
Judea. Ahora, los levitas son más ilustres, más elevada la dignidad de los
ancianos, más santa la unción de los sacerdotes, porque tu Cruz es la fuente de
todas las bendiciones, la causa de todas las gracias. Por ella los creyentes
reciben fuerza de la debilidad, gloria del oprobio, vida de la muerte. Ahora toca
a su fin la diversidad de sacrificios carnales, y la ofrenda única de tu cuerpo y de
tu sangre los realiza todos. Porque tú eres el verdadero cordero de Dios que
quitas los pecados del mundo (Jn 1,29), y tú das cumplimiento en ti a todos los
misterios, tan maravillosamente que, lo mismo que un solo sacrificio reemplaza
a todas las víctimas, así todos los pueblos forman un solo Reino»14.
LOS DOS ROSTROS DE LA SERPIENTE
14
San León Magno, Sermón VIII sobre la Pasión, 7; PL 54,340B-341C (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro
tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1971, K 41). León, que ostenta el título de Grande (Magno), sobre
todo por su contribución teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de
Roma entre 440 y 461, en el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje
de las invasiones bárbaras. León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo
de Roma ocupó una posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de
Roma y, por medio de sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su
comunidad en la celebración de los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la
vez que procuró preservar a sus fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún
años de pontificado arduo y difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas.
En este pasaje del evangelio de san Juan se hace necesario
comprender el doble simbolismo de la serpiente. Jesús se parangona
con la serpiente de bronce que Moisés había elevado en el desierto,
para librar de la muerte al pueblo pecador.
Si bien la serpiente evocaba la muerte, ella también era símbolo de
vida. Porque era vista por los pueblos antiguos como figura de la
fecundidad. Por eso, el momento de la maldición, coincide
paradojalmente con la hora triunfante de la glorificación.
En el mundo de hoy, para algunos la cruz es algo repugnante que hay
que evitar o al menos disimular a toda costa. Para otros, es algo
amargo que hay que tratar de revestir con edulcorantes, para así
convertirla en elemento de utilería, liviano y sin sentido. También no
está de más recordar a quienes, con vocación masoquista, la
recomiendan como un atrayente artículo de placer.
Finalmente están los que con fe realista, buscan asumirla junto con
el Cristo crucificado, creyendo que no se trata de un simple fin, sino
de un trampolín hacia la luz.
Son los que afirman que Dios no quiere el sufrimiento. Que el único
sufrimiento que Dios tolera es el que proviene de la lucha contra el
sufrimiento. Porque Jesús sufrió por ponerse del lado de las
víctimas del sufrimiento humano.
El cristianismo no puede ser algo insípido. Tiene que asumir el
desafío de dar sentido a la vida y a la muerte.
La gran tentación del mundo de hoy estriba en desvirtuar su
mensaje, privándolo así de su impulso vital, y amarrándolo al carro
del vencedor de un religiosidad facilista y ambigua.
DOMINGO 5º
«Entre los que había subido para adorar durante la fiesta, había
unos griegos que se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y
le dijeron: “Señor, queremos ver a Jesús”. Felipe fue a decírselo a
Andrés, y ambos se lo dijeron a Jesús.
Él les respondió: “Ha llegado la hora en que el Hijo del hombre va a
ser glorificado. Les aseguro que si el grano de trigo que cae en la
tierra no muere, queda solo; pero si muere, da mucho fruto. El que
tiene apego a su vida la perderá; y el que no está apegado a su vida
en este mundo, la conservará para la Vida eterna. El que quiera
servirme que me siga, y donde yo esté, estará también mi servidor.
El que quiera servirme, será honrado por mi Padre. Mi alma ahora
está turbada, ¿Y qué diré: «Padre, líbrame de esta hora? ¡Sí, para
eso he llegado a esta hora! ¡Padre, glorifica tu Nombre!”. Entonces
se oyó una voz del cielo: “Ya lo he glorificado y lo volveré a
glorificar”. La multitud, que estaba presente y oyó estas palabras,
pensaba que era un trueno. Otros decían: “Le ha hablado un ángel”.
Jesús respondió: “Esta voz no se oyó por mí, sino por ustedes.
Ahora ha llegado el juicio de este mundo, ahora el Príncipe de este
mundo será arrojado afuera; y cuando yo sea levantado en alto
sobre la tierra, atraeré a todos hacia mí”» Jn 12,20-33
«... Cuando nuestra maldad llegó a su colmo y se puso totalmente de manifiesto
que la sola paga de ella que podíamos esperar era castigo y muerte, venido que
fue el momento que Dios tenía predeterminado para mostrarnos en adelante su
clemencia y poder -¡oh, benignidad y amor excesivo de Dios!-, no nos aborreció,
no nos arrojó de sí, no nos guardó resentimiento alguno; antes bien se nos
mostró longánime, nos soportó; Él mismo, por pura misericordia, cargó sobre sí
nuestros pecados; Él mismo entregó a su propio Hijo como rescate por
nosotros; al Santo por los pecadores, al Inocente por los malvados, al Justo por
los injustos, al Incorruptible por los corruptibles, al Inmortal por los mortales.
Porque ¿qué otra cosa podría cubrir nuestros pecados sino la justicia suya?
¿En quién otro podíamos ser justificados nosotros, inicuos e impíos, sino en el
solo Hijo de Dios?
¡Oh dulce trueque, oh obra insondable, oh beneficios inesperados! ¡Que la
iniquidad de muchos quedara oculta en un solo Justo y la justicia de uno solo
justificara a muchos inicuos!”15.
“QUEREMOS VER A JESÚS”
15
Carta a Diogneto, IX,2-5. Esta obra de autor anónimo, perteneciente tal vez a los medios alejandrinos puede ubicarse a
fines del siglo II, o bien -según ciertos estudiosos- a inicios del III. Tampoco se sabe quién sea el tal Diogneto, y puede
pensarse que incluso se trate de una ficción, a la cual recurre el autor para escribir esta apología del cristianismo. La obra
fue hallada en Constantinopla el año 1436. Formaba parte de un manuscrito designado con la letra F. Contenía éste cinco
textos erróneamente atribuidos a san Justino, entre ellos figuraba la epístola A Diogneto.
Ciertamente somos innumerables lo que deseamos ver a Jesús, pero
en cambio, no sabemos bien qué camino tomar para llegar a
contemplar su rostro en espíritu y en verdad.
Se aproxima la fiesta de la pascua, y nosotros en este tiempo de
cuaresma, como aquellos griegos que se acercaron a Felipe y Andrés,
sentimos la necesidad de encontrarnos con Jesús.
Un encuentro con El Señor implicará prioritariamente, empeñarse
en adquirir la pureza del corazón. Es decir, en combatir todo lo que
pueda distraer nuestra mente y enturbiar nuestra mirada. “Felices
los puros de corazón, porque ellos contemplarán a Dios”. Esto
conducirá necesariamente a la búsqueda del rostro de Cristo en el
hermano. Decían los antiguos: “Has visto a tu hermano, has visto a
tu Dios”.
La Hora de Jesús, es la hora de su glorificación en la cruz, convertida
en antorcha de luz. Y sabemos como creyentes, que en él, por él y con
él, nosotros también terminaremos glorificados e iluminados,
pudiendo así contemplarlo cara a cara.
Pero para que todo esto suceda, se hará necesario encarnar en
nuestra vida la parábola del grano de trigo, que nos invita a morir
sirviendo, y nos asegura en lenguaje evangélico, que solo en el
servicio, encontraremos un sentido para vivir.
«Se contaba de un anciano monje que permanecía en su celda
aquejado por muchas tentaciones. Pero los demonios no podían con
él. Uno de ellos, sintiéndose vencido por el monje, se le apareció
diciéndole: “yo soy Cristo”. El anciano al escucharlo, cerró los ojos.
El demonio le repitió: “yo soy Cristo, ¿porqué cierras los ojos?”. El
anciano replicó: “no quiero ver a Cristo aquí en la tierra, sino que
espero contemplarlo en la otra vida”. Al oír estas palabras, el diablo
desapareció».
DOMINGO DE RAMOS EN LA PASIÓN DEL SEÑOR
«La gran multitud que había venido para la fiesta, se enteró de que
Jesús se dirigía a Jerusalén. Y, tomando hojas de palmera, salieron
a su encuentro y lo aclamaban diciendo: “¡Hosanna! ¡Bendito el que
viene en nombre del Señor, el rey de Israel!”. Al encontrar un asno,
Jesús montó sobre él, conforme a lo que está escrito: “No temas,
hija de Sión; ya viene tu rey, montado sobre la cría de una asna”. Al
comienzo, sus discípulos no comprendieron esto. Pero cuando Jesús
fue glorificado, recordaron que todo lo que le había sucedido era lo
que estaba escrito acerca de él» Jn 12,12-16
«Cuando la turba de los judíos oyó que Jesús marchaba hacia Jerusalén, se
dirigió a su encuentro con ramos de olivo gritando: ¡Hosanna! Bendito el que
viene en nombre del Señor, el Rey de Israel (Jn 12,13). También nosotros
saludamos a Cristo con las mismas palabras. Ofrezcámosle nuestros cantos de
alabanza, a manera de palmas, antes de su pasión. Aclamémosle, no con ramos
de olivos, sino honrándonos mutuamente en la caridad. Extendamos bajo sus
pies, como vestidos, los deseos de nuestros corazones, para que dirija sus pasos
hacia nosotros y coloque en nosotros su morada; que nos sitúe totalmente en sí
y él se sitúe en nosotros.
Dirijamos a Sión estas palabras del Profeta: Ánimo, hija de Sión, no temas: tu
Rey avanza hacia ti; es humilde, viene montado en un pollino, cría de asna (Za
9,9). Viene el que está presente en todas partes y llena el universo; avanza para
realizar en ti la salvación de todos. Viene el que no ha venido a llamar a los
justos, sino a los pecadores, a que se conviertan (Lc 5,32), para hacer salir del
pecado a los que se habían extraviado en ellos. No temas, pues, Dios está en
medio de ti, eres inconmovible (Sal 45,6). Recibe, levantando tus manos, a
aquel cuyas manos trazaron tus murallas. Recibe al que aceptó en sí mismo todo
lo que es nuestro, salvo el pecado, para tomarnos consigo. Alégrate, Madre,
ciudad de Sión, no temas, celebra tus fiestas (Na 2,1). Glorifica por su
misericordia al que avanza hacia ti. Regocíjate, hija de Jerusalén, canta y danza
de alegría. Resplandece, te anunciamos con la trompeta de Isaías, resplandece,
que ha llegado tu luz, y la gloria del Señor amanece sobre ti (Is 60,1)»16.
LOS PENÚLTIMOS CAPÍTULOS
En el Domingo de Ramos, la liturgia nos presenta una doble
vertiente, no siempre bien iluminada y esclarecida entre los fieles
que asisten a su celebración. La primera, corresponde a la
celebración alegre y festiva de la procesión de los Ramos, y la
segunda está representada por la evocación de los grandes temas
vinculados con la Pasión; que nos ayudarán a preparar la
celebración del Triduo Pascual. Vamos a reflexionar sobre la
segunda vertiente.
16
San Andrés de Creta, Sermón para los Ramos; PG 97,1002-1003 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro
tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1974, F 28). Andres es uno de los poetas eclesiásticos y autores de
homilías más representativos de su tiempo. Nació hacia el año 660 en Damasco; fue monje de Jerusalén (por lo que la
tradición lo llamo “jerosolimitano”), participó por encargo del patriarca Teodoro en el VI concilio ecuménico de
Constantinopla (680), ejerciendo en la capital las funciones de diácono; fue finalmente consagrado obispo de Creta,
donde murió probablemente el 4 de julio del 740. La Iglesia oriental lo venera como santo.
El tema de las envidias y de los celos por parte de los fariseos, que
decidieron matar a Jesús, porque la gente los abandonaba para
seguir al Maestro, puede ayudarnos a comprender nuestras
actitudes críticas y agresivas frente a la conducta de nuestros
hermanos. Con frecuencia, responden a disimulados resentimientos
y complejos de superioridad.
El tema de la traición de Judas, nos introduce en un misterio de
iniquidad, del que no podemos quedar ajenos. La figura de Judas
trasciende lo meramente individual, para asumir una dimensión
corporativa. Él va a resultar “el chivo expiatorio” de los discípulos,
que poco después van a abandonar y a renegar del Señor, por temor
y cobardía.
Tenemos que ser suficientemente sinceros para reconocer nuestra
corresponsabilidad, sobre todo, en lo que al pecado de omisión
social se refiere.
El tema de la falta de compromiso, está bien reflejado en la persona
de Pilatos. A menudo, nuestra búsqueda de la verdad se reduce a una
aséptica especulación filosófica o ideológica. Y olvidamos que la
Verdad tiene un Nombre, y es el de Cristo. Esa Verdad es la única
que nos hará plenamente libres; y cada uno de los cristianos somos
portadores de un fragmento de ella.
El tema del Servidor Sufriente, alcanza su sentido pleno en el árbol
de la Cruz de Luz. El poder y la gloria que irradia el misterio pascual,
está enraizado en el vaciamiento y en el anonadamiento de Jesús,
que vino a servir y no a servirse de los demás. Por eso, los cristianos
tendríamos que interrogarnos acerca de nuestra vocación de
servicio. ¿Podríamos afirmar con convicción y de verdad, que es
“porque servimos que existimos”?
PASCUA
VIGILIA PASCUAL
«Como se acercaba la Pascua de los Judíos, mucha gente de la
región había subido a Jerusalén para purificarse. Buscaban a Jesús
y se decían unos a otros en el Templo: “¿Qué les parece, vendrá a la
fiesta o no?”. Los sumos sacerdotes y los Fariseos habían dado
orden de que si alguno conocía el lugar donde él se encontraba, lo
hiciera saber para detenerlo» Jn 11,55-57
«Los seguidores de Moisés inmolaban el cordero pascual una vez al año, el día
catorce del primer mes, al atardecer. En cambio, nosotros, los hombres de la
nueva Alianza, que todos los domingos celebramos nuestra Pascua,
constantemente somos saciados con el cuerpo del Salvador, constantemente
participamos de la sangre del Cordero; constantemente llevamos ceñida la
cintura de nuestra alma con la castidad y la modestia, constantemente están
nuestros pies dispuestos a caminar según el evangelio, constantemente tenemos
el bastón en la mano y descansamos apoyados en la vara que brota de la raíz de
Jesé, constantemente nos vamos alejando de Egipto, constantemente vamos en
busca de la soledad de la vida humana, constantemente caminamos al
encuentro con Dios, constantemente celebramos la fiesta del “paso” (Pascua).
Y la palabra evangélica quiere que hagamos todo esto una sola una vez al año,
sino siempre, todos los días. Por eso, todas las semanas, el domingo, que es el
día del Salvador, festejamos nuestra Pascua, celebramos los misterios del
verdadero Cordero, por el cual fuimos liberados. No circuncidamos con cuchillo
nuestro cuerpo, pero amputamos la malicia del alma con el agudo filo de la
palabra evangélica. No tomamos ázimos materiales, sino únicamente los ázimos
de la sinceridad y de la verdad. Pues la gracia que nos ha exonerado de los viejos
usos, nos ha hecho entrega del hombre nuevo creado según Dios, de una ley
nueva, de una nueva circuncisión, de una nueva Pascua, y de aquel judío que se
es por dentro. De esta manera nos liberó del yugo de los tiempos antiguos»17.
¿QUÉ LES PARECE, VENDRÁ O NO A LA FIESTA?
Esta pregunta podemos repetírnosla en este siglo y en este milenio.
¿Valdrá la pena que hayamos preparado una vez más la celebración
de la Pascua de Resurrección. ¿No quedaremos frustrados en
nuestras expectativas?
La humanidad está cansada de esperar contra toda esperanza.
¿Acaso no resultaría mejor aprovechar los días de la Semana Santa,
17
Eusebio de Cesarea, Tratado sobre la solemnidad de Pascua, 7.9.10-12; PG 24,702-706; trad. en: Leccionario
bienal bíblico-patrístico de la Liturgia de las Horas. III. Adviento - Pentecostés, Zamora, Eds. Monte Casino, 1984,
pp. 509-511. Eusebio nació en Palestina, quizás en Cesarea, por el 265; se formó culturalmente en esta ciudad, sede
de la escuela y de la célebre biblioteca fundadas por Orígenes. Durante la persecución de Diocleciano huyó a Tiro y
desde allí al desierto egipcio de la Tebaida; arrestado y encarcelado, pudo volver poco después a Palestina gracias al
edicto de tolerancia. Nombrado por el 313 obispo de Cesarea, se vio envuelto desde el principio en la controversia
arriana. Mantuvo una amistad y una devoción sincera sin límites con el emperador Constantino, y celebró en
discursos oficiales los veinte años y más tarde los treinta de su subida al poder. Murió poco después del emperador,
por el 339/340. Su producción literaria es muy notable y se desarrolla en muy diversos campos. Sus obras históricas
constituyen la parte mejor de su producción y a ellas está ligada su fama imperecedera.
para planear unas vacaciones, y divertirnos con algo más
gratificante?
Visto esto desde nuestro punto de vista, hasta podría resultar
comprensible. Pero no desde la óptica de un Dios defensor de las
causas perdidas. Él nos garantiza por la fe en la resurrección de su
Hijo, que todo ha de terminar bien en nuestras vidas. La
resurrección tendrá la última palabra en la historia de los hombres.
Por eso, los cristianos seguimos celebrando la fiesta de la Vida,
convertida en nuestra común esperanza de gloria. Y como gesto de
gratitud por el triunfo de Cristo sobre la muerte, cantamos a corazón
abierto el Aleluya pascual, que nos ha devuelto la alegría de la
salvación.
PASCUA DE RESURRECCIÓN
«Al entrar al sepulcro, vieron a un joven sentado a la derecha,
vestido con una túnica blanca. Ellas quedaron sorprendidas, pero
él les dijo: “No teman. Ustedes buscan a Jesús de Nazaret, el
Crucificado. Ha resucitado, no está aquí. Miren el lugar donde lo
habían puesto. Vayan ahora a Galilea; allí lo verán, como él se lo
había dicho”. Ellas salieron corriendo del sepulcro, porque estaban
temblando y fuera de sí. Y no dijeron nada a nadie, porque tenían
miedo» Mc 16,5-8
«La pascua mosaica no era realmente apta para todos los pueblos, desde el
momento en que estaba mandado celebrarla en lugar único, es decir, en
Jerusalén, razón por la cual no era deseable. Por el contrario, el misterio del
Salvador, que en la nueva Alianza era apto para todos los hombres, con toda
razón era deseable.
En consecuencia, también nosotros debemos comer con Cristo la Pascua,
purificando nuestras mentes de todo fermento de malicia, saciándonos con los
panes ázimos de la verdad y la simplicidad, incubando en el alma aquel judío
que se es por dentro, y la verdadera circuncisión, rociando las jambas de nuestra
alma con la sangre del Cordero inmolado por nosotros, con miras a ahuyentar a
nuestro exterminador. Y esto no una sola vez al año, sino todas las semanas.
Nosotros celebramos a lo largo del año unos mismos misterios, conmemorando
con el ayuno la pasión del Salvador el Sábado precedente, como primero lo
hicieron los apóstoles cuando se les llevaron el Esposo. Cada domingo somos
vivificados con el santo Cuerpo de su Pascua de salvación, y recibimos en el
alma el sello de su preciosa sangre»18.
18
Eusebio de Cesarea, Tratado sobre la solemnidad de Pascua, 7.9.10-12; PG 24,702-706; trad. en: Leccionario
bienal bíblico-patrístico de la Liturgia de las Horas. III. Adviento - Pentecostés, Zamora, Eds. Monte Casino, 1984,
pp. 509-511. Eusebio nació en Palestina, quizás en Cesarea, por el 265; se formó culturalmente en esta ciudad, sede
de la escuela y de la célebre biblioteca fundadas por Orígenes. Durante la persecución de Diocleciano huyó a Tiro y
desde allí al desierto egipcio de la Tebaida; arrestado y encarcelado, pudo volver poco después a Palestina gracias al
edicto de tolerancia. Nombrado por el 313 obispo de Cesarea, se vio envuelto desde el principio en la controversia
arriana. Mantuvo una amistad y una devoción sincera sin límites con el emperador Constantino, y celebró en
discursos oficiales los veinte años y más tarde los treinta de su subida al poder. Murió poco después del emperador,
por el 339/340. Su producción literaria es muy notable y se desarrolla en muy diversos campos. Sus obras históricas
constituyen la parte mejor de su producción y a ellas está ligada su fama imperecedera.
“DESTRUYAN ESTE TEMPLO Y EN TRES DÍAS LO VOLVERÉ A
LEVANTAR” Jn 2,19
El hombre de nuestros días se muestra displicente y desconfiado
frente al acontecimiento de la resurrección de Jesús. La ignora o
distorsiona como si se tratara de una película de ciencia ficción. ¡Así
sucedió con Pablo cuando les hablaba de ella a los intelectuales
atenienses!
Es cierto, el momento exacto en que el Señor resucitó, nadie pudo
conocerlo. Solo llegó a contemplarlo la radiante y tres veces santa
noche de la resurrección.
Ahora bien, entonces ¿en qué se apoya nuestra fe pascual?
Lo hace en dos acontecimientos fundantes y objetivos. El primero, es
la constatación por parte de los discípulos de el sepulcro vacío. El
segundo, las multiformes apariciones de Jesús resucitado a sus
discípulos, en distintos tiempos y circunstancias.
Por tanto, nuestra fe debe afirmarse en esa fe apostólica, que nos
viene siendo transmitida a través de los siglos por la iglesia. Los
apóstoles, en forma unánime, la proclamaron con su vida y con su
muerte, anunciando que en verdad el Señor había resucitado y se les
había aparecido ¡Aleluya!
DOMINGO DE LA OCTAVA DE PASCUA
2º DE PASCUA
«Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando
cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos,
por temor a los Judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos,
les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Mientras decía esto, les mostró
sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría
cuando vieron al Señor. Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con
ustedes! Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a
ustedes”.
Al decirles esto, sopló sobre ellos y añadió y añadió: “Reciban el
Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que ustedes se
los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los retengan”.
Tomás, uno de los Doce, de sobrenombre el Mellizo, no estaba con
ellos cuando llegó Jesús. los otros discípulos le dijeron: “¡Hemos
visto al Señor!”. Él les respondió: “Si no veo la marca de los clavos
en sus manos, si no pongo el dedo en el lugar de los clavos y la
mano en su costado, no lo creeré”. Ocho días más tarde, estaban de
nuevo los discípulos reunidos en la casa, y estaba con ellos Tomás.
Entonces apareció Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en
medio de ellos y les dijo: “¡La paz esté con ustedes!”. Luego dijo a
Tomás: “Trae aquí tu dedo: aquí están mis manos. Acerca tu mano:
métela en mi costado. En adelante no seas incrédulo, sino hombre
de fe”. Tomás respondió: “¡Señor mío y Dios mío!”. Jesús le dijo:
“Ahora crees, porque me has visto. ¡Felices los que creen sin haber
visto!”» Jn 20,19-29
«... Aquel discípulo que dudaba, tras haber tocado y reconocido las cicatrices,
exclamó: ¡Señor mío y Dios mío! Las cicatrices manifestaban a aquel que había
sanado todas las heridas en los otros. ¿No podía, acaso, resucitar el Señor sin las
cicatrices? (Sí), pero conocía las heridas existentes en el corazón de sus
discípulos, y para sanar éstas había mantenido aquéllas en su cuerpo. ¿Y qué
dijo el Señor a quien le había confesado y dicho Señor mío y Dios mío? Porque
me has visto, has creído; dichosos quienes no ven y creen. ¿A quién se refería,
hermanos, sino a nosotros? No porque íbamos a ser los únicos, sino porque
íbamos a venir detrás. Tras un pequeño espacio de tiempo, después que se alejó
de los ojos mortales para afianzar la fe en los corazones, cuantos creyeron,
creyeron sin ver, y su fe tuvo gran mérito. Para adquirir esa fe tan sólo pusieron
en movimiento un corazón piadoso, no la mano dispuesta a tocar.
Todo esto lo hizo el Señor para invitar a la fe. Ésta hierve ahora en la Iglesia,
extendida por todo el orbe. También ahora obra curaciones y mayores,
pensando en las cuales no desdeñó hacer aquellas menores. Pues como es mejor
el alma que el cuerpo, así es mejor también la salud del alma que la del cuerpo.
Ahora no abre sus ojos la carne ciega mediante un milagro del Señor, pero sí los
abre el corazón por su palabra. No resucita ahora un cadáver mortal; resucita,
en cambio, el alma que yacía muerta en un cadáver vivo. No se abren ahora los
oídos sordos del cuerpo, pero ¡cuántos son los que tienen cerrados los oídos del
corazón, que, sin embargo, se abren al penetrar la palabra de Dios, de forma que
creen quienes no creían y viven bien quienes vivían mal y obedecen quienes no
obedecían! (...)»19.
UN COMPÁS DE ESPERA
El Señor resucitado es el Dios de los imprevistos. Siempre toma las
iniciativas más insospechadas, en vista a suscitar o resucitar nuestra
fe.
Todo había sido previsto por los apóstoles antes de la muerte de
Jesús, menos que se les manifestaría como: “el Viviente”. Los relatos
evangélicos atestiguan con transparencia, el escepticismo y la
incredulidad de sus discípulos frente a esta inesperada realidad.
Sencillamente, no entraba en sus esquemas mentales, ni en las
creencias religiosas de esa época, una resurrección antes del fin de
los tiempos.
Pero las palabras y los gestos del resucitado se mostraron distintivas
e inconfundibles. Por eso, ellos no se atrevieron a preguntarle quién
era, porque sabían muy bien que era “el Señor”.
La fe pascual en el resucitado no es una realidad que habitualmente
se evidencie de golpe. Necesita de tiempos y distancias, que el Señor
programa con soberana libertad. No se pueden violentar las agujas
de un reloj. Cada uno tiene su propio tiempo, y a cada uno le llega su
propia: “hora de Dios”.
En todos nosotros se da como ocurrió con el apóstol Tomás, un
compás de espera, entre la fe que proclamaron los discípulos el día
de la resurrección, y la que nosotros como él asumimos, “ocho días
más tarde...”.
Sólo Cristo puede atravesar las puertas temerosamente cerradas de
nuestros corazones, colmándolos de paz y de alegría en el Espíritu.
Solo él puede regalarnos la fe de su presencia resucitada y
resucitadora.
Nosotros no hemos sido favorecidos con signos sensibles y palpables
como los recibió el apóstol Tomás ocho días después, pero sí
creemos en su tardío testimonio pascual; y con él repetimos cada
día: “Señor mío y Dios mío”.
19
San Agustín de Hipona, Sermón 88,2-3; trad. en: Obras completas de san Agustín, Madrid, Biblioteca de Autores
Cristianos, 1988, t. X, pp. 536-537 (BAC 441). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un
largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el
bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona
lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su
muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. El Sermón 88 fue pronunciado en torno al año
400.
DOMINGO 3º
«Los discípulos, que retornaron de Emaús a Jerusalén, contaron lo
que les había pasado en el camino y cómo habían reconocido a
Jesús al partir el pan. Todavía estaban hablando de esto, cuando
Jesús se apareció en medio de ellos y les dijo: “La paz esté con
ustedes”. Atónitos y llenos de temor, creían ver un espíritu, pero
Jesús les preguntó: “¿Por qué están turbados y se les presentan
esas dudas? Miren mis manos y mis pies, soy yo mismo. Tóquenme
y vean. Un espíritu no tiene carne ni huesos, como ven que yo
tengo”. Y diciendo esto, les mostró sus manos y sus pies. Era tal la
alegría y la admiración de los discípulos, que se resistían a creer.
Pero Jesús les preguntó: “¿Tienen aquí algo para comer?”. Ellos le
presentaron un trozo de pescado asado; él lo tomó y lo comió
delante de todos. Después les dijo: “Cuando todavía estaba con
ustedes, yo les decía: Es necesario que se cumpla todo lo que está
escrito de mí en la Ley de Moisés, en los Profetas y en los Salmos”.
Entonces les abrió la inteligencia para que pudieran comprender
las Escrituras, y añadió: “Así estaba escrito: el Mesías debía sufrir
y resucitar de entre los muertos al tercer día, y comenzando por
Jerusalén, en su Nombre debía predicarse a todas las naciones la
conversión para el perdón de los pecados. Ustedes son testigos de
todo esto» Lc 24,35-48
«Los profetas eran los amigos del Padre iniciados por él en sus misterios. Él les
confió enigmas, alusiones a su Hijo. Él veló a Moisés, para que por este velo el
mundo reconociese que era propio de la profecía el estar oculta. Todo el Antiguo
Testamento se nos presenta velado, como Moisés, el tipo de toda profecía. Tras
este velo, extendido sobre los libros de los profetas, aparecía Cristo, augusto
juez, sentado sobre su trono de gloria...
Moisés estaba velado; ¿qué profeta hubiera podido descubrir su rostro?
Siguiendo su ejemplo, todos presentaron sus discursos también velados.
Simultáneamente anunciaban y velaban; presentaban su mensaje y a la vez lo
cubrían con un velo para no apartarse de lo que había hecho el gran Moisés.
Precisamente porque Jesús brillaba en sus libros, un velo los robaba a sus ojos,
velo que proclama a todo el universo que las palabras de la Escritura santa
tienen un sentido oculto. Por eso Moisés es el modelo de todo discurso
profético, el tipo del carácter oculto del Antiguo Testamento.
Nuestro Señor levantó ese velo cuando explicó los misterios a todo el universo.
Por su venida, el Hijo de Dios descubrió el rostro de Moisés oculto hasta
entonces, sus palabras que eran ininteligibles. La Nueva Alianza vino a aclarar la
Antigua; el mundo por fin pudo comprender esas palabras que en adelante nada
las oculta. El Señor, nuestro Sol, se elevó sobre el mundo e iluminó a toda
criatura; misterio, enigmas quedan por fin aclarados. El velo que cubría los
libros ha sido removido y el mundo contempla al Hijo de Dios al descubierto»20.
20
Santiago de Sarug, Homilía sobre el velo de Moisés (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid,
Editorial Apostolado de la Prensa, 1973, L 36). Santiago es uno de los mayores doctores de la Iglesia siria, que vivió
aproximadamente entre el 450 y el 520, cuya fiesta celebran los sitios el 29 de noviembre y los maronitas el 5 de
abril. Natural de Hawra, del distrito de Sarug, en las cercanías de Edesa, estudió en la célebre escuela de está ciudad.
Mucho se ha discutido sobre su ortodoxia, pero consta con certeza que Santiago compartió la posición doctrinal de
Severo de Antioquía y después de ejercer como periodeuta (una especie de inspector del clero) al final de su vida fue
elegido obispo (519), por su condición de monofisita moderado y capaz por ello de reconciliar los ánimos. Fue
CON GESTOS Y PALABRAS
Las apariciones de Jesús resucitado, que podríamos llamar
oficiales, están encaminadas a consolidar la fe de los apóstoles, en
cuanto ya conforman la comunidad de creyentes, lo que hoy
entendemos como iglesia, lugar de contención de nuestra fe
pascual.
No son apariciones subjetivas e individuales que brotan de mentes
enfermizas o alucinadas. No, son objetivas, son comunitarias e
interpelan desde afuera a quienes contemplan al Resucitado.
Cristo no es alguien etéreo o espiritual, que como un fantasma se
desplaza en medio de los apóstoles. Nada de eso, tiene un cuerpo
palpable y se comunica concretamente con gestos y palabras. Los
invita a tocarlo y a contemplar las heridas de sus manos y de sus
pies. Come delante de ellos y mientras les desea su paz, los invita a
hacer memoria y a reflexionar.
La experiencia de las apariciones del resucitado había impactado el
corazón de los discípulos de Emaús. El gesto de bendecir y partir el
pan, los había conmovido y abierto los ojos. Pero había estado
precedido de una catequesis, de la explicación de las Escrituras.
En el episodio evangélico de este domingo, ocurre nuevamente lo
mismo. Jesucristo resucitado se da a conocer mediante gestos y
palabras. Y las palabras podríamos resumirlas con la frase: “es
necesario que se cumpla” . Debía cumplirse todo lo que estaba
escrito acerca de él, en la Ley, los profetas y los salmos.
A los discípulos ahora no solo se les había abierto el corazón, sino
también la inteligencia. ¡Una vez más la fe buscaba la inteligencia!
Algo semejante debería suceder con nosotros los cristianos. Predicar
en nuestro medio con gestos y palabras. Gestos de comunión, que
nos muestren como resucitados a una vida nueva. Palabras, que
proclaman sin medias verdades, y con el evangelio de la vida, que el
Mesías debía sufrir para después resucitar.
fecundo poeta, cuyas obras (sobre todo sus homilías rítmicas) no están aún suficientemente estudiadas. Sabía griego
pero escribió sólo en siríaco.
DOMINGO 4º
«Jesús dijo: “Yo soy el buen Pastor. El buen Pastor da su vida por
las ovejas. El asalariado, en cambio, que no es el pastor y al que no
pertenecen las ovejas, cuando ve venir al lobo las abandona y huye.
y el lobo las arrebata y la dispersa. Como es asalariado, no se
preocupa por las ovejas. Yo soy el buen Pastor: conozco a mis
ovejas, y mis ovejas me conocen a mí -como el Padre me conoce a mí
y Yo conozco al Padre- y doy mi vida por las ovejas. Tengo, además,
otras ovejas que no son de este corral y a las que debo también
conducir: ellas oirán mi voz, y así habrá un solo Rebaño y un solo
Pastor. El Padre me ama porque yo doy mi vida para recobrarla.
Nadie me la quita, sino que la doy por mí mismo. Tengo el poder de
darla y de recobrarla: éste es el mandato que recibí de mi Padre”»
Jn 10,11-18
«Tengo todavía otras ovejas que no son de este rebaño, y es preciso que yo las
traiga, y oirán mi voz, y habrá un solo pastor y un solo rebaño (Jn 10,16). En
efecto, aunque especialmente dirigidas a Pedro: Apacienta mis ovejas (Jn
21,17), estas palabras se refieren sin embargo, por medio del único Señor, a
todos los pastores; y a todos aquellos que vienen a la Roca (Cristo) él les nutre
en pastos tan abundantes y tan bien regados, que innumerables ovejas,
fortificadas por la abundancia de su amor, no dudan en morir por el nombre de
su Pastor, lo mismo que el buen Pastor se ha dignado dar su vida por sus ovejas.
Es con él con quien sufre no solamente el valor glorioso de los mártires sino
también la fe de todos aquellos que renacen en el baño de la regeneración. En
efecto, cuando se renuncia al diablo para creer en Dios, cuando se pasa de la
vejez a la renovación, cuando se depone la imagen del hombre terrestre para
revestir la forma celestial, se produce como una especie de muerte y una especie
de resurrección; hasta el punto de que quien ha sido recibido por Cristo y quien
recibe a Cristo no es ya más, después del baño del bautismo, lo que había sido
antes, sino que el cuerpo del regenerado se convierte en la carne del
Crucificado...
Por eso la Pascua del Señor se celebra dignamente con ázimos de pureza y de
verdad (1 Co 5, 8), cuando, una vez rechazado el fermento de la antigua malicia,
la nueva creatura se embriaga y se alimenta del Señor mismo. Porque la
participación en el cuerpo y en la sangre de Cristo no tiene otro efecto que
convertirnos en lo que comemos y hacernos llevar en todas partes, en nuestro
espíritu y en nuestra carne, a aquel en quien y con quien hemos muerto, hemos
sido sepultados y resucitados»21.
LA VOZ DEL PASTOR
21
San León Magno, Sermón XII sobre la Pasión; PL 54,355-357 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo,
Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1972, F 12). León, que ostenta el título de Grande (Magno), sobre todo
por su contribución teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de Roma
entre 440 y 461, en el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje de las
invasiones bárbaras. León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo de
Roma ocupó una posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de Roma
y, por medio de sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su comunidad en
la celebración de los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la vez que procuró
preservar a sus fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún años de
pontificado arduo y difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas.
En la Palestina de los tiempos de Jesús, la figura del pastor de
ovejas, tenía mucho relieve en la Escritura, y respondía a un
contexto geográfico y cultural, no siempre familiar al hombre
urbano. Sin embargo, su simbología y el mensaje que transmite,
mantendrá siempre actualidad.
Los textos del Antiguo Testamento que hablan de Yahveh como
pastor de su pueblo, alcanzan ahora su plenitud a la luz de la pascua;
presentándonos a Jesús como el buen Pastor. Y también como la
Puerta, por donde entran sus ovejas al recinto de la iglesia: espacio
de contención y de salvación.
Jesucristo muere por amor a sus ovejas, en un último y supremo
acto de libertad. Su vida, libremente entregada y recuperada, se ha
convertido para nosotros, en fuente de la que mana Vida en
abundancia.
Años atrás una conocida empresa fonográfica, usaba como emblema
la imagen de un perro frente a un antiguo gramófono, escuchando
perplejo y asombrado la voz de su dueño reproducida en el disco de
pasta.
Por eso, es bueno y necesario, recalcar la diferencia existente entre:
el oír y el escuchar. Podemos estar oyendo distraídamente radio y al
mismo tiempo estar hablando con una persona. Pero a la Sagrada
Escritura no basta con oírla, sino que hay que escucharla; es decir,
interiorizarla; obedeciendo de corazón el mensaje que nos
transmite, y tratando de ponerlo en práctica.
María Magdalena, reconoció la voz del Maestro en la mañana de la
resurrección. Era la voz del Amado; la misma del Cantar de los
Cantares. De igual manera, como el rebaño conoce la voz de su
pastor, nosotros escuchando con fe el sacramento de su Palabra,
vamos pasando cada día de la muerte del pecado a la vida de la
gracia.
DOMINGO 5º
«Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: “Yo soy la
verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis
sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé
más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les
anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así
como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid,
tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los
sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto,
porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no
permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca;
después se recoge, se arroja al fuego y arde. Si ustedes permanecen
en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran
y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den
fruto abundante, y así sean mis discípulos”» Jn 15,1-8
«Repasen una y mil veces las siguientes palabras de la Verdad: Yo soy la vid, y
ustedes los sarmientos. El que está en mí y yo en él, éste dará mucho fruto,
porque sin mí nada pueden hacer. Y para evitar que alguno pudiera pensar que
el sarmiento puede producir algún fruto, aunque escaso, después de haber dicho
que éste dará mucho fruto, no dice que sin mí poco pueden hacer, sino que dijo:
Sin mí NADA pueden hacer. Luego, sea poco, sea mucho, no se puede hacer sin
Aquel sin el cual no se puede hacer nada. Y si el sarmiento da poco fruto, el
agricultor lo purgará para que lo dé más abundante; pero, si no permanece
unido a la vid, no podrá producir de suyo fruto alguno. Y puesto que Cristo no
podría ser la vid si no fuese hombre, no podía comunicar esta virtud a los
sarmientos si no fuese también Dios. Pero, como nadie puede tener vida sin la
gracia, y sólo la muerte cae bajo el poder del libre albedrío, sigue diciendo: El
que no permaneciere en mí, será echado fuera, como el sarmiento, y se secará,
lo tomarán y lo arrojarán al fuego y en él arderá. Los sarmientos de la vid son
tanto más despreciables fuera de la vid, cuanto son más gloriosos unidos a ella,
y, como dice el Señor por el profeta Ezequiel, cortados de la vid, son
enteramente inútiles al agricultor y para nada sirven (Ez 15,5). El sarmiento ha
de estar en uno de estos dos lugares, o en la vid o en el fuego; si no está en la vid,
estará en el fuego. Permanezca, pues, en la vid para librarse del fuego»22.
UNA PALABRA CLAVE
Si releemos con atención el evangelio de este domingo,
comprobaremos con facilidad que en ocho renglones se repite ocho
veces la palabra permanecer. No se necesita ser muy inteligente para
darse cuenta de que ella se convierte en la palabra clave que
otorgará pleno sentido a nuestro texto.
22
San Agustín de Hipona, Tratados sobre el evangelio de san Juan 81,3; trad. en: Obras de san Agustín, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1957, t. XIV, p. 441 (BAC 165). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año
354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año
387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el
pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su
coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430. El Sermón 88 fue
pronunciado en torno al año 400.
La palabra permanecer en Cristo, en el evangelio de san Juan tiene
un contenido muy denso. Significa que todo discípulo está invitado a
entrar en íntima comunión con el Señor y con su Palabra, fuente
inagotable de vida divina. A sumergirse gracias a Él en ese abismo de
insondable amor junto al Padre en el Espíritu.
Permanecer, implica pues, estar entrañablemente unido a Cristo
como a La Viña. Su savia, su esencia, es su sangre, derramada por
nosotros. En la Última Cena nos dio a beber de su sangre bajo el
signo de “el fruto de la viña”. Es por eso, que las resonancias
eucarísticas de esta alegoría son imborrables.
Otro tema es el de la poda. ¡Ay Señor, cómo duele la poda! ¡Y pensar
que ésta encierra el misterio del crecimiento armónico y fecundo en
la vida espiritual! Cómo nos cuesta entender que: “El Espíritu Santo
nos enseña que hay que cantar el triunfo de nuestro Salvador sobre
la muerte, celebrando precisamente su Pasión y su muerte”.
Finalmente, habría que subrayar un último tema, el de los frutos.
Desde la fuerza del amor de Cristo, surge nuestra fecundidad. En la
fraternidad, en el amor al prójimo, se expresará nuestra capacidad
de dar vida. De no comprenderlo así, todo resultaría vano y caería en
el sin sentido, quedando oscurecida nuestra historia por el absurdo
y la esterilidad.
“Dios misericordioso, concédenos experimentar en todo tiempo los
frutos del misterio pascual que celebramos” (Oración colecta, jueves
2da. semana de pascua).
DOMINGO 6º
«Durante la Última Cena, Jesús dijo a sus discípulos: Como el Padre
me amó, también yo los he amado a ustedes. Permanezcan en mi
amor. Si cumplen mis mandamientos, permanecerán en mi amor
como Yo cumplí los mandamientos de mi Padre y permanezco en su
amor. Les he dicho esto para que mi gozo sea el de ustedes, y ese
gozo sea perfecto. Este es mi mandamiento: Ámense los unos a los
otros, como Yo los he amado. No hay amor más grande que dar la
vida por los amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les
mando. Ya no los llamo servidores, porque el servidor ignora lo que
hace su señor; Yo los llamo amigos, porque les he dado a conocer
todo lo que oí de mi Padre. No son ustedes los que me eligieron a mí,
sino yo el que los elegí a ustedes, y los destiné para que vayan y den
fruto, y ese fruto sea duradero. Así todo lo que pidan al Padre en mi
Nombre, él se lo concederá. Lo que Yo les mando es que se amen los
unos a los otros» Jn 15,9-17
«… Supongan un círculo trazado sobre la tierra, es decir una circunferencia hecha
con un compás y un centro. Se llama precisamente centro al centro del círculo.
Presten atención a lo que les digo. Imaginen que ese círculo es el mundo, el centro,
Dios, y sus radios, las diferentes maneras o formas de vivir los hombres. Cuando
los santos deseosos de acercarse a Dios caminan hacia el centro del círculo, a medida
que penetran en su interior se van acercando uno al otro al mismo tiempo que a
Dios. Cuanto más se aproximan a Dios, más se aproximan los unos a los otros; y
cuanto más se aproximan los unos a los otros, más se aproximan a Dios. Y
comprenderán que lo mismo sucede en sentido inverso, cuando dando la espalda a
Dios nos retiramos hacia lo exterior, es evidente entonces que cuanto más nos
alejamos de Dios, más nos alejamos los unos de los otros y cuanto más
nos alejamos los unos de los otros más nos alejamos también de Dios.
Tal es la naturaleza de la caridad. Cuando estamos en el exterior y no amamos a
Dios, en la misma medida estamos alejados con respecto al prójimo. Pero si
amamos a Dios, cuanto más nos aproximemos a Dios por la caridad tanto
más estaremos unidos en caridad al prójimo, y cuanto estemos unidos al
prójimo tanto lo estaremos a Dios»23.
LA AMISTAD EVANGÉLICA
Una de las expresiones más nobles de la caridad es la amistad
fraterna. Para los cristianos adquiere su sentido pleno en el ejemplo
de Jesús, nuestro amigo y confidente, verdadero marcapaso de toda
auténtica amistad (Jn 15,15).
23
Doroteo de Gaza, Conferencias, VI,78; trad. en: Doroteo de Gaza. Conferencias, Luján, ECUAM, 1990, pp. 52-53
(Col. Nepsis, 2). Doroteo de Gaza fue discípulo, hacia el 525, de los reclusos Barsanufio y Juan en el monasterio de
Seridos, de los cuales recibió un precioso grupo de cartas. Posteriormente pasó a gobernar un monasterio y dejó a sus
monjes las Instrucciones, Cartas y Sentencias. Realizó una bella síntesis de los Apotegmas, de los Capadocios, de
Crisóstomo, de Marcos el Eremita y de Isaías, es decir, de las tradiciones del monacato palestinense. En los escritos
que se conservan intenta mantenerse al margen de las controversias cristológicas. Gozó de gran prestigio en el
monacato griego, ruso y árabe.
A partir de Cristo, el amigo por excelencia, que nunca nos va a
defraudar, es que podemos trazar un esbozo parcial y fragmentario
sobre la amistad.
La amistad es un regalo que se acepta o se rechaza libremente (Jn
13,23). Al ser gratuito, refleja la original fisonomía de las personas:
“dime qué regalas y te diré quién eres”.
La amistad es un regalo renovador. La lealtad y la confianza
demostrada por el amigo, renueva y ayuda a crecer en el amor,
aumentando nuestra autoestima (Jn 21,17).
La amistad es un don exclusivo, pero no excluyente (Jn 21,22). El
amigo pide ser tratado de una manera particular e inédita, sin
exclusiones ni marginaciones de terceros.
La amistad es don multiplicado (Jn 11,5). No tiene fronteras de
tiempos, de estados, ni de sexos. Se extiende a todas las etapas de la
vida, sin hacer discriminación de personas.
La amistad es un don sorprendente (Jn 20,14). El amigo nos
sorprende con sus imprevistos y nos asombra con su misterio.
Cuando terminemos por respetar su misterio, recién comenzaremos
a comprenderlo.
“Amo el canto de los pájaros...
Amo el perfume de las flores...
Pero por encima de todo
Amo a mi hermano: el hombre” (Poesía náhuatl).
ASCENSIÓN DEL SEÑOR
«Jesús les dijo: “Vayan por todo el mundo, anuncien la Buena
Noticia a toda la creación. El que crea y se bautice, se salvará. El
que no crea, se condenará.
Y estos prodigios acompañarán a los que crean: arrojarán a los
demonios en mi Nombre y hablarán nuevas lenguas; podrán tomar
a las serpientes con sus manos, y si beben un veneno mortal no les
hará ningún daño; impondrán las manos sobre los enfermos y los
curarán”.
Después de decirles esto, el Señor Jesús fue llevado al cielo y está
sentado a la derecha de Dios. Ellos fueron a predicar por todas
partes, y el Señor los asistía y confirmaba su palabra con los
milagros que la acompañaban» Mc 16,15-20
«… Lo que durante todo el tiempo que transcurre de la resurrección del Señor a
su ascensión procuró la providencia de Dios, enseñó y en cierto modo metió en
los ojos y corazones de los suyos, fue que se reconociese por verdaderamente
resucitado al Señor Jesucristo, al mismo que había nacido, padecido y muerto.
Por lo cual los bienaventurados apóstoles y todos los discípulos, que se habían
alarmado por la muerte de cruz y habían vacilado en la fe de la resurrección, de
tal suerte fueron confortados ante la evidencia de la verdad, que, al subir el
Señor a lo más sublime de los cielos, no sólo no experimentaron tristeza alguna,
sino que se llenaron de una gran alegría. Y ciertamente había motivo de
extraordinaria e inefable exultación al ver cómo, en presencia de aquella santa
multitud, una naturaleza humana subía sobre la dignidad de todas las criaturas
celestiales, elevándose sobre los órdenes de los ángeles y a más altura que los
arcángeles, no teniendo ningún límite su exultación, ya que, recibida por su
Eterno Padre, era asociada en el trono a la gloria de Aquel cuya naturaleza
estaba unida con el Hijo, ya que la ascensión de Cristo constituye nuestra
elevación, y el cuerpo tiene la esperanza de estar algún día en donde le ha
precedido su gloriosa Cabeza; por eso, con dignos sentimientos de júbilo,
amadísimos, alegrémonos y gocémonos con piadosas acciones de gracias»24.
NUEVA ETAPA MISMO COMPROMISO
El texto que acabamos de leer corresponde al epílogo del evangelio
de Marcos. El Señor les recomienda a sus discípulos anunciar la
Buena Noticia de la Salvación, no solo de palabra sino también con el
evangelio de sus vidas.
En la vida humana se producen necesarios cortes -¡vivimos
despidiéndonos!- y separaciones, muchas veces dolorosas, que
24
San León Magno, Homilías sobre la Ascensión del Señor, 1 [73],4; trad. en: San León Magno. Homilías sobre el
Año Litúrgico, Madrid, La Editorial Católica, 1969, p. 305 (BAC 291). León, que ostenta el título de Grande sobre
todo por su contribución teórica y práctica al afianzamiento del primado de la Sede Apostólica romana, fue Papa de
Roma entre 440 y 461, en el momento histórico en que el Imperio Romano se quebraba en Occidente ante el empuje
de las invasiones bárbaras. León habría nacido en Toscana (¿o Roma?), hacia el fin del siglo IV. Antes de ser obispo
de Roma ocupó una posición importante durante el pontificado de sus predecesores. León fue ante todo obispo de
Roma y, por medio de sus frecuentes sermones dirigidos tanto al clero como al pueblo, buscó introducir a su
comunidad en la celebración de los misterios de Cristo, proponiéndole la vivencia sincera de la vida bautismal, a la
vez que procuró preservar a sus fieles de las herejías y los errores provenientes del paganismo. Después de veintiún
años de pontificado arduo y difícil, murió el 10 de noviembre de 461. Nos legó 97 sermones y 173 cartas.
ayudan al hombre a madurar y a terminar con dependencias,
especialmente afectivas; todo en vista al crecimiento armonioso y
pleno de su personalidad.
Con la Ascensión del Señor ocurre algo semejante. Los discípulos
habían compartido sus historias contrastantes, con la historia
subyugante del Maestro de Nazaret, del Jesús histórico. La
resurrección venía a establecer una discontinuidad. Permanecía, es
verdad, el mismo compromiso, pero vivido ahora en una nueva
etapa de crecimiento en la fe, que implicaba desprenderse de ciertas
ataduras sentimentales del pasado.
El regreso de Jesús al seno del Padre: “Salí del Padre y vuelvo al
Padre”, conducirá a los apóstoles y también a nosotros hoy en día, a
entrar en contacto con el Cristo de la Pascua, gracias la comunión
con su palabra, con sus sacramentos y a través de los hombres, a
quienes somos enviados; todo esto activado y sellado por la
presencia del Espíritu.
La fe del cristiano no puede limitarse a evocar un pasado histórico
entreverado de nostalgias y sentimientos. A todos nos llegará la hora
de pasar como diría San Pablo: de la leche, alimento de lactantes, al
alimento sólido de los adultos. Nos encontramos por tanto, ante ¡un
final que es un inicio!
PENTECOSTÉS
«Al atardecer de ese mismo día, el primero de la semana, estando
cerradas las puertas del lugar donde se encontraban los discípulos,
por temor a los Judíos, llegó Jesús y poniéndose en medio de ellos,
les dijo: “¡La paz esté con ustedes!” Mientras decía esto, les mostró
sus manos y su costado. Los discípulos se llenaron de alegría
cuando vieron al Señor.
Jesús les dijo de nuevo: “¡La paz esté con ustedes! Como el Padre me
envió a mí, yo también los envío a ustedes”. Al decirles esto, sopló
sobre ellos y añadió:
“Reciban al Espíritu Santo. Los pecados serán perdonados a los que
ustedes se los perdonen, y serán retenidos a los que ustedes se los
retengan”». Jn 20,19-23
«… Todo el actuar del Espíritu Santo se dirige al bien y a la salvación.
En primer lugar, su llegada es suave, se lo percibe como una fragancia y su yugo
es muy liviano. Ante su llegada, brillan rayos de luz y de conocimiento. Poseedor
de una misericordia capaz de ofrecer un socorro auténtico, viene para salvar,
curar, enseñar, exhortar, fortalecer, consolar e iluminar la mente. Esto lo hace
en el primero que lo recibe, pero después, a través de él, lo hace sobre todos los
demás.
Así como cuando alguien que estaba en la oscuridad ve de pronto la luz del sol,
ilumina los ojos del cuerpo y comienza a ver lo que hasta ese momento no veía,
así también sucede con el que ha sido dignificado con el don del Espíritu Santo:
ilumina el alma y comienza a ver aquellas cosas que están por encima del
hombre y que antes no conocía. El cuerpo permanece sobre la tierra, pero el
alma refleja como un espejo lo que está en el cielo... Un pequeño hombre
alcanza a ver el principio y el fin del mundo, el centro del tiempo y la sucesión
de los reyes. Todas estas cosas no las ha aprendido, pero se ha hecho presente el
verdadero iluminador...»25.
UN BESO ESPIRITUAL
Para el evangelista Juan, el Espíritu Santo, es claramente Alguien; es
una persona, y esa Persona es la tercera de la Santísima Trinidad.
En la solemnidad de Pentecostés, el soplo del Espíritu ocupa el papel
protagónico. Con rumor de aguas vivas, agita el agua bautismal
depositada en la cisterna de nuestros corazones. Saciando así, la sed
25
San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, XVI,16; (trad. en: San Cirilo de Jerusalén. Catequesis, Buenos Aires, Eds.
Paulinas, 1985, pp. 236-237 [Col. Orígenes cristianos, 2]). Se ignora la fecha de su nacimiento, probablemente en los
años 314 ó 315. Cirilo debe haber nacido en la misma ciudad de Jerusalén o en sus alrededores. Pertenecía al clero de
la diócesis de Jerusalén. En el año 343 fue ordenado presbítero por Máximo, el obispo de Jerusalén que lo hizo su
colaborador. Desempeñaba su ministerio sacerdotal en la Iglesia de Jerusalén cuando en el año 348 fue elegido
obispo de esa misma Iglesia. Tres veces debió abandonar su sede episcopal para marchar al destierro. La primera vez
fue en el año 357, cuando un concilio reunido en Jerusalén por el obispo Acacio y compuesto por arrianos lo privó de
su sede y lo envió al destierro. Nuevamente fue desterrado en el año 360, pero también por poco tiempo. En el año
367 lo desterró el emperador Valente, y esta vez su alejamiento se prolongó por unos once años, regresando a
Jerusalén recién en el año 378. Después del retorno de su último destierro participó en el Segundo Concilio
Ecuménico, el II de Constantinopla. Murió en su sede en el año 386. Tanto la Iglesia de Oriente como la de Occidente
celebran su fiesta el 18 de marzo, que es el día de su fallecimiento. Además de las Catequesis, su obra principal, se
conservan una carta al emperador Constancio y una homilía sobre el paralítico de Juan 5 (Rivas, op. cit., pp. 5-6).
de oración que sentimos los que, sabiéndonos hijos en el Hijo,
necesitamos invocar a Dios como Padre.
Los hombres solemos olvidar fácilmente las enseñanzas evangélicas
recibidas, y nos cuesta testimoniarlas con la homilía de nuestras
vidas. El Espíritu de la Verdad, comportándose como la memoria
activa de Dios, viene en nuestra ayuda para curar nuestros olvidos.
“Espíritu por el que he conocido a Dios, tú eres Dios y me haces Dios;
ven, a suscitar nuestra oración” (Gregorio Nacianceno).
La perfección de la ley de Cristo es el amor. Por esta razón, los
monjes de la antigüedad, insistían en que para llegar a ser
plenamente monje, había que convertirse en fuego, como la zarza
ardiente de Moisés.
El Espíritu Santo es el Amor convertido en un beso espiritual de
fuego que nos acaricia el alma. Él nos impulsa a los cristianos, en
todo momento y desde cada vocación, a colaborar activamente en
la anhelada construcción de la civilización del amor.
SOLEMNIDADES DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD,
DEL SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
SANTÍSIMA TRINIDAD
«Los once discípulos fueron a Galilea, a la montaña donde Jesús los
había citado. Al verlo, se postraron delante de él; sin embargo,
algunos todavía dudaron. Acercándose, Jesús les dijo: “Yo he
recibido todo poder en el cielo y en la tierra. Vayan, y hagan que
todos los pueblos sean mis discípulos, bautizándolos en el nombre
del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir
todo lo que yo les he mandado. Y yo estaré siempre con ustedes
hasta el fin del mundo”» Mt 28,16-20
«Esta es la regla de nuestra fe, la que fundamenta nuestro edificio, la que da
firmeza a nuestro comportamiento.
En primer lugar: Dios Padre, increado, ilimitado, invisible; Dios uno, creador
del universo; es el primer artículo de nuestra fe. Segundo artículo: el Verbo es
Dios, Hijo de Dios, Jesucristo, nuestro Señor; fue revelado a los profetas según
el género de sus profecías y según el designio del Padre; por su mediación todo
ha sido hecho; al fin de los tiempos, para recapitular todas las cosas, se dignó
hacerse hombre entre los hombres, visible, palpable, para destruir así la muerte,
hacer aparecer la vida y obrar la reconciliación entre Dios y el hombre. Tercer
artículo: el Espíritu Santo; por él los profetas profetizaron, nuestros padres
aprendieron las cosas de Dios y los justos fueron guiados por el camino de la
justicia; al fin de los tiempos ha sido enviado de manera nueva sobre los
hombres, para renovarlos sobre toda la tierra para Dios.
Por ello el bautismo de nuestro nuevo nacimiento se coloca bajo el signo de
estos tres artículos. Dios Padre nos lo concede para nuestro nuevo nacimiento
en su Hijo por el Espíritu Santo. Porque los que llevan en sí el Espíritu Santo
son conducidos al Verbo que es el Hijo, y el Hijo los conduce al Padre, y el Padre
nos concede la incorruptibilidad. Sin el Espíritu es imposible ver al Verbo de
Dios, y sin el Hijo no puede uno acercarse al Padre...»26.
EN COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN
Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. En ella
encontramos resumida y sintetizada nuestra fe cristiana. En los
primeros siglos la teología de la Trinidad formaba parte de las
discusiones a nivel popular. Hoy en día, en la religiosidad popular,
26
San Ireneo de Lyon, Demostración de la predicación apostólica, 6-8; trad. en: Lecturas cristianas para nuestro
tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, J 2. Ireneo fue discípulo de Policarpo, y debe haber nacido entre
los años 130-140. Pudo escuchar al gran obispo hasta la edad de quince años. Luego nada se nos dice sobre la vida de
Ireneo en la documentación que ha llegado hasta nosotros. Recién aparece de nuevo en Lyon, al final de la
persecución de Marco Aurelio (177). Puede ser que antes haya estado en Roma, tal vez por bastante tiempo. Hacia el
año 177 las iglesias de Lyon y Vienne (Francia) le encargan llevar una carta al papa Eleuterio en Roma (174-189?).
Es una epístola que se refiere a los mártires de esas Iglesias. Al regreso a Lyon sucede a Fotino (o Potino) en la sede
episcopal, y no la abandonará hasta su muerte. En este período se ubican sus escritos más notables. Una carta suya al
papa Víctor (189-198/99?) es el último testimonio de Ireneo en la historia. La carta debe datarse a mediados del
pontificado de Víctor. Por tanto, la actividad de Ireneo en la sede de Lyon se desarrolló entre los años 178-195.
queda muchas veces reducida a la triple invocación del Gloria y a la
señal de la cruz; extendida entre los deportistas de manera más o
menos mágica.
Dios es un misterio y los misterios son más para ser contemplados
que para ser penetrados. Pero si se derrumba nuestra fe trinitaria,
se viene abajo nuestra fe cristiana. ¿Qué puede entonces significar
en nuestros días para los no versados, la fe en un solo Dios
verdadero, en tres personas distintas?
Podríamos afirmar con todo respeto, que nuestro Dios es un Dios
comunitario, un Dios sociable que se comunica hacia dentro y hacia
fuera. Vive en familia; en la comunión y participación de tres
personas. Un Padre que ama, un Hijo que salva, y un Espíritu que
consagra ese amor. No hay padre sin un hijo, no hay un hijo sin
padre, y a ambos los une el amor.
Creemos en un Dios que nos da la vida cada vez que nos
persignamos. Esto significa que lo invocamos como Padre. La
paternidad es la capacidad de dar vida. No hay Padre sin Hijo. “La
vida eterna consiste en que te conozcan a ti Padre, el único Dios
verdadero, y a tu Enviado Jesucristo”.
Creemos en un Dios que dialoga. No es un Dios incomunicado. No
solamente habla, sino que se regala en su Palabra de Vida, que es su
Hijo. Y que nos salva; porque: “Dios lleva nuestras cargas, es
nuestra salvación”.
Creemos en un Dios que es Amor. Ese amor entre el Padre y el Hijo,
se irradia y se desborda para hacernos ingresar en la comunión y
participación trinitaria, asegurándonos que “El amor de Dios ha
sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se
nos ha dado”.
SANTÍSIMO CUERPO Y SANGRE DE CRISTO
«El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se inmolaba
la víctima pascual, los discípulos dijeron a Jesús: “¿Dónde quieres
que vayamos a prepararte la comida pascual?”. Él envió a dos de
sus discípulos, diciéndoles: “Vayan a la ciudad; allí se encontrarán
con un hombre que lleva un cántaro de agua. Síganlo, y díganle al
dueño de la casa donde entre: El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi sala,
en la que voy a comer el cordero pascual con mis discípulos?’. Él les
mostrará en el piso alto una pieza grande, arreglada con
almohadones y ya dispuesta; prepárennos allí lo necesario”.
Los discípulos partieron y, al llegar a la ciudad, encontraron todo
como Jesús les había dicho y prepararon la Pascua.
Mientras comían, Jesús tomo el pan, pronunció la bendición, lo
partió y lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen, esto es mi
Cuerpo”. Después tomó una copa, dio gracias y se la entregó, y
todos bebieron de ella. Y les dijo: “Esta es mi Sangre, la Sangre de la
Alianza, que se derrama por muchos. Les aseguro que no beberé
más del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el
Reino de Dios”. Después del canto de los Salmos, salieron hacia el
monte de los Olivos» Mc 14,12-16. 22-26
«En cuanto a la eucaristía, den gracias así. En primer lugar, sobre el
cáliz:
Te damos gracias, Padre nuestro,
por la santa vid de David, tu siervo,
que nos diste a conocer por Jesús, tu siervo.
A ti la gloria por los siglos.
Luego, sobre el pedazo (de pan):
Te damos gracias, Padre nuestro,
por la vida y el conocimiento
que nos diste a conocer por medio de Jesús, tu siervo.
A ti la gloria por los siglos.
Así como este trozo estaba disperso por los montes
y reunido se ha hecho uno,
así también reúne a tu Iglesia de los confines de la tierra en tu reino.
Porque tuya es la gloria y el poder por los siglos
por medio de Jesucristo.
Nadie coma ni beba de esta eucaristía a no ser los bautizados en el
nombre del Señor, pues acerca de esto también dijo el Señor: No den
lo santo a los perros (cf. Mt 7,6).
Después de haberse saciado, den gracias de esta manera:
Te damos gracias, Padre Santo,
por tu nombre santo,
que has hecho habitar en nuestros corazones
así como por el conocimiento, la fe y la inmortalidad
que nos has dado A conocer por Jesús tu siervo.
A ti la gloria por los siglos»27.
27
Enseñanza de los doce Apóstoles (Didaché [Didajé]), IX-X,2; trad. en Didaché. Doctrina Apostolorum. Epístola
del Seudo Bernabé, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1992, pp. 99.100 (Col. Fuentes Patrísticas, 3). Este escrito no es obra
de un solo autor, sino una compilación anónima de fuentes diversas derivadas de las tradiciones de comunidades eclesiales
PRESENCIA Y PERMANENCIA
La adoración al Santísimo Sacramento forma parte de una antigua
tradición de la Iglesia occidental. Cristo se aleja visiblemente de sus
discípulos, pero permanece actuando a través del sacramento
eucarístico, convirtiendo incesantemente a la humanidad en
fraternidad. Hoy como ayer y como lo será mañana, el Cristo de la
pascua sigue partiendo su muerte y repartiendo su vida.
A diferencia de los evangelios sinópticos, en que para relatar la
institución de la Eucaristía, utilizan la palabra cuerpo, el evangelio
de san Juan prefiere usar de manera realista la palabra carne. Esto
nos remite a su prólogo cuando dice que: “La Palabra se hizo carne”.
La Eucaristía es el memorial de la Encarnación redentora, que
alcanza plenitud cuando nos alimentamos de su carne y bebemos de
su sangre.
“Si ustedes permanecen en mí y mis palabras
permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán”
Cristo toma siempre la iniciativa; es el anfitrión que se convierte en
alimento de vida. Pero nos pone una única condición: la de
compartirlo. No es posible honrar su cuerpo y su sangre, viáticos de
inmortalidad, sin una sensibilidad comunitaria que nos induzca a
compartir nuestros bienes materiales y espirituales.
En el mundo falta porque a unos pocos les sobra mucho, y no saben o
no quieren compartir. Si todos compartiéramos, aunque más no
fuera que de nuestra propia pobreza, seguramente alcanzaría y
sobraría para muchos.
bien definidas. Un autor anónimo, judeo-cristiano (?), ha reunido en una suerte de manual textos provenientes de
tradiciones distintas, y que él consideró útiles para la edificación de los convertidos. Su lugar de composición puede
ubicarse en Siria, y la fecha sigue siendo objeto de discusión: entre los siglos I y II.
TIEMPO DURANTE EL AÑO
BAUTISMO DEL SEÑOR
«Juan predicaba, diciendo:“Detrás de mi vendrá el que es más
poderoso que yo, y yo ni siquiera soy digno de ponerme a sus pies
para desatar la correa de sus sandalias. Yo los he bautizado a
ustedes con agua, pero él los bautizará con el Espíritu Santo”.
En aquellos días, Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue
bautizado por Juan en el Jordán. Y al salir del agua, vio que los
cielos se abrían y que el Espíritu Santo descendía sobre él como una
paloma; y una voz desde el cielo dijo: “Tú eres mi Hijo muy querido,
en ti tengo puesta toda mi predilección”» Mc 1,7-11
«Hoy estamos de fiesta, el coro de los santos se une a nuestra asamblea y los
ángeles participan en nuestra celebración. Hoy la gracia del Espíritu Santo
desciende sobre las aguas en forma de paloma. Hoy se eleva el sol que no tiene
ocaso y el mundo es iluminado por la luz del Señor... Hoy las nubes derraman el
rocío de justicia. Hoy el Increado se hace imponer la mano por su propia
creatura. Hoy el profeta y precursor viene delante de su Maestro, pero,
temblando, se coloca detrás suyo, al ver la condescendencia de Dios para con
nosotros. Hoy las aguas del Jordán son transformadas en medicina por la
presencia del Señor. Hoy toda la creación es bañada con aguas místicas. Hoy los
pecados de los hombres son borrados en las aguas del Jordán. Hoy el Paraíso se
abre ante la humanidad, y el Sol de justicia brilla sobre nosotros. Hoy el agua
amarga de Moisés es cambiada para el pueblo en agua dulce por la venida del
Señor.
El Jordán se volvió atrás al ver al Invisible hecho visible, al Creador hecho
carne, al Maestro asumiendo la forma de esclavo. El Jordán se volvió atrás y las
montañas temblaron al ver al Dios encarnado. Las nubes dejaron escuchar su
voz proclamando la admiración que les producía la aparición, entre los
hombres, de la Luz de Luz. Es la fiesta del Señor la que hoy contemplamos en el
Jordán; y vemos al Señor arrojar al Jordán la muerte que la desobediencia nos
valió, el aguijón del error, las cadenas del infierno, regalando al mundo el
bautismo salvador»28.
REASUMIENDO NUESTRA IDENTIDAD
El relato del bautismo de Jesús que hoy nos presenta la liturgia
dominical, nos debe llevar a reflexionar en el sentido de nuestro
propio bautismo. Lamentablemente, muchos de nosotros hemos
olvidado o desconocemos la fecha en que recibimos este sacramento,
28
Sofronio de Jerusalén, Oración en la Teofanía de nuestro Señor; tomada de: La prière des Églises de rite byzantin,
Chevetogne, Eds. de Chevetogne, 1953, II,1, pp. 280-281. Sofronio nació en Damasco hacia el 550 y murió en
Jerusalén el 11 de marzo de 638 (un año después de la toma de Jerusalén por el califa Ornar). Probablemente fue
primero maestro de retórica. Se hizo monje en el monasterio de San Teodosio junto a Jerusalén. En compañía de su
maestro Juan Mosco se dirigió a Egipto. Después de nuevas peregrinaciones se embarcaron el 615 para Italia. Juan
Mosco murió en Roma el 619 (o quizás el 634); Sofronio se llevó sus restos al monasterio de San Teodosio. El año
633 vemos a Sofronio comprometido en la lucha contra los monotelitas en Egipto y en África, y poco después en
Constantinopla. Su elección como patriarca de Jerusalén se produjo en el año 634. Entre sus obras (PG 87, 3, 31474014) hay escritos hagiográficos, 11 homilías, 23 odas, compuestas para fiestas religiosas.
que hasta los cristianos menos practicantes, se obstinan en pedir
para sus hijos.
En primer lugar sería bueno recordar que el bautismo del Señor,
tiene un papel ejemplar y solidario con la humanidad. Jesús no
necesitaba recibirlo, porque en él no se encontraba vestigio de
pecado. Por el contrario, él se iba a convertir en “el Cordero de Dios
que quita el pecado del mundo”.
En segundo lugar, no podemos desconocer que la escena ocurrida en
el Jordán repercutió hondamente en el interior de Jesús. A partir de
este momento único, Jesús debe haber sentido y vivido su bautismo,
como una experiencia extraordinaria en su relación con su Padre,
junto a una plena toma de conciencia de su mesianismo y de su
filiación divina.
Consciente de que todo se le había dado, y que a partir de ahora
disponía soberanamente del Reino, sintió que en su propia persona
se transparentaba lo absoluto de Dios. Y experimentó una
proximidad maravillosa e inaudita de Dios. ¡Ingresó en el misterio
de Dios! En la intimidad de un “Nosotros”: “Tú eres mi Hijo…”.
Fue un momento de iluminación interior, en el que como en un
“pantallazo”, pudo esclarecer toda su vida y su misión, centrada en
hacer partícipes a los hombres sus hermanos, la revelación plena y
definitiva de un Dios cercano de los más alejados, excluidos y
marginados.
También nosotros, bautizados en el misterio pascual de Cristo; hijos
en el Hijo, y de manera análoga, debemos reasumir nuestra
identidad de hijos de Dios, tomando conciencia de nuestra misión y
del compromiso que supone comportarnos ante los hombres, como
verdaderos profetas del Reino de Dios.
DOMINGO 2º
«Al día siguiente, estaba Juan otra vez allí con dos de sus discípulos
y, mirando a Jesús que pasaba, dijo: “Este es el Cordero de Dios”.
Los dos discípulos, al oírlo hablar así, siguieron a Jesús. Él se dio
vuelta y, viendo que lo seguían, les preguntó: “¿Qué quieren?”.
Ellos le respondieron: “Rabbí -que traducido significa Maestro¿dónde vives?”. “Vengan y lo verán”, les dijo. Fueron, vieron dónde
vivía y se quedaron con él ese día. Era alrededor de las cuatro de la
tarde.
Uno de los dos que oyeron las palabras de Juan y siguieron a Jesús
era Andrés, el hermano de Simón Pedro. Al primero que encontró
fue a su propio hermano Simón, y le dijo “Hemos encontrado al
Mesías”, que traducido significa Cristo.
Entonces lo llevó a donde estaba Jesús. Jesús lo miró y le dijo: “Tú
eres Simón, el hijo de Juan: tú te llamarás Cefas”, que traducido
significa Pedro» Jn 1,35-42
«Andrés fue en busca de su hermano Simón y compartió con él el tesoro de su
contemplación. Condujo a Pedro al Señor. Cosa sorprendente. Andrés no es
todavía discípulo, y ya es conductor de hombres. Enseñando comienza a
aprender y adquiere la dignidad de apóstol. Hemos encontrado al Mesías.
Después de tantas noches de insomnio a la orilla del Jordán, ahora hemos
encontrado el objeto de nuestros deseos. Pedro fue rápido en seguir esta
llamada. Era el hermano de Andrés y avanzó lleno de fervor con el oído atento.
Tomando a Pedro consigo, Andrés lleva al Señor a su hermano según la
naturaleza y la sangre para que se beneficie de su enseñanza. Es la primera
hazaña de Andrés. Ha hecho crecer el número de discípulos, ha presentado a
Pedro, en quien Cristo encontrará al jefe de sus discípulos. Esto es tan verdad
que cuando, más tarde, Pedro tenga una conducta admirable, la deberá a lo que
Andrés había sembrado. Pero la alabanza dirigida a uno recae igualmente en el
otro. Porque los bienes del uno pertenecen al otro, y cada uno de los dos se
glorifica con los bienes del otro.
¡Qué alegría procuró Pedro a todos cuando respondió rápidamente a la pregunta
del Señor, rompiendo el silencio embarazoso de los discípulos! Según la gente,
dijo Jesús, ¿quién es el Hijo del hombre? (Mt 16,13). Entonces, como si fuese la
lengua de los que habían sido interrogados, y como si todos respondieran por él,
dijo él solo en nombre de todos: Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo (Mt
16,16). En una frase proclamó al Maestro y su designio de salvación. Admirable
armonía de las palabras. Las que utilizó Andrés para llevar a Pedro, las suscribe
el Padre desde el cielo al inspirar las mismas a Pedro. Andrés había dicho:
Hemos encontrado al Mesías. El Padre dicta a Pedro: Tú eres el Cristo, el Hijo
de Dios vivo»29.
29
San Atanasio de Alejandría, Sermón en alabanza de san Andrés, 3-4; PG 28,1103-1106; trad. en: Lecturas
cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, N 12. Atanasio nació hacia el 295, en
Alejandría. Se convirtió al cristianismo en su primera juventud. Ordenado lector por Alejandro, recibió luego el
diaconado y devino secretario del obispo hacia el 318, cuando empezaba a desarrollarse la controversia arriana.
Acompañó a su obispo al concilio de Nicea (325). A la muerte de Alejandro (328), Atanasio fue elegido obispo de
Alejandría. En el año 335, el sínodo arriano de Tiro lo depuso, y fue desterrado a Tréveris. Comienza entonces una
larga serie de destierros, sufridos por defender la fe nicena (17 años, 6 meses y 20 días de exilio; 22 años, 5 meses y
10 días en su sede). En su tercer destierro (356) huyó al desierto de Egipto con los monjes. En el año 366 volvió
Atanasio de su quinto y último destierro. El 2 de mayo de 373 murió a los 78 años de edad. En 1568 el Papa san Pío
“¿QUÉ QUIEREN?”
Esta pregunta nos la viene repitiendo el Señor desde el tiempo y la
distancia. Si la sabemos responder, habremos aprobado y
encontrado el sentido de nuestra existencia. Solo nos faltará
entonces, ajustar a esta respuesta los parámetros de nuestra vida.
¿Qué buscamos todos en última instancia, en nuestro itinerario de
fe? ¿Cuál es la finalidad y la meta de nuestra historia espiritual? La
respuesta tendría que ser cantada: “¡Muéstranos tu rostro Señor!”.
La comunión con Cristo y con Cristo en Dios. El estar, el poder
quedarnos y permanecer con él.
Por eso, le respondemos con otra pregunta: “¿Maestro, dónde
vives?. Ya que se nos ha planteado la necesidad de emprender un
camino de seguimiento y de compromiso con un Señor, que tomando
la iniciativa, se ha dado vuelta, nos ha mirado y preguntado una vez
más: “¿Qué quieren?”.
El cristianismo no se restringe a una conducta ética o al mero
cumplimiento de normas religiosas. Es mucho más. Se trata de una
experiencia de fe, afirmada en la constatación de la gratuidad del
amor de un Dios rico en misericordia. Y sin esto, todo el resto se
derrumba estrepitosamente. El hombre busca un encuentro
profundo con un Dios que es amor; lo demás vendrá por añadidura.
Pero esta experiencia marcante, no puede quedar limitada a algo
puramente individual o subjetivo. Ella nos impulsa obligadamente a
compartirla con nuestros hermanos. El amor tiende a irradiarse y a
participarse.
Esto es lo que sucedió cuando Andrés le presentó a su hermano
Pedro, para que Jesús, cambiándole el nombre, ¡le cambiara
también la vida!
V declaró solemnemente a san Atanasio: Doctor de la Iglesia, junto con san Basilio, san Gregorio Nacianceno y san
Juan Crisóstomo.
DOMINGO 3º
«Después que Juan fue arrestado, Jesús se dirigió a Galilea. Allí
proclamaba la Buena Noticia de Dios, diciendo:
“El tiempo se ha cumplido: el Reino de Dios está cerca.
Conviértanse y crean en la Buena Noticia”.
Mientras iba por la orilla del mar de Galilea, vio a Simón y a su
hermano Andrés, que echaban las redes en el agua, porque eran
pescadores. Jesús les dijo: “Síganme, y yo los haré pescadores de
hombres”. Inmediatamente, ellos dejaron sus redes y lo siguieron.
Y avanzando un poco, vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su
hermano Juan, que estaban también en su barca arreglando las
redes. Enseguida los llamó, y ellos, dejaron en la barca a su padre
Zebedeo con los jornaleros, y lo siguieron» Mc 1,14-20
«Los Apóstoles vinieron al Señor como pescadores de peces y llegaron a ser
pescadores de hombres, de acuerdo a aquello del profeta Jeremías: He aquí que
enviaré pescadores de hombres, y ellos los pescarán por todas las montañas y
por todos los lugares elevados (Jr 16,16).
Si Cristo hubiera enviado sabios, se habría dicho que persuadieron al pueblo con
su ciencia, o que lo engañaron con su sabiduría. Si hubiera enviado hombres ricos, se
diría que alimentaron al pueblo, burlándose así de él; o que corrompieron a las
gentes con su dinero, llegando así a dominarlas. Si hubiera enviado hombres
poderosos, se diría que los sedujeron por su fuerza, o lo violentaron por su poder.
Pero los Apóstoles nada de eso tenían. El Señor lo demuestra con el ejemplo de
Simón. Él era pusilánime, pues fue presa del pánico ante la voz de una
sirvienta; era pobre, pues no pudo pagar el impuesto que le correspondía, una
moneda de oro: “No tengo oro, dice Pedro, ni tengo plata” (Hch 3,6; cf. Mt
17,24-27). Era hombre sin cultura ya que, cuando negó al Señor, no supo
excusarse con astucia.
Fueron enviados, estos simples pescadores de peces, que lograron vencer a los
poderosos, a los ricos, a los sabios. ¡Maravilloso milagro! siendo, como lo eran,
débiles, atrajeron a los poderosos a su doctrina, sin violencia alguna; siendo
pobres enseñaron a los ricos; siendo ignorantes convirtieron a hombres sabios
y prudentes en discípulos suyos. La sabiduría del mundo cedió su lugar a esta
sabiduría qua es la sabiduría de las sabidurías»30.
LA PESCA CONTINÚA
Convertirse es volverse para cambiar de dirección, tomando a
alguien como punto de referencia y confiando en su buena
información. La conversión evangélica supone además de un cambio
de actitud interior, un sentirse amado, mirado y llamado por Jesús.
30
San Efrén de Nisibi (o Nísibe), Comentario del evangelio concordante o “Diatésaron”, IV,20; SCh 121, 1966, pp.
105-106. Efrén nació en Nisibi de padres cristianos hacia el año 306. Creció bajo la tutela del obispo Jacobo (303338), que estuvo presente en el concilio de Nicea. Con él fundó la escuela teológica de Nisibi. Efrén, una vez
diácono, fue su principal animador bajo los sucesores de Jacobo, Babu (desde el 338), Vologese (346-349) y Abrahán
(desde el 361). Hacia 363 Efrén tuvo que trasladarse a Edesa, en donde siguió con su obra de predicación, de
enseñanza y de controversia hasta la muerte que le sobrevino en el 373 según la crónica de Edesa. Varios estudiosos
han demostrado que sería anacrónico hacer de Efrén un monje o un anacoreta. No era más que un «hijo del pacto», o
sea, miembro plenamente de la comunidad cristiana o, mejor dicho, de su élite, habiendo consagrado su vida a Cristo
en la abstinencia y en la virginidad.
Esta experiencia es la que diferencia al cristiano, del hombre
simplemente religioso.
Otro aspecto importante es sentir la presencia en Jesús, de un Dios
cercano, en medio de nosotros, y que nos anuncia su promesa de
salvación con ¡un ya sí pero todavía no!.
Es así como llama sucesivamente a su seguimiento a cuatro
pescadores galileos. Él los ve primero y los invita a seguirlo. Nos
encontramos con un llamado comunitario, que implica sin
dilaciones, despedidas de dependencias y de geografías familiares...
Pero esto no significa una actitud fría e inhumana. Por el contrario,
se subraya una continuidad entre lo que hacían y lo que harán.
Seguirán siendo esencialmente pescadores. Solamente que desde
ahora, estarán a tiempo completo al servicio de los hombres.
A veces, en ciertos ambientes cristianos, se piensa equivocadamente,
que el seguimiento de Cristo trae aparejado una insensibilidad y una
desvinculación frente a los valores humanos. Nada de eso. Por el
misterio de la Encarnación, todo lo humano adquiere categoría
divina. Nada se pierde, todo se transforma.
Por eso, toda vida motivada en el seguimiento de Cristo, como la que
llevaron los discípulos, será siempre el mejor medio para llegar a ser
plenamente humanos.
DOMINGO 4º
«Jesús entró en Cafarnaúm, y cuando llego el sábado, fue a la
sinagoga y comenzó a enseñar. Todos estaban asombrados de su
enseñanza, porque les enseñaba como quien tiene autoridad y no
como los escribas. Y había en la sinagoga de ellos un hombre
poseído de un espíritu impuro, que comenzó a gritar: “¿Qué quieres
de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido para acabar con
nosotros? Ya sé quien eres: el Santo de Dios”. Pero Jesús lo increpó,
diciendo: “Cállate y sal de este hombre”. El espíritu impuro lo
sacudió violentamente, y dando un alarido, salió de ese hombre.
Todos quedaron asombrados y se preguntaban unos a otros: “¿Qué
es esto? Enseña de una manera nueva, llena de autoridad; da
órdenes a los espíritus impuros, y estos le obedecen!”. Y su fama se
extendió rápidamente por todas partes, en toda la región de
Galilea» Mc 1,21-28
«Llegó a Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se
quedaron asombrados de su enseñanza. Era ciertamente lógico que la
muchedumbre se sintiera abrumada por el peso de sus palabras y desfalleciera
ante la sublimidad de sus preceptos. Pero no. Era tal el poder de convicción del
Maestro, que no sólo convenció a muchos de sus oyentes causándoles una
profunda admiración, sino que, por el solo placer de escucharle, muchos no
acertaban a separarse de él, aun después de acabado el discurso. De hecho,
cuando hubo bajado del monte, no se dispersaron sus oyentes, sino que le siguió
toda la concurrencia: ¡tanto amor a su doctrina supo infundirles! Y lo que sobre
todo admiraban era su autoridad.
Pues Cristo no hablaba apoyando sus afirmaciones en la autoridad de otro,
como lo hacían los profetas o el mismo Moisés, sino dejando siempre claro que
era él en quien residía la autoridad…»31.
¡EL INTERLOCUTOR VÁLIDO!
En la filmografía moderna, está muy difundida la temática
relacionada con los endemoniados y los exorcismos. Y no se limita a
ambientes restringidos, sino que también a nivel de iglesia se le está
dando cada vez mayor importancia, ya que se trata de un problema
serio y nada nuevo por cierto.
Pero es bueno tener presente que en la vida cotidiana, tal vez sin
tanto estrépito, todos llevamos en nuestros corazones algo de
ángeles y mucho de demonios…
Como en el personaje del evangelio, sabemos reconocer y aún
proclamar al Señor… Sin embargo, nos sentimos maniatados e
impotentes frente a este misterio de iniquidad que nos tiene
31
San Juan Crisóstomo, Homilía 25 sobre el evangelio de san Mateo, 1 (PG 57,327). San Juan Crisóstomo (nació
hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía;
después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a
serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407)
en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se le mantuvo
fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en el siglo VI.
dominados y que no nos permite liberarnos de su presencia y de su
poder.
Ante esta situación dramática solo la palabra Jesús podrá salvarnos.
Él es el único interlocutor válido que nos habla de una manera
nueva.
En el mundo de hoy y frente a las crisis que lo agobian, surgen
permanentemente falsos profetas, que predican curaciones para los
conflictos que atormentan a los hombres.
Pero estos sanadores de las miserias humanas carecen de la
autoridad con que Jesús arranca de lo más hondo de nuestros
corazones, la impureza del pecado y la influencia del maligno.
“¡Ay de mí! ¿Quién podrá librarme de este cuerpo que me lleva a la
muerte? ¡Gracias a Dios, por Jesucristo nuestro Señor!” (Rm 7,24).
DOMINGO 5º
«Cuando Jesús salió de la sinagoga, fue con Santiago y Juan a casa
de Simón y Andrés.
La suegra de Simón estaba en cama con fiebre, y se lo dijeron de
inmediato. Él se acercó, la tomó de la mano y la hizo levantar.
Entonces ella no tuvo más fiebre y se puso a servirlos.
Al atardecer, después de ponerse el sol, le llevaron a todos los
enfermos y endemoniados, y la ciudad entera se reunió delante de
la puerta. Jesús curó a muchos enfermos, que sufrían de diversos
males, y expulsó a muchos demonios; pero a estos no los dejaba
hablar, porque sabían quién era él.
Por la mañana, antes que amaneciera, Jesús se levantó, salió y fue
a un lugar desierto; allí estuvo orando. Simón salió a buscarlo con
sus compañeros, y cuando lo encontraron, le dijeron: “Todos te
andan buscando”. Él les respondió: “Vayamos a otra parte, a
predicar también en las poblaciones vecinas, porque ésa es mi
misión”. Y fue predicando en las sinagogas de toda la Galilea y
expulsando demonios» Mc 1,29-39
«Dulce es la luz, y es bello poder contemplar el sol con nuestros ojos de carne...
Porque si al mundo la faltase la luz, ya no sería mundo y la vida quedaría sin
vida; por eso ya Moisés, el vidente de Dios, decía: Y Dios vio la luz y dijo que la
luz era buena (Gn 1, 4)...
Esta luz del día que ven nuestros ojos de carne nos anuncia el Sol espiritual de
justicia, el más grato que amaneció para los que, en aquel tiempo, tuvieron la
dicha de ser instruidos por él y de poder mirarle a la cara con sus ojos de carne,
mientras convivía con los hombres como un hombre ordinario. Pero él no era
sólo un hombre ordinario, porque había nacido verdadero Dios, capaz de dar
vista a los ciegos, hacer caminar a los vacilantes, oír a los sordos, limpiar a los
leprosos, y con una palabra traer los muertos a la vida.
Y también actualmente nada hay en realidad más dulce que fijar en él los ojos
del espíritu en la contemplación y visión de su prodigiosa y divina belleza; nada
hay más dulce que estar iluminados y embellecidos por esta participación y esta
comunión con la luz que tener el corazón manso, el alma santificada y estar
lleno de alegría divina todos los días de la vida presente»32.
“SU MAJESTAD EL ENFERMO”
Un distinguido profesional de la medicina de nuestros días, un
humanista y cristiano cabal, siempre repetía esta frase: “Su
majestad el enfermo”. Lamentablemente, no todos los médicos
hacen realmente de la medicina un verdadero sacerdocio. A veces y
32
San Gregorio de Agrigento, Sobre el Eclesiastés, libro 10, 2; PG 98, 1138-1139. Trad. en: Lecturas cristianas para
nuestro tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1971, C 6. Según la hipótesis más probable hubo dos
obispos diversos que la tradición hagiográfica ha confundido. El primero, de finales del siglo VI, fue llamado a Roma
por Gregorio Magno para disculparse de una acusación de obscenidad y allí permaneció varios años en la cárcel. El
segundo Gregorio, que vivió probablemente en tiempos de Justiniano II (685-711), parece ser autor de un largo
comentario al Eclesiastés poco estudiado.
con desaprensión, “cosifican” y manipulan a los enfermos, jugando
con sus sentimientos, y abusando de ellos económicamente.
En el evangelio de Marcos, que escucharemos cada domingo durante
este año, se nos presentarán enfermos de diferente tipo y especie. El
Señor, a todos ellos cura. No se trata de un oscurantismo
trasnochado. Los milagros cristianos, o suscitan la fe o la
acrecientan. Y como consecuencia, deben conducir al protagonista a
una conversión del corazón y a un mayor compromiso con los
demás. De no ocurrir esto, podríamos llamarlos con lenguaje
popular: milagros “truchos”.
Jesús, no es un mago que hace salir de la galera acontecimientos
extraordinarios, ejerciendo un protagonismo demagógico. Rehuye el
exitismo y detesta un triunfalismo barato. El poder que detenta
como Hijo de Dios, lo ejerce a total beneficio del protagonista.
Buscando la curación integral, en cuerpo y espíritu de los enfermos y
endemoniados que le presentan.
Debemos tener en cuenta también, que estos milagros están
inmersos en una atmósfera de oración, que es la expresión mayor de
la fe de un creyente. El Señor, nos da el ejemplo. Confiada y
perseverante, impregnará la misión y el servicio humanitario que
Jesús realiza, y se convertirá en una oración encarnada en una
humanidad sufriente y marginada.
DOMINGO 6º DURANTE EL AÑO
«Se le acercó a Jesús un leproso para pedirle ayuda y, cayendo de
rodillas, le dijo: “Si quieres, puedes purificarme”. Jesús,
conmovido, extendió la mano y lo tocó, diciendo: “Lo quiero, queda
purificado”. En seguida la lepra desapareció y quedó purificado.
Jesús lo despidió, advirtiéndole severamente: “No le digas nada a
nadie, pero ve a presentarte al sacerdote y entrega por tu
purificación la ofrenda que ordenó Moisés, para que les sirva de
testimonio”.
Sin embargo, apenas se fue, empezó a proclamarlo a todo el mundo,
divulgando lo sucedido, de tal manera que Jesús ya no podía entrar
públicamente en ninguna ciudad, sino que debía quedarse afuera,
en lugares desiertos, Y acudían a él de todas partes» Mc 1,40-45
«Jesús no responde: “Queda limpio”, sino: “Quiero, queda limpio”... Deseaba
con estas palabras afirmar a todo el pueblo y al leproso en la convicción que
tenían de su poder; por eso dice: “Quiero”. No se contentó con decirlo y no
hacerlo, sino que el acto siguió inmediatamente. Si se hubiese expresado mal, si
su palabra hubiese sido una blasfemia, su acción se hubiera encontrado
impedida. Ahora, por el contrario, la naturaleza actúa con una rapidez
impresionante, más de prisa de lo que el evangelista puede expresarlo, porque la
expresión “en seguida” es demasiado lenta para igualar la rapidez del hecho.
El Señor no dice solamente: “Quiero, queda limpio”, sino que extendió la mano
y tocó al leproso. Esto es muy digno de retener la atención. ¿Por qué, en efecto,
cuando bastaba querer y hablar para limpiarlo, lo toca con su mano? Me parece
que no había más razón que la demostrar que se situaba no por debajo de la Ley,
sino por encima, y que no existe nada impuro para el que es puro... Su mano no
se hizo impura por el contacto con la lepra; al contrario, el cuerpo del leproso
quedó purificado por esta santísima mano. Es que Cristo no vino únicamente
para curar los cuerpos, sino para elevar las almas a la santidad... y enseñamos
que la única lepra temible es el pecado...»33.
LA DISCRIMINACIÓN NO ES EVANGÉLICA
Uno de los grandes flagelos de la humanidad es el de la
discriminación. Y esto viene ocurriendo desde la antigüedad. En los
tiempos del Antiguo Testamento, para evitar la contaminación,
signo de la maldición del pecado, se cometían verdaderas
aberraciones de lesa humanidad. Y no hablemos de las víctimas
inocentes, diagnosticadas como enfermas de lepra por ignorancia,
y que eran igualmente marginadas de la convivencia social.
Hoy en día el mal de la marginación, lo padecen de manera más
humillante aún, los enfermos de SIDA, que abandonados por la
sociedad, y muchas veces por sus parientes y seres queridos, no
33
San Juan Crisóstomo, Homilía 25 sobre san Mateo, 1-2; PG. 57, 328-330. Trad. en: Lecturas cristianas para
nuestro tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1974, i 85. San Juan Crisóstomo (nació hacia 344-354),
afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía; después obispo de
Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a serios conflictos
con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407) en el exilio fueron
una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se le mantuvo fiel. Su afamada
elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en el siglo VI.
encuentran comprensión y acogida en los mismos profesionales de
la salud.
Es significativa en cambio, la postura del Señor como paradigma
evangélico, frente al leproso abrumado y confiado.
Conmovido y con entrañas de misericordia; se acercó y lo tocó, con
gesto físico solidario; sin repugnancia ni temor a quedar impuro.
Con su poder mesiánico, lo curó de su impureza, pero lo condicionó
a dar testimonio de su curación.
Así ocurre con nosotros, cuando después de haber pecado
gravemente, arrepentidos y sabiéndonos perdonados por Dios,
damos testimonio de ello, al presentarnos a la Iglesia y ante el
sacerdote, para recibir el Sacramento de la Reconciliación.
“Gracias, a los amigos enfermos con lepra, que me enseñaron cómo
se sufre el rechazo social, la exclusión y la persecución de inocentes
por ignorantes. Perdón, a los que perdieron la familia o la novia,
porque un médico dio el pasito atrás cuando se confirmó el
diagnóstico, o porque los docentes de dermatología o de infecciosas,
no supimos inculcarle a ese médico retrógrado, que el pasito atrás o
la mirada de temor, pueden quebrar vidas y familias” (Académico
Prof. Luis Ma. Baliña).
DOMINGO 7º DURANTE EL AÑO
«Unos días después, Jesús volvió a Cafarnaúm y se difundió la
noticia de que estaba en la casa. Se reunió tanta gente, que no
había más lugar ni siguiera delante de la puerta, y él les anunciaba
la Palabra.
Le trajeron entonces a un paralítico, llevándolo entre cuatro
hombres. Y como no podían acercarlo a él, a causa de la multitud,
levantaron el techo sobre el lugar donde Jesús estaba, y haciendo
un agujero descolgaron la camilla con el paralítico. Al ver la fe de
esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Hijo, tus pecados te son
perdonados”.
Unos escribas que estaban sentados allí pensaban en su interior:
“¿Qué está diciendo este hombre? ¡Está blasfemando! ¿Quién puede
perdonar los pecados, sino sólo Dios?”. Jesús, advirtiendo en
seguida que pensaban así, les dijo: “¿Qué están pensando? ¿Qué es
más fácil, decir al paralítico: "Tus pecados te son perdonados", o
"Levántate, toma tu camilla y camina"? Para que ustedes sepan que
el Hijo de hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los
pecados -dijo al paralítico- yo te lo mando, levántate, toma tu
camilla y vete a tu casa”. Él se levantó en seguida, tomó su camilla
y salió a la vista de todos. La gente quedó asombrada y glorificaba
a Dios, diciendo: “Nunca hemos visto nada igual”» Mc 2,1-12
«... La prueba del perdón de los pecados es la curación del paralítico, y la prueba
de la curación, haber cargado con su propia camilla a cuestas, Nadie, pues,
podía imaginar que se trataba allí de pura fantasmagoría. Pero el Señor no hace
el milagro antes de preguntarles: “¿Qué es más fácil, decir: Tus pecados te sean
perdonados, o decir: Toma tu camilla y márchate a tu casa?”. Como si dijera:
¿Qué les parece más fácil a ustedes: fortalecer un cuerpo sin vigor o absolver los
pecados del alma? Evidentemente más fácil es fortalecer el cuerpo que perdonar
al alma. La diferencia que va del alma al cuerpo, ésa va de perdonar a curar.
Pero el perdón es invisible, y la curación visible; yo, pues, antepongo lo menos a
lo más, a fin de que lo más e invisible quede demostrado por lo menos y visible.
Con lo que anticipadamente y por vía de hecho revelaba el Señor lo que de él
había dicho Juan: Éste es el que quita los pecados del mundo (Jn 1,29).
Una vez, pues, que el Señor hizo levantarse al paralítico, le mandó a su casa; con
lo que demostraba cuán ajeno era Él a todo orgullo y que la curación del
enfermo no era tampoco pura fantasía, como que hace testigos de ella a los
mismos que lo habían sido de la enfermedad. Yo, por mi parte, parece decir el
Señor, bien hubiera querido curar por medio de tu mal a los que parecen estar
sanos, pero que están realmente enfermos del alma; Pero como éstos rehúsan la
salud, vete a tu casa y cura a los que hay en ella. Miren cómo el Señor se
manifiesta creador del alma y del cuerpo, pues cura a una y naturaleza y nos
hace patente lo oscuro por lo claro, lo invisible por lo visible»34.
34
San Juan Crisóstomo, Homilía 29 sobre san Mateo, 2-3; trad. en: Obras de San Juan Crisóstomo. Homilías sobre
el Evangelio de San Mateo, Madrid, La Editorial Católica, 1955, vol. I, pp. 591-592 (BAC 141). San Juan Crisóstomo
(nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en
Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le
llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte
(14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se
LA CARIDAD ES INGENIOSA
Hoy en día se discute y se pone en tela de juicio, la permanencia y la
misión de la Iglesia, como comunidad de creyentes. Esta, a través de
los sacramentos, nos recibe, nos bendice, nos perdona y alimenta; y
al final del camino, nos despide hacia el más allá de Dios.
Congregada, consolidada y perfeccionada por la Palabra de Cristo,
cumple un papel primordial como lugar de contención y de
maduración de nuestra fe.
Hoy se habla se habla mucho de una nueva evangelización. En el
evangelio de hoy, encontramos algunas pautas pastorales, que
pueden orientarnos en cuanto a la ingeniosidad y la solidaridad.
En los textos paralelos, el Señor queda asombrado por la fe de los
camilleros, que recurren con ingeniosidad a la estrategia de hacer
descender al paralítico por el agujero del techo.
También nosotros debemos presentar la Palabra al hombre de
nuestros días, de la manera más adecuada y asimilable, para poder
así conducirlo a Cristo.
Pero no basta este mensaje, si no va acompañado por la fe solidaria
de los camilleros, a quienes Jesús felicita. Ellos nos recuerdan a
otros tantos camilleros, que como en el santuario de Lourdes,
presentan los enfermos a Jesús.
Sin embargo, el punto central de este evangelio de la curación del
paralítico, está vinculado en el tema del perdón de los pecados.
Hoy no está de moda hablar del pecado, como tampoco hablar de
Dios. Es que solamente puede pecar el hombre que cree en Dios, y se
siente vinculado a él religiosamente. Por eso, a nivel psicológico, se
hablará más de falta, de trauma o de complejo de culpa, y se
pretenderá ignorar el pecado.
La importancia del mensaje de este Evangelio, radica en resaltar en
que solo Dios tiene el poder de perdonar los pecados. Como Cristo es
la manifestación del poder de Dios, entonces la curación del
paralítico, se convertirá en un signo de su poder divino de perdonar.
le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en
el siglo VI.
DOMINGO 8º
«Un día en que los discípulos de Juan y los fariseos ayunaban,
fueron a decirle a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, como
lo hacen los discípulos de Juan y los discípulos de los fariseos?”.
Jesús les respondió: “¿Acaso los amigos del esposo pueden ayunar
cuando el esposo está con ellos? Es natural que no ayunen,
mientras tienen consigo al esposo. Llegará el momento en que el
esposo les será quitado, y entonces ayunarán.
Nadie usa un pedazo de género nuevo para remendar un vestido
viejo, porque el pedazo añadido tira del vestido viejo y la rotura se
hace más grande. Tampoco se pone vino nuevo en odres viejos,
porque hará reventar los odres, y ya no servirán más ni el vino ni
los odres. ¡A vino nuevo, odres nuevos!”» Mc 2,18-22
«Conservemos la túnica que el Señor nos ha vestido al salir del agua santa35.
Esta túnica se rasgará pronto si las acciones no están en armonía con ella;
será carcomida por la polilla de la carne y manchada con los errores del
hombre viejo. Aquí se nos prohíbe asociar lo nuevo con lo viejo; el Apóstol
nos prohíbe vestir lo nuevo sobre lo viejo: es necesario estar despojados de lo
viejo y revestir lo nuevo, a fin de que nos encuentre despojados, pero no
desnudos (2 Co 5,2-4). Nos despojamos para tomar algo mejor; nos quedamos
desnudos cuando el vestido nos es arrebatado por la astucia de otro, en lugar
de ser quitado por nuestra voluntad.
Nadie echa vino nuevo en odres viejos. La fragilidad de nuestra naturaleza
humana queda al descubierto cuando es comparada a los despojos de los
animales muertos. ¡Ojalá podamos cumplir el oficio de buenos odres: conservar
el misterio que hemos recibido! El arte de evitar la injuria es el de confiar el
vino nuevo a odres renovados. Por lo mismo, debemos tener siempre estos odres
llenos; pues vacíos, los carcome la polilla y la herrumbre; la gracia los conserva
llenos»36.
LO NUEVO Y LO VIEJO
El ayuno cristiano no se resigna a ser algo puramente negativo o
masoquista. Siempre habrá que relacionarlo con la persona de
Cristo. Es un ayuno personal y personalizador.
Personal, porque está subordinado a la persona del Señor, y no a
una serie de esquemas o ideologías mortificantes. Personalizador, ya
que hace crecer a la persona en su capacidad de amar.
Podrá tener distintas expresiones, de acuerdo a tiempos y
circunstancias. Pero en todo momento estará motivado por el amor.
Es cristiano decir que se muere por amor. Si no se lo entiende así,
35
“Alusión a la túnica blanca de los neófitos, tan estimada en la antigüedad como signo de su incorporación a
Cristo mediante el bautismo y de su pureza inmaculada por el lavado regenerador”.
36
San Ambrosio de Milán, Tratado sobre el evangelio de san Lucas, V,25-26 (trad. en: Obras de san Ambrosio, I,
Madrid 1966, pp. 242-243 [BAC 257]). San Ambrosio nació hacia 339. Fue miembro de una familia noble. Siguió la
carrera política, ocupando cargos importantes, hasta que en torno al año 374 (o 373?) fue elegido intempestivamente
para ocupar la sede episcopal de Milán. Recibió la ordenación episcopal, probablemente, el 7 de diciembre de 374 (o
el 01.12.373?), ocho días después de haber sido bautizado. Murió el año 397. Fue un modelo de pastor solícito
totalmente dedicado a atender los fieles a él encomendados y a defender la fe de la Iglesia.
corremos de desvirtuarlo, y convertir el ayuno en una caricatura, en
una mera acrobacia del cuerpo y el espíritu.
La venida de Cristo trae como consecuencia un cambio total en la
vida del creyente, hasta el punto que su presencia puede provocar a
veces una tensión desgarradora. La tendencia a contemporizar, se
estrella frente a las palabras: “Yo hago nuevas todas las cosas” (Ap
21,5). Frente a la irrupción del Reinado de Dios, no se puede jugar a
doble punta, la opción resultará inevitable, y lo viejo deberá quedar
inevitablemente atrás, dejando lugar a lo nuevo.
DOMINGO 9º
«Un sábado en que Jesús atravesaba unos sembrados, sus
discípulos comenzaron a arrancar espigas al pasar.
Entonces los fariseos le dijeron: “¡Mira! ¿Por qué hacen en sábado
lo que no está permitido?”. Él les respondió: “¿Ustedes no han leído
nunca lo que hizo David, cuando él y sus compañeros se vieron
obligados por el hambre, cómo entró en la Casa de Dios, en el
tiempo del Sumo Sacerdote Abiatar, y comió y dio a sus
compañeros los panes de la ofrenda, que sólo pueden comer los
sacerdotes?”.
Y agregó: “El sábado ha sido hecho para el hombre, y no el hombre
para el sábado. De manera que el Hijo del hombre es dueño
también del sábado”.
Jesús entró nuevamente en una sinagoga, y había allí un hombre
que tenía una mano paralizada. Los fariseos observaban
atentamente a Jesús para ver si lo curaba en sábado, con el fin de
acusarlo. Jesús dijo al hombre de la mano paralizada: “Ven y
colócate aquí delante”. Y les dijo: “¿Está permitido en sábado hacer
el bien o el mal, salvar una vida o perderla?”. Pero ellos callaron.
Entonces, dirigiendo sobre ellos una mirada llena de indignación y
apenado por la dureza de sus corazones, dijo al hombre: “Extiende
tu mano”. Él la extendió y su mano quedó curada.
Los fariseos salieron y se confabularon con los herodianos para
buscar la forma de acabar con él» Mc 2,23—3,6
«También a nosotros Dios nos impone el sábado. ¿Cuál? Primero consideren
dónde radica este sábado: nuestro sábado radica en el interior, en el corazón.
Muchos, en efecto, descansan corporalmente, pero su conciencia vive en la
agitación. Ningún hombre malo puede disfrutar del sábado, pues su conciencia
no le deja un momento de reposo y se ve obligado a vivir en la turbación.
En cambio, quien tiene una buena conciencia, está tranquilo y esa misma
tranquilidad es el sábado del corazón. Tiene el alma puesta en el Señor de las
promesas, y si por ventura sufre al presente, se distiende con la esperanza
puesta en el futuro, y se serena toda nube de tristeza, como dice el Apóstol: Que
la esperanza los tenga alegres (cf. Rm 12,12). Y ese mismo gozo en el sosiego de
nuestra esperanza, es nuestro sábado»37.
“SUBA MI ORACIÓN COMO INCIENSO EN TU PRESENCIA, EL
ALZAR DE MIS MANOS COMO OFRENDA DE LA TARDE” (Sal 141,2)
El brazo en el ser humano es un miembro que ejerce múltiples
funciones. Resulta innecesario enumerarlas todas. Solo podríamos
señalar las de señalar el cielo y las del abrazo fraterno.
37
San Agustín de Hipona, Comentario sobre el salmo 91,1-2; CCL 39,1278-1280. Trad. en:
http://www.mercaba.org/HORAS%20BIENAL/TIEMPOS/EV/ev_to_domingo_09.htm. Agustín nació en Tagaste,
África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la
Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia
determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo
Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
En las antiguas catacumbas romanas se puede contemplar una
hermoso fresco en el que una mujer de cuerpo entero eleva sus
brazos en actitud de oración, razón por la cual es llama “La Orante”.
Ya en el antiguo testamento es conocido el episodio en el que Moisés
pide la protección del cielo en la cima de un monte en la batalla
contra los amalecitas. Como las horas pasan y sobreviene el
cansancio en sus brazos alzados, Aarón y Josué le sostenían los
brazos; y así resistieron hasta la puesta del sol en la que sobrevino el
triunfo. Algo así sucedió cuando Pablo VI visitando a la India no se
cansaba de bendecir al pueblo que lo aclamaba.
El abrazo fraterno es un signo de cercanía y de comunión con
nuestros hermanos.
Pero en ocasiones nuestro brazo queda paralizado y nuestra actitud
de convierte en toma de distancia y de rechazo. Nos sentimos
incapaces de tender una mano y de realizar un gesto solidario.
Es Jesús, el Señor del sábado que se hizo para el hombre, el que está
por encima de los formalismos que distancian, el único que puede
curarnos de nuestras parálisis egoístas e insolidarias para en cambio
abrirnos los brazos hacia los demás.
DOMINGO 10º
«Jesús regresó a la casa, y de nuevo se juntó tanta gente que ni
siquiera podían comer. Cuando sus parientes se enteraron, salieron
para llevárselo, porque decían: “Es un exaltado”.
Los escribas que habían venido de Jerusalén decían: “Está poseído
por Belzebul y expulsa a los demonios por el poder del Príncipe de
los Demonios”.
Jesús los llamó y por medio de comparaciones les explicó: “¿Cómo
Satanás va a expulsar a Satanás? Un reino donde hay luchas
internas no puede subsistir. Y una familia dividida tampoco puede
subsistir. Por lo tanto, si Satanás se dividió, levantándose contra sí
mismo, ya no puede subsistir, sino que ha llega a su fin. Pero nadie
puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si
primero no lo ata. Sólo así podrá saquear la casa. Les aseguro que
todo será perdonado a los hombres: todos los pecados y cualquier
blasfemia que profieran. Pero el que blasfeme contra el Espíritu
Santo, no tendrá perdón jamás: es culpable de pecado para
siempre”.
Jesús dijo esto porque ellos decían: “Está poseído por un espíritu
impuro”. Entonces llegaron su madre y sus hermanos y,
quedándose afuera, lo mandaron llamar. La multitud estaba
sentada alrededor de Jesús, y le dijeron: “Tu madre y tus hermanos
te buscan ahí fuera”. Él les respondió: “¿Quién es mi madre y
quiénes son mis hermanos?”. Y dirigiendo su mirada sobre los que
estaban sentados alrededor de él, dijo: “Estos son mi madre y mis
hermanos. Porque el que hace la voluntad de Dios, ese es mi
hermano, mi hermana y mi madre”» Mc 3,20-35
«Como al principio (Satanás) persuadió al hombre a transgredir el precepto del
Creador, y así lo sometió a su poder, que consiste en la transgresión y apostasía,
con las cuales ató al hombre, era preciso que fuese vencido por el hombre
mismo, y atado con las mismas cuerdas con las que él había amarrado al
hombre. De esta manera el hombre, desatado, se podía volver a su Señor,
abandonando al diablo los lazos con los que éste lo había ligado, o sea la
transgresión. El encadenamiento de éste fue la liberación del hombre, pues
nadie puede penetrar en la casa del fuerte y robarle sus bienes, si primero no
atare al fuerte (Mc 3,27).
El Señor con su palabra le probó que todo lo suyo se oponía al Dios Creador de
todas las cosas, y lo sometió por su (obediencia al) mandamiento -y este
mandamiento es ley de Dios-: en cuanto hombre lo descaró como desertor,
transgresor de la Ley y apóstata de Dios; y más tarde, en cuanto Verbo lo
encadenó fuertemente, como a su propio fugitivo, y le arrebató los bienes, o sea
los hombres de quienes él se había apoderado e injustamente se servía[392]. Así
fue justamente mantenido cautivo aquel que injustamente había tenido
prisionero al hombre; en cambio quedó libre el hombre sometido al poder de
este amo, según la misericordia de Dios Padre que se compadeció de su creación
y le concedió la salvación por medio de su Verbo. Así lo reparó, a fin de que el
hombre aprenda por experiencia propia que no se vuelve incorruptible por sí
mismo, sino por don de Dios»38.
SIGNO DE CONTRADICCIÓN Y MOTIVO DE ESCÁNDALO
La vocación cristiana vivida en espíritu y de verdad nos va a ir
exigiendo en el transcurrir de nuestras vidas reiteradas opciones de
fe que no podemos negar, resultarán cruentas y dolorosas.
Es que ciertos intereses y afectos familiares pueden condicionarnos
e intentar alejarnos de las opciones que implican el seguimiento de
Cristo.
No se trata de renegar de nuestros sentimientos más profundos que
nos ligarán siempre a nuestros familiares y amigos, sino que
integrándolos a ellos, debemos poder también abrazarlos en
sintonía con el proyecto de Dios, que nos pide escucharlo y poner en
práctica sus designios.
No hay incompatibilidad entre el amor a nuestros seres queridos y el
amor y a la Iglesia de Cristo, que se comporta como madre de
nuestros hermanos, comunidad de creyentes, que no nacieron de
sangre ni del deseo de carne, sino que nacieron de Dios.
Es claro que en ciertas circunstancias nuestra vocación evangélica
nos abocará a reafirmar nuestras convicciones cristianas no siempre
comprendidas y muchas veces convertidas en motivo de escándalo y
signo de contradicción para aquellos que tienen otra visión de la
vida.
Si esto ya sucedió con el Señor, no podemos pensar que no pueda
repetirse en nuestra a veces en nuestra propia historia.
38
San Ireneo de Lyon, Contra los herejes, V,21,3. Ireneo fue discípulo de Policarpo, y debe haber nacido entre los
años 130-140. Pudo escuchar al gran obispo hasta la edad de quince años. Luego nada se nos dice sobre la vida de
Ireneo en la documentación que ha llegado hasta nosotros. Recién aparece de nuevo en Lyon, al final de la
persecución de Marco Aurelio (177). Puede ser que antes haya estado en Roma, tal vez por bastante tiempo. Es hacia
el año 177 cuando las iglesias de Lyon y Vienne (Francia) le encargan llevar una carta al papa Eleuterio en Roma
(174-189?). Es una epístola que se refiere a los mártires de esas Iglesias. Al regreso a Lyon sucede a Fotino (o Potino)
en la sede episcopal, y no la abandonará hasta su muerte. En este período se ubican sus escritos más notables. Una
carta suya al papa Víctor (189-198/99?) es el último testimonio de Ireneo en la historia. La carta debe datarse a
mediados del pontificado de Víctor. Por tanto, la actividad de Ireneo en la sede de Lyon se desarrolló entre los años
178-195.
DOMINGO 11º
«Decía Jesús: “El Reino de Dios es como un hombre que echa la
semilla en la tierra: sea que duerma o se levante, de noche y de día,
la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra
por sí misma produce primero un tallo, luego una espiga, y al fin
grano abundante en la espiga. Cuando el fruto está a punto, él
aplica en seguida la hoz, porque ha llegado el tiempo de la
cosecha”.
También decía: “¿Con qué podríamos comparar el Reino de Dios?
¿Qué parábola nos servirá para representarlo? Se parece a un
grano de mostaza. Cuando se la siembra, es la más pequeña de
todas las semillas de la tierra, pero, una vez sembrada, crece y llega
a ser la más grande de todas las hortalizas, y extiende tanto sus
ramas que los pájaros del cielo se cobijan a su sombra”.
Y con muchas parábolas como estas les anunciaba la Palabra, en la
medida en que ellos podían comprender. No les hablaba sino en
parábolas, pero a sus propios discípulos, en privado, les explicaba
todo» Mc 4,26-34
«El grano de mostaza, como se dice, es imagen del reino de Dios... Cristo es el
reino que, como grano de mostaza plantado en el huerto de un cuerpo virginal,
creció por todo el orbe en el árbol de la cruz, y fue tan grande el sabor de su
fruto que se consumió con la pasión, para que todo viviente guste y se alimente
con su contacto. Lo mismo que la fuerza se halla escondida en la integridad del
grano de mostaza, y aparece ciertamente toda su energía de manera vigorosa y
se le tritura, así también Cristo quiso ser triturado corporalmente, pues no quiso
ocultar su poder... Él lo hizo todo para renovarnos a todos en Él»39.
LES HABLABA CON PARÁBOLAS
Dentro del contexto de los evangelios, las parábolas de Jesús ocupan
un lugar significativo en cantidad y en calidad. Con su lenguaje
sencillo y transparente, conciso e intuitivo, abordan los temas más
importantes de la doctrina de Jesús.
Las parábolas se definen como amplias comparaciones, y encierran
un mensaje profético que tendremos que extraer, sin dejar de
relacionarlo con las imágenes que lo recubren.
Hay un tema que aparece y reaparece en las parábolas. Es el
relacionado con la imprevista irrupción del misterioso reinado de
Dios. Este reinado se ha iniciado con la llegada de Jesús, pero aún no
se ha consumado en plenitud. Un ya sí pero todavía no.
Nada ni nadie puede impedir su crecimiento que no es vocinglero ni
espectacular.
39
San Pedro Crisólogo, Homilía 98,3 ss.; trad. en: La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia y otros autores
de la época patrística. NT. 2. Evangelio según san Marcos, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2000, p. 117. La vida de
Pedro, arzobispo de Ravena (Italia), llamado Crisólogo (= Palabra de oro) desde el siglo IX, permanece bastante
oscura. Nació en Imola hacia 380. Entre 425 y 429, con seguridad antes de 431, fue nombrado metropolita de
Ravena. En 445 asistió al fallecimiento de Germán de Auxerre. Tres o cuatro años después escribió a Eutiques (+
454?), archimandrita de Constantinopla, que había acudido a él después de su condena por parte de Flaviano (+ 449),
y lo invitó a someterse a las decisiones del papa León Magno (440-461). Falleció entre 449 y 458, probablemente el 3
de diciembre de 450, tal vez en Imola. Se le atribuyen actualmente una Carta y unos ciento ochenta y tres Sermones.
Como la semilla, nace pequeña en la oscuridad paciente de la madre
tierra y poco a poco lo va abarcando todo.
Presiona con suavidad pero con firmeza hasta brotar erguido y
señalando el cielo.
Sus brotes y sus ramas son como abrazo universal que prolonga su
benéfica presencia protectora.
Desde los cuatro vientos convoca a todos los que buscan acogida
para acunar sus sueños de esperanza.
Nadie queda defraudado. Todos han contemplado bajo su sombra la
claridad de un día sin ocaso.
Explicar y acercar este misterio a los hombres, se convierte para
Jesús en una vocación indeclinable. Por eso, las parábolas nos
impulsan a definirnos y a tomar postura ante la persona y la misión
de Jesús. Porque en cada instante, estamos protagonizando y
proyectando en el presente, ese último día en donde se decidirá el
destino del hombre.
DOMINGO 12º
«Al atardecer de ese mismo día, les dijo: “Crucemos a la otra
orilla”.
Ellos, dejando a la multitud, lo llevaron a la barca, así como estaba.
Había otras barcas junto a la suya.
Entonces se desató un fuerte vendaval, y las olas entraban en la
barca, que se iba llenando de agua. Jesús estaba en la popa,
durmiendo sobre el cabezal. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro!
¿No te importa que nos ahoguemos?”. Despertándose, él increpó al
viento y dijo al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento se aplacó y
sobrevino una gran calma.
Después les dijo: “¿Por qué tienen miedo? ¿Cómo no tienen fe?”.
Entonces quedaron atemorizados y se decían unos a otros: “¿Quién
es este, que hasta el viento y el mar le obedecen”» Mc 4,35-41
«… Que no duerma la fe en sus corazones. Porque -se dice- “no es cierto que
Cristo, el Señor, tuviera dominio sobre la muerte, como no es verdad que lo
tuviera sobre el sueño: ¿o es que el sueño no venció muy a pesar suyo al
Todopoderoso mientras navegaba?”. Si así piensan, duerme Cristo en ustedes; si
por el contrario está en vela, vigila su fe. Dice el Apóstol: “Que Cristo habite por
la fe en sus corazones” (Ef 3,17). Luego también el sueño de Cristo es el signo de
un sacramento. Los navegantes son las almas que surcan este mundo en el
madero. También aquella barca era figura de la Iglesia. Además, todos y cada
uno son templo de Dios y cada cual navega en su corazón: y no naufraga, a
condición de que piense cosas buenas.
¿Has escuchado un insulto? Es el viento. ¿Te has irritado? Es el oleaje. Cuando
el viento sopla y se encrespa el oleaje, zozobra la nave, zozobra tu corazón,
fluctúa tu corazón. Nada más escuchar el insulto, te vienen ganas de vengarte: si
te vengas, cediendo al mal ajeno, padeciste naufragio. Y esto, ¿por qué? Porque
Cristo duerme en ti. ¿Qué quiere decir que Cristo duerme en ti? Que te has
olvidado de Cristo. Despierta, pues, a Cristo, acuérdate de Cristo, vele en ti
Cristo; piensa en él. ¿Qué es lo que pretendías? Vengarte. Se apartó de ti, pues él
mientras era crucificado, dijo: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que
hacen” (Lc 23,34)»40.
¿ESTÁ DIOS DORMIDO?
La humanidad se encuentra al borde de un abismo que tiene que
sortear para llegar a la otra orilla. Ese es el gran desafío.
Frente a la aparente ausencia de un Dios dormido, el mundo,
atormentado por el viento impetuoso de las corrientes de distintas
ideologías y sumergido en la violencia, la xenofobia y el
materialismo, parece estar arrollado y hundido en el abismo de la
nada y del sin sentido.
40
San Agustín, Sermón 43,1-2: PL 38,424; trad. en:
http://www.mercaba.org/HORAS%20BIENAL/TIEMPOS/EV/ev_to_domingo_12.htm). Agustín nació en Tagaste,
África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la
Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia
determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo
Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
Todo parece perdido, las escalas de valores se han convertido en
utopías. No se encuentran parámetros viables. Todo se ha convertido
en relativo y nada es absoluto.
El subjetivismo y el egoísmo se dan la mano. La tormenta oscurece el
horizonte y no permite ver la otra orilla. El dicho comamos y
bebamos que mañana moriremos recobra actualidad.
Y nos olvidamos que asoma la otra orilla de una nueva era. Un nuevo
día esta apareciendo, aunque en esta nuestra noche atormentada no
lo podamos contemplar.
Frente a esta situación límite solo una Voz puede ahuyentar nuestros
temores y expulsar nuestros fantasmas.
En la Liturgia la Iglesia reza cada día un salmo emblemático que dice
así: “La voz del Señor sobre las aguas, el Señor sobre las aguas
torrenciales. La voz del Señor es potente, la voz del Señor es
magnífica. El Señor da fuerza a su pueblo, el Señor bendice a su
pueblo con la paz” (Sal 29,1-4. 11).
Solo la voz de Jesús podrá reanimar nuestros corazones, llenándolos
de fe y de confianza en que la ultima palabra la tendrá Él. Y será una
palabra de vida y de salvación.
DOMINGO 13
«Cuando Jesús regresó en la barca a la otra orilla, una gran
multitud se reunió a su alrededor, y él se quedó junto al mar.
Entonces llegó uno de los jefes de la sinagoga, llamado Jairo, y al
verlo, se arrojó a sus pies, rogándole con insistencia: “Mi hijita se
está muriendo; ven a imponerle las manos, para que se cure y
viva”.
Jesús fue con él y lo seguía una gran multitud que lo apretaba por
todos lados. Se encontraba allí una mujer que desde hacia doce
años padecía de hemorragias. Había sufrido mucho en manos de
numerosos médicos y gastado todos sus bienes sin resultado; al
contrario, cada vez estaba peor. Como había oído hablar de Jesús,
se le acercó por detrás, entre la multitud, y tocó su manto, porque
pensaba: “Con sólo tocar su manto quedaré curada”.
Inmediatamente cesó la hemorragia, y ella sintió en su cuerpo que
estaba curada de su mal. Jesús se dio cuenta en seguida de la fuerza
que había salido de él, se dio vuelta y, dirigiéndose a la multitud,
preguntó: “¿Quién tocó mi manto?”. Sus discípulos le dijeron: “¿Ves
que la gente te aprieta por todas partes y preguntas quién te ha
tocado?”. Pero él seguía mirando a su alrededor, para ver quién
había sido. Entonces la mujer, muy asustada y temblando, porque
sabía bien lo que le había ocurrido, fue a arrojarse a los pies y le
confesó toda la verdad. Jesús le dijo: “Hija, tu fe te ha salvado. Vete
en paz, y queda curada de tu enfermedad”.
Todavía estaba hablando, cuando llegaron unas personas de la
casa del jefe de la sinagoga y le dijeron: “Tu hija ya murió; ¿para
qué vas a seguir molestando al Maestro?”. Pero Jesús, sin tener en
cuenta esas palabras, dijo al jefe de la sinagoga: “No temas, basta
que creas”. Y sin permitir que nadie lo acompañara, excepto Pedro,
Santiago y Juan, el hermano de Santiago, fue a casa del jefe de la
sinagoga. Allí vio un gran alboroto, y gente que lloraba y gritaba.
Al entrar, les dijo: “¿Por qué se alborotan y lloran? La niña no está
muerta, sino que duerme”. Y se burlaban de él. Pero Jesús hizo salir
a todos, y tomando consigo al padre y a la madre de la niña, y a los
que venían con él, entró donde ella estaba. La tomó de la mano y le
dijo: “Talitá kum”, que significa: “¡Niña, yo te lo ordeno,
levántate!”. En seguida la niña, que ya tenía doce años, se levantó y
comenzó a caminar. Ellos, entonces, se llenaron de asombro, y él les
mandó insistentemente que nadie se enterara de lo sucedido.
Después dijo que le dieran de comer Mc 5,21-43
«… La mujer encontró un solo camino de salvación: robar la curación; arrebatar
en silencio lo que no podía pedir o por vergüenza o por respeto a quien estaba
para socorrerla; llegar con el corazón al médico, la que no era digna de llegar
con el cuerpo; tocar el manto solamente con la mano de la fe, sabiendo que este
engaño, debido no a la voluntad, sino a un pudor inevitable, no sólo
proporcionaría el perdón, sino también la curación, sobre todo, porque
buscando el provecho de la ladrona, no ocasionaría ningún perjuicio al
desposeído.
Piadoso hurto, que se comete con la ayuda y atracción de la fe. He aquí cuando
la virtud es buscada en cosas contrarias; cuando el fraude con la ayuda de la fe
ha obtenido lo que pretendía. Una mujer, para no ser reconocida, se aproxima
en medio del gentío, que se amontona, y presume poder arrebatar la curación
con la sola fe, manteniéndose oculta físicamente.
Se acerca desde atrás y se considera indigna de ser vista. La fe ha curado en un
instante lo que la ciencia humana no ha podido en doce años»41.
EL FEMINISMO DE JESÚS
Hoy en día se habla oportuna e inoportunamente del feminismo. Tal
vez como reacción comprensible en este siglo de la mujer, frente a
resabios de machismo fuera y dentro de la iglesia.
El ejemplo de la libertad y de la naturalidad con que el Señor se
relacionó con la mujer, nos marca las pautas de un sano feminismo,
sin resentimientos ni complejos.
En el evangelio de este domingo nos encontramos con dos episodios
protagonizados por el mal llamado “sexo débil”.
El primero nos cuenta acerca de una mujer que llevaba años de
padecimientos. Mal medicada, y además declarada impura por las
leyes religiosas de su época. Con el coraje de la fe, se acerca al Señor
y lo toca confiadamente. Como María en las bodas de Caná, una
mujer se anticipa y se acerca, para retirarse curada y piropeada por
Jesús a causa de su fe.
El segundo episodio nos habla de una niña muerta a la que Jesús
devuelve la vida gracias a la fe de sus padres. Una vez más convirtió
las lágrimas en sonrisas, despertando a la adolescente con la ternura
de su amor.
41
San Pedro Crisólogo, Homilía 33,4; trad. en: Pedro Crisólogo. Homilías escogidas, Madrid, Ed. Ciudad Nueva,
1998, p. 90 (Biblioteca de patrística, 44). La vida de Pedro, arzobispo de Ravena (Italia), llamado Crisólogo (=
Palabra de oro) desde el siglo IX, permanece bastante oscura. Nació en Imola hacia 380. Entre 425 y 429, con
seguridad antes de 431, fue nombrado metropolita de Ravena. En 445 asistió al fallecimiento de Germán de Auxerre.
Tres o cuatro años después escribió a Eutiques (+ 454?), archimandrita de Constantinopla, que había acudido a él
después de su condena por parte de Flaviano (+ 449), y lo invitó a someterse a las decisiones del papa León Magno
(440-461). Falleció entre 449 y 458, probablemente el 3 de diciembre de 450, tal vez en Imola. Se le atribuyen
actualmente una Carta y unos ciento ochenta y tres Sermones.
DOMINGO 14º
«Jesús se dirigió a su pueblo, seguido de sus discípulos. Cuando
llegó el sábado, comenzó a enseñar en la sinagoga, y la multitud
que lo escuchaba estaba asombrada y decía: “¿De dónde saca todo
esto? ¿Qué sabiduría es esa que le ha sido dada y esos grandes
milagros que se realizan por sus manos? ¿No es acaso el carpintero,
el hijo de María, hermano de Santiago, de José, de Judas y de
Simón? ¿Y sus hermanos no viven aquí entre nosotros?”. Y Jesús
era para ellos un motivo de escándalo. Por eso les dijo: “Un profeta
es despreciado solamente en su pueblo, en su familia y en su casa”.
Y no pudo hacer allí ningún milagro, fuera de curar a unos pocos
enfermos, imponiéndoles las manos. Y él se asombraba de su falta
de fe» Mc 6,1-6
«[Cristo] confió entre algunos y de manera sobreabundante el poder de las
curaciones, hasta el punto que el evangelista pudo decir: Y curó a todos de
sus enfermedades (Mt 8,16; Lc 4,40). Pero con otros, el abismo sin fondo de
todas sus buenas acciones se cerró de tal manera que por eso se dice: Jesús
no podía hacer con ellos ningún milagro por culpa de la incredulidad de
aquellos (Mt 13,58; Mc 6,6). La liberalidad de Dios se acopla a la capacidad
de la fe humana de tal forma que pudiera decir a uno: Hágase conforme a
tu fe (Mt 9,29); y a otro: Vete, que se cumpla conforme has creído (Mt 8,13); y
a un tercero: Que se haga lo que deseas (cf. Mt 15,28); y también a otro: Tu fe
te ha salvado (Mt 9,22; Mc 5,34; 10,52)»42.
SIGNOS DE CONTRADICCIÓN
Si uno lee con atención todo el evangelio de Marcos, el más breve de
los sinópticos, puede comprobar como se manifiesta en Jesús la
doble dimensión de soledad y comunión. Gradualmente y a medida
que Jesús va recorriendo el camino de sus opciones, estas lo van
alejando de su familia, de su pueblo, de los fariseos, escribas y
saduceos, y finalmente de sus propios discípulos. Sólo el Padre, va a
decir el evangelio de s. Juan, no lo abandonará: “Ustedes se
dispersarán cada uno por su lado, y me dejarán solo. Pero no, no
estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Jn 16,32).
En la vida cotidiana suele suceder que al tomar determinadas
decisiones, nuestros seres más cercanos y tal vez más queridos, no
son siempre los que mejor nos acompañan y comprenden. El seguir
por ejemplo una carrera o una profesión que no entra en el esquema
42
Juan Casiano, Conferencias, XIII,15; CSEL 13,390 (trad. en: La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia y
otros autores de la época patrística. NT. 2. Evangelio según san Marcos, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2000, p. 136).
Casiano probablemente nació entre 360 y 368 en la provincia romana de Scythia minor, actual Rumania. Algunos
estudiosos modernos, por el contrario, sitúan el lugar de su nacimiento en la Provenza. Hacia 378/380, Casiano
abandonó su patria y se dirigió a Palestina. Cuando llegó a Jerusalén, se detuvo poco tiempo en la ciudad, y se dirigió
a un monasterio de Belén. Allí estuvo dos años, y luego pasó a Egipto. En el año 399, se produjeron las controversias
origenistas, que terminaron con la expulsión de los origenistas (partidarios y seguidores de las doctrinas de Orígenes
de Alejandría). Atraído por la fama de san Juan Crisóstomo, Casiano se instaló en Constantinopla. En 404, fue
ordenado diácono por el Crisóstomo. Las noticias que poseemos sobre Casiano hasta 415 son escasas. Es posible que
en 404 haya partido hacia Roma. Durante este período recibió la ordenación sacerdotal. La última etapa de la vida de
Casiano se desarrolla en la Galia. En 415 o 416, llegó a la Provenza, y lo encontramos en Marsella donde se establece
y funda dos monasterios: uno masculino y otro femenino. Falleció en Marsella hacia 434 o 435.
mental del medio ambiente en que ellos se mueven, no acaba de
convencerlos por más que a nosotros nos gratifique. Esto trae
aparejada una sensación de soledad y exclusión que nos duele hasta
el alma.
En la vida cristiana sucede lo mismo. También se presentan
situaciones similares a las que vivió Jesús. El seguimiento de Cristo
trae aparejadas exigencias de fe, que muchas veces nos reportan
contrariedades y que pueden llegar a amargarnos el alma.
Desearíamos la comprensión de nuestros amigos y familiares, los
que a veces reaccionan con escepticismo y cinismo, sobre todo si no
comulgan con nuestra fe y con nuestras aspiraciones más profundas.
Nuestras motivaciones y explicaciones no acaban de convencerlos...
Nos sentimos impotentes como Jesús, pero sin embargo y como
paradoja, se acrecienta la vocación a lanzarnos a nuevos horizontes
y a nuevos auditorios.... Es que en nuestra gran soledad solo nos
queda el camino de la solidaridad y del servicio a los demás.
DOMINGO 15º
«Jesús llamó a los Doce y los envió de dos en dos, dándoles poder
sobre los espíritus impuros.
Y les ordenó que no llevaran para el camino más que un bastón; ni
pan, ni alforja, ni dinero; que fueran calzados con sandalias y que
no tuvieran dos túnicas. Les dijo: “Permanezcan en la casa donde
les den alojamiento hasta el momento de partir. Si no los reciben en
un lugar y la gente no los escucha, al salir de allí, sacudan hasta el
polvo de sus pies, en testimonio contra ellos”. Entonces fueron a
predicar, exhortando a la conversión; expulsaron a muchos
demonios y curaron a numerosos enfermos, ungiéndolos con óleo»
Mc 6,7-13
«... Un predicador ya experimentado no debe predicar para recibir la
recompensa en esta tierra, sino que ha de recibir la recompensa para poder
seguir predicando. Porque quien predica para recibir aquí la paga, en prestigio o
en metálico, se priva indudablemente de la recompensa eterna. En cambio,
quien predica buscando agradar a los hombres para atraerlos con sus palabras
al amor del Señor, no al suyo propio, o bien percibe una retribución para no caer
extenuado en el ministerio de la predicación a causa de su pobreza, éste
ciertamente recibirá su recompensa en la patria celestial, porque durante su
peregrinación sólo recibió lo estrictamente necesario»43.
CON BAJO PERFIL
Las campañas proselitistas que se realizan hoy en día, suelen
presentarse con amplio despliegue mediático y con un costo
económico elevado. Hay que deslumbrar y seducir al auditorio a
cualquier precio, apelando a medios no siempre éticamente
correctos.
Muchas veces a nivel iglesia -debemos reconocerlo- se ha pensado y
actuado con las premisas publicitarias de una sociedad de consumo,
caracterizada por la inmediatez y la superficialidad de un
triunfalismo barato.
Nada de esto sucede en el evangelio de hoy. Para impedir estas
tentaciones Jesús enumera una serie de advertencias.
En primer lugar, los Doce son enviados de dos en dos, evitando así el
peligro de la labor misionera individualista y providencialista de
algunos con vocación de francotiradores.
En segundo lugar, les advierte claramente respecto a lo relativo y
contingente de los medios materiales que tendrán que utilizar.
43
San Gregorio Magno, Homilía 17 sobre los evangelios, 7; (cf. Obras de san Gregorio Magno, Madrid, Biblioteca
de Autores Cristianos, 1958, p. 603 [BAC 170]). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia romana de
posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo después, entre
574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió el diaconado y
le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a Constantinopla,
donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y a la muerte de
éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en un momento
muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el rumbo de la
espiritualidad medieval.
En tercer lugar, les recomienda la hospitalidad, siempre y cuando
esta no les quite la libertad de alejarse del lugar, si el llamado a la
conversión no es escuchado y es rechazado.
Tomadas en cuenta estas pautas, el evangelizador transmitirá
entonces con naturalidad y con bajo perfil, un mensaje del cual
solamente es portador, y podrá sin asomo de demagogia, sintiéndose
necesario pero no imprescindible, realizar gestos y palabras de
curación y de salvación.
“Querido hermano, tú obras fielmente al ponerte al servicio de tus
hermanos, incluso de los que están de paso. Harás bien en
ayudarlos para que puedan proseguir su viaje, porque ellos se
pusieron en camino para servir a Cristo” (3 Jn 5-8).
DOMINGO 16º
«Al regresar de su misión, los Apóstoles se reunieron con Jesús y le
contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Él les dijo: “Vengan
ustedes solos a un lugar desierto, para descansar un poco”. Porque
era tanta la gente que iba y venía, que no tenían tiempo ni para
comer. Entonces se fueron solos en la barca a un lugar desierto. Al
verlos partir, muchos los reconocieron, y de todas las ciudades
acudieron por tierra a aquel lugar y llegaron antes que ellos. Al
desembarcar, Jesús vio una gran muchedumbre y se compadeció de
ella, porque eran como ovejas sin pastor, y estuvo enseñándoles
largo rato» Mc 6,30-34
«... Al bienhechor lo reconocemos por los mismos beneficios que hemos
recibido, porque si miramos a los hechos, gracias a ellos concluimos por
analogía la naturaleza del bienhechor. Si, pues, el amor a la humanidad es una
marca propia de la naturaleza divina (...), ya tienes la causa de la presencia de
Dios entre los hombres.
Nuestra naturaleza, enferma, tenía necesidad del médico; el hombre, caído,
necesitaba de alguien que lo levantara; el que estaba sin vida necesitaba del que
da la vida; el que había resbalado fuera de la participación del bien necesitaba
de quien lo devolviera al bien; el preso en la oscuridad anhelaba la presencia de
la luz; el cautivo buscaba al redentor, el presidiario al defensor, el subyugado en
la esclavitud al libertador. ¿Es que esto era poca cosa y sin importancia para
hacer que Dios se molestara en bajar a visitar la naturaleza humana, puesto que
en tal estado de miseria y desgracia se hallaba la humanidad?»44.
SOLEDAD Y MISIÓN
La mayoría de la gente le tiene miedo a la soledad y trata de escapar
de ella. El hombre moderno muchas veces se rebela y desespera
frente a la soledad, tal vez confundiéndola con el aislamiento. El
aislamiento es una caricatura, es una soledad privada del incentivo
del amor. No olvidemos también que el pecado aísla.
El hombre ha sido creado para la comunión. Pero en la vida humana,
la soledad y la comunión se suceden y alternan. Hay momentos en
que la soledad se tornará más incisiva, y otros en que el disfrute de la
comunión será más pleno.
44
San Gregorio de Nisa, La Gran Catequesis, XV,2-3; trad. en Gregorio de Nisa. La Gran Catequesis, Madrid, Ed.
Ciudad Nueva, 1990, pp. 77-78 (Col. Biblioteca de Patrística, 9). Ignoramos la fecha de nacimiento de Gregorio (no
antes del 331) y de su muerte; porque perdemos su rastro después del 394. Fueron su madre y, aún más, su abuela
Macrina y su hermana mayor, Macrina la Joven, quienes transmitieron a Gregorio el legado de la fe. Sabemos
asimismo que guió sus estudios su hermano Basilio. Gregorio ejerció por un tiempo la función eclesiástica de lector y
debió pasar temporadas con los miembros de su familia que habían abrazado la vida monástica. Sin embargo
abandonó el lectorado para dedicarse a la enseñanza de la retórica. Se discute si contrajo matrimonio con una tal
Teosebia o ésta fue una hermana pequeña que vivió con él hasta su muerte. Sus confidencias en el “Tratado sobre la
virginidad” sugieren que sí estaba casado. Su hermano Basilio, lo reintegró en el servicio eclesiástico al ordenarlo
obispo. Gregorio, pese a su reluctancia, recibió la ordenación episcopal para la sede de Nisa (Asia Menor) en el año
372.
Todo trabajo pastoral realizado con criterios evangélicos, tendrá que
tener en cuenta las pautas que nos brinda el Señor en el evangelio de
este domingo.
La soledad. No se puede proyectar nada serio en la vida sin espacios
de desierto, de silencio y de descanso solitario, para escuchar, para
escucharse, y así anudar ideas y pensamientos. La interioridad
garantiza la seriedad y la fecundidad de cualquier emprendimiento.
La comunión. La soledad no es un fin sino un medio que debe
desembocar en un diálogo amoroso con el Señor, y en una estrecha
comunión con nuestros hermanos.
La misión. De esta doble experiencia de comunión y de soledad,
asumidas ambas con espíritu de fe, va a brotar como lógica
consecuencia, el compromiso de la misión y la urgencia del servicio.
“Si no se hubiera retirado tan adentro, en la soledad con Dios, Cristo
jamás se habría adentrado tanto en la comunidad de los hombres”
(U. von Balthasar).
DOMINGO 17º
«Jesús atravesó el mar de Galilea, llamado Tiberíades. Lo seguía
una gran multitud, al ver los signos que hacía curando a los
enfermos. Jesús subió a la montaña y se sentó allí con sus
discípulos. Se acercaba la Pascua, la fiesta de los judíos. Al levantar
los ojos, Jesús vio que una gran multitud acudía a él y dijo a Felipe:
“¿Dónde compraremos pan para darles de comer?”. El decía esto
para ponerlo a prueba, porque sabía bien lo que iba a hacer. Felipe
le respondió: “Doscientos denarios no bastarían para que cada uno
pudiera comer un pedazo de pan”. Uno de sus discípulos, Andrés, el
hermano de Simón Pedro, le dijo: “Aquí hay un niño que tiene cinco
panes de cebada y dos pescados, pero ¿qué es esto para tanta
gente?”. Jesús le respondió: “Háganlos sentar”. Había mucho pasto
en ese lugar. Todos se sentaron y eran uno cinco mil hombres. Jesús
tomó los panes, dio gracias y los distribuyó a los que estaban
sentados. Lo mismo hizo con los pescados, dándoles todo lo que
quisieron. Cuando todos quedaron satisfechos, Jesús dijo a sus
discípulos: “Recojan los pedazos que sobran, para que no se pierda
nada”. Los recogieron y llenaron doce canastas con los pedazos que
sobraron de los cinco panes de cebada. Al ver el signo que Jesús
acababa de hacer, la gente decía: “Este es, verdaderamente, el
Profeta que debe venir al mundo”. Jesús, sabiendo que querían
apoderarse de él para hacerlo rey, se retiró otra vez solo a la
montaña» Jn 6,1-15
«En el desierto nuestro Señor multiplicó el pan y en Caná convirtió el agua en
vino. De ese modo los habituaba a su pan y a su vino, hasta el tiempo en que les
daría su cuerpo y su sangre. Les hacía gustar un pan y un vino perecederos, para
excitar en ellos el deseo de su cuerpo y de su sangre vivificantes. Con liberalidad
les daba esos pequeños regalos, para que se dieran cuenta que su don supremo
sería gratuito. Él se los daba gratuitamente, aunque bien hubieran podido
pagarlos, para que comprendieran que no les exigiría pago por el don que no
tiene precio; porque aunque ellos pudiesen pagar el pan y el vino, jamás podrían
pagar su cuerpo y su sangre.
No solamente nos ha colmado gratuitamente con sus dones, sino que nos ha
mimado afectuosamente. Nos dio gratis esos pequeños regalos para atraernos, a
fin de que vayamos y recibamos gratuitamente ese don tan grande que es la
Eucaristía. Los pequeños pedazos de pan y el vino que ofrece son dulces al
paladar, pero el regalo de su Cuerpo y de su sangre es provechoso para el
espíritu. Él nos atrajo al palacio por medio de estos dones agradables, a fin de
conducirnos a aquello que da vida a las almas. Escondió dulzura en el vino que
hizo, para mostrarles a las invitados que magnífico tesoro se oculta en su sangre
vivificante»45.
45
San Efrén de Nisibi, Diatesaron, XII,1 (SCh 121, Paris 1966, pp. 213-214). Efrén nació en Nisibi (o Nísibe) de
padres cristianos hacia el año 306. Creció bajo la tutela del obispo Jacobo (303-338), que estuvo presente en el
concilio de Nicea. Con él fundó la escuela teológica de Nisibi. Efrén, una vez diácono, fue su principal animador bajo
los sucesores de Jacobo, Babu (desde el 338), Vologese (346-349) y Abrahán (desde el 361). Hacia 363 Efrén tuvo
que trasladarse a Edesa, en donde siguió con su obra de predicación, de enseñanza y de controversia hasta la muerte
que le sobrevino en el 373 según la crónica de Edesa. Varios estudiosos han demostrado que sería anacrónico hacer
de Efrén un monje o un anacoreta. No era más que un «hijo del pacto», o sea, miembro plenamente de la comunidad
cristiana o, mejor dicho, de su élite, habiendo consagrado su vida a Cristo en la abstinencia y en la virginidad.
CUANDO SE COMPARTE SOBRA
El milagro de la multiplicación de los panes, con su clara resonancia
eucarística, muestra al Señor como el protagonista y actor principal
de este prodigio.
No se trata de un milagro surgido de las bases, y al que Jesús viene a
darle el toque final en el momento culminante, como si se tratara de
un mago o un prestidigitador. De ninguna manera, es una obra de
Dios. “La única obra que Dios quiere es que crean en aquel que él ha
enviado” (Jn 6, 29).
Sin embargo, el Señor ha preferido realizarlo con la colaboración de
un adolescente que comparte sus cinco panes de cebada, el pan de
los pobres de esa época. La juventud y los pobres, son las opciones
preferenciales de la Iglesia.
Es partir de este gesto, de este aporte solidario, que Jesús realiza la
señal de dar de comer a una multitud que agradece recibiendo, como
suele ocurrir con los pobres.
Este milagro nos enseña algo real e importante, que cuando se
comparte y reparte, sobra. Es que en el mundo falta, porque no se
quiere compartir.
¡Que contrastante este episodio evangélico con las crónicas frívolas y
escandalosas de la farándula y de las diversas cúpulas de turno, que
sumergidas en exquisiteces, ambigüedades y refinamientos,
pretenden desintegrar las reservas morales de una sociedad tan
lastimada!
La solidaridad puede obrar maravillas. Sin esta actitud evangélica,
no es posible acercarse a celebrar la Eucaristía, que con el ejemplo
de los doce canastos llenos, nos enseña a globalizar la solidaridad.
DOMINGO 18º
«Cuando la multitud se dio cuenta de que Jesús y sus discípulos no
estaban en el lugar donde el Señor había multiplicado los panes,
subieron a las barcas y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús. Al
encontrarlo en la otra orilla, le preguntaron: “Maestro, ¿cuándo
llegaste?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que ustedes me
buscan, no porque vieron signos, sino porque han comido pan
hasta saciarse. Trabajen, no por el alimento perecedero, sino por el
que permanece hasta la Vida eterna, el que les dará el Hijo del
hombre; porque es él a quien Dios, el Padre, marcó con su sello”.
Ellos le preguntaron: “¿Qué debemos hacer para realizar las obras
de Dios?”. Jesús les respondió: “La obra de Dios es que ustedes
crean en Aquél que él ha enviado”. Y volvieron a preguntarle: “¿Qué
signos haces para que veamos y creamos en ti? ¿Qué obra realizas?
Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como dice la
Escritura: Les dio de comer el pan bajado del cielo”. Jesús
respondió: “Les aseguro que no es Moisés el que les dio el pan del
cielo; mi Padre les da el verdadero pan del cielo; porque el pan de
Dios es el que desciende del cielo y da Vida al mundo”. Ellos le
dijeron: “Señor, danos siempre de ese pan”. Jesús les respondió:
“Yo soy el pan de Vida. El que viene a mí jamás tendrá hambre; el
que cree en mí jamás tendrá sed”» Jn 6,24-35
«Ocurre con frecuencia que las madres confían a nodrizas extrañas los hijos que
acaban de dar a luz. Cristo no obra así, él nos alimenta con su propia sangre,
nos une completamente a sí. Pero me dirás, no ha podido hacerlo con todos.
Sí, verdaderamente con todos. Porque si vino a tomar nuestra naturaleza, fue
evidentemente para todos nosotros, y si fue para todos, fue también para
cada uno en particular... Cristo se une a cada uno de los creyentes por medio de
los divinos misterios. A los que dio la vida, los alimenta por sí mismo y no se
desentiende en otro; así termina convenciéndote de que verdaderamente
asume tu propia carne.
No seamos pues indiferentes los que hemos sido favorecidos con tal amor y tan
extraordinario honor. ¿No se han fijado nunca con qué ansias los niños se
apoderan del seno de su madre y con qué avidez aplican a él sus labios?
Acerquémonos nosotros con el mismo ardor a esta mesa santa, a esta fuente de
donde brota una bebida espiritual; con más fuerza todavía que los niños,
atraigamos la gracia del Espíritu. Que nuestra única pena sea vernos privados
de este alimento divino»46.
OPUS DEI
En latín, opus Dei significa: obra de Dios. Pero el sentido originario y
genuino de esta frase hay que buscarlo en uno de los versículos del
46
San Juan Crisóstomo, Homilía 82 sobre San Mateo, 5; PG 58, 743-744 (trad. en: Lecturas cristianas para
nuestro tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1974, E 16). San Juan Crisóstomo (nació hacia
344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero en Antioquía; después
obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de tacto le llevaron a serios
conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y muerte (14.09.407) en el
exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial que se le mantuvo fiel. Su
afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue dado en el siglo VI.
evangelio de este domingo: “La obra de Dios es que ustedes crean en
Aquel que él ha enviado” (Jn 6,29). Es la fe en Jesucristo, marcado
con el sello del Padre, la que nos presenta a Jesús como el pan
bajado del cielo.
Muchas veces en la vida, los cristianos nos acercamos a Dios de
manera bastante interesada. Consciente o inconscientemente, lo
usamos como un artículo de consumo para nuestro beneficio
personal.
San Juan, a diferencia de los tres evangelios sinópticos, omite la
narración formal de la institución de la Eucaristía. Pero el
evangelista se maneja con otros parámetros para llegar a las mismas
conclusiones. Le gusta hablar en doble sentido y penetrar siempre
más allá de lo inmediato.
Si no tenemos en cuenta estas reglas de juego de la fe, quedaremos a
mitad de camino y pasaremos de largo frente al mensaje esencial de
Jesús, que se nos presenta abiertamente y sin ambages, como el pan
de Vida.
El llegar a esta meta no implica desinteresarse del pan cotidiano de
cada día. Es interesante aquí recordar, como al final de la liturgia
eucarística de la iglesia ortodoxa, se reparten unos panecillos
bendecidos, llamados en griego “eulogias”= una buena palabra, que
buscan en cierto sentido reemplazar la comunión sacramental, de la
que por diferentes motivos no se ha participado. Podemos
comprobar entonces la estrecha vinculación entre el pan material y
el espiritual.
Jesús desarrolla en el capítulo sexto de san Juan, una catequesis
magistral acerca del misterio de la encarnación y de la redención. El
Señor se nos manifiesta como el único alimento capaz de saciar
nuestro apetito de eternidad, garantizándonos así una vida
transfigurada, sin límites de tiempo y que supera las fronteras de la
muerte.
DOMINGO 19º
«Los judíos murmuraban de Jesús, porque había dicho: “Yo soy el
pan bajado del cielo”. Y decían: “¿Acaso este no es Jesús, el hijo de
José? Nosotros conocemos a su padre y a su madre. ¿Cómo puede
decir ahora: ‘Yo he bajado del cielo?’”. Jesús tomó la palabra y les
dijo: “No murmuren entre ustedes. Nadie puede venir a mí, si no lo
atrae el Padre que me envió; y yo lo resucitaré en el último día. Está
escrito en el libro de los Profetas: “Todos serán instruidos por
Dios”. Todo el que oyó al Padre y recibe su enseñanza, viene. Nadie
ha visto nunca al Padre, sino el que viene de Dios: sólo él ha visto al
Padre. Les aseguro que el que cree, tiene Vida eterna. Yo soy el pan
de Vida. Sus padres, en el desierto, comieron el maná y murieron.
Pero éste es el pan que desciende del cielo, para que aquél que lo
coma no muera. Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de
este pan vivirá eternamente, y el pan que Yo daré es mi carne para
la Vida del mundo”» Jn 6,41-51
«Están enteramente locos quienes rechazan toda la Economía de Dios, al negar
la salvación de la carne y despreciar su nuevo nacimiento, pues dicen que ella no
es capaz de ser incorruptible. Pues si ésta no se salva, entonces ni el Señor nos
redimió con su sangre, ni el cáliz de la Eucaristía es comunión con su sangre, ni
el pan que partimos es comunión con su cuerpo (1 Co 10,16). Porque la sangre
no puede provenir sino de las venas y de la carne, y de todo lo que forma la
substancia del hombre, por la cual, habiéndola asumido verdaderamente el
Verbo de Dios, nos redimió con su sangre. Como dice el Apóstol: En él tenemos
la redención por su sangre y la remisión de los pecados (Col 1,14)...
En consecuencia, si el cáliz mezclado [con el agua] y el pan fabricado reciben la
palabra de Dios para convertirse en Eucaristía de la sangre y el cuerpo de Cristo,
y por medio de éstos crece y se desarrolla la carne de nuestro ser, ¿cómo puede
negarse que la carne sea capaz de recibir el don de Dios que es la vida eterna, ya
que se ha nutrido con la sangre y el cuerpo de Cristo, y se ha convertido en
miembro suyo? Cuando escribe el Apóstol en su Carta a los Efesios: Somos
miembros de su cuerpo (Ef 5,30), de su carne y de sus huesos, no lo dice de
algún hombre espiritual e invisible -pues un espíritu no tiene carne ni huesos
(Lc 24,39)- sino de aquel ser que es verdadero hombre, que está formado por
carne, huesos y nervios, el cual se nutre de la sangre del Señor y se desarrolla
con el pan de su cuerpo»47.
UN ECLIPSE DE FE
47
San Ireneo de Lyon, Contra los herejes, V,2,2 y 3 (trad. en: San Ireneo de Lyon. Contra los Herejes. Exposición y
refutación de la falsa gnosis, Lima, Facultad de Teología Pontificia y Civil de Lima, 2000, pp. 392-393 [Revista
Teológica Limense. Vol. 34 – Nº 1/2]). Ireneo fue discípulo de Policarpo, y debe haber nacido entre los años 130140. Pudo escuchar al gran obispo hasta la edad de quince años. Luego nada se nos dice sobre la vida de Ireneo en la
documentación que ha llegado hasta nosotros. Recién aparece de nuevo en Lyon, al final de la persecución de Marco
Aurelio (177). Puede ser que antes haya estado en Roma, tal vez por bastante tiempo. Es hacia el año 177 cuando las
iglesias de Lyon y Vienne (Francia) le encargan llevar una carta al papa Eleuterio en Roma (174-189?). Es una
epístola que se refiere a los mártires de esas Iglesias. Al regreso a Lyon sucede a Fotino (o Potino) en la sede
episcopal, y no la abandonará hasta su muerte. En este período se ubican sus escritos más notables. Una carta suya al
papa Víctor (189-198/99?) es el último testimonio de Ireneo en la historia. La carta debe datarse a mediados del
pontificado de Víctor. Por tanto, la actividad de Ireneo en la sede de Lyon se desarrolló entre los años 178-195.
Se suele advertir a los que estudian las ciencias bíblicas, que corren
el peligro de tomar la palabra de Dios como un mero instrumento de
trabajo, que puede conducirlos a un verdadero eclipse en su fe.
Algo similar pasó con los judíos. Expertos en la Ley y en los profetas,
pretendían conocer a Jesús y a su familia. Lo criticaban y
murmuraban, porque había dicho: “Yo soy el pan bajado del cielo”.
Rechazaban el misterio de la encarnación, revelado en la persona de
Jesús de Nazareth, excluyéndose ellos mismos de su mensaje de
salvación.
El vicio de la murmuración seguirá siendo un mal de todos los
tiempos. En la vida espiritual alimenta la desconfianza, y deteriora el
espíritu de fe. San Benito en su regla para monjes abomina del virus
de la murmuración, porque atenta contra la presencia de un Dios
que se transparenta en cada hermano.
Tenemos que despojarnos de muchos esquemas y prejuicios, que nos
alejan del misterio de un Jesús cercano, que se inclina sobre la
humanidad y desea convertirse en el alimento de vida que nos
conduce al Padre. No vaya a tener que decirnos Jesús: “Hace tanto
tiempo que estoy con ustedes, ¿y todavía no me conocen?” (Jn 14,9).
Se cuenta de un viejo monje que preguntó a sus tres discípulos,
sobre aquello que más valoraban. El primero, replicó que se sabía la
Biblia de memoria. El segundo, que la había copiado íntegra por
escrito. El tercero, le respondió diciendo que el horno de su cocina
estaba siempre prendido, para poder alimentar a los forasteros. El
anciano, felicitó a este último por haber sabido encarnar la Palabra
en la vida y no haberse limitado a tomarla como un mero
instrumento de trabajo intelectual.
DOMINGO 20º
«Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que
coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi
carne para la Vida del mundo”. Los judíos discutían entre sí,
diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”.
Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo
del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El
que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y Yo lo
resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida
y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi
sangre permanece en mí y Yo en él. Así como Yo, que he sido
enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma
manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del
cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma
de este pan vivirá eternamente”. Jesús enseñaba todo esto en la
sinagoga de Cafarnaún» Jn 6,51-59
«Confiemos también nosotros plenamente en Dios. No le pongamos
dificultades, aunque lo que diga parezca ser contrario a nuestros razonamientos
y a lo que vemos. Que más bien su palabra sea maestra de nuestra razón y de
nuestra misma visión. Tengamos esta actitud frente a los misterios sagrados: no
veamos en ellos solamente lo que se ofrece a nuestros sentidos, sino que
tengamos sobre todo en cuenta las palabras del Señor. Su palabra no puede
engañarnos, mientras que nuestros sentidos fácilmente nos engañan; ella jamás
comete un fallo, pero nuestros sentidos fallan a menudo. Cuando el Verbo dice:
“Esto es mi cuerpo”, fiémonos de él, creamos y contemplémosle con los ojos del
espíritu. Porque Cristo no nos ha dado nada puramente sensible: aun en las
mismas realidades sensibles, todo es espiritual…
¡Cuántas personas dicen hoy: “Quisiera ver el rostro de Cristo, sus rasgos, sus
vestidos, sus calzados!”. Pues bien, precisamente lo estás viendo a él, lo tocas, lo
comes. Deseabas ver sus vestidos; y él mismo se te entrega no solamente para
que lo veas, sino también para que lo toques, lo comas, lo recibas en tu corazón.
Que nadie se acerque con indiferencia o con apatía; sino que todos vengan a él
animados de un ardiente amor»48.
“ESTAMOS VIVOS Y VIVIREMOS...”
En los nueve versículos del evangelio que la liturgia nos propone, se
menciona nueve veces y con variantes, la palabra vida. Todos los que
comen del pan vivo bajado del cielo que es Cristo, viven y vivirán.
Hace años sucedió en la cordillera de Los Andes una tragedia de
resonancia mundial, cuando un avión se desplomó en medio de los
cerros y la nieve.
48
San Juan Crisóstomo, Homilía 82 sobre san Mateo, 4-5; PG 58, 738. 743 (trad. en: Lecturas
cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Editorial Apostolado de la Prensa, 1974, E 15). San Juan
Crisóstomo (nació hacia 344-354), afamado rétor y fino exegeta, primero asceta y monje; luego, diácono y presbítero
en Antioquía; después obispo de Constantinopla (año 398). Aquí su seriedad de reformador y también su falta de
tacto le llevaron a serios conflictos con obispos y con la corte imperial. Depuesto y desterrado, sus tribulaciones y
muerte (14.09.407) en el exilio fueron una dolorosa prueba martirial para él y para el sector de la comunidad eclesial
que se le mantuvo fiel. Su afamada elocuencia le valió el título de “Crisóstomo”, es decir: “Boca de Oro”, que le fue
dado en el siglo VI.
La mayoría de sus pasajeros, eran jóvenes deportistas. Los
sobrevivientes, tuvieron que alimentarse cada día del cuerpo de sus
compañeros muertos, para sobrevivir. Su comportamiento, fue
comentado y discutido a todo nivel. Se escribió un libro y se filmó
una película.
Esta historia real, puede ayudarnos a comprender cómo enfoca la
vida el cuarto evangelista en sus escritos.
Para San Juan, la vida eterna, no es algo por conseguir más adelante.
El creyente, al alimentarse cada día del cuerpo de Cristo muerto y
resucitado, ya se hace poseedor de la vida eterna: aquí y ahora.
En razón de esto, a los que hoy vivimos en el más acá, se nos
confirmará algún día en el más allá, nada más y nada menos, que en
Cristo: viviremos para siempre.
“San Benito se hizo llevar por sus discípulos al oratorio. Allí se
confortó para la salida de este mundo con la recepción del Cuerpo y
la Sangre del Señor. Apoyando su cuerpo debilitado en las manos de
sus discípulos, permaneció de pie y con las manos levantadas hacia
el cielo, exhaló el último suspiro, entre las palabras de la oración”
(san Gregorio el Grande).
DOMINGO 21º
«Después de escuchar la enseñanza de Jesús, muchos de sus
discípulos decían: “¡Es duro este lenguaje! ¿Quién puede
escucharlo?”. Jesús, sabiendo lo que sus discípulos murmuraban,
les dijo: “¿Esto los escandaliza? ¿Qué pasará entonces, cuando vean
al Hijo del hombre subir donde estaba antes? El Espíritu es el que
da Vida, la carne de nada sirve. Las palabras que les dije son
Espíritu y Vida. Pero hay entre ustedes algunos que no creen”. En
efecto, Jesús sabía desde el primer momento quiénes eran los que
no creían y quién era el que lo iba a entregar. Y agregó: “Por eso les
he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede”.
Desde ese momento, muchos de sus discípulos se alejaron de él y
dejaron de acompañarlo.
Jesús preguntó entonces a los Doce: “¿También ustedes quieren
irse?”. Simón Pedro le respondió: “Señor, ¿a quién iremos? Tú
tienes palabras de Vida eterna. Nosotros hemos creído y sabemos
que eres el Santo de Dios”» Jn 6,60-69
«... (Cristo) nos dio en su cuerpo y sangre un saludable alimento, y, a la vez,
en dos palabras resolvió la cuestión de su integridad. Coman, por ende,
quienes lo comen y beban los que lo beben; tengan hambre y sed; coman
la vida, beban la vida. Comer esto es rehacerse; pero en tal modo te
rehaces, que no se deshace aquello con que te rehaces. Y beber aquello, ¿qué
cosa es sino vivir? Cómete la vida, bébete la vida; tú tendrás vida sin
mengua de la Vida. Entonces será esto, es decir, el cuerpo y la sangre de
Cristo será vida para cada uno, cuando lo que en este sacramento se toma
visiblemente, el pan y el vino, que son signos, se coma espiritualmente, y
espiritualmente se beba lo que significa. (...)
... Cree, y vienes; ama, y eres traído. No juzguen que se trata de una
violencia gruñona y despreciable; es dulce, suave; es la misma suavidad lo
que te trae. Cuando la oveja tiene hambre, ¿no se la trae mostrándole
hierba? Y me parece que no se la empuja; se la sujeta con el deseo. Ven tú
a Cristo así; no te fatigue la idea de un interminable camino. Creer es llegar.
En efecto, a quien está en todas partes, no se va navegando, sino amando.
No obstante lo cual, también en este viaje del amor hay frecuentes remolinos
y borrascas de tentaciones múltiples; cree en el Crucificado para que tu fe
pueda subirse al leño. No te sumergirás; el leño te llevará al puerto…»49.
CRISIS DE CRECIMIENTO
En la vida toda maduración auténtica exige lo que podríamos llamar
las: “crisis del crecimiento”. Estas crisis suelen ser dolorosas, y de
más está decir, se producen en las personas con vida. No nos
olvidemos de los dolores en las articulaciones de los adolescentes
49
San Agustín de Hipona, Sermón 131,1-2; trad. en: Obras completas de san Agustín, t. 23, Madrid, Biblioteca de
Autores Cristianos, 1983, pp. 156-158 (BAC 443). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de
un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el
bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona
lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su
muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
cuando pegan “el estirón”. ¡Los muertos no entran en crisis!
En materia de fe esto mismo suele ocurrir. Se crece y se madura por
opciones.
Muchas veces hemos recibido en nuestra infancia una formación
cristiana tradicional y pasiva, que lógicamente entra en crisis en la
etapa de la juventud, con el rechazo consiguiente. Hemos
confundido los aspectos secundarios del cristianismo con los
importantes, y con actitud adolescente, arrojamos por la ventana
confundidos a ¡la criatura junto con el agua sucia!
Por eso, en ciertos momentos de nuestra vida, se impone reasumir
de una manera activa y comprometida, con convicción y de corazón,
las grandes verdades de nuestra fe.
Los demonios en evangelio de Marcos (1,24), proclaman también a
Jesús como “el Santo de Dios”. Pero el Señor los aleja y expulsa del
endemoniado porque no quieren escuchar su mensaje.
Nosotros en lugar de rechazar su mensaje como en el caso de los
endemoniados, estamos invitados a quedarnos junto a él y a seguirlo
de corazón, aceptando el desafío de Jesús, y repitiéndole con Pedro:
“Sabemos que eres el Santo de Dios”.
DOMINGO 22º
«Los fariseos con algunos escribas llegados de Jerusalén se
acercaron a Jesús, y vieron que alguno de sus discípulos comían
con las manos impuras, es decir, sin lavar. Los fariseos, en efecto, y
los judíos en general, no comen sin lavarse antes cuidadosamente
las manos, siguiendo, siguiendo la tradición de sus antepasados; y
al volver del mercado, no comen sin hacer primero las abluciones.
Además, hay muchas otras prácticas, a las que están aferrados por
tradición, como el lavado de los vasos, de las jarras, de la vajilla de
bronce y de las camas. Entonces los fariseos y los escribas
preguntaron a Jesús: “¿Por qué tus discípulos no proceden de
acuerdo con la tradición de nuestros antepasados, sino que comen
con las manos impuras?”. Él les respondió: “¡Hipócritas! Bien
profetizó de ustedes Isaías, en el pasaje de la Escritura que dice:
‘Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de
mí. En vano me rinde culto: las doctrinas que enseñan no son sino
preceptos humanos’. Ustedes dejan de lado el mandamiento de
Dios, por seguir la tradición de los hombres”. Y Jesús, llamando
otra vez a la gente, les dijo: “Escúchenme todos y entiéndanlo bien.
Ninguna cosa externa que entra en el hombre puede mancharlo; lo
que lo hace impuro es aquello que sale del hombre. Porque es del
interior, del corazón de los hombres, de donde provienen las malas
intenciones, las fornicaciones, los robos, los homicidios, los
adulterios,
la
avaricia,
la
maldad,
los
engaños,
las
deshonestidades, la envidia, la difamación, el orgullo, el desatino.
Todas estas cosas malas proceden del interior y son las que
manchan al hombre”» Mc 7,1-8. 14-15. 21-23
«Sin duda conocemos y debemos saber y retener que el corazón tiene boca y
lengua. La boca se llena de gozo, y con ella interiormente rogamos a Dios
cuando están los labios cerrados y la conciencia patente. Hay silencio; grita
el corazón. Pero ¿a qué oídos? No a los del hombre, sino a los de Dios.
Permanece tranquilo; oye el que se compadece. Por el contrario, cuando ningún
hombre oye las cosas malas, si proceden de tu boca interior, no te juzgues
seguro, porque oye el que condena. Susana no fue oída por los jueces inicuos;
callaba y oraba (cf. Dn 13,35). No oían sus palabras los hombres; su corazón
clamaba a Dios. ¿Acaso porque no profirió palabra alguna sensible no
mereció ser oída? Fue oída; cuando rogó, ningún hombre lo supo. Luego,
hermanos, piensen lo que tienen en la boca interior. Recapaciten para que no
profieran interiormente algún mal y no lo perpetren fuera, pues nada puede
hacer externamente el hombre sin haberlo dicho antes en su interior. Guarda la
boca de tu corazón del mal y serás inocente. Inocente será la lengua de tu
cuerpo, inocentes serán las manos; también serán inocentes los pies, serán
inocentes los ojos, inocentes serán los oídos; todos tus miembros servirán a la
justicia si el Emperador justo posee el corazón»50.
50
San Agustín de Hipona, Enarraciones sobre los Salmos, 125,8; trad. en: Obras de San Agustín, t. 22, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1967, pp. 332-333 (BAC 264). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año
354. Luego de un largo y, por momentos, penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año
387 recibió el bautismo. En todo este proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el
EL FUNDAMENTALISMO RELIGIOSO
Uno de los peligros más grandes en la vida cristiana radica en
convertir el evangelio en una ideología. De manera análoga a cómo
lo hacían los fariseos y los doctores de la ley, en tiempos de Jesús.
En la historia de la humanidad nunca han faltado los “ideólogos” de
la religión, que han pretendido subordinar las personas, a una
ideología elaborada por ellos. Usando el evangelio, como una
doctrina a su servicio.
En realidad, han estado más comprometidos con las ideas que con
las personas. Absolutizando lo relativo y relativizando lo absoluto.
El evangelio en cambio, es una vivencia que implica
fundamentalmente una coherencia de vida.
Pero para encaminarse a esa transparencia de vida, se hará
necesario profundizar en el arte del conocimiento de uno mismo,
tomando conciencia de propios orgullos y egoísmos, de miserias y
limitaciones. Porque no hay peor enfermo que el que no reconoce
estarlo.
Esta introspección nos llevará en primer lugar a acusarnos a
nosotros mismos, evitando así juzgar a los demás, y no pretendiendo
organizar la vida de los otros, con esquemas que no estamos
dispuestos a cumplir.
Conocernos y acusarnos es verdadera sabiduría. Es el camino que
nos irá conduciendo a olvidarnos de nuestro “yo” farisaico y a
acordarnos en cambio del “tú” del hermano.
“Triste época la nuestra, en la que es más fácil desintegrar un átomo
que quebrantar un prejuicio” (A. Einstein).
pueblo de Hipona lo eligieron para el ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su
coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
DOMINGO 23º
«Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue
hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.
Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le
impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo
aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la
lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y dijo:
«Efatá», que significa: «Ábrete». Y enseguida se abrieron sus oídos,
se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente. Jesús les
mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto
más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la
admiración, decían: “Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y
hablar a los mudos”» Mc 7,31-37
«Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las
orejas (Mc 7,33).
El primer paso hacia la salvación es que el enfermo, guiado por el Señor, sea
llevado aparte, lejos de la multitud. Esto sucede cuando (el Señor), iluminando
el alma del enfermo -postrada por sus pecados- con la presencia de su amor, lo
saca del habitual modo de vida y lo pone sobre el camino de sus mandamientos.
Coloca sus dedos en las orejas cuando, por medio de los dones del Espíritu
Santo, abre los oídos del corazón para que comprenda y reciba la palabra de
salvación. En efecto, el mismo Señor testimonia que el Espíritu Santo es el dedo
de Dios, cuando dice a los judíos: Si yo expulso a los demonios con el dedo de
Dios, ¿sus hijos por quién los expulsan? (Lc 11,19-20). Explicando estas
palabras otro evangelista dice: Yo expulso a los demonios con el Espíritu Santo
(Mt 12,28). Los mismos magos de Egipto fueron vencidos por Moisés por ese
dedo, hecho que ellos reconocieron: Aquí está el dedo de Dios (Ex 8,18-19);
también la ley fue escrita sobre tablas de piedra (cf. Ex 31,18). Y por medio del
don del Espíritu Santo, estamos protegidos contra las insidias de los hombres y
de los espíritus malignos, y somos instruidos en el conocimiento de la voluntad
divina. Por tanto, los dedos de Dios puestos en las orejas del enfermo que iba a
ser curado, son los dones del Espíritu Santo, que abre los corazones que se
habían alejado del camino de la verdad al conocimiento de la ciencia de la
salvación...»51.
“PORQUE ESCUCHO, HABLO”
La fe es un don que recibimos a través del sacramento del bautismo.
Durante su administración, resuena implícitamente la palabra usada
por Jesús en el evangelio al curar al sordomudo: “Efatá”, que
significa: “Ábrete”.
Los expertos en audiología alertan sobre los peligros de la sordera
en un mundo ruidoso y vocinglero. Estamos sumergidos en el
51
San Beda el Venerable, Comentario al Evangelio de Marcos, II, 7, 32-37. Beda nació en el 672-673 en
Northumbria (Inglaterra). A los siete años fue confiado por sus padres a los monjes benedictinos de los santos Pedro
y Pablo de Jarrow. Ordenado diácono a los 19 años de edad y sacerdote a los 30 (según las disposiciones canónicas
vigentes), Beda fue durante toda su vida un hombre de estudio y de oración, en el marco de una fiel observancia de la
Regla de san Benito. Con excepción de algunos viajes literarios, permaneció siempre en el monasterio durante sus 55
años de vida monástica. Murió en Jarrow el 25 de mayo del 735; su cuerpo fue trasladado a la catedral de Durham
entre 1020-1030. El concilio de Aquisgrán (836) lo proclamó doctor admirabilis.
estrépito, que dificulta un diálogo sereno y personal. Se hacen
necesarias esas pausas de silencio, que potencializan y dan sentido
pleno a las palabras.
Parecería que a mucha gente el silencio le duele. Además, a menudo
se confunde oír con escuchar. No es lo mismo estar oyendo la radio y
al mismo tiempo leyendo el diario, que estar escuchando y
prestando atención a la confidencia que nos compromete con un
amigo que nos habla.
La más que milenaria Regla de san Benito comienza su exhortación
diciendo: “Escucha, hijo, inclina el oído de tu corazón”.
Hay personas que sufren de nacimiento o de forma adquirida, una
sordera crónica del corazón. Se cierran a la escucha, y las palabras
les entran por un oído y les salen por el otro: Otro día te oiremos
hablar sobre esto (Hch 17,32).
Necesitamos que se nos abran los oídos para poder escuchar la voz
de un Dios que salva, y que nos lleva a decirnos: “¡Ay de nosotros si
no predicáramos el evangelio que nos cambió la vida”.
Cada mañana el Señor despierta mi oído para que yo escuche como
un discípulo. El Señor abrió mi oído y yo no me resistí ni me volví
atrás (Is 50,4-5).
DOMINGO 24º
«Jesús salió con sus discípulos hacia los poblados de Cesarea de
Filipo, y en el camino les preguntó: “¿Quién dice la gente que soy
yo?”. Ellos le respondieron: “Algunos dicen que eres Juan el
Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los profetas”. Él les
preguntó: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy?”. Pedro le contestó: “Tú
eres el Mesías”.
Jesús les ordenó terminantemente que no dijeran nada acerca de él.
Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho
y ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los
escribas; que debía ser condenado a muerte y resucitar después de
tres días; y les hablaba de esto con toda claridad. Pedro, llevándolo
aparte, comenzó a reprenderlo. Pero Jesús, dándose vuelta y
mirando a sus discípulos, lo reprendió, diciendo: “¡Retírate, ve
detrás de mí, Satanás! Porque tus pensamientos no son los de Dios,
sino los de los hombres”.
Entonces Jesús, llamando a la multitud, junto con sus discípulos,
les dijo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo,
que cargue con su cruz y me siga. Porque el que quiera salvar su
vida, la perderá; y el que pierda su vida por mí y por la Buena
Noticia, la salvará» Mc 8,27-35
«… (El Señor) para manifestar la unidad estableció una cátedra y decidió con su
autoridad que el origen de la unidad proviniese de uno solo. Cierto que los
demás apóstoles eran lo que era Pedro, estaban dotados como Pedro de la
misma dignidad y poder, pero el principio nace de la unidad y se otorga el
primado a Pedro, para manifestar que es una la Iglesia y la cátedra de
Jesucristo. También todos son pastores y a la vez uno solo es el rebaño, que
debe ser apacentado por todos los apóstoles de común acuerdo, para mostrar
que es única la Iglesia de Cristo. Esta unidad de la Iglesia está prefigurada en la
persona de Cristo por el Espíritu Santo en el Cantar de los Cantares cuando
dice: Una sola es mi paloma, mi hermosa es única de su madre, la elegida de
ella (Ct 6,8). Quien no guarda esta unidad de la Iglesia, ¿va a creer que guarda la
fe? Quien resiste obstinadamente a la Iglesia, quien abandona la cátedra de
Pedro, sobre la que está cimentada la Iglesia, ¿puede confiar que está en la
Iglesia? Puesto que el santo apóstol Pablo enseña esto mismo y declara el
misterio de la unidad con estas palabras: Un solo cuerpo y un solo espíritu, una
sola esperanza a la que ustedes han sido llamados, un solo Señor, una sola fe,
un solo bautismo, un solo Dios (Ef 4,4-6)»52.
LO QUE DIOS HA UNIDO NO LO SEPARE EL HOMBRE
52
San Cipriano de Cartago, Tratado sobre la unidad de la Iglesia católica, 4; trad. en: Obras de San Cipriano,
Madrid, Biblioteca de Autores Cristianos, 1964, pp. 146-147 (BAC 241). Permanece hipotética la reconstrucción de
la vida de Cipriano en los años anteriores al episcopado. Se convirtió hacia el 246. Bastante pronto recibió la
ordenación sacerdotal, habiendo renunciado previamente a su patrimonio personal. En el año 249 fue elegido obispo
de Cartago. Casi inmediatamente debió enfrentar todas las vicisitudes que planteó a su comunidad la persecución de
Decio (250-251). En el año 252 otra gran preocupación: una peste que asoló a su rebaño. Cipriano se entregó para
aliviar el sufrimiento del pueblo de Dios que le había sido confiado. A partir del año 255, se vio envuelto en una
polémica con Esteban, obispo de Roma, por causa del bautismo de los herejes. La persecución de Valeriano (257258) impidió que se arribase a una situación crítica en la relación entre el papa Esteban y Cipriano. Ambos obispos
murieron mártires en ella: Cipriano fue martirizado el 14 de septiembre del año 258.
El hombre va recorriendo un camino gradual y cada vez más hondo
en su experiencia de Cristo. Pero a veces puede quedarse a mitad de
camino, y limitarse a repetir “lo que dice la gente”. Para muchos,
Jesús es un personaje seductor, un auténtico profeta de verdades,
con un multitudinario poder de convocatoria y una coherencia que
practicó hasta a las últimas consecuencias, al entregar su vida por
los demás.
Todo lo dicho, no se puede negar, si se analiza con objetividad la
persona de Cristo. Sin embargo, para el cristiano esto no basta; no es
suficiente. Falta el plus que significa invocar a Jesús desde la fe,
como al Hijo de Dios. Y nadie puede hacerlo sino está inspirado por
el Espíritu del Padre. Sin este plus, nuestra experiencia cristiana
quedará limitada al plano restrictivamente humano. Y Jesús pasará
a ser un gran líder carismático; un gran referente, pero no el
interlocutor válido, que desde su divinidad, da sentido pleno a
nuestra vida y también a nuestra muerte.
Sin embargo, hoy en día, se pretende vivir la fe cristiana fuera de
ella. Se contempla a la Iglesia como una institución caduca, que
coarta la libertad; que escandaliza y aleja a los que se acercan a ella.
Nos olvidamos que la Iglesia será siempre santa y pecadora; santa,
por la santidad de Cristo; pecadora, por la ambigüedad del hombre.
“La Iglesia es la carne de Cristo, y los orgullosos rechazan siempre la
encarnación. Sólo el ladrón reconoció en este hombre crucificado a
su lado, al Señor de la Gloria”.
DOMINGO 25º
«Jesús atravesaba la Galilea junto con sus discípulos y no quería
que nadie lo supiera, porque enseñaba y les decía: “El Hijo del
hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y
tres días después de su muerte, resucitará”. Pero los discípulos no
comprendían esto y temían hacerle preguntas. Llegaron a
Cafarnaúm y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: “¿De
qué hablaban en el camino?”. Ellos callaban, porque habían estado
discutiendo sobre quién era el más grande. Entonces, sentándose,
llamó a los Doce y les dijo: “El que quiere ser el primero, debe
hacerse el último de todos y el servidor de todos”. Después,
tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les
dijo: “El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me
recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel
que me ha enviado”» Mc 9,30-37
«Si se comportan los unos con los otros los que están establecidos como
superiores, y aquellos que los tienen por maestros, unos obedeciendo con alegría a
los superiores, los otros conduciendo con bondad a los hermanos hacia la
perfección, honrándose recíprocamente, entonces vivirán sobre la tierra la vida de
los ángeles.
Que ningún humo de orgullo se manifieste entre ustedes; sino que la simplicidad,
la armonía, y una un actitud sencilla forjen la comunidad.
Y que cada uno se persuada no solamente de que es inferior al hermano que vive
con él, sino aún que es inferior a todo hombre: cuando haya entendido esto, será
verdaderamente discípulo de Cristo»53.
El PODER Y LA GLORIA
Este mundo en el que vivimos, nos movemos y existimos, está
enfermo de ambición, y hambriento de poder y de gloria. Poder para
dominar y gloria para deslumbrar. Se pretende en vez de servir,
servirse de los demás, para uso y beneficio propio.
Pero hay otra gloria y otro poder que no se cotizan en el mercado de
las vanidades, sino que hay que encontrarlos en las páginas del
evangelio, y fundamentarlos en esa escuela del servicio que
protagonizó Jesús, el servidor sufriente.
Decían los antiguos espirituales que servir es reinar. La fuente
primordial de toda genuina autoridad evangélica, brota y se nutre en
el lavatorio de pies de Jesús en la Última Cena. Por eso, en
parámetros cristianos, el que no sirve, no sirve para nada, y pierde
53
Gregorio de Nisa, De instituto christiano (Sobre la forma de vida cristiana; Gregorii Nysseni Opera, Leiden, Ed. Brill,
1963 ss., 8/1, 70-71). Ignoramos la fecha del nacimiento de Gregorio (no antes del 331) y de su muerte; pues perdemos
su rastro tras el 394. Fueron su madre y, aún más, su abuela Macrina y su hermana mayor, Macrina la Joven, quienes
transmitieron a Gregorio el legado de la fe. Sabemos asimismo que guió sus estudios su hermano Basilio. Gregorio
ejerció por un tiempo la función eclesiástica de lector y debió pasar temporadas con los miembros de su familia que
habían abrazado la vida monástica. Sin embargo abandonó el lectorado para dedicarse a la enseñanza de la retórica.
Se discute si contrajo matrimonio con una tal Teosebia o ésta fue una hermana pequeña que vivió con él hasta su
muerte. Sus confidencias en el “Tratado sobre la virginidad” sugieren que sí estaba casado. Su hermano Basilio, lo
reintegró en el servicio eclesiástico al ordenarlo obispo. Gregorio, pese a su reluctancia, recibió la ordenación
episcopal para la sede de Nisa (Asia Menor) en el año 372.
autoridad entre sus hermanos. Podríamos sintetizar el plan de una
vida diciendo: “Amo, luego existo, y si existo es para servir”.
El poder servir permite al cristiano gloriarse en la cruz de
Jesucristo, nuestra común esperanza de gloria. Y el dejarse servir
como a un niño, le enseña a ahondar en el misterio de la humillación
y de la exaltación.
Cuentan viejas historias de monjes que un senador quiso renunciar a
los atractivos del mundo, pero no se sometió a la regla de vida de la
comunidad en la que ingresó. Entonces, le dijo san Basilio: “Has
dejado de ser senador y tampoco te has hecho monje”.
DOMINGO 26º
«Juan dijo a Jesús: “Maestro, hemos visto a uno que expulsaba
demonios en tu Nombre, y tratamos de impedírselo porque no es de
los nuestros”. Pero Jesús les dijo: “No se lo impidan, porque nadie
puede hacer un milagro en mi Nombre y luego hablar mal de mí. Y
el que no está contra nosotros, está con nosotros. Les aseguro que
no quedará sin recompensa el que les dé de beber un vaso de agua
por el hecho de que ustedes pertenecen a Cristo. Si alguien llegara a
escandalizar a uno de estos pequeños que tienen fe, sería preferible
para él que le ataran al cuello una piedra de moler y lo arrojaran al
mar. Si tu mano es para ti ocasión de pecado, córtala, porque más
te vale entrar en la Vida manco, que ir con tus dos manos al
infierno, al fuego inextinguible. Y si tu pie es para ti ocasión de
pecado, córtalo, porque más te vale entrar lisiado en la Vida, que
ser arrojado con tus pies al infierno. Y si tu ojo es para ti ocasión de
pecado, arráncalo, porque más te vale entrar con un solo ojo en el
Reino de Dios, que ser arrojado con tus dos ojos al infierno, donde
el gusano no muere y el fuego no se apaga”» Mc 9,38-43.45.47-48
«Maestro, hemos visto a uno que expulsaba demonios en tu nombre.
El suyo era el caso frecuente de hombres que no se atreven aún a recibir los
sacramentos de Cristo y, sin embargo, favorecen al nombre cristiano, hasta
acoger a cristianos por el único motivo de que son cristianos. De ellos se dice
que no perderán su recompensa; no porque ya deban verse protegidos y seguros
por la benevolencia que tienen hacia los cristianos, aunque no estén lavados por
el bautismo de Cristo ni estén incorporados a su unidad, sino porque ya están
gobernados por la misericordia de Dios de tal manera que llegan a esos hechos y
salen seguros de este mundo. Efectivamente, ésos, incluso antes de asociarse al
número de los cristianos, son más útiles que aquellos otros que, llamándose ya
cristianos e imbuidos incluso de los sacramentos cristianos, persuaden tales
cosas que arrastran consigo al castigo eterno a aquellos a quienes las
persuaden»54.
LA VERDAD NO ES PROPIEDAD PRIVADA
En la Iglesia estará siempre latente la tentación de pretender el
monopolio absoluto del mensaje evangélico, como si fuera un bien
perteneciente a la propiedad de un barrio privado.
La verdad de Cristo, la encontraremos muchas veces presente de
manera más o menos explícita, en las otras confesiones cristianas.
Por el hecho de creer en Cristo que es la Verdad, todos los creyentes
somos poseedores de parte de la verdad. Verdad, que de modo
implícito, podremos también rastrear en otras religiones y en
ambientes tildados de “no creyentes”.
54
San Agustín de Hipona, Concordancia de los evangelistas, 4, 6, 7 (trad. en: La Biblia comentada por los Padres de
la Iglesia y otros autores de la época patrística. NT. 2. Evangelio según san Marcos, Madrid, Ed. Ciudad Nueva,
2000, pp. 187-188). Agustín nació en Tagaste, África del norte, el año 354. Luego de un largo y, por momentos,
penoso itinerario de búsqueda de la verdad, en la Vigilia Pascual del año 387 recibió el bautismo. En todo este
proceso su madre, Mónica, tuvo una influencia determinante. El obispo y el pueblo de Hipona lo eligieron para el
ministerio sacerdotal en el 391. En 395, el obispo Valerio lo eligió para su coadjutor, y a su muerte Agustín ocupó la
sede episcopal. Murió el 28 de agosto de 430.
Esta constatación nos conducirá a ser cada vez más respetuosos y
atentos en el diálogo con nuestros hermanos, y a no considerarnos
de modo triunfalista, como propietarios exclusivos y excluyentes de
la verdad.
“Pero lo cortés no quita lo valiente”. El evangelio de Cristo, es
gratuito pero no barato. Es decir, las exigencias que propone a
aquellos que desean adherirse a él, exigirán respuestas que no estén
condicionadas ni sean ambiguas.
Va a postular desde el vamos, una radicalidad en el seguimiento, que
tendremos que reasumir cada día desde nuestra débil naturaleza
humana, que como un mecanismo a cremallera, se debate entre la
coherencia y las inconsecuencias, entre la libertad del Espíritu y la
esclavitud de la carne.
DOMINGO 27º
«Se acercaron a Jesús algunos fariseos y, para ponerlo a prueba, le
plantearon esta cuestión: “¿Es lícito al hombre divorciarse de su
mujer?”. Él les respondió: “¿Qué es lo que Moisés les ha ordenado?”.
Ellos dijeron: “Moisés permite redactar un acta de divorcio y
separarse de ella”. Entonces Jesús les respondió: “Si Moisés les dio
esta prescripción fue debido a la dureza del corazón de ustedes.
Pero desde el principio de la creación, Dios los hizo varón y mujer.
Por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre, y los dos no
serán sino una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una
sola carne. Que el hombre no separe lo que Dios ha unido”. Cuando
regresaron a la casa, los discípulos le volvieron a preguntar sobre
esto. Él les dijo: “El que se divorcia de su mujer y se casa con otra,
comete adulterio; y si una mujer se divorcia de su marido y se casa
con otro, también comete adulterio”» Mc 10,2-12
«¿Cómo podremos narrar la felicidad de ese matrimonio que la Iglesia
establece, confirma la ofrenda, sella la bendición, proclaman los ángeles y
ratifica el Padre celestial? (...) ¡Qué unión la de dos cristianos, unidos por una
sola esperanza, un solo deseo, una sola disciplina, el mismo servicio! Ambos son
hermanos, ambos son consiervos; nada les separa, ni en el espíritu ni en la
carne; al contrario, ellos son verdaderamente dos en una sola carne. Donde hay
una carne hay un solo espíritu: rezan a la vez, se postran a la vez, ayunan a la
vez; se instruyen mutuamente, se exhortan mutuamente, se alientan
mutuamente. Son iguales el uno y el otro en la Iglesia de Dios, en el banquete de
Dios, en la pruebas, en las persecuciones y en los consuelos. Ninguno tiene celos
del otro, ninguno engaña al otro, ninguno es gravoso para el otro»55.
PALABRAS CONTROVERTIDAS
En la actualidad todo parece ser fluctuante y relativo. Y esto ocurre
también con las cosas del amor. Se pretende que el amor se adapte a
las reglas que le imponen los mismos protagonistas. Peligrosamente
se lo restringe a lo emocional y sentimental. Al no estar
comprometido con el tiempo, se va poco a poco apagando y
destruyendo.
Hace años una conocida marca de cigarrillos usó como propaganda
un lema desestabilizador: “sea infiel”. El amor, entendido como la
fidelidad que permanece en el tiempo, quedaba con este enunciado
seriamente herido.
55
Tertuliano, A su esposa, II, 8, 6-8 (trad. en: La Biblia comentada por los Padres de la Iglesia y otros autores de la
época patrística. NT. 2. Evangelio según san Marcos, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 2000, p. 194). Quinto Septimio
Florencio Tertuliano nació en Cartago alrededor del año 155. Su padre era centurión de la cohorte proconsular.
Ambos progenitores eran paganos. Procuraron a Tertuliano una sólida formación cultural, que le permitió hablar y
escribir no sólo el latín sino también el griego. Además sus obras muestran que poseía una gran familiaridad con las
técnicas de la retórica. Contrajo matrimonio y no llevó una vida demasiado edificante hasta el momento de su
conversión, en la que debe haber influido no poco el ejemplo de los mártires cristianos. Pareciera haber recibido el
bautismo entre los años 193-195, casi con toda seguridad antes del 197. Inmediatamente puso todo su talento y
cultura jurídica, literaria y filosófica al servicio del cristianismo. Su paso al montanismo se inicia gradualmente, sobre
todo a partir del año 207. Nada sabemos de Tertuliano después del 220, fecha en que parece haber compuesto su
última obra.
Comenzó entonces a entendérselo como una entrega en el presente,
pero que supeditaba su futura permanencia, a los imprevisibles
avatares de la vida.
Frente a esta constatación, siguen resonando proféticas las palabras
de Jesús: “Que no separe el hombre lo que Dios ha unido”.
Estos términos pueden sonar hoy muy duros a nuestros oídos. Sin
embargo, sin dejar de comprender las dolorosas situaciones de
fracaso matrimonial, no podemos borrarlos o ignorarlos.
Algo que no se cotiza mucho en las reglas del amor es el precepto
cristiana del perdón. Es imposible transitar por la vida matrimonial
sin pedir y otorgar perdón como la expresión más perfecta del amor.
«Pedro se adelantó y le dijo: “Señor, ¿cuántas veces tendré que
perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete
veces?”. Jesús le respondió: “No sólo siete veces, sino setenta veces
siete”» (Mt 18,21-22).
La paciencia es una expresión significativa del amor de Dios por su
pueblo. Tal es así que la Escritura llega a decir que “la paciencia de
Dios es nuestra salvación”. ¡Qué necesario resultaría rescatar hoy en
día la virtud de la paciencia frente a las adversidades, como factor
estabilizador de la vida matrimonial!
DOMINGO 28º
«Cuando Jesús se puso en camino, un hombre corrió hacia él y,
arrodillándose, le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué debo hacer para
heredar la Vida eterna?”. Jesús le dijo: “¿Por qué me llamas bueno?
Sólo Dios es bueno. Tú conoces los mandamientos: No mates, no
cometas adulterio, no robes, no hagas el mal, honra a tu padre y a
tu madre”. El hombre le respondió: “Maestro, todo eso lo he
cumplido desde mi juventud”. Jesús lo miró con amor y le dijo:
“Sólo te falta una cosa: ve, vende lo que tienes y dalo a los pobres;
así tendrás un tesoro en el cielo. Después, ven y sígueme”. Él, al oír
estas palabras, se entristeció y se fue apenado, porque poseía
muchos bienes. Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus
discípulos: “¡Qué difícil será para los ricos entrar en el Reino de
Dios!”. Los discípulos se sorprendieron por estas palabras, pero
Jesús continuó diciendo: “Hijos míos, ¡Qué difícil es entrar en el
Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de una
aguja, que un rico entre en el Reino de Dios”. Los discípulos se
asombraron aún más y se preguntaban unos a otros: “Entonces,
¿quién podrá salvarse?”. Jesús, fijando en ellos su mirada, les dijo:
“Para los hombres es imposible, pero no para Dios, porque para él
todo es posible”. Pedro le dijo: “Tú sabes que nosotros lo hemos
dejado todo y te hemos seguido”. Jesús respondió: “Les aseguro que
el que haya dejado casa, hermanos y hermanas, madre y padre,
hijos o campos por mí y por la Buena Noticia, desde ahora, en este
mundo, recibirá el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas,
madres, hijos, campos, en medio de las persecuciones; y en el
mundo futuro recibirá la Vida eterna”» Mc 10,17-31
«No deben rechazarse las riquezas que pueden ser de provecho a nuestros
prójimos. Se llaman efectivamente posesiones porque se poseen, y “bienes” (o
utilidades) porque con ellas puede hacerse bien y para utilidad de los hombres
han sido ordenadas por Dios. Son cosas que están ahí y se destinan, como
materia o instrumento, para un uso bueno en manos de quienes saben lo que es
un instrumento. Si del instrumento se usa con arte, es artificioso; si el que lo
maneja carece de arte, la torpeza pasa al instrumento, si bien éste no tiene culpa
alguna.
Instrumento así es también la riqueza. Si de ella se usa justamente, se pone al
servicio de la justicia. Si de ella se hace uso injusto, se la pone al servicio de la
injusticia. Por su naturaleza está destinada a servir, no a mandar. No hay, pues,
que acusarla de lo que de suyo no tiene, al no ser ni buena ni mala. La riqueza
no tiene culpa. A quien hay que acusar es al que tiene facultad de usar bien o
mal de ella, por la elección que de sí y ante sí hace; y esto compete a la mente y
juicio del hombre, que es en sí mismo libre y puede, a su arbitrio, manejar lo
que se le da para su uso. De suerte que lo que hay que destruir no son las
riquezas, sino las pasiones del alma que no permiten hacer el mejor uso de ellas.
De este modo, hecho el hombre bueno y noble, puede hacer de las riquezas uso
bueno y generoso…»56.
56
Clemente de Alejandría, Quis dives salvetur? (“¿Qué rico se salvará?”), 14 (trad. en: El mensaje social de los Padres de
la Iglesia. Selección de textos, Madrid, Ed. Ciudad Nueva, 1989, p. 81 [Col. Los Padres Hoy]). Clemente nació hacia el 150.
Habitualmente se ubica el lugar de su nacimiento en Atenas. Sin embargo, esta noticia es una hipótesis que se basa en la
DIME EN QUÉ CONFÍAS Y TE DIRÉ QUIÉN ERES
Las riquezas se convierten en un peligro cuando los hombres
ponemos nuestra confianza en ellas y las absolutizamos. Generan
dependencia y pueden conducirnos a una verdadera adicción. Hay
un salmo en la Biblia que nos dice: “Si aumentan tus riquezas no les
des el corazón”.
Muchos piensan que las riquezas son la llave del poder y de la gloria,
porque les permiten comprar y someter la conciencia de los demás.
Se generan entonces entornos obsecuentes, que rodean y medran
con los poderosos y los glorifican sin cesar.
Pero no debemos pensar que las riquezas se reducen simplemente al
dinero o las aposesiones. Nada de eso. tenemos que tener en cuenta
las ambiciones y los apegos familiares desmedidos, el derroche de
los valores de la juventud, las claudicaciones frente a las tentaciones
de un consumismo desenfrenado y tantas otras “capitalizaciones”
materiales o espirituales.
El hombre que en el evangelio se acerca a Jesús es un hombre bueno
y cumplidor en el sentido tradicional de la palabra. Por eso, el Señor
lo felicita y lo mira con cariño.
Sin embargo le falta algo, y Jesús se lo plantea en una opción sin
retorno. Apostar con mayúscula a su persona, o reafirmar la
confianza en sus riquezas. Y se alejó entristecido, por haber
apostado egoístamente a su propia seguridad personal.
A menudo se invierte nuestra escala de valores. Pretendemos vivir
como buenos cristianos, siempre y cuando, la persona de Cristo, no
interfiera ni comprometa: ¡nuestros bienes gananciales!
interpretación de un pasaje de una de sus obras, donde Clemente narra sus viajes en busca de los maestros más notables del
cristianismo. Sabemos así que inicialmente se hallaba en Grecia, pasando después a Italia meridional, Siria, Palestina y,
finalmente, Alejandría. De aquí puede deducirse que Clemente se habría convertido al cristianismo de adulto. En la
importante ciudad egipcia encontrará a Panteno, un maestro con quien se va a sentir muy a gusto; también allí asienta su
escuela, que debe distinguirse de las escuelas catequéticas de la comunidad cristiana. Clemente le dará gran importancia a la
reflexión sobre la fe con la ayuda de las ciencias de su tiempo. No se sabe si Clemente fue realmente presbítero. Al iniciarse
la persecución de Septimio Severo (202/203) abandona Alejandría, y se refugia junto a su amigo el obispo Alejandro, quien
por aquel entonces se hallaba al frente de una comunidad cristiana en Capadocia. Clemente debe haber fallecido hacia el
215-216.
DOMINGO 29º
«Santiago y Juan, los hijos de Zebedeo, se acercaron a Jesús y le
dijeron: “Maestro, queremos que nos concedas lo que te vamos a
pedir”. Él les respondió: “¿Qué quieren?”. Ellos le dijeron:
“Concédenos sentarnos uno a tu derecha y el otro a tu izquierda,
cuando estés en tu gloria”. Jesús les dijo: “No saben lo que piden.
¿Pueden beber el cáliz que yo beberé y recibir el bautismo que yo
recibiré?”. “Podemos”, le respondieron. Entonces Jesús agregó:
“Ustedes beberán el cáliz que yo beberé y recibirán el mismo
bautismo que yo. En cuanto a sentarse a mi derecha o a mi
izquierda, no me toca a mí concederlo, sino que esos puestos son
para quienes han sido destinados”. Los otros diez, que habían oído
a Santiago y a Juan, se indignaron contra ellos. Jesús los llamó y
les dijo: «Ustedes saben que aquellos a quienes se considera
gobernantes, dominan a las naciones como si fueran sus dueños, y
los poderosos les hacen sentir su autoridad. Entre ustedes no debe
suceder así. Al contrario, el que quiera ser grande, que se haga
servidor de ustedes; y el que quiera ser el primero, que se haga
servidor de todos. Porque el mismo Hijo del hombre no vino para
ser servido, sino para servir y dar su vida en rescate por una
multitud”» Mc 10,35-45
«Santiago y Juan habían pretendido el primer puesto, habían reclamado
sentarse a la derecha y a la izquierda de Jesús en el Reino... En esa ocasión
Jesús enseñó a sus discípulos cómo llegar a ser grande a los ojos de Dios, e
incluso ser el primero...
Los jefes de las naciones dominan sobre ellas, les dijo. Los jefes de la Iglesia, al
contrario, están al servicio de la Iglesia...
Los que tienen autoridad en la Iglesia no deben imitar a los jefes de las
naciones, ni rivalizar con los pode rosos ni los reyes, sino que en todo deben
tomar como modelo a Cristo. Él era accesible a todos absolutamente, hablaba
con las mujeres, bendecía a los niños. Y si se puede hallar un sentido todavía
más profundo al gesto de Jesús llenando una vasija y lavando los pies de sus
discípulos, escuchemos, sin embargo, lo que él mismo dice: Ustedes me llaman
Maestro y Señor, y dicen bien, porque lo soy, y todo lo que sigue (Jn 13,13). Les
hace comprender que tienen que imitar su admirable humildad. Y, sin duda,
porque él, siendo el Señor, se ha hecho servidor de nuestra raza para la
salvación del género humano, nos dice el Apóstol que tomó la condición de
siervo y que se humilló, obediente hasta la muerte (cf. Flp 2,7.8). He aquí por
qué Dios lo exaltó. Si alguno, pues, desea también ser exaltado a su vez, que
acomode sus acciones a las que le merecieron al Señor tal gloria»57.
LA PARÁBOLA DEL SERVICIO
57
Orígenes, Comentario a San Mateo, XVI,8; PG XIII, 1389-92, 1396-98 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro
tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, L 203). Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo,
a pedido de su obispo, de la escuela catequética de Alejandría. En torno al 216, se instaló en Cesarea de Palestina,
donde el obispo del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años.
Durante la persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los
tormentos sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre
los escritores de lengua griega. Su producción literaria es muy abundante.
El que escucha de corazón la palabra del Señor la obedece, es decir,
se compromete con ella. Y esa obediencia lo impulsará
necesariamente a un desinteresado servicio fraterno. Tanto el que
sirve como el que es servido, tendrán que intercambiar sus roles,
protagonizando una parábola evangélica sobre la autoridad como
servicio y el servicio como autoridad.
Una vez visitó el obispo san Basilio el Grande un monasterio, en
busca de un sacerdote para ordenar. Le pidió al abad que eligiera de
entre la comunidad para servirle la mesa, al monje más obediente. El
joven novicio elegido realizó la tarea con toda deferencia. Terminada
la comida, san Basilio invitó a sentarse al monje y ni lerdo ni
perezoso, le lavó las manos, y se puso él también a servirle la mesa.
El joven sin falsas humildades, se dejó servir por el santo con
naturalidad y sencillez.
Cuando concluyó todo, asombrado el obispo por la premura con que
el joven monje lo sirvió, y la soltura con que se dejó servir, lo ordenó
enseguida de presbítero.
“Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes
también deben lavarse los pies los unos a los otros. Les he dado el
ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn
13,18).
¡Esta doble actitud es la que Jesús nos invita a practicar
asiduamente, como si se tratara del pan nuestro de cada día!
DOMINGO 30º
«Después llegaron a Jericó. Cuando Jesús salió de allí, acompañado
de sus discípulos y de una gran multitud, el hijo de Timeo Bartimeo, un mendigo ciego- estaba sentado junto al camino. Al
enterarse de que pasaba Jesús, el Nazareno, se puso a gritar:
“¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí!”. Muchos lo reprendían
para que se callara, pero él gritaba más fuerte: “¡Hijo de David, ten
piedad de mí!”. Jesús se detuvo y dijo: “Llámenlo”. Entonces
llamaron al ciego y le dijeron: “¡Animo, levántate! El te llama”. Y el
ciego, arrojando su manto, se puso de pie de un salto y fue hacia él.
Jesús le preguntó: “¿Qué quieres que haga por ti?”. Él le respondió:
“Maestro, que yo pueda ver”. Jesús le dijo: “Vete, tu fe te ha
salvado”. Enseguida comenzó a ver y lo siguió por el camino» Mc
10,46-52
«… Los milagros de nuestro Señor y Salvador deben ser recibidos de manera
que a un tiempo se crea que se han obrado en realidad y que, además, nos dan a
entender que tienen otra significación; pues sus obras, a la vez que manifiestan
su poder, hablan también de algo misterioso.
Vean, en efecto, que, según la historia, ignoramos quién fuera este ciego, pero
hemos descubierto a quién representa según el misterio; pues el ciego es el
género humano, que, expulsado de los gozos del paraíso en la persona de su
padre y desconocedor de la claridad de la luz sobrenatural, padece la ceguera de
su condenación; y, con todo, por la presencia de su Redentor recobra la vista
para que vea ya con el deseo los gozos de la luz interior y encamine los pasos del
bien obrar por la senda de la vida. (…)
Por consiguiente, hermanos queridísimos, si conocemos ya la ceguera de
nuestra peregrinación; si, creyendo ya el misterio de nuestro Redentor, estamos
sentados junto al camino; si, orando cada día, pedimos a nuestro Hacedor la luz
de la vida; si, después de estar ciegos, esa misma luz alumbra nuestro
entendimiento para que vea, sigamos con las obras a Jesús, a quien vemos con
el entendimiento. Miremos por dónde va y sigamos sus pasos imitándole, ya que
sigue a Jesús quien le imita…»58.
LA ORACIÓN DE JESÚS
El hombre marginado, el que está excluido de la fiesta de este
mundo, como un ciego sin la luz de la esperanza, se sienta a la vera
del camino de la vida.
Es un mendigo de amor, que todavía no se ha cansado de gritar en su
gran soledad, ni ha dejado de escuchar la algarabía de aquellos a
quienes les tocó en suerte ser felices.
58
San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, I,2,1.8 (trad. en: Obras de san Gregorio Magno, Madrid,
Biblioteca de Autores Cristianos, 1958, pp. 542.545 [BAC 170]). Nació Gregorio hacia 540, en el seno de una familia
romana de posición acomodada. Hacia el 572, fue nombrado prefecto de la ciudad de Roma. Pero poco tiempo
después, entre 574-575, se convirtió a la vida monástica. Cuatro años más tarde, en 579, el papa Pelagio II le confirió
el diaconado y le solicitó estar disponible para el servicio de la Iglesia. Entonces fue enviado como legado papal a
Constantinopla, donde residió hasta 585. Al regresar a Roma se desempeñó como secretario y consejero de Pelagio, y
a la muerte de éste lo sucedió en la sede romana (año 590). A pesar de no tener buena salud gobernó a la Iglesia, en
un momento muy difícil de la historia, hasta su muerte, acaecida el 12 de marzo de 604. Con sus obras marcó el
rumbo de la espiritualidad medieval.
Cuando le cuentan del paso de Jesús, su clamor se convierte en
ferviente oración de súplica. Es esa oración de súplica que
conocemos como: la oración de Jesús. “Jesús, hijo de David; ten
compasión de mí”, versión cristiana del famoso versículo del Salmo
51, que implora: “Misericordia, Dios mío por tu bondad”.
Entonces Jesús se detiene y lo llama. El hombre marginado se pone
de pie. Y los que por falta de solidaridad quisieron hacerlo callar,
ahora en cambio le gritan: “ánimo” y lo llevan junto al Señor.
En el mundo de nuestros días el pecado corre el peligro de ser
incluido en la “lista de desaparecidos”. No hay conciencia del pecado
como falta de comunión con Dios. Por lo tanto ¿para qué recurrir a
Dios y pedirle que se acuerde de nosotros y nos cure? Una vez más
comprobamos que no hay peor enfermo que aquel que no quiere
reconocer su enfermedad y su necesidad del médico.
Sin embargo, Jesús nos vuelve a preguntar: “¿Qué quieres que haga
por ti?”. Y cada uno de nosotros le responde: “Señor, que vuelva, a
ver para poder seguir tu camino y cumplir tus designios”.
DOMINGO 31º
«Un escriba se acercó a Jesús y le preguntó: “¿Cuál es el primero de
los mandamientos?”.
Jesús respondió: “El primero es: Escucha, Israel: el Señor nuestro
Dios es el único Señor; y tú amarás al Señor, tu Dios, con todo tu
corazón y con toda tu alma, con todo tu espíritu y con todas tus
fuerzas. El segundo es: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No
hay otro mandamiento más grande que estos”.
El escriba le dijo: “Muy bien, Maestro, tienes razón al decir que hay
un solo Dios y no hay otro más que él, y que amarlo con todo el
corazón, con toda la inteligencia y con todas las fuerzas, y amar al
prójimo como a sí mismo, vale más que todos los holocaustos y
todos los sacrificios”.
Jesús, al ver que había respondido tan acertadamente, le dijo: “Tú
no estás lejos del Reino de Dios”. Y nadie se atrevió a hacerle más
preguntas» Mc 12,28b-34
«El que tenga amor en Cristo, cumpla los mandamientos de Cristo. ¿Quién puede
explicar el vínculo del amor de Dios? ¿Quién puede dar a conocer suficientemente
lo magnífico de su hermosura? La altura, a la que nos conduce el amor, es
indescriptible. El amor nos une a Dios; el amor cubre la muchedumbre de los
pecados (1 P 4,8); el amor todo lo soporta; tiene paciencia con todo. En el amor
nada es vulgar, nada soberbio. El amor no ocasiona cisma, el amor no se subleva,
el amor todo lo hace en armonía. En el amor alcanzaron la perfección todos los
elegidos de Dios; sin amor nada es agradable a Dios. En el amor nos acogió el
Señor. Por el amor que nos tuvo, nuestro Señor Jesucristo dio su sangre en favor
nuestro por voluntad de Dios, y su carne en favor de nuestra carne, y su alma en
favor de nuestras almas.
Amados, vean qué grande y admirable es el amor, y no hay explicación de su
perfección. ¿Quién es capaz de ser encontrado en él, sino aquéllos a los que Dios
juzgue dignos? Por tanto, supliquemos e imploremos de su misericordia para que
seamos encontrados inmaculados en el amor sin parcialidad humana. Todas las
generaciones desde Adán hasta el día de hoy pasaron, pero los que fueron
perfectos en el amor poseen, por la gracia de Dios, el lugar de los piadosos, los
cuales se manifestarán en la visita del Reino de Cristo. (...) Amados, somos
bienaventurados si obramos los mandatos del Señor en la concordia del amor
para que, por el amor, nos sean perdonados los pecados»59.
¡El orden de los factores no altera el producto!
Que el Señor Jesús nos pueda decir que estamos cerca del Reino de
Dios, más que un piropo es toda una bendición. Pero para que esto
59
San Clemente de Roma, Carta primera a los Corintios, 49-50. “Después de haber fundado y edificado la Iglesia
(de Roma), los bienaventurados apóstoles (Pedro y Pablo), transmitieron a Lino la carga del episcopado... Le sucedió
Anacleto. Y después de él, en tercer lugar a partir de los apóstoles, el episcopado le correspondió a Clemente; quien
había visto a esos mismos apóstoles y había estado en contacto con ellos: su predicación aún resonaba en sus oídos y
su Tradición todavía estaba ante sus ojos... Bajo este Clemente se produjo una grave disensión entre los hermanos de
Corinto. Entonces la Iglesia de Roma le envió a los corintios una importantísima carta para reconciliarlos en la paz,
restablecer su fe y anunciarles la Tradición que recientemente habían recibido de los apóstoles...” (Ireneo de Lyón,
Adversus Haereses, III,3,3). El episcopado de Clemente suele colocarse entre los años 92 y 101 (?). Mientras que la
carta a los Corintios es de fines del siglo I (entre el 96 y el 98).
ocurra tendremos que aprender a amar en espíritu y en verdad, lo
que no es cosa fácil.
El hombre al ser imagen y semejanza de Dios está hecho para amar.
Un hombre que no ame y que no se deje amar, pasará por la vida
como una sombra, sin sentido y sin fecundidad.
Dios es amor, por eso se realiza amando sin límites. Y como la
expresión más perfecta del amor es el perdón, nos perdonará
setenta veces siete, es decir siempre.
Cuentan de dos amigos monjes que vivían juntos, y a quienes el
Señor les había concedido la gracia de contemplarse mutuamente “la
aureola” de santidad que circundaba sus cabezas.
Un día uno de ellos fue al pueblo de compras. De regreso en casa, su
amigo comprobó que había perdido “la aureola”. Asombrado se lo
hizo notar. Entonces el otro recordó entristecido, que no había
respondido a la sonrisa avergonzada de un hermano monje, al que
llevaban esposado de camino a la prisión...
DOMINGO 32º
«Jesús enseñaba a la multitud: “Cuídense de los escribas, a quienes
les gusta pasearse con largas vestiduras, ser saludados en las
plazas y ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los
banquetes; que devoran los bienes de las viudas y fingen hacer
largas oraciones. Estos serán juzgados con más severidad”.
Jesús se sentó frente a la sala del tesoro del Templo y miraba cómo
la gente depositaba su limosna. Muchos ricos daban en
abundancia. Llegó una viuda de condición humilde y colocó dos
pequeñas monedas de cobre.
Entonces él llamó a sus discípulos y les dijo: “Les aseguro que esta
pobre viuda ha puesto más que cualquiera de los otros, porque
todos han dado de lo que les sobraba, pero ella, de su indigencia,
dio todo lo que poseía, todo lo que tenía para vivir”» Mc 12,38-44
«Recordemos a aquella viuda, que olvidándose de sí misma y preocupada
únicamente por los pobres, pensando sólo en el futuro, dio todo lo que tenía
para vivir, como lo atestigua el mismo juez. Los demás –dice- han echado de lo
que les sobra; pero ésta, más pobre tal vez que muchos pobres -ya que toda su
fortuna se reducía a dos reales-, pero en su corazón más espléndida que todos
los ricos, puesta su esperanza en solas las riquezas de la eterna recompensa y
ambicionando para sí solo los tesoros celestiales, renunció a todos los bienes
que proceden de la tierra y a la tierra retornan. Echó lo que tenía, con tal de
poseer los bienes invisibles. Echó lo corruptible, para adquirir lo inmortal. No
minusvaloró aquella pobrecilla los medios previstos y establecidos por Dios en
orden a la consecución del premio futuro; por eso tampoco el legislador se
olvidó de ella y el árbitro del mundo anticipó su sentencia: en el evangelio hace
el elogio de la que coronará en el juicio.
Negociemos, pues, al Señor con los mismos dones del Señor; nada poseemos
que de él no hayamos recibido, sin cuya voluntad ni siquiera existiríamos. Y
sobre todo, ¿cómo podremos considerar algo nuestro, nosotros que, en virtud de
una hipoteca importante y peculiar, no nos pertenecemos, y no ya tan sólo
porque hemos sido creados por Dios, sino por haber sido por él redimidos?»60.
60
San Paulino de Nola, Carta 34,-4; CSEL 29,305-306; trad. en:
http://www.mercaba.org/HORAS%20BIENAL/TIEMPOS/EV/ev_to_domingo_32.htm. Paulino nació en Burdigala
(Burdeos), capital de la provincia de Aquitania, en 355 o tal vez antes (353?). Recibió una esmeradísima educación en
los círculos ligados al magisterio de Ausonio de Burdeos (+ h. 395), refinado poeta y rétor de su tiempo, con quien
entabló una amistad profunda y duradera. En 378 marchó a Roma probablemente para suceder a su padre en el senado
y al año siguiente (379), ayudado por Ausonio, fue nombrado gobernador de la Campania, cargo que ejerció con
humanidad. En 383, después de la muerte de Graciano (375-383) y el ascenso al poder de Valentiniano II (383-392),
que como arriano persiguió a los magistrados de fe ortodoxa y especialmente a aquellos que en la Galia habían
sostenido al usurpador Máximo, Paulino, retornando a Aquitania y tal vez pasando por Milán, encontró al obispo
Ambrosio (+ 397), con el cual parece que tuvo otros encuentros y del que recibió las primeras enseñanzas para el
bautismo, que le será administrado luego en Burdeos, en el año 389, por el obispo Delfín. En este año -quizá para
escapar a la persecución que se cernía sobre su familia- se refugió con su esposa Terasia en España, rompiendo los
lazos con los ambientes con los que estaba relacionado, e incluso con su maestro y amigo Ausonio. En España se
convirtió definitivamente al cristianismo integral y por esto vendió sus inmensas riquezas. Abandonó España en 395
para refugiarse en Nola, atraído por la vocación de ponerse al servicio de San Félix; aquí vivió vida ascética hasta 409
o 410, al igual que su esposa Terasia y algunos cohermanos Hacia 409-410 dejó su retiro de Cimitile para asumir la
cátedra episcopal de Nola; por esa misma fecha murió también su esposa Terasia. De su largo ministerio episcopal no
tenemos documentación clara y precisa. Paulino murió el 22 de junio de 431.
La gloria de Dios es el pobre
Una vez íbamos caminando con un joven amigo por las calles de la
ciudad, cuando nos encontramos con un anciano, que postrado en la
vereda, pedía limosna. El muchacho, se detuvo y se le acercó,
palpándose la billetera. No la llevaba. Entonces metió la mano en el
bolsillo, pero tampoco encontró monedas. La situación se tornaba
embarazosa. El anciano lo observaba con fijeza y seguía tendiéndole
la mano. Finalmente mi amigo, ruborizado y balbuceando unas
palabras, le pidió disculpas por no tener nada que darle.
Sin embargo, faltaba el cierre inesperado de este episodio. El
anciano, incorporándose y sonriéndole a mi compañero le dijo: “no
te preocupes; gracias de todas maneras”.
Nosotros, como el muchacho y como la viuda del evangelio, aunque
lo deseemos, muy poco tenemos para ofrecerle al Señor. Solo
podemos entregarle desde nuestra pobreza, la riqueza de un corazón
quebrantado y humillado.
Él en cambio, siempre tendrá algo para regalarnos que supere
nuestras expectativas; porque la gloria de Dios es el pobre. A
nosotros, como a mendigos de la vida, solo nos quedará recibir con
gratitud, la riqueza de su generosidad, porque el pobre agradece
recibiendo.
DOMINGO 33º
«Jesús dijo a sus discípulos: En aquellos días, el sol se oscurecerá,
la luna dejará de brillar, las estrellas caerán del cielo y los astros se
conmoverán. Y se verá al Hijo del hombre venir sobre las nubes,
lleno de poder y de gloria. Y él enviará a los ángeles para que
congreguen a sus elegidos desde los cuatro puntos cardinales, de un
extremo al otro del horizonte. Aprendan esta comparación, tomada
de la higuera: cuando sus ramas se hacen flexibles y brotan las
hojas, ustedes se dan cuenta de que se acerca el verano. Así
también, cuando vean que suceden todas estas cosas, sepan que el
fin está cerca, a la puerta. Les aseguro que no pasará esta
generación, sin que suceda todo esto. El cielo y la tierra pasarán,
pero mis palabras no pasarán. En cuanto a ese día y a la hora,
nadie los conoce, ni los ángeles del cielo, ni el Hijo, nadie sino el
Padre» Mc 13,24-32
«Anunciamos la venida de Cristo, pero no solamente la primera, sino también la
segunda, más gloriosa que la primera. La primera lleva el signo de la paciencia,
en cambio la segunda lleva la corona del reino divino. Como en la mayoría de los
casos, en nuestro Señor Jesucristo todas las cosas son dobles: hay un doble
nacimiento, el primero es el de Dios, antes de todos los siglos, y el otro el de la
Virgen, en la plenitud de los tiempos. Hay dos descensos: uno oscuro y callado,
como sobre lana; el otro manifiesto, que es el que va a venir. En la primera
manifestación, fue envuelto en pañales en el pesebre; en la segunda llevará la
luz como un manto. En la primera, soportó la cruz, sufriendo el desprecio y la
ignominia; en la segunda vendrá glorificado llevando como séquito el ejército de
los ángeles.
Por eso no nos detenemos en la primera venida, sino que esperamos la segunda.
Y si en la primera hemos dicho: Bendito el que viene en nombre del Señor (Mt
21,9), también en la segunda diremos lo mismo, para que saliendo al encuentro
del Señor con todos los ángeles, lo adoremos aclamando: Bendito el que viene
en nombre del Señor. (…)
Escucha también al Señor que dice: El cielo y la tierra pasarán, pero mis
palabras no pasarán. Las criaturas no tienen el mismo valor que las palabras
del Señor.
Las cosas visibles pasarán y vendrán las que esperamos, que son mucho más
hermosas que las primeras. Pero nadie trate de investigar curiosamente acerca
del momento exacto, porque dice: No les corresponde a ustedes conocer el
tiempo y el momento que el Padre ha establecido con su propia autoridad (Hch
1,7)»61.
61
San Cirilo de Jerusalén, Catequesis, 15, 1.3-4 (trad. en: San Cirilo de Jerusalén. Catequesis, Buenos Aires, Eds.
Paulinas, 1985, pp. 208. 210 [Col. Orígenes cristianos, 2]). Se ignora la fecha de su nacimiento, probablemente en los
años 314 ó 315. Cirilo debe haber nacido en la misma ciudad de Jerusalén o en sus alrededores. Pertenecía al clero de
la diócesis de Jerusalén. En el año 343 fue ordenado presbítero por Máximo, el obispo de Jerusalén que lo hizo su
colaborador. Desempeñaba su ministerio sacerdotal en la Iglesia de Jerusalén cuando en el año 348 fue elegido
obispo de esa misma Iglesia. Tres veces debió abandonar su sede episcopal para marchar al destierro. La primera vez
fue en el año 357, cuando un concilio reunido en Jerusalén por el obispo Acacio y compuesto por arrianos lo privó de
su sede y lo envió al destierro. Nuevamente fue desterrado en el año 360, pero también por poco tiempo. En el año
367 lo desterró el emperador Valente, y esta vez su alejamiento se prolongó por unos once años, regresando a
Jerusalén recién en el año 378. Después del retorno de su último destierro participó en el Segundo Concilio
Ecuménico, el II de Constantinopla. Murió en su sede en el año 386. Tanto la Iglesia de Oriente como la de Occidente
“MIS PALABRAS NO PASARÁN”
En un mundo atribulado en tantos aspectos, las calamidades de los
relatos
evangélicos
no
parecen
impresionar
demasiado.
Desgraciadamente han pasado a convertirse en el pan nuestro de
cada día, rebasando nuestra capacidad de asombro, y pasando a
alimentar la imaginería de las películas de ciencia-ficción.
La humanidad parece haberse empantanado en un inmenso estero,
que la succiona hacia la profundidad del sin sentido y de la nada. No
encuentra puntos de apoyo y referencia, que le permita proyectarse
esperanzada hacia un mundo mejor.
Frente a esta angustiante realidad, surge una vez más el cayado del
peregrino, el remo del canoero, y el timón del navegante, que nos
permite zafar del pantano del suicidio moral y liberarnos del silencio
de la muerte.
Es la Palabra de Dios, siempre cercana, siempre actuante, siempre
salvadora, que nos ayuda a flotar en el mar de la desolación. Sin ella,
todo se torna más difícil y tedioso. Con ella, todo se hace más fácil y
llevadero.
San Juan Crisóstomo nos recuerda que: “Sin la Escritura, el pueblo
de Dios no tiene defensa”. Nosotros podríamos parafrasearlo
diciendo: “no pretendas navegar por el internet de Dios sin el
modem de la palabra de Dios”. Por eso, el Señor Jesús, saliendo al
encuentro de nuestros miedos, nos asegura que: “El cielo y la tierra
pasarán, pero mis palabras no pasarán”.
celebran su fiesta el 18 de marzo, que es el día de su fallecimiento. Además de las Catequesis, su obra principal, se
conservan una carta al emperador Constancio y una homilía sobre el paralítico de Juan 5.
DOMINGO 34º
NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, REY DEL UNIVERSO
«Pilato llamó a Jesús y le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”.
Jesús le respondió: “¿Dices esto por ti mismo u otros te lo han dicho
de mí?”. Pilato replicó: “¿Acaso yo soy judío? Tus compatriotas y
los sumos sacerdotes te han puesto en mis manos. ¿Qué es lo que
has hecho?”. Jesús respondió: “Mi realeza no es de este mundo. Si
mi realeza fuera de este mundo, los que están a mi servicio habrían
combatido para que Yo no fuera entregado a los judíos. Pero mi
realeza no es de aquí”. Pilato le dijo: “¿Entonces tú eres rey?”. Jesús
respondió: “Tú lo dices: Yo soy rey. Para esto he nacido y he venido
al mundo: para dar testimonio de la verdad. El que es de la verdad,
escucha mi voz”» Jn 18,33b-37
«Aclaremos un punto sobre el reino de Dios. Como no hay “relación entre la
justicia y la iniquidad, ni entre la luz y las tinieblas, ni armonía entre Cristo y
Belial” ( 2 Co 6,14-15) no pueden darse en el mismo sujeto reino de Dios y reino
del pecado. Por tanto, si queremos que Dios reine en nosotros, no reine en modo
alguno el pecado en nuestro cuerpo mortal (Rm 6,12) ni sigamos sus preceptos
cuando llama a nuestra alma por obras de la carne y cosas contrarias a Dios.
Antes bien “mortifiquemos nuestros miembros terrenos” (Col 3,5) y
produzcamos frutos del Espíritu para que el Señor se pasee dentro de nosotros,
como si en realidad fuésemos un paraíso espiritual. Reine él solo sobre nosotros
con su Cristo entronizado en el alma a la derecha del poder espiritual que
deseamos alcanzar. Allí reine hasta que todos sus enemigos lleguen a ser escabel
de sus pies. Desaparezcan sus enemigos con su autoridad y poder. Esto puede
suceder en cada uno de nosotros llegando a destruir el último enemigo que es la
muerte para que Cristo pueda decir en nosotros: “¿Donde está, oh muerte tu
victoria?” (1 Co 15,26. 55). Que lo corruptible en nosotros se vista de
“incorruptibilidad”. “Que este ser mortal se revista de inmortalidad” (1 Co
15,53-54) para que reinando Dios en nosotros participaremos de los bienes de la
“regeneración y resurrección” (Mt 19,28)»62.
LA ÚNICA REALIDAD ES LA VERDAD
Nos movemos, vivimos y existimos, en un mundo donde reina el
doble mensaje, el engaño y la mentira. Nunca se sabe que se esconde
detrás de cada propuesta o de cada promesa. Y esto ocurre con
lamentable frecuencia, en los medios de poder y de gobierno.
La realeza está también desprestigiada, y a fuer de sinceros, poco o
nada aporta como estilo de gobierno, a un mundo culturalmente tan
distante.
Por eso, no resulta fácil hablar de la realeza de Cristo al hombre de
62
Orígenes, Tratado sobre la oración, 25,3. Orígenes nació hacia el 185. A los 18 años se hizo cargo, a pedido de su
obispo, de la escuela catequética de Alejandría. En torno al 216, se instaló en Cesarea de Palestina, donde el obispo
del lugar lo invitó a fundar una nueva escuela de catequesis. Orígenes la dirigió por más de 20 años. Durante la
persecución contra la Iglesia fue torturado para que negara su fe. No lo hizo y murió a causa de los tormentos
sufridos, entre 253-257. Es con toda probabilidad el genio mayor de la antigüedad cristiana, al menos entre los
escritores de lengua griega. Su producción literaria es muy abundante.
hoy. Podría confundirla con oropeles y asociarla con museos.
Cristo, por el contrario, transparenta al Dios verdadero, que es la
única realidad absoluta. Escucharlo y seguirlo a él, implica una
opción fundamental de vida por el reinado de Dios.
Cristo es la Verdad con mayúscula, y todo creyente, todo hombre de
buena voluntad, participa en la verdad de su reinado.
El que lo rechaza, preguntándole escépticamente: ¿qué es la verdad?,
más bien tendría que preguntarse: ¿Quién es la Verdad?
Cada vez que rezamos la oración de Jesús, le estamos pidiendo que
venga su reino, reinado de paz y de justicia, de aquel a quien
pertenecen el poder y la gloria, por los siglos de los siglos. Amén.
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